El origen del mundo
Cosmogonia China
China,
una sociedad en debate interno
Desde
el punto de vista geográfico, China tiene una extensión que casi equivale a
toda Europa, y dado su vasto territorio podemos entender su variedad climática,
ya que en China encontramos casi todos los tipos de climas (templado,
subtropical, tropical y ecuatorial). Esa gran extensión también nos ayuda a
entender su gran variedad étnica; en China conviven hasta 56 etnias diferentes
(manchúes, zhuang, tibetanos...), siendo la más numerosa la han que supone el
92% de la población.
China
es un país en proceso de cambio y éste es el rasgo principal de su sociedad, de
su economía y de su política. Aparece ante nuestros ojos como una anomalía, ya
que tras la caída del comunismo, y frente al resto de países que mantienen este
régimen político en Oriente (Vietnam o Corea del Norte), China está cada vez
más integrada en la comunidad internacional. El éxito de las reformas
económicas, que ha permitido evitar el malestar social y la crisis, nos ayuda a
comprender las diferencias.
Pero
en este país gigante, con 1.200 millones de habitantes, la sociedad está
inmersa en un debate interno, entre el mantenimiento de la propia identidad y
la necesaria modernización. La historia de China como nación puede remontarse
hasta el siglo XVI a. C., momento en el que se fundó la dinastía Chang. Desde
entonces y hasta la proclamación de la República Popular China por Mao Zedong
el 1 de octubre de 1949, se sucedieron una serie interminable de reinos y
dinastías que han marcado profundamente las tradiciones y las costumbres
chinas, caracterizadas, hasta entonces, por su inmovilismo. Tras la revolución
comunista y bajo el sistema de la República Popular de Mao, se iniciaron una
serie de profundas reformas económicas, administrativas, sociales, etc... que
han terminado con el viejo orden. Tras la era moísta, China entra en una fase
caracterizada por la moderación, pero en la cual las reformas continúan. En
menos de un siglo se han resquebrajado tradiciones milenarias. Así, los chinos
viven un debate interno entre tradición y modernización, entre el inmovilismo y
el cambio, entre Oriente y Occidente, entre el comunismo y el capitalismo...
En
el presente Cuaderno Didáctico nos acercaremos a la tradición de esta sociedad
milenaria con un interés antropológico y desde el punto de vista de sus
creencias y en concreto, desde su concepción cosmogónica.
La religión china y los mitos
La
religión China es politeísta y sincrética, y, a pesar de que dominan el Taoísmo
y el Budismo, la sociedad de este ingente país nunca ha rechazado la
incorporación de otras religiones indígenas o foráneas (el Cristianismo, por
ejemplo). A pesar de que aparentemente cada religión defiende una doctrina
diferente, algunas de ellas no pueden diferenciarse estrictamente. La sociedad
y la religión chinas han sido capaces de cohesionar creencias que en principio
pudieran ser opuestas, lo cual revela su carácter sincrético. En este Cuaderno
Didáctico dedicamos un apartado a cada una de las principales religiones del
mundo y por lo tanto, en este estudio dedicado a China, no vamos a profundizar
más en las doctrinas de cada religión.
No
disponemos de ningún mito de creación y ordenación del mundo en sentido
estricto, pero sí podemos reconstruir algún mito referente a dioses y seres
creadores: P'an-Ku (también conocido como Pan-gu), Niu-kua... Además, contamos
en la tradición china con relatos y leyendas de reyes, emperadores o héroes
mitológicos en los que aparece alguna referencia al proceso de formación y
organización del mundo tal y como lo conocemos; por ejemplo la historia de Yu
«el Grande» o la leyenda de Huang-ti. La ilimitada imaginación de los hombres
distorsionaba los acontecimientos y así surgieron estos mitos que con el tiempo
se transformaron en leyendas.
