ENIGMAS -- LAS MOMIAS DE LOS PANTANOS
La muerte está tan segura de cogerte, que te deja una vida de ventaja
(Anónimo ).
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Los pantanos de turba del Noreste europeo son acreedores de uno de los muchos misterios que encierra el viejo continente: la aparición de momias con más de 2.000 años de antigüedad. Todos los cuerpos llevan estigmas de muerte violenta que hacen sospechar a los científicos que fueron víctimas de sacrificios o rituales religiosos. Hombres, mujeres y niños que resucitan tras siglos de silencio, y que nos revelan aspectos sorprendentes de la época en que vivieron.
Los cuerpos momificados descubiertos a lo largo del siglo XX en los pantanos del norte de Europa constituyen, además de un importante hallazgo arqueológico, un misterio difícil de descifrar que ha permanecido intacto gracias a las condiciones especiales que reúne la zona y a las turberas de los pantanos. Dos siglos después de su muerte, los cuerpos difuntos, notablemente conservados, vuelven a ver la luz del día delatando que su muerte fue violenta. ¿Se trata de víctimas participantes en sacrificios rituales o de ajusticiamientos a criminales? Estrangulamientos, decapitaciones, hombres, mujeres y niños degollados y apuñalados...
De momento no existe una respuesta única a este interrogante. Las pruebas científicas realizadas aseguran que la mayoría de los cuerpos datan de la segunda mitad de la Edad de Hierro, periodo que corresponde a la llegada de los romanos y su dominio en estas tierras. Remitiéndonos a las crónicas escritas por los historiadores Plinio y Tácito, encontramos ciertas respuestas que confirman las sospechas de los arqueólogos y científicos que realizan las investigaciones: los pueblos que habitaban el noroeste de Europa dos mil años atrás, tenían la creencia de que los dioses habitaban en los terrenos pantanosos y acostumbraban a ahogar a los criminales, desertores, traidores, e incluso, a los homosexuales. Al parecer, el objetivo de dichos actos, además del castigo y ajusticiamiento, era el de ofrecer a las divinidades los cuerpos y vidas de los castigados a modo de sacrificios. Sin embargo, otros autores antiguos como Osorio y Julio Cesar apuntaron que los humanos sacrificados eran ofrecidos a los pantanos sagrados tras ganar una batalla en señal de ofrenda al dios de la guerra.
A estos datos cabe aunar el trabajo realizado en las investigaciones científicas sobre las vísceras de algunos cuerpos que, curiosamente, se han conservado en buen estado. El análisis del contenido de sus estómagos ha confirmado que esas personas habían ingerido productos habituales en las ceremonias religiosas de la época, como polvo de muérdago y bayas, ambos conocidos por su importancia en las prácticas rituales de los druidas.
Otro elemento determinante para apoyar la teoría de los sacrificios se obtuvo durante las investigaciones realizadas por los especialistas del Museo Británico sobre el Hombre de Lindow, descubierto en Lindow Moss, cerca de la localidad inglesa de Manchester, en 1984. Había sido estrangulado y luego degollado con un cuchillo. En su estómago se encontraron frutos de muérdago, lo que indica claramente que la víctima fue partícipe de un sacrificio ritual celta.
En teoría de un arqueólogo danés, las momias corresponderían a personas que habrían sido ofrendadas a Nerthus, la diosa de la Tierra. El propio historiador Tácito escribió en sus crónicas Germania la descripción de un rito tribal en el que se obligaba a los esclavos a tirar de un carromato a campo traviesa con la imagen de la diosa Nerthus en él. "... después, el carro, los vestidos, y la divinidad misma son purificados en un lago secreto. Los esclavos encargados de celebrar el rito, son instantáneamente tragados por las aguas".
ENIGMAS POR RESOLVER
En el estudio de las momias de las turberas del noreste europeo, sólo se ha descubierto una pequeña parte de sus misterios. Uno de los innumerables detalles que aún permanecen por descubrir es que los cuerpos han aparecido casi siempre con una vara de abedul por encima suyo, o bien clavada en él a la altura del corazón. ¿Cuál era su fin?, ¿para que permaneciera en el fondo del pantano, o tal vez, como apuntan algunos especialistas, fuera para evitar que el cuerpo volviera a la vida?... La creencia más defendida por los expertos, considera que los antiguos habitantes suponían que de este modo impedían a los muertos que atormentaran a los vivos en forma de espectro o de vampiro, superstición que se ha mantenido hasta nuestros días.
