Eliphas Levi
Dogma Y Ritual
De La
Alta Magia
Dogma Y Ritual
De La
Alta Magia
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2ªparte
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8 H
LA REALIZACION
Hod - Vivens
LA REALIZACION
Hod - Vivens
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Las causas se revelan por los efectos, y éstos son proporcionados a las causas. El verbo
divino, la palabra única, el tetragrama, se ha afirmado por la creación cuaternaria. La
fecundidad humana prueba la fecundidad divina; el jod del nombre divino es la virilidad
eterna del primer principio. El hombre ha comprendido a Dios, agrandando hasta lo
infinito la idea que se. había formado de sí mismo.
Comprendiendo a Dios como hombre infinito, el hombre se dijo a sí mismo: «Yo soy el
Dios finito.»
La Magia difiere del misticismo en que no juzga apriori, sino después de haber
establecido a posteriori la base misma de sus juicios, es decir, después de haber
comprendido la causa por los efectos y encontrado el secreto de los efectos
desconocidos en la misma energía de la causa, por medio de la ley universal de la
analogía; así en las ciencias ocultas todo es real y las teorías no se establecen más que
sobre las bases de la experiencia. Son éstas las realidades que constituyen las
proporciones del ideal, y el mago no admite como cierto en el dominio de las ideas más
que lo que está demostrado por su realización.
En otros términos; lo que es verdadero en la causa se realiza en el efecto.
Lo que-no se realiza como causa no puede llegar nunca a la categoría de efecto. - ~a
realización de la palabra es el verbo, propiamente dicho. Un pensamiento se realiza al
convertirse en palabra; ésta se realiza por el gesto, por los signos y por lás figuras de los
signos; éste es el primer grado de la realización. Después se imprime en la luz astral por
medio de los signos de la escritura o de la palabra; influencia a otros espíritus al
reflejarse en ellos; se refracta atravesando la diáphana6 de los demas hombres y
adquiere formas y proporciones nuevas, traduciéndose después en hechos que pueden
modificar la sociedad y el mundo; éste es el último grado de la realización
Los hombres que nacen en un mundo modificado por una idea llevan en sí la traza, la
impresión de esta idea, yes así como el verbo se hace carne. La huella de la
desobediencia de Adam, conservada en la luz astral no ha podido ser borrada mas que
por otra huella, por otra impresión mas fuerte, por la obediencia del Salvador, siendo así
como puede explicarse el pecado original y la redención en un sentido natural y mágico.
La luz astral o el alma del mundo era el instrumento del todopoderoso Adam,
convirtiendose luego en instrumento de su suplicio, después de haberse corrompido y
turbado por el pecado que mezclo un reflejo impuro a las imágenes primitivas que
componian, para su imaginacion todavia virgen, el libro de la ciencia universal.
6 Parece referirse con este termino a lo que hoy llamariamos en Psicología como el inconsciente
colectivo. A veces usa el termino “traslucido” aparentemente con la misma significación de Inconciente
Las causas se revelan por los efectos, y éstos son proporcionados a las causas. El verbo
divino, la palabra única, el tetragrama, se ha afirmado por la creación cuaternaria. La
fecundidad humana prueba la fecundidad divina; el jod del nombre divino es la virilidad
eterna del primer principio. El hombre ha comprendido a Dios, agrandando hasta lo
infinito la idea que se. había formado de sí mismo.
Comprendiendo a Dios como hombre infinito, el hombre se dijo a sí mismo: «Yo soy el
Dios finito.»
La Magia difiere del misticismo en que no juzga apriori, sino después de haber
establecido a posteriori la base misma de sus juicios, es decir, después de haber
comprendido la causa por los efectos y encontrado el secreto de los efectos
desconocidos en la misma energía de la causa, por medio de la ley universal de la
analogía; así en las ciencias ocultas todo es real y las teorías no se establecen más que
sobre las bases de la experiencia. Son éstas las realidades que constituyen las
proporciones del ideal, y el mago no admite como cierto en el dominio de las ideas más
que lo que está demostrado por su realización.
En otros términos; lo que es verdadero en la causa se realiza en el efecto.
Lo que-no se realiza como causa no puede llegar nunca a la categoría de efecto. - ~a
realización de la palabra es el verbo, propiamente dicho. Un pensamiento se realiza al
convertirse en palabra; ésta se realiza por el gesto, por los signos y por lás figuras de los
signos; éste es el primer grado de la realización. Después se imprime en la luz astral por
medio de los signos de la escritura o de la palabra; influencia a otros espíritus al
reflejarse en ellos; se refracta atravesando la diáphana6 de los demas hombres y
adquiere formas y proporciones nuevas, traduciéndose después en hechos que pueden
modificar la sociedad y el mundo; éste es el último grado de la realización
Los hombres que nacen en un mundo modificado por una idea llevan en sí la traza, la
impresión de esta idea, yes así como el verbo se hace carne. La huella de la
desobediencia de Adam, conservada en la luz astral no ha podido ser borrada mas que
por otra huella, por otra impresión mas fuerte, por la obediencia del Salvador, siendo así
como puede explicarse el pecado original y la redención en un sentido natural y mágico.
La luz astral o el alma del mundo era el instrumento del todopoderoso Adam,
convirtiendose luego en instrumento de su suplicio, después de haberse corrompido y
turbado por el pecado que mezclo un reflejo impuro a las imágenes primitivas que
componian, para su imaginacion todavia virgen, el libro de la ciencia universal.
6 Parece referirse con este termino a lo que hoy llamariamos en Psicología como el inconsciente
colectivo. A veces usa el termino “traslucido” aparentemente con la misma significación de Inconciente
_
Colectivo y Arquetipos.
Colectivo y Arquetipos.
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La luz astral figurada en los antiguos simbolos por la serpiente que se muerde la cola,
representa escalonadamente la malicia y la prudencia, el tiempo y la eternidad, el
tentador y el redentor.
Es porque esa luz, siendo el vehiculo de la vida, puede servir de auxilio lo mismo al
bien que al mal, y lo mismo puede tomarse como la forma ignea de Satanás que como
el cuerpo de fuego del Espíritu Santo. Es el alma universal de la batalla de los ángeles, y
lo mismo alimenta las llamas del infierno que el rayo de San Miguel. Podría compararse
con un caballo de una naturaleza análoga a laque se atribuye al camaleón, y que refleja
siempre la armadura de su jinete.
La luz astral es la realización o la forma de la luz intelectual, como ésta es la realización
o la forma de la luz divina.
Comprendiendo el gran iniciador del cristianismo que la luz astral estaba recargada de
reflejos impuros de la maldad romana, quiso separar a sus discípulos de la esfera
ambiente de los reflejos y llamar toda su atención hacia la luz interna, a fin de que por
medio de una fe común, pudieran comunicarla por nuevos cordones magnéticos, que él
denominó gracia, y vencer de ese modo las desbordadas corrientes del magnetismo
universal, al que dio los nombres de diablo y de Satanás para manifestar la putrefacción.
Oponer una corriente a otra corriente, es renovar el poder de la vida fluídica. Así, los
reveladores no han hecho más que adivinar por la exactitud de sus cálculos la hora
propicia para las reacciones morales.
La ley de la realización produce lo que nosotros llamamos el respiro magnético, de que
se impregnan los objetos y los lugares, lo cual les comunica una influencia conforme a
nuestras voluntades dominantes, especialmente con las que están confirmadas y
realizadas por hechos. En efecto, el agente universal, o la luz astral latente, busca
siempre el equilibrio, llena el vacío y aspira la plenitud; hace al vicio contagioso, como
muchas enfermedades físicas y sirve poderosamente al proselitismo de la virtud. Por
esto es por lo que la convivencia con seres que nos son antipáticos se hace intolerable, y
por lo que la reliquias, sean de santos, sea de grandes malvados, pueden ofrecer
maravillosos efectos de conversión o de perversión súbita; también es por esto por lo
que el amor sexual se produce generalmente por un soplo o por un contacto, y no
solamente por el contacto con la misma persona, sino por medio de objetos que ella
haya tocado o magnetizado sin saberlo.
El alma aspira y respira exactamente igual que el cuerpo. Aspira lo que cree conviene a
su dicha, y respira ideas que resultan sensaciones íntimas. Las almas enfermas tienen
mal aliento y vician su atmósfera moral, es decir, mezclan a la luz astral quelas penetra
reflejos impuros y establecen corrientes deletéreas. Hay quien se asombra de verse
asaltado en sociedad por pensamientos malvados que no se hubieran creído nunca
posibles, ignorando, quizá, que se deben a alguna proximidad mórbida. Este secreto es
de la mayor importancia porque conduce a la manifestación de las conciencias, uno de
los poderes más incontestables y más terribles de la magia.
El respiro magnético produce alrededor del alma una radiación de que es centro, y se
rodea del reflejo de sus obras, que le hacen un cielo o un infierno. Ni hay en ello actos
solitarios ni podría tampoco ver en ellos actos ocultos; todo cuanto realmente queremos,
es decir, todo cuanto confirmamos por medio de actos permanece escrito en la luz
astral, en donde se conservan los reflejos de esos actos. Estos reflejos influencian
constantemente nuestro pensamientos por mediación de la disciplina, y así es como nos
convertimos en hijos de nuestras propias obras.
La luz astral, transformada en luz en el momento concepcion es la primera envoltura del
alma y al combinarsce con los fluidos más sutiles, forman el cuerpo etereo o el fantasma
sideral de que habla Paracelso en su filosofía de intuición (Philosophia sagax.) Este
cuerpo sideral, al desprenderse del resto del ser, a la muerte, atrae hacia sí y conserva
durante largo tiempo, por la simpatía de los homogéneos, los reflejos de la vida pasada;
si una voluntad poderosamente simpática le atrae, en una corriente particular, se
manifiesta naturalmente, porque no hay nada más natural que los prodigios. De este
modo es como se producen las apariciones. Pero ya desarrollaremos este tema de un
modo completo en el capítulo especial de la Nigromancia.
Ese cuerpo fluídico, sometido, como la masa de la luz astral, a dos movimientos
contrarios, atractivo a la izquierda y repulsivo a la derecha, o recíprocamente en los dos
sexos, produce en nosotros luchas de diferentes índoles, contribuye a las ansiedades de
la conciencia; con frecuencia se ve influenciado por reflejos de otros espíritus, siendo
así como se produce, sean las tentaciones, sean las gracias sutiles e inesperadas. Esta es,
también la explicación del dogma tradicional de los dos ángeles que nos asisten y nos
experimentan. Las dos fuerzas de la luz astral pueden figurarse por una balanza, en la
que se pesan nuestras buenas intenciones para el triunfo de la justicia y de la
emancipación de nuestra libertad.
El cuerpo astral no es siempre del mismo sexo que el terrestre, es decir, que las
proporciones de ambas fuerzas, variando de derecha a izquierda, parecen contradecir,
desde luego, la organización visible. Esta es la causa que produce los errores aparentes
de las pasiones humanas, y puede justificar, sin justificarlas en modo alguno ante la
moral, las singularidades amorosas de Anacreonte o de Safo.
Un magnetizador hábil debe apreciar todos estos matices, y por nuestra parte ofrecemos
en nuestro Ritual los medios para reconocerlos.
Existen dos clases de realización; la verdadera y la fantástica. La primera es el secreto
exclusivo de los magos; la otra pertenece a los hechiceros ya los brujos.
Las mitologías son realizaciones fantásticas del dogma religioso; las supersticiones son
el sortilegio de la falsa piedad; pero las mismas mitologías y las supersticiones son más
eficaces sobre la voluntad humana que una filosofía especulativa y exclusiva de toda
práctica. Por esta razón San Pablo opone las conquistas de la locura de la cruz a la
inercia de la sabiduría humana. La religión realiza la filosofía adaptándola a las
debilidades del vulgo; tal es para los cabalísticas la razón secreta y la explicación oculta
de los dogmas de la encarnación y de la redención.
Los pensamientos que no se traducen en palabras, son pensamientos perdidos para la
humanidad; las palabras que no se confirman por medio de actos son palabras ociosas, y
de la palabra ociosa a la mentira no hay más que un paso.
El pensamiento formulado por palabras y confirmado por hechos es lo que constituye la
buena o la mala obra. Así, pues, sea en vicio, sea en virtud, no hay palabra de que uno
no sea responsable; no hay, sobre todo, actos diferentes. Las maldiciones y las
bendiciones surten siempre su efecto, y todo acto, sea el que fuere, cuando está
inspirado por el amor o por el odio, produce efectos análogos a su motivo, a su alcance
y a su dirección. El emperador aquel cuyas imágenes habían mutilado, y que, al ilevarse
la mano al rostro, decía: «Yo no me siento herido», hacia una falsa apreciación y
disminuía de ese modo el mérito de su clemencia. ¿Qué hombre de honor verfacon
sangre fría que se insultara a su retrato? Y si realmente semejantes insultos, dirigidos a
nuestra persona, cayeran sobre nosotros por una influencia fatal, si el arte de la
hechicería fuera positivo, como no le es permitido a un ádepto dudarlo, ¿cuán
imprudentes y aun temerarias no se considerarían las palabras de ese buen emperador?
Hay personas a quienes no se las ofende impunemente y si la injuria que se le ha hecho
es mortal, desde luego comienzan a morir. No se habla en vano y hasta la mirada
cambia la dirección de nuestra vida. El basilisco que mata al mirar, no es una fábula, es
una alegoría mágica.
En general, es malo para la salud tener enemigos, y no debe desdeñarse impunemente la
reprobación de nadie. Antes de oponerse o a una fuerza o a una corriente, es necesario
asegurarse bien si se posee la fuerza o si se ve uno arrastrado por la corriente contraria,
de otro modo se verá uno aplastado o fulminado, y muchas muertes repentinas no
obedecen a otras causas.
Las muertes terribles de Nadab y Abiu, de Osa, deAnanías y de Salira, fueron causadas
por corrientes eléctricas de las creencias a que ellos ultrajaban; los tormentos de las
Ursulinas de Loudun, de las religiosas de Louviers y de los convulsionarios de
Jansenismo, obedecían al mismo principio y se explican por las mismas leyes naturales
ocultas.
Si Urbano Grandier no hubiera sido ejecutado, habrían ocurrido de todas estas cosas
una: o que las religiosas poseídas hubieran muerto presas de horribles convulsiones, o
que los fenómenos de frenesí diabólico hubieran ganado, al multiplicarse, tantas
voluntades y tanta fuerza que Grandier, a pesar de su ciencia y de su razón, se habría
alucinado a sí mismo, hasta el punto de calumniarse como había hecho el desdichado
Gaufridy o que hubiera muerto repentinamente con todas las espantosas circunstancias
de un envenenamiento o de una venganza divina.
El desgraciado poeta Gilbert fue, en el siglo XVIII, víctima de su audacia al desafiarla
corriente de opinión, y aun de fanatismo filosófico, de su época. Culpable de lesa
filosofía, murió loco furioso, víctima de los terrores más espantosoš, como si el mismo
Dios le hubiera castigado por haber sostenido su causa fuera de sazón. Mas, en efecto,
murió sentenciado por una ley que no podía conocer; se había opuesto a una corriente
eléctrica y caía fulminado por sus rayos.
Si Marat no hubiera sido asesinado por Carlota Corday, habría muerto
indefectiblemente víctima de una reacción de la opinión pública. Lo que le hacía
leproso era la execración de las gentes honradas y a las que debía sucumbir.
La reprobación suscitada por San Bartolomé fue la única causa de la enfermedad, de la
horrible enfermedad y muerte de Carlos IX y Enrique IV; sino hubiera estado sostenido
por una inmensidad popularidad que debía al poder de proyección o a la fuerza
simpática de su existencia astral, Enrique IV —repetimos— no hubiera sobrevivido a su
conversión y habría perecido bajo el desprecio de los protestantes, combinado con la
desconfianza y el odio de los católicos.
La impopularidad puede ser una prueba de integridad y de valor, pero no es jamás una
demostración de prudencia o de política; las heridas hechas a la opinión son mortales en
los hombres de estado. Aún puede recordarse el fin prematuro y violento de muchos
hombres ilustres que no conviene nombrar aquí.
Las heridas que se infieren a la opinión pública pueden ser grandes injusticias; pero no
por eso dejan de ser motivadas por el fracaso y son con frecuencia decretos de muerte.
Como revancha, la injusticia infligidas a un solo hombre pueden y deben, sino se
reparan, causar la pérdida de todo un pueblo o de toda una sociedad; es lo que se llama
el grito de sangre, porque en el fondo de toda injusticia existe el germen de un
homicidio.
Es a causa de esas terribles leyes de solidaridad por lo que el cristianismo recomienda
tanto el perdón de las injurias y la reconciliación. Aquel que muere sin perdonar se
arroja a la eternidad armado de un puñal y se entrega a los horrores de un asesinato
eterno.
Es una tradición y una creencia invencible entre el pueblo, la de la eficacia de las
bendiciones o de las maldiciones paternales o maternales. En efecto, cuando mayores
son los lazos que unen a dos personas, más terrible es el odio que se tengan entre sí en
sus efectos. El tizón de Altheo quemando la sangre de Meleagro, es una mitología, el
símbolo de este poder terrib1e. Que los padres se percaten de estos dioses para que no
enciendan el infierno con su propia sangre. No es nunca un crimen el perdonar y es
siempre un peligro y una mala acción la de maldecir.
La luz astral figurada en los antiguos simbolos por la serpiente que se muerde la cola,
representa escalonadamente la malicia y la prudencia, el tiempo y la eternidad, el
tentador y el redentor.
Es porque esa luz, siendo el vehiculo de la vida, puede servir de auxilio lo mismo al
bien que al mal, y lo mismo puede tomarse como la forma ignea de Satanás que como
el cuerpo de fuego del Espíritu Santo. Es el alma universal de la batalla de los ángeles, y
lo mismo alimenta las llamas del infierno que el rayo de San Miguel. Podría compararse
con un caballo de una naturaleza análoga a laque se atribuye al camaleón, y que refleja
siempre la armadura de su jinete.
La luz astral es la realización o la forma de la luz intelectual, como ésta es la realización
o la forma de la luz divina.
Comprendiendo el gran iniciador del cristianismo que la luz astral estaba recargada de
reflejos impuros de la maldad romana, quiso separar a sus discípulos de la esfera
ambiente de los reflejos y llamar toda su atención hacia la luz interna, a fin de que por
medio de una fe común, pudieran comunicarla por nuevos cordones magnéticos, que él
denominó gracia, y vencer de ese modo las desbordadas corrientes del magnetismo
universal, al que dio los nombres de diablo y de Satanás para manifestar la putrefacción.
Oponer una corriente a otra corriente, es renovar el poder de la vida fluídica. Así, los
reveladores no han hecho más que adivinar por la exactitud de sus cálculos la hora
propicia para las reacciones morales.
La ley de la realización produce lo que nosotros llamamos el respiro magnético, de que
se impregnan los objetos y los lugares, lo cual les comunica una influencia conforme a
nuestras voluntades dominantes, especialmente con las que están confirmadas y
realizadas por hechos. En efecto, el agente universal, o la luz astral latente, busca
siempre el equilibrio, llena el vacío y aspira la plenitud; hace al vicio contagioso, como
muchas enfermedades físicas y sirve poderosamente al proselitismo de la virtud. Por
esto es por lo que la convivencia con seres que nos son antipáticos se hace intolerable, y
por lo que la reliquias, sean de santos, sea de grandes malvados, pueden ofrecer
maravillosos efectos de conversión o de perversión súbita; también es por esto por lo
que el amor sexual se produce generalmente por un soplo o por un contacto, y no
solamente por el contacto con la misma persona, sino por medio de objetos que ella
haya tocado o magnetizado sin saberlo.
El alma aspira y respira exactamente igual que el cuerpo. Aspira lo que cree conviene a
su dicha, y respira ideas que resultan sensaciones íntimas. Las almas enfermas tienen
mal aliento y vician su atmósfera moral, es decir, mezclan a la luz astral quelas penetra
reflejos impuros y establecen corrientes deletéreas. Hay quien se asombra de verse
asaltado en sociedad por pensamientos malvados que no se hubieran creído nunca
posibles, ignorando, quizá, que se deben a alguna proximidad mórbida. Este secreto es
de la mayor importancia porque conduce a la manifestación de las conciencias, uno de
los poderes más incontestables y más terribles de la magia.
El respiro magnético produce alrededor del alma una radiación de que es centro, y se
rodea del reflejo de sus obras, que le hacen un cielo o un infierno. Ni hay en ello actos
solitarios ni podría tampoco ver en ellos actos ocultos; todo cuanto realmente queremos,
es decir, todo cuanto confirmamos por medio de actos permanece escrito en la luz
astral, en donde se conservan los reflejos de esos actos. Estos reflejos influencian
constantemente nuestro pensamientos por mediación de la disciplina, y así es como nos
convertimos en hijos de nuestras propias obras.
La luz astral, transformada en luz en el momento concepcion es la primera envoltura del
alma y al combinarsce con los fluidos más sutiles, forman el cuerpo etereo o el fantasma
sideral de que habla Paracelso en su filosofía de intuición (Philosophia sagax.) Este
cuerpo sideral, al desprenderse del resto del ser, a la muerte, atrae hacia sí y conserva
durante largo tiempo, por la simpatía de los homogéneos, los reflejos de la vida pasada;
si una voluntad poderosamente simpática le atrae, en una corriente particular, se
manifiesta naturalmente, porque no hay nada más natural que los prodigios. De este
modo es como se producen las apariciones. Pero ya desarrollaremos este tema de un
modo completo en el capítulo especial de la Nigromancia.
Ese cuerpo fluídico, sometido, como la masa de la luz astral, a dos movimientos
contrarios, atractivo a la izquierda y repulsivo a la derecha, o recíprocamente en los dos
sexos, produce en nosotros luchas de diferentes índoles, contribuye a las ansiedades de
la conciencia; con frecuencia se ve influenciado por reflejos de otros espíritus, siendo
así como se produce, sean las tentaciones, sean las gracias sutiles e inesperadas. Esta es,
también la explicación del dogma tradicional de los dos ángeles que nos asisten y nos
experimentan. Las dos fuerzas de la luz astral pueden figurarse por una balanza, en la
que se pesan nuestras buenas intenciones para el triunfo de la justicia y de la
emancipación de nuestra libertad.
El cuerpo astral no es siempre del mismo sexo que el terrestre, es decir, que las
proporciones de ambas fuerzas, variando de derecha a izquierda, parecen contradecir,
desde luego, la organización visible. Esta es la causa que produce los errores aparentes
de las pasiones humanas, y puede justificar, sin justificarlas en modo alguno ante la
moral, las singularidades amorosas de Anacreonte o de Safo.
Un magnetizador hábil debe apreciar todos estos matices, y por nuestra parte ofrecemos
en nuestro Ritual los medios para reconocerlos.
Existen dos clases de realización; la verdadera y la fantástica. La primera es el secreto
exclusivo de los magos; la otra pertenece a los hechiceros ya los brujos.
Las mitologías son realizaciones fantásticas del dogma religioso; las supersticiones son
el sortilegio de la falsa piedad; pero las mismas mitologías y las supersticiones son más
eficaces sobre la voluntad humana que una filosofía especulativa y exclusiva de toda
práctica. Por esta razón San Pablo opone las conquistas de la locura de la cruz a la
inercia de la sabiduría humana. La religión realiza la filosofía adaptándola a las
debilidades del vulgo; tal es para los cabalísticas la razón secreta y la explicación oculta
de los dogmas de la encarnación y de la redención.
Los pensamientos que no se traducen en palabras, son pensamientos perdidos para la
humanidad; las palabras que no se confirman por medio de actos son palabras ociosas, y
de la palabra ociosa a la mentira no hay más que un paso.
El pensamiento formulado por palabras y confirmado por hechos es lo que constituye la
buena o la mala obra. Así, pues, sea en vicio, sea en virtud, no hay palabra de que uno
no sea responsable; no hay, sobre todo, actos diferentes. Las maldiciones y las
bendiciones surten siempre su efecto, y todo acto, sea el que fuere, cuando está
inspirado por el amor o por el odio, produce efectos análogos a su motivo, a su alcance
y a su dirección. El emperador aquel cuyas imágenes habían mutilado, y que, al ilevarse
la mano al rostro, decía: «Yo no me siento herido», hacia una falsa apreciación y
disminuía de ese modo el mérito de su clemencia. ¿Qué hombre de honor verfacon
sangre fría que se insultara a su retrato? Y si realmente semejantes insultos, dirigidos a
nuestra persona, cayeran sobre nosotros por una influencia fatal, si el arte de la
hechicería fuera positivo, como no le es permitido a un ádepto dudarlo, ¿cuán
imprudentes y aun temerarias no se considerarían las palabras de ese buen emperador?
Hay personas a quienes no se las ofende impunemente y si la injuria que se le ha hecho
es mortal, desde luego comienzan a morir. No se habla en vano y hasta la mirada
cambia la dirección de nuestra vida. El basilisco que mata al mirar, no es una fábula, es
una alegoría mágica.
En general, es malo para la salud tener enemigos, y no debe desdeñarse impunemente la
reprobación de nadie. Antes de oponerse o a una fuerza o a una corriente, es necesario
asegurarse bien si se posee la fuerza o si se ve uno arrastrado por la corriente contraria,
de otro modo se verá uno aplastado o fulminado, y muchas muertes repentinas no
obedecen a otras causas.
Las muertes terribles de Nadab y Abiu, de Osa, deAnanías y de Salira, fueron causadas
por corrientes eléctricas de las creencias a que ellos ultrajaban; los tormentos de las
Ursulinas de Loudun, de las religiosas de Louviers y de los convulsionarios de
Jansenismo, obedecían al mismo principio y se explican por las mismas leyes naturales
ocultas.
Si Urbano Grandier no hubiera sido ejecutado, habrían ocurrido de todas estas cosas
una: o que las religiosas poseídas hubieran muerto presas de horribles convulsiones, o
que los fenómenos de frenesí diabólico hubieran ganado, al multiplicarse, tantas
voluntades y tanta fuerza que Grandier, a pesar de su ciencia y de su razón, se habría
alucinado a sí mismo, hasta el punto de calumniarse como había hecho el desdichado
Gaufridy o que hubiera muerto repentinamente con todas las espantosas circunstancias
de un envenenamiento o de una venganza divina.
El desgraciado poeta Gilbert fue, en el siglo XVIII, víctima de su audacia al desafiarla
corriente de opinión, y aun de fanatismo filosófico, de su época. Culpable de lesa
filosofía, murió loco furioso, víctima de los terrores más espantosoš, como si el mismo
Dios le hubiera castigado por haber sostenido su causa fuera de sazón. Mas, en efecto,
murió sentenciado por una ley que no podía conocer; se había opuesto a una corriente
eléctrica y caía fulminado por sus rayos.
Si Marat no hubiera sido asesinado por Carlota Corday, habría muerto
indefectiblemente víctima de una reacción de la opinión pública. Lo que le hacía
leproso era la execración de las gentes honradas y a las que debía sucumbir.
La reprobación suscitada por San Bartolomé fue la única causa de la enfermedad, de la
horrible enfermedad y muerte de Carlos IX y Enrique IV; sino hubiera estado sostenido
por una inmensidad popularidad que debía al poder de proyección o a la fuerza
simpática de su existencia astral, Enrique IV —repetimos— no hubiera sobrevivido a su
conversión y habría perecido bajo el desprecio de los protestantes, combinado con la
desconfianza y el odio de los católicos.
La impopularidad puede ser una prueba de integridad y de valor, pero no es jamás una
demostración de prudencia o de política; las heridas hechas a la opinión son mortales en
los hombres de estado. Aún puede recordarse el fin prematuro y violento de muchos
hombres ilustres que no conviene nombrar aquí.
Las heridas que se infieren a la opinión pública pueden ser grandes injusticias; pero no
por eso dejan de ser motivadas por el fracaso y son con frecuencia decretos de muerte.
Como revancha, la injusticia infligidas a un solo hombre pueden y deben, sino se
reparan, causar la pérdida de todo un pueblo o de toda una sociedad; es lo que se llama
el grito de sangre, porque en el fondo de toda injusticia existe el germen de un
homicidio.
Es a causa de esas terribles leyes de solidaridad por lo que el cristianismo recomienda
tanto el perdón de las injurias y la reconciliación. Aquel que muere sin perdonar se
arroja a la eternidad armado de un puñal y se entrega a los horrores de un asesinato
eterno.
Es una tradición y una creencia invencible entre el pueblo, la de la eficacia de las
bendiciones o de las maldiciones paternales o maternales. En efecto, cuando mayores
son los lazos que unen a dos personas, más terrible es el odio que se tengan entre sí en
sus efectos. El tizón de Altheo quemando la sangre de Meleagro, es una mitología, el
símbolo de este poder terrib1e. Que los padres se percaten de estos dioses para que no
enciendan el infierno con su propia sangre. No es nunca un crimen el perdonar y es
siempre un peligro y una mala acción la de maldecir.
_
9
I
LA INICIACION
Jesoe - Bonum
9
I
LA INICIACION
Jesoe - Bonum
_
El iniciado es aquel que posee la lámpara de Trismegisto, el manto de Apolonio y el
bastón de los patriarcas.
La lámpara de Trismegisto es la razón ilusionada por la ciencia, el manto de Apolonio
es la posesión completa de sí mismo, que aísla al sabio de las comentes instintivas y el
bastón de los patriarcas, es el socorro de las fuerzas ocultas y perpetuas de la naturaleza.
La lámpara de Trismegisto ilumina el presente, el pasado y el porvenir, muestra al
desnudo la conciencia de los hombres, e ilumina los repliegues del corazón de las
mujeres. La lámpara brilla con triple llama, el manto se pliega tres veces y el bastón se
divide en tres partes.
El número nueve es, por tanto, el de los reflejos divinos; manifiesta la idea divina en
toda su potencia abstracta; pero manifiesta también el lujo en la crrencia y por
consecuencia la superstición y la idolatría.
Por esta causa Hermes le ha hecho el número de la iniciación porque el iniciado reina
sobre la superstición, y por la superstición puede marchar sólo en las tinieblas, apoyado
en su bastón, envuelto en su manto e iluminado por su lámpara.
La razón ha sido otorgada a todos los hombres, pero no todos saben hacer uso de ella; es
una ciencia que es necesario aprender. La libertad ha sido ofrecida a todos, pero no
todos pueden ser libres; es un derecho que es preciso conquistar. La fuerza es para
todos, pero no todos saben apoyarse en la fuerza; es un poder del que es necesario
apoderarse.
No llegamos a nada que nos cueste más de un esfuerzo. El destino del hombre es el de
enriquecerse con lo que gane y que de seguida tenga como Dios, la gloria y el placer de
la dádiva.
La ciencia magica se llamaba en otro tiempo el arte sacerdotal y el arte real7, porque la
iniciación daba al sabio el imperio sobre las almas y la aptitud para gobernar las
voluntades.
La adivinación es también uno de los privilegios del iniciado, pues la adivinación no es
otra cosa que el conocimiento de los efectos contenidos en las causas y la ciencia
aplicada a los hechos del dogma universal de la analogía.
Las acciones humanas no se escriben solamente en la luz astral; dejan también sus
huellas sobre el rostro, modifican el porte y el continente y cambian el acento de la voz.
Cada hombre lleva consigo la historia de su vida, legible para el iniciado. Porque el
porvenires siempre la consecuencia del pasado y las circunstancias inesperadas no
cambian casi nada de los resultados racionalmente esperados.
7 Cabe destacar que el término Hindú Raja Yoga significa precisamente Arte Real.
Puede, pues, predecirse a cada hombre su destino. Se puede juzgar de toda una
existencia por un solo movimiento; un solo defecto presagia toda una serie de
desgracias. César fue asesinado porque le avergonzaba de ser calvo; Napoleón murió en
Santa Elena porque le gustaban de las poesías de Osián; Luis Felipe debía abandonar el
trono, como lo abandonó, porque tenían un paraguas. Estas no son más que paradojas
para el vulgo, que no saben las relaciones ocultas de las cosas; pero son motivos para el
iniciado, que todo lo comprende y de nada se asombra.
La iniciación preserva de las falsas luces del misticismo; da a la razón humana su valor
relativo y su infalibilidad proporcional, uniéndola a la razón suprema por medio de la
cadena de las analogías.
El iniciado no tiene, pues, ni esperanzas dudosas, ni temores absurdos porque no poseen
creencias irrazonables; sabe lo que puede y nada le cuesta osar. Así, para él, osar es
poder.
He aquí, pues, una nueva interpretación de los atributos del iniciado; su lámpara
representa el saber; el manto en que se envuelve representa su discreción y su bastón es
el emblema de su fuerza y de su audacia. Sabe, osa y se calla.
Sabe los secretos del porvenir, osa en el presente y se calla acerca del pasado.
Sabe las debilidades del corazón humano, y osa servirse de ellas para realizar su obra y
se calla sobre sus proyectos.
Sabe la razón de todos los simbolismos y de todos los cultos, osa practicarlos o
abstenerse sin hipocresía y sin impiedad y se calla sobre el dogma único de la alta
iniciación.
Sabe la existencia y conoce la naturaleza del gran agente mágico, osa realizar los actos
y pronunciar las palabras que le someterán la voluntad humana y se calla sobre los
misterios del gran arcano.
Así podéis verle con frecuencia triste, pero nunca abatido ni desesperado; con
frecuencia pobre, pero nunca envilecido ni miserable; con frecuencia perseguido, pero
nunca rechazado ni vencido. Se acuerda de la viudez y del asesinato de Orfeo, del exilio
y de la muerte solitaria de Moisés, del martirio de los profetas, de las tortugas de
Apolonio, de la cruz del Salvador; sabe en qué abandono murió Agrippa, cuya memoria
todavía es calumniada; sabe a qué fatigas sucumbió el gran Paracelso y todo cuanto
debió sufrir Ramon Lluli para llegar, finalmente, a su sangrienta muerte. Se acuerda de
Sweden-borg haciéndose el loco, o aun perdiendo verdaderamente la razón, a fin de
hacerse perdonar su ciencia; de San Martin, que se ocultó toda la vida; de Cagliostro,
que murió abandonado en los calabozos de la inquisición; de Cazotte, que subió al
cadalso. Sucesor de tantas víctimas, no por eso osa menos, pero comprende, cada vez
más, la necesidad de callar.
Imitemos su ejemplo, aprendamos con perseverancia; cuando sepamos, osemos y
callémonos.
El iniciado es aquel que posee la lámpara de Trismegisto, el manto de Apolonio y el
bastón de los patriarcas.
La lámpara de Trismegisto es la razón ilusionada por la ciencia, el manto de Apolonio
es la posesión completa de sí mismo, que aísla al sabio de las comentes instintivas y el
bastón de los patriarcas, es el socorro de las fuerzas ocultas y perpetuas de la naturaleza.
La lámpara de Trismegisto ilumina el presente, el pasado y el porvenir, muestra al
desnudo la conciencia de los hombres, e ilumina los repliegues del corazón de las
mujeres. La lámpara brilla con triple llama, el manto se pliega tres veces y el bastón se
divide en tres partes.
El número nueve es, por tanto, el de los reflejos divinos; manifiesta la idea divina en
toda su potencia abstracta; pero manifiesta también el lujo en la crrencia y por
consecuencia la superstición y la idolatría.
Por esta causa Hermes le ha hecho el número de la iniciación porque el iniciado reina
sobre la superstición, y por la superstición puede marchar sólo en las tinieblas, apoyado
en su bastón, envuelto en su manto e iluminado por su lámpara.
La razón ha sido otorgada a todos los hombres, pero no todos saben hacer uso de ella; es
una ciencia que es necesario aprender. La libertad ha sido ofrecida a todos, pero no
todos pueden ser libres; es un derecho que es preciso conquistar. La fuerza es para
todos, pero no todos saben apoyarse en la fuerza; es un poder del que es necesario
apoderarse.
No llegamos a nada que nos cueste más de un esfuerzo. El destino del hombre es el de
enriquecerse con lo que gane y que de seguida tenga como Dios, la gloria y el placer de
la dádiva.
La ciencia magica se llamaba en otro tiempo el arte sacerdotal y el arte real7, porque la
iniciación daba al sabio el imperio sobre las almas y la aptitud para gobernar las
voluntades.
La adivinación es también uno de los privilegios del iniciado, pues la adivinación no es
otra cosa que el conocimiento de los efectos contenidos en las causas y la ciencia
aplicada a los hechos del dogma universal de la analogía.
Las acciones humanas no se escriben solamente en la luz astral; dejan también sus
huellas sobre el rostro, modifican el porte y el continente y cambian el acento de la voz.
Cada hombre lleva consigo la historia de su vida, legible para el iniciado. Porque el
porvenires siempre la consecuencia del pasado y las circunstancias inesperadas no
cambian casi nada de los resultados racionalmente esperados.
7 Cabe destacar que el término Hindú Raja Yoga significa precisamente Arte Real.
Puede, pues, predecirse a cada hombre su destino. Se puede juzgar de toda una
existencia por un solo movimiento; un solo defecto presagia toda una serie de
desgracias. César fue asesinado porque le avergonzaba de ser calvo; Napoleón murió en
Santa Elena porque le gustaban de las poesías de Osián; Luis Felipe debía abandonar el
trono, como lo abandonó, porque tenían un paraguas. Estas no son más que paradojas
para el vulgo, que no saben las relaciones ocultas de las cosas; pero son motivos para el
iniciado, que todo lo comprende y de nada se asombra.
La iniciación preserva de las falsas luces del misticismo; da a la razón humana su valor
relativo y su infalibilidad proporcional, uniéndola a la razón suprema por medio de la
cadena de las analogías.
El iniciado no tiene, pues, ni esperanzas dudosas, ni temores absurdos porque no poseen
creencias irrazonables; sabe lo que puede y nada le cuesta osar. Así, para él, osar es
poder.
He aquí, pues, una nueva interpretación de los atributos del iniciado; su lámpara
representa el saber; el manto en que se envuelve representa su discreción y su bastón es
el emblema de su fuerza y de su audacia. Sabe, osa y se calla.
Sabe los secretos del porvenir, osa en el presente y se calla acerca del pasado.
Sabe las debilidades del corazón humano, y osa servirse de ellas para realizar su obra y
se calla sobre sus proyectos.
Sabe la razón de todos los simbolismos y de todos los cultos, osa practicarlos o
abstenerse sin hipocresía y sin impiedad y se calla sobre el dogma único de la alta
iniciación.
Sabe la existencia y conoce la naturaleza del gran agente mágico, osa realizar los actos
y pronunciar las palabras que le someterán la voluntad humana y se calla sobre los
misterios del gran arcano.
Así podéis verle con frecuencia triste, pero nunca abatido ni desesperado; con
frecuencia pobre, pero nunca envilecido ni miserable; con frecuencia perseguido, pero
nunca rechazado ni vencido. Se acuerda de la viudez y del asesinato de Orfeo, del exilio
y de la muerte solitaria de Moisés, del martirio de los profetas, de las tortugas de
Apolonio, de la cruz del Salvador; sabe en qué abandono murió Agrippa, cuya memoria
todavía es calumniada; sabe a qué fatigas sucumbió el gran Paracelso y todo cuanto
debió sufrir Ramon Lluli para llegar, finalmente, a su sangrienta muerte. Se acuerda de
Sweden-borg haciéndose el loco, o aun perdiendo verdaderamente la razón, a fin de
hacerse perdonar su ciencia; de San Martin, que se ocultó toda la vida; de Cagliostro,
que murió abandonado en los calabozos de la inquisición; de Cazotte, que subió al
cadalso. Sucesor de tantas víctimas, no por eso osa menos, pero comprende, cada vez
más, la necesidad de callar.
Imitemos su ejemplo, aprendamos con perseverancia; cuando sepamos, osemos y
callémonos.
_
10 K
LA CABALA
Malchut - Principium - Phallus
10 K
LA CABALA
Malchut - Principium - Phallus
_
Todas las religiones han conservado el recuerdo de un libro primitivo escrito en figuras
por los sabios de los primeros siglos del mundo, y cuyos símbolos, simplificados y
vulgarizados más tarde, han suministrado a la Escritura sus letras, al Verbo sus
caracteres, a la Filosofía oculta sus signos misteriosos y sus pantáculos.
Este libro, atribuido a Enoc, el séptimo maestro del mundo, después de Adám, por los
hebreos: a Hermes Trismegisto, por los egipcios; a Cadmo el misterioso fundador de la
Villa Santa, por los griegos; era el resumen simbólico de la tradición primitiva, llamada
después Kábala o Cábala, de una palabra hebrea, que es la equivalente a tradición.
Esta tradición reposa por completo en el dogma único de la magia; lo visible es para
nosotros la medida proporcional de lo invisible. Así, pues, los antiguos, habiendo
observado que el equilibrio es, en física, la ley universal y que resulta de la oposición
aparente dedos fuerzas, dedujeron del equilibrio físico, el equilibrio metafísico, y
declararon que en Dios, es decir, en la primera causa viviente y activa se debían
reconocer dos propiedades necesarias e inherentes launa a la otra; la estabilidad y el
movimiento, la necesidad y la libertad, el orden racional y la autonomía volitiva, la
justicia y el amor, y, por consecuencia también, la severidad y la misericordia, y son
estos dos atributos los que los cabalistas hebreos personifican de algún modo bajo los
nombres de Geburah y de Chesed.
Por encima de Geburah y de Chesed reside la corona suprema, el podez equilibrador,
principio del mundo o del reino equilibrado, que encontramos designado bajo el nombre
de Maichut, en el versículo oculto y cabalisitico de Pater, de que ya hemos hablado.
Pero Geburah y Chesed, mantenidos en equilibrio, en lo alto por la corona yen lo bajo
por el reinado, son dos principios que pueden considerarse, sea en su abstracción, sea en
su realización.
Abstractos o idealizados, toman los nombres superiores de Chomach, la sabiduría y de
Binah la inteligencia.
Realizados, se llaman la estabilidad y el progreso, es decir, la eternidad y la victoria,
Hod, y Netsah.
Tal es, según la cábala, el fundamento de todas las religiones y de todas las ciencias, la
idea primitiva e inmutable de las cosas; un triple triángulo y un círculo, la idea del
ternario, explicada por la balanza y multiplicada por sí misma en el dominio de lo ideal,
después la realización de esta idea en las formas. Ahora bien, los antiguos ligaron las
primeras nociones de esta sencilla y grandiosa teología, a la idea misma de los números,
y calificaron. así todas las cifras de la primera década.
1 Keter. —La corona, el poder equilibrador.
2 Chocmah. —La sabiduría, equilibrada en su orden inmutable por la iniciativa de la
inteligencia.
3 Binah. —La inteligencia activa, equilibrada por la sabiduría.
4 Chesed. —La misericordia, segunda concepción de la sabiduría, siempre bienhechora,
porque es fuerte.
5 Geburah. —El rigor necesitado por la misma sabiduría y por la bondad. Sufrir el mal
es impedir el bien.
6 Thipereth. —La belleza, concepción luminosa del equilibrio en las formas, el
intermediario entre la corona y el reino, el principio mediador entre el creador y la
creación. (¡Qué sublime idea encontramos aquí de la poesía y de su soberano
sacerdocio!)
7 Netsah. —La victoria, es decir, el triunfo eterno de la inteligencia y de la justicia.
8 Hod. —La eternidad de las victorias del espíritu sobre la materia, de lo activo sobre lo
pasivo, de la vida sobre la muerte.
9 Jesod. —El fundamento, es decir, la base de toda creencia y de toda verdad, que es lo
que nosotros llamamos en filosofía lo absoluto.
10. Malchut o Malkout. —El reino es el universo, es toda la creación, la obra y el
espejo de Dios, la prueba de la razón suprema, la consecuencia formal que nos fuerza a
ascender alas premisas virtuales, al enigma cuya palabra es Dios, es decir, razón
suprema y absoluta.
Estas diez primeras nociones unidas a los diez primeros caracteres d~l alfabeto
primitivo, significando a la vez principios y nombres, son lo que los maestros de la
cábala llaman las diez sefirots.
