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EL ARTE OSCURO

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GOTICO

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miércoles, 31 de marzo de 2010

ANTOLOGIA LEYENDAS Y MITOS INDIGENAS

ANTOLOGÍA

LEYENDAS Y MITOS

INDÍGENAS

Recopilación Ser Indígena

"El hombre primitivo, inmerso en una naturaleza a

menudo hostil, trató de explicarse los fenómenos, la vida

que lo rodeaba, con ficciones alegóricas. Nacieron así

los mitos y leyendas,

que marcaron el comienzo de una actitud religiosa.

Para comprender a los pueblos es importante volver los

ojos atrás y escudriñar en el pasado remoto".

Del libro: "El Mundo de Amado". Leyendas de Tierra del Fuego. Lucía Gevert.

Leyendas Mapuche

DOMO Y LITUCHE

Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más que un espíritu que habitaba

en el cielo. Solo él podía hacer la vida. Así decidió comenzar su obra cualquier

día.

Aburrido un día de tanta quietud decidió crear a una criatura vivaz e imaginativa, la

cual llamó "Hijo", porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento

lo lanzó a la tierra. Tan entusiasmado estaba que el impulso fue tan fuerte que se

golpeó duramente al caer. Su madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana

en el cielo. Esa ventana es Kuyén, la luna, y desde entonces vigila el sueño de los

hombres.

El gran espíritu quiso también seguir los primeros pasos de su hijo. Para mirarlo

abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el sol y su misión

es desde entonces calentar a los hombres y alentar la vida cada día. Así todo ser

viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. También es llamado padre sol.

Pero en la tierra el hijo del gran espíritu se sentía terriblemente solo. Nada había,

nadie con quién conversar. Cada vez más triste miró al cielo y dijo: ¿Padre,

porqué he de estar solo?

En realidad necesita una compañera -dijo Ngnechén, el espíritu progenitor.

Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de suave cuerpo y muy graciosa, la que

cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre. Ella estaba desnuda y tuvo

mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo

crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca insectos y mariposas salían a

raudales y pronto llegó a Lituche el armónico sonido de la fauna.

Cuando uno estuvo frente al otro, dijo ella: - Qué hermoso eres. ¿Cómo he de

llamarte? . Yo soy Lituche el hombre del comienzo. Yo soy Domo la mujer,

estaremos juntos y haremos florecer la vida amándonos -dijo ella-. Así debe ser,

juntos llenaremos el vacío de la tierra -dijo Lituche.

Mientras la primera mujer y el primer hombre construían su hogar, al cual llamaron

ruka, el cielo se llenó de nuevos espíritus. Estos traviesos Cherruves eran

torbellinos muy temidos por la tribu.

Lituche pronto aprendió que los frutos del pewén eran su mejor alimento y con

ellos hizo panes y esperó tranquilo el invierno. Domo cortó la lana de una oveja,

luego con las dos manos, frotando y moviéndolas una contra otra hizo un hilo

grueso. Después en cuatro palos grandes enrolló la hebra y comenzó a cruzarlas.

Desde entonces hacen así sus tejidos en colores naturales, teñidos con raíces.

Cuando los hijos de Domo y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar

a cordillera. Luego hubo un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a

subir guiadas por la serpiente Kai-Kai. La cordillera se elevó más y más porque en

ella habitaba Tren-Tren la culebra de la tierra y así defendía a los hombres de la

ira de Kai-Kai. Cuando las aguas se calmaron, comenzaron a bajar los

sobrevivientes de los cerros. Desde entonces se les conoce como "Hombres de la

tierra" o Mapuches.

Siempre temerosos de nuevos desastres, los mapuches respetan la voluntad de

Ngnechén y tratan de no disgustarlo. Trabajan la tierra y realizan hermosa

artesanía con cortezas de árboles y con raíces tiñen lana. Con fibras vegetales

tejen canastos y con lana, mantas y vestidos.