Es posible que muchas de esas personas fueran ajusticiadas y arrojadas al pantano cuando aún estaban vivas, hecho que parece confirmarse por las hinchazones en los puntos donde las ramas apretaban los miembros. En otros casos, aparecen mujeres con la cabeza medio afeitada o en su totalidad, acto que posiblemente fuese una señal de castigo infligido a las adúlteras. Como explicaba Tácito en uno de sus escritos... "en presencia de sus familiares, él (el marido) echa de casa a su mujer desnuda, con la cabeza afeitada...".
Otro de los enigmas acerca de estos cuerpos momificados lo ofrece el hombre de Tollund, posiblemente el más famoso de cuantos se han hallado en estos pantanos, sobre todo por su perfecta conservación. En muchas de las momias se puede apreciar un marcado trato de crueldad, en algunos casos extremos, hasta su muerte. Pero en esta ocasión es diferente. Su rostro, a pesar de haber sido ahorcado, no muestra sino un semblante relajado, tendido de lado, con los brazos y piernas flexionados en postura fetal, con la apacible actitud de un hombre que duerme. Según la teoría de algunos investigadores este caso sería distinto, tratándose de un individuo no criminal que fue sacrificado en honor a algunos deidad de los pantanos.
El hombre de Tollund fue encontrado con el rostro casi intacto, con expresión tranquila y sosegada, a pesar de haber sido colgado con un lazo de cuero trenzado que aún rodeaba su cuello. La barba, a medio recortar, apenas estaba deteriorada al igual que sucedía con un pequeño gorro de cuero que le cubría la cabeza. Según las investigaciones, vivió alrededor del 200 a. de C., medía unos 160 cm. y tendría entre 30 y 40 años al morir. Fue descubierto flotando en el agua en mayo de 1950 por dos obreros que trabajaban cortando carbón de turba en los alrededores de la ciudad danesa de Silkborg. Su primera reacción fue llamar a la policía, ya que el cadáver se conservaba en tan buen estado que pensaron que se trataba del cuerpo de un joven estudiante que había desaparecido durante una excursión, o tal vez de un asesinato cometido pocos días atrás. El cuerpo se salvó de casualidad, gracias a que uno de los primeros policías que inspeccionaron el cadáver era miembro de la junta directiva de un museo local, poniéndolo a buen recaudo. Más tarde, llegó a Copenhague, donde los científicos expertos no tardaron en averiguar que su edad rondaba los 2.000 años. Actualmente la momia está en el museo de Copenhague.
LA IGNORANCIA DEL PASADO
A pesar de que los cuerpos momificados han ido apareciendo a lo largo de los siglos, no se tenía consciencia de su antigüedad. Aún más, muchas momias fueron encontradas por aterrados campesinos que, o bien les daban cristiana sepultura, o las abandonaban esperando que los elementos o los animales acabaran con ellas. Otras momias, corriendo diferente suerte, eran utilizadas para obtener beneficios económicos tras su total destrucción. Así eran vendidas como "polvo de momia", asegurando que poseía cualidades medicinales y farmacéuticas, otorgando la cualidad de ofrecer larga vida, algo así como el "don de la eterna juventud".
