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EL ARTE OSCURO

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jueves, 18 de noviembre de 2010

El saber mágico en el Antiguo Egipto -- Christian Jacq



El saber mágico en el Antiguo Egipto

Christian Jacq

ÍNDICE
Prólogo a la presente edición
Introducción
La magia eterna
El corazón intuitivo
Una magia de Estado
El rey mago
Magos célebres
Textos mágicos
Archivos sagrados y bibliotecas mágicas
Capítulo I
El mago, hombre de conocimientos
¿Cómo llegar a ser mago?
La luz del mago
El mago astrólogo
Secretos muy bien guardados y exigencias rituales
El tribunal divino, los guardianes de las puertas, el barquero
Salir al día
Capítulo II
Los poderes del mago
Magia de los templos y de las ciudades
Vencer a la muerte
El nombre, clave del poder mágico
Capítulo III
Los instrumentos mágicos
Los amuletos
El oro y las piedras preciosas
Nudos y números
El cuerpo de sustitución
Cartas a los muertos
La lámpara
Capítulo IV
El dominio de los elementos
El agua y la barca
El aire
El fuego
Capítulo V
El mago frente a las divinidades
Thot, señor de la magia
De Horus a Bes
Diosas de la magia
Enanos y gigantes
Capítulo VI
Los combates del mago
Cuentos y leyendas
El combate contra el enemigo
Las amenazas
Los peligros de la noche
Capítulo VII
Magia y medicina
Un médico mago
Sangre y magia
Dolencias de la cabeza
Dolencias del vientre
Del ojo y del oído
Una alimentación mágica
Plantas mágicas
Capítulo VIII
El amor mágico
Encantamientos
Dar a luz mágicamente
El niño
Capitulo IX
El mundo animal
Halcón, gato y compañía
El escarabajo
Apéndice
Magia egipcia, magia cristiana
Epílogo
Lista de abreviaturas
Bibliografía
Glosario de los principales dioses y términos egipcios mencionados en este libro

Prólogo a la presente edición


El templo es un ser vivo

Basta acercarse a él con cuidado, dejarse deslizar a lo largo de la avenida de esfinges que desemboca frente a los dos gigantescos colosos de piedra que ordenó tallar el gran Ramsés II, y comenzar a latir con el ritmo que marca el recinto. Porque, tanto para los antiguos sacerdotes egipcios, como para Christian Jacq y una larga mirada de autores que han sentido Egipto en sus venas, las sagradas piedras de Luxor, en el Alto Egipto, ordenadas –o desordenadas, según se mire- a escasos metros del río Nilo, son parte de un ser vivo de ciclópeas proporciones.

al menos, eso creyeron sus constructores

Otros templos también, conservan parte de su hálito, pero éste es de los pocos recintos arqueológicos de ese fascinante país en los que todavía se puede sentir esa curiosa sensación de vitalidad. Basta con acudir de noche, cuando el número de turistas ha decrecido drásticamente y las temperaturas se suavizan permitiendo al visitante avisado un paseo tranquilo. Y allí, en cualquiera de sus rincones, frente a cualquiera de sus columnas o de sus paredes preñadas de jeroglíficos, uno puede dejarse ir. Dejar que nuestra respiración se acompase con la del templo y permitir que afloren a nuestra mente aquellas imágenes y símbolos que esas milenarias piedras exhalan.

Y no es broma

Los antiguos iniciados lo sabían, y si tuviéramos que creer a pie juntillas las explicaciones que diera en la segunda mitad de este siglo el filósofo alsaciano René Schawaller de Lubicz, eran también conscientes de que cada una de las partes del templo, de sus salas y arquitrabes, representaba todos y cada uno de los elementos esenciales que conforman el cuerpo humano. Ese conocimiento, por cierto, nunca se transmitió a cualquiera: el acceso a Luxor, o a cualquier otro océano sagrado, mágico por tanto, de Egipto, estaba velado a los mortales, y solo sacerdotes y faraones podían acceder a su interior. Una vez dentro, gracias a juegos de luces y sombras, a la incineración de plantas y raíces aromáticas y al empleo de determinados instrumentos musicales, se creaba una atmósfera especial capaz de inducir a quienes estuvieran dentro a estados especiales de consciencia que les permitían “hablar” con los dioses. Ahí es nada.

Y eso sólo era una mínima parte de la magia egipcia. Una sabiduría transmitida de generación en generación mediante complejos sistemas de iniciación, cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos. Recientemente autores de éxito como Robert Bauval, que descubrió que las tres grandes pirámides de la meseta de Giza en El Cairo representan en realidad las tres estrellas “del cinturón” de la constelación de Orión, tal y como se encontraban en el 10500 a.C. (¡), han sugerido que las iniciaciones eran, en realidad, una especie de método mnemotécnico que podría estar enmascarando un conocimiento científico de altura que permitió a los antiguos habitantes del Nilo trasladar bloques de más de doscientas toneladas, modelar como si fuera de plastilina rocas tan duras como la diorita, o hasta desarrollar técnicas curativas y quirúrgicas ciertamente muy avanzadas. Ahora bien, ¿de dónde procedió una “ciencia sagrada” tan osada, y hasta qué punto logró esa magia egipcia dominar a la naturaleza y a todos sus elementos?

En este libro Christian Jacq pasa revista a esos enigmas. Él parte del principio de que para entender la mentalidad egipcia hay que abandonar nuestros prejuicios racionalistas y aceptar que los egipcios creían que todo en la naturaleza estaba vivo –templos, por tanto, incluido, y que se podía establecer un diálogo con cada una de sus partes.

Y Jacq sabe bien lo que se dice. De hecho, este autor francés, famoso gracias a su trilogía de novela El juez de Egipto o a su pentalogía sobre Ramsés que ha sido traducida a 23 idiomas y que lleva millones de ejemplares vendidos, es un auténtico experto en esoterismo egipcio. Tras su doctorado “oficial” en egiptología y su pátina de academicismo, se encuentra en realidad un prolífico autor e investigador, que se cree heredero –si no reencarnación- del mismísimo Champollion, y cuyas primeras obras estuvieron consagradas a la astrología y la masonería; ambas por cierto, entroncadas con Egipto de otra manera. Y es que Jacq sabe que estudiar la civilización de los faraones aislándola de su componente mágico, iniciático y esotérico es sesgar drásticamente una comprensión global de aquellos tiempos.

Este libro es, por tanto, consecuencia directa de la búsqueda íntima del autor por alcanzar las fuentes primeras del conocimiento egipcio. Una obra en la que desnuda sus verdaderos intereses, que van mucho más allá de la popularización del país del Nilo gracias a sus novelas, y que, de paso, permitirán al lector conocer más de cerca por qué autores como él se han quedado atrapados en la fascinación que ejerce el antiguo Egipto.


Introducción


La magia eterna


La vida de un egiptólogo, incluso en nuestros días, se sitúa a menudo bajo el signo de la aventura. Es necesario, desde luego, pasar largas horas inclinado sobre los papiros, atento a los textos de los templos y estelas. Las bibliotecas son cavernas con tesoros en las que, gracias a los trabajos de los predecesores, es posible conocer los caminos que llevarán al descubrimiento. Pero toda esta erudición, por indispensable que sea, no reemplaza a un contacto vivo con Egipto.

Un egiptólogo que no crea en la religión egipcia, que no participe de una total simpatía hacia la civilización que estudia, no podrá, a nuestro entender más que pronunciar palabras vacías. El intelectualismo por brillante que sea, no ha reemplazado nunca al sentimiento vivo, incluso en una disciplina científica. Los más grandes sabios son aquellos que participan del misterio del universo y tienden a expresarlo por medio de su visión del Conocimiento, nutrido a través de los años.

Si esto es cierto para ciencias tales como la física, como indicó Eisenberg, Einstein y tantos otros, se comprenderá que el antiguo Egipto reclame, por parte del que lo estudia, otra actitud distinta del frío racionalismo y del “distanciamiento” histórico.

Una tarde de Navidad en Luxor, se me ofreció un suntuoso regalo. Una invitación para cenar con una familia de cazadores de serpientes. El abuelo, amigo de Francia, hablaba admirablemente nuestra lengua. Me ofreció el lugar de honor, a su lado, durante la cena, en presencia de su mujer, sus cuatro hijos y sus tres hijas. Fuera, la noche era suave. Cuando el sol se puso, estalló en decenas de colores que se fueron apagando en un último tono rojizo que fue a morir en los muros del templo de Luxor, la obra maestra del faraón Amenophis III y de su genial arquitecto Amenhotep, hijo de Hapou.

La vivienda de mi anfitrión no tenía nada de magnífica. Pobremente amueblada, pretendiendo ser bonita, era, sin embargo, un templo a la amistad. Palomas asadas, arroz, tortas, pasteles… se había dispuesto un festín para honrar al viajero.

En esta fiesta cristiana de Navidad, en el transcurso de una larga cena que no acabó hasta poco antes del alba, nuestra conversación giró sobre un solo y único tema: la magia. Mi anfitrión y sus hijos realizaban una extraordinaria función: capturar serpientes y escorpiones. Ante los periodistas que, de vez en cuando, venían a preguntarles sobre su curioso oficio, se presentaban como personas sencillas, precavidas, herederos de una antigua tradición familiar, comerciantes de veneno vinculados a una función lucrativa. Estas declaraciones no me satisfacían. En el curso de mis investigaciones, me había encontrado, como todo egiptólogo con la magia. Muchos “sabios” han intentado separarla de la religión egipcia como una tara incompatible con la altura de las concepciones metafísicas expuestas en los grandes textos. Pero la magia es sólida. Está siempre presente en Egipto, tanto en los recovecos de un cuento que creemos “literario” como en el interior de una tumba o sobre los muros de un templo. En la época de los faraones, los que se ocupaban de los animales venenosos eran magos que habían recibido una iniciación, un saber, que utilizaban fórmulas específicas cuyo manejo requería cualidades excepcionales.

Le recordé estas precisiones a mi anfitrión. Sonrió. “Hay que reconocer, admiró, que ser el hermano de una serpiente no está al alcance de cualquiera… quizá, en efecto, sea útil una cierta magia…” Según las reglas de la cortesía oriental se había entablado la verdadera conversación.

Persuadido de que mi anfitrión debía, sin embargo, conocer y practicar las reglas de la antigua magia egipcia, confronté su experiencia con mis conocimientos de egiptólogo. Así nació este libro sobre el mundo mágico de la civilización faraónica. Desde los textos antiguos a la experiencia viva no hay interrupción.

Hermópolis, la antigua ciudad santa del dios Thot, el patrono de los magos egipcios, el Hermes de los griegos, no es hoy más que una ciudad en ruinas. Sin embargo, aquí y allá subsisten vestigios de su grandeza pasada. Uno de los más impresionantes es la tumba de Petosiris, gran sacerdote de Thot, iniciado en los misterios. Esta tumba no está consagrada a la muerte, sino a la vida en la eternidad. Sus admirables textos fueron redactados para ayudar al hombre a realizarse, a encontrar la verdad profunda de su ser sin la cual no podrá darse ninguna felicidad sobre la tierra. Sobre uno de los muros de la tumba de Petosiris se leen estas frases:

El que se mantiene en el camino de Dios, pasa toda su vida en la alegría, colmado de riquezas más que todos sus semejantes. Envejece en su ciudad, es un hombre venerado en su provincia, todos sus miembros son jóvenes como los de un niño. Sus hijos están ante él, numerosos y considerados como los primeros de su ciudad; sus hijos se suceden de generación en generación… él llega al fin de la necrópolis con júbilo, en el bello embalsamamiento del trabajo de Anubis.1

Para alcanzar la sabiduría evocada por el gran sacerdote Petosiris, la buena voluntad no basta. Una determinada ciencia, que los egipcios llamaban “magia”, se revela como indispensable. Esta noción clave, confundida hoy con la magia negra, la hechicería, los poderes psíquicos y otros fenómenos más o menos inquietantes, tenía un significado preciso en la época de los faraones.

Religión y magia no se pueden separar una de otra. ¿Podemos imaginar un ritual sin proyección mágica? Las religiones del libro (cristianismo, judaísmo, Islam), muchas de las cuales lo niegan a veces, ¿no ejercen una magia sobre el alma humana, a fin de permitirle acceder a realidades que nuestros sentidos se revelan incapaces de apreciar?

Los escribas egipcios redactaron miles de páginas reunidas en colecciones que los egiptólogos califican de “mágico-religiosas”. Una lectura rápida, aunque superficial, de tales escritos, nos lleva a la conclusión de que los egipcios formulaban dos deseos: vivir una larga vida sobre la tierra, no ser privado de alimentos en el más allá, no morir de la mordedura de una serpiente o de la picadura de un escorpión, gozar de buena salud sobre la tierra, conservar todas sus aptitudes físicas, entrar y salir por las puertas orientales del cielo (es decir, tener un espíritu suficientemente formado como para “circular” por el cosmos), conocer las almas de los occidentales (es decir, acceder a los misterios de los Antepasados). Se mezclan, como vemos, esperanzas materiales y esperanzas espirituales. Es una de las características esenciales del pensamiento egipcio. Hay un cielo, hay una tierra. Hacen actuar el uno sobre la otra. Nuestra vida terrestre, en uno de sus aspectos más corrientes, esta impregnada de una fuerza espiritual que los sabios de Egipto llamaban heka, “magia”. Este término de dudosa terminología, significa probablemente “dominar los poderes”, lo que constituye efectivamente la meta del arte del mago.

Quien desea practicar la magia debe tomar conciencia de los poderes que rigen toda vida y manipularlos experimentalmente. Grado de experiencia estrictamente individual: el aprendiz de mago, como veremos, es instruido en las escuelas especializadas de los templos bajo la dirección de vigilantes maestros que no le dejan de ningún modo actuar a su antojo y según su fantasía.

Revelación esencial de los sabios: la Magia, concebida como fuerza creadora, fue creada antes de la creación que nosotros conocemos. Es hijo del dios sol, de cuyo rayo de luz es una manifestación mágica, en cuanto instrumento de vida.

Para el egipcio antiguo, todo vive. Pensar que algo es inanimado prueba que nuestra mirada no se dirige correctamente sobre la realidad. El hombre, como cualquier otra parcela viva, es la resultante de un juego de fuerzas. ¿Las sufrirá pasivamente o intentará identificarlas? La cualidad de su destino dependerá de la respuesta a estas cuestiones. Las fuerzas mágicas nos parecen hostiles en la medida en que nuestro grado de conocimiento es insuficiente. El científico contemporáneo critica con facilidad al principio que se extasía o se espanta ante los fenómenos naturales que juzga sobrenaturales. Pero incluso este científico, a pesar de su saber, sigue siendo el esclavo de zonas de sombra que desvirtúan a veces el razonamiento más consolidado. Es decir, que el hombre de hoy como el de ayer se enfrenta a lo desconocido, fuente y finalidad de su existencia. Los magos del antiguo Egipto tienen mucho que enseñarnos en este campo.

La fuerza sobrenatural que sustenta la vida no está fuera del alcance de la inteligencia humana. Reside en el corazón del ser, en su templo interior. Al descubrirla, y luego utilizarla, el mago constataba que su acción tenía repercusiones en este mundo y en el otro, como si no existiese ninguna barrera entre ellos. Conocer al dios de la magia es descubrir el poder de los poderes, penetrar en el juego armonioso de las divinidades. También el muerto, el que pasa al otro lado del espejo, debe conservar su poder mágico para alcanzar la realidad última.

Esta magia puede definirse como la energía esencial que circula tanto en el universo de los dioses como en el de los humanos. Allí no hay “vivo” ni “muerto”, sino seres más o menos capaces de captar esta energía contenida en el nombre secreto de los dioses. Estudiando los jeroglíficos, es decir, “las palabras de los dioses”, progresamos en el conocimiento de estos nombres cargados de energía. En Egipto nada se queda en lo intelectual, en el mal sentido del término, es decir, separado de lo real. Por esta razón, todo objeto animado mágica y ritualmente –por ejemplo, las coronas reales- conserva un secreto vital. Espíritu y materia están entretejidas en la misma sustancia. Lo importante, en la práctica de la magia, es identificar el lazo que une todas las cosas, que reúne en una cadena de unión cósmica al conjunto de las criaturas.

Las líneas que preceden prueban también que no se debe reducir la magia del antiguo Egipto a una hechicería de poca monta. En realidad, nos encontramos ante una ciencia sagrada que exige especialistas muy instruidos, para que sean capaces de comprender las fuerzas más secretas del universo. Según un magnífico texto, titulado Las Enseñanzas de Merikare, “el creador concedió la magia al hombre a fin de ahuyentar el efecto fulgurante de lo que sobreviene”. Dicho de otro modo, todos somos esclavos de un cierto determinismo. La mayor parte del tiempo, los acontecimientos, felices o desgraciados, nos cogen desprevenidos. No somos dueños de nuestro destino. Egipto no niega este determinismo, pero considera que es posible escapar de él utilizando la magia. Por medio de la práctica de este arte, podemos modificar nuestro destino, luchar contra las tendencias negativas de la aventura humana, ya sea colectiva o individual, alejar los peligros de lo que tomamos consciencia.

La magia fue considerada en Egipto como una ciencia exacta. Aunque ciertos aficionados, como los brujos de aldea, utilizaban algunas recetas mágicas elementales, la gran magia de Estado no era revelada más que a una élite de escribas, a los que debemos comparar con los físicos atómicos contemporáneos. Esta magia, en efecto, está destinada a preservar el orden del mundo. Tal fuerza no es fruto de una improvisación o de un ilusionismo cualquiera. Descansa sobre una minuciosa cadena de experiencias consoladas por el mago.

La existencia humana reposa sobre un equilibrio precario. La amenazaban muchos peligros: demonios, fuerzas negativas, muertos errantes, múltiples manifestaciones del “mal de ojo”, es decir, de una energía negativa que destruye, con un solo poder, todo lo que existe. El primer deber del mago es atajar este negativismo, preservar lo que existe. Pero debe igualmente velar porque los momentos de “paso” se desarrollen perfectamente. El nacimiento, el matrimonio, la muerte, el fin de un año y el comienzo del siguiente, son otros tantos ejemplos de situaciones muy delicadas en las que la intervención mágica es indispensable.

Los magos afirman de buen grado que sus secretos se remontan a la más lejana antigüedad. No es fruto de una convención, sino una inquietud por referirse a los modelos primordiales, a los mitos de la creación. En cierto modo, el mago está en contacto directo con el arquitecto del mundo. Todo acto mágico es, por definición, acto creador que se ensalza en las profundidades de los orígenes. El mago “establece cómo fue hecho en el comienzo”, devuelve al presente “la primera vez”, restituye el mundo “En aquel tiempo”. El tiempo mágico es un tiempo primordial. Por medio del estudio de la magia, vamos hacia el destello de donde brotó toda la creación.

El dios de la magia, Heka, es una creación de la luz. Hablar de magia “negra” y de magia “blanca” está ya en decadencia. No existe, en realidad, más que una magia solar, portadora de luz, que favorece la iluminación del mago. El resto no es sino ilusionismo, hechicería o búsqueda de poderes.

En el mundo de las divinidades, el dios de la magia tiene una función precisa: ahuyentar lo que debe ser ahuyentado, evitar que el mal y la disonancia vengan a perturbar el orden de las cosas. El mago, cuando está realmente imbuido por la fuerza divina, realiza igualmente esta función. Es Horus. La magia de su madre Isis está en sus miembros.2 Es el Ra de los nombres misteriosos, es el que se encuentra en el océano de energía de los primeros tiempos.3 Se identifica con los dioses más grandes del panteón, experimentando todo en su propio cuerpo la magia como una fuerza viva. Ésta circula por sus pies, sus manos, su cabeza, todo su cuerpo. Es preciso que la fuerza mágica emita una luz y expanda, en ciertas ocasiones, un olor característico.

