101 MITOS DE LA BIBLIA
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Introducción
La gente estudia la Biblia por una amplia variedad de razones. Unos buscan una guía espiritual o moral en su pozo de sabiduría. Muchos otros la leen por sus narraciones y poesías, entre las más bellas de toda la literatura. Incluso hay quienes la leen como relación de nuestras raíces culturales. Y aún otros por la visión que nos ofrece sobre la vida y obras de las personas en las civilizaciones antiguas.
Para millones de personas, sin
embargo, la Biblia es la infalible palabra de Dios, por lo que sus mandamientos
deben ser obedecidos con reverencia y sus enseñanzas deberían ser la guía
principal para nuestra organización social. Pero para aquellos que estudian la
Biblia de forma académica con el propósito de determinar quién la escribió,
cuándo, qué hechos son ciertos y cómo llegó a adoptar su forma actual, el
trabajo es una compleja colección de enigmas, muchos de los cuales todavía han
de ser resueltos.
Una significativa parcela de
estudio se preocupa por el desarrollo de los cinco primeros libros de la
Biblia, a saber: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, conocidos
colectivamente como Pentateuco (palabra griega que significa «cinco rollos») o
Tora (palabra hebrea que significa «enseñanzas»). Colectivamente, explican la
historia de Israel desde el inicio de la Creación a las andanzas por el
desierto tras el Éxodo de Egipto. Son importantes porque nos explican cómo se
desarrolló la relación entre Dios e Israel. El primer foco de atención se centra
en el establecimiento de una alianza entre Dios y los primeros patriarcas,
Abraham, Isaac, Jacob y José; más adelante, el foco de atención se
dirige a la relación entre Dios y Moisés. La historia narrada en estos libros
finaliza con la muerte de Moisés mientras Israel está preparándose para llegar
a la Tierra Prometida.
Aunque en estos cinco libros no se
encuentran referencias a la autoría de Moisés, desde el tiempo en que pasaron a
manos de los lectores, hace más de dos mil años, hasta mediados del siglo
diecinueve, ha sido casi universalmente admitido por los estudiosos de la
religión que era su único autor. Por esta razón, aún se identifican estos
volúmenes como «Los cinco libros de Moisés».
Con el paso de los siglos, y a
pesar de la agresiva oposición de las diferentes iglesias, un puñado de
estudiosos señalaron una serie de inconsistencias lógicas en la idea de la
autoría mosaica de estas obras. Por ejemplo, en Deuteronomio 34, 6
encontramos: «Y él lo enterró (a Moisés) en un valle de la tierra de Moab,
frente a Bet-Peor: pero nadie ha sabido de su sepulcro hasta el día de hoy».
Este episodio no sólo describe el
entierro de Moisés, sino que también nos dice que el paradero de su tumba es
desconocido hasta el día de hoy, indicando que el pasaje se escribió bastante
después de la muerte de Moisés y no pudo ser escrito por él.
A principios del siglo xvm, varios
estudiosos empezaron a prestar atención al problema de los «dobletes», dos
narraciones contradictorias del mismo suceso. Hasta un lector casual puede
encontrar muchos ejemplos de ello: dos relatos diferentes de la Creación, dos
listas diferentes de los animales que entraron en el arca de Noé, dos
explicaciones diferentes de por qué cambió Jacob su nombre a Israel, dos
diferentes ocasiones en las que Moisés hace brotar agua de una roca en Meribá,
y muchas más.
Cuando estos dobletes se sometieron
a escrutinio, los estudiosos descubrieron unas características inusuales. La
más importante era la siguiente: un grupo de historias siempre utilizaba la
palabra hebrea Yahvé como nombre del Dios hebreo, mientras que otro utilizaba
Eiohim. Se dispusieron entonces a clasificar las narraciones según el nombre
utilizado y descubrieron que las narraciones de un grupo tenían temas y
estilos literarios diferentes de las del otro.
Esta división por estilo, temas y
nombre condujo a la idea de que habían por lo menos dos corrientes literarias
separadas que se combinaron en un solo documento, y que por lo menos una debía
haber sido escrita después del tiempo de Moisés y por lo tanto, por otra
persona.
La hipótesis documental
Esta línea de
investigación condujo a un descubrimiento todavía más sorprendente. A
principios del siglo xix, el análisis de los marcos temporales históricos, las
secuencias de las narraciones, los estilos literarios y los temas religiosos
mostró que había por lo menos cuatro fuentes documentales diferentes
integradas en los cinco libros de Moisés, cada una con su propio punto de vista
subyacente y escritas en momentos diferentes. Y, por supuesto, debía haber por
lo menos un editor que combinase las fuentes en una sola narración,
Durante el siglo xix, los
defensores de este punto de vista, el más influyente de los cuales fue Julius
Wellhausen (1844-1918), empezaron a investigar las capas y secuencias de estas
cuatro fuentes, y al final del siglo habían establecido un marco general para
el estudio del Pentateuco. Esta tesis de las fuentes múltiples es conocida como
hipótesis documental y es casi imposible encontrar un estudioso hoy en día que no
acepte alguna variedad de esta propuesta.
En términos generales , la
hipótesis documental mantiene que hay cuatro fuentes principales de documentos
en los cinco libros y que estas fuentes pasaron por estadios evolutivos antes
de integrarse en una única narración. Estas cuatro mentes han recibido los
sobrenombres de J, E, P y D. Cuando hablamos del autor de alguna de ellas hay
que tener en cuenta que cada mente puede haber sido una colaboración a lo
largo del tiempo de escritores o escuelas de escritores. Las siguientes
descripciones deberían tomarse sólo como guías introductorias a las cuatro
fuentes. Hacer la debida justicia a todos los temas y características
distintivas asociadas a cada una ocuparía un volumen extenso.
La
fuente J
La J del nombre se refiere a la
utilización del nombre hebreo «Yahvé» (Jehová) para referirse a Dios. También
se la conoce como la mente o redacción jehovahista (o yavhista).
Originalmente, la fuente J presentaba una historia general de Israel que
empezaba con la narración de la Creación, Adán y Eva y el diluvio, y continuaba
por todo el periodo patriarcal hasta llegar al Éxodo de Egipto y las andanzas
por el desierto. Algunos estudiosos creen que originalmente la historia de la
fuente J seguía hasta los tiempos de los reyes David y Salomón y que partes de J aparecen, además de en el Pentateuco,
en otros libros históricos de la Biblia, como el de Josué, los dos libros de
Samuel y el primer libro de los Reyes.
La deidad de J exhibe muchas
características antropomórfícas, interacciona físicamente con los seres humanos
y muestra sus emociones y reacciones ante los acontecimientos. Asimismo centra
su atención en hechos y lugares de importancia para el reino de Judá bajo el
rey David y sus sucesores. En esta fuente, la alianza entre Dios y la casa de
Israel acaba en las manos de Judá, el cuarto hijo de Jacob y fundador de la
tribu de Judá, a la que pertenecía David, La fuente J se centra también más en tos patriarcas que en Moisés.
El origen de J puede situarse en
una época tan temprana como la época del rey David (principios del siglo x
a.C.), pero como muchos de sus temas reflejan el conflicto entre Judá e Israel
después de la muerte de Salomón, su origen puede situarse con mayor
probabilidad en algún momento después de la separación entre Judá e Jsrael
(finales del siglo x a.C.)y antes de la conquista y destrucción de Israel en el
año 72 a.C.
Las fuentes E y S.
En los primeros estadios de la
investigación sobre los orígenes documentales de la Biblia, la fuente
eiohista, conocida como E, incluye
las narraciones que usan Elohim como nombre de Dios. Un análisis detallado
muestra que, en realidad, E consistía de al menos dos fuentes separadas de
documentos que usaban Eiohim como nombre de Dios pero que presentaban puntos
de vista muy diferentes. La segunda fuente incrustada en E se preocupa
fundamentalmente de los rituales y otros temas sacerdotales, con las fechas,
medidas y números. A causa de su atención por estos temas recibió el nombre de
fuente S o Sacerdotal.
Mientras que la deidad de E exhibe
características antropomórfícas similares a las de J, la deidad de S es amorfa,
distante y fría. La deidad antropomórfíca sostiene discusiones con los humanos;
la deidad de S no realiza tal interacción.
Por lo general, se acepta que E es
más antigua que S pero quizás más moderna que J. La fecha más probable de
composición sería antes de la conquista asiría. El escritor eiohista centra su
atención en temas del reino de Israel y da versiones de hechos históricos
contrarias a las de J. En E, por ejemplo, la alianza entre Dios e Israel pasa
de Jacob a José y a Efraím, cuyo territorio sirvió de capital a Israel después
de la división de los dos reinos hebreos. E propone con fuerza a Moisés como
héroe nacional y centra su atención en sus actos más que en los acontecimientos
del periodo patriarcal anterior. E se preocupa menos por la ortodoxia
religiosa que J o S. La historia de E se inicia en el periodo patriarcal
después del diluvio y no dice nada sobre la Creación.
Muchos de los dobletes de E y J
reflejan las guerras de propaganda religiosa y política entre Israel y Judá
después de la división de ambas naciones. Judá creía en una autoridad
centralizada fuerte que gobernara desde la capital de Jerusalén, con un rey que
ejerciera de monarca fuertemente autoritario. E, que englobaba una coalición de
varios estados que, teóricamente, englobaban diez tribus, prefería un sistema
altamente descentralizado en lo político y lo religioso. El autor de E era
probablemente un sacerdote levita descendiente de Moisés. Muy probablemente
procedía del centro de culto de Silo, que se alió con Israel cuando éste se
separó de Judá.
Mucho antes de que el Pentateuco
alcanzara su forma actual, un editor intermedio combinó J y E en una única
narración que omitía porciones de ambos.
La fuente S, además de su visión
diferente de la deidad, se distingue de las demás por su asociación con la rama
aaronita del sacerdocio. La Biblia retrata a Aarón y Moisés como hermanos de la
tribu de Leví y uno de los conflictos que preocupa a la Biblia es si sólo los
aaronitas o todas las ramas de la tribu de Leví deberían desarrollar la
principales funciones sacerdotales del templo. S tiende a privilegiar a Aarón
frente a Moisés y defiende que sólo la rama aaronita de los levitas debería
realizar las principales funciones del templo. Esto sugiere que el autor
sacerdotal pertenecía a una secta levita que operaba en Jerusalén, con un
conocimiento íntimo de todos los rituales y características del templo de
Jerusalén.
Al igual que J, S empieza con el
relato de la Creación. Aunque nada tiene que decir sobre Adán y Eva o los
acontecimientos del Jardín del Edén, hace contribuciones a la narración del
diluvio.
Con la caída de Israel en el 722
a.C., muchos de sus ciudadanos emigraron hacia el sur, llevando a Judá nuevas
presiones políticas y religiosas. Los sacerdotes refugiados llevaron consigo el
punto de vista de la versión E, la que propone a Moisés como héroe y sostiene
que todos los levitas son iguales. Esto era un desafío a la autoridad de la
rama aaronita de Leví, y el origen de P puede situarse en un esfuerzo para
reforzar su autoridad apelando a las tradiciones históricas. Probablemente, la
fecha de composición de S se sitúa entre la conquista asiria y la conquista
babilonia de Judá en el 587 a.C.
La fuente D
D toma su nombre
del Deuteronomio, que virtualmente no contiene trazas de las otras tres
fuentes al igual que no aparecen trazas de D en los otros cuatro libros del
Pentateuco. Refleja los puntos de vista reformistas del rey Josías, a finales
del siglo vn a.C. y empieza con la historia de Moisés. Josías, si se puede
confiar en el texto bíblico, inició grandes reformas religiosas de tendencia
ortodoxa, reinstaurando un gobierno político y religioso altamente
centralizado. El libro segundo de los Reyes declara que la Ley de Moisés se
había perdido y los ayudantes de Josías la encontraron accidentalmente en
alguna parte remota del templo. Al leer los documentos descubiertos, Josías
quedó sorprendido al averiguar que el reino se había apartado del camino
correcto. Como reacción, dispuso una serie de reformas para reconducir al reino
según las leyes acabadas de descubrir. Este libro perdido de las leyes sería
el libro del Deuteronomio y si fue escrito en tiempos de Josías, puede datarse
en torno al 622 a.C.
El análisis de las fuentes muestra que el Deuteronomio
pertenece a un grupo mayor de obras que incluye los libros bíblicos de Josué,
los dos de Samuel y los dos de los Reyes y relata la historia de los hebreos
desde Moisés hasta el Cautiverio de Babilonia. Esta colección de libros históricos
de la Biblia se conoce como la «historia del Deuteronomio» y narra la historia
de Israel desde los tiempos de Moisés (h. 1300 a.C.) hasta los del rey Josías
(h. 622 a.C.).
El tema predominante del Deuteronomio y las historias
relacionadas con él es la obediencia a Dios. Se juzga al pueblo y a sus reyes
según su acatamiento de las leyes establecidas en la fuente D. De forma
inevitable, todos los reyes israelitas fallan esa prueba y sólo un puñado de
reyes de Judá, entre ellos David y Josías, reciben un juicio positivo.
La tableta asiría del diluvio
La hipótesis documental es sólo
una forma importante de investigar los orígenes de la Biblia. Su atención se
dirige al interior del libro, se preocupa solamente del texto. Examina el
estilo literario, los temas, el lenguaje y las capas de edición para dividir la
Biblia en fuentes documentales. Estas técnicas han demostrado que muchos otros
libros de la Biblia, aparte del Pentateuco, combinan múltiples fuentes, aunque
diferentes de las de los cinco primeros libros.
Otra pregunta importante es la siguiente: ¿Qué ideas
exteriores influyeron en los autores de J, E, S y D? Cuando J o P hablan de la
Creación o el diluvio, por ejemplo, ¿sus ideas son propias y únicas de los
autores bíblicos o éstos confían en ideas provenientes de las culturas vecinas?
A pesar de las diferencias entre fuentes en las narraciones sobre los
patriarcas y del Éxodo, ¿las narraciones básicas describen acontecimientos
históricos o son cuentos y leyendas adaptadas con fines propagandísticos o de
otro tipo? Después de todo, el antiguo Israel vivió en la confluencia de tres
grandes corrientes culturales (la egipcia, la cananea y la mesopotámica) con
tradiciones históricas y literarias más antiguas y substanciales.
La historia bíblica afirma que Israel habitó durante largo
tiempo en Egipto durante sus estadios formativos. Constantemente, la Biblia
castiga a Israel por sucumbir a las influencias cananeas. Antes de que la
Biblia adquiriera su forma definitiva, la élite educada de Israel vivió un
exilio forzado en Babilonia y, un siglo después, bajo el dominio más benévolo
de los persas una vez éstos derrotaran a los babilonios, los líderes hebreos
fueron liberados. Cualquier intento de los escribas cultos hebreos de
construir su propia historia del mundo, desde la Creación hasta el momento de
la escritura de cualquier mente documental, debería tener en cuenta lo que sus
vecinos habían dicho sobre los mismos tiempos y lugares, porque las narraciones
de los vecinos eran bien conocidas y tenían amplia circulación. Eran las narraciones
que creían las personas más educadas de aquella época.
El 3 de diciembre de 1872, esta cuestión pasó a primer plano
de los estudios bíblicos. En esa fecha, un asiriólogo de nombre George Smith
leyó una conferencia ante la Society of Biblical Archaeology. Había estado
investigando entre miles de tabletas y fragmentos procedentes de la biblioteca
asiría del rey Asurbanipal, del siglo vil a.C. En lo que se conoció después
como la «Tableta XI» del poema épico de Gilgamesh, escrita en acadio, una
lengua semítica más antigua que el hebreo, había descubierto una narración del
diluvio con remarcables paralelos con el relato bíblico.
Aunque era politeísta, mientras que la Biblia era
monoteísta, explicaba básicamente el mismo cuento. Los dioses se habían
enfadado con la humanidad y habían decidido destruir la raza humana con un
diluvio. Una de las deidades advirtió a un amigo humano de nombre Utnapishtim y
le ordenó construir un arca y prepararse para el día fatídico. Cuando las
lluvias se iniciaron, Utnapishtim condujo a su familia, a una serie de animales
y a unos artesanos a la barca. Cuando las lluvias cesaron y las aguas se
retiraron, Utnapishtim soltó tres pájaros en diferentes momentos para averiguar
si era seguro salir del arca. Finalmente la barca embarranca en la cima de una
montaña. Al igual que en la Biblia, después del diluvio, los dioses se
arrepienten de sus actos contra la humanidad.
La estructura de la narración asiría es paralela en términos
generales a la narración bíblica; pero el detalle de soltar sucesivamente los
tres pájaros, cosa que también sucede en la narración de Noé, es una
coincidencia tal que no puede sino hacernos pensar que las dos historias
comparten una fuente común.
Pero ambas narraciones también presentan múltiples
diferencias. En el relato asirio el diluvio es más breve, las dimensiones del
arca son diferentes, el número de personas y animales que en ella se
transportan varían significativamente, las barcas no embarrancan en la misma
montaña, los héroes tienen nombres diferentes y el dios que envía el diluvio no
es el mismo que ordena a Utnapishtim construir el arca. Aunque la diferencia
más importante es que el texto bíblico no toma prestado ninguno de los pasajes
narrativos del texto asirio.
Por lo tanto, tenemos por un lado una estructura similar que
parece ir más allá de la coincidencia y por el otro una amplia variación en los
detalles de la historia que llegan tan lejos que parecen sugerir la existencia
de dos fuentes totalmente diferentes. Sin embargo, el descubrimiento produjo
una avalancha de estudios sobre asiriología dirigidos a las comparaciones
bíblicas. Con el tiempo, se descubrieron otras versiones de la misma narración
del diluvio en otros textos babilónicos de otras sociedades, algunas de las
cuales eran anteriores al texto bíblico. Finalmente, en una coincidencia más
que remarcable, una lista de reyes del siglo iv a.C., una corrupción de una
lista de reyes sumeria (anterior a Babilonia) que se databa en el 2000 a.C.,
situaba el diluvio universal durante el reino del décimo rey que gobernó la
humanidad, mientras que el diluvio bíblico ocurría en la décima generación
después de la Creación.
¿Corroboran la historias mesopotámicas del diluvio, escritas
antes de la narración bíblica, la opinión de ésta última de que existió un
diluvio universal o muestran que los autores bíblicos se apropiaron de y
adaptaron mitos y leyendas preexistentes para sus propósitos? Es ésta una cuestión
que aparece una y otra vez en otras partes de la Biblia a medida que vamos
descubriendo otras literaturas antiguas con historias paralelas.
Notas a pie de página bíblicas
Mucha gente cree que la Biblia fue
escrita por inspiración divina, pero muchos autores bíblicos citan obras de
referencia específicas en las que confiaban para escribir sus obras y muchos
otros citan pasajes de otros libros de la Biblia. De hecho, estas referencias
serían el equivalente a las notas a pie de página. Por desgracia, aún no se han
encontrado copias de los libros citados que no pertenecen a la Biblia, por lo
que no podemos evaluar la calidad de la investigación ni la fiabilidad de las
fuentes. Presentamos a continuación una lista de fuentes citadas por los
autores bíblicos:
1. Libro de las
Generaciones de Adán (Gn 5,1)
2. Libro de la
Alianza (Ex 24, 7)
3. Libro de las
Guerras del Señor (Nm 21,14)
4. Libro de Jaser
(o de los Justos) (Jos 10,13; 2 Sm 1,18)
5. Libro de la
Ley de Dios (Jos 24, 26)
6. Libro de los
Hechos de Salomón (1 Re 11,41)
7. Libro de las Crónicas de los
Reyes de Israel (IRe 14, 19 y otras nueve citas)
8. Libro de las Crónicas de los
Reyes de Judá (1 Re 14,29 y otras catorce citas)
9. Libro de los
Reyes de Israel y Judá (1 Cr 9,1 y otras tres citas) 10. Libro de Samuel el
Vidente (1 Cr 29, 29)
11. Libro de
Natán el Profeta (1 Cr 29, 29; 2 Cr 9, 29)
12. Profecía de Ahías el Silonita
(2 Cr 9, 29)
13. Visiones de Iddo el Vidente (2
Cr 9, 29)
14. Libro de Gad el Vidente (1 Cr
29, 29)
15. Libro de Shemías el Profeta
(2Cr 12, 15)
16. Historia del Profeta Iddo (2 Cr
13, 22)
Examinar
algunas de estas citas puede darnos una idea de cómo algunas partes de la
Biblia llegaron a ser escritas.
El «Libro de Jaser»
La Biblia hace dos referencias al libro de Jaser (o de los
Justos), una en Josué y la otra en el segundo libro de Samuel. La primera
describe un incidente en el que Josué ordena al Sol y la Luna que se detengan.
La segunda, que introduce un lamento de David por la muerte del rey Saúl, nos
dice que David enseñó a los hijos de Judá cómo utilizar el arco. Más de
trescientos años separan ambos acontecimientos.
Esto nos indica que el libro de Jaser fue escrito antes de
los tiempos del rey David, a pesar de lo cual incluye una descripción de un
suceso atribuido a Josué trescientos años antes. ¿De dónde obtuvo la
información el autor del libro de Jaser? ¿Tenía su autor fuentes fiables o se
limitó a recoger cuentos y leyendas de un periodo anterior? ¿Era un trabajo
histórico o una colección de poemas? Como todavía hemos de encontrar una copia
de esta obra, no podemos siquiera asegurar que Josué y David aparecieran en el
texto original; el autor (o autores) de las dos referencias a Jaser puede haber
reemplazado los personajes originales por los dos héroes bíblicos.
Los «Hechos de David»
La historia de David aparece principalmente en los dos
libros de Samuel, con algún material adicional en el primer libro de las
Crónicas, gran parte de la cual es repetitiva y se añade a la historia de
David. El autor del primer libro de las Crónicas, sin embargo, cita tres
mentes de los hechos de David: los libros de Samuel el Vidente, Natán el
Profeta y Gad el Vidente.
Samuel el Vidente es con certeza el
Samuel del que toman el nombre los libros de Samuel, y Natán el Profeta es
probablemente el Natán de la corte del rey David que criticó a éste por ocultar
que había hecho asesinar al marido de Betsabé para ocultar su relación con
ella. Finalmente, Gad el Vidente debe ser el mismo Gad el Vidente que aconsejó
a David en varias ocasiones.
Juntas, estas tres referencias sugieren que los libros de
Samuel tal como los conocemos son una amalgama de varios libros anteriores,
tres de los cuales se citan aquí y sobrevivieron hasta el tiempo del autor de
las Crónicas en el siglo iv a.C. o más tarde.
La primera fuente mencionada es el libro de Samuel el
Vidente. En Samuel, el personaje que da título al libro parece estar basado en
dos individuos. Uno es Samuel el Juez, que continúa la tradición de los jueces
en Israel y proporciona una guía militar y religiosa. Este Samuel está en contra
de la institución de la monarquía. El otro Samuel es un profeta o vidente que
apoya la monarquía y sirve para validar la autoridad real de David de Juda
frente a Saúl o Benjamín. Las imágenes de los dos individuos son
inconsistentes.
La referencia al libro de Samuel el Vidente puede ser a todo
el corpus de Samuel tal como nos ha llegado o a la obra fuente que inspiró la
parte de Samuel que apoya la monarquía. El hecho de que el autor de las
Crónicas cite otras dos fuentes sobre David sugiere esto último.
El Profeta Natán es un personaje importante en la historia
de David y juega un papel clave en la sucesión de Salomón como heredero al
trono de David. Los libros de Samuel contienen mucha información sobre Natán,
pero aún debe recuperarse el perdido libro de Natán el Profeta. Lo más probable
es que quienquiera que escribiera los libros de Samuel utilizase en parte como
mente a Natán el Profeta y que esta fuente continuase circulando después de la
aparición de Samuel.
Para finalizar, tenemos otro libro perdido. Al no disponer
de una copia del libro de Gad el Vidente, no podemos calibrar su influencia en
la historia bíblica. Sin embargo era lo bastante importante para ser citado
por el autor de los libros de las Crónicas.
Este grupo de obras demuestra que circulaban varias
narraciones sobre el rey David y que autores posteriores rebuscaron en los
textos para apoyar sus particulares puntos de vista. Que los libros de Samuel
fueran canonizados y no lo fueran los de Natán el Profeta o Gad el Vidente es
más un accidente de la historia que el resultado de la inspiración divina.