En un principio se pensó que se trataba de personas asesinadas o fallecidas víctimas de algún accidente, por lo que eran enterradas según consta en los registros de algunas iglesias. Posteriormente se reconoció que no eran difuntos contemporáneos, e incluso se relacionaron con personajes históricos, como sucedió en 1835, cuando un grupo de trabajadores daneses halló el cadáver casi intacto de una mujer en uno de los pantanos cercanos a la localidad de Jelling, antigua capital medieval danesa. Se creyó que el cuerpo pertenecía a la legendaria reina noruega Gunilde, viuda del rey Erik Blodoxe -siglo VIII-. Según rezaba la leyenda, el rey danés Harald Blotand la hizo venir a Dinamarca prometiendo casarse con ella. A su llegada, envió a los siervos para que la violaran y la ahogaran en un pantano. Como prueba de dicha teoría, se aportó el hecho de que la mujer encontrada llevaba un vestido precioso, y el pantano del que fue sacada se llamaba Gunnelmose, lo que se podría interpretar como pantano de Gunilde. El rey Federico VI, monarca en aquel entonces, decidió que el cadáver fuera sepultado en un sarcófago.
Sin embargo, a lo largo del siglo XIX innumerables cadáveres momificados fueron apareciendo en los pantanos del noreste de Europa, sin encontrar una respuesta a tal fenómeno, bien por falta de interés o por falta de medios técnicos para desenmascarar el misterio. La opinión generalizada hasta aquel entonces era que los cuerpos eran bastante recientes, ya que seguían manteniendo cabellos, piel, masa muscular y en algunos casos, ropa. En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la situación cambió. Durante esos tiempo de escasez de carbón, se volvió a utilizar la turba que se encontraba en los pantanos de esa zona, saliendo de nuevo a la luz más cuerpos, como la mujer de Elling, el hombre de Tollund, la niña Wiendeby, y el Hombre de Lindow.
AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN
Fue a finales del siglo XIX cuando los investigadores comenzaron, afortunadamente, a interesarse por el origen y proceso físico sufrido por estos cuerpos momificados, cuyo hallazgo y posterior estudio está legando a la Humanidad un testamento sin igual sobre las gentes que vivieron en las postrimerías de la Edad de Hierro.
Sus cuerpos fueron hallados en la mayoría de los casos desnudos. Por las ropas que se encontraron en su cercanía se ha podido saber que las mujeres vestían faldas tejidas o tiras de piel que les llegaban hasta las caderas, realizaban elaborados peinados y cuidaban sus manos y uñas. Por otro lado, los hombres usaban capas de piel, y en ocasiones, medias y calzado. Un dato a tener en cuenta es que no se han encontrado restos de sangre, lo que ha hecho suponer que eran desnudados antes del sacrificio.
Según el arqueólogo Christian Fischer, director del museo Silkeborg de Dinamarca, donde se encuentran algunas de las momias de los pantanos, hacia las décadas de los 50 y 60 los investigadores sólo podían determinar la antigüedad de una momia analizando los granos de polen de los sedimentos que la rodeaban. La aplicación de este sistema conducía inevitablemente a márgenes de error que podían traducirse en cientos de años. Sin embargo, hoy en día, con el descubrimiento de las nuevas y efectivas técnicas del carbono se pueden realizar evaluaciones bastante más aproximadas solamente con inspeccionar unos granos de tejido o de cabello, siempre y cuando la muestra no haya estado expuesta en lugares de contaminación ambiental.
Los avances de la investigación científica han ofrecido la posibilidad a la Paleontología y a la Paleopatología de descubrir las deficiencias físicas de dichos cuerpos, así como sus enfermedades y tipo de alimentación. También, y gracias a la Biología molecular, se espera poder conseguir una muestra de ADN, aunque existen dudas al respecto debido a que la acidez del carbón de turba parece que alteró casi todo el material genético. La esperanza es hallarlo en la médula de alguna pieza dental. Si esto se consiguiera, sería posible trazar, a través de las relaciones de parentesco, unos flujos de migración concretos.
Desafortunadamente, la situación presente en los turbales del noreste europeo ha cambiado. En la actualidad, el carbón de turba de los pantanos se está extinguiendo alarmantemente a consecuencia de su continuo y elevado consumo en los países de la zona.
Mientras tanto, sólo nos queda preservar el importante patrimonio que tiene la Humanidad en estos cuerpos momificados para, una vez averiguados sus misterios, poder saber algo más acerca de nuestro desconocido pasado.
