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EL ARTE OSCURO

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lunes, 25 de febrero de 2008

CARTA A LOS VERDADEROS DISCIPULOS DE HERMES - HERMENEUTICA

CARTA A LOS
VERDADEROS DISCÍPULOS
DE HERMES



Introduccion:
http://es.wikipedia.org/wiki/Hermen%C3%A9utica
http://www.cibernous.com/glosario/alaz/hermeneutica.html
http://www.seminarioabierto.com/hermeneutica00.htm

Presentación:

El texto que aquí traducimos al castellano se encuentra al final de volumen
titulado "Le triomphe hermétique" del alquimista francés Alexandre Toussaint
de Limojon, Sieur de Saint-Didier donde es reproducido junto a un tratado
llamado "La Antigua Guerra de los Caballeros" y a un extenso comentario en
forma de charla, también obra de Saint Didier, conocido como
"Plática de
Eudoxio y Pirófilo
". El propio Limojon reconoce su autoría en el prefacio . Se
da el añadido de que cierra la carta a modo de firma el siguiente epitafio: "
El
nombre del autor se puede leer en latín en este Anagrama: DIVES SICVT
ARDENS S"
. Ha sido el abad Nicolás Leglend du Fresnoy en su voluminosa y
muy conocida "Histoire de la philosophie hermétique" quien lo interpretara
como SANCTVS DESIDERIVS, esto es, Saint-Didier, explicando además que
se trata de la misma firma que aparece en otro tratado en forma de carta también
atribuido a Limojon y redactada como comentario a un texto titulado
"Verba
Aristei Patris ad filium".

José Guerrero

Biografia:
1. - ALEXANDRE TOUSSAINT DE LIMOJON DE SAINT-DIDIER, (1689),
"Le triomphe hermétique, ou la pierre philosophale victorieuse. Traitté plus
complet et plus intelligible, qu'il en ait eu jusques ici, touchant le magistère
hermetique", In 8°, Amsterdam, Henricus Wetstein. [segunda edición en 1699].
Abundantes datos sobre esta obra y las características de sus varias ediciones se
encuentran en los catálogos especializados en alquimia: Caillet 6696; DeGuaita
505 y 1505; Duveen p.361; Ferguson II, 468; Ouvaroff 1150; Bib. Esoterica
2706; Verginelli 191; See Hall 21.
2. - "...ya nada queda por decir aquí, sino que el autor de la traducción, que lo es
también del comentario, y de la carta que figura al final de este libro...", véase: -
A. T. LIMOJON DE SAINT-DIDIER, "Le triomphe hermétique", (op. cit.),
prefacio.
3. - N. LENGLET-DUFRENOY, (1742), "Histoire de la Philosophie
Hermétique", en tres volumenes, P. Coustelier, París, cf. t. III.
4. - ALEXANDRE TOUSSAINT DE LIMOJON, SIEUR DE SAINT-DIDIER,
(1686), "Lettre d'un philosophe, sur le secret du grand oeuvre. Ecrite au sujet des
instructions qu'Aristée à laissées à son fils, touchant le magistere philosophique.
Le nom de l'auteur est en latin dans cet anagramme. Dives sicut ardens, S", In
12°, A. Moetjens, La Haye, [segunda edición: chez Laurent d'Houry París,
1688].