La división entre Israel y Judá
La separación de Israel y Judá a la muerte de Salomón es uno
de los acontecimientos más importantes de toda la historia bíblica y las
guerras propagandísticas entre las dos partes en conflicto afectó en gran
manera la forma en que se escribió la historia del pueblo hebreo. Como ya hemos
visto al hablar de la hipótesis documental, gran parte del material de las fuentes
del Pentateuco reflejaba los puntos de vista de las diferentes facciones
políticas y religiosas que se vieron afectadas por la división.
Como en el caso de David, parecen existir varias historias
sobre el rey Salomón y los acontecimientos que condujeron a la guerra civil que
siguió a su muerte. El autor del primer libro de los Reyes, por ejemplo, cita
el libro de los Hechos de Salomón. El autor del segundo libro de las Crónicas
cita también numerosas fuentes sobre la historia del remado de Salomón y la
separación que la siguió. Asimismo, también se cita el libro de Natán el
Profeta, junto con otras obras, como la Profecía de Ahías el Siloníta, las
Visiones de Iddo el Vidente y el libro de Shemiás el Profeta.
Al igual que sucede con otros libros no bíblicos, no se han
encontrado estas referencias, pero Ahías, el profeta de Silo, aparece en el
primer Libro de los Reyes para realizar una profecía. En este episodio, anima a
Jeroboam a separar Israel de Judá. A causa de su profecía, Salomón intenta
matar a Jeroboam, pero éste huye a Egipto. A la muerte de Salomón, Jeroboam
volvió a Israel para liderar con éxito el movimiento secesionista que separó
Israel de Judá.
Que obras como la Profecía de Ahías el Silonita
sobrevivieran tanto tiempo a la destrucción del reino de Israel nos muestra las
dificultades que encontró el reino de Judá para eliminar la historia negativa
de su gobierno y por qué sobrevivió en la historia bíblica una oposición tan
fuerte al reino de Judá.
Los anales
Además de varios libros sobre individuos en particular, como
Natán, Gad, Ahías e Iddo, algunos escritores bíblicos también confiaron en los
informes oficiales de las monarquías. La cita de obras como el libro de las
Crónicas de los Reyes de Israel y el libro de las Crónicas de los Reyes de Judá
sugiere la existencia de anales reales, una forma en que los funcionarios del
Próximo Oriente documentaban los sucesos de los remados sobre una base anual.
Estas «notas al pie» bíblicas
muestran la variedad de los materiales en los que confiaron los escritores
bíblicos y cómo se manejaron editando los materiales disponibles para conseguir
su propósito. A este grupo de referencias específicas de la Biblia habría que
añadir otras fuentes, como los mitos y leyendas de otros pueblos del Próximo
Oriente, que circulaban ampliamente y con los que los escribas hebreos debían
estar familiarizados.
Al considerar el efecto de estos materiales extra bíblicos
en los escritores de la Biblia, deberíamos tener en cuenta que los pueblos
antiguos no pensaban en estos mitos y leyendas en términos de verdad o mentira.
Creían que las narraciones conservaban verdades históricas, y aunque uno
pudiera o no creer en un dios o en otro como agente responsable, podía seguir
creyendo que el suceso relatado había ocurrido en realidad.
Las leyendas sobre los nombres de lugares nos proporcionan
numerosas ilustraciones de cómo se crearon historias falsas, y la Biblia
contiene numerosos relatos de este estilo. Una de las más corrientes consiste
en la invención de un antecesor que tenía el mismo nombre que el territorio que
ocupaba el pueblo y por lo tanto era el fundador del pueblo que habitaba esa
tierra. Otro motivo común era encontrar una característica destacada de un
lugar especial, como una formación rocosa graciosa o un pozo escondido y crear
una leyenda sobre la formación de esa característica. Estas historias se
repetían de generación en generación hasta que un relato para entretener se
convertía en verdad histórica.
Sobre la terminología
Si no se indica, cuando me refiero
a la Biblia, estoy hablando de la traducción inglesa del rey Jacobo, conocida
como King James Versión, que en
castellano se conoce como Biblia de
Jacobo I o Biblia del rey Jacobo, de 1611. Los mitos sobre los que diserto
en el presente libro están basados en esa traducción.
Cuando se escribe sobre el antiguo Egipto, siempre surge el
problema de cómo transliterar los nombres. Los egiptólogos han encontrado la
manera. La principal dificultad es la falta de vocales del antiguo egipcio.
Esto conduce a que según el autor una deidad reciba en inglés el nombre de
«Amen», «Amun», e incluso «Amon». En castellano, diremos siempre Amón.
El griego es otro problema. Los primeros egiptólogos
obtuvieron abundante información de los clásicos griegos, que transliteraban
los nombres egipcios a su propio idioma. Como éstas eran las primeras versiones
de los nombres conocidos, muchos egiptólogos continuaron, y continúan, utilizándolos.
Así, por ejemplo, los famosos constructores de pirámides de la cuarta dinastía,
Khufwey, Khane y Menkaure, son más conocidos en su adaptación griega, es decir,
Keops, Kefrén y Micerinos.
En este libro, adopto la
transliteración de Sir Alan Gardiner en su Egypt
of the Pharaons. Si hago una cita de la obra de otro autor, admito la transliteración
del autor [en castellano se hará servir la versión más común de los nombres
propios en esta lengua].
Tabla de historia bíblica
(Todas las fechas son a.C. y
están basadas en la Biblia del rey
Jacobo.)
Creación
4004, domingo, 23 de octubre (según
el obispo Usher).
3960 (según Martín Lutero).
3761 (según la tradición judía).
Diluvio Universal
2348-2105 (lapso de posibles fechas de inicio).
Era patriarcal
h. 2000-1500.
Éxodo de Egipto
1548-1315 (implícito en Gn 15, 13).
1497 (implícito en 1 Re 6,1).
1315 (según el análisis del autor
en The BibleMyth).
1270-1250 (según la mayoría de estudiosos de la Biblia). Ç
Entrada en Canaán
Cuarenta años después del Éxodo.
Gobierno de los Jueces
Finaliza hacia 1081 (implícito en 1
y 2 Re).
Finaliza hacia 1020 (según la
mayoría de estudiosos de la Biblia).
Rey
David
1061 (implícito en 1 y 2 Re).
Hacia el 1000 (según la mayoría de
estudiosos de la Biblia).
Rey Salomón
1021
(implícito en 1 y 2 Re).
Hacia el 960 (según la mayoría de
estudiosos de la Biblia).
Finalización del Templo de Jerusalén
Onceavo año del rey Salomón, ç
Judá e Israel se separan
A la muerte del rey Salomón,
cuarenta años después de acceder al trono. Fuente J documentada
Probablemente escrita entre el 960
y el 722, pero antes de E, S y D.
Fuente E documentada
Probablemente
escrita entre el 960 y el 722, después de J pero antes
de S y D.
Israel destruido
por los asirios
722.
Fuente S
documentada.
Probablemente
escrita entre el 722 y el 640, después de J y E pero
antes de D.
El reyJosías encuentra la Ley de Moisés
622.
Fuente D documentada
Probablemente escrita entre el 622
y el 609, después de J, E y S. Ç
Daniel conducido a Babilonia
605.
Exilio en Babilonia
587-539.
El rey Ciro de
Persia conquista Babilonia y libera a los judíos
539.
Ester salva a los
judíos de Persia
H.475.
Esdrás abandona
Babilonia y reintroduce la Ley de Moisés en Jerusalén
458.
Libro de las
Crónicas, Nehemías y Esdrás
458 o muy poco
después; probablemente escrito por Esdrás
o sus seguidores.
Primera
parte
MITOS DEL INICIO
narraciones
egipcias, alterando el contenido de tal manera que es difícil reconocer las
raíces egipcias sin el beneficio del contexto más amplio en el que se sitúan
los relatos. Hasta las localizaciones cambian. El Edén, que había estado a
orillas del Nilo, es trasladado, de forma bastante torpe, a Mesopotamia por los
redactores bíblicos al confundirlo con el paraíso sumerio de Dilmun.
La fuente J llena su relato con
varias historias de interés humano (desde la Creación y los sucesos del jardín del
Edén a la expulsión del jardín y la historia de Caín y Abel) antes de llegar a
la narración del diluvio, mientras que S salta de la Creación al diluvio sin
más relatos de naturaleza personal, deteniéndose tan sólo para insertar la
cadena genealógica que va desde Adán a Noé. A diferencia de los relatos de la
Creación, en los que ambas versiones aparecen una detrás de la otra, las dos
narraciones del diluvio están muy entretejidas, en ocasiones empezando una
frase con una fuente y acabándola con la otra.
Ya hemos
apuntado antes que las dos versiones, J y P, del relato del diluvio estaban
basadas en el mito de la Creación de Hermópolis y que después de integrarse, el
texto fue modificado de nuevo para incluir las tradiciones babilonias sobre el
diluvio producido en la décima generación de la humanidad. A pesar de las
raíces comunes de las dos versiones egipcias, ambas proceden de tradiciones y
fuentes diferentes. Tanto J como S contienen tradiciones cronológicas
diferentes de las narraciones del diluvio. La fuente J está relacionada con la
estructura estacional del año solar, reflejando así la procedencia de la
narración de una cultura agrícola, en línea con los fundamentos agrícolas de la
narración de Adán y Eva. Por el contrario, la fuente S utiliza el calendario
egipcio solar-lunar, un ciclo de veinticinco años utilizado para las
celebraciones religiosas, reflejando la naturaleza religiosa y sacerdotal de la
fuente.
Después del
diluvio, el Génesis narra la repoblación de la tierra y lo orígenes de las
naciones. Estas historias genealógicas reflejan en realidad los sucesos
políticos de la primera mitad del primer milenio a.C., mostrando el origen
tardío y artificial de estas historias. Su fecha puede situarse después del
establecimiento de Israel en Canaán y vuelve a demostrar el genio literario de
los redactores de la Biblia, que extraen mitos y leyendas de una amplia
variedad de fuentes de marcos temporales diferentes y los integra, casi sin
fallos, en una larga narración continua. Pero la labor era difícil y pasaron
por alto algunos errores. En ocasiones encontramos errores de transmisión
textual.
Mito 1: Al principio todo era un abismo
El
Mito: Al principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba
sin forma y vacía y las tinieblas cubrían la faz del abismo. Y el espíritu de
Dios se cernía sobre la superficie de las aguas (Gn 1,1-2).
La Realidad: El Génesis utiliza el esquema hermopolitano de la
Creación para describir el estado del universo antes de que comience la
Creación. Los cuatro dioses han sido omitidos del relato, pero permanecen sus
características esenciales.
Las dos primeras
frases del Génesis describen el estado del universo antes de que el dios hebreo
iniciara el proceso de la Creación. Al principio, dice, Dios creó los cielos y
la tierra, pero por pasajes posteriores sabemos que los cielos y la tierra
estaban sumergidos en el «abismo» durante esa etapa inicial, a la espera de ser
alzados y transformados en el que es su estado físico actual.
Las palabras traducidas como «sin
forma» y «vacía» aparecen en el hebreo original como tohu y bohu, y esas
mismas palabras a veces aparecen en los escritos populares como una manera
idiomática de expresar el caos o el desorden, como «todo era tohu y bohu». El sentido de estas dos palabras hebreas se combina para
indicar un espacio extenso y vacío, una zona desierta. En el contexto bíblico,
tenemos un espacio indefinido que forma una especie de burbuja dentro del
«abismo» primitivo.
La palabra que se traduce como
«espíritu» en la frase «espíritu de Dios» aparece en el hebreo original como ruach, y no significa «espíritu», sino
«viento» o «exaltación violenta». Al traducir ruach como «espíritu», los intérpretes de la Biblia han intentado
traducirlo de tal manera que concuerde con su entendimiento teológico del texto
bíblico, pero sin tener en cuenta el verdadero significado en el contexto
original. Sustituyamos viento por «espíritu» y veamos lo que tendríamos en el
hebreo original.
Los primeros versículos describen
cuatro cosas:
1 Una
tierra y unos cielos que ocupan un espacio, pero que carecen de forma o
contenido;
2 Oscuridad;
3 Un
abismo acuoso, dentro del cual existe el espacio sin forma; y
4 Un
viento (es decir, «espíritu de Dios») que flota sobre la superficie de las
aguas.
Estos cuatro
elementos constituyen lo que los autores bíblicos creían que eran los cuatro
componentes básicos del universo anteriores al inicio de la Creación, uno de
los cuales, el viento, era identificado con el dios hebreo. Correspondían
precisamente con lo que los sacerdotes egipcios de Tebas y Hermópolis creían
que eran los cuatro componentes del universo durante el inicio de la Creación,
pero los egipcios identificaban cada uno de estos cuatro elementos con una
pareja de divinidades de ambos sexos, lo cual se consideraba tabú en la
teología hebrea. Se puede deducir de la siguiente descripción de las dos
primeras cuatro parejas de dioses egipcios y los elementos que representaban,
que los hebreos adoptaron el esquema egipcio.
1. Heh y Hehet, espacio sin forma,
es decir, la burbuja deforme dentro del abismo, tal y como describe el Génesis
como tohu y bohu;
2. Kek y Keket, la oscuridad en la
superficie de las aguas;
3. Nun y Naunet, el diluvio
primitivo, «el abismo», igual que el abismo bíblico; y
4. Amón y Amonet, el viento invisible,
el «viento» bíblico que flotaba sobre el abismo.
Aunque los
sacerdotes hebreos adoptaron esta visión egipcia del universo primitivo, su
teología monoteísta hizo que desasociaran estos cuatro elementos naturales de
las divinidades egipcias con las cuales se identificaban, reteniendo
únicamente los atributos con los que se asociaba a los dioses. Además, el autor
del Génesis de este relato de la Creación aceptaba la tradición tebana que
identificaba al Creador original con el viento. Simplemente, cambiaron el
nombre del dios egipcio Amón por el nombre hebreo de Elohim, y lo describieron
como ruach, el viento. A medida que
progresemos por el primer relato de la Creación en el Génesis, iremos viendo
cuan de cerca y exactamente el autor del Génesis seguía los mitos egipcios.
Mito 2:Dios inició la Creación con la palabra
El
Mito: Dijo Dios... (Gn 1, 3).
La Realidad: El inicio de la Creación por medio de la palabra
proviene de los mitos egipcios de la Creación.
Según la Biblia,
el proceso de la Creación comienza cuando Dios pronuncia un mandamiento para
que aparezca la luz. La idea de la Creación por mandamiento no tiene una
contrapartida en los mitos mesopotámicos de la Creación. Sin embargo, para los
egipcios, la Creación por mandamiento desempeñaba un papel fundamental.
Los egipcios creían en el poder de
la palabra para crear y controlar el entorno, y muchos textos egipcios hablan
de la Creación que comienza con órdenes verbales. Uno describe a Amón como «el
que habla y lo que debe ser, es». Otro texto describe a Ptah de manera similar
cuando dice «así pues, piensa y ordena lo que desea [que exista]». Una
referencia a los actos de Atum en el proceso creativo nos dice que «tomó la
Anunciación en su boca».
En el esquema tebano de la
Creación, después de que Amón (es decir, el viento) iniciara la Creación,
primero apareció en la forma de los cuatro elementos primarios. Luego apareció
en la forma de Ptah, el dios Creador menfita, que inició la Creación mediante
la pronunciación de una orden. Ésta es la misma secuencia que en la narración
del Génesis, donde «el viento» pronuncia una orden, pero el autor bíblico
elimina cualquier referencia a Ptah como el que habla y une al dios Creador
menfita (Ptah) con el dios tebano (Amón) de la Creación. Sin embargo, esta
distinción es sólo cosmética, puesto que en la visión tebana tanto «Amón el
viento» como «Ptah el que habla» son formas del mismo dios.
Mito 3: La Creación comenzó con la aparición de la luz
El
Mito: «Haya luz»; y hubo luz (Gn 1, 3).
La
Realidad: El Génesis sigue la doctrina tebana de la Creación al iniciar
el proceso de la Creación con la aparición de la luz.
En el Génesis, la
orden hablada de Dios hace que aparezca la luz repentinamente, un
acontecimiento que significa el inicio del proceso creativo. No aparece tal
doctrina en los mitos mesopotámicos, pero sí en los egipcios. Este pasaje
específico de un himno a Amón muestra cuan de cerca sigue la secuencia bíblica
a la egipcia.
[Aquél
(es decir, Amón)] que apareció la primera vez cuando [todavía] no se había
creado un dios, cuando tú [Amon-Ra] abriste tus ojos para ver con ellos y todos
se iluminaron por medio de la mirada de tus ojos, cuando el día todavía no se
había creado.
Así pues, la luz
apareció al principio de la Creación, cuando el día aún no existía, y el
Génesis afirma lo mismo. La Biblia dice:
Y vio Dios que
era buena la luz, y la separó de las tinieblas; y a la luz
llamó día, y a
las tinieblas noche, y hubo tarde y mañana, día primero. (Gn 1, 4-5)
En los mitos tebanos y mesopotámicos, después de la aparición de Ptah,
éste ordena la aparición de Atum, el dios creador heliopolitano, que aparece
inicialmente en forma de una serpiente ardiente, la primera luz.
En el mito que
aparece en el Génesis y en el mito egipcio, la Creación comienza cuando un dios
invoca a la primera luz verbalmente. Esta luz originariamente correspondía a
Atum, pero los autores hebreos eliminaron la referencia directa a este dios y
sencillamente describieron la aparición de la luz.
Mito 4: El primer día Dios separó la luz de las tinieblas
El
Mito: Y vio Dios que era buena la luz, y la separó de las tinieblas; y
a la luz llamó día, y a las tinieblas noche, y hubo tarde y mañana, día primero
(Gn 1, 4-5). E hizo Dios las dos grandes lumbreras, la mayor para presidir el
día y la menor para presidir la noche, y las estrellas; y las puso en el
firmamento de los cielos para alumbrar la tierra y presidir el día y la noche,
y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno, y hubo tarde y
mañana: día cuarto (Gn 1, 16-19).
La
Realidad: El Génesis contiene dos relatos contradictorios acerca de
cómo y por qué la luz se separó de las tinieblas. La confusión tuvo lugar
porque el primer relato sucede antes de que aparezcan el Sol y la Luna, y los
redactores de la Biblia posteriores ya no recordaban por qué en el relato
original egipcio el día y la noche aparecían antes del disco solar y de la
Luna. Como resultado, añadieron una segunda división de la luz tras la
aparición de estos dos cuerpos celestiales.
Tras la aparición
de la primera luz el primer día, el Génesis dice que Dios separó la luz de las
tinieblas y llamó a la luz «día» y a las tinieblas «noche». Sin embargo, el
cuarto día. Dios volvió a separar la luz de las tinieblas y dividió el tiempo
en día y noche. ¿Por qué ocurre esto dos veces?
La naturaleza de la luz que
apareció el primer día es confusa. En el Génesis, el Sol, la Luna y las
estrellas no aparecen hasta el cuarto día. ¿Cómo podemos tener luz el primer
día y cómo se la puede separar de las tinieblas de manera que tengamos un día y
una noche a las que seguirán dos períodos más de luz y oscuridad, y todo ello
antes de la creación del Sol? Y, si ya tenemos periodos alternantes de luz y
tinieblas, ¿hasta qué punto era necesaria una nueva separación de la luz de las
tinieblas tras la aparición del Sol?
La confusión surge porque en el
relato del Génesis, siguiendo el mito egipcio, la luz aparece al principio de
la Creación. Esta luz era un atributo de Atum, dios del Sol, pero no
representaba el disco solar.
En la versión egipcia, el Sol tenía muchas formas y distintos dioses
representaban distintos aspectos del Sol. A lo largo de su viaje diario a través
del cielo, por ejemplo, distintos dioses representaban la ubicación del Sol en
diferentes momentos. El sol matutino era Kepri, el dios escarabajo, y el sol de
la tarde era Ra. El disco solar era conocido como Atón, y se le llegó a
considerar como una divinidad separada, significando sólo una manifestación
visual del Sol, pero no representaba todo el ser físico del Sol, y no apareció
hasta más tarde en el proceso de la Creación.
Los egipcios
también tenían una visión filosófica del día y la noche. Según un pasaje del Libro de los Muertos egipcio: «Como para
la 'eternidad' que es el día; como para la 'perpetuidad', que es la noche».
Esta visión
reflejaba la idea egipcia de que la vida continuaba a través de los tiempos. De
modo filosófico, esta idea evolucionó a partir del ciclo diario del sol, que
los egipcios veían como un renacimiento diario y la renovación de la vida. El
sol matutino era un niño, el ocaso un viejo. El comienzo de la «eternidad» y
«perpetuidad» coincidía con la aparición de la primera luz al principio de la
Creación. Por lo tanto, los egipcios veían el «día/eternidad» y la
«noche/perpetuidad» como un atributo de la primera luz del sol.
La misma idea
aparece en el Génesis. La creación por parte de Dios del día y la noche con la
primera luz significaba la idea egipcia de «eternidad» y «perpetuidad» y
representaban distintos fenómenos que los de día y noche asociados con la
aparición del disco solar y la Luna y las estrellas.
Sin embargo,
para los monoteístas hebreos, que escribieron cientos de años más tarde, el
disco solar era únicamente el Sol. No había ningún dios o conjunto de dioses escondidos
detrás. Sólo concebían el sol como un ente físico que se movía a través del
cielo y separaba la noche del día. Para ellos, el día y la noche eran la
consecuencia de la salida y la puesta del disco solar, tal y como lo expresaban
en la descripción de los acontecimientos del cuarto día de la Creación. La
«eternidad» y la «perpetuidad» no formaban parte de la religión hebrea y los
sacerdotes hebreos ya no recordaban ni comprendían el significado filosófico
del primer día y la primera noche. Si el día y la noche aparecieron el primer
día, debía de tratarse de la separación normal de la luz del día de la
oscuridad causada por la puesta del sol. Así, los autores del Génesis
describieron el día y la noche del primer día según los convenios actuales, ignorando
o no reconociendo la contradicción implícita entre los acontecimientos del
primer día y el cuarto.
Mito 5: Un firmamento surgió de las aguas primitivas
El
Mito: Dijo luego Dios: «Haya firmamento en medio de las aguas, que
separe unas de otras»; y así fue. E hizo Dios el firmamento, separando aguas de
aguas, las que estaban debajo del firmamento de las que estaban sobre el
firmamento (Gn 1, 6-7).
La
Realidad: Este firmamento que surge de las aguas es la montaña primitiva
del mito egipcio.
Tras
invocar la primera luz y separarla de las tinieblas, el Génesis nos dice que
Dios hizo que un firmamento surgiera de entre las aguas, y este firmamento
separó las aguas de las aguas. Tal y como indican claramente los versos citados
anteriormente, la separación de «las aguas de las aguas» se refiere a la
separación del agua que está sobre el firmamento del agua que está por debajo
del firmamento.
En todos los
mitos egipcios de la Creación, tras la aparición de la primera luz
(normalmente identificada con el dios Atum), el dios Creador provocaba que una
montaña surgiera de las aguas primitivas. Esta montaña, por su naturaleza, era
una entidad física sólida, un firmamento, y según la visión egipcia, separaba
las aguas primitivas. Los egipcios veían al cielo como una vía fluvial por la
cual el dios del Sol Ra navegaba con la barca solar. La montaña primitiva se
convertía en el espacio entre las dos aguas, y proporcionaba la fuerza que las
mantenía separadas.
El firmamento que
surge en el Génesis no se distingue de la montaña primitiva que emergía de Nun,
las aguas primitivas, y tanto en los relatos bíblicos como en los egipcios, el
resurgir tiene lugar en el mismo orden secuencial que el proceso de la
Creación, tras la invocación de la primera luz mediante la palabra hablada.
Mito 6 : Dios llamó al firmamento «cielo»
El Mito: Llamó Dios
al firmamento cielo, y hubo tarde y mañana: (día segundo (Gn 1,8).
La Realidad: La
identificación del firmamento con el cielo deriva de una interpretación errónea
por parte de los redactores bíblicos posteriores.