El tetragramaton sagrado, trazado de esta manera indica el número, el manantial y la
relación de los nombres divinos. Es el nombre de Iotchavah, escrito con esos
veinticuatros signos coronados de un triple florón de luz, a los que hay que referir los
veintieuatro tronos del cielo y los veinticuatro ancianos coronados del Apocalipsis. En
cábala, el principio oculto, se llama el anciano, y este principio multiplicado y como
reflejado en las causas segundas crea sus imágenes, es decir, tantos ancianos como hay
de concepciones diversas de su única esencia. Estas imágenes, menos perfectas al
alejarse dc su manantial, lanzan a las tinieblas un último reflejo, o un postrer resplandor
que representa a un anciano horrible y desfigurado; es lo que se llama vulgarmente el
diablo. Así, un iniciado ha osado decir: «El diablo es Dios comprendido por los
malvados.» Y otro, en túrminos más extraños, pero no menos enórgicos; ha agregado:
«El diablo está formado de jirones de Dios.» Nosotros podríamos resumir y explicar
estas aserciones tan nuevas, haciendo advertir que en el propio simbolismo, el demonio
es un ángel caído por haber querido usurpar la divinidad. Esto pertenece al lenguaje
alegórico de los profetas y de los autores de leyendas. Filosóficamente hablando, el
diablo es una idea humana de la divinidad sobrepasada y desposeída del cielo por el
progreso de la ciencia y de la razón. Moloch, Adramelek, Baal, han sido entre los
orientales primitivos, las personificaciones del Dios único, deshonradas por los bárbaros
atributos. El dios de los jansenistas creando para el infierno a la mayoría de los
humanos, y complaciendose en las torturas eternas de aquellos a quienes no ha querido
salvar, es una concepción todavia mas brutal que la de Moloch asi, el dios de los
jansenistas, es ya para los cristianos prudentes e instruidos, un verdadero Satanas caido
del cielo.
Los cabalistas, multiplicando los nombres divinos, los han ligado todos, o a la unidad
del tetragrámaton, ola figura del ternario, o a la escala sefírica de la década, trazando así
la escala de los nombres y de los números divinos:
Triángulo que puede traducirse así en letras romanas.
J
JA
SDI
JEHV
ELOIM
SABAOT
ARARITA
EL V EDAAT
ELIM GIBOR
ELIM SABAOT
El conjunto de todos estos nombres divinos formados del único tetragrámaton, pero
fuera del propio tetragrámaton, es una de las bases del Ritual hebreo y compone la
fuerza oculta que los rabinos cabalistas invocan con el nombre de Semhamphoras.
Vamos a hablar aquí de los Tarots, desde el punto de vista cabalístico. Ya hemos
indicado el origen oculto de su nombre. Este libro jeroglífico se compone de un alfabeto
cabalístico y de una rueda o círculo de cuadro décadas, especificadas por cuatro figuras
progresivas representando a la humanidad: hombre, mujer, joven y anciano; amo, ama,
combatiente y pechero. Las veintidós figuras del alfabeto representan primeramente los
trece dogmas, y después, las nueve creencias autorizadas de la religión hebráica,
religión fuerte y fundada sobre la más elevada razón.
He aquí la clave religiosa y cabalística del Tarot, manifestada en versos técnicos a la
manera de los antiguos legisladores:
1 ~ Todo anuncia una causa activa, inteligente.
2 ~ El número sirve de prueba a la unidad viviente.
3 ~ Nada puede limitar a lo que contiene el todo.
4 ~ Unico, antes de todo principio, está presente en todas partes.
5 ~ Como es el único dueño, es el único adorable.
6 ~ Revela a los corazones puros su dogma verdaderd.
7 Pero es preciso un jefe único a las obras de la fe.
8 Por esta razón no tenemos más que un altar y una ley.
9 Y nunca el eterno cambiará la base.
10 De los cielos y de nuestroš días rige cada fase.
11 Rico en misericordia y poderoso para castigar.
12 Promete a su pueblo un rey en el porvenir.
13 La tumba es el paso a una nueva tierra, ¡a muerte termina, la vida es inmortal
Tales son los dogmas puros, inmutables, sagrados; completos, ahora, los números
reverenciados
14 El buen ángel es aquel que calma y atempera.
15 El malo es el espíritu del orgullo y de la cólera.
16 Dios manda en el rayo y gobierna el fuego.
17 Vesper’ y sus resplandores obedecen a Dios.
18 Coloca sobre nuestras torres de centinela a la luna.
19 Su sol es el manantial en donde todo se renueva.
20 Su aliento hace germinar el polvo de las tumbas.
Todas las religiones han conservado el recuerdo de un libro primitivo escrito en figuras
por los sabios de los primeros siglos del mundo, y cuyos símbolos, simplificados y
vulgarizados más tarde, han suministrado a la Escritura sus letras, al Verbo sus
caracteres, a la Filosofía oculta sus signos misteriosos y sus pantáculos.
Este libro, atribuido a Enoc, el séptimo maestro del mundo, después de Adám, por los
hebreos: a Hermes Trismegisto, por los egipcios; a Cadmo el misterioso fundador de la
Villa Santa, por los griegos; era el resumen simbólico de la tradición primitiva, llamada
después Kábala o Cábala, de una palabra hebrea, que es la equivalente a tradición.
Esta tradición reposa por completo en el dogma único de la magia; lo visible es para
nosotros la medida proporcional de lo invisible. Así, pues, los antiguos, habiendo
observado que el equilibrio es, en física, la ley universal y que resulta de la oposición
aparente dedos fuerzas, dedujeron del equilibrio físico, el equilibrio metafísico, y
declararon que en Dios, es decir, en la primera causa viviente y activa se debían
reconocer dos propiedades necesarias e inherentes launa a la otra; la estabilidad y el
movimiento, la necesidad y la libertad, el orden racional y la autonomía volitiva, la
justicia y el amor, y, por consecuencia también, la severidad y la misericordia, y son
estos dos atributos los que los cabalistas hebreos personifican de algún modo bajo los
nombres de Geburah y de Chesed.
Por encima de Geburah y de Chesed reside la corona suprema, el podez equilibrador,
principio del mundo o del reino equilibrado, que encontramos designado bajo el nombre
de Maichut, en el versículo oculto y cabalisitico de Pater, de que ya hemos hablado.
Pero Geburah y Chesed, mantenidos en equilibrio, en lo alto por la corona yen lo bajo
por el reinado, son dos principios que pueden considerarse, sea en su abstracción, sea en
su realización.
Abstractos o idealizados, toman los nombres superiores de Chomach, la sabiduría y de
Binah la inteligencia.
Realizados, se llaman la estabilidad y el progreso, es decir, la eternidad y la victoria,
Hod, y Netsah.
Tal es, según la cábala, el fundamento de todas las religiones y de todas las ciencias, la
idea primitiva e inmutable de las cosas; un triple triángulo y un círculo, la idea del
ternario, explicada por la balanza y multiplicada por sí misma en el dominio de lo ideal,
después la realización de esta idea en las formas. Ahora bien, los antiguos ligaron las
primeras nociones de esta sencilla y grandiosa teología, a la idea misma de los números,
y calificaron. así todas las cifras de la primera década.
1 Keter. —La corona, el poder equilibrador.
2 Chocmah. —La sabiduría, equilibrada en su orden inmutable por la iniciativa de la
inteligencia.
3 Binah. —La inteligencia activa, equilibrada por la sabiduría.
4 Chesed. —La misericordia, segunda concepción de la sabiduría, siempre bienhechora,
porque es fuerte.
5 Geburah. —El rigor necesitado por la misma sabiduría y por la bondad. Sufrir el mal
es impedir el bien.
6 Thipereth. —La belleza, concepción luminosa del equilibrio en las formas, el
intermediario entre la corona y el reino, el principio mediador entre el creador y la
creación. (¡Qué sublime idea encontramos aquí de la poesía y de su soberano
sacerdocio!)
7 Netsah. —La victoria, es decir, el triunfo eterno de la inteligencia y de la justicia.
8 Hod. —La eternidad de las victorias del espíritu sobre la materia, de lo activo sobre lo
pasivo, de la vida sobre la muerte.
9 Jesod. —El fundamento, es decir, la base de toda creencia y de toda verdad, que es lo
que nosotros llamamos en filosofía lo absoluto.
10. Malchut o Malkout. —El reino es el universo, es toda la creación, la obra y el
espejo de Dios, la prueba de la razón suprema, la consecuencia formal que nos fuerza a
ascender alas premisas virtuales, al enigma cuya palabra es Dios, es decir, razón
suprema y absoluta.
Estas diez primeras nociones unidas a los diez primeros caracteres d~l alfabeto
primitivo, significando a la vez principios y nombres, son lo que los maestros de la
cábala llaman las diez sefirots.
El tetragramaton sagrado, trazado de esta manera indica el número, el manantial y la
relación de los nombres divinos. Es el nombre de Iotchavah, escrito con esos
veinticuatros signos coronados de un triple florón de luz, a los que hay que referir los
veintieuatro tronos del cielo y los veinticuatro ancianos coronados del Apocalipsis. En
cábala, el principio oculto, se llama el anciano, y este principio multiplicado y como
reflejado en las causas segundas crea sus imágenes, es decir, tantos ancianos como hay
de concepciones diversas de su única esencia. Estas imágenes, menos perfectas al
alejarse dc su manantial, lanzan a las tinieblas un último reflejo, o un postrer resplandor
que representa a un anciano horrible y desfigurado; es lo que se llama vulgarmente el
diablo. Así, un iniciado ha osado decir: «El diablo es Dios comprendido por los
malvados.» Y otro, en túrminos más extraños, pero no menos enórgicos; ha agregado:
«El diablo está formado de jirones de Dios.» Nosotros podríamos resumir y explicar
estas aserciones tan nuevas, haciendo advertir que en el propio simbolismo, el demonio
es un ángel caído por haber querido usurpar la divinidad. Esto pertenece al lenguaje
alegórico de los profetas y de los autores de leyendas. Filosóficamente hablando, el
diablo es una idea humana de la divinidad sobrepasada y desposeída del cielo por el
progreso de la ciencia y de la razón. Moloch, Adramelek, Baal, han sido entre los
orientales primitivos, las personificaciones del Dios único, deshonradas por los bárbaros
atributos. El dios de los jansenistas creando para el infierno a la mayoría de los
humanos, y complaciendose en las torturas eternas de aquellos a quienes no ha querido
salvar, es una concepción todavia mas brutal que la de Moloch asi, el dios de los
jansenistas, es ya para los cristianos prudentes e instruidos, un verdadero Satanas caido
del cielo.
Los cabalistas, multiplicando los nombres divinos, los han ligado todos, o a la unidad
del tetragrámaton, ola figura del ternario, o a la escala sefírica de la década, trazando así
la escala de los nombres y de los números divinos:
Triángulo que puede traducirse así en letras romanas.
J
JA
SDI
JEHV
ELOIM
SABAOT
ARARITA
EL V EDAAT
ELIM GIBOR
ELIM SABAOT
El conjunto de todos estos nombres divinos formados del único tetragrámaton, pero
fuera del propio tetragrámaton, es una de las bases del Ritual hebreo y compone la
fuerza oculta que los rabinos cabalistas invocan con el nombre de Semhamphoras.
Vamos a hablar aquí de los Tarots, desde el punto de vista cabalístico. Ya hemos
indicado el origen oculto de su nombre. Este libro jeroglífico se compone de un alfabeto
cabalístico y de una rueda o círculo de cuadro décadas, especificadas por cuatro figuras
progresivas representando a la humanidad: hombre, mujer, joven y anciano; amo, ama,
combatiente y pechero. Las veintidós figuras del alfabeto representan primeramente los
trece dogmas, y después, las nueve creencias autorizadas de la religión hebráica,
religión fuerte y fundada sobre la más elevada razón.
He aquí la clave religiosa y cabalística del Tarot, manifestada en versos técnicos a la
manera de los antiguos legisladores:
1 ~ Todo anuncia una causa activa, inteligente.
2 ~ El número sirve de prueba a la unidad viviente.
3 ~ Nada puede limitar a lo que contiene el todo.
4 ~ Unico, antes de todo principio, está presente en todas partes.
5 ~ Como es el único dueño, es el único adorable.
6 ~ Revela a los corazones puros su dogma verdaderd.
7 Pero es preciso un jefe único a las obras de la fe.
8 Por esta razón no tenemos más que un altar y una ley.
9 Y nunca el eterno cambiará la base.
10 De los cielos y de nuestroš días rige cada fase.
11 Rico en misericordia y poderoso para castigar.
12 Promete a su pueblo un rey en el porvenir.
13 La tumba es el paso a una nueva tierra, ¡a muerte termina, la vida es inmortal
Tales son los dogmas puros, inmutables, sagrados; completos, ahora, los números
reverenciados
14 El buen ángel es aquel que calma y atempera.
15 El malo es el espíritu del orgullo y de la cólera.
16 Dios manda en el rayo y gobierna el fuego.
17 Vesper’ y sus resplandores obedecen a Dios.
18 Coloca sobre nuestras torres de centinela a la luna.
19 Su sol es el manantial en donde todo se renueva.
20 Su aliento hace germinar el polvo de las tumbas.
21
A donde los mortales sin freno descienden en rebailos.
A donde los mortales sin freno descienden en rebailos.
_
Su corona ha cubierto la propiciatoria y sobre los querubines
22 hace resplandecer su gloria.
Con la ayuda de esta explicación, puramente dogmática, se pueden comprender las
figuras del alfabeto cabalístico del Tarot. Así, la figura número 1, llamada el Batelero(o
el Mago), representa el principio activo en la unidad de la autotelía divina y humana; la
núm. 2, llamado vulgarmente la Papisa, representa la unidad dogmática fundada en los
números; es la Cábala ola Gnosis personificada; la núm. 3, representa la Espiritualidad
divina bajo el emblema de una mujer alada, que sostiene en una mano el águila
apocalíptica y en la otra el mundo suspendido por el extremo de su cetro. Las demás
figuras están tan claraš y son tan explicables como las primeras.
Pasemos ahora a los cuatro signos, es decir, a los Bastos, Copas, Espadas y a los
Círculos o Pantšculos, llamados vulgarmente Oros. Estas figuras son los jeroglíficos del
tetragrámanton; así el Basto, es el Phalus de los egipcios o el Jod de los hebreos; la
Copa es el Cteis o la He, primitiva; la Espada es la conjunción dedos o elLingan,
figurado en el hebreo anterior ala cautividad por la Vau; y el Cfrculo o Pantáculo,
imagen del mundo, es la He final del nombre divino.
Ahora, tomemos un Tarot y reunamos cuatro a cuatro todas las páginas que forma la
Rueda o Rota de Guillaume Postel; coloquemos juntos los cuatro ases, los cuatro doces,
etc., y tendremos diez paquetes de cartas que dan la explicación jeroglífica del triángulo
de los nombres divinos en la escala del denario que hemos publicado más atrás. Se
podrá, pues, leerlas así refinen-do cada número a la Sefirot correspondiente:
1 Lucero vespertino
Su corona ha cubierto la propiciatoria y sobre los querubines
22 hace resplandecer su gloria.
Con la ayuda de esta explicación, puramente dogmática, se pueden comprender las
figuras del alfabeto cabalístico del Tarot. Así, la figura número 1, llamada el Batelero(o
el Mago), representa el principio activo en la unidad de la autotelía divina y humana; la
núm. 2, llamado vulgarmente la Papisa, representa la unidad dogmática fundada en los
números; es la Cábala ola Gnosis personificada; la núm. 3, representa la Espiritualidad
divina bajo el emblema de una mujer alada, que sostiene en una mano el águila
apocalíptica y en la otra el mundo suspendido por el extremo de su cetro. Las demás
figuras están tan claraš y son tan explicables como las primeras.
Pasemos ahora a los cuatro signos, es decir, a los Bastos, Copas, Espadas y a los
Círculos o Pantšculos, llamados vulgarmente Oros. Estas figuras son los jeroglíficos del
tetragrámanton; así el Basto, es el Phalus de los egipcios o el Jod de los hebreos; la
Copa es el Cteis o la He, primitiva; la Espada es la conjunción dedos o elLingan,
figurado en el hebreo anterior ala cautividad por la Vau; y el Cfrculo o Pantáculo,
imagen del mundo, es la He final del nombre divino.
Ahora, tomemos un Tarot y reunamos cuatro a cuatro todas las páginas que forma la
Rueda o Rota de Guillaume Postel; coloquemos juntos los cuatro ases, los cuatro doces,
etc., y tendremos diez paquetes de cartas que dan la explicación jeroglífica del triángulo
de los nombres divinos en la escala del denario que hemos publicado más atrás. Se
podrá, pues, leerlas así refinen-do cada número a la Sefirot correspondiente:
1 Lucero vespertino
_
Cuatro signos del nombre que contiene todos los nombres.
1 .-KETER
Los cuatro ases
La corona de Dios lleva cuatro florones.
2.—CHOCMAH
Los cuatro doses
La sabiduría se esparce y forma cuatro ríos.
3.-BINAH
Los cuatro treses
De su inteligencia da cuatro pruebas.
4.-CHESED
Los cuatro cuatros
De la misericordia resultan cuatro beneficios.
5.—GERURAH
Los cuatro cincos
Su rigor castiga cuatro veces otros tantos crímenes enormes.
6.-TIPHERET
Los cuatro seises
Por cuatro rayos puros se revela su belleza
7.- NETSATH
Los cuatro sietes
Celebremos cuatro veces su eterna victoria.
8.—HoD
Los cuatro ochos
Cuatro veces triunfa en su eternidad.
9.—IESOD
Los cualro nueves
Sobre cuatro fundamentos está basado su trono.
10.—MALCHUT
Los cuatro dieces
Su único reinado es cuatro veces el mismo.
Y conforme a los florones de la divina diadema.
_
Se ve por este arreglo tan sencillo cabalístico de cada lámina. Así, por ejemplo, el cinco
de bastos significa rigurosamente Geburah de Jod, es decir, justicia del creador o cólera
del hombre; el siete de copas significa victoria de la misericordia o triunfo de la mujer;
el ocho de espadas significa conflicto o equilibrio eterno; y así sucesivamente.
También puede comprenderse cómo se valían los antiguos para hacer hablar a este
oráculo.
Tiradas las láminas al azar, ofrecen siempre un sentido cabalístico nuevo, pero
rigurosamente verídico en su combinación, que sólo era fortuita; y con la fe de los
antiguos no confiaba nada al azar, leían las respuestas de la Providencia en los oráculos
del Tarot, que se llamaba entre los hebreos Theraph o Theraphims, como lo presento el
primer sabio cabalista Gaffaret, uno de los magos titulares del cardenal Richelieu.
Cuanto a as figuras, he aquí un último díctico para explicarlas:
REY, REINA, CABALLERO, SOTA
Esposo, hombre joven, niño, toda la humanidad
Por estos cuatro escalones se remonta a la unidad
Ya publicaremos al final del Ritual otros detalles y documentos completos sobre el
maravilloso libro del Tarot, y demostraremos que es el primitivo, la clave de todas las
potencias y de todos los dogmas, y, en una palabra, el libro inspirador de libros,
inspirados, cosa que no presintieron ni Court de Gebelin en su ciencia, ni Alliette o
Etteilla en sus singulares intuiciones.
Las diez sefirots y los veintidós tarots, forman lo que los cabalistas llaman las treinta y
dos vías de la ciencia absoluta. Cuanto a las ciencias particulares, las dividen en
cincuenta capítulos a los que llaman las cincuenta puertas (sabido es, que puerta
significa gobierno o autoridad entre los orientes).
Los Rabinos dividen también la Cábala en Bereschit, o Génesis universal y en
Mercavah, o carro de Ezéquiel. De las dos maneras de interpretar los alfabetos
cabalísticos forman dos ciencias denominadas: la Gemarría y la Temurah, y componen
el arte notorio, que no es 01ra cosa en el fondo que la ciencia completa de los signos del
Tarot y su aplicación compleja y variada en la adivinación de todos los secretos, sea de
la filosofía, sea de la Naturaleza o sea también el porvenir.
Volveremos a hablar de esto en el capítulo XX de esta obra.
Cuatro signos del nombre que contiene todos los nombres.
1 .-KETER
Los cuatro ases
La corona de Dios lleva cuatro florones.
2.—CHOCMAH
Los cuatro doses
La sabiduría se esparce y forma cuatro ríos.
3.-BINAH
Los cuatro treses
De su inteligencia da cuatro pruebas.
4.-CHESED
Los cuatro cuatros
De la misericordia resultan cuatro beneficios.
5.—GERURAH
Los cuatro cincos
Su rigor castiga cuatro veces otros tantos crímenes enormes.
6.-TIPHERET
Los cuatro seises
Por cuatro rayos puros se revela su belleza
7.- NETSATH
Los cuatro sietes
Celebremos cuatro veces su eterna victoria.
8.—HoD
Los cuatro ochos
Cuatro veces triunfa en su eternidad.
9.—IESOD
Los cualro nueves
Sobre cuatro fundamentos está basado su trono.
10.—MALCHUT
Los cuatro dieces
Su único reinado es cuatro veces el mismo.
Y conforme a los florones de la divina diadema.
_
Se ve por este arreglo tan sencillo cabalístico de cada lámina. Así, por ejemplo, el cinco
de bastos significa rigurosamente Geburah de Jod, es decir, justicia del creador o cólera
del hombre; el siete de copas significa victoria de la misericordia o triunfo de la mujer;
el ocho de espadas significa conflicto o equilibrio eterno; y así sucesivamente.
También puede comprenderse cómo se valían los antiguos para hacer hablar a este
oráculo.
Tiradas las láminas al azar, ofrecen siempre un sentido cabalístico nuevo, pero
rigurosamente verídico en su combinación, que sólo era fortuita; y con la fe de los
antiguos no confiaba nada al azar, leían las respuestas de la Providencia en los oráculos
del Tarot, que se llamaba entre los hebreos Theraph o Theraphims, como lo presento el
primer sabio cabalista Gaffaret, uno de los magos titulares del cardenal Richelieu.
Cuanto a as figuras, he aquí un último díctico para explicarlas:
REY, REINA, CABALLERO, SOTA
Esposo, hombre joven, niño, toda la humanidad
Por estos cuatro escalones se remonta a la unidad
Ya publicaremos al final del Ritual otros detalles y documentos completos sobre el
maravilloso libro del Tarot, y demostraremos que es el primitivo, la clave de todas las
potencias y de todos los dogmas, y, en una palabra, el libro inspirador de libros,
inspirados, cosa que no presintieron ni Court de Gebelin en su ciencia, ni Alliette o
Etteilla en sus singulares intuiciones.
Las diez sefirots y los veintidós tarots, forman lo que los cabalistas llaman las treinta y
dos vías de la ciencia absoluta. Cuanto a las ciencias particulares, las dividen en
cincuenta capítulos a los que llaman las cincuenta puertas (sabido es, que puerta
significa gobierno o autoridad entre los orientes).
Los Rabinos dividen también la Cábala en Bereschit, o Génesis universal y en
Mercavah, o carro de Ezéquiel. De las dos maneras de interpretar los alfabetos
cabalísticos forman dos ciencias denominadas: la Gemarría y la Temurah, y componen
el arte notorio, que no es 01ra cosa en el fondo que la ciencia completa de los signos del
Tarot y su aplicación compleja y variada en la adivinación de todos los secretos, sea de
la filosofía, sea de la Naturaleza o sea también el porvenir.
Volveremos a hablar de esto en el capítulo XX de esta obra.
_
11 L
LA CADENA MAGICA
Manus - La fuerza
11 L
LA CADENA MAGICA
Manus - La fuerza
_
El gran agente mágico que hemos llamado luz astral. que otros llaman el alma de la
tierra, los antiguos alquimistas denominaban Azoe y Magnesio, esa fuerza oculta, única
e incontestable la llave de todos los imperios, el secreto de todos los poderes, es el
dragon volador de Medea, la serpiente del misterio Edénico; es el espejo universal de
las visiones, el nudo de las simpatías, el manantial de amores, de la profecía y de la
gloria. Saber apoderarse de ese agente, es ser depositario del mismo poder de Dios; toda
la magia real, efectiva, todo el verdadero poder oculto, está en esto, y todos los libros de
la verdadera ciencia no tienen otro fin que el de demostrarlo.
Para apoderarse del gran agente mágico son necesarias dos operaciones:
concentrar y proyectar, o en otros términos, fijar y mover.
El autor de todas las cosas ha dado como base y como garantía al movimiento la fijeza:
el mago debe operar en la misma forma.
El entusiasmo es contagioso, se dice. ¿Por qué? Porque el entusiasmo no se produce sin
creencias arraigadas. La fe, produce la fe; creer es tener una razón de querer; querer con
razón, es querer con fuerza, yo no diré que infinita, pero si indefinida.
Lo que se opera en el mundo moral e intelectual se verifica con mayor motivo en el
físico; cuando Arquímides solicitaba un punto de apoyo para levantar el mundo,
buscaba simplemente el gran arcano mágico.
Sobre uno de los brazos del andrógino de Heinrich Khunrath se lee esta palabra:
COAGULA y sobre el otro: SOLVE.
Reunir y repartir son los dos verbos de la Naturaleza; pero ¿cómo reunir, acumular, y
cómo repartir la luz astral o el alma del mundo?’
Se reúne o acumula por el aislamiento y se reparte por medio de la cadena mágica.
El aislamiento consiste para el pensamiento, en una independencia absoluta; para el
corazón, en una libertad completa; para los sentidos, en una continencia perfecta:
Todo individuo que tiene prejuicios y temores; todo hombre apasionado y esclavo de
sus pasiones, es incapaz de acumular o de coagular, según la expresión de Khunrath, la
luz astral o el alma de la tierra.
Todos los verdaderos adeptos han sido independientes hasta el suplicio; sobrios y castos
hasta la muerte, y la razón de esta anomalía es que, para disponer de una fuerza, no hay
que ser presa de esa misma fuerza en forma, que sea ella la que dispone de vosotros.
Pero entonces, exclamarán los hombres que busquen en la magia un medio de contestar
maravillosamente los anhelos de la naturaleza, ¿de qué sirve un poder del que no puede
uno usar para su satisfacción? ¡Pobres de las gentes que lo solicitan! Si yo os lo dijera,
¿cómo lo comprenderíais? ¿No son’nada las perlas porque no tengan valor alguno para
las huestes de Epicuro? ¿No encontraba Curtius más hermoso mandar a los que tenían
mucho orn que poseerlo él? ¿No es preciso ser algo más que un hombre ordinario
cuando se tiene la pretensión de ser casi un Dios? Por lo demás, yo lamento el afligiros
o desanimaros, pero yç no invento aquí las elevadas ciencias; las enseño y hago constar
las rigurosas necesidades al sentar sus primeras y más inexorables condiciones.
Pitágoras era un hombre libre, sobrio y casto; Apolonio de Tiana, Julio César, fueron
hombres de una asombrosa austeridad; Paracelso hacía dudar de su sexo, tan extraño era
alas debilidades amorosas; Raimond Llull llevaba los rigores de la vida hasta el más
exaltado ascetismo; Jerôme Cardafi exagera la práctica del ayuno hasta el punto de
morir de hambre si ha de creerse a la tradición; Agrippa, pobre y recorriendo el mundo
de pueblo en pueblo, murió casi la miseria, antes de sufrir los caprichos de una princesa
que insultaba a la libertad de la ciencia. ¿Cuál ha sido, pues, la dicha de estos hombres?
La inteligencia de los grandes secretos y la conciencia del poder. Era lo suficiente para
esas grandes almas. ¿Es preciso ser como ellos para saber lo que han sabido? No,
ciartamente, y este libro que escribo es quizá la prueba; mas, para hacer lo que ellos
hicieran, es absolutamente necesario tomar los medios que ellos tomaron.
Pero, realmente, ¿qué es lo que han hecho? Han asombrado y subyugado al mundo, han
reinado más efectivamente que los reyes. La magia es un instrumento de bondad divina
ode diabólico orgullo, pero es la muerte de las alegrías de la tierra y de los placeres de
la vida mortal.
—Entonces, ¿para qué estudiar? —dirán los vividores.
—Pues, sencillamente, para conocerla, y después también para aprender a deshacerse de
la incredulidad estúpida o de la credulidad pueril. Hombres de placer (y como mitad de
esos hombres, cuento también a las mujeres), ¿no es un placer muy grande el de la
curiosidad satisfecha? Leed, pues, sin temor, que no llegaréis a ser magos, a pesar
vuestro.
Además, estas disposiciones de renunciación absoluta no son necesarias más que para
establecer las corrientes universales y cambiar la paz del mundo; hay operaciones
mágicas relativas y limitadas a un determinado círculo de acción, para las que no son
necesarias tan heroicas virtudes. Puede obrarse sobre las pasiones por medio de las
pasiones, determinarlas simpatías o las antipatías, hacer enfermar o curar, sin poseer el
todo poderío del mago; es preciso únicamente prevenirse del riesgo que puede correrse
en una reacción proporcionada a la acción y de la que fácilmente podría convertir-se en
víctima. Todo esto se explicará en el Ritual.
Formar la cadena magica es establecer una corriente magnética, que será más y mas
fuerte en razón a la extensión de la misma. Veremos en el Ritual cómo estas corrientes
pueden producirse y cuáles son las diversas maneras de formar la cadena. La cubeta de
Mesmer era una cadena mágica bastante imperfecta; muchos grandes círculos de
iluminados, en diferentes países del norte, han sido cadenas más poderosas. La misma
sociedad de. ciertos sacerdotes católicos, célebres por su poder oculto y su
impopularidad, estaba establecida sobre el plan, y siguiendo las condiciones de las
cadenas mágicas más poderosas, siendo éste el secreto de su fuerza, que ellos atribuyen
exclusivamente a la gracia o a la voluntad de Dios, solución vulgar y fácil de todos los
problemas de fuerza en influencia o en arrastramiento. Ya podrá apreciarse en nuestro
Ritual la serie de ceremonias y de evocaciones, verdaderamente mágicas, que
componen la gran obra de la vocación, bajo el nombre de ejercicios de San Ignacio.
Todo entusiasmo propagado en una sociedad por consecuencias de comunicaciones y de
prácticas convenidas, produce una corriente magnética y se conserva o se aumenta por
la corriente. La acción de la corriente es arrastrar y exaltar a las personas impresionables
y débiles, a las organizaciones nerviosas, a los temperamentos dispuestos al histerismo,
o a las alucinaciones. Estas personas se hacen pronto poderosos vehículos de la fuerza
mágica y proyectan con fuerza la luz astral en la misma dirección de la corriente;
oponerse entonces alas manifestaciones de la fuerza, sería, de algún modo, combatir la
fatalidad. Cuando el joven fariseo Saul o Schol vino a arrojarse, con todo el fanatismo y
la testarudez de un sectario contra el cristianismo invasor, se colocaba a sí mismo, y a
despecho suyo, a merced del poder que creía combatir; así fue fulminado por un
relámpago magnético, realizado más instantáneamente por el efecto combinado de una
congestión cerebral y de una insolación.
La conversación del joven israelita Alfonso de Ratisbonna, es un hecho contemporáneo
de idéntica naturaleza. Nosotros conocemos una secta de entusiastas a quienes se les
oye reír a distancia y de cuya risa se contagia uno sin poder remediarlo ni aun
combatirla. Diré más; diré que los círculos mágicos y las corrientes magnéticas, se
establecen por sí mismas, e influencian siguiendo las leyes fatales, a aquellos que se
someten a su acción.
Cada uno de nosotros está a traido hacia un circulo de relaciones, que en su mundo y del
que sufre la influencia. Jean-Jacques Rousseau, ese legislador de la revolución francesa,
ese hombre en quien la nación más espiritual del mundo acepta como la encamación de
la razón humana, fue arrastrado a la más triste acción de su vida, al abandono de sus
hijos, por la influencia magnética de un círculo de libertinos y por una corriente mágica
de mesa de hotel.
Lo refiere sencilla e ingenuamente en sus Confesiones, y es un hecho en que nadie ha
reparado. Son los grandes círculos los que forman los grandes hombres y
recíprocamente. No hay en ellos genios incomprendidos; hay sí, hombres excéntricos y
la palabra parece haber sido inventada por un adepto. El hombre excéntrico en genio, es
aquel que trata de formarse un circulo luchando contra la fuerza de atracción central de
las cadenas y de las corrientes establecidas.
Su destino es ser vencido en lucha o triunfar. ¿Cuál es la doble condición del éxito es
semejante caso? Un punto central de fijeza y una acción circular perseverante de
iniciativa. El hombre de genio es aquel que ha descubierto una ley real y que, por
consecuencia, posee una fuerza invencible de acción y de dirección. Puede morir en la
obra; pero lo que ha querido se cumple a pesar de su muerte; porque la muerte es una
verdadera asunción para el genio. Cuando yo me eleve de la tierra -decía el más grande
de los iniciadores— yo lo arrastraré todo tras de mí.
La ley de las corrientes magnéticas es la del movimiento mismo de la luz astral. Este
movimiento es siempre doble y se multiplica en sentido contrario. Una grande acción
prepara siempre una reacción igual y el secreto de los grandes éxitos está todo él en la
presciencia de las reacciones. Así es como Chateaubriand, inspirado por el disgusto de
las saturnales revolucionarias, presintió y preparó el inmenso éxito de su Genio del
Cristianismo.
Oponerse a una corriente que comienza su círculo, es querer ser quebrantado, como lo
fue el grande e infortunado Emperador Juliano; oponerse a la corriente que ha recorrido
todo el círculo de su acción, es tomar la cabeza de la corriente contraria. El gran hombre
es aquel que llega a tiempo y que sabe innovar oportunamente.
Voltaire, en tiempo de los apóstoles, no hubiera encontrado eco a sus palabras, y no
habría sido, quizá, m~s que un parásito ingenioso de los festines de Trimalcyon.
En la época en que vivimos todo está preparado para una nueva explosión de
entusiasmo evangélico y de desinterés cristiano, precisamente a causa del
desencadenamiento universal, del positivismo egoísta y del público cinismo con que se
ostentan los más groseros intereses. El éxito de ciertos libros y las tendencias místicas
de los espíritus, son síntomas nada equívocos de esta predisposición general. Se
restauran los viejos templos y se edifican otros nuevos; cuanto más se siente el vacío de
creencias, con más ahínco se espera; el mundo entero espera, una vez más al Mesías,
que no puede tardar en venir.
Que se encuentre, por ejemplo, un hombre colocado en una elevada posición por su
rango o por su fortuna, un papa, un rey o un judío millonario, y que ese hombre
sacrifique pública y solemnemente todos sus intereses materiales a la salvación de la
humanidad, que se haga el redentor de los pobres, el propagador y aun la víctima de
doctrinas de abnegación y de caridad; y se formará a su alrededor un concurso inmenso,
y se producirá una completa conmoción en el mundo.
Pero la elevada posición del personaje es, ante todo, necesaria, porque es nuestros
tiempos de miseria y de charlatanismo, todo verbo que proceda de las bajas capas
sociales, viene ya con el sello de sospecha, de una ambición desmedida y de un interés
engañoso. Vosotros que no sois nadie y que no tenéis nada, no esperéis ser ni apóstoles
ni Mesías. Tenéis fe y queréis proceder en razón de vuestra fe, llegad, primero, a los
medios de acción, que son: la influencia del rango y del prestigio de la fortuna. En otras
épocas se hacía el oro con la ciencia; hoy día es preciso rehacer la ciencia con el oro. Se
fijó lo volátil, es precioso volatilizar lo fijo; en otros términos; se ha materializado el
espíritu, ahora es necesario llegar a espiritualizar la materia. La palabra más sublime no
tiene eco en nuestros días, si no se produce bajo la garantía de un nombre, es decir, de
un éxito que representa un valor material. ¿Cuánto vale un manuscrito? Lo que vale en
librería la firma del autor. La razón social Alejandro Dumas y Compañía, por ejemplo,
representa una de las garantías literarias de nuestra época; pero la casa Dumas no vale
más que por sus productos habituales, las novelas. Que Dumas encuentre una magnífica
utopía o una solución admirable al problema religioso, y no se considerarán esos
descubrimientos más que como caprichos divertidos del novelista y nadie los tomará en
seno, a pesar de la celebridad Europea del Panurgo de la literatura moderna. Estamos en
el siglo de las posiciones adquiridas; cada cual vale en razón a los que representa social
y comercialmente hablando. La ilimitada libertad de la palabra ha producido tal
conflicto de discursos, que ya hoy día nadie dice: «¿Qué dicen?» sino: «¿Qué ha dicho
ese?» si es Rothschild, o S. S. Pío IXo aun Monseñor Dupanloud, es alguna cosa. Si es
Tartempión, que fue, por lo demás (lo que es posible después de todo) un prodigio,
todavía ignorado, de genio, de ciencia y de buen sentido, no es nada.
A aquello que me dijeran: ¿Si posees el secreto de los grandes éxitos y de la fuerza que
puede cambiar el mundo, por qué no te sirves de ella? Yo le respondería Esta ciencia la
he adquirido demasiado tarde para mí mismo, y he perdido en adquirirla el tiempo y los
recursos que quizá me hubiera puesto en situación de hacer el uso debido; pero l~
ofrezco a aquellos que están en posición apia para hacerlo. Hombres ilustres, ricos,
grandes del mundo, que no estáis satisfechos con lo que tenéis y con lo que sois, y que
sentís dentro de vuestro corazón una ambición más notable y más amplia, ¿queréis ser
los padres de un mundo nuevo y los reyes de una civilización rejuvenecida? Un sabio,
pobre y oscum, ha encontrado la palanca de Arquimides y os la ofrece para el solo bien
de la humanidad y sin pediros nada en cambio.
Los fenómenos que últimamente han agitado a América y a Europa, a propósito de las
mesas parlantes y de las manifestaciones fluidicas, no son otra cosa que corrientes
magnéticas, que comienzan a formarse, y las solicitaciones de la naturaleza, que nos
invita, para la salvación de la humanidad, a reconstruir grandes cadenas simpáticas y
religiosas. Efectivamente, el estancamiento de la luz astral sería la muerte del género
humano, y las torpezas de ese agente secreto se han manifestado ya por espantosos
síntomas de descomposición y de muerte. El cólera morbo, por ejemplo, las epidemias
de las patatas y de la uva no obedecen a otra causa, como lo han, oscura y
simbólicamente, visto en sueños los dos pastorcillos de la Salette.
La inesperada fe que ha encontrado su relato y el concurso inmenso de peregrinos
determinado por un relato tan singular como vago, cual es el de dos niños sin
instrucción y casi sin moralidad, son pruebas de la realidad magnética del hecho, y de la
tendencia fluídica de la misma tierra a operar la curación de sus habitantes.
La supersticiones son instintivas, y todo lo que es instinto tiene una razón de ser en la
naturaleza misma de las cosas; es en esto en lo que los escépticos no han reflexionado
todavía poco ni mucho.
Nosotros atribuimos, pues, todos los hechos extraños del movimiento de las mesas al
agente magnético universal, que busca una cadena de entusiasmo para formar nuevas
corrientes. Es una fuerza ciega, por sí misma, pero que puede ser dirigida por la
voluntad de los hombres y que está influenciada por las opiniones circulantes.
Este fluido universal, si se quiere que sea fluido, siendo el medio común de todos los
organismos nerviosos y el vehículo de todos las vibraciones sensitivas, establece entre
las personas impresionables una verdadera solidaridad física, y transmite de las unas
alas otras impresiones de la imaginación y del pensamiento. El movimiento de la cosa
inerte, determinado por las ondulaciones del agente universal, obedece a la impresión
dominante y reproduce en sus revelaciones, tan pronto toda la lucidez de los más
maravillosos ensueños, tan pronto toda la extravagancia y toda la falacia de los sueños
más incoherentes y mšs vagos.
Los golpes dados sobre los muebles; la agitación ruidosa de las vajillas; los intrumentos
de música sonando por sí mismos son ilusiones producidas por las mismas causas. Los
milagros de los convulsionarios de San Medardo, eran del mismo orden y parecían con
frecuencia interrumpir las leyes de la naturaleza. Exageración, por una parte, producida
por la fascinación, que es la embriaguez, ocasionada por las congestiones de luz astral,
y de la otra, oscilaciones o movimientos reales impresos a la materia inerte por el agente
universal y sutil del movimiento y de la vida; he aquí todo lo que hay en el fondo de
esas cosas tan maravillosas, como podrían fácilmente convencerse reproduciendo a
voluntad, por los medios indicados en el Ritual, los más asombrados de esos prodigios,
y comprobar sin dificultad la ausencia de superchería, de alucinación o de error.
Me ha ocurrido muchas veces, después de haber realizado experiencias de cadena
mágica, hechas con personas sin buena intención y sin simpatías, de vernie despertado,
preso de un sobresalto, durante la noche, y víctima de impresiones y contactos
verdaderamente horribles; una noche, entre otras, sentí la presión de una mano que me
estrangulaba; me levanté, encendí la lámpara y me puse tranquilamente a trabajar para
utilizar mi insomnio y desviar las fantasías del sueño. Entonces, los libros se
desplazaban cerca de mí, ruidosamente; laš maderas crujían con estrépito, como si
fueran a romperse, y golpes continuados y sordos resonaban en el techo, en el suelo y en
las paredes. Yo observaba con curiosidad, pero tranquilamente, todos estos fenómenos,
que no serían menos maravillosos si solamente mi imagináción hiciera los gastos, tanto
había de realidad en sus apariencias. Como acabo de decir, no me sentía en forma
alguna atemorizado, y me ocupaba en aquel momento de otra cosa que no eran
ciertamente ciencias ocultas.
Fue por la repetición de estos hechos por lo que intenté experiencias de evocación, con
la ayuda del ceremonial mágico de los antiguos, obteniendo resultados verdaderamente
extraordinarios, que haré constar en el capítulo decimotercero de este libro.
_
12
M
LA GRAN OBRA
Discite - Crux
El gran agente mágico que hemos llamado luz astral. que otros llaman el alma de la
tierra, los antiguos alquimistas denominaban Azoe y Magnesio, esa fuerza oculta, única
e incontestable la llave de todos los imperios, el secreto de todos los poderes, es el
dragon volador de Medea, la serpiente del misterio Edénico; es el espejo universal de
las visiones, el nudo de las simpatías, el manantial de amores, de la profecía y de la
gloria. Saber apoderarse de ese agente, es ser depositario del mismo poder de Dios; toda
la magia real, efectiva, todo el verdadero poder oculto, está en esto, y todos los libros de
la verdadera ciencia no tienen otro fin que el de demostrarlo.
Para apoderarse del gran agente mágico son necesarias dos operaciones:
concentrar y proyectar, o en otros términos, fijar y mover.
El autor de todas las cosas ha dado como base y como garantía al movimiento la fijeza:
el mago debe operar en la misma forma.
El entusiasmo es contagioso, se dice. ¿Por qué? Porque el entusiasmo no se produce sin
creencias arraigadas. La fe, produce la fe; creer es tener una razón de querer; querer con
razón, es querer con fuerza, yo no diré que infinita, pero si indefinida.
Lo que se opera en el mundo moral e intelectual se verifica con mayor motivo en el
físico; cuando Arquímides solicitaba un punto de apoyo para levantar el mundo,
buscaba simplemente el gran arcano mágico.
Sobre uno de los brazos del andrógino de Heinrich Khunrath se lee esta palabra:
COAGULA y sobre el otro: SOLVE.
Reunir y repartir son los dos verbos de la Naturaleza; pero ¿cómo reunir, acumular, y
cómo repartir la luz astral o el alma del mundo?’
Se reúne o acumula por el aislamiento y se reparte por medio de la cadena mágica.
El aislamiento consiste para el pensamiento, en una independencia absoluta; para el
corazón, en una libertad completa; para los sentidos, en una continencia perfecta:
Todo individuo que tiene prejuicios y temores; todo hombre apasionado y esclavo de
sus pasiones, es incapaz de acumular o de coagular, según la expresión de Khunrath, la
luz astral o el alma de la tierra.
Todos los verdaderos adeptos han sido independientes hasta el suplicio; sobrios y castos
hasta la muerte, y la razón de esta anomalía es que, para disponer de una fuerza, no hay
que ser presa de esa misma fuerza en forma, que sea ella la que dispone de vosotros.