El
mito del enorme huevo cósmico
Hemos hallado
distintas versiones del mismo mito, pero todas ellas coinciden básicamente en
la presentación de una misma idea: encontramos un mito, que como muchos otros,
nos lleva a la forma de caos preexistente, a un Universo original sin definir
(el huevo cósmico), donde reside un ser superior (P'an-Ku), de cuya acción y
sacrificio procede nuestro Universo (ordenó el mundo y al romperse el huevo,
P'an-Ku murió). La primera mención de esta legenda, la encontramos en el libro
de Xu Zheng en el Periodo de los Tres Reinos (220-265 d. C.).
En la cultura china este mito está muy
arraigado, incluso hay una frase hecha a partir del mismo: «Desde que P'an-Ku
creó el cielo y la tierra», para significar desde hace mucho
tiempo. En una de las variantes del mito
encontradas, se nos relata que al principio, los cielos y la tierra eran
solamente uno y todo era caos. El Universo era como un enorme huevo negro, que
llevaba en su interior a P'an-Ku. Tras 18.000 años P'an-Ku se despertó de un
largo sueño. Se sintió sofocado, por lo cual empuñó un hacha enorme y la empleó
para abrir el huevo. La luz, la parte clara, ascendió y formó los cielos, la
materia fría y turbia permaneció debajo para formar la tierra. P'an-Ku se quedó
en el medio, con su cabeza tocando el cielo y sus pies sobre la tierra. La
tierra y el cielo empezaron a crecer a razón de diez pies al día, y P'an-Ku
creció con ellos. Después de otros 18.000 años el cielo era más grande y la
tierra más gruesa; P'an-Ku permaneció entre ellos como un pilar gigantesco,
impidiendo que volviesen a estar unidos. El relato sigue contando cómo Pan-Ku
falleció y distintas partes de su organismo, se transformaron en elementos de
nuestro mundo. Su aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz se
convirtió en el trueno. De su cuerpo, un ojo se transformó en el sol y el otro
en la luna. Su cuerpo y sus miembros, se convirtieron en cinco grandes montañas
y de su sangre se formó el agua. Sus venas se convirtieron en caminos de larga
extensión y sus músculos en fértiles campos. Las interminables estrellas del
cielo aparecieron de su pelo y su barba, y las flores y árboles se formaron a
partir de su piel y del fino vello de su cuerpo. Su médula se transformó en
jade y en perlas. Su sudor fluyó como la generosa lluvia y el dulce rocío que
alimenta a todas las cosas vivas de la tierra.
En
otras versiones del mito de P'an-Ku, sus lágrimas fluyeron para convertirse en
ríos y el resplandor de sus ojos se transformó en el trueno y el relámpago.
Según esta interpretación, cuando P'an-Ku estaba contento brillaba el sol, pero
cuando estaba enfadado negras nubes cubrían el cielo.
También
la aparición del ser humano, se explica en este mito de P'an-Ku, ya que según
algunos relatos, las pulgas y los piojos que P'an-Ku tenía en su cuerpo, se
convirtieron en los antecesores de la humanidad.
En
otras interpretaciones P'an-Ku es descrito como el gigante chino que nació como
un enanito dentro del primitivo huevo cósmico. La parte superior del huevo
formó los cielos (Yang) y la parte inferior formó la Tierra. P'an Ku creció
diez pies por día y empujó la cáscara del huevo un poco más y un poco más.
Entonces, transcurridos 13.000 años (en vez de los 18.000 de las versiones
anteriores) P'an-Ku estalló. Sus ojos se convirtieron en el sol y la luna (en
esta parte sí coincide con otros relatos); su cabeza se transformó en las
cuatro montañas sagradas (en otras versiones son cinco); su sangre dio lugar a
los mares y los ríos; de su pelo se formaron los campos y los árboles; su
aliento se transformó en el viento, su sudor en la lluvia y su voz en el
trueno. Las pulgas que vivían en su cuerpo eran los antecesores de los seres
humanos.
Encontramos una variante de
este mito que nos relata que P'an-Ku se formó a partir de los cinco elementos,
y que él creó la tierra y el cielo con el cincel y el martillo. La tradición
taoísta suele representar a P'an-Ku como un ser primitivo velludo que lleva un
gran martillo con el cual rompe la roca primigenia.