LOS CASOS MÁS CURIOSOS
La Mujer de Huldremose. Fue descubierta en 1879 en uno de los pantanos de Jutlandia (Dinamarca) cubierta con una capa y una falda. En 1952 se dieron cuenta de qué provocó su muerte: tenía el brazo derecho amputado y tenía cortes en todos sus miembros, por lo que murió desangrada antes de ser arrojada al agua.
El cuerpo de la niña de Windeby fue hallado en Schleswig-Holstein (Alemania) en 1952 en el fondo de una tumba en el turbal, con una rama de abedul en el hueco de su brazo derecho. Tenía media cabeza afeitada, lo que hizo pensar que había sido ejecutada por adulterio. Según los exámenes sólo tenía 13 años y los ojos vendados por una cinta con la que fue posiblemente estrangulada.
El Hombre de Gallagh se descubrió en 1821 en el condado de Galway, en Irlanda. Es una de las momias más antiguas del norte de Europa. Apareció cubierta con una capa de piel de ciervo atada al cuello mediante unas cañas utilizadas para estrangularle. Junto al cuerpo se hallaron unos postes que fueron utilizados para hundir el cuerpo en el agua.
Con el apodo de Franz el Pelirrojo se conoce en Alemania al Hombre de Neuversen. Vivió hacia el año 300 d. de C., y fue encontrado en 1900 en un pantano entre Holanda y Alemania.
La Mujer de Elling fue descubierta en 1938 donde 12 años después se dio con el hombre de Tollund. Vivió hace unos 2.100 años y murió aproximadamente a los 30 ahorcada con un cordón de cuero. Su cuerpo estaba envuelto en una capa de piel de becerro y sus piernas por otra de ternero. Su larga cabellera le llegaba hasta la cintura.
Otro caso es la momia del Hombre de Damendorf, descubierto en 1900 en Schleswig-Holstein, Alemania. Vivió hacia el año 200 d. de C. Sólo le quedaba la piel. Los huesos se disolvieron por la acidez del agua de la ciénaga.
A pesar de los signos de violencia, el Hombre de Grauballe murió envenenado. Le cortaron la garganta de oreja a oreja, le aplastaron el cráneo y le rompieron una tibia. Los expertos pudieron tomar sus huellas dactilares.
David Sentinella
La muerte está tan segura de cogerte, que te deja una vida de ventaja
(Anónimo ).
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Los pantanos de turba del Noreste europeo son acreedores de uno de los muchos misterios que encierra el viejo continente: la aparición de momias con más de 2.000 años de antigüedad. Todos los cuerpos llevan estigmas de muerte violenta que hacen sospechar a los científicos que fueron víctimas de sacrificios o rituales religiosos. Hombres, mujeres y niños que resucitan tras siglos de silencio, y que nos revelan aspectos sorprendentes de la época en que vivieron.
Los cuerpos momificados descubiertos a lo largo del siglo XX en los pantanos del norte de Europa constituyen, además de un importante hallazgo arqueológico, un misterio difícil de descifrar que ha permanecido intacto gracias a las condiciones especiales que reúne la zona y a las turberas de los pantanos. Dos siglos después de su muerte, los cuerpos difuntos, notablemente conservados, vuelven a ver la luz del día delatando que su muerte fue violenta. ¿Se trata de víctimas participantes en sacrificios rituales o de ajusticiamientos a criminales? Estrangulamientos, decapitaciones, hombres, mujeres y niños degollados y apuñalados...
De momento no existe una respuesta única a este interrogante. Las pruebas científicas realizadas aseguran que la mayoría de los cuerpos datan de la segunda mitad de la Edad de Hierro, periodo que corresponde a la llegada de los romanos y su dominio en estas tierras. Remitiéndonos a las crónicas escritas por los historiadores Plinio y Tácito, encontramos ciertas respuestas que confirman las sospechas de los arqueólogos y científicos que realizan las investigaciones: los pueblos que habitaban el noroeste de Europa dos mil años atrás, tenían la creencia de que los dioses habitaban en los terrenos pantanosos y acostumbraban a ahogar a los criminales, desertores, traidores, e incluso, a los homosexuales. Al parecer, el objetivo de dichos actos, además del castigo y ajusticiamiento, era el de ofrecer a las divinidades los cuerpos y vidas de los castigados a modo de sacrificios. Sin embargo, otros autores antiguos como Osorio y Julio Cesar apuntaron que los humanos sacrificados eran ofrecidos a los pantanos sagrados tras ganar una batalla en señal de ofrenda al dios de la guerra.