CARTA A LOS VERDADEROS DISCÍPULOS DE HERMES


CONTIENE LAS SEIS LLAVES PRINCIPALES EN LAS QUE SE
DIVIDE LA FILOSOFÍA DE HERMES



Si esta carta la hubiese redactado para convencer de la verdad de nuestra
Filosofía a aquellos que se imaginan que no es más que una idea vana y una
vulgar Paradoja, seguiría el ejemplo de varios maestros de este gran arte; trataría
de convencer de sus errores a estos espíritus, demostrándoles la solidez de los
principios de nuestra ciencia, apoyados en las leyes y en las operaciones de la
naturaleza, y sólo hablaría ligeramente de lo concerniente a su práctica. Pero
tengo un propósito muy diferente y sólo escribo para vosotros, sabios discípulos
de Hermes y verdaderos hijos del Arte, de maera que mi único fin es serviros de
guía en un camino tan difícil de andar sin perderse. Nuestra práctica es en efecto
un camino en la arena, donde hay que orientarse por la estrella del Norte, más
que por las huellas que pueden verse impresas en él. La confusión de los rastros,
que un número casi infinito de personas dejaron en él, es tan grande y se
encuentran tantos senderos diferentes, que llevan casi todos a horribles
desiertos, que es casi imposible no desviarse del verdadero camino, que sólo los
sabios favorecidos por el Cielo supieron felizmente descubrir y reconocer.
Esta confusión detiene en seco a los hijos del arte, a unos desde el principio, a
otros en la mitad de este camino Filosófico, y a algunos incluso cuando se
acercan al término de este penoso viaje y empiezan a descubrir el final feliz de su
empresa, pero que no se dan cuenta de que el poco camino que les falta por hacer
es el más difícil. Ignoran que los envidiosos de su dicha excavaron fosos y
precipicios en medio del camino y que si no conocen los rodeos secretos, con los
que los sabios evitan estas peligrosas trampas, pierden lamentablemente toda la
ventaja que habían conseguido, al mismo tiempo que se imaginan haber
superado todas las dificultades.
Os confieso sinceramente, que la práctica de nuestro arte es la cosa más fácil
del mundo, no en lo que respecta a sus operaciones, sino por las dificultades que
hay para aprenderlo distintamente en los libros de los Filósofos: pues si de una
parte es llamada con razón juego de niños, de otra requiere que los que buscan la
verdad por su trabajo y su estudio, tengan un conocimiento profundo de los
Principios y de las operaciones de la naturaleza en los tres géneros; pero
particularmente en el género mineral y metálico. Es un punto muy grande
encontrar la verdadera materia que es el sujeto de nuestra obra; para ello hay que
perforar mil velos oscuros en los que está envuelta; hay que distinguirla por su
propio nombre entre un millón de nombres extraordinarios, con que la han
designado diversamente los Filósofos; hay que comprender todas sus
propiedades y juzgar todos los grados de perfección que el arte es capaz de darle;
hay que conocer el fuego secreto de los sabios que es el único agente que puede
abrir, sublimar, purificar y disponer la materia para ser reducida a agua; para esto
hay que penetrar hasta la fuente divina del agua celeste que opera la solución, la
animación y purificación de la piedra; hay que saber convertir nuestra agua
metálica en aceite incombustible por la entera solución del cuerpo al que debe su
origen, y para este efecto hay que hacer la conversión de los elementos, la
separación y la reunión de los tres principios; hay que aprender cómo debe
hacerse un Mercurio blanco y un Mercurio citrino; hay que fijar este Mercurio,
alimentarlo con su propia sangre, a fin de que se convierta en azufre fijo de los
Filósofos. Éstos son los puntos fundamentales de nuestro arte;. el resto de la
obra se encuentra enseñada con bastante claridad en los libros de los Filósofos
para que no haga falta una explicación más amplia.
Como hay tres reinos en la naturaleza, hay también tres medicinas en nuestro
arte, que hacen tres Obras diferentes en la práctica y que no son empero más que
tres grados diferentes que elevan nuestro elixir a su última perfección. Estas
importantes operaciones de las tres Obras están reservadas bajo la Llave del
secreto para todos los Filósofos, a fin de que los sagrados misterios de nuestra
divina Filosofía no sean revelados a los profanos; pero a vosotros, que sois hijos
de la ciencia y que podéis entender el lenguaje de los Sabios, os serán abiertas las
cerraduras y tendréis las Llaves de los preciosos tesoros de la naturaleza y del
arte, si dedicáis todo vuestro espíritu a comprender lo que he pretendido deciros,
en términos todo lo inteligibles que sea necesario, para los que están
predestinados como lo estáis vosotros, al conocimiento de estos sublimes
misterios. Quiero poner en vuestra mano seis Llaves con las cuales podréis
entrar en el santuario de la Filosofía, abrir todos sus reductos y llegar a la
comprensión de las verdades más ocultas.


PRIMERA LLAVE


La primera Llave es la que abre las prisiones oscuras, en las cuales está
encerrado el azufre; es ella quien sabe extraer la semilla del cuerpo y que forma
la Piedra de los FiIósofos por la conjunción del varón con la hembra, del espíritu
con el cuerpo, del azufre con el Mercurio. Hermes mostró claramente la
operación de esta primera Llave con estas palabras: De cavernis metallorum
occultus est, qui lapis est venerabilis, colore splendidus, mens sublimis, et mare
patens; esta piedra tiene un resplandor brillante, contiene un espíritu de origen
sublime, es el mar de los Sabios, en el cual pescan su misterioso pez. El mismo
Filósofo señala aún más particularmente el nacimiento de esta admirable Piedra,
cuando dice: Rex ab igne veniet, ac conjugio gaudebit, et occulta patebunt. Es
un Rey coronado de gloria que nace en el fuego, que se complace con la unión a
la esposa que le ha sido dada, es esta unión la que pone de manifiesto lo que antes
estaba. oculto.
Pero antes de seguir adelante, tengo que daros un consejo que no os será de
poca utilidad, y es que penséis que como las operaciones de cada una de las tres
obras tienen muchas analogías y relaciones entre sí, los Filósofos hablan adrede
de ellas en términos equívocos, a fin de que los que no tienen ojos de lince, se
desorienten y se pierdan en este laberinto, del que es muy difícil salir. En efecto,
cuando uno se imagina que hablan de una obra, tratan frecuencia de otra; tened
pues cuidado de no dejaros engañar: pues es verdad que en cada obra debe el
sabio Artista disolver el cuerpo con el espíritu, debe cortar la cabeza del cuervo,
blanquear el negro y enrojecer el blanco; sin embargo, es propiamente en la
primera operación que el Sabio Artista corta la cabeza. al negro dragón y al
cuervo. Hermes dice que es aquí donde comienza nuestro arte: quod ex corvu
nascitur, hujus artis est principium. Considerar que es por la separación del
humo negro, sucio y hediendo del negro muy negro, que se forma nuestra piedra
astral, blanca y resplandeciente que contiene en sus venas la sangre del pelícano;
es con esta primera purificación de la Piedra y con esta blancura reluciente que
termina la primera Llave de la primera obra.