Pero entonces, exclamarán los hombres que busquen en la magia un medio de contestar
maravillosamente los anhelos de la naturaleza, ¿de qué sirve un poder del que no puede
uno usar para su satisfacción? ¡Pobres de las gentes que lo solicitan! Si yo os lo dijera,
¿cómo lo comprenderíais? ¿No son’nada las perlas porque no tengan valor alguno para
las huestes de Epicuro? ¿No encontraba Curtius más hermoso mandar a los que tenían
mucho orn que poseerlo él? ¿No es preciso ser algo más que un hombre ordinario
cuando se tiene la pretensión de ser casi un Dios? Por lo demás, yo lamento el afligiros
o desanimaros, pero yç no invento aquí las elevadas ciencias; las enseño y hago constar
las rigurosas necesidades al sentar sus primeras y más inexorables condiciones.
Pitágoras era un hombre libre, sobrio y casto; Apolonio de Tiana, Julio César, fueron
hombres de una asombrosa austeridad; Paracelso hacía dudar de su sexo, tan extraño era
alas debilidades amorosas; Raimond Llull llevaba los rigores de la vida hasta el más
exaltado ascetismo; Jerôme Cardafi exagera la práctica del ayuno hasta el punto de
morir de hambre si ha de creerse a la tradición; Agrippa, pobre y recorriendo el mundo
de pueblo en pueblo, murió casi la miseria, antes de sufrir los caprichos de una princesa
que insultaba a la libertad de la ciencia. ¿Cuál ha sido, pues, la dicha de estos hombres?
La inteligencia de los grandes secretos y la conciencia del poder. Era lo suficiente para
esas grandes almas. ¿Es preciso ser como ellos para saber lo que han sabido? No,
ciartamente, y este libro que escribo es quizá la prueba; mas, para hacer lo que ellos
hicieran, es absolutamente necesario tomar los medios que ellos tomaron.
Pero, realmente, ¿qué es lo que han hecho? Han asombrado y subyugado al mundo, han
reinado más efectivamente que los reyes. La magia es un instrumento de bondad divina
ode diabólico orgullo, pero es la muerte de las alegrías de la tierra y de los placeres de
la vida mortal.
—Entonces, ¿para qué estudiar? —dirán los vividores.
—Pues, sencillamente, para conocerla, y después también para aprender a deshacerse de
la incredulidad estúpida o de la credulidad pueril. Hombres de placer (y como mitad de
esos hombres, cuento también a las mujeres), ¿no es un placer muy grande el de la
curiosidad satisfecha? Leed, pues, sin temor, que no llegaréis a ser magos, a pesar
vuestro.
Además, estas disposiciones de renunciación absoluta no son necesarias más que para
establecer las corrientes universales y cambiar la paz del mundo; hay operaciones
mágicas relativas y limitadas a un determinado círculo de acción, para las que no son
necesarias tan heroicas virtudes. Puede obrarse sobre las pasiones por medio de las
pasiones, determinarlas simpatías o las antipatías, hacer enfermar o curar, sin poseer el
todo poderío del mago; es preciso únicamente prevenirse del riesgo que puede correrse
en una reacción proporcionada a la acción y de la que fácilmente podría convertir-se en
víctima. Todo esto se explicará en el Ritual.
Formar la cadena magica es establecer una corriente magnética, que será más y mas
fuerte en razón a la extensión de la misma. Veremos en el Ritual cómo estas corrientes
pueden producirse y cuáles son las diversas maneras de formar la cadena. La cubeta de
Mesmer era una cadena mágica bastante imperfecta; muchos grandes círculos de
iluminados, en diferentes países del norte, han sido cadenas más poderosas. La misma
sociedad de. ciertos sacerdotes católicos, célebres por su poder oculto y su
impopularidad, estaba establecida sobre el plan, y siguiendo las condiciones de las
cadenas mágicas más poderosas, siendo éste el secreto de su fuerza, que ellos atribuyen
exclusivamente a la gracia o a la voluntad de Dios, solución vulgar y fácil de todos los
problemas de fuerza en influencia o en arrastramiento. Ya podrá apreciarse en nuestro
Ritual la serie de ceremonias y de evocaciones, verdaderamente mágicas, que
componen la gran obra de la vocación, bajo el nombre de ejercicios de San Ignacio.
Todo entusiasmo propagado en una sociedad por consecuencias de comunicaciones y de
prácticas convenidas, produce una corriente magnética y se conserva o se aumenta por
la corriente. La acción de la corriente es arrastrar y exaltar a las personas impresionables
y débiles, a las organizaciones nerviosas, a los temperamentos dispuestos al histerismo,
o a las alucinaciones. Estas personas se hacen pronto poderosos vehículos de la fuerza
mágica y proyectan con fuerza la luz astral en la misma dirección de la corriente;
oponerse entonces alas manifestaciones de la fuerza, sería, de algún modo, combatir la
fatalidad. Cuando el joven fariseo Saul o Schol vino a arrojarse, con todo el fanatismo y
la testarudez de un sectario contra el cristianismo invasor, se colocaba a sí mismo, y a
despecho suyo, a merced del poder que creía combatir; así fue fulminado por un
relámpago magnético, realizado más instantáneamente por el efecto combinado de una
congestión cerebral y de una insolación.
La conversación del joven israelita Alfonso de Ratisbonna, es un hecho contemporáneo
de idéntica naturaleza. Nosotros conocemos una secta de entusiastas a quienes se les
oye reír a distancia y de cuya risa se contagia uno sin poder remediarlo ni aun
combatirla. Diré más; diré que los círculos mágicos y las corrientes magnéticas, se
establecen por sí mismas, e influencian siguiendo las leyes fatales, a aquellos que se
someten a su acción.
Cada uno de nosotros está a traido hacia un circulo de relaciones, que en su mundo y del
que sufre la influencia. Jean-Jacques Rousseau, ese legislador de la revolución francesa,
ese hombre en quien la nación más espiritual del mundo acepta como la encamación de
la razón humana, fue arrastrado a la más triste acción de su vida, al abandono de sus
hijos, por la influencia magnética de un círculo de libertinos y por una corriente mágica
de mesa de hotel.
Lo refiere sencilla e ingenuamente en sus Confesiones, y es un hecho en que nadie ha
reparado. Son los grandes círculos los que forman los grandes hombres y
recíprocamente. No hay en ellos genios incomprendidos; hay sí, hombres excéntricos y
la palabra parece haber sido inventada por un adepto. El hombre excéntrico en genio, es
aquel que trata de formarse un circulo luchando contra la fuerza de atracción central de
las cadenas y de las corrientes establecidas.
Su destino es ser vencido en lucha o triunfar. ¿Cuál es la doble condición del éxito es
semejante caso? Un punto central de fijeza y una acción circular perseverante de
iniciativa. El hombre de genio es aquel que ha descubierto una ley real y que, por
consecuencia, posee una fuerza invencible de acción y de dirección. Puede morir en la
obra; pero lo que ha querido se cumple a pesar de su muerte; porque la muerte es una
verdadera asunción para el genio. Cuando yo me eleve de la tierra -decía el más grande
de los iniciadores— yo lo arrastraré todo tras de mí.
La ley de las corrientes magnéticas es la del movimiento mismo de la luz astral. Este
movimiento es siempre doble y se multiplica en sentido contrario. Una grande acción
prepara siempre una reacción igual y el secreto de los grandes éxitos está todo él en la
presciencia de las reacciones. Así es como Chateaubriand, inspirado por el disgusto de
las saturnales revolucionarias, presintió y preparó el inmenso éxito de su Genio del
Cristianismo.
Oponerse a una corriente que comienza su círculo, es querer ser quebrantado, como lo
fue el grande e infortunado Emperador Juliano; oponerse a la corriente que ha recorrido
todo el círculo de su acción, es tomar la cabeza de la corriente contraria. El gran hombre
es aquel que llega a tiempo y que sabe innovar oportunamente.
Voltaire, en tiempo de los apóstoles, no hubiera encontrado eco a sus palabras, y no
habría sido, quizá, m~s que un parásito ingenioso de los festines de Trimalcyon.
En la época en que vivimos todo está preparado para una nueva explosión de
entusiasmo evangélico y de desinterés cristiano, precisamente a causa del
desencadenamiento universal, del positivismo egoísta y del público cinismo con que se
ostentan los más groseros intereses. El éxito de ciertos libros y las tendencias místicas
de los espíritus, son síntomas nada equívocos de esta predisposición general. Se
restauran los viejos templos y se edifican otros nuevos; cuanto más se siente el vacío de
creencias, con más ahínco se espera; el mundo entero espera, una vez más al Mesías,
que no puede tardar en venir.
Que se encuentre, por ejemplo, un hombre colocado en una elevada posición por su
rango o por su fortuna, un papa, un rey o un judío millonario, y que ese hombre
sacrifique pública y solemnemente todos sus intereses materiales a la salvación de la
humanidad, que se haga el redentor de los pobres, el propagador y aun la víctima de
doctrinas de abnegación y de caridad; y se formará a su alrededor un concurso inmenso,
y se producirá una completa conmoción en el mundo.
Pero la elevada posición del personaje es, ante todo, necesaria, porque es nuestros
tiempos de miseria y de charlatanismo, todo verbo que proceda de las bajas capas
sociales, viene ya con el sello de sospecha, de una ambición desmedida y de un interés
engañoso. Vosotros que no sois nadie y que no tenéis nada, no esperéis ser ni apóstoles
ni Mesías. Tenéis fe y queréis proceder en razón de vuestra fe, llegad, primero, a los
medios de acción, que son: la influencia del rango y del prestigio de la fortuna. En otras
épocas se hacía el oro con la ciencia; hoy día es preciso rehacer la ciencia con el oro. Se
fijó lo volátil, es precioso volatilizar lo fijo; en otros términos; se ha materializado el
espíritu, ahora es necesario llegar a espiritualizar la materia. La palabra más sublime no
tiene eco en nuestros días, si no se produce bajo la garantía de un nombre, es decir, de
un éxito que representa un valor material. ¿Cuánto vale un manuscrito? Lo que vale en
librería la firma del autor. La razón social Alejandro Dumas y Compañía, por ejemplo,
representa una de las garantías literarias de nuestra época; pero la casa Dumas no vale
más que por sus productos habituales, las novelas. Que Dumas encuentre una magnífica
utopía o una solución admirable al problema religioso, y no se considerarán esos
descubrimientos más que como caprichos divertidos del novelista y nadie los tomará en
seno, a pesar de la celebridad Europea del Panurgo de la literatura moderna. Estamos en
el siglo de las posiciones adquiridas; cada cual vale en razón a los que representa social
y comercialmente hablando. La ilimitada libertad de la palabra ha producido tal
conflicto de discursos, que ya hoy día nadie dice: «¿Qué dicen?» sino: «¿Qué ha dicho
ese?» si es Rothschild, o S. S. Pío IXo aun Monseñor Dupanloud, es alguna cosa. Si es
Tartempión, que fue, por lo demás (lo que es posible después de todo) un prodigio,
todavía ignorado, de genio, de ciencia y de buen sentido, no es nada.
A aquello que me dijeran: ¿Si posees el secreto de los grandes éxitos y de la fuerza que
puede cambiar el mundo, por qué no te sirves de ella? Yo le respondería Esta ciencia la
he adquirido demasiado tarde para mí mismo, y he perdido en adquirirla el tiempo y los
recursos que quizá me hubiera puesto en situación de hacer el uso debido; pero l~
ofrezco a aquellos que están en posición apia para hacerlo. Hombres ilustres, ricos,
grandes del mundo, que no estáis satisfechos con lo que tenéis y con lo que sois, y que
sentís dentro de vuestro corazón una ambición más notable y más amplia, ¿queréis ser
los padres de un mundo nuevo y los reyes de una civilización rejuvenecida? Un sabio,
pobre y oscum, ha encontrado la palanca de Arquimides y os la ofrece para el solo bien
de la humanidad y sin pediros nada en cambio.
Los fenómenos que últimamente han agitado a América y a Europa, a propósito de las
mesas parlantes y de las manifestaciones fluidicas, no son otra cosa que corrientes
magnéticas, que comienzan a formarse, y las solicitaciones de la naturaleza, que nos
invita, para la salvación de la humanidad, a reconstruir grandes cadenas simpáticas y
religiosas. Efectivamente, el estancamiento de la luz astral sería la muerte del género
humano, y las torpezas de ese agente secreto se han manifestado ya por espantosos
síntomas de descomposición y de muerte. El cólera morbo, por ejemplo, las epidemias
de las patatas y de la uva no obedecen a otra causa, como lo han, oscura y
simbólicamente, visto en sueños los dos pastorcillos de la Salette.
La inesperada fe que ha encontrado su relato y el concurso inmenso de peregrinos
determinado por un relato tan singular como vago, cual es el de dos niños sin
instrucción y casi sin moralidad, son pruebas de la realidad magnética del hecho, y de la
tendencia fluídica de la misma tierra a operar la curación de sus habitantes.
La supersticiones son instintivas, y todo lo que es instinto tiene una razón de ser en la
naturaleza misma de las cosas; es en esto en lo que los escépticos no han reflexionado
todavía poco ni mucho.
Nosotros atribuimos, pues, todos los hechos extraños del movimiento de las mesas al
agente magnético universal, que busca una cadena de entusiasmo para formar nuevas
corrientes. Es una fuerza ciega, por sí misma, pero que puede ser dirigida por la
voluntad de los hombres y que está influenciada por las opiniones circulantes.
Este fluido universal, si se quiere que sea fluido, siendo el medio común de todos los
organismos nerviosos y el vehículo de todos las vibraciones sensitivas, establece entre
las personas impresionables una verdadera solidaridad física, y transmite de las unas
alas otras impresiones de la imaginación y del pensamiento. El movimiento de la cosa
inerte, determinado por las ondulaciones del agente universal, obedece a la impresión
dominante y reproduce en sus revelaciones, tan pronto toda la lucidez de los más
maravillosos ensueños, tan pronto toda la extravagancia y toda la falacia de los sueños
más incoherentes y mšs vagos.
Los golpes dados sobre los muebles; la agitación ruidosa de las vajillas; los intrumentos
de música sonando por sí mismos son ilusiones producidas por las mismas causas. Los
milagros de los convulsionarios de San Medardo, eran del mismo orden y parecían con
frecuencia interrumpir las leyes de la naturaleza. Exageración, por una parte, producida
por la fascinación, que es la embriaguez, ocasionada por las congestiones de luz astral,
y de la otra, oscilaciones o movimientos reales impresos a la materia inerte por el agente
universal y sutil del movimiento y de la vida; he aquí todo lo que hay en el fondo de
esas cosas tan maravillosas, como podrían fácilmente convencerse reproduciendo a
voluntad, por los medios indicados en el Ritual, los más asombrados de esos prodigios,
y comprobar sin dificultad la ausencia de superchería, de alucinación o de error.
Me ha ocurrido muchas veces, después de haber realizado experiencias de cadena
mágica, hechas con personas sin buena intención y sin simpatías, de vernie despertado,
preso de un sobresalto, durante la noche, y víctima de impresiones y contactos
verdaderamente horribles; una noche, entre otras, sentí la presión de una mano que me
estrangulaba; me levanté, encendí la lámpara y me puse tranquilamente a trabajar para
utilizar mi insomnio y desviar las fantasías del sueño. Entonces, los libros se
desplazaban cerca de mí, ruidosamente; laš maderas crujían con estrépito, como si
fueran a romperse, y golpes continuados y sordos resonaban en el techo, en el suelo y en
las paredes. Yo observaba con curiosidad, pero tranquilamente, todos estos fenómenos,
que no serían menos maravillosos si solamente mi imagináción hiciera los gastos, tanto
había de realidad en sus apariencias. Como acabo de decir, no me sentía en forma
alguna atemorizado, y me ocupaba en aquel momento de otra cosa que no eran
ciertamente ciencias ocultas.
Fue por la repetición de estos hechos por lo que intenté experiencias de evocación, con
la ayuda del ceremonial mágico de los antiguos, obteniendo resultados verdaderamente
extraordinarios, que haré constar en el capítulo decimotercero de este libro.
_
12
M
LA GRAN OBRA
Discite - Crux
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La gran obra es, ante todo, la creación del hombre por sí mismo, es decir, la conquista,
plena y completa, que hace de sus facultades y de su porvenir; es, especialmente, la
emancipación perfecta de su voluntad que le asegura el imperio universal del ázoe y el
dominio de la magnesia, es decire, un pleno poder sobre el agente mágico universal.
Este agente mágico, que los antiguos filósofos herméticos disfrazaron bajo el nombre de
materia primera determina las formas de la sustancia modificable, y puede, realmente
por su medio, llegar a la transmutación metálica y a la medicina universal. Esto no es
una hipótesis; es un hecho científico ya rigurosamente aprobado y perfectamente
demostrable.
Nicholas Flamel y Ramon Liull, pobres ambos, distribuyeron de un modo evidente,
inmensas riquezas.
Agrippa no llegó nunca más que a la primera parte de la gran obra y murió
penosamente, luchando para poseerse únicamente y fijar su independencia.
Existen, por consiguiente, dos operaciones herméticas: la una espiritual y la otra
material y dependientes de la una de la otra.
Toda la ciencia hermética está contenida en el dogma de Hermes, primitivamente
grabado, según dicen, sobre una esmeralda. Ya hemos explicado los primeros artículos;
he aquí los que se refieren ala operación de la gran obra.
«Tú separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo espeso, con gran industria.
»Sube de la tierra al cielo, y de rechazo desciende a la tierra, y recibe la fuerza de las
cosas superiores e inferiores.
»Tú tendrás, por ese medio, la gloria de todo el mundo y por eso toda oscuridad huirá
de ti.
»Es la fuerza fuente de toda fuerza, porque ella vencerá toda cosa sutil y penetrará toda
cosa sólida.
La gran obra es, ante todo, la creación del hombre por sí mismo, es decir, la conquista,
plena y completa, que hace de sus facultades y de su porvenir; es, especialmente, la
emancipación perfecta de su voluntad que le asegura el imperio universal del ázoe y el
dominio de la magnesia, es decire, un pleno poder sobre el agente mágico universal.
Este agente mágico, que los antiguos filósofos herméticos disfrazaron bajo el nombre de
materia primera determina las formas de la sustancia modificable, y puede, realmente
por su medio, llegar a la transmutación metálica y a la medicina universal. Esto no es
una hipótesis; es un hecho científico ya rigurosamente aprobado y perfectamente
demostrable.
Nicholas Flamel y Ramon Liull, pobres ambos, distribuyeron de un modo evidente,
inmensas riquezas.
Agrippa no llegó nunca más que a la primera parte de la gran obra y murió
penosamente, luchando para poseerse únicamente y fijar su independencia.
Existen, por consiguiente, dos operaciones herméticas: la una espiritual y la otra
material y dependientes de la una de la otra.
Toda la ciencia hermética está contenida en el dogma de Hermes, primitivamente
grabado, según dicen, sobre una esmeralda. Ya hemos explicado los primeros artículos;
he aquí los que se refieren ala operación de la gran obra.
«Tú separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo espeso, con gran industria.
»Sube de la tierra al cielo, y de rechazo desciende a la tierra, y recibe la fuerza de las
cosas superiores e inferiores.
»Tú tendrás, por ese medio, la gloria de todo el mundo y por eso toda oscuridad huirá
de ti.
»Es la fuerza fuente de toda fuerza, porque ella vencerá toda cosa sutil y penetrará toda
cosa sólida.
_
»Así ha sido creado el mundo.»
»Así ha sido creado el mundo.»
_
Separar lo sutil de lo espeso, en la primera operación, que es puramente interna, es
franquear su alma de todo prejuicio y de todo vicio; loque se hace con el uso de la sal
filosófica, es decir, de la sabiduría; del mercurio, es decir, de la habilidad personal y del
trabajo, y, por último, del azufre, que representa la energía vital y el calor de las
voluntades. Se arriba por este medio a cambiar en oro espiritual, desde las cosas menos
preciosas, hasta las inmundicias de la tierra.
En este sentido es como hay que admitir las parábolas de la gran turba de filósofos, de
Bernardo el Trevisano, de Basilio Valentmn, de María la Egipciaca y de otros profetas
de la alquimia; pero, en sus obras como en la gran obra, es preciso separar hábilmente lo
sutil de lo espeso, lo místico de lo positivo, la alegoría de la teoría. Si se quiere leerlos
con placer e inteligencia, es necesario, ante todo, entenderlos alegóricamente por completo,
para después descender de las alegorías a las realidades por la vía de las
correspondencias o analogías indicadas en el dogma único.
Lo que está arriba es como lo que está abajo y recíprocamente.
La palabra ART invertida, o leída en la forma que se leían las escrituras sagradas y
primitivas, es decir, de derecha a izquierda, manifiesta por esas tres iniciales los
diferentes grados de la gran obra: T, significa ternario, teoría trabajo; R, realización; A,
adaptación. En el l2 capítulo del Ritual, daremos la receta de los grandes maestros para
la adaptación, y, especialmente, la contenida en la fortaleza hermética de Henri
Khunrath.
Pero recomendamos a las investigaciones de nuestros lectores un admirable tratado
atribuido a Hermes Trismegisto y que lleva por título Minerva Mundi.
Este tratado se encuentra únicamente en algunas ediciones de Hermes y contiene, bajo
alegorías llenas de poesías y de profundidad, el dogma de la creación de los seres por sí
mismos, o de la ley de creación que resulta del acuerdo de los fuerzas, de aquellas que
los alquimistas llamaban lo fijo y lo volátil, y que son, en lo absoluto la necesidad y la
libertad. Allí se explica la diversidad de formas repartidas en la Naturaleza por la
diversidad de espíritus y las monstruosidades por la divergencia de los esfuerzos. La
lectura y la meditación de esta obra son indispensables a todos los adeptos que quieran
profundizar los misterios de la Naturaleza y entregarse seriamente a la busca de la gran
obra.
Cuando los maestros de la alquimia dicen que es preciso poco tiempo y poco dinero
para realizar las obras de la ciencia; cuando, sobre todo, afirman que sólo un vaso es
necesario; cuando hablan del grande y único atanor que todos pueden usar, que está al
alcance de todo el mundo y que los hombres poseen sin saberlo, aluden a la alquimia
filosófica y moral. En efecto, una voluntad fuerte y decidida puede llegar en poco
tiempo a la independencia absoluta y todos nosotros poseemos el instrumento químico,
el grande y único atanor que sirve para separar lo sutil de lo espeso y lo fijo de lo
volátil. Este instrumento completo como el mundo y preciso como las matematicas esta
designado por los sabios bajo el emblema del pentagrama o estrella de cinco puntas que
es el signo absoluto de la inteligencia humana, Yo imitare a los sabios no nombándole;
pero es demasiado fácil adivinarlo.8
La figura del Tarot, que corresponde a este capítulo, ha sido mal comprendida por Court
de Gebelin y por Etteilla, quienes han creído ver únicamente un error cometido por un
fabricante de cartas alemán. Esta figura representa a un hombre con las manos atadas
detrás de la espalda, llevando dos sacos de dinero debajo de los brazos y colgado de un
pie a un aparato compuesto de dos troncos de árbol, teniendo cada uno de ellos una raíz
de seis ramas cortadas y de un travesaño, que completa la figura de la TAU hebrea
las piernas del paciente están cruzadas, y sus codos forman un triángulo con su cabeza.
Ahora bien, el triangulo sobremontado por una cruz, significa en alquimia el fin y la
perfeccion de la gran obra, significacion identica a la de la letra , , que es la ultima
del alfabeto sagrado.
Es ahorcado es, pues, el adepto, ligado por sus compromisos, espiritualizado, con los
pies dirigidos hacia el cielo; es también Prometeo, sufriendo con una tortura inmortal la
pena de su glorioso vuelo.
8 Debe referirse al Cuerpo humano que con piernas y brazos abiertos mas la cabeza forma un pentagrama.
Ademas se sabe que el cuerpo humano es un verdadero laboratorio químico y que las pasiones del
hombre son resultado de la bioquímica.
Es, vulgarmente, Judas el traidor, y su suplicio amenaza a los reveladores de la gran
obra. Por último, para los cabalistas judíos, ese ahorcado, que corresponde a su
duodécimo dogma, el del prometido Mesías, es una protesta contra el Salvador
reconocido por los cristianos, a quien parece todavía decir:
¿Cómo salvarías tú a los demás, si no has podido salvarte a ti mismo?
En el Sepher-Toldos-Jeschu, compilación rabínica anticristiana, se encuentra una
singular parábola: Jeschu —dice el rabino autor de la leyenda-viajaba con Simón
Barjona y Judas Iscariote. Llegaron tarde y fatigados a una casa aislada; tenían mucha
hambre y no tenían que comer más que una gansa polla, muy pequeña y muy flaca. Era
bastante poco para tres personas; repartirla, habría sido solamente aguijonear el hambre
sin satisfacerla. Convinieron, pues, echarla a la suerte; pero como no podían contener el
sueño, dijo Jesús: Vamos a dormir, mientras se prepara la cena; cuando nos
despertemos, nos contaremos nuestros sueños, y aquel que haya obtenido el más
hermoso ensueño, aquel se comerá solo la gansilla. Así se hizo. Durmieron y se
despertaron. Yo—dijo San Pablo—he soñado que era el vicario de Dios. Yo —dijo
Jesús— que era el mismo Dios. Y yo—repuso el hipócritamente Judas— he soñado que
era sonámbulo y que me levantaba, descendía lentamente y retiraba la gansa del asador
y me la comía. Después de esto descendieron al piso; pero la gansa había,
efectivamente, desaparecido. Judas había soñado despierto.
Esta leyenda es una protesta del positivismo judío contra el misticismo cristiano. En
efecto, en tanto que los creyentes se entregaban a hermosos sueños, el israelita
proscripto, el Judas de la civilización cristiana trabajaba, vendía, hacía agiotajes y se
enriquecía, apoderándose de las realidades de la vida presente, y se colocaba en
situación de prestar medios de existencia a los mismo cultos que le habían durante tanto
tiempo proscripto. Los antiguos adoradores del arca, fieles al culto del arca del dinero,
tienen en la actualidad la Bolsa por templo, y es desde ella desde donde gobiernan el
mundo cristiano. Judas puede, en efecto, felicitarse de no haber dormido como San
Pedro.
En las antiguas escrituras, anteriores a la cautividad, la Tau hebrea tiene la figura de una
cruz, lo que confirma, una vez más, nuestra interpretación de la duodécima lámina del
Tarot cabalístico. La cruz, generadora de cuatro triángulos, es también el signo sagrado
del duodenario, y los egipcios le llamaban por esto mismo la llave del cielo. Así,
Etteilla, embarazado en sus largas investigaciones para conciliar las necesidades
analógicas de la figura con su opinión personal (había sufrido en esto la influencia del
sabio Court de Gebelin), ha colocado en la mano de su ahorcado vuelta, de laque ha
hecho la prudencia, un caduceo hermético formado con dos serpientes y una tau griega.
Puesto que había comprendido la necesidad de la tau o de la cruz en la duodécima
página del libro de THOT; habría debido comprender el múltiple y magnífico símbolo
del ahorcado hermético, el Prometeo de la ciencia, el hombre viviente que no toca la
tierra más que con el pensamiento, y cuya base esta en el cielo, el adepto, libre y
sacrificado el revelador, amenazado de muerte: la conjuración del judaísmo contra el
Cristo, que parece ser una confesión involuntaria de la divinidad oculta del sacrificado,
el signo, en fin, de la obra realizada, del cielo terminado, la Tau intermediaria, que
resume, por primera vez ante el último denario, los signos del alfabeto sagrado.
Separar lo sutil de lo espeso, en la primera operación, que es puramente interna, es
franquear su alma de todo prejuicio y de todo vicio; loque se hace con el uso de la sal
filosófica, es decir, de la sabiduría; del mercurio, es decir, de la habilidad personal y del
trabajo, y, por último, del azufre, que representa la energía vital y el calor de las
voluntades. Se arriba por este medio a cambiar en oro espiritual, desde las cosas menos
preciosas, hasta las inmundicias de la tierra.
En este sentido es como hay que admitir las parábolas de la gran turba de filósofos, de
Bernardo el Trevisano, de Basilio Valentmn, de María la Egipciaca y de otros profetas
de la alquimia; pero, en sus obras como en la gran obra, es preciso separar hábilmente lo
sutil de lo espeso, lo místico de lo positivo, la alegoría de la teoría. Si se quiere leerlos
con placer e inteligencia, es necesario, ante todo, entenderlos alegóricamente por completo,
para después descender de las alegorías a las realidades por la vía de las
correspondencias o analogías indicadas en el dogma único.
Lo que está arriba es como lo que está abajo y recíprocamente.
La palabra ART invertida, o leída en la forma que se leían las escrituras sagradas y
primitivas, es decir, de derecha a izquierda, manifiesta por esas tres iniciales los
diferentes grados de la gran obra: T, significa ternario, teoría trabajo; R, realización; A,
adaptación. En el l2 capítulo del Ritual, daremos la receta de los grandes maestros para
la adaptación, y, especialmente, la contenida en la fortaleza hermética de Henri
Khunrath.
Pero recomendamos a las investigaciones de nuestros lectores un admirable tratado
atribuido a Hermes Trismegisto y que lleva por título Minerva Mundi.
Este tratado se encuentra únicamente en algunas ediciones de Hermes y contiene, bajo
alegorías llenas de poesías y de profundidad, el dogma de la creación de los seres por sí
mismos, o de la ley de creación que resulta del acuerdo de los fuerzas, de aquellas que
los alquimistas llamaban lo fijo y lo volátil, y que son, en lo absoluto la necesidad y la
libertad. Allí se explica la diversidad de formas repartidas en la Naturaleza por la
diversidad de espíritus y las monstruosidades por la divergencia de los esfuerzos. La
lectura y la meditación de esta obra son indispensables a todos los adeptos que quieran
profundizar los misterios de la Naturaleza y entregarse seriamente a la busca de la gran
obra.
Cuando los maestros de la alquimia dicen que es preciso poco tiempo y poco dinero
para realizar las obras de la ciencia; cuando, sobre todo, afirman que sólo un vaso es
necesario; cuando hablan del grande y único atanor que todos pueden usar, que está al
alcance de todo el mundo y que los hombres poseen sin saberlo, aluden a la alquimia
filosófica y moral. En efecto, una voluntad fuerte y decidida puede llegar en poco
tiempo a la independencia absoluta y todos nosotros poseemos el instrumento químico,
el grande y único atanor que sirve para separar lo sutil de lo espeso y lo fijo de lo
volátil. Este instrumento completo como el mundo y preciso como las matematicas esta
designado por los sabios bajo el emblema del pentagrama o estrella de cinco puntas que
es el signo absoluto de la inteligencia humana, Yo imitare a los sabios no nombándole;
pero es demasiado fácil adivinarlo.8
La figura del Tarot, que corresponde a este capítulo, ha sido mal comprendida por Court
de Gebelin y por Etteilla, quienes han creído ver únicamente un error cometido por un
fabricante de cartas alemán. Esta figura representa a un hombre con las manos atadas
detrás de la espalda, llevando dos sacos de dinero debajo de los brazos y colgado de un
pie a un aparato compuesto de dos troncos de árbol, teniendo cada uno de ellos una raíz
de seis ramas cortadas y de un travesaño, que completa la figura de la TAU hebrea
las piernas del paciente están cruzadas, y sus codos forman un triángulo con su cabeza.
Ahora bien, el triangulo sobremontado por una cruz, significa en alquimia el fin y la
perfeccion de la gran obra, significacion identica a la de la letra , , que es la ultima
del alfabeto sagrado.
Es ahorcado es, pues, el adepto, ligado por sus compromisos, espiritualizado, con los
pies dirigidos hacia el cielo; es también Prometeo, sufriendo con una tortura inmortal la
pena de su glorioso vuelo.
8 Debe referirse al Cuerpo humano que con piernas y brazos abiertos mas la cabeza forma un pentagrama.
Ademas se sabe que el cuerpo humano es un verdadero laboratorio químico y que las pasiones del
hombre son resultado de la bioquímica.
Es, vulgarmente, Judas el traidor, y su suplicio amenaza a los reveladores de la gran
obra. Por último, para los cabalistas judíos, ese ahorcado, que corresponde a su
duodécimo dogma, el del prometido Mesías, es una protesta contra el Salvador
reconocido por los cristianos, a quien parece todavía decir:
¿Cómo salvarías tú a los demás, si no has podido salvarte a ti mismo?
En el Sepher-Toldos-Jeschu, compilación rabínica anticristiana, se encuentra una
singular parábola: Jeschu —dice el rabino autor de la leyenda-viajaba con Simón
Barjona y Judas Iscariote. Llegaron tarde y fatigados a una casa aislada; tenían mucha
hambre y no tenían que comer más que una gansa polla, muy pequeña y muy flaca. Era
bastante poco para tres personas; repartirla, habría sido solamente aguijonear el hambre
sin satisfacerla. Convinieron, pues, echarla a la suerte; pero como no podían contener el
sueño, dijo Jesús: Vamos a dormir, mientras se prepara la cena; cuando nos
despertemos, nos contaremos nuestros sueños, y aquel que haya obtenido el más
hermoso ensueño, aquel se comerá solo la gansilla. Así se hizo. Durmieron y se
despertaron. Yo—dijo San Pablo—he soñado que era el vicario de Dios. Yo —dijo
Jesús— que era el mismo Dios. Y yo—repuso el hipócritamente Judas— he soñado que
era sonámbulo y que me levantaba, descendía lentamente y retiraba la gansa del asador
y me la comía. Después de esto descendieron al piso; pero la gansa había,
efectivamente, desaparecido. Judas había soñado despierto.
Esta leyenda es una protesta del positivismo judío contra el misticismo cristiano. En
efecto, en tanto que los creyentes se entregaban a hermosos sueños, el israelita
proscripto, el Judas de la civilización cristiana trabajaba, vendía, hacía agiotajes y se
enriquecía, apoderándose de las realidades de la vida presente, y se colocaba en
situación de prestar medios de existencia a los mismo cultos que le habían durante tanto
tiempo proscripto. Los antiguos adoradores del arca, fieles al culto del arca del dinero,
tienen en la actualidad la Bolsa por templo, y es desde ella desde donde gobiernan el
mundo cristiano. Judas puede, en efecto, felicitarse de no haber dormido como San
Pedro.
En las antiguas escrituras, anteriores a la cautividad, la Tau hebrea tiene la figura de una
cruz, lo que confirma, una vez más, nuestra interpretación de la duodécima lámina del
Tarot cabalístico. La cruz, generadora de cuatro triángulos, es también el signo sagrado
del duodenario, y los egipcios le llamaban por esto mismo la llave del cielo. Así,
Etteilla, embarazado en sus largas investigaciones para conciliar las necesidades
analógicas de la figura con su opinión personal (había sufrido en esto la influencia del
sabio Court de Gebelin), ha colocado en la mano de su ahorcado vuelta, de laque ha
hecho la prudencia, un caduceo hermético formado con dos serpientes y una tau griega.
Puesto que había comprendido la necesidad de la tau o de la cruz en la duodécima
página del libro de THOT; habría debido comprender el múltiple y magnífico símbolo
del ahorcado hermético, el Prometeo de la ciencia, el hombre viviente que no toca la
tierra más que con el pensamiento, y cuya base esta en el cielo, el adepto, libre y
sacrificado el revelador, amenazado de muerte: la conjuración del judaísmo contra el
Cristo, que parece ser una confesión involuntaria de la divinidad oculta del sacrificado,
el signo, en fin, de la obra realizada, del cielo terminado, la Tau intermediaria, que
resume, por primera vez ante el último denario, los signos del alfabeto sagrado.
_
l3 N
NIGROMANCIA
Exi psis - Mors
l3 N
NIGROMANCIA
Exi psis - Mors
_
Ya hemos dicho que en la luz astral se encuentran las imágenes de las personas y de las
cosas. Es también en esa luz en donde pueden evocarse las formas de aquellos que ya
no están en nuestro mundo, y es por su medio como se verifican los misterios tan
comprobados, como reales, de la nigromancia.
Los cabalistas que han hablado del mundo de los espíritus, han referido simplemente lo
que han visto en sus evocaciones.
Eliphas Levi Zahed, que escribe este libro, ha evocado y ha visto.
Digamos primero lo que los maestros han escrito de sus visiones o de sus intuiciones en
lo que ellos llaman la luz de la gloria.
Se lee en el libro hebreo de la revolución de las almas, que hay almas de tres clases: las
hijas de Adán, las hijas de los ángeles y las hijas del pecado. Hay también, según el
mismo libro, tres clases de espíritus, los espíritus cautivos, los errantes y los libres. Las
almas son enviadas por parejas. Hay, por consiguiente, almas de hombres que nacen
viudos, y cuyas esposas están retenidas como cautivas por Lilith y por Naemah, las
reinas de las Strigas; estas son las almas que tienen que espiar la temeridad de un voto
de celibato. Así, cuando un hombre renuncia el amor de las mujeres, hace esclava de los
demonios de la perversidad a la esposa que le estaba destinada. Las almas crecen y se
multiplican en el cielo, así como los cuerpos lo hacen en la tierra. Las almas
inmaculadas son las hijas de los besos de los ángeles.
Nada puede entrar en el cielo que del cielo no proceda. Después de la muerte, el espíritu
divino que animaba al hombre retorna sólo al cielo, y deja sobre la tierra y en la
atmósfera dos cadáveres: el uno terrestre y elemental, y el otro aéreo y sideral; el uno
inerte ya; el otro animado todavía por el movimiento universal del alma del mundo,
pero destinado a morir lentamente, absorbido por las potencias astrales que le
produjeron. El cadáver terrestre es visible; el otro es invisible a los ojos de los cuerpos
terrestres y vivientes, y no puede ser apercibido más que por las aplicaciones de la luz
astral al translucido, que comunica sus impresiones al sistema nervioso y afecta así al
órgano de la vista hasta hacerse verlas formas que se han conservado y las palabras que
están escritas en el libro de la luz vital.
Después de la muerte cuando un hombre ha vivido bien, el cadáver astral se evapora
como una nube de incienso, subiendo hacia las regiones superiores, pero si el hombre ha
vivod en el crimen, su cadáver astral le retiene prisionero, busca todavía los objetos de
sus prisiones y quiere reanudar la vida. Atormenta los sueños de los jóvenes o se baña
en el vapor de sangre esparcida y se arrastra por los alrededores de los sitios en donde
transcurrieron los placeres de la vida: vela, aún, por los tesoros que dejó enterrados; se
consume en dolorosos esfuerzos para construirse órganos materiales y vivir. Pero los
astros le aspiran y le absorben; siente debilitarse su inteligencia, su memoria se pierde
lentamente, todo su ser se disuelve... Los antiguos vicios se le aparecen y le persiguen
bajo figuras monstruosas que le atacan y le devoran ... El desdichado pieroe así
sucesivamente todos los miembros que han servido para sus iniquidades; después muere
por segunda vez y para siempre, porque pierde entonces su personalidad y su memoria.
Las almas que deben vivir pero que no estan purificadas permanecen mas o menos
tiempo cautivas en el cadáver astral, en donde son quemados por la luz odica que trata
de asimilarselas y disolverlas. Es para desprenderse de ese cadáver, como las almas que
sufren entran algunas veces en los vivos y permanecen en un estado que los cabalistas
llaman embrionante.
Estos son los cadáveres aéreos que evoca la nigromancia. Son larvas, sustancias muertas
o moribundas, con las cuales se pone en relación; pueden ordinariamente hablar, pero
nada más que con el tintineo de nuestros oídos percibido por el sacudimiento nervioso
de que le he hablado, y no razonan, ordinariamente, sino reflejándose en nuestros
pensamientos o en nuestros sueños.
Mas, para ver estas extrañas formas, es necesario colocarse en un estado excepcional
que tiene algo del sueño y de la muerte, es decir, que es preciso magnetizarse a sí
mismo y llegar a una especie de sonambulismo lúcido y despierto.
La nigromancia obtiene, pues, resultados reales y las evocaciones de la magia pueden
producir verdaderas visiones. Ya hemos dicho que en el gran agente mágico, que es la
luz astral, se conservan todas las huellas de las cosas, todas las imágenes formadas, sea
por los rayos, sea por los reflejos, es en esa luz donde se aparecen nuestros sueños, esa
es la luz que embriaga a los alienados y arrastra su dormido juicio a la persecución de
los más extraños fantasmas.
Para ver, sin ilusiones, en esa luz, es preciso apartar los reflejos por medio de una
voluntad poderosa y atraer a sí nada más que los rayos. Soñar despierto, es ver en la luz
astral; y las orgías del aquelarre, referidas por tantas y tantas brujas en sus juicios
criminales, no se explican de otra manera. Con frecuencia, las sustancias y las
preparaciones empleadas para llegar a ese resultado, eran horribles, como ya lo veremos
en el Ritual; pero los resultados no eran nunca dudosos. Se veían, se escuchaban, se
palpaban las cosas más abominables, más fantásticas y más imposibles. Ya volveremos
sobre este asunto en nuestro capítulo XV; no nos ocuparemos aquí más que de la
evocación de los muertos.
En la primavera del año 1854, me dirigí a Londres para escapar de penas internas y
entregarme, sin distracción alguna, a la ciencia. Poseía cartas de presentación para
personajes eminentes que estaban deseosos de revelaciones relativas al mundo
sobrenatural.
Visité a varios y encontré en ellos, con mucha cortesía, un gran fondo de indiferencia o
de ligereza. Lo único que solicitaron de mí fueron prodigios, ni más ni menos que si se
tratara de un charlatán. Me encontraba un poco descorazonado, porque, a decir verdad,
lejos de estar dispuesto a iniciar a los demás en los misterios de la magia ceremonial,
había tenido siempre, por lo que a mí respecta, temor a las ilusiones ya las fatigas. Por
otra parte, esta clase de ceremonias exige un material dispendioso y difícil de reunir.
Me encerré, pues, en el estudio de la alta cábala y no pensaba más en los adeptos
ingleses, cuando un día al volver a mi hotel, encontré una nota dirigida a mí. Esta nota
contenía la mitad de una carta cortada transversalmente y en cuyo frente reconocí en
seguida el carácter del sello de Salomón, y un papel asaz pequeño en el cual estaba
escrito con lápiz: «Mañana a lastres delante de la Abadía de Westminster, en donde se
os presentará la otra mitad de esta carta». Fui a esta singular cita. Había un carruaje
estacionado en la plaza.
Yo tenía, sin afectación, mi fragmento de carta en la mano; un doméstico se acercó
respetuosamente a mí y me hizo un signo abriéndome la portezuela del coche. Dentro
de él había una señora vestida de negro y cuyo sombrero estaba, como el rostro,
cubierto por un espeso velo. Esa señora me hizo señas de que subiera al carruaje,
enseñándome la otra mitad de la carta que yo había recibido. La portezuela se cerró, el
coche echó a andar y habiéndose la señora levantado el velo, puede ver que tenía que
habérmelas con una persona de edad, de cejas grises y unos ojos extremadamente
negros y vivos y de una esirafia fijeza Sir—.me dijo con un acento inglés muy
pronunciado— yo sé que la ley del secreto es rigurosa entre los adeptos; una amiga de
Sir B*** L***, que os ha visto, sabe que han solicitado de vos experiencias y que
habéis rehusado satisfacer esa curiosidad. Quizá no poseáis las cosas necesarias; yo voy
amostraros un gabinete mágico completo; pero solicito de vos, ante todo, el más
inviolable secreto.
Si no me hacéis esa promesa, por vuestro honor, daré orden para que os conduzcan a
vuestra casa. Hice la promesa que se me exigía y soy fiel a ella no diciendo ni el
nombre, ni la jerarquía social, niel domicilio de esa señora, en quien reconocí
inmediatamente a una iniciada, no precisamente de primer orden, sino de un grado muy
superior. Tuvimos muy largas y amplias conversaciones, durante las cuales ella insistió
siempre en la necesidad de prácticas para completar la iniciación. Me enseño una
colección de trajes y de instrumentos mágicos y aun me prestó algunos libros raros de
que yo carecía. Luego, me determinó a intentar en su casa la experiencia de una
evocación completa, para la cual me preparé durante veintiún días observando
escrupulosamente las prácticas indicadas en el decimotercer capítulo del Ritual.