Algunos
estudiosos consideran que su origen está en el sur de China o en el sureste
asiático y hay zonas del sur de China donde el culto a P'an-Ku todavía pervive,
levantándose multitud de templos y pabellones en su honor. Entre esos pueblos,
donde la leyenda de P'an-Ku está muy extendida, P'an-Ku es representado como un
ser con cuerpo de hombre y cabeza de perro y se le conoce con el nombre de rey
Pan. En una de esas leyendas, se cuenta que P'an-Ku se casó con una princesa
como recompensa por traer la cabeza de l rey Fang al rey Gao Xin, quien había
prometido la mano de su hija a quien le trajese la cabeza de su enemigo, y fue
P'an-Ku quien realizó tal empresa. Pero la princesa no quería ser vista con
aquel ser, con cuerpo de hombre y cabeza de perro, y se mudaron a las lejanas
montañas del sur de China. Allí pudieron vivir felices y tuvieron tres niños y
una niña.
Como
se señala anteriormente, los relatos coinciden en múltiples detalles, pero
también contienen datos diferentes, sin embrago en todos ellos apreciamos que
es P'an-Ku el creador del Universo y que nuestro mundo existe gracias a su
sacrificio. El huevo cósmico donde se formó P'an-Ku es un claro ejemplo de la
idea de caos primitivo (el «enorme huevo negro», mencionado en la primera
versión expuesta de este mito). En el mito de creación de P'an-Ku también
encontramos la idea de la formación de la tierra y el cielo a partir de la
separación de la materia original y primitiva. Por otro lado, esta leyenda
china recuerda al mito nórdico del gigante Ymir, ya que en ambos casos, la
tierra, el cielo y otros elementos de la naturaleza (la lluvia, los árboles...)
Surgen como restos corporales de esos seres primitivos.
La
diosa Niu-kua arregla el cielo
En
la mitología china Niu-kua (a veces Nv-Kua) es una de las divinidades femeninas
más antiguas. Niu-kua es definida en el más antiguo diccionario chino por el
filólogo Xu Shen como «la encargada de la reproducción de todos los seres
vivos», por lo cual, muy posiblemente su origen está asociado con la
fertilidad. Hay varios relatos que nos hablan de esta diosa y según cuenta una
leyenda ella es quien creó al ser humano
Según
relata una de estas legendas la tierra era muy bonita, en ella crecían las
flores, los árboles y estaba llena de animales, pájaros, peces y muchas otras
criaturas. Pero, a pesar de ello Niu-kua se sentía soledad. Ella descendió y
cogió un pedazo de tierra, la mezcló con agua y la moldeó hasta formar una
figura a su semejanza. A medida que la iba amasando, la figura cobraba vida,
hasta que se convirtió en el primer ser humano. Niu-kua estaba tan complacida
con su creación que continuó elaborando más figuras, tanto de hombres, como de
mujeres. Ellos danzaron alrededor de Niu-kua llenos de gozo y agradecimiento y
dejó de sentir soledad. Sin embargo, no es este el aspecto que más nos interesa
de la diosa Niu-kua.
En
algunas interpretaciones de la leyenda, Niu-kua aparece al mismo tiempo como la
hermana y la esposa de Fu-hi, el legendario gobernante que enseñó al ser humano
a domesticar a los animales y el que le mostró el matrimonio. Niu-kua y Fu-hi
fueron pintados como con colas de serpiente entrelazadas y con un niño entre
ellos, en un mural de la Dinastía Han del Este (25-220 d. C.) en el templo de
Wu-liang en el pueblo de Jiaxiang (provincia de Shadong).