Aún hoy en el cielo Kuyén y Antú se turnan para mirarlos y acompañarlos. Por eso

la esperanza de un tiempo mejor nunca muere en el espíritu de los mapuches, los

hombres de la tierra.

Fuente: Del libro "Monitores Culturas Originarias". Área Culturas Originarias. División de Cultura. Mineduc.

HISTORIA DE LA MONTAÑA QUE TRUENA

Cuentan que hace muchísimo tiempo vivía en la cordillera un pueblo de guerreros,

un pueblo al que los otros llamaban "El enemigo invencible". No tenían vecinos ni

aliados, porque el primero que se animaba a entrar en su territorio sin autorización

era esclavizado o aniquilado. Dicen que no hubo país donde las piedras y las

flores fueran más rojas, porque allí la sangre de las guerras había penetrado hasta

las capas mas profundas de la tierra. Entre los invencibles no había lugar para los

débiles: los niños mamaban el valor, de los pechos ceñidos de sus madres y allí

mentándose con carne cruda se convertían en hombres altos y fuertes como

montes.

Este pueblo tuvo un jefe valiente y formidable llamado Linko Nahuel, el “tigre que

salta”. Era tan valeroso como feroz, y cuentan que si alguien hubiera podido

navegar en los ríos de sus venas hubiera visto hervir la sangre. Entre todas las

montañas del país de Linko Nahuel se distinguía el pico nevado del cerro Amun-

Kar, el monte sagrado que es el trono de Dios. Dominaba el paisaje con sus

laderas que subían verdes y boscosas. A veces, la montaña se transformaba,

lanzaba humo y fuego hacia el cielo, bombardeando a los Mapuches con rocas

incandescentes que parecían las tokikuras de Dios. Y la gente le tenia más miedo

que a la furia de Linko Nahuel.

Un amanecer, mientras acampaban en el gran valle que se encontraba a los pies

del Amun-Kar, los centinelas, bajaron corriendo las laderas para contar lo que

habían visto. Miles y miles de enanos armados, avanzaban por la cuesta de la

montaña sagrada.

Linko Nahuel sintió como la cólera le subía por el pecho, como sus brazos

ansiaban descargar un golpe contra los invasores que ni permiso habían pedido;

él los aplastaría, una vez más la sangre correría por las sendas y los arroyos. Pero

Linko Nahuel también era astuto, y conocía el valor de los planes. Por eso llamo a

sus segundos y les ordeno:

“Vayan a entrevistarse con el jefe de los enanos. Cúbranse con cueros de

guanacos y puma, píntense la cara del modo más horroroso y adórnense con las

plumas de choike mas largas y oscuras que tengan. Y sobre todo, ya saben,

mirada severa y pocas palabras. Así los intimidaremos. Ya van a ver cuando

comiencen la retirada, ahí caeremos sobre ellos”.

Los emisarios se fueron confiados, pero volvieron humillados y furiosos a rendir

cuentas ante Linko Nahuel: - “Los enanos son gente de montañas y planean

quedarse a vivir en el Amun-Kar, no conocen tu nombre y no tienen miedo de la ira

de Dios. Son tan chiquitos como un anchimallen, pero hay que reconocer que son

valientes y tantos, que cuando nos rodearon no veíamos nada mas allá”.

Entonces Linko se dispuso para la guerra y partió. Trepaban la cuesta, cuando

sorpresivamente los enanos se lanzaron desde arriba sobre ellos, hiriéndolos con

miles de flechas y lanzas diminutas. Defenderse era difícil. Linko alentaba a los

suyos para alcanzar a los pigmeos, pero estos se protegían detrás de paredones y

salientes, y desde allí empujaban la nieve y piedras que caían en alud sobre el

ejercito invencible. Los enanos eran muchos y rodearon a los mapuches. La tierra

y la nieve se teñían de sangre, y Linko Nahuel, enfurecido, pedía refuerzos con

gritos desaforados.

Los enanos se dieron vuelta y comenzaron a huir con extraordinaria agilidad

montaña arriba dejando atrás a Linko Nahuel, que los perseguía. Pero los

guerreros de Linko eran gente de los valles y de las hondonadas y no podían

competir con sus enemigos, que milagrosamente se perdieron de vista. La trampa

estaba tendida: los enanos salieron de sus escondites y los atraparon uno por uno.

