BELCEBU
EL PRINCIPE DE LAS TINIEBLAS
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Del mismo modo que en la mayoría de religiones existe un Dios supremo o Creador de todas las cosas cuyo único objetivo es proteger al ser humano, es natural que aparezca una figura antagónica que encarna la perversión y la maldad y que procura la corrupción y destrucción de los hombres, surgida como consecuencia de la filosofía dualista (oposición entre el Bien y el Mal).
Del mismo modo que en la mayoría de religiones existe un Dios supremo o Creador de todas las cosas cuyo único objetivo es proteger al ser humano, es natural que aparezca una figura antagónica que encarna la perversión y la maldad y que procura la corrupción y destrucción de los hombres, surgida como consecuencia de la filosofía dualista (oposición entre el Bien y el Mal).
Los nombres utilizados para denominar a dicha figura son muy diversos y han ido variando a lo largo de la historia, prestándose hoy en día a numerosas confusiones. En la tradición judeocristiana le llamamos Diablo, Demonio, Satán o Belcebú, pero también el Maligno, el Espíritu del Mal o el Príncipe de las Tinieblas.
Existen muchos más calificativos pero, o bien no se refieren al mismo ser, o tan sólo han sido utilizados durante una determinada época. Mas ya hablaremos de todo ello más adelante; pasemos ahora a analizar esta importante figura que tanta influencia ha causado en el folklore y el arte de todos los pueblos del mundo.
Entendemos por Diablo a aquel ser, espíritu o fuerza sobrenatural que se opone a la voluntad de Dios y que lucha contra él, siendo así el causante de todo el padecimiento que sufre la raza humana.
En sus orígenes, Satán era Lucifer o Lucero, hijo de la Aurora, el más bello y perfecto de los ángeles que servían al Señor, a quien amaba sobre todas las cosas.
Su virtud y sabiduría eran tales que fue el predilecto de Dios durante mucho tiempo, mas cuando éste creó a Adán y Eva, las más bella de entre todas sus obras, entregándoles por completo su amor, todos los ángeles adoraron a los dos hombres excepto Lucifer, quien sintió una profunda envidia al creerse desplazado en el corazón del Señor.
Pero el arcángel Lucero era también un ser codicioso, y envidiaba a los dos hombres por poseer un cuerpo físico capaz de gobernar e influir en el mundo terreno.
Así pues, Lucero se negó a adorar a Adán y decidió tentar a Eva, para quien el arcángel era un ser lleno de conocimientos, muy superior a su compañero mortal. Aún a pesar de los celos de Adán y de las advertencias del Señor, Lucifer y Eva unieron por un momento sus espíritus provocando la posterior Expulsión del Paraíso y la consecuente Caída de los Cielos de Lucifer y sus servidores por haber traicionado por su propia voluntad al Creador.
"Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua,llamado Diablo o Satanás, el cual engaña a todo el mundo;fue arrojado en tierra y sus ángeles fueron arrojados con él".Apocalipsis 12:9
A partir de este momento Satán iniciará su carrera de maldad y destrucción, siendo considerado como el principal adversario de los hombres y de Dios.
Su figura será relacionada con el "impulso del mal", que según los hebreos es la creencia de que el hombre puede cometer actos perversos ajenos a su voluntad por influencia directa del Diablo
. El término demonio, que inicialmente se refería a seres situados en un estado intermedio entre el de los dioses y los hombres pero cuyos poderes podían ser benévolos o malvados, será también identificado con el mal.
Procedente del griego daimonion (adjetivo que significa calumnioso), será el nombre que recibirán aquellos ángeles que renunciaron a Dios poniéndose al servicio de Satán.
Tal y como indica el antiguo significado la palabra demonio, el Diablo utiliza la mentira como arma principal para llevar a efecto sus planes. Es entonces cuando es más peligroso, pues sabe aprovecharse de la ignorancia de los hombres y manipularlos a su antojo.
"Vosotros de vuestro padre el diablo sois,y los deseos de vuestro padre queréis cumplir.El, homicida ha sido desde el principio,y no permaneció en la verdad porque no hay verdad en él.Cuando habla mentira, de suyo habla;porque es mentiroso, y padre de mentira".Juan 8:44
La única forma que tiene el hombre de combatir al Diablo es ser fuerte ante la tentación, buscar refugio en la oración y conocer bien la palabra del Señor, pues Satán conoce la Biblia a la perfección y sabe citar las Escrituras incorrectamente para calumniar a los inexpertos.