SEGUNDA LLAVE


La segunda Llave disuelve el compuesto o la Piedra y empieza la separación
de los Elementos de una manera Filosófica; esta separación de los elementos
sólo se hace elevando las partes sutiles y puras por encima de las partes crasas y
terrestres. El que sabe sublimar la Piedra Filosóficamente, merece con justo
titulo el nombre de Filósofo, puesto que conoce el fuego de los Sabios, que es el
único instrumento que puede operar esta sublimación. Ningún Filósofo ha
revelado jamás abiertamente este fuego secreto y este poderoso agente que
opera todas las maravillas del arte; el que no lo comprenda y que no sepa
distinguirlo por los caracteres con los cuales he tratado de describirlo en la
plática de Eudoxio y Pirófilo, debe detenerse aquí y rogar a Dios que le ilumine,
pues el conocimiento de este secreto es más bien un don del Cielo que una luz
adquirida por la fuerza del razonamiento; que lea sin embargo los escritos de los
Filósofos, que medite sobre ellos y especialmente que rece; no hay ninguna
dificultad que no sea aclarada por el trabajo, la meditación y la oración.
Sin la sublimación de la Piedra, la conversión de los Elementos y la
extracción de los principios es imposible; y esta conversión, que hace agua de la
tierra, aire del agua, y fuego del aire, es el único camino por el cual puede
hacerse y prepararse nuestro Mercurio. Aplicaos pues a conocer este fuego
secreto que disuelve la Piedra naturalmente y sin violencia, y hace. que se
resuelva en agua en el gran mar de los Sabios por la destilación que se hace de
rayos del sol y de la luna. De esta manera, la Piedra, que según Hermes es la viña
de los Sabios, se convierte en su vino, que produce, por las operaciones del arte,
su agua de vida rectificada y su vinagre muy agrio. Este padre de nuestra
Filosofía exclama ante este misterio: Benedicta aquina forma, quae Elementa
dissolvis!. Los elementos de la Piedra no pueden ser disueltos salvo por este
agua absolutamente divina, y de la que sólo puede hacerse una perfecta
disolución después de una digestión y putrefacción proporcionada con la que
termina la segunda Llave de la primera obra.