El Génesis
describe sólo un acontecimiento que tuvo lugar el segundo día, la aparición del
firmamento (más tarde veremos que el segundo día incluía algunos
acontecimientos adicionales). Aunque la narrativa lo ubica entre las aguas que
hay a ambos lados del firmamento, equiparándolo con la bóveda celeste en vez
de con el cielo, algunos escribas hebreos escribieron que Dios llamó al
firmamento «cielo». El autor no debía estar familiarizado con el relato
original egipcio en el que este firmamento representaba una montaña primitiva
que surgía de las aguas y separaba las aguas de encima de las aguas de debajo.
En los relatos de la Creación de
todo el Oriente Medio, en Egipto y también en Mesopotamia y Levante, el cielo
descansaba sobre una bóveda. Esta bóveda necesariamente constituía una
plataforma transparente pero sólida que evitaba que el cielo se cayera a través
de la bóveda celeste. En Egipto, la bóveda celeste está entre el cielo y la
tierra, y originariamente el firmamento que surgía de las aguas se asociaba con
el dios Shu, hijo del cielo y la tierra, y los egipcios lo mostraban sujetando
el cielo sobre la tierra.
Los escribas hebreos creían que
tenía que existir alguna superficie dura en la bóveda celeste que aguantara el
cielo, pero, al ser monoteístas, no podían aceptar la idea de que la bóveda
celeste fuera una divinidad separada del Dios hebreo. Por lo tanto, una vez
más desligaron la divinidad egipcia del fenómeno que representaba.
Transformaron la divinidad egipcia que sujetaba el cielo en el propio cielo.
Mito 7 : Dios reunió las aguas en un solo lugar
El Mito: Dijo luego: "Jubtense en un lugar las aguas que
hay bajo los cielos y aparezca lo seco". Asi se hizo; y las aguas se
juntaron en un solo lugar y apareció lo
seco; y a lo seco llamo Dios tierra, y a la reunión de las aguas mares. Y vió
Dios que era bueno (Gn 1, 4-10).
La Realidad: La reunión
de las aguas se refiere a la creación del rio Nilo.
EL
tercer día de la Creación comenzó con la reunión de las aguas en un lugar.
Entonces Dios llamo a las aguas reunidas «mares», un termino plural que indica
numerosas masas de agua. Cada mar sería un arca delimitada por separado.
¿Están las aguas en un solo lugar o en varios?
El problema
surge porque los escribas hebreos, influenciados por el entorno babilónico y
las influencias culturales del final del primer milenio a.C., aplicaron sus
conocimientos geográficos a un pasaje que reflejaba una geografía distinta. En
Mesopotamia y Levante, las gentes eran conocedoras de varias masas de agua
independientes e importantes, incluyendo el mar Mediterráneo, el mar Rojo, los
ríos Tigris y Eufrates, el rio Jordán, el mar Muerto y el río Óronles, en
Siria.
Los
egipcios, por otra parte, a pesar de ser conocedores de muchas masas de agua,
sólo consideraban de importancia al Nilo. Herodóto se refiere a Egipto como «el
regalo del Nilo». La característica más importante del Nilo era su inundación
anual, la cual proporcionaba al país un gran abastecimiento de tierras fértiles
para el cultivo. Ademas, el río abundaba en peces, aves y vida animal,
proporcionando fuentes de alimento adicionales, v otorgaba a los egipcios
acceso a todas las principales ciudades a lo largo y cerca de las orillas del
Nilo.
Tal era la
importancia del papel desempeñado por el Nilo para la vida egipcia, que
proporcionaba el escenario para gran parte de su mitología, Las ideas míticas
acerca de la inundación primitiva al inicio de la Creación v la montaña que
surgió de ella se derivaron de imágenes del Nilo, Ya que la inundación del Nilo
producía la vida, los egipcios imaginaban una inundación mundial inicial que
dio lugar a la vida. Como las aguas retrocedian hacia la cuenca del
Nilo, dejando atrás grandes montones de fértiles tierras negras, los egipcios
se imaginaban un primer monte emergiendo de la inundación mientras las aguas
se juntaban para formar una única corriente.
Un mito egipcio de la Creación (conservado en un documento
conocido como «Texto de los Sarcófagos 76») que describe la separación del
cielo y la tierra, habla de Shu (el firmamento), hijo de Atum (la primera luz),
que reunía las aguas. «Este dios [Shu] está atando la tierra para mi padre
Atum, y reuniendo la gran inundación para él».
La reunión de la inundación se refiere a la creación del
Nilo, y el texto continúa diciendo que el acontecimiento tuvo lugar el mismo
día en que Atum apareció sobre la primera montaña. Si eliminamos los elementos
politeístas de este mito, como probablemente harían los escribas hebreos, éste
proporciona un paralelo perfecto para los acontecimientos que tuvieron lugar
durante el segundo y el tercer día de la Creación en el Génesis.
Shu, que representa la bóveda celeste, es hijo de Atum, la
primera luz que los egipcios asocian con la aparición de la montaña primitiva.
Shu nació el mismo día que apareció Atum, siguiendo la aparición de la montaña
de Nun (la gran inundación). Shu (la bóveda celeste) separó entonces a Nut (el
cielo) de Geb (la tierra), ató la tierra y reunió las aguas de la inundación en
un solo lugar (el Nilo), la misma serie de acontecimientos que en el Génesis.
La secuencia de la Creación en la
Biblia, por lo tanto, sigue el esquema egipcio. La reunión de las aguas por Shu
describe el origen del Nilo y corresponde a la reunión bíblica de las aguas en
un solo lugar.
De la misma manera que en la descripción de los cielos, uno
de los escribas hebreos malinterpretó la descripción inicial de las aguas,
porque él ya no entendía los acontecimientos en un contexto egipcio. La edición
final de la Biblia tuvo lugar después de que la élite hebrea fuese capturada y
trasladada a Babilonia, y Babilonia, como el gran centro de aprendizaje que
era, ejerció una poderosa influencia sobre los redactores bíblicos posteriores.
Ya que la perspectiva babilonia reconocía varias masas de agua independientes e
importantes, los escribas hebreos tomaron lo que en origen era una descripción
del Nilo, las aguas reunidas en un único lugar, y la añadieron a una frase que
indicaba que las aguas reunidas constituían varias grandes masas de agua,
ignorando o no reconociendo, nuevamente, la afirmación contradictoria que
Mito 8: La vegetación apareció antes que el Sol
El Mito: Y dijo Dios:
«Haga brotar la tierra hierba verde, hierba con semilla y árboles frutales que
produzcan fruto según su especie, y cada uno con su simiente, sobre la tierra».
Y así fue. Y produjo la tierra hierba verde, hierba con semilla, y árboles de
fruto con su semilla cada uno. Y vio Dios que estaba bien (Gn 1, 11-12).
La Realidad: El Génesis
sigue la secuencia egipcia de la Creación al anteponer la aparición de la
vegetación a la del Sol.
El tercer día del Génesis finaliza
con la aparición de la vegetación: hierba, semilla y fruta. Entre paréntesis,
esto crea problemas desde un punto de vista científico, ya que la vida vegetal
requiere de la luz solar para sobrevivir y crecer, y hasta ahora el Sol todavía
no ha aparecido. Pero nos ocuparemos aquí sólo de los aspectos mitológicos de
nuestro estudio.
Teniendo en mente la descripción que el Génesis hace del
tercer día, consideremos este breve extracto del Libro de los Muertos egipcio, cap. 79:
¡Salve Atum!—
Creador del cielo; creador de lo que existe
El que surgió como tierra; el que creó la semilla.
Este pasaje describe exactamente
la misma secuencia que el Génesis, la aparición del cielo, seguida de la
aparición de la tierra, y de la vegetación. La misma secuencia aparece en otros
textos egipcios que describen el proceso de la Creación. El hijo mayor del
cielo y la tierra, por ejemplo, era Osiris, a quien los egipcios identificaban
con el grano, demostrando nuevamente que la vegetación apareció inmediatamente
después que los cielos y la tierra.
A lo largo de la tradición de la Creación egipcia, la
vegetación aparece inmediatamente después de la división entre los cielos y la
tierra y la reunión de las aguas. Esta es la secuencia que sigue el Génesis, y
muestra el paralelo continuo, acontecimiento tras acontecimiento, entre los
mitos egipcios de la Creación y el relato del Génesis de la Creación.
Mito 9: Dios creó los cuerpos celestes
El Mito: Dijo luego Dios:
«Haya en el firmamento de los cielos luminarias para separar el día de la
noche, y servir de señales a estaciones, días y años; y luzcan en el firmamento
de los cielos para alumbrar la tierra». Y así fue. Hizo Dios las dos grandes
luminarias, la mayor para presidir el día, y la menor para presidir la noche, y
las estrellas; y las puso en el firmamento de los cielos para alumbrar la
tierra y regir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio
Dios que era bueno, y hubo tarde y mañana: día cuarto (Gn 1,14-19).
La
Realidad: Los editores bíblicos comenzaron con la secuencia cronológica
tebana correcta para describir la llegada del Sol, pero luego cambiaron la
narración siguiendo la tradición babilonia para describir la aparición de los
cuerpos celestiales.
El cuarto día de la Creación
aparecen el Sol, la Luna y las estrellas. Al principio la narración describe la
creación de luces en el firmamento (sin especificar de qué luces se trata) para
dividir la noche del día. Esto presenta un enigma ya que el primer día de la
Creación Dios ya había separado la noche del día, las tinieblas de la luz, una
paradoja que se trató anteriormente en el Mito 4. Estas luces sin especificar,
creadas el cuarto día, sirven para una variedad de funciones del calendario,
marcando días, temporadas y años. Luego, tras hablarnos de la función de estas
luces, el Génesis al fin las describe, una luz mayor para gobernar el día y
otra menor para gobernar la noche. Y, casi a modo de ocurrencia, añade, «y las
estrellas».
Estas dos luces principales son el Sol y la Luna. Ya hemos
observado que en la doctrina tebana de la Creación, el Sol aparece en la forma
de Ra como un niño tras los acontecimientos que tuvieron lugar durante la división
de los cielos, la tierra y las aguas y la aparición de la vegetación, y que
coincide con el Génesis. Pero no tenemos ninguna referencia correspondiente
egipcia a la aparición de la Luna y las estrellas en conexión con el Sol. Sólo
sabemos que en el mito tebano, Amón (la divinidad creadora), que aparece en la
forma de Ra (la divinidad creadora hermopolitana), era el responsable de la
organización del proceso creativo restante, incluyendo la aparición de la Luna
y las estrellas.
En algunos textos egipcios, el
Sol y la Luna forman los ojos de Horus (una divinidad solar identificada como
el hijo de Osiris), pero no tenemos ningún relato especialmente útil acerca del
origen de la Luna. Los egipcios consideraban a las estrellas como los
habitantes del más allá y, ya que Osiris (el hijo del cielo y la tierra)
reinaba en el más allá, llamaban a las estrellas «Seguidoras de Osiris».
Mientras que la tradición tebana
sitúa la creación del Sol en el mismo punto secuencial que el Génesis, tenemos
que reconocer que el impulso de la narrativa en el Génesis para el cuarto día
no surge de ideas egipcias. El Sol tiene un papel bastante reducido, colocado a
un nivel equivalente o ligeramente más importante que la Luna y las estrellas,
un concepto que no concuerda con la visión egipcia.
Sin embargo, un pasaje del texto
babilonio de la creación, conocido como Enuma
Elis (Tablilla V), muestra que las ideas babilonias influenciaron la
descripción que se hace en el Génesis. Describe acontecimientos que tuvieron
lugar casi inmediatamente después de que el dios Marduk hubiese matado al
monstruoso Tiamat y formara el cielo y la tierra a partir de sus miembros
seccionados. En el texto aparecen descripciones detalladas acerca de cómo creó
el Sol, la Luna y las estrellas y sus funciones para marcar los periodos de
tiempo. Para citar sólo un pasaje que tiene su paralelo en la descripción
bíblica: «Él hizo que brillara la luna; él le encomendó la noche (a ella). Él
la nombró a ella el ornamento de la noche, para dar a conocer los días».
Comparen este
pasaje con la redacción bíblica: «Hizo Dios las dos grandes luminarias, la
mayor para presidir el día, y la menor para presidir la noche».
Las ideas en ambos pasajes
comparten claramente conceptos comunes, pero la redacción del texto babilonio
refleja la naturaleza politeísta de los mitos. Los hebreos, como habían hecho
con los mitos egipcios, aceptaban la ciencia babilonia, pero separaban a los
dioses de sus funciones. Aun así, podemos ver lo cerca que los hebreos seguían
el modelo babilonio, eliminando las divinidades, pero abrazando su papel como
gobernantes del día y la noche.
Mito 10: De las aguas primitivas surgieron pájaros
El
Mito: Dijo luego Dios: «Rebosen de seres vivos las aguas y vuelen las
aves sobre la tierra debajo del firmamento del cielo» (Gn 1, 20).
La Realidad: El Génesis contiene dos relatos contradictorios
acerca de la aparición de los pájaros, uno que refleja la visión egipcia, y
otro la babilonia.
El quinto día, el Génesis describe
la creación de la vida marina y los pájaros, y dice que los pájaros surgieron
de las aguas. Por otra parte, el segundo relato de la Creación en el Génesis,
atribuido a la fuente J, dice:
«Y el Señor Dios trajo ante el
hombre todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la
tierra» (Gn 2, 19).
¿Los pájaros surgieron de las aguas primitivas o de la
tierra? Una vez más, la Biblia proporciona testimonios contradictorios de un
acontecimiento, reflejando su dependencia de una variedad de materiales procedentes
de distintas perspectivas culturales. El relato de las aguas primitivas
sugiere un origen en una sociedad que considera el agua como fuente de vida,
como en la mitología egipcia. El relato basado en el origen terrenal sugiere
una sociedad en la cual la tierra desempeñaba un papel más importante como
medio de sustento, como en la antigua Babilonia.
En Egipto, el Nilo era una fuente de vida y una gran
variedad de aves acuáticas poblaban sus orillas. Los mitos egipcios asociaban
la inundación con el origen de la vida y varios mitos asocian a las aves
acuáticas con el proceso de la Creación.
Mito 11: Dios creó al hombre y la mujer a imagen
suya
El Mito: Y creó Dios al
hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y mujer (Gn 1,
27).
La Realidad: La idea de
que Dios creó a la humanidad a imagen suya viene de las creencias egipcias
acerca de la relación entre la humanidad y el Creador.
La Biblia dice
que Dios creó al hombre y a la mujer de su propia imagen, pero no explica qué significa
ser creado a imagen de Dios. ¿Comparten la misma forma física o características
físicas tales como la inmortalidad, o sólo algún tipo de similitud espiritual?
No parece tratarse de ninguna de estas posibilidades.
Sabemos por el relato de Adán y Eva
que el conocimiento del bien y del mal (la base fundamental para la similitud
espiritual) y la inmortalidad (una característica física) eran atributos de
Dios y de sus ángeles, pero no eran atributos que se le otorgaran a la
humanidad al principio de su creación. Además, Dios adopta varias formas en la
Biblia, incluyendo un arbusto en llamas y una nube de humo, por citar sólo dos
ejemplos. De modo que Dios y los humanos no compartían una forma física
similar.
Otra pregunta que plantea el
pasaje bíblico está relacionada con el sexo de esta imagen. ¿Era la imagen de
Dios varón o mujer, o ambos? Aunque la traducción inglesa dice al principio que
Dios creó al «hombre» a imagen suya, luego dice «varón y mujer los creó». El
problema reside en que la traducción inglesa no refleja exactamente el texto
hebreo subyacente. El hebreo no dice que Dios creó al «hombre»; dice que creó a
ha-adam, que significa «el adán», y
creó a «el adán» como varón y mujer. Si la palabra hebrea para «hombre» es ish, entonces ¿qué es un adán?
Debajo de la traducción inglesa
yace la idea de que adán significa «hombre», pero en realidad ésta es una
especulación por parte de los eruditos de la Biblia, que dan por sentado que
éste es el significado. Deriva básicamente de un juego de palabras basado en la
creencia de que Adán fue creado de la arcilla.
En hebreo y en otras lenguas semíticas, la palabra para
arcilla es ada-mah, y, puesto que el
Génesis dice que Dios creó al ser que posteriormente se llamó Adán de la
arcilla, los eruditos de la Biblia han dado por sentado que la palabra para
arcilla es una metáfora para hombre.
De hecho, hay un par de referencias no bíblicas para indicar
que este podría ser el caso, pero éstas se limitan a un puñado de nombre
propios hallados en textos en la biblioteca del antiguo Ugarit y que datan del
siglo xiv a.C. No tenemos indicios de ningún uso generalizado en las lenguas
semíticas de la palabra adán con el significado de «hombre».
El problema aquí es que los escribas hebreos adoptaron la
idea de que el hombre fue creado a imagen de Dios a partir de las tradiciones
egipcias. Esa creencia permaneció con los israelitas a lo largo de su
historia, pero debido a que no creían en ninguna forma física para la
representación de una divinidad, cuando el Génesis adoptó su forma escrita
final, el concepto de una «imagen de dios» ya no tenía ningún significado
específico.
Para trazar el concepto hasta sus orígenes, observen la
visión de los egipcios. Los egipcios creían que la humanidad había sido creada
a imagen del Creador y que el Creador tenía características tanto de varón
como de mujer. Un pasaje de un antiguo texto conocido como Enseñanza para Merikare ilustra el primer principio.
Bien cuidada está la humanidad—el ganado de dios.
Él
hizo el cielo y la tierra para ellos
Él
dominó al monstruo marino,
Él
hizo el aliento para que sus narices vivieran.
Ellos
son sus imágenes, que surgieron de su cuerpo.
Debe prestarse
atención al paralelismo con el pasaje bíblico, en el cual se habla no sólo de
que la humanidad está hecha a imagen de Dios, sino que además incorpora tanto
al varón como a la mujer dentro de la imagen.
Por lo visto este texto gozó de
una amplia difusión en Egipto. Su origen se remonta al siglo xx a.C., y la
forma actual del texto aquí citado viene de un papiro escrito durante el
período del Imperio Nuevo, varios siglos después. Los escribas hebreos en
Egipto seguramente conocían las ideas expresadas en él.
Mientras que los egipcios tenían varias ideas acerca de cómo
fueron creados los humanos, esta versión en particular indica que los hombres y
las mujeres eran partes del cuerpo del Creador, y es en este sentido que la
humanidad poseía la imagen de un dios. Varios textos también muestran que el
Creador incorporó características tanto de hombre como de mujer, explicando
cómo las formas de ambos sexos podían tener el mismo origen.
En el esquema hermopolitano, por ejemplo, el Creador estaba
compuesto por cuatro criaturas masculinas y cuatro femeninas como un ente
único. En las tradiciones hermopolitanas y menfitas, Atum, sin necesidad de una
pareja, dio a luz a dos divinidades, Shu mediante un estornudo y Teíhut al
escupirla. Lo hizo, según un texto, tras «haber actuado como marido con mi
puño». A Atum también se le ha conocido como el «Gran El-Ella», Ptah, el
Creador menfita, también exhibe características masculinas y femeninas. Según
un texto:
Ptah-sobre-el Gran-Trono
Ptah-Nun, el padre que creó a Atum;
Ptah-Naunet,
la madre que dio a luz a Atum...
Así, descubrimos que los textos
egipcios muestran al Creador como poseedor de aspectos masculinos y femeninos y
que la humanidad fue creada a imagen suya. Esto se traduce en el Génesis como:
«Y creó Dios al hombre [es decir, los humanos] a imagen suya, a imagen de Dios
lo creó;
y lo creó varón y mujer».
Por ultimo, llegamos a la
cuestión de la identidad de ha-adan,
el ser creado hombre y mujer. Puesto que los nombres de Atum y Adán se pronuncian
de manera casi idéntica, la «d» y la «t» son intercambiables a nivel fonético,
es lógico suponer que «el Adán» se trata de un término colectivo para una
multitud de seres que surgieron de Atum, el Creador heliopolitano.
Mito 12: Dios creó a Adán y Eva el sexto día
El
Mito: Díjose entonces Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo,
sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos
animales se mueven sobre ella». Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen
de Dios lo creó; y los creó varón y mujer...Y vio Dios que era muy bueno cuanto
había hecho, y hubo tarde y mañana: día sexto (Gn 1, 26-27.31)
La
Realidad: El varón y la mujer creados el sexto día de la Creación no
eran Adán y Eva. El relato de Adán y Eva pertenece a una tradición mitológica
distinta a la de los siete días de la Creación.
¿Cuándo creó
Dios a Adán y Eva? Si le preguntan a cualquiera que conozca el libro del
Génesis dirá que aparecieron el sexto día de la Creación. Cuando los redactores
bíblicos editaron la Biblia en su forma actual, querían que el lector creyera
que esto era verdad. Sin embargo, un examen de los versículos bíblicos
relevantes muestra que el hombre y la mujer creados el sexto día no eran Adán y
Eva.
En el primer relato de la
Creación, Dios procedió de manera ordenada a organizar el universo y crear
todas las cosas dentro de él. Durante cada uno de los seis días consecutivos
llevó a cabo varias tareas.
El tercer día creó la vida
vegetal, el cuarto los cuerpos celestiales. Y los días cinco y seis:
Dijo luego Dios: «Hiervan de seres vivos las aguas y vuelen las aves
sobre la tierra y bajo el firmamento del cielo». Y así fue. Y creó Dios grandes
monstruos marinos y todos los animales que se arrastran y que viven en el agua
según su especie, y todas las aves aladas según su especie.
Y vio Dios que era
bueno, y los bendijo, diciendo: «Procread y multiplicaos y henchid las aguas
del mar, y multipliqúense sobre la tierra las aves. Y hubo tarde y mañana: día
quinto.
Dijo luego Dios:
«Produzca la tierra seres animados según su especie, ganados, reptiles y
bestias de la tierra según su especie». Y así fue. Hizo Dios todas las bestias
de la tierra según su especie y todos los reptiles de la tierra según su
especie. Y vio Dios que era bueno.
Díjose entonces Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los
peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las
bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella». Y creó
Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y
mujer; y los bendijo diciéndoles: «Procread y multiplicaos, y henchid la
tierra; sometedla y dominad los peces del mar, las aves del cielo y los ganados
y todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra» (Gn 1, 20-28).
Observen la secuencia de los acontecimientos.
Dios crea la vida vegetal y luego los cuerpos celestiales, a continuación la
vida acuática y los pájaros, luego las bestias, el ganado y los reptiles, y
por fin al hombre y la mujer. Los lectores, por rutina, dan por sentado que el
hombre y a la mujer eran Adán y Eva, pero veamos lo que dice realmente la
Biblia.
Adán y Eva pertenecen al segundo relato de la Creación.
Aparecen por primera vez en el segundo capítulo del Génesis.
Éste es el origen de los cielos y la tierra cuando fueron creados. Al
tiempo de hacer el Señor Dios la tierra y los cielos, no había aún arbusto
alguno en el campo, ni germinaba la tierra de hierbas, por no haber todavía
llovido el Señor Dios sobre la tierra, ni haber todavía hombre que la labrase,
ni vapor acuoso que subiera de la tierra para regar toda la superficie
cultivable. Modeló el Señor Dios al hombre de la arcilla y le inspiró en el
rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado. Plantó luego el Señor
Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara (Gn
2, 4-8).
Mientras que este pasaje nos dice
exactamente cuando este hombre apareció, la mayoría de personas que lo hayan
leído ignoran el significado del texto. Este hombre apareció «al tiempo de hacer el Señor Dios la tierra
y los cielos» y antes de eso no había vegetación alguna sobre la tierra.
¿Cuándo exactamente sucedió eso?
En la versión actual del Génesis,
esto tuvo lugar en algún momento del tercer día de la Creación. Según Génesis
1,6-13, Dios creó el cielo el segundo día y la tierra y la vegetación el tercer
día. Esto sitúa a Adán en medio del tercer día, después de la creación del
cielo y de la tierra y antes de la vegetación (posteriormente, en el estudio
del Mito 14, veremos que el cielo fue creado el segundo día, y fue entonces
cuando apareció Adán). Por lo tanto, si Adán apareció el tercer (o segundo) día
de la Creación, entonces no podía ser el hombre que fue creado el sexto día.
