LA DOCTRINA SECRETA
DE LOS ROSACRUCES
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CAPÍTULO I
LOS ROSACRUCES
Y SU DOCTRINA SECRETA
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Libros y revistas de índole esotérica aluden a los rosacruces,
considerándolos una antigua sociedad secreta dedicada al estudio
de ocultas doctrinas y a la manifestación de ocultos poderes; pero chasqueado
se encuentra quien trata de adquirir informes de esta supuesta Orden antigua.
Sin embargo, antes de convencerse de la futilidad de su indagación, el
indagador investiga las Órdenes que en su título ostentan la palabra
“Rosacruces”, con propósito de que una de ellas lo admita en su seno
mediante el pago de los derechos de entrada, cuyo importe es de mayor o
menos cuantía según la Orden, pues todas dicen que ella sola es la legítima y
todas las demás son despreciables remedos.
La verdad es que no hay ni jamás hubo una Orden de carácter societario
sancionada por los genuinos rosacruces, en la que pueda ingresar cualquiera
mediante el pago de los derechos de entrada como se ingresa en tantas otras
sociedades cuyo fundamento es la fraternidad. Los auténticos rosacruces no
están reglamentariamente organizados y se mantienen unidos tan sólo por los
lazos del común interés en los estudios ocultos y esotéricos y por la unánime
aceptación de ciertos fundamentales principios de creencia y conocimiento.
Esta Orden inorgánica tiene miembros en todas las actividades de la vida y en
todos los países, sin que ninguno de ellos se declare públicamente rosacruz.
Nunca se han exigido ni exigen derechos de entrada para el ingreso en esta
inorganizada Orden, y para admitir a un postulante es indispensable que lo
presenten tres miembros que lleven determinado tiempo de profesión y hayan
adquirido cierto grado de suficiencia en el conocimiento oculto y en la
manifestación de los principios descubiertos por ellos bajo la dirección de los
superiores adeptos de la sabiduría arcánica.
En los Consejos o Juntas directivas de casi todas las asociaciones y
corporaciones de carácter secreto difundidas por el mundo hay auténticos
rosacruces, que como la levadura de la masa general de cada asociación,
mantienen viva la sagrada llama de la Verdad. También predominan los
rosacruces en los centros filosóficos y científicos, y algunos ocupan elevadas
posiciones en la política, o en los negocios, en el movimiento socialista y otras
actividades, en las iglesias confesionales, en la masonería y otras sociedades
secretas, donde ejercen una poderosa y siempre benéfica influencia.
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Los Hermanos de la Rosa Cruz
El moderno interés por las enseñanzas rosacrucianas data de 1610,
cuando empezaron a cundir rumores de la existencia de Los Hermanos de la
Rosa Cruz cuyos dignatarios y lugares de reunión desconocía el público. Las
autoridades civiles y religiosas atacaban enérgicamente a la misteriosa
sociedad y con el mismo vigor la defendían los interesados en el ocultismo y
en la enseñanza esotérica.
Durante el siglo XVII se establecieron varias “órdenes” espurias y
contrahechas de rosacruces, por lo que desde entonces nadie a sido capaz de
mostrar auténtica relación con la primitiva y legítima Orden. Algunas
originales enseñanzas de los rosacruces se incorporaron a uno de los grados
superiores de la masonería con positivo beneficio.
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He aquí la leyenda, verdadera en unos puntos y errónea en otros,
respecto al origen de la Orden.
Un noble alemán, llamado Christián Rosenkreutz, que había donado los
hábitos talares a un monasterio de monjes, visitó la India, Persia y Arabia, y al
volver del viaje trajo consigo una secreta doctrina aprendida de los sabios y
videntes de aquellos países orientales. Dícese que fundó el año 1425 la
original Fraternidad de los Rosacruces, sin que se sospechara su existencia
hasta dos siglos después. Sin embargo, los verdaderos rosacruces dicen que
esta leyenda es un hábil encubrimiento de la realidad de los hechos referentes
a la institución de la inorganizada Orden, que se ha de leer entre líneas con los
anteojos de la comprensión a fin de escudriñar su genuino significado.
El autor de este libro no revelará tal significado, pues quebrantaría si lo
revelara una sacratísima promesa que equivaldría a traicionar los secretos de
la iniciación.
Sin embargo, está autorizado para declarar que la doctrina secreta de los
rosacruces es un conjunto de enseñanzas esotéricas transmitidas por sabios
profundamente versados en las verdades ocultas. Llegó a Europa esta
sabiduría por los caminos de Oriente, y hoy día forma parte de las internas
enseñanzas de algunas de las mayores Fraternidades orientales. Su historial es
uno de tantos ejemplos de la verdad del antiguo axioma ocultista que dice:
“Mira hacia Oriente, de donde viene la Luz”.
Durante muchos años nada o muy poco estaba permitido publicar acerca
de la doctrina secreta de los rosacruces; pero desde hace un cuarto de siglo se
ha conseguido mayor libertad en este respecto, y hoy día muchas enseñanzas
rosacrucianas están incorporadas en los escritos y enseñanzas del esoterismo
en general y de la metafísica superior en particular. La teosofía y el interés
despertado por las filosofías y religiones de la India han contribuido
notablemente a publicar algunos puntos elementales de la secreta doctrina,
hábilmente encubiertos para los profanos y claramente revelados a los pocos
dispuestos a comprenderlos.
Alquimia Superior
Según las enciclopedias y otras obras de información, los rosacruces se
han dedicado a la alquimia. La afirmación es exacta; pero los compiladores de
las enciclopedias y diccionarios cayeron en el error de creer que dicha
alquimia era la que en el plano físico se ocupa en la transmutación de los
elementos químicos. No saben que la alquimia a que los rosacruces dedican
mucho tiempo y atención es la alquimia mental y espiritual que aunque por
completo distinta de la material, tiene alguna analogía con ella, en virtud de la
ley de correspondencia, recopilada en el aforismo hermético: “Como es arriba
es abajo”.
El Secreto de las Enseñanzas Esotéricas
Muy difícil es dar al hombre ordinario de Occidente las verdaderas
razones del secreto que invariablemente rodea las enseñanzas esotéricas de
todas las escuelas de ocultismo, pues se figuraría que el único objeto de
mantenerlas secretas es traficar con ellas. Pero quien entra en el Sendero, por
poco trecho que recorra advertirá la razón del secreto, y el peligro que entraña
la prematura revelación de las verdades esotéricas a los no preparados para
recibirlas y comprenderlas.
Dice un autor sobre el particular:
“El método oriental de adquisición de conocimiento es diametralmente
opuesto al seguido en Occidente durante el moderno adelanto de las ciencias.
Mientras Europa ha investigado la naturaleza tan públicamente como le ha
sido posible, y ha discutido cada paso adelante con completa libertad y
difundido cada nuevo descubrimiento en bien de todos, Asia ha estudiado
secretamente su ciencia y reservó con exquisito celo sus conquistas. No hay
necesidad de detenerse en la crítica de estos métodos, pues vagamente está
difundida por el mundo entero la idea de que ha de haber algún método de
estudio por el cual se puedan adquirir conocimientos superiores a los que se
enseñan en cátedras y libros. En Oriente ha más o menos dominado esta
creencia; y en Occidente, el conjunto de bibliografías simbólicas referentes a
astrología, alquimia y misticismo ha despertado en alguna mentes cultivadas
el convencimiento de que bajo la aparente jerigonza de los símbolos se ocultan
grandes verdades ... En las escuelas esotéricas, el neófito está obligado por
solemne promesa a no revelar nada de cuanto se le enseñe”.
La Doctrina Secreta de los Rosacruces
Es el conjunto de enseñanzas transmitidas de labio a oído durante
innumerables generaciones de Maestro a discípulo y de Hierofante a iniciado.
Hasta nuestros días rarísimas veces se habían publicado verbal o gráficamente
alguna que otra de dicha enseñanza, y aún estaba encubierta o velada por
vagos términos de astrología o alquimia, de modo que tuviese un significado
para el lector profano y otro muy distinto y verdadero para el que poseía la
clave del misterio. Las frecuentes referencias en los libros medievales al
azufre, mercurio y otros elementos químicos y a la piedra filosofal,
representaban ciertos puntos de la doctrina secreta para quienes poseían la
clave.
Los mejores informados opinan que la doctrina secreta de los rosacruces
se fue formando lentamente por los adeptos, de los dispersos fragmentos de
las enseñanzas esotéricas que habían atesorado los sabios de todas las razas y
especialmente los adeptos de la Atlántida.
Cuando el formidable cataclismo que sumergió este continente, los
pocos adeptos que sobrevivieron a la catástrofe, cuidaron de recopilar cuantos
fragmentos de verdad les fue posible y los transmitieron a sus discípulos
predilectos.
Los antiguos adeptos que emplearon su vida en recoger los fragmentos
de las enseñanzas esotéricas y reconstruir la doctrina secreta de los atlantes,
hallaron una porción de su material en Egipto, India, Persia, Caldea, Media,
China, Asiria y Grecia, y en los místicos escritos de los hebreos, como la
Kábala y el Zohar. Sin embargo, la fuente común de estas enseñanzas es
netamente oriental, pues los sabios de Oriente basaron sus doctrinas en las
antiquísimas enseñanzas de los adeptos atlantes.
Dice un autor acerca de este punto:
“Las enseñanzas han llegado hasta nosotros por conducto del tiempo,
procedentes de pasadas edad, razas y escuelas filosóficas de la remotísima
antigüedad. Aún los más versados en ocultismo son incapaces de trazar en
línea directa e ininterrumpida el origen de las enseñanzas más allá de la época
de Pitágoras, 500 años antes de J. C., y algo antes en la Grecia antigua, aunque
hallan referencias en la doctrinas del Egipto faraónico y en las de Caldea, que
demuestran que la escuela pitagórica y las de los demás filósofos griegos se
basaron en ocultas enseñanzas todavía más remotas recibidas en sucesión
directa de maestros a discípulos durante muchos siglos. Los investigadores
han encontrado huellas de las enseñanzas en Persia y Media, y opinan que de
la misma fuente procedieron las de Gautama, el fundador del budismo.
También se advierten vestigios en las Escrituras hebreas y especialmente en el
evangelio de San Juan”.
“Indudablemente los filósofos griegos derivaron sus doctrinas de los
egipcios por conducto de Pitágoras, quien las recibió de los hierofantes
egipcios y persas, según se infiere de la estrecha semejanza entre las
enseñanzas pitagóricas y las de las esotéricas fraternidades de Egipto. Sin
embargo, algunos instructores opinan que las escuelas filosóficas de Grecia y
Egipto eran dos ramas distintamente derivadas del común tronco de la
filosofía atlante. Pero sea como sea, no hay duda de la sorprendente analogía
entre los principios básicos de las enseñanzas egipcias y los de las griegas.
“Lo expuesto se refiere al aspecto histórico del asunto; pero las
tradiciones ocultas afirman que las enseñanzas esotéricas son tan antiguas
como la humanidad y las conocieron los hombres de más adelantada
evolución mental de todas las razas, aunque la presente subraza de la raza aria
haya perdido sus huellas... De todos modos, las enseñanzas llevan en sí el
sello de la verdad y no necesitan que nadie las autorice”.
Los Siete Aforismos de la Creación
Son los siete principios fundamentales de la doctrina secreta de los
rosacruces, que tienen sus respectivos símbolos. Quien logre comprenderlos se
colocará en un nivel mental que le relacione con las superiores enseñanzas de
los rosacruces, de conformidad con el axioma: “Cuando el discípulo está
preparado, aparece el maestro”. Pero el discípulo no estará preparado hasta
que domine las elementales enseñanzas expuestas en este libro, que no serán
las que todavía no pueden publicarse referente a las fórmulas y métodos de
alquimia mental y transmutación espiritual, aunque estas enseñanzas no se le
pueden negar a quien ya esté preparado para recibirlas sin motivos egoístas.
Cuando el estudiante sabe llamar, se cumple la promesa: “Llamad, y se os
abrirá”.
El símbolo de la Rosa Cruz
Este símbolo aparece en diversidad de formas: la Cruz coronada por la
Rosa; la Espada o mango de la Cruz adherida a la Rosa; la Cruz rematada por
la Corona, la Cruz Fálica modificada, etc. El significado del símbolo es
séptuple. Los tres superiores significados se reservan para los iniciados de alta
categoría y no pueden publicarse. Los otro cuatro son como sigue:
1º. La Cruz coronada por la Rosa significa que la Rosa, símbolo de la
Divinidad, sólo puede alcanzarse por el sufrimiento de la vida mortal,
simbolizada en la Cruz.
2º. La Espada adherida a la Rosa significa que la espada del Espíritu
debe blandirse activamente en las batallas de la vida a fin de ganar por premio
la Rosa, así como en los tiempos caballerescos la rosa era el premio que de
manos de la reina recibía el victorioso caballero.
3º. La Cruz rematada por la Corona significa que el sufrimiento de la
vida mortal, pacientemente sobrellevado por el fiel discípulo de la Verdad,
tendrá por recompensa la corona del Magisterio. Así dicen los antiguos
aforismos: “Toda Cruz tiene su Corona” y “No hay Corona sin Cruz”.
4º. La Cruz fálica modificada significa la dual sexualidad del
manifestado universo, la presencia y actividad del universal principio
masculino y del universal principio femenino. Sin embargo, la modificada
Cruz Fálica de los rosacruces nada absolutamente tiene que ver con las
groseras formas del culto fálico, que son una abominable tergiversación de la
sombra de la Verdad y no deben confundirse con la Realidad.
Dice un antiguo aforismo:
“El conocimiento que no va acompañado de la acción es semejante a los
tesoros acumulados estérilmente por el avaro. Una insensatez. No olvidéis la
ley de utilidad en esta y en otra cosa”.
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LA CAUSA ETERNA
Dice el primer aforismo de la doctrina secreta de los rosacruces:
LA CAUSA ETERNA ESTABA ENVUELTA EN EL
SUEÑO DE LA NOCHE CÓSMICA. NO EXISTÍA LA LUZ,
PORQUE AÚN NO SE HABÍA REENCENDIDO LA LLAMA
DEL ESPÍRITU. NO EXISTÍA EL TIEMPO, PORQUE AÚN
NO SE HABÍA REANUDADO EL CAMINO. NO EXISTÍAN
LAS COSAS, PORQUE NO SE HABÍA REPRODUCIDO LA
FORMA. NO EXISTÍA LA ACCIÓN, PORQUE NO HABÍA
COSAS QUE ACTUASEN. NO HABÍA PARES DE
OPUESTOS, PORQUE NO HABÍA COSAS QUE
MANIFESTASEN POLARIDAD. LA CAUSA ETERNA SIN
CAUSA, INDIVISIBLE, INMUTABLE, INFINITA,
PERMANECÍA EN INCONSCIENTE SUEÑO SIN
ENSUEÑOS. NADA HABÍA NI REAL NI APARENTE
FUERA DE LA CAUSA ETERNA.
Este primer aforismo de la Creación tiene por objeto instruir al
estudiante en el concepto de la Infinita fuente de todas las cosas, la Eterna
Causa de que “todas las cosas proceden”. Los rosacruces simbolizan la Causa
Eterna por medio de un círculo sin nada externo ni nada interno.
Sin embargo, no expresa el círculo la idea de limitación sino de
ilimitación. Aunque es el símbolo mejor apropiado, no basta porque no es
posible representar lo infinito por un símbolo finito. El más adecuado símbolo
de la Causa Eterna sería el Espacio infinito que no se puede representar por un
círculo, pues por grande que fuera su radio siempre habría espacio externo a
él. Pero reconociendo la imposibilidad de un símbolo adecuado, los antiguos
rosacruces adoptaron el círculo vacío como el mejor símbolo finito del Infinito
Inmanifestado.
Los rosacruces han considerado siempre el Espacio infinito como el
mejor concepto posible para “pensar” en el Infinito Inmanifestado que no
puede concebirse como una Cosa, y la conciencia sólo es capaz de pensar en
Cosas. En rigor, el Infinito Inmanifestado es No-Cosa, No-Ser; pero no en el
sentido de “Nada”, sino más bien en el de la posibilidad de todas las cosas sin
la limitación de la cosa.
El Espacio infinito no puede considerarse como una cosa, pues carece
de las características de las cosas1. Sin embargo, no se le puede negar efectiva
existencia y presencia. Toscamente hablando se puede definir diciendo que es
una No-Cosa que contiene en sí la posibilidad de infinitas cosas, o la infinita
posibilidad de las cosas. Se ha de concebir el Espacio como el absoluto
continente de todas las cosas manifestadas e inmanifestadas, pues fuera del
Espacio infinito no puede haber nada, o mejor dicho, nada hay.
Por lo tanto, el Espacio infinito ha sido siempre el aceptado símbolo
oculto que facilita el concepto del Infinito Inmanifestado, de la Causa Eterna,
envuelta en el sueño de la Noche Cósmica.
Uno de los antiguos catecismos ocultos contiene esta pregunta: “¿Qué
es aquello que siempre fue, es ahora y siempre será, haya o no haya universo y
haya o no dioses?”.
La respuesta es: “El Espacio”.
La validez simbológica del Espacio infinito en representación del
Infinito Inmanifestado se advierte mayormente cuando tratamos de imaginar
la ausencia del infinito Espacio, tanto si lo imaginamos ausente antes de su
1 En terminología filosófica la palabra “cosa” expresa todo lo que tiene entidad, ya sea
corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta. Es sinónimo de “entidad”.
creación como después de su destrucción. La mente humana no puede
concebir en modo alguno la carencia de Espacio. Por el contrario, se ve
obligada a concebir el Espacio infinito y eterno sin relación con lo que cabe
concebir ausente o presente en tal o cual tiempo pasado, presente o futuro. De
la propia suerte es la mente humana incapaz de concebir el Espacio como una
cosa, como una entidad; y sin embargo, tampoco cabe concebirlo como Nada,
porque la Nada es inconcebible. En consecuencia, por necesidad hemos de
concebir el Espacio eternamente presente; y no obstante, libre de las
limitaciones de las cosas.
Además, como quiera que el infinito Espacio es invisible y también está
fuera del alcance de los otros sentidos, no es posible reconocerle entidad y al
pensar en él la mente nos dice que “no es esto ni es aquello”, sino que
reproduce la siguiente antigua sabia afirmación de la Realidad.
“La Esencia del Ser carece de atributos, de forma, de distinciones. Es
diferente de lo que conocemos y de lo que no conocemos. Ni el pensamiento
ni la palabra lo encuentran. El sabio responde con el silencio a las preguntas
sobre su naturaleza. A todo cuando se le pregunta sobre sus cualidad, atributos
y propiedades responde: “no esto, no aquello”. Dice sencillamente que ES?
También dijeron los antiguos sabios:
“La imaginación, el intelecto y la mente abstracta se esfuerzan en vano
en concebir el Infinito, porque lo finito no puede comprender lo Infinito ni lo
temporal puede abarcar lo eterno ni el pensamiento resultante de la cadena de
causación puede reconocer la Causa sin causa o Existencia por Sí?”
Desde todos los puntos de vista y en cualquier consideración vemos
que el concepto del infinito Espacio es un válido símbolo de Aquello que
queremos significar cuando pensamos en el Infinito Inmanifestado o sea la
Esencia del Ser antes de manifestarse en forma y acción.
Dice el primer aforismo que la Causa Eterna estaba envuelta en el
sueño de la Noche Cósmica.
Esta sentencia alude a la enseñanza referente a los días y noches
cósmicos, que bajo diversos nombres se encuentra en todas las doctrinas
ocultas. Los sabios han declarado que la ley del ritmo rige en todas las cosas
desde la íntima a la suprema.
Así el Todo se presenta alternativamente en dos grandes períodos: el de
manifestación o día cósmico y el de inmanifestación o noche cósmica.
Durante la noche cósmica la Causa Eterna está como envuelta en
inconsciente sueño sin ensueños del que al despuntar la aurora del día cósmico
despierta gradualmente a la manifestación. Al día cósmico sucede tras el
crepúsculo la noche cósmica en que todo queda en silencio. Así infinitamente
repetidos se suceden, se han sucedido y se sucederán los días de manifestación
y las noches de inmanifestación. Tal afirman los Instructores de la
humanidad.
Dice sobre el particular un iniciado:
“La doctrina esotérica, como el hinduismo, el budismo y la kábala,
enseña que la infinita y desconocida Esencia existe de toda eternidad, y en
regulares y armónicas sucesiones es ya activa, ya pasiva. La poética
fraseología de Manú llama a estas alternativas los Días y Noches de Brahma
que durante su día esta despierto y activo y durante su noche dormido e
inactivo”.
“Al comienzo de un día o período de actividad, la Esencia divina se
expansiona de dentro afuera en obediencia a la eterna e inmutable ley, y el
universo fenomenal o visible es el último eslabón de la prolongada cadena de
fuerzas cósmicas progresivamente puestas en actividad. De análoga manera, al
reasumir la condición pasiva, se contrae la Esencia divina de fuera adentro, y
paulatinamente se disuelve el universo, y de nuevo flotan las tinieblas sobre la
faz del abismo. Según metafóricamente dicen los libros sagrados, la espiración
de la desconocida Esencia crea el universo y la inspiración lo destruye. Este
proceso es eterno, y nuestro actual universo no es más que uno de la infinita
serie que no tuvo principio ni tendrá fin”.
Estas enseñanzas esotéricas le sirvieron a Herbert Spencer para
fundamentar su filosofía acerca de la universal ley del ritmo, según se infiere
del siguiente pasaje del moderno apóstol de la evolución:
“Las coexistentes fuerzas universales de atracción y repulsión necesitan
evidentemente ritmo en su actuación y determinan un inmenso período
durante el cual prevalece la fuerza atractiva que produce una universal
concentración y después otro inmenso período durante el cual prevalece la
fuerza repulsiva y produce una universal difusión. Son períodos alternados de
evolución y disolución”.
Sigue diciendo el primer aforismo que no existía la Luz porque aún no
se había reencendido la Llama del Espíritu.
Esta expresión les parecerá muy dificultosa a quienes tan sólo
conocedores de media verdad, conciban la infinita Realidad como Espíritu de
quien la Llama es el oculto símbolo, pero la antigua sabiduría nos dice que no
sólo tras la materia sino también tras el espíritu reside una eterna e infinita
Esencia que no es espíritu ni materia sino la incondicionada raíz y fuente de la
materia y del espíritu.
Si observamos la llama de una vela, advertiremos en el centro una parte
obscura y ocupada por el carbón todavía muy dividido, pero que precisamente
es la parte esencial de que procede la luz de la llama. En terminología oculta
se denomina simbólicamente “Llama Obscura” a la Esencia de la Llama, que
no es llama ardiente y luminosa, pero que produce la luz y el fuego. Así dice
un antiguo autor: “La Esencia es el espíritu del fuego, no el fuego mismo; y
por lo tanto, los atributos del fuego, como el calor, la llama y la luz no son
atributos de la Esencia sino del fuego por ella producido”.
En consecuencia, el Infinito Inmanifestado, la dormida Causa Eterna no
se ha de concebir como Espíritu según el significado que se suele dar a esta
palabra, sino más bien se ha de considerar como el puro espacio de que surge
la llama y la contiene.
Continúa diciendo el primer aforismo que no existía el Tiempo porque
aún no se había reanudado el Cambio.
También esta expresión será dificultosa para quien no tenga verdadera
noción del tiempo, que en rigor filosófico no significa la mera duración de la
existencia sino la medida de los cambios o mudanzas de la existencia.
Sin cambio no puede haber tiempo en el riguroso significado de esta
palabra. Una existencia sin cambio ni mudanza, por mucho que durase no
tendría noción del tiempo. El purísimo Ser no conoce el tiempo, porque el
tiempo es el resultado del cambio, mudanza o devenir de las cosas. Un autor
moderno establece como sigue la diferencia entre los conceptos de “duración”
y de “tiempo”.