TERCERA LLAVE


La tercera Llave comprende ella sola una serie de operaciones más larga que
todas las otras juntas: los Filósofos hablaron muy poco de ella, aunque de ella
depende la perfección de nuestro Mercurio; incluso los más sinceros, como
Artephius, el Trevisano, Flamel, pasaron en silencio las preparaciones de
nuestro Mercurio y casi no se encuentra uno que no haya dado por supuesta, en
vez de enseñarla, la más larga y más importante de las operaciones de nuestra
práctica. Con el propósito de daros la mano en esta parte del camino que vais a
recorrer, donde a falta de luz es imposible seguir la verdadera ruta, me extenderé
más de lo que hicieron los Filósofos, sobre esta tercera Llave, o al menos seguiré
por orden lo que dijeron ellos sobre este tema, tan confusamente que sin una
inspiración del Cielo o sin el auxilio de un fiel amigo, permanecemos
indudablemente en este Dédalo, sin poder encontrar una salida feliz. Estoy
seguro de que vosotros, que sois los verdaderos hijos de la ciencia, obtendréis
una grandísima satisfacción de la aclaración de estos misterios ocultos, que se
refieren a la separación y la purificación de los principios de nuestro Mercurio,
que se hace con una perfecta disolución y glorificación del cuerpo al que debe su
nacimiento y por la unión íntima del alma con su cuerpo cuyo espíritu es el único
lazo que opera esta conjunción; allí está la intención y el punto esencial de las
operaciones de esta llave, que termina con la generación de una nueva sustancia
infinitamente más noble que la primera.
Después que el sabio Artista ha hecho salir de la Piedra una fuente de agua
viva, ha exprimido el jugo de la vid de los Filósofos y ha hecho su vino, debe
observar que en esta sustancia homogénea, que aparece en la forma del agua,
hay tres sustancias diferentes y tres principios naturales de todos los cuerpos,
sal, azufre y Mercurio, que son el espíritu, el alma y el cuerpo; y aunque
parezcan puros y perfectamente unidos entre sí, falta todavía mucho para que lo
estén; pues cuando por destilación extraemos el agua, que es el alma y el
espíritu, el cuerpo permanece en el fondo del vaso como una tierra muerta, negra
y feculenta, la cual no hay empero que desdeñar; pues, en nuestro sujeto, no hay
nada que no sea bueno. El Filósofo Juan Pontanus sostiene que lo superfluo de la
Piedra se convierte en una verdadera esencia, que el que pretende separar algo
de nuestro sujeto, no conoce nada de la Filosofía, y que todo lo que hay de
superfluo, de inmundo, de feculento, y en fin toda la sustancia del compuesto, se
perfecciona por la acción de nuestro fuego. Esta opinión abre los ojos a los que,
para hacer una exacta purificación de los elementos y de los principios, se
convencen de que sólo hay que tomar lo sutil y rechazar lo espeso; pero los hijos
de la ciencia no deben ignorar que el fuego y el azufre están ocultos en el centro
de la tierra, y que es preciso lavarla exactamente con su espíritu, para extraer el
bálsamo, la sal fija, que es la sangre de nuestra Piedra; he aquí el misterio
esencial de esta operación, la cual sólo se cumple después de una digestión
adecuada y una lenta destilación. Seguid, pues, hijos del arte, el precepto que os
da el veraz Hermes, que dice en este lugar, oportet autem nos cum hac aquina
anima ut formam sulphuream possideamus, aceto nostro eam miscere; cum
enim compositum solvitur, clavis est restaurationis. Sabéis qué no hay nada más
opuesto que el fuego y el agua, sin embargo, es necesario que el sabio Artista
haga la paz entre unos enemigos, que en el fondo se aman ardientemente. El
Cosmopolita dijo el medio de hacerlo en pocas palabras: Purgatio ergo rebus,
fac ut ignis et aqua amici fiant ;, quod in terra sua, quae cum iis ascenderat,
facile facient. Prestad pues atención a este punto, abrevad con frecuencia la
tierra con su agua y obtendréis lo que buscáis. ¿No es preciso que el cuerpo sea
disuelto por el agua y que la tierra sea penetrada por su humedad, para que esté
en condiciones para la generación? Según los Filósofos, el espíritu es Eva; el
cuerpo es Adán; ambos deben unirse para la propagación de su especie. Hermes
dijo lo mismo en otros términos: Aqua namque fotissima est natura, quae
transcendit, et fixam in corpore naturam excitat; hoc est laetificat. En efecto,
estas dos sustancias, que son de una misma naturaleza, pero de dos sexos
distintos, se abrazan con el mismo amor, y la misma satisfacción que el varón y
la hembra, y se elevan insensiblemente juntos, dejando tan sólo unas cuantas
heces en el fondo del vaso; de suerte que el alma, el espíritu y el cuerpo, después
de una exacta depuración, parecen al fin inseparablemente unidos en una formal
más noble y más perfecta de lo que era antes, y tan diferente de la primera forma
líquida como el Alcohol de vino exactamente rectificado y agudizado con su sal,
es diferente de la sustancia del vino, del que ha sido extraído; esta comparación
no es solamente muy justa, sino que además proporciona a los hijos de la ciencia
un conocimiento preciso de las operaciones de esta tercera Llave.
Nuestra agua es una fuente viva que brota de la piedra por un milagro natural
de nuestra Filosofía. Omnium primo est aqua,, quae exít de hoc lapide. Fue