A estos datos cabe aunar el trabajo realizado en las investigaciones científicas sobre las vísceras de algunos cuerpos que, curiosamente, se han conservado en buen estado. El análisis del contenido de sus estómagos ha confirmado que esas personas habían ingerido productos habituales en las ceremonias religiosas de la época, como polvo de muérdago y bayas, ambos conocidos por su importancia en las prácticas rituales de los druidas.
Otro elemento determinante para apoyar la teoría de los sacrificios se obtuvo durante las investigaciones realizadas por los especialistas del Museo Británico sobre el Hombre de Lindow, descubierto en Lindow Moss, cerca de la localidad inglesa de Manchester, en 1984. Había sido estrangulado y luego degollado con un cuchillo. En su estómago se encontraron frutos de muérdago, lo que indica claramente que la víctima fue partícipe de un sacrificio ritual celta.
En teoría de un arqueólogo danés, las momias corresponderían a personas que habrían sido ofrendadas a Nerthus, la diosa de la Tierra. El propio historiador Tácito escribió en sus crónicas Germania la descripción de un rito tribal en el que se obligaba a los esclavos a tirar de un carromato a campo traviesa con la imagen de la diosa Nerthus en él. "... después, el carro, los vestidos, y la divinidad misma son purificados en un lago secreto. Los esclavos encargados de celebrar el rito, son instantáneamente tragados por las aguas".
ENIGMAS POR RESOLVER
En el estudio de las momias de las turberas del noreste europeo, sólo se ha descubierto una pequeña parte de sus misterios. Uno de los innumerables detalles que aún permanecen por descubrir es que los cuerpos han aparecido casi siempre con una vara de abedul por encima suyo, o bien clavada en él a la altura del corazón. ¿Cuál era su fin?, ¿para que permaneciera en el fondo del pantano, o tal vez, como apuntan algunos especialistas, fuera para evitar que el cuerpo volviera a la vida?... La creencia más defendida por los expertos, considera que los antiguos habitantes suponían que de este modo impedían a los muertos que atormentaran a los vivos en forma de espectro o de vampiro, superstición que se ha mantenido hasta nuestros días.
Es posible que muchas de esas personas fueran ajusticiadas y arrojadas al pantano cuando aún estaban vivas, hecho que parece confirmarse por las hinchazones en los puntos donde las ramas apretaban los miembros. En otros casos, aparecen mujeres con la cabeza medio afeitada o en su totalidad, acto que posiblemente fuese una señal de castigo infligido a las adúlteras. Como explicaba Tácito en uno de sus escritos... "en presencia de sus familiares, él (el marido) echa de casa a su mujer desnuda, con la cabeza afeitada...".
Otro de los enigmas acerca de estos cuerpos momificados lo ofrece el hombre de Tollund, posiblemente el más famoso de cuantos se han hallado en estos pantanos, sobre todo por su perfecta conservación. En muchas de las momias se puede apreciar un marcado trato de crueldad, en algunos casos extremos, hasta su muerte. Pero en esta ocasión es diferente. Su rostro, a pesar de haber sido ahorcado, no muestra sino un semblante relajado, tendido de lado, con los brazos y piernas flexionados en postura fetal, con la apacible actitud de un hombre que duerme. Según la teoría de algunos investigadores este caso sería distinto, tratándose de un individuo no criminal que fue sacrificado en honor a algunos deidad de los pantanos.