La duración en sí misma se concibe sin referencia a los cambiantes
movimientos de las cosas. Por el contrario, el tiempo es la sensible medida de
una parte de la duración, señalada a menudo por determinados fenómenos,
como el movimiento aparente de los astros, la rotación de la tierra sobre su
eje, etcétera. Nuestro concepto del tiempo proviene del de estos movimientos
y mayormente del que en apariencia se observa en los astros, cuya exacta
correspondencia sirve de medida de lo que llamamos tiempo, que nos parece
coexistente con dichos movimientos. Por lo tanto, podemos definir el tiempo
diciendo que es la percepción de sucesivos movimientos y se mide con
instrumentos coordinados con estos movimientos, como los relojes.
También somos conscientes del paso del tiempo por el cambio de
nuestros pensamientos, emociones e imágenes mentales, ya en conciencia
vigílica, ya en ensueños. Sin los cambios que del mundo exterior se
representan en nuestra conciencia y sin los cambios de nuestros estados de
mente y ánimo, el tiempo no existiría para nosotros2.
En consecuencia, la eterna e inmutable Realidad que no se manifiesta en
el mundo exterior y está envuelta en un sueño inconsciente y sin ensueños, no
conoce el Tiempo ni puede existir para tal Realidad el Tiempo hasta que se
reanude el Cambio, esto es, hasta la manifestación de un nuevo universo.
Sigue diciendo el primer aforismo que no existían las Cosas porque aún
no había reaparecido la Forma.
En efecto, una Cosa es una entidad, todo cuanto existe o cuya existencia
se concibe como separada entidad o como un separado objeto de pensamiento.
Toda cosa ha de manifestar forma o sea su estructura y configuración
que la distinga del material del que está constituida, es decir, el modo en que
se manifiesta a la percepción de los sentidos o a la concepción del intelecto,
según sus cualidades, atributos y condiciones y circunstancias que la
diferencien de las demás cosas. Por lo tanto, toda cosa ha de tener forma para
que los sentidos la perciban o la conciba el intelecto.
El Infinito inmanifestado no puede tener forma ni atributos ni
cualidades mientras se halla inmanifestado; pero cuando el Infinito se
manifiesta, aparecen las cosas con su respectiva forma y ciertas propiedades,
atributos, condiciones y cualidades que distinguen cada cosa de las demás
cosas manifestadas.
Es axiomático en filosofía que al Infinito inmanifestado no se le pueden
atribuir cualidades ni condiciones ni propiedades que más tarde aparecen en
las cosas manifestadas en distinción de las opuestas cualidades, condiciones y
propiedades.
En cambio, cabe concebir que el Inmanifestado posee la posibilidad de
infinita manifestación de formas, cualidades, condiciones, o propiedades y
atributos, o bien que posee la infinita posibilidad de tales manifestaciones.
No es posible concebir al Inmanifestado como una entidad separada e
independiente, sino más bien, según dice un antiguo instructor, se le ha de
imaginar como un PRINCIPIO omnipresente, eterno, ilimitado e inmutable,
imposible de que el intelecto humano lo comprenda porque es inconcebible e
inefable.
2 Prueba de esta verdad es que cuando dormimos profundamente o cuando estamos
sin cesar ocupados en una cosa agradable sin cambiar de pensamiento o de emoción,
perdemos la idea y noción del tiempo. (N. del T.)
Durante el período de la Noche Cósmica nada existe excepto el infinito
Inmanifestado, y por consiguiente no existía cosa alguna porque aún no había
reaparecido la forma.
Prosigue diciendo el primer aforismo que no existía la acción porque no
había cosas que actuasen, y toda acción del Infinito se ha de efectuar en las
cosas o por medio de las cosas.
Sin embargo, no se ha de creer que el Infinito es impotente, porque
posee todo poder, ni que esté inmóvil, porque es el movimiento abstracto.
Expresándonos en lenguaje del intelecto podemos decir que el Infinito en
inmanifestación se halla en tan velocísimo movimiento que parece absoluto
reposo si se compara con los relativos movimientos.
Sigue diciendo el primer aforismo que no existían los pares de opuestos
porque no había cosas que manifestasen polaridad.
En el mundo de las relaciones o universo manifestado, cada cualidad,
condición o propiedad tiene su opuesta, su antítesis, como por ejemplo la
tenacidad y la fragilidad, la dureza y la blandura, la ira y la paciencia, la
soberbia y la humildad, la luz y las tinieblas, lo corto y lo largo, el frío y el
calor, la verdad y el error, el bien y el mal, etc., de suerte que no se concibe
cualquiera de estas cualidades, condiciones y propiedades si al propio tiempo
no se concibe la opuesta.
Algunos pensadores han objetado diciendo que el término “infinito”
denota una cualidad, condición o atributo, porque es lo opuesto a “finito”;
pero si bien se mira, no hay aquí más que un juego de palabras, pues al decir
“infinito” significamos carencia de forma y de condiciones, cualidades y
atributos, porque es imposible concebir la única Realidad, la Causa Eterna, el
Absoluto con atributos o cualidades relativas.
Finalmente, dice el primer aforismo que la Eterna Causa sin causa,
indivisible, inmutable, infinita, permanecía en inconsciente sueño sin
ensueños. Nada real ni aparente había fuera de la Causa Eterna.
Es evidente que la Causa Eterna no puede tener causa, pues si la tuviera
dejaría de ser eterna, porque hubiese tenido principio y tendría fin, ni tampoco
pudo surgir espontáneamente de la nada, porque de la nada no es posible que
salga algo.
También es axiomática la indivisibilidad de la Causa Eterna, porque
para ser divisible fuera necesario que estuviese compuesta en partes, y en
consecuencia ya no sería una real Unidad. Además lo Infinito no puede
dividirse sin perder su infinidad, pues dividido sería una suma de partes finitas
cuya totalidad habría de ser también finita.
Por lo tanto, el Absoluto, la única Realidad, la Causa Eterna ha de ser
necesariamente uno e indivisible.
De igual modo resulta axiomático que la Causa Eterna es inmutable en
esencia, pues aunque se manifieste en infinidad de cosas nunca deja de ser
esencialmente lo que de por sí es.
Además, como no posee cualidades, propiedades ni atributos no puede
experimentar el cambio resultante de la gradación de un polo a otro, de uno a
otro par de opuestos; y como no tiene forma no puede experimentar los
cambios resultantes de la variación de las formas.
Por lo tanto, la Causa Eterna, el Absoluto es esencialmente inmutable.
Asimismo es axiomática la infinidad de la Causa Eterna. Ha de ser
infinita porque nada hay capaz de limitarla, restringirla, causarla, definirla,
influirla o afectarla.
Lo absoluto, ultérrimo, original y elemental no puede tener límite ni
estar condicionado por nada. Ha de ser infinito.
Todos los metafísicos y filósofos esotéricos admiten que para explicar
intelectivamente el período de inmanifestación es necesario suponer que la
Causa Eterna reposaba en “inconsciente sueño sin ensueños”, pues sin cambio
no es posible la conciencia ni aún en sueños; y un estado inmutable de
conciencia sólo puede expresarse por la palabra inconsciencia.
Sin embargo, no supongamos en modo alguno que el Infinito
inmanifestado sea inconsciente en el sentido vulgar de la palabra, o sea de
inferioridad respecto de la conciencia ordinaria, sino que por el contrario se
halla en un estado de superconsciencia, en el que trasciende y supera toda
posible conciencia, con la posibilidad de todas las modalidades y grados de
conciencia, pero sin actualizar ninguno de ellos. La conciencia ordinaria es
muy inferior a la consciencia del Absoluto. Conviene tener muy presente esta
verdad.
Cuando alborea la Manifestación, se dice que entonces y sólo entonces
empieza a “soñar” la Causa Eterna en una infinidad de universos que
rítmicamente unos a otros se suceden. Y cuando la Causa Eterna despierta
completamente de su sueño, actualiza su infinita Conciencia.
También es axiomática verdad que fuera de la Causa Eterna nada había,
ni real ni aparente, pues no es posible que haya dos Causas Eternas, dos
Absolutos, dos Infinitos, dos únicas Realidades, dos Substancias esenciales e
independientes ni nada creado ni procedente de otra Causa, porque era el
período de Inmanifestación.
Conviene meditar de nuevo sobre el símbolo del infinito Espacio, si
acaso el intelecto se resiste a percibir la evidencia de las verdades enunciadas
con referencia al Infinito inmanifestado, aunque es imposible forjar una
imagen mental ni del Espacio ni del Absoluto.
Con acierto dice Edgard Allan Poe acerca de los esfuerzos de la mente
para concebir el Infinito:
“Esta estéril fraseología y otras análogas expresiones cuyo equivalente
existe en casi todos los idiomas no denotan una idea sino el esfuerzo por
tenerla. Representan el posible intento de un imposible concepto. El hombre
necesitaba un término para indicar la dirección de este esfuerzo, la nube tras la
cual está perfectamente invisible el objeto de dicho intento. Se requería una
palabra por cuyo medio un ser humano se relacionase con otro ser humano y
con cierta tendencia del intelecto. Así nació este término que sólo es la
representación del pensamiento de un pensamiento ... Por lo tanto, esta clase
de palabras no expresan el concepto que se figura quien las emplea, sino que
al emplearlas no hace más que dirigir su visión mental a un punto del
firmamento intelectual donde hay una irresoluble nebulosa, sin que se esfuerce
en resolverla, pues comprende por instinto no sólo la imposibilidad de
resolverla sino la inesencialidad de su resolución con referencia a los
propósitos humanos, viendo cómo y no exactamente por qué está más allá del
alcance del entendimiento humano”.
La doctrina secreta de los rosacruces no intenta en modo alguno definir
la esencia del Absoluto o Causa Eterna, pues de acuerdo con el pensamiento
de Espinosa, definir el Infinito equivale a negarlo.
Sin embargo, al no atribuir los rosacruces cualidades, condiciones y
propiedades de personalidad a la Causa Eterna n denotan que el Absoluto, la
Infinita Realidad esté bajo el nivel de la personalidad, sino que está tan
inmensamente más arriba de dicho nivel y tan infinitamente trasciende la
personalidad, que es pueril concebirla o expresarla en términos de
personalidad.
Afirman eminentes pensadores que la finita inteligencia del hombre es
capaz de concebir un estado mental tan superior al del hombre más inteligente
como el de éste es superior respecto del de un escarabajo.
Por lo tanto, se comprende que la Mente para la cual sería una bagatela
la más culminante inteligencia humana, ha de ser en esencia tan infinitamente
superior a la personalidad humana que transcienda todo atributo personal.
El estado del Infinito durante la inmanifestación es inefable porque no
hay palabras que lo expresen. Sólo cabe concebirlo simbólicamente por medio
de su único símbolo posible: el infinito Espacio; y aún así sólo cabe
concebirlo en términos de negación, porque si inmanifestado es el Absoluto,
no puede concebírsele con las cualidades de la manifestación; y por esto Hegel
lo identifica con la Inexistencia. Por lo tanto, sólo se le puede expresar en
términos que expresen la negación de todas las cualidades, condiciones,
atributos y propiedades asignadas por los hombres a las cosas, aún a las que
más bien sienten que conciben, porque están en el extremo límite de su
potencia mental.
Edwin Arnold, en su hermoso poema: La Luz de Asia, ha expresado
acertadamente el concepto budista de la incomprensibilidad de la esencia del
Absoluto, como sigue:
“¡Aum, Amitaya!. No midas con palabras lo Inmensurable ni hundas la
sonda del pensamiento en lo Insondable. Quien pregunta yerra. Quien
responde yerra. No digas nada. Enseñan los libros que las tinieblas eran en el
principio, y Brahman meditaba solitario aquella noche. ¡No busques allí a
Brahman ni al Principio!. Ojos mortales no pueden verle ni a El a luz alguna
ni es capaz de conocerlo la mente humana. Levantará velo tras velo y
encontrará detrás uno y otro velo”.
Por esto los rosacruces simbolizan la absoluta Esencia del Infinito
inmanifestado, en el infinito océano del puro Espacio absolutamente tranquilo
y transparente a cuyo través el ojo del intelecto no VE NADA; pero que la
intuición sabe que lo es TODO, la infinita Seidad, la infinita Vida, en vez de
la nada y de la muerte.
Aunque los sentidos corporales no pueden percibir al Absoluto ni el
intelecto ni la imaginación son capaces de concebirlo y representarlo, la pura
razón nos revela su presencia y los superiores informes de la iluminada
intuición no dejan duda de su omnipresencia y realidad. Al ignorante y al
semisabio les parecerá que el símbolo del Espacio equivale a la nada; pero el
verdaderamente sabio y el iluminado, comprenden que simboliza la absoluta
plenitud de la única Realidad.
.
EL ALMA DEL MUNDO
ice el segundo aforismo de la doctrina secreta de los rosacruces:
EL GERMEN DEL HUEVO CÓSMICO ASUME FORMA.
LA LLAMA SE REENCIENDE. PRINCIPIA EL TIEMPO.
EXISTEN LAS COSAS. COMIENZA LA ACCIÓN. SURGEN
A LA EXISTENCIA LOS PARES DE OPUESTOS. SE
MANIFIESTA EL ALMA DEL MUNDO. APUNTAN POR EL
HORIZONTE LOS PRIMEROS RAYOS DEL NUEVO DÍA
CÓSMICO.
El Alma del Mundo es la primera manifestación del Absoluto o Causa
Eterna. Los rosacrucen la simbolizan en un círculo con un punto en el centro.
El círculo simboliza el Absoluto inmanifestado y el punto simboliza el foco de
la nueva manifestación, el germen del Huevo Cósmico, como poéticamente
expresaban esta idea los antiguos ocultistas.
El concepto rosacruciano del Alma del Mundo es análogo al que se
halla en las demás escuelas esotéricas, que la denominan Anima Mundi, Vida
del Mundo, Espíritu del Mundo, Logos, Verbo, Demiurgo; pero todas estas
denominaciones expresan el idéntico concepto de que del Absoluto o Infinito
Inmanifestado, procede el Alma Universal revestida de la más tenue y sutil
forma de materia, que contiene la potencia o latente posibilidad del futuro
universo correspondiente al nuevo Día Cósmico o período de manifestación.
Llama también el segundo aforismo rosacruciano al Alma del Mundo,
el Germen del Huevo Cósmico, pues se la considera como el tenue germen de
un huevo que poco a poco se desenvuelve hasta tomar forma y ponerse en
actividad.
El Alma del Mundo es el vitalizador germen del Huevo Cósmico, y este
símbolo es antiquísimo y muy empleado por los autores del mundo antiguo.
Dice sobre el particular un eminente ocultista:
“¿De dónde proviene este símbolo universal?. En las cosmogonías de
todos los pueblos era el huevo un signo sagrado y se le reverenciaba por razón
de su forma y de su interno misterio. Desde los albores del entendimiento
humano se consideró el huevo como el más adecuado símbolo del origen y
misterio de la existencia. El gradual desenvolvimiento del imperceptible
germen dentro de la calcárea envoltura; la interna actuación sin que
intervengan fuerzas externas, como si de una latente nada surgiera un activo
algo sin otro requisito que el calor, y que convertido en un ser viviente rompe
la cáscara y aparece en el mundo externo en plenitud de formación y
actividad. ¡Cabe mayor prodigio!.
Las enseñanzas ocultas explican la razón de esta preferencia por el
simbolismo de las razas prehistóricas. La Causa Primera no tuvo nombre en
un principio. Más tarde, la imaginación de los pensadores la representó como
una siempre invisible Ave que ponía un huevo en el caos, del cual huevo
surgía el universo.
Por esto se le dio a Brahma el nombre de Kalahansa o Cisne de la
eternidad, que al principio de cada manvántara ponía un huevo de oro, que
simboliza el círculo máximo que a su vez simboliza el universo y sus astros
siempre esféricos...
“La primera manifestación del universo simbolizada en el huevo, fue
muy difundida creencia en la antigüedad, pues la profesaron los griegos,
asirios, persas y egipcios. En el ritual egipcio, vemos que Seb, el dios del
tiempo y de la tierra, pone un huevo, símbolo del universo. El dios Ra, a
semejanza de Brahma, incuba el huevo del universo. En Grecia, el huevo
órfico formaba parte de los misterios dionisíacos, y se le consagraba y
explicaba su significado. Los cristianos, especialmente los de las iglesias
griegas y latinas, adoptaron este símbolo y vieron en él un recuerdo de la
resurrección y de la vida eterna, y de aquí arranca la popular costumbre de los
huevos de Pascua. Desde el huevo de los druidas hasta el rojo huevo pascual
de los eslavos, transcurre todo un ciclo; y todavía, tanto en la civilizada
Europa como entre los salvajes centroamericanos, encontramos la expresión
plástica del mismo arcaico y primitivo pensamiento, la original idea del
símbolo, si con sinceridad la buscamos sin tergiversarla con nuestra altanera
presunción de superioridad mental y física”.
El concepto del Alma del Mundo, a pesar de sus muchas modalidades
de expresión, es universal. Las antiguas escuelas filosóficas enseñaron que
existía una Alma del Mundo, de la que las almas individuales eran unidades
separadas en apariencia, pero no en realidad. Casi todas las filosofías de las
antiguas escuelas reconocen la unidad de la Vida, y con distintas y varias
expresiones alienta esta fundamental verdad en las modernas escuelas de
filosofía.
En la idea del Logos hallamos otra variedad mucho más filosófica de
este concepto fundamental. La denominación de Logos prevaleció en la
filosofía de Heráclito de Efeso, bajo el aspecto de ley natural del mundo
objetivo que ordenaba y regulaba el movimiento de las cosas. También el
Logos fue importantísima parte de la filosofía estoica, que lo consideraba
como el activo principio del Mundo o Causa universal productora.
Sobre el concepto del Logos dice una autoridad filosófica:
“El Logos es un Ser intermedio entre Dios y el mundo, y está difundido
por el mundo objetivo. El Logos no existe de toda eternidad como existe Dios;
y sin embargo, su génesis no es de la misma índole que la nuestra ni de las
demás criaturas. Es el unigénito de Dios, y para nuestros imperfectos seres es
casi como Dios. Creó Dios el mundo por medio del Logos”.
En el filosófico concepto del Demiurgo, vemos otra variante de
expresión de la misma verdad. Los platónicos llamaban Demiurgo a una
excelsa Potestad de quien Dios se había valido para crear el universo. Era
análogo este concepto al del Dios-Naturaleza de otras escuelas filosóficas. Era
el Demiurgo la Vida del mundo o Vida universal, de la que son como chispas
de llama o gotas del mar las vidas innumerables de las finitas criaturas. Sin
embargo, en su verdadero sentido no identificaban los platónicos el concepto
del Demiurgo con el de Dios, sino que más bien lo consideraban como la
primera manifestación de Dios por cuyo medio creó el universo y lo mantiene.
En varios sistemas filosóficos modernos palpita el concepto de una
universal Voluntad, de una primaria manifestación de Dios existente en el
corazón de la Naturaleza, que construye y sustenta el universo.
El filósofo inglés Cudworth3 expresó este concepto en su idea de la
Naturaleza Plástica, de la cual dice:
“No parece muy aceptable que la Naturaleza, como cosa distinta de
Dios, no signifique nada, y que el mismo Dios hiciera inmediata y
milagrosamente todas las cosas, de donde se inferiría que las cosas se hicieran
forzadamente y de un modo artificioso, pero no por la acción de una energía
en ellas inherente. Esta idea de la creación repentina fue más tarde impugnada
por la de la lenta y gradual evolución de las cosas, que parecería vano aparato
o fútil formalidad si el Poder creador fuese omnipotente, así como tampoco
tendrían explicación las monstruosidades y fracasos de la Naturaleza cuando
tropieza con rebelde y contumaz materia, si en verdad fuese omnipotente el
Poder creador, pues podría hacer su obra en un momento sin temor de las
terquedades y obstinaciones de la materia”.
“Por lo tanto, ni las cosas surgieron fortuitamente ni por ciego
mecanismo de la materia ni es razonable pensar que Dios las hiciera de
repente y por milagro, y en consecuencia debemos admitir un principio al que
llamo Naturaleza Plástica del que Dios se vale como de instrumento para
ordenar y regular el movimiento de la materia. Sin embargo, conjuntamente
con esta Naturaleza Plástica ha de haber una superior Potestad que la dirija y
corrija sus deficiencias, puesto que la Naturaleza Plástica no puede obrar
discreta y selectivamente”.
Schopenhauer afirmó la presencia de un Espíritu Universal cuyo
principal atributo es la Voluntad, de quien proceden todos los seres del
universo. Se supone que dicho Espíritu Universal está anheloso de
manifestarse en existencia fenomenal, y a este anhelo le llama Schopenhauer
“voluntad de vivir”. Se le atribuye un carácter más bien instintivo que
intelectual, que sirve mejor a sus propósitos de expresión.
Otros filósofos han aceptado con varias modificaciones este concepto
de Schopenhauer, que ya siglos antes habían expresado los antiguos filósofos
budistas con la idéntica frase “voluntad de vivir” con que denotaban la
naturaleza del Espíritu Universal.
Sin embargo, estas filosofías consideran al Espíritu Universal más bien
como la Causa Primera que como la primera manifestación de esta Causa.
Análogamente, otros pensadores suponen la existencia de una
“Naturaleza Viviente” que se manifiesta y expresa en los innumerables seres
del universo, pues nada hay en el universo sin vida, según también afirman los
rosacruces.
Pero conviene tener muy presente que en la doctrina secreta de los
rosacruces el Alma del Mundo no es el Absoluto, no es la Infinita Realidad,
sino tan sólo su primera manifestación de la que proceden y a la que han de
volver todas las subsiguientes manifestaciones. El Alma del Mundo no es
eterna. Por el contrario aparece y desaparece de conformidad con el ritmo de
los Días y Noches cósmicos.
Dice el segundo aforismo que la Llama se reenciende, principia el
Tiempo, existen las Cosas y comienza la Acción.
La Luz Obscura vuelve a brillar en Llama por medio del Alma del
Mundo y se inicia el nuevo universo. Comienza el Cambio, y por tanto
principia el Tiempo, pues el Cambio es la esencia del Tiempo que a su vez es
la medida del Cambio. Existen las cosas, es decir, las entidades, o por lo
menos existe una cosa, ya que el Alma del Mundo es de por sí una Entidad,
una Cosa. Y comienza la Acción porque para desenvolverse el germen del
huevo cósmico es indispensable la actividad, el movimiento y el cambio. El
Alma del Mundo está en actividad desde su alba hasta su ocaso.
Termina diciendo el segundo aforismo que surgen a la existencia los
Pares de Opuestos, nace el Alma del Mundo y despierta a la manifestación, y
aparecen en el horizonte los primeros rayos del nuevo Día Cósmico.
Toda cosa está acompañada de los pares de opuestos o cualidades
contrarias, por lo que desde el primer aliento del Alma del Mundo comienza la
diferenciación y se manifiesta la polaridad de cualidades.
Desde el primer instante de su nacimiento despierta el Alma del Mundo
a la actividad de la manifestación, impelida por el ardentísimo deseo de vivir,
y de momento se manifiesta instintivamente en formas elementales de vida, y
se prepara a más alta y complicada expresión.
Al nacer el Alma del Mundo despunta el nuevo Día Cósmico y prosigue
sin interrupción hasta que en cíclica secuencia sobrevienen las sombras de la
Noche Cósmica.
Según las enseñanzas rosacrucianas, el Alma del Mundo tiene por
cuerpo una envoltura de substancia tan superiormente sutil al éter del espacio
como éste lo es respecto del más duro granito. De esta substancia entreteje el
Alma del Mundo todas las envolturas materiales o formas en que han de
residir la vida y la conciencia, tanto las formas densas como las sutilísimas
lejos de nuestro grosero plano físico.
Según la doctrina de los rosacruces es un error creer que la Causa
Eterna creara de la nada el Alma del Mundo y mucho menos que surgiera por
división o desaparición de la substancia de la Causa Eterna. Por el contrario, la
doctrina rosacruciana sostiene que el Alma del Mundo existe como una
IDEACIÓN o PENSAMIENTO de la Causa Eterna, de la propia suerte que
la mente humana puede imaginar la existencia de un ser.
Es el Alma del Mundo la proyección o SOMBRA de la única Realidad,
pero no la misma Realidad.