"Entonces el diablo le pasa a la santa ciudad, y le pone sobre las almenas del templo y le dice:Si eres Hijo de Dios, échate abajo; que escrito está:A sus ángeles mandará por ti,Y te alzarán en las manos,Para que nunca tropieces con tu pie en piedra".Mateo 4:5-6
Su misma identidad se oculta bajo nombres diferentes; según el Corán el Diablo es Iblis y, según los Manuscritos del Mar Muerto, es llamado Belial.
Sin embargo, a pesar de sus artificios, judíos y cristianos aseguran que el Espíritu del Mal está sometido finalmente por el Señor.
Muchos otros, profetas y miembros de sectas, afirman que el Maligno acabará venciendo a Dios cuando el Anticristo (reencarnación terrena del Diablo) aparezca en la tierra. Como ya he dicho, Satán posee muchos seguidores que trabajan para él y llevan a cabo sus pérfidos proyectos; se dice que una tercera parte de los ángeles del cielo cayeron con él por haber colaborado y renegar del Señor.
Astarot, por ejemplo, es uno de los principales servidores de Lucifer. Pero la jerarquía de seres infernales es extremadamente extensa y posee, incluso, una ciencia propia que se dedica a su estudio llamada demonología.
Estos sirvientes, y hasta el mismo Satán, no sólo son capaces de tentar a los hombres sino que también pueden influir en sus vidas. Por todos es bien conocida la posesión demoníaca en la que un demonio se introduce en el cuerpo de una persona aparentemente normal para tomar autoridad sobre sus actos y palabras.
El exorcismo, técnica utilizada por las comunidades humanas desde tiempos ancestrales, ha sido practicado también por la Iglesia Cristiana. En un principio, cualquier conducta extraña (muchas veces debida a algún trastorno psicológico) era atribuida rápidamente a una posesión infernal. Pero la Iglesia no tardaría en obligar a sus sacerdotes a abstenerse de realizar exorcismos si los casos no era bien estudiados y se ajustaban a un determinado modelo impuesto por el Ritual Romano.
En primer lugar, hay que desconfiar de una posesión y sólo llevarla a cabo si el afectado sufre síntomas muy característicos. Demostrar una fuerza física extrema que no se corresponde con la edad y la complexión, hablar lenguas desconocidas (es el caso del arameo) o tener conocimiento de aspectos antes ignorados son síntomas determinantes.
Entonces empieza la labor del exorcista (normalmente debe ser un sacerdote experimentado y docto, puro de corazón, que conozca bien los métodos a emplear).
El afectado, dominado por el demonio, procurará engañar a los que le rodean, fingiendo haberse recuperado o intentando engañar al exorcista con sus respuestas. Es probable que pronuncie al revés fragmentos de las Sagradas Escrituras y que agreda a cualquiera que se acerque, por lo que hay que tenerlo inmovilizado.
Leer los exorcismos en voz alta y clara, orar repetidamente, repetir y realizar aquello que desagrade más al diablo y mantener la fortaleza son técnicas que suelen dar resultado, pero el enfermo, una vez curado, debe ser apartado del pecado para no recaer de nuevo.
La figura del Diablo tuvo una gran influencia en la Edad Media.
El temor ante Dios y los castigos que recibirían aquellos que no siguiesen su palabra se tradujo en una intensa persecución de aquellos que tenían "tratos con el Diablo".
Las brujas fueron torturadas y quemadas y los que parecían haber sido poseídos perecían de la misma forma. Pronto surgió una clara simbología alrededor de la figura del Demonio; se le representaba con cabeza de carnero o con la piel verde, dos largos cuernos y una larga cola. También apareció el tridente como arma del Diablo, la cruz invertida como su expresión, el 666 como su número, la estrella de cinco puntas...
Muchos animales fueron vinculados con sus influencias: gatos, cabras, lobos, serpientes..., la lista es interminable.
En círculos cristianos se crearon una serie de apelativos para hablar del Demonio pues su sola mención acarreaba ya mala suerte: el Innombrable, el Maligno, el Tentador, el Malo, el Oscuro son sólo algunos ejemplos. En los tiempos modernos, donde la devoción por la fe se ha ido perdiendo, han aparecido diversas sectas satánicas que, basándose en parte en los antiguos ritos de magia negra, son responsables de horribles sacrificios y crímenes despiadados.
Dichas sectas captan adeptos entre la gente joven, aprovechándose de su ignorancia para incluirlos en su círculo de vicio y muerte.
La adoración al Diablo es, aunque suene algo extraño decirlo, una doctrina de moda en nuestra época
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