El cacique de los enanos dictaminó su sentencia: “Todos los prisioneros

mapuches deberían subir hasta la cumbre y desde allí serian precipitados; él

último en caer seria Linko Nahuel, para que viera la muerte muchas veces antes

de dar su último salto”.

Penosamente subía el tigre derrotado pisando por primera vez las rocas de la

cima. Cuando el enano dio la orden de detenerse ataron a los prisioneros de pies

y manos y comenzó el castigo.

Empujaron al primer mapuche al precipicio. Erguido y rígido, Linko miraba la

distancia, ese paisaje nuevo que no lo dejaba recordar, que aplacaba por primera

vez su sangre huracanada. Entonces se escucho el primer estruendo, los

estallidos interiores de la montaña de Dios. Las rocas volaron en mil pedazos. Un

viscoso lago de fuego arrastró a los mapuches y enanos, que mezclaron sus gritos

y quedaron confundidos en la misma ceniza.

Y Dios dispuso que los dos jefes se sentaran frente a frente, para que

contemplaran juntos el horror, provocado por la osadía de llevar la guerra a su

montaña. Para que el castigo fuera eterno los convirtió en piedra; y desde ese

entonces fueron cubiertos muchas veces por la lava ardiente o el hielo,

condenados a escuchar el tronar intermitente de su furia. Por eso la gente del valle

ya no llama al cerro Amun-Kar sino Tronador, y dicen los mapuches que los dos

caciques esperan en vano el día en que Dios se duerma y puedan despertar ellos

para vengar a sus pueblos.

Fuente: Mauchaulil. Cultura fálica en Chile.

Leyendas de Chiloé

TENTEN-VILU Y CAICAI-VILU

Hace muchísimos años la Isla Grande de Chiloé, y todo el enjambre de islas que

le rodean, formaban un solo cuerpo con el Continente Americano.

Sin embargo, un día apareció repentinamente la Diosa de las Aguas Coicoi-vilu

(de Co: agua y vilu: culebra) con la intención de destruir todo lo que hubiera sobre

la tierra.

Obedeciendo a sus mandatos, las aguas comenzaron a elevarse inundando valles

y cerros, y sepultando a sus horrorizados habitantes en las profundidades del mar.

Cuando todo parecía perdido, hizo su aparición la Diosa de la Tierra, Tentén-vilu

(de Ten: tierra y vilu: culebra). Tentén-vilu comenzó a luchar contra su enemiga, a

la vez que elevaba las tierras inundadas y protegía a sus habitantes, ayudándolos

a subir a las partes más altas, transformándolos en pájaros, o dotándolos del

poder de volar.

La batalla duró mucho, finalmente Tentén-vilu venció parcialmente a Coicoi-Vilú,

pues a pesar de que esta última se retiró, las aguas nunca regresaron a sus

límites originales.

Como consecuencia de toda esta lucha, los valles, cerros y cordilleras que antes

formaban la zona, quedaron transformados en un archipiélago de inigualable

belleza, que es lo que hoy conocemos con el nombre de Archipiélago de Chiloé.

Fuente: Mitología Chilota

EL MILLALOBO

El Millalobo habita en lo más profundo del mar, y fue concebido bajo el mandato y

protección del espíritu de las aguas Coicoi-vilu, por una hermosa mujer en amores

con un lobo marino durante el período en que las aguas del mar invadieron la

tierra.

Tiene el aspecto de una gran foca, su rostro tiene aspecto de un hombre y de pez.

La parte superior del tórax tiene aspecto humano y el resto de su cuerpo tiene

formas de lobo marino. Está cubierto de un corto y brillante pelaje de color amarillo

oscuro, de ahí su nombre Millalobo (de milla: oro) o Lobo de Oro.