Puede considerarse el Alma del Mundo en los albores del Día Cósmico,
como el que despierta de un sueño profundo y se esfuerza por reasumir su
conciencia. No conoce en un principio lo que es ni que es una ideación de la
Causa Eterna. Si pudiera expresar verbalmente su pensamiento diría que
siempre existió, pero que estuvo dormida hasta aquel momento. Siente en su
interior el ansia de manifestación y expresión instintiva e inconsciente, y esta
ansia es propia de su carácter, infundida por la ideación de la Causa Eterna
que le dio existencia. Como el niño recién nacido se esfuerza por respirar y
mueve sus miembros. A este esfuerzo responde su naturaleza y comienza la
actividad de la vida.
EL ANDRÓGINO UNIVERSAL
Dice el tercer aforismo:
EL UNO SE DESDOBLA EN DOS. EL NEUTRO SE
CONVIERTE EN BISEXUAL, MASCULINO Y FEMENINO,
EVOLUCIONADOS DEL NEUTRO. ASÍ COMIENZA LA
OBRA DE LA GENERACIÓN.
El Alma del Mundo es un Ser universal bisexual, o sea que combina en
sí los elementos masculino y femenino, por lo que la doctrina de los
rosacruces le denomina “Hermafrodita Universal” o “Andrógino Universal”.
La palabra hermafrodita significa “un individuo que reúne los dos
sexos”. Deriva de los nombres griegos Hermes y Afrodita, en alusión al mito
según el cual el dios Hermes y la diosa Afrodita se unieron en un solo cuerpo
mientras se estaban bañando con la ninfa Salmacis.
La palabra andrógino también tiene el mismo significado etimológico,
pues deriva de las voces griegas andros (varón) y gyne (mujer) y se aplica
asimismo al individuo que reúne los dos sexos4.
El concepto de bisexualidad del Alma del Mundo se encuentra en las
enseñanzas esotéricas de toda época y país. Formaba parte integrante de los
Misterios y su explicación dignificaba, enaltecía y espiritualizaba la función
sexual; pero posteriormente pervirtió estas enseñanzas el vulgo excitado por
envilecidos sacerdotes y apareció el obsceno culto fálico cuyas huellas se
advierten en los tratados antiguos de filosofía y religión.
Los rosacruces jamás han apoyado ni favorecido en lo más mínimo el
falicismo. Por el contrario, han mantenido siempre viva la llama de las
genuinas enseñanzas y han usado su particular símbolo como el distintivo
nombre simbólico y emblemático de la Orden.
Para comprender la simbología del Andrógino Universal conviene
familiarizarse propiamente con los dos antiguos símbolos del sexo.
En todas las antiguas filosofías y religiones vemos que la cruz es el
símbolo del principio masculino y el círculo del principio femenino, de suerte
que para representar el Andrógino Universal se combinan de uno u otro modo
la cruz y el círculo. Originalmente se colocó la cruz en el interior del círculo;
pero después prevalecieron las diversas formas de la Cruz Fálica, entre ellas la
de colocar el círculo sobre la cruz y la de substituir la cruz por la letra tau T y
el círculo por la letra O.
La figura de la esvástica resulta de concebir la cruz en movimiento
giratorio tan rapidísimo que parece como si un círculo circunscribiera la cruz.
Este símbolo es sacratísimo para los rosacruces, pues para ellos
representa la actividad universal de la creación y el magno misterio de la
oculta generación en todos los planos de existencia.
Posteriormente el círculo se transmutó en rosa y la cruz en espada con
puño en cruz, que simboliza la mística unión de la Rosa y de la Cruz, de que
deriva el nombre de la Orden.
El tercer aforismo insinúa la importantísima enseñanza rosacruciana de
la presencia y actividad del sexual par de opuestos en que se fundamenta el
secreto de la generación.
En el universo todo están presentes y en operación los dos principios
masculino y femenino, ambos de carácter y extensión universal, que denotan
opuestos aspectos del Alma del Mundo, y al reaccionar uno en otro producen
la creadora actividad y los sucesivos fenómenos del universo.
Ambos principios operan en todos los planos de la existencia, desde el
elemental o submineral hasta el angélico, pasando por los mineral, vegetal,
animal, humano y superhumano.
Esta afirmación le parecerá muy extraña a quien no esté versado en la
sabiduría antigua ni en los atrevidos conceptos de la ciencia moderna; pero no
así a quien se haya familiarizado con ambas, pues tanto la sabiduría antigua
como la ciencia moderna reconocen la presencia de los principios masculino o
femenino en todos los seres del universo5.
Las antiguas enseñanzas afirmaban que el incesante devenir de la
evolución creadora necesitaba la reacción subsiguiente a la acción entre las
formas opuestas de los elementos masculino y femenino o aspectos del Alma
del Mundo, y la ciencia moderna corrobora las enseñanzas antiguas, pues
afirma que hay en la naturaleza una actividad estimulante que influye en una
fuerza generadora que reacciona sobre aquélla. El átomo que en otro tiempo se
consideraba indivisible se supone hoy constituido por cargas eléctricas
llamadas electrones o iones que giran con asombrosa rapidez en torno de un
núcleo central. Los electrones son de índole masculina o positiva y el núcleo
central de índole femenina o negativa. De la acción de los electrones en el
núcleo y de la reacción del núcleo en los electrones deriva la generación del
átomo, semejante a un diminuto sistema planetario.
Este concepto de la ciencia moderna es análogo al rosacruciano según el
cual el polo positivo del magnetismo y la electricidad es masculino y el
negativo es femenino; pero los términos de “positivo” y “negativo” se han
empleado tan anfibológicamente, que resulta de su empleo mucha confusión.
Así se suele llamar “positivo” lo fuerte, recio y activo, mientras que se llama
negativo lo débil y pasivo. Lo positivo expresa ordinariamente la idea de más,
y lo negativo la de menos.
Sin embargo, los fenómenos físicos demuestran el error de estas
calificaciones, porque, por ejemplo, el polo negativo de una batería es
precisamente el en que se producen nuevas modalidades de energía, y así los
modernos electricistas le llaman cátodo en vez de polo negativo.
La palabra cátodo es de origen griego y significa “camino descendente”,
porque del cátodo de una batería eléctrica surge el enjambre de electrones así
como los rayos X. Es el cátodo la madre de todas estas nuevas modalidades de
materia que parecen refutar las hipótesis materialistas y develar los antiguos
conceptos de la ciencia. El cátodo es el polo femenino y el ánodo el masculino
si atendemos a sus respectivas funciones.
También enseña la ciencia moderna que los electrones periféricos del
átomo, o cargas de electricidad femenina, se divorcian del núcleo y viajan
independientemente, por lo que se les ha llamado iones, y van en busca de
otro núcleo masculino para crear un nuevo centro de actividad, un nuevo
átomo que manifiesta muy diferentes propiedades de las del átomo de donde
se desprendieron los electrones. A este nuevo procedimiento químico se le
denomina ionización, del que resultan los fenómenos químicos, eléctricos,
caloríficos, lumínicos y magnéticos.
La afinidad química no es más que la manifestación de la energía sexual
del átomo; y aunque dice la ciencia que los átomos se divorcian y se vuelven a
casar, no reconoce todavía que estos fenómenos son manifestación de la
universal sexualidad. Las propiedades explosivas de algunas substancias
provienen de la disociación o divorcio de los elementos masculino y femenino
de un átomo para unirse respectivamente con los elementos femenino y
masculino divorciados de otro átomo, de donde resulta la formación de los
diversos cuerpos químicos. Los alquimistas lo reconocieron siempre así y la
ciencia moderna corrobora los “sueños” de los alquimistas.
La ciencia ha reconocido por notoria observación la existencia de la
sexualidad en los reinos vegetal y animal porque se manifestaba externamente
en el sexo, pero no reconoce el mismo principio en el reino mineral porque no
se manifiesta externamente en el sexo. Sin embargo, recientes
descubrimientos han demostrado que en el fenómeno de cristalización ha de
intervenir necesariamente el principio de sexualidad, y en el porvenir quedará
demostrado que también interviene el mismo principio en otros fenómenos del
reino mineral. Más adelante veremos que asimismo rige en el plano mental el
principio de sexualidad, pues por doquiera actúa, porque el universo es
bisexual.
La exacta comprensión de este concepto revolucionaría la ciencia y
facilitaría la concreción práctica de las ideas que ahora sólo existen en la
mente de los más adelantados cientistas.
Admitido que todos los fenómenos físicos, emocionales y mentales
dependen de la ley de atracción, una vez hayamos descubierto que esta ley
deriva del principio de la sexualidad, nos convenceremos de que es sexual
toda actividad.
Si el Alma del Mundo hubiese permanecido neutra, no fuera posible la
manifestación universal. Fue necesario que apareciera el principio de
sexualidad para que comenzara la manifestación por la cual el Uno se
diversifica primero en Dos y después este Dos en Muchos, o sea la Unidad en
Dualidad y después en Multiplicidad.
EL UNO Y LOS MUCHOS
Dice el cuarto aforismo:
EL UNO SE DIVERSIFICA EN MUCHOS. LA UNIDAD
SE CONVIERTE EN DIVERSIDAD. LA IDENTIDAD EN
VARIEDAD. SIN EMBARGO, LOS MUCHOS SIGUEN
SIENDO UNO. LA DIVERSIDAD SIGUE SIENDO UNIDAD
Y LA VARIEDAD IDENTIDAD.
El Alma del Mundo o primera manifestación del Absoluto, se desdobla
como hemos visto en los aspectos masculino y femenino, o activo y pasivo, de
cuya interacción resulta la diversidad, variedad y multiplicidad de la
manifestación universal, aunque todo permanece Uno en esencia.
Los rosacruces simbolizan este proceso de manifestación en un círculo
en cuyo interior hay otro menor y concéntrico lleno de puntitos. El círculo
mayor simboliza al Absoluto; el menos al Alma del Mundo; y los puntitos los
centros de vida y conciencia o focos de manifestación, pues todas las cosas del
universo manifestado son expresiones de la única Realidad. Este concepto es
fundamental en toda enseñanza oculta. Todos los seres, todas las cosas tienen
idéntica esencia; toda vida es una; toda conciencia es una; toda forma es una.
Al decir que toda vida es una y sin embargo diversificada en muchas, no
damos a entender que la Vida una se divida, fraccione o desmenuce en
infinidad de partes para manifestarse multitudinariamente, sino que debe
entenderse que se refleja en la infinidad de formas, como el sol, sin dejar de
ser uno, se refleja en infinidad de pocillos de agua.
También podemos simbolizar al Absoluto en un infinito Océano de
Vida con innumerables burbujas, cada una de ellas aparentemente separada de
las demás, pero todas pertenecientes al mismo Océano.
La separatividad es una ilusión, pues todas las cosas en apariencia
separadas están contenidas en el Alma del Mundo que a su vez es la primera
manifestación del Absoluto.
La ciencia moderna corrobora esta fundamental verdad de la sabiduría
antigua en su postulado de la Substancia universal o primordial de la que son
manifestaciones todos los fenómenos del universo. De la propia suerte,
algunas modernas escuelas filosóficas afirman la existencia de la Mente
universal, de la que derivan formas de pensamiento productoras de todos los
fenómenos del universo. Asimismo la religión hinduista enseña que la
multiplicidad es el resultado del pensamiento o meditación de Brahma, la
primera manifestación de Brahman o el Absoluto.
El propósito de la filosofía es descubrir el Fundamento incondicionado
y absoluto de todo cuanto existe condicionado y relativo.
Toda filosofía digna de este nombre es esencialmente monística. Así
dice una prestigiosa autoridad en la historia de la filosofía:
“Monismo es en rigor un término aplicable a toda escuela filosófica que
ve en el universo la manifestación de un solo Principio; y cuando la filosofía
no acierta a concebir la unidad en la multiplicidad y la multiplicidad en la
unidad se aparta del necesario ideal filosófico. El dualismo es la confesión del
fracaso de la filosofía en el cumplimiento de su tarea”.
Consideremos ahora el proceso de manifestación tal como está
enunciado en el cuarto aforismo rosacruciano.
Por doquiera vemos en nuestro alrededor la obra de la evolución. Pero
muy bien saben los ocultistas que a toda evolución precede la involución,
desconocida o desdeñada por la ciencia moderna, aunque se nota un
rudimentario concepto de ella en la frase de un moderno filósofo, que dice:
“No es posible educir de una cosa lo que previamente no esté envuelto en
ella”. En el fondo este concepto es el mismo que expresa el antiguo aforismo:
“Todo lo evolucionado debe haber estado antes involucionado”.
Las enseñanzas esotéricas nos dicen que antes de comenzar el admirable
proceso de la evolución de las simples a las complejas y de las inferiores a las
superiores formas de manifestación, debió haber un período de involución o
infusión del Alma del Mundo en las diversas modalidades de materia
elemental.
El Alma del Mundo se infundió en la materia elemental cuya densidad
fue aumentando hasta llegar a su máximo extremo en unas formas muchísimo
más densas que el más denso mineral hoy conocido; y aunque dichas formas
desaparecieron de nuestro planeta todavía subsisten en otros planetas.
Al llegar la involución del Alma del Mundo al punto máximo de
densidad de las formas materiales interviene la ley del ritmo y se manifiesta el
primer impulso evolutivo. Entonces se constituyen los individuales y
aparentemente separados centros de conciencia y actividad en que va
expansionándose la reflejada Alma del Mundo con propósito de manifestarse
por medio de la forma.
Los más sencillos centros de actividad que conocen los ocultistas son
los átomos de cuyo agrupamiento resultan las moléculas y del de éstas las
masas de los cuerpos químicos minerales. Los átomos poseen mente, que no
se manifiesta de una manera notoria porque se lo impide la relativa
compacticidad y densidad de la forma de que son parte.
Prosigue la evolución, pero no en línea recta, sino en línea espiral, y
cada espira está en un nivel superior al de la anterior, de modo que todas las
cosas evolucionan cíclicamente. A su debido tiempo aparecieron los primeros
indicios del reino mineral cuyas formas son algo menos densas que las de
máxima densidad, y comienzan a dar señales de vida y mente. Más tarde
aparecen los rudimentos del reino vegetal, cuando la temperatura del globo
terrestre era tan alta que vulgarmente parecería imposible la vida. Dichas
formas rudimentarias eran el anillo de tránsito del reino mineral al reino
vegetal, pues participaban de las características de ambos reinos, ya que se
reproducían por división o fragmentación como los cristales y crecían por
intususcepción como los vegetales. Estas formas estaban compuestas de las
mismas substancias de los cristales de que evolucionaban, aunque con mayor
grado de vida y mente.
Estas extrañas formas han desaparecido como todas las que sirvieron de
anillo de tránsito o de puente en el transcurso de la evolución; pero dejaron su
huella en los cuerpos o formas de vegetales y animales, porque estas formas
están constituidas por elementos químicos tales como oxígeno, nitrógeno,
hidrógeno, carbono, azufre, fósforo, hierro, calcio, sodio, cloro y otros de
menos importancia, pero todos necesarios.
Los antiguos instructores enseñaron que la primera forma de vida del
reino vegetal tenía aspecto de cristal y fue el ascendiente de los actuales
angiosporos o ínfimas formas de la vida vegetal.
La evolución está determinada por el incesante esfuerzo de la vida en
manifestarse más ampliamente y moldear las formas materiales necesarias
para su expresión. De este modo apareció el protoplasma o fundamento físico
de las vidas vegetal y animal. Del protoplasma evolucionaron los protozoos u
organismos unicelulares que vivieron en el limo de los antiguos océanos.
Después aparecieron las formas constituidas por colonias de células y
sucesivamente otras organizaciones celulares cada vez más complejas hasta
llegar al hombre primitivo que poco a poco fue progresando emocional y
mentalmente. Pero el hombre de hoy día es una etapa del proceso de la
evolución y le sucederá en el porvenir el superhombre.
Recordemos que entre las innumerables formas en que alienta la vida,
desde la célula hasta el serafín, no hay real separación, porque toda Vida es
esencialmente una y es la Vida del Alma del Mundo.
CAPÍTULO VI
LA UNIVERSAL LLAMA DE VIDA
ice el quinto aforismo de la doctrina de los rosacruces:
EL UNO ES LA LLAMA DE VIDA. LOS MUCHOS SON
LAS CHISPAS DE LA LLAMA. UNA VEZ ENCENDIDA LA
LLAMA ENCIENDE TODO CUANTO CAE DENTRO DE SU
ESFERA. EL FUEGO ESTÁ POR DOQUIERA Y EN TODAS
LAS COSAS. NADA HAY OBSCURO NI FRÍO DENTRO DE
SU ESFERA.
La Vida del Alma universal es la vida de todo cuanto existe dentro de su
esfera de influencia.
El concepto del Alma del Mundo como una ígnea Llama que vivifica
por doquiera el universo, está simbolizado por los rosacruces en un círculo
lleno de llameante fuego.
En todas las enseñanzas ocultas ha sido siempre símbolo de la Vida el
Fuego llameante que enciende cuanto está sujeto a su influencia y sin embargo
permanece inextinguible y sin disminución en su esencia.
En efecto, la Llama es el más apropiado símbolo que de la Vida cabe
imaginar, pues aunque la Llama permanezca siempre la misma, no está ni dos
segundos constituida por las mismas partículas, esto es, que aunque la Llama
sea siempre esencialmente la misma está relacionada con la continuar
aparición y desaparición de innumerables partículas de materia que enciende
en chispas y después se consume en la combustión.
Así sucede con la Vida Universal del Alma del Mundo, que persiste
inalterada en esencia y sin embargo se manifiesta incesantemente en multitud
de formas que aparecen, desaparecen y otras nuevas las substituyen en
continua sucesión.
En otro tiempo la ciencia clasificaba los seres de la naturaleza en
animados e inanimados. Entre los primeros comprendía los reinos humanos y
animal y entre los segundos los reinos vegetal y mineral; pero más tarde se
convenció de que también los vegetales están animados, y hoy día se va
convenciendo de que nada hay inanimado en el universo, tal como siempre
afirmaron los ocultistas, pues toda forma natural posee en mayor o menor
grado vida y conciencia.
El cambio de opinión de la ciencia en este punto está expresado por
Lutero Burbank, el mago de la horticultura, en el siguiente pasaje:
“Todas mis investigaciones me han llevado al convencimiento de que
en vez de un universo inerte de por sí y movido por diversas fuerzas, es el
universo todo energía, vida, alma, pensamiento o cualquier otro nombre que se
dé a la idea de actividad. Todas las formas materiales, desde el átomo al sol,
están constituidas por unidades de energía que a su vez obedecen a otras
energías superiores... El universo no está medio muerto sino enteramente
vivo”.
Salceby, en su obra sobre la evolución, lleva a sus lógicas conclusiones
la hipótesis de Herbert Spencer, y dice sobre el particular:
“La vida reside potencialmente en la materia, pues la energía vital no es
algo único y creado en un tiempo pretérito. Si la evolución es verdad, la
materia animada debe de haber evolucionado por natural proceso de la materia
en apariencia inanimada. Y si la vida está potencialmente en la materia resulta
mil veces más lógico que la mente es potencial en la vida. Los evolucionistas
creen que la mente es potencial en la materia. La célula microscópica que ha
de llegar a ser un hombre, tiene en sí el germen de la mente; por tanto, lógico
es inferir que también este germen mental está presente en los átomos de los
elementos químicos constitutivos de la célula, y no sólo en los átomos sino en
cada uno de los electrones del átomo. Así se comprueba la sublime verdad
percibida por Espinosa de que la materia y la mente son la trama y la urdimbre
de lo que Goethe llamó la vestimenta de Dios. Ambas son complementarias
expresiones de la única Realidad que a las dos contiene”.
Por otra parte dice Flamarión:
“El universo es un dinamismo. La vida misma, desde la más
rudimentaria célula hasta el más complicado organismo es un movimiento
dirigido por una fuerza gobernante. La materia es de por sí una palabra sin
significado a pesar de que los materialistas la consideran como el origen de
todas las cosas. El universo es un magno organismo gobernado por un
dinamismo psíquico. La vida centellea a través del átomo, y no sólo viven el
hombre, los animales y los vegetales sino también los minerales”.
En su obra titulada: El enigma del universo, a que algunos han
denominado Biblia del materialismo, dice Haeckel lo siguiente, que por de él
tiene mayor significado:
“No puedo imaginar el más sencillo fenómeno físicoquímico sin atribuir
el movimiento de los átomos a una sensación inconsciente.
“La afinidad química consiste en que los diversos elementos químicos
perciben las cualitativas diferencias de otros elementos y experimentan
sensaciones de atracción o repulsión. Así las sencillas modalidades de
sensibilidad que observamos en el reino vegetal y en los animales inferiores
están relacionadas por una larga serie de etapas evolutivas con las
rudimentarias modalidades sensorias que denota la afinidad química”.
Pero no sólo corrobora la ciencia teóricamente el concepto de la
universalidad de la Vida mantenido por las enseñanzas esotéricas de toda
época. También lo confirma experimentalmente al formar cristales sintéticos
análogos a los que en la naturaleza sirven de anillo de tránsito entre los reinos
mineral y vegetal. Dichos cristales son tenues formas geométricas constituidas
por una delgada capa silícea que encierra una gota de plasma de consistencia
gelatinosa. Estos cristales son tan microscópicos, que millares de ellos caben
en la punta de un alfiler, y a pesar de su aspecto de cristales tienen vida y
realizan todas las funciones vitales.
Los cristales nacen, crecen y pueden morir por los efectos de la
electricidad o de agentes químicos, y algunos investigadores han descubierto
en ciertos cristales indicios del principio sexual.
El cristal se forma de un líquido de la madre y su masa se constituye de
conformidad con un definido modelo o arquetipo, tan fielmente como las
formas vegetales y animales, de modo que es evidente en el cristal la creadora
actividad.
Antiguamente enseñaba la ciencia académica que los cristales crecían
por yuxtaposición o sea de fuera adentro, mientras que los vegetales y
animales crecen por intususcepción o de dentro afuera; pero hoy día se ha
comprobado que también los cristales crecen por intususcepción y pueden
reproducirse por separación o división como las formas inferiores de los
reinos vegetal y animal.
Por otra parte, la ciencia ha comprobado que los metales se fatigan y
pierden sus propiedades, pero que las recobran después de un período de
descanso, según se infiere de los experimentos realizados con las navajas de
afeitar, las máquinas herramientas de los talleres, los telares de las fábricas, los
electromotores y máquinas de vapor, que funcionan más desembarazadamente
después de un día de descanso.
Asimismo se ha comprobado que los metales responden a los estímulos
exteriores, que están sujetos a enfermedades, que es posible envenenarlos y
contrarrestar el veneno con el correspondiente antídoto. La misma posibilidad
de enfermar se ha observado en las vidrieras de las catedrales cuyos vidrios se
corroen y se transmite la corrosión por contagio de ventanal en ventanal.
El profesor J. Chunder Bose, de la Universidad de Calcuta, realizó sobre
el particular concluyentes experimentos cuyo resultado expuso en la obra
titulada: Respuestas de lo animado y lo inanimado.
Ha demostrado Bose que los metales responden a las excitaciones
externas de manera semejante a las respuestas que en iguales casos dan los
seres vivientes, así como también manifiestan un estado parecido al sueño del
que despiertan para reanudar su actividad.
Otros experimentos realizados por el doctor Carlos Bastian, de Londres,
demuestran la posibilidad de que un ser animado proceda de otro de los que
hasta ahora se consideraban inanimados, pues obtuvo de un líquido
completamente claro, motas negras que se transmutaron en bacterias.
También el profesor Burke, de la universidad de Cambridge, ha
obtenido de un caldo esterilizado con cloruro de radio, microbios que se
reprodujeron por subdivisión.
Las revistas científicas de hace algunos años publicaron el relato de los
experimentos llevados a cabo por un químico alemán con sales metálicas
sometidas a una corriente eléctrica, de lo que resultó el agrupamiento en el
cátodo de las partículas de la sal en forma de hongo, con todas las
características de este vegetal, incluso el sistema de alimentación y
crecimiento.