He aquí que me uno a este poder mágico en todo lugar en el que se encuentre, en todo hombre en el que se encuentre”, dice el mago en el capítulo 24 del Libro de los Muertos; “Es más rápida que el galgo, más veloz que la luz”. El mago llena su vientre de poder mágico; gracias a él, aplaca su sed.4 Esta “magia en el vientre” llega enseguida al espíritu, como un fluido que circula por los canales secretos del cuerpo. De este modo, el mago, hijo de Ra, señor de la luz y del sol, y de Thot, encarnado por la Luna, descubre el alcance de sus percepciones. Su saber está consignado en un escrito que proviene de la morada del dios Thot, tras haber sido sellado en el palacio de Thot.

Sin magia, la supervivencia es imposible. Las fórmulas apropiadas dan a aquel que se presente ante las puertas de la muerte el coraje y la ciencia adecuada para franquear el obstáculo sin ser aniquilado.

El mago viaja por el cielo. Ante la estrella Orión, afirma haberse alimentado de los poderes vitales, haber sido nutrido por los espíritus de los antiguos dioses de los que conoce sus nombres secretos. Orión escucha al viajero del más allá. Reconoce que efectivamente ha adquirido todos los poderes, que no ha olvidado ninguno.5 Por esta razón, resucita, identificado con una estrella, y brillará en lo alto del cielo. Tal es el destino del mago convertirse en una luz en el cosmos, para iluminar el camino de los demás hombres.

El corazón intuitivo


La magia es un asunto de percepción. Sin embargo, el centro de las percepciones más finas es el corazón. No el órgano en sí, sino el centro material del ser. Este corazón, según Egipto, es el testigo de la vida del hombre. Imposible mentirlo o equivocarlo. El corazón-conciencia concibe, piensa, da órdenes a los nervios, a los músculos, a los miembros. Es él quien permite a los sentidos funcionar correctamente: Todo parte del corazón y todo vuelve a él, él emite y recibe. Sensaciones e impresiones se relacionan con él para que produzca la síntesis y saque la lección de esas informaciones venidas del mundo exterior.

Según la mitología de la ciudad de Menfis, el dios Ptah concibió el mundo en su corazón antes de expresarlo por la boca. En cada ser consciente se despierta un corazón heredero del corazón divino. Receptáculo de la fuerza divina, responde de la rectitud del mago frente a sus jueces, aquí abajo en el más allá. La cualidad de la práctica mágica está estrechamente ligada a la cualidad del corazón. Debe desarrollar en el mago sus facultades intuitivas que le permitirán descubrir el cofre misterioso del Conocimiento, prefiguración del Grial. Su corazón le dictará el modo de abrirlo, a fin de descubrir la esencia de la magia.

Un amuleto particular, el escarabajo de corazón, juega un papel determinante en el momento del paso entre la muerte terrestre y la vida eterna. El escarabajo es el símbolo de la metamorfosis y las mutaciones. Colocándolo sobre el corazón de la momia, el mago le confiere el poder de atravesar las zonas más oscuras en las que l ser corre el riesgo de sufrir graves heridas. En el mismo momento del feliz desembarco en las orillas del paraíso, el corazón del hombre le será restituido. Este don se ha preparado en la tierra, mientras el individuo vive. La actitud mágica consiste en hacer palpitar en sí mismo un corazón de origen celeste, en despertar la percepción de lo invisible.

Una magia de Estado


La magia era considerada por el Estado egipcio como una actividad primordial. Los libros mágicos no están escritos por autores que redacten según su fantasía, sino que son obra de instituciones oficiales, como la Casa de la Vida, y forman parte de los archivos reales. Uno de los objetivos primeros de la magia, en efecto, es proteger al faraón de toda influencia negativa. Como escribe Jean Yoyotte, “es de una magia de Estado, coherente, razonable, admirablemente serena y sorprendente, de donde procede la visión egipcia del mundo”.6

Nos equivocaríamos totalmente si creyéramos que la magia, en la época de los faraones, era una actividad individual. Se trataba de una expresión más decadente y la menos rica en significado. Los egipcios utilizarán sobre todo los rituales de los templos, celebrados en todo el país. Todo acto cultural es mágico. Pensemos, por ejemplo, en el hecho de que el faraón es el único que está capacitado para dirigir los ritos necesarios para mantener la presencia de los dioses en la tierra. La imagen del rey, grabada sobre los muros de cada templo, se anima de forma mágica para entrar en el alma del sacerdote que dirigirá efectivamente la ceremonia.

El centro mágico más grande de Egipto era probablemente la ciudad santa de Heliópolis, la ciudad del sol (a la altura de El Cairo), allí donde se elaboró la teología más antigua. Se conservaban allí numerosos papiros “mágicos”, en el amplio sentido del término, que incluían escritos médicos, botánicos, zoológicos o matemáticos. La mayor parte de los sabios y filósofos griegos se dirigían a Heliópolis para recibir allí una parte de esta ciencia acumulada en el transcurso de los siglos. Fue allí, especialmente, donde Platón fue informado de la leyenda de la Atlántida que hizo correr tanta tinta y cuyo verdadero significado desconocido desde siempre para nosotros, no puede deducirse más que de los textos egipcios.

Primer principio mágico: la necesidad de la ofrenda a los dioses. Gracias a este acto, la creación continúa. “Donar Maât (la armonía universal) al señor de Maât (el Creador)” según la fórmula ritual, es permitir a la vida el prolongarse.

El antiguo Egipto no tenía a nada más que al caos, este estado de negativismo opuesto a Maât, el orden de las cosas. La buena voluntad no basta para poder evitar el desorden que, a fin de cuentas, condena toda civilización. La magia es un arma de valor excepcional, gracias a la cual las barcas solares circulan correctamente en los cielos, los muertos reciben el alimento que les es debido, el Estado funciona, las fiestas se celebran. Sin intervención mágica del Estado, la crecida del Nilo no tendría lugar, los cultivos no serían irrigados, los cazadores no matarían las piezas, los pescadores no capturarían peces, los artesanos no terminarían sus obras, los templos no realizarían su misión.

Tal visión nos sorprende. Tantos fenómenos nos parecen hoy mas “naturales” que nosotros no discernimos su significado oculto. La caza, por ejemplo, era para el egipcio una aventura muy particular que consistía en entrar en el mundo de las fuerzas oscuras, no dominadas por el hombre. El peligro sobrevenía en todo momento, ya fuese bajo la fuerza de un animal del desierto o de un cocodrilo furioso. El cazador tenía el papel de afrontar las fuerzas del mal. Utilizaba también fórmulas mágicas para disminuirlas.

El rey mago


El faraón de Egipto no tiene padre ni madre. Vive la vida y no sufre la muerte. Es el gran mago por excelencia, porque en él se encarna la fuerza de la vida. Sólo el faraón, en el Imperio Antiguo, está capacitado para comunicar con el principio divino para que la humanidad subsista. Es, pues, el rey, señor de las fuerzas naturales y sobrenaturales, quien detenta el poder real. Lo ha adquirido nutriéndose de las fuerzas mágicas, con motivo de un extraordinario banquete réplica de un trastorno cósmico que acompaña la venida del rey en los espacios celestes.7 Las estrellas se ensombrecen. La luz se atenúa. El cielo y la tierra tiemblan. Un personaje terrorífico provoca estos acontecimientos. ¡El faraón en persona! Él es quien se alimenta de sus padres y sus madres. Es un señor de la sabiduría de cuya madre no conoce el nombre. Su gloria está en el cielo, su poder está en el horizonte como el de Atum, el Creador que lo engendró. El rey se ha hecho más poderoso que él. Toro del cielo, asimila el ser de cada divinidad. Se alimenta de hombres y dioses, Khonsu, un genio temible, mata a los seres de los que tiene necesidad el rey y extrae para él lo que hay en sus cuerpos. Otro genio, Chesmou, los cuece para él en las piedras de un fogón. El rey se nutre de su magia, devora sus espíritus. La parte gruesa es para la comida de la mañana, las partes medias para la comida y las pequeñas para la cena. El faraón se apodera de los corazones de los dioses, se come la corona roja, devora la verde. El cosmos entero reconoce su dominio. Se nutre de los pulmones de los sabios y de su magia. Su tiempo de vida es la eternidad.

Calificamos este teatro de “himno caníbal”, suponiendo que haría alusión a rituales muy arcanos en los que los egipcios habían consumido carne humana. En realidad, de este modo se evoca la captación del poder mágico por la ingestión directa de la vitalidad divina considerada como un alimento.

Henchido de magia, el faraón está protegido. El ser maléfico que le muerda no conseguirá más que envenenarse a sí mismo. Cada parte del cuerpo real está divinizado. El vientre del faraón, por ejemplo, es Nut, la diosa del cielo. Porque la fuerza mágica se encuentra precisamente en ese “vientre celeste”.

Frente a los dioses, el faraón manifiesta su autoridad. El les ordena construir una escalera para que pueda subir al cielo. Si no le obedecen, no tendrían ni alimento ni ofrenda. Pero el rey toma una precaución. No es él, en tanto que individuo, quien se expresa, sino el poder divino: “No soy yo quien os dice esto a vosotros, los dioses, sino la Magia la que os dice esto”.8

Cuando el faraón realiza su ascensión, la magia está a sus pies.9 “El cielo tiembla, afirma él, la tierra se estremece ante mí, porque yo soy el mago, yo poseo la magia”.10 Es él, por otra parte, quien instala a los dioses en sus tronos, probando así su omnipotencia reconocida por el cosmos”.

En el Egipto del Imperio Antiguo, todo lo que concierne a la persona real es de orden mágico. Como faraón es el único sacerdote, tiene la función de “encargarse” mágicamente de los rituales del Estado. El nombre real está contenido en un “cartucho” cuyo nombre egipcio, chenit, significa “lo que encierra” (es decir, el contenido del universo sobre el que reina el faraón). Según el principio del juego de palabras, capital para comprender el funcionamiento de la lengua jeroglífica, este término implica también la idea de “conjuración”. También el nombre real está protegido mágicamente por el cartucho. Atributos, insignias, vestimentas reales están cargadas de magia. La corona ocupa el primer lugar de estos objetos. Es considerada como un ser vivo, como una diosa, a la vez león agresivo y serpiente que ataca a los enemigos del rey. Se le cantan himnos. Solo el faraón es capaz de portarla y de utilizar sus virtudes secretas.



Figura 01

El faraón, protegido por Isis, avanza hacia Osiris. La diosa está tocada con el signo jeroglífico del trono que definía su naturaleza simbólica. Es la diosa-trono de la que nacen los reyes. De su mano derecha emite un fluido que alcanza la nuca del faraón, uno de los centros vitales de su Persona. Con la mano izquierda, ella coge el brazo derecho del muerto. Acto mágico también necesario, ya que el faraón aprieta en su puño los dos cetros que le permiten ejercer su soberanía sobre la tierra de los hombres. El rey está vestido según su función: la doble corona (que reúne en una sola la corona blanca del Alto Egipto y la corona roja del Bajo Egipto), la peluca nemes y el gran faldellín de ceremonia. Ante Osiris se deposita un pequeño altar sobre el cual se encuentran flores y un perfumero. El rey ofrece al dios de la resurrección la esencia sutil de todas las cosas. (Las capillas de Tutankhamon).

Magos célebres


Según Manetón, es el sacerdote de Sebennytos quien, en la época griega, consagró una obra célebre en la historia de los reyes de Egipto, el faraón Athotis, (I dinastía), era un médico que redactó libros de anatomía. Practicó pues, un arte mágico, abriendo una vía a sus sucesores. Desde esta perspectiva, se considera que todos los faraones fueron magos institucionales.

En el Imperio Antiguo, Imhotep fue el más célebre de los magos. Su renombre era tal que, muchos siglos más tarde, los griegos lo identificaron con su dios de la medicina Asclepios. En el Imperio Nuevo, los escribas rendían culto al “dios” Imhotep; antes de escribir, arrojaban un poco de agua a la tierra en memoria de su ilustre patrón. Por otra parte, la personalidad de Imhotep es esencial para entender el alcance del “campo mágico” en el antiguo Egipto. Este personaje no era un hechicero de aldea, sino el primer ministro del todopoderoso faraón Djeser y el inventor de la arquitectura e piedra cuya obra maestra fue la pirámide escalonada de Saqqara. Dicho de otro modo, un hombre de Estado de primer rango cuyas competencias mágicas eran consideradas indispensables para realizar correctamente su función. Ciertas “recetas” atribuidas a Imhotep, fueron transmitidas a la posteridad, como ésta11: “Coged una mesa de olivo de cuatro pies. Ponerla en un lugar limpio, en el medio; recubrirla completamente con una tela. Poner cuatro ladrillos sobre la mesa, uno sobre otro. Delante de la mesa, un incensario de arcilla. Poner carbón de madera de olivo sobre el incensario y un ganso salvaje gordo machacado con la mirra formando unas bolas y ponerlas sobre la hoguera, pronunciar una fórmula, pasar la noche sin hablar a nadie sobre la tierra. Se verá al dios bajo la forma de un sacerdote portando una vestimenta de lino”. Entonces, el mago invoca al que está sentado en las tinieblas, pero en medio de los dioses, buscando y recibiendo los rayos del sol.

Hardedef, uno de los hijos de Kheops, era conocido por sus extensos conocimientos y sus sabias palabras. Descubrió diversos libros de magia antiguos, cuyas fórmulas fueron integradas en los escritos rituales. Khaemuase, cuarto hijo de otro faraón célebre, Ramsés II, era gran sacerdote de Ptah en Menfis. Construyó y restauró numerosos monumentos. Tenía pasión por la arqueología y el estudio de los documentos antiguos. Pasaba por ser un gran sabio e inspiró dos historias de magia sobre las que volveremos.

Horus, hijo de Panéchi, era un mago que vivió en la Época Baja. Tuvo que combatir con un mago etíope que amenazaba a la seguridad del Estado. Este Horus había vivido quince siglos antes y se había reencarnado para correr en socorro de su país.

Es el mago Es-Atum, sacerdote que vivió en la época de Nectanebo II (359-341), a quien debemos la salvaguarda de la famosa estela de Metternich. Es-Atum había comprobado que había sido suprimida una inscripción en un templo de la ciudad santa de Heliópolis. Para que no se perdiera este testimonio precioso, hizo volver a copiar el texto sobre una estela que nos ha llegado.

Esta pequeña galería de retratos tiene simplemente por objeto ilustrar la continuidad del estatuto del mago en el transcurso de los siglos en los que se desarrolla la aventura egipcia. Podríamos, desde luego, citar decenas de otras figuras. Pensemos, por ejemplo, en Harnouphis, que fue el último mago egipcio de gran renombre. Estaba presente sobre los campos de batalla de Moldavia, en 172, donde combatió el ejército de Marco Aurelio. El agua escaseaba. Privados de aprovisionamiento, los romanos corrían el peligro de morir de sed. El mago egipcio hizo que lloviera, espantando a los bárbaros y salvando a los soldados de Marco Aurelio. La antigua ciencia de la tierra de Egipto probaba de este modo que no había perdido su eficacia.

Textos mágicos


Los textos mágicos, que forman una parte considerable de la “literatura” egipcia, están inscritos en soportes materiales variados: papiros (desde el Imperio Medio), ostraca (tejas de caliza), estelas, estatuas, múltiples pequeños objetos. Los eruditos contemporáneos, habituados a las disecciones racionalistas, tienen por costumbre clasificar los textos egipcios en “literarios”, “históricos”, “religiosos”, “mágicos”, etc. Estas distinciones formales no se corresponden con la realidad. El Cuento del náufrago, reconocido como “literario”, es una admirable historia de magia. Los Textos de los sarcófagos, llamados “funerarios”, apelan sin cesar a la magia. En la medida en que un texto está escrito en jeroglíficos puede considerarse eficaz, incluso podríamos decir que todo escrito egipcio es mágico en esencia, aunque haya que reconocer diversos grados en la aplicación de este principio.

Ciertos textos, sin embargo, se desprenden del conjunto por su importancia o su originalidad. Entre ellos, el Libro de los dos caminos, inscrito sobre sarcófagos del Imperio Medio, da al muerto el conocimiento de los caminos del más allá. Dos caminos, uno de tierra, otro de agua, están separados por un río de fuego. Tantas vías simbólicas de acceso hacia un país poblado de temibles genios. Es allí donde se encuentra una especie de Grial que el justo descubre después de haber sufrido numerosas pruebas, cuyo solo conocimiento “mágico” le da las claves.

Los Libros de horas son conjuntos de fórmulas que el mago recita durante las horas del día y la noche para obtener los favores de las divinidades. El papiro Bremmer-Rhind, donde es relatada la lucha de los poderes solares contra el monstruoso dragón Apophis, genio de las tinieblas, registra también un tratado esotérico sobre la naturaleza divina. Se nos revela que el Señor del Universo ha creado al conjunto de los seres mientras el cielo y la tierra no existían aún. En su corazón es donde fue concebido el plan de la creación. De Uno, el arquitecto de los mundos se convirtió en Tres. Provocó mutaciones y transmutaciones, se instaló sobre la colina primordial, primera tierra emergida. En cuanto a los hombres (remetj), nacieron de las lágrimas (remetj) de dios, cuando lloró sobre el mundo.

La estela de Metternich es la más célebre de las numerosas estelas mágicas. Data del siglo IV antes de Cristo y contiene un extraordinario texto que trata de la curación mágica de Horus niño, picado por un animal venenoso en los pantanos del Delta donde vivía escondido en compañía de su madre Isis. En la parte superior del anverso de la estela se ve a Horus de pie sobre los cocodrilos y agarrando a criaturas maléficas. El joven dios está protegido por Thot, el mago y por Hathor, diosa de la armonía. En la parte inferior, una “franja dibujada” simbólica comprende seis registros en los que figuran dioses y genios, desplegando su actividad en múltiples escenas de conjuración. En el vértice de la estela, ocho monos babuinos celebran con gritos el nacimiento de la luz. La estela de Metternich evoca también el papel de la gran maga, Isis. Cuando ésta encontró a su hijo Horus agonizando, llamó a los habitantes de los pantanos, pero ninguno de ellos conocía el remedio apropiado. Nadie podía pronunciar palabras eficaces de curación. El Creador, Atum, ¿permitirá que la vida se esfume? Isis saca a Horus del féretro en el que reposaba e impulsa una planta larga que llega hasta el sol. Su amenaza es terrorífica: mientras que su hijo no sea curado, la luz no brillará más. Los poderes celestes, apremiados y obligados, intervienen a favor del joven dios “¡Despiértate, Horus!”, le dicen. El veneno pierde su poder nocivo, y se hace ineficaz. Horus sana. El orden del mundo se ha restablecido. La barca divina recorre de nuevo los espacios celestes.

Figura 02

Es una auténtica “franja dibujada” mágica la que está narrada en la estela de Metternich, importante documento que merecería por sí solo un estudio en profundidad. Es el vértice del monumento, se ven ocho monos babuinos adorando al sol ardiente, mientras que Thot dirige el ritual. Se trata de la creación mágica de la luz y de la lucha contra las fuerzas de las tinieblas, expresada simbólicamente en los registros inferiores de la estela. La figura central es la de Horus, representado como un niño desnudo, con los pies pesados sobre cocodrilos, sosteniendo con las manos animales venenosos o peligrosos. Aunque el joven dios, portador del bucle de la infancia, no teme a ningún peligro y domina a las fuerzas del mal, está protegido por numerosas divinidades, especialmente por Bes, cuya enorme cabeza sonriente es garantía de seguridad. (Estela de Metternich, anverso)
Otro documento sorprendente: “la estela curativa” de alguien llamado Djed-Her, guardián de las puertas en el templo de Athribis. Descubierto en 1918 y conservado en el Museo de El Cairo, ofrece informaciones sobre las prácticas religiosas en el siglo IV después de Cristo. Posado sobre un zócalo, que mide 0.65 metros de altura, este monumento de granito negro representa a un personaje en cuclillas, con los brazos cruzados, de espaldas contra un poste. Su cuerpo está cubierto de inscripciones, a excepción del rostro, los pies y las manos. La superficie del zócalo está excavada de modo que dos cuentos, unidos por un desagüe, recogen el agua que se ha impregnado de magia, tras haber sido expandida sobre la estatua. Al beber de esta agua, el enfermo sanará.