El hombre de Tollund fue encontrado con el rostro casi intacto, con expresión tranquila y sosegada, a pesar de haber sido colgado con un lazo de cuero trenzado que aún rodeaba su cuello. La barba, a medio recortar, apenas estaba deteriorada al igual que sucedía con un pequeño gorro de cuero que le cubría la cabeza. Según las investigaciones, vivió alrededor del 200 a. de C., medía unos 160 cm. y tendría entre 30 y 40 años al morir. Fue descubierto flotando en el agua en mayo de 1950 por dos obreros que trabajaban cortando carbón de turba en los alrededores de la ciudad danesa de Silkborg. Su primera reacción fue llamar a la policía, ya que el cadáver se conservaba en tan buen estado que pensaron que se trataba del cuerpo de un joven estudiante que había desaparecido durante una excursión, o tal vez de un asesinato cometido pocos días atrás. El cuerpo se salvó de casualidad, gracias a que uno de los primeros policías que inspeccionaron el cadáver era miembro de la junta directiva de un museo local, poniéndolo a buen recaudo. Más tarde, llegó a Copenhague, donde los científicos expertos no tardaron en averiguar que su edad rondaba los 2.000 años. Actualmente la momia está en el museo de Copenhague.
LA IGNORANCIA DEL PASADO
A pesar de que los cuerpos momificados han ido apareciendo a lo largo de los siglos, no se tenía consciencia de su antigüedad. Aún más, muchas momias fueron encontradas por aterrados campesinos que, o bien les daban cristiana sepultura, o las abandonaban esperando que los elementos o los animales acabaran con ellas. Otras momias, corriendo diferente suerte, eran utilizadas para obtener beneficios económicos tras su total destrucción. Así eran vendidas como "polvo de momia", asegurando que poseía cualidades medicinales y farmacéuticas, otorgando la cualidad de ofrecer larga vida, algo así como el "don de la eterna juventud".
En un principio se pensó que se trataba de personas asesinadas o fallecidas víctimas de algún accidente, por lo que eran enterradas según consta en los registros de algunas iglesias. Posteriormente se reconoció que no eran difuntos contemporáneos, e incluso se relacionaron con personajes históricos, como sucedió en 1835, cuando un grupo de trabajadores daneses halló el cadáver casi intacto de una mujer en uno de los pantanos cercanos a la localidad de Jelling, antigua capital medieval danesa. Se creyó que el cuerpo pertenecía a la legendaria reina noruega Gunilde, viuda del rey Erik Blodoxe -siglo VIII-. Según rezaba la leyenda, el rey danés Harald Blotand la hizo venir a Dinamarca prometiendo casarse con ella. A su llegada, envió a los siervos para que la violaran y la ahogaran en un pantano. Como prueba de dicha teoría, se aportó el hecho de que la mujer encontrada llevaba un vestido precioso, y el pantano del que fue sacada se llamaba Gunnelmose, lo que se podría interpretar como pantano de Gunilde. El rey Federico VI, monarca en aquel entonces, decidió que el cadáver fuera sepultado en un sarcófago.
Sin embargo, a lo largo del siglo XIX innumerables cadáveres momificados fueron apareciendo en los pantanos del noreste de Europa, sin encontrar una respuesta a tal fenómeno, bien por falta de interés o por falta de medios técnicos para desenmascarar el misterio. La opinión generalizada hasta aquel entonces era que los cuerpos eran bastante recientes, ya que seguían manteniendo cabellos, piel, masa muscular y en algunos casos, ropa. En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la situación cambió. Durante esos tiempo de escasez de carbón, se volvió a utilizar la turba que se encontraba en los pantanos de esa zona, saliendo de nuevo a la luz más cuerpos, como la mujer de Elling, el hombre de Tollund, la niña Wiendeby, y el Hombre de Lindow.
AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN
Fue a finales del siglo XIX cuando los investigadores comenzaron, afortunadamente, a interesarse por el origen y proceso físico sufrido por estos cuerpos momificados, cuyo hallazgo y posterior estudio está legando a la Humanidad un testamento sin igual sobre las gentes que vivieron en las postrimerías de la Edad de Hierro.
Sus cuerpos fueron hallados en la mayoría de los casos desnudos. Por las ropas que se encontraron en su cercanía se ha podido saber que las mujeres vestían faldas tejidas o tiras de piel que les llegaban hasta las caderas, realizaban elaborados peinados y cuidaban sus manos y uñas. Por otro lado, los hombres usaban capas de piel, y en ocasiones, medias y calzado. Un dato a tener en cuenta es que no se han encontrado restos de sangre, lo que ha hecho suponer que eran desnudados antes del sacrificio.