Pero, ¿qué pasa con Eva? Tras la creación de Adán, la
historia se desplaza hacia acontecimientos en el jardín del Edén. Sabemos de
la plantación de árboles, sobre todo los árboles de la ciencia del bien y del
mal y del árbol de la vida, y sabemos algunos detalles geográficos sobre el
jardín, pero nada todavía sobre una mujer. Entonces:
Y
se dijo el Señor Dios «No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una
ayuda proporcionada a él». Y el Señor Dios trajo ante el hombre todos cuantos
animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese
cómo los llamaría, y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les
diera. Y dio el hombre nombre a todos los ganados, y a todas las aves del
cielo, y a todas las bestias del campo; pero entre todos ellos no había para el
hombre ayuda semejante a él (Gn 2, 18-19).
Las bestias y las aves no pudieron
con la soledad de Adán. El hombre seguía estando solo. El hombre necesitaba
otra «ayuda proporcionada» y Dios se puso manos a la obra para arreglar la
situación.
Hizo pues, el Señor Dios caer sobre el hombre un profundo sopor;
y dormido,
tomó una de sus costillas y cerró ese lugar con carne, y de la costilla que del
hombre tomara, formó el Señor Dios a la mujer, y se la presentó al hombre (Gn
2, 21-22).
En un testimonio anterior, Dios
creó al hombre y a la mujer a la vez en el sexto día, ambos tras la aparición
de la vegetación y los animales. Pero en el relato de Adán y Eva, Dios creó al
varón (Adán) antes de la aparición de la vegetación y los animales, y creó a
Eva después de esos acontecimientos.
Al efectuar una lectura sencilla y
lógica del Génesis, vemos que Adán y Eva no pueden ser el hombre y la mujer
creados el sexto día de la Creación. Pero si Dios creó a Adán el tercer (o
segundo) día y creó al hombre y la mujer a imagen de Dios el sexto día,
¿quiénes fueron los primeros humanos, Adán y Eva o el varón y la mujer del
sexto día? Responderemos a esta pregunta en nuestro estudio del Mito 16.
Mito 13: Dios otorgó al hombre el dominio sobre las
criaturas
El Mito: « ...para que
domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y
sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre
ella». Dijo también Dios: «Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre la
faz de la tierra toda, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que
todos os sirvan de alimento. También a todos los animales de la tierra, y a
todas las aves del cielo, y a todos los seres vivientes que sobre la tierra
están y se mueven les doy para comida cuanto de verde hierba la tierra produce»
(Gn 1, 26.29-30).
La Realidad: El otorgar
al hombre el dominio sobre la vida en la tierra deriva de los mitos egipcios
sobre la relación entre los dioses y la humanidad.
En el relato de la Creación en el
Génesis, Dios le otorga a la humanidad el dominio sobre los seres vivos de la
tierra, las criaturas y las plantas para utilizarlas y alimentarse. Observen
que, al hacerle este regalo, Dios permite al hombre comer de cada árbol, libre
de las restricciones impuestas en el relato de Adán y Eva. Estos pasajes del
Génesis muestran una relación de mutua benevolencia y amistad entre Dios y la
humanidad.
Dicha visión difiere sustancialmente de la que aparece en la
literatura mesopotámica. Aquí, mientras que en ocasiones una divinidad u otra
en particular prefiere a algún ser humano en especial, los dioses en general
tienen una opinión negativa de la humanidad y la ven más como una servidumbre
cuya finalidad es hacer la vida más agradable a los dioses. En el mito
babilonio de la inundación, por ejemplo, los dioses decretan la destrucción de
la humanidad porque es demasiado ruidosa.
En contrapartida, los textos egipcios retratan de manera más
positiva la relación entre los dioses y la humanidad. La Enseñanza para Merikare lo ilustra bastante bien.
Bien cuidada está la
humanidad, el ganado de dios.
Él
hizo el cielo y la tierra para ellos
Él
dominó al monstruo marino,
Él
creó el aliento para que pudieran respirar.
Ellos
son sus imágenes, que surgieron de su cuerpo,
Él
brilla en el cielo para ellos;
Para
ellos él hizo las plantas y el ganado, las aves, y los peces para alimentarlos.
Este consejo lo ofreció un rey de
la Novena Dinastía (h. 2200 a.C.) a su hijo. Tales sentimientos filosóficos
datarían de antes del Éxodo y coinciden con la presencia de Israel en Egipto,
lo cual sugiere que esta visión podría haber tenido un fuerte impacto literario
sobre los hebreos. Ciertamente, la última frase es casi idéntica a uno de los
versículos de la sección del Génesis que estamos comentando.
Mito 14 El tercer día Dios creó la tierra
El
Mito: Y a lo seco llamó Dios tierra, y a la reunión de las aguas,
mares. Y vio Dios que era bueno... y hubo tarde y mañana: día tercero (Gn
1,10.13).
La Realidad: Dios reunió
las aguas y creó la tierra seca el segundo día de la Creación.
Según el Génesis, en el tercer día
de la Creación Dios reunió las aguas primitivas y creó la tierra seca. A esta
tierra seca la llamó «tierra». Ya hemos visto que esta historia constituye una
parte del mito egipcio de la Creación. Pero existe otro problema, mientras que
el Génesis sitúa este acontecimiento el tercer día, una cuidadosa lectura del
relato de la Creación en el Génesis indica que el redactor bíblico cometió un
error y que este acontecimiento, en el testimonio original del Génesis, tuvo
lugar el segundo día.
La Biblia, como muchos textos antiguos, a menudo utiliza
fórmulas literarias, frases cortas que el escriba emplea, ya sea como una
expresión idiomática, o para indicar algo acerca de la naturaleza del texto.
Estas fórmulas textuales suelen aparecer como elementos en un listado, donde
dividen las listas en secciones, como se solía hacer en los antiguos listados
de reyes. Las historias bíblicas de los reyes de Israel y Judá ilustran esta
técnica. Al final de cada historia, el escriba bíblico solía añadir la siguiente
frase (o una versión ligeramente modificada de la misma): «Y los demás actos de
[nombre del rey], y todo lo que realizó, y sus [atributos asociados al rey],
¿acaso no aparecen escritos en el libro de [fuente de origen]?
La Biblia contiene numerosas fórmulas textuales de este
tipo. En ocasiones, por ejemplo, introduce una sección de narrativa
diciéndonos » Esta es la descendencia de...« en la cual el material describe
los acontecimientos asociados a una familia específica. El relato de la
Creación en el Génesis también hace uso de una fórmula textual.
Al final de las actividades de cada
día, a excepción del segundo día, Dios repasaba lo que había hecho y entonces
decía «que era bueno». El séptimo día Dios descansó, por lo tanto no realizó
ningún acto que tuviera que declarar que era bueno.
La narrativa, sin embargo, le hace bendecir y santificar el
último día. El tercer y sexto día, empero, Dios también declara algo que era
bueno en la mitad del día. Consideraremos la primera declaración del mediodía
en este estudio, y cuando estudiemos el Mito 15 consideraremos la segunda.
La frase «que era bueno» constituye una formula textual. Su
colocación al final de las actividades de cada día sirve para indicar que las
acciones del día se habían completado y que a Dios le agradaba lo que veía.
Así, ¿por qué no hay una declaración de este tipo al final del segundo día, y
por qué en el tercer día aparecen dos declaraciones de este tipo?
La declaración del mediodía en el tercer día tiene lugar
después de que Dios ha reunido las aguas y creado la tierra seca. La segunda
declaración de ese día sucede después de que Dios ha creado la vegetación. Este
arreglo textual es confuso.
La mayoría de eruditos de la Biblia aceptan que el relato de
la Creación es mitológico, pero no ofrecen ninguna explicación útil de por qué
los escribas bíblicos omitieron la formula textual el segundo día y la introdujeron
dos veces el tercer día. Muchos intérpretes religiosos ortodoxos, por otra
parte, sugieren que Dios tuvo la intención de reunir las aguas y crear la
tierra seca el segundo día, tras levantar el firmamento, pero no tuvo tiempo de
concluir la tarea. Por lo tanto, reservó la bendición hasta después de
concluir la tarea el siguiente día.
Aunque esta explicación adopta una interpretación literal
del día como una duración fija del tiempo, pasa por alto la omnipotencia de
Dios y que las tareas en cuestión eran bastante menos arduas que, digamos,
crear el Sol o cualquier otra estrella, lo cual requeriría mucha más energía
que el simple levantamiento del firmamento o la reunión de las aguas en la
diminuta tierra. Aun así, Dios creó todas las estrellas, además de los planetas
y la Luna en un sólo día.
La solución evidente a esta paradoja es que los redactores
bíblicos cometieron un error, el equivalente a un trabajo de cortar y pegar mal
hecho. Ya que la bendición para el segundo día no ocurre hasta la mitad del
tercer día, parece razonable concluir que la reunión de las aguas era parte de
los acontecimientos del segundo día, un seguimiento lógico al levantamiento del
firmamento en medio de las aguas. El redactor bíblico
creería que la tierra seca que
surge concuerda lógicamente con la aparición de la vegetación, así que de
manera prematura insertó un paréntesis en el segundo día y traspasó los
acontecimientos del segundo día al tercero. Pero no era libre de insertar una
bendición en el punto donde concluye el segundo día. En cambio, dejó la
bendición donde estaba tal y como aparecía en el texto original, después de la
reunión de las aguas.
Al trasladar el relato de la aparición de la tierra seca al
segundo día, resolvemos el problema de la bendición que falta. Dicha
restauración sitúa la formula textual al final de los acontecimientos de cada
día, donde pertenece.
Mito 15: El séptimo día Dios descansó
El Mito: .. .y bendijo al día séptimo y lo
santificó, porque en él descansó Dios de cuanto había creado y hecho (Gn 2,
3).
La Realidad: En el relato
original de la Creación en el Génesis, Dios no descansó el séptimo día, pero sí
creó la humanidad ese día.
Tal y como descubrimos en el
estudio del Mito 14, la narrativa bíblica incluye una formula textual que marca
el final de las actividades diarias. Vimos que en la versión actual del
Génesis, el escriba omite la bendición del final del segundo día, pero inserta
una en medio del tercer día, que es el resultado de un error del escriba. Al
trasladar los acontecimientos de la primera mitad del tercer día a la segunda
mitad del segundo día, se restaura la concordancia lógica y textual en el
Génesis. Dicho arreglo provoca que cada uno de los seis días acabe con una
bendición, pero sigue dejando una bendición de más en el medio del sexto día.
Aquella bendición ocurre después de la creación de las
bestias y los reptiles y antes de la creación de los humanos. Una segunda
bendición tiene lugar tras la creación de la humanidad. Siguiendo la lógica de
la formula textual, deberíamos concluir que en la fuente original para el
relato de la Creación, las bestias y el hombre fueron creados en días separados.
Esto desplazaría la aparición de la raza humana hasta el séptimo día y trasladaría
el día de descanso de Dios al octavo día.
El descanso del sábado, el séptimo día de la semana
(contando desde el domingo, al modo inglés), constituye una de las tradiciones
más sagradas de la civilización occidental. Pero si Dios descansó el octavo
día, y no el séptimo, entonces la práctica se deriva de un error del escriba.
La idea de un descanso en sábado parece ser de origen latino
tardío. Hay escasas evidencias de que el antiguo Israel lo pusiera en practica
realmente. La Biblia no recoge ninguna observación de este tipo en ninguna
parte del relato de Israel anterior al Éxodo de Egipto. Es verdad que en el
relato del Éxodo algunos pasajes bíblicos incluyen un mandamiento de Dios para
que se observe el sábado, pero podría tratarse de versículos posteriores.
De hecho, el Deuteronomio 5, 15,
que refleja los puntos de vista del rey Josías poco antes del cautiverio
babilonio, dice que Dios le dio a Israel el mandamiento del sábado no porque él
descansara el séptimo día, sino a modo de recordatorio de que salvó a Israel de
la esclavitud en Egipto:
Acuérdate, de
que siervo fuiste en la tierra de Egipto, y de que el Señor, tu Dios, te Sacó
de allí con mano fuerte y brazo tendido; y por eso el Señor, tu Dios, te manda
guardar el sábado.
Incluso después del Éxodo y hasta
el período monárquico tardío, la Biblia se mantiene prácticamente en silencio
acerca de la observación del sábado.
Por estas razones, es probable que la idea de un sábado el
séptimo día apareciera tarde en la historia de Israel. El concepto pudo haberse
originado en Babilonia, donde ciertos días del mes —7,14,19, 21 y 28— eran
considerados nefastos, y los babilonios creían que no se debía desarrollar
ningún trabajo ni ningún sacrificio durante esos días. Al no conformarse con un
ciclo de siete días perfectamente repetitivo, la tradición babilonia recoge las
semillas de un ciclo de siete días, en el que es nefasto cada séptimo día del
mes. O bien, la idea podía haberse recogido de las tradiciones agrícolas
cananeas. En cualquier caso, pudo haber sido recogida del relato original de la
Creación, porque el día santificado habría sido el octavo del ciclo de la
Creación.
Mito 16: Después de la Creación Dios descansó
El Mito: Y rematada en el
día sexto toda la obra que había hecho, descansó Dios el séptimo día de cuanto
hiciera; y bendijo el día séptimo y lo santificó, porque en él descansó Dios de
cuanto había creado y hecho (Gn2,2-3).
La Realidad: Dios no se
tomó un día de descanso.
Tanto si Dios
santificó el séptimo día como el octavo, debemos continuar preguntándonos si
Dios realmente descansó en este día santificado. Después de todo, ¿qué
necesidad tiene una divinidad omnipotente de estar por ahí relajándose?
Una lectura cuidadosa del texto
bíblico parece contradecir la idea de un día de descanso. Dice «descansó Dios
el séptimo día de cuanto hiciera». Pero si la creación de la humanidad
constituía el acto final en este enorme esquema de acontecimientos, la Biblia
debería decir que Dios terminó su labor el sexto día, el día de la conclusión.
En cambio, el texto dice que terminó el trabajo el séptimo día.
El texto sugiere que Dios llevó a
cabo obras adicionales después de crear la humanidad. La referencia a la
finalización de los trabajos el séptimo día podría ser el resultado de una
edición descuidada del relato original, en el cual Dios creó la humanidad el
séptimo día en vez del sexto.
Este error sigue de cerca los
esfuerzos por crear un sábado el séptimo día. Para poder incluir un día de
descanso para Dios, los escribas de la Biblia tuvieron que combinar los
acontecimientos de los días sexto (animales) y séptimo (humanidad). Al
hacerlo, el escriba pasó por alto esta fra-secilla: «Y el séptimo día Dios
remató el trabajo que había hecho». El escriba se olvidó de trasladar esas
palabras al final del sexto día tras combinar las actividades del séptimo día
con los acontecimientos del sexto día.
Puede existir un precedente en
Oriente Próximo para la creencia de que el sábado y el día de descanso están
inextricablemente unidos. Una explicación probable proviene de Enuma Elísh, la épica babilonia de la
Creación. En ella, Marduk, quien al derrotar a sus enemigos se convierte
en la divinidad principal de
Babilonia, llama al dios Kingsu, uno de los líderes de la oposición, y como
castigo lo corta en trozos. A partir de su sangre crea la humanidad, y Marduk
impone sobre los humanos el deber de servir a los dioses. En un pasaje que
suena a un eco de la afirmación bíblica de que Dios descansó tras la creación
de la humanidad, encontramos lo siguiente:
Él que levantó el yugo impuesto sobre los dioses, sus enemigos;
Él
que creó a la humanidad para liberarlos;
Que sus palabras
perduren y no sean olvidadas En la boca de la humanidad, que fue creada por sus
manos.
En otras palabras, después de que
Marduk creara la humanidad, los dioses pudieron descansar. Esta tradición
babilonia es comparable al relato bíblico. Ambos relatos muestran a los dioses
descansando tras la creación de los humanos. En el relato babilonio, Marduk
crea a los humanos para que sean los siervos de los dioses, liberando a éstos
de sus labores. En el Génesis, Dios descansó tras la creación de los humanos,
pero no condenó a la humanidad a la servidumbre. Claro que la tradición
bíblica posterior mantiene que Dios e Israel tenían una alianza especial, en
la cual Israel se dedicaba a servir a Dios.
Aunque en el relato babilonio los humanos no descansan junto
con los dioses, tal y como se les manda a los hebreos en los Diez Mandamientos,
el relato de la Creación en el Génesis sólo habla del descanso de Dios y no
dice nada de que los hombres se abstengan de trabajar. La idea de que la
humanidad debía descansar entró en la tradición bíblica mucho más tarde, tal
vez no antes del siglo vil a.C.
Mito 17: El cielo y la tierra tuvieron hijos
El Mito: Éstas son las
generaciones del cielo y de la tierra cuando fueron creados. El día en que el
Señor Dios creó la tierra y el cielo, no había aún arbusto alguno en el campo,
ni germinaban de la tierra hierbas, por no haber todavía llovido el Señor Dios
sobre ésta, ni haber todavía hombre que la labrase, ni vapor acuoso que
subiera de la tierra para regar toda la superficie cultivable (Gn 2, 4-6).
La Realidad: En el
segundo relato de la Creación, el cielo y la tierra son divinidades, una esposa
y un marido capaces de tener hijos.
El segundo relato de la Creación
comienza en Génesis 2, 4 con la frase:
«Éstas son las generaciones del cielo y de la tierra»
(versión del rey Jacobo). Las primeras palabras son una formula textual
utilizada en el Génesis en diez ocasiones, y una sola vez fuera del Génesis (Rt
4, 18). En todas estas instancias, a excepción de Génesis 2, 4, la fórmula
sirve para introducir narraciones sobre familias, como por ejemplo: «Éstos son
los descendientes de Isaac», o «Éstas son las generaciones de Jacob». En cada
una de estas instancias, lo que sigue son narraciones acerca de los padres y
sus hijos y los acontecimientos de sus vidas. No existe ninguna razón lógica para
pensar que haya otra interpretación distinta adherida a Génesis 2,4.
La primera frase, por lo tanto, significa que lo que sigue
son relatos sobre la familia del cielo y de la tierra y sus hijos. En otras
palabras, el segundo relato de la Creación es una vuelta a un relato anterior y
politeísta de la Creación, en el que el cielo y la tierra son seres cósmicos,
divinidades capaces de tener hijos.
Esta conclusión molesta a los teólogos porque contradice la
idea de que la Biblia es un tratado monoteísta. En consecuencia, reinterpretan
el pasaje para reflejar su propio punto de vista religioso. Argumentan que lo
que sigue son sólo relatos que tienen lugar después de la Creación. Esto no
sólo malinterpreta el sentido simple y claro, sino que también da lugar a otro
obstáculo. Los relatos no suceden después de la Creación, sino durante la
misma; el segundo día, para ser exactos.
Tal y como dice el resto del pasaje, los relatos sobre el
cielo y la tierra suceden «el día en que el Señor Dios creó la tierra y el
cielo» y antes de la aparición de la vegetación. En nuestro estudio del Mito
14, tras reconstruir la secuencia original de la Creación, descubrimos que el
cielo y la tierra fueron creados el segundo día y la vegetación el tercero. El
día que Dios creó el cielo y la tierra corresponde al segundo día de la
Creación.
Esto establece una unión entre el
primer y segundo relato de la Creación en el Génesis. En el primer relato de la
Creación, los acontecimientos del segundo día estaban basados en el mito heliopolitano
de la Creación, la aparición de Atum como un firmamento en las aguas, la
separación del cielo y la tierra y la reunión de las aguas. En ese relato, el
editor del Génesis despojó a las personas de las divinidades egipcias y dejó
sólo los fenómenos naturales que éstas representaban. Ocurrió algo más en el
segundo relato de la Creación. Como veremos en el estudio de algunos de los
siguientes mitos, los editores bíblicos han conservado algunas de las personas
de las divinidades egipcias, pero las han retratado como humanos y han
eliminado su identificación con fenómenos naturales. Pero, en ocasiones, han
cometido errores y no han reconocido todas las asociaciones anteriores, por
ejemplo, al dejar una referencia a «las generaciones del cielo y de la tierra».
Mito 18: Adán y Eva fueron los primeros humanos
El Mito: Este es el
libro de la descendencia de Adán. Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a imagen
suya. Los hizo varón y mujer, y los bendijo, y les dio, al crearlos, el nombre
de Adán. Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró un hijo a su imagen y
semejanza, y lo llamó Set; vivió Adán después de engendrar a Set ochocientos
años, y engendró hijos e hijas. Fueron todos los días de la vida de Adán
novecientos treinta años, y murió (Gn 5, 1-5).
La Realidad: Adán y Eva
son las divinidades egipcias Geb (la tierra) y Nut (el cielo). Sus hijos son
los hijos de la tierra y el cielo.
Al principio
del segundo relato de la Creación en el Génesis, nos cuentan que las historias
que siguen son sobre la familia del cielo y la tierra (véase Mito 17). Los
personajes principales en esos relatos son Adán y Eva y sus hijos, Caín y Abel,
lo cual sugiere que la familia de Adán es la familia del cielo y la tierra.
Al principio, la Biblia se
refiere a Adán y Eva como «el Adán» (véase Mito 11) y a Eva como «la mujer».
Durante el transcurso de la narración, tiene lugar una sutil transformación en
la terminología y estos son conocidos como Adán y Eva. Aunque se sugiere en
estos primeros relatos que Adán y Eva fueron los primeros humanos, hasta
Génesis 5, 1 no se produce una conexión directa. En ese momento, la Biblia
presenta la primera de varias genealogías que colocan a Adán como el antecesor
de la raza humana, trazando una línea de descenso que pasa por Noé hasta los
patriarcas bíblicos.
En el Mito 12 vimos que Adán y
Eva no eran los mismos humanos creados el sexto día. Ellos fueron creados «al
tiempo de hacer el Señor Dios la tierra y los cielos», lo cual tuvo lugar el
segundo día. ¿Fueron ellos unos humanos distintos a los creados el sexto día, o
fueron originariamente algún tipo de divinidades cósmicas?
En el mito babilonio de la
Creación, los cielos y la tierra eran las mitades seccionadas de un monstruo
muerto conocido como Tiamat. Puesto que estos dos trozos de cuerpo sin vida no
engendraron a ningún hijo, el mito babilonio no puede servir como prototipo
para la narración bíblica.
Sin embargo, si analizamos el mito heliopolitano de la
Creación, encontraremos parte del material de origen para el segundo relato de
la Creación.
Según los heliopolitanos, Geb (la tierra) y Nut (el cielo)
tuvieron tres hijos, Osiris, Set y Horus, y dos hijas.
Las relaciones entre los miembros de esta familia
protagonizaban un papel importante en la mitología egipcia. Un relato cuenta cómo
Geb (la tierra) y Nut (el cielo) desobedecieron a la divinidad principal y de
cómo ésta castigó a Nut con dificultades para dar a luz. Otro cuenta cómo Shu
(el firmamento, hijo de Atum y padre de Geb) extrajo a Nut del cuerpo de Geb y
separó el cielo de la tierra. Y una tercera explica cómo uno de los hermanos
mató al otro hermano, y de cómo el tercer hermano fundó la línea de los
herederos legítimos al trono egipcio.
A muchos de los que conocen el relato de Adán y Eva
probablemente estarán familiarizados con estas tramas. Dios separó a Eva del
cuerpo de Adán; los dos desobedecieron la orden de Dios; Dios castigó a Eva con
dificultades para dar a luz; Adán y Eva tuvieron tres hijos, Caín, Abel y Set,
de los cuales uno, Caín, asesinó a otro hermano, Abel y el tercero fundó la
línea de descendientes desde Adán hasta Abraham.
Los dos esquemas genealógicos coinciden tanto que uno no
puede llegar a otra conclusión: el Génesis recibió la influencia del modelo
egipcio. Esto significa que Adán y Eva tuvieron una encarnación original como
las divinidades egipcias Geb, Nut y sus tres hijos, Caín, Abel y Set, en correspondencia
con los tres hijos de Geb y Nut, Osiris, Horus y Set.
Los editores posteriores de la Biblia, sin embargo, tuvieron
problemas a la hora de presentar estos relatos sobre las antiguas divinidades
egipcias. Por una parte, los hebreos eran monoteístas y no creían en estos
dioses; por otra parte, estos relatos tenían una gran difusión y eran muy
conocidos. Los editores de la Biblia decidieron desmitifícar las divinidades y
reescribir los relatos como si trataran sobre humanos en vez de dioses.
Por consiguiente, cuando intentaron integrar los dos relatos
bíblicos de la Creación en un único relato continuo, tuvieron que cambiar los
relatos para dar a entender que Adán y Eva eran los primeros humanos, idénticos
a los humanos nacidos el sexto día. Esta interpretación ha ejercido una gran
influencia a lo largo de la historia sobre los teólogos judíos y los teólogos
cristianos.