Otro
relato, más relacionado con el tema de este Cuaderno Didáctico, nos cuenta cómo
Niu-kua arregló el cielo. Según esta leyenda, dos deidades estaban en guerra:
Gong-Gong, dios del agua, y Zhu-Rong, el dios del fuego. Estos dioses,
ferozmente enfrentados, lucharon por todas partes del cielo y de la tierra,
causando en todo lugar desorden y destrozos. El dios del fuego ganó, y,
encolerizado, el dios del agua, golpeó la cabeza de Zhu-Rong contra la montaña
Buzhou (una cumbre mítica). La montaña se derrumbó y así el gran pilar que
sostenía al cielo y lo sujetaba, cayó. Como consecuencia de aquello, la mitad
del cielo se desplomó, dejando un enorme agujero negro. De repente, llegó un
gran caos, la tierra se agrietó, los bosques ardieron en llamas, las serpientes
y otros criaturas feroces atacaban a los humanos. Muchas personas ardieron,
otros se ahogaron, y muchos más fueron devorados por las bestias. Fue un
desastre sin precedentes. La diosa Niu-Kua, afectada por lo que le estaba
sucediendo a la humanidad y por su sufrimiento y dolor, decidió arreglar el
desastre y enmendar el cielo, terminando así con aquella catástrofe. Para ello,
mezcló varios tipos de piedras de colores y con la mezcla resultante reparó el
cielo. Entonces, mató a una tortuga gigante y utilizó sus cuatro enormes patas
para sostener el trozo de cielo caído. Además, cogió un dragón y lo mató, con
la finalidad de espantar al resto de las malas bestias. Finalmente, recogió y
quemó una gran cantidad de juncos; con sus cenizas paró la inundación
desbordada para que la gente pudiera vivir de nuevo feliz.
En
otras versiones, se hace referencia a Niu-kua como hermana de Fu-hi y se les
describe como seres superiores con forma de dragón, generalmente unidos por sus
colas. Según explica una de esas legendas, se produjo un diluvio y éste provocó
un gran desastre (es necesario señalar que la idea del diluvio también está
presente en otras culturas, recordemos el «Poema de Gilgamesh» o el «Antiguo
Testamento»). Niu-kua reparó el cielo con piedras de cinco colores y cortó las
patas de una gran tortuga para levantar cuatro columnas en los cuatro polos.
Después mató al dragón negro (Kong-kong) para salvar al mundo y acumuló gran
cantidad de cenizas para detener las aguas.
El
único elemento dejado de aquel desastre, según cuenta la legenda, fue que el
cielo quedó inclinado hacia el noroeste y la tierra hacia el sureste, y esto
explica que, desde entonces, el sol, la luna y todas las estrellas vayan hacia
el oeste y los ríos fluyan hacia el sureste. En este caso, el mito de la diosa
Niu-kua, se utiliza para explicar un fenómeno natural, igual que el mito
egipcio del dios escarabajo Khepri explica el surgimiento del sol cada mañana,
su avance por el cielo durante el día y su puesta al anochecer. Recordemos que
el hombre en la antigüedad no podía conocer bien algunos fenómenos de la naturaleza
y recurría a los mitos para poder explicarlos.
El
Emperador Huang-ti
Los
chinos frecuentemente se describen a sí mismos como los descendientes de
Huang-ti (también encontrado como Huang Di), el «Emperador Amarillo», un
personaje mitad ficticio, mitad real, al cual se le atribuye la fundación de la
nación china hacia el 4000 a. C., aproximadamente. Historias extravagantes han
surgido en torno a su persona y una colección de legendas escrita en el Periodo
de los Estados Combatientes (475-221 a. C.) nos da cuenta de ello. Huang-ti
vivió en un maravilloso palacio en las Montañas Kunlun en el oeste, con un
celeste guardián en la puerta que tenía la cara de un hombre, el cuerpo de un
tigre y nueve colas. Las Montañas Kunlun estaban llenas de pájaros y animales
raros y exóticas flores y plantas, y Huang-ti tenía una mascota, un pájaro que
le ayudaba a cuidar su ropa y efectos personales.