Así vemos que la ciencia moderna no tendrá más remedio que
reconocer la verdad siempre afirmada por las enseñanzas esotéricas, de que
nada hay inanimado en el universo, que todo vive aunque parezca sin vida, y
que todo poder dimana del poder de la voluntad.
La afirmación de los materialistas de que la vida y la mente son
cualidades de la materia se ha de invertir para que resulte verdadera, diciendo
que la materia es la envoltura o medio de manifestación del alma con su vida y
su mente, que todas las formas materiales están en diverso grado animadas por
la vida y la mente.
El concepto materialista es la invertida pirámide del error. El concepto
ocultista es la enhiesta pirámide de la verdad asentada en la Roca de los Siglos
que nada ni nadie podrá conmover ni descuajar.
.
CAPÍTULO VII
PLANOS DE CONCIENCIA
Dice el sexto aforismo de la doctrina secreta de los rosacruces:
ASÍ COMO LA VIDA ES LA ESENCIA DEL ESPÍRITU, ASÍ
LA CONCIENCIA ES LA ESENCIA DE LA VIDA. EL ESPÍRITU
ES UNO, Y SIN EMBARGO SE MANIFIESTA EN MUCHAS
MODALIDADES DE CONCIENCIA, AUNQUE TODAS ELLAS
PUEDEN RESUMIRSE EN SIETE GRUPOS PRINCIPALES
LLAMADOS PLANOS, A SABER: 1º. ELEMENTAL; 2º. MINERAL;
3º. VEGETAL; 4º. ANIMAL; 5º. HUMANO; 6º. SUPERHUMANO;
7º. DIVINO.
El concepto de la Vida Consciente manifestada en siete distintos planos
tiene por símbolo rosacruciano una cadena de siete círculos entrelazados,
dentro de otro círculo mayor.
Es evidente que la Vida es la esencia del Espíritu, pues no se concibe un
Espíritu muerto. Muerte y Espíritu son términos contradictorios.
Asimismo la conciencia es la esencia de la vida, pues no se concibe la
vida sin conciencia de que vive, y esta conciencia está manifestada por la
mente, de modo que el grado de mentalidad corresponderá al grado de
manifestación y expresión de la conciencia y por tanto de la vida.
La conciencia puede definirse o al menos explicarse diciendo que es el
atributo de recibir impresiones del exterior y responder a ellas. Por
consiguiente, también los minerales tienen conciencia, puesto que viven,
según se ha demostrado experimentalmente. Todo cuanto vive es consciente, y
como quiera que todo vive, todo es consciente.
Sin embargo, no caigamos por incompleto conocimiento en el error de
creer que la idea de conciencia se contrae a sus aspectos superiores en que el
individuo se conoce a sí mismo y conoce en mayor o menor grado el mundo
externo.
Muy difícil es definir lógicamente la idea de conciencia, porque como
toda idea simple es indispensable experimentarla, pues su sencillez no admite
término de comparación.
Afirman los rosacruces que la conciencia se manifiesta en siete planos
entrelazados cada uno de ellos con sus dos adyacentes; y cada plano está
subdividido en siete subplanos y cada subplano en siete resubplanos, y así
sucesivamente hasta lo indefinido.
I. Plano Elemental
En este plano se manifiesta la conciencia en las acciones y reacciones de
los elementos constituyentes de la materia o sean los electrones y otras
partículas aún más pequeñas que la ciencia no ha descubierto todavía, de
índole más sutil que la física, por lo que la llama esencia elemental.
Nos informan los investigadores científicos de que las diversas
modalidades de la energía física, manifestadas en electricidad, luz, calor,
magnetismo, sonido y movimiento, provienen de la mayor o menor rapidez de
las vibraciones de la materia y la energía. Estas vibraciones están
determinadas por el movimiento de las partículas materiales que a su vez
proviene de la atracción y repulsión entre las partículas que manifiestan en su
gusto por unas y su disgusto por otras una conciencia elemental o sea
rudimentaria.
En el plano elemental se efectúan muchas operaciones que al vulgo le
parecen “mágicas”, pero cuya verdadera índole conocen los ocultistas, quienes
mueven la materia, no por la acción de la energía física dirigida por su mente
y voluntad, sino relacionando su conciencia individual con la rudimentaria
conciencia del átomo.
En los siete subplanos del plano elemental hay fenómenos y
manifestaciones de todo punto ignorados de la ciencia y de los profanos, y
sólo conocidos de los ocultistas, quienes los han estudiado detenidamente.
II. Plano Mineral
En este plano se manifiesta la conciencia en las atracciones y
repulsiones de las masas de materia. Así las moléculas de un trozo de acero no
están compactamente unidas por la acción de alguna fuerza extraña a ellas,
sino por la peculiar fuerza de cohesión inherente a su naturaleza; y de la
propia suerte que por esta fuerza de cohesión quedan mutuamente atraídas las
diminutas masas de materia llamadas moléculas, quedan atraídas por la fuerza
de gravitación las enormes masas de los astros de un sistema planetario.
En el subplano superior del plano mineral se observa la cristalización de
las partículas minerales en determinadas formas geométricas, cuyo número
llega a treinta y dos, distribuidas en seis sistemas, y son el resultado u
operación de la rudimentaria conciencia de los átomos, porque el Arquitecto,
el Constructor del universo, se vale de la rudimentaria conciencia, expresión
de la vida residente en la material forma del átomo, como se vale de la
conciencia y la vida en grado superior manifestada en la forma humana.
El estudio de la cristalografía o ciencia que trata de la forma, estructura
y propiedades de los cristales abrirá nuevos y más amplios horizontes a la
mente del profano y le dará un atisbo del taller del Constructor Universal. No
en balde dijo Platón que Dios geometriza, y antes había dicho Pitágoras que el
universo está sujeto a peso, número y medida.
Conviene advertir que en el universo, esto es, en otros planetas del
sistema solar, hay minerales mucho más densos que el espato pesado y otros
más ligeros que la esteatita o jabón de sastre.
III. Plano Vegetal
En este plano se manifiestan las acciones y reacciones de las células
vegetales cuya conciencia, aunque también rudimentaria respecto de la
humana, no lo es tanto como la del átomo, y son más notorias sus
manifestaciones.
En el subplano inferior del plano vegetal encontramos plantas que
apenas se distinguen de las formas superiores de la vida mineral, de suerte que
es imposible trazar una línea definidamente divisoria entre el plano mineral y
el vegetal, cuyo anillo de tránsito está constituido por las diatomas o plantas
unicelulares cuya membrana celular está impregnada de sílice, que les da
aspecto de cristales.
En 1886, el profesor Van Schrom, al observar con un potente
microscopio el bacilo del cólera, notó que formaba pirámides dobles, con todo
el aspecto de cristales, dotados de movimientos al parecer conscientes.
De este experimento infirió que todos los bacilos podrían formar
cristales vivientes, y así lo confirmaron ulteriores experimentos.
Los cristales bacterianos están compuestos de materia albuminosa
homogénea, al principio sin color ni estructura, y al cabo de algún tiempo
pierden sus propiedades bacterianas y parecen inanimados, aunque una fuerza
interna, semejante a la vital, los impele a tomar configuración geométrica. Y a
la par de esta fuerza interna semejante a la vital de los vegetales, poseen las
características de los cristales, como la refracción y polarización de la luz.
Nadie es ya capaz de negar la vida en los vegetales, aunque la ciencia
académica les niegue conciencia e inteligente actividad.
Pero muy notables investigadores discrepan de la opinión oficial y han
comprobado en sus experimentos de laboratorio la conciencia e inteligente
actividad de las plantas.
Dice sobre el particular el doctor Bieser:
“El fenómeno de adaptación fisiológica, que mejor pudiera llamarse
psicológica, es la más concluyente prueba de la presencia de la vida en todas
las formas materiales. La adaptación es el arma con que cada organismo
viviente lucha contra las fuerzas adversas a su natural condición, es decir, que
al adaptarse un organismo al ambiente en que se halla, obedece a las leyes
naturales en vez de contravenirlas. La más perfecta máquina automática no
tiene vida porque no puede adaptarse a las mudanzas del ambiente”.
Al considerar la conciencia vegetal, los autores dividen su
manifestación en tres clases, conviene a saber: Trofosis o actos
correspondientes a la nutrición; Neurosis o actos correspondientes a la
sensibilidad; y Psicosis o actos correspondientes a la mentalidad.
La trofosis se manifiesta en todos los vegetales, pues aún los
unicelulares se nutren por alimentación tomada del exterior con que reponen
sus desgastes.
En los actos de nutrición se manifiesta la vida y cierto grado de
consciente actividad, pues conoce la planta lo conveniente y lo nocivo para su
nutrición, con la significativa particularidad, ya reconocida aunque no
explicada por los agrónomos, de que cuando la planta se ha asimilado la
necesaria cantidad de substancias nutritivas, las raíces se inhiben y ya no
absorben más.
Este curiosísimo fenómeno no puede explicarse por la acción de las
fuerzas físicoquímicas, pues siendo las raíces materialmente porosas, debieran
absorber indefinidamente las aguas nutritivas para derramarlas en el torrente
circulatorio de la savia; pero desde el momento en que sin dejar de ser
porosas, ya no absorben precisamente cuando el vegetal tiene bastante
nutrición, demuestra esta inhibición inteligente actividad, es decir, que el
vegetal conoce que ya no necesita más elementos nutritivos.
La neurosis se manifiesta en los vegetales de cierta categoría en la
escala de la evolución, que si bien no poseen sistema nervioso de la índole de
los animales, están dotados de células capaces de sensibilidad siquiera
rudimentaria. Así la por lo mismo llamada sensitiva, algunas especies de
orquídeas y otras plantas denotan sensibilidad rudimentaria, que forzosamente
implica cierto grado de conciencia e inteligente actividad.
Todavía en más altos peldaños de la evolución vegetal encontramos
plantas que manifiestan notorias psicosis o actos correspondientes a la
mentalidad.
Sobre este importante punto dice el profesor Bieser:
“Esencialmente es la misma la inteligencia del vegetal, del animal y del
hombre, aunque difieren enormemente en grado. Aún en los hombres varía el
grado de inteligencia, porque unos individuos ven más claramente sus
necesidades y viven en más favorables circunstancias”.
Por otra parte dice el Dr. J. E. Taylor, prestigiosa autoridad en la
psicología de las plantas:
“Se les niega generalmente conciencia e inteligencia a los vegetales
porque ni aún en las especies superiores descubrimos sistema nervioso que
pueda servir de perceptor y transmisor de sensaciones, como en el caso de los
ganglios y cerebro de los animales superiores. Pero tengamos en cuenta que
tampoco poseen sistema nervioso los protozoos, y sin embargo sienten y
perciben y tienen conciencia rudimentaria a la que los naturalistas llaman
instinto”.
Al tratar Darwin de la extrema sensibilidad de la punta de las raíces
vegetales, dice:
“No es exagerado afirmar que la punta de la raíz de un vegetal actúa lo
mismo que el cerebro de los animales superiores”.
Añade el profesor Cope:
“Podemos comprender que por el parasitismo u otros medios de vivir
sin esfuerzo, no sería necesaria la adopción de nuevos y más hábiles
movimientos y no fuera posible el despertar de la conciencia. Al continuo
reposo acompañaría la inconsciencia. Tal sucedería en el reino vegetal”.
El Dr. J. C. Arthur, en su interesante obra: La Sagacidad y moralidad
de las plantas, dice lo siguiente:
“He tratado de demostrar que todo organismo, aun el más simple,
vegetal o animal, por la índole de su vida, y la lucha que para vivir sostiene,
debe estar dotado de sentimiento conciente cuyas más sencillas expresiones
son el placer y el dolor”.
“Refiérece que en la isla de Java, al pasar por un matorral de plantas
sensitivas, se inclina profundamente y después vuelve a su estado de
inmovilidad”.
“La célula es la base de la vida en vegetales y animales indistintamente,
y la primera modificación que observamos es la del curioso animal llamado
ameba, en el que no podemos menos de advertir un rudimento de conciencia.
Sin embargo, su estructura no difiere de la de los vegetales inferiores en cuyos
tejidos se notan movimientos muy parecidos a los de la ameba”.
“También podemos observar las costumbres e inteligentes movimientos
de los zoosporos de las algas y la locomoción de los anterozoos de los
musgos, líquenes y helechos. No hace muchos años se clasificaban entre los
animales estos órganos de la vegetación y nadie dudaba entonces de que tenía
conciencia e inteligencia”.
“Muy notorios son los gustos y repugnancias de los vegetales, pues se
ha observado que una planta no medra o se achaparra en la contigüedad de
otra, y recobra brío y lozanía si se transplanta la vecina y se arraiga otra en su
lugar, como si a la que medraba le disgustaría la vecindad. Otros fenómenos
de psicosis son de tal índole, que si los efectuara en hombre se calificarían de
buenas y malas acciones”.
“No hay virtud ni vicio que no tenga su análogo en las acciones del
reino vegetal. En este respecto muy poca diferencia han observado los
investigadores entre los vegetales y los animales inferiores”.
Una de las más elementales manifestaciones de la conciencia vegetal es
el sentido de la gravedad, o sea el conocimiento que denota la planta de que ha
de dirigirse hacia arriba en su crecimiento.
Si plantamos una semilla con los cotiledones invertidos, el del tallo dará
la vuelta hacia arriba para brotar y el de la raíz dará la vuelta hacia abajo para
arraigar en el suelo. Los experimentos sobre el particular han demostrado que
este sentido de la dirección es de naturaleza análoga a la de los sentidos de los
animales inferiores.
Además del sentido de la dirección, tienen las plantas en sentido de la
humedad, que las incita a buscar el agua, y el sentido de la luz que las mueve a
crecer opuestamente a la oscuridad, como sucede en las patatas almacenadas
en una bodega, que al germinar crecen los tallos en dirección de una rendija de
la pared por donde entra un tenue rayo de luz.
El sentido del gusto se manifiesta en varios fenómenos de la vida
vegetal, pues la planta es capaz de distinguir entre las substancias, las
convenientes a su nutrición, y absorber de cierto número de ellas contenidas
en los abonos, la que mayormente necesitan en determinado período de su
vegetación.
Hay plantas insectívoras que en cuanto un insecto díptero se posa en
una hoja, se arrolla ésta como un cucurucho y aprisiona y mata al insecto cuya
exprimido cadáver después arroja. Lo más significativo de este fenómeno es
que si se coloca sobre una hoja de la planta una diminuta piedra, un granito de
arena, una pelusilla, algo que en tamaño, peso y consistencia dé la misma
sensación que el insecto, la hoja no se mueve, como si conociera y supiese
distinguir entre el insecto vivo y su artificioso remedo.
Otras plantas son muy sensitivas a la luz, como por ejemplo el girasol,
dondiego de día y dondiego de noche, que abren o cierras o mueven las
corolas de sus flores en sincronismo con los rayos de luz.
Se creyó un tiempo que este movimiento provenía de la acción química
de la luz en la corola de las plantas; pero recientes experimentos han
demostrado que colocada la planta en un paraje obscuro continúa por algunos
días efectuando los mismos movimientos sin recibir la influencia de la luz, lo
que demuestra la influencia de un hábito contraído, y sin mentalidad y
conciencia no es posible contraer un hábito, aunque mente y conciencia se
inhiban después de contraído.
Los experimentos de Lutero Burbank nos dan ejemplo de como las
plantas se adaptan al cambio de las condiciones de su ambiente y se
aprovechan de las ventajosas al paso que rechazan las perjudiciales, todo lo
cual requiere conciencia y mente, esto es, la comprensión en algún grado del
mundo circundante.
Todo el que estudia prácticamente botánica sin ideas preconcebidas no
puede menos de observar en la vida vegetal fenómenos comprobatorios de la
rudimentaria pero positiva mentalidad conciente de las plantas.
IV. Plano Animal
De nuevo vemos que no hay definida línea divisoria entre los distintos
planos de conciencia, como no la hay entre la luz del día y la obscuridad de la
noche. De la propia suerte que la conciencia mineral se traslapa con la vegetal,
así la vegetal con la animal.
Es imposible distinguir por somera observación las formas inferiores
del reino animal de las del reino vegetal. Algunas formas que antiguamente la
ciencia asignaba al reino animal, se ha comprobado que son vegetales; y
viceversa, algunas formas que se consideraban vegetales han demostrado su
naturaleza animal.
Los ocultistas reconocen que estas discutidas formas pertenecen al
subplano de conciencia en que se traslapa el vegetal con el animal.
La conciencia animal se extiende en una prolongadísima gama que
abarca desde el organismo unicelular residente en las profundidades del
océano hasta las superiores formas de los cuadrúmanos; pero cada animal,
según su especie, posee suficiente grado de inteligencia para adaptarse al
ambiente y satisfacer sus necesidades.
Tanto la ciencia académica como las enseñanzas ocultas afirman que la
vida animal se originó en las profundidades del océano en forma unicelular,
cuyo más notorio ejemplar es la mónera, que vive en el agua y tiene el aspecto
de una gota de gelatina, aunque está constituida por substancia protoplásmica
sin órganos de ninguna clase. No obstante, efectúa las funciones de nutrición,
relación y reproducción análogamente a los animales superiores. Todo el
cuerpo de la mónera es capaz de asimilarse el alimento aunque carece de
aparato digestivo y de absorber oxígeno sin necesidad de aparato respiratorio.
Envuelve a su presa con tanta seguridad como una gota de gelatina envolvería
a un mosquito y se asimila la substancia de lo que le sirve de alimento, con la
particularidad de que ella misma elabora los jugos necesarios para la
digestión.
Se mueve la mónera prolongando un punto de su cuerpo en forma de
pie, y cuando llega al paraje que le conviene, retrae la prolongación y recobra
su ordinaria forma.
En sus funciones de relación busca el alimento que le falta y elude
hábilmente la persecución de sus enemigos. Posee cuanta mentalidad necesita.
Sigue en la escala zoológica la ameba, también unicelular, pero con
rudimentos de organismo, pues tiene un núcleo y además una cavidad interna
que le sirve de aparato digestivo y está recubierto su cuerpo por una tenue
capa a manera de piel.
La mónera y la ameba se parecen notablemente en su constitución a las
células del organismo humano.
Las células del tejido muscular, óseo, adiposo y conjuntivo se parecen a
la mónera, y las células o glóbulos blancos del tejido sanguíneo se parecen a la
ameba, por lo que se les llama también ameboides, pues como la ameba
cambian continuamente de configuración y no están quietos ni un instante.
Las células constituyentes de los complejos organismos animales actúan
como si fuesen seres dotados de mente y conciencia, pues efectúan
solidariamente el trabajo que a cada grupo le corresponde en la vida del
organismo, y lo realizan siempre de conformidad con el plan establecido para
el normal funcionamiento de cada órgano.
Cuando por herida o contusión sufre daño el organismo o cuando por
alguna circunstancia se infecta un punto cualquiera, las células acuden
presurosas a remediar el daño, combatiendo contra los gérmenes patógenos
desarrollados por la herida, golpe o infección. Si las células no logran vencer
al enemigo, acuden en su auxilio otras más potentes que estaban de reserva, y
si no basta el refuerzo, todavía hay otra reserva que se moviliza en casos de
extrema necesidad. Tal es la acción de los leucocitos, linfocitos y células
gigantes.
Las células de los tejidos que forman los órganos, elaboran todos los
humores, jugos y líquidos necesarios para la digestión, así como las
secreciones internas.
Las células elaboran la saliva, el jugo gástrico, los jugos intestinales, la
bilis y la hiel, las células renales extraen de la sangre los desechos que expulsa
la orina; las células dérmicas elaboran el sudor cuya constitución y efecto son
análogos a los de la orina; las células rojas de la sangre sirven de vehículos
para transportar el oxígeno por las arterias y los desechos por las venas. En
suma, cabe decir que la vida fisiológica de un complejo organismo animal es
la resultante de la vida consciente de millones de millones de microscópicas
formas individuales.
La consideración de estos fenómenos biológicos no puede menos de
allegar el convencimiento de que el llamado instinto no es más que una
palabra inventada por el observador superficial y prejuicioso para disimular la
ignorancia de la realidad.
La acción de las células denota inteligencia y discernimiento y por tanto
mente y conciencia en el grado necesario para el cumplimiento de su obra, y
de ello cabe inferir que todo animal, desde el ínfimo al superior en la escala
zoológica, posee el grado de mentalidad consciente que corresponde a la
satisfacción de sus necesidades según la especie a que pertenece y la etapa de
evolución en que se encuentra.
Después de la mónera y la ameba siguen los infusorios, caracterizados
por tener sutiles filamentos vibrátiles que les sirven de órganos de prensión y
locomoción. Estos filamentos son permanentes y representan el inicio de las
extremidades torácicas y abdominales que más tarde aparecen en los animales
superiores.
También poseen los infusorios rudimentarios aparatos digestivo y
respiratorio.
Las esponjas, los pólipos corales, la estrella de mar, el erizo marino, los
anélidos, arácnidos, insectos, peces, reptiles, aves y mamíferos, cuyas
respectivas descripciones pueden hallarse con todos sus pormenores en un
buen tratado de zoología, son los diversos órdenes del reino animal, cuyos
individuos de todo género, familia, especie y variedad denotan conciencia
mental y en algunos casos hasta moral, según nos refieren los sagaces
observadores de la vida y costumbre de los animales cuyo relato ocuparía
varios volúmenes de centenares de páginas, por lo que remitimos al lector a
las obras publicadas sobre tan interesante tema y en especial a la del famoso
entomólogo Fabre.
V. Plano Hominal
En este plano, el del reino hominal, llega la conciencia al grado superior
en que se puede manifestar en el mundo terrestre por los seres humanos que
aún no han llegado a la meta señalada en el presente ciclo de evolución,
aunque los que ya traspusieron la meta y voluntariamente viven en el mundo
físico para auxiliar a la humanidad, pueden manifestar un grado todavía más
alto de conciencia.
Pero limitándonos a la consideración de la conciencia humana en su
estado vigílico, observamos que se distingue profundamente de la conciencia
animal en el conocimiento de sí mismo, expresado en la afirmación de “yo soy
yo” de que no dan ni el más leve indicio los animales por mucha que sea su
inteligencia.
El hombre es capaz de reconocerse como Pensador independientemente
de sus pensamientos, de Actor independientemente de sus acciones; de
Sentidor aparte de sus sentimientos; de Voluntario aparte de sus voliciones; en
una palabra, de Sujeto consciente, con independencia de los fenómenos de los
sentidos.
Cierto es que en las primitivas formas de la vida humana apenas se
manifiesta este grado de conciencia, pero está latente porque es propio de la
individualidad, mientras que no existe en los animales porque aún no se han
individualizado.
Además, los tipos superiores del reino animal están traslapados con los
inferiores del reino humano; y aunque Darwin afirmó que el hombre
desciende del mono, ya reconoce la ciencia moderna, de acuerdo con las
enseñanzas ocultas, que dicha descendencia no es directa, sino que el hombre
y el mono descienden por vías colaterales de un común ascendiente cuya
existencia real se remonta a una época de la evolución de la forma, de la vida
y de la conciencia inasequible a los ordinarios cómputos del tiempo objetivo.
Se ha de tener también presente que las tribus ínfimas de la especie
humana hoy existentes en el mundo terrestre están tan lejos del grado de
inteligencia del hombre culto, como de éste los monos antropoides; y algunos
naturalistas opinan que el tránsito del orangután y el chimpancé a las
condiciones del cafre, del hotentote o del bosquimán sería más fácil que el del
hotentote, bosquimán o cafre al nivel de un Edison, un Emerson, un
Shakespeare o un Cervantes.
Ha demostrado Huxley que la estructura cerebral del hombre
comparada con la del chimpancé difiere muy poco de la comparación entre la
del chimpancé y la del lemur.
También demostró Huxley que la diferencia entre las circunvoluciones
cerebrales del hombre culto y las del salvaje es mucho mayor que la entre las
del salvaje y el orangután.
Darwin afirma que los signos, voces y expresiones de los salvajes
fidjianos son menos comprensibles que las miradas, actitudes, voces y
movimientos de los animales domésticos.