Sin embargo, a pesar de los
hábiles y exitosos esfuerzos de los editores, continuamos viendo una gran
cantidad del simbolismo mitológico original.
Mito 19: Dios formó a Adán de la arcilla
El Mito: Y modeló el
Señor Dios al hombre de la arcilla y le insufló en las narices el aliento de la
vida, y fue así el hombre ser animado (Gn 2, 7).
La Realidad: Los editores
de la Biblia confundieron el nacimiento de Atum (la divinidad creadora
heliopolitana) en la mitología egipcia con el nacimiento del primer ser humano.
El Génesis dice que Dios creó al
primer hombre de arcilla de la tierra y le insufló la vida soplándole por la
nariz. Los mitos mesopotámicos hacen unas declaraciones similares, pero se
distinguen del Génesis en dos detalles significativos: 1) los dioses crearon
al hombre a partir de una mezcla de arcilla y sangre de una divinidad muerta, y
2) no le inspiraron el aliento divino. Así, aunque el relato mesopotámico
podría haber tenido una influencia sobre el relato bíblico, los detalles
indican lo contrario.
En los mitos egipcios encontramos un paralelismo más próximo
al relato bíblico. Mientras que los egipcios tienen varios relatos inconsistentes
acerca de la creación de la humanidad, no se excluyen mutuamente. Las distintas
porciones de la humanidad podrían haber sido creadas en distintas ocasiones
mediante métodos diferentes. Sin embargo, en la mayoría de versiones, los
dioses crearon la humanidad a través de algún proceso de esculpido. Según una
conocida tradición, el dios Khnum crea a la humanidad en una rueda de alfarero,
señalando un origen a base de arcilla, como en el Génesis. En otra versión, el
dios artesano Ptah crea al hombre, aunque no se describe el proceso.
Además del proceso del esculpido, una parte esencial de la
creencia egipcia sobre la vida es que ésta viene insuflada por las narices, tal
y como indica el relato del Génesis. En el «Texto de los Sarcófagos 80», por
ejemplo, Atum (el Creador) dio a luz a Shu (el firmamento) a través de sus
narices e identificó a Shu como la fuerza vital. En ese mismo texto, Nun, (una
personificación de la inundación) le dice a Atum que acerque a su hija a sus
narices para que su corazón viva. Y en otra parte de ese texto, Shu, la fuerza
vital, dice:
Yo los guiaré y les
daré la vida,
a
través de mi boca, que es la Vida en sus narices,
guiaré
mi aliento hacia sus gargantas...
Estas
tradiciones egipcias muestran varios paralelismos con el relato del Génesis, en
el cual el hombre es creado a partir de la tierra y Dios sopla la vida a través
de sus narices. Pero, probablemente, la influencia más importante sobre el
Génesis fue el nacimiento de Atum. En el mito helio-politano de la Creación,
que yace tras los relatos de Adán y Eva, el primer ser fue Atum, cuyo nombre es
fonéticamente idéntico al de Adán. Atum fue formado de la primera tierra que
surgió de las aguas primitivas. Era literalmente una figura hecha de la arcilla
de la tierra. Además, como Adán, la primera hembra nació de él sin que hubiera
relaciones sexuales con una mujer.
Tal y como vimos en el Mito 11,
cuando la Biblia dice que Dios creó al hombre de la arcilla de la tierra, la
frase traducida como «hombre» es en realidad ha-adam, el Adán, y el término es una forma plural que incorpora
tanto al varón como a la mujer: «Hízolos macho y hembra, y los bendijo, y les
dio, al crearlos, el nombre de Adán» (Gn 5, 2).
El nombre Atum también posee un
sentido plural, que comprende tanto al macho como a la hembra. Significa «aquel
que se completa absorbiendo a otros», y los otros son los miembros machos y
hembras de la Enéada.
Ya que los relatos de Adán y Eva
se derivan en parte del mito heliopo-litano de la Creación, los numerosos
paralelismos entre Atum y Adán indican que originariamente los escribas hebreos
nombraron al primer ser Atum, como el primer ser del relato heliopolitano.
Posteriormente, debido a la confusión entre Atum y la palabra semítica para
«suelo», ada-mah, el nombre del
primer ser se convirtió en Adán.
Mito 20: Dios plantó el árbol de la vida y el árbol
de la ciencia del bien y del mal
El Mito: Plantó
luego el Señor Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a
quien formara. Hizo el Señor Dios brotar en él de la tierra toda clase de
árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el
árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2, 8-9).
La Realidad: Estos dos
árboles especiales son representaciones simbólicas de las divinidades egipcias
Shu y Tefnut.
En el jardín
del Edén Dios plantó dos árboles, el árbol de la ciencia del bien y del mal, y
el árbol de la vida. Comiendo del primero se obtenía el conocimiento moral; al
comer del segundo se obtenía la vida eterna. También colocó al hombre en ese
jardín para que cuidara de las plantas, pero le dijo que no debía comer del
árbol de la ciencia (y así convertirse en conocedor de la moral). En cuanto a
comer del árbol de la vida, Dios no dijo nada: «pero del árbol de la ciencia
del cien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás» (Gn 2, 17).
Más tarde, la supuestamente malvada
serpiente le dijo a Eva que la amenaza de Dios era inútil.
Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del
campo hiciera el Señor Dios, dijo a la mujer: «¿Conque os ha mandado Dios que
no comáis de los árboles todos del paraíso?» Y respondió la mujer a la
serpiente: «Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del
que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: «No comáis de él, ni lo
toquéis siquiera, no vayáis a morir». Y dijo la serpiente a la mujer: «No, no
moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y
seréis como Dios, conocedores del bien y del mal». (Gn 3, 1-5)
Adán y Eva
no murieron al comer del árbol. Ciertamente, Dios temía que a continuación
comieran del árbol de la vida y obtendrían la inmortalidad.
Dijese el Señor Dios: «He alhí al hombre heho como uno de
nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al
árbol de la vida, y comiendo de el, viva para siempre» (Gn 3, 22).
¿Por qué
temía Dios que Adán y Eva supieran de la inmortalidad y se convirtieran en
divinidades? ¿Y por qué temía que se volvieran inmortales? Como una divinidad
todopoderosa, él podría dar marcha atrás a la causa-efecto y devolver las cosas
a su estado anterior. ¿Y quién es este «nosotros» al que se dirige? (véase el
Mito 25 para saber la respuesta). Las respuestas se pueden encontrar en los
textos y tradiciones egipcias.
El «Texto de los Sarcófagos 80»
contiene una extensa presentación filosófica del mito heliopolitano de la
Creación, y contiene algunos pasajes interesantes que no se han tenido en
cuenta acerca de la vida y la moralidad. Las partes más significativas para
nuestros propósitos tienen que ver con los hijos de Atum, el Creador.
Los dos hijos de Atum son Shu y
Tefnut, y en este texto Shu es identificado como el principio de la vida y
Tefnut como el principio del orden moral, un concepto al que los egipcios se
refieren como maat. Estos son los dos
principios asociados con los dos árboles especiales en el jardín del Edén, el
árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
El texto egipcio no sólo identifica
estos dos mismos principios como descendientes de la divinidad Creadora, sino
que el texto continúa, diciendo que Atum (a quien los editores de la Biblia
habían confundido con Adán, véase el Mito 19) recibe instrucciones de comerse a
su hija, la cual representa el principio del orden moral.
De tu hija Orden comerás. («Texto de los Sarcófagos 80,
línea 63»)
Aquí tenemos
una extraña correlación. Tanto el mito egipcio como el Génesis nos dicen que la
divinidad principal creó dos principios fundamentales, la vida y el orden
moral. En el mito egipcio, Atum debe comer del orden moral, pero en el Génesis,
a Adán se le prohibe comer de este orden. El motivo por el cual Dios prohibió a
Adán comer del árbol de la ciencia del bien y del mal se explica en el Mito 21.
También cabe destacar que el tema
de la «serpiente en el árbol» asociado con el relato de Adán y Eva proviene
directamente del arte egipcio. Los egipcios creían que Ra, el dios del Sol que
rodeaba la tierra cada día, mantenía una pelea nocturna con la serpiente
Apofis y la derrotaba cada noche.
Varias pinturas egipcias muestran
una escena en la que Ra, que aparece con la forma de «Mau. el Gran Felino de
Heliopolis», se sienta ante un árbol mientras la serpiente Apofis se enrosca
alrededor del árbol, en una imagen paralela a la rivalidad entre Adán y la
serpiente del árbol en el jardín del Edén. Cuando Israel residía en Egipto,
las imágenes de Ra y Atum estaban muy asociadas, y de hecho, los egipcios
reconocían a una divinidad compuesta llamada Atum-Ra. Al reemplazar a Re con
Atum en el tema de la «serpiente en el árbol», la imagen se acerca todavía más
al relato bíblico, que confundía a Atum con Adán.
Mito 21 Adán moriría si comía del árbol de la
ciencia
El Mito: Pero del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de el
comieres, ciertamente morirás (Gn 2, 17).
La Realidad: El objetivo
de esta historia es condenar la idea egipcia de que el conocimiento del orden
moral lleva a la vida eterna, que discrepaba con las enseñanzas monoteístas
hebreas.
En el mito
anterior vimos que las ideas egipcias sobre la relación entre el orden moral y
la vida eterna yacían tras el relato bíblico del árbol de la ciencia del bien y
del mal y el árbol de la vida. Sin embargo, a pesar los paralelismos cercanos
entre ambas descripciones, existe un fuerte conflicto. En el texto egipcio,
Nun (la personificación de la gran inundación) incitaba a Atum (el Creador) a
comerse a su hija Tefnut, para obtener acceso al conocimiento del orden moral.
En el Génesis, Dios prohibe a Adán que coma del árbol de la ciencia del bien y
del mal, negándole el acceso al conocimiento moral.
Esta incongruencia aparece en medio
del enigma moral en el relato bíblico. Parece que Dios mienta y que la
serpiente diga la verdad. En principio, Dios ordena a Adán que no coma del
árbol de la ciencia, diciéndole que morirá el mismo día que lo haga. Pero, tras
comer de ese árbol, Adán no sólo vive (durante otros novecientos años), sino
que Dios teme que éste obtenga la vida eterna si come del árbol de la vida, y
es necesario expulsarlo del jardín del Edén.
Si el Génesis se inspira en la
doctrina egipcia, ¿por qué el relato bíblico adopta un giro tan radical cuando
se trata de comer del árbol de la ciencia? Esa divergencia entre los dos
relatos se deriva de las diferencias fundamentales entre las creencias hebreas
y egipcias acerca de la ultratumba.
Eos egipcios creían que si uno llevaba
una vida de orden moral, el dios Osiris, que reinaba en ultratumba, les
otorgaría la vida eterna. Esa era la unión filosófica entre estos dos
principios fundamentales de la vida y el orden moral, y es por eso que los
egipcios los retrataban como los hijos del Creador.
En efecto, el conocimiento del
comportamiento moral era un paso hacia la inmortalidad y la divinidad. Esa es
precisamente la cuestión que plantea el Génesis.
Cuando Adán come
del árbol de la ciencia del bien y del mal, Dios declara que si Adán come
también del árbol de la vida se volverá como el mismo Dios. Pero los hebreos
eran monoteístas. La idea de que los humanos puedan ser como dioses chocaba
con el concepto teológico básico de la religión bíblica, según la cual había y
podía haber un solo dios. Los humanos no podían ser divinos.
La narración
hebrea es en realidad un ataque sofisticado hacia la doctrina egipcia del
orden moral que lleva a la vida eterna. Comienza transformando la vida y el
orden moral de divinidades en árboles, eliminando las imágenes caníbales
sugestionadas por Atum comiéndose a su hija. Luego, a Adán se le prohibe
específicamente que coma el fruto del orden moral. A continuación, se le dice a
Adán que no sólo no obtendrá la vida eterna, sino que se morirá al comer ese
fruto. Finalmente, Adán es expulsado del Jardín antes de que pueda comer del
árbol de la vida y vivir eternamente.
Observen que el
énfasis bíblico es sobre el conocimiento del orden moral y no sobre la vida
eterna. El mensaje bíblico es que uno no puede obtener la vida eterna a través
del conocimiento del orden moral. Dios le dirá a uno lo que necesita saber y
cómo se debe uno comportar, y uno obedecerá porque Dios lo manda, no porque
vivirá eternamente.
Cuando Dios le
dijo a Adán que ciertamente moriría ese mismo día si comía del árbol de la
ciencia, se debe entender que la amenaza significaba que los humanos no debían
intentar ser como los dioses. Dios no quería decir que Adán literalmente se
caería muerto el día en que comiera el fruto prohibido; quería decir que el día
en que Adán violara el mandamiento, perdería el derecho a la vida eterna.
Recuerden que Dios en principio no prohibió a Adán que comiera del árbol de la
vida. (Supuestamente, un bocado del fruto de ese árbol no otorgaba la inmortalidad.
Uno tenía que comer de él de manera continua y reabastecerse.) Una vez que hubo
violado el mandamiento, Adán perdió el acceso al árbol de la vida y ya no pudo
comer el fruto que prevenía de la muerte.
Mito 22: Dios prohibió a
Adán que comiera ciertos frutos
El
Mito: Pero del fruto del que está en medio del Paraíso nos ha dicho
Dios: «No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir» (Gn 3, 3).
La
Realidad: El tema del fruto prohibido viene de los mitos sumerios sobre
la vida en el Paraíso.
En el Mito 20,
vimos que los hebreos reemplazaron a las divinidades egipcias asociadas con el
orden moral y la vida con dos árboles, uno de los cuales daba el fruto
prohibido que iba acompañado de una amenaza de muerte si se consumía. Este
motivo del fruto prohibido viene de los antiguos mitos mesopotámicos y fue
recogido cuando los hebreos recibieron las influencias culturales babilonias.
La más conocida de estas
narraciones, el mito de Enki y Ninhursag, habla de dos importantes divinidades,
que eran hermano y hermana y que vivían en un paraíso terrenal llamado Dilmun.
En una ocasión, Ninhursag consiguió atrapar esperma de su hermano y lo usó para
crear ocho plantas hasta entonces desconocidas y que permanecieron intocables
para los demás. Su hermano, que sentía curiosidad por saber qué plantas eran,
probó cada una de ellas. Cuando su hermana vio las plantas dañadas, maldijo a
su hermano, diciéndole: «Hasta tu muerte no volveré a mirarte con el ojo de la
vida».
Al poco tiempo Enki empezó a
consumirse, pero apareció un zorro y consiguió que Ninhursag regresara. Al
regresar, Ninhursag le preguntó a su hermano de qué órgano vital padecía, y
este nombró cada una de las partes dolientes, ocho en total. Para cada
enfermedad mencionada, su hermana proclamó el nacimiento de una divinidad, y
cada nacimiento curó una enfermedad correspondiente. El texto no menciona
quienes fueron los padres de estos nacimientos.
En este mito mesopotámico
principal, que habría sido bien conocido por los escribas hebreos de la era
babilónica, encontramos el tema del fruto prohibido en un paraíso terrenal
junto con una maldición de muerte por haber comido el fruto; temas presentes en
la narración del Génesis. La maldición de Ninhursag contra Enki proporciona el
motivo para cuestionar la idea egipcia de «comer el orden moral», que nos
lleva al tema bíblico del «fruto prohibido».
Mito 23: Eva fue creada de la costilla de Adán
El
Mito: Hizo pues, el Señor Dios caer sobre el hombre un profundo sopor;
y dormido, tomó una de sus costillas, y cerró en su lugar con carne, y de la
costilla que del hombre tomara, formó el Señor Dios a la mujer, y se la
presentó al hombre. El hombre exclamó: «Esto sí que es ya hueso de mis huesos y
carne de mi carne. Esta se llamará varona, porque del varón ha sido tomada».
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y
vendrán a ser los dos una sola carne (Gn. 2,21-24).
La
Realidad: La narración del nacimiento de Eva integra la narración
egipcia de la separación de los cielos y la tierra con partes del mito sumerio
de Enki y Ninhursag.
El personaje de Eva se inspira en varios mitos, tanto egipcios como
sumerios. Según el Génesis, Dios creó a Eva de la costilla de Adán. Como
resultado de esta relación, Dios instauró la idea del matrimonio.
Por eso dejará el hombre a su padre y a
su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne. (Gn
2, 21-24)
En principio, a
la mujer de Adán se la conocía sólo como «la varona», porque «del varón ha sido
tomada». No fue hasta después de que ella y su marido fueran expulsados del
Jardín del Edén que recibió el nombre de Eva. Al darle ese nombre, Adán dijo
que era «por ser la madre de todos los seres vivientes».
En el Mito 17 vimos que Adán y Eva
se correspondían con las divinidades egipcias Geb (la tierra) y Nut (el
cielo). Según el «Texto de los Sarcófagos 80», Atum dijo que creó a Nut para
que «estuviera por encima de mi cabeza y Geb se pudiera casar con ella». En
otras palabras, los egipcios veían la unión de la tierra y el cielo como la
base del matrimonio, y este principio se traslada al Génesis con Adán y Eva.
Mientras que Adán se convirtió en
el único padre de Eva, igual que Atum (el Creador heliopolitano) se convirtió
en el único padre de sus hijos, la idea de que Eva salió de la costilla de Adán
se deriva de un juego de palabras en sumerio antiguo, el lenguaje literario más
antiguo de Mesopotamia. Se origina con el mito sumerio de Enki y Ninhursag
(véase Mito 22).
En ese mito, Enki padece de ocho
dolores, uno de los cuales está en la costilla.
«Hermano mío, ¿qué os duele? «La
costilla».
El nombre de la
divinidad que curó la costilla de Enki era Ninti, un nombre que en sumerio
tiene un doble significado. La primera parte, «Nin», significa «la dama de»,
pero la segunda parte «ti», puede significar tanto «costilla» como «hacer
vivir». Por lo tanto, Ninti significa tanto «la dama de la costilla» como «la
dama que hace la vida».
También Eva combina ambos títulos.
Verdaderamente es la «dama de la costilla», ya que provino de la costilla. Y,
tal y como indica su primer título, ella es la «dama que hace la vida».
Mito 24: Adán obtuvo la sabiduría sin la inmortalidad
El
Mito: Díjose el Señor Dios: «He ahí al hombre hecho como uno de
nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al
árbol de la vida, y comiendo de él, viva para siempre» (Gn 3,22).
La
Realidad: El relato de la pérdida de la inmortalidad de Adán y el castigo
de la humanidad es un préstamo del mito mesopotámico de Adapa.
Cuando Dios
expulsó a Adán del Edén, el hombre poseía la sabiduría pero no la inmortalidad,
y sus descendientes tuvieron que sufrir por su pecado. Este aspecto del relato
toma prestados elementos de un mito mesopotámico sobre un personaje llamado
Adapa.
Según cuenta la narración, el dios
Ea creó a Adapa para que fuera un dirigente de la humanidad y le otorgó
sabiduría, aunque no la vida eterna. Adapa desempeñó bien su función, pero un
día, mientras navegaba, el Viento del Sur volcó su barca y lo tiró al agua. Muy
enfadado, Adapa maldijo al viento y le rompió las alas. Al enterarse Anu, la
principal divinidad, exigió que Adapa apareciera ante él.
Ea, una de las principales
divinidades mesopotámicas, se hizo amigo de Adapa y le preparó para el
encuentro. Entre sus instrucciones, le dijo:
Os ofrecerán los alimentos de la
muerte;
No los comáis. Os ofrecerán el agua de
la muerte;
No la bebáis. Os ofrecerán una prenda;
No os la pongáis. Os ofrecerán aceite;
untaos con él.
En estas
instrucciones, Ea se refiere a las ofrendas como «los alimentos de la muerte» y
«el agua de la muerte», pero cuando Adapa aparece ante la corte de Anu, la
divinidad describe las ofrendas como «los alimentos de la vida» y «el agua de
la vida». Obedeciendo a Ea, Adapa rechaza la hospitalidad de Anu y al hacerlo
se gana los favores del dios. Como recompensa, Anu libera a Adapa de la
servidumbre obligatoria, pero puesto que su pecado merece ser castigado, Anu
hace que la humanidad sufra enfermedades y plagas.
En
la narración de Adapa, el héroe tenía sabiduría pero no la inmortalidad; había
pecado contra los dioses y debía ser castigado. Como resultado de su pecado,
pierde la oportunidad de comer ciertos alimentos que le habrían otorgado la
inmortalidad, y, a raíz de su pecado, la humanidad tiene que padecer
enfermedades y plagas. Mientras que el pecado de Adapa se distingue del de Adán
, ambos soportaron destinos similares; la humanidad sufre y ambos pierden la
inmortalidad.
Se han
encontrado fragmentos de este mito en una biblioteca del siglo xrv a.C. en
Egipto (anterior al Éxodo) y en una biblioteca del siglo vii a.C. en Asiría,
dando fe de su longevidad literaria y su influencia muy difundida. Una leyenda
como ésta habría sido muy conocida entre los escribas hebreos. El parecido con
la trama de la narración del Génesis indica que el mito de Adapa ayudó a
modelar la narración bíblica.
Mito 25: Había otros seres en el jardín del Edén
antes de Adán y Eva
El
Mito: Hagamos al hombre a nuestra imagen... Díjose el Señor Dios:
«He ahí al hombre
hecho como uno de nosotros... (Gn 1, 26. 3, 22).
La
Realidad: El Génesis conserva indicios de las conversaciones de Atum
con Nun en el mito heliopolitano de la Creación.
En dos ocasiones
en el segundo relato de la Creación, Dios habla con uno o más seres de naturaleza
no humana. Antes de crear a Adán, dice: «hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza». Y posteriormente, cuando Adán y Eva ya habían comido el fruto
prohibido, dice: «He ahí al hombre hecho como uno de nosotros». ¿A quién se
refiere este «nosotros»?
Una vez más, tenemos una clara
indicación de otras divinidades presentes en el relato de la Creación. De la
misma manera que el segundo relato de la Creación se inspira en los mitos
heliopolitanos, el «Texto de los Sarcófagos 80» proporciona una pista razonablemente
buena acerca de hacia quién se dirigía Dios. En ese texto, Atum, (el Creador) y
Nun (una personificación de las aguas primitivas) mantenían esta conversación:
Entonces Atum le dijo a las aguas (es decir,
a Nun): «Estoy flotando, muy agotado, los nativos inertes...».
Las
aguas (es decir, Nun) le dijeron a Atum: «Besa a tu hija Orden [es decir,
Tefnut, que representaba el orden moral.]».
El «nosotros» en
el relato del Génesis se habría referido originariamente a Atum y Nun. Al
igual que el Creador hebreo reemplaza a Atum en el proceso de la Creación, la
narración sufre algunas transformaciones. La retención del «nosotros» conserva
restos de la fuente heliopolitana politeísta para el relato bíblico.
Mito 26 : Dios plantó un jardín en Edén, al oriente
El
Mito: Plantó luego el Señor Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí
puso al hombre a quien formara. Hizo el Señor Dios brotar en él de la tierra
toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio
del jardín hizo brotar el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y
del mal. Salía del Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en
cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón, y es el que rodea toda la tierra de
Evila, donde abunda el oro, un oro muy fino, además de bede-lio [similar a la
mirra] y ágata; y el segundo se llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra
de Cus; el tercero se llama Tigris y corre al oriente de Asiría; el cuarto es
el Eufrates (Gn 2, 8-14).
La Realidad:
Originariamente, Edén representaba la isla de Llamas, la primera tierra en los
mitos egipcios de la Creación. Según la tradición heliopolitana. Edén estaría
en Heliópolis.
¿Dónde plantó Dios el jardín del
Edén? Se ha escrito mucho sobre este tema, pero sin ninguna respuesta definitiva.
El texto aporta pocas pistas. El Génesis lo ubica en oriente, que es donde nace
el sol, y también lo ubica al oeste de Nod, donde Caín construyó la primera
ciudad. Desgraciadamente, nadie sabe donde estaba Nod.
Las principales pistas en cuanto a la ubicación del Edén son
las referencias a los cuatro ríos, Pisón, Guijón, Tigris y Eufrates, que se
dividen de un río principal que fluye del Edén, pero que no se nombra.