A Huang-ti se le atribuye la invención del
carreta, el bote y el carro que apuntaba al sur, un carro que tenía un
mecanismo guía que hacía que siempre indicase al sur sin importar hacia donde
fuese el carro. En otras fuentes también se le atribuye la creación de la
humanidad o invención de la escritura o el compás. A Huang-ti también se le
atribuye el descubrimiento de las leyes de la astronomía y el diseño del primer
calendario utilizado por los chinos. Aparentemente, el estímulo de las
iniciativas de personas con talento fue una cosa muy apreciada en aquella época
y las menciones sobre Huang-ti, nos indican que éste era uno de los aspectos
importantes de este emperador. El «Emperador Amarillo» se ha convertido en el
símbolo de la cultura china y representante de sus talentos. También la mujer
de Huang-ti, Lei Zu, realizó su propia contribución a la humanidad, ya que
enseñó a la gente la recogida del gusano de seda y la instalación de talleres
para la fabricación de telas de seda. Una teoría reciente señala que Huang-ti
pudo ser el líder real de una confederación tribal de la cultura neolítica de
Yangshao.
Uno de los relatos más conocidos sobre
Huang-ti, nos narra cómo este personaje encargó a Tch'ong-li romper la
comunicación entre la tierra y el cielo, a fin de que cesaran los descensos de
los dioses. Según esta leyenda, en una época primordial, anterior al mundo tal
y como lo conocemos, el cielo y la tierra estaban muy próximos entre sí. Así,
los dioses podían descender a la tierra y los seres humanos llegar al cielo,
escalando una montaña, o bien subiendo a un árbol o utilizando una liana
larguísima. Los dioses descendían a la tierra para oprimir a los hombres; los
espíritus también podían bajar a la tierra, con lo cual las posesiones eran
frecuentes. En esta leyenda, Huang-ti es en parte responsable en esa separación
entre el cielo y la tierra, con lo cual se convierte en héroe, ya que libera al
hombre de esas opresiones y desórdenes. Además, al ordenar a Tch'ong-li la
separación del cielo y la tierra, participa en la organización del mundo tal y
como lo conocemos en la actualidad.
Pero,
esta idea de un mundo anterior, primitivo era descrito en otras variantes de
este mito como un paraíso deseable, que a lo largo de los tiempos se ha querido
restaurar. Ese paraíso desaparece como consecuencia de algún desastre, que se
desconoce y que provocó que el cielo se separase brutalmente de la tierra.
Pudiera ser que a causa de ese desastre, se cortasen las cuerdas, o los árboles
fuesen destrozados, o bien desapareciese la montaña que permitía el contacto
del cielo y la tierra. Sin embargo, algunas personas privilegiadas (chamanes,
sabios, reyes...) pudieron mantener el contacto con el cielo, mediante técnicas
de concentración, el éxtasis o por cualidades especiales.
En
otras versiones, Huang-ti se formó a partir de la fusión de las energías que
marcaron el inicio del mundo.
La
idea fundamental es que este mito forma parte de la cosmogonía china, porque
nos explica la separación entre el cielo y la tierra, siendo una fase más en el
proceso de formación y ordenación de nuestro mundo.
El Emperador Yu y el control de las aguas
Dentro de la
mitología china la labor de expulsar de la tierra a los elementos del mal
(serpientes y otros seres mitológicos), también se considera parte de una
cosmogonía. Así, podemos seguir la huella de la creación y ordenación del mundo
a partir de algunas de las historias conocidas sobre el Emperador Yu «el
Grande».
Según
cuenta la leyenda, el mundo, en tiempos del Emperador Yu, todavía no tenía el
aspecto actual. Según nos relata Mencio (discípulo de Confucio que vivió entre
el 371 y el 289 a. C.), Yu «cavó la tierra e hizo fluir (las aguas) hacia los
mares, expulsó las serpientes y los dragones y los confinó en las marismas». Yu
es el encargado de expulsar a las fuerzas del mal y él es el héroe que organiza
la sociedad, tal y como la conocemos.