En toda estatua curativa, la mención del nombre propio del difunto es importante. El muerto pedía a los que querían utilizar mágicamente su estatua que leyeran a favor suyo textos rituales. También aparecía como un salvador que realizaba milagros. “¡Oh, sacerdotes todos, dice un texto de la estatua, escribas todos, sabios todos que veis a este Salvador! ¡Conservad sus escritos, proteged sus fórmulas mágicas! Decid la ofrenda funeraria que da el rey en mil cosas buenas y puras para el ka (el poder vital) de este Salvador que ha hecho suyo el nombre de Horus-el Salvador”.

En la misma categoría de documentos se clasifica una base de estatua de granito negro (32.2 centímetros de largo, 12 centímetros de altura), adquirida en 1950 por el Museo de Leiden. Cubierta de textos mágicos, está fechada, aproximadamente, en la época ptolemaica. Estos textos revelan que Isis, llegada de una morada secreta en la que la había dejado Seth, utiliza todos los recursos de la magia para sanar a su desgraciado niño picado por uno de los siete escorpiones que le precedían en sus desplazamientos.

Entre las estatuas “mágicas” ocupa un lugar aparte la del faraón Ramsés III encontrada en el desierto oriental12. Tenía por función proteger a los viajeros contra los animales maléficos, en especial las serpientes. Los que se aventuraban en los parajes del istmo de Suez se beneficiaban así de los favores de Ramsés m divinizado, cuya efigie, situada en un pequeño oratorio, emitía una influencia benefactora. Sobre la estatua (o más exactamente sobre el grupo esculpido, ya que el rey estaba acompañado de una diosa), estaban grabadas fórmulas mágicas que aseguraban la salvaguarda de Horus niño, garantizando también la del viajero.

Una corporación de magos, los saou, es decir “los protectores”, estaba encargada de velar por la seguridad de los que recorrían los caminos del desierto. Ramsés III tuvo relaciones particularmente estrechas con el universo de la magia. Cuando el sombrío asunto criminal denominado “conspiración del harén”, complot fomentado por dignatarios, se utilizó la magia más negativa para intentar suprimir al jefe de Estado. Uno de los conjurados había logrado robar un texto mágico ultrasecreto en los archivos reales. Hizo uso de él contra su soberano. Los conspiradores fabricaron figuritas de cera que representaban a los guardias del faraón y consiguieron paralizarlos. Sin duda esperaban llegar más lejos pero fueron identificados y capturados. La utilización de la magia como arma criminal era considerada como un delito muy grave entrañando condenas a muerte, siendo ejecutada la sentencia bajo la forma de suicidio.

Varios museos guardan papiros mágicos de desigual interés. Hemos citado más arriba el papiro Bremmer-Rhind y podríamos establecer una larga lista de documentos (muchos de ellos inéditos o no traducidos o bien inaccesibles por razones oscuras a veces). Uno de ellos, el papiro demótico de Londres y de Leiden, goza de un renombre algo injustificado. En efecto, este documento muy tardío mezcla prácticas adivinatorias, recetas de baja hechicería y elementos mitológicos antiguos. Es el reflejo de una mentalidad mágica poco coherente, ocupando un lugar nada despreciable en sortilegios cuyo buen nombre tenía por fin conquistar a la mujer amada. Por otra parte, este papiro no está redactado solo según la costumbre de los egipcios, sino también según la de los griegos y cristianos.

Archivos sagrados y bibliotecas mágicas


En egipcio, los archivos sagrados son llamados baou Ra, “Poder del dios-luz”, “Los libros, explica un papiro,13 son el poder del dios-sol en medio del cual vive Osiris”. Es, pues, por intermedio de estos archivos sagrados como se comunican los dos grandes poderes divinos, Ra, dios de la luz, y Osiris, señor de las regiones tenebrosas. Los autores de los libros mágicos no son hombres, sino Thot, el dueño de las palabras sagradas, Sia; el dios de la sabiduría; Geb, el señor de la tierra. Escribiéndolos legaron a la humanidad mensajes que ésta podrá utilizar con buen propósito.

Figura 03

Ejemplo de texto mágico: una página del Papiro Salt 825 donde está revelado el ritual de la Casa de la Vida. A la izquierda, escritura jeroglífica con diversos símbolos, a la derecha, escritura llamada “hierática”, forma cursiva de la precedente.

El mago debe, pues, tener un perfecto conocimiento del mundo divino. Es considerado incluso, en la cumbre de su arte, como el Señor de la Enéada, corporación de nueve dioses, que juega un papel primordial en el origen de toda creación. Portador de la gran corona, el mago se convierte en redactor de textos sagrados.

El egipcio ama lo escrito. Esto es al final lo que registra el conocimiento. “Ama los libros como amas a tu madre”, se le recomienda a aquel que investiga la sabiduría. El mago no se contenta con leer: engulle los textos, coloca trozos de papiro en un cuenco, bebe el Verbo Mágico, ingiere las palabras portadoras de significado. Este extraordinario rito fue transmitido a las logias de constructores de catedrales.

Cerca de la momia se depositaba un papiro encargado de rechazar a las fuerzas hostiles y de permitir al muerto entrar con total seguridad en las regiones desconocidas del más allá. Estos escritos mágicos estaban situados o cerca de la cabeza, o cerca de los pies, o bien entre las piernas el cuerpo momificado. El muerto disponía así e fórmulas eficaces, de itinerarios, de indicaciones a seguir para llevar a buen fin su viaje póstumo.

Cada templo guardaba una biblioteca mágica en la que se conservaban las obras necesarias para las prácticas rituales y la enseñanza esotérica de los facultativos. En Edfú, por ejemplo, se depositaban obras para combatir a los demonios, rechazar al cocodrilo, aplacar a Sekhmet, cazar al león, proteger al rey en su palacio. El mago regala su vida cotidiana según las leyes cósmicas, así, “el vientre del primer mes de la inundación, es el día de recibir y enviar cartas”. La vida y la muerte salen ese día. Ese día se hace el libro “fin de la obra”. Es un libro secreto, que enseña a lanzar los encantamientos, que liga los conjuros, que detiene los conjuros, que intimida al universo entero. Contiene la vida, contiene la muerte.14

El escrito mágico goza de una vida autónoma, ya que está escrito en jeroglíficos, signos portadores de poder. Los Textos de las pirámides, que comprenden numerosas fórmulas mágicas, ofrecen a este respecto un ejemplo muy significativo. Estos textos, inscritos sobre los muros interiores de las pirámides del Imperio Antiguo (V y VI dinastía), se presentan bajo la forma de columnas de jeroglíficos. Cada jeroglífico está considerado como un ser vivo, hasta el punto de que los animales peligrosos o impuros (por ejemplo, los leones, las serpientes) son cortados en dos o mutilados para que no hagan daño al rey muerto y resucitado. Incluso en la composición de los textos mágicos, se notan costumbres características, como el proceso enumerativo, que consiste en poner largas listas de enemigos vencidos o de partes del cuerpo del hombre identificado con las de los dioses. Se emplean también palabras incomprensibles, formadas por conjuntos de sonidos considerados eficaces: hay una mezcla de egipcio, de babilonio, de cretense y de otras lenguas extranjeras para desembocar en fórmula del estilo “abracadabra”. Estas curiosas desviaciones de la magia sagrada no deben hacernos olvidar el valor de la palabra. Leer en voz alta las fórmulas mágicas les confiere eficacia y realidad. La lengua jeroglífica está fundada en gran parte en un “alfabeto” sagrado que comprende cartas-madre (consonantes y semi-consonantes). Las vocales no se anotan. Son elementos perecederos, pasajeros, que dependen de una época y de un lugar. El “esqueleto de consonantes”, por el contrario, es el elemento inmortal de la lengua. Esta idea de un valor mágico del lenguaje se conservó durante mucho tiempo. En la época copta, un amuleto preservaba veinticuatro nombres mágicos, comenzando cada uno con una de las letras del alfabeto griego.15

Yo soy la Gran Palabra”, declara el faraón,16 indicando así que es capaz de dar vida a todas las cosas. Hay una palabra secreta en las tinieblas.17 Todo espíritu que le conozca escapará de la destrucción y vivirá entre los vivos. El viajero del más allá lo descubre y asume la magia que le permitirá manejar la vara de un dios venerable. Cualquiera que posea la fórmula será capaz de hacer su propia magia.18

Cuando los dioses hablen, anudarán la nada y abrirán el camino a las fuerzas de la vida. Es por ello que el mago respeta las palabras de los dioses, como las de Horus, que alejan la muerte, extinguen el fuego de los venenosos, devuelven el soplo de vida y arrancan al hombre de un destino maléfico. Palabras y fórmulas pronunciadas por el mago no son fruto del azar se inspiran en leyendas sagradas, acciones ocurridas en los tiempos divinos y que se repiten en el mundo de los hombres. Una fórmula mágica es eficaz en la medida en que se remonta a una remota antigüedad o, más exactamente, al origen de la vida. La fórmula de ofrenda por excelencia, peret kherou, significa “lo que sale por la voz” siendo el Verbo el único capaz de animar la materia.

El título general de la fórmula mágica es “fórmula para…” convertirse, ser, tener poder sobre. Es preciso leerla, recitarla, enseñarla, comprenderla, grabarla, utilizarla como un auténtico instrumento espiritual y material. Repetir cuatro veces un texto mágico le otorga plena eficacia, pero es preciso también prestar atención al tono, al ritmo, a la salmodia.

La materia primera del mago es esta palabra que añadida al gesto, produce el acto mágico. Para que las fórmulas resulten vivas, el mago encanta al cielo, la tierra, los poderes nocturnos, las montañas, las aguas, comprende el lenguaje de los pájaros y reptiles. Lo que está en juego es considerable: la correcta recitación de las fórmulas las hace capaces de acceder al séquito de Osiris y de formar parte de la cofradía de los reyes del Alto y el Bajo Egipto, la sociedad iniciática más cerrada que se pueda concebir.

Incluso las divinidades se ven obligadas a obedecer a las palabras de poder del mago: “¡Oh, dioses todos y diosas todas, volved vuestro rostro hacia mí! ¡_Yo soy vuestro dueño, hijo de vuestro dueño! ¡Venid a mí y acompañadme…, yo soy vuestro padre! Yo soy vuestro compañero de Osiris, he recorrido el cielo en todos los sentidos, he hollado la tierra, he atravesado el mundo intermedio sobre los pasos de los venerables iluminados, ya que estoy equipado con innumerables fórmulas mágicas.19

El mago se dice eficaz por medio de su barca, glorioso por su forma. Habiendo cruzado el horizonte y recorrido el cosmos en todas las direcciones, ha recogido la enseñanza de los bienaventurados.

Aquel por quien se recitan las fórmulas se beneficia de importantes privilegios: bebe el agua del río, sale a la luz del día como el dios Horus, vive como un dios, es adorado por los vivos, como un sol.20 Quien recita las justas palabras irá por todas partes. Su corazón permanecerá estable en cualquier forma que él adopte.21 Eyaculará su semilla sobre tierra, tendrá herederos que proseguirán su obra. Ni su poder, ni su sombra serán presa de demonios. Y esto, añaden los redactores de los libros de magia, fue “un millón de veces verídico”.

Existe incluso una fórmula para protegerse de toda muerte, sea causada por la enfermedad, las bestias dañinas, el ahogamiento, una espina de pescado, un hueso de pájaro, el hambre, la sed, la agresión de los humanos o la de las divinidades.22 En efecto, es preciso luchar sin cesar contra las agresiones de lo invisible que se manifiestan de mil y una maneras. Así, el mago recita frecuentemente fórmulas complejas a fin de desechar el fatal final del que se ha asfixiado.23 La falta de aire parece haber sido una de las obsesiones de los egipcios para quienes la respiración era una de las manifestaciones más patentes de la vida.

La magia evita también al hombre justo ser comido por las serpientes. Para protegerle de forma eficaz, la mejor solución consiste en darle la apariencia de una serpiente que será a sí mismo capaz de tragarse a sus peligrosos congéneres.24 Volveremos sobre estos temas característicos de la magia egipcia.

* * *

Magia de Estado, magia privada: ambos términos no son contradictorios, pero apuntan a objetivos sensiblemente diferentes. La primera alcanza una dimensión cósmica, la segunda, a veces iniciática, corre el riesgo en todo momento de hundirse en caminos que conducen a los poderes más temibles. ¿No sucede así, incluso hoy, con las disciplinas científicas de las que estamos tan orgullosos?

La magia egipcia es una visión del mundo que ilumina zonas a la vez luminosas y oscuras del alma humana. Mucho antes que el psicoanálisis, fue una vía de investigación fecunda para el conocimiento de la última realidad que está en nosotros. Igualmente sirvió para manipular, no sin peligro, una energía psíquica que la ciencia más racional comienza a redescubrir, a tientas y con una cierta sorpresa.

El antiguo Egipto, en el campo de la magia como en muchos otros, tiene mucho que enseñarnos. Escuchemos, pues, a los magos formular sus certidumbres, sus angustias, celebrar sus éxitos e interrogarse sobre los riesgos de fracaso. Es también nuestra aventura la que ellos relatan.

Capítulo I


El mago, hombre de conocimientos


Un padre de familia egipcio, mago por añadidura, vive un ritual cotidiano en el marco de su propia familia. Cuando ésta está reunida con ocasión de una fiesta o de una circunstancia considerada excepcional, el padre se convierte realmente en el símbolo de una fuerza sobrenatural. No se dirigen a él de ningún modo y no está permitido tomar la palabra en ningún momento. En Occidente, a menudo hemos perdido este sentido de lo sagrado en nuestras acciones más simples. Pues, como escribía Hermes Trismegisto, “el que está debajo es igual que el que está arriba”. Incluso aunque este juicio nos choque, creo que un banquete como el que se celebró esa tarde de navidad en Luxor es una ceremonia sagrada.

El mago, dijo mi anfitrión, es un hombre que conoce las cosas”. Sus hijos aprobaban con la cabeza. Yo no podía disimular mi sorpresa. “Conocer las cosas”… esta expresión, aparentemente banal, es frecuente en los textos jeroglíficos. Significa: mágicamente los dioses sobre la tierra. “Conocimiento, prosiguió el mago de Luxor, he aquí las palabras clave del arte mágico”.

Quien ignora las fórmulas mágicas no podrá circular a su gusto en este mundo o en el otro. La ignorancia clava al hombre en la tierra, lo reduce a la esclavitud. El mago está “informado” por los dioses Sia, detentadores de la intuición de las causas, y Hou, el Verbo creador. Estos le toman de la mano y le conducen hasta el cofre misterioso. Lo abren ante él. El mago ve entonces lo que hay en el interior, el secreto mismo de la magia.25

Intuición y Verbo: hoy como ayer, ¿no se trata de dos “utensilios” indispensables para el que investiga? Desde el encantador de serpientes de los campos de Luxor al físico atómico más “evolucionado”, ¿no se sigue un proceso idéntico: percibir por la intuición, formular por el Verbo?

El mago no es un nigromántico ni un ocultista. Para Egipto, es un sabio y un sacerdote. Lee y escribe los jeroglíficos, conoce los libros antiguos y las fórmulas de poder. Es mago porque tiene el conocimiento. Su función oficial está concretada en la forma de un rollo de papiro, símbolo de la abstracción y del conocimiento esotérico.

Estos hechos resultan desconcertantes para nuestra mentalidad moderna que asocia la magia a las prácticas más aberrantes. El mago, en la civilización del antiguo Egipto, es un personaje público, que forma parte del universo “normal”. Lo que sería “anormal”, sería vivir sin magia, dicho de otro modo, con los ojos y los oídos tapados. Apto para las funciones más elevadas, el mago ocupa un rango importante en la corte del faraón.

En las aldeas, los magos locales, detentadores de los secretos técnicos a veces muy útiles para el bienestar de todos, son pequeños jefes muy respetados, consultados por el pueblo a cada paso. Poseen el saber sin el cual todos se sentirían en peligro.

En tanto que sacerdotes, los magos reciben una iniciación sacerdotal. Los que ocupan la cima de la jerarquía están sumidos en un modo de vida que Porfirio evocaba en estos términos:26 “Por medio de la contemplación, llegan al respeto, a la seguridad del alma y a la piedad; por medio de la reflexión, a la ciencia; y por los dos, a la práctica de las costumbres esotéricas y dignas del tiempo pasado”. No olvidemos que el jefe de los magos es el faraón en persona, el que porta las coronas cargadas de la magia más concentrada y más eficaz.


Figura04

En la boca del cuerpo momificado, extendido al sol, penetran rayos de luz. El resucitado podrá así hablar al Verbo, lo que se representa con la salida de un brazo, símbolo de la acción, fuera del sudario. (Las capillas de Tutankhamon).

Es la entrada en el conocimiento la que autoriza al mago a declarar: “Yo soy el señor de la vida cuya vida se renueva eternamente, y mi nombre es Aquel que vive de los ritos”.27 En tanto que khery-heb, título que significa “el que está encargado del libro de los rituales” lee en voz alta los textos sagrados, dándoles una animación mágica que los hace plenamente eficaces.

Es en las salas secretas de la Casa de la Vida donde el mago era iniciado en la lectura y la comprensión de estos textos utilizados en las ceremonias públicas y privadas. Existía una Casa de la Vida cerca de cada templo, de tal manera que en ningún punto del territorio faltaban especialistas responsables de la primera de las ciencias del gobierno: la práctica de los ritos.

En el cuerpo oficial de magos, destacan algunas figuras, especialmente la del gran sacerdote de Heliópolis cuyo título egipcio, our maou, significa “gran viajero” o “El que ve al gran (dios)”. Su vestimenta ritual es una piel de león ornada de estrellas, lo que tiene una analogía lejana con el manto cósmico portado por el rey de Francia con motivo de la ceremonia de su coronación. El gran sacerdote de Heliópolis, “jefe supremo de los secretos del cielo”, es el guardián de la tradición solar más antigua y de una magia de luz que vela por el renacimiento cotidiano de la fuerza de vida. Sin la aplicación de la magia, en efecto, el sol no se levantaría cada mañana.

Magos igualmente, los sacerdotes de la diosa-leona Sekhmet son especialistas de la medicina y de la cirugía. Médicos y hechiceros, su gama de competencias va de la banal picadura de insecto al traumatismo más grave. Sus más modestos competidores son los curanderos de aldea, adecuados para practicar los primeros auxilios. La comunidad iniciática de los constructores de Deir el-Medineh, a quien debemos la mayor parte de los templos y tumbas del Imperio Nuevo, contrató a un encantador de serpientes y escorpiones para prevenir eventuales accidentes.

La magia es indisociable de las actividades que calificamos de “artística”. De este modo, los tocadores de sistro, los danzarines, los músicos y las músicas formaban parte del personal de los templos, sin sacrificar el placer estético, sino bañando el alma de las divinidades de armoniosos efluvios para que éstas velen por el equilibrio y la serenidad de los hombres.

Nada es gratuito en el mundo mágico del antiguo Egipto. Todo en él es juego de sutiles correspondencias que sólo los iniciados en la magia pueden percibir.

¿Cómo llegar a ser mago?


A esta cuestión esencial se puede responder con un “manual de instrucciones”. La práctica mágica no está sancionada con un diploma y no se juzga por exámenes. El saber moderno, codificado casi en su totalidad, no tiene en cuenta por desgracia la experiencia vital. Este no era el caso en civilizaciones como la de Egipto.

Ciertamente existe un método para llegar a ser mago. Pero no se expone de una forma racional. Los textos no lo ensombrecen pero apelan a nuestro sentido intuitivo y a nuestra inteligencia de corazón más que a nuestras facultades de deducción y análisis.