Comparte su vida con la Hunchula, hija de una vieja machi, llamada la Huenchur, y

cuando las condiciones lo permiten sale con su amada a las playas solitarias con

la intención de disfrutar de los rayos del sol.

El Millalobo, fue envestido por Coicoi-Vilu, como amo y señor de todos los mares y

por lo tanto es el jefe supremo de todos los seres que en ellos habitan. De esta

manera está en el nivel jerárquico más alto del gobierno de los mares y se le

puede comparar con Neptuno de la mitología griega.

Como dueño y señor, de gran poderío, delega sus importantes funciones, en

varios miembros subalternos encargados de hacer cumplir sus mandatos y

voluntad. Esto va desde sembrar peces y mariscos, cuidar de su desarrollo y

multiplicación, dirigir las mareas o controlar las calmas y tempestades. También

están bajo su mandato las acciones de seres maléficos como la Vaca Marina, el

Cuero, el Cuchivilu y el Piuchén.

De su unión con la hermosa Henchula nacieron la Pincoya, la Sirena y el Pincoy,

quienes como buenos hijos ayudan y desempeñan importantes papeles en los

vastos dominios de su poderoso padre.

Fuente: Mitología Chilota

Leyendas Nortinas

EL TATU Y SU CAPA DE FIESTA

(Mito Aymará Bolivia)

Las gaviotas andinas se habían encargado de llevar la noticia hasta los últimos

rincones del Altiplano. Volando de un punto a otro, incansables, habían

comunicado a todos que cuando la luna estuviera brillante y redonda, los animales

estaban cordialmente invitados a una gran fiesta a orillas del lago. El Titicaca se

alegraba cada vez que esto sucedía.

Cada cual se preparaba con esmero para esta oportunidad. Se acicalaban y

limpiaban sus plumajes y sus pieles con los mejores aceites especiales, para que

resplandecieran y todos los admiraran. Todo esto lo sabía Tatú, él quirquincho, ya

había asistido a algunas de estas fastuosas fiestas que su querido amigo Titicaca

gustaba de organizar. En esta ocasión deseaba ir mejor que nunca, pues

recientemente había sido nombrado integrante muy principal de la comunidad. Y

comprendía bien lo que esto significaba... Él era responsable y digno. Esas

debían haber sido las cualidades que se tuvieron en cuenta al darle este título

honorífico que tanto lo honraba. Ahora deseaba íntimamente deslumbrarlos a

todos y hacerlos sentir que no se habían equivocado en su elección.

Todavía faltaban muchos días, pero en cuanto recibió la invitación se puso a tejer

un manto nuevo, elegantísimo, para que nadie quedara sin advertir su presencia

espectacular. Era conocido como buen tejedor, y se concentró en hacer una trama

fina, fina, a tal punto, que recordaba algunas maravillosas telarañas de esas que

se suspenden en el aire, entre rama y rama de los arbustos, luciendo su tejido

extraordinario. Ya llevaba bastante adelantado, aunque el trabajo, a veces, se le

hacia lento y penoso, cuando acertó a pasar cerca de su casa el zorro, que

gustaba de meter siempre su nariz en lo que no le importaba.

Al verlo, le preguntó con curiosidad que hacía y este le respondió que trabajaba

en su capa para ponérsela el día de la fiesta en el lago, el zorro le respondió que

como iba a alcanzar a terminarla si la fiesta era esa noche. El quirquincho pensó

que había pasado el tiempo sin notarlo. Siempre le sucedía lo mismo... Calculaba

mal las horas... Al pobre Tatú se le fue el alma a los pies. Una gruesa lágrima

rodó por sus mejillas. Tanto prepararse para la ceremonia... El encuentro con sus

amigos lo había imaginado distinto de lo que sería ahora. ¿Tendría fuerzas y

tiempo para terminar su manto tan hermosamente comenzado?