El profesor Clodd, al describir al hombre primitivo, dice así:
“Indudablemente era inferior a los más incultos salvajes de hoy día, con
indómitas emociones, vigorosos instintos, incipiente raciocinio, incapaz de
concebir el mañana ni pensar en el ayer y guarecido en cuevas, alimentándose
de frutos naturales, vestido de pieles y corteza de árboles, ignorante de todas
las artes menos la de aguzar la piedra y encender fuego”.
Así como por el extremo inferior está el reino humano traslapado con el
extremo superior del reino animal, por el extremo superior lo está con el
extremo inferior del dévico, así como éste con el divino, de modo que los
rosacruces simbolizan este mutuo traslapo en tres círculos que se intersectan .
En las formas inferiores del reino humano, la actividad mental y
emocional del hombre es muy poco mayor que la de los animales superiores,
aunque lo bastante para dominarlos, a causa de que está individualizado por
salvaje que sea y tiene conciencia de su individual entidad, mientras que la
conciencia del animal, por inteligente que sea, siempre se dirige hacia el
mundo externo, pues para él no existe el interno.
Según adelanta el hombre en su evolución se da cuenta de sí mismo,
analiza sus estados mentales y emocionales, reconoce análogos estados en sus
semejantes y razona especulativamente sobre ellos, con lo que se despiertan y
agudizan las facultades mentales y sube de nivel de conciencia.
No tarda en demandar respuesta satisfactoria a los numerosos enigmas
que le presenta el mundo objetivo y para encontrarla procede de lo
desconocido a indagar lo desconocido. Unce el corcel de su deseo al carro del
entendimiento y lo guía con las riendas de la voluntad.
Cuanto más conoce, más desea conocer y cuanto más desea mayor es su
sufrimiento para lograr su deseo. El dolor es el precio que el hombre paga para
progresar; pero una vez ha progresado recibo por premio el placer.
No sólo le acucia y atormenta el deseo de poseer y dominar las cosas
materiales, sino que también sufre en sus esfuerzos a veces titánicos por
resolver los problemas que le plantea la exploración de su mundo interno.
Según adelanta el hombre, se multiplican sus necesidades y es más
intenso su dolor porque se amplía su conciencia, y recrudece la lucha entre la
naturaleza inferior o personalidad que le incita a gozar del mundo externo, y la
naturaleza superior que le muestra la vanidad de los pasajeros goces de la
sensación.
Cuando sube todavía más de nivel la conciencia del hombre, es capaz
de retraerse de sus envolturas y reconocer que son sus medios o instrumentos
de manifestación y expresión, pues sigue teniendo conciencia de sí mismo
aunque se retraiga de su cuerpo físico e inhiba sus pensamientos y emociones.
Entonces el ego se contempla a sí mismo y reconoce que sus cuerpos
físico, emocional y mental son mudables y transitorios, y que lo único
permanente es la conciencia del “yo soy yo”, de su individualidad.
Por lo tanto, el estado de conciencia superior del hombre en el mundo
físico es aquel en que domina por completo sus cuerpos y es dueño de sus
pensamientos, palabras, emociones y actos en obediencia a la ley de evolución
como consciente colaborador del plan de Dios.
En este superior estado de conciencia puede actuar el hombre en la
misteriosa región llamada subconsciencia por los psicólogos, en donde se
almacenan o acopian, por así decirlo, los pensamientos y emociones que no se
manifiestan en el campo de la conciencia vigílica, de la propia suerte que
todas las escenas de una película cinematográfica están impresas en la cinta y
sin embargo sólo aparece la que se proyecta en la pantalla.
Sin profundizar en el asunto diremos que el hombre verdaderamente
dueño de sí mismo puede también dominar su subconciencia, como el
operador domina la cinta cinematográfica, y ordenar a la mente subconsciente
que actúe en tal o cual sentido y transfiera después a la mente vigílica el
resultado de su labor.
VI. Plano Superhumano
También se le llama plano de los semidioses, porque representa un nivel
de conciencia muy superior al humano, y lo poseen los egos que un tiempo
fueron hombres, pero ya trascendida la evolución humana y sin necesidad de
reencarnar en la materia, reencarnan voluntariamente algunos de ellos, no
todos, en el mundo terrestre, para ayudar a la evolución humana. Son los
Adeptos o Maestros de Compasión y Sabiduría a que aluden frecuentemente
las enseñanzas ocultas.
Toda la humanidad camina lentamente hacia este superior nivel de
conciencia; pero los egos más adelantados del reino hominal tienen de cuando
en cuando vislumbres de la conciencia peculiar del nivel superhumano, que
los ponen en temporáneo contacto con los Maestros de Sabiduría y
Compasión.
La historia del sano y genuino misticismo abunda en ejemplos de esta
clase de experiencias. El numen poético, la exaltación del amor divino, los
relámpagos de intuición filosófica, las súbitas ideas que parecen brotar de la
mente de los sinceros investigadores de los misterios de la naturaleza y de la
vida, los éxtasis, arrobos y transportes de los místicos, son otras tantas
manifestaciones transitorias, pero positivas, de la conciencia superhumana,
latente en todos los individuos del reino humano.
Algunos autores han denominado conciencia cósmica al nivel
superhumano de la conciencia, porque su característica es el sentimiento de la
esencial unidad de todos los seres y de todas las cosas del universo.
En este plano de conciencia, aunque el ego reconoce todavía su
individualidad, ya no se ve separado de los demás egos ni de ser alguno, sino
que está relacionado indisolublemente con el universo entero, como uno de los
infinitos centros de la Conciencia Universal. Se ha desvanecido el sentimiento
de separatividad que durante tanto tiempo le ilusionó en las etapas inferiores
de evolución, y entonces se convence por individual experiencia de que no
hay más que una sola Vida, una sola Conciencia que en infinidad de grados,
desde lo ínfimo a lo supremo, se va manifestando evolutivamente en infinidad
de variantes formas.
Así, cuando decimos que en el mundo de la Realidad, se desvanecen las
diferencias que la ilusión establece en el mundo objetivo, y que el ego se ve
entonces en absoluta unidad con todos los seres y todas las cosas del universo,
no significamos que, por ejemplo, se vea idéntico a la hormiga, al gusano o a
la mariposa, sino que su vida y conciencia, su verdadero ser es esencialmente
idéntico a la vida y conciencia de la mariposa, del gusano y de la hormiga
aunque diferente en grado de manifestación en el mundo de la relatividad;
pero como esta diferencia en el grado de manifestación proviene de las
limitaciones de la forma, y la forma pertenece al mundo objetivo en cuanto el
ego entra en el mundo de la realidad donde no hay formas que limiten la
expresión de la vida y la conciencia, forzosamente ha de reconocer la esencial
unidad de todos los seres, pues se desvanecieron las limitadoras formas.
Este reconocimiento de la unidad no es meramente intelectual ni deriva
de la fuerza lógica del pensamiento, sino que es un convencimiento directo,
intuitivo, experimental, evidente, que ninguna objeción logra quebrantar.
Quien alcanza esta experiencia está tan seguro de su realidad como de su
existencia individual en el universo.
Cuando el ego que todavía evoluciona en el reino humano tiene un
vislumbre de la conciencia superhumana y se pone en contacto con este plano
superior, al volver a la conciencia ordinaria mantiene el recuerdo de su
experiencia y como reconoce por sí mismo lo que hay más allá de la vida
terrena, se le desvanecen el temor, el recelo y la duda que como hijos de la
ignorancia le atormentaban antes de pasar por la reveladora experiencia.
El verdadero sentimiento religioso, limpio de toda escoria de
superstición, motivado por el puro amor a Dios y al prójimo, sin esperanza
egoísta de premio ni temor de castigo, ha sido en todo tiempo, aparte de todo
dogmatismo intelectual o de creencia impropiamente llamada fe, la causa de
estas experiencias de cuya índole son con leves variantes accidentales, el
famoso daimon de Sócrates, la unión mística de Plotino, la visión de Porfirio,
los vaticinios de los profetas, las conversaciones de San Pablo y San Agustín,
los estremecimientos de Jorge Fox, la clarividencia intuicional de
Swedenborg, los éxtasis de Santa Teresa y de Ramakrishna, el numen de
Virgilio, Dante, Whitman y Tennyson, la inspiración de los Franciscos de Asís
y de Sales, de Emerson y de Teresita de Lisieux, que a pesar de la torpe
separación establecida en la ignorancia sectaria y fanáticamente unilateral de
los dogmatizadores que no ven más allá de sus pestañas, están unidos por la
misma conciencia superior en el plano donde no llegan los nauseabundos
vapores del absolutismo clerican de todas las religiones confesionales, cuya
feroz intolerancia ha sido y aún sigue siendo la más horrible maldición de la
humanidad.
El conocimiento adquirido por el ego humano al relacionarse
temporáneamente con el reino superhumano, acrecienta su poder, de
conformidad con la ley de causa y efecto, pues como quiera que mantiene
asimilado en su conciencia el fruto o efecto del contacto con el plano
superhumano, podrá expresar por medio de la palabra, la línea o la nota, las
ideas y emociones de índole universal derivadas del plano de conciencia
superhumana.
Así es que cuantos alcanzan el nivel de conciencia superhumana y
ejercen su magisterio entre la ordinaria humanidad, saben acomodarse a todas
las circunstancias y condiciones de la vida terrena, nada les extraña, porque
comprenden su finalidad, tiene para ellos el mismo valor el oro que el barro,
reconocen la relatividad de los pares de opuestos, aman por igual al pecador y
al santo, y como todo lo comprenden todo lo perdonan.
Tienen también el poder de atracción que los coloca en las situaciones
más ventajosas para beneficiar a la humanidad, y conocedores de las leyes
naturales todavía desconocidas de la masa general del reino humano, ejecutan
acciones que al vulgo parecen milagrosas y no son más que la manifestación
taumatúrgica del conocimiento de dichas leyes.
VII. Plano Divino
Muy difícil, casi imposible es definir en términos del lenguaje ordinario,
propio del intelecto, un nivel de conciencia que está mucho más allá del
alcance de la intuición.
Es el grado supremo de conciencia que alcanzaron los seres al término
de toda su evolución, en la cúspide donde se identifican en un solo punto
común todas las líneas de evolución, como en el ápice del cono se identifican
todas sus generatrices por distanciadas que estén en la circunferencia de la
base.
Los seres de este plano de conciencia no se han identificado todavía con
el Absoluto, mantienen su conciencia individual como entidades divinas
superiores al deva y al adepto; pero reconocen su inseparable unidad con el
Absoluto y saben que son manifestaciones del Alma Universal.
Nada más cabe decir de este poco menos que inefable plano de
conciencia al que todos hemos de llegar.
Terminaremos considerando más detenidamente el símbolo de los
círculos en que los rosacruces simbolizan los tres planos superiores de
conciencia, éstos son: el humano, el superhumano y el divino.
Los tres círculos entrelazados dejan cada uno de ellos cuatro espacios
perfectamente definidos, a saber:
1º. El de su propio círculo en la parte no entrelazada, señalados en la
figura con las letras A, B y C.
2º. El espacio constituido por el entrelace de cada círculo con su vecino
de un lado, que en la figura señalan las letras AB, AC y BC.
3º. El ídem con el del otro lado señalados con las mismas letras.
4º. El espacio resultante de la intersección de cada círculo
conjuntamente con los otros lados. Es un segmento del espacio BC y está
indicado por las letras ABC.
En consecuencia, los espacios o segmentos de círculo son siete,
señalados con las siguientes letras:
A, B, C, AB, AC, BC y ABC.
Resultan así tres áreas sin entrelace, dos con entrelace doble y una con
entrelace triple. Esta última combina en sí en igual proporción los tres planos
superiores de conciencia.
El anheloso de Luz indague la solución del enigma.
CAPÍTULO VIII
LOS ASPECTOS DEL ALMA
Dice el séptimo aforismo de la doctrina secreta de los rosacruces:
EL SER DEL HOMBRE ES SÉPTUBLE, AUNQUE UNO
EN ESENCIA. EL FIN DEL PROGRESO ESPIRITUAL DEL
HOMBRE ES RECONOCERSE A SÍ MISMO BAJO SU
SÉPTUPLE ENVOLTURA.
Los siete principios a que el aforismo se refiere, son los grados de
manifestación y expresión de la mónada en los respectivos planos de
conciencia.
Los rosacruces representan este concepto por medio de una figura
humana envuelta o rodeada de siete perfiles indicadores de los siete principios
de su ser mientras recorre el ciclo de su evolución. El verdadero y eterno ser
del hombre está representado por la figura humana y cada perfil simboliza un
principio de su sucesiva evolución en el universo manifestado, estando toda la
figura con sus siete perfiles incluida en el círculo que simboliza al Absoluto.
El símbolo tiene la siguiente explicación:
1º. El Alma Universal, primera manifestación del Absoluto, se
manifiesta a su vez en el principio elemental.
2º. El principio elemental evoluciona en mineral.
3º. El principio mineral evoluciona en vegetal.
4º. El principio vegetal evoluciona en animal.
5º. El principio animal evoluciona en humano.
6º. El principio humano evoluciona en superhumano.
7º. El principio superhumano evoluciona en divino.
Mientras la mónada evoluciona en los planos elemental, mineral,
vegetal y animal, no está individualizada ni se le puede llamar ego o yo,
porque no tiene conciencia de sí. Esta conciencia la adquiere y la va
ampliando desde el momento en que se individualiza en el reino humano.
Entonces es el ego o yo, pues tiene conciencia más o menos lúcida del “Yo
soy Yo”.
Los siete elementos encubren el verdadero ser del hombre durante el
curso de su evolución y le sirven de instrumento porque al propio tiempo que
lo limitan en una forma, revelan la existencia del espíritu.
Los antiguos instructores simbolizaban este concepto en una gasa
suspendida del dintel de una puerta, que por sus movimientos ondeantes
indicaba la existencia del invisible viento.
I. Principio Elemental
Es la substancia elemental de que se reviste la mónada en su primera
etapa de involución o tramo descendente. La substancia elemental es
inconcebiblemente más sutil que la electricidad, y al condensarse constituye la
materia mineral de que está formado el cuerpo físico de minerales, vegetales,
animales y también del mismo hombre.
II. Principio Mineral
Es la envoltura de que se reviste la mónada al evolucionar en el reino
mineral, cuando su forma no está organizada.
También se puede considerar en cierto sentido como el cuerpo físico de
vegetales, animales y hombres por estar compuestos materialmente,
prescindiendo de su organización, por los elementos químicos como el
oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, etc., combinados en el protoplasma.
Por lo tanto, el principio que anima a los minerales o sea la que
pudiéramos llamar alma mineral, está presente asimismo en el cuerpo físico
del hombre considerado como un conglomerado de combinaciones químicas,
y preside todas las elaboraciones, modificaciones y procesos químicos
efectuados por las células, algunos de ellos tan complejos, que todavía no ha
logrado la manipulación química obtenerlos por síntesis en el laboratorio.
En el acto llamado muerte, el ego se desprende del cuerpo físico, que se
desintegra lentamente y los elementos químicos que lo constituían
proporcionan la materia de otras formas.
III. Principio Vegetal
Es el principio que anima la célula vegetal cuyo funcionamiento
fisiológico es fundamentalmente el mismo que el de la célula animal, aunque
ambas difieran en su forma y estructura, pues las vegetales son poliédricas y
tienen dos membranas, mientras que las animales constan de una sola
membrana y son redondeadas, excepto las del tejido adiposo, que son también
poliédricas.
Así es que el crecimiento de los tejidos se opera en el animal lo mismo
que en el vegetal, hasta el punto de ser posible injertar la piel, glándulas y
otros órganos de un cuerpo en otro de la misma constitución histológica.
La más notable diferencia entre la vida de la planta y la del animal
consiste en que el vegetal carece de las funciones de relación que en diverso
grado posee el animal, y en consecuencia no se manifiesta la vida tan
conscientemente como en el vegetal.
Sin embargo, las funciones de nutrición se efectúan en el animal sin que
intervenga la mentalidad consciente, y por esto han llamado los fisiólogos vida
vegetativa a la que en el animal actúa independientemente de la voluntad, lo
mismo que vemos en la vida vegetal.
IV. Principio Animal
Es el principio que anima la célula orgánica del animal, a que también
se le llama alma animal, porque preside la vida fisiológica en lo que no tiene
carácter vegetativo, y además es la sede de los deseos puramente animales no
gobernados ni restringidos por la razón, pues sólo tienen por objeto de logro el
bienestar corporal.
El hombre también tiene en su constitución este principio o alma
animal, que pone en actividad toda su naturaleza inferior cuya tendencia se
contrae a la satisfacción de las necesidades de sustento del cuerpo y del deseo
sexual.
Sin embargo, en sus etapas superiores denota el alma animal ciertas
cualidades que se manifiestan más ampliamente en el alma humana, como el
amor maternal, el compañerismo, la amistad, la gratitud, la fidelidad, etc.,
aunque el alma animal carece de la conciencia de sí misma.
V. Principio Humano
Es el ego, el alma ya individualizada, pero con el sentimiento de
separatividad, que se conoce a sí mismo como una entidad separada y distinta
de los demás seres del universo. Es el alma racional de los antiguos filósofos
cuyos conceptos en este punto repitió en el siglo XIII Santo Tomás de Aquino
y mantiene hoy día el neoescolasticismo, diciendo que los vegetales tienen
alma vegetativa, los animales alma animal y el hombre alma racional.
La enseñanza tomista en este particular sólo difiere de la oculta en que
no está completa, pues los ocultistas saben y afirman que nada hay en el
universo sin alma, porque por doquiera está difundida y en mayor o menor
grado manifestada el Alma Universal que vitaliza todas las formas. Así
reconocen también los ocultistas el alma elemental y el alma mineral cuya
observación escapó a la sagacidad intelectual del Aquinate, de tan poderoso
talento imitativo de Platón y Aristóteles, como escaso de intuición.
Además de las facultades mentales a cuya conjunta operación llaman
los psicólogos intelecto, manifiesta el alma humana voluntad en mayor o
menor grado, que se extiende desde el deseo lindante con el animal hasta el
libre albedrío frisante con el adepto pasando por la etapa de la determinación.
El alma humana se halla en la etapa de evolución en que se libra el
combate entre la naturaleza inferior o animal y la naturaleza superior o divina.
Por una parte conserva todavía en su constitución el principio del
animal con sus deseos materiales y egoístas que sólo tienden a satisfacer la
vida sensual; y por otra parte, el conocimiento de sí misma la mueve a anhelar
la vida superior, a esperar más alta vida, a desear la muerte física que la libere
de la cárcel material en que está presa.
.
VI. Principio Superhumano
Ya sabemos que la característica de la conciencia del superhombre es el
reconocimiento de la unidad esencial de todos los seres y de todas las cosas,
esto es, la unidad esencial de todas las manifestaciones de vida y conciencia.
Todas las armónicas cualidades a que los moralistas llaman virtudes,
cuyo prototipo es el amor, provienen de este principio superhumano que
derrama su estimulante influencia en el reino hominal.
Las subsiguientes características del principio superhumano, derivadas
del reconocimiento de la esencial unidad de todos los seres, son:
1ª. La convicción de la inmortalidad o mejor diríamos de la eternidad
del espíritu humano, independientemente de toda creencia religiosa y de todo
raciocinio intelectual. Se le ha llamado a este convencimiento “la fe que
conoce”.
2ª. El absoluto desvanecimiento del temor y la adquisición del
sentimiento de verdad, confianza y certidumbre, más allá de la comprensión
de quienes no lo han experimentado.
3ª. El conocimiento de que el Amor universal abarca sin distinción a
todos los seres, tanto a los que con nosotros conviven o se relacionan con los
lazos del parentesco, de la amistad o del compañerismo, como a los que viven
en lugares apartadísimos del nuestro; tanto a los que consideramos puros y
santos, como a los que nos parecen viles y pecadores. A todos ama por igual el
superhombre, como el sol ilumina con sus rayos indistintamente el hermoso
lago y la hedionda charca.
4ª. El sentimiento de inefable dicha dimanante de la paz que excede a la
comprensión del hombre ordinario.
5ª. El sentimiento de exaltada sabiduría que desvanece toda duda,
porque el superhombre ve las cosas tal como son en sí, en el mundo de la
realidad, y conoce entonces que cuando las veía en sus experiencias en el
mundo de la relatividad no eran las cosas en sí mismas, sino la interpretación
de las cosas según su limitada conciencia.
Algunos egos adelantados en su ciclo de evolución por el reino humano,
tienen de cuando en cuando vislumbres, ráfagas o columbres de este
superhumano principio; pero todavía están lejos de poseerlo en toda su
plenitud, pues nadie lo poseerá acabadamente mientras haya de agotar su
pasado karma en las vidas de la evolución humana.
.
VII. El Principio Divino
Es imposible expresar en palabras del lenguaje humano ni explicar con
símbolos el principio a que los rosacruces llaman alma divina. Es el principio
a que otras escuelas esotéricas llaman átmico y únicamente lo tienen en plena
actividad los seres próximos a identificarse con el Absoluto, es decir, los que
están en el nivel de conciencia inmediatamente superior al de los adeptos.
Baste para nuestro propósito indicar que este principio está latente en
todos los egos evolucionantes en los tres mundos físicos, astral y mental, y
que todos sin excepción lo actualizarán por mucho que tarden, cuando
alcancen la meta de su perfeccionamiento espiritual.
Sin embargo, unos pocos, los más adelantados en la evolución humana,
reciben de cuando en cuando ráfagas de este principio, que los coloca en el
nivel de conciencia humana donde son capaces de practicar en grado heroico
las eternas virtudes en que a través de la carne se manifiesta la actividad del
espíritu.
Los seres en quienes está completamente actualizado el principio
divino, al que los rosacruces, sin alterar el concepto, dan el nombre de alma
divina, sólo se hallan separados del Absoluto por un tenue velo de la más sutil
materia o substancia que cabe concebir, de modo que para ellos es el universo
como una enorme pantalla cinematográfica en la que se proyectan multitud de
cambiantes sombras de las cosas en sí, de las multitudinarias manifestaciones
de la única Realidad.
Tales seres son como dioses en comparación de la evolucionante
humanidad y perciben el eterno ritmo de la Causa sin causa de la
manifestación universal.
Por increíble que parezca hay actualmente en nuestro mundo terreno,
seres encarnados por su libre voluntad en quienes ya empieza a manifestarse el
principio divino, y aún otros que a pesar de no tener todavía agotado el karma
que los obligó a reencarnar reconocen la unidad en la variedad y que nada hay
fuera y aparte del Uno sin segundo.
No caiga el estudiante en el error de que hay siete almas distintas. La
palabra alma tiene distintas acepciones, aunque todas ellas expresan el mismo
concepto fundamental.
Si atendemos a su etimología es lo que anima y da vida a una forma
material.
En el concepto de la filosofía escolástica es la substancia espiritual e
inmortal, capaz de entender, querer y sentir, que informa el cuerpo humano y
con él constituye la esencia del hombre. En este concepto equivale a la chispa
divina, al “fragmento” de la divinidad, a la infusión del Alma Universal en las
formas materiales.
Pero según las enseñanzas esotéricas esta chispa o emanación divina va
evolucionando en el transcurso de las edades y en la sucesión de universos por
las formas elemental, mineral, vegetal, animal, humana, superhumana hasta
alcanzar el nivel divino o unión con Dios como término de su evolución.
En cada una de dichas etapas la chispa o emanación divina, que también
se llama mónada, desenvuelve hasta el grado que le consiente la limitación de
la forma, las facultades latentes en su esencia, y a esta actualización la
denominan los rosacruces alma o sea un aspecto, una manifestación, una fase
del alma que al término de su evolutivo sendero se manifestará en la plena y
completa actualización de todas sus potencias.
.CAPÍTULO IX
REENCARNACIÓN
Los rosacruces tienen en sus enseñanzas la de la reencarnación, que
consiste en la verdad oculta de que el alma humana sobrevive a la
muerte del cuerpo físico y después de un período más o menos largo de vida
ultraterrena reencarna en cuerpo físico.
La reencarnación es una de las más antiguas enseñanzas de la
humanidad y se encuentra en la esencia de las principales religiones del
mundo, incluso el cristianismo. Siempre fue uno de los puntos cardinales de
las religiones de Oriente, y en estos últimos tiempos han reconocido y
propagado esta verdad o por lo menos hablan de ella con respeto algunos
eminentes pensadores occidentales.