Hermes quien pronunció esta gran verdad. Reconoce, además, que este agua es
el fundamento de nuestro arte. Los Filósofos le dan varios nombres; pues ora le
llaman vino, ora agua de vida, ora vinagre, o bien aceite, según los diferentes
grados de preparación o según los diversos efectos que es capaz de producir. Os
advierto, sin embargo, que es propiamente el vinagre de los sabios, y que en la
destilación de este divino licor, ocurre lo mismo, que en la del vinagre común;
podéis sacar de esto una gran instrucción; el agua y la flema suben las primeras;
la sustancia oleosa, en la cual consiste la eficacia de nuestra agua, viene la
última. Es esta sustancia intermedia entre la tierra y el agua la que, en la
generación. del hijo Filosófico, hace la función de varón; Hermes nos lo hace
observar perfectamente con estas palabras inteligibles: Unguentum mediocre,
quod est ignus, est medium inter foecent, et aquam. No se contenta con dar estas
luces a sus discípulos, sino que les enseña además en su Tabla de Esmeralda de
qué manera deben conducirse en esta operación. Separabis terram ab igne;
subtile ac spisso suaviter, magno cum ingenio. Tened cuidado sobre todo de no
apagar el fuego de la tierra con las aguas del diluvio. Esta separación, o más bien
esta extracción debe hacerse con muy buen criterio.
Es pues necesario disolver enteramente el cuerpo, para extraer de él toda su
humedad, que contiene este azufre precioso, este bálsamo de la naturaleza y este
ungüento maravilloso, sin el cual no podéis esperar ver nunca en vuestro caso
esta negrura tan deseada por todos los Filósofos. Reducid pues todo el
compuesto a agua, y haced una unión perfecta de lo volátil con lo fijo; es un
precepto de Senior, que merece que le prestéis atención. Supremus fumus, dice,
ad infimum reduci debet, et divina aqua Rex est de coelo descendens, reductor
animas ad suum corpus est, quod demum a morte vivificat. El bálsamo de la vida
está oculto en estas heces inmundas, debéis lavarla con el agua celeste hasta que
le hayáis quitado la negrura, y entonces vuestra agua será animada por la esencia
ígnea que opera todas las maravillas de nuestro arte. No puedo daros sobre esto
consejos mejores, que los del gran Trismegisto. Oportet ergo vos ab aqua
fumum super-existentem, ab unguento nigredinem, et a foece mortem depeller;
pero el único medio de triunfar en esta operación os lo enseña el mismo Filósofo,
que añade inmediatamente después: et hoc disolutione, quo peracto, maximan
habemus Philosophiam, et omnium secretorum secretum.
Pero a fin de que no os engañéis con el término de compuesto, os diré que los
Filósofos tienen dos clases de compuestos. El primero es el compuesto de la
naturaleza, que es aquel del que he hablado en la primera Llave; pues es la
naturaleza quien lo hace de una manera incomprensible para el Artista, que no
hace más que prestar su ayuda a la naturaleza para la administración de las cosas
externas, mediante lo cual da a luz y produce este admirable compuesto. El
segundo es el compuesto de arte; es el sabio quien lo hace por, la unión íntima de
lo fijo con lo volátil perfectamente conjuntados, con toda la prudencia que se
puede adquirir por las luces de una profunda Filosofía; el compuesto del arte no
es en modo alguno el mismo en la segunda y en la tercera Obra, aunque es
siempre el artista quien lo hace. Geber lo definió como una mezcla de azogue y
azufre, es decir de lo volátil y lo fijo, que actuando el uno sobre el otro, se
volatilizan y se fijan recíprocamente hasta una perfecta fijeza. Considerad el
ejemplo de la naturaleza, y veréis que la tierra no produciría jamás fruto, si no
estuviese empapada de su humedad, y que la humedad sería siempre estéril, si no
fuese retenida y fijada por la sequedad de la tierra.
Debéis estar, pues, seguros de que no se puede tener éxito alguno en nuestro
arte, si en la primera obra no purificáis la serpiente nacida del limo de la tierra, si
no blanqueáis estas heces feculentas y negras, para separar de ellas el azufre
blanco, la sal amónica de los sabios; que es su casta Diana que se lava en el baño.
Todo este misterio no es más que la extracción de la sal fija de nuestro
compuesto en el cual consiste toda la energía de nuestro Mercurio. El agua que
se eleva por destilación, se lleva consigo una parte de esta sal ígnea, de suerte
que el derramamiento del agua sobre el cuerpo repetida varias veces, impregna,
engorda y fecunda nuestro Mercurio, y lo pone en condiciones de ser fijado; lo
cual es el fin de la segunda obra. No se podría exponer mejor esta verdad, como
lo hizo Hermes con estas palabras: Cum viderem quod aquas sensim crassior,
duriorque fieri inciperet, gaudebam; certo enim sciebam, ut invenirem quod
quaerebam.
Aunque no tuvieseis, más que un conocimiento muy mezquino de nuestro
arte, lo que acabo de deciros sería más que suficiente para haceros comprender
que todas las operaciones de esta Llave, que pone fin a la primera obra no son
otras que digerir, destilar, cohobar, disolver, separar y unir el todo con suavidad
y paciencia: de esta suerte no obtendréis únicamente una extracción entera del
jugo de la vid de los sabios, sino que poseeréis también su verdadera agua de