El zorro captó su desesperación, y sin decir más se alejó riendo entre dientes. Sin

buscarlo había encontrado el modo de inquietar a alguien...y eso le producía un

extraño placer. Tatú tendría que apurarse mucho si quería ir con vestido nuevo a

la fiesta. Y así fue. Sus manitos continuaron el trabajo moviéndose con rapidez y

destreza, pero debió recurrir a un truco para que le cundiera. Tomó hilos gruesos

y toscos que le hicieron avanzar más rápido. Pero, la belleza y finura iniciales del

tejido se fueron perdiendo a medida que avanzaba y quedaba al descubierto una

urdimbre más suelta. Finalmente todo estuvo listo y Tatú se engalanó para asistir

a su fiesta. Entonces respiró hondo, y con un suspiro de alivio miró al cielo

estirando sus extremidades para sacudirse el cansancio de tanto trabajo. En ese

instante advirtió el engaño... ¡Si la luna todavía no estaba llena! Lo miraba curiosa

desde sus tres cuartos de creciente...

Un primer pensamiento de cólera contra el viejo zorro le cruzó su cabecita. Pero al

mirar su manto nuevamente bajo la luz brillante que caía también de las estrellas,

se dio cuenta de que, si bien no había quedado como él lo imaginara, de todos

modos el resultado era de auténtica belleza y esplendor. No tendría para qué

deshacerlo. Quizás así estaba mejor, más suelto y aireado en su parte final, lo

cual le otorgaba un toque exótico y atractivo. El zorro se asombraría cuando lo

viera... Y, además, no le guardaría rencor, porque sido su propia culpa creerle a

alguien que tenía fama de travieso y juguetón. Simplemente él no podía resistir la

tentación de andar burlándose de todos... y siempre encontraba alguna víctima.

Pero esta vez todo salió bien: el zorro le había hecho un favor. Porque Tatú se

lució efectivamente, y causó gran sensación con su manto nuevo cuando llegó, al

fin, el momento de su aparición triunfal en la fiesta de su amigo Titicaca.

Fuente: Cuentos y Leyendas Americanas.

EL INICIO DEL MUNDO

Los vecinos de la sierra cuentan, desde Cupo a Socaire, desde las cumbres hasta

el llano, que en un comienzo en el mundo todo era sólo noche, todo era sólo

penumbras, como cuando la neblina invade la quebrada. Nada iluminaba la

existencia de los hombres, quienes deambulaban por los cerros, las quebradas y

las vegas en busca de esquivos alimentos. Dicen que la falta de calor y de luz

impedía la germinación de las semillas, el crecimiento de las plantas; sólo existía

lo que ya estaba allí.

La tierra comenzaba recién a adquirir su forma actual, aparecían los paisajes de

volcanes y planicies, con su amplia gama de colores. El agua caía copiosamente;

llovía y llovía. Ríos caudalosos descendían desde lo alto, gastando los cerros,

arrastrando grandes rocas con las cuales desgarraban el llano, abriendo

profundas grietas.

"Saire", que significa agua de lluvia, frío, hambre y soledad eran los compañeros

de algunos "antiguos", los cuales difícilmente lograban sobrevivir. Se ocultaban en

cuevas existentes en lugares tan separados como en Socaire, camino a las

lagunas, y en la quebrada del Encanto, cerquita de Toconce, donde suelen verse

sus sombras en las noches sin luna, pero es necesario ir sin compañía hasta

dichos lugares para poder apreciarlo.

De estos hombres se dice que los de la cuenca del río Salado murieron por no

resistir la presencia del sol; y los del sector socaireño, debido a la intensidad de

las lluvias, acompañadas con sus truenos y relámpagos.

De ellos sólo perduran sus pueblos destruidos y sus tumbas saqueadas. También,

a medio camino entre Toconce y Linzor, sus grandes pies quedaron marcados

sobre las blandas rocas de aquella época. Hoy es posible ver esos rastros allí

donde quedaron definitivamente grabados por ejemplo en Patillón.

En Socaire, cuentan algunos vecinos, cuando "los abuelos" habían hecho los

terrenos y las eras, llovió durante cuarenta días y cuarenta noches, y el agua

corrió y corrió, después, quizás cuántos años, demoró en terminarse el agua.