Mi preparación había terminado el 24 de julio. Se trataba de evocar el fantasma del
divino Apollonius (Apolonio de Tiana) y de interrogarle acerca de los secretos; uno que
me concernía a mí exclusivamente, y otro que interesaba a la dama en cuestión. Esta
había contado al principio con asistir ala evocación acompañada de una persona de
confianza; pero, a última hora; esa persona tuvo miedo, y como el temario o la unidad
son rigurosamente requeridos para los ritos mágicos, me dejaron solo. El gabinete
preparado para la evocación estaba practicado en una especie de altar con piedra de
mármol blanco y rodeado de una cadena de hierro imantado.
Sobre el blanco mármol estaba grabado y dorado el signo del pentagrámaton, tal y como
está representado en la siguiente figura; yen el mismo signo estaba trazado, en diversos
colores, sobre una piel blanca de cordero, completamente nueva, que estaba extendida
bajo el altar. En el centro de la mesa de mármol había un exahumerio de cobre con
carbón de madera de émula y de laurel; otro exahumerio estaba colocado delante de mí
sobre un trípode.
Yo estaba vestido con una túnica blanca, muy parecida al alba de los sacerdotes
católicos, pero más amplia ymás larga y llevaba en la cabeza una corona de hojas de
verbena entrelazadas por una cadenilla de oro. En una mano tenía una espada nueva y
en la otra el Ritual. Encendí los dos fuegos con las sustancias requeridas y preparadas y
comencé, en voz baja primero, las invocaciones del Ritual.
El humo se extendió; las llamas hicieron vacilar los objetos que iluminaban y después
se apagaron. El humo se elevaba blanco y lento sobre el altar de mármol y me pareció
sentir una sacudida, como si fuera un temblor de tierra; sentía un tintineo en los oídos y
mi corazón latía con fuerza.
Volví a echar algunas ramas y perfumes en los exahumerios, y cuando la llama se elevó,
vi claramente, delante del altar, una figura de hombre mayor de tamaño natural, que se
descomponía y se borraba. Volví a comenzar las evocaciones y vine a colocarme en un
circulo que había previamente trazado entre el altar y el trípode; vi entonces aclararse
poco apoco el fondo del espejo que estaba enfrente de mí, detrás del altar y una forma
blancuzca se dibujó en él, agrandándose y pareciendo acercarse poco a poco.
Llamé tres veces «~Apol1onius!» cerrando los ojos, y cuando los abrí, un hombre se
hallaba frente a mí, envuelto por completo en una especie de sudario que me pareció ser
gris más bien que blanco; su rostro era delgado, y estaba triste y sin barba, hecho que no
correspondía en forma alguna con la idea que precisamente me había formado en un
principio de Apolonio
Experimenté una sensación de frío extraordinaria, y cuando abrí la boca para interpelar
al fantasma, me fue imposible articular un sonido. Puse entonces la mano sobre el signo
del pentagramaton y dirigí hacia él la punta de la espada, ordenándole, mentalmente por
ese signo, de no espantarme y de obedecerme.
Entonces la forma se hizo más confusa y desapareció de repente. Le ordené que
volviera; entonces sentí pasar cerca de mí como un soplo, y que algo me había tocado
en la mano que sustentaba la espada, sintiendo inmediatamente el brazo como
entumecido hasta el hombro. Creí comprender que esa espada ofendía al espíritu y la
hinqué por la punta dentro del circulo, cerca de mí.
La figura humana reapareció inmediatamente; pero sentí una debilidad tan grande en
todos mis miembros y un desfallecimiento tan repentino que de mí se apoderaba, que di
dos pasos para sentarme. En cuanto me senté, caí en una especie de profundo sopor ,
acompañado de ensueños, de los que no me quedaron, al despertarme, más que un
recuerdo confuso y vago.
Tuve, durante muchos días, el brazo entumecido y dolorido. La figura no me había
hablado, pero me parece que las preguntas que tenía que hacerle, se habían resuelto por
sí mismas en mi espíritu. A la de la señora, una voz interior respondía en mí; Muerto.
(Se trataba de un hombre de quien quería saber noticias.) En cuanto a mí, yo quería
saber si el acercamiento y el perdón serían posibles entre dos personas en las que yo
pensaba, y el mismo eco interior respondía implacablemente: ¡Muertas!
Refiero aquí los hechos tal y como han pasado; no los impongo a la fe de nadie. El
efecto de esta experiencia, tuvo en mí algo extraordinario, algo inexplicable. Yo no era
ya el mismo hombre; algo del otro mundo había pasado por mí; no estaba ni alegre, ni
triste, pero experimentaba un encanto singular por la muerte, sin sentir, no obstante,
ningún intento de recurrir al suicidio. Yo analizo cuidadosamente lo que experimenté,
ya pesar de una repugnancia nerviosa muy vivamente sentida, reitiré dos veces, sólo con
intervalo de algunos días, la misma prueba. El relato de los fenómenos que se
produjeron difieren muy poco del que acabo de referir, y lo suprimo por no hacer
demasiado extensa la narración. Pero, el resultado de estas otras dos evocaciones fue
para mí la revelación de los secretos cabalísticos, que si fueran conocidos por todo el
mundo cambiarían en poco tiempo las bases y las leyes de todas las sociedades
modernas.
¿Concluiré de ello que he, realmente, evocado, visto y palpado al gran Apolonio de
Tiana? No esto ni bastante alucinado para creerlo, ni so tan poco serio para afirmarlo.
El efecto de las preparaciones, de los perfumes, de los espejos, de los pantáculos, es una
verdadera embriaguez de la imaginación que debe obrar vivamente sobre una persona
de suyo impresionable y nerviosa. Yo no explico por qué leyes fisíologicas he visto y
tocado; afirmo, únicamente, que he visto y he tocado; que he visto clara y distintamente,
sin sueños, y esto basta para creer en la eficacia real de las ceremonias mágicas. Creo,
por otra parte, peligrosa y nociva la práctica; la salud, sea moral, sea física, no resistiría
a semejantes operaciones, si éstas se hicieran habituales. La dama de edad de que he
hablado y de la que tuve después por qué quejarme, sería una prueba; porque a pesar de
sus negaciones, yo no dudo que ella no tenga la costumbre de la nigromancia y de la
goecia. A veces disparataba por completo, entregándose otras a insensatas cóleras, de
las que apenas podía ella determinar la causa. Abandoné a Londres sin haberla vuelto a
ver; pero cumpliré fielmente el compromiso que con ella contraje de no revelar a nadie,
sea a quien fuere, nada que pueda darla a conocer o poner en la pista, de quién es por
sus prácticas, a las cuales se entrega sin duda a espaldas de su familia, que es, por lo que
supongo, bastante numerosa y ocupa una posición muy respetable.
Hay evocaciones de inteligencia, evocaciones de amor y evocaciones de odio; pero nada
prueba que los espiritus abandones las esferas superiores para conversar y entretenerse
con nosotros, y lo contrario es aun mas probable, nosostros evocamos los recuerdos que
ellos han dejado en la luz astral, que es el receptáculo comun del magnetismo universal.
Es en esta luz donde el emperador Juliano vio en otro tiempo aparecer a los dioses, pero
viejos, enfermos, decrepitos, nueva prueba de la influencia de las opiniones corrientes y
acreditadas sobre los reflejos de ese mismo agente mágico, que hace hablar a las mesas
y responde por golpes dados en las paredes. Despues de la evocación de que acabo de
hablar, he vuelto a leer con atención la vida de Apolonio, a quien los historiadores nos
representan como un tipo ideal de belleza y de elegancia antigua. En ella he advertido
también que Apolonio, en los postreros días de su vida, se cortó el pelo y sufrió largos
tormentos en la prisión. Esta circunstancia, que yo había retenido, sin duda en otros
tiempos, sin pensar en ella, después para acordarme, habrá determinado, quizá la forma,
poco atractiva de mi visión, que yo considero únicamente como el sueño voluntario de
un hombre despierto. He visto otras dos personas, que importa poco nombrar, y siempre
diferentes, por su aspecto y por su traje, de lo que yo esperaba ver.
Recomiendo por los demás, la mayor reserva a las personas que quieran entregarse a
este género de experiencias; resulta de ellas grandes fatigas y, aun con frecuencia,
desórdenes orgánicos, bastante anormales, que pueden ocasionar enfermedades.
No terminaré este capítulo sin señalar en él la opinión, bastante rara, de algunos
cabalistas, que distinguen la muerte aparente de la muerte real, y que creen que
raramente vienen ambas juntas. Según dicen, la mayor parte de las personas que han
enterrado estarían vivas, y otras muchas, a quienes se creían vivas, estaban muertas.
La locura incurable, por ejemplo, sería para ellos una muerte incompleta, pero real, que
deja al cuerpo terrestre bajo la dirección puramente instintiva del cuerpo sideral.
Cuando el alma humana sufre una violencia que no puede soportar, se separaría así del
cuerpo y dejaría en su puesto al alma animal no al cuerpo sideral, lo que hace de esos
restos humanos alguna cosa menos viviente, de algún modo, que el animal mismo. Se
reconoce —decían los cabalistas—los muertos de esta especie en la extinción completa
de los sentidos afectuoso y moral; no son malos, pero tampoco buenos; están muertos.
Estos seres, que son los hongos venenosos de la especie humana, absorben tanto cuanto
pueden la vida de los vivientes. Es, por esta causa, por lo que ante su proximidad se
entorpece el alma y se siente frío en el corazón.
Estos seres cadáveres, si existen, realizarían todo lo que se afirmaba en otros tiempos
acerca de los duendes y de los vampiros.
¿No es acerca de estos seres en donde se siente uno menos inteligente, menos bueno y
aun, a veces, menos honrado?
¿No es ante su proximidad cuando se extingue toda creencia y todo entusiasmo,
ligándoos a ellos por vuestras debilidades, dominados por vuestras malas inclinaciones
y haciéndoos morir moralmente en medio de un suplicio parecido al de Majencio?
¡Son muertos, que nosotros tomamos por vivos; son vampiros, que nosotros tomamos
por amigos!
Ya hemos dicho que en la luz astral se encuentran las imágenes de las personas y de las
cosas. Es también en esa luz en donde pueden evocarse las formas de aquellos que ya
no están en nuestro mundo, y es por su medio como se verifican los misterios tan
comprobados, como reales, de la nigromancia.
Los cabalistas que han hablado del mundo de los espíritus, han referido simplemente lo
que han visto en sus evocaciones.
Eliphas Levi Zahed, que escribe este libro, ha evocado y ha visto.
Digamos primero lo que los maestros han escrito de sus visiones o de sus intuiciones en
lo que ellos llaman la luz de la gloria.
Se lee en el libro hebreo de la revolución de las almas, que hay almas de tres clases: las
hijas de Adán, las hijas de los ángeles y las hijas del pecado. Hay también, según el
mismo libro, tres clases de espíritus, los espíritus cautivos, los errantes y los libres. Las
almas son enviadas por parejas. Hay, por consiguiente, almas de hombres que nacen
viudos, y cuyas esposas están retenidas como cautivas por Lilith y por Naemah, las
reinas de las Strigas; estas son las almas que tienen que espiar la temeridad de un voto
de celibato. Así, cuando un hombre renuncia el amor de las mujeres, hace esclava de los
demonios de la perversidad a la esposa que le estaba destinada. Las almas crecen y se
multiplican en el cielo, así como los cuerpos lo hacen en la tierra. Las almas
inmaculadas son las hijas de los besos de los ángeles.
Nada puede entrar en el cielo que del cielo no proceda. Después de la muerte, el espíritu
divino que animaba al hombre retorna sólo al cielo, y deja sobre la tierra y en la
atmósfera dos cadáveres: el uno terrestre y elemental, y el otro aéreo y sideral; el uno
inerte ya; el otro animado todavía por el movimiento universal del alma del mundo,
pero destinado a morir lentamente, absorbido por las potencias astrales que le
produjeron. El cadáver terrestre es visible; el otro es invisible a los ojos de los cuerpos
terrestres y vivientes, y no puede ser apercibido más que por las aplicaciones de la luz
astral al translucido, que comunica sus impresiones al sistema nervioso y afecta así al
órgano de la vista hasta hacerse verlas formas que se han conservado y las palabras que
están escritas en el libro de la luz vital.
Después de la muerte cuando un hombre ha vivido bien, el cadáver astral se evapora
como una nube de incienso, subiendo hacia las regiones superiores, pero si el hombre ha
vivod en el crimen, su cadáver astral le retiene prisionero, busca todavía los objetos de
sus prisiones y quiere reanudar la vida. Atormenta los sueños de los jóvenes o se baña
en el vapor de sangre esparcida y se arrastra por los alrededores de los sitios en donde
transcurrieron los placeres de la vida: vela, aún, por los tesoros que dejó enterrados; se
consume en dolorosos esfuerzos para construirse órganos materiales y vivir. Pero los
astros le aspiran y le absorben; siente debilitarse su inteligencia, su memoria se pierde
lentamente, todo su ser se disuelve... Los antiguos vicios se le aparecen y le persiguen
bajo figuras monstruosas que le atacan y le devoran ... El desdichado pieroe así
sucesivamente todos los miembros que han servido para sus iniquidades; después muere
por segunda vez y para siempre, porque pierde entonces su personalidad y su memoria.
Las almas que deben vivir pero que no estan purificadas permanecen mas o menos
tiempo cautivas en el cadáver astral, en donde son quemados por la luz odica que trata
de asimilarselas y disolverlas. Es para desprenderse de ese cadáver, como las almas que
sufren entran algunas veces en los vivos y permanecen en un estado que los cabalistas
llaman embrionante.
Estos son los cadáveres aéreos que evoca la nigromancia. Son larvas, sustancias muertas
o moribundas, con las cuales se pone en relación; pueden ordinariamente hablar, pero
nada más que con el tintineo de nuestros oídos percibido por el sacudimiento nervioso
de que le he hablado, y no razonan, ordinariamente, sino reflejándose en nuestros
pensamientos o en nuestros sueños.
Mas, para ver estas extrañas formas, es necesario colocarse en un estado excepcional
que tiene algo del sueño y de la muerte, es decir, que es preciso magnetizarse a sí
mismo y llegar a una especie de sonambulismo lúcido y despierto.
La nigromancia obtiene, pues, resultados reales y las evocaciones de la magia pueden
producir verdaderas visiones. Ya hemos dicho que en el gran agente mágico, que es la
luz astral, se conservan todas las huellas de las cosas, todas las imágenes formadas, sea
por los rayos, sea por los reflejos, es en esa luz donde se aparecen nuestros sueños, esa
es la luz que embriaga a los alienados y arrastra su dormido juicio a la persecución de
los más extraños fantasmas.
Para ver, sin ilusiones, en esa luz, es preciso apartar los reflejos por medio de una
voluntad poderosa y atraer a sí nada más que los rayos. Soñar despierto, es ver en la luz
astral; y las orgías del aquelarre, referidas por tantas y tantas brujas en sus juicios
criminales, no se explican de otra manera. Con frecuencia, las sustancias y las
preparaciones empleadas para llegar a ese resultado, eran horribles, como ya lo veremos
en el Ritual; pero los resultados no eran nunca dudosos. Se veían, se escuchaban, se
palpaban las cosas más abominables, más fantásticas y más imposibles. Ya volveremos
sobre este asunto en nuestro capítulo XV; no nos ocuparemos aquí más que de la
evocación de los muertos.
En la primavera del año 1854, me dirigí a Londres para escapar de penas internas y
entregarme, sin distracción alguna, a la ciencia. Poseía cartas de presentación para
personajes eminentes que estaban deseosos de revelaciones relativas al mundo
sobrenatural.
Visité a varios y encontré en ellos, con mucha cortesía, un gran fondo de indiferencia o
de ligereza. Lo único que solicitaron de mí fueron prodigios, ni más ni menos que si se
tratara de un charlatán. Me encontraba un poco descorazonado, porque, a decir verdad,
lejos de estar dispuesto a iniciar a los demás en los misterios de la magia ceremonial,
había tenido siempre, por lo que a mí respecta, temor a las ilusiones ya las fatigas. Por
otra parte, esta clase de ceremonias exige un material dispendioso y difícil de reunir.
Me encerré, pues, en el estudio de la alta cábala y no pensaba más en los adeptos
ingleses, cuando un día al volver a mi hotel, encontré una nota dirigida a mí. Esta nota
contenía la mitad de una carta cortada transversalmente y en cuyo frente reconocí en
seguida el carácter del sello de Salomón, y un papel asaz pequeño en el cual estaba
escrito con lápiz: «Mañana a lastres delante de la Abadía de Westminster, en donde se
os presentará la otra mitad de esta carta». Fui a esta singular cita. Había un carruaje
estacionado en la plaza.
Yo tenía, sin afectación, mi fragmento de carta en la mano; un doméstico se acercó
respetuosamente a mí y me hizo un signo abriéndome la portezuela del coche. Dentro
de él había una señora vestida de negro y cuyo sombrero estaba, como el rostro,
cubierto por un espeso velo. Esa señora me hizo señas de que subiera al carruaje,
enseñándome la otra mitad de la carta que yo había recibido. La portezuela se cerró, el
coche echó a andar y habiéndose la señora levantado el velo, puede ver que tenía que
habérmelas con una persona de edad, de cejas grises y unos ojos extremadamente
negros y vivos y de una esirafia fijeza Sir—.me dijo con un acento inglés muy
pronunciado— yo sé que la ley del secreto es rigurosa entre los adeptos; una amiga de
Sir B*** L***, que os ha visto, sabe que han solicitado de vos experiencias y que
habéis rehusado satisfacer esa curiosidad. Quizá no poseáis las cosas necesarias; yo voy
amostraros un gabinete mágico completo; pero solicito de vos, ante todo, el más
inviolable secreto.
Si no me hacéis esa promesa, por vuestro honor, daré orden para que os conduzcan a
vuestra casa. Hice la promesa que se me exigía y soy fiel a ella no diciendo ni el
nombre, ni la jerarquía social, niel domicilio de esa señora, en quien reconocí
inmediatamente a una iniciada, no precisamente de primer orden, sino de un grado muy
superior. Tuvimos muy largas y amplias conversaciones, durante las cuales ella insistió
siempre en la necesidad de prácticas para completar la iniciación. Me enseño una
colección de trajes y de instrumentos mágicos y aun me prestó algunos libros raros de
que yo carecía. Luego, me determinó a intentar en su casa la experiencia de una
evocación completa, para la cual me preparé durante veintiún días observando
escrupulosamente las prácticas indicadas en el decimotercer capítulo del Ritual.
Mi preparación había terminado el 24 de julio. Se trataba de evocar el fantasma del
divino Apollonius (Apolonio de Tiana) y de interrogarle acerca de los secretos; uno que
me concernía a mí exclusivamente, y otro que interesaba a la dama en cuestión. Esta
había contado al principio con asistir ala evocación acompañada de una persona de
confianza; pero, a última hora; esa persona tuvo miedo, y como el temario o la unidad
son rigurosamente requeridos para los ritos mágicos, me dejaron solo. El gabinete
preparado para la evocación estaba practicado en una especie de altar con piedra de
mármol blanco y rodeado de una cadena de hierro imantado.
Sobre el blanco mármol estaba grabado y dorado el signo del pentagrámaton, tal y como
está representado en la siguiente figura; yen el mismo signo estaba trazado, en diversos
colores, sobre una piel blanca de cordero, completamente nueva, que estaba extendida
bajo el altar. En el centro de la mesa de mármol había un exahumerio de cobre con
carbón de madera de émula y de laurel; otro exahumerio estaba colocado delante de mí
sobre un trípode.
Yo estaba vestido con una túnica blanca, muy parecida al alba de los sacerdotes
católicos, pero más amplia ymás larga y llevaba en la cabeza una corona de hojas de
verbena entrelazadas por una cadenilla de oro. En una mano tenía una espada nueva y
en la otra el Ritual. Encendí los dos fuegos con las sustancias requeridas y preparadas y
comencé, en voz baja primero, las invocaciones del Ritual.
El humo se extendió; las llamas hicieron vacilar los objetos que iluminaban y después
se apagaron. El humo se elevaba blanco y lento sobre el altar de mármol y me pareció
sentir una sacudida, como si fuera un temblor de tierra; sentía un tintineo en los oídos y
mi corazón latía con fuerza.
Volví a echar algunas ramas y perfumes en los exahumerios, y cuando la llama se elevó,
vi claramente, delante del altar, una figura de hombre mayor de tamaño natural, que se
descomponía y se borraba. Volví a comenzar las evocaciones y vine a colocarme en un
circulo que había previamente trazado entre el altar y el trípode; vi entonces aclararse
poco apoco el fondo del espejo que estaba enfrente de mí, detrás del altar y una forma
blancuzca se dibujó en él, agrandándose y pareciendo acercarse poco a poco.
Llamé tres veces «~Apol1onius!» cerrando los ojos, y cuando los abrí, un hombre se
hallaba frente a mí, envuelto por completo en una especie de sudario que me pareció ser
gris más bien que blanco; su rostro era delgado, y estaba triste y sin barba, hecho que no
correspondía en forma alguna con la idea que precisamente me había formado en un
principio de Apolonio
Experimenté una sensación de frío extraordinaria, y cuando abrí la boca para interpelar
al fantasma, me fue imposible articular un sonido. Puse entonces la mano sobre el signo
del pentagramaton y dirigí hacia él la punta de la espada, ordenándole, mentalmente por
ese signo, de no espantarme y de obedecerme.
Entonces la forma se hizo más confusa y desapareció de repente. Le ordené que
volviera; entonces sentí pasar cerca de mí como un soplo, y que algo me había tocado
en la mano que sustentaba la espada, sintiendo inmediatamente el brazo como
entumecido hasta el hombro. Creí comprender que esa espada ofendía al espíritu y la
hinqué por la punta dentro del circulo, cerca de mí.
La figura humana reapareció inmediatamente; pero sentí una debilidad tan grande en
todos mis miembros y un desfallecimiento tan repentino que de mí se apoderaba, que di
dos pasos para sentarme. En cuanto me senté, caí en una especie de profundo sopor ,
acompañado de ensueños, de los que no me quedaron, al despertarme, más que un
recuerdo confuso y vago.
Tuve, durante muchos días, el brazo entumecido y dolorido. La figura no me había
hablado, pero me parece que las preguntas que tenía que hacerle, se habían resuelto por
sí mismas en mi espíritu. A la de la señora, una voz interior respondía en mí; Muerto.
(Se trataba de un hombre de quien quería saber noticias.) En cuanto a mí, yo quería
saber si el acercamiento y el perdón serían posibles entre dos personas en las que yo
pensaba, y el mismo eco interior respondía implacablemente: ¡Muertas!
Refiero aquí los hechos tal y como han pasado; no los impongo a la fe de nadie. El
efecto de esta experiencia, tuvo en mí algo extraordinario, algo inexplicable. Yo no era
ya el mismo hombre; algo del otro mundo había pasado por mí; no estaba ni alegre, ni
triste, pero experimentaba un encanto singular por la muerte, sin sentir, no obstante,
ningún intento de recurrir al suicidio. Yo analizo cuidadosamente lo que experimenté,
ya pesar de una repugnancia nerviosa muy vivamente sentida, reitiré dos veces, sólo con
intervalo de algunos días, la misma prueba. El relato de los fenómenos que se
produjeron difieren muy poco del que acabo de referir, y lo suprimo por no hacer
demasiado extensa la narración. Pero, el resultado de estas otras dos evocaciones fue
para mí la revelación de los secretos cabalísticos, que si fueran conocidos por todo el
mundo cambiarían en poco tiempo las bases y las leyes de todas las sociedades
modernas.
¿Concluiré de ello que he, realmente, evocado, visto y palpado al gran Apolonio de
Tiana? No esto ni bastante alucinado para creerlo, ni so tan poco serio para afirmarlo.
El efecto de las preparaciones, de los perfumes, de los espejos, de los pantáculos, es una
verdadera embriaguez de la imaginación que debe obrar vivamente sobre una persona
de suyo impresionable y nerviosa. Yo no explico por qué leyes fisíologicas he visto y
tocado; afirmo, únicamente, que he visto y he tocado; que he visto clara y distintamente,
sin sueños, y esto basta para creer en la eficacia real de las ceremonias mágicas. Creo,
por otra parte, peligrosa y nociva la práctica; la salud, sea moral, sea física, no resistiría
a semejantes operaciones, si éstas se hicieran habituales. La dama de edad de que he
hablado y de la que tuve después por qué quejarme, sería una prueba; porque a pesar de
sus negaciones, yo no dudo que ella no tenga la costumbre de la nigromancia y de la
goecia. A veces disparataba por completo, entregándose otras a insensatas cóleras, de
las que apenas podía ella determinar la causa. Abandoné a Londres sin haberla vuelto a
ver; pero cumpliré fielmente el compromiso que con ella contraje de no revelar a nadie,
sea a quien fuere, nada que pueda darla a conocer o poner en la pista, de quién es por
sus prácticas, a las cuales se entrega sin duda a espaldas de su familia, que es, por lo que
supongo, bastante numerosa y ocupa una posición muy respetable.
Hay evocaciones de inteligencia, evocaciones de amor y evocaciones de odio; pero nada
prueba que los espiritus abandones las esferas superiores para conversar y entretenerse
con nosotros, y lo contrario es aun mas probable, nosostros evocamos los recuerdos que
ellos han dejado en la luz astral, que es el receptáculo comun del magnetismo universal.
Es en esta luz donde el emperador Juliano vio en otro tiempo aparecer a los dioses, pero
viejos, enfermos, decrepitos, nueva prueba de la influencia de las opiniones corrientes y
acreditadas sobre los reflejos de ese mismo agente mágico, que hace hablar a las mesas
y responde por golpes dados en las paredes. Despues de la evocación de que acabo de
hablar, he vuelto a leer con atención la vida de Apolonio, a quien los historiadores nos
representan como un tipo ideal de belleza y de elegancia antigua. En ella he advertido
también que Apolonio, en los postreros días de su vida, se cortó el pelo y sufrió largos
tormentos en la prisión. Esta circunstancia, que yo había retenido, sin duda en otros
tiempos, sin pensar en ella, después para acordarme, habrá determinado, quizá la forma,
poco atractiva de mi visión, que yo considero únicamente como el sueño voluntario de
un hombre despierto. He visto otras dos personas, que importa poco nombrar, y siempre
diferentes, por su aspecto y por su traje, de lo que yo esperaba ver.
Recomiendo por los demás, la mayor reserva a las personas que quieran entregarse a
este género de experiencias; resulta de ellas grandes fatigas y, aun con frecuencia,
desórdenes orgánicos, bastante anormales, que pueden ocasionar enfermedades.
No terminaré este capítulo sin señalar en él la opinión, bastante rara, de algunos
cabalistas, que distinguen la muerte aparente de la muerte real, y que creen que
raramente vienen ambas juntas. Según dicen, la mayor parte de las personas que han
enterrado estarían vivas, y otras muchas, a quienes se creían vivas, estaban muertas.
La locura incurable, por ejemplo, sería para ellos una muerte incompleta, pero real, que
deja al cuerpo terrestre bajo la dirección puramente instintiva del cuerpo sideral.
Cuando el alma humana sufre una violencia que no puede soportar, se separaría así del
cuerpo y dejaría en su puesto al alma animal no al cuerpo sideral, lo que hace de esos
restos humanos alguna cosa menos viviente, de algún modo, que el animal mismo. Se
reconoce —decían los cabalistas—los muertos de esta especie en la extinción completa
de los sentidos afectuoso y moral; no son malos, pero tampoco buenos; están muertos.
Estos seres, que son los hongos venenosos de la especie humana, absorben tanto cuanto
pueden la vida de los vivientes. Es, por esta causa, por lo que ante su proximidad se
entorpece el alma y se siente frío en el corazón.
Estos seres cadáveres, si existen, realizarían todo lo que se afirmaba en otros tiempos
acerca de los duendes y de los vampiros.
¿No es acerca de estos seres en donde se siente uno menos inteligente, menos bueno y
aun, a veces, menos honrado?
¿No es ante su proximidad cuando se extingue toda creencia y todo entusiasmo,
ligándoos a ellos por vuestras debilidades, dominados por vuestras malas inclinaciones
y haciéndoos morir moralmente en medio de un suplicio parecido al de Majencio?
¡Son muertos, que nosotros tomamos por vivos; son vampiros, que nosotros tomamos
por amigos!
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14 O
LAS TRANSMUTACIONES
Sphera Lunae - Sempiternum - Auxilium
14 O
LAS TRANSMUTACIONES
Sphera Lunae - Sempiternum - Auxilium
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San Agustín duda seriamente que Apuleyo haya podido ser cambiado en asno por una
hechicera de Tesalia. Los teólogos han disertado ampliamente sobre la transmutación de
Nabucodonosor en bestia salvaje. Esto prueba sencillamente que, el elocuente doctor de
Hippona, ignoraba los arcanos mágicos, y que los teólogos en cuestión no estaban muy,
avanzados en exégesis.
Vamos a examinar en este capítulo maravillas increíbles, desde otro punto de vista, e
incontestables sin embargo. Hablo de la lycantropia o de la transformación nocturna de
los hombres en lobos, tan célebres en las veladas de nuestros campesinos, por las
historias de lobos-duendes; historias tan bien compuestas que, para explicarlas la
ciencia incrédula, ha recurrido a locuras furiosas y a disfrazamientos de animales. Pero
semejante hipótesis son pueriles y nada explican. Busquemos en otra parte el secreto de
los fenómenos observados por este motivo y comprobemos primeramente:
l~ Que nunca ha sido muerto nadie por un lobo-duende, sino ha sido por sofocación, sin
efusión de sangre y sin heridas.
2~ Que los lobos-duendes cercados, perseguidos y aun heridos, no han sido jamás
muertos sobre el terreno.
3~ Que las personas sospechadas de estas transformaciones han sido siempre halladas
en sus casas, después de la cacería al lobo-duende, más o menos heridas, algunas veces
moribundas, pero siempre en su forma natural.
San Agustín duda seriamente que Apuleyo haya podido ser cambiado en asno por una
hechicera de Tesalia. Los teólogos han disertado ampliamente sobre la transmutación de
Nabucodonosor en bestia salvaje. Esto prueba sencillamente que, el elocuente doctor de
Hippona, ignoraba los arcanos mágicos, y que los teólogos en cuestión no estaban muy,
avanzados en exégesis.
Vamos a examinar en este capítulo maravillas increíbles, desde otro punto de vista, e
incontestables sin embargo. Hablo de la lycantropia o de la transformación nocturna de
los hombres en lobos, tan célebres en las veladas de nuestros campesinos, por las
historias de lobos-duendes; historias tan bien compuestas que, para explicarlas la
ciencia incrédula, ha recurrido a locuras furiosas y a disfrazamientos de animales. Pero
semejante hipótesis son pueriles y nada explican. Busquemos en otra parte el secreto de
los fenómenos observados por este motivo y comprobemos primeramente:
l~ Que nunca ha sido muerto nadie por un lobo-duende, sino ha sido por sofocación, sin
efusión de sangre y sin heridas.
2~ Que los lobos-duendes cercados, perseguidos y aun heridos, no han sido jamás
muertos sobre el terreno.
3~ Que las personas sospechadas de estas transformaciones han sido siempre halladas
en sus casas, después de la cacería al lobo-duende, más o menos heridas, algunas veces
moribundas, pero siempre en su forma natural.
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Ahora comprobemos fenómenos de otro orden.
Ahora comprobemos fenómenos de otro orden.
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Nada en el mundo está más y mejor atestiguado ni más incontestablemente probado,
que la presencia real y visible del padre Alfonso de Ligorio cerca del Papa agonizante,
mientras que el mismo personaje era observado en su casa, a una gran distancia de
Roma, en oración y en éxtasis.
La presencia simultánea del misionero Francisco Javier en muchos sitios a la vez, no ha
sido menos rigurosamente comprobada.
Se dirá que estos son milagros; nosotros responderemos que los milagros, cuando son
reales, constituyen para la ciencia pura y simplemente fenómenos.
Las apariciones que no son queridas, coincidiendo con el momento de su muerte, son
fenómenos del mismo orden y atribuibles a idéntica causa.
Ya hemos hablado del cuerpo sideral, y dicho que es el intermediario entre el alma y el
cuerpo físico o material. Ese cuerpo-permanece generalmente despierto, en tanto que el ,
con nuestro pensamiento en todo el espacio que abre ante
él, la imantación universal. De este modo ensancha, sin romperla, la cadena simpática
que le retiene ligado a nuestro corazón y a nuestro cerebro, y esto es lo que hace
peligroso el despertar sobresaltados alas personas que sueñan. En efecto, una
conmoción demasiado fuerte, puede romper de golpe esa cadena y ocasionar
súbitamente la muerte.
La forma de nuestro cuerpo sideral está coliforme con el estado habitual de nuestros
pensamientos, y modifica a la larga—los rasgos del cuerpo material. Por esto es por lo
que Swedenborg, en sus intuiciones sonambúlicas, veía con frecuencia espíritus en
forma de diversos animales.
Osemos decir ahora que un lobo duende no es otra cosa que el cuerpo sideral de un
hombre, de quien el lobo representa los instintos salvajes y sanguinarios, y que mientras
su fantasma se pasea asi por las campiñas, duerme penosamente en su lecho y sueña que
es un verdadero lobo.
Lo que hace el lobo-duende visible, es la sobreexcitación casi sonambúlica, causada por
el espanto de aquelloš que le ven, o la disposición, más particular en las personas
sencillas del campo, de ponerse en comunicación directa con la luz astral, que es el
medio común de las visiones y de los sueños. Los golpes dirigidos al lobo-duende
hieren realmente a la persona dormida, por congestión odica y simpática de la Luz astral
por correspondencia del cuerpo inmaterial con el cuerpo material. Muchas personas
creerán soñar leyendo semejantes cosas, y nos preguntarán si estamos bien despiertos;
pero rogaremos, únicamente a los hombres de ciencia, que reflexionen en los
fenómenos del embarazo y en las influencias de la imaginación de las embarazadas
sobre la forma de su fruto. Una mujer, que había asistido al suplicio de un hombre al
que arrastraban vivo, dio a luz un niño cuyos miembros estaban todos fracturados. Que
se nos explique cómo la impresión producida en el alma de la madre por tan horrible
espectáculo, pudo llegar a fracturar los miembros del niño, y nosotros explicaremos
cómo los golpes dirigidos al lobo y recibidos en sueño, pueden romper realmente y herir
aun gravemente el cuerpo de aquel que los recibe en la imaginación, sobre todo cuando
su cuerpo está nutriendo y sufriendo las influencias nerviosas y magnéticas.
Es a estos fenómenos y a las leyes ocultas que los producen a quien hay que cargar en
cuenta los efectos del hechizo, del que habremos de hablar. Las obsesiones diabólicas y
la mayoría de las enfermedades nerviosas que afectan al cerebro, son heridas infligidas
al aparato nervioso por la luz astral pervertida, es deciï, absorbida o proyectada en
proporciones anormales. Todas las tensiones extraordinarias y extranaturales de la
voluntad disponen a las obsesiones y a las enfermedades nerviosas; el celibato forzoso,
el ascetismo, el odio, la ambición, el amor rechazado, son otros tantos principios
generadores de formas y de influencias infernales. Paracelso dice que la sangre regular
de las mujeres engendra fantasmas en el aire; los conventos, desde ese punto de vista,
serían el semillero de pesadillas, y se podrían comparar los diablos a esas cabezas de la
hidra de Lema, que renacían sin fin y se multiplicaban por la sangre misma de sus
heridas.
Los fenómenos de la posesión de las Ursulinas de Loudun, tan fatal para Urbano
Grandier, han sido desconocidos. Las religiosas estaban realmente poseídas de histeria y
de imitación fanática de los pensamientos secretos de sus exorcistas, transmitidos a su
sistema nervioso por la luz astral. Recibían la impresión de todos los odios que ese
desdichado sacerdote había levantado contra él mismo, y esa comunicación
esencialmente interna les parecía a ellas mismas diabólica y milagrosa. Así, en este
desdichado asunto, todo el mundo estaba de buena fe, hasta Laubardemont que,
ejecutando ciegamente las sentencias prejuzgadas por el cardenal Richeliu, creía
cumplir al mismo tiempo los deberes de un verdadero juez, y sin sospechar que era un
criado de Poncio Pilato, cuanto menos posible le era ver en el cura, espfritu fuerte y
libertino, de San Pedro del Mercado, un discípulo de Cristo y un mártir.
La posesión de las religiosas de Louviers no es más que una copia de las de Loudun; los
demonios inventan poco y se plagianios unos a los otros. El proceso de Gaufridi y de
Magdalena de la Palud, tiene un carácter más extraño. Aquí son las mismas víctimas las
que se acusan así mismas. Gaufridi se reconoce culpable de haber quitado a muchas
mujeres, por un simple soplido en las narices, la libertad de defenderse contra las
seducciones. Una joven y hermosa señorita, de familia noble, insuflada por él, refiere,
con los mayores detalles, escenas en que la lujuria disfruta con lo monstruoso y lo
grotesco. Tales son las alucinaciones ordinarias del falso misticismo y del celibato mal
conservado. Gaufridi y su querida estaban obsesionados por sus recíprocas quimeras, y
la cabeza del uno reflejaba las pesadillas del otro. El mismo marqués de Sade, ¿no ha
sido contagioso para ciertas naturalezas debilitadas y enfermas?
El escandaloso proceso del padre Girard es una nueva prueba de los delirios del
misticismo y de las singulares neuralgias a que puede dar lugar. Los desvanecimientos
de la Cadlére, sus éxtasis, sus estigmas, todo aquello era tan real como la insensata
maldad, tal vez involuntaria, de su director. Ella le acusó cuando él trató de
abandonarla, y la conversión de esa joven fue una venganza, porque nada es tan cruel
como los amores depravados. Una poderosa Corporación que intervino en el proceso
Grandier para perder en él al posible sectario, salvo al padre Girard, por el honor de la
Compañía. Grandier y el padre Girard habían llegado al mismo resultado por vías
diametralmente opuestas, de cuyos hechos nos ocuparemos especialmente en el capítulo
decimosexto.
Obramos con nuestra imaginación sobre la imaginación de los otros, por nuestro cuerpo
sideral sobre el suyo y por nuestros órganos sobre sus órganos. De modo que, por la
simpatía, sea de atracción, sea de obsesión, nos poseemos los unos abs otros, y nos
identificamos con aquellos sobre quienes queremos obrar. Son las reacciones contra ese
dominio las que hacen suceder, con frecuencia, a las más vivas simpatías las más
pronunciadas antipatías. El amor tiene la tendencia de identificar a los seres; ahora bien,
al identificarlos, los hace, a menudo, rivales y, por consecuencia, enemigos. Si el fondo
de ambas naturalezas fuera de una disposición insociable, como lo sería, por ejemplo, el
orgullo, saturar igualmente de orgullo a dos almas unidas, es desunirlas haciéndolas
rivales. El antagonismo es el resultado necesario de la pluralidad de los dioses.
Cuando soñamos con una persona viva, es, o su cuerpo sideral el que se presenta al
nuestro en la luz astral, o por lo menos el reflejo de ese mismo cuerpo, y la forma en
que nos sentimos impresionados por su encuentro nos revela, con frecuencia, las
disposiciones secretas de esa persona a nuestro respecto. El amor, por ejemplo, modela
el cuerpo sideral del uno a imagen y semejanza del otro, de modo que el medium
anímico de la mujer es como el de un hombre, y el del hombre como el de una mujer.
Los cabalistas manifiestan este cambio de una manera oculta cuando dicen, al explicar
un pasaje oscuro del Génesis: «Dios ha criado el amor metiendo una costilla a Adán en
el pecho de la mujer, y la carne es un hueso de hombre, y el fondo del corazón del
hombre de carne de mujer.» Alegoría es esta que no carece ni de profundidad ni de
belleza.
Ya hemos dicho algo, aunque poco, en el precedente capítulo, de lo que los maestros en
Cábala llaman embrionato de las almas. Ese embrionato, completo después de la muerte
de la persona que posee otra, es con frecuencia comenzado en vida, sea por la obsesión,
sea por el amor. He conocido a una joven a laque sus padres inspiraban un gran terror, y
que se entregó de repente aun persona inofensiva cuyos actos temía. También he
conocido a otra que, después de haber tomado parte en una evocación, en la que se
trataba de una mujer culpable y atormentada en el otro mundo por ciertos hechos
excéntricos, imitó sin razón alguna loš hechos de la mujer muerta. Es a este poder
oculto al que hay que atribuir la temible influencia de la maldición paternal, tan temida
en todos los pueblos de la tierra, y el peligro verdadero de las operaciones mágicas,
cuando no se ha adquirido el verdadero aislamiento de los adeptos.
Esta virtud de transmutación sideral, que existe realmente en el amor, explica los
prodigios alegóricos de la varita de Circe. Apuleyo habla de una tesaliana que se
transformaba en pájaro; se hizo amar por la criada de una señora a fin de sorprender los
secretos del alma, y no llegó más que a transformarse en asno. Esta alegoría explica los
misterios más ocultos del amor. Los cabalistas aseguran que cuando se ama a una mujer
elemental, sea ondina, sea silfide, sea gnomina, se inmortaliza o se muere con ella. Ya
hemos visto que los seres elementales son hombres imperfectos y todavía mortales. La
revelación de que hablamos, y que ha sido mirada como una fábula, es, sin embargo, el
dogma de la solidaridad moral en amor, que es el fondo del amor mismo, y que explica
por sí sólo toda su santidad y todo su poderío.
¿Cuál es esa maga que cambia a sus adoradores en cerdos y cuyos encantos quedan
destruidos en cuanto se someten al amor? Esta antigua cortesana es la mujer de mármol
de todos los tiempos. La mujer sin amor, absorbe y envilece todo cuanto se le aproxima;
la mujer que ama, esparce el entusiasmo y ennoblece la vida.
Se ha hablado mucho en el siglo último de un adepto acusado de charlatanismo, y que
se llamó en vida el divino Cagliostro. Se sabe que practicaba las evocaciones y que no
ha sido superado en este arte más que por el iluminado Schroepffer.’ Sábese que se
vanagloriaba de anudar las simpatías, y que se decía estar en posesión del secreto de la
Gran obra; pero lo que todavía le hacía más célebre era la confección de cierto elixir de
vida, que devolvía instantáneamente a lOs viejos el vigor y la savia de la juventud. Esta
composición tenía por base el vino llamado malvasía, y se obtenía por la destilación de
la esperma de ciertos animales con el jugo de muchas plantas. Nosotros poseemos la
receta, y desde luego se comprenderá por qué nos debemos callarla.
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Nada en el mundo está más y mejor atestiguado ni más incontestablemente probado,
que la presencia real y visible del padre Alfonso de Ligorio cerca del Papa agonizante,
mientras que el mismo personaje era observado en su casa, a una gran distancia de
Roma, en oración y en éxtasis.
La presencia simultánea del misionero Francisco Javier en muchos sitios a la vez, no ha
sido menos rigurosamente comprobada.
Se dirá que estos son milagros; nosotros responderemos que los milagros, cuando son
reales, constituyen para la ciencia pura y simplemente fenómenos.
Las apariciones que no son queridas, coincidiendo con el momento de su muerte, son
fenómenos del mismo orden y atribuibles a idéntica causa.
Ya hemos hablado del cuerpo sideral, y dicho que es el intermediario entre el alma y el
cuerpo físico o material. Ese cuerpo-permanece generalmente despierto, en tanto que el ,
con nuestro pensamiento en todo el espacio que abre ante
él, la imantación universal. De este modo ensancha, sin romperla, la cadena simpática
que le retiene ligado a nuestro corazón y a nuestro cerebro, y esto es lo que hace
peligroso el despertar sobresaltados alas personas que sueñan. En efecto, una
conmoción demasiado fuerte, puede romper de golpe esa cadena y ocasionar
súbitamente la muerte.