vida y os advierto que cuanto más la rectifiquéis y más la trabajéis, adquirirá más
penetración y más virtud; si los filósofos le dieron el nombre de agua de vida, es
porque da la vida a los metales; se la llama con justicia la gran lunar, a causa del
esplendor con que brilla; la llaman también sustancia sulfúrea, bálsamo, goma,
humedad viscosa, vinagre muy agrio de los Filósofos, etcétera.
No sin razón los Filósofos dan a este licor Mercurial el nombre de agua
póntica y de vinagre muy agrio; su ponticidad exuberante es el verdadero
carácter de su virtud; sucede además, como ya he dicho, en su destilación lo
mismo que ocurre en la del vinagre, la flema y el agua suben las primeras, las
partes sulfurosas y salinas se elevan las últimas; separad la flema del agua,
reunid el agua y el fuego, el Mercurio con el azufre, y veréis al fin el negro muy
negro, blanquearéis el cuervo y enrojeceréis el cisne.
Como sólo os hablo a vosotros, verdaderos discípulos de Hermes, quiero
revelaros un secreto que no encontraréis enteramente en los libros de los
Filósofos. Unos se contentaron con decir que de su licor se hacen dos Mercurios,
uno blanco y el otro rojo. Flamel dijo más particularmente que hay que emplear
el Mercurio citrino, para hacer las absorciones al rojo; advirtió a los hijos del arte
que no debían engañarse sobre este punto, asegura también que se habría
engañado él mismo, si Abraham Judío no le hubiese avisado. Otros Filósofos
enseñaron que el Mercurio blanco es el baño de la luna y que el Mercurio rojo es
el baño del sol: pero ninguno de ellos quiso mostrar claramente a los hijos de la
ciencia de qué manera pueden obtener estos dos Mercurios: si me habéis
comprendido bien, estáis ya ilustrados sobre este punto. La luna es el Mercurio
rojo, pero para determinar mejor estos dos Mercurios, alimentadlos con una
carne de su especie, la sangre de los inocentes degollados, es decir, los espíritus
de los cuerpos, son el baño, donde el sol y la luna van a bañarse.
Os he revelado un gran misterio, si reflexionáis bien sobre ello, los Filósofos
que hablaron de ello pasaron muy ligeramente sobre este punto importante: el
Cosmopolita lo tocó un modo muy espiritual mediante una ingeniosa alegoría
del Mercurio: Hoc fiet, dice, si seninostro aurum et argentum deglutire davis, ut
ipse consumat illa, et tandem ille etiam moriturus comburatur. Acaba de
describir todo el Magisterio en estos términos: Cineres ejus spargantur in
aquam, coquito eam donec satis est, et habes medicinam curandi lepram. No
debéis ignorar que nuestro anciano es nuestro Mercurio; que este nombre le
conviene porque es la materia prima de todos los metales; el mismo Filósofo
dice que es su agua, a la cual da el nombre de acero y de imán, y añade para
confirmar mejor lo que acabo de descubriros: Si undecies coit aurum cum eo,
emittit suum semen, et debilitatur fere ad mortem usque; concipit chalybs, et
generat filium patre clariorem. He aquí, pues, un gran misterio que os revelo sin
ningún enigma; ahí está el secreto de los Mercurios, que contienen las dos
tinturas. Guardadlas separadamente y no confundáis sus especies, por miedo de
que no procreen una estirpe monstruosa.
No solamente os hablo de un modo más inteligible que jamás hiciera ningún
Filósofo, sino que también os revelo cuanto hay de más esencial en la práctica de
nuestro arte: si meditáis sobre esto, si os aplicáis en comprenderlo bien; pero
sobre todo si trabajáis con las luces que os doy, no dudo en modo alguno de que
obtendréis, lo que buscáis, y si no alcanzáis estos conocimientos por el camino
que os indico, tengo la seguridad de que difícilmente llegaréis a vuestro fin con
la sola lectura de los Filósofos. No desesperéis pues de nada; busca la fuente del
licor de los sabios que contiene todo lo que es necesario para la obra, está oculto
debajo de la piedra, golpead encima con la Verga del fuego mágico, y brotará
una clara fuente, haced después lo que os he mostrado, preparad el baño del Rey
con la sangre de los Inocentes, y tendréis el Mercurio de los sabios animado, que
no pierde jamás sus virtudes si lo guardáis en un vaso bien cerrado. Hermes dice
que hay tanta simpatía entre los cuerpos purificados y los espíritus, que no se
abandonan jamás una vez han sido unidos; porque esta unión es parecida a la del
alma con el cuerpo glorificado, después de la cual nos enseña la fe que no
volverá a haber separación ni muerte. Quia spiritus, ablutis corporibus
desiderant inesse, habitis autem ipsis, eos vivificant, et in iis habitant. Veis por
esto el mérito de este precioso licor, al cual dieron los Filósofos mil nombres
diferentes; es el agua de vida de los sabios, el agua de Diana, la gran lunar, el
agua de azogue; es nuestro Mercurio, nuestro aceite incombustible que se
congela con el frío como el hielo y se licúa como mantequilla con el calor;
Hermes lo llama tierra enramada o tierra de hojas, no sin mucha razón, pues si la
observáis bien, advertiréis que está llena de hojas; en una palabra, es la fuente
clarísima que menciona el conde Trevisano; es, en fin, el gran Alkaest que
disuelve radicalmente los metales; es la verdadera agua permanente que después
de haberlos disuelto, se une inseparablemente a ellos y aumenta su peso y su
tintura.


