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EL ARTE OSCURO

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GOTICO

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sábado, 17 de mayo de 2008

LOS DOCE TRABAJOS DE HERCULES- TRABAJO 1


Trabajo 1.

La captura de las Yeguas Devoradoras de Hombres

(Aries, 21 Marzo ‑ 20 Abril)


El Mito

El Primer gran Portal estaba abierto de par en par. Una voz llegó a través de ese portal: "Hércules, hijo mío, sal. Pasa por el Portal y entra en el Camino. Realiza tu trabajo y vuelve a mí, relatando el hecho".

Con gritos de triunfo Hércules se lanzó, corriendo entre los pilares del Portal con arrogante confianza y seguridad de poder. Y así el trabajo empezó y el primer gran acto de servicio había comenzado. La historia que ellos cuentan lleva consigo enseñanza para los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios.

El hijo de Marte, Diómedes, de ardiente fama, gobernaba en la tierra más allá del Portal, y allí criaba los caballos y las yeguas de la guerra, en los pantanos de su tierra. Salvajes eran estos caballos y feroces las yeguas, y todos los hombres temblaban al oírlos pues asolaban por todas partes la tierra, produciendo gran daño, matando a todos los hijos de los hombres que cruzaban su camino y engendrando constantemente caballos más salvajes y malignos.

"Captura estas yeguas y detén estos actos malvados", fue la orden que llegó a los oídos de Hércules. "Ve, libera esta tierra lejana y a los que viven en ella".

"Abderis", gritó Hércules, "adelántate y ayúdame en esta tarea", llamando al amigo a quien amaba profundamente y quien seguía siempre sus pasos mientras iba de un lugar a otro. Y Abderis se adelantó y tomó su lugar al lado de su amigo y con él enfrentó la tarea. Trazando todos los planes con cuidado, los dos siguieron los caballos mientras recorrían las praderas y los pantanos de esa tierra. Finalmente arrinconó a estas yeguas salvajes dentro de un campo en donde no había más lugar para moverse, y allí las atrapó y las maniató. Luego dio un grito de alegría por el triunfo logrado.

Tan grande fue su deleite en la proeza así puesta de manifiesto que consideró por debajo de su dignidad agarrar las yeguas o conducirlas por el camino hacia Diómedes. Llamó a su amigo, diciendo: "Abderis, ven acá y conduce estos caballos a través del portal". Y entonces volvió la espalda y orgullosamente marchó hacia adelante.

Pero Abderis era débil y temía a la tarea. No pudo retener las yeguas, o ponerles los arneses o conducirlas a través del Portal tras las huellas de su amigo. Se volvieron contra él; le desgarraron y le pisotearon en el suelo; le mataron y escaparon a las más salvajes tierras de Diómedes.

Más prudente, desconsolado, humilde y desanimado, Hércules volvió a su tarea. Buscó de nuevo a las yeguas de lugar en lugar, dejando a su amigo agonizando sobre la tierra. Nuevamente atrapó los caballos y los condujo él mismo a través del Portal. Pero Abderis yacía muerto.

El Maestro lo examinó con cuidado y envió los caballos al lugar de reposo, para ser allí domados y reducidos a su faena. La gente de esa tierra, liberada del temor, dio la bienvenida a quien les había liberado, aclamando a Hércules como salvador de la tierra. Pero Abderis yacía muerto.

El Maestro se volvió hacía Hércules y dijo: "El primer trabajo está termi­nado; la tarea está hecha, pero mal hecha. Aprende la verdadera lección de esta tarea y luego pasa a otro servicio para tu prójimo. Sal a la región custodiada por el segundo Portal y encuentra y haz entrar al toro sagrado al Lugar Sagrado".