El capítulo 26I de los Textos de los sarcófagos se titula “llegar a ser mago”. He aquí su contenido. El adepto se dirige a los magos que están en presencia del Señor del universo. Les pregunta al respecto en la medida en que los conoce, ya que ellos han guiado sus pasos. ¿No es aquel al que el Único creó antes de que fuesen instituidas las dos comidas sobre la tierra, el día y la noche, el bien y el mal, cuando el Creador abrió su ojo único, en su soledad? El mago se presenta como el que domina el Verbo. Es el hijo de la Gran Madre, de la que puso en el mundo al Creador, quien, sin embargo, no tuvo madre. El padre de los dioses, es el mago en persona. Es el que les hace vivir.

Extraño texto, en verdad. Nada hay en estas páginas de técnica rudimentaria, sino un verdadero tratado de metafísica y de espiritualidad que saca a la luz un proceso de creación. Únicas indicaciones prácticas: el adepto ha guardado silencio durante la ceremonia de entronización, con la espalda encorvada, se ha sentado en presencia de sus maestros, calificados de “toros del cielo”. Han reconocido su dignidad de “poseedor del poder” y de heredero del Creador.

El adepto procede a tomar posesión de su trono y a recibir las insignias de su función. Todo aquel que existió antes de los dioses le pertenece. También les ordena descender de los cielos y entrar en su séquito, en señal de deferencia.

La adquisición de la cualidad de mago resulta de un coloquio con los maestros en la materia que juzgan al candidato sobre estos conocimientos esotéricos, mucho más que sobre sus aptitudes prácticas que serán desarrolladas a continuación. Del mismo modo que el muerto, al acceder al estado de ser de luz (el akh), encuentra la vida en su principio, también el adepto llega mientras aún vive, a comunicar con la luz original, que contiene la magia en su verdadera pureza.

Primera revelación hecha por los maestros: todo problema humano que se plantee al mago tiene un modelo en el mundo divino. El mismo suceso se produce en la escala cósmica antes de tener una repercusión terrestre. Esto se debe a que el mago debe conocer la genealogía divina, la teología, los diversos relatos que se refieren a la creación del mundo. Allí se encuentran todas las soluciones.

Al identificarse con los cuatro puntos cardinales, el adepto pasa a ser el cosmos. Excelente método para conocer las leyes, captar los poderes invisibles y dirigidos –al menos de forma parcial- a su voluntad. Con motivo del ritual de investidura, el mago se despoja de su “yo”, de su visión totalmente personal del mundo para dejar que el cosmos penetre en él. Quizá se recurría a las drogas para hundirse en un sueño artificial mientras que sus Hermanos le cargaban mágicamente de energía a fin de prepararle para sus tareas futuras.

Los poderes invisibles se manifiestan bajo la forma de genios, buenos o malos. El adepto se enfrentaba a ellos. Más aún, se identifica con ellos, lo que es el mejor modo de conocerles y de adquirir el máximo poder mágico. Podrá luchar contra los genios decididamente maléficos, extirparles del cuerpo de un enfermo. Cuando los demonios atacaran a un humano, una ciudad, o un campo protegido por un mago cualificado, se toparían con un adversario de su talla.

* * *

¿Cómo puede actuar el mago, si no es invocando un poder superior a él y gracias al cual resulta eficaz? La fórmula tipo de los textos mágicos nos lo revela: “No soy yo quien dice esto, no soy yo quien lo repite, sino que es el dios quien dice esto, y es seguramente el dios quien lo repite”.28

No es, pues, el mago quien habla, sino el poder divino a través de él. En la lucha del “bien” contra el “mal” no hay enfrentamiento de un humano contra “algo” extra o sobrehumano, sino un duelo entre fuerzas sobrenaturales, algunas de ellas positivas, que se encarnan en el espíritu y en el cuerpo de un mago. El paciente mismo, se trate de un enfermo a sanar o de un médium a “manipular”, es identificado con una divinidad que no puede ser destruida. ¿Qué mejor seguridad para escapar de una suerte tan cruel?

Apuleyo, el autor de El asno de oro, célebre novela iniciática en la que se evocan los misterios de Isis y Osiris, era un mago famoso. En su obra relata el encantamiento de Lucio, transformado en asno. Tendrá que recorrer un largo camino antes de recuperar su forma humana. Tan solo la iniciación a los misterios le librará de la prisión de su animalidad. Apuleyo fue perseguido por las autoridades judiciales de su tiempo. Con ocasión de un proceso público, fue acusado de hechicería y tuvo que emplear todos los recursos del arte oratorio para escapar de una condena. Porque Apuleyo no ignoraba nada de la magia egipcia. “Es, escribía, un arte agradable a los dioses inmortales, una de las primeras cosas que se le enseñan a los príncipes”.29 De hecho, el faraón, en su educación ritual, es identificado mágicamente con las divinidades.

El que llega a ser maestro en magia es declarado ritualmente:30 “Tú te mezclas con los dioses del cielo y no podemos hacer diferencia entre tú y uno de ellos. Tu cuerpo es el de Atum (el Creador) para la eternidad”. ¿Cómo afirmar mejor que el mago accede a las más altas esferas del espíritu? Se impregna así de poder, a fin de ser un interlocutor cualificado de las fuerzas del cosmos. Por otro lado, es un “cosmonauta” anticipado, que explora universos desconocidos tras una larga preparación física y psíquica.

El resultado de esta aventura fue recogido respetuosamente por los textos de las diversas colecciones:31 “No existe en mí un miembro privado de dios, explica el mago, Thot es la protección de todos mis miembros. Yo soy el Ra de cada día… los hombres, los dioses, los bienaventurados, los muertos, ningún noble, ningún individuo, ningún sacerdote podrá adueñarse de mí”.

A fin de disipar toda ambigüedad, cada parte del cuerpo del mago está identificado formalmente identificado con el de una divinidad. Por ejemplo, su cabeza es la de Atum su ojo derecho es el mismo de Atum cuando disipa el crepúsculo su ojo izquierdo es el de Horus que descansa el día de la luna Nueva cuando corre el riesgo de producirse una mala lunación; sus fosas nasales son las de Thot y Nut (la diosa del cielo); su boca es la del Enéada Atum, compañero de nueve divinidades que rige el cosmos; sus labios los de Isis y Nephtis; sus dedos son serpientes de lapislázuli; sus vértebras los huesos de Geb, el dios tierra; su vientre es el de Nut; sus pies son los arcos plantares de Shu, el dios del aire luminoso, cuando atraviesa el mar. Conclusión: “No existen miembros que estén privados del dios que posará su sello sobre lo que él ha trazado, mientras que se le dedican los amuletos de Heliópolis.32

Esta frase enigmática merece comentario. Posar un sello, para el egipcio, es inscribir lo divino en lo real. Los sellos reales son conocidos desde la primera dinastía. Seguidamente, los más célebres de ellos penderán la forma de escarabajo, símbolo del devenir. Dicho de otro modo, cuando el rey toma una decisión y la sella, es consciente de su devenir, de las consecuencias de su acto. En magia, tal toma de conciencia es absolutamente necesaria para no confundirse. La colocación de los “amuletos de Heliópolis” corresponde a un momento primordial de la iniciación del mago. Reconocido como apto para sus funciones, ve su cuerpo revestido de las insignias del poder que detenta el Maestro mago que preside la ceremonia. Los amuletos se llaman “de Heliópolis” porque esta antigua ciudad del sol era la capital de la magia. Igualmente se disponen sobre la momia para hacerla incorruptible. Es además uno de los sentidos profundos de la momificación: identificar un despojo mortal con un cuerpo inmortal para que el alma, provista de tal ayuda, penetre en el más allá, en el país del conocimiento.

Todo muerto momificado según los ritos se convierte en un mago capaz de resucitar. Egipto no confía tan solo en la creencia para franquear el obstáculo de la nada. El conocimiento le parece un proceso mejor.






Figura05

Figuras del otro mundo: seres con apariencia humana, tocados con coronas reales, serpiente cuyo cuerpo está salpicado de cabezas humanas, objetos compuestos formados de coronas, de cetros y de cuchillos. Otros tantos elementos conocidos y signos sin identificar en el camino del viajero. (Las capillas de Tutankhamon)













* * *

La luz del mago


Cuando el mago vuelve su vista hacia el cielo, ve a Ra, el dios-luz. Cuando vuelve su vista hacia la tierra, ve a Geb, príncipe de las divinidades y dios-tierra. Estas dos divinidades le ayudan a conjurar el mal.33 La ayuda de Ra es particularmente importante gracias a la luz divinizada, ve todo y disputa las tinieblas.

Ra tiene el poder de cambiar la muerte en vida. Reitera esta operación mágica cada mañana, en el lago de las llamas, en el encarnizado combate contra sus enemigos, que intentan impedir que la luz otorgue de nuevo la vida. También el mago libra esta guerra con los poderes de las tinieblas.34 En primer lugar en la ceremonia de iniciación, luego de su actividad cotidiana. Tiene necesidad de la luz divina para ser el que ilumina Egipto, el Doble país rojo y blanco, el que rechaza la oscuridad, para llegar a ser el toro de las montañas de Oriente y el león de las montañas de Occidente, el que recorre cada día las extensiones celestes. Cuando él abre el ojo, surge la luz. Cuando lo cierra, la noche se extiende sobre el mundo. Los dioses ignoran su verdadero nombre.35

Identificado con la luz que viaja a lo lejos, el mago despeja la ruta del sol para poder caminar en paz.36 Colabora así con la obra solar de cada día y con la regeneración de la humanidad.

Según el antiguo Egipto, el estado más perfecto del ser, que corona el proceso iniciático, es el akh, la personalidad luminosa, deslumbrante, con la eficiencia sobrenatural. El cuerpo pertenece a la tierra, el akh al cielo. Es este ser de luz el que Ra revela al mago capaz de contemplar el sol, de descubrir lo divino contemplando el astro del día. Mucho más tarde, se calificará de “iluminados” a los que hayan recibido esta iniciación; hoy, este término ha legado a ser peyorativo. Se preferirá el de “hijos de la luz”, expresión egipcia que caracteriza al designar a su verdadero padre y confiriéndole la dimensión sobrenatural de su función.

El mago astrólogo


La astrología egipcia es uno de los campos de investigación más difíciles y más inexplorados.# “No hay seguramente otro país, escribe Diodoro de Sicilia37 hablando de Egipto, donde el orden y el movimiento de los astros sean observados con tanta exactitud como en Egipto. Ellos (los astrólogos) conservan desde hace un número increíble de años registros donde se consignan estas observaciones. Allí se encuentran anotaciones sobre la relación de cada planeta con el nacimiento de los animales y sobre los astros cuya influencia es buena o mala… En la tumba de Osymandias, en Tebas, había en el tejado un círculo de oro de 365 codos de circunferencia, dividido en 365 partes; cada división indicaba un día del año, y al lado se habían escrito las salidas y las puestas naturales de astros con los pronósticos que fundaban sobre estos los astrólogos egipcios”.

El Zodíaco de Dendera, célebre documento que merecería una interpretación más profunda, no es el único testimonio de la astrología egipcia que, en la época alta, se centraba esencialmente en la persona del faraón. Los horóscopos individuales no son atestiguados sino tardíamente. Pero el mago se ha preocupado siempre por las relaciones entre su acción y las disposiciones cósmicas. Según el capítulo 144 del Libro de los muertos, presta atención a la posición de las estrellas en el cielo. Consulta los libros de astrología en silencio y en secreto. No son accesibles, en efecto, más que a iniciados de mucha edad. Contrariamente a lo que sucede hoy en día, la astrología no está secularizada. Sigue siendo una ciencia de templo que sólo manejan manos expertas y espíritus responsables.

Gracias al conocimiento de las leyes astrológicas, los bienaventurados circulan a su voluntad por el cielo, por la tierra y por el imperio de los muertos. El espíritu del mago les acompaña.

Cuando efectúa sus observaciones del cielo, el mago graba siete veces sus huellas de los pies en el suelo. Recita siete veces fórmulas mágicas en honor de la Cadera, es decir, de la Osa Mayor, orientándose hacia el norte, hacia el eje del mundo.38

Los conocimientos astrológicos son soportes necesarios del acto mágico. La familiaridad con los astros es indispensable para utilizar las fuerzas del cosmos, hasta el punto de poder aferrar la luz y agarrar la luna con las dos manos,39 dicho de otro modo, de controlar su influencia en lugar de sufrirla.

Secretos muy bien guardados y exigencias rituales


Este, afirma el capítulo 162 del Libro de los muertos, es un gran libro secreto. No se deja ver a cualquiera, ¡eso sería un acto odioso! El que lo conoce y guarda el secreto, sigue existiendo. El nombre de este libro es el soberano del templo escondido”.

Estas recomendaciones formuladas considerando a los practicantes de la magia como profanos imprudentes, no impiden al adepto el acceso a los secretos. Les impone el silencio con respecto a individuos torpes o inadecuados.


Figura 06

En los dos registros inferiores, las formas de desplazarse en los espacios del otro mundo: ya sea cabeza abajo, ya sea de pie. En el registro superior, Isis y Nephtis sostienen a un ser semicircular que magnetiza un sol. Los dos grandes magos hacen de esta forma circular en un universo como la luz de los orígenes. Los egipcios, en efecto, consideraban la superficie terrestre (y no la tierra) como un plano horizontal de percepción y el cosmos como circular o curvo. (La tumba de Ramsés IX).
Sabemos cómo fueron comunicados este libro y los secretos que contiene a los magos de Egipto. El dios Thot había reunido a los mejores magos. El candidato fue recibido entre ellos. Aclaró su boca, ingirió natrón y probó que era capaz de unirse a la Enéada, la corporación de los nueve dioses creadores.40 Estaba sobreentendido que era capaz de realizar las experiencias básicas con éxito. Ante el maestro mago que cumplía la función del dios Horus, ataviado con una máscara de halcón, el candidato tuvo la revelación de las palabras y las fórmulas que databan de la época de Osiris, el ancestro primordial, que todavía continuaba vivo y reinaba sobre la tierra de Egipto.

Primera prueba para verificar que el candidato entendía perfectamente lo que le era confiado: vencer a una víbora cornuda.

Sangre fría, conocimiento de la fórmula sonora que hipnotizaba al reptil, seguridad de mano para capturarla: el futuro adepto se enfrentaba a su muerte.

Superada la prueba física viene la revelación metafísica. Los maestros en magia revelan al adepto que dioses tan diferentes, es decir, tan opuestos, como Ra el luminoso y Osiris el tenebroso, no son más que un único y mismo ser. Es en el interior de la Casa de la Vida donde era invocado este dios único, bajo el nombre de “Alma reunida”. Era simbolizado por una momia envuelta en una piel de carnero.41 Contemplándola, el nuevo adepto convocaba su propio espíritu y entraba en el camino de la resurrección.

No accede al conocimiento de los secretos y de la Unidad más que un ser en estado de pureza. Es impuro quien es antiarmónico, antiviral. El hombre está aprisionado en sus propias ligaduras, no es transparente a la vida de forma natural. La magia le enseña a desatarse de las trabas que se impone a sí mismo. La pureza exterior, la simple higiene tan apreciada por los sacerdotes de Egipto, es una manifestación tangible de la pureza interior. También el mago se lava frecuentemente. Estando su boca purificada, las palabras que salen de ella lo están también. El acto de lavarse las manos, como el de lavarse los pies, le liberan de las energías nocivas. Tus pies son lavados sobre una piedra, al borde del lago del dios, indica el capítulo 172 del Libro de los muertos. Así, pues, este acto ritual es considerado suficientemente importante para ser realizado en el interior del templo. Además se lavaban los pies a un rey en el marco de una grandiosa ceremonia, y es casi seguro que este rito real haya inspirado la escena de los Evangelios en la que Cristo concede una gran importancia al lavatorio de pies.

Una vez purificado, el cuerpo es digno de recibir una vestimenta ritual. El capítulo 117 del Libro de los muertos es una fórmula específica para ponerse la vestimenta ouab, es decir, “el Puro”, un verdadero “cuerpo nuevo”, con la blancura inmaculada que el mago deberá guardarse de ensuciar con actos contrarios a la armonía.

Al recibir esta vestimenta, el adepto se recoge e implora a las divinidades. Les pide que las impurezas espirituales y corporales se alejen de él, que le sea ofrecido el atuendo de pureza para la eternidad. Esta tradición será preservada hasta las épocas más tardías de la civilización egipcia ya que, en un papiro griego de la Biblioteca Nacional de París, se pide al mago que “se vista con una vestidura de fino lienzo, que cante un himno y que recite una fórmula en presencia de un médium que se encuentra ante el sol.”

Hoy como ayer, no se practica la magia de cualquier modo ni en cualquier tipo de condiciones. Las exigencias rituales están indicadas así en el Libro de la Vaca del Cielo42, inscrito en columnas de jeroglíficos en las tumbas reales del Imperio Nuevo: “Si un hombre pronuncia esta fórmula según su propia costumbre, debe ser untado de aceites y ungüentos, con el incensario lleno de incienso en su mano; debe tener natrón de una cierta calidad detrás de sus orejas, y una calidad diferente de natrón en su boca; debe estar vestido con dos piezas de vestiduras nuevas, después debe lavarse en el agua del viñedo, calzarse sandalias blancas y haberse pintado la imagen de la diosa Maat (la armonía universal) con tinta fresca, en la lengua”.

Otras precisiones complementarias:43 “Que se lea esta fórmula siendo puro y sin mancha, sin haber comido carne de res o de pescado y sin haber tenido relaciones con una mujer”.

Preparado de esta forma, respetuoso de las estrictas reglas, el mago es apto para tratar en el suelo el dibujo sagrado en el que se inscriben, bajo forma de símbolos, las fuerzas que él manipula. En “la sala de los dos Maat” (es decir, de las dos verdades, la cósmica y la humana), vestido con ropas de lino, cubierto con galena, debidamente purificado, untado con mirra, calzado con sandalias blancas, el mago hace la ofrenda de las vacas, de las aves, de la resina de terebinto, del pan, de la cerveza y de las legumbres. Después traza el dibujo ritual conforme a lo que se encuentra en los escritos secretos, sobre un suelo puro, recubierto con una capa blanca de mantillo que no haya sido pisado por cerdos ni cabras.44 Los constructores de la Edad Media actuaron de la misma forma al trazar su “leyenda de oficio”, el cual, en algunas logias iniciáticas de la francmasonería contemporánea, es efectivamente recreado en cada sesión de trabajo.

El mago es, pues, un verdadero Creador designado para concebir un plan. Ciñe alrededor de su frente “la cinta del conocimiento” y hace esta sorprendente declaración: “Mis pensamientos son los grandes encantamientos mágicos que salen de mi boca.”45

Con anterioridad, pasaba por un rito de resurrección durante el cual se acostaba sobre un manto de rosas, convirtiéndose en una momia viva que entra mágicamente en contacto con los poderes superiores. El mago revive la pasión de Osiris, que vuelve del más allá y de la muerte.46

El tribunal divino, los guardianes de las puertas, el barquero


Si un mago recita el libro secreto, en el suelo, a favor de un hombre, este último no será desollado por lo genios que atacan, en cualquier lugar, a quien comete el mal. No será decapitado, no morirá por el cuchillo del dios Seth, no será llevado a ninguna prisión. Se presentará sereno ante el tribunal divino que espera a todo ser al final de su existencia terrestre, y saldrá de allí, justificado, liberado del terror de la injusticia.47


Figura 07

El texto jeroglífico horizontal (en lo alto) evoca la ofrenda que hicieron el rey y Osiris. En las columnas de la derecha son nombradas las ofrendas. Destaca sobre todo en la parte de la izquierda, la puerta coronada con los ojos llamados “completos”. Esta puerta separa los dos mundos, el nuestro y el “otro”. El “muerto” que se encuentra en el sarcófago, si ha superado las pruebas impuestas por la Puerta, ser vivo y sus guardianes, llegará a estar vivo para siempre. Es él quien, a su regreso, mostrará el camino a los del “otro lado”. (Sarcófago del Imperio Medio)

Este es, desde luego, uno de los grandes servicios prestados por la magia: permitir al hombre justo presentarse con la frente alta, sin temblar, ante sus jueces. Algunos egiptólogos, preocupados tal vez por su propio caso, han acusado a los egipcios de ser “falsificadores”. Estos habrían engañado a los dioses abusando de la magia. Realmente una ingenuidad que desarma. Es la magia del conocimiento la que el tribunal pone a prueba, no los “trucos” de un ilusionista de feria. Si el hombre no posee las leyes de esa magia, está efectivamente desarmado y condenado por anticipado a revivir un nuevo ciclo material, sin que eso implique una reencarnación en el sentido habitual del término.