El primer río. Pisón, abarca toda la tierra de Evila, que
posee muchos recursos naturales, tales como oro, bedelio y ágatas. La ubicación
de Evila se desconoce, pero la mayoría de eruditos creen que se corresponde con
Arabia. Génesis 10, sin embargo, al describir varias relaciones geográficas,
dice que Evila es un hijo de Cus, y Cus es Etiopía.
El segundo río, Guijón, «rodea toda la tierra de Cus
(Etiopía)». Esto coloca a los dos ríos en la cercanía de Cus, una zona al sur o
cercana al sur de Egipto.
El tercer río, el Tigris, fluye hacia el este de Asiria, y
se trata de una de las dos grandes vías fluviales de Mesopotamia. El cuarto río
se conoce aún como el Eufrates, el otro gran río de Mesopotamia.
¿Dónde está el fallo? Tenemos dos ríos en Asia y dos al sur
de Egipto. ¿Cómo pueden estar estos ríos conectados a una única fuente? ¿Cuál
es la potente fuente de agua de la cual se derivan los otros cuatro ríos? ¿Y
donde está el Nilo, que atraviesa Egipto, entre Asia y Etiopía? La narración en
su forma actual representa una edición tardía realizada por alguien que conocía
las tradiciones babilonias, pero que no era conocedor de la geografía
africana.
Varias pistas sugieren que el gran río no nombrado del cual
fluyen los otros cuatro es el Nilo.
1. El Nilo es el único río
principal que no aparece nombrado en el texto.
2. Esta identificación explicaría cómo la geografía del Edén
podía incluir dos ríos al sur de Egipto que se unen a otros nacimientos de ríos
más hacia el norte.
3. La narración del jardín del Edén se deriva del mito
heliopolitano de la Creación. En esa narración, después de que surgiera la
primera tierra y las aguas se reunieran en el Nilo, el dios Shu bajó a
Heliópolis y se convirtió en Osiris en forma de grano, plantando así un jardín
al este del Nilo.
4. La tradición egipcia sitúa el
árbol de la vida en Heliópolis.
5. La primera tierra en la tradición egipcia se conocía como
la isla de Llamas (debido a la montaña en llamas que surgió de Nun) y cada uno
de los centros de culto decía ser el emplazamiento de la primera tierra. En el
Génesis, después de que Dios expulsa a Adán y Eva del jardín, bloquea la
entrada con querubines empuñando llamas, lo que sugiere la idea de una «isla de
llamas».
Estos puntos indican que el relato
de cuatro ríos que fluyen de un río que surge del Jardín del Edén no tenía nada
que ver con las dos aguas asiáticas descritas en la narración del Génesis.
Originariamente, los cuatro brazos serían tributarios del Nilo, de los cuales
dos se dividieron en el norte formando el delta de Egipto, y dos fueron
divididos al sur por Etiopía.
Por consiguiente, cuando los hebreos llegaron a Babilonia,
reemplazaron los nombres de los dos brazos del Nilo que formaban el delta de
Egipto con los nombres de los dos ríos mesopotámicos que formaban el delta de
Mesopotamia. Dejaron los dos brazos del sur intactos.
A medida que los hebreos comenzaron a ver su historia desde
el punto de vista babilonio, fueron identificando muchas de las narraciones
bíblicas con relatos similares de la literatura mesopotámica, y a menudo perdiendo
de vista las raíces egipcias originales. Al transferir los ríos del delta
egipcio a Mesopotamia, la isla de Llamas ya no mantenía ningún significado
para ellos. Las llamas asociadas a la isla original se transformaron en espadas
de fuego empuñadas por querubines.
En Mesopotamia, los hebreos aprendieron relatos sobre un
lugar llamado Dilmun, que era comúnmente conocido en esa región como un
antiguo paraíso de los primeros tiempos. Al sustituir las tradiciones
mesopotámicas por las egipcias, creyeron que Edén y Dilmun podrían haber sido
el mismo lugar.
Mito 27: En el jardín del Edén, Adán y Eva llevaron
una vida sencilla y primitiva
El Mito: Tomó pues, el Señor Dios al hombre, y le puso en el
jardín del Edén para que lo cultivase y lo guardase...
Y se dijo el
Señor Dios: «No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda
proporcionada a él». Y el Señor Dios trajo ante el hombre cuantos animales del
campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese cómo los
llamaría, y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les diera. Y dio
el hombre nombre a todos los ganados, y a todas las aves del cielo, y a todas
las bestias del campo; pero entre todos ellos no había para el hombre ayuda
semejante a él... Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin
avergonzarse de ello (Gn 2, 15; 18-20; 25).
La Realidad: Las
imágenes imprecisas de la vida en Edén se derivan de la descripción sumeria de
la humanidad primitiva.
El Génesis
sólo nos ofrece una breve mirada a la vida en Edén. Dios creó al hombre para
que trabajara el jardín, el cual proporcionaba abundante comida. Pero el hombre
se sentía sólo, asi que Dios creó a los animales para que le ayudaran y le
acompañaran. Además de los animales, Dios también extrajo de la tierra todas
las aves y otros animales, pero ni estos consiguieron soliviantar la soledad
del hombre. Entonces Dios creó a la mujer para ayudarle. El hombre y la mujer
estaban desnudos y no se avergonzaban de ello, pero tras comer el fruto
prohibido, su desnudez se convirtió en vergüenza. A excepción del incidente
con la serpiente y los consiguientes castigos, no poseemos más detalles acerca
de la vida en el paraíso.
Las imágenes presentadas en el
Génesis son paralelas a aquellas de las primitivas leyendas sumerias. Un relato
del siglo xvii a.C. habla de una época
en que:
Cuando los caminos de la humanidad habían sido
olvidados por los dioses, se encontraban en lo alto del desierto (es decir, no
se inundaban). En aquellos días no se abrían canales, no se dragaba por medio
de zanjas.
El arado y la labranza todavía no se habían
establecido para los pueblos sometidos.
Ninguno de los pueblos plantaba en surcos.
La humanidad de aquellos lejanos días, desde Shakan
[el dios de los rebaños] aún no había llegado a las tierras áridas, no conocía
los vestidos de telas finas, la humanidad andaba por ahí desnuda.
En aquellos días, al no existir las serpientes, al no
existir los escorpiones, al no existir los leones, al no existir las hienas,
al no existir los lobos, la humanidad no tenía contrincante alguno, y no
existía ni el miedo ni el terror (líneas 1-15).
Cuando Anu, Enlil, Enki y Ninhursag crearon a las
gentes de cabeza negra (es decir, los súmerios), crearon a los animales
pequeños que salen de la tierra en abundancia e hicieron que hubiera, como
correspondía, gacelas, asnos salvajes y bestias de cuatro patas en el desierto
(líneas 47-50).
El texto se
reanuda tras un intervalo de unas treinta y siete líneas con una indicación de
que la monarquía había sido establecida desde el Cielo, y que el dirigente
elegido debía supervisar la labor de los demás y enseñarle a la nación a
¡«seguir como el ganado»!
La visión que acabamos de ver
comparte numerosas similitudes con el Génesis. Igual que en el relato bíblico,
enfoca de cerca la necesidad de desarrollar la ganadería y remediar la desnudez
de la humanidad. También nos dice que las criaturas útiles fueron extraídas de
la tierra. Y, de modo implícito en el texto sumerio, la humanidad no sabe nada
acerca de la moralidad. Las gentes existían para servir a los dioses y seguir
instrucciones como si fuesen ganado. El rey, que representa a los dioses, se
encarga de enseñarles todo lo que necesitan saber.
El texto no incluye ningún relato
sobre la expulsión del paraíso, pero en los pocos pasajes que aun se conservan
en la tablilla existe un testimonio sobre la construcción de las primeras
ciudades. Esto continua teniendo un paralelismo con la trama del Génesis, que
nos dice que Caín, hijo de Adán y Eva, construyó la primera ciudad tras ser
expulsados del paraíso.
Mito 28 : La serpiente era la más sutil de todas las
bestias
El Mito: Pero la
serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera el Señor Dios...
(Gen 3, 1).
La Realidad: El Génesis
modelo a la astuta serpiente según la figura del dios egipcio Set, que adoptó
la forma de la serpiente Apotis, enemiga de Ra.
A Adán y Eva
se les ordenó que no comieran del árbol de la ciencia del bien y del mal. A
medida que se desarrolla la narración, Eva se acerca al árbol y encuentra en él
a la serpiente. La serpiente anima a Eva a que pruebe el fruto, pero ésta le
habla de la prohibición por parte de Dios y de la amenaza de muerte. La
serpiente le contesta: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el día que de el
comáis se os abrirán los ojos y seréis como El, conocedores del bien y del mal»
(Gn 3, 4-5).
La serpiente, quien seguramente ya
había comido del árbol, evidentemente conoce el secreto del fruto, que
representa el concepto egipcio de maat,
(es decir, el orden moral; véase el Mito 20) y que comerlo otorga la vida
eterna.
En nuestra discusión sobre los
árboles de la ciencia y la vida, observamos que los egipcios tenían una imagen
mística de la serpiente en un árbol. En imágenes de esta narración, los
artistas egipcios muestran a un gato con un palo golpeándole la cabeza a una
serpiente que habita en un árbol. El gato de este mito es Ra. el dios del sol,
y la serpiente es Apofis, el enemigo de Ra que intenta tragarse el Sol al final
de cada día. La acción de golpear la cabeza de la serpiente, por cierto,
representa exactamente lo que Dios le ordenó a Adán que hiciera con la
serpiente y su prole tras la expulsión del Edén.
Los egipcios a menudo identificaban
a Apofis con el dios Set. una divinidad astuta y ambiciosa que quería quitarle
el trono egipcio a su hermano Osiris. Con este fin, conspiró con sus aliados
para asesinar a Osins y hacerse con la monarquía.
Primero, fingió amistad con su
hermano y le ofreció como obsequio un sarcófago. Tras presentárselo, le pidió a
Osiris que se tumbara dentro para ver si entraba bien. Inmediatamente después
de que Osiris se hubiese acostado dentro, Set y sus aliados le mataron,
cerraron el sarcófago y se deshicieron de él.
A pesar del asesinato, Osiris
sobrevivió a la muerte y se convirtió en rey del más allá.
Esto nos lleva directamente a la
serpiente del árbol de la ciencia. Tal y como observamos con anterioridad, el
objetivo de la narración donde se le prohibe a la humanidad que coma del árbol
de la ciencia era que el fruto del árbol representaba a ma 'at, y para que un Egipcio pudiera ser inmortal, él o ella debía
demostrarle a Osiris que vivía en ma'at.
Esto se contradecía con los principios religiosos del monoteísmo hebreo y las
imágenes míticas de Osiris se tenían que eliminar.
Con la serpiente en el árbol, que
se corresponde a Set, el asesino de Osiris, tenemos un desenlace irónico. Como
castigo por buscar la inmortalidad adorando a Osiris, el pecador perdía su
inmortalidad mediante las acciones del enemigo mortal de Osiris. el astuto y
sutil Set.
Mito 29: Dios castigó a Adán, a Eva y a la serpiente
El Mito: Dijo luego el
Señor Dios a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita serás entre todos los
ganados, y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu pecho y
comerás el polvo todo el tiempo de tu vida. Pongo perpetua enemistad entre ti y
la mujer y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tú le
aplastarás el calcañar». A la mujer le dijo: «Multiplicaré los trabajos de tus
preñeces. Parirás con dolor los hijos y buscarás con ardor a tu marido, que te
dominará. Al hombre le dijo: «Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del
árbol del que te prohibí comer, diciéndote no comas de él: por ti será maldita
la tierra: con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te dará
espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya
que polvo eres, al polvo volverás». (Gn 3, 14-19).
La Realidad: Los castigos
impuestos a Adán, a Eva y a la serpiente se inspiran en el ciclo egipcio de
Osiris.
Puesto que
violaron el mandamiento de Dios, Adán, Eva y la serpiente debían ser
castigados. La naturaleza de los castigos se inspira en temas del ciclo de los
mitos de Osiris.
En la narración de Osiris, después
de que Set asesina a Osiris, el dios muerto consigue preñar a su esposa Isis.
Temiendo que Set también mate a su hijo, Horus, Isis lo esconde en un pantano.
Set descubre el escondite y en forma de serpiente se acerca al niño y le muerde
en el talón. Sin la intervención de los dioses, Horus habría muerto. Cuando
Horus alcanza la edad adulta, se enfrenta a Set y gana el derecho a suceder a
su padre.
Consideren algunas de las imágenes
de los mitos egipcios y compárenlas con la narración del Génesis. Dios castigó
a la serpiente obligándola a arrastrarse y estableciendo una enemistad entre la
mujer y la serpiente, y su hijo y la serpiente.
Arrastrándose sobre su pecho, la
serpiente trata de morderle el talón al hijo. En el ciclo de Osiris, Set se
arrastra sobre su pecho hacia el niño, le muerde el talón y se convierte en
enemigo de la madre y del hijo.
En las escenas egipcias que muestran al Gran Gato de
Heliópolis, vemos a Ra en forma de gato golpeando la cabeza de la serpiente que
reside en un árbol. En el Génesis, a Adán se le ordena que golpee la cabeza de
la serpiente que mora en el árbol.
El último de los grandes castigos eran dolores de parto para
las mujeres. Queda implícito que hasta entonces los partos eran indoloros, una
idea que encontramos en el mito sumerio de Enki y Ninhursag, donde el parto en
el paraíso es indoloro. Sin embargo, ese mito no incluye ningún castigo que
tenga como resultado un parto doloroso. En el ciclo de Osiris sí que hay una
narración sobre las dificultades del parto y está conectada con la violación de
una directiva realizada por la divinidad principal.
Según el relato egipcio, Geb y Nut eran amantes, y Ra les
prohibió que copularan. Desobedeciendo el mandamiento de Ra, hicieron el amor y
provocaron la ira de la divinidad principal. Éste ordenó a Shu que los separara
(la separación de los cielos y la tierra) y declaró que Nut no sería capaz de
dar a luz ningún día del año, provocando que su malestar personal no tuviera
fin. El dios Tot se apiadó de ella y consiguió la luz de la luna para crear cinco
días adicionales al final del año. Ya que estos días no pertenecían al año
regular, la acción de Tot permitió a Nut dar a luz a sus cinco hijos durante
esos cinco días.
Anteriormente, identificamos a Geb y Nut con Adán y Eva, y
los paralelismos continúan. Ambas parejas de esposos ignoraron una orden directa
de la divinidad principal y ambas mujeres fueron castigadas con dificultades
en los partos. Puesto que los autores de la Biblia necesitaban mostrar esta
narración en términos monoteístas, era necesario transformar a las numerosas
divinidades egipcias en seres humanos. Al hacerlo, transformaron la narración
específica de las dificultades de parto de Nut en el mito general sobre el
proceso de parto de todas las mujeres.
Mito 30: Caín mató a Abel
El Mito: Conoció el
hombre a su mujer, que concibió y parió a Caín, y dijo: «El Señor me ha dado un
varón». Volvió a parir, y tuvo a Abel, su hermano. Fue Abel pastor, y Caín
labrador; y al cabo del tiempo hizo Caín una ofrenda al Señor de los frutos de
la tierra, y se la hizo también Abel de los primogénitos de su ganado, de lo
mejor de ellos; y agradóse el Señor de Abel y su ofrenda, pero no de Caín y la
suya. Se enfureció Caín y andaba cabizbajo, y el Señor le dijo: «¿Por qué
estás enfurecido y por qué andas cabizbajo? ¿No es verdad que, si obraras bien,
andarías erguido, mientras que, si no obraras bien estará el pecado a la puerta
como fiera acurrucada, acechándote ansiosamente, a la que tú debes dominar?
Cesa, que él siente apego a tí, y tú debes dominarle a él». Dijo Caín a Abel,
su hermano: «Vamos al campo». Y cuando estuvieron en el campo, se alzó Caín
contra Abel, su hermano, y le mató.
Preguntó el Señor a Caín: «¿Dónde
está Abel, tu hermano?» Contestóle:
«No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?» Y le dijo
Dios: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí
desde la tierra (Gn 4, 1-9).
La Realidad: El relato de
Caín y Abel tiene sus orígenes en el conflicto entre Set y Osiris, pero
posteriormente la narración recibió la influencia de los mitos sumerios sobre
un pastor llamado Dumuzi.
Adán y Eva
tuvieron tres hijos varones llamados Caín, Abel y Set. Caín mató a Abel y Set
fundó la línea de descendencia hebrea desde Adán hasta Abraham. En el Mito 17
observamos los paralelismos entre estos tres hijos de Adán y Eva y los tres
hijos de Geb y Nut, los dioses Osiris, Horus, y Set, en el ciclo heliopolitano
de la Creación. La narración del Génesis no sólo conserva uno de los nombres
egipcios (Set), sino que, igual que en la narración egipcia, un hermano mata al
otro y el tercero funda la línea de sucesión legítima. A pesar de los
paralelismos, el autor del Génesis parece haber estado confundido acerca de
quién es quién en la narración original.
Mito 31: Caín fundó una ciudad al este del Edén
El Mito: Caín,
alejándose de la presencia del Señor, habitó la región de Nod al oriente de
Edén. Conoció Caín a su mujer, que parió a Enoc. Púsose aquél a edificar una
ciudad, a la que dio el nombre de su hijo Enoc. A Enoc le nació Irad, e Irad
engendró a Mejuyael; Mejuyael a Matusael, y Matusael a
Lamec (Gn4,16-18).
La Realidad: Los cuatro
posibles emplazamientos para la primera ciudad mitológica son Heliópolis o
Tebas, ambas en Egipto, y Eridu o Bad-Tibira,
ambas en Mesopotamia.
Cuando Dios
descubre que Caín ha asesinado a Abel, declara: «Cuando la labres (la tierra)
no te dará sus frutos, y andarás por ella fugitivo y errante» (Gn 4, 12). Pero,
casi inmediatamente después, Caín construye la primera ciudad, algo que no
concuerda en absoluto con ser un vagabundo y un fugitivo. La contradicción
recalca la confusión de los editores bíblicos sobre la identidad de Caín.
Al
principio, Caín substituía a Osiris (el hijo mayor de los cielos y la tierra).
En la tradición egipcia, Osiris
vagabundeó por todas partes para enseñar habilidades a la humanidad. También
construyó la primera ciudad en el emplazamiento del monte primitivo y cada
centro de culto egipcio afirmaba ser el lugar donde Osiris fundó la primera
ciudad. En la tradición mesopotámica, las ciudades eran construidas a
instigación de los dioses, y los humanos hacían los trabajos sucios. Varios
textos hacen referencia a cinco ciudades que fueron construidas en tiempos
remotos: Eridu, Bad-Tibira, Larak, Sippar, y Shurrupak; todas datan de principios
del tercer milenio a.C.
En hebreo, el nombre «Caín»
significa «herrero» o «metalista». Los herreros eran artesanos y los
depositarios de la sabiduría de las artes. Los primeros mitos egipcios no
mencionan a los metalistas, pero en Mesopotamia, una de las primeras ciudades,
Bad-Tibira, significa «fortaleza de los metalistas», o «muro de los
metalistas».
El Génesis aporta pocas pistas
acerca de la identidad de la ciudad construida por Caín. Estaba ubicada al
este del Edén en una tierra conocida como
Nod, y Caín le dio el nombre de su
hijo a la ciudad. Fl nombre de su hijo ei\i Enoc, pero una antigua costumbre
trataba a los nidos como si fueran los lijos de la ciudad, y la ciudad podría
haber sido nombnula Irad, como nieto de Caín.
Por una parte, puesto que Caín el
vagabundo construyo solo una ciudad, y no cinco, como dicta la tradición
mesopotámica, y que originariamente representaba a Osiris, deberíamos dar por
sentado que construyo la ciudad en Egipto. Ya que su relato se origino a partir
del mito heliopolitano de la Creación, la elección mas probable sería
Heliópolis, «ciudad del Sol», al este del Nilo, donde nace el sol. O bien, dado
que el primer relato de la Creación en el Génesis deriva del relato tebano de
la Creación, en el cual se inspini el segundo relato de la Creación, la primera
ciudad podría ser Tebas. El nombre bíblico de Tebas era No, una cercana
aproximación a Nod.
Por otra parte, tal y como vimos en
el Mito 30, los editores de la Biblia desplazaron el relato de Caín como Osiris a las narraciones
sumerias sobre Dumuzi, quien, según la lista de reyes súmerios, reinó en
Bad-Tihira, «fortaleza de los metalistas», lo cual sugiere que los editores
bíblicos trasladaron la primera ciudad, de manera intencionada o por error,
desde Egipto a Mesopotamia. La identificación de Bad-Tibira con la herrería
proporcionaba una buena conexión con Caín, el herrero, al menos para los
editores posteriores de la Biblia.
Por último, tenemos otra ciudad
como posible candidata. Eridu, una de las primeras cinco ciudades ubicadas al
sudeste de Babilonia, siempre aparece en primer lugar en la lista de las cinco,
indicando que los mesopotámicos la consideraban la más destacada y la más
importante. Como la primera y más importante ciudad mesopotámica, es una buena
elección como el lugar donde Caín pudo haber edificado su centro urbano. El
nieto de Caín se llamaba Irad, una aproximación cercana a Eridu, lo cual
sugiere otra posible conexión.
Además, los mesopotámicos hicieron
a Eridu la ciudad del dios Enki. Podría existir alguna conexión entre los
nombres Enki y Enoc, estableciendo así un enlace directo con el hijo de Caín.
Algunas literaturas antiguas otorgan a Enki el nombre adicional de Nudimmud,
que parece proporcionar una conexión de raíz con la tierra de Nod, convirtiendo
así a Eridu en la tierra de Nod.
Cualquier conexión entre la ciudad
de Caín y Mesopotamia, sin embargo, se debería a un enlace posterior. La ciudad
original habría estado ubicada en Egipto.
Mito 32: Dios envió un diluvio para destruir la
humanidad
El
Mito: La tierra estaba toda entonces corrompida ante Dios y llena de
violencia. Viendo, pues, Dios que todo en la tierra era corrupción, pues toda
carne había corrompido su camino sobre la tierra, le dijo a Noé: «He decidido
el fin de toda carne, pues la tierra está llena de violencia a causa de los
hombres, y voy a exterminarlos de la tierra (Gn 6,11 -13).
La Realidad: El relato de
Noé y el diluvio se originó como una versión monoteísta del mito hermopolitano
de la Creación y se presenta como un testimonio ampliado de los acontecimientos
del primer día de la Creación.
En el mito hermopolitano de la
Creación, cuatro entidades masculinas y cuatro femeninas surgieron del diluvio
primitivo y se arrastraron hasta la primera tierra. Estos cuatro varones y
féminas, conocidos como los Ogdóadas (es decir, grupo de ocho) dieron a luz
colectivamente a Ra, la divinidad creadora, que flotaba sobre una flor de loto
mientras un pájaro volaba sobre su cabeza.
Las cuatro divinidades masculinas eran Nun, Heh, Kek y Amón,
quienes representaban los cuatro elementos primarios del universo antes de la
Creación, pero en algunos textos son substituidos por otras divinidades. Nun
representaba el diluvio primitivo y los egipcios lo solían retratar en forma
antropomórfica, de pie y con las aguas primitivas cubriéndole hasta la cintura,
mientras alza la barca solar con las otras divinidades dentro.
También en el relato de Noé cuatro machos y cuatro hembras
surgen de un diluvio mundial después de que una montaña emerge de las aguas,
pudiendo haber nacido durante ese intervalo de tiempo una sola criatura (véase
el Mito 33) con algunas interesantes preguntas acerca de quienes eran sus
padres. También incluye la aparición de aves, una de las cuales se comporta de
manera distinta a las demás (véase el Mito 34). Además, los nombres de Noé y de
sus tres hijos se parecen bastante a los nombres asociados con el ciclo
egipcio de la Creación.
En el hebreo bíblico antiguo, la palabra «Noé» (que debería
transcribirse como «Noach») consta sólo de dos letras, nun y ched. No sabemos
cuales eran las vocales originales, porque el hebreo antiguo no utilizaba
vocales. La asignación actual de las vocales es especulativa.