La forma de nuestro cuerpo sideral está coliforme con el estado habitual de nuestros
pensamientos, y modifica a la larga—los rasgos del cuerpo material. Por esto es por lo
que Swedenborg, en sus intuiciones sonambúlicas, veía con frecuencia espíritus en
forma de diversos animales.
Osemos decir ahora que un lobo duende no es otra cosa que el cuerpo sideral de un
hombre, de quien el lobo representa los instintos salvajes y sanguinarios, y que mientras
su fantasma se pasea asi por las campiñas, duerme penosamente en su lecho y sueña que
es un verdadero lobo.
Lo que hace el lobo-duende visible, es la sobreexcitación casi sonambúlica, causada por
el espanto de aquelloš que le ven, o la disposición, más particular en las personas
sencillas del campo, de ponerse en comunicación directa con la luz astral, que es el
medio común de las visiones y de los sueños. Los golpes dirigidos al lobo-duende
hieren realmente a la persona dormida, por congestión odica y simpática de la Luz astral
por correspondencia del cuerpo inmaterial con el cuerpo material. Muchas personas
creerán soñar leyendo semejantes cosas, y nos preguntarán si estamos bien despiertos;
pero rogaremos, únicamente a los hombres de ciencia, que reflexionen en los
fenómenos del embarazo y en las influencias de la imaginación de las embarazadas
sobre la forma de su fruto. Una mujer, que había asistido al suplicio de un hombre al
que arrastraban vivo, dio a luz un niño cuyos miembros estaban todos fracturados. Que
se nos explique cómo la impresión producida en el alma de la madre por tan horrible
espectáculo, pudo llegar a fracturar los miembros del niño, y nosotros explicaremos
cómo los golpes dirigidos al lobo y recibidos en sueño, pueden romper realmente y herir
aun gravemente el cuerpo de aquel que los recibe en la imaginación, sobre todo cuando
su cuerpo está nutriendo y sufriendo las influencias nerviosas y magnéticas.
Es a estos fenómenos y a las leyes ocultas que los producen a quien hay que cargar en
cuenta los efectos del hechizo, del que habremos de hablar. Las obsesiones diabólicas y
la mayoría de las enfermedades nerviosas que afectan al cerebro, son heridas infligidas
al aparato nervioso por la luz astral pervertida, es deciï, absorbida o proyectada en
proporciones anormales. Todas las tensiones extraordinarias y extranaturales de la
voluntad disponen a las obsesiones y a las enfermedades nerviosas; el celibato forzoso,
el ascetismo, el odio, la ambición, el amor rechazado, son otros tantos principios
generadores de formas y de influencias infernales. Paracelso dice que la sangre regular
de las mujeres engendra fantasmas en el aire; los conventos, desde ese punto de vista,
serían el semillero de pesadillas, y se podrían comparar los diablos a esas cabezas de la
hidra de Lema, que renacían sin fin y se multiplicaban por la sangre misma de sus
heridas.
Los fenómenos de la posesión de las Ursulinas de Loudun, tan fatal para Urbano
Grandier, han sido desconocidos. Las religiosas estaban realmente poseídas de histeria y
de imitación fanática de los pensamientos secretos de sus exorcistas, transmitidos a su
sistema nervioso por la luz astral. Recibían la impresión de todos los odios que ese
desdichado sacerdote había levantado contra él mismo, y esa comunicación
esencialmente interna les parecía a ellas mismas diabólica y milagrosa. Así, en este
desdichado asunto, todo el mundo estaba de buena fe, hasta Laubardemont que,
ejecutando ciegamente las sentencias prejuzgadas por el cardenal Richeliu, creía
cumplir al mismo tiempo los deberes de un verdadero juez, y sin sospechar que era un
criado de Poncio Pilato, cuanto menos posible le era ver en el cura, espfritu fuerte y
libertino, de San Pedro del Mercado, un discípulo de Cristo y un mártir.
La posesión de las religiosas de Louviers no es más que una copia de las de Loudun; los
demonios inventan poco y se plagianios unos a los otros. El proceso de Gaufridi y de
Magdalena de la Palud, tiene un carácter más extraño. Aquí son las mismas víctimas las
que se acusan así mismas. Gaufridi se reconoce culpable de haber quitado a muchas
mujeres, por un simple soplido en las narices, la libertad de defenderse contra las
seducciones. Una joven y hermosa señorita, de familia noble, insuflada por él, refiere,
con los mayores detalles, escenas en que la lujuria disfruta con lo monstruoso y lo
grotesco. Tales son las alucinaciones ordinarias del falso misticismo y del celibato mal
conservado. Gaufridi y su querida estaban obsesionados por sus recíprocas quimeras, y
la cabeza del uno reflejaba las pesadillas del otro. El mismo marqués de Sade, ¿no ha
sido contagioso para ciertas naturalezas debilitadas y enfermas?
El escandaloso proceso del padre Girard es una nueva prueba de los delirios del
misticismo y de las singulares neuralgias a que puede dar lugar. Los desvanecimientos
de la Cadlére, sus éxtasis, sus estigmas, todo aquello era tan real como la insensata
maldad, tal vez involuntaria, de su director. Ella le acusó cuando él trató de
abandonarla, y la conversión de esa joven fue una venganza, porque nada es tan cruel
como los amores depravados. Una poderosa Corporación que intervino en el proceso
Grandier para perder en él al posible sectario, salvo al padre Girard, por el honor de la
Compañía. Grandier y el padre Girard habían llegado al mismo resultado por vías
diametralmente opuestas, de cuyos hechos nos ocuparemos especialmente en el capítulo
decimosexto.
Obramos con nuestra imaginación sobre la imaginación de los otros, por nuestro cuerpo
sideral sobre el suyo y por nuestros órganos sobre sus órganos. De modo que, por la
simpatía, sea de atracción, sea de obsesión, nos poseemos los unos abs otros, y nos
identificamos con aquellos sobre quienes queremos obrar. Son las reacciones contra ese
dominio las que hacen suceder, con frecuencia, a las más vivas simpatías las más
pronunciadas antipatías. El amor tiene la tendencia de identificar a los seres; ahora bien,
al identificarlos, los hace, a menudo, rivales y, por consecuencia, enemigos. Si el fondo
de ambas naturalezas fuera de una disposición insociable, como lo sería, por ejemplo, el
orgullo, saturar igualmente de orgullo a dos almas unidas, es desunirlas haciéndolas
rivales. El antagonismo es el resultado necesario de la pluralidad de los dioses.
Cuando soñamos con una persona viva, es, o su cuerpo sideral el que se presenta al
nuestro en la luz astral, o por lo menos el reflejo de ese mismo cuerpo, y la forma en
que nos sentimos impresionados por su encuentro nos revela, con frecuencia, las
disposiciones secretas de esa persona a nuestro respecto. El amor, por ejemplo, modela
el cuerpo sideral del uno a imagen y semejanza del otro, de modo que el medium
anímico de la mujer es como el de un hombre, y el del hombre como el de una mujer.
Los cabalistas manifiestan este cambio de una manera oculta cuando dicen, al explicar
un pasaje oscuro del Génesis: «Dios ha criado el amor metiendo una costilla a Adán en
el pecho de la mujer, y la carne es un hueso de hombre, y el fondo del corazón del
hombre de carne de mujer.» Alegoría es esta que no carece ni de profundidad ni de
belleza.
Ya hemos dicho algo, aunque poco, en el precedente capítulo, de lo que los maestros en
Cábala llaman embrionato de las almas. Ese embrionato, completo después de la muerte
de la persona que posee otra, es con frecuencia comenzado en vida, sea por la obsesión,
sea por el amor. He conocido a una joven a laque sus padres inspiraban un gran terror, y
que se entregó de repente aun persona inofensiva cuyos actos temía. También he
conocido a otra que, después de haber tomado parte en una evocación, en la que se
trataba de una mujer culpable y atormentada en el otro mundo por ciertos hechos
excéntricos, imitó sin razón alguna loš hechos de la mujer muerta. Es a este poder
oculto al que hay que atribuir la temible influencia de la maldición paternal, tan temida
en todos los pueblos de la tierra, y el peligro verdadero de las operaciones mágicas,
cuando no se ha adquirido el verdadero aislamiento de los adeptos.
Esta virtud de transmutación sideral, que existe realmente en el amor, explica los
prodigios alegóricos de la varita de Circe. Apuleyo habla de una tesaliana que se
transformaba en pájaro; se hizo amar por la criada de una señora a fin de sorprender los
secretos del alma, y no llegó más que a transformarse en asno. Esta alegoría explica los
misterios más ocultos del amor. Los cabalistas aseguran que cuando se ama a una mujer
elemental, sea ondina, sea silfide, sea gnomina, se inmortaliza o se muere con ella. Ya
hemos visto que los seres elementales son hombres imperfectos y todavía mortales. La
revelación de que hablamos, y que ha sido mirada como una fábula, es, sin embargo, el
dogma de la solidaridad moral en amor, que es el fondo del amor mismo, y que explica
por sí sólo toda su santidad y todo su poderío.
¿Cuál es esa maga que cambia a sus adoradores en cerdos y cuyos encantos quedan
destruidos en cuanto se someten al amor? Esta antigua cortesana es la mujer de mármol
de todos los tiempos. La mujer sin amor, absorbe y envilece todo cuanto se le aproxima;
la mujer que ama, esparce el entusiasmo y ennoblece la vida.
Se ha hablado mucho en el siglo último de un adepto acusado de charlatanismo, y que
se llamó en vida el divino Cagliostro. Se sabe que practicaba las evocaciones y que no
ha sido superado en este arte más que por el iluminado Schroepffer.’ Sábese que se
vanagloriaba de anudar las simpatías, y que se decía estar en posesión del secreto de la
Gran obra; pero lo que todavía le hacía más célebre era la confección de cierto elixir de
vida, que devolvía instantáneamente a lOs viejos el vigor y la savia de la juventud. Esta
composición tenía por base el vino llamado malvasía, y se obtenía por la destilación de
la esperma de ciertos animales con el jugo de muchas plantas. Nosotros poseemos la
receta, y desde luego se comprenderá por qué nos debemos callarla.
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15 P
LA MAGIA NEGRA
Samael - Auxiliator
LA MAGIA NEGRA
Samael - Auxiliator
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Penetramos en la magia negra. Vamos a afrontar, hasta en su santuario, al dios negro del
Sabbat o Sábado, al formidable macho cabrío de Mendés. Aquí, aquellos que tengan
miedo, pueden cerrar el libro, y las personas sujetas a impresiones nerviosas harán bien
en distraerse o abstenerse; pero nosotros nos hemos impuesto una tarea y forzoso es
llevarla a cabo.
Abordemos, pues, franca y audazmente el asunto:
¿Existe un diablo?
¿Qué cosa es un diablo?
A la primera pregunta la ciencia se calla; la filosofía niega, al azar, y sólo la religión
responde afirmativamente.
A la segunda, Ja religión dice que el demonio es el ángel caído; la filosofía oculta
acepta y explica esta definición.
Ya volveremos sobre lo que hemos dicho al respecto; pero, permítasenos aquí una
nueva revelación.
El Diablo en magia negra es el gran agente magico empleado para el mal, por una
voluntad perversa
La antigua serpiente de la leyenda no es otra cosa que el agente universal; es el fuego
eterno de la vida terrestre; es el alma de la tierra y el foco viviente del infierno.
Ya hemos dicho que la luz astral es el receptáculo de las formas. Evocadas por la razón,
esas formas se producen con armonía; evocadas por la locura, se aparecen desordenadas
y monstruosas; tal es el origen de las pesadillas de San Antonio y de los fantasmas del
aquelarre.
Las evocaciones de la goecia y de la demonomancia, ¿ofrecen o no resultados? Sí,
ciertamente; un resultado incontestable y más terrible que cuanto pueden referir las
leyendas.
Cuando se llama al diablo con las ceremonias requeridas, el diablo acude y se leve. Para
no morir de espanto ante su presencia, para no volverse idiota, es preciso estar loco.
Grandier era un libertino por indevoción, y quizá también por excepticismo; Girard
había sido depravado y depravador por entusiasmo, por consecuencia del ascetismo y
por las cegueras de la fe.
En el decimoquinto capítulo de nuestro Ritual, publicaremos todas las evocaciones
diabólicas y las prácticas de la magia negra, no para que el lector se sirva de ellas, sino
para que las conozca y las juzgue y pueda preservarse de semejantes aberraciones.
Eudes de Mirville, cuyo libro sobre los veladores parlantes ha hecho últimamente tanto
ruido, puede estar a la vez contento y descontento de la solución que aquí ofrecemos de
los problemas de la magia negra. En efecto, nosotros sostenemos como él la realidad y
los maravillosos efectos; nosotros le asignamos, como él, por causa la antigua serpiente,
el principio oculto de este mundo; pero no estamos de acuerdo •sobre la naturaleza de
ese agente ciego, que es al mismo tiempo, pero bajo diversas direcciones, el instrumento
de todo bien y de todo mal, el servidor de los profetas y el inspirador de las pitonisas.
En una palabra, el diablo, para nosotros, es la fuerza puesta por un tiempo al servicio
del error, como el pecado mortal es, en nuestro concepto, la persistencia de la voluntad
en el absurdo. De Mirville tiene a veces razón, por una parte, en tanto q~e por la otra
carece de ella.
Lo que es preciso excluir del reinado de los seres, es lo arbitrario. Nada llega ni por el
azar, ni por la autocracia de una voluntad buena o mala.
Hay dos cámaras en el cielo, y el tribunal de Satán esta contenido en sus desplantes por
el Senado de la divina sabiduría.
_
Penetramos en la magia negra. Vamos a afrontar, hasta en su santuario, al dios negro del
Sabbat o Sábado, al formidable macho cabrío de Mendés. Aquí, aquellos que tengan
miedo, pueden cerrar el libro, y las personas sujetas a impresiones nerviosas harán bien
en distraerse o abstenerse; pero nosotros nos hemos impuesto una tarea y forzoso es
llevarla a cabo.
Abordemos, pues, franca y audazmente el asunto:
¿Existe un diablo?
¿Qué cosa es un diablo?
A la primera pregunta la ciencia se calla; la filosofía niega, al azar, y sólo la religión
responde afirmativamente.
A la segunda, Ja religión dice que el demonio es el ángel caído; la filosofía oculta
acepta y explica esta definición.
Ya volveremos sobre lo que hemos dicho al respecto; pero, permítasenos aquí una
nueva revelación.
El Diablo en magia negra es el gran agente magico empleado para el mal, por una
voluntad perversa
La antigua serpiente de la leyenda no es otra cosa que el agente universal; es el fuego
eterno de la vida terrestre; es el alma de la tierra y el foco viviente del infierno.
Ya hemos dicho que la luz astral es el receptáculo de las formas. Evocadas por la razón,
esas formas se producen con armonía; evocadas por la locura, se aparecen desordenadas
y monstruosas; tal es el origen de las pesadillas de San Antonio y de los fantasmas del
aquelarre.
Las evocaciones de la goecia y de la demonomancia, ¿ofrecen o no resultados? Sí,
ciertamente; un resultado incontestable y más terrible que cuanto pueden referir las
leyendas.
Cuando se llama al diablo con las ceremonias requeridas, el diablo acude y se leve. Para
no morir de espanto ante su presencia, para no volverse idiota, es preciso estar loco.
Grandier era un libertino por indevoción, y quizá también por excepticismo; Girard
había sido depravado y depravador por entusiasmo, por consecuencia del ascetismo y
por las cegueras de la fe.
En el decimoquinto capítulo de nuestro Ritual, publicaremos todas las evocaciones
diabólicas y las prácticas de la magia negra, no para que el lector se sirva de ellas, sino
para que las conozca y las juzgue y pueda preservarse de semejantes aberraciones.
Eudes de Mirville, cuyo libro sobre los veladores parlantes ha hecho últimamente tanto
ruido, puede estar a la vez contento y descontento de la solución que aquí ofrecemos de
los problemas de la magia negra. En efecto, nosotros sostenemos como él la realidad y
los maravillosos efectos; nosotros le asignamos, como él, por causa la antigua serpiente,
el principio oculto de este mundo; pero no estamos de acuerdo •sobre la naturaleza de
ese agente ciego, que es al mismo tiempo, pero bajo diversas direcciones, el instrumento
de todo bien y de todo mal, el servidor de los profetas y el inspirador de las pitonisas.
En una palabra, el diablo, para nosotros, es la fuerza puesta por un tiempo al servicio
del error, como el pecado mortal es, en nuestro concepto, la persistencia de la voluntad
en el absurdo. De Mirville tiene a veces razón, por una parte, en tanto q~e por la otra
carece de ella.
Lo que es preciso excluir del reinado de los seres, es lo arbitrario. Nada llega ni por el
azar, ni por la autocracia de una voluntad buena o mala.
Hay dos cámaras en el cielo, y el tribunal de Satán esta contenido en sus desplantes por
el Senado de la divina sabiduría.
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16 Q
LOS HECHIZOS
Fons - Oculus - Fulgur
_
El hombre que mira a una mujer con un deseo impuro profana a esa mujer ha dicho el
gran maestro. Lo que se quiere con perseverancia se hace. Toda voluntad real se
confirma por actos; toda voluntad confirmada por un acto, es un hecho. Todo hecho está
sometido a un juicio, y este juicio es eterno. Estos son dogmas y principios.
Según estos principios y estos dogmas, el bien o el mal que desedis, sea a vosotros
mismos, sea a los demás, en la extensión de vuestro querer y en la esfera de vuestra
acción, ocurrirá infaliblemente, sea a los demás, sea a vosotros mismos, si confirmáis
vuestra voluntad y si fijáis vuestra determinación por hechos.
Los hechos deben ser análogos a la voluntad. La voluntad de causar mal o dehacerse
amar, debe ser confirmada para ser eficaz, por actos de odio o de amor.
Todo lo que lleva la huella de un alma humana pertenece a ese alma; todo lo que el
hombre se apropia de cualquier modo, se convierte en su cuerpo, en la acepción más
amplia de la palabra, y todo cuanto se hace al cuerpo de un hombre lo siente, sea
mediata, sea inmediatamente, su alma.
Por esto es por lo que toda especie de acción hostil al prójimo, es considerada por la
teología moral como un comienzo de homicidio.
El hechizo es, pues, un homicidio y un homicidio tanto más cobarde cuanto que escapa
al derecho de defensa de la víctima y a la venganza de las leyes.
Establecido este principio para tranquilidad de nuestra conciencia y advertencia a los
débiles, afirmemos sin temor que el hechizo es posible.
Vayamos más lejos y afirmemos que es, no solamente posible, sino de algún modo
necesario y fatal. Se verifica incesantemente en el mundo social, aun a despecho de tos
agentes y de los pacientes. El hechizo involuntario es uno de los más terribles peligros
de la vida humana.
La simpatía pasional somete necesariamente el más ardiente deseo a la más fuerte
voluntad. Las enfermedades morales son más contagiosas que las físicas y hay en ellas
tantos éxitos, por preocupación y moda, que hasta podrían compararse con la lepra o
con el cólera.
Se muere de un mal conocimiento como de un contacto contagioso, y la horrible
enfermedad que, desde hace algunos siglos únicamente, en Europa, castiga la
profanación de los misterios del amor, es una revelación de las leyes analógicas de la
Naturaleza y no presenta aún más que una imagen debilitada de las corrupciones,
morales que resultan diariamente de una simpatía equívoca.
Se habla de un hombre celoso y cobarde, que, para vengarse de un rival, se infectó a sí
mismo voluntariamente un mal, incurable, infiltrándolo a los que con él compartían el
lecho. Esta historia es la de todo mago, o mejor, de todo brujo que practica los hechizos.
Se envenena para envenenar, se condena para torturar, aspira el infierno para respirarle,
se hiere de muerte para hacer morir. Pero si hay en esto un valor triste, no es menos
positivo y cierto que envenenará y matará por la proyección sola de su voluntad
perversa.
Pueden existir amores que maten lo mismo que el odio, y los hechizos de la
benevolencia son la tortura de los malvados. Las oraciones que se dirigen a Dios para la
conversión de un hombre, llevan la desgracia a ese hombre si el no quiere convertirse.
Hay, como hemos dicho, fatiga y peligro en luchar contra las corrientes fluiditas
excitadas por cadenas de voluntades unidas.
Existen, pues, dos clases de hechizos: el hechizo voluntario y el hechizo involuntario.
Pueden también distinguirse el hechizo físico y el hechizo moral. La fuerza atrae la
fuerza; la vida atrae la vida; la salud atrae la salud; esta es una ley de naturaleza.
Si dos niños viven juntos, y sobre todo se acuestan juntos, y de ellos son el uno fuerte y
el otro débil, el fuerte absorberá al débil, y éste perecerá. Por esta sola causa, es
importante que los niños se acuesten solos.
En los colegios, ciertos alumnos absorben la inteligencia de sus demás condiscípulos, y
en todo circulo de hombres, pronto se encuentra un individuo que se apodera de la
voluntad de los demás.
El hechizo por corrientes es una cosa muy común, como ya lo hemos hecho advertir; se
siente uno impulsado por la muchedumbre en lo moral como en lo físico. Pero lo que
vamos a hacer constar más particularmente en este capítulo es el poder casi absoluto de
la voluntad humana sobre la determinación de sus actos y la influencia de toda
demostración exterior de una voluntad sobre las cosas hasta externas.
Los hechizos voluntarios son todavía frecuentes en nuestras campiñas porque las
fuerzas naturales, entre personas ignorantes y solitarias, obran sin ser debilitadas por
ninguna duda o por ninguna diversión. Un odio franco, absoluto y sin ninguna mezcla
de pasión rechazada o de concupiscencia personal, es un decreto de muerte para aquel
que es objeto de él en ciertas y determinadas condiciones. Digo sin mezcla de pasión
amorosa y de concupiscencia, porque un deseo, siendo una pasión, contrabalancea y
anula el poder de proyección. Así, por ejemplo, un celoso no hechizará nunca a su rival,
y un heredero concupiscente no abreviará, por el solo hecho de su voluntad, los días de
un lío avaro y miserable. Los hechizos ensayados en estas condiciones caen sobre aquel
que los opera, y son más bien saludables que novicios para la persona que es objeto de
ellos, porque se desprenden de una acción odiosa que se destruye por sí misma al
exaltarle.
Las palabras envoûtement o hechizo, muy enérgica en su sencillez, gala, manifiesta
admirablemente la misma cosa que envoultement, acción de tomar, por decirlo así, y
envolver a alguien en un voto, en una voluntad formulada.
El instrumento de los hechizos no es otro que el gran agente mágico, que bajo una
voluntad perversa, se convierte, real y positivamente, en el demonio.
El maleficio propiamente dicho, es decir, la operación ceremonial para el hechizo, no
obra más que sobre el operador, y sirve para fijar y confirmar su voluntad, formulándola
con perseverancia y esfuerzo, condiciones ambas que hacen la voluntad eficaz.
Cuanto más difícil u horrible es la operación, más eficaz resulta, porque obra mayor
fuerza sobre la imaginación y confirma el esfuerzo en razón directa con la resistencia.
Esto es lo que explica la bizarría y la atrocidad de las operaciones de la magia negra
entre los antiguos y en la Edad Media, las misas del diablo, los sacramentos
administrados a reptiles, las efusiones desangre, los sacrificios humanos y otras
monstruosidades que son la esencia misma y la realidad de la goecia y la nigromancia.
Son semejantes prácticas las que han atraído sobre las brujas en todas los tiempos la
justa represión de las leyes. La magia negra no es realmente más que una combinación
de sacrilegios y de crímenes graduados para pervertir para siempre una voluntad
humana y realizar en un hombre vivo el fantasma repugnante del demonio. Es,
propiamente hablando, la religión del demonio, el culto de las tinieblas, el odio hacia el
bien llevado al paroxismo; es la encamación de la muerte y la creación permanente del
infierno.
El cabalista Bodin, que como se supondrá fue un espíritu débil y supersticioso, no ha
tenido otro motivo para escribir su Demonomanía que la necesidad de prevenir a los
espíritus contra la peligrosísima incredulidad. Iniciado por el estudio de la Cábala en los
verdaderos secretos de la magia había templado a pensar en los peligros a los cuales se
expondría la sociedad abandonando ese poder a la maldad de algunos hombres. Intentó,
pues, lo que ahora acaba de ensayar entre nosotros Eudes de Mirville; recogió hechos
sin explicarlos, y denunció alas ciencias desatentas o preocupadas, la existencia de
influencias ocultas y de operaciones criminales de la mala magia. Bodin no fue
escuchado en su tiempo, como tampoco lo será ahora Eudes de Mirville, porque no
basta indicar fenómenos y prejuzgar la causa para impresionar a los hombres serios;
esta causa es preciso estudiarla, explicarla, demostrar su existencia, y esto es lo que
tratamos de hacer. ¿Tendremos nosotros mejor éxito?
Puede morirse por amor de ciertos seres, como puede morirse por su odio; existen
pasiones absorbentes bajo cuya aspiración se siente uno desfallecer como las
prometidas de los vampiros. No son únicamente los malvados los que atormentan a los
buenos, sino que es a su vez los buenos quienes atormentan a los malvados. La dulzura
de Abel era uu. amplio y penoso hechizo debido a la ferocidad de Caín. El odio al bien
entre los malvados, procede del mismo instinto de conservación Por otra parte,
mostrarse tranquilos, desafiando y justificando el mal; Abel, ante Caín, era un hipócrita
y un cobarde que deshonraba la fiereza humana por sus escandalosas sumisiones a la
divinidad. ¡Cuánto no ha debido sufrir el primero de los asesinos antes de proceder al
espantoso asesinato contra su hermano! Si Abel hubiera podido comprenderle, se habría
quedado asombrado.
La antipatía no es otra cosa que el presentimiento de un probable hechizo; hechizo que
muy bien pudiera ser de amor o de odio, porque se ve con frecuencia suceder al amor la
antipatía. La luz astral no advierte acerca de las influencias venideras por medio de una
acción ejercida sobre el sistema nervioso, más o menos sensible y más o menos viva.
Las simpatías instantáneas, los amores fulminantes, son explosiones de luz astral
motivadas tan exactamente y no menos matemáticamente explicables y demostrables
que las descargas eléctricas de fuertes y poderosas baterías. Puede verse por todas partes
cuántos y cuán graves son los peligros que amenazan al profano que juega sin cesar con
fuego sobre pólvoras que no ve.
Nos hallamos saturados de luz astral y la proyectamos sin cesar para dar lugar a nuevas
impresiones. Los aparatos nerviosos destinados sea para la proyeccion, sea para la
atracción, tiene particular asiento en los ojos y en ls manos. La polaridad de éstas reside
en el pulgar y es por esto por lo que siguiendo la tradición mágica conservada aun en
nuestros campos cuando uno se halla en compañía sospechosa, se coloca el dedo pulgar
replegado y oculto en la palma de la mano, a fin de evitar de que nadie nos fije, y
tratando de ser el primero en mirar a aquellos de quienes algo tenemos que temer y de
evitar, asimismo, las proyecciones fluidicas inesperadas inesperadas y las miradas’
fascinadoras.
Existen también ciertos animales cuya propiedad no es otra que la de romper las
corrientes de la luz astral por una absorción que les es peculiar. Estos animales no son
violenta y soberanamente antipáticos y tienen, en su mirada, algo que fascina; tales son
el sapo, y el basilico. Estos animales prisioneros y llevados vivos o guardados en las
habitaciones en que vivimos garantizan de las alucinaciones y las ilusiones de ¡a
embriaguez astral. LA EMBRIAGUEZ ASTRAL, palabra que aquí escribimos por
primera vez, y que explica todos los fenómenos de las pasiones furiosas, de las
exaltaciones mentales y de la locura.
—iCriad sapos y basiliscos, mi querido señor —me diría un discípulo de Voltaire—;
llevadle consigo y no escribáis mas! A esto puedo responder que pensaré en ello
seriamente en cuanto me sienta dispuesto a reír de lo que ignoro ya tratar de locos a los
hombres de quienes no comprenda ni la ciencia ni la sabiduría.
Paracelso, el más grande de los magos cristianos, oponía al hechizo las prácticas de un
hechizo contrario. Componía remedios simpáticos y los aplicaba, no a los miembros que
padecían, sino a representaciones de esos mismos miembros, formadas y consagradas
según el ceremonial mágico. El éxito era prodigioso y nunca médico alguno consiguió
las maravillosas curas de Paracelso.
Pero Paracelso había descubierto el magnetismo mucho antes que Mes-mer, y había
llevado hasta las postreras consecuencias tan luminoso descubrimiento, o más bien esa
iniciación en la magia de los antiguos que más que nosotros comprendían el gran agente
mágico y no hacían de la luz astral, del ázoe, de la magnesia universal de los sabios, un
fluido animal y particular emanado únicamente de algunos seres especiales.
En la filosofía oculta, Paracelso combate la magia ceremonial, de la que ignoraba tal
vez el terrible poder, pero de la que quiso sin duda describir las prácticas, a fin de
desacreditar ¡a magia negra. Coloca todo el poder de mago en el magnes interior y
oculto. Los más hábiles magnetizadores del día, no dirían otro tanto en la actualidad.
Sin embargo, quiere que se empleen los signos mágicos y especialmente los talismanes,
para la curación de las enfermedades. Ya tendremos ocasión de volver sobre este
asunto, es decir, sobre los talismanes de Paracelso, en el octavo capítulo, abordando
asimismo, según Gaffarel, la gran cuestión de la iconografía y ¡a numismática ocultas.
Se cura también el hechizo por la sustitución, cuando ella es posible y por~ larupturao
cambio de lacorriente astral. Las tradiciones del campo sobre este punto son admirables
y proceden de épocas remotas; son restos de la enseñanza de los druidas, quienes habían
sido iniciados en los misterios de la India y del Egipto por hierofantes viajeros. Sábese,
pues, en magia vulgar, que un hechizo, es decir, una voluntad determinada y confirmada
para causar mal, obtiene siempre su efecto, y que no puede retractarse sin peligro de
muerte. El brujo que causa a una persona un maleficio, debe tener otro objeto que su
malevolencia, porque sabe ciertamente que él será también alcanzado y perecerá
víctima de su propio maleficio. Siendo circular el movimiento astral, toda emision
azótica o magnética, que no encuentra a su médium, retorna con fuerza a su punto de
partida. Así es corno se explica una de las más extrañas historias de un libro sagrado, la
de los demonios enviados a los puercos que se precipitaron al mar.. Esta obra de la alta
iniciación no fue otra cosa que a ruptura de una corriente magnética infestada por
malvadas voluntades. Yo me llamo legión, decía la voz instintiva del paciente, porque
nosotros somos muchos.
Las posesiones del demonio no son otra cosa que hechizos y existe en nuestros días una
numerosa cantidad de poseídos. Un santo religioso que está dedicado al servicio de
alineados, el hermano Hilaire Tissot, ha conseguido, por una larga experiencia y la
práctica constante de las virtudes cristianas, curar a muchos enfermos y practica, sin
saberlo, el magnetismo de Paracelso. Atribuye la mayoría de las enfermedades a
desórdenes de la voluntad o a la influencia perversa de voluntades extrañas; considera
todos los crímenes como actos de insania y querría que se tratara a todos los criminales
como enfermos, en vez de exasperarlos y hacerlos incurables, so pretexto de castigarlos.
¡Cuánto tiempo transcurriría todavía antes de que el hermano Hilaire sea reconocido
como un hombre de genio! Y ¡cuántos hombres graves al leer este capítulo dirán que
Hilaire Tissot y yo nos debíamos tratar el uno a otro según las ideas que nos son
comunes, librándonos bien de publicar nuestras teorías, sino queremos que se nos tome
por médicos dignos de ser enviados a los incurables!
Y, sin embargo, ¡se mueve! gritaba Galileo dando con el pie en tierra. Conoced la
verdad y la verdad os hará libres —ha dicho el salvador de los hombres—. Podría
agregarse: Amad la justicia y la justicia os hará sanos. Un vicio es un veneno, aun para
el cuerpo; la verdadera virtud es un gaje de longevidad.
El método de los hechizos ceremoniales, varía según los tiempos y las personas, y todos
los hombres artificiosos y dominadores, encuentran en sí mismos los secretos y la
práctica, sin calcular precisamente, ni razonar los resultados. Siguen en esto, las
inspiraciones intuitivas del gran agente, que se asimila maravillosamente, como ya lo
hemos dicho, a nuestros vicios y a nuestras virtudes; pero, puede decirse generalmente
que estamos sometidos a las voluntades de los demás por las analogías de nuestras
inclinaciones y sobre todo de nuestros defectos. Acariciar las debilidades de una
iridividualidad, es apoderarse de ella y convenirse en su instrumento en el orden de los
mismos errores o de las mismas depravaciones. Ahora bien, cuando dos naturalezas
analógicas en defectos se subordinan launa a la otra, se opera una especie de sustitución
del más fuerte al mas débil, y una verdadera obsesión de un espíritu por el otro. Con
frecuencia el débil se debate y querría rebelarse; pero, después cae más bajo que nunca
en la servidumbre. Así es como Luis XIII conspira contra Richelieu y luego obtenía,
hasta cierto punto su gracia, por el abandono de sus cómplices.
Todos tenemos un defecto dominante que es para nuestra alma, como el ombligo de su
nacimiento pecador, y es por allí por donde el enemigo puede siempre apoderarse de
nosotros; la vanidad en los unos, la pereza en los otros y el egoísmo en casi todos. Que
un espíritu astuto y malvado se apodere de ese resorte y estáis perdidos. Entonces os
convertís, no en un loco, no en un idiota, sino en un alienado en toda la fuerza de esta
expresión, es decir, en un ser sometido a una impulsión extraña. En este estado, sentís
un horror intuitivo por todo aquello que pudiera devolveros la razón, y ni aun siquiera
queréis escuchar las representaciones contrarias a vuestra demencia. Es una de las
enfermedades más peligrosas que pueden afectar ala moral humana,
El único remedio aplicable a esta suerte de hechizo es el de apoderarse de la misma
locura para curarla y hacer encontrar al enfermo satisfacciones imaginarias en un orden
contrario a aquel en que se ha perdido. Así, por ejemplo, curar a un ambicioso
haciéndole desear las glorias del cielo, remedio rústico; curar a un malvado por medio
de un amor verdadero, remedio natural; procurar a un vanidoso éxitos honrados, mostrar
desinterés a los avaros y procurarles un justo beneficio por una participación honrada en
empresas generosas, etcétera.
Obrando de este modo sobre la moral, se conseguirá curar un gran número de
enfermedades físicas, porque lo moral influye sobre lo físico en virtud del axioma
mágico: «Lo que está encima es como lo que está debajo.» Por esto es por lo que el
maestro decía hablando de una mujer paralítica: «Satán la ha ligado»; una enfermedad
proviene siempre de un defecto o de un exceso y siempre hallaréis en el origen de un
mal físico un desorden moral; esta es una ley invariable de la naturaleza.
El hombre que mira a una mujer con un deseo impuro profana a esa mujer ha dicho el
gran maestro. Lo que se quiere con perseverancia se hace. Toda voluntad real se
confirma por actos; toda voluntad confirmada por un acto, es un hecho. Todo hecho está
sometido a un juicio, y este juicio es eterno. Estos son dogmas y principios.
Según estos principios y estos dogmas, el bien o el mal que desedis, sea a vosotros
mismos, sea a los demás, en la extensión de vuestro querer y en la esfera de vuestra
acción, ocurrirá infaliblemente, sea a los demás, sea a vosotros mismos, si confirmáis
vuestra voluntad y si fijáis vuestra determinación por hechos.
Los hechos deben ser análogos a la voluntad. La voluntad de causar mal o dehacerse
amar, debe ser confirmada para ser eficaz, por actos de odio o de amor.
Todo lo que lleva la huella de un alma humana pertenece a ese alma; todo lo que el
hombre se apropia de cualquier modo, se convierte en su cuerpo, en la acepción más
amplia de la palabra, y todo cuanto se hace al cuerpo de un hombre lo siente, sea
mediata, sea inmediatamente, su alma.
Por esto es por lo que toda especie de acción hostil al prójimo, es considerada por la
teología moral como un comienzo de homicidio.
El hechizo es, pues, un homicidio y un homicidio tanto más cobarde cuanto que escapa
al derecho de defensa de la víctima y a la venganza de las leyes.
Establecido este principio para tranquilidad de nuestra conciencia y advertencia a los
débiles, afirmemos sin temor que el hechizo es posible.
Vayamos más lejos y afirmemos que es, no solamente posible, sino de algún modo
necesario y fatal. Se verifica incesantemente en el mundo social, aun a despecho de tos
agentes y de los pacientes. El hechizo involuntario es uno de los más terribles peligros
de la vida humana.
La simpatía pasional somete necesariamente el más ardiente deseo a la más fuerte
voluntad. Las enfermedades morales son más contagiosas que las físicas y hay en ellas
tantos éxitos, por preocupación y moda, que hasta podrían compararse con la lepra o
con el cólera.
Se muere de un mal conocimiento como de un contacto contagioso, y la horrible
enfermedad que, desde hace algunos siglos únicamente, en Europa, castiga la
profanación de los misterios del amor, es una revelación de las leyes analógicas de la
Naturaleza y no presenta aún más que una imagen debilitada de las corrupciones,
morales que resultan diariamente de una simpatía equívoca.
Se habla de un hombre celoso y cobarde, que, para vengarse de un rival, se infectó a sí
mismo voluntariamente un mal, incurable, infiltrándolo a los que con él compartían el
lecho. Esta historia es la de todo mago, o mejor, de todo brujo que practica los hechizos.
Se envenena para envenenar, se condena para torturar, aspira el infierno para respirarle,
se hiere de muerte para hacer morir. Pero si hay en esto un valor triste, no es menos
positivo y cierto que envenenará y matará por la proyección sola de su voluntad
perversa.
Pueden existir amores que maten lo mismo que el odio, y los hechizos de la
benevolencia son la tortura de los malvados. Las oraciones que se dirigen a Dios para la
conversión de un hombre, llevan la desgracia a ese hombre si el no quiere convertirse.
Hay, como hemos dicho, fatiga y peligro en luchar contra las corrientes fluiditas
excitadas por cadenas de voluntades unidas.
Existen, pues, dos clases de hechizos: el hechizo voluntario y el hechizo involuntario.
Pueden también distinguirse el hechizo físico y el hechizo moral. La fuerza atrae la
fuerza; la vida atrae la vida; la salud atrae la salud; esta es una ley de naturaleza.
Si dos niños viven juntos, y sobre todo se acuestan juntos, y de ellos son el uno fuerte y
el otro débil, el fuerte absorberá al débil, y éste perecerá. Por esta sola causa, es
importante que los niños se acuesten solos.
En los colegios, ciertos alumnos absorben la inteligencia de sus demás condiscípulos, y
en todo circulo de hombres, pronto se encuentra un individuo que se apodera de la
voluntad de los demás.
El hechizo por corrientes es una cosa muy común, como ya lo hemos hecho advertir; se
siente uno impulsado por la muchedumbre en lo moral como en lo físico. Pero lo que
vamos a hacer constar más particularmente en este capítulo es el poder casi absoluto de
la voluntad humana sobre la determinación de sus actos y la influencia de toda
demostración exterior de una voluntad sobre las cosas hasta externas.
Los hechizos voluntarios son todavía frecuentes en nuestras campiñas porque las
fuerzas naturales, entre personas ignorantes y solitarias, obran sin ser debilitadas por
ninguna duda o por ninguna diversión. Un odio franco, absoluto y sin ninguna mezcla
de pasión rechazada o de concupiscencia personal, es un decreto de muerte para aquel
que es objeto de él en ciertas y determinadas condiciones. Digo sin mezcla de pasión
amorosa y de concupiscencia, porque un deseo, siendo una pasión, contrabalancea y
anula el poder de proyección. Así, por ejemplo, un celoso no hechizará nunca a su rival,
y un heredero concupiscente no abreviará, por el solo hecho de su voluntad, los días de
un lío avaro y miserable. Los hechizos ensayados en estas condiciones caen sobre aquel
que los opera, y son más bien saludables que novicios para la persona que es objeto de
ellos, porque se desprenden de una acción odiosa que se destruye por sí misma al
exaltarle.
Las palabras envoûtement o hechizo, muy enérgica en su sencillez, gala, manifiesta
admirablemente la misma cosa que envoultement, acción de tomar, por decirlo así, y
envolver a alguien en un voto, en una voluntad formulada.
El instrumento de los hechizos no es otro que el gran agente mágico, que bajo una
voluntad perversa, se convierte, real y positivamente, en el demonio.
El maleficio propiamente dicho, es decir, la operación ceremonial para el hechizo, no
obra más que sobre el operador, y sirve para fijar y confirmar su voluntad, formulándola
con perseverancia y esfuerzo, condiciones ambas que hacen la voluntad eficaz.
Cuanto más difícil u horrible es la operación, más eficaz resulta, porque obra mayor
fuerza sobre la imaginación y confirma el esfuerzo en razón directa con la resistencia.
Esto es lo que explica la bizarría y la atrocidad de las operaciones de la magia negra
entre los antiguos y en la Edad Media, las misas del diablo, los sacramentos
administrados a reptiles, las efusiones desangre, los sacrificios humanos y otras
monstruosidades que son la esencia misma y la realidad de la goecia y la nigromancia.
Son semejantes prácticas las que han atraído sobre las brujas en todas los tiempos la
justa represión de las leyes. La magia negra no es realmente más que una combinación
de sacrilegios y de crímenes graduados para pervertir para siempre una voluntad
humana y realizar en un hombre vivo el fantasma repugnante del demonio. Es,
propiamente hablando, la religión del demonio, el culto de las tinieblas, el odio hacia el
bien llevado al paroxismo; es la encamación de la muerte y la creación permanente del
infierno.
El cabalista Bodin, que como se supondrá fue un espíritu débil y supersticioso, no ha
tenido otro motivo para escribir su Demonomanía que la necesidad de prevenir a los
espíritus contra la peligrosísima incredulidad. Iniciado por el estudio de la Cábala en los
verdaderos secretos de la magia había templado a pensar en los peligros a los cuales se
expondría la sociedad abandonando ese poder a la maldad de algunos hombres. Intentó,
pues, lo que ahora acaba de ensayar entre nosotros Eudes de Mirville; recogió hechos
sin explicarlos, y denunció alas ciencias desatentas o preocupadas, la existencia de
influencias ocultas y de operaciones criminales de la mala magia. Bodin no fue
escuchado en su tiempo, como tampoco lo será ahora Eudes de Mirville, porque no
basta indicar fenómenos y prejuzgar la causa para impresionar a los hombres serios;
esta causa es preciso estudiarla, explicarla, demostrar su existencia, y esto es lo que
tratamos de hacer. ¿Tendremos nosotros mejor éxito?
Puede morirse por amor de ciertos seres, como puede morirse por su odio; existen
pasiones absorbentes bajo cuya aspiración se siente uno desfallecer como las
prometidas de los vampiros. No son únicamente los malvados los que atormentan a los
buenos, sino que es a su vez los buenos quienes atormentan a los malvados. La dulzura
de Abel era uu. amplio y penoso hechizo debido a la ferocidad de Caín. El odio al bien
entre los malvados, procede del mismo instinto de conservación Por otra parte,
mostrarse tranquilos, desafiando y justificando el mal; Abel, ante Caín, era un hipócrita
y un cobarde que deshonraba la fiereza humana por sus escandalosas sumisiones a la
divinidad. ¡Cuánto no ha debido sufrir el primero de los asesinos antes de proceder al
espantoso asesinato contra su hermano! Si Abel hubiera podido comprenderle, se habría
quedado asombrado.
La antipatía no es otra cosa que el presentimiento de un probable hechizo; hechizo que
muy bien pudiera ser de amor o de odio, porque se ve con frecuencia suceder al amor la
antipatía. La luz astral no advierte acerca de las influencias venideras por medio de una
acción ejercida sobre el sistema nervioso, más o menos sensible y más o menos viva.
Las simpatías instantáneas, los amores fulminantes, son explosiones de luz astral
motivadas tan exactamente y no menos matemáticamente explicables y demostrables
que las descargas eléctricas de fuertes y poderosas baterías. Puede verse por todas partes
cuántos y cuán graves son los peligros que amenazan al profano que juega sin cesar con
fuego sobre pólvoras que no ve.
