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viernes, 28 de octubre de 2011

FREDIE


El sabio perseguido


El sabio perseguido

por JOSÉ MANUEL VIDAL
Para muchos, símbolo de la lucha de la razón frente a la irracionalidad de la Iglesia. Durante más de tres siglos, Galileo ha sido fuente de polémica entre la ciencia y la Iglesia católica. ¿Error histórico o injusto sambenito en las espaldas de Roma?
Astrónomo, filosofo, matemático, físico, Galileo fue condenado, el 22 de junio de 1633, por un tribunal de la Inquisición a 'formalem carcerem' —–una especie de reclusión domiciliaria—, pero varios jueces se negaron a suscribir la sentencia, y el Papa de entonces no la firmó. Galileo pudo seguir dedicado a su ciencia y murió el 8 de enero de 1642 en su casa de Arcetri, cerca de Florencia, a los 77 años. «Galileo, el científico, vivió y murió como un buen creyente», asegura el cardenal Poupard, ex ministro de Cultura del Papa.
Galileo no fue condenado como hereje, ni torturado, ni quemado en la hoguera. Y hasta contó entre sus amigos a influyentes purpurados, como el cardenal Belarmino.Lo que no impidió que lo condenasen. «Los jueces de Galileo, incapaces de disociar la fe de una cosmología bimilenaria, creyeron, muy equivocadamente, que la adopción de la revolución copernicana podía quebrar la tradición católica. Este error subjetivo de juicio, tan claro para nosotros hoy día, los condujo a una medida disciplinaria a causa de la cual Galileo sufrió mucho». Lo dice, en 1992, una comisión vaticana creada por Juan Pablo II para examinar el 'caso Galileo'. De hecho, el 31 de octubre de 1992, el propio Juan Pablo II refrenda las conclusiones de la comisión y reconoce públicamente los errores cometidos por el tribunal eclesiástico que juzgó las enseñanzas científicas de Galileo. Aunque el gesto del Papa no fue una rehabilitación propiamente dicha.
Galileo Galilei, como científico y como persona, ya estaba rehabilitado desde hacía mucho tiempo. De hecho, cuando en 1741 se alcanzó la prueba óptica del giro de la Tierra alrededor del Sol, Benedicto XIV mandó que el Santo Oficio concediera el 'imprimatur' a la primera edición de las obras completas de Galileo. En la siguiente edición de libros prohibidos, la de 1757, fueron retirados todos los que apoyaban la teoría heliocéntrica y, por tanto, también los de Galileo.
Hoy las cosas han cambiado. La Iglesia católica celebra jornadas de estudio para reexaminar el caso Galileo y el genial renacentista hasta tiene una estatua en los jardines de la ciudad del Vaticano. Pero, en el imaginario colectivo, sigue siendo el científico que se rebeló contra la Inquisición al grito de «eppur si muove»

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