Es interesante observar que nun, el nombre hebreo de la primera letra del nombre de Noé, es la
misma palabra que utilizan los egipcios para nombrar al diluvio primitivo. El
nombre del héroe del diluvio bíblico, por tanto, se corresponde con el nombre
de la divinidad egipcia que representa el gran diluvio de la Creación y que guía
la barca solar a través de las aguas.
Otra coincidencia interesante entre Noé y Nun tiene que ver
con la imagen de una serpiente. Los egipcios retrataban a las cuatro entidades
masculinas de la Ogdóada (las ocho divinidades, incluyendo a Nun, que surgió
del diluvio) como serpientes. En la escritura hebrea primitiva, la letra nun se desarrollaba a partir de la
imagen de una serpiente.
Los nombres de los tres hijos de Noé, Sem, Cam, y Jafet,
también presentan conexiones con el relato hermopolitano de la Creación. Sem
es el mayor de los tres hijos de Noé y tiene un nombre de lo más inusual. En
hebreo significa «nombre». Así, Noé llamó a su hijo «nombre», lo cual no tiene
mucho sentido. Entre los judíos religiosos, sin embargo, la palabra shem se substituye a menudo por el
nombre de Dios, y parece poco probable que los escribas hebreos tuvieran la
intención de equiparar al hijo de Noé con la divinidad hebrea.
La palabra shem
también forma la raíz de la palabra hebrea shemoneh,
que significa ocho. Esto proporciona una conexión con la ciudad egipcia de
Hermópolis. Hermópolis es el nombre griego de la ciudad, pero los egipcios la
llamaban Shmn, que significa «ciudad-ocho», por las ocho divinidades
hermopolitanas que surgieron del diluvio (la palabra hebrea y egipcia para
«ocho» es la misma). Así, tanto el nombre del hijo de Noé —Sem—, como el nombre
egipcio de la ciudad —Shmn—, se refiere a las ocho divinidades hermopolitanas
que surgieron del diluvio primitivo.
Cam, el nombre del segundo hijo de Noé, se pronuncia «Chem»
en hebreo, y es considerado el padre de las gentes egipcias y africanas. Cam se
deriva de la antigua palabra egipcia keme,
que significa «tierra negra» y hace referencia a la fértil tierra negra que
queda cuando la inundación del Nilo retrocede.
El tercer hijo de Noé es Jafet, y
muchos han intentado identificar el nombre Jafet con el griego lapetos, una
divinidad mitológica cuyo hijo, Deucalio, ejerce de héroe en un mito griego de
inundación. Por muy tentadora que resulte esa correlación, sólo cobra sentido
si el mito griego hubiese influido el desarrollo de la narración bíblica, una
conclusión para la cual no tenemos ninguna evidencia.
Sin embargo, si regresamos a la esfera egipcia, volvemos a
hallar otra conexión. En hebreo antiguo, el nombre Jafet está formado por tres
consonantes: «J-Ph-Th». Los sonidos «ph» y «th» son lingüísticamente equivalentes
a «p» y «t», así que el nombre se puede escribir como J-PT. En hebreo, al
combinar el nombre de Dios con otra palabra, uno utilizaría una «J» para el
nombre de dios, que suele aparecer transcrito como «Jo» o «Ja» [en forma
abreviada en inglés: Yo o Yah], En
J-PT, la parte PT del nombre contiene las mismas letras utilizadas para el
nombre de la divinidad creadora menfita, Ptah, así que Jafet sería el
equivalente lingüístico del nombre «Dios-Ptah». Esta es una forma típica
egipcia de combinación de nombres, como por ejemplo Atum-Ra o Ra-Herakhte.
También sugiere el término hebreo utilizado habitualmente de «Señor Dios».
En nuestra explicación del primer día de la Creación (véanse
Mitos 2-4), vimos que el primer día consolidaba la aparición de las ocho
primeras divinidades hermopolitanas con la presencia de Ptah, que invocó a la
primera luz. El nombre «Dios-Ptah» simboliza esa relación, combinando las ocho
divinidades hermopolitanas con Ptah.
Los nombres de Noé y de sus tres hijos, por tanto, pueden
considerarse correspondencias cercanas al mito hermopolitano de la Creación.
Noé equivale a Nun, el diluvio primitivo; Cam significa la primera tierra que
surgió de las aguas; Sem representa la ciudad de Hermópolis, Shmn, construida sobre la primera
tierra (según la tradición hermopolitana), y Jafet corresponde a la divinidad
creadora primaria, una forma combinada de las Ogdóadas hermopolitanas y Ptah.
Debido a que los escribas hebreos necesitaban presentar al mundo un relato
monoteísta, tuvieron que reescribir el relato para que las conocidas
divinidades egipcias aparecieran con forma humana en este mito.
Mito 33: Cam era el padre de Canaán
El Mito: Fueron los hijos
de Noé salidos del arca Sem, Cam y Jafet; Cam era el padre de Canaán (Gn 9,
18).
La Realidad: Canaán era
originariamente el dios Ra en el mito hermopolitano de la Creación, y era el
hijo de los cuatro machos del arca.
Según el mito
hermopolitano de la Creación, las cuatro entidades masculinas y las cuatro
femeninas dieron a luz colectivamente al dios Ra, la divinidad hermopolitana
creadora y divinidad solar. En el relato de Noé, también aparece una sola
criatura que nace durante el periodo del diluvio. Se llamaba Canaán y el
escritor bíblico se muestra inexorable acerca de la identificación de su
parentesco.
Primero, el texto dice: «Fueron
los hijos de Noé salidos del arca Sem, Cam, y Jafet; Cam era el padre de
Canaán». El pasaje sugiere que Canaán también salió del arca, pero no lo dice
exactamente. Sólo tres versículos después, el autor nos vuelve a recordar el
parentesco de Canaán: «Vio Cam, el padre de Canaán, la desnudez de su padre, y
fue a decírselo a sus hermanos» (Gn 9, 22).
Estas son las primeras dos
menciones de Canaán en la Biblia, y en ambas ocasiones el versículo sugiere que
el nacimiento de Canaán ha tenido lugar, pero no dice explícitamente en qué
punto de la narración ocurre. Sin embargo, dos veces dice que Cam es el padre.
Inmediatamente después sigue un pasaje enigmático:
Y
tomando Sem y Jafet el manto, se lo pusieron sobre los hombros, y yendo
de espaldas, vuelto el rostro, cubrieron, sin verla, la desnudez de su padre.
Despierto Noé de su embriaguez, supo lo que con él había hecho el más pequeño
de sus hijos, y dijo: «Maldito Canaán, esclavo de los esclavos de sus hermanos
será». Y añadió. «Bendito el Señor, Dios de Sem. Y sea Canaán su esclavo.
Dilate Dios a Jafet, y habite éste en las tiendas de Sem y sea Canaán su esclavo»
(Gn 9, 23-27).
En la escena anterior, Cam había
visto a su padre desnudo y se lo había contado a sus hermanos. Entonces los
otros dos hermanos taparon a su padre. Pero cuando Noé despertó maldijo al «más
pequeño de sus hijos», Canaán, no Cam, quien le había visto desnudo. Puesto que
esto sucede poco después de que Noé y su familia desembarcan, ¿de dónde salió
Canaán, y cómo podía tener la edad suficiente para provocar dicha travesura, a
no ser que ya hubiese estado en el arca?
Para que no exista confusión alguna sobre si el autor
equivocadamente substituyó a Cam por Canaán como el hijo más pequeño,
deberíamos observar que en todas las ocasiones en que la Biblia menciona a los
tres hijos de Noé juntos, el nombre de Cam aparece en segundo lugar. Se trataría
de una formula literaria cuya intención sería informar al lector de que Cam era
el segundo hijo, y no el más pequeño.
¿Quién era el padre de Canaán, Noé o Cam? El tema debió
estar rodeado de bastante confusión, porque en algún momento al menos un editor
de la Biblia consideró que era necesario reiterar varias veces que Cam era el
padre. La confusión se originó a partir del hecho de que en la tradición
hermopolitana, cuatro entidades masculinas del arca eran los padres del mismo
hijo, y esto no tenía ningún sentido para los hebreos monoteístas posteriores.
Era necesario volver a examinar el tema del parentesco.
La identificación de Cam como padre de Canaán se debería a
un cambio posterior, bien entrado en el periodo de la monarquía hebrea (véase
el Mito 45). Se originó a partir de la idea que la tierra de Egipto (es decir,
Cam) era padre de la tierra de Canaán, una creencia que se ve reflejada en
Génesis 10, donde se pretende realizar un seguimiento del origen de las
naciones tras el diluvio.
Esto sugiere que Canaán originariamente tenía un nombre
distinto; un nombre que reflejaría su conexión con el dios solar Ra en su forma
infantil. (Ra tenía varios nombres diferentes. Hay una letanía que enumera al
menos setenta y cinco.) Esto explicaría por qué Noé maldice a Canaán en vez de
a Cam. Originariamente Canaán representaba al dios Ra, la divinidad
hermopolitana creadora, y los sacerdotes hebreos necesitaban disminuir la
influencia del Ra egipcio sobre las creencias de los primeros refugiados
hebreos de Egipto.
Mito 34: Noé liberó a unos pájaros para saber si se
había secado la tierra
El Mito: Y para ver
cuánto habían menguado las aguas, soltó un cuervo, que volando iba y venía,
mientras se secaban las aguas sobre la tierra. Siete días después, para ver si
se habían secado ya las aguas sobre la superficie de la tierra, soltó una
paloma, que como no hallase dónde posar el pie, se volvió a Noé, al arca,
porque las aguas cubrían todavía la superficie de la tierra. Sacó él la mano, y
tomándola la metió en el arca. esperó otros siete días, y al cabo de ellos
soltó otra vez la paloma, que volvió a él al atardecer, trayendo en el pico
una ramita de olivo. Conoció Noé que habían disminuido las aguas sobre la
tierra; pero todavía esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma, que
ya no volvió más a él (Gn 8, 7-12).
La Realidad: El redactor
de la Biblia combinó una escena del relato egipcio de un pájaro durante el
nacimiento de Ra con un episodio de narraciones babilonias de diluvios.
Otro fragmento
del mito hermopolitano de la Creación habla de la aparición de un pájaro
durante el nacimiento de Ra. Aunque, como vimos anteriormente, los redactores
de la Biblia presentaron un testimonio confuso sobre el nacimiento de Canaán,
el contexto dejaba claro que éste nació durante el diluvio. También sugería que
era más que un bebé cuando desembarcó, siendo este un problema bastante
confuso que trataremos en breve.
Aunque no podemos correlacionar
la aparición del pájaro benben (Benu) con el nacimiento de Canaán, sí podemos
mostrar que el pájaro benben apareció en la narración original del diluvio.
En el Génesis, después de que Noé
y su familia llegan a la cima de una montaña, Noé libera simultáneamente una
paloma y un cuervo para ver si son capaces de encontrar un lugar lo bastante
seco donde posarse. La paloma regresa, pero el cuervo vuela durante dos semanas
mientras se seca la tierra. Noé suelta a la paloma dos veces más y, durante el
tercer vuelo, la paloma no regresa, señalando que la inundación ha retrocedido.
No queda claro por qué Noé no pudo
sencillamente mirar desde la cima de la montaña para ver si podían desembarcar.
Ni tampoco tenemos una explicación de por qué soltó dos pájaros el mismo día.
El incidente de los pájaros presenta un paralelismo
sorprendente con el mito mesopotámico del diluvio conservado en la épica del Poema de Gilgamesh. En esa narración,
Utnapishtim, el héroe del relato del diluvio, también se sitúa sobre la cima de
una montaña y en tres ocasiones libera pájaros por el mismo motivo que lo hace
Noé. Son este tipo de detalles los que llevan a la conclusión de que el autor
de Gilgamesh y el autor de la Biblia compartían fuentes comunes para sus
relatos.
Pero las narraciones de los pájaros de Gilgamesh y Noé
presentan unas diferencias que confunden. En la primera, Utnapishtim libera
tres pájaros distintos en el siguiente orden: paloma, golondrina y cuervo. Noé,
sin embargo, libera cuatro pájaros en tres ocasiones. Al principio suelta a una
paloma y a un cuervo. La paloma regresa, pero el cuervo sigue volando por ahí.
Luego vuelve a soltar a la misma paloma dos veces más. ¿Por qué en el Génesis
se sueltan pájaros cuatro veces y en la narración de Gilgamesh sólo tres veces?
La contradicción recalca los problemas con los que se
enfrentaba el redactor bíblico. Por un lado, tenía un relato de Egipto en el
cual un solo pájaro volaba sobre el diluvio. Por otra, tenía un relato de
Mesopotamia en el cual tres pájaros eran liberados y dos regresaban. En total,
tenía cuatro pájaros, dos que regresaban y dos que no.
El editor bíblico colocó a los cuatro pájaros en el relato
revisado, pero el cuervo planteaba un problema especial. En la épica del Poema de Gilgamesh, el héroe liberaba
una paloma al principio de la secuencia y un cuervo al final; la paloma regresaba
y el cuervo no. En el Génesis, Noé libera una paloma y un cuervo a la vez y,
como en el Gilgamesh, la paloma regresa y el cuervo no. En el Poema de Gilgamesh, el héroe también
libera una golondrina, pero en el Génesis este pájaro no aparece. En cambio,
Noé suelta la paloma dos veces más.
El redactor bíblico debió encontrarse con más de una fuente
para el relato del diluvio babilonio, la versión tradicional de Gilgamesh con
una golondrina, una paloma y un cuervo, y otro relato con sólo palomas o pájaros
sin identificar. A través de los escritos de Beroso, un sacerdote Babilonio de
la época de Alejandro Magno, sabemos que al menos una versión del relato
incluía la liberación de tres grupos de pájaros no identificados.
En la fuente egipcia, el pájaro que
no regresa habría sido un pájaro ben-ben, que los egipcios identificaban con la
garza, y ésta se comportaba de manera distinta a los pájaros babilonios, sobre
todo porque no tenía necesidad de buscar tierra firme, ya que permanece en el
aire y vuela hasta que aparece la primera tierra.
El autor de la Biblia, que sabía
por los relatos babilonios que debía ofrecer una explicación por un cuervo que
no regresa, substituye sencillamente el cuervo babilonio por la garza egipcia,
y la deja volar por todas partes hasta que encuentra un lugar donde posarse.
Mito 35: El diluvio tuvo lugar durante la décima
generación de la humanidad
El Mito: Noé tenía
seiscientos años de edad cuando el diluvio inundó la tierra (Gn. 7,6).
La Realidad: Para
ajustarse a las tradiciones babilonias, los redactores de la Biblia trasladaron
el relato del diluvio desde el primer día de la Creación a la décima generación
de la humanidad.
El Génesis sitúa a Noé en la
décima generación desde Adán y sitúa el diluvio en el año seiscientos de Noé. A
partir de la cronología del Génesis (en el texto masorético), sabemos que el
diluvio tuvo lugar 1656 años después del nacimiento de Adán, pero debido a una
serie de incongruencias y contradicciones en los datos bíblicos relacionados
con la fecha del Éxodo (véase el Mito 72), no podemos determinar con precisión
el año en que Adán fue creado. Dentro de los parámetros aceptados, sin
embargo, podemos datar su aparición entre 4004 y 3761 a.C. La segunda fecha
proviene de las tradiciones judías, mientras que la primera se deriva de los
cálculos realizados por el obispo Usher en el siglo xvn. Otras estimaciones nos
dan una fecha para el diluvio entre 2348 y 2105 a.C., lo cual es un margen de
tiempo totalmente inverosímil.
La I dinastía Egipcia data de 3100 a.C. y mediante una gran
cantidad de evidencias arqueológicas egipcias, de Oriente Próximo y del
Mediterráneo sabemos que no tuvo lugar ningún diluvio mundial (o al menos a
gran escala en Oriente Próximo) después del inicio de la I dinastía Egipcia. Por
tanto, basado exclusivamente en datos arqueológicos, el diluvio bíblico no pudo
haber ocurrido durante ninguna de las fechas señaladas para Noé.
Ya que la Biblia también nos cuenta que Moisés se crió como
un hijo adoptado por la familia real, podría haber recibido una educación
egipcia de primera categoría y habría conocido la historia de Egipto desde la I
dinastía hasta su propia época. Si él hubiese creído en algún diluvio a gran
escala, lo habría situado mucho antes de la I dinastía egipcia, y no en tiempos
de Noé.
Tal y como vimos en los Mitos 32-33, el relato del diluvio
de Noé se originó a partir del mito hermopolitano de la Creación y debió
suceder antes de la aparición de la humanidad.
Entonces, ¿por qué los editores
de la Biblia cambiaron periodos de tiempo? La respuesta se encuentra en una
forma corrupta de la antigua lista de reyes sumerios, que registraba la
sucesión de monarcas que reinaron en la antigua Mesopotamia, tanto antes como
después del diluvio de la mitología babilonia.
En las versiones mesopotámicas
del diluvio, éste tuvo lugar mucho después de la Creación. En un documento
sumerio que data de 2000 a.C., tenemos una lista de los primeros ocho reyes de
Sumer. Estos reyes reinaron de manera combinada durante 241 mil años, y el
diluvio ocurrió durante el octavo mandato. Pero en una versión posterior de
esta lista, que data del siglo iv a.C, el diluvio tuvo lugar durante el reinado
de un décimo rey llamado Ziusudra, y pasaron 432 mil años antes de que llegara
el diluvio. Ziusudra no aparece en la primera lista de reyes sumerios, pero su
nombre corresponde a una pronunciación heleniza-da, uno de los nombres del
héroe del diluvio babilonio. (No podemos decir en qué momento se modificó la
lista de reyes sumerios, sólo que ocurrió entre 2000 y 400 a.C. Si lo
supiéramos con exactitud, esto tendría un enorme impacto sobre la fecha en que
se formuló el texto bíblico).
Mientras que los textos
babilonios también datan el diluvio decenas de miles de años antes de la época
de Noé, el situar el diluvio en la décima generación de un reinado establece un
paralelismo con la situación de Noé en la décima generación de la humanidad. La
cifra de 432 mil años de la segunda lista de reyes, tal y como veremos a
continuación, añade un segundo paralelismo de correspondencia con el relato
bíblico.
Los babilonios utilizaban unos
espacios de tiempo enormes e inverosímiles en sus listas de monarcas, de
decenas de miles de años para cada uno de los primeros reyes. También dividían
estos espacios de tiempo en unidades menores, de las cuales una se llamaba
saroi, y duraba 3600 años. Un período de 432 mil años, por tanto, equivale a
120 sarois. Esto nos recuerda que en el relato bíblico, Dios le dice a Noé:
«No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que
carne. Ciento veinte años serán sus días» (Gn 6, 3).
¿Qué significa decir que «ciento
veinte años serán sus días»? Una interpretación es que 120 años definía la
vida más larga permitida para los humanos. Pero, después del diluvio, varias generaciones
vivieron más de 120 años, así que esto no puede ser correcto. Otra
interpretación es que este era un aviso de que el diluvio llegaría dentro de
120 años. Este sería el significado correcto, pero los 120 años habrían sido
originariamente 120 sarois, y el aviso habría sido que el diluvio tendría lugar
120 sarois después de que el primer rey llegara al poder.
La cronología bíblica no podía permitir un período de tiempo
tan enorme, y los redactores sencillamente dieron por sentado que los «sarois» se
debían substituir por «años» para así acomodar la cronología ya existente en el
Génesis.
Mito 36: Toda la vida terrenal se había vuelto corrupta y debía
ser destruida
El Mito: La tierra estaba
corrompida ante Dios, y llena de violencia. Vio, pues, Dios que todo en la
tierra era corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre la
tierra. Dijo entonces Dios a Noé:
«El fin de toda carne ha llegado a mi presencia, pues está
llena de violencia a causa de los hombres, y voy a exterminarlos de la tierra»
(Gn 6, 11-13).
La Realidad: El tema de
la corrupción terrenal y su castigo combina un mito egipcio perteneciente al
«Libro de la Vaca Divina» con relatos babilonios sobre el ahogamiento de la
humanidad.
El Génesis ofrece dos
explicaciones diferentes para la ira de Dios contra la humanidad y por qué
envía el diluvio. En Génesis 6, 5-7, la ira de Dios se enciende primero a causa
de la maldad presente en la humanidad, pero por algún motivo que no se explica,
decide destruir no sólo a los humanos, sino también a las bestias, los reptiles
y las aves.
Viendo el
Señor cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que su
corazón no tramaba sino aviesos designios todo el día, se arrepintió de haber
hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón, y dijo:
«Voy a exterminar al hombre que creé sobre la superficie de la tierra; y con el
hombre, a los ganados, reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa
haberlos hecho» (Gn 6, 5-7).
Génesis 6,
11-13 trata de la corrupción y violencia más que de la maldad, e imputa dicho
comportamiento a todas las criaturas, no sólo a los humanos, diciendo que la
tierra esta corrompida y toda la carne (no sólo la carne de la humanidad) ha
corrompido las enseñanzas de Dios.
La primera explicación sugiere un
desorden natural entre todas las especies, mientras que la segunda sugiere un
desorden moral sólo entre los humanos.
En el «Libro de la Vaca Divina»
encontramos una situación parecida a la primera explicación. La humanidad se
había vuelto corrupta y se había rebelado contra la autoridad de Ra, quien, en
este relato, era la divinidad principal de los dioses.
Ra enfoca su justo castigo sólo contra los elementos
corruptos. Animado por Nun, la representación antropomórfica del diluvio
primitivo, Ra envía al cielo (en forma de la diosa Hathor) para destruir al
enemigo. Como en el Génesis, la divinidad se arrepiente de su respuesta violenta
y detiene la destrucción. El relato egipcio también incorpora un modesto
diluvio, pero su objetivo era el de distraer a Hathor de su misión destructora,
en vez de ahogar a la humanidad. Con todo, hacer que Nun, el diluvio primitivo,
dirija a Hathor, el cielo, para que destruya la tierra, proporciona una
poderosa imagen poética- de las aguas superiores y las aguas inferiores que se
combinan para destruir la humanidad. Esto concuerda con la imagen presentada
por la Biblia.
A ios seiscientos años de la vida de Noé, el
segundo mes, el día diecisiete de él, se rompieron todas las fuentes del
abismo, se abrieron las cataratas del cielo (Gn 7, 11).
El relato egipcio corresponde a
aquella parte de la narración en la cual sólo la maldad de la humanidad era el tema de preocupación: la humanidad había sido
mala y debía ser castigada. Pero la Biblia también condena a muerte a todas las
criaturas vivientes, mientras que el relato egipcio sólo castiga a los
malhechores.
Esta incongruencia entre las dos explicaciones del diluvio
surge de los esfuerzos de los redactores de la Biblia para integrar los mitos
egipcios y babilonios. En ambos casos, las fuentes extranjeras hablan de un
tiempo posterior a la Creación cuando la divinidad principal se enfadó con la
humanidad e intentó destruir la raza. Pero existían algunas diferencias en las
dos narraciones de origen.
En la narración egipcia, la humanidad se comporta mal y el
dios dirige su venganza sólo contra los malhechores. En la narración babilonia,
los dioses sencillamente deciden acabar con todas las criaturas vivientes,
tanto hombres como bestias. De manera sorprendente, el autor del mito de Gilgamesh no ofrece explicación alguna
para esta acción destructora. Si bien, en un momento de la narración, una de
las divinidades castiga a la divinidad principal por sus actos sin sentido:
«Oh guerrero, el más sabio de los dioses: ¿Cómo habéis
podido sin reflexionar provocar este diluvio?»
Una versión anterior del relato babilonio del diluvio,
conocida como Atrahasis, proporciona
el motivo que falta: la humanidad se había vuelto demasiado ruidosa y su
comportamiento irritaba a los dioses y diosas. Por consiguiente, la divinidad
principal envía un diluvio para acabar con toda la vida terrenal.
Puesto que el relato babilonio del diluvio describe la
destrucción de toda la vida terrenal a excepción de la que se encuentra en el
arca de Utnapishtim, por motivos de concordancia, los editores de la Biblia cambiaron
el final del relato egipcio en el cual Ra destruye sólo a los malvados, a otro
en el cual destruye toda la vida terrenal excepto la que se halla en el arca de
Noé. Al volver a contar la leyenda del diluvio, los redactores bíblicos
combinaron porciones tanto de los relatos egipcios como de los babilonios.
Mito 37: Los hijos de Dios se casaron con las hijas
del hombre
El
Mito: Y... los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y
les engendraron hijos. Estos son los héroes, los famosos varones de la antigüedad
(Gn 6, 4).