Nos hallamos saturados de luz astral y la proyectamos sin cesar para dar lugar a nuevas
impresiones. Los aparatos nerviosos destinados sea para la proyeccion, sea para la
atracción, tiene particular asiento en los ojos y en ls manos. La polaridad de éstas reside
en el pulgar y es por esto por lo que siguiendo la tradición mágica conservada aun en
nuestros campos cuando uno se halla en compañía sospechosa, se coloca el dedo pulgar
replegado y oculto en la palma de la mano, a fin de evitar de que nadie nos fije, y
tratando de ser el primero en mirar a aquellos de quienes algo tenemos que temer y de
evitar, asimismo, las proyecciones fluidicas inesperadas inesperadas y las miradas’
fascinadoras.
Existen también ciertos animales cuya propiedad no es otra que la de romper las
corrientes de la luz astral por una absorción que les es peculiar. Estos animales no son
violenta y soberanamente antipáticos y tienen, en su mirada, algo que fascina; tales son
el sapo, y el basilico. Estos animales prisioneros y llevados vivos o guardados en las
habitaciones en que vivimos garantizan de las alucinaciones y las ilusiones de ¡a
embriaguez astral. LA EMBRIAGUEZ ASTRAL, palabra que aquí escribimos por
primera vez, y que explica todos los fenómenos de las pasiones furiosas, de las
exaltaciones mentales y de la locura.
—iCriad sapos y basiliscos, mi querido señor —me diría un discípulo de Voltaire—;
llevadle consigo y no escribáis mas! A esto puedo responder que pensaré en ello
seriamente en cuanto me sienta dispuesto a reír de lo que ignoro ya tratar de locos a los
hombres de quienes no comprenda ni la ciencia ni la sabiduría.
Paracelso, el más grande de los magos cristianos, oponía al hechizo las prácticas de un
hechizo contrario. Componía remedios simpáticos y los aplicaba, no a los miembros que
padecían, sino a representaciones de esos mismos miembros, formadas y consagradas
según el ceremonial mágico. El éxito era prodigioso y nunca médico alguno consiguió
las maravillosas curas de Paracelso.
Pero Paracelso había descubierto el magnetismo mucho antes que Mes-mer, y había
llevado hasta las postreras consecuencias tan luminoso descubrimiento, o más bien esa
iniciación en la magia de los antiguos que más que nosotros comprendían el gran agente
mágico y no hacían de la luz astral, del ázoe, de la magnesia universal de los sabios, un
fluido animal y particular emanado únicamente de algunos seres especiales.
En la filosofía oculta, Paracelso combate la magia ceremonial, de la que ignoraba tal
vez el terrible poder, pero de la que quiso sin duda describir las prácticas, a fin de
desacreditar ¡a magia negra. Coloca todo el poder de mago en el magnes interior y
oculto. Los más hábiles magnetizadores del día, no dirían otro tanto en la actualidad.
Sin embargo, quiere que se empleen los signos mágicos y especialmente los talismanes,
para la curación de las enfermedades. Ya tendremos ocasión de volver sobre este
asunto, es decir, sobre los talismanes de Paracelso, en el octavo capítulo, abordando
asimismo, según Gaffarel, la gran cuestión de la iconografía y ¡a numismática ocultas.
Se cura también el hechizo por la sustitución, cuando ella es posible y por~ larupturao
cambio de lacorriente astral. Las tradiciones del campo sobre este punto son admirables
y proceden de épocas remotas; son restos de la enseñanza de los druidas, quienes habían
sido iniciados en los misterios de la India y del Egipto por hierofantes viajeros. Sábese,
pues, en magia vulgar, que un hechizo, es decir, una voluntad determinada y confirmada
para causar mal, obtiene siempre su efecto, y que no puede retractarse sin peligro de
muerte. El brujo que causa a una persona un maleficio, debe tener otro objeto que su
malevolencia, porque sabe ciertamente que él será también alcanzado y perecerá
víctima de su propio maleficio. Siendo circular el movimiento astral, toda emision
azótica o magnética, que no encuentra a su médium, retorna con fuerza a su punto de
partida. Así es corno se explica una de las más extrañas historias de un libro sagrado, la
de los demonios enviados a los puercos que se precipitaron al mar.. Esta obra de la alta
iniciación no fue otra cosa que a ruptura de una corriente magnética infestada por
malvadas voluntades. Yo me llamo legión, decía la voz instintiva del paciente, porque
nosotros somos muchos.
Las posesiones del demonio no son otra cosa que hechizos y existe en nuestros días una
numerosa cantidad de poseídos. Un santo religioso que está dedicado al servicio de
alineados, el hermano Hilaire Tissot, ha conseguido, por una larga experiencia y la
práctica constante de las virtudes cristianas, curar a muchos enfermos y practica, sin
saberlo, el magnetismo de Paracelso. Atribuye la mayoría de las enfermedades a
desórdenes de la voluntad o a la influencia perversa de voluntades extrañas; considera
todos los crímenes como actos de insania y querría que se tratara a todos los criminales
como enfermos, en vez de exasperarlos y hacerlos incurables, so pretexto de castigarlos.
¡Cuánto tiempo transcurriría todavía antes de que el hermano Hilaire sea reconocido
como un hombre de genio! Y ¡cuántos hombres graves al leer este capítulo dirán que
Hilaire Tissot y yo nos debíamos tratar el uno a otro según las ideas que nos son
comunes, librándonos bien de publicar nuestras teorías, sino queremos que se nos tome
por médicos dignos de ser enviados a los incurables!
Y, sin embargo, ¡se mueve! gritaba Galileo dando con el pie en tierra. Conoced la
verdad y la verdad os hará libres —ha dicho el salvador de los hombres—. Podría
agregarse: Amad la justicia y la justicia os hará sanos. Un vicio es un veneno, aun para
el cuerpo; la verdadera virtud es un gaje de longevidad.
El método de los hechizos ceremoniales, varía según los tiempos y las personas, y todos
los hombres artificiosos y dominadores, encuentran en sí mismos los secretos y la
práctica, sin calcular precisamente, ni razonar los resultados. Siguen en esto, las
inspiraciones intuitivas del gran agente, que se asimila maravillosamente, como ya lo
hemos dicho, a nuestros vicios y a nuestras virtudes; pero, puede decirse generalmente
que estamos sometidos a las voluntades de los demás por las analogías de nuestras
inclinaciones y sobre todo de nuestros defectos. Acariciar las debilidades de una
iridividualidad, es apoderarse de ella y convenirse en su instrumento en el orden de los
mismos errores o de las mismas depravaciones. Ahora bien, cuando dos naturalezas
analógicas en defectos se subordinan launa a la otra, se opera una especie de sustitución
del más fuerte al mas débil, y una verdadera obsesión de un espíritu por el otro. Con
frecuencia el débil se debate y querría rebelarse; pero, después cae más bajo que nunca
en la servidumbre. Así es como Luis XIII conspira contra Richelieu y luego obtenía,
hasta cierto punto su gracia, por el abandono de sus cómplices.
Todos tenemos un defecto dominante que es para nuestra alma, como el ombligo de su
nacimiento pecador, y es por allí por donde el enemigo puede siempre apoderarse de
nosotros; la vanidad en los unos, la pereza en los otros y el egoísmo en casi todos. Que
un espíritu astuto y malvado se apodere de ese resorte y estáis perdidos. Entonces os
convertís, no en un loco, no en un idiota, sino en un alienado en toda la fuerza de esta
expresión, es decir, en un ser sometido a una impulsión extraña. En este estado, sentís
un horror intuitivo por todo aquello que pudiera devolveros la razón, y ni aun siquiera
queréis escuchar las representaciones contrarias a vuestra demencia. Es una de las
enfermedades más peligrosas que pueden afectar ala moral humana,
El único remedio aplicable a esta suerte de hechizo es el de apoderarse de la misma
locura para curarla y hacer encontrar al enfermo satisfacciones imaginarias en un orden
contrario a aquel en que se ha perdido. Así, por ejemplo, curar a un ambicioso
haciéndole desear las glorias del cielo, remedio rústico; curar a un malvado por medio
de un amor verdadero, remedio natural; procurar a un vanidoso éxitos honrados, mostrar
desinterés a los avaros y procurarles un justo beneficio por una participación honrada en
empresas generosas, etcétera.
Obrando de este modo sobre la moral, se conseguirá curar un gran número de
enfermedades físicas, porque lo moral influye sobre lo físico en virtud del axioma
mágico: «Lo que está encima es como lo que está debajo.» Por esto es por lo que el
maestro decía hablando de una mujer paralítica: «Satán la ha ligado»; una enfermedad
proviene siempre de un defecto o de un exceso y siempre hallaréis en el origen de un
mal físico un desorden moral; esta es una ley invariable de la naturaleza.
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17 R
LA ASTROLOGIA
Stella - Os - Influxus
17 R
LA ASTROLOGIA
Stella - Os - Influxus
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De todas las artes derivadas del magismo de los antiguos, la astrología es ahora la
menos desconocida. Ya no se cree más en las armonías universales de la naturaleza y en
el encadenamiento necesario de todos los efectos con todas las causas. Por otra parte, la
verdadera astrología, la que está ligada al dogma universal y único de la Cábala, ha sido
profanada por los griegos y por los romanos de la decadencia; la doctrina de los siete
cielos y de los tres móviles, emanaba primitivamente de la década sefirótica, el carácter
de los planetas, gobernados por ángeles cuyos nombres han sido cambiados por los de
divinidades del paganismo, la influencia de las esferas una sobre las otras, la fatalidad
que va unida a los números, la escala de proporción entre las jerarquías humanas, todo,
todo esto, ha sido materializado y hecho supersticioso por los genethliacos y los lectores
de horóscopos de la decadencia y de la edad media. Devolver la astrología a su
primitiva pureza, sería, hasta cierto punto, crear una nueva ciencia. Tratemos, pues,
únicamente de indicar los primeros principios, con sus consecuencias más inmediatas y
más próximas.
Ya hemos dicho que la luz astral recibe y conserva todas las huellas de las cosas
visibles; de aquí resulta que la disposición cotidiana del cielo se refleja en esa luz, que,
siendo el agente principal de la vida, opera por una serie de aparatos destinados a ese fin
por la naturaleza, la concepción, el embrionato y el nacimiento de los niños. Ahora bien,
si esa luz es bastante pródiga en imágenes para dar al fruto de una preñez las huellas
visibles de una fantasía, o de una delectación de la madre, con mayor razón debe
trasmitir al temperamento, móvil todavía e incierto del recién nacido, las impresiones
atmosféricas y las influencias diversas que resulten en un momento dado en todos el
sistema planetario de tal o cual disposición particular de los astros.
Nada es indiferente en la naturaleza; un guijarro de más o de menos en una carretera
puede romper o modificar profundamente los destinos de los grandes hombres, o aun de
los más grandes imperios; con mayor razón el lugar de talo cual estrella en el cielo no
podría ser indiferente en los destinos del niño que nace y que entra por su nacimiento en
la armonía universal del mundo sideral. Los astros están encadenados unos a otros por
las atracciones que los mantienen en equilibrio y los hacen moverse regularmente en el
espacio; esas redes de luz van de todas a todas las esferas y no existe un solo punto en
cada planeta al cual no esté unido uno de esos hilos indestructibles. El lugar preciso y la
hora del nacimiento deben ser perfectamente calculados por el verdadero adepto en
astrología; luego, cuando haya hecho el cálculo exacto de las influencias astrales, les
resta contar las probabilidades de estado, es decir, las facilidades o los obstáculos que el
niño debe hallar un día en un estado, en sus padres, en su carácter, en el temperamento
que de ellos ha recibido y por consecuencia en sus disposiciones naturales para el
cumplimiento de sus destinos; y todavía, habrá de tener en cuenta la libertad humana y
su iniciativa, si el niño llega un día a ser verdaderamente un hombre capaz de sustraerse
por una poderosa voluntad alas influencias fatales y ala cadena de los destinos. Se ve
que no concedemos demasiado a la astrología; pero, en cambio, lo que le atribuimos es
incontestable, el cálculo científico y de las probabilidades.
La astrología es tan antigua, o más antigua aún que la astronomía y todos los sabios de
la antigüedad viviente, le han acordado la más completa confianza. No hay, pues, que
condenar o desdeñar ligeramente lo que nos llega rodeado y sostenido por tan
imponentes autoridades.
Largas y pacientes observaciones, comparaciones concluyentes, experiencias a menudo
reiteradas, debieron conducir a los antiguos sabios a sus conclusiones, y sería necesario
si se pretendiera refutarlas, comenzar en sentido inverso el mismo trabajo. Paracelso ha
sido quizás el último gran astrólogo de las prácticas; curaba las enfermedades por medio
de talismanes formados bajo influencias astrales y reconocía en todos los cuerpos la
marca de su estrella dominante, y esa era, según él, la verdadera medicina universal, la
ciencia absoluta de la naturaleza perdida por causa de los hombres y únicamente hallada
por un pequeño número de iniciados. Reconocer el signo de cada estrella en los
hombres, en los animales y en las plantas, es la verdadera ciencia de Salomón, esa
ciencia que se ha considerado como perdida y cuyos principios se han, no obstante,
conservado como todos los demás secretos, en el simbolismo de la Cábala. Se
comprende que para leer la escritura de las estrellas es preciso conocer las mismas
estrellas, conocimiento que se obtiene por la codificación cabalística del cielo y por el
conocimiento del planisferio cabalístico, encontrado y explicado por Gaffarel, En este
planisferio, las constelaciones forman las letras hebraicas y las figuras mitológicas
pueden ser reemplazadas por los símbolos del Tarot. Es a ese mismo planisferio al que
Gaffarel refiere el origen de la escritura de los patriarcas, que se encontrarían en las
cadenas de atracción de los astros los primeros lineamientos de los caracteres
primitivos; el libro del cielo habrá, pues, servido de modelo al de Enoc, y el alfabeto
cabalístico sería el resumen de todo el cielo. Esto no carece ni de poesía, ni,
especialmente, de probabilidades, y el estudio del Tarot, que es evidentemente el libro
primitivo y jeroglífico de Enoc, como lo ha entendido el sabio Guillaume Postel,
bastaría para convencernos de ello.
Los signos impresos en la luz astral por el reflejo y la atracción de los astros, se
reproducen, pues, como lo descubrieron los sabios, sobre todos los cuerpos que se
forman mediante el concurso de esa luz. Los hombres llevan las signaturas de su estrella
en la frente, y sobre todo, en las manos; los animales en su configuración y en sus
signos particulares; las plantas las dejan ver en sus hojas y en sus grano; los minerales
en sus vetas y en el aspecto de sus cortes.
El estudió de estos caracteres ha constituido el trabajo de toda la vida de Paracelso, y las
figuras de sus talismanes son el resultado de sus investigaciones; pero no nos ha
transmitido la clave y el alfabeto cabalistístico astral con sus correspondencias;
permanece todavía por hacer; la ciencia de la escritura mágica no convencional se ha
detenido, para la publicidad, en el planisferio de Gaffarel.
El arte serio de la adivinación reposa por completo en el conocimiento de estos signos.
La quiromancia es el arte de leer en las líneas de la mano la escritura de las estrellas, y
la metoposcopia busca los mismos caracteres, u otros análogos, sobre la frente de los
consultantes. Efectivamente, los pliegues formados en la faz humana por las
contradicciones nerviosas, están fatalmente determinados, y la irradiación del tejido
nervioso es absolutamente análogo a esas redes formadas entre los mundos por las
cadenas de atracción de las estrellas.
Las fatalidades de la vida se escriben, pues, necesariamente en nuestras arrugas, y se
reconocen, con frecuencia a primera vista, sobre la frente de un desconocido una o
muchas letras misteriosas del planisferio cabalístico. Esa letra es todo un pensamiento, y
ese pensamiento debe dominar la existencia de ese hombre Si la letra no está muy clara
y está penosamente grabada, hay lucha en él entre la fatalidad y la voluntad, y ya en sus
emociones y en sus tendencias más fuertes, todo su pasado se revela al mago; el
porvenir entonces es fácil de conjeturar, y silos acontecimientos engañan a veces la
sagacidad del adivino, el consultante no queda menos asombrado y convencido de la
ciencia sobrehumana del adepto.
La cabeza del hombre está hecha sobre el modelo de las esferas celestes; atrae e irradia,
y es ella la que, en la concepción del feto, se manifiesta y se forma la primera.
Sufre, pues, de una manera absoluta la influencia astral y atestigua, por sus diversas
protuberancias, sus diversas atracciones. La frenología debe, por tanto, encontrar su
última palabra en la astrología científica y depurada, de la que sometemos los
problemas a la paciencia y buena fe de los sabios.
Según Ptolomeo, el sol deseca y la luna humedece; según los cabalistas, el sol
representa la justicia rigurosa, y la luna es simpática a la misericordia. Es el sol el que
forma las tempestades; es la luna la que, por una especie de dulce presión atmosférica,
hace crecer y decrecer y como respirar al mar. Se lee en el Sohar, uno de los grandes
libros sagrados de la Cábala, que, «la serpiente mágica, hija del sol, iba a devorar al
mundo cuando la mar, hija de la luna, le puso el pie sobre la cabeza y la dominó». Por
esto es por lo que, entre los antiguos, Venus era la hija del mar, como Diana era idéntica
a la luna; también por esto el nombre de María significa estrella del mar o sal del mar.
Para consagrar este dogma cabalístico en las creencias del vulgo, se dijo en lenguaje
profético: «Es la mujer la que debe aplastar la cabeza de la serpiente.»
Jerôme Cardan, uno de los mas audaces investigadores, y, sin contradicción, el
astrólogo más hábil de su tiempo, y que fue, si hemos de dar crédito a la leyenda de su
muerte, el martir de su fe en astrología, ha dejado un cálculo, por medio del cual todo el
mundo puede prever la buena o mala fortuna de todos los años de su vida. Para saber,
pues cual sera la buena o mala fortuna de un año, resume los acontecimientos de
aquellos que han precedido en 4,8,12,19,30; el numero 4 es el de la realización; el 8, el
de Venus o el de las cosas naturales; el 12, que es el del cielo de Júpiter, corresponde a l
os exitos a los buenos acontecimientos; al 19 corresponde a los ciclos de la Luna y de
Marte, y el numero 30 es el de Saturno, o sea e de la fatalidad. Así por ejemplo, yo
quiero saber lo que me acontecerá en este año de 1855; repasare en mi memoria todo
cuanto me ha ocurrido de decisivo y real en el orden del progreso y de la vida, ahora
hace cuatro años, lo que me ha ocurrido en dicha o desdicha de un modo natural, hace
ocho años; lo que puedo contar de éxitos o de infortunios hace doce años, las
vicisitudes, las desgracias o enfermedades que me han acontecido hace diecinueve
años,, y lo que he experimentado de triste y de fatal hace treinta años. Después,
teniendo en cuenta hechos irrevocablemente acaecidos, y los progresos de la edad,
cuento sobre análogas probabilidades alas que ya debo ala influencia de los mismos
planetas, y digo: en 1851 he tenido ocupaciones mediocres, pero suficientemente
lucrativas, con algunos apuros; en 1847 me he visto violentamente separado demi
familia, resultando de esta separación grandes sufrimientos para los míos y para mí; en
1843 he viajado como apóstol, hablando al pueblo, y he sido perseguido por personas
mal intencionadas; fui, en dos palabras, honrado y perseguido; por último, en 1825, la
vida de familia cesó para mí y he penetrado definitivamente en una vida fatal, que me
condujo a la ciencia y a la desgracia. Puedo, por consiguiente, creer que tendré este año
trabajo, pobreza, incomodidades, cambios de lugar, publicidad y contradicciones,
acontecimiento decisivo para el resto de mi existencia, y encuentro ya en el presente
toda clase de razones para creer en este porvenir. Concluyo que, para mí y por lo que al
año presente se refiere, la experiencia confirma perfectamente la exactitud del cálculo
astrológico de Cardan.
Este año se refiere, por lo demás, al de los años climatéricos, o mejor climatéricos, de
los antiguos astrólogos. Climatéricos quiere decir dispuestos en escala o calculados
sobre los grados de una escala Juan Trithemo, en su libro De las causas secundarias, ha
calculado muy curiosamente la vuelta de los años dichosos o funestos para todos los
imperios del mundo; daremos un análisis exacto y más claro que el mismo libro en el
capítulo XXI de nuestro Ritual, con la continuación del trabajo de Trithemo hasta
nuestros días y la aplicación de su escala mágica a los acontecimientos contemporáneos
para deducir las probabilidades más asombrosas relativamente al porvenir próximo de
Francia, de Europa y del mundo.
Según todos los grandes maestros en Astrología, los cometas son las estrellas de los
héroes excepcionales y no se acercan a la tierra mas que para anunciarla grandes
cambios; los planetas presiden las colecciones de seres y modifican los destinos de las
agregaciones de hombres; las estrellas más lejanas y más débiles en atracción atrae alas
personas y deciden de sus atractivos; algunas veces un grupo de estrellas influye todo él
en los destinos de un solo hombre, y con frecuencia un gran número de almas se ven
atraídas por los rayos lejanos de un mismo sol. Cuando morimos, nuestra luz interior se
va, siguiendo la atracción de su estrella, siendo de ese modo como revivimos en otros
universos, en donde el alma se hace una nueva vestidura, análoga a los progresos o
decrecimientos de su belleza, porque nuestras almas, separadas de nuestros cuerpos, se
parecen a las estrellas errantes, son glóbulos de luz animada que buscan siempre su
centro para encontrar su equilibrio y su movimiento, pero antes deben desprenderse de
los anillos de la serpiente, es decir, de la luz astral no depurada que las rodea y las
cautivas, en tanto que la fuerza de la voluntad no las eleva hacia arriba. La inmersión de
la estrella viviente en la luz muerta es un suplicio espantoso, sólo comparable al de
Majencio. El alma se hiela y se abrasa en ella al mismo tiempo, y no tiene otro medio de
desprenderse que volviendo a entrar en la corriente de las formas exteriores y adquirir
una envoltura de carne, y luchar después con energía contra los instintos para afirmar la
libertad moral que le permitirá, en el momento de la muerte romper las cadenas de la
tierra y volar triunfante hacia el astro consolador, cuya luz le ha sonreído.
Por este dato, se comprende lo que es el fuego del infierno, idéntico al demonio, o a la
antigua serpiente, en que consiste la salvación ola reprobación de los hombres, todos
llamados y todos sucesivamente elegidos, pero en pequeño número, después de haber
estado expuestos por su falta a caer en el fuego eterno.
Tal es la grande y sublime revelación de los magos, revelación madre de todos los
símbolos, de todos los dogmas, de todos los cultos. Puede verse también cómo Dupuis
se engañaba, cuando creía todas las religiones descendientes únicamente de la
astronomía. Es, por el contrario, la astronomía la que ha nacido de la astrología, y la
astrología primitiva es una de las ramas de Santa Cábala, la ciencia de las ciencias y la
religión de las religiones.
Así se ve, en la lámina 17 del Tarot, una admirable alegoría: Una mujer desnuda, que
representa a la vez la Verdad, la Naturaleza y la Sabiduría, sin velo, inclinando dos
urnas hacia la tierra, donde vierte fuego y agua; por encima de su cabeza brilla el
septenario estrellado, alrededor de una estrella de ocho rayos, la de Venus, símbolo de
paz y de amor; alrededor de la mujer, verdean las plantas de la tierra, y sobre una de
esas plantas viene a posarse la mariposa de Psique, emblema del alma, reemplazada en
algunas copias del libro sagrado por un pájaro, símbolo más egipcio y probablemente
más antiguo. Esta figura, que en el Tarot moderno lleva el Titulo de estrella brillante, es
análoga a muchos símbolos herméticos, y no deja de guardar analogías con la estrella
flameante de los iniciados en francmasonería, manifestando la mayor parte de los
misterios de la doctrina secreta de los Rosacruces.
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18 S
LOS FILTROS Y LOS SORTILEGIOS
Justitia - Mysterium - Canes
De todas las artes derivadas del magismo de los antiguos, la astrología es ahora la
menos desconocida. Ya no se cree más en las armonías universales de la naturaleza y en
el encadenamiento necesario de todos los efectos con todas las causas. Por otra parte, la
verdadera astrología, la que está ligada al dogma universal y único de la Cábala, ha sido
profanada por los griegos y por los romanos de la decadencia; la doctrina de los siete
cielos y de los tres móviles, emanaba primitivamente de la década sefirótica, el carácter
de los planetas, gobernados por ángeles cuyos nombres han sido cambiados por los de
divinidades del paganismo, la influencia de las esferas una sobre las otras, la fatalidad
que va unida a los números, la escala de proporción entre las jerarquías humanas, todo,
todo esto, ha sido materializado y hecho supersticioso por los genethliacos y los lectores
de horóscopos de la decadencia y de la edad media. Devolver la astrología a su
primitiva pureza, sería, hasta cierto punto, crear una nueva ciencia. Tratemos, pues,
únicamente de indicar los primeros principios, con sus consecuencias más inmediatas y
más próximas.
Ya hemos dicho que la luz astral recibe y conserva todas las huellas de las cosas
visibles; de aquí resulta que la disposición cotidiana del cielo se refleja en esa luz, que,
siendo el agente principal de la vida, opera por una serie de aparatos destinados a ese fin
por la naturaleza, la concepción, el embrionato y el nacimiento de los niños. Ahora bien,
si esa luz es bastante pródiga en imágenes para dar al fruto de una preñez las huellas
visibles de una fantasía, o de una delectación de la madre, con mayor razón debe
trasmitir al temperamento, móvil todavía e incierto del recién nacido, las impresiones
atmosféricas y las influencias diversas que resulten en un momento dado en todos el
sistema planetario de tal o cual disposición particular de los astros.
Nada es indiferente en la naturaleza; un guijarro de más o de menos en una carretera
puede romper o modificar profundamente los destinos de los grandes hombres, o aun de
los más grandes imperios; con mayor razón el lugar de talo cual estrella en el cielo no
podría ser indiferente en los destinos del niño que nace y que entra por su nacimiento en
la armonía universal del mundo sideral. Los astros están encadenados unos a otros por
las atracciones que los mantienen en equilibrio y los hacen moverse regularmente en el
espacio; esas redes de luz van de todas a todas las esferas y no existe un solo punto en
cada planeta al cual no esté unido uno de esos hilos indestructibles. El lugar preciso y la
hora del nacimiento deben ser perfectamente calculados por el verdadero adepto en
astrología; luego, cuando haya hecho el cálculo exacto de las influencias astrales, les
resta contar las probabilidades de estado, es decir, las facilidades o los obstáculos que el
niño debe hallar un día en un estado, en sus padres, en su carácter, en el temperamento
que de ellos ha recibido y por consecuencia en sus disposiciones naturales para el
cumplimiento de sus destinos; y todavía, habrá de tener en cuenta la libertad humana y
su iniciativa, si el niño llega un día a ser verdaderamente un hombre capaz de sustraerse
por una poderosa voluntad alas influencias fatales y ala cadena de los destinos. Se ve
que no concedemos demasiado a la astrología; pero, en cambio, lo que le atribuimos es
incontestable, el cálculo científico y de las probabilidades.
La astrología es tan antigua, o más antigua aún que la astronomía y todos los sabios de
la antigüedad viviente, le han acordado la más completa confianza. No hay, pues, que
condenar o desdeñar ligeramente lo que nos llega rodeado y sostenido por tan
imponentes autoridades.
Largas y pacientes observaciones, comparaciones concluyentes, experiencias a menudo
reiteradas, debieron conducir a los antiguos sabios a sus conclusiones, y sería necesario
si se pretendiera refutarlas, comenzar en sentido inverso el mismo trabajo. Paracelso ha
sido quizás el último gran astrólogo de las prácticas; curaba las enfermedades por medio
de talismanes formados bajo influencias astrales y reconocía en todos los cuerpos la
marca de su estrella dominante, y esa era, según él, la verdadera medicina universal, la
ciencia absoluta de la naturaleza perdida por causa de los hombres y únicamente hallada
por un pequeño número de iniciados. Reconocer el signo de cada estrella en los
hombres, en los animales y en las plantas, es la verdadera ciencia de Salomón, esa
ciencia que se ha considerado como perdida y cuyos principios se han, no obstante,
conservado como todos los demás secretos, en el simbolismo de la Cábala. Se
comprende que para leer la escritura de las estrellas es preciso conocer las mismas
estrellas, conocimiento que se obtiene por la codificación cabalística del cielo y por el
conocimiento del planisferio cabalístico, encontrado y explicado por Gaffarel, En este
planisferio, las constelaciones forman las letras hebraicas y las figuras mitológicas
pueden ser reemplazadas por los símbolos del Tarot. Es a ese mismo planisferio al que
Gaffarel refiere el origen de la escritura de los patriarcas, que se encontrarían en las
cadenas de atracción de los astros los primeros lineamientos de los caracteres
primitivos; el libro del cielo habrá, pues, servido de modelo al de Enoc, y el alfabeto
cabalístico sería el resumen de todo el cielo. Esto no carece ni de poesía, ni,
especialmente, de probabilidades, y el estudio del Tarot, que es evidentemente el libro
primitivo y jeroglífico de Enoc, como lo ha entendido el sabio Guillaume Postel,
bastaría para convencernos de ello.
Los signos impresos en la luz astral por el reflejo y la atracción de los astros, se
reproducen, pues, como lo descubrieron los sabios, sobre todos los cuerpos que se
forman mediante el concurso de esa luz. Los hombres llevan las signaturas de su estrella
en la frente, y sobre todo, en las manos; los animales en su configuración y en sus
signos particulares; las plantas las dejan ver en sus hojas y en sus grano; los minerales
en sus vetas y en el aspecto de sus cortes.
El estudió de estos caracteres ha constituido el trabajo de toda la vida de Paracelso, y las
figuras de sus talismanes son el resultado de sus investigaciones; pero no nos ha
transmitido la clave y el alfabeto cabalistístico astral con sus correspondencias;
permanece todavía por hacer; la ciencia de la escritura mágica no convencional se ha
detenido, para la publicidad, en el planisferio de Gaffarel.
El arte serio de la adivinación reposa por completo en el conocimiento de estos signos.
La quiromancia es el arte de leer en las líneas de la mano la escritura de las estrellas, y
la metoposcopia busca los mismos caracteres, u otros análogos, sobre la frente de los
consultantes. Efectivamente, los pliegues formados en la faz humana por las
contradicciones nerviosas, están fatalmente determinados, y la irradiación del tejido
nervioso es absolutamente análogo a esas redes formadas entre los mundos por las
cadenas de atracción de las estrellas.
Las fatalidades de la vida se escriben, pues, necesariamente en nuestras arrugas, y se
reconocen, con frecuencia a primera vista, sobre la frente de un desconocido una o
muchas letras misteriosas del planisferio cabalístico. Esa letra es todo un pensamiento, y
ese pensamiento debe dominar la existencia de ese hombre Si la letra no está muy clara
y está penosamente grabada, hay lucha en él entre la fatalidad y la voluntad, y ya en sus
emociones y en sus tendencias más fuertes, todo su pasado se revela al mago; el
porvenir entonces es fácil de conjeturar, y silos acontecimientos engañan a veces la
sagacidad del adivino, el consultante no queda menos asombrado y convencido de la
ciencia sobrehumana del adepto.
La cabeza del hombre está hecha sobre el modelo de las esferas celestes; atrae e irradia,
y es ella la que, en la concepción del feto, se manifiesta y se forma la primera.
Sufre, pues, de una manera absoluta la influencia astral y atestigua, por sus diversas
protuberancias, sus diversas atracciones. La frenología debe, por tanto, encontrar su
última palabra en la astrología científica y depurada, de la que sometemos los
problemas a la paciencia y buena fe de los sabios.
Según Ptolomeo, el sol deseca y la luna humedece; según los cabalistas, el sol
representa la justicia rigurosa, y la luna es simpática a la misericordia. Es el sol el que
forma las tempestades; es la luna la que, por una especie de dulce presión atmosférica,
hace crecer y decrecer y como respirar al mar. Se lee en el Sohar, uno de los grandes
libros sagrados de la Cábala, que, «la serpiente mágica, hija del sol, iba a devorar al
mundo cuando la mar, hija de la luna, le puso el pie sobre la cabeza y la dominó». Por
esto es por lo que, entre los antiguos, Venus era la hija del mar, como Diana era idéntica
a la luna; también por esto el nombre de María significa estrella del mar o sal del mar.
Para consagrar este dogma cabalístico en las creencias del vulgo, se dijo en lenguaje
profético: «Es la mujer la que debe aplastar la cabeza de la serpiente.»
Jerôme Cardan, uno de los mas audaces investigadores, y, sin contradicción, el
astrólogo más hábil de su tiempo, y que fue, si hemos de dar crédito a la leyenda de su
muerte, el martir de su fe en astrología, ha dejado un cálculo, por medio del cual todo el
mundo puede prever la buena o mala fortuna de todos los años de su vida. Para saber,
pues cual sera la buena o mala fortuna de un año, resume los acontecimientos de
aquellos que han precedido en 4,8,12,19,30; el numero 4 es el de la realización; el 8, el
de Venus o el de las cosas naturales; el 12, que es el del cielo de Júpiter, corresponde a l
os exitos a los buenos acontecimientos; al 19 corresponde a los ciclos de la Luna y de
Marte, y el numero 30 es el de Saturno, o sea e de la fatalidad. Así por ejemplo, yo
quiero saber lo que me acontecerá en este año de 1855; repasare en mi memoria todo
cuanto me ha ocurrido de decisivo y real en el orden del progreso y de la vida, ahora
hace cuatro años, lo que me ha ocurrido en dicha o desdicha de un modo natural, hace
ocho años; lo que puedo contar de éxitos o de infortunios hace doce años, las
vicisitudes, las desgracias o enfermedades que me han acontecido hace diecinueve
años,, y lo que he experimentado de triste y de fatal hace treinta años. Después,
teniendo en cuenta hechos irrevocablemente acaecidos, y los progresos de la edad,
cuento sobre análogas probabilidades alas que ya debo ala influencia de los mismos
planetas, y digo: en 1851 he tenido ocupaciones mediocres, pero suficientemente
lucrativas, con algunos apuros; en 1847 me he visto violentamente separado demi
familia, resultando de esta separación grandes sufrimientos para los míos y para mí; en
1843 he viajado como apóstol, hablando al pueblo, y he sido perseguido por personas
mal intencionadas; fui, en dos palabras, honrado y perseguido; por último, en 1825, la
vida de familia cesó para mí y he penetrado definitivamente en una vida fatal, que me
condujo a la ciencia y a la desgracia. Puedo, por consiguiente, creer que tendré este año
trabajo, pobreza, incomodidades, cambios de lugar, publicidad y contradicciones,
acontecimiento decisivo para el resto de mi existencia, y encuentro ya en el presente
toda clase de razones para creer en este porvenir. Concluyo que, para mí y por lo que al
año presente se refiere, la experiencia confirma perfectamente la exactitud del cálculo
astrológico de Cardan.
Este año se refiere, por lo demás, al de los años climatéricos, o mejor climatéricos, de
los antiguos astrólogos. Climatéricos quiere decir dispuestos en escala o calculados
sobre los grados de una escala Juan Trithemo, en su libro De las causas secundarias, ha
calculado muy curiosamente la vuelta de los años dichosos o funestos para todos los
imperios del mundo; daremos un análisis exacto y más claro que el mismo libro en el
capítulo XXI de nuestro Ritual, con la continuación del trabajo de Trithemo hasta
nuestros días y la aplicación de su escala mágica a los acontecimientos contemporáneos
para deducir las probabilidades más asombrosas relativamente al porvenir próximo de
Francia, de Europa y del mundo.
Según todos los grandes maestros en Astrología, los cometas son las estrellas de los
héroes excepcionales y no se acercan a la tierra mas que para anunciarla grandes
cambios; los planetas presiden las colecciones de seres y modifican los destinos de las
agregaciones de hombres; las estrellas más lejanas y más débiles en atracción atrae alas
personas y deciden de sus atractivos; algunas veces un grupo de estrellas influye todo él
en los destinos de un solo hombre, y con frecuencia un gran número de almas se ven
atraídas por los rayos lejanos de un mismo sol. Cuando morimos, nuestra luz interior se
va, siguiendo la atracción de su estrella, siendo de ese modo como revivimos en otros
universos, en donde el alma se hace una nueva vestidura, análoga a los progresos o
decrecimientos de su belleza, porque nuestras almas, separadas de nuestros cuerpos, se
parecen a las estrellas errantes, son glóbulos de luz animada que buscan siempre su
centro para encontrar su equilibrio y su movimiento, pero antes deben desprenderse de
los anillos de la serpiente, es decir, de la luz astral no depurada que las rodea y las
cautivas, en tanto que la fuerza de la voluntad no las eleva hacia arriba. La inmersión de
la estrella viviente en la luz muerta es un suplicio espantoso, sólo comparable al de
Majencio. El alma se hiela y se abrasa en ella al mismo tiempo, y no tiene otro medio de
desprenderse que volviendo a entrar en la corriente de las formas exteriores y adquirir
una envoltura de carne, y luchar después con energía contra los instintos para afirmar la
libertad moral que le permitirá, en el momento de la muerte romper las cadenas de la
tierra y volar triunfante hacia el astro consolador, cuya luz le ha sonreído.
Por este dato, se comprende lo que es el fuego del infierno, idéntico al demonio, o a la
antigua serpiente, en que consiste la salvación ola reprobación de los hombres, todos
llamados y todos sucesivamente elegidos, pero en pequeño número, después de haber
estado expuestos por su falta a caer en el fuego eterno.
Tal es la grande y sublime revelación de los magos, revelación madre de todos los
símbolos, de todos los dogmas, de todos los cultos. Puede verse también cómo Dupuis
se engañaba, cuando creía todas las religiones descendientes únicamente de la
astronomía. Es, por el contrario, la astronomía la que ha nacido de la astrología, y la
astrología primitiva es una de las ramas de Santa Cábala, la ciencia de las ciencias y la
religión de las religiones.
Así se ve, en la lámina 17 del Tarot, una admirable alegoría: Una mujer desnuda, que
representa a la vez la Verdad, la Naturaleza y la Sabiduría, sin velo, inclinando dos
urnas hacia la tierra, donde vierte fuego y agua; por encima de su cabeza brilla el
septenario estrellado, alrededor de una estrella de ocho rayos, la de Venus, símbolo de
paz y de amor; alrededor de la mujer, verdean las plantas de la tierra, y sobre una de
esas plantas viene a posarse la mariposa de Psique, emblema del alma, reemplazada en
algunas copias del libro sagrado por un pájaro, símbolo más egipcio y probablemente
más antiguo. Esta figura, que en el Tarot moderno lleva el Titulo de estrella brillante, es
análoga a muchos símbolos herméticos, y no deja de guardar analogías con la estrella
flameante de los iniciados en francmasonería, manifestando la mayor parte de los
misterios de la doctrina secreta de los Rosacruces.
_
18 S
LOS FILTROS Y LOS SORTILEGIOS
Justitia - Mysterium - Canes
_
Abordamos ahora el abuso más criminal que pueda hacerse de las ciencias mágicas: la
magia, o más bien la brujería envenenadora. Debe comprenderse que esto lo escribimos,
no para enseñar sino para prevenir.
Si la justicia humana, al perseguir a los adeptos, no lo hubiera hecho nada más que
contra los nigromantes y brujos o hechiceros envenenadores, es cierto, como ya lo
hemos advertido, que sus rigores habrían sido excesivas contra semejantes malvados.
Sin embargo, no hay que creer que el poder de vida y de muerte que pertenece
secretamente al mago, haya sido siempre ejercido para satisfacer alguna cobarde
venganza, o una concupiscencia más cobarde todavía. En la Edad Media como en el
mundo antiguo, las asociaciones mágicas han, con frecuencia, fulminado o hecho
perecer lentamente a los reveladores o profanadores de los misterios, y cuando la espada
mágica debía abstenerse de funcionar, cuando la efusión de sangre era de temer
entonces el agua Toffana, los ramilletes perfumados y las camisas-de Nessus y otros
instrumentos de muerte, más desconocidos y más extraños, servían para ejecutar más
pronto o más tarde la terrible sentencia de los jueces francos.
Ya hemos dicho que existe en Magia un grande e indecible arcano, que no se comunica
jamás entre adeptos, y que, sobre todo, es preciso impedir a todo trance que los profanos
lo adivinen; cualquiera que en otro tiempo revelara, o lo hiciera descubrir a los demás
por imprudentes revelaciones, la clave de ese arcano supremo, era condenado
inmediatamente a muerte y obligado, con frecuencia, a ser él mismo el ejecutor de la
sentencia.
La famosa comida profética de Cazotte, escrita. por Laharpe, no ha sido aún
comprendida; y Laharpe al narrarla, ha cedido al deseo, bastante natural por cierto, de
maravillar a sus lectores ampliando los detalles. Todos los hombres presentes en esa
comida, con excepción de Laharpe, eran iniciados y reveladores, o por lo menos,
profanadores de misterios.
Cazotte, más elevado que todos ellos en la escala de la iniciación, les pronunció su
decreto de muerte en nombre del iluminismo, y ese decreto fue diversamente, pero
rigurosamente ejecutado, como otros decretos semejantes lo habían sido muchos años y
muchos siglos antes contra el abate de Villars, Urbano Grandier, y tantos otros, y los
filósofos revolucionarios perecieron, como también debían perecer Cagliostro,
abandonado en las prisiones de la inquisición, la banda mística de Catalina de Theos, el
imprudente Schroepffer, forzado a matarse en medio de sus triunfos mágicos y de la
admiración universal, el desertor Kotzebüe, apuñalado por Carl Sand y tantos otros,
cuyos cadáveres han sido hallados sin que se supiera la causa de su muerte súbita y
sangrienta.
Fresca está todavía la memoria de la extraña alocución que dirigió al mismo Cazotte, al
condenarle a muerte, el presidente del Tribunal revolucionario, su colega y co-iniciado.
El nudo terrible del drama del 93, está todavía oculto en el santuario más oscuro de las
sociedades secretas; a los adeptos de buena fe que querían emancipar a los pueblos,
otros adeptos de una secta opuesta y que estaban ligados a más antiguas tradiciones, les
hicieron una oposición terrible por medios análogos a los de sus adversarios, e hicieron
imposible la práctica del gran arcano, al desenmascarar la teoría.
La muchedumbre no comprendió nada, pero desconfió de todos y cayó, por
descorazonamiento, más bajo de lo que habían querido llevarla.
El gran arcano permaneció más desconocido que nunca. Únicamente los adeptos,
neutralizados los unos por los otros, no pudieron ejercer el poder, ni para dominar a los
demás, ni para librarse ellos mismos; se condenaron, pues, mutuamente como traidores
y se entregaron los unos a los otros al exilio, al suicidio, al puñal y al cadalso.
Se me preguntará tal vez, si peligros tan terribles amenazan todavía en nuestros días, sea
a los intrusos del santuario oculto a los reveladores del arcano. ¿Por qué he de responder
yo a la incredulidad de los curiosos? Si me expongo a una muerte violenta por
instruirlos, no me salvarán ciertamente; si tienen miedo por sí mismos, que se abstengan
de toda investigación imprudente; he aquí todo lo que puedo decirles.
Volvamos a la magia envenenadora. Alejandro Dumas, en su novela El conde de
Montecristo, ha revelado algunas de las prácticas de esta ciencia funesta. No
repetiremos de él las tristes teorías del crimen, cómo se envenenan las plantas, no
diremos cómo, por medio de unciones venenosas, se envenenan las paredes de las casas
y el aire respirable por medio de fumigaciones que requieren que el observador emplee
la careta de vidrio de Santa Cruz; dejaremos a la antigua Canidia sus misterios y no
busquemos tampoco, hasta qué punto los ritos infernales de Sagane han perfeccionado
el arte de Locusta. Se escribían recetas para envenenar y las disfrazaban bajo términos
técnicos de alquimia, y en más de un libro antiguo, sedicente hermético, el secreto de la
pólvora de proyección no es otro que el de la pólvora de sucesión. En el gran grimorio
se encuentra aún una de esas recetas menos disfrazadas que las demás, pero titulada
únicamente, medio de hacer el oro; Juan Bautista Porta, en su Magia Natural, da una
receta del veneno de los Borgia; pero, como puede suponerse, se burla de su público y
no divulga la verdad, demasiado peligrosa en semejante materia.