Según los rosacruces, la evolución de la humanidad no sólo se cumple
por el progreso colectivo de las generaciones, sino también por el
mejoramiento y adelanto de cada alma individual en las diferentes
encarnaciones o etapas de su evolución.
Dice sobre el particular un autor:
“Afirman las enseñanzas que la evolución es el resultado de los
esfuerzos del alma hacia cada vez más plena expresión por medio de la
materia, aunque siempre con el propósito de liberarse definitivamente de ella,
despojándose sucesivamente de las diferentes envolturas que se fabricó para
su propósito. Las luchas y dolores de la vida no son más que incidentes de este
parto espiritual”.
Consideran los rosacruces el renacimiento tan natural como el
nacimiento, y que hay abundantes pruebas de experiencia individual en
demostración de la verdad de la doctrina, sin necesidad de recurrir a la
argumentación lógica para demostrarla, pues la aceptaron tan eminentes
pensadores y profundos filósofos del mundo antiguo como Pitágoras,
Empédocles, Platón, Virgilio y Ovidio. Los egipcios, hinduistas, budistas,
parsis y druidas la profesaron; se enseñaba en los misterios de Grecia y Roma,
en la Kábala de los hebreos; y algunos Padres de la Iglesia cristiana la
sostuvieron.
En cuanto a los filósofos modernos, casi todos tratan respetuosamente la
doctrina de la reencarnación, aunque del todo no la acepten, según se infiere
de las siguientes opiniones:
De Hedge:
“Entre todas las hipótesis referentes al origen del alma humana, la de la
reencarnación me parece la más plausible y por tanto la más a propósito para
dilucidar el problema de la vida futura”.
De James Freeman Clarke:
“Curioso fuera que la ciencia y la filosofía aceptaran la antigua teoría de
la reencarnación para adaptarla a nuestra moderna modalidad científica y
religiosa; pero cosas más extrañas han ocurrido en la historia de las opiniones
humanas”.
De Knight:
“Si hubiésemos de juzgar del valor de una creencia por el número de
sus adherentes, nos decidiríamos por la reencarnación, y me parece que tiene
tantas probabilidades de rehabilitación como cualquier otra hipótesis
contraria”.
De Bowen:
“Me parece que una firme y bien fundada creencia en la doctrina de la
reencarnación contribuiría a regenerar el mundo, porque no está rodeada de las
dificultades y objeciones que se oponen a otras doctrinas, y ofrece poderosos
motivos para que el hombre se porte cristianamente y practique el precepto de
amar al prójimo como a sí mismo. Puede afirmar la doctrina de la
reencarnación que es una idea innata de la mente humana si a juzgar vamos
por su difusión en todas las naciones de la tierra y su prevalencia en todo
tiempo”.
De E. D. Walker:
“Al extenderse el cristianismo por Europa estaba matizado con la
verdad de la reencarnación el íntimo pensamiento de sus propagadores. La
Iglesia condenó la reencarnación; pero se mantuvo en varias sectas y Erigena
y Buenaventura fueron sus defensores medievales.
Todos los pensadores intuitivos, como Paracelso, Boehme,
Swedenborg, Giordano Bruno y Campanella la profesaron, y filósofos
modernos de la talla de Schopenhauer, Lessing, Fichte, Henry More,
Cudworth, Hume, Glanvit, Fourier, Leroux y Pezzani la aceptaron como única
explicación racional del objeto de la vida.
Pero todavía más válida prueba que la opinión de pensadores, vates y
filósofos es el íntimo convencimiento que de sus vidas anteriores tienen
cuantos alcanzaron cierto grado de perfeccionamiento individual.
Enseñan los rosacruces que el alma humana está en un sendero de
perfeccionamiento, y que aprende las lecciones de la experiencia vida tras
vida, cuyo fruto forma la base del carácter con que renace en nuevos cuerpos
de manifestación y expresión. Las condiciones del renacimiento no están
impuestas forzosamente por extraña coacción, sino que el alma se ve
compelida a renacer por sus propios deseos, y las condiciones en que renace
son precisamente las más convenientes para su ulterior adelanto en el sendero
de perfeccionamiento. La ley de atracción opera en este caso con tanta
regularidad como en los átomos materiales.
No hay elemento alguno de castigo ni de premio ni de injusticia en la
operación de dicha ley, pues coloca a cada alma en las condiciones más a
propósito para adquirir las experiencias que eliminen de su carácter las
siniestras cualidades que entorpecen su evolución.
Toda alma individual está ligada indisolublemente a la raza a que
pertenece, y si se adelantan en el sendero a la masa general de la raza, hasta el
punto señalado como meta de perfeccionamiento, ya no necesitan renacer,
puesto que aprendieron todas las lecciones y recibieron todas las experiencias
posibles en el período de evolución de la raza; pero pueden reencarnar
voluntariamente como maestros e instructores, con objeto de apresurar el
adelanto de sus menos evolucionados hermanos, pues no podrán los egos
adelantados transponer la meta hasta que no haya llegado a ella toda la raza.
Respecto a la valía de las experiencias adquiridas en cada vida terrena
dice un autor:
“Muchos objetan la doctrina de la reencarnación diciendo que como en
una vida no recuerda el hombre las experiencia de las anteriores, de nada
sirven; pero esta objeción es fútil, porque aunque el individuo no recuerde las
experiencias anteriores permanecen esencialmente en forma de sentimientos,
cualidades, inclinaciones, gustos, repugnancias, simpatías, antipatías,
atracciones y repulsiones.
“Por otra parte, si miramos atrás en esta nuestra actual vida terrena,
resulta que hemos olvidado muchos sucesos de ella que fueron vívidos y
reales en el momento de ocurrir, pero cuya eficacia no se ha perdido, pues
cada cual es lo que ahora es por virtud de las pasadas experiencias en esta
presente vida, de las que no se acuerda, aunque contribuyen a la modificación
de su carácter. Así tal o cual prueba sufrida fortaleció un punto débil o hizo
ver las cosas bajo un nuevo aspecto hasta entonces no percibido. Tal o cual
desengaño fue motivo de más ahincados esfuerzos, y toda experiencia dejó su
huella en el carácter, de suerte que el individuo es muy diferente de lo que
hubiera sido de no recibir tales experiencias.
“La misma consideración cabe aplicar a las características allegadas por
las pretéritas encarnaciones, aunque no se recuerden las experiencias que las
allegaron, de conformidad con la ley de atracción que nos liga con los seres a
quienes en otro tiempo amamos y favorecimos, y también con los a quienes
odiamos y perjudicamos”.
En cuanto a la vida del alma después de la muerte del cuerpo físico, las
enseñanzas rosacrucianas nos dicen que en el preciso momento de la muerte,
el alma continúa adherida al cadáver por un sutil cordón de materia etérea, que
al poco tiempo se rompe y deja libre al alma en su nueva vida cuyo
instrumento externo de manifestación es entonces el cuerpo astral, que vibra
muchísimo más rápidamente que el desechado cuerpo físico.
Sin embargo, la etapa preliminar de esta nueva vida es un estado de
inconsciencia semejante al del feto en el claustro materno, cuando el alma se
desprendió del cuerpo físico en pacífica actitud emocional y mental; pero si
por el contrario al separarse del cuerpo la conturbaban violentos deseos e
intensos pensamientos relacionados con los egoístas intereses mundanos,
persistirá la conturbación y en su apego a la vida terrena se esforzará en
comunicarse por conducto de los médiums, sin poder descansar de las fatigas
de su recién pasada vida terrena.
Algunas almas necesitan un largo período de reposo en el mundo astral
antes de despertar a la nueva actividad, mientras que otras despiertan tras muy
corto sueño. Cuanto mayor es la evolución espiritual del alma, más largo es el
sueño y más tarda en reencarnar, al paso que las almas apegadas a las cosas de
la tierra apenas descansan y muy luego vuelven a la vida terrena.
En el mundo astral hay varios subplanos o divisiones resultantes de la
diferencia en el grado de vibración de la materia astral, sin que representen
distancias en el espacio, y cada alma reside en el subplano cuya índole
vibratoria corresponde al grado de su desenvolvimiento espiritual, con la
circunstancia de que puede visitar los subplanos inferiores, pero no los
superiores al en que por su condición se halla.
El ambiente de los subplanos del mundo astral es producto de la
actividad mental y emocional del alma, es decir, engendro de su imaginación,
forma de su pensamiento sin efectiva y permanente realidad. Así el piel roja
encontrará en el subplano astral donde se halle dilatadísimos terrenos de caza;
el musulmán las huríes en que soñó durante su vida terrena; el cristiano
timorato, el infierno o el purgatorio que le infundía espanto o el cielo con los
santos y los ángeles que con áureas arpas entonan alabanzas a Dios. Los
pensamientos del alma se reflejan en la plástica materia astral y forman el
ambiente que la rodea.
Durante la vida astral, el alma, libre del impedimento del cuerpo físico
con sus percepciones sensorias, vive manifestada en sus cuerpos astral y
mental, de suerte que las emociones y pensamientos son su principal
actividad; pero como carece de cuerpo físico por cuyo medio satisfacer los
deseos pasionales, se desvanecen estos deseos por consunción, y el alma se va
purificando gradualmente y reflexiona sobre la conducta que observó en su
última vida terrena, viendo entonces los errores cometidos y el verdadero
significado de muchas experiencias que le parecieron extrañas y aún injustas.
No está el alma aislada en el mundo astral. Recibe el auxilio de los
instructores espirituales que voluntariamente frecuentan dicho mundo con el
deliberado propósito de favorecerla en sus esfuerzos de mejoramiento, así
como también puede, si está en las requeridas condiciones, recibir enseñanzas
artísticas, científicas y literarias.
Llega el momento en que ya el alma purificada de sus malos
pensamientos y siniestros deseos, se desprende del cuerpo astral como antes se
desprendió del cuerpo físico, y tiene entonces por instrumento externo de
manifestación el cuerpo mental en el mundo del puro pensamiento, a que los
hinduistas llaman devacán y los cristianos el cielo, donde goza de la felicidad
consiguiente a las armónicas cualidades de su carácter, durante un período
proporcional a su grado de evolución espiritual, hasta que el anhelo de
perfeccionamiento la mueve a desprenderse también del cuerpo mental y
quedar revestida del causal, que es el permanente en todo el ciclo de su
evolución, y en el que se entroja el fruto de sus experiencias.
Entonces sobreviene el nuevo estado a que los ocultistas llaman el
“segundo sueño” y le sirve al alma de preparación para su renacimiento en la
tierra.
En esta condición, por virtud de la ley del karma o de causa y efecto,
asume nuevos cuerpos mental y astral adecuados a las nuevas circunstancias
en que ha de ejercer su actividad mental y emocional. Con estos nuevos
cuerpos se infunde en la matriz de la mujer que ha de ser su madre y le ha de
proporcionar la materia física necesaria para que también en obediencia a la
ley kármica se vaya formando el nuevo cuerpo físico adecuado a los ya
asumidos mental y astral, de conformidad con las condiciones de su nueva
vida terrena.
Así es que el alma no despierta del segundo sueño en el momento de
renacer a la vida, sino que va despertando lenta y gradualmente durante la
primera infancia hasta que llega a la edad llamada del uso de razón.
Sin embargo, a veces despierta el alma prematuramente, como en el
caso de los niños prodigio y precoces, mientras que otras veces, por el
contrario, tarda el alma en despertar, como en el caso de los niños que parecen
torpes o atontados y al llegar a la virilidad sorprenden por su clara inteligencia
y buen discernimiento.
Así como durante la vida astral se asimila al alma el fruto de las
experiencias de la vida terrena que acaba de pasar, así también durante su vida
mental se asimila el fruto de las experiencias recibidas durante la vida astral, y
renace con el carácter determinado por el fruto o resultado de sus experiencias.
De la índole de este carácter, como de la causa el efecto, derivan las
condiciones de la nueva vida terrena, de modo que no hay en ello arbitrariedad
ni injusticia ni favoritismo ni privilegio ni desigualdad, sino que cada cual
nace en las condiciones y circunstancias más favorables al adelanto en su
evolución. La nueva vida terrena no es ni más ni menos que un nuevo término
de la progresiva serie de vidas, y como tal es un consecuente de sus
antecedentes, un efecto forzoso de las causas que voluntariamente estableció
el alma con su conducta anterior.
Pero como todavía no ha llegado el alma a la meta de
perfeccionamiento señalada por la ley de evolución al ciclo a que pertenece, la
mueve el deseo de recibir las lecciones y experiencias que la acerquen a dicha
meta; y como quiera que tales lecciones y experiencias sólo puede recibirlas
en contacto y lucha con el mundo físico, de aquí su ansia de vida terrena, y de
aquí también que en cuanto alcance la meta ya no experimentará el deseo de
vida senciente porque habrá aprendido cuantas lecciones pueda aprender y
pasado por cuantas experiencias puede recibir.
Un símil esclarecerá esta idea.
Supongamos que un estudiante con vivísimos deseos de seguir una
carrera profesional emprende los estudios necesarios para obtener el título
académico que en este caso es la meta de sus aspiraciones, el nivel de cultura
requerido por el ejercicio de la carrera abrazada.
*
Desde luego que no podrá, por mucho talento que tenga, aprender de
una vez todas las materias o disciplinas asignadas a su carrera, como tampoco
será capaz de aprender de golpe todas las lecciones de una misma disciplina.
Le será necesario seguir curso tras curso la natural división o mejor
dicho serie de asignaturas enlazadas de modo que el conocimiento de las del
primer curso ha de preceder por necesidad, como causa del conocimiento de
las del segundo, y así sucesivamente hasta el último curso.
En cada año académico el estudiante se aplicará con todas las fuerzas de
su mente al completo estudio de las materias asignadas, y terminado el curso,
durante el período de vacaciones recapacitará sobre lo aprendido para
prepararse al estudio de las materias del curso siguiente.
Una vez terminada la carrera y obtenido el título, ya no habrá de volver
necesariamente a la universidad, sino que seguirá adelante en el ejercicio de
su carrera; pero si tiene vocación y desea auxiliar en sus esfuerzos a los que
todavía siguen la carrera, podrá volver a la universidad de que fue discípulo,
en concepto de instructor y maestro.
Pero mientras fue estudiante, el deseo, el anhelo, el ansia vivísima de
terminar su carrera le impelía a volver a la universidad para estudiar y
aprender las lecciones de otro curso.
Así el título académico simboliza la meta de la carrera del ego humano
en el presente ciclo de evolución. Cada curso es una vida terrena, cada período
de vacaciones simboliza la permanencia en los mundos astral y mental; el
deseo de volver a la universidad equivale al deseo del ego de volver a la tierra
para seguir aprendiendo las lecciones de la experiencia, y la obtención del
título significa el término del sendero de evolución humana y el comienzo del
adeptado. Así como el estudiante cuando deja de serlo y se convierte en
médico, abogado, farmacéutico, etc., ya no desea volver a la universidad
porque aprendió cuanto tenía que aprender, así también el adepto que dejó de
ser hombre para convertirse en superhombre, ya no desea volver a la tierra a
no ser para enseñar a los que todavía siguen la carrera de su evolución.
.
CAPÍTULO X
EL PROGRESO DEL ALMA
Muy importante punto de la doctrina de los rosacruces es el que
nos dice que la evolución del hombre no se contrae a la Tierra,
sino que se extiende a una cadena de siete planetas, contando entre ellos la
Tierra. Estos siete planetas están íntimamente relacionados por sutilísimas
fuerzas, de modo que una corriente de energía u oleada de vida va pasando de
uno a otro planeta por todo el circuito de la cadena. Los siete planetas
constituyen la serie de sucesivas moradas del alma individual y todas las
almas han de recorrer la cadena. Así es que antes de reencarnar cierto número
de veces en la Tierra, evolucionó en el planeta anterior de la serie, como más
adelante evolucionará en el planeta inmediatamente superior a la Tierra en la
cadena planetaria. El alma humana ha recorrido ya varias veces toda la cadena
y ha de volverla a recorrer en el porvenir antes de alcanzar el nivel señalado al
presente ciclo de evolución.
Los planetas o mundos de esta cadena no son de índole idéntica a la de
la Tierra ni tampoco idénticos entre sí, pues se diferencian unos de otros
notablemente7.
La Tierra no es el planeta superior ni el inferior de la cadena. Además,
el alma no progresa, como pudiera suponerse, siguiendo una línea circular,
sino una espiral, de modo que cada espira está en un superior nivel de
evolución respecto de la precedente.
Este progreso del alma mundo tras mundo ha continuado desde el
comienzo del presente ciclo de evolución, y empezó por las inferiores formas
de vida.
Dice un autor sobre este punto:
“La índole espiral del progreso cumplido por la vida, desenvuelve los
reinos de la Naturaleza y explica las lagunas o soluciones de continuidad que
se observan en las formas animadas que pueblan la Tierra. La rosca de un
tornillo, que en rigor es un uniforme plano inclinado, aparece como una
sucesión de pasos cuando se la examina a lo largo de una línea paralela a su
eje. Las mónadas espirituales del reino animal pasan a los otros mundos
cuando han cumplido en la Tierra su ciclo de encarnación animal, y vuelven a
la Tierra en cuanto están dispuestas para entrar en el reino humano; pero hubo
un período en que aún no había formas humanas lo suficientemente
evolucionadas en el mundo terrestre y el impulso de vida apresuró su
evolución, pues ya había mónadas dispuestas a encarnar en formas humanas.
“El flujo de la vida, la oleada de existencia, el impulso espiritual o
como quiera que se le llame, pasa de un planeta a otro por efusiones
periódicas o corriente alternativa y no continua, a la manera como el agua de
un manantial va llenando varios hoyos colocados en serie y enlazados por
canalículos. La corriente se detendrá en el primer hoyo hasta llenarlo, y una
vez lleno, pasará por el canalículo al segundo hoyo sin fluir adelante hasta
llenarlo, y así sucesivamente se irá deteniendo en cada hoyo hasta llenarlos
todos”.
“De la propia suerte la oleada de vida permaneció en el globo, mundo o
planeta A de la cadena planetaria, hasta que cumplida la evolución de las
formas con su correspondiente vida y conciencia en dicho globo, estaban las
mónadas dispuestas a ocupar las nuevas formas del globo B que entonces
recibió la necesaria oleada de vida”.
“Para mejor comprensión diremos que cuando el reino mineral está
plenamente evolucionado en el globo A prepara el camino para el
desenvolvimiento del reino vegetal, y tan pronto como este reino empieza, el
impulso de vida mineral invade el globo B. Después, cuando el reino vegetal
está completamente evolucionado en A y empieza el reino animal, el impulso
de vida vegetal invade el globo B y el impulso mineral pasa al C. finalmente,
aparece el reino humano en el globo A. pero conviene advertir que cada reino
de evolución se divide en diversas capas espirales”.
“Las mónadas pasan varias veces por toda la cadena como minerales,
después otras varias veces como vegetales y posteriormente como animales”.
Prescindiendo de los pormenores del progreso de las inferiores formas
de vida, consideremos el de la humanidad. Hemos visto que la oleada de vida
de las formas humanas pasa sucesivamente por siete veces por toda la cadena
en oleadas o efusiones de progreso. A estas sucesivas oleadas les dan los
ocultistas el nombre de rondas o vueltas, y de conformidad con el principio
hermético de que “como es arriba es abajo”, hallamos una correspondiente
serie de espirales en el progreso de la humanidad durante cada uno de sus siete
pasos por el globo terrestre.
Al llegar a la Tierra un alma humana reencarna varias veces en las razas
que se van sucediendo en línea espiral a razón de siete razas en cada ronda.
La presente ronda del reino humano es la cuarta, lo que significa que las
mónadas humanas han pasado ya otras tres veces colectivamente por el
planeta terrestre y están ahora pasando por cuarta vez y habrán de pasar
todavía en lo porvenir otras tres veces.
Cada una de las siete razas humanas de la cuarta ronda actual
predomina durante un larguísimo período. Hoy día predomina la quinta raza,
aunque aún hay remanentes de la cuarta y tercera.
Cada raza se subdivide en siete subrazas y cada subraza en siete ramas.
El período de predominación de cada raza humana está deslindado del
de la que ha de sucederle, por un formidable cataclismo que destruye la
civilización de la raza anterior y tan sólo deja algunos supervivientes y tal o
cual huella de su extinguido esplendor.
Cuando predominaba la cuarta raza humana, que fue la atlante, no tenía
la superficie terrestre la misma configuración actual, pues entonces no existía
el continente que después formaron en unidad de conjunto los territorios de
Europa, Asia, África y América; y en cambio existía en lo que ahora es el
océano Atlántico un vastísimo continente que fue morada de la raza atlante.
Así es que durante cada ronda o paso de la oleada de vida humana por
el planeta terráqueo, ocurren siete cataclismos geológicos que alteran la
configuración de la superficie terrestre y acaban con una raza para ceder el
paso a la siguiente y establecerla en su nueva morada. Sin embargo, quedan
siempre algunos supervivientes de la raza extinguida.
Poco dicen las enseñanzas rosacrucianas acerca de las razas primera y
segunda de la actual cuarta ronda. Los individuos de la primera apenas se
diferenciaban al principio del animal, pero fueron progresando hasta alcanzar
un tipo que hoy nos parecería sumamente grosero. Los individuos más
adelantados reencarnaron a la cabeza y los más atrasados a la cola de la
segunda raza, pues regla general de la evolución es que los individuos más
adelantados de cada raza reencarnen en la vanguardia y los más atrasados en la
retaguardia de la raza siguiente, que representa un superior nivel de evolución
respecto de la raza precedente.
Más concretos informes dan las enseñanzas esotéricas de la tercera raza,
que fue la lemur o lemuriana, cuyo continente, llamado Lemuria, estuvo en la
parte del globo que hoy ocupan el océano Pacífico, parte del Índico y el grupo
geográfico denominado Australasia.
La raza lemuriana tuvo por característica la vida de los sentidos y el
goce sensual, de modo que muy pocos individuos rompieron los lazos de la
materialidad y llegaron a las fronteras de los planos mental y espiritual,
salvándose del cataclismo que aniquiló la raza, para servir de vivificante
levadura de la masa general de la siguiente cuarta raza, en la que fueron
reverenciados como seres superiores.
Al fin de la tercera raza surgió de las profundidades del océano
Atlántico el continente atlante que había de ser el asiento de la cuarta raza
humana de la cuarta ronda, llamada raza atlante, que progresó materialmente
hasta un punto casi increíble.
Los caudillos de la raza atlante, o sean los salvados del cataclismo
lemuriano, habían conservado el fruto mental y espiritual del progreso de la
humanidad durante el predominio de la tercera raza, y dicho fruto sirvió de
semilla para el ulterior progreso de la humanidad en la cuarta raza, que no
tardó en hacer notables adelantos en el orden material, y en mecánica y
electricidad llegaron a un punto que aún tardará dos o tres siglos en alcanzar la
actual quinta raza, mientras que en orden psíquico su adelanto fue mucho más
allá de lo que le cabe imaginar al vulgo de la presente quinta raza.
Pero precisamente este adelanto en el desenvolvimiento de las
facultades psíquicas fue la causa de su caída, porque las prostituyeron con
fines egoístas y practicaron la magia negra.
El cataclismo que sumergió el continente atlante no fue repentino, sino
gradual, es decir, que en el transcurso de cien siglos fueron ocurriendo
hundimientos parciales hasta la completa sumersión del continente, del que
sólo quedaron por entonces dos islas, de cuya existencia tuvieron barruntos los
egipcios y los griegos, ya pertenecientes a la quinta raza.
También se salvaron de la ruina de la raza atlante, los pocos que no
habían prostituido sus facultades y conservaban vivo el fuego de la espiritual
sabiduría recibida por tradición de los electos de la tercera raza.