La gente en ese entonces era muy tímida, vivían en los graneros. No tenían casas,

tampoco tenían nombres porque no eran cristianos. Aunque no eran gente

educada eran personas muy buenas que vivían inocentemente. Trabajaban la

tierra, sin herramientas porque no conocían la picota, ni la pala ni el chuzo; sólo

usaban una rama de árbol y la pura mano. Sin embargo, ¡fue tanto terreno el que

trabajaron!...

Ellos le cantaban al agua y el agua les ayudaba en sus trabajos, corriendo de

piedra en piedra para hacer los muros de esos largos canales que aún se ven. Sin

embargo, después de la larga lluvia lo perdieron todo: los terrenos, los sembrados,

la vida. Por eso ahora, nadie sabe cantarle al agua para que vuelva a brotar como

antes, para que haya tantos sembríos como antes, para que la gente sea buena e

inocente, como antes.

Fuente: Del libro "Monitores Culturas Originarias". Área Culturas Originarias. División de Cultura. Mineduc.

Leyendas de Tierra del Fuego

LOS ONAS Y LA LUNA

(Mito Selk’nam )

Los Onas suponen que en las variadas fases de la luna hay seres ocultos

enemigos de los hombres que les causan mayor pavor.

El engrosamiento gradual de la luna KRE les inspira gran miedo, porque creen que

para engrosarse se alimenta de criaturas humanas, a las cuales les chupa la

sangre que les causa la muerte.

De aquí que cuando llega el plenilunio hagan fiestas alrededor de grandes fogatas

y bailan y gritan en algazara infernal durante toda la noche, celebrando él haber

librado del peligro de muerte a sus hijos, que aman con mucha ternura.

KAMSHOUT Y EL OTOÑO

(Leyenda Selk’nam - Tierra del Fuego, Argentina-Chile)

Hubo un tiempo en que las hojas del bosque eran siempre verdes. En ese

entonces el joven selk’nam Kamshout partió en un largo viaje para cumplir con los

ritos de iniciación de los klóketens.

El joven iniciado tardó tanto en volver que el resto del grupo lo dio por muerto.

Cuando nadie lo esperaba, Kamshout volvió completamente alterado y empezó a

relatar su sorprendente incursión en un país de maravillas, más allá en el lejano

norte.

En ese país los bosques eran interminables y los árboles perdían sus hojas en

otoño hasta parecer completamente muertos. Sin embargo, con los primeros

calores de la primavera las hojas verdes volvían a salir y los árboles volvían a

revivir. Nadie creyó la historia y la gente se rió de Kamshout quien, completamente

enojado, se marchó al bosque y volvió a desaparecer.

Luego de una corta incursión por el bosque, Kamshout reapareció convertido en

un gran loro, con plumas verdes en su espalda y rojas en su pecho. Era otoño y

Kamshout -a partir de entonces llamado Kerrhprrh por el ruido que emitía, volando

de árbol en árbol fue tiñiendo todas las hojas con sus plumas rojas. Así

coloreadas, las hojas empezaron a caer y todo el mundo temió la muerte de los

árboles. Esta vez la risa fue de Kamshout.

En la primavera las hojas volvieron a lucir su verdor, demostrando la veracidad de

la aventura vivida por Kamshout. Desde entonces los loros se reúnen en las ramas

de los árboles para reírse de los seres humanos y así vengar a Kamshout, su

antepasado mítico.

Fuente: Cuentos y Leyendas Americanas.

EL ORIGEN DEL CALAFATE

(Leyenda Selk’nam )

Cuando los Selk’nam habitaban Tierra de Fuego se agrupaban en

diversas tribus, dos de ellas se encontraban en gran conflicto, los jefes

de ambas comunidades se odiaban hasta la muerte. Uno de ellos tenía

un joven hijo, que gustaba de recorrer los campos. En una ocasión se

encontró con una bella niña de ojos negros intensos y se enamoró de

ella.