Eran los polvos de la receta de Porta los que las brujas de la Edad Media pretendían
recibir en el aquelarre y que expedían a gran precio a la ignorancia oal odio. Es por la
tradición de semejantes misterios como ellas sembraban el espanto en los campos y
hacían sus sortilegios.
El hechicero o la hechicera eran casi siempre una especie de sapos humanos, hinchados
de inveterados rencores; eran pobres, estaban rechazados de todos y, por consecuencia,
odiaban.
El temor que inspiraban era su consuelo y su venganza; envenenados ellos mismos por
una sociedad de la que no habían conocido más que los desperdicios y los vicios,
envenenan a su vez a aquellos que eran bastante débiles para tenerlos y vengaban en la
juventud y en la belleza su vejez maldita y su imperdonable fealdad. Sólo la operación
de esas malvadas obras y el cumplimiento de esos repugnantes misterios, constituían y
confirmaban los que entonces se llamaba pacto con mal espíritu.
Es cierto que el operador debía pertenecer en alma y cuerpo al mal, y que merecía con
justo título la reprobación universal e irrevocable manifestada por la alegoría del
infierno.
Que las almas humanas hayan descendido a ese grado de perversidad y de demencia, no
debe asombramos, pero si afligimos: ¿el abismo de los infiernos no demuestra ser por
antítesis, la elevación y la grandeza del cielo?
En el Norte, donde los instintos están más comprimidos y son más vivaces; en Italia, en
donde las pasiones son más expansivas y más ardientes, se temen todavía los sortilegios
y el mal de ojo; en Nápoles no se afronta impunemente la jettatura, y aun se reconoce
en ciertos signos exteriores a los seres que desdichadamente están dotados de ese poder.
Para garantirse contra ella, es preciso llevar encima cuernos —dicen los expertos— y el
pueblo, que todo lo toma el pie de la letra, se apresura a adornarse con ellos, sin pensar
más en el sentido de esta alegoría.
Los cuernos, atributos de Júpiter Ammon, de Baco y de Moisés, son el símbolo del
poder moral o del entusiasmo, y los magos quieren decir que, para evitar la jettatura, es
necesario dominar con una gran audacia, por un gran entusiasmo o por un gran
pensamiento la corriente fatal de los instintos. Así es como casi todas las supersticiones
populares son interpretaciones profanas de algún axioma o de algún maravilloso arcano
de la sabiduría oculta.
Pitágoras, al escribir sus admirables símbolos, ¿no ha legado a los sabios una filosofía
perfecta y al vulgo una nueva serie de vanas observancias y de prácticas ridículas? Así,
cuando decía: «No recojáis lo que cae de la mesa, no cortéis los árboles del gran
camino, no matéis a la serpiente que han caído en vuestro cercado. ¿No ofrecía bajo
transparentes alegorías los preceptos de la caridad, sea social, sea particular? Y cuando
decía: No te mires al espejo a la luz de la ant.orcha. ¿No era un modo ingenioso de
enseñar el verdadero conocimiento del sí mismo, que no podría existir con las luces
ficticias y los prejuicios de los sistemas?
Lo propio sucede con los demás preceptos de Pitágoras que, como se sabe, fueron
seguidos al pie de la letra por una muchedumbre de discípulos imbéciles, hasta el punto
de que en las observancias supersticiosas de nuestras provincias hay un gran número de
ellas que se remontan a la inteligencia primitiva de los símbolos de Pitágoras.
Superstición, procede de una palabra latina que significa sobrevivir. Es el signo que
sobrevive al pensamiento; es el cadáver de una práctica religiosa. La superstición es ala
iniciación lo que la idea del diablo es a la de Dios. Es en este sentido como el culto de
las imágenes está prohibido y como el dogma más santo en su concepción primera
puede convenirse en supersticioso e ímpio cuando se ha perdido la inspiración y el
espíritu.
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Abordamos ahora el abuso más criminal que pueda hacerse de las ciencias mágicas: la
magia, o más bien la brujería envenenadora. Debe comprenderse que esto lo escribimos,
no para enseñar sino para prevenir.
Si la justicia humana, al perseguir a los adeptos, no lo hubiera hecho nada más que
contra los nigromantes y brujos o hechiceros envenenadores, es cierto, como ya lo
hemos advertido, que sus rigores habrían sido excesivas contra semejantes malvados.
Sin embargo, no hay que creer que el poder de vida y de muerte que pertenece
secretamente al mago, haya sido siempre ejercido para satisfacer alguna cobarde
venganza, o una concupiscencia más cobarde todavía. En la Edad Media como en el
mundo antiguo, las asociaciones mágicas han, con frecuencia, fulminado o hecho
perecer lentamente a los reveladores o profanadores de los misterios, y cuando la espada
mágica debía abstenerse de funcionar, cuando la efusión de sangre era de temer
entonces el agua Toffana, los ramilletes perfumados y las camisas-de Nessus y otros
instrumentos de muerte, más desconocidos y más extraños, servían para ejecutar más
pronto o más tarde la terrible sentencia de los jueces francos.
Ya hemos dicho que existe en Magia un grande e indecible arcano, que no se comunica
jamás entre adeptos, y que, sobre todo, es preciso impedir a todo trance que los profanos
lo adivinen; cualquiera que en otro tiempo revelara, o lo hiciera descubrir a los demás
por imprudentes revelaciones, la clave de ese arcano supremo, era condenado
inmediatamente a muerte y obligado, con frecuencia, a ser él mismo el ejecutor de la
sentencia.
La famosa comida profética de Cazotte, escrita. por Laharpe, no ha sido aún
comprendida; y Laharpe al narrarla, ha cedido al deseo, bastante natural por cierto, de
maravillar a sus lectores ampliando los detalles. Todos los hombres presentes en esa
comida, con excepción de Laharpe, eran iniciados y reveladores, o por lo menos,
profanadores de misterios.
Cazotte, más elevado que todos ellos en la escala de la iniciación, les pronunció su
decreto de muerte en nombre del iluminismo, y ese decreto fue diversamente, pero
rigurosamente ejecutado, como otros decretos semejantes lo habían sido muchos años y
muchos siglos antes contra el abate de Villars, Urbano Grandier, y tantos otros, y los
filósofos revolucionarios perecieron, como también debían perecer Cagliostro,
abandonado en las prisiones de la inquisición, la banda mística de Catalina de Theos, el
imprudente Schroepffer, forzado a matarse en medio de sus triunfos mágicos y de la
admiración universal, el desertor Kotzebüe, apuñalado por Carl Sand y tantos otros,
cuyos cadáveres han sido hallados sin que se supiera la causa de su muerte súbita y
sangrienta.
Fresca está todavía la memoria de la extraña alocución que dirigió al mismo Cazotte, al
condenarle a muerte, el presidente del Tribunal revolucionario, su colega y co-iniciado.
El nudo terrible del drama del 93, está todavía oculto en el santuario más oscuro de las
sociedades secretas; a los adeptos de buena fe que querían emancipar a los pueblos,
otros adeptos de una secta opuesta y que estaban ligados a más antiguas tradiciones, les
hicieron una oposición terrible por medios análogos a los de sus adversarios, e hicieron
imposible la práctica del gran arcano, al desenmascarar la teoría.
La muchedumbre no comprendió nada, pero desconfió de todos y cayó, por
descorazonamiento, más bajo de lo que habían querido llevarla.
El gran arcano permaneció más desconocido que nunca. Únicamente los adeptos,
neutralizados los unos por los otros, no pudieron ejercer el poder, ni para dominar a los
demás, ni para librarse ellos mismos; se condenaron, pues, mutuamente como traidores
y se entregaron los unos a los otros al exilio, al suicidio, al puñal y al cadalso.
Se me preguntará tal vez, si peligros tan terribles amenazan todavía en nuestros días, sea
a los intrusos del santuario oculto a los reveladores del arcano. ¿Por qué he de responder
yo a la incredulidad de los curiosos? Si me expongo a una muerte violenta por
instruirlos, no me salvarán ciertamente; si tienen miedo por sí mismos, que se abstengan
de toda investigación imprudente; he aquí todo lo que puedo decirles.
Volvamos a la magia envenenadora. Alejandro Dumas, en su novela El conde de
Montecristo, ha revelado algunas de las prácticas de esta ciencia funesta. No
repetiremos de él las tristes teorías del crimen, cómo se envenenan las plantas, no
diremos cómo, por medio de unciones venenosas, se envenenan las paredes de las casas
y el aire respirable por medio de fumigaciones que requieren que el observador emplee
la careta de vidrio de Santa Cruz; dejaremos a la antigua Canidia sus misterios y no
busquemos tampoco, hasta qué punto los ritos infernales de Sagane han perfeccionado
el arte de Locusta. Se escribían recetas para envenenar y las disfrazaban bajo términos
técnicos de alquimia, y en más de un libro antiguo, sedicente hermético, el secreto de la
pólvora de proyección no es otro que el de la pólvora de sucesión. En el gran grimorio
se encuentra aún una de esas recetas menos disfrazadas que las demás, pero titulada
únicamente, medio de hacer el oro; Juan Bautista Porta, en su Magia Natural, da una
receta del veneno de los Borgia; pero, como puede suponerse, se burla de su público y
no divulga la verdad, demasiado peligrosa en semejante materia.
Eran los polvos de la receta de Porta los que las brujas de la Edad Media pretendían
recibir en el aquelarre y que expedían a gran precio a la ignorancia oal odio. Es por la
tradición de semejantes misterios como ellas sembraban el espanto en los campos y
hacían sus sortilegios.
El hechicero o la hechicera eran casi siempre una especie de sapos humanos, hinchados
de inveterados rencores; eran pobres, estaban rechazados de todos y, por consecuencia,
odiaban.
El temor que inspiraban era su consuelo y su venganza; envenenados ellos mismos por
una sociedad de la que no habían conocido más que los desperdicios y los vicios,
envenenan a su vez a aquellos que eran bastante débiles para tenerlos y vengaban en la
juventud y en la belleza su vejez maldita y su imperdonable fealdad. Sólo la operación
de esas malvadas obras y el cumplimiento de esos repugnantes misterios, constituían y
confirmaban los que entonces se llamaba pacto con mal espíritu.
Es cierto que el operador debía pertenecer en alma y cuerpo al mal, y que merecía con
justo título la reprobación universal e irrevocable manifestada por la alegoría del
infierno.
Que las almas humanas hayan descendido a ese grado de perversidad y de demencia, no
debe asombramos, pero si afligimos: ¿el abismo de los infiernos no demuestra ser por
antítesis, la elevación y la grandeza del cielo?
En el Norte, donde los instintos están más comprimidos y son más vivaces; en Italia, en
donde las pasiones son más expansivas y más ardientes, se temen todavía los sortilegios
y el mal de ojo; en Nápoles no se afronta impunemente la jettatura, y aun se reconoce
en ciertos signos exteriores a los seres que desdichadamente están dotados de ese poder.
Para garantirse contra ella, es preciso llevar encima cuernos —dicen los expertos— y el
pueblo, que todo lo toma el pie de la letra, se apresura a adornarse con ellos, sin pensar
más en el sentido de esta alegoría.
Los cuernos, atributos de Júpiter Ammon, de Baco y de Moisés, son el símbolo del
poder moral o del entusiasmo, y los magos quieren decir que, para evitar la jettatura, es
necesario dominar con una gran audacia, por un gran entusiasmo o por un gran
pensamiento la corriente fatal de los instintos. Así es como casi todas las supersticiones
populares son interpretaciones profanas de algún axioma o de algún maravilloso arcano
de la sabiduría oculta.
Pitágoras, al escribir sus admirables símbolos, ¿no ha legado a los sabios una filosofía
perfecta y al vulgo una nueva serie de vanas observancias y de prácticas ridículas? Así,
cuando decía: «No recojáis lo que cae de la mesa, no cortéis los árboles del gran
camino, no matéis a la serpiente que han caído en vuestro cercado. ¿No ofrecía bajo
transparentes alegorías los preceptos de la caridad, sea social, sea particular? Y cuando
decía: No te mires al espejo a la luz de la ant.orcha. ¿No era un modo ingenioso de
enseñar el verdadero conocimiento del sí mismo, que no podría existir con las luces
ficticias y los prejuicios de los sistemas?
Lo propio sucede con los demás preceptos de Pitágoras que, como se sabe, fueron
seguidos al pie de la letra por una muchedumbre de discípulos imbéciles, hasta el punto
de que en las observancias supersticiosas de nuestras provincias hay un gran número de
ellas que se remontan a la inteligencia primitiva de los símbolos de Pitágoras.
Superstición, procede de una palabra latina que significa sobrevivir. Es el signo que
sobrevive al pensamiento; es el cadáver de una práctica religiosa. La superstición es ala
iniciación lo que la idea del diablo es a la de Dios. Es en este sentido como el culto de
las imágenes está prohibido y como el dogma más santo en su concepción primera
puede convenirse en supersticioso e ímpio cuando se ha perdido la inspiración y el
espíritu.
_
Los pantáculos de Ezequiel y Pitágoras
_
Entonces es cuando la religion, siempre una como la razón suprema, cambia de
vestiduras y abandona los antiguos ritos ala codicia ya la farsa de los sacerdotes
convertidos, metamorfoseados, por su maldad y su ignorancia, en charlatanes y juglares.
Pueden compararse con las supersticiones los emblemas y los caracteres mágicos, cuyo
sentido no es comprendido ya, y que se graban al azar sobre amuletos y talismanes. Las
imágenes mágicas de los antiguos eran pantáculos, es decir, síntesis cabalísticas. La
rueda de Pitágoras es un pantáculo análogo al de las ruedas de Ezequiel, y ambas
figuras son los mismos secretos e idéntica filosofía, es la llave de todos los pantáculos y
ya hemos hablado de ello. Los cuatro animales, mejor, las esfinges de cuatro cabezas
del mismo profeta son idénticas a un admirable simbolo indio, del cual publicamos el
grabado, y que se refiere a la ciencia del gran arcano. San Juan, en su Apocalipsis, ha
copiado y ampliado a Ezequiel, y todas las figuras monstruosas de este libro
maravilloso son otros tantos pantáculos mágicos, de los cuales, los cabalistas
encuentran fácilmente la clave. Pero los cristianos, habiendo desdeñado la ciencia con el
deseo de ampliar la fe, quisieron ocultar más tarde los orígenes de su dogma y
condenaron al fuego todos los libros de cábala y de magia. Anular los originales es dar
una especie de originalidad a las copias y, sin duda, lo sabia San Pablo perfectamente
cuando, con las intenciones más loables sin duda, cumplía su auto de fe científico, en
Efeso. Así es cómo seis siglos más tarde el creyente Omar debía sacrificar a la
originalidad del Coran la biblioteca de Alejandria, ¿quién sabe si en el porvenir, un
futuro apóstol no quiera incendiar nuestros Museos literarios y confiscar la imprenta en
beneficio de algún apasionamiento religioso y de alguna leyenda nuevamente
acreditada?
El estudio de los talismanes y de los pantáculos es una de las más curiosas ramas de la
magia y está ligada a la numismática histórica.
Existen talismanes indios, egipcios y griegos, medallas cabalísticas procedentes de
hebreos, antiguos y modernos, abraxas gnósticos, amuletos bizantinos, monedas ocultas
en usos entre los miembros de Sociedades secretas y llamadas, a veces, retoños del
sabbat, medallas de los templarios y alhajas de los francmasones. Goglenius en su
Tratado de las maravillas de la Naturaleza, describe los talismanes de Salomón y los
del rabino Chael. El dibujo de alguno de ellos, de una mayoría también y de los más
antiguos, fue grabado en los calendarios mágicos de Tycho-Brahe y de Duchenteau, y
deben de estar reproducidos en totalidad o en parte en los fastos iniciativos del. M.
Ragon, vasto y sabio trabajo que recomendamos a nuestros lectores.
_
19 T
LA PIEDRA DE LOS FILOSOFOS
ELAGABALA -
Vocatio - So - Aurum
Entonces es cuando la religion, siempre una como la razón suprema, cambia de
vestiduras y abandona los antiguos ritos ala codicia ya la farsa de los sacerdotes
convertidos, metamorfoseados, por su maldad y su ignorancia, en charlatanes y juglares.
Pueden compararse con las supersticiones los emblemas y los caracteres mágicos, cuyo
sentido no es comprendido ya, y que se graban al azar sobre amuletos y talismanes. Las
imágenes mágicas de los antiguos eran pantáculos, es decir, síntesis cabalísticas. La
rueda de Pitágoras es un pantáculo análogo al de las ruedas de Ezequiel, y ambas
figuras son los mismos secretos e idéntica filosofía, es la llave de todos los pantáculos y
ya hemos hablado de ello. Los cuatro animales, mejor, las esfinges de cuatro cabezas
del mismo profeta son idénticas a un admirable simbolo indio, del cual publicamos el
grabado, y que se refiere a la ciencia del gran arcano. San Juan, en su Apocalipsis, ha
copiado y ampliado a Ezequiel, y todas las figuras monstruosas de este libro
maravilloso son otros tantos pantáculos mágicos, de los cuales, los cabalistas
encuentran fácilmente la clave. Pero los cristianos, habiendo desdeñado la ciencia con el
deseo de ampliar la fe, quisieron ocultar más tarde los orígenes de su dogma y
condenaron al fuego todos los libros de cábala y de magia. Anular los originales es dar
una especie de originalidad a las copias y, sin duda, lo sabia San Pablo perfectamente
cuando, con las intenciones más loables sin duda, cumplía su auto de fe científico, en
Efeso. Así es cómo seis siglos más tarde el creyente Omar debía sacrificar a la
originalidad del Coran la biblioteca de Alejandria, ¿quién sabe si en el porvenir, un
futuro apóstol no quiera incendiar nuestros Museos literarios y confiscar la imprenta en
beneficio de algún apasionamiento religioso y de alguna leyenda nuevamente
acreditada?
El estudio de los talismanes y de los pantáculos es una de las más curiosas ramas de la
magia y está ligada a la numismática histórica.
Existen talismanes indios, egipcios y griegos, medallas cabalísticas procedentes de
hebreos, antiguos y modernos, abraxas gnósticos, amuletos bizantinos, monedas ocultas
en usos entre los miembros de Sociedades secretas y llamadas, a veces, retoños del
sabbat, medallas de los templarios y alhajas de los francmasones. Goglenius en su
Tratado de las maravillas de la Naturaleza, describe los talismanes de Salomón y los
del rabino Chael. El dibujo de alguno de ellos, de una mayoría también y de los más
antiguos, fue grabado en los calendarios mágicos de Tycho-Brahe y de Duchenteau, y
deben de estar reproducidos en totalidad o en parte en los fastos iniciativos del. M.
Ragon, vasto y sabio trabajo que recomendamos a nuestros lectores.
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19 T
LA PIEDRA DE LOS FILOSOFOS
ELAGABALA -
Vocatio - So - Aurum
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Los antiguos adoraban al sol bajo la forma de una piedra negra, a la que llamaban
Elagabala o Heliogábala ¿Qué significaba esta piedra y cómo podía ser ella imagen del
más brillante de los astros?
Los discípulos de Hermes, antes de prometer a sus adeptos el elixir de larga vida o el
polvo de proyección, les recomendaban que buscasen la piedra filosofal. ¿Qué es esta
piedra y por qué una piedra?
El gran iniciador de los cristianos invita a sus fieles a edificar sobre piedra, si no
quieren ver sus construcciones derrumbadas. El mismo se nombra la piedra angular, y
dice al más creyente de sus apóstoles: «Llámote Petrus, porque tú eres la primera piedra
sobre la cual edificaré mi iglesia.»
Esta piedra, dicen los maestros en alquimia, es la verdadera sal de los filósofos, que
entra en su tercio en la composición del azoe. Ahora bien, AZOE es, como se sabe, el
nombre del gran agente hermético y del verdadero agente filosofal; también representan
ellos su sal bajo la forma de una piedra cúbica, como puede verse en las doce claves de
Basilio Valentín o en las alegorías de Trevisan.
¿Qué es, no obstante, esta piedra? Es el fundamento de la filosofía absoluta; es la
suprema e inquebrantable razón. Antes de pensar en la obra metálica, es necesario
haberse fijado para siempre sobre los principios absolutos de la sabiduría, es necesario
poseer esa razón, que es la piedra de toque de la verdad. Jamás un hombre con
prejuicios podrá llegar a ser rey de la Naturaleza y maestro en trasmutaciones. La piedra
filosofal es, ante todo, necesaria, pero ¿cómo hallarla? Hermes nos lo dice en su tabla de
esmeralda:
Es necesario separar lo sutil de lo fijo, con un gran cuidado y atención extremada. Así,
pues, debemos desprender nuestras certidumbres de nuestras creencias, y distinguir bien
los dominios de la ciencia de los de la fe; comprender bien que no sabemos todas las
cosas en que creemos, y que no creemos ya en ninguna de las cosas en que llegamos a
saber, y que, así la creencia de las cosas de la fe, es lo desconocido y lo indefinido, en
tanto que sucede todo lo contrario en las cosas de la ciencia. Hay, pues, que concluir de
que la ciencia reposa sobre la razón y la experiencia, mientras que la fe tiene por base el
sentimiento y la razón. En otros términos, la piedra filosofal es la verdadera certeza que
la prudencia humana asegura a las investigaciones concienzudas ya la modesta duda,
mientras que el entusiasmo religioso lo da exclusivamente la fe. Luego, no pertenece ni
a la razón sin aspiraciones, ni alas aspiraciones irrazonables; la verdadera certeza es la
aquiescencia recíproca de la razón, que sabe en el sentimiento que cree y del
sentimiento que cree en la razón que sabe. La alianza definitiva de la razón y de la fe
resultará de su distención y de su separación absolutas, pero de su mutua marca y de su
fraternal concurso. Tal es el sentido de las dos columnas del pórtico de Salomón, de las
cuales una se llama Jakin, y la otra Bohas; una debas cuales es blanca y otra negra. Son
distintas, están separadas y, al parecer, son contrarias; pero si la fuerza ciega quiere
reunirlas, acercándolas, la bóveda del templo se derrumbará, porque, separadas,
constituyen una misma fuerza y, reunidas, son dos fuerzas que se destruyen
mutuamente. Por esta misma razón es por la que el poder espiritual se debilita, desde el
punto en que quiere usurpar el temporal, y por lo que el poder temporal perece víctima
de sus abrogaciones sobre el poder espiritual. Gregorio VII perdió el papado, y los reyes
cismáticos han perdido y perderán la monarquía. El equilibrio humano tiene necesidad
de dos pies, los mundos gravitan mediante dos fuerzas, la generación exige dos sexos.
Tal es el sentido del arcano de Salomón, figurado por las dos columnas del templo Jakin
y Bohas.
El sol y la luna de los alquimistas corresponden al mismo símbolo y concurren al
perfeccionamiento y a la estabilidad de la piedra filosofal El sol es el signo jeroglífico
de la verdad, porque es el manantial visible de la luz, y la piedra bruta e el símbolo de la
estabilidad. Por esta razón, los antiguos magos tomaban la piedra Elagabala por la
figura del sol, y por esto también es por lo que los alquimistas de la Edad Media
indicaban la piedra filosofal como el primer medio de hacer el oro filosófico, es decir, la
transformación de todos los poderes vitales, figurados por los seis metales, en sol, o lo
que es igual, en verdad y en luz, primera e indispensable operación de la gran obra, que
conduce a las adaptaciones secundarias, y que hace, por las analogías de la naturaleza,
encontrar el oro natural y grosero a los creadores del oro espiritual y viviente, a los
poseedores de la verdadera sal, del verdadero mercurio y del verdadero azufre
filosófico.
Encontrar la .piedra filosofal es haber encontrado lo absoluto, como lo dicen todos los
maestros. Ahora bien, lo absoluto es lo que no admite errores, es lo fijo de lo volátil es
la regla de la imaginación, es la necesidad misma del ser, es la ley inmutable de la razón
y de la verdad; lo absoluto es lo que es. Luego lo que es en cierto mpdo, es antes de lo
que es. El mismo Dios no es sin razón de ser, y no puede existir más que en virtud de
una suprema e inevitable razón. Es, pues, esta razón la que es lo absoluto; es a ella a la
que debemos creer si queremos que nuestra fe tenga una base razonable y sólida. Se ha
podido decir en nuestros días que Dios no es más que una hipótesis; pero la razón
absoluta no es más que una, y ella es esencial al ser.
Santo Tomas ha dicho: Una cosa no es justa porque dios la quiera, sino que dios la
quiere porque es justa Santo Tomás hubiera deducido lógicamente todas las
consecuencias de tan hermoso pensamiento, habría encontrado la piedra filosofal,y, en
vez de limitarse a ser ángel de la escuela, habría sido el reformador. -
Creer en la razón de Dios y en el Dios de la razón es hacer el ateísmo imposible. Son los
idólatras los que han hecho los ateos. Cuando Voltaire decía: «Si Dios no existiera,
habría que inventarle», sentía más bien que comprendía la razón de Dios. ¿Existe
realmente Dios? Nosotros no sabemos nada, pero deseamos que así sea, y por eso
creemos en su existencia. Formulada así la fe, es una fe razonable, porque admite la
duda de la ciencia y, en efecto, no creemos más que en las cosas que nos parecen
probables, aun cuando no las conozcamos. Luego no es a semejante personas a quienes
la piedra filosofal ha sido prometida.
Los ignorantes que han desviado el cristianismo de su camino, sustituyendo a la ciencia
por la fe, a la experiencia por el sueño, a la realidad por lo fantástico; los inquisidores
que, durante siglos y siglos declararon a la magia una guerra de exterminio, sólo
lograron cubrir de tinieblas los descubrimientos del espíritu humano, de tal modo, que
hoy marchamos tanteando para volver a encontrar la clave de los fenómenos de la
naturaleza. Ahora bien, todos los fenómenos naturales dependen de una sola e
inmutable ley, representada por la piedra filosofal y, especialmente, por su forma
simbólica, que es el cubo. Esta ley, manifestada en la Cábala por el cuaternario, había
suministrado a los hebreos todos los misterios de su tetragrama divino. Puede, por tanto,
decirse, que la piedra filosofal es cuadrada en todos sentidos, como la Jerusalén celeste
de San Juan, y que en un lado llevan escrito el nombre de
, y en otro el de Dios;
sobre una de sus faces, el de ADÁN, y sobre la otra el de EVA, y después los de AzoE
e Irmu, sobre los otros dos lados. A la cabeza de una traducción francesa de un libro del
Sr. de Nuisement, acerca de la sal filosófica, se ve el espíritu de la tierra de pie sobre un
cubo, que recorren lenguas de fuego; tiene por falo un cadúceo, y el sol y la luna sobre
el pecho, a la derecha y a la izquierda; es barbudo, está coronado y tiene un cetro en la
mano. Es el ázoe de los sabios sobre pedestal de sal y de azufre. Se coloca a veces a esta
imagen la cabeza simbólica del macho cabrío de Mendés; es el Baphomet de los
Templarios, el macho cabrío del sabbat y el verbo creado de los gnósticos; imágenes
extrañas que sirvieron de espantajos al vulgo, después de haber servido de meditaciones
a los sabios; jeroglíficos inocentes del pensamiento y de la fe, que también sirvieron de
pretexto a los furores de las persecuciones. ¡Cuán desdichados son lós hombres en su
ignorancia, pero cuánto se desprecian a sí mismos si llegan a conocerla!
_
Los antiguos adoraban al sol bajo la forma de una piedra negra, a la que llamaban
Elagabala o Heliogábala ¿Qué significaba esta piedra y cómo podía ser ella imagen del
más brillante de los astros?
Los discípulos de Hermes, antes de prometer a sus adeptos el elixir de larga vida o el
polvo de proyección, les recomendaban que buscasen la piedra filosofal. ¿Qué es esta
piedra y por qué una piedra?
El gran iniciador de los cristianos invita a sus fieles a edificar sobre piedra, si no
quieren ver sus construcciones derrumbadas. El mismo se nombra la piedra angular, y
dice al más creyente de sus apóstoles: «Llámote Petrus, porque tú eres la primera piedra
sobre la cual edificaré mi iglesia.»
Esta piedra, dicen los maestros en alquimia, es la verdadera sal de los filósofos, que
entra en su tercio en la composición del azoe. Ahora bien, AZOE es, como se sabe, el
nombre del gran agente hermético y del verdadero agente filosofal; también representan
ellos su sal bajo la forma de una piedra cúbica, como puede verse en las doce claves de
Basilio Valentín o en las alegorías de Trevisan.
¿Qué es, no obstante, esta piedra? Es el fundamento de la filosofía absoluta; es la
suprema e inquebrantable razón. Antes de pensar en la obra metálica, es necesario
haberse fijado para siempre sobre los principios absolutos de la sabiduría, es necesario
poseer esa razón, que es la piedra de toque de la verdad. Jamás un hombre con
prejuicios podrá llegar a ser rey de la Naturaleza y maestro en trasmutaciones. La piedra
filosofal es, ante todo, necesaria, pero ¿cómo hallarla? Hermes nos lo dice en su tabla de
esmeralda:
Es necesario separar lo sutil de lo fijo, con un gran cuidado y atención extremada. Así,
pues, debemos desprender nuestras certidumbres de nuestras creencias, y distinguir bien
los dominios de la ciencia de los de la fe; comprender bien que no sabemos todas las
cosas en que creemos, y que no creemos ya en ninguna de las cosas en que llegamos a
saber, y que, así la creencia de las cosas de la fe, es lo desconocido y lo indefinido, en
tanto que sucede todo lo contrario en las cosas de la ciencia. Hay, pues, que concluir de
que la ciencia reposa sobre la razón y la experiencia, mientras que la fe tiene por base el
sentimiento y la razón. En otros términos, la piedra filosofal es la verdadera certeza que
la prudencia humana asegura a las investigaciones concienzudas ya la modesta duda,
mientras que el entusiasmo religioso lo da exclusivamente la fe. Luego, no pertenece ni
a la razón sin aspiraciones, ni alas aspiraciones irrazonables; la verdadera certeza es la
aquiescencia recíproca de la razón, que sabe en el sentimiento que cree y del
sentimiento que cree en la razón que sabe. La alianza definitiva de la razón y de la fe
resultará de su distención y de su separación absolutas, pero de su mutua marca y de su
fraternal concurso. Tal es el sentido de las dos columnas del pórtico de Salomón, de las
cuales una se llama Jakin, y la otra Bohas; una debas cuales es blanca y otra negra. Son
distintas, están separadas y, al parecer, son contrarias; pero si la fuerza ciega quiere
reunirlas, acercándolas, la bóveda del templo se derrumbará, porque, separadas,
constituyen una misma fuerza y, reunidas, son dos fuerzas que se destruyen
mutuamente. Por esta misma razón es por la que el poder espiritual se debilita, desde el
punto en que quiere usurpar el temporal, y por lo que el poder temporal perece víctima
de sus abrogaciones sobre el poder espiritual. Gregorio VII perdió el papado, y los reyes
cismáticos han perdido y perderán la monarquía. El equilibrio humano tiene necesidad
de dos pies, los mundos gravitan mediante dos fuerzas, la generación exige dos sexos.
Tal es el sentido del arcano de Salomón, figurado por las dos columnas del templo Jakin
y Bohas.
El sol y la luna de los alquimistas corresponden al mismo símbolo y concurren al
perfeccionamiento y a la estabilidad de la piedra filosofal El sol es el signo jeroglífico
de la verdad, porque es el manantial visible de la luz, y la piedra bruta e el símbolo de la
estabilidad. Por esta razón, los antiguos magos tomaban la piedra Elagabala por la
figura del sol, y por esto también es por lo que los alquimistas de la Edad Media
indicaban la piedra filosofal como el primer medio de hacer el oro filosófico, es decir, la
transformación de todos los poderes vitales, figurados por los seis metales, en sol, o lo
que es igual, en verdad y en luz, primera e indispensable operación de la gran obra, que
conduce a las adaptaciones secundarias, y que hace, por las analogías de la naturaleza,
encontrar el oro natural y grosero a los creadores del oro espiritual y viviente, a los
poseedores de la verdadera sal, del verdadero mercurio y del verdadero azufre
filosófico.
Encontrar la .piedra filosofal es haber encontrado lo absoluto, como lo dicen todos los
maestros. Ahora bien, lo absoluto es lo que no admite errores, es lo fijo de lo volátil es
la regla de la imaginación, es la necesidad misma del ser, es la ley inmutable de la razón
y de la verdad; lo absoluto es lo que es. Luego lo que es en cierto mpdo, es antes de lo
que es. El mismo Dios no es sin razón de ser, y no puede existir más que en virtud de
una suprema e inevitable razón. Es, pues, esta razón la que es lo absoluto; es a ella a la
que debemos creer si queremos que nuestra fe tenga una base razonable y sólida. Se ha
podido decir en nuestros días que Dios no es más que una hipótesis; pero la razón
absoluta no es más que una, y ella es esencial al ser.
Santo Tomas ha dicho: Una cosa no es justa porque dios la quiera, sino que dios la
quiere porque es justa Santo Tomás hubiera deducido lógicamente todas las
consecuencias de tan hermoso pensamiento, habría encontrado la piedra filosofal,y, en
vez de limitarse a ser ángel de la escuela, habría sido el reformador. -
Creer en la razón de Dios y en el Dios de la razón es hacer el ateísmo imposible. Son los
idólatras los que han hecho los ateos. Cuando Voltaire decía: «Si Dios no existiera,
habría que inventarle», sentía más bien que comprendía la razón de Dios. ¿Existe
realmente Dios? Nosotros no sabemos nada, pero deseamos que así sea, y por eso
creemos en su existencia. Formulada así la fe, es una fe razonable, porque admite la
duda de la ciencia y, en efecto, no creemos más que en las cosas que nos parecen
probables, aun cuando no las conozcamos. Luego no es a semejante personas a quienes
la piedra filosofal ha sido prometida.
Los ignorantes que han desviado el cristianismo de su camino, sustituyendo a la ciencia
por la fe, a la experiencia por el sueño, a la realidad por lo fantástico; los inquisidores
que, durante siglos y siglos declararon a la magia una guerra de exterminio, sólo
lograron cubrir de tinieblas los descubrimientos del espíritu humano, de tal modo, que
hoy marchamos tanteando para volver a encontrar la clave de los fenómenos de la
naturaleza. Ahora bien, todos los fenómenos naturales dependen de una sola e
inmutable ley, representada por la piedra filosofal y, especialmente, por su forma
simbólica, que es el cubo. Esta ley, manifestada en la Cábala por el cuaternario, había
suministrado a los hebreos todos los misterios de su tetragrama divino. Puede, por tanto,
decirse, que la piedra filosofal es cuadrada en todos sentidos, como la Jerusalén celeste
de San Juan, y que en un lado llevan escrito el nombre de
, y en otro el de Dios;
sobre una de sus faces, el de ADÁN, y sobre la otra el de EVA, y después los de AzoE
e Irmu, sobre los otros dos lados. A la cabeza de una traducción francesa de un libro del
Sr. de Nuisement, acerca de la sal filosófica, se ve el espíritu de la tierra de pie sobre un
cubo, que recorren lenguas de fuego; tiene por falo un cadúceo, y el sol y la luna sobre
el pecho, a la derecha y a la izquierda; es barbudo, está coronado y tiene un cetro en la
mano. Es el ázoe de los sabios sobre pedestal de sal y de azufre. Se coloca a veces a esta
imagen la cabeza simbólica del macho cabrío de Mendés; es el Baphomet de los
Templarios, el macho cabrío del sabbat y el verbo creado de los gnósticos; imágenes
extrañas que sirvieron de espantajos al vulgo, después de haber servido de meditaciones
a los sabios; jeroglíficos inocentes del pensamiento y de la fe, que también sirvieron de
pretexto a los furores de las persecuciones. ¡Cuán desdichados son lós hombres en su
ignorancia, pero cuánto se desprecian a sí mismos si llegan a conocerla!
_
20 U
LA MEDICINA UNIVERSAL
Caput - Resurrectio - Circulus
LA MEDICINA UNIVERSAL
Caput - Resurrectio - Circulus
_
La mayor parte de nuestras enfermedades físicas proceden de nuestras enfermedades
morales, según el dogma mágico único y universal, y en razón de la ley de las
analogías.
Una gran pasión a la cual se abandone uno, corresponde siempre a una gran enfermedad
que se separa. Los pecados mortales son llamados así porque física y positivamente
causan la muerte.
Alejandro Magno murió de orgullo. Era temperante por naturaleza, pero se entregó por
orgullo a los excesos que le produjeron la muerte.
Francisco I murió a causa de un adulterio.
Luis XV murió en su parque de los ciervos.
Cuando Marat fue asesinado, se moría de soberbia y de envidia. Era un monómono de
orgullo, que se creía el único ser justo y que habría querido matar a todo el que no fuera
Marat.
Muchos de nuestros contemporáneos han muerto de ambición, después de la
Revolución de Febrero.
En cuanto nuestra voluntad se confirma irrevocablemente en una tendencia absurda,
estamos muertos, y el ataúd que habrá de recibir nuestros restos, no muy lejano.
Es, por consiguiente, una verdad el decir que la sabiduría conserva la vida.
El gran maestro ha dicho: «Mi carne es un aliento y mi sangre una bebida. Comed mi
comed y bebed mi sangre y viviréis.» Y como el vulgo murmurase, agregó: «La carne
no entra aquí en nada; las palabras que os dirijo, son espíritu y son vida.» Así quería
decir: Abrevad en mí espíritu y vivid mi vida.
Y cuando iba morir ligó el recuerdo de su vida al signo del pan, y el de su espíritu al del
vino, instituyendo de este modo la comunión de la fe, de la esperanza y de la caridad.
En el mismo sentido es como han dicho los maestros herméticos: Haced el oro potable y
tendréis la medicina universal; es decir, apropiad la verdad a vuestros usos, y sea ella el
manantial en que abrevéis todos los días y adquiriréis para siempre la inmortalidad de
los sabios. La templanza, la tranquilidad de alma, la sencillez de carácter, la calma y la
razón de la voluntad hacen al hombre, no solamente dichosos, sino sano y robusto.
Es haciendose razonable y bueno como el hombre llega a la inmortalidad.
Somos los autores e nuestros propios destinos, y Dios nos salva sin nuestro concurso.
La muerte no existe para el sabio; la muerte es un fantasma tildado de horrible por la
ignorancia y la debilidad del vulgo.
El cambio atestigua el movimiento, y el movimiento no revela otra cosa que la vida. El
mismo cadáver no se descompondría si estuviera muerto; todas las moléculas que lo
componen permanecen vivas y no se mueven con otro objeto que con el de
desprenderse unas de otras. ¿Podéis figuraros que es el espíritu el que primero se
desprendió del cuerpo para morir? ¿Podéis creer que el pensamiento y el amor pueden
morir cuando la misma materia grosera no muere?
Si al cambio debe llamársele, moriremos y renacemos diariamente, porque todos los
días cambian nuestras formas.
Tememos, al salir a la calle, destrozar nuestras vestiduras, y nada no importa
abandonarlas cuando llega la hora del reposo.
El ensalzamiento y la conservación de los cadáveres es una superstición contra la
naturaleza. Es un ensayo de creación de la muerte; es la inmovilización forzosa de una
sustancia de que la vida tiene necesidad. Pero no hay que apresurarse en destruir o en
hacer desaparecer los cadáveres, porque nada se verifica bruscamente en la naturaleza, y
no debe correrse el riesgo de romper violentamente los lazos de un alma que se
desprende.
La muerte no es nunca instantánea; se opera gradualmente como el sueño. En tanto que
la sangre no se ha enfriado por completo, mientras que los nervios pueden estremecerse,
el hombre no está completamente muerto, y si alguno de los órganos esenciales de la
vida no está destruido, el alma pude ser llamada, sea por accidente, sea mediante una
voluntad poderosa.
Un filósofo ha dicho que mejor dudaría del testimonio universal antes que creer en la
resurrección de un muerto, y en esto procedió temerariamente, porque es bajo la fe del
testimonio universal como él creía en la imposibilidad de una resurrección.
Probada una resurrección ¿qué resultaría? ¿Habría que negar la evidencia o renunciar a
la razón? Esto sería absurdo sólo al suponerlo. Habría que deducir sencillamente que
había sido temerario creer en la imposibilidad de la resurrección. Ab actu ad posse valet
consecutio.
Osemos afirmar ahora que la resurrección es posible y que se produce con mayor
frecuencia de lo que se cree. ¡Cuántas personas cuya muerte ha sido jurídica y
científicamente probada, han sido halladas muertas, es cierto, en sú ataúd, pero que
habían vivido y que se habían destrozado los dedos y las uñas al tratar de abrirse las
arterias para escapar por una nueva muerte a tan horribles sufrimientos!
Un médico nos dirá que esas personas no estaban muertas, sino en estado de letargia.
¿Pero qué es la letargia? Es el estado que dais a la muerte comenzada y no concluida,
ala muerte que viene a desmentir un retomo a la vida. No se sale fácilmente del
atolladero con estas palabras, cuando es imposible explicar las cosas.
El alma está ligada al cuerpo por la sensibilidad yen cuanto ésta cesa, es un signo cierto
de que el alma se aleja. El sueño magnético es una letargia o una muerte ficticia y
curable a voluntad. La eterización o la torpeza producida por el cloroformo son
verdaderas letargias que a veces concluyen por una muerte definitiva, cuando el alma,
feliz por su pasajero desprendimiento, hace esfuerzos de voluntad para alejarse
definitivamente, lo que es posible en aquellos que han vencido al infierno, es decir,
cuya fuerza moral es superior a la de la atracción astral.
Así, pues, la resurrección no es posible más que para las almas elementales, y son éstas,
especialmente, las que están más predispuestas a revivir en la tumba. Los grandes
hombres y los verdaderos sabios no son enterrados vivos. En nuestro Ritual
explicaremos la teoría y la práctica del resurreccionismo y aquellos que me preguntaran
si yo he resucitado muertos, les responderé que si yo se lo dijera no me creerían.
Quédanos por examinar aquí si la abolición del dolor es posible y si es saludable
emplear el cloroformo o el magnetismo en las operaciones quirúrgicas. Opinamos, y la
ciencia lo reconocerá más tarde, que disminuyendo la sensibilidad se disminuye la vida
y que todo cuanto evita el dolor en semejantes circunstancias se vuelve en provecho de
la muerte.
El dolor atestigua la lucha de la vida; adviértase, pues, que en las personas operadas en
estado de letargia, las curas son excesivamente dolorosas. Si se reiterara en cada una de
estas curas, el aturdimiento por el cloroformo, sucedería de estas dos cosas una: o que el
enfermo moriría, o que en las curaciones el dolor volvería y sería continuo. No se
violenta impunemente a la Naturaleza.
La mayor parte de nuestras enfermedades físicas proceden de nuestras enfermedades
morales, según el dogma mágico único y universal, y en razón de la ley de las
analogías.
Una gran pasión a la cual se abandone uno, corresponde siempre a una gran enfermedad
que se separa. Los pecados mortales son llamados así porque física y positivamente
causan la muerte.
Alejandro Magno murió de orgullo. Era temperante por naturaleza, pero se entregó por
orgullo a los excesos que le produjeron la muerte.
Francisco I murió a causa de un adulterio.
Luis XV murió en su parque de los ciervos.
Cuando Marat fue asesinado, se moría de soberbia y de envidia. Era un monómono de
orgullo, que se creía el único ser justo y que habría querido matar a todo el que no fuera
Marat.
Muchos de nuestros contemporáneos han muerto de ambición, después de la
Revolución de Febrero.
En cuanto nuestra voluntad se confirma irrevocablemente en una tendencia absurda,
estamos muertos, y el ataúd que habrá de recibir nuestros restos, no muy lejano.
Es, por consiguiente, una verdad el decir que la sabiduría conserva la vida.