Otros peligros acechan al adepto en los caminos del otro mundo. Para pasar las cuatro fronteras del cielo, el viajero debe convencer a sus guardianes de que le dejen la vía libre. También les recita las palabras de aquellos cuyo lugar es secreto.48 Numerosos capítulos de los Textos de los sarcófagos49 evocan a estos personajes siniestros, a menudo armados con cuchillos, vigilando lagos en las profundidades insondables, caminos que se pierden en las tinieblas, intersecciones donde uno se desorienta. Solo la magia aniquila el poder de estos inquietantes genios.

Otro personaje exige del viajero del más allá cualidades mágicas de primer orden. Se trata del barquero que está en posesión el tesoro entre los tesoros: la barca. Gracias a ella, se atraviesan las extensiones acuáticas de los paraísos celestes. Cuando el iniciado exige utilizar la barca,50 el barquero le somete a un riguroso interrogatorio: “¿Quién eres tú?” le pregunta. “Yo soy un mago”, responde el adepto. Está “completo, equipado, disponiendo del uso de sus miembros”. Esta afirmación se juzga insuficiente. Es preciso que pruebe su cualidad de mago nombrando diferentes partes de la barcaza dándoles sus correspondencias mitológicas y esotéricas. No hay ninguna posibilidad de lograrlo para el profano. El mago adiestrado en la materia lo consigue. También manda en las ciudades del más allá, delimitará el inventario de las riquezas del otro mundo y las ofrecerá a los pobres que tienen necesidad de ella sobre la tierra. Es decir, que la posición social del mago es elevada: no es solo un “intelectual” sino también un gestor cuyas competencias son puestas al servicio de los más desfavorecidos, aunque se trate de un recurso económico muy extraño.

Sin embargo, el barquero no está todavía satisfecho. Exige del mago un saber matemático, que se traduce en la capacidad de contar con los dedos. Cada dedo, cada “acto numérico” tiene un “profundo significado”. No se trata de un simple cálculo mental, sino de una creación del mundo por los Números y no por las cifras.

Otra pregunta del barquero al mago: “¿De dónde vienes?”. Respuesta: “De la isla del fuego”, es decir, del lugar del universo donde el sol libra, cada mañana, un combate victorioso con los enemigos de la luz. Nacido del sol, el mago tiene un temperamento de guerrero y vencedor. Lo ha demostrado.

Dato primordial: el mago revela al barquero que ha descubierto el taller naval de los dioses donde yace la barcaza en piezas sueltas. ¿No tiene una analogía esto con el Osiris desmembrado? Sin embargo, el mago sabe cómo reconstruirla. Posee el arte supremo.

Vencido por tanta ciencia, el barquero cede. Cumple las exigencias formuladas por el mago, posee la barcaza a su disposición y regresa a su puesto, esperando poner a prueba al próximo viajero.

Salir al día


El que conoce el libro de la magia, puede salir al día y pasearse sobre la tierra entre los vivos. No morirá jamás. Esto se ha comprobado eficaz millones de veces.” 51

Millones de magos egipcios, eternamente vivos, nos rodean. Han “salido al día”, a la luz, porque el poder mágico estaba con ellos, permitiéndoles hacer desaparecer toda traba a su libertad de movimientos.52 Sin duda, no han tomado jamás forma humana, sino que, como bien sabía Gérard de Nerval, se ocultan bajo la piedra, la madera o el metal.

La “salida al día” está presente en el ritual cotidiano de los templos. Por la mañana, cuando el sacerdote abre las puertas de la naos que contiene la estatua divina, pronuncia estas palabras: “Abiertas están las puertas del cielo, abiertos los cerrojos de las puertas del templo. ¡La casa está abierta para su señor! ¡Que salga cuando quiera salir, que entre cuando quiera entrar!”.53

En el más allá es esencial caminar sobre los pies y no sobre la cabeza. Hay fórmulas mágicas que evitan al iniciado esta grave contrariedad y le permiten recorrer normalmente los caminos de agua y de tierra del otro mundo formando parte del séquito del dios Thot.

El mago avanza sobre los hermosos caminos del Occidente bajo la forma de un ser de luz, habiendo adquirido y experimentado todos los poderes sin convertirse en esclavo de ellos. Es identificado con el joven dios nacido en el Hermoso Occidente, venido de la tierra de los vivos, habiéndose liberado del polvo del cadáver, repleto su corazón de magia, aplacada su sed de conocimiento. Navega hacia el campo de los rosales, uno de los paraísos celestes.54 Va y viene por los campos, las ciudades y los canales del más allá. Ara, ve a Ra, Osiris y Thot cada día, tiene poder sobre el agua y sobre el aire, hace todo lo que desea, como iniciado de la abadía de Telemo. La vida está en su aliento, no morirá jamás, vive en el campo de las ofrendas en el que están delimitadas sus propiedades para la eternidad. Ha realizado su deseo: llegar a ser mago.55

Capítulo II


Los poderes del mago


El mago de Luxor y sus hijos no estaban sorprendidos en absoluto por los viejos textos que yo evocaba. Encontraban allí el eco de una práctica secular, transmitida de generación en generación. ¿Quién podría dudar de los inmensos poderes de un mago fundados sobre sus capacidades de conocimiento? Su único verdadero temor, en este mundo como en el otro, es ser privado de sus aptitudes mágicas por la intervención de cualquier poder maléfico. Pero dispone de una fórmula especial para alejar el peligro: “No permitir que el poder mágico de un hombre le sea arrebatado en el reino subterráneo”.56

Adquirida esta certeza, es preciso combatir el mal siempre que intenta alcanzar a los seres en situación de menor resistencia. El mago, haciendo referencia a combates acaecidos en el mundo divino, aleja las influencias nocivas, como el mismo dios Ra se salvó del espantoso cocodrilo de Sobek, como el mismo Horus se salvó de su hermano asesino Seth, como el mismo Thot se salvó del lúbrico Bebon.57

Combatir el mal precisa técnicas elaboradas. El mago extrae la fuerza perniciosa del cuerpo del individuo enfermo y la transfiere a otra parte, por ejemplo, a un animal. Aparece tanto bajo la forma de varón como de hembra. Esto se debe a que el mago desconfía particularmente de los espectros y almas errantes, multiformes, difíciles de identificar. Amenaza con destruir las tumbas de las que provienen, para privarles de su “base” terrestre, o de suprimir sus ofrendas, para hacerles morir de hambre.

Se comprende que el renombre de los magos de Egipto se haya extendido con tanto auge por todo el mundo antiguo. Según los autores griegos y latinos, ellos sabían curar enfermedades, utilizar a los simples, predecir el futuro e incluso provocar la lluvia.58 Los verdaderos poderes mágicos fueron por desgracia reducidos a operaciones sencillas como el hecho de otorgar a una mujer una soberbia cabellera que nunca encanecerá o bien echar un mal de ojo a un enemigo para volverle calvo. El papiro de Leiden59 expone así una serie de prácticas espectaculares: hacer adivinación, rechazar a los espíritus malvados, fabricar ungüentos, favorecer los sueños, enamorar a una mujer, atraer sobre sí la buena fortuna, cegar o dejar tuertos a los enemigos, utilizar una fórmula para rechazar el miedo que agobia a un hombre de día y de noche. Todo esto descansa sobre bases tradicionales que se han ido olvidando poco a poco.

Para consagrarse a la adivinación, se utiliza un recipiente lleno de agua. Identificado con Horus anciano, gran dios cósmico, el mago interroga a los dioses por mediación de un joven médico que lleva en él la verdad. El mago le ordena abrir los ojos, a fin de que vea la luz. Es preciso alejar a cualquier precio las tinieblas del médium para que su espíritu penetre en el mundo de los dioses y encuentre allí la respuesta a la pregunta planteada. El recipiente es un excelente soporte para comunicar con el cielo y el mundo intermedio.

El mago es capaz de adormecerse, provocando un sueño hipnótico situándose ante una luz, o bien contemplando la luna o bien recitando siete veces una fórmula mágica.

Entre las técnicas mágicas oficiales, el oráculo conoció un gran éxito en el Egipto del Imperio Nuevo y en la Época Baja. El mago de Estado plantea preguntas a una estatua divina de la que espera una respuesta, concretada a veces en un gesto, cuando la efigie sagrada inclina la cabeza para decir “sí” o “no”. En pequeños oratorios, los clientes “privados” consultaban a las divinidades ya fuera de forma oral o por escrito, sobre temas cotidianos que han preocupado siempre a la humanidad: la promoción social, el futuro, los bienes materiales, el amor.

Toda adquisición de poder mágico, no está de más recalcarlo, descansa sobre el proceso de identificación abundantemente ilustrado en los textos egipcios. El mago “se convierte” en las fuerzas que crean el mundo, por ejemplo, la Abundancia personificada. No en beneficio propio, sino para hacer que un paciente se beneficie de los efectos benéficos de su arte.

Magia de los templos y de las ciudades


La magia está omnipresente en los templos. Por la práctica de los rituales, por el significado mismo de la arquitectura y la escultura, pero también en razón de una sorprendente realidad: las imágenes grabadas sobre los muros están vivas, animadas. Toman vida cuando las palabras rituales se pronuncian. En la ceremonia de la mañana, la más importante de la jornada, la imagen del faraón, en el mismo instante y en todos los templos de Egipto, “desciende” de las paredes en las que está inscrita y se encarna en el cuerpo del sacerdote encargado de actuar en su lugar.

Según una estela de la época de Ramsés IV, incluso los templos están protegido mágicamente por amuletos, fórmulas, de suerte que todo mal sea expulsado de su cuerpo. Cuerpo es la palabra justa, ya que cada santuario es considerado un ser vivo.

Lo que se encuentra en los templos (estelas, bajorrelieves, mobiliarios, etc.) como en las tumbas debe ser preservado mágicamente. Quien pusiera la mano sobre estos objetos o sobre los decretos administrativos registrados sobre las paredes de los monumentos perecería bajo la espada de Amón o el fuego de Sekhmet, la diosa-leona.

Las ciudades como los templos, gozaban de una protección mágica. El caso de la aglomeración tebana es característico.60 Tebas, Hermontis, Medamud, Tôd, eran los cuatro santuarios del dios Montu. El de Medamud guardaba cuatro estatuas, hogar mágico para el conjunto de la región. Un texto explica que “Amón-Ra, líder de los dioses, está en medio del Ojo derecho, completo en sus elementos… Lo que Tebas es, Medamud lo es. El Ojo completo en sus elementos debido a que su Majestad, Amón-Ra, está en nombre de los cinco dioses que hacen existir a Tebas como un Ojo derecho completo. Los cuatro Montu están a su cuidado. Están reunidos en esta ciudad para rechazar al enemigo de Tebas.” Los Montu, divinidades guerreras, tienen la función de proteger Tebas, mirada abierta sobre el mundo, de sus enemigos visibles e invisibles. Tebas, en efecto, está considerada como el Ojo sano y completo, el oudjat, llevado a menudo como amuleto. El plano de los templos tebanos, más particularmente el de Medamud, encarna este Ojo cósmico, clave principal del simbolismo egipcio. No olvidemos que el signo del Ojo único, en jeroglíficos, significa “hacer, crear”.

Existe también una fórmula para la protección de la morada familiar y de sus elementos, la ventana, los cerrojos, el dormitorio, la cama… A cada lugar de la casa está destinada una divinidad protectora: un halcón hembra, Ptah, jefe de los artesanos, “aquel cuyo nombre está oculto”, y otros genios. Así, los enemigos no entrarán allí ni de día ni de noche.61

Vencer a la muerte


El mago es “especialista” de la vida como de la muerte. Cuando el alma deja el cuerpo, todo se desune. Los elementos constitutivos del ser, unidos hasta entonces por el fenómeno “vida”, ya no conviven. Además, la muerte es un paso muy peligroso, ya que los diferentes elementos corren el riesgo, al otro lado del espejo de permanecer disociados. Se da entonces la “segunda muerte”, la extinción definitiva del ser. De ahí la necesidad de la acción mágica: preservar la coherencia del ser durante el paso de este mundo al otro, hacerlo revivir en el otro lado en su plenitud.

La momificación es un acto mágico. Se tiene cuidado, especialmente en conservar las vísceras en recipientes especiales, los canopos. Cada recipiente está colocado bajo la protección de una divinidad, uno de los hijos de Horus, en nombre de los cuatro Imseti, con cabeza de hombre, protege el hígado; Hapi, con cabeza de babuino, los pulmones; Douamoutef, con cabeza de perro, el estómago; Qebehsenouf, con cabeza de halcón, los intestinos. No son solo los órganos materiales los que se benefician de los favores divinos, sino también los principios sutiles que cada uno guarda. El ser, según el esoterismo egipcio, está compuesto de diversas “cualidades”, de las cuales las más conocidas son el akh, la proyección, el ba, el poder de encarnación, y el ka, la potencia vital. Existe también el hela, la capacidad mágica del individuo. Cada elemento tiene una existencia independiente. El arte del mago consiste en hacerlos pasar a todos por las puertas del cielo, de modo que el ser completo pueda ir y venir, dirigirse hacia la luz.62

Según la extraordinaria expresión de los Textos de las pirámides63, el muerto no está realmente muerto, sino vivo. Esta constatación se aplica al rey y a los iniciados regenerados por los ritos. La magia funeraria tiene por objeto esta vida resucitada que necesita el perfecto funcionamiento del corazón-conciencia, de los órganos vitales, el libre desplazamiento en los espacios celestes, el disfrute de las sutiles energías contenidas en los alimentos y en las bebidas servidos en los banquetes del más allá.64

Si el mago no fuese un maestro en su arte, sería una catástrofe cósmica. El sol ya no saldría, el cielo se vería privado de los dioses, el orden del mundo se vería invertido. El culto ya no se celebraría, el ritmo de todas las cosas estaría perturbado.65 Como dueño de la energía, el mago permite a las fuerzas luminosas manifestarse en su plenitud. Uno de sus nombres más frecuentes es “poderes de Heliópolis”, la ciudad del sol. Estos engendran la prosperidad. Cuando la energía está desequilibrada, estos poderes no se manifiestan. Los niños ya no nacen.66

Preservación y transmisión de la vida son acciones mágicas. Por ellas están animados cuerpos aparentemente inertes. Una estatua, por ejemplo, parece no ser más que un objeto de piedra. Por el rito de “la apertura de la boca”, la estatua cobra vida. Una presencia espiritual la habita. En las mastabas, las tumbas del Imperio Antiguo, el serdab, reducida pieza, guarda una estatua –viva- del muerto. El ka del difunto está presente en esta estatua. Se beneficia del recitado de las fórmulas que le proveen de la energía que necesita.

Los famosos “modelos” depositados en las tumbas no son Juguetes, sino objetos mágicos: por ejemplo, las barquitas de madera con sus remeros pasan a ser, en el más allá, medios de transporte muy reales que permiten al viajero bogar sobre las aguas eternas del cosmos.

La vida está amenazada por fuerzas hostiles, especialmente por almas escapadas de las tumbas, debido a errores mágicos o insuficiencias rituales. Vagan causando graves daños físicos o psíquicos. Al mago que los neutraliza, el que aprende, en el interior de la Casa de la Vida, los secretos de lo invisible. Al que conoce la estatuilla llamada “Vida”, que es el corazón de esta institución iniciática, se le dice: “Tú estarás al abrigo del cielo, éste no se derrumbará y la tierra no se tambaleará, y Ra no se convertirá en cenizas junto con los dioses y las diosas.67 Esta estatuilla “Vida” está momificada, luego recubierta con capas de ungüentos y de una sustancia llamada “piedra divina” y por fin extendida sobre un féretro. Se la consagra antes de abrirle la boca y colocarla en una piel de carnero, una “piel de resurrección”. La “Vida”, protegida de este modo se conserva en una tienda de la Casa de la Vida en la que es constantemente regenerada por medio de los ritos.68

De forma simbólica, la Casa de la Vida es un corazón de arena que circunda un muro, abierto con cuatro puertas. En el interior, se levanta una tienda para guardar un relicario que contiene una momia de Osiris. Alrededor, numerosas construcciones: viviendas, almacenes, talleres donde se forman los especialistas llamados a cumplir funciones rituales.

En Egipto la magia de los ritos no es una simple palabra. Otorga efectivamente la vida, vence a la muerte. El mago dispone sobre la momia amuletos, después de efectuadas las acciones. Así hace pasar al “muerto” de su cuerpo humano a su cuerpo divino. Los vendajes que envuelven a la momia dependen de una diosa Tait, cuyo papel consiste en preservar el cuerpo de la descomposición. Tait es también la diosa que crea las vestiduras reales.69 Dicho de otro modo, ella confiere al individuo momificado ritualmente una cualidad real.

Figura 08

Representación simbólica de la Casa de la Vida, donde los magos aprendían su arte. El cuadrado está delimitado por los cuatro puntos cardinales (el Oeste arriba, el Oriente abajo, el Norte a la derecha, el Sur a la izquierda). En el recinto interior, el nombre de las fuerzas divinas encargadas de la protección de la Casa de la Vida. En el centro del rectángulo interior, la figura de Osiris, cuyo nombre secreto está representado por el jeroglífico, arriba a la derecha: “Vida”. El objetivo de los iniciados de la Casa de la Vida era en efecto nada menos que crear ritual y mágicamente la Vida. (Papiro SALT 825, edición P. Derchain, fig. XIII b)

La apertura de la boca y la apertura de los ojos son actos que transforman el cadáver en ser vivo. El mago practica la apertura de la boca con un hacha de hierro, después de fumigar, colocando incienso en una llama, y purificar con el agua de la juventud.70 Se le pide a Ptah, padre de los dioses, que favorezca la apertura de la boca y de los ojos como hizo con el dios Solaris, en el taller de los escultores de Menfis llamado “la morada de Oro”.71 Una de las ilustraciones más bellas de este rito se encuentra en la tumba de Tutankhamon, donde el rey Aï, vestido con una piel de pantera, abre la boca del joven rey muerto representado como Osiris.

Punto capital: el sarcófago no tiene ni tumba ni lugar cerrado. El está considerado como un barco y como el vientre del cielo. En el Imperio Medio se pintaban falsas puertas en el exterior y pintaban dos ojos a la altura de la cara de la momia. El espíritu del “muerto” entra y sale del sarcófago. La tumba, por tanto, es un lugar de paso. La falsa puerta, situada en principio en la parte oriental de la mastaba, hace de comunicación entre este mundo y el más allá. El espíritu pasa a través de la materia.

El nombre, clave del poder mágico


El conocimiento del nombre es el verdadero conocimiento. Pronunciar el nombre es construir una imagen espiritual, revelar la esencia del ser. Nombrándolo, creamos. Al conocer los verdaderos nombres, que están ocultos al profano, experimentamos su dominio.

Lo más grave para un ser es ver destruido su nombre. También la magia toma todo tipo de precauciones para que el nombre dure eternamente.72 Los elementos del nombre; las letras que lo componen, son sonidos portadores de energía. Cuando el mago habla de forma ritual, utiliza esos sonidos como una materia animada, actúa sobre el mundo exterior, lo modifica si es preciso.