Lamentablemente, era la hija del enemigo de su padre, la única manera

de verse era a escondidas, pero el brujo de la tribu de la niña los

descubrió. Vio sin embargo, que no podría separarlos y condenó a la

niña, transformándola en una planta que conservó toda la belleza de sus

ojos negros, pero con espinas, para que el joven enamorado no pudiera

tocarla. Pero el amor era tan fuerte que el joven nunca se separó de

esta planta y murió a su lado.

Por eso cada quien que logre comer el fruto de este arbusto estará

destinado a regresar a la Patagonia, pues uno no puede separarse del

poder de amor que hay en el calafate, nos atrae a él y no nos permite

que nos marchemos por mucho tiempo.

Fuente: Cuentos y Leyendas Americanas.

YINCIHAUA

(Leyenda Selk’nam)

Todos los años en la primavera, las jóvenes mujeres onas se juntaban en una

choza especial, para la importante fiesta llamada “yincihaua”. Acudían desnudas,

con el cuerpo pintado y en sus rostros máscaras multicolores. Tenían gran

imaginación para hacerse hermosos dibujos geométricos, que representaban los

distintos espíritus que viven en la naturaleza. Ellos les daban los poderes que

ejercían sobre los hombres.

Ese día una de las niñas tomó con mucho cuidado un poco de tierra blanca y

empezó lentamente a trazar las cinco líneas que pensaba pintar desde su nariz

hasta las orejas. Las otras jóvenes trataron de imitarla, ya que las figuras en el

rostro eran muy importantes.

La fantasía de cada una se echó a volar y se pintaron de arriba abajo con

armoniosas figuras. Unas a otras se ayudaban, pero para no ser reconocidas, se

pusieron en sus rostros unas máscaras talladas. Blanco, negro y rojo eran los

colores preferidos. En un momento dado, cuando ya estaban todas preparadas,

salieron de la choza con grandes chillidos y mucho alboroto para asustar a los

hombres que las esperaban afuera.

La bulliciosa ceremonia se encontraba en su apogeo y todos daban gritos, cuando

sobre el tremendo ruido reinante se escuchó una fuerte discusión entre el hombresol

y su hermana, la mujer-luna.

-Yo no te necesito- insistía con altivez la luna.

-Sin mí, no puedes vivir- le contestó sarcástico el sol.

-Perdería mi brillo quizás, pero seguiría viviendo.

-Sin el brillo que yo te doy no vales nada.

-No seas tan presumido, hermano sol.

-Tú deberías ser más humilde, hermana luna.

Y así siguieron la disputa como dos niños chicos. Todos los hombres se pusieron

de parte del sol y las mujeres apoyaron a la luna. La discusión fue creciendo,

creciendo y ni siquiera el marido de la mujer luna, que era el arcoiris o “akaynic”,

pudo lograr que la armonía volviera a reinar entre la gente de la tribu.

De pronto, un gran fuego estalló en la choza del “yincihaua”, donde las mujeres

habían ido a buscar refugio cuando la pelea se hizo más fuerte. Allí estaban

encerradas cuando las alcanzaron las llamas.

Aunque el griterío fue inmenso, ninguna logro salvarse. Todas murieron en el

incendio. Pero se transformaron en animales de hermosa apariencia, según había

sido su maquillaje. Hasta hoy mantienen esas características y las podemos ver,

por ejemplo, en el cisne de cuello negro, en el cóndor o en el ñandú.

Afortunadamente ellas nunca supieron lo que había sucedido. Les habría dado

mucha pena, porque fueron los propios hombres los que prendieron el fuego. Es

que tenían envidia del poder que en el comienzo de los tiempos ostentaban las

mujeres, y querían quitárselo.

Después de este penoso episodio la mujer-luna se fue con su esposo “akaynic”

hasta el firmamento. Detrás de ellos, queriendo alcanzarlos, se fue corriendo el

hombre-hermano-sol, pero no pudo lograrlo.

Todos se quedaron, sin embargo, en la bóveda celestial y no volvieron a bajar a

las fiestas de los hombres.

Fuente: Del Libro “El Mundo de Amado”. Leyendas de Tierra del Fuego. Lucía Gevert.

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