El gran maestro ha dicho: «Mi carne es un aliento y mi sangre una bebida. Comed mi
comed y bebed mi sangre y viviréis.» Y como el vulgo murmurase, agregó: «La carne
no entra aquí en nada; las palabras que os dirijo, son espíritu y son vida.» Así quería
decir: Abrevad en mí espíritu y vivid mi vida.
Y cuando iba morir ligó el recuerdo de su vida al signo del pan, y el de su espíritu al del
vino, instituyendo de este modo la comunión de la fe, de la esperanza y de la caridad.
En el mismo sentido es como han dicho los maestros herméticos: Haced el oro potable y
tendréis la medicina universal; es decir, apropiad la verdad a vuestros usos, y sea ella el
manantial en que abrevéis todos los días y adquiriréis para siempre la inmortalidad de
los sabios. La templanza, la tranquilidad de alma, la sencillez de carácter, la calma y la
razón de la voluntad hacen al hombre, no solamente dichosos, sino sano y robusto.
Es haciendose razonable y bueno como el hombre llega a la inmortalidad.
Somos los autores e nuestros propios destinos, y Dios nos salva sin nuestro concurso.
La muerte no existe para el sabio; la muerte es un fantasma tildado de horrible por la
ignorancia y la debilidad del vulgo.
El cambio atestigua el movimiento, y el movimiento no revela otra cosa que la vida. El
mismo cadáver no se descompondría si estuviera muerto; todas las moléculas que lo
componen permanecen vivas y no se mueven con otro objeto que con el de
desprenderse unas de otras. ¿Podéis figuraros que es el espíritu el que primero se
desprendió del cuerpo para morir? ¿Podéis creer que el pensamiento y el amor pueden
morir cuando la misma materia grosera no muere?
Si al cambio debe llamársele, moriremos y renacemos diariamente, porque todos los
días cambian nuestras formas.
Tememos, al salir a la calle, destrozar nuestras vestiduras, y nada no importa
abandonarlas cuando llega la hora del reposo.
El ensalzamiento y la conservación de los cadáveres es una superstición contra la
naturaleza. Es un ensayo de creación de la muerte; es la inmovilización forzosa de una
sustancia de que la vida tiene necesidad. Pero no hay que apresurarse en destruir o en
hacer desaparecer los cadáveres, porque nada se verifica bruscamente en la naturaleza, y
no debe correrse el riesgo de romper violentamente los lazos de un alma que se
desprende.
La muerte no es nunca instantánea; se opera gradualmente como el sueño. En tanto que
la sangre no se ha enfriado por completo, mientras que los nervios pueden estremecerse,
el hombre no está completamente muerto, y si alguno de los órganos esenciales de la
vida no está destruido, el alma pude ser llamada, sea por accidente, sea mediante una
voluntad poderosa.
Un filósofo ha dicho que mejor dudaría del testimonio universal antes que creer en la
resurrección de un muerto, y en esto procedió temerariamente, porque es bajo la fe del
testimonio universal como él creía en la imposibilidad de una resurrección.
Probada una resurrección ¿qué resultaría? ¿Habría que negar la evidencia o renunciar a
la razón? Esto sería absurdo sólo al suponerlo. Habría que deducir sencillamente que
había sido temerario creer en la imposibilidad de la resurrección. Ab actu ad posse valet
consecutio.
Osemos afirmar ahora que la resurrección es posible y que se produce con mayor
frecuencia de lo que se cree. ¡Cuántas personas cuya muerte ha sido jurídica y
científicamente probada, han sido halladas muertas, es cierto, en sú ataúd, pero que
habían vivido y que se habían destrozado los dedos y las uñas al tratar de abrirse las
arterias para escapar por una nueva muerte a tan horribles sufrimientos!
Un médico nos dirá que esas personas no estaban muertas, sino en estado de letargia.
¿Pero qué es la letargia? Es el estado que dais a la muerte comenzada y no concluida,
ala muerte que viene a desmentir un retomo a la vida. No se sale fácilmente del
atolladero con estas palabras, cuando es imposible explicar las cosas.
El alma está ligada al cuerpo por la sensibilidad yen cuanto ésta cesa, es un signo cierto
de que el alma se aleja. El sueño magnético es una letargia o una muerte ficticia y
curable a voluntad. La eterización o la torpeza producida por el cloroformo son
verdaderas letargias que a veces concluyen por una muerte definitiva, cuando el alma,
feliz por su pasajero desprendimiento, hace esfuerzos de voluntad para alejarse
definitivamente, lo que es posible en aquellos que han vencido al infierno, es decir,
cuya fuerza moral es superior a la de la atracción astral.
Así, pues, la resurrección no es posible más que para las almas elementales, y son éstas,
especialmente, las que están más predispuestas a revivir en la tumba. Los grandes
hombres y los verdaderos sabios no son enterrados vivos. En nuestro Ritual
explicaremos la teoría y la práctica del resurreccionismo y aquellos que me preguntaran
si yo he resucitado muertos, les responderé que si yo se lo dijera no me creerían.
Quédanos por examinar aquí si la abolición del dolor es posible y si es saludable
emplear el cloroformo o el magnetismo en las operaciones quirúrgicas. Opinamos, y la
ciencia lo reconocerá más tarde, que disminuyendo la sensibilidad se disminuye la vida
y que todo cuanto evita el dolor en semejantes circunstancias se vuelve en provecho de
la muerte.
El dolor atestigua la lucha de la vida; adviértase, pues, que en las personas operadas en
estado de letargia, las curas son excesivamente dolorosas. Si se reiterara en cada una de
estas curas, el aturdimiento por el cloroformo, sucedería de estas dos cosas una: o que el
enfermo moriría, o que en las curaciones el dolor volvería y sería continuo. No se
violenta impunemente a la Naturaleza.
_
21 X
LA ADIVINACION
Dentes - Furca - Amens
21 X
LA ADIVINACION
Dentes - Furca - Amens
_
El autor de este libro ha osado mucho en su vida, y jamás un temor ha tenido su
pensamiento cautivo. No es, sin embargo, sin un legítimo terror como llega al final del
dogma mágico.
Se trata ahora de revelar, o más bien, de volver sobre el gran Arcano, ese terrible
secreto, ese secreto de vida y de muerte, manifestando en la Biblia por aquellas
formidables y simbólicas palabras de la serpiente, también simbólicæ I NEQUAQUAN
MORIEMINI, II SED ERITIS, III SICUT DII, IV SCIENTES BONUM ET MALUM.
Uno de los privilegios del iniciado en el gran Arcano y aquel que resume todos los
demás es el de la Adivinación.
Según el sentido vulgar de la palabra, adivinar significa conjeturar lo que se ignora;
pero el verdadero sentido de la palabra es inefable a fuerza de ser sublime. Adivinar
(divinari) es ejercer la divinidad. La palabra divinus, en latín significa algo más que la
otra palabra divus, cuyo sentido es equivalente a hombre dios. Devin, en francés,
contiene las cuatro letras de la palabra Diau (Dios), más la letra N que corresponde por
su forma al aleph hebreo y que manifiesta cabalística yjerogilficamente el gran Arcano,
cuyo símbolo en el Tarot, es la figura del batelero.
Aquel que comprenda perfectamente el valor numeral absoluto de multiplicada por N,
con la fuerza gramatical de la N final en las palabras ciencia, arte, potencia,
adicionando después las cinco letras de la palabra DEVIN, a fin de hacer entrar cinco
en cuatro, cuatro en tres, tres en dos y dos en uno, aquel al traducir el número que
encuentre en letras hebraicas primitivas, escribirá el nombre oculto del gran Arcano y
poseerá una palabra de la que el mismo santo tetragrama no más que el equivalente y
como la imagen.
Ser adivino, según la fuerza de la palabra, es, pues, ser divino, y algo más misterioso
todavía.
Los dos signos de la divinidad humana, o de la humanidad divina, son las profecías y
los milagros.
Ser profeta es ver por anticipado los efectos que existen en las causas; es leer en la luz
astral; hacer milagros, es obrar valiéndose del agente universal y someterle a nuestra
voluntad.
Se preguntará al autor de este libro si es profeta y taumaturgo.
Que los curiosos averigüen y lean todo cuanto ha escrito antes de ciertos
acontecimientos que se han verificado en el mundo. Cuanto a lo que han podido decir y
hacer, silo refiriera, y si en ello hubiera realmente algo maravilloso, ¿se le creería bajo
su palabra?
Además, una de las condiciones esenciales de la adivinación, es la de no verse obligado
a ella, no someterse nunca a la tentación, es decir, a la prueba. Nunca los maestros de la
ciencia han cedido a la curiosidad de nadie. Las sibilas queman sus libros cuando
Tarquino rehusa apreciarlos en su justo valor; el gran Maestro se calla cuando se
solicitan de él signos de su misión divina Agrippa muere de miseria antes de obedecer a
aquellos que solicitan de él un horóscopo. Dar pruebas de la ciencia a aquellos que
dudan de la ciencia misma, es iniciar a indignos, es profanar el oro del santuario, es
merecer la excomunión de los sabios y la muerte de los reveladores.
La esencia de la adivinación, es decir, el gran Arcano mágico, está figurado por todos
los símbolos de la ciencia, y se liga estrechamente con el dogma único y primitivo de
Hermes. En filosofía da la certeza absoluta; en religión el secreto universal de la fe; en
física, la composición, la descomposición, la recomposición, la rea1izacion y la
adaptación del mercurio filosofal, llamado ázoe por los alquimistas; en dinámica,
multiplica nuestras fuerzas por las del movimiento continuo; es a la vez místico,
metafísico y material con correspondencias de efectos en los tres mundos; procura
caridad en Dios, verdad en ciencia y oro en riqueza, porque la transmutación metálica
es, a lavez, una alegoría y una realidad, como lo saben bien todos los adeptos de la
verdadera ciencia.
Sí, se puede real y materialmente hacer oro con la piedra de los sabios, que es un
amalgama de sal, de azufre y de mercurio combinados tres veces en ázoe por una triple
sublimación y una triple fijación. Sí, la operación es con frecuencia fácil y puede
hacerse en un día, en un instante; otras veces requiere meses y aun años. Pero, para
tener éxito en la gran obra, es preciso ser divinus, o adivino en el sentido cabalístico de
la palabra y es indispensable haber renunciado, por interés personal, a las ventajas de las
riquezas, de las cuales se convierte uno, de esa forma, en dispensador de ellas. Ramon
Liull enriquecía a los soberanos; sembraba a Europa con sus fundaciones y permanecía
pobre; Nicholas Flamel, que está bien muerto, diga cuanto quiera la leyenda, no
encontró la gran obra hasta después de haber conseguido, por el ascetismo, un
desligamiento completo de las riquezas. Fue iniciado por el saber que le proporcionó
repentinamente la lectura del libro de Asch de Mezareph, escrito en hebreo por el
cabalista Abraham, el mismo quizá, que redactó el Sepher Jezirah. Ahora bien, ese
saber, fue en Flamel, una intención merecida, o más bien posible por las preparaciones
personales del adepto. Creo haber dicho bastante.
La adivinación, es, por tanto, una intención y la llave de ella está en el dogma universal
y mágico de las analogías. Es por las analogías como el mago interpreta los sueños,
como vemos en la biblia que lo hizo el patriarca José, en Egipto, porque las analogías en
el reflejo de la luz astral son tan rigurosas como los matices de colores lo son en la luz
solar y pueden ser calculadas y explicadas con la mayor exactitud. Únicamente que es
indispensable conocer el grado de vida intelectual del soñador quien se revelará a sí
mismo por completo, por sus propios sueños, hasta causar en él mismo, el mayor
asombro.
El sonambulismo, los presentimientos y la segunda vista no son más que una
predisposición, sea accidental, sea habitual, a soñar en un sueño voluntario, o en estado
de vigilia, es decir, a percibir despierto los reflejos analógicos de la luz astral. Ya
explicaremos todo esto en nuestro Ritual, cuando proporcionemos el medio, tan
buscado, de producir y dirigir regularmente los fenómenos magnéticos.
Cuanto a los instrumentos adivinatorios son sencillamente un medio de comunicación
entre el adivino y el consultante, y no sirven, con frecuencia, más que para fijar las dos
atenciones y las dos voluntades, sobre un mismo signo; las figuras vagas, complicadas,
móviles, ayudan a ensamblar los efectos de la luz astral, y así es como se ve en el poso
del café, en las nubes, en la clara del huevo, etc., etc., formas fatídicas, existentes
únicamente en lo translucido, es decir, en la imaginación de los operadores.
La visión en el agua se opera por desvanecimiento y fatiga del nervio óptico, que cede
sus funciones al translucido, y produce una ilusión en el cerebro que toma por
imágenes reales los reflejos de la luz astral; así, las personas nerviosas, que tengan la
vista debilitada y la imaginación viva, son más propias para este género de adivinación
que excede a lo increíble, sobre todo, cuando se realiza por medio de niños.
No se desprecie, por tanto, la función que aquí atribuimos a la imaginación en las artes
adivinatorias. Se ve, por la imaginación, sin duda, y esta es la parte natural del milagro;
pero se ven cosas verdaderas y en esto es en lo que consiste lo maravilloso de la obra
natural.
Emplazamos a la experiencia a todos los adeptos. El autor de este libro ha empleado
todos los métodos de experimentación y ha obtenido siempre resultados proporcionales
con la exactitud de sus operaciones científicas y con la buena fe de los consultantes.
El Tarot, ese libro milagroso, inspirador de todos los libros sagrados de los antiguos
pueblos, es, a causa de la precisión analógica de sus figuras y de sus números, el
instrumento de adivinación más perfecto.
Efectivamente, los oráculos de este libro son siempre rigurosamente verdaderos, por lo
menos en un sentido, y cuando no predice nada, revela siempre cosas ocultas y ofrece a
los consultantes los más sabios consejos.
Allieue, de peluquero que era, se convirtió en el siglo XVIII en cabalista, después de
haber pasado treinta años meditando sobre el Tarot; Alliette, que se llamaba
cabalísticamente Etteilla, al leer su nombre como se lee la escritura hebrea sagrada,
estuvo a punto de encontrar todo cuanto había de oculto en ese extraño libro; pero,
sucedió que, al separarlas claves del Tarot, por no haberlas comprendido bien, invirtió
el orden y el carácter de las figuras, sin destruir completamente las analogías. Los
escritos de Etteilla, ya muy raros, son fatigosos y oscuros. No todos ellos fueron
impresos y los manuscritos de ese padre de los cartómagos modernos permanecen aún
en manos de un librero de París, que tuvo la bondad de enseñármelos. Lo más notable
que en ello pudo verse, es la pertinacia, la incontestable buena fe del autor, que presintió
durante toda su vida la grandeza de las ciencias ocultas y que hubo de morir a la puerta
del santuario sin poder penetrar en él y sin lograr descorrer el velo. Apreciaba poco a
Agrippa-y hacía mucho caso de Jean Belot, y no conocía nada la filosofía oculta de
Paracelso; pero, en cambio, poseía una intuición muy ejercitada, una voluntad muy
perseverante y más ensueño que juicio. Todo esto le impedía ser mago, pero hacía de él
un adivino vulgar muy hábil y, por consiguiente, muy acreditado.
Al decir, en nuestro Ritual, la última palabra sobre el Tarot, indicaremos el modo
completo de leerle y de consultarle, tratando, no sólo de las probabilidades marcadas
por el destino, sino también de los problemas de religión y de filosofía, acerca de los
cuales da siempre solución exacta y precisa, si se explica uno en el orden jerárquico, las
analogías de los tres mundos con tres colores y los cuatro matices que componene el
septenario sagrado.
_
22 Z
RESUMEN Y CLAVE GENERAL DE LAS
CUATRO CIENCIAS OCULTAS
Signa - Thot - Pan
El autor de este libro ha osado mucho en su vida, y jamás un temor ha tenido su
pensamiento cautivo. No es, sin embargo, sin un legítimo terror como llega al final del
dogma mágico.
Se trata ahora de revelar, o más bien, de volver sobre el gran Arcano, ese terrible
secreto, ese secreto de vida y de muerte, manifestando en la Biblia por aquellas
formidables y simbólicas palabras de la serpiente, también simbólicæ I NEQUAQUAN
MORIEMINI, II SED ERITIS, III SICUT DII, IV SCIENTES BONUM ET MALUM.
Uno de los privilegios del iniciado en el gran Arcano y aquel que resume todos los
demás es el de la Adivinación.
Según el sentido vulgar de la palabra, adivinar significa conjeturar lo que se ignora;
pero el verdadero sentido de la palabra es inefable a fuerza de ser sublime. Adivinar
(divinari) es ejercer la divinidad. La palabra divinus, en latín significa algo más que la
otra palabra divus, cuyo sentido es equivalente a hombre dios. Devin, en francés,
contiene las cuatro letras de la palabra Diau (Dios), más la letra N que corresponde por
su forma al aleph hebreo y que manifiesta cabalística yjerogilficamente el gran Arcano,
cuyo símbolo en el Tarot, es la figura del batelero.
Aquel que comprenda perfectamente el valor numeral absoluto de multiplicada por N,
con la fuerza gramatical de la N final en las palabras ciencia, arte, potencia,
adicionando después las cinco letras de la palabra DEVIN, a fin de hacer entrar cinco
en cuatro, cuatro en tres, tres en dos y dos en uno, aquel al traducir el número que
encuentre en letras hebraicas primitivas, escribirá el nombre oculto del gran Arcano y
poseerá una palabra de la que el mismo santo tetragrama no más que el equivalente y
como la imagen.
Ser adivino, según la fuerza de la palabra, es, pues, ser divino, y algo más misterioso
todavía.
Los dos signos de la divinidad humana, o de la humanidad divina, son las profecías y
los milagros.
Ser profeta es ver por anticipado los efectos que existen en las causas; es leer en la luz
astral; hacer milagros, es obrar valiéndose del agente universal y someterle a nuestra
voluntad.
Se preguntará al autor de este libro si es profeta y taumaturgo.
Que los curiosos averigüen y lean todo cuanto ha escrito antes de ciertos
acontecimientos que se han verificado en el mundo. Cuanto a lo que han podido decir y
hacer, silo refiriera, y si en ello hubiera realmente algo maravilloso, ¿se le creería bajo
su palabra?
Además, una de las condiciones esenciales de la adivinación, es la de no verse obligado
a ella, no someterse nunca a la tentación, es decir, a la prueba. Nunca los maestros de la
ciencia han cedido a la curiosidad de nadie. Las sibilas queman sus libros cuando
Tarquino rehusa apreciarlos en su justo valor; el gran Maestro se calla cuando se
solicitan de él signos de su misión divina Agrippa muere de miseria antes de obedecer a
aquellos que solicitan de él un horóscopo. Dar pruebas de la ciencia a aquellos que
dudan de la ciencia misma, es iniciar a indignos, es profanar el oro del santuario, es
merecer la excomunión de los sabios y la muerte de los reveladores.
La esencia de la adivinación, es decir, el gran Arcano mágico, está figurado por todos
los símbolos de la ciencia, y se liga estrechamente con el dogma único y primitivo de
Hermes. En filosofía da la certeza absoluta; en religión el secreto universal de la fe; en
física, la composición, la descomposición, la recomposición, la rea1izacion y la
adaptación del mercurio filosofal, llamado ázoe por los alquimistas; en dinámica,
multiplica nuestras fuerzas por las del movimiento continuo; es a la vez místico,
metafísico y material con correspondencias de efectos en los tres mundos; procura
caridad en Dios, verdad en ciencia y oro en riqueza, porque la transmutación metálica
es, a lavez, una alegoría y una realidad, como lo saben bien todos los adeptos de la
verdadera ciencia.
Sí, se puede real y materialmente hacer oro con la piedra de los sabios, que es un
amalgama de sal, de azufre y de mercurio combinados tres veces en ázoe por una triple
sublimación y una triple fijación. Sí, la operación es con frecuencia fácil y puede
hacerse en un día, en un instante; otras veces requiere meses y aun años. Pero, para
tener éxito en la gran obra, es preciso ser divinus, o adivino en el sentido cabalístico de
la palabra y es indispensable haber renunciado, por interés personal, a las ventajas de las
riquezas, de las cuales se convierte uno, de esa forma, en dispensador de ellas. Ramon
Liull enriquecía a los soberanos; sembraba a Europa con sus fundaciones y permanecía
pobre; Nicholas Flamel, que está bien muerto, diga cuanto quiera la leyenda, no
encontró la gran obra hasta después de haber conseguido, por el ascetismo, un
desligamiento completo de las riquezas. Fue iniciado por el saber que le proporcionó
repentinamente la lectura del libro de Asch de Mezareph, escrito en hebreo por el
cabalista Abraham, el mismo quizá, que redactó el Sepher Jezirah. Ahora bien, ese
saber, fue en Flamel, una intención merecida, o más bien posible por las preparaciones
personales del adepto. Creo haber dicho bastante.
La adivinación, es, por tanto, una intención y la llave de ella está en el dogma universal
y mágico de las analogías. Es por las analogías como el mago interpreta los sueños,
como vemos en la biblia que lo hizo el patriarca José, en Egipto, porque las analogías en
el reflejo de la luz astral son tan rigurosas como los matices de colores lo son en la luz
solar y pueden ser calculadas y explicadas con la mayor exactitud. Únicamente que es
indispensable conocer el grado de vida intelectual del soñador quien se revelará a sí
mismo por completo, por sus propios sueños, hasta causar en él mismo, el mayor
asombro.
El sonambulismo, los presentimientos y la segunda vista no son más que una
predisposición, sea accidental, sea habitual, a soñar en un sueño voluntario, o en estado
de vigilia, es decir, a percibir despierto los reflejos analógicos de la luz astral. Ya
explicaremos todo esto en nuestro Ritual, cuando proporcionemos el medio, tan
buscado, de producir y dirigir regularmente los fenómenos magnéticos.
Cuanto a los instrumentos adivinatorios son sencillamente un medio de comunicación
entre el adivino y el consultante, y no sirven, con frecuencia, más que para fijar las dos
atenciones y las dos voluntades, sobre un mismo signo; las figuras vagas, complicadas,
móviles, ayudan a ensamblar los efectos de la luz astral, y así es como se ve en el poso
del café, en las nubes, en la clara del huevo, etc., etc., formas fatídicas, existentes
únicamente en lo translucido, es decir, en la imaginación de los operadores.
La visión en el agua se opera por desvanecimiento y fatiga del nervio óptico, que cede
sus funciones al translucido, y produce una ilusión en el cerebro que toma por
imágenes reales los reflejos de la luz astral; así, las personas nerviosas, que tengan la
vista debilitada y la imaginación viva, son más propias para este género de adivinación
que excede a lo increíble, sobre todo, cuando se realiza por medio de niños.
No se desprecie, por tanto, la función que aquí atribuimos a la imaginación en las artes
adivinatorias. Se ve, por la imaginación, sin duda, y esta es la parte natural del milagro;
pero se ven cosas verdaderas y en esto es en lo que consiste lo maravilloso de la obra
natural.
Emplazamos a la experiencia a todos los adeptos. El autor de este libro ha empleado
todos los métodos de experimentación y ha obtenido siempre resultados proporcionales
con la exactitud de sus operaciones científicas y con la buena fe de los consultantes.
El Tarot, ese libro milagroso, inspirador de todos los libros sagrados de los antiguos
pueblos, es, a causa de la precisión analógica de sus figuras y de sus números, el
instrumento de adivinación más perfecto.
Efectivamente, los oráculos de este libro son siempre rigurosamente verdaderos, por lo
menos en un sentido, y cuando no predice nada, revela siempre cosas ocultas y ofrece a
los consultantes los más sabios consejos.
Allieue, de peluquero que era, se convirtió en el siglo XVIII en cabalista, después de
haber pasado treinta años meditando sobre el Tarot; Alliette, que se llamaba
cabalísticamente Etteilla, al leer su nombre como se lee la escritura hebrea sagrada,
estuvo a punto de encontrar todo cuanto había de oculto en ese extraño libro; pero,
sucedió que, al separarlas claves del Tarot, por no haberlas comprendido bien, invirtió
el orden y el carácter de las figuras, sin destruir completamente las analogías. Los
escritos de Etteilla, ya muy raros, son fatigosos y oscuros. No todos ellos fueron
impresos y los manuscritos de ese padre de los cartómagos modernos permanecen aún
en manos de un librero de París, que tuvo la bondad de enseñármelos. Lo más notable
que en ello pudo verse, es la pertinacia, la incontestable buena fe del autor, que presintió
durante toda su vida la grandeza de las ciencias ocultas y que hubo de morir a la puerta
del santuario sin poder penetrar en él y sin lograr descorrer el velo. Apreciaba poco a
Agrippa-y hacía mucho caso de Jean Belot, y no conocía nada la filosofía oculta de
Paracelso; pero, en cambio, poseía una intuición muy ejercitada, una voluntad muy
perseverante y más ensueño que juicio. Todo esto le impedía ser mago, pero hacía de él
un adivino vulgar muy hábil y, por consiguiente, muy acreditado.
Al decir, en nuestro Ritual, la última palabra sobre el Tarot, indicaremos el modo
completo de leerle y de consultarle, tratando, no sólo de las probabilidades marcadas
por el destino, sino también de los problemas de religión y de filosofía, acerca de los
cuales da siempre solución exacta y precisa, si se explica uno en el orden jerárquico, las
analogías de los tres mundos con tres colores y los cuatro matices que componene el
septenario sagrado.
_
22 Z
RESUMEN Y CLAVE GENERAL DE LAS
CUATRO CIENCIAS OCULTAS
Signa - Thot - Pan
_
Resumamos ahora toda la ciencia por los principios.
La analogía es la última palabra de la ciencia y la primera de la fe.
La armonía está en el equilibrio, y éste subsiste por la analogía de los contrarios.
La unidad absoluta es la razón suprema y última de las cosas. Pero esta razón no puede
ser ni una persona, ni tres personas; es una razón, y es la razón por excelencia.
Para crear el equilibrio es preciso separar y unir, separar por los polos y unir por el
centro.
Razonar sobre la fe es destruir la fe; hacer el misticismo en filosofía es atentar contra la
razón.
La razón y la fe se excluyen mutuamente por su naturaleza y se excluyen por la
analogía.
La analogía es el único mediador posible entre lo visible y lo invisible, entre lo finito y
lo infinito. El dogma es la hipótesis, ascendente, de una ecuación presumible. Para el
ignorante la hipótesis es la que resulta de la afirmación absoluta y ésta, sin embargo, es
la que verdaderamente es la hipótesis. Hay en la ciencia hipótesis necesarias, y el que
trata de realizarlas ensancha los dominios de la ciencia, sin resthngir la fe; porque del
otro lado de la fe, existe el infinito.
Se cree lo que se ignora, pero nada más que lo que admite la razón. Definir el objeto de
la fe y circunscribirle, es, por tanto, formular lo desconocido. Las ‘profesiones de fe son
fórmulas de la ignorancia y de las aspiraciones del hombre. Los teoremas de la ciencia
son los monumentos de sus conquistas.
El hombre que niega a Dios es tan fantástico como el que lo define con una pretendida
infalibilidad. Se define, ordinariamente, a Dios, diciendo todo lo contrario de lo que es.
El hombre hace a Dios por una analogía del menos al más; de menor a mayor,
resultando que la concepción de Dios en el hombre, es siempre lade un hombre infinito
que hace del hombre un Dios finito.
El hombre puede realizar lo que cree en la medida de lo que él sabe, yen razón a lo que
ignora y hace todo lo que quiere en la medida de lo que cree y en razón de lo que sabe.
La analogía de los contrarios es la analogía de la luz con la sombra, de lo cóncavo con
lo convexo, de lo lleno con lo vacío. La alegoría, madre de todos los dogmas, es la
substitución de las huellas por los sellos, de las sombras por las realidades. Es la
mentira de la verdad y la verdad de la mentira.
No se inventa un dogma, pero se vela una verdad y se produce una sombra en favor de
los ojos débiles. El iniciador no es un impostor, es un revelador, es decir, según la
expresión de la palabra latina revelare, un hombre que vela de nuevo. Es el creador de
una nueva sombra.
La analogía es la clave de todos los secretos de la Naturaleza y la única razón de ser de
todas las revelaciones.
He aquí por qué todas las religiones parecen estar escritas en el cielo yen toda la
Naturaleza. Esto debe ser así, porque la obra de Dios es el libro de Dios, y en lo que él
escribe, debe de verse la expresión de su pensamientos y por consecuencia de su ser,
pues que le concebimos como pensamiento supremo.
Desde Volney, no se ha visto más que un plagio en esa espléndida analogía que habría
debido conducir a reconocer la catolicidad, es decir, la universalidad del dogma
primitivo, único, mágico, cabalístico e inmutable de la revelación por la analogía.
La analogía da al mago todas las fuerzas de la naturaleza; la analogía es la quinta
esencia de la piedra filosofal; es el secreto del movimiento continuo; es la cuadratura
del círculo; es el templo que reposa sobre las dos columnas JAKIN y BOAS; es la clave
del gran Arcano; es la ciencia del bien y del mal.
Encontrar la escala exacta de las analogías en las cosas apreciables para la ciencia, es
fijar las bases de la fe y apoderarse también de la varita de los milagros.
En ello existe un principio y una fórmula rigurosa, que es el gran Arcano. Si el sabio no
lo busca es porque ya lo ha hallado; pero que el vulgo lo busque, que lo buscará siempre
sin hallarlo.
La transmutación metálica se opera espiritual y materialmente por la clave positiva de
las analogías.
_
Resumamos ahora toda la ciencia por los principios.
La analogía es la última palabra de la ciencia y la primera de la fe.
La armonía está en el equilibrio, y éste subsiste por la analogía de los contrarios.
La unidad absoluta es la razón suprema y última de las cosas. Pero esta razón no puede
ser ni una persona, ni tres personas; es una razón, y es la razón por excelencia.
Para crear el equilibrio es preciso separar y unir, separar por los polos y unir por el
centro.
Razonar sobre la fe es destruir la fe; hacer el misticismo en filosofía es atentar contra la
razón.
La razón y la fe se excluyen mutuamente por su naturaleza y se excluyen por la
analogía.
La analogía es el único mediador posible entre lo visible y lo invisible, entre lo finito y
lo infinito. El dogma es la hipótesis, ascendente, de una ecuación presumible. Para el
ignorante la hipótesis es la que resulta de la afirmación absoluta y ésta, sin embargo, es
la que verdaderamente es la hipótesis. Hay en la ciencia hipótesis necesarias, y el que
trata de realizarlas ensancha los dominios de la ciencia, sin resthngir la fe; porque del
otro lado de la fe, existe el infinito.
Se cree lo que se ignora, pero nada más que lo que admite la razón. Definir el objeto de
la fe y circunscribirle, es, por tanto, formular lo desconocido. Las ‘profesiones de fe son
fórmulas de la ignorancia y de las aspiraciones del hombre. Los teoremas de la ciencia
son los monumentos de sus conquistas.
El hombre que niega a Dios es tan fantástico como el que lo define con una pretendida
infalibilidad. Se define, ordinariamente, a Dios, diciendo todo lo contrario de lo que es.
El hombre hace a Dios por una analogía del menos al más; de menor a mayor,
resultando que la concepción de Dios en el hombre, es siempre lade un hombre infinito
que hace del hombre un Dios finito.
El hombre puede realizar lo que cree en la medida de lo que él sabe, yen razón a lo que
ignora y hace todo lo que quiere en la medida de lo que cree y en razón de lo que sabe.
La analogía de los contrarios es la analogía de la luz con la sombra, de lo cóncavo con
lo convexo, de lo lleno con lo vacío. La alegoría, madre de todos los dogmas, es la
substitución de las huellas por los sellos, de las sombras por las realidades. Es la
mentira de la verdad y la verdad de la mentira.
No se inventa un dogma, pero se vela una verdad y se produce una sombra en favor de
los ojos débiles. El iniciador no es un impostor, es un revelador, es decir, según la
expresión de la palabra latina revelare, un hombre que vela de nuevo. Es el creador de
una nueva sombra.
La analogía es la clave de todos los secretos de la Naturaleza y la única razón de ser de
todas las revelaciones.
He aquí por qué todas las religiones parecen estar escritas en el cielo yen toda la
Naturaleza. Esto debe ser así, porque la obra de Dios es el libro de Dios, y en lo que él
escribe, debe de verse la expresión de su pensamientos y por consecuencia de su ser,
pues que le concebimos como pensamiento supremo.
Desde Volney, no se ha visto más que un plagio en esa espléndida analogía que habría
debido conducir a reconocer la catolicidad, es decir, la universalidad del dogma
primitivo, único, mágico, cabalístico e inmutable de la revelación por la analogía.
La analogía da al mago todas las fuerzas de la naturaleza; la analogía es la quinta
esencia de la piedra filosofal; es el secreto del movimiento continuo; es la cuadratura
del círculo; es el templo que reposa sobre las dos columnas JAKIN y BOAS; es la clave
del gran Arcano; es la ciencia del bien y del mal.
Encontrar la escala exacta de las analogías en las cosas apreciables para la ciencia, es
fijar las bases de la fe y apoderarse también de la varita de los milagros.
En ello existe un principio y una fórmula rigurosa, que es el gran Arcano. Si el sabio no
lo busca es porque ya lo ha hallado; pero que el vulgo lo busque, que lo buscará siempre
sin hallarlo.
La transmutación metálica se opera espiritual y materialmente por la clave positiva de
las analogías.
_
Addhanari, gran pantáculo indio
_
La medicina oculta no es más que el ejercicio de la voluntad aplicada al manantial
mismo de la vida, a esa luz astral cuya existencia es un hecho y cuyo movimiento está
conforme a los cálculos, de los que la escala ascendente y descendente es el gran arcano
mágico.
Este arcano universal, último y eterno secreto de la alta iniciación, está representado en
el Tarot por una joven desnuda que no toca la tierra más que con un pie; tiene una varita
imantada en cada mano y parece correr dentro de una corona que soportan un ángel, un
águila, un buey y un león.
Esta figura es análoga en cuanto al fondo de las cosas al querube de Jekeskiel, del que
ofrecemos el grabado, y al símbolo indio de Addhanari, análogo al Ado-nai de
Jekeskiel, a quien llamamos vulgarmente Ezequiel.
La comprensión de esta figura es la clave de todas las ciencias ocultas. Los lectores de
mi libro deben comprenderla ya filosóficamente, si se han familiarizado un tanto con el
simbolismo de la cábala.
Quédanos ahora por realizarla más importante operación de la gran obra. Encontrar la
piedra filosofal ya es algo sin duda. Pero, ¿cómo hemos de triturar a ésta para hacer el
polvo de proyección? ¿Cuál es el uso de la varita mágica? ¿Cuál es el poder real de los
nombres de la cábala? Los iniciados lo saben y los iniciables lo sabrán también si por
las indicaciones tan múltiples como precisas que acabamos de darles, descubren el gran
arcano.
¿Por qué estas verdades, tan sencillas y tan puras, están necesariamente ocultas a los
hombres? Es que los elegidos de la inteligencia son un pequeño número en la tierra y se
parecen, en medio de los imbéciles y de los malvados, a Daniel en la cueva de los
leones.
Además, la analogía nos enseña las leyes de las jerarquía, y siendo la ciencia absoluta
un poder, debe ser exclusivamente compartido entre los más dignos. La confusión de la
jerarquía es el verdadero desfallecimiento de las sociedades, porque entonces los ciegos
conducen a los ciegos según la palabra del maestro.
Devuélvase la iniciación a los reyes y a los sacerdotes y el orden surgirá de nuevo. Así,
haciendo llamada a los más dignos y aun cuando me exponga a maldiciones que rodean
a los reveladores, yo creo realizar una cosa tan útil como grande: ¡Yo dirijo sobre el
caos social el aliento del Dios vivo sobre la humanidad y evoco a los sacerdotes ya los
reyes para el mundo del porvenir!
Una cosa no es más justa porque Dios la quiera, dijo el ángel de la escuela; sino que
Dios la quiere porque es justa. Esto es como si hubiera dicho: Lo absoluto es la razón.
La razón existe por sí misma; es porque es, y ¿cómo queréis que exista alguna cosa sin
razón? La misma locura no se produce sin razón. La razón es la necesidad, es la ley, es
la regla de toda la libertad y la dirección de toda iniciativa. Si Dios existe es por la
razón. La concepción de un Dios absoluta fuera o independientemente de la razón, es el
ídolo de la magia negra; es el fantasma del diablo.
El demonio es la muerte que se disfraza con las vestiduras usadas de la vida; es el
espectro de Hirren Kesept, tronando sobre los escombros de las civilizaciones
arruinadas y ocultando su horrible desnudez con los abandonados y olvidados despojos
de las encamaciones de Vishnú.
La medicina oculta no es más que el ejercicio de la voluntad aplicada al manantial
mismo de la vida, a esa luz astral cuya existencia es un hecho y cuyo movimiento está
conforme a los cálculos, de los que la escala ascendente y descendente es el gran arcano
mágico.
Este arcano universal, último y eterno secreto de la alta iniciación, está representado en
el Tarot por una joven desnuda que no toca la tierra más que con un pie; tiene una varita
imantada en cada mano y parece correr dentro de una corona que soportan un ángel, un
águila, un buey y un león.
Esta figura es análoga en cuanto al fondo de las cosas al querube de Jekeskiel, del que
ofrecemos el grabado, y al símbolo indio de Addhanari, análogo al Ado-nai de
Jekeskiel, a quien llamamos vulgarmente Ezequiel.
La comprensión de esta figura es la clave de todas las ciencias ocultas. Los lectores de
mi libro deben comprenderla ya filosóficamente, si se han familiarizado un tanto con el
simbolismo de la cábala.
Quédanos ahora por realizarla más importante operación de la gran obra. Encontrar la
piedra filosofal ya es algo sin duda. Pero, ¿cómo hemos de triturar a ésta para hacer el
polvo de proyección? ¿Cuál es el uso de la varita mágica? ¿Cuál es el poder real de los
nombres de la cábala? Los iniciados lo saben y los iniciables lo sabrán también si por
las indicaciones tan múltiples como precisas que acabamos de darles, descubren el gran
arcano.
¿Por qué estas verdades, tan sencillas y tan puras, están necesariamente ocultas a los
hombres? Es que los elegidos de la inteligencia son un pequeño número en la tierra y se
parecen, en medio de los imbéciles y de los malvados, a Daniel en la cueva de los
leones.
Además, la analogía nos enseña las leyes de las jerarquía, y siendo la ciencia absoluta
un poder, debe ser exclusivamente compartido entre los más dignos. La confusión de la
jerarquía es el verdadero desfallecimiento de las sociedades, porque entonces los ciegos
conducen a los ciegos según la palabra del maestro.
Devuélvase la iniciación a los reyes y a los sacerdotes y el orden surgirá de nuevo. Así,
haciendo llamada a los más dignos y aun cuando me exponga a maldiciones que rodean
a los reveladores, yo creo realizar una cosa tan útil como grande: ¡Yo dirijo sobre el
caos social el aliento del Dios vivo sobre la humanidad y evoco a los sacerdotes ya los
reyes para el mundo del porvenir!
Una cosa no es más justa porque Dios la quiera, dijo el ángel de la escuela; sino que
Dios la quiere porque es justa. Esto es como si hubiera dicho: Lo absoluto es la razón.
La razón existe por sí misma; es porque es, y ¿cómo queréis que exista alguna cosa sin
razón? La misma locura no se produce sin razón. La razón es la necesidad, es la ley, es
la regla de toda la libertad y la dirección de toda iniciativa. Si Dios existe es por la
razón. La concepción de un Dios absoluta fuera o independientemente de la razón, es el
ídolo de la magia negra; es el fantasma del diablo.
El demonio es la muerte que se disfraza con las vestiduras usadas de la vida; es el
espectro de Hirren Kesept, tronando sobre los escombros de las civilizaciones
arruinadas y ocultando su horrible desnudez con los abandonados y olvidados despojos
de las encamaciones de Vishnú.
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Definiciones:
Definiciones:
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La Luz Astral: vehículo de la vida, fluido universal, subordinada a un mecanismo
ciego, opera matemáticamente siguiendo leyes fatales. Esta saturada de imágenes de
toda especie que nuestra alma puede evocar y someter a su Diaphana.
sinonimos, el alma del mundo, la serpiente que se muerde la cola, gran agente magico,
magnetismo univerval
La Luz humana: sometida a la imaginación y dependiente de la voluntad. En el
momento de la concepción la Luz Astral es transformada en Luz humana, es la primera
envoltura del alma.. La atmosfera Personal, magnetismo animal
Luz Odica: Luz que quema y purifica el cuerpo astral después de la muerte.
Diáfana (Diaphana) Eliphas Levi parece referirse con este termino a lo que ahora se
conoce como el inconsciente colectivo y probablemente también a los arquetipos que
existen en el inconsciente colectivo.
Cuerpo Sideral: La Luz Humana al combinarse con los fluidos mas sutiles forman el
cuerpo etereo o el fantasma sideral de Paracelso. Vehículo de la Luz astral, sobrevive a
la muerte primera y experimenta una segunda muerte al ser destruido por la Luz Odica.
Cuando dormimos y soñamos el cuerpo sideral vaga por el mundo y sus visiones son los
sueños asi por ejemplo el fenómeno del hombre lobo según Levi no es otra cosa que el
cuerpo sideral de un hombre de quien el lobo representa los instintos salvajes, su cuerpo
sideral por lo tanto toma la forma de un hombre lobo.
La Luz Astral o el Gran Agente Magico se revela por cuatro especies de fenómenos,
calórico, luz, electricidad y magnetismo. Es la cuarta emanación de la vida principio de
que el sol es la tercera forma. Este agente solar esta vivificado por dos fuerzas
contrarias, una de atracción y otra de proyeccion. La fuerza de atracción se fija siempre
en el centro de los cuerpos y la de proyeccion en los contornos, o en su superficie. Es
por esta doble fuerza por lo que todo es creado y todo subsiste.
Su movimiento es un enrollamiento y un desenrollamiento sucesivos e indefinidos por
espirales de movimientos contrarios que no se encuentran nunca
La Luz Astral: vehículo de la vida, fluido universal, subordinada a un mecanismo
ciego, opera matemáticamente siguiendo leyes fatales. Esta saturada de imágenes de
toda especie que nuestra alma puede evocar y someter a su Diaphana.
sinonimos, el alma del mundo, la serpiente que se muerde la cola, gran agente magico,
magnetismo univerval
La Luz humana: sometida a la imaginación y dependiente de la voluntad. En el
momento de la concepción la Luz Astral es transformada en Luz humana, es la primera
envoltura del alma.. La atmosfera Personal, magnetismo animal
Luz Odica: Luz que quema y purifica el cuerpo astral después de la muerte.
Diáfana (Diaphana) Eliphas Levi parece referirse con este termino a lo que ahora se
conoce como el inconsciente colectivo y probablemente también a los arquetipos que
existen en el inconsciente colectivo.
Cuerpo Sideral: La Luz Humana al combinarse con los fluidos mas sutiles forman el
cuerpo etereo o el fantasma sideral de Paracelso. Vehículo de la Luz astral, sobrevive a
la muerte primera y experimenta una segunda muerte al ser destruido por la Luz Odica.
Cuando dormimos y soñamos el cuerpo sideral vaga por el mundo y sus visiones son los
sueños asi por ejemplo el fenómeno del hombre lobo según Levi no es otra cosa que el
cuerpo sideral de un hombre de quien el lobo representa los instintos salvajes, su cuerpo
sideral por lo tanto toma la forma de un hombre lobo.
La Luz Astral o el Gran Agente Magico se revela por cuatro especies de fenómenos,
calórico, luz, electricidad y magnetismo. Es la cuarta emanación de la vida principio de
que el sol es la tercera forma. Este agente solar esta vivificado por dos fuerzas
contrarias, una de atracción y otra de proyeccion. La fuerza de atracción se fija siempre
en el centro de los cuerpos y la de proyeccion en los contornos, o en su superficie. Es
por esta doble fuerza por lo que todo es creado y todo subsiste.
Su movimiento es un enrollamiento y un desenrollamiento sucesivos e indefinidos por
espirales de movimientos contrarios que no se encuentran nunca
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