El Significado del Mito

Combinando esta historia astrológica y simbólica de la vida diaria y las pruebas del moderno discipulado, contaremos la historia de la tarea que emprendió Hércules, y la prueba a la cual el Rey Euristeo le sometió; y luego estudiaremos el significado del signo en el cual tuvo lugar, pues hay un vínculo estrecho entre los dos, y el trabajo sólo se hizo posible a causa de las características conferidas a Hércules en ese signo particular. Cada signo somete al hombre que está trabajando en él, a la influencia de ciertas fuerzas distintivas, y lo provee con ciertas tendencias. A éstas debemos comprender­las para que surja el significado de la prueba.

Conectadas con cada signo del zodíaco se encontrarán otras tres constelaciones, que simbólicamente (y a menudo de la manera más asombrosa) encarna el problema del discipulado e indican la solución. A éstas deberemos considerarlas, pues el trabajo, el signo, y las constelaciones aliadas con las fuerzas permiten libertad y a través de su combinación constituyen una historia completa que está llena de elementos instructivos. Me gustaría señalar en beneficio de la claridad, por lo tanto, que las constelaciones simbolizan el triple aspecto del espíritu; que el signo nos da el campo de actividad del alma, y que la obra retrata el trabajo del discípulo, viviendo en el plano físico y esforzándose por demostrar en el campo de batalla del mundo, su innata divinidad y sus poderes latentes. En estos tres tenemos espíritu, alma y cuerpo resumidos. La vida, la conciencia y la forma se reúnen en Hércules, el yo personal, quien, actuando bajo la influencia del alma, el Cristo morador, lleva a cabo los propósitos del signo y las constelaciones, y cerraremos cada capítulo con la aplicación definida de la historia de la prueba a la vida de un discípulo y a la de la humanidad en conjunto.

Estudiando los doce trabajos, seguimos la carrera de Hércules a medida que él pasa alrededor del zodíaco desde el signo de Aries, que es el signo del comienzo, a través de Tauro, Géminis, etc. (en sentido inverso a las agujas del reloj) hasta Piscis, el signo de la muerte y la consumación. Esto será de manera inversa a la del aparente sendero del sol (en el sentido de las agujas del reloj) que ha empezado en Aries y parece luego retroceder a través de los signos, pasando a Piscis, y luego a Acuario, y así sucesivamente a través de todos los signos intermedios, volviendo nuevamente a Aries. El hombre que está inmerso en la forma y está viviendo bajo la influencia del aspecto materia, sigue necesariamente el sendero de la ilusión y de las apariencias; pero Hércules, el alma, sigue el verdadero Camino, invierte el procedimiento habitual y, figuradamente hablando, ya contra la corriente. Hércules, el alma despierta, está comprendiendo el día de la oportunidad. Ha recibido sus instrucciones para emprender los doce trabajos y demostrar sus capacidades, y se le ha prometido que si cumple los requerimientos, será trasladado al reino de los dioses. Ha sido equipado con todos los poderes divinos, sin embargo, hasta ahora, no sabe cómo usarlos, y ha cortado para sí mismo el garrote con su propio esfuerzo, y con éstos simbólicamente asciende a la cruz: la cruz fija de los cielos, en la cual permanece en espíritu hasta que el último trabajo haya sido realizado.

Así emprende su primer trabajo, comprendiendo poco la magnitud de su tarea, y no preparado para el fracaso. La parte encantadora de la historia de Hércules es su impulsividad y el hecho de que no siempre fuera triunfador. Fracasó a veces y tuvo que rehacer el trabajo hasta que el triunfo siguió a sus esfuerzos.