Cada ser –incluidas las divinidades- posee un nombre secreto. El dios solar Ra, no es la excepción a la regla. Su padre y su madre le habían dado su verdadero nombre, oculto en su nacimiento.73 Ciertos nombres secretos son revelados por los textos en el transcurso de curiosos episodios. Así, Horus navegaba en una barca de oro en compañía de su hermano. Este último fue mordido por una serpiente. Le pidió a Horus que le socorriese. El dios dijo: “Revélame tu nombre”. Solo con esta condición, Horus médico haría venir al gran dios con objeto de iniciar el proceso de curación. En estas condiciones, su hermano está obligado a ceder. Confiesa: “Yo soy el ayer, el hoy y el mañana”, “yo soy un hombre de un millón de codos, cuya naturaleza es desconocida”, “yo soy un gigante”… Horus escucha esta letanía, pero permanece escéptico. El verdadero nombre no figura entre aquellos. El otro cede. Por fin se sincera y le da su nombre secreto: “El día en que una mujer encinta puso un hijo en el mundo”.74 Horus pronuncia entonces la fórmula de curación. Sin duda hay que ver en este relato una ilustración simbólica de lo andrógino, de ese ser hombre-mujer que existía en el alba de los tiempos, antes de la separación del espíritu en “hombre” y “mujer”.

El ejemplo más célebre de la búsqueda del nombre secreto se nos ofrece con la leyenda de Isis y Ra. La diosa tenía por fuerza que descubrir el verdadero nombre del dios Luz. Solo existe un arma eficaz para conseguir sus fines: la magia. Como Ra tenía ya mucha edad, su saliva caía sobre el suelo. Isis utilizó este valioso material. Lo modeló con su mano, con ayuda de la tierra que se adhería a él. De esta masa hizo una serpiente que situó en el camino por donde Ra pasaba. Mal protegido por su séquito, el dios sol fue picado por el reptil. Muy sorprendido, Ra lanzó un grito que llegó hasta el cielo. “¿Qué sucede?”, se extraña el señor de la luz. Tiembla, balbucea. El veneno circula por sus venas, se adueña de su cuerpo. Apela a los dioses. Que vengan a su lado, ellos que han nacido de su ser. Ra explica que ha sido picado por una criatura dañina. No la ha visto, no la conoce. No ha sido creada por él. Escapa a su control. Ra sufre atrozmente. Nunca había sentido un dolor parecido. Pronuncia palabras que cada mago repetirá cuando se identifique con el dios: “Yo soy un Grande, hijo de un grande, soy una simiente que ha nacido de un dios. Soy un gran mago, hijo de un gran mago… Tengo muchos nombres y muchas formas, mi forma está en cada dios.”

Ra se desahoga. Su padre y su madre le han ofrecido un nombre que ha permanecido secreto, en lo más profundo de sí mismo. Es por eso que ningún mago, ninguna maga, tiene poder sobre él. Pero ha sido alcanzado por una dolencia que no conoce, mientras paseaba por la tierra que él ha creado. ¿Qué es este dolor insoportable? No es ni fuego, ni agua. Su cuerpo tiembla. El frío comienza a invadirle.

Que se haga comparecer a los niños de los dioses, ordena, los que pueden decir palabras adecuadas, aquellos cuyas bocas son sabias, cuya habilidad alcanza el cielo”. Que se apresuren todos, que intenten socorrer a Ra.

Una diosa era famosa por sus cualidades mágicas excepcionales y su capacidad de otorgar el soplo de vida, reanimando al que ya no respiraba: Isis. Esta vino y preguntó a Ra: “¿Qué sucede? ¿Qué significa esto?” Se ha comprobado que una serpiente ha mordido a Ra. Ella conjuró, pues, al veneno con un encantamiento apropiado.

El estado de Ra se agrava. Está más frío que el agua, más ardiente que el fuego. Sus miembros están cubiertos de sudor. Ya no ve.

Isis se acerca a él. Felina, murmura: “¡Dime tu nombre, divino padre!”. Ella lo necesita, en efecto, para formular la conjuración que permitirá a Ra permanecer con vida. El dios responde: “Yo soy aquel que hizo el cielo y la tierra, encadenó las montañas y creó lo que está arriba”. Añade que ha puesto en el mundo los elementos, los horizontes, ha colocado a las divinidades en el cielo. Cuando él abrió los ojos, nació la luz. Cuando los cierra, se forman las tinieblas. El genera el fuego, los días, los años, las flores. Pero su nombre sigue siendo desconocido. Se sabe que se llama Khepri por la mañana, Ra a mediodía, Atum por la tarde… Pero esto no basta para detener el veneno. El gran dios no ha sido curado.

Isis le confirma: “¡Tu nombre secreto no está entre los que me has dicho! Confiésamelo y el veneno saldrá.” El estado de Ra se deteriora cada vez más. “Acerca tu oído, hija mía, dice a Isis, para que mi nombre pase de mi pecho al tuyo”.

Ra revela pues, su nombre secreto a Isis. Desgraciadamente el oído de los hermanos no era lo bastante fino para percibir las palabras pronunciadas por el dios. Solo la diosa conoció la confidencia. Para conocer el secreto, para entender la palabra perdida, hay que ser iniciado en los misterios.

Cada ser humano siente la misión de buscar y conocer el nombre secreto que le fue confiado en el momento de su nacimiento y del que debe hacerse digno. Pasar victoriosamente la prueba de la muerte es hacer que este nombre perdure como el de Osiris. La importancia de un nombre es tal que está sujeto a culpa, como valor sagrado, por los tribunales. Por eso se cambia el nombre de los criminales culpables de haber violado un lugar santo o de haber intentado edificar una morada más elevada que la de los dioses. Primer grado de castigo excluir del nombre del acusado el del dios que podría ser mencionado con él. En el complot perpetrado contra el faraón Ramsés III, los criminales habían utilizado la magia para asesinar al monarca. También se les cambiaron sus nombres haciéndolos odiosos, en adelante se llamaron “Ra-el-odioso”, “maldad-en-Tebas”, “el demonio”. Estos nombres espantosos son castigos en sí mismos. Se puede ir más lejos y suprimir todo recuerdo del culpable haciéndole desaparecer, ya que el nombre es un elemento esencial para la supervivencia. El muerto sin nombre está condenado a la segunda muerte. Es destruido en su ser profundo.75

En el reino de los muertos hay que recordar ante todo el propio nombre.76 El mago se presenta como un constructor que merece un sitio preeminente en el cielo. Su nombre ha sido pronunciado en los templos. El se ha acordado por la noche de contar los años y los meses, en el momento de su iniciación a los misterios cuando fue identificado por sus iguales como un adepto. Precisa a los dioses que su nombre es un dios que reside en su cuerpo.77 A los seres de luz que encuentra en el cielo, declara: “Yo conozco vuestro nombres”.78

Pero el “verdadero nombre” de los dioses no es pronunciado jamás ante profanos. De vez en cuando, se da la sensación de revelarlo recitando una sucesión de sonidos incomprensibles que no significan nada. Los iniciados de la Casa de la Vida desalentaban de este modo a los curiosos que deseaban adquirir poderes personales y no descifrar el sentido profundo de los jeroglíficos. En efecto, cada nombre divino está formado por letras-madre que dan el significado esotérico de cada personalidad divina. Tomemos un ejemplo. El nombre del dios chacal Anubis está formado de una i, de una n y de una p, lo que hace inp, de donde, con la introducción de vocales para que se pueda pronunciar da Anubis (a para i, que es una semiconsonante en egipcio, b intercambiada por p). Ahora bien, el papiro Jumilhac explica claramente que cada letra de las que forman el nombre de Anubis tiene un significado preciso. Por ellas, el dios tiene poder sobre el soplo vital, la energía y la materia, tres cualidades indispensables para cumplir su papel de embalsamador, de iniciador y de maestro de ceremonias en los ritos de resurrección.

Conocer los nombres secretos da acceso a los paraísos celestes79 cuyas puertas son abiertas por Ra y Nout. En cada puerta del más allá el mago debe probar que conoce el nombre del guardián y de la puerta misma. Es necesario dar detalles. Guardián del umbral, Anubis pregunta a los que desean entrar: “¿Conoces el nombre del dintel y del umbral?”, hay que responder: “Señor de la rectitud que se sostiene sobre sus dos piernas” (nombre del dintel) y “señor de la fuerza que introduce el ganado” (nombre del umbral). Como en todas las cofradías iniciáticas, el viajero está experimentado.80 Si sus conocimientos son suficientes, se le dice: “¡Pasa, porque tú sabes!”

Es preciso escapar de los pescadores que cogen en sus redes las almas de los muertos. Para ello, el mago demuestra que conoce el nombre oculto de cada una de las partes de la red, de la cual, por consiguiente, no tendrá nada que temer.81

Nacida sobre el suelo de Egipto, la religión cristiana n olvidó la magia del nombre. El mago copto se identifica con Cristo, con María, ordena a los dioses, a los espíritus y a los ángeles, amenaza al diablo, ruega, todo ello invocando los “verdaderos nombres” gracias a los cuales espera obtener una eficacia plena.

Capítulo III


Los instrumentos mágicos


Los amuletos


Vivos y muertos gozan de la proyección de los amuletos que llevan sobre sus cuerpos. A menudo representan a grandes divinidades (Ra, Horus, Osiris) que garantizan un excelente viaje por los cielos, la seguridad, la salud y toda suerte de felicidades compatibles. Un amuleto está “inscrito” sobre diversos soportes, como, por ejemplo, papiros o tela. Se le anuda o se le cuelga con un cordoncillo alrededor del cuello: lo importante es estar en contacto con él.

Cuando el mago crea un amuleto, introduce en el objeto fuerzas esenciales para preservar la vida y garantizar la inmortalidad de un cuerpo o de una momia. Con objeto de proteger por completo a esta última, hay que utilizar ciento cuatro amuletos diferentes. Atados a los dedos de los pies o a los pies, hacen circular la fuerza mágica a través de todo el cuerpo antes de llegar a la cabeza.82 Protegen del mal bajo todas sus formas.

Es por eso que una buena madre de familia tiene un conocimiento profundo de la magia de los amuletos, los cuales utiliza para poner a su niño al abrigo de los peligros exteriores. También favorecen el amor, la vitalidad y el éxito en el trabajo.

Oro, bronce, cristal, barro y piedra son utilizados en la fabricación de amuletos. El papiro mágico de Leiden indica la manera de confeccionar un excelente talismán: se toma una cinta de lino de dieciséis cabos (cuatro blancos, cuatro verdes, cuatro azules, cuatro rojos), se tiñe con la sangre de una abubilla y se ata a un escarabajo en actitud de dios solar, vestido de biso (tejido de seda y lana). De este modo, es todo el universo religioso del antiguo Egipto el que se revela en el pequeño mundo de los amuletos; vemos en él una pléyade de divinidades, animales sagrados, elementos reales que confieren al difunto la categoría de faraón (por ejemplo, las coronas reales), conceptos abstractos como la Vida, la Salud, la Fuerza (simbolizadas por la “llave de la vida”, el papiro), el corazón-conciencia, la mutación del ser encarnado en el escarabajo y la estabilidad en una columna. Objetos corrientes tienen un significado profundo: la escalera permite subir al cielo, el cabecero permite un sueño regenerador al resguardo de los demonios, los instrumentos de los constructores (tablero de diseño, nivel, escuadra, hilo de plomo) revelan la manera cómo trabajan los Creadores.

Figura 09

Diversos símbolos mágicos utilizados en amuletos: a la izquierda, el ojo-ouadjat, ojo “completo” y perfecto que otorga al iniciado una visión total de la realidad; a la derecha, Nephtis cuyo nombre significa “la soberana del Templo”, magnetiza el signo chen, el de la protección mágica que evitará que su poseedor sea “disociado” por las fuerzas negativas. Está instalado bajo el signo del oro, materia que constituye la carne de los dioses. (Las capillas de Tutankhamon)

Como es norma dentro de la magia, es el Verbo quien confiere su realidad a los amuletos. Así, los capítulos 155 a 160 del Libro de los muertos se titulan: “Palabras a pronunciar sobre una columna-djed de oro colocada en el cuello del bienaventurado, sobre un nudo de jaspe rojo colocado en el cuello del bienaventurado, sobre un collar de oro colocado en el cuello del bienaventurado…” Bienaventurado, en efecto, el que se beneficia de tal seguridad contra las fuerzas del mal. La columna-djed merece una atención especial. Con motivo de una grandiosa ceremonia primordial dentro de la magia de Estado, el faraón enderezaba una columna tumbada sobre el suelo. De este modo recreaba la columna vertebral de su reino. En efecto, esta columna es el eje secreto del cuerpo de Osiris. Permite al Estado ser estable, conforme al modelo divino. Sobre la columna-djed, se pronuncia esta fórmula: “Tu espalda te pertenece, tú que tienes el corazón en reposo; tus vértebras te pertenecen, tú que tienes el corazón en reposo. Tú te acuestas sobre la orilla, yo pongo agua debajo de ti. Mira, yo te entrego la columna-djed, de forma que te diviertas con ella”.83 Fórmula enigmática, cuya finalidad es permitir al ser enderezarse, adoptar la vertical, alcanzar la estabilidad necesaria para perdurar.

Antes de pronunciar las fórmulas sobre la columna, el mago la coloca sobre un ladrillo de arcilla. Se le prepara un nicho en el muro oeste de la tumba y se le coloca mirando al este. Se cierra luego el muro con tierra impregnada de aceite de cedro. La columna es invisible, pero está presente. Gracias a ella, la columna es inmutable y se convierte en una morada de eternidad.84

Algunos amuletos son sorprendentes, como la “mano de Atum”, diosa que ahuyentó la tempestad del cielo y que nos recuerda la masturbación primordial del creador. Esta mano, calificada de “Poderosa”, ayuda a la luz a vencer al demonio de las tinieblas. Expulsa el sufrimiento, la impureza.85 También, en ausencia de la madre o de la nodriza del niño, coloca sobre éste una mano amuleto para protegerle. Esta no es otra que “la mano de Isis” que vela por su hijo Horus y le procura bienestar y salud.86

La rana (en realidad la diosa Hekert) es un amuleto que favorece la resurrección87, en razón de su nacimiento particular en el limo del Nilo. Los seres más extraños decoran estos amuletos: los patecos, personajes desnudos, deformes, con el cráneo rapado, a la vez niños y adultos,88 cuyo papel consiste en expulsar a los demonios.

Dato primordial: los amuletos son eficaces tanto para los vivos como para los muertos. Pero ¿cómo garantizar las funciones vitales, tanto aquí abajo como en el más allá, sin una utilización inteligente de los amuletos? Gracias a ellos, el bienaventurado tiene la posibilidad de unirse a los servidores e Horus, de gobernar el mundo de las estrellas.89

En la Época Baja, los amuletos proliferaron, exagerados por la oleada de una magia popular cada vez más ingenua, cada vez más alejada de sus raíces. Se utilizan sobre todo pelos de vaca, de cabra, así como sustancias más o menos apetitosas para fabricar talismanes a crédito. Aquello no era más que una caricatura de la magia.

El oro y las piedras preciosas


Ra intervino para que se pusiese oro sobre la carne del difunto, dándole así su floreciente tinte. ¿Cómo explicar mejor que se concediese exactamente así la vida eterna?90 Al término de la momificación correctamente realizada, el mago comprueba esta transmutación y exclama: “¡Oh, untel! ¡Acabas de recibir tus dediles de oro y tus dediles son de oro, tus uñas de electro! La emanación de la Luz proviene solo de Ti, ella es el divino cuerpo de Osiris, hecho realidad. Tú has sido regenerado por el oro, tú has cobrado vigor por el electro. El oro iluminará tu rostro en el mundo intermedio, tú respirarás gracias al oro, saldrás gracias al electro”.91

El oro es signo de vida regenerada. La gran maga, Isis, cuida e que el iniciado renueve su vida en medio del oro interior que ha descubierto. Su rostro se ilumina entonces por la alegría. Parece un “muchacho renacido”.92 Estos textos evocan evidentemente una iniciación de carácter alquímico.

En la escena de la resurrección de Petosiris, en Hermópolis, el dios subterráneo Osiris se convierte en divinidad solar. Al emitir oro, expande la luz vital. Los iniciados a los misterios de Thot nos revelan de esta forma que Osiris es indisociable de Ra, de quien han nacido una piedra y una goma destinados a hacer incorruptible a la momia del difunto identificada con Osiris.

Esta piedra de luz es, desde luego, el prototipo de la piedra filosofal de los alquimistas.93

Nudos y números


El mago egipcio pasa una buena parte de su tiempo haciendo nudos. Un nudo mágico es un punto de convergencia de las fuerzas que unen el mundo divino y el mundo humano. Los capítulos 406-408 de los Textos de los sarcófagos son fórmulas para conocer los siete nudos de la vaca celeste. Servirán al mago para el manejo de la barcaza en la que atraviesa los espacios celestes. Restituyen al cuerpo sano y vigoroso. Por otra parte, los nudos celestes encuentran su correspondencia en los “nudos” del cuerpo humano, los puntos sensibles donde se encuentran los flujos energéticos de los que depende nuestra existencia.

Algunas fórmulas, como las del papiro mágico de Londres y de Leiden94 constituyen precisiones técnicas. Se habla del nombre, del color. Lo que está atado en la tierra lo está también en el cielo, y a la inversa. Cristo retornará a su vez esta idea simbólica cuya huella puede encontrarse en los papiros mágicos coptos. “Impulso voz para alcanzaros, declara el mago a los poderes, a vosotros que desatáis cuerdas, nudos y cadenas para que desatéis por siempre nuestras cadenas.”

La magia de los números es indisociable de la de los nudos. El número está considerado como un nudo abstracto. Falta todavía un estudio en profundidad del simbolismo de los números en el antiguo Egipto. Sin embargo, están presentes a cada momento, incluso en la magia de Estado. Uno de los mejores ejemplos es el de un altar de culto en Heliópolis, una mesa de ofrendas formada por cuatro mesas unidas95 sobre las cuales se colocan unos panes que sirven para delimitar las cuatro direcciones del espacio, los “cuatro Orientes”. Dicho de otro modo, el cosmos está organizado a partir de una unidad central que solo se concretiza con la ofrenda a los dioses. En la religión cósmica como era la de Heliópolis, el Cuatro era el número de la eficacia, de lo concreto, de la eficiencia.

El siete es sin duda el número citado con más frecuencia. Cuerdas de siete nudos, siete anillos de piedra y de oro, siete hilos de lino… serían necesarios una gran lista de ejemplos. El papiro mágico de Leiden96 evoca un ritual en el que el Siete está siempre presente. Se eligen siete ladrillos no utilizados antes. Se les manipula sin que toquen la tierra y se les dispone de forma ritual, conservando su estado de pureza en todo momento. Tres sirven de soporte a un recipiente que contiene aceite, y los otros cuatro son rituales alrededor de un médium. Se colocan entonces siete panes puros, siete bloques de sal y un plato nuevo lleno de aceite de los Oasis. Todo debe estar dispuesto alrededor del recipiente que contiene aceite. El mago hace extenderse al médium boca abajo. Pronuncia un encantamiento mientras él mira fijamente el aceite, siete veces. Hasta la hora séptima del día, se le plantean todas las preguntas que se quiera.

El cuerpo de sustitución


El cuerpo de sustitución, designado a menudo con el nombre de “golem”, conforme a las prácticas de la Cábala, está muy presente en la práctica mágica del antiguo Egipto. Este cuerpo calificado también de “subsidiario”, no está representado solo por las figuritas de encantamiento, sino también por las numerosas estatuas reales o privadas. Tanto los cuerpos de sustitución, que están animados y cargados de vida, como los modelos de madera que representan a servidores, artesanos, soldados, son situados en la tumba para vivir allí eternamente en la plenitud de la juventud y en el ejercicio de su función.