CUARTA LLAVE


La cuarta Llave del arte es la entrada de 1a segunda obra, es ella quien reduce
nuestra agua en tierra, no hay más que esta sola agua en mundo que por una
simple cocción pueda ser convertida en tierra, porque el Mercurio de los
sabios lleva en su centro su propio azufre que lo coagula. El aterramiento
del espíritu es la única operación de esta obra; coced pues paciencia; si
habéis procedido bien, no pasará mucho tiempo sin que veáis las señales de
esta coagulación, y si éstas no aparecen a su tiempo, no aparecerán jamás,
porque es un signo indudable de que habéis fallado en algo esencial, en las
primeras operaciones, pues para corporificar el espíritu que es nuestro
Mercurio, hay que haber disuelto bien el cuerpo en el cual está enterrado el
azufre que coagula el Mercurio. Hermes asegura que nuestra agua
Mercurial habrá adquirido todas las virtudes que los Filósofos le atribuyen,
cuando se haya cambiado en tierra. Vis ejus integra est, si in terram
conversa fuerit. Tierra admirable por su fecundidad, tierra de promisión de
los Sabios, los cuales al saber hacer que caiga el rocío del cielo sobre ella, le
hacen producir frutos de precio incalculable. El Cosmopolita expresa muy
bien las ventajas de esta tierra bendita. Qui scit aquam congelare calido, et
spiritum cum ea jungere, certerem inveniet millesies pretiosiorem auro, et
omni re. Nada se acerca al mérito de esta tierra y de este espíritu
perfectamente aliados, según las reglas de nuestro arte; son el verdadero
Mercurio y el verdadero azufre de los Filósofos, el varón vivo y la hembra
viva que contienen la semilla, única que puede procrear un hijo más ilustre
que sus padres. Cultivad pues cuidadosamente esta preciosa tierra; regadla
a menudo con su humedad, secadla otras tantas veces y no aumentaréis
menos sus virtudes que su peso y su fecundidad.


QUINTA LLAVE


La quinta llave de nuestra obra es la fermentación de. la Piedra con el
cuerpo perfecto para hacer de ella la medicina del tercer orden. No diré nada
en particular sobre la operación de la tercera obra, sino que el cuerpo
perfecto es una levadura necesaria para nuestra pasta: que el espíritu debe
hacer la unión de la pasta con la levadura, de la misma manera que agua
destempla la harina, y disuelve la levadura, para componer una pasta
fermentada adecuada para hacer pan. Esta comparación es muy justa, y fue
Hermes el primero en hacerla. Sicut enim pasta sine fermentari potest; sic
cum corpus sublimaveris, mundaveris, et turpitudinem. a foece
separaveris; cum conjungere volueris, pone in eis fermentum, et aquam
terram confice, ut pasta fiat fermentum. Con respecto a la fermentación
repite aquí el Filósofo toda la obra, y muestra que lo mismo que la Masa de
la pasta se convierte toda en levadura por la acción del fermento que le ha
sido añadido, así toda confección Filosófica se convierte por esta operación
en una levadura adecuada para fermentar una nueva materia y multiplicarla
hasta el infinito.
Si observáis bien de qué manera se hace el pan, encontraréis las
proporciones que debéis guardar entre las materias que componen vuestra
pasta Filosófica. ¿Acaso no ponen los panaderos más harina que levadura, y
más agua que levadura y harina? Las leyes de la naturaleza son las leyes que
debéis seguir en la práctica de todo nuestro Magisterio. Os he dado todas las
instrucciones que necesitáis sobre todos los puntos principales; de suerte
que sería superfluo deciros más, particularmente en lo que respecta a las
últimas operaciones sobre las cuales han sido los Filósofos mucho menos
reservados que sobre las primeras que son los fundamentos del arte.