Se le dijo que Diómedes, el hijo de Marte, el dios de la guerra, poseía un gran número de yeguas madres, que estaban corriendo salvajes, devastando la comarca, haciendo mucho daño y sustentándose de la carne de seres humanos. Nadie estaba a salvo de ellas y el terror se había asentado en la vecindad. Además de esto, estas yeguas madres estaban engendrando, gran cantidad de caballos de guerra, y Diómedes se sentía muy intranquilo con el resultado de la situación. Euristeo, el Rey, le ordenó a Hércules capturarlas. Muchos intentos se habían realizado para ello, pero siempre las yeguas habían escapado después de matar a los caballos y hombres enviados contra ellas. Pero Hércules, habiendo tomado a los caballos se los dio a tener a Abderis, mientras él se pavoneaba, no dándose cuenta de la fuerza de los caballos, de su salvajismo. Antes que él pudiera dar un paso para impedirlo, las yeguas se volvieron contra Abderis y lo pisotearon hasta la muerte, escaparon de nuevo y empezaron otra vez a asolar la comarca. Por lo tanto, él tuvo que empezar todo su trabajo de nuevo, y después de tenaces esfuerzos consiguió capturar las yeguas. El primer trabajo, por consiguiente, empieza con un parcial fracaso, como es tan a menudo el caso del aspirante falto de experien­cia e impetuoso. Tal es la historia, breve, dramática y alentadora. ¿Qué podemos decir del signo en el cual fue emprendida?

El Signo

Del signo de Aries, que fue el campo de la primera actividad, se ha hablado siempre como del primer signo del zodíaco. En este signo la gran rueda empieza su vuelta cíclica. Es, por consiguiente, el signo del comienzo. Cós­micamente hablando, es el signo de la creación, y este pensamiento subyace en las palabras de la Biblia. "El Cordero muerto desde la fundación del mundo" (Apocalipsis o Libro de la Revelación XIII, 8) pues este signo es llamado el signo del Carnero o del Cordero. En la vida del ser humano marca el principio de la subjetiva y latente, conciencia de la existencia, y el comienzo del ser humano en el círculo de la experiencia. En la vida del aspirante al discipulado él connota el período de reorientación y de un renovado esfuerzo autoconsciente, y su comienzo en esta etapa final del sendero evolutivo que lo llevará fuera del reino humano y lo capacitará para realizar la transición al reino de los dioses. Tal es la promesa hecha a Hércules y la recompensa ofrecida a todos los discípulos. Este primer trabajo marca el primer paso sobre el "sendero de traslación".

Aries es el signo del poder que emana del fluir evolutivo de la divina energía, desde la deidad central, Dios, o desde el ser humano, un hijo de Dios Esta energía fluye hacia afuera en dos direcciones (así el punto se vuelve la línea y el Uno se vuelve el primero): fluye dentro del mundo de las formas y también dentro del mundo del ser o del espíritu. Una corriente de energía expresa el sendero de regreso, el introspectivo, y las dos juntas constituyen los dos arcos del gran círculo de la existencia. En este signo empieza el sendero en el cual se toma la forma y se la domina; en él asimismo empieza la vida del desarrollo interior y la dominación del alma, o del ser subjetivo. Reorganización, reorientación, repolarización y rege­neración, son las características de esta etapa, y todas ellas son expresio­nes de la misma fuerza vital. Los dos usos de esta fuerza dependen de la atención mental del ser, divino y humano que la está utilizando. Es la misma fuerza, pero usada de dos maneras diferentes, dependiendo de si el divino utilizador ha enfocado su atención sobre si tomar forma, u hollar el sendero de la liberación de la forma.

Durante eones, esta fuerza vital ha sido aplicada a fines egoístas, a propósitos de autogratificación y a la satisfacción del deseo. Poco a poco la vida de la forma pierde su atractivo, hasta que habiendo pasado una y otra vez alrededor de la rueda zodiacal, el hombre se encuentra de vuelta nuevamente en Aries, sólo que esta vez con un nuevo enfoque, un nuevo interés y una visión diferente. Ha visto ante sí la promesa de que, habiendo logrado ciertos objetivos, puede cesar de encarnar y alcanzar el reino de los dioses; ha aprendido por experiencia algo de su propia dualidad esencial, y anhela dejar de satisfacer el aspecto inferior de esta dualidad y encontrar la necesidad del aspecto superior, y está empezando a responder a los impulsos que vienen del mundo de las almas, y a prever los fines y objetivos del grupo. Ahora tiene que aprender a usar la fuerza vital con propósito desinteresado, y no para la satisfacción de sus apetitos personales.

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