En el caso de las figuritas de cera, se trata de cuerpos de sustitución sobre los cuales se desencadenan las fuerzas agresivas, bajo el control del mago.97 Los usebtis, cuyo nombre significa “los que responden (a la llamada del muerto para ayudarle)”, son, por el contrario, el soporte de las fuerzas constructivas. Son pequeños personajes de madera, de barro o de bronce que sujetan dos azadas. Su cuerpo está cubierto de texto mágico. Llevan un saco que cuelga de su espalda. Sirven de sustitutos mágicos a los justos, yendo a trabajar, a su llamada, en los campos del más allá. La aparición de los usebtis data del Imperio Medio, y no se encuentran la mayor parte de las veces más que uno por tumba. Luego su número crecerá rápidamente. En la Época Baja, hay cajas que contienen a veces más de quinientos usebtis. Estas figuritas son inseparables de un texto, el capítulo seis del Libro de los muertos98. Se trata de una fórmula que obliga a un usebti a obedecer. Carga con las tareas más penosas: cultiva los campos, se ocupa de las irrigaciones de los ríos, transporta el limo que servirá de abono. A cualquier pregunta del mago, responde: “Heme aquí”. El modelo antiguo del capítulo del Libro de los muertos figura en los “Textos de los sarcófagos99, donde se dice que el iniciado ha tomado posesión de su poder frente a los dioses, los espíritus y los muertos. Ocupa sus tronos. Las tareas ingratas no le son encargadas.

Para ser eficaz, la fórmula mágica debe ser pronunciada sobre una imagen del propietario de la figurita, mientras éste se encuentra en el suelo, imagen hecha de madera de tamarindo o de Sísifo (loto) que se situará en la capilla mortuoria.

Cartas a los muertos


Los egipcios consideraban que “vida” y “muerte” no estaban separadas por una barrera infranqueable. El espíritu de los que se llaman “muertos” viaja. Estos no son inaccesibles a los vivos, y son para con ellos tanto benéficos como maléficos. Se comunica con los seres del más allá de diversas maneras, especialmente escribiéndoles.100

El objeto que sirve la mayoría de las veces de soporte a las cartas a los muertos es un tazón. Si la inscripción es muy larga, se utiliza el papiro o la tela. En sus orígenes, los tazones eran objetos de culto donde se depositaba pan o grano. Se consideraba que un muerto, convencido de hallarse ante una carta bien argumentada, intervenía en el destino de los vivos de forma positiva o negativa. Quien desafía a un muerto corre el riesgo de ser castigado por el tribunal divino. Quien profana una tumba se encontrará con el cuello partido como el de un pájaro. Quien no entre en una tumba en estado de pureza se verá afligido por diversos males. Todo esto prueba que los muertos están presentes en nuestra vida cotidiana. ¿Por qué no pedirles que resuelvan, o ayuden a resolver problemas tan complicados como “asuntos de herencia”? Así, se implora a una madre difunta que juegue un papel de árbitro entre sus dos hijos.

Entre las cartas a los muertos, una de ellas es particularmente célebre. Se trata de una misiva dirigida por un marido desgraciado a su difunta esposa. El documento estaba atado a una estatuilla de madera recubierta de yeso y coloreada, excelente vehículo mágico para hacer llegar la carta a su destinatario.101

En vida, marido y mujer formaban una pareja feliz y afortunada, viviendo en Menfis a fines del Imperio Nuevo. La esposa murió a consecuencia de una enfermedad incurable. Su marido pasó ocho meses en una profunda aflicción, sin casi comer ni beber, llorando sin cesar sobre la tumba de aquella a la que amaba. Durante tres años, su pesar no disminuyó. Se sentía como hechizado. Escribió incluso una carta de protesta a su difunta esposa: “¿Qué mala pasada me has hecho para hacerme llegar a este penoso estado en el que me encuentro? ¿Qué he hecho yo contra ti que justifique que pongas la mano sobre mí sin que yo haya cometido ninguna maldad para contigo?... Pleitearé contra ti con mis palabras ante la Enéada que está en el Occidente, y se juzgará entre tú y esta carta que contiene los datos de este asunto. ¿Pues qué hecho yo para que actúes de este modo?”

La historia no dice lo que siguió a esta queja dirigida a una muerta. Este extraordinario documento permite, sin embargo, constatar que el universo psíquico de los antiguos egipcios estaba abierto a todas las formas de realidad.

La lámpara


El papiro mágico de Leiden102 confiere a la lámpara un papel mágico particular ya que es uno de los elementos principales en el proceso de adivinación. En una habitación oscura se excava un agujero en el muro este. Se toma una lámpara blanca. Se la llena de aceite virgen proveniente de los oasis. Se recitan plegarias de adoración a Ra, al alba, cuando el sol sale. Se enciende la lámpara en estado de pureza. Interviene un médium con los ojos cerrados. El mago pone un dedo sobre su cabeza. Sobre un brasero arde incienso. El mago pide al médium que abra los ojos y mire la lámpara. Este ve cerca de ella la sombra de una divinidad. Es esta última quien responde al mago sobre las cuestiones que le interesan.

El mago debe manejar una lámpara nueva, con una mecha pura. Inscribe jeroglíficos y símbolos sobre la mecha, coloca la lámpara sobre un ladrillo, delante de él. Pronuncia fórmulas, intentando ver a la divinidad que se manifiesta sobre la lámpara para poder hacerle preguntas. La divinidad se presenta ante él bajo múltiples nombres. Otorga la luz, es amigo de la llama, presencia divina instalada en el fuego. El mago le pide que se presente, incluso de noche, y converse con él sin ningún tipo de falsedad.


Figura 10

Operaciones mágicas para hacer pasar al iniciado del cuerpo muerto al cuerpo de resurrección. La energía mágica está simbolizada por una línea ondulada que termina en una cabeza y brazos humanos. Es este fluido el que despierta los cuerpos tendidos en el interior de óvalos protectores. La magia de resurrección está concebida aquí como una verdadera ciencia de la energía. (Las capillas de Tutankhamon)

Para practicar este tipo de adivinación es preciso untarse los ojos utilizando un ungüento fabricado a partir de las flores de la judía-griega. Después de haberlas recogido, se ponen en un vaso de vidrio que se tapa y se coloca durante veinte días en un lugar sombrío y secreto. Si se abre, se encuentra allí un falo y un par de testículos. Cuarenta días más tarde ese falo se ha convertido en sanguinolento. Es preciso entonces depositarlo en un recipiente de vidrio colocado en una vasija depositada a su vez en un lugar secreto. El mago debe llenar sus ojos con la sangre debidamente obtenida. Cuando pronuncia las fórmulas, se extiende sobre un colchón de rosas, sin haber hecho el amor en los días que preceden. Se dirige a la lámpara, testigo del mundo divino, que ha viajado en el espacio y recibido el mensaje de los dioses.

Estos complejos elementos, que pertenecen a una magia tardía, mezclan mitos primordiales y prácticas de hechicería. Solo magos experimentados eran capaces de extraer los elementos positivos de estos escritos donde se mezclaban lo mejor y lo peor.

* * *

Los instrumentos mágicos del mago egipcio eran diversos y numerosos. No eran nada más que instrumentos. Cuerpos de sustitución, amuletos, nudos mágicos, etc., sirven de soportes al practicante. La fuerza de creación reside en la comunicación que se produce entre su espíritu y el universo, no en simples objetos.

Desde luego, existen objetos llamados “encargados” en los cuales subsiste una huella más o menos viva de las operaciones mágicas para las que han servido. Pero es preciso conocer todavía la fórmula que despierta esta energía oculta. ¿Cómo se conseguiría sin dominar las fuerzas elementales?

Capítulo IV


El dominio de los elementos


En el presente capítulo no abordaremos el tema del dominio de la tierra, debido a una observación de mi anfitrión en Luxor. “La tierra, me dijo, pertenece a las serpientes y a los escorpiones. Es nuestra madre, pero una madre exigente, peligrosa. El mago no es un ingenuo. Para conocer los tesoros de la tierra, es preciso en primer lugar conquistar la amistad de los que los protegen. Pero es imposible, para quien no es un hombre de agua, de aire o de fuego”.

Extrañas palabras que, sin embargo, no habrían sorprendido a un egipcio antiguo, habituado a vivir en armonía con los elementos. No los veía con ojos ciegos. Sabía que encerraban una parte del secreto de su propia vida.

El agua y la barca


Todas las aguas vienen de Nun, océano primordial que rodea el mundo. Cada tarde el sol entra de nuevo en el Nun, se regenera en él y sale de allí purificado y renovado, por la mañana. Los lagos sagrados de los templos contienen precisamente esta agua primordial en el cual se purifican los sacerdotes.

Los Textos de las pirámides dan una fórmula mágica para obtener el dominio del agua.103 Se dice que el Nilo celeste está a disposición del mago que se identifica con el gran dios cuyo nombre no es conocido por las multitudes de espíritus. Pronuncia estas palabras_ “¡Oh, Hapy, príncipe del cielo, refresca mi corazón con tu agua! Haz que yo pueda tener poder sobre el agua… Dame el agua que existía antes de los dioses, ya que he llegado al primer día de existencia”.104 Para estar seguro de lograrlo, el mago incluso se transforma en dios-Nilo, señor de las aguas que permite crecer a la vegetación. Es por ello que el poder mágico subsiste sobre el cielo y la tierra.105

El mago se baña con Ra en las extensiones de aguas celestes. Está rodeado por Orión, Sothis, por la estrella de la mañana. Le colocan en brazos de su madre Mut, el cielo. También escapa al furor de los condenados que marchan cabeza abajo.106

Agua purificadora, agua para bañarse, pero también agua que sirve de soporte a los desplazamientos por el cosmos. Según la religión más antigua, el faraón bogaba sobre balsas de cañas por los espacios celestes. Cada mago, siguiendo al rey, desea “subir al cielo, embarcar en la barca de Ra y convertirse en un dios vivo”.107 El mago puede utilizar un vaso para ver esta barca del sol. Pide a la madre de los dioses que le abra el cielo por donde verá subir y descender a los navíos divinos.108

Se pronuncian fórmulas mágicas sobre una barca de Ra pintada de blanco y colocada en un lugar puro.109 Ante ella, la imagen de un bienaventurado. El mago dibuja una barca de la noche a su derecha y una barca del día a su izquierda. El capítulo 133 del Libro de los muertos ofrece una detallada explicación: “Palabras a decir sobre una barca de cuatro codos de largo, pintada con polvo de arena (?) verde, con la asamblea divina de los nomos sobre ella; se hace un cielo estrellado, purificado con natrón y resina de terebinto. Entonces se dibuja una imagen de Ra de blanco sobre un recipiente nuevo que será dispuesto ante la susodicha barca y se pone la imagen del bienaventurado que desees glorificar en esta barca, él es quien permite navegar en la barca de Ra”.

El mago que obtiene un poder sobre el agua celeste se convierte en la, pagaya (remo) de Ra que no se moja en un líquido y no se quema en el fuego.110 Al identificarse con esta pagaya, el mago esta seguro de “conducir su barca” sin desfallecer.

De manera aún más directa y más arriesgada, el mago se enfrenta al agua cuando está obligado a nadar. Existe una técnica apropiada: para proteger al nadador y evitarle todo peligro, se invoca a un babuino de siete codos, con ojos de electro y labios de fuego, cada una de cuyas palabras es una llama.111

El cuerpo contiene agua. Esta es indispensable para la vida. Beber es un acto sagrado. El mago dispone del agua llegada de Elefantina, del mismo Nun. Es capaz de identificarse con el padre de los dioses.112 Existe un capítulo, “beber agua en el imperio de los muertos”, que contiene esta llamada: “¡Ven a mí, tú que eres el agua del rejuvenecimiento de cada día! ¡Si pudieses refrescar mi corazón con el agua fría de tu corriente! ¡Si pudieses concederme poder sobre el agua como el Poderoso!” Este agua prodigiosa será ofrecida al mago cuyo espíritu se ubique en el origen de los tiempos.113

El agua fresca” es uno de los nombres del mago rejuvenecido que conoce la alegría de vivir, de moverse a su antojo, de estar protegido, de aparecer glorificado. Nut, diosa del cielo, y Nephtis, la señora del templo, vienen a él para aportarle el ojo de Horus, la medida de todas las Cosas.114 El iniciado saluda a Ra.115 Le pide al dios que le aporte la leche de Isis, el flujo de Nephtis, el desbordamiento del mar, la vida, la prosperidad, la salud, la felicidad, el pan, la cerveza, el vestido, el alimento: en resumen, el conjunto de las formas liquidas que procuran una perfecta beatitud. Desea ver a Ra cuando sale como Thot, cuando se le prepara un camino de agua para la barca del sol.

El mago se identifica con Osiris. Porque Osiris ha hecho un largo viaje  en forma de cadáver por las aguas. El Ojo de Horus se encuentra cerca de él cuando flota. El escarabajo Kheper planea sobre él. El dios debe proteger al mago de los seres dañinos ocultos en las aguas. Debe obtener la ayuda de los dioses presentes en sus barcas.116 Existe por otra parte, una fórmula para franquear las aguas repletas de demonios: “Osiris está sobre el agua, el Ojo de Horus está con él. El gran escarabajo se extiende sobre él. No levantéis vuestros rostros, habitantes de las aguas, para que Osiris pueda pasar sobre vosotros”.117

Figura 11

El rey vierte agua ante una de las formas del díos-sol. Este “agua” es energía polarizada (el doble flujo) necesaria para alimentar la bola de fuego que se materializa con el disco solar de donde saldrá el fluido creador (La tumba de Ramsés IX.)

El Nilo cobija seres peligrosos y maléficos que acechan a animales y humanos que atraviesan el río. Hay que impedirles actuar. El mago recita canciones, “lágrimas de agua”.118 Los textos de estos hechizos son ultrasecretos. A este objeto se aconseja: “No los reveléis al hombre corriente. Es un misterio de la Casa de la Vida”. Algunas indicaciones nos permiten conocer una parte del secreto. El mago utiliza un huevo que es “grande en el cielo y en el douat (mundo intermedio entre cielo y tierra)”. De él nace un pájaro. El mago sale del nido con él. Las palabras mágicas deben pronunciarse sobre un huevo de arcilla que evoca al huevo primordial. Tornándolo en su mano, el mago sostiene la proa del barco que boga sobre las aguas. Si un ser dañino sale a. la superficie y amenaza con atacar, el mago arroja el huevo sobre él. El peligro estará conjurado al momento.

Estos “hechizos de agua” son a veces fórmulas muy desarrolladas, ya que el peligro amenaza a menudo, de forma muy directa, al viajero o al bebedor. El mago entonces se vuelve muy solemne en sus declaraciones:119 “¡Oh, anciano que se rejuvenece a si mismo en su edad, edad que se vuelve »oven! ¡Si pudieseis hacer que Thot viniese a mí en mi voz! ¡Atrás, el que habita en el agua, si el que se encuentra sobre el agua fuese atacado, el Ojo de Horus lo será también! (Dicho de otro modo, el orden del mundo estaría comprometido.) ¡Que el que está en el agua no levante la cabeza antes de que Osiris haya pasado!”

Incluso Ra toma precauciones cuando viaja en barco para ir a visitar a su Enéada. Los “señores del Duat” están prestos a castigar al cocodrilo que se dirija contra la barca divina. Las bocas de los habitantes del agua están cerradas por Ra, sus gargantas cerradas por Sekhmet, sus lenguas cortadas por Thot, sus ojos cegados por Heka, dios de la magia. Los cuatro dioses que protegen a Osiris protegen a cualquiera que afronte el agua, hombre o animal.

Otra fórmula muy impresionante: “¡ Ven a mí, señor de los dioses! ¡Arrójate por tierra, para mí, a toda forma del mal, a todo monstruo que está en el río! ¡Transfórmales para mí en guijarros sobre el gebel, parecidos a pedazos de loza esparcidos a lo largo de los caminos”.120 Proceso radical, en efecto: transformados en guijarros, los seres dañinos del agua no amenazarán ya a nadie.

Para luchar victoriosamente contra las criaturas maléficas presentes en las aguas, el mago no duda en identificarse con Amón, Onuris, Montu, Soped en sus funciones guerreras. Impresionados, los que están bajo las aguas no emergerán. Derivarán por la corriente, con sus bocas selladas como los siete grandes arcones, cerradas para siempre.121

El aire


Los Textos de los sarcófagos describen una extraordinaria operación mágica:122 convertirse en los cuatro vientos del cielo y conocer el nombre del dios responsable de la escalera del cielo, que permite acceder al paraíso. El mago tiene el dominio de estos cuatro vientos.123 Estos le permiten explorar el universo entero. Así, el viento del sur transporta agua, crecimiento y vida.

La vestidura del mago es el aire que da la vida. Ha creado el cielo luminoso para reemplazar a las tinieblas, se manifiesta por medio de nubes de tempestad, la anchura del cielo es la medida de sus zancadas.124

Pero el aire contiene también peligros, especialmente miasmas causantes de enfermedades. Existen también fórmulas para disipar el aire viciado del año.125 El mago juega el papel de la diosa-buitre Nekhbet, que agita la tierra. Le pide que venga a su lado y anude estrechamente sus dos grandes plumas a su alrededor. Así vivirá con buena salud y recibirá la corona blanca, insignia del poder que está sobre la cabeza del gran mago de Heliópolis. Bogará sobre el océano cósmico, en la barca del día, a condición de que pronuncie correctamente las fórmulas sobre un par de plumas de buitre.

El aire que respiramos debe ser purificado por el mago. En ciertos períodos, en efecto  especialmente en el cambio de año  transporta elementos peligrosos (miasmas, fluidos negativos, enfermedades). Sólo una purificación mágica, que forma parte además de un ritual de estado, ofrece a los humanos un aire vivificante.

El fuego


Los seres dañinos transportan una llama, un fuego destructor que amenaza la vida. Para apagarlo, es preciso utilizar agua. Pero no importa qué agua sea: la de Nun, el océano primordial, que se manifiesta como una fresca ola.126 El mago mezcla los elementos para reducir el malvado fuego a la nada.

La manifestación más frecuente de este último es la quemadura. ¿No fue el mismo Horus quemado por la llama de la diosa-leona Sekhmet127 con terrible cólera? Contra cualquier quemadura, el mago debe además recordar la leyenda de Horus niño: un fuego había caído sobre su cuerpo. Su madre estaba ausente. El fuego era muy poderoso para un niño tan pequeño. Nadie podía salvarle. ¿Podrá Isis, recién llegada de la fábrica de tejidos donde ella iniciaba a las mujeres en sus misterios, apagar la llama con su leche? Es necesario recitar fórmulas sobre resma proveniente de una acacia, sobre una torta de trigo, guisantes de algarrobo, coloquintos, excrementos, luego quemar todo esto para hacer una masa para mezclarla con la leche de una mujer que ha dado a luz a un varón. Más tarde se aplica la mezcla sobre la quemadura y se venda la herida con una hoja de ricino.128

Para la víctima de una quemadura o de un incendio, el mago se refiere obligatoriamente a Horus. El dios, estaba tan gravemente afectado que sólo Isis, la maga, era capaz de inventar un remedio para evitar el fuego. A su alrededor no había nada de agua, así que la diosa se vio obligada a utilizar un liquido salido de su propio cuerpo: “Hay agua en mi boca, dice Isis, y un Nilo entre mis piernas; vengo a apagar el fuego”.129


Figura 12

Los babuinos están dispuestos alrededor de un estanque cuadrado que contiene energía de la naturaleza del fuego. Es la representación de una verdadera “central”, cuyos componentes deben ser manipulados por especialistas con la máxima precaución, para que este fuego perpetuamente creador. (La tumba de Ramsés IX)

El fuego positivo y creador está contenido en el sol. El mago se dirige a él cuando sale con un destello de las tinieblas: es él quien alejará la sombra muerta que intenta arrancar al niño de su madre.130 Existen fórmulas para disipar las tormentas a fin de que el sol pueda brillar normalmente.131 La victoria no se adquiere nunca de forma definitiva. El hechizo mágico debe ser renovado cada día. Una prueba: la hoja de papiro sobre la que está inscrito el nombre del dragón se pone en una caja y se arroja al fuego cada día. Cuando sale el sol, la criatura-dragón arde.132

La manifestación de un dios se acompaña a menudo de llamas que destruyen adversarios y criaturas dañinas. Estos son devorados por un fuego divino. “Oh, rebeldes (proclama una fórmula) el fuego de Amón está contra vosotros, y no se extinguirá jamás. Aquel que está oculto en su imagen, que está disimulado en su forma, os maldice... lanza contra vosotros el fuego para reduciros a cenizas”.133

De este modo los enemigos más peligrosos verán sus proyectos reducidos a la nada.134

En la frente del faraón, la serpiente ureus es una llama ardiente que calcina a los enemigos del rey. El mago se identifica con el ureus. Afilada es la llama que se encuentra sobre su boca, contra los puñales que están en las manos de los dioses hostiles de los que ya no tiene nada más que temer.135

Igualmente, el fuego destructor se revela protector. Los Textos de los sarcófagos evocan el círculo de fuego que rodea a Ra y le protege mientras se encuentra en la cabina de su barca solar. El mago debe utilizar una fórmula para hacer desaparecer ese círculo:136 el fuego se extingue momentáneamente para que él acceda al interior del sol.