Según el arqueólogo Christian Fischer, director del museo Silkeborg de Dinamarca, donde se encuentran algunas de las momias de los pantanos, hacia las décadas de los 50 y 60 los investigadores sólo podían determinar la antigüedad de una momia analizando los granos de polen de los sedimentos que la rodeaban. La aplicación de este sistema conducía inevitablemente a márgenes de error que podían traducirse en cientos de años. Sin embargo, hoy en día, con el descubrimiento de las nuevas y efectivas técnicas del carbono se pueden realizar evaluaciones bastante más aproximadas solamente con inspeccionar unos granos de tejido o de cabello, siempre y cuando la muestra no haya estado expuesta en lugares de contaminación ambiental.
Los avances de la investigación científica han ofrecido la posibilidad a la Paleontología y a la Paleopatología de descubrir las deficiencias físicas de dichos cuerpos, así como sus enfermedades y tipo de alimentación. También, y gracias a la Biología molecular, se espera poder conseguir una muestra de ADN, aunque existen dudas al respecto debido a que la acidez del carbón de turba parece que alteró casi todo el material genético. La esperanza es hallarlo en la médula de alguna pieza dental. Si esto se consiguiera, sería posible trazar, a través de las relaciones de parentesco, unos flujos de migración concretos.
Desafortunadamente, la situación presente en los turbales del noreste europeo ha cambiado. En la actualidad, el carbón de turba de los pantanos se está extinguiendo alarmantemente a consecuencia de su continuo y elevado consumo en los países de la zona.
Mientras tanto, sólo nos queda preservar el importante patrimonio que tiene la Humanidad en estos cuerpos momificados para, una vez averiguados sus misterios, poder saber algo más acerca de nuestro desconocido pasado.
LOS CASOS MÁS CURIOSOS
La Mujer de Huldremose. Fue descubierta en 1879 en uno de los pantanos de Jutlandia (Dinamarca) cubierta con una capa y una falda. En 1952 se dieron cuenta de qué provocó su muerte: tenía el brazo derecho amputado y tenía cortes en todos sus miembros, por lo que murió desangrada antes de ser arrojada al agua.
El cuerpo de la niña de Windeby fue hallado en Schleswig-Holstein (Alemania) en 1952 en el fondo de una tumba en el turbal, con una rama de abedul en el hueco de su brazo derecho. Tenía media cabeza afeitada, lo que hizo pensar que había sido ejecutada por adulterio. Según los exámenes sólo tenía 13 años y los ojos vendados por una cinta con la que fue posiblemente estrangulada.
El Hombre de Gallagh se descubrió en 1821 en el condado de Galway, en Irlanda. Es una de las momias más antiguas del norte de Europa. Apareció cubierta con una capa de piel de ciervo atada al cuello mediante unas cañas utilizadas para estrangularle. Junto al cuerpo se hallaron unos postes que fueron utilizados para hundir el cuerpo en el agua.
Con el apodo de Franz el Pelirrojo se conoce en Alemania al Hombre de Neuversen. Vivió hacia el año 300 d. de C., y fue encontrado en 1900 en un pantano entre Holanda y Alemania.
La Mujer de Elling fue descubierta en 1938 donde 12 años después se dio con el hombre de Tollund. Vivió hace unos 2.100 años y murió aproximadamente a los 30 ahorcada con un cordón de cuero. Su cuerpo estaba envuelto en una capa de piel de becerro y sus piernas por otra de ternero. Su larga cabellera le llegaba hasta la cintura.
Otro caso es la momia del Hombre de Damendorf, descubierto en 1900 en Schleswig-Holstein, Alemania. Vivió hacia el año 200 d. de C. Sólo le quedaba la piel. Los huesos se disolvieron por la acidez del agua de la ciénaga.
A pesar de los signos de violencia, el Hombre de Grauballe murió envenenado. Le cortaron la garganta de oreja a oreja, le aplastaron el cráneo y le rompieron una tibia. Los expertos pudieron tomar sus huellas dactilares.
David Sentinella
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