Poco antes del hundimiento del continente, esta selecta minoría de la
raza atlante emigró conducida por el Manú o caudillo de la futura quinta raza,
a unas islas situadas a la sazón en donde hoy se extiende la América
meridional. Allí se prepararon para ser los instructores de la quinta raza, cuya
masa general los veneró como dioses y héroes, y tal es el fundamento y la
oculta explicación de los mitos, leyendas y tradiciones de los tiempos que los
historiadores profanos llaman fabulosos, primitivos y heroicos, por desconocer
que si bien eran primitivos con respecto a la quinta raza, no lo eran con
relación a la verdadera y completa historia de la humanidad.
La quinta raza evolucionó rápidamente gracias al impulso que le dieron
los instructores procedentes de la selecta minoría de la raza anterior.
Sobre el particular dice un autor:
“Los cataclismos geológicos acaban con el predominio de una raza
cuando le llega la hora en el cuadrante del tiempo; pero a los individuos de la
raza moribunda que alcanzaron la meta señalada para su evolución, los
conduce el Manú o caudillo de la nueva raza a un paraje de ambiente
favorable para ser los guías e instructores de la masa general de la nueva
raza”.
“Sin embargo, además de esta selecta minoría, se salvan algunos otros
del montón a fin de que sirvan de semilla corporal de la nueva raza; pero los
mal adaptados caen en el salvajismo por no estar todavía dispuestos a tomar
parte en la vida de la nueva raza”.
“De estos residuos de razas anteriores a la quinta son ejemplo los
maorís y otros indígenas de Australia, los bosquimanes de África y los pieles
rojas de Norteamérica”.
“Para comprender el progreso de cada raza conviene recordar que los
egos más adelantados permanecen larguísimo tiempo en los mundos astral y
mental, y por tanto reencarnan muchísimo más tarde que los egos atrasados,
cuyo apego a las cosas de la tierra los mueve a renacer en cuanto han agotado
la fuerza emocional y mental acumulada durante la anterior vida terrestre. Así
sucede que las primeras subrazas de cada raza están constituidas por egos
menos evolucionados que los que más tarde se incorporan al general
movimiento de la raza”.
En los comienzos de la quinta raza encarnaron entre la masa vulgar y
ordinaria, pero en familias de escogido linaje, los egos que en la raza atlante
habían obedecido fielmente la ley de evolución, y fueron los sabios
astrónomos, sacerdotes, terapeutas, magos, hierofantes, artistas e inventores de
Egipto, Caldea, Asiria, Babilonia e India que transmitieron su sabiduría a los
filósofos de Grecia y Roma.
La evolución de la quinta raza siguió su curso de conformidad con la
ley de los ciclos inseparable de la del ritmo, y así vemos cómo se levantan y se
derrumban uno tras otro los imperios del primer período de la quinta raza, o
sea el que los historiadores llaman edad antigua.
El mismo destino aguarda a las poderosas naciones de hoy día que
engreídas de su pujanza se creen eternas, pero que han de fenecer como
fenecieron las civilizaciones de Asia, Babilonia, Persia, Grecia y Roma.
El porvenir de las actuales naciones llamadas en lenguaje diplomático
grandes potencias, está ya consignado en el divino plan de evolución, y los
estadistas, políticos y diplomáticos que en sus frecuentes congresos,
reuniones, asambleas y conferencias discuten sus trazados proyectos no hacen
más que servir de instrumentos de los designios de Dios que con apariencias
de mal conduce todas las cosas al sumo bien.
Una nación empieza a decaer cuando los egos más adelantados pasan a
los mundos superiores y quedan los atrasados en la masa general de la
población huérfana de hábiles caudillos, porque es necesario que se levante y
asuma la hegemonía de la humanidad otra nación cuyas características
correspondan a un paso adelante en el sendero de la evolución.
.CAPÍTULO XI
EL AURA HUMANA
Es el aura la psíquica atmósfera que rodea a cada individuo
humano, invisible a la vista ordinaria, pero perceptible por
clarividencia.
Es el aura una emanación del ego, semejante a los rayos del sol o al
perfume de una flor. Es una modalidad de energía más bien que de materia,
aunque posee cierta substancialidad que le da apariencia material. Tiene forma
ovoide y se extiende alrededor del cuerpo físico hasta la distancia de seis a
nueve centímetros, aunque es mucho menor en los individuos vulgares y
muchísimo mayor en los de superior evolución.
La índole del aura depende de la de emociones y pensamientos del
individuo, de suerte que un experto clarividente conocerá cómo siente y piensa
la persona cuya aura examine, porque a cada emoción y pensamiento
corresponde en el aura determinado color, análogamente a las rayas que cada
substancia química da en el espectrocospio.
El inferior elemento del aura humana es la llamada por los ocultistas
emanación física o aura de salud. Es incolora y está determinada por tenues
rayas que a manera de las cerdas de un cepillo sobresalen del cuerpo físico.
Si la persona goza de cabal salud, dichas rayas están rígidas, y
horizontalmente erectas, mientras que en las personas enfermas o enfermizas
aparecen lacias.
Del aura física se desprenden sutilísimas partículas, como las que se
desprenden de las substancias odoríferas, y tal es la explicación de que el
perro rastree por el olor los pasos de la persona a quien husmea y cuyo olor
conoce.
Otro elemento del aura humana es el de “energía vital”, que los
clarividentes perciben bajo el aspecto de un muy bajo resplandor rosado, a
veces lleno de tenues chispitas de magnetismo vital si la persona es muy
magnética.
En ocasiones la ven aún quienes no son clarividentes, bajo el aspecto de
un vaporcillo vibrante como el que se desprende de un campo en la canícula o
de una estufa muy caliente.
Cuando el aura se percibe por clarividencia, aparece matizada por
diversos colores correspondientes a los pensamientos y emociones que en el
ánimo de la persona predominan en el momento de la clarivisión.
En este caso, el aura tiene el aspecto de una nube luminosa de diversos
y cambiantes colores, que se extiende en gama descendente hasta esfumarse y
desvanecerse en su extremo límite.
Cada color y matiz corresponde a una modalidad de pensamiento,
emoción, sentimiento, pasión o estado de ánimo de la persona a que pertenece
según indica la siguiente sinopsis:
Negro.- Odio, malicia, venganza y todo vil sentimiento.
Gris brillante.- Egoísmo.
Gris lívido.- Temor, espanto, terror, según el menor o mayor grado de
lividez.
Gris oscuro.- Melancolía.
Verde brillante.- Astucia, tacto, habilidad en el trato de gentes,
diplomacia.
Verde sucio.- Bellaquería, falsedad, engaño.
Verde obscuro.- Celos, envidia, codicia.
Rojo obscuro.- Sensibilidad,lujuria, libidinosidad.
Rojo vivo llameante.- Cólera.
Si la cólera proviene del odio, el rojo vivo tiene fondo negro; si
proviene de celos o envidia, el fondo es verdoso; y si está causada por lo que
se llama justa indignación o santa ira, no tiene fondo alguno.
Rojo carmesí.- Amor, con variedad de tonalidades, según la índole de
esta emoción. El carmesí obscuro y pesado denota amor sensual; el carmesí
claro indica amor sentimental acompañado de altos ideales; el amor puro y
platónico tiene por indicio un hermoso carmesí rosado.
Moreno rojizo.- Avaricia y codicia.
Anaranjado vivo.- Orgullo y ambición.
Amarillo dorado.- Talento, razonamiento lógico, carencia de
prejuicios, discernimiento.
Amarillo obscuro.- Intelectualidad egoísta.
Azul intenso.- Sentimiento religioso.
Azul obscuro.- Devoción interesada y supersticiosa.
Azul claro.- Devoción ideal.
Azul celeste.- Espiritualidad.
Este color azul celeste es de luminoso aspecto, diáfano, imposible de
describir con palabras. En el aura de una persona sumamente espiritual se ven
tenues puntos luminosos que centellean como estrellas en noche serena.
Además de los enumerados colores y matices hay otros que no entran en
el campo de la normal visión humana, tales como todos los matices y
tonalidades del infrarrojo y del ultraviolado.
Los colores y matices del infrarrojo denotan facultades psíquicas
empleadas en fines rastreros y egoístas como los de la magia negra.
Los colores y matices del ultraviolado denotan superiores facultades
espirituales empleadas en nobilísimos fines.
Otros dos colores áuricos, que es preciso verlos para conocerlos, pues
eluden el alcance del lenguaje humano son: el amarillo primario, que denota la
suprema iluminación espiritual del intelecto; y el blanco purísimo, de peculiar
brillantez y diafanidad que indica el pleno despertamiento del espíritu.
Los colores áuricos, lo mismo que sus correspondientes en el plano
físico, derivan de tres colores primarios, a saber: rojo, amarillo y azul, que con
el blanco y el negro, que en realidad no son colores sino absorción sintética o
ausencia total de los colores, constituyen el espectro áurico.
El amarillo y el azul combinados dan el verde; el amarillo y el rojo dan
el anaranjado; el rojo y el azul dan el púrpura.
La combinación de los colores secundarios da otros colores subalternos,
como por ejemplo el verde y el púrpura forman el aceituna; el anaranjado y el
púrpura, dan el bermejo; y el verde y el anaranjado forman el cetrino.
La comprensión del carácter fundamental de los colores primarios con
el blanco y el negro dan la clave de toda la gama de colores áuricos, y así
tenemos los tres grupos: rojo, amarillo y azul, y el blanco y el negro.
Grupo Rojo.- Representa la naturaleza física y su presencia indica
siempre la existencia y actividad de la naturaleza inferior del hombre.
Grupo Amarillo.- Representa la naturaleza intelectual y su presencia
indica siempre la actividad del intelecto.
Grupo Azul.- Representa la naturaleza espiritual y su presencia denota
la actividad de esta parte de la naturaleza del hombre.
Blanco.- Representa la actividad del puro Espíritu.
Negro.- Denota la negación del puro Espíritu.
Las diversas combinaciones de los tres colores primarios, ya de por sí,
ya en relación con el blanco y el negro, forman los colores y matices
correspondientes a las diversas modalidades de actividad mental y emocional
del individuo.
En algunos casos, un color está listado por rayas de otro color o tiene
manchas o nubes de distinta tonalidad.
A veces se nota la entremezcla de dos colores que luchan entre sí antes
de entrefundirse, y también vemos que dos colores se neutralizan, así como el
paso de vivas ráfagas de amarillo y rojo, ambos brillantes, que atraviesan el
aura, denotan el conflicto entre la razón y la pasión.
A primera vista parece que es incomprensible que la combinación del
azul, que denota espiritualidad, con el amarillo que representa intelectualidad,
hayan de dar un verde indicador de falsía y engaño; pero la dificultad queda
solventada al considerar que para la falsía y el engaño se necesita inteligencia,
pues los tontos y necios no son capaces de ideas las ingeniosas artimañas de
los timadores y falsificadores de profesión, que sorprenden por su astucia.
Además, en el verde indicador de estas siniestras cualidades hay siempre una
ligera mezcla de rojo o de negro, que invalida la virtualidad espiritual y
religiosa del azul.
Por otra parte, el verde está colocado en el centro del espectro, y
contrabalancea los dos extremos al paso que recibe su influencia.
La ley de acción y reacción rige con especial vigencia en la constitución
del aura humana, de modo que si el individuo forja la imagen mental de
determinado color áurico, suscitará en su mente la índole mental y en su
ánimo la característica emocional correspondiente al color cuya imagen haya
forjado y convenientemente sostenido.
No sólo las actitudes mentales y emocionales están representadas por
sus correspondientes colores, sino que la percepción de los colores propenden
a suscitar la correspondiente actitud mental o emocional. Así se explica que se
diga de un hombre que está “rojo de ira” o que tiene un “humor negro” y que
el toro se enfurezca a la vista del trapo rojo.
De la propia suerte se explica la acción terapéutica de los colores en las
enfermedades, según saben los médicos sin conocer la causa oculta de esta
influencia.
El azul y el violado con todos sus matices calman el sistema nervioso;
el verde hierba lo vigoriza; el anaranjado y el amarillo agudizan las facultades
intelectuales; y el rojo excita el ánimo.
Cuando se conocen los principios fundamentales de esta
correspondencia entre los colores y los estados mentales y emocionales es
posible formar un aura protectora que resguarde al alma, a la mente y al
cuerpo de las malignas influencias que contra ellos se dirijan consciente o
inconscientemente.
Esta aura protectora es un eficaz escudo contra todas las modalidades de
ataque o invasión de índole psíquica, proceda de donde proceda, tanto si es un
maligno magnetismo mental, un vampirismo o cualquier artimaña de magia
negra.
Para construir el aura protectora ha de forjar el individuo la imagen
mental de sí mismo rodeado de un aura o nimbo de pura, diáfana y brillante
luz blanca, símbolo del Espíritu.
La luz es la irradiación del Espíritu y el Espíritu es el soberano dueño y
señor de todas las cosas.
.
CAPÍTULO XII
LOS SIETE PRINCIPIOS CÓSMICOS
nseña la doctrina secreta de los rosacruces, que operan en el
Cosmos siete principios capitales cuya influencia se extiende a las
más leves actividades y son los siguientes:
I. PRINCIPIO DE ANALOGÍA Y CORRESPONDENCIA.
II. PRINCIPIO DE LEY Y ORDEN.
III. PRINCIPIO DE VIBRACIÓN.
IV. PRINCIPIO DEL RITMO.
V. PRINCIPIO DE LOS CICLOS.
VI. PRINCIPIO DE POLARIDAD.
VII. PRINCIPIO DE GENERACIÓN.
Consideraremos brevemente cada uno de estos principios.
'
I. Analogía o Correspondencia
Se manifiesta en la relación entre los diversos planos de actividad
cósmica, y está expresado por el antiquísimo aforismo hermético: “como es
arriba es abajo y como es abajo es arriba”.
Los ocultistas afirman que la naturaleza y actividad de la ameba están
regidas por las mismas leyes que gobiernan la naturaleza y actividad del
hombre y aún las de los seres superiores al hombre.
De este principio de analogía se valen los ocultistas para indagar lo
desconocido por medio de lo conocido, y así es posible estudiar los sistemas
solares mediante el estudio de los átomos y moléculas, estableciendo una
relación oculta a los profanos, entre dos ciencias al parecer tan dispares como
la química y la astronomía.
Por correspondencia han indagado los ocultistas que en cada plano de la
universal actividad rigen los principios de ley y orden, de vibración, ritmo,
ciclos, polaridad y generación. Cuanto más adelanta la mente humana en la
investigación de lo desconocido, más claramente se manifiesta la existencia de
los siete principios cósmicos derivados del primero y capital de analogía o
correspondencia.
Este principio es de universal aplicación y los antiguos herméticos lo
consideraban como el más eficaz instrumento mental para salvar los
obstáculos que obstruyen el camino de lo desconocido y rasgar el velo de Isis
con bastante expresión para vislumbrar el rostro de la diosa.
Así como el conocimiento de la geometría capacita al hombre para
medir las enormes distancias de los astros y determinar sus movimientos
desde la plácida quietud del observatorio, así también el principio de analogía
capacita al hombre para razonar lógicamente sobre lo desconocido basándose
en lo conocido. Al estudiar la mónera comprende al arcángel.
Una de las verdades fundamentales descubiertas por los antiguos
ocultistas mediante la explicación del principio de analogía es que en todas las
cosas hay forma o cuerpo y movimiento o activa energía, esto es, vida y
conciencia.
Por lo tanto, los antiguos ocultistas consideraban que en los planos de
actividad todavía desconocidos debían de existir dichas tres modalidades de
manifestación, y los descubrimientos de la ciencia moderna se han efectuado
invariablemente en el mismo sentido.
La antigua enseñanza oculta de que todo tiene forma o cuerpo, está
plenamente corroborada por las subsiguientes investigaciones; pero la forma o
cuerpo no significa necesariamente lo que la ciencia moderna llama materia,
que es tan sólo una modalidad o fase de la forma.
La materia, tal como la conocemos, tiene muy dilatada gama de
manifestación, desde la extrema densidad del osmio y la dureza del diamante
hasta la extrema ligereza del hidrógeno.
El descubrimiento por la ciencia de la llama “materia radiante” abrió un
nuevo campo previamente conocido tan sólo de los ocultistas; pero tal materia
radiante, no es materia física, sino una superior modalidad de forma o cuerpo,
y aún conocen los ocultistas otras modalidades mucho más sutiles que la
materia radiante.
Las enseñanzas ocultas nos informan de que en otros planos de
actividad hay seres cuya forma o cuerpo es tan sumamente sutil que no puede
expresarse con palabras.
También las posteriores investigaciones han corroborado la antigua
verdad expuesta por los ocultistas, de que todas las cosas tienen vida, que
están en movimiento y actividad, siempre cambiantes, y para que cambien es
necesario que se muevan. La activa energía se manifiesta en el incesante
movimiento de los electrones alrededor del núcleo atómico, en las fuerzas de
gravedad, cohesión, atracción y repulsión, en las energéticas modalidades de
luz, electricidad, calor y magnetismo, con otras más no descubiertas todavía
por la ciencia. Por lo tanto, doquiera haya forma ha de haber vida, desde el
átomo al sol.
De la propia suerte han corroborado las posteriores investigaciones que
todo tiene además de forma y vida, conciencia, manifestada en infinidad de
gradaciones, desde la atracción del átomo hasta el albedrío del adepto.
Donde hay forma hay vida, y donde vida, conciencia.
.
II. Ley y Orden
Se manifiesta en la regular sucesión de los fenómenos del universo
objetivo.
Ya dijeron los antiguos sabios que todo está sujeto a peso, número y
medida, y los modernos cientistas reconocen que el universo está gobernado
por leyes.
La doctrina secreta de los rosacruces enseña que no hay nada casual, en
el sentido de que un suceso ocurra sin causa que lo motive, pues aunque algo
parezca fortuito es consecuencia y manifestación de la ley de causa y efecto,
en términos inasequibles al conocimiento humano.
Las mismas causas, operantes en las mismas circunstancias, producen
siempre los mismos efectos.
Imposible fuera el raciocinio sin la implícita afirmación de este
principio.
Tampoco admiten los rosacruces el fatalismo en el sentido de que un
suceso haya de ocurrir forzosamente sin relación con otros sucesos
precedentes, ni dependencia de la voluntad humana.
Sin embargo, no se ha de confundir el fatalismo con el determinismo,
porque son conceptos antagónicos, ya que mientras el fatalismo lo entrega
todo al acaso o al arbitrio de un Dios cuyos designios es imposible escrutar, el
determinismo afirma que cada suceso está determinado por otros precedentes,
que como eslabones de una cadena se enlazan con la causa un tiempo
establecida por la voluntad humana, que en cuanto al individuo atañe puede, si
es lo bastante poderosa para ello, establecer otra causa cuyos efectos invaliden
los de la determinante de la cadena de efectos contrarios.
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III. Vibración
Este principio está ya admitido por la ciencia moderna con absoluta
unanimidad. Todo cuanto existe está en incesante vibración, no sólo la materia
sólida, líquida y gaseosa, sino también las diversas modalidades de energía,
como la electricidad, la luz, el calor, el magnetismo que no son más que
diferencias de vibración de una sola y única energía, de la energía universal a
que llaman prana los hinduistas.
Pero también rige el principio de vibración en los planos superiores al
físico, pues en la diferencia de tonalidad vibratoria de la materia primordial se
funda la distinción entre los planos o mundos del universo manifestado y de la
misma diferencia de vibración derivan los diversos estados de la materia de un
mismo plano. Así la diferencia entre el hierro y el oro, entre el azufre y el
diamante consiste en diferencia de vibración de los átomos constituyentes de
cada clase de materia, que por lo mismo están dispuestos en distinto orden en
cada una de ellas.
Análogamente, cada estado mental o emocional tiene su distintiva
tonalidad vibratoria, y el secreto del “contagio mental o emocional” a que
aluden cuantos observan la psicología de las multitudes, proviene de que cada
pensamiento lo suficientemente vigoroso y cada emoción lo bastante intensa
levantan vibraciones de la misma índole en la mente y en el ánimo de las
personas de menor potencialidad que se hallan en la esfera de influencia y
quedan atraídos por ella.
Así se explican científicamente todos los fenómenos de hipnotismo,
mentalismo y sugestión, y las epidemias mentales y emocionales que a veces
se propagan por toda una nación con tanta rapidez como las epidemias
morbosas.
En el principio de vibración se funda también el notorio efecto de las
llamadas “ligas mentales”, consistentes en que si millares de individuos se
conciertan para emitir a determinada hora un vigoroso pensamiento
acompañado de intenso deseo en pro de la paz del mundo, se forma una
caudalosa corriente mental de índole pacifista, que influye en las mentes
receptivas de las masas humanas y levantan en ellas las mismas vibraciones y
mueven a los individuos a pensar en la paz y desearla, contrariando la siniestra
actitud mental y emocional de los egoístas partidarios de la guerra.
El conocimiento y dominio del principio de vibración capacita al
hombre para regular a voluntad sus pensamientos y emociones y mantenerse
en un estado de tranquilidad y poder mental, que junto con la eficacia
defensiva del aura protectora le resguarda de toda ajena influencia.
Según adelanta la ciencia moderna, va reconociendo de más en más la
naturaleza de las vibraciones y afirma que la diferencia entre las cosas deriva
de las diferencias de vibración, de acuerdo con el antiguo aforismo que decía
que las cosas manifiestan diferencias según su modalidad de vibración.
Así la ciencia moderna confirma la antiquísima enseñanza oculta de que
todo vibra en el universo.
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IV. Ritmo
Este principio, como los otros seis, rige en todas las modalidades de
manifestación objetiva. Ritmo significa movimiento regular alternativo; un
proceso acomodado a la medida del tiempo.
El ritmo se manifiesta en la repetición periódica de unos mismos
fenómenos físicos, emocionales y mentales.
El ejemplo más sencillo y notorio del principio del ritmo es el
movimiento del péndulo, que está sujeto a la ley matemática del ritmo.
También son muy significativo ejemplo los movimientos de rotación y
traslación de la Tierra, que se efectúan en un período de tiempo siempre
exactamente el mismo, que se repite sin interrupción, aunque nunca ocupa la
Tierra el mismo lugar en el espacio.
El principio del ritmo se manifiesta en la alternada repetición del día y
de la noche, de las cuatro estaciones, en el ciclo lunar, que una vez terminado,
vuelven a ocurrir las fases de la Luna en los mismos días y exactamente a las
mismas horas en que ocurrieron en los ciclos precedentes.
En música es el ritmo la proporción entre el tiempo de un movimiento y
el de otro diferente. En el lenguaje es la grata y armoniosa combinación y
sucesión de voces, cláusulas, períodos, pausas y cortes en la expresión, así
como también es el metro o verso en el lenguaje poético.
En todo ritmo hay alternativa mudanza de movimiento entre los dos
polos o extremos de una misma cosa.
La oscilación del péndulo no excede del límite señalado por la ley a que
obedece, y el punto a que llega en la oscilación hacia la izquierda está al
mismo nivel, pero completamente opuesto al punto que alcanza en la
oscilación a la derecha. Así en todo fenómeno, el cambio o movimiento se
efectúa entre dos opuestos extremos, y la repetición isócrona de este cambio
constituye su ritmo. Tal es el normal funcionamiento del corazón, semejante a
un péndulo por su sístole y diástole.
El período de tiempo entre los dos movimientos alternativos constituye
la tonalidad, pulsación o latido del ritmo.
En las palpitaciones normales del corazón y en la inspiración y
espiración del hombre el ritmo es casi instantáneo, mientras que entre la
inspiración y espiración de Brahma o sea entre la manifestación y la
disolución de un universo el ritmo es de millones de millones de años solares.
Por lo tanto, la periodicidad es la repetición de un mismo fenómeno al
cabo de determinado tiempo, y todas las cosas manifiestan periodicidad por
estar sujetas al principio del ritmo.
Así es que periódicamente se efectúan en las labores del campo con
arreglo a las leyes de la vida vegetal, la siembra y la cosecha, periódicamente
se desnudan los árboles de hoja caduca y se revisten al cabo de un tiempo fijo
de nuevas hojas.
Una autoridad científica dice sobre el particular:
“El ritmo es la necesaria característica del movimiento. Es un forzoso
corolario de la coexistencia de fuerzas antagónicas. Todo movimiento
alternativo, sea el de los planetas en sus órbitas, de los corpúsculos etéreos en
sus ondulaciones, la cadencia del lenguaje o el alza y baja de los precios, es
inevitablemente el movimiento alternativo entre dos límites extremos”.