Figura 13

La barca del sol con su equipaje divino. Día y noche recorre el universo y asegura la regulación de la energía creadora en todos los espacios que atraviesa. Si la barca se detiene la vida cesa de circular y el universo se debilita. Es por ello que el mago astrónomo observa constantemente el cielo, a fin de intervenir en el caso de que la barca encontrara algunas dificultades. (Las capillas de Tutankhamon.)

Entrar en el disco solar” es un tema iniciático excepcional.137 El mago ha probado su competencia estableciendo el orden cósmico para gloria de Ra y abriendo el ojo misterioso que da la luz a la humanidad. Una extraña figura de los Textos de los sarcófagos138 presenta a un ser divino, sentado sobre un trono y rodeado de óvalos. Es el símbolo esotérico de Ra, dominando a una serpiente llamada Mehen. Evoca una multitud de ciclos y años. Caminos de fuego protegen ese sol secreto. El mago conoce las sombrías rutas por las que Hou y Sia, el Verbo y la Intuición, circulan. Conoce el “circuito de Ra”, la curva del universo.

Una fórmula secreta sirve para entrar en el fuego y salir de él.139 El mago es una criatura cuya forma es invisible en medio del fuego. Es allí donde aprende a manejar un cuchillo que no es otro que un rayo de luz. El mago se vuelve fuego en el reino de los muertos, en cada lugar del Occidente,140 zona oscura a la que él aporta calor. Se vuelve la llama que se mece con el viento, que atraviesa los espacios,141 en la extremidad del cielo y la tierra.

Señor del fuego, el mago vive de la armonía de las esferas, Maât. Es también señor de la eternidad. Crea la alegría. Conoce las palabras secretas inscritas sobre los rollos mágicos. Será como Ra en el este del cielo, como Osiris en el mundo inferior.142

Se utiliza una fórmula “para hacer nacer la llama bajo la cabeza del justo”: se trata del famoso hipocéfalo, disco de tela, papiro o bronce situado bajo la cabeza de la momia.143 Esta llama hacia del cadáver un ser vivo. Es el prototipo simbólico del nimbo cristiano, esa aureola de fuego que rodea la cabeza de los santos. Sobre este hipocéfalo, pintado a veces de color oro, se inscriben fórmulas y se dibujan genios protectores.

Las antorchas utilizadas en los rituales son preparadas por los iniciados en los secretos del fuego.144 Al mago se le recomienda preparar cuatro cuencos de arcilla mezclada con incienso, llenos de la leche de una becerra blanca, en los que se apagarán las antorchas al final del ritual. Pronuncia unas palabras sobre cuatro antorchas de tela roja impregnadas de aceite de Libia. Son sostenidas por cuatro hombres sobre cuyos brazos está trazado el nombre de los hijos de Horus. Respetando las reglas, el iniciado tendrá poder sobre las Estrellas imperecederas.

Capítulo V


El mago frente a las divinidades


Mis anfitriones, los magos de Luxor, eran musulmanes. Pero su fe islámica se mostraba de acuerdo con las antiguas formas divinas. Dioses y diosas de los tiempos de los faraones no han desaparecido en absoluto del suelo de Egipto. Están todavía presentes en las conciencias incluso bajo otros nombres y con otros rostros. Allah es el maestro de los magos árabes hoy en día... pero una sombra se perfila tras él. La sombra de un dios enigmático, medio ibis, medio babuino, un dios que sabía abrir los papiros sellados.

Thot, señor de la magia


Thot, el dios de Hermópolis, es el señor de los jeroglíficos y de la magia. En su ciudad se erigió un gran templo cuyas criptas secretas custodiaban papiros mágicos escritos de mano de los dioses. El mago se identifica con Thot, tomando su misma forma animal: “Yo soy el que está en su nido, como venerable ibis, Thot es mi nombre”.145

Thot, primer mago, es el modelo de todos sus discípulos. Guardián de la sabiduría. Inventor de la lengua sagrada, astrónomo, matemático, él sanó el Ojo de Horus, medida de todas las cosas. Según la estela de Metternich, a Thot se le invoca como el dios “dotado” con el poder mágico. Es capaz de conjurar los efectos del veneno, de forma que la enfermedad no sea definitiva. Rechaza a los rebeldes que se sublevan sin descanso contra Ra. Viene del cielo por orden del dios-sol a fin de proteger a los débiles día y noche.146

El mago lanza una llamada a Ra para obtener la ayuda de Thot: “¡Oh, anciano que se rejuvenece con su edad, anciano convertido en niño, haz que Thot venga a mí a mi llamada”!147 Thot desciende del cielo. Combate el veneno del escorpión. Sana a los que han sido picados, especialmente a Horus, hijo de Isis148Al dios sufriente le dice: “Mi cabeza te pertenece, Horus (también llevará coronas), tus ojos te pertenecen, tu nariz te pertenece, tus brazos y tus antebrazos te pertenecen, tu corazón te pertenece, tus manos te pertenecen, tu vientre te pertenece, tu falo te pertenece, tus muslos te pertenecen, tus pies te pertenecen”; consecuencia de esta integridad corporal: “Tú estás a la cabeza del país del sur, del norte, del Oeste y del este. Tú ves como Ra”.

Gracias a Thot, los dioses poseen un alma sana en un cuerpo sano y los hombres iniciados se benefician también de este privilegio. El mago es un dios guerrero: “Yo soy Thot, afirma, primogénito de Ra, que Atum y la Enéada han enviado para que Horus recobre la salud para su madre Isis, de igual modo que sanó aquél que fue picado”.149

Pero Thot es también un mago que castiga. Se le pide que afile su cuchillo, que traspase los corazones de los que se opongan al rey cuando éste vaya hacia Osiris.150 Con temible poder, Thot interviene con eficacia disipando las perturbaciones naturales y velando por el equilibrio del cosmos. Este Thot-cinocéfalo, mono de siete codos, quien detiene una crecida excesiva.151

El señor de los magos no es avaro de su ciencia. Enseña a los escribas, a los estudiosos, a los magos, les hace expertos en su arte. Un libro de horas precisa las funciones mas amplías de Thot: “Señor de la escritura, preeminente en la morada de los libros, poderoso en materia de magia, que posee el ojo sagrado, ...corazón de Ra, lengua de Atum, guía de los dioses que modifica las cosas, que modifica el tiempo, jefe de la justicia y visir, mensajero de Ra, que exorciza a los demonios, que pone todas las cosas en su justo lugar, Thot que completa el ojo de Ra y el Ojo de Horus”.152

Los documentos indican que Thot reina sobre la inteligencia y sobre el proceso intelectual en general. Se le atribuyen la escritura, las palabras divinas, la separación de las lenguas que crean el carácter de cada raza, las leyes, bases de la vida en sociedad, los anales, documentos reales oficiales, los rituales del calendario. En efecto, ¿no sería preciso, ser un dios, mago además, para realizar tal hazaña?

Los escribas y los magos no forman siempre buena combinación. Un pasaje de los Textos de las pirámides relata un extraño episodio:153 “¡Escriba, escriba, haz pedazos tu paleta, rompe tus pinceles, destruye tus rollos! ¡Oh Ra   exige el mago  sácale de su puesto y ponme a mí en su lugar... porque yo soy él!” La misma compilación154 ofrece una explicación: el rey no debe ser privado de la magia que está en su mano. Los malvados escribas que quieran conservar los poderes para ello verán destruidos sus instrumentos de trabajo. El buen mago debe a veces luchar contra colegas que desvíen la magia de su objetivo primero, la protección de la persona real.

Gestión eficaz: convertirse en secretario de Thot. El detentador de este oficio verá abrirse el cofre del dios, después que su sello haya sido destruido. El mago toma conocimiento de los documentos más secretos, lo que se llama “los textos funerarios”,155 que contienen las claves de la supervivencia. Introducido en el círculo de los dioses, el mago se presenta como uno de ellos. Seth está a su derecha, Horus a su izquierda. El mago no viene con las manos vacías, ya que aporta amuletos que sirven para la protección de Horus.

Thot interviene para hacer avanzar al iniciado por el camino del conocimiento. Es él quien le introduce al interior del disco solar para otorgarle el verdadero poder.156. Thot ennoblece al justo que lleva firme la cabeza sobre los hombros. Recibe un cetro en la barca de la noche en la que ha sido admitido por la tripulación del sol. Las rutas del Señor de la totalidad le son reveladas.157

Pero Thot no ofrece sus secretos a cualquiera. Hay que mostrarse digno, buscarlos y encontrarlos. Un descubrimiento parecido se atestigua en algunos textos egipcios. El capitulo 30 B del Libro de los muertos es una fórmula que impide que el corazón de un hombre se oponga a él en el más allá. Se debe recitar sobre un escarabajo de piedra nefrita, hecho de electro, con un anillo de plata y puesto en el cuello del difunto. Este texto es de una importancia considerable, ya que el hecho de conocerlo evita al iniciado una condenación cuando comparece ante el tribunal de ultratumba. Por ello, la fórmula ha sido descubierta bajo los pies de una estatua de Thot, de la época de Micerinos. La tradición decía también que el texto estaba gravado sobre un ladrillo de barro, imagen de la piedra fundacional sobre la que descansa el templo. Cada mago debe estudiarla y descubrir la fórmula legada por Thot a sus adeptos.

Como vemos por todo lo anterior, Thot es claramente el patrono de los magos de Egipto al que deben la revelación de su ciencia. Es por ello que el mago consumado se presenta como Thot descendido del cielo (estela de Metternich). Con toda legitimidad, afirma cuando recita el ritual: “Yo soy Thot, señor de las palabras divinas, el que actúa como intérprete de todos los dioses”.158

 El lector encontrará, en notas, la alusión a los textos egipcios cuya mayor parte no son desgraciadamente accesibles más que a los especialistas. Son el aspecto fundamental de la documentación escrita completada con la información oral que, en repetidas ocasiones, le proporcionará las claves.
1 Inscripción N° 60 de la tumba de Petosiris (traducción al francés de Lefébvre).
2 Papiro médico Hearst, 11, 4.
3 Papiro Leiden, 347, 4-11.
4 Text. sarc., I, 137 d. sg.
5 Text. sarc. cap. 1.017
6 Diccionario de la civilización egipcia, 278.
7 Pir., caps. 273-274
8 Pir. 1.324.
9 Pir., 477.
10 Pir, 924.
11 Papiro mágico Leiden, 62.
12 ASAE, 39, 57 sg.
13 Papiro Salt 825, 5-6.
14 Íd., 139.
15 Lexa, I, 145.
16 Pir. 1.100
17 Text. sarc., cap 1.087
18 Text. sarc., cap 281.
19 Goyon, Rituales, 257-8.
20 LdM, cap. 135.
21 Text. sarc. cap 503.
22 Lexa, II, 50.
23 ZAS, 57, 70.
24 Text. sarc., caps. 370 y 374.
 El capítulo de los Textos de los Sarcófagos fue redactado para que aquel que viaja por el imperio de los muertos consiga el poder mágico. Es preciso acudir a la corporación de los Seguidores de Horus, sabios entre los sabios, que conocen los secretos de los orígenes. Ellos aportan al mago una protección allí donde éste se encuentre, a condición de que sea apto para el conocimiento y no caiga en el olvido.
25 JEOL, 23, 359.
26 Sobre la abstinencia, IV, 6.
27 Goyon, Rituales, 258-9
 Se conoce un acto de nacimiento iniciático de un mago relatado de esta forma: (papiro mágico Leiden, 55): “Yo soy la cara de Belier. Juventud es mi nombre. He nacido bajo la venerable Persia, en Abidos. Soy la encarnación del gran noble que está en Abidos (es decir, Osiris), soy el guardián del gran cuerpo (de Osiris) que está en Ououpek (lugar sagrado en Abidos).” Es decir que el adepto ha participado en la reconstrucción del cuerpo de Osiris disperso, probando así sus capacidades, antes de identificarse con el dios resucitado.
28 Sauneron, Pap. mág. Ill. Brookyn, 20, nota I (b)
29 Apología, XXVI.
30 Goyon, Rituales, 178.
31)LdM, cap. 42
 Texto que conlleva numerosas variantes. Por ejemplo: “No existe en mí miembro que esté privado de dios y Thot es la protección de mi cuerpo; mi carne está en la plenitud de la vida, cada día… “El que dura millares de años”, ése es mi nombre, yo camino en todos los sentidos por el cielo y la tierra, el temor que inspiro reina en las entrañas de los dioses” (Goyon, Rituales, 257)
32 OMRO, 51, 19-20
33 Djer-her, 34.
34 Lexa, II, 34.
35 Lexa, II, 74 (Estela de Metternich)
36 Text. sarc. II, 37.
# No existe desgraciadamente ningún estudio serio sobre este tema. La documentación existente es abundante; pero de difícil manejo. Será preciso esperar mucho tiempo para disponer de un tratado de astrología egipcia que, fundado en los textos jeroglíficos y en las representaciones del Zodíaco u otros elementos celestes, construya por fin la verdadera base de la astrología occidental, tan deformada por la tradición grecolatina y por la mayoría de las prácticas actuales.
37 I, 71 y 49.
38 Pap. mágico de Leiden, 45.
39 Goyon, Rituales, 74.
40 ASAE, 39, 70-71.
41 Derchain, Pap. Salt. 825, 171.
42 BIFAO, 40, 98-99
43 LdM, cap. 64
44 LdM, cap. 125.
45 LdM, cap. 80.
46 Derchain, Pap. Salt 825, 171
47 LdM, cap. 163.
48 Text. sarc. cap. 1.018
49 Por ejemplo, 1.054, 1.055, 1.057
50 Text. sarc. cap. 396-397
 Esta “cuenta” tan particular exigiría un amplio estudio. En nuestra opinión, es el origen, no dado a conocer todavía, de la Cábala numérica.
51 LdM cap 68.
52 Text. sarc. cap. 91
53 Goyon, Rituales, 179.
54 Text. sarc. cap. 30
55 Rúbrica del cap. 467 de los Text. sarc.
56 El comienzo del cap. 349 de los Text. sarc.
57 Papiro Turín 118, 9-10
58 Sauneron, Sacerdotes, 62
59 Papiro Leiden, 348, Receta 2, 1
60 E. Drioton, “La protección mágica de Tebas en la época de los Ptolomeos”, en La Etnografía, 1931, 3-10.
61 AEMT, 11.
 El akh está simbolizado por un ibis. En los orígenes, es el poder sobrenatural de los dioses y del rey. El ba es la facultad móvil del ser, representada por un pájaro con cabeza humana. Los baou (plural egipcio del término) de las ciudades son su poder sobrenatural, su carácter propio. El ka es la Fuerza. El ka de los alimentos, por ejemplo, es su aspecto energético. Potencia sexual, el ka es animación de la materia.
62 Text. sarc. VI, 71
63 Pyr 134 = Text. sarc. I, 187
64 Cf. J. C. Goyon, El Papiro del Louvre N 3 279, 75
65 Sauneron, Pap. mág. Ilustrado de Brooklyn, 1920, nota I1.
66 ASAE, 39, 75
67 Derchain, Pap. Salt. 144
68 Íd. 90
69 SO, 8, 27
70 Goyon, Rituales, 61
71 Goyon, El Papiro del Louvre N 3 279, 34
72 Goyon, Rituales, 205
73 Posener, RdE 22, 204.
74 Lexa, II, 51-52
75 Posener, RdE 5, 51-56
76 Text. sarc. cap 410 y 412
77 Text. sarc. cap. 238
78 Text. sarc. cap. 220 por ejemplo.
79 Text. sarc. cap. 24
80 LdM, cap. 125
81 LdM, cap. 153A
82 OMRO, 51, 10
83 Erman y Ranke, Civilización, 458.
84 LdM, cap 137A
85 Djed.her, 9-14
86 H. Altenmuller. Die Apotropaia und die Götter Mittelägypten, 1965
87 Lexa, 1, 88
88 SO, 8, 55-6
89 LdM, cap. 101
90 Goyon, Rituales, 73
91 Id., 51
92 Daumas, BIFAO LIX, 72-3
93  Goyon, Rituales, 49.
 El origen de las piedras preciosas, utilizadas con fines mágicos se precisa así: “Las piedras preciosas vienen a ti, fluyen para ti desde el interior de las montañas, haciéndose protectoras de las entradas repletas de papiros (?), de las hojas de la primera puerta de la necrópolis”.12
94 Lexa, II, 136
95 Drioton, Miscelánea gregoriana, 73 sg.
96 Pap. mág. Leiden, 33-5
97 LdA, III, 1 138
98 Cf. Schneider, Shabtis.
99 Text. sarc. cap 472
100 Cf. Gardiner/Sethe, Cartas egipcias a los muertos, 1928
101 Guilmot, ZAS 99, 94 sg.
102 Pap. mág. Leiden 47-51
103 Text. pir. Cap 353
104 Goyon, Rituales, 260
105 Text. sarc. IV, 115, 124, 136
106 Text. sarc. I, 188
107 Principio del cap. 76 de los Text. sarc.
108 Pap. mág. Leiden, 70
109 LdM, cap 130
110 Text. sarc., cap. 361.
111 AEMY, 89.
112 Goyon, Rituales, 70.
113 Goyon, El pap. Louvre N 3 279, 53-54
114 Text. sarc cap. 840
115 Pir., cap. 406
116 Lexa, II, 70 (estela Metternich).
117 Djed-her, 50-2
118 CdE, XLV, 253; AEMT, 87
119 AEMT, 86
120 Pap. Harris, IV, 6-7
121 AEMT, 89
122 Text. sarc. cap. 297
123 Text. sarc. cap 162
124 Text sarc. cap. 80
125 AEMT, 14-5
126 Zócalo Behague, 61
 La octava fórmula del Zócalo Behague expone así la técnica del mago: “¡Fuego en el agua, fuego que ha salido del agua! La llama de mi boca ha descansado sobre el fuego, cuando él produce una llama, yo la extingo. El agua extinguirá el fuego.”
127 OMRO, 51, 13
128 AEMT, 25
129 Erman, Religión. 343
130 Lexa, II, 31
131 Libro del ahuyentador Apophis, 23, 14 y sig.
132 Lexa, II, 97
133 DerchainPap. Salt. 141
134 Otra fórmula de destrucción de los enemigos por el fuego, que impide igualmente a la serpiente lanzar su ataque: “¡La llama contra el cielo, la flecha (de fuego) contra la tierra! ¡La flecha (de fuego) contra la tierra, la llama contra el cielo!” 32
32 Djed-her, 41
135 Text. sarc. cap 311
136 Text sarc 1.032-1.033
137 Text. sarc. cap. 100
138 Text. sarc. cap. 758-9
139 Text. sarc. cap. 246
140 Text. sarc. cap. 284
141 Text. sarc. cap. 288
142 Text. sarc. cap. 1.130
143 LdM, cap. 162
144 LdM, cap. 137A
145 Goyon, Rituales, 259.
146 Lexa, II, 66
147 Djed-her, 49-50
148 Zócalo, 62-3
149 Lexa, II, 81 (estela Metternich)
150 Pir. 962-3
151 Lexa, II, 41
152 Faulkner, Un antiguo Libro de Horas, 20, 25 a 21, 5.
153 Pir., 954-5
154 Pir. cap.678
155 Text. sarc. cap. 992
156 Text. sarc. I, 231
157 Text. sarc., I, 210-1.
158 Goyon, Rituales, 248

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