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domingo, 2 de septiembre de 2012

Dioses en la prehistoria


Dioses en la prehistoria
La idea de Dios entre los pueblos prehistóricos
Se han planteado con frecuencia dos preguntas tan apasionantes como difíciles de resolver: ¿Tenían los hombres prehistóricos una idea clara de Dios? ¿Eran monoteístas, o politeístas? La famosa y desacreditada teoría evolucionista de Tylor lo niega. Para él, el hombre habría inventado la idea del alma humana partiendo de la conciencia de sí mismo, los sueños, la muerte.., y por extensión, supondría que también la tenían los demás seres vivos e incluso las cosas. Ésta es la etapa animista, y, desde luego, es innegable que el hombre prehistórico creyó en el animismo como los primitivos posteriores. De aquí deduciría el culto a los muertos y a los antepasados, y por intermedio de visiones y de la noción del alma desprendida del cuerpo, formularla el concepto de los espíritus independientes, adjudicando unos a la vida humana y otros a los fenómenos de la naturaleza. La consecuencia sería la formación de la religión politeísta constituida por dioses que originariamente eran antiguos espíritus que, por la importancia de sus actividades propias, demostraron tener un poder muy superior: el Dios del cielo, de la tierra, del agua, etc. Finalmente la organización social, influiría sobre ellos, de manera que acabarían teniendo un jefe o monarca supremo, y la sociedad de los dioses, a semejanza de la humana, estaría formada por las almas humanas (pueblo, tribu), los grandes dioses (jefes de grupo, aristocracia) y el Dios Supremo (gran jefe, monarca).La teoría sociológica de Durkheim da otra versión. El origen de la religión hay que buscarlo en la sociedad. El hombre organizado en grupos se siente mucho más poderoso que el individuo aislado. Esa fuerza, cuya naturaleza no comprende, recibe diferentes nombres, según las regiones: maná, wakan, orenda, manitowi, etc. La religión comienza por la adoración de esa fuerza algo abstracta y vagamente panteísta, personalizada en el tótem, que debe servir al hombre de elemento de unión con su grupo, y que es el símbolo de su energía. Consecuencia, el alma no es más que la manifestación del maná común en cada hombre, el maná individualizado. La noción de alma conduce a la de espíritus, formados también por un maná, aunque de naturaleza superior; son los antepasados de la tribu, que velan por ella y se encarnan en las churingas. Los grupos de ritos semejantes se sentirían descendientes de un antepasado común de poder especial, personaje que se va elevando hasta la categoría de dios importante, y que por difusión y repetición de los ascensos sobre otros dioses conduciría al Ser Supremo.
Estas teorías, ingeniosas y convincentes a primera vista, cayeron estrepitosamente por el suelo cuando se demostró, sin duda de ninguna clase, que las tribus primitivas más elementales, situadas en el primer escalón de la familia humana, carecen de animismo, de manismo y de totemismo, y en cambio, tienen idea de un Ser Supremo. Las investigaciones de Schmidt y otros ilustres científicos confirman que la humanidad empezó su vida espiritual por el que se considera último escalón. Lo mismo ha ocurrido con la poligamia, que se creía el primer y natural estado del hombre, y que ha resultado ser una costumbre adquirida con posterioridad a los primeros tiempos o a las formas más elementales de la sociedad.
Conviene distinguir aquí los conceptos básicos de religión y de magia. La primera es un sistema en el que el hombre reconoce la existencia de uno o varios seres espirituales superiores que organizan y dirigen el mundo e imponen ciertas reglas a los humanos, que deberán respetar bajo pena de duros castigos. En sus formas más elevadas, los preceptos máximos constituyen la moral con sus premios y castigos. En la religión, el hombre por si mismo no es nada, está a merced de la divinidad con la que se relaciona y une. Se puede recurrir a la voluntad suprema mediante el ruego, la oración, las obras gratas, la súplica e incluso las ofrendas que pretenden propiciar al Ser superior.
La magia es el polo opuesto. Parte de unos poderes ciegos, de unas energías misteriosas que el hombre cree poder dirigir mediante palabras, acciones u objetos, que si se aplican correctamente deben producir necesariamente sus efectos. La magia no premia ni castiga las acciones, obedece, permanece indiferente o se vuelve contra quien la maneja, de acuerdo con los formulismos empleados, con la misma inconsciencia que si se tratara, por ejemplo, de energía eléctrica.
La magia es amoral y frecuentemente se utiliza con fines inmorales. Si es suficientemente fuerte, puede actuar incluso contra la voluntad de los dioses. Las divinidades egipcias profesaban verdadero terror a Isis, no por ser una diosa poderosa, sino una maga insuperable. Magia y religión aparecen a través de la historia íntimamente ligadas, pero siempre pueden distinguirse y sus orígenes son diferentes. Pues bien, es seguro que entre los primitivos más atrasados, la idea del Ser Supremo precede a la magia, como el monoteísmo es anterior al politeísmo.
El politeísmo es una forma degenerada de la religión, como son facetas degradadas de la sociedad el matriarcado, la poliandria (matrimonio de una mujer con varios hombres) y la promiscuidad. Esas degeneraciones se produjeron por el animismo y la magia en general, por la influencia de las mitologías astrales (advirtamos que no hay, en el paleolítico, el menor rastro seguro de culto a los astros), y por vicisitudes políticas, por ejemplo la incorporación a las divinidades propias de los dioses de las tribus vencidas.
Se objetará que no tenemos ningún dato directo de la creencia en el Ser Supremo, y que el comparativo e indirecto de la etnología, que acabamos de criticar, es insuficiente. Hay que responder que esto no demuestra su inexistencia. En el paleolítico no había escritura, los primitivos que creen en esa entidad suprema no la representan casi nunca, y los prehistóricos pudieron referirse a ella mediante signos que hoy resultan incomprensibles. Hay un caso histórico muy aleccionador, el de los hebreos. Por razones de respeto jamás representaron a Yahvé y ni siquiera hoy pueden pronunciar su nombre, y advirtamos, de paso, este concepto: una cosa es el monoteísmo (creencia y adoración de un solo dios); otra, monolatría (creencia en varios dioses, de los que sólo uno recibe culto), y otra politeísmo (creencia y adoración de varias divinidades).

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