Ritmo es también el flujo y reflujo de los mares, y todo ritmo completo
o cíclico tiene además del movimiento de rotación otro de traslación y
progreso.
Ritmo hay en el sueño y la vigilia, en el trabajo y el descanso, en la
involución y la evolución. Las modas y las costumbres, los gustos y las
diversiones, las ideas y las instituciones, tienen su época de florecimiento,
decaen, se olvidan y con el tiempo se restauran, aunque en un plano superior
de evolución.
La extensión de las redes ferroviarias y la invención de los tranvías
eléctricos, quebrantaron el un tiempo floreciente sistema de comunicaciones y
transportes por medio de diligencias y galeras; pero hoy día este arcaico
sistema resucita renovado en los automóviles y camionetas que compiten
ventajosamente con los ferrocarriles, y no será difícil que si la aviación, hoy
todavía en mantillas, resuelve en definitiva el problema de la estabilidad, se
organicen en lo porvenir trenes completos de dirigibles que arrinconen en los
museos de antigüedades las más potentes locomotoras del siglo veinte.
Nuestras emociones parecen estar sujetas también al principio del ritmo,
pues mientras el hombre no es dueño de sí mismo, tiene períodos de
optimismo, entusiasmo, actividad, iniciativa y exaltación a que como el reflujo
al flujo sigue otro período de pesimismo, pereza, indiferencia y abatimiento,
en alternativas temporadas de buen y mal humor.
Sobre el ritmo emocional dice un prestigioso autor:
“Nada puede oscilar más allá de sus extremos ni exceder de sus rítmicos
límites. Por consiguiente, si una cosa oscila en una dirección habrá de oscilar
después en el mismo tiempo en dirección opuesta. La bajada tiene el mismo
desnivel que la subida. La reacción es igual y contraria a la acción. Quienes
intensamente sufren son también capaces de gozar intensamente, mientras que
los poco sensibles al dolor moral no gozan de los delicados placeres del
espíritu”.
En efecto, la palabra dura, el gesto despectivo, la risa irónica que dejan
indiferente al hombre de grosero temperamento, lastiman profundamente a la
persona que antepone su dignidad, su decoro, su honradez, su integridad a
todas las ventajas materiales.
En los tiempos caballerescos, cuando en los Juegos Florales de Tolosa,
se premiaban las mejores poesías cuyos autores cantaban el amor, la fe y la
patria, el premio de honor era una flor natural, no un objeto de subidísimo
valor material, y los poetas que acudían al certamen se consideraban mucho
más dichosos si obtenían el premio de la flor natural con el derecho de elegir a
la reina de la fiesta, que si les hubiesen concedido un premio secundario, pero
de muchísimo valor material.
La doctrina secreta de los rosacruces aconseja al estudiante que se valga
del principio del ritmo para dominar sus pensamientos y emociones, pues si
aprende a percibir la inevitable reacción que ha de seguir a la acción, el reflujo
que ha de seguir al flujo y el dolor que ha de ser obligada consecuencia del
placer concupiscente, es decir, al nivel de la conciencia mental superior, de
modo que la oscilación siniestra pase por debajo de su nivel, como pasan las
tumultuosas aguas de un río por debajo de un puente.
La negación firmísima del polo siniestro, de la oscilación del péndulo
emocional hacia la izquierda, bastará para que el ego no la reciba si no quiere
recibirla.
A primera lectura parece muy complicado y punto menos que
inverosímil este proceso psicológico; pero si reflexionamos sobre ello
veremos que equivale a lo que en misticismo se llama “sentir sin consentir” o
“vencimiento de la tentación”, esto es que el impulso siniestro no tiene más
remedio que seguir a su opuesto el armonioso; pero como el hombre
conocedor del principio del ritmo sabe que ha de sobrevenir, se pone en
guardia, se previene colocándose en un plano de conciencia superior al de la
reaccionante oscilación y sobrepuesto a ella la vence.
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V. Los Ciclos
Todo en el universo se sucede cíclicamente; pero no se ha de entender
por ciclo una sucesión en línea circunferencial o sea en círculo, a pesar de que
etimológicamente la palabra ciclo quiere decir círculo, pues el verdadero
significado del ciclo consiste en el tiempo y no en la línea, ya que esta línea
nunca es matemáticamente circunferencial sino más bien elíptica unas veces y
otras espiral.
Así tenemos que una de las acepciones de la palabra ciclo es el período
de tiempo o cierto número de años que una vez transcurridos se vuelven a
contar de nuevo, y en esta circunstancia vemos la íntima relación entre el
principio cósmico del ritmo y el de los ciclos que rigen indefectiblemente en
todas las manifestaciones del universo.
También desde el punto de vista histórico, que tan enlazado está con el
del tiempo, pues de nada serviría la historia sin la colaboración de la
cronología y la geografía descriptiva, tiene la palabra ciclo la acepción de
conjunto de tradiciones épicas concernientes a determinado período de tiempo,
a un grupo de sucesos o a un personaje histórico, como cuando se dice el ciclo
troyano, el ciclo bretón y el ciclo del rey Arturo.
Expone sobre ese asunto un autor:
“Cuando la oscilación del péndulo, libre de moverse en cualquier
dirección, está sujeta a las atracciones y repulsiones de otras modalidades de
energía, se convierte la oscilación rectilínea en movimiento cíclico.
Estas dos fuerzas centrífuga y centrípeta de repulsión y atracción actúan
en todo el universo, y por ser opuestas dan por resultante el movimiento
cíclico del cuerpo, objeto o cosa en que actúan.
Así los planetas se mueven cíclicamente alrededor del sol, pero no en
órbitas circulares, sino elípticas, uno de cuyos focos lo ocupa el sol, que
también se mueve a su vez arrastrando consigo a todos los planetas, satélites,
asteroides y cometas de su sistema”.
La historia nos muestra en los sucesos humanos una repetición de ciclos
simbolizados por la serpiente que se muerde la cola, y ya el insigne filósofo
Vico vislumbró por raciocinio lo que las enseñanzas ocultas reservaban en
aquella época a los iniciados, esto es, que la historia se repite, que no hay
tiempo que no vuelva, aunque la repetición y la vuelta no se efectúan jamás en
el mismo plano y nivel del ciclo anterior, sino en otro superior, en la siguiente
espira de la línea siempre ascendente de evolución.
Pero los ciclos no están aislados ni se suceden independientemente unos
de otros. Por el contrario forman una serie indefinida de antecedentes y
consecuentes enlazados por la razón del plan de Dios.
De la propia suerte que en el ciclo de evolución humana, cada vuelta de
la rueda de nacimientos y muertes es consecuencia de la vuelta anterior y
precedencia de la siguiente, así también en las encarnaciones colectivas de la
humanidad a que llamamos razas raíces, cada una de ellas es el consecuente de
la anterior y el antecedente de la que le ha de suceder en el transcurso de la
evolución.
Y así como el fruto o cosecha de una vida individual no se pierde, sino
que sirve de siembra a la siguiente, de la propia suerte el fruto de cada raza
raíz es, como si dijéramos, el capital estante de la nueva raza.
Podemos considerar cada raza raíz como un ciclo máximo de la
evolución humana, dentro del cual se suceden ciclos menores que son las
subrazas con sus correspondientes civilizaciones, y así vemos que la ciencia,
la industria, el arte, la religión, todas las manifestaciones del entendimiento
humano se transfieren de la civilización que muere a la civilización que nace,
y ésta coloca en un plano superior los frutos de la precedente civilización,
hasta que al llegar la raza a su punto culminante, empieza a decaer y parece
como si toda su labor hubiera de perderse; pero desde el punto de vista oculto
es la bajada o descenso de la espira, necesario para emprender el ascenso a la
superior espira siguiente.
Así en nuestra actual quinta raza aria se han ido sucediéndose y
transfiriéndose sus frutos las civilizaciones de la India antiquísima, de Caldea,
Egipto, Asiria, Persia, Grecia, Roma, de las que es hija nuestra presente
civilización europea-americana, llamada ordinariamente occidental, a la que
han de suceder las futuras civilizaciones de la sexta raza raíz.
Todas las formas de gobierno, la despótica, tiránica, autocrática,
absoluta, democrática, monárquica, oligárquica y republicana se conocieron en
las antiguas civilizaciones, como con las consiguientes modificaciones se
conocen en el presente.
El mismo principio de los ciclos rige en el pensamiento filosófico. Las
doctrinas y enseñanzas filosóficas de la India transplantadas a Grecia por
Pitágoras y asimiladas por Sócrates, Platón y Aristóteles revivieron en la
escuela de la España musulmana y tomaron nuevo cuerpo con la misma alma
al toque de la pluma de Santo Tomás.
La teoría de la causalidad, del determinismo, del panteísmo
racionalmente espiritual, de la evolución creadora fueron populares en la
antigua Grecia hace veinticinco siglos, y ya las conocieron mucho antes la
India y Egipto. Hoy las renuevan los pensadores de Occidente creídos de que
son hijas legítimas y naturales de su talento.
Lo mismo cabe decir de las ideas religiosas. El monoteísmo, el
politeísmo y hasta el ateísmo tienen sus precedentes en las desaparecidas
civilizaciones, y el mismo cristianismo que presume de religión original y
divina, no es más que en su parte ética una repetición del budismo y en su
parte dogmática y ritualística una superior variante del injusta e
impropiamente llamado paganismo.
Recordemos que los ciclos de evolución no son circulares, son espirales,
porque si fuesen circulares no habría progreso, nos moveríamos en un círculo
vicioso. El centro del ciclo adelanta sin cesar, como sucede en la espiral
geométrica.
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VI. Polaridad
Se manifiesta este principio en los pares de opuestos o términos
contradictorios que por doquiera aparecen en el universo, desde la íntima hasta
la suprema modalidad de manifestación.
Puede definirse el principio de polaridad diciendo que todo fenómeno
manifiesta dos opuestas series de cualidades, propiedades o poderes que
actúan en contrario sentido; pero que es posible reducirlos a una unidad por la
conciliación de los extremos en la infinita Realidad que trasciende los pares de
opuestos cuya existencia se contrae a los planos de relación.
Entre los muchos ejemplos que de polaridad se nos ofrecen, el más
característico es sin duda el de los dos polos de un imán.
El imán es uno solo, una unidad, y sin embargo tiene en el polo positivo
una actividad completamente contraria a la del polo negativo, y cuando estas
dos actividades se equilibran, permanece la unidad del imán.
Para convencerse de que en los mundos de relación todo está sujeto al
principio de polaridad, basta considerar la multitud de pares de opuestos que
aparecen perfectamente distintos a la comprensión humana en el triple aspecto
físico, emocional y mental.
En el orden físico tenemos lo grande y lo pequeño, lo alto y lo bajo, lo
estrecho y lo ancho, lo duro y lo blando, lo dulce y lo amargo, lo soso y lo
salado, la cima y la sima, derecha e izquierda, aprisa y despacio, frío y
caliente, luz y tinieblas, lo pesado y lo ligero, etc.
En el orden emocional tenemos lo bueno y lo malo, la virtud y el vicio,
el amor y el odio, la paciencia y la ira, la soberbia y la humildad, el placer y el
dolor, la afición y la aversión, el valor y el miedo, etc.
En el orden mental, la verdad y el error, la fe y la duda, la credulidad y
la incredulidad, la tesis y la antítesis, el análisis y la síntesis, lo abstracto y lo
concreto, lo ilusorio y lo real, lo positivo y lo negativo, lo físico y lo
metafísico, etc.
Doquiera vemos un fenómeno, una cualidad, una característica, hay
motivos para suponer la existencia de un contrario, como en efecto existe,
porque es consecuencia del principio de polaridad.
En caso de que la cualidad o característica opuesta nos sea desconocida,
porque aún no la hayamos descubierto o nadie nos la haya mostrado, debemos
admitir desde luego su existencia de conformidad con la regla según la cual, lo
que se afirma de una cosa se ha de negar de su opuesta, o lo que tanto vale, el
opuesto elemento de una cosa será precisamente su contraria.
Tan inefable es esta regla, que juntamente con el principio de analogía o
correspondencia puede aplicarse al método de investigación de lo desconocido
por medio de lo conocido.
Lo más sorprendente para quien por vez primera medita y reflexiona
sobre el principio de polaridad es el convencimiento de que a pesar de la
aparente oposición de los pares, son en esencia la misma cosa, pero
manifestada en sus grados extremos, y por esto se dice vulgarmente que los
extremos se tocan.
Por ejemplo, entre la dureza y la blandura no hay diferencia esencial,
sino tan sólo de grado de cohesión entre las moléculas de la masa, que en el
cuerpo duro es mayor que en el blando.
Lo caliente y lo frío no son términos absolutamente opuestos, sino tan
sólo con relación a quien experimenta la diferencia vibratoria en que consiste
el calor y el frío. Lo caliente para la vegetación de un helecho es demasiado
frío para la de la caña de azúcar y un indígena de Río de Oro, trasladado
repentinamente a Niza en plena canícula, tiritaría de frío.
No es posible señalar en el termómetro un punto en que termine el frío y
empiece el calor, pues ambos conceptos expresar relativas tonalidades de una
misma índole de vibraciones.
Si metemos la mano derecha en una taza de agua caliente, y la izquierda
en agua fría e inmediatamente las dos manos juntas en agua tibia, notaremos
en la mano derecha sensación de frío y de calor en la izquierda, a pesar de que
la temperatura del agua tibia es la misma para ambas manos.
En cuanto a los estados emocionales de amor y odio parecen a primer
examen tan irreconciliables como el agua y el fuego, pues no se comprende
cómo puede ser el amor esencialmente igual al odio.
Sin embargo, la psicología experimental demuestra que el odio puede
transmutarse en amor como en el caso de la conversión de San Pablo, que de
perseguidor de los odiados cristianos se erigió en el más ferviente apóstol de
la doctrina que antes odiara.
Cuando Amnón, el primogénito de David, logró saciar su incestuosa
pasión con su hermana Tamar, dice la Biblia que “la aborreció de tan grande
aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con
que la había amado”.
Entre el vivo y puro amor en un extremo y el odio feroz en el extremo
opuesto se extiende una indefinida serie de gradaciones en que el amor va
haciendo más lentas sus vibraciones que parecen amortiguarse en el punto
medio de la indiferencia, para ir creciendo en densidad por los grados de la
antipatía, la repugnancia, la aversión hasta el extremo del odio.
La experiencia de la vida demuestra sin necesidad de mayor argumento,
cómo a veces se enemistan dos personas o dos familias que durante largos
años convivieron en la mejor armonía; cómo, por el contrario, dos personas
que al principio se miraban con recelosa antipatía, una vez puestas en más
estrecha relación, brota entre ellas la llama viva de la amistad; y cómo también
la joven que al principio miraba con repugnancia a su pretendiente, llega a
amarlo con toda su alma cuando con él se casa; y al contrario, jóvenes que se
casaron enamoradísimos con la ilusión de que fuese eterna su luna de miel, se
divorcian al cabo del año por la mutua aversión en que se transmutó su
antiguo amor.
La demasiada actividad en un sentido nos conduce frecuentemente a la
manifestación del opuesto, y así no hay placer que no acabe en hastío ni dolor
que cien años dure.
El conocimiento de la ley de polaridad que nos revela la identidad
esencial de los pares de opuestos, abre un vasto campo de acción al ocultista y
le permite transmutar los estados de mente y de ánimo, o lo que es lo mismo,
le capacita para ser dueño de sus pensamientos y emociones.
Las cosas de diferente clase no se pueden transmutar unas en otras, pero
sí es posible revertir los dos polos de una misma cosa.
Así el amor nunca se convertirá en color rojo ni en el punto cardinal de
occidente; pero podrá transmutarse en odio y el odio en amor mediante la
alteración de la polaridad.
El miedo puede transmutarse en valor y el valor en miedo, como la
experiencia nos lo está enseñando a cada paso.
Las personas de ordinario tímidas y apocadas que se asustan de sus
propios pasos, llegan en circunstancias críticas de la vida, en momentos
solemnes, como cuando la madre ve en peligro la vida de su amadísimo hijo, a
extremos de valor lindantes con el heroísmo.
En cambio, no hay militar por acreditado que tenga su valor en las hojas
de servicio, que no se entremezcla de temor al sonar los primeros disparos de
una formidable batalla.
Lo duro puede ablandarse y lo blando endurecerse y lo caliente
enfriarse y lo frío calentarse, y así de los demás pares de opuestos incluso de
los emocionales, pues el orgulloso puede transmutarse en humilde, y el
humilde caer en el orgullo espiritual, y el lujurioso llegar a ser dechado de
castidad como la Magdalena o María Egipciaca.
El secreto de esta posible transmutación está en que no hay cambio de
una cosa por otra completamente diferente, sino que se trata de alterar los
polos de una misma cosa, para alterar así la manifestada acción de la misma
cosa.
Supongamos que un coche de tranvía eléctrico se dirige del punto A al
punto B. El coche tiene su peso, su pasaje, su conductor, su cochero y su trole
que lo enlaza con el cable por donde circula la corriente eléctrica que lo
impulsa. Si en el trayecto muda el conductor la posición del trole, el coche, sin
variar en lo más mínimo ninguno de sus elementos constituyentes, en vez de
dirigirse de A a B se dirigirá opuestamente de B a A. El coche será idéntico,
pero el efecto de su acción de todo punto contrario.
Así el que comprende el principio de polaridad puede dirigir su
vehículo personal mediante el trole de la voluntad enlazada con la siempre
activa corriente de la divina energía.
Además de la transmutación de los propios estados mentales y
emocionales, es posible extender la aplicación de este principio a la influencia
de una mente en otra, sobre la cual tanto se ha dicho y escrito de algunos años
a esta parte.
Cuando se comprende y reconoce la posibilidad de la inducción mental,
es decir, que se pueden determinar pensamientos y emociones por inducción o
sugestión, se echa de ver la causa de los fenómenos de esta índole que tantas
veces se han prostituido y profanado en los escenarios y en las plazas públicas.
Pero quien emplee honradamente, con inegoísta sinceridad, el poder que
le confiera el conocimiento y aplicación práctica del principio de polaridad,
será un beneficioso auxiliador de los abúlicos, de los abatidos, de los débiles,
de los escépticos, de los melancólicos, de los neurasténicos, de todos cuantos
padezcan enfermedades del ánimo que repercutan morbosamente en el cuerpo.
El conocimiento del principio de polaridad dará a entender a quien lo
posea que los estados de mente y ánimo son gradaciones de la manifestación
del ego, tan numerosas y distintas como los individuos.
Dice un sabio:
“Equilibrio es poder. El equilibrio se logra armonizando los pares de
opuestos de modo que dejen de ser relativos y se entrefundan en absoluta
unidad. En el fondo de la tormenta está la calma. En el centro de Vida está el
poder”.
Este antiquísimo aforismo contiene la esencia de las enseñanzas ocultas
respecto del principio de polaridad. El equilibrio, la ecuanimidad, la paz que
excede a toda comprensión, no es en modo alguno la quietud y el silencio
lúgubre de los sepulcros, sino la gozosa actividad exenta de toda duda,
desazón y sufrimiento.
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VII. Generación
Este principio está íntimamente relacionado con los otros seis y en
especial con el de los ciclos y el de ley de orden y causalidad, porque no fuera
posible la repetición de los fenómenos, el encadenamiento de las razas ni la
evolución de los egos en el ciclo de samsara o rueda de nacimientos y
muertes, si no hubiese medio de establecer esta continuidad.
A este fin concurre el principio de la generación, que no debe
confundirse con la sexualidad ni con el sexo, como a veces se confunde, de la
propia suerte que no es justo confundir la especie con el género, pues si todos
los cipreses son árboles, no todos los árboles son cipreses.
Análogamente, aunque toda sexualidad y todo sexo indique generación,
no son indispensables la sexualidad ni el sexo para la generación.
Sin embargo, cuando con la palabra sexo no se da a entender la
condición orgánica que distingue al macho de la hembra en los reinos vegetal,
animal y humano, sino que significa la distinción entre los elementos positivo
y negativo, activo y receptivo, masculino y femenino, entonces puede
afirmarse con el antiguo aforismo oculto, que el sexo está omnipresente en el
universo y que del sexo deriva la generación.
Tanto los estudiantes adelantados de ocultismo como los modernos
investigadores científicos reconocen la verdad expuesta por los antiguos
rosacruces de que el sexo o sea el principio de generación con su doble
elemento masculino-femenino, el Padre-Madre de la simbología religiosa,
todo lo penetra y está presente en todo el universo, no sólo en el plano o
mundo físico, sino en todos los planos o mundos de vibración superior al
físico, hasta alcanzar la andrógina Alma Universal.
En el plano físico la actividad del átomo con los electrones que giran
alrededor del núcleo se divorcian de él para unirse a otro, es una manifestación
del principio generador, como si el núcleo fuera masculino y los electrones o
iones femeninos.
En los planos emocional y mental las indagaciones de la moderna
psicología experimental corroboran la omnipresencia del principio generador.
Las empeñadas discusiones entre los psicólogos y filósofos acerca de la
que llaman mente subconsciente, mente subjetiva o mente subliminal han
puesto en claro que esta “otra mente”, como a algunos les parece, aunque en
realidad no hay más que una sola mente, es capaz de recibir las sugestiones,
órdenes, mandatos y advertencias de la mente vigílica o en estado de
conciencia ordinaria, y que estas sugestiones engendran nuevas ideas,
conceptos, pensamientos y nociones a manera de abundante proliferación
mental.
Los psicólogos no han acertado a dar la explicación de este fenómeno
psíquico; pero los rosacruces lo explican diciendo y afirmando que la mente
consciente es positiva o masculina y que la mente subjetiva es receptiva o
femenina, por lo que ésta concibe y pare los elementos mentales que engendró
o generó la mente masculina.
Tan evidente es la analogía, que no se comprende cómo los expositores
de la mente dual y sus comentadores no se percataran de la verdadera causa
del fenómeno llamado autosugestión.
Muy cerca anduvo de la solución del problema el psicólogo Thompson
J. Hudson en su obra titulada: “Ley de los fenómenos psíquicos”, en la que
expuso, remedada por supuesto de la filosofía índica, su famosa teoría de la
mente dual, donde dice que la mística jerigonza de los filósofos herméticos
denota la general idea de la dualidad de la mente; pero no alcanzó Hudson a
descubrir el principio determinante del misterio de esta aparente dualidad, tan
aparente como la de cualquier otro par de opuestos.
La mente subconsciente puede considerarse como la matriz en donde
engendrada por la mente consciente se genera la numerosa prole mental de
cada individuo.
La sugestión y el hipnotismo obedecen al mismo principio del sexo,
pues la mente activa, consciente, positiva o masculina del operador actúa, se
posa e influye en la mente receptiva, subconsciente, negativa o femenina del
sujeto, en la que engendra todos los pensamientos, ideas, imágenes y
emociones que le place o le conviene o necesita sugerir.
Desde luego que con arreglo a la ley de la generación, el operador
implanta las semillas mentales en el abonado campo de la mente
subconsciente del sujeto, donde como en la matriz pasan por un mayor o
menor período de gestación hasta que salen a luz convertidas en palabras o
actos.
Por desgracia, la mayoría de la humanidad se halla actualmente en una
etapa de evolución en que el elemento mental femenino predomina contra el
masculino, en que la mente consciente es aún débil y la voluntad flaca.
De aquí que la minoría de robusta y masculina mentalidad subyugue a
las masas inconscientes que sugestionadas por la fogosa palabra de un
demagogo, de un apóstol, de un misionero, de un propagandista, que para el
caso es lo mismo, aunque los efectos sean diferentes, se asimilan las ideas
sembradas en su mente receptiva y si es muy vigoroso el impulso las excitan a
la acción.
También el principio de la generación se manifiesta en el plano
espiritual, porque como es arriba es abajo, y el conocimiento de este principio
explica el simbolismo de las diosas de las antiguas religiones y la procedencia
del Hijo en la cristiana.
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