SEXTA LLAVE


La sexta Llave enseña la multiplicación de la Piedra por la reiteración de
la misma operación que sólo consiste en abrir y cerrar, disolver y coagular,
embeber y secar, con lo que las virtudes de la piedra aumentan hasta el
infinito. Como mi propósito no ha sido describir completamente la práctica
de las tres medicinas, sino solamente instruiros sobre las operaciones más
importantes, referentes a la preparación del Mercurio, que los Filósofos
pasan generalmente en silencio para ocultar a los profanos misterios que
sólo son para los sabios, no me detendré más en este punto, y no os diré nada
más de lo que concierne a la proyección de la medicina, porque el éxito que
esperáis no depende de esto; sólo os he dado instrucciones muy amplias
sobre la tercera Llave, a causa de que ésta comprende una larga serie de
operaciones, las cuales, aunque simples y naturales, no dejan de requerir
una gran comprensión de las leyes de la naturaleza y de las cualidades de
nuestra materia, así como un perfecto conocimiento de la química y de los
diferentes grados de calor que convienen a estas operaciones.
Os he conducido por el camino recto sin ninguna desviación, y habéis
observado bien la ruta que os he trazado, estoy seguro de que iréis
directamente al fin sin extraviaros. Agradecedme la intención que he tenido
de ahorraros mil trabajos y mil fatigas, que yo mismo experimenté en este
penoso viaje, a falta de una ayuda parecida a la que os brindo en esta carta,
fruto de un corazón sincero y de un tierno afecto por todos los verdaderos
hijos de la ciencia. Os compadecería mucho si, como yo, después de haber
conocido la verdadera materia, pasarais quince años enteramente
dedicados al trabajo, al estudio y a la meditación, sin poder extraer de la
Piedra el jugo precioso, que ella encierra en su seno, por no conocer el fuego
secreto de los Sabios que hace fluir de está planta, seca y árida en
apariencia, un agua que no moja las manos, y que por la unión mágica del
agua seca del mar de los Sabios, se resuelve en un agua viscosa, en un licor
Mercurial que es el principio, el fundamento y la llave de nuestro arte:
convertid, separad y purificad los elementos, como yo os he enseñado, y
poseeréis el verdadero Mercurio de los Filósofos, que os dará el azufre fijo y
la medicina universal.
Pero ya os he advertido que cuando hayáis llegado al conocimiento del
fuego secreto de los sabios, no habréis llegado empero al final de la primera
carrera. Yo estuve vagando varios años por el camino que queda por hacer
para llegar a la fuente misteriosa donde el Rey se baña, se rejuvenece, y
emprende una nueva vida exenta de toda clase de dolencias; es preciso que
sepáis además de esto purificar, calentar y animar este baño Real: para
daros la mano en este camino secreto, me he extendido en la tercera Llave,
de la cual se deducen todas estas operaciones. Espero de todo corazón, que
las instrucciones que os he dado os hagan ir directamente al fin. Pero
recordad, hijos de la ciencia, que el conocimiento de nuestro Magisterio
viene más de la inspiración del Cielo, que de las luces que podamos adquirir
por nosotros mismos. Esta verdad es reconocida por todos los Filósofos:
por esto no basta con trabajar; orad asiduamente, leed los buenos libros y
meditad noche y día sobre las operaciones de la naturaleza y sobre lo que
ésta puede ser capaz de hacer cuando es ayudada por el apoyo de nuestro
arte y por este medio triunfaréis sin duda en vuestra empresa.
Esto es cuanto tenía que deciros en esta carta; no he querido haceros un
discurso muy extenso, tal como parece exigir la materia, pero cuanto os he
dicho es esencial en nuestro arte, de suerte que si conocéis nuestra Piedra,
que es la única materia de nuestra Piedra, y si tenéis el conocimiento de
nuestro fuego que es secreto y natural al mismo tiempo, tenéis 1as llaves del
arte y podéis calcinar nuestra Piedra, no por la calcinación ordinaria que se
hace por la violencia del fuego, sino por una calcinación Filosófica que es
puramente natural.
Observad ahora con los más ilustrados Filósofos, que hay una diferencia
entre la calcinación ordinaria que se hace a fuerza de fuego y la calcinación
natural, y es que la primera destruye el cuerpo y consume la mayor parte de
su humedad radical, mientras que la segunda no sólo conserva la humedad
del cuerpo al calcinarlo, sino que lo aumenta considerablemente.
La experiencia os hará conocer en la práctica esta gran verdad, pues
encontraréis en efecto que esta calcinación Filosófica que sublima y destila
la Piedra calcinándola, aumenta en mucho su humedad: la razón es que el
espíritu ígneo del fuego natural se materializa en las sustancias que le son
análogas. Nuestra piedra es un fuego astral, que simpatiza con el fuego
natural y que, como una verdadera salamandra, nace, se alimenta y crece en
el fuego Elemental que les es geométricamente proporcionado.
El nombre del autor se puede leer en latín en este Anagrama:


***
Nota: A partir de este punto, el documento digital que tengo, esta en blanco, pienso que sera una errata, intentare buscar la septima llave, y lo que resta del texto, pues yo soy el primer interesado; s alguin, lo tubiera, y quisiera compartirlo, o ponerme en contacto para conseguirlo, le estaria muy agradecido; en caso afirmativo, dirijirse a : snake@ono.com

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