Benito
Jerónimo Feijoo en su obra Teatro
Crítico Universal, Tomo VIII, Discurso XII dedica al Emperador Yu
un breve apunte que es el que sigue:
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El
Emperador Yu, que sucedió a Chum, arribó al Trono, saliendo del mismo
término, y siguiendo el mismo camino. Hallábanse en aquel tiempo muchos
territorios bajos inundados de agua, por lo que aquella Región perdía mucho
terreno. Yu halló el secreto de abrir diversos canales para derribar aquellas
aguas al Mar, y después para fertilizar con ellas otras tierras. Sobre esto
escribió varios Libros de instrucciones útiles de Agricultura. Estos méritos,
juntos a otras buenas partidas, movieron a Chum, para elegirle por sucesor.
Basta ya de honra de la Agricultura: vamos al provecho.
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Volvemos
aquí a encontrarnos con el conflicto presente en buena parte de los mitos. Hay
una parte de la leyenda con base histórica y otra parte ficticia. Al Emperador
Yu se le atribuye una labor que puede partir de algún hecho real, pero en ese
acto están involucrados personajes y situaciones fantásticas. Así, según el
relato chino, Yu estuvo trece años controlando las aguas y en su obra empleó al
dragón alado, animal sagrado en la mitología china, para el dragado. Con el fin
de abrir un camino en una montaña escabrosa, Yu se transformó en un oso y logró
culminar el gran trabajo que un hombre común no hubiese podido realizar. Por su
destacada labor, Yu obtuvo el respeto de los habitantes, que lo bautizaron como
«Yu, el Grande» y lo veneraron como dios de la comunidad. Su historia rompió
los límites de su tribu y fue conocido en otros lugares.
En
otra fuentes, Yu aparece como una divinidad hermafrodita que hizo de la Tierra
un lugar habitable para el ser humano. Según esta versión, esta deidad creó los
caminos a través de las montañas, abriendo pasos con su fuerza tras adoptar la
forma de oso. Yu, bajo la forma de serpiente, desvió las aguas del Río Amarillo
hacia el abismo.
Podemos
aseverar que en general, los mitos o leyendas de la antigüedad china reflejan
en cierto grado la lucha del hombre en la naturaleza y, ocasionalmente, se les
atribuye a los personajes una fuerza sobrenatural.
El
mito de Yi y los diez soles
El
mito de Yi es otro ejemplo de un ser humano que por sus hazañas y facultades,
acaba convirtiéndose en un héroe admirado en la cultura china.
Según
la tradición china, Yi era un hombre muy conocido en su tiempo por su destreza
en el manejo del arco. En época de Yi aparecieron en el cielo diez soles cuyos rayos
fueron letales para muchas plantas y a consecuencia de ello, se perdieron
muchos campos. Además, temibles bestias pisoteaban ferozmente lo que
encontraban a su paso. Estos monstruos causaban infinitos destrozos y daños al
pueblo. Para solucionar aquel desastre, Yi cogió su arco y disparó nueve
flechas con las que derribó nueve soles. Después se enfrentó a todos los
monstruos y los derrotó. Por estas valientes obras, Yi fue respetado como un
dios.
Otras
versiones de este mito cuentan que existieron diez soles y cada uno de ellos se
turnaban para aparecer en el cielo: uno en cada uno de los diez días de la
semana. Al cabo de los años, los diez soles decidieron a parecer en el
firmamento al mismo tiempo. Ello provocó un calor insoportable, tanto que la
vida en la Tierra sería imposible. Di Jun, el padre de los diez soles, envió a
un arquero con un arco y flechas mágicas para asustar a los soles y que
volviesen a la normalidad. A pesar de la voluntad de Di Jun, Yi disparó nueve
flechas, dejando en el cielo solamente a un sol, que es el que nosotros vemos
actualmente. Al ver como sus hijos habían muerto, Di Jun se enfadó tanto con Yi
que lo expulsó de los cielos y Yi desde entonces vivió en la tierra como un
mortal más.
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