La
Realidad: El relato describe las condiciones políticas durante el primer
periodo intermedio de Egipto (h. 2300-2040 a.C.).
Los redactores de la Biblia dataron
el diluvio entre 2348 y 2105 a.C. Este espacio de tiempo coincide con el Primer
Periodo Intermedio de Egipto, una era de gran caos, corrupción y guerra civil.
Tal y como «dice un papiro:
El arquero está preparado. El malhechor está por todas partes. No hay
ningún hombre de ayer. Un hombre ase un arado con su escudo. Un hermano golpea
a su hermano, el hijo de su madre. Los hombres esperan en los matorrales la
llegada del viajero ignorante para robarle. El ladrón es poseedor de riquezas.
Las cajas de ébano se rompen. La preciada madera de acacia se parte en dos.
En esta época, el centro de los
problemas políticos de Egipto era la decreciente autoridad de los monarcas
reinantes en Menfis y la creciente rebeldía de los señores de la guerra locales
procedentes de la ciudad egipcia de Heracleópolis. Los opositores consiguieron
su-ficiente poder para declararse los dirigentes oficiales de Egipto, pero los;
escritores egipcios posteriores consideraban que la dinastía heracleopolita era
ilegitima, y muchas listas de reyes egipcios la omitían del listado de
monarcas.
Según las creencias egipcias, el rey personificaba al dios
Horus, una divinidad solar que se convirtió en rey de Egipto tras la muerte de su padre Osiris, y cualquier
desafío a la autoridad del binomio Horus/faraón constituía un desafío al orden
natural del universo. Los egipcios eran muy conservadores en sus tradiciones, y
no reconocían los cambios importantes de buen grado. Menfis había sido la sede
de la autoridad real durante casi ochocientos años cuando Heracleópolis la
desafió para acceder al poder. La reivindicación de la oposición tenía que
estar basada tanto en argumentos teológicos como políticos.
Desde un punto de vista
teológico, Heracleópolis debía demostrar que sus reyes, y no los de Menfis,
continuaban la línea de sucesión de Horus. Desde un punto de vista político,
necesitaban tener una base razonable para realizar tal reivindicación. La
unidad de los argumentos teológicos y políticos nacería probablemente del
matrimonio entre miembros de las familias heracleopolitas y menfitas
gobernantes. Los hijos de ese matrimonio proporcionarían una base para un
desafío político y teológico contra cualquier sucesor alternativo preferido
por Menfis.
Esto nos conduce nuevamente al
Génesis, que sitúa el diluvio y la era de maldad que lo precede durante el
primer periodo intermedio de Egipto (h. 2300-2040 a.C.). Génesis 6,5 indica el
deseo de Dios de destruir la humanidad debido a la maldad de ésta.
Inmediatamente antes de este versículo, el Génesis ofrece un pasaje
introductorio para explicar por qué las cosas no iban bien. Los «hijos de Dios»
se habían casado con las «hijas del hombre» y habían engendrado hijos. Como
resultado, los descendientes se habían vuelto corruptos y malvados.
¿Quiénes eran los hijos de Dios y
las hijas del hombre? La explicación tradicional mantiene que los hijos de
Dios eran los descendientes de Set (el tercer hijo de Adán y Eva, y el
antepasado del pueblo hebreo) y las hijas del hombre eran los descendientes de
Caín. Esto crea un parentesco que mezcla los malditos y los benditos. Pero si
observamos el relato en un contexto egipcio, hay otra interpretación que tiene
más sentido.
Los hijos de Dios eran los hijos
de un faraón reinante, o sea, los hijos de Horus. Las hijas del hombre eran las
hijas de una familia que no formaba parte de la realeza. Durante el Primer
Periodo Intermedio, Heracleópolis desafió a Menfis por el derecho a gobernar.
Detrás de ese desafío existiría el matrimonio entre un hijo de la familia real menfita
y una hija de la familia heracleopolita gobernante. Tras la muerte del faraón,
varias facciones de Menfis y Heracleópolis se disputarían el puesto de sucesor
legítimo. El vacío de poder resultó en reivindicaciones para competir por el
trono, y en un periodo de corrupción generalizada, caos y guerra civil. Los
acontecimientos de esta época consiguieron entrar en la narración del Génesis
como el relato de los hijos de Dios y las hijas del hombre.
Mito 38 : Noé salvó sólo a una pareja de cada
especie
El Mito: Y de todo
ser viviente de toda carne meterás parejas en el arca para que tengan vida
contigo; serán macho y hembra (Gn (6, 19).
La Realidad: El Génesis
contiene afirmaciones contradictorias acerca de cuántos animales embarcaron.
La mayoría
de nosotros ha oído decir que Noé subió a bordo del arca a una pareja de cada
especie para así repoblar el mundo tras el diluvio. Pero el Génesis conserva
una declaración contradictoria acerca del número de animales que subieron a
bordo. En Génesis 7, 2-3 dice:
De todos los animales puros toma siete parejas, machos
y hembras, y de los impuros, una pareja, macho y hembra. También de las aves
del cielo siete parejas, machos y hembras, para que su descendencia se conserve
sobre la faz de la tierra toda.
Esta contradicción
surge a raíz de los conflictos religiosos sobre el tema del sacrificio de los
animales. Los autores de la fuente J creían en la práctica del sacrificio de
animales, en cambio los autores de la fuente S no.
Tras el diluvio, Noé sacrifica
animales a Dios. Si sólo hubiese tenido dos de cada especie, un macho y una
hembra, los animales sacrificados no podrían reproducirse y repoblar la
especie. Por tanto, tenía que incluir animales adicionales para sacrificar. Ya
que los autores de la fuente S no creían en el sacrificio de animales, no
necesitaban más que una pareja de macho y hembra para sus necesidades
reproductoras.
Sin embargo, ¿por qué era necesario
salvar a los animales? Sabemos por Génesis 1 que Dios podía crear animales a
partir del agua, y por Génesis 2 que los podía crear de la tierra. Tras el
diluvio. Dios podía haber creado todos los animales que quisiera.
Mito 39: La lluvia duró cuarenta días y cuarenta
noches
El Mito: Porque dentro de
siete días voy a hacer llover sobre la la tierra , cuarenta días y cuarenta
noches, v exterminaré de la tierra cuanto hice... y estuvo lloviendo sobre la
tierra durante cuareuta días v cuarenta noches .(Gn 7.4. 12).
La Realidad: fas fuentes
J y S discrepan acerca de cuando cesaron las lluvias. La J dice que duraron
cuarenta días, mientras que la S dice que duraron 150.
Los
redactores bíblicos trabajaron a partir de dos cronologías del diluvio
distintas, una de la fuente J y otra de la fuente S. Según la fuente J las lluvias
duraron cuarenta días. Según la fuente S, las lluvias duraron 150 días.
En Génesis 7, 12 dice que diluvió
sobre la tierra cuarenta días y en Génesis 7, 17 se nos dice que diluvió sobre
la tierra durante cuarenta días. Luego Génesis 8, 6 dice que, pasados cuarenta
días nmas, Noé abrió la ventana del arca para liberar a los pájaros. Aunque
los tres periodos de cuarenta días podrían ser uno sólo y el mismo, en el
contexto parecen ser periodos secuenciales. Resulta interesante observar que
tres periodos de enarenta días suman 120 días, la duración de la temporada de
lluvias egipcias según el calendario solar.
Entremezclados con estos tres
versículos hay otros pasajes que también mencionan la cronología de1 diluvio.
Génesis 7, 24 dice que las aguas persistieron durante 150 días y dos versículos
después dice: "Cerráronse las fuentes del abismo y las cataratas del
cielo, y ceso de llover" (Gn 8, 2). Al leer la narración en orden
cronológico tal y como pretendían los editores de la Biblia, encontramos que ha
pasado un periodo de 150 días desde que las aguas suben de nivel el cese de
la lluvia-
Hay dos periodos distintos de
lluvia porque los editores de la biblia travbajaron a partir de dos narraciones distintas. En una versión,
derivada de de la fuente J, el relato del
diluvio está basado en el calendario solar egipcio que los egipcios dividían en
tres temporadas de 120 días, de las
cuales una era la temporada de inundación, con cinco días añadidos al
final del año. En la otra, derivada de la fuente S, el relato del diluvio está
basado en el calendario egipcio solar-lunar, un ciclo que duraba veinticinco
años, con 309 meses completos.
El conflicto entre las dos fuentes se ve aumentado en las
declaraciones acerca de cuándo se secó la tierra. Génesis 8, 13 dice que la
tierra se secó el primer día del primer mes del año 601 de la vida de Noé. El
siguiente versículo dice que la tierra se secó el día veintisiete del segundo
mes del año 601 de Noé. Parte de esta confusión ocurre porque el primer periodo
seco sucedió el día 309 de la cronología de la fuente S, marcando la conexión
con el calendario solar-lunar, pero que a la vez marca el día 360 después del
cumpleaños 600 de Noé en la cronología de la fuente J, marcando la conexión
con el calendario solar.
Mito 40: El diluvio cubrió la tierra entera y todas
las montañas
El
Mito: Quince codos subieron las aguas por encima de ellos, y así fueron
cubiertos los montes (Gn 7, 20).
La Realidad: Quince codos
equivalen a una profundidad de aproximadamente 7,5 metros, lo suficiente para
cubrir la tierra, pero ninguna montaña.
Aunque el Génesis dice que las
aguas subieron lo suficiente para cubrir todas las montañas, sólo da una altura
de quince codos. El codo tiene un largo aproximado de unos cincuenta
centímetros. Quince codos miden unos siete metros y medio, no lo bastante para
cubrir un monte de mediana altura, y desde luego ninguna montaña.
La discrepancia en la Biblia entre las imágenes de un
diluvio mundial que cubre montañas y la de una inundación superficial de sólo
siete metros y medio, surge del hecho de que uno de los relatos del diluvio del
Génesis estaba basado en el calendario de temporadas y se refería a la temporada
de inundaciones anuales egipcias, cuando el Nilo se desbordaba. En cambio, el
otro relato del diluvio del Génesis se refiere a Nun, el diluvio primitivo en
la mitología egipcia.
Mito 41: Tras el diluvio, Noé sacrificó a todos los
animales puros
El Mito: Alzó Noé un altar al Señor, y tomando de todos los
animales puros y de todas las aves puras, ofreció sobre el altar un holocausto!
(Gn8,20).
La
Realidad: Noé no pudo haber sacrificado a todos los animales puros ¡
porque necesitaba algunos de ellos para la reproducción de esa especie.
Noé llevó a bordo siete parejas de
cada especie pura, es decir, especies! adecuadas para ser sacrificadas. Génesis
8,20 dice que tras el diluvio, Noé sacrificó a todos los animales puros sobre
un altar. Ya que los animales puros han sobrevivido hasta el presente, Noé no
pudo haberlos sacrificado a todos.
Mito 42: Todas las criaturas vivientes que no se
subieron al arca perecieron
El
Mito: Y exterminó a todos los seres que había sobre la superficie de la
tierra, desde el hombre hasta la bestia; y los reptiles y las aves del cielo
fueron exterminados de la tierra, y quedaron sólo Noé y los que con él estaban
en el arca (Gn 7, 23).
La Realidad: Una raza de
gigantes, llamados nefilim en la
Biblia, sobrevivió al diluvio.
Antes del
diluvio, la Biblia dice que existía una raza de gigantes (véase Gn 6,4). La
palabra hebrea que se traduce como «gigante» es nefilim. En Números 13,33, vemos que tras el Éxodo, los israelitas
vieron a los gigantes, hijos de Anak. Una vez más la palabra traducida para
«gigantes» es nefilim. Así, tenemos
una raza de nefilim antes del diluvio
y una raza de nefilim en tiempos de
Moisés. Puesto que no había nefilim a
bordo del arca, ¿cómo pudo sobrevivir la raza? Algunas tradiciones folclóricas
mantienen que los nefilim se
agarraron al arca durante el diluvio y flotaron a su vera, pero el pasaje
bíblico dice específicamente que sólo Noé y aquellos a bordo del arca
sobrevivieron. Si los nefilim
sobrevivieron al diluvio, tal vez otros también lo consiguieron.
Mito 43: Dios confundió el idioma común de la
humanidad y dispersó a las gentes por todo el mundo
El Mito: Era la tierra
toda de una sola lengua y de unas mismas palabras. En su marcha desde el
Oriente hallaron una llanura en la tierra de Senaar, y se establecieron allí.
Dijéronse unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego». Y se
sirvieron de los ladrillos como de piedra, y el betún les sirvió de argamasa;
y dijeron: «Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue
hasta el cielo y hagámonos un monumento, por si tenemos que dividirnos por la
faz de la tierra». Bajó el Señor a ver la ciudad y la torre que estaban
haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: «He aquí un pueblo uno, pues
tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto, y nada les impedirá
llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se
entiendan unos a otros». Y los dispersó de allí el Señor por toda la faz de la
tierra, y así cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llamó Babel, porque
allí confundió el Señor la lengua de la tierra toda, y de allí los dispersó
por la faz de toda la tierra (Gn 11, 1-9).
La
Realidad: Los hijos de los hijos de Noé hablaban diferentes idiomas y
vivían en distintos países mucho antes de los acontecimientos que se describen
en este relato.
La narración bíblica de la Torre
de Babel comienza con la afirmación de que el mundo entero hablaba una sola
lengua. Luego dice: «En su marcha desde Oriente hallaron una llanura en la
tierra de Senaar». ¿A quién hace referencia este «ellos» que se menciona en la
narración?
Probablemente, «ellos» hace referencia al último grupo de
personas mencionadas que preceden a esa referencia, es decir, la «descendencia de
los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet» (Gn 10, 1). En Génesis 10 se divide
a los descendientes de Noé en tres
ramas, cada una asociada a uno de sus
hijos, y, según el relato, estos descendientes fundaron numerosas
naciones y hablaban distintas lenguas. Acerca de los hijos de Jafet, por
ejemplo, la Biblia dice: «De éstos se poblaron las islas de las gentes en sus
tierras según sus lenguas, familias y naciones» (Gn 10, 5).
A excepción de la genealogía de
Noé y la afirmación de que «marcharon desde el Oriente», no tenemos ningún
otro antecedente que defina a quién se refiere «ellos». Génesis 10 informa de
que el mundo ya había sido dividido en naciones y se hablaban muchas lenguas
mucho antes del relato de la Torre de Babel. Esto se contradice con Génesis
11,1, que mantiene que el mundo entero hablaba un solo idioma. La genealogía
de Noé, que divide a su familia en varias naciones, también contradice la
afirmación de que la humanidad estaba dispersa por el mundo tras el intento de
construir una torre que llegara hasta los cielos.
Mito 44: El arca se asentó sobre las montañas de
Ararat
El Mito: El día
diecisiete del séptimo mes se asentó el arca sobre los montes de Ararat (Gn
8,4).
La Realidad: La montaña
del relato del diluvio se refería en origen a la montaña primitiva en Egipto.
Después de que los israelitas se trasladaran a Canaán, estos cambiaron la
ubicación a los montes de Ararat, considerados el punto más alto del mundo.
En Génesis 8,4, se dice que el
arca de Noé se posó sobre las montañas de Ararat. Generalmente, cuando alguien
hace referencia a este acontecimiento, habla del emplazamiento como el monte
Ararat, pero la Biblia sólo dice que era una de las montañas de Ararat. No dice
cual de ellas. La zona comprendida por el antiguo Ararat ahora cruza las
fronteras actuales de Turquía, Rusia, Irán e Irak.
Sin embargo, Génesis 11,2 sugiere que los supervivientes del
diluvio se posaron en un lugar muy distinto. Según ese versículo, los
supervivientes viajaron desde una ubicación sin identificar al este de
Babilonia y siguieron en dirección oeste hacia Babilonia. Fue en la llanura de
Senaar, el territorio que rodea Babilonia, donde esos supervivientes desataron
la ira de Dios al intentar construir la Torre de Babel.
Ararat, sin embargo, está muy al norte y ligeramente al
oeste de Babilonia. Los supervivientes habrían tenido que viajar en dirección
sudeste de Ararat, y no hacia el oeste para llegar a Senaar.
Si usted se encuentra en Ararat, no puede llegar a Senaar si
viaja en dirección oeste. Tiene que ir hacia el sudoeste. Que los viajeros
viajaran desde oriente refleja los orígenes del relato del diluvio como una
variante del mito hermopolitano de la Creación. En el relato egipcio, la
divinidad creadora Ra aparece primero como un niño flotando sobre una hoja de
loto. Cuando se convierte en adulto, inicia sus actos de Creación. Esto significa
que el joven Ra viajó en dirección oeste sobre su hoja de loto, haciéndose
mayor al mismo tiempo que el sol recorría el cielo.
La montaña donde aterrizó el arca habría sido la montaña
primitiva en Egipto primera tierra donde se irguió el Creador egipcio y llevó a
cabo sus actos. Cuando los editores bíblicos dejaron de identificar el relato
del diluvio con el mito egipcio de la Creación, trasladaron el arca a una cordillera
que ellos creían ser la más alta de todas las demás. Ya que el relato bíblico
menciona un nombre de montaña distinto al del mito babilónico del diluvio, el
cambio de ubicación desde Egipto a Ararat seguramente tuvo lugar antes de que
Babilonia conquistara Israel en 587 a.C.
Mito 45: Los hijos de Noé formaron las naciones del
mundo
El Mito: Estas son
las familias de los hijos de Noe, según sus genenicio-nes y naciones. De éstos
se dividieron los pueblos de la tierra después del diluvio (Gn 10,32).
La Realidad: La lista de
naciones atribuidas a la familia de Noe es una añadidura posterior al Génesis,
y refleja las relaciones políticas de principios del primer milenio a.C.
En Génesis
10 se enumeran las tres ramas del árbol genealógico de Noé, una para cada uno
de sus tres hijos. La Biblia dice que cada uno de los descendientes que se
mencionan corresponde a alguna entidad geográfica. Esta lista suele llamarse
«Tabla de Naciones» o «Familia de Naciones».
Varios de los nombres de la lista
corresponden a territorios o a gentes conocidos, pero la gran mayoría de
nombres no se pueden conectar fácilmente con otras entidades específicas. La
mayoría de los topónimos irreconocibles se suelen clasificar como
pertenecientes a tribus de Arabia. Esto da lugar a la bastante confusa
situación de tener una Tabla de Naciones bíblica cargada de oscuras tribus
árabes con un impacto casi nulo sobre la historia de la Biblia.
A grandes rasgos, las tres ramas
representan tres zonas geográficas principales. Cam y su familia corresponden
a África y Canaán; Sem y su familia corresponden a Oriente Próximo; Jafet y su
familia corresponden aproximadamente a las naciones isleñas del Mediterráneo y
a partes de Europa.
Una dificultad a la hora de aceptar
la genealogía de Noé como Tabla de Naciones es la presencia de nombres
duplicados en la lista. Evila, por ejemplo, aparece como hijo de Cus (Etiopía)
en la rama de Cam, y como hijo de Joktan en la rama de Sem, lo cual sitúa el
territorio en África y Asia simultáneamente.
De igual manera, Sheba aparece
tanto como nieto de Cus como hijo de Joktan. Cus también tiene un hermano
llamado Seba. Seba y Sheba son filológicamente idénticos.
Otra forma de duplicación ocurre
con los nombres de I.ud, un hijo de Sem, y Ludim, un nieto de Cam. En hebreo,
la terminación -im significa una forma de plural. Cuando se utiliza junto a una
nación se refiere a la gente de esa nación. Por tanto, la diferencia entre Lud
y Ludim es semejante a la diferencia entre Egipto y los egpcios .
Una duplicación similar ocurre
también con el equiparamiento de Dedan, nieto de Cus, y Dodanin, un hijo de
Javan en la lista de Jafet. El hebreo bíblico no contenía vocales, así que la
palabra escrita Dedan habría aparecido
como Ddn y Dodanim habría aparecido
como Ddnm, la forma plural de Ddn
La
presencia de tantos duplicados en la genealogía indica la naturaleza
artificial del catálogo. Pero hay otras
evidencias que señalan una composición tardía.
Tal vez el aspecto mas extraño de
la Tabla de Naciones este relacionado con
el tratamiento de Asiría y Babilonia. En ningún lugar se encuentra a
Babilonia, una potencia principal, identificada como descendiente de Noé. Por
otra parte. Asiria aparece como hijo de Sem (kijo el nombre de Asur). Segun
dice el relato, Nemrod, un hijo de Cus ( Etiopía ), conquisto cuatro ciudades,
«Babel, Ereg, Acad y Calne, en tierra de Senaar» (Gn 10, 10).
Estas cuatro ciudades pertenecen al reino de Babilonia, pero no encontramos en
ninguna parte de la Tabla de Naciones que estas ciudades estén identificadas
con los hijos de Noé. Sin embargo, el relato dice que Asur (Asiria) salió de la
tierra de Senaar y fundo las cuatro principales ciudades de Asiria.
El texto es
ambiguo acerca de si Asiria controlaba Babilonia o si Babilonia controlaba a
Asiria. Ningún guión retratil correctamente la relación entre estos dos países
durante casi mil años después del diluvio. En el siglo xiii a.C. Asina se
convirtió en la primera de las dos naciones en controlar a la otra. En el siglo
vii a.C., una alianza babilónica conquistó Asiria. La descripción bíblica no es
más que una historia confusa que confunde muchos de los hechos.
Varias de
las otras naciones que se mencionan en las listas, como Madai (los medas), Javan (los Jonios), y Tartessos,
no surgieron como poderes políticos hasta el primer milenio a.C., indicando que
la recopilación tuvo lugar durante el primer milenio.
Las
anteriores instancias de duplicación, la imprecisión histórica, y la
imposibilidad cronológica son solo algunos de los errores contenidos en la
Tabla de Naciones y demuestran que la genealogía de Noé fue compuesta durante
el primer milenio a.C. basada en divisiones geopolíticas existentes y
tradiciones míticas.
Mito 46: Nemrod conquistó Babilonia
El Mito: Cus engendró a
Nemrod, que fue quien comenzó a dominar sobre la tierra, pues era un robusto
cazador ante el Señor, y de ahí se dice:
«Como Nemrod, robusto cazador ante el Señor». Reinó el
primero en Babel, Ereg, Acad y Caine, en tierra de Senaar (G. 10, 8-10).
La Realidad: Este relato
conserva una antigua leyenda egipcia sobre el Faraón Sesostris, quien reinó
durante la XII dinastía Egipcia.
El breve relato sobre Nemrod
confunde porque presenta una historia totalmente distorsionada de Oriente
Próximo durante el segundo milenio a.C. (véase el estudio en el Mito 45 sobre
la Tabla de Naciones). Según lo expuesto, dice que Nemrod era hijo de Cus y que
levantó un imperio en las ciudades de Babilonia. Cus representa la nación de
Etiopía, el vecino del sur de Egipto, y la Biblia lo convierte en hijo de Cam,
que representa a Egipto en la Tabla de Naciones. Así, lo que sugiere el relato
es que un descendiente de Egipto, asociado con Etiopía, conquistó las ciudades
de Babilonia en el segundo milenio a.C. Las evidencias históricas desacreditan
totalmente este supuesto.
Una explicación mejor reconoce que la Tabla de Naciones se
deriva de una variedad de leyendas sobre los orígenes nacionales. De hecho, el
historiador griego Heródoto, a menudo llamado el «padre de la historia»,
recoge una leyenda específica sobre un faraón egipcio llamado Sesostris, que
subió al trono en 1897 a.C., durante la XII dinastía de Egipto. Su testimonio
parece basarse en la misma leyenda que inspiró el relato sobre Nemrod. La
identificación de Nemrod con Sesostris también concuerda cronológicamente con
la Tabla de Naciones, que sitúa a Nemrod en la misma época que la XII dinastía
de Egipto. Según Heródoto, Sesostris fue el único rey egipcio que conquistó
Etiopía. Posteriormente, lanzó una campaña militar desde Mesopotamia, cruzó
Asia y conquistó cada nación en su camino hasta llegar a Europa.
Heródoto dice que oyó hablar de Sesostris mediante
conversaciones con eruditos egipcios, y es evidente que las leyendas sobre este
rey formaban parte del folklore egipcio. El relato identifica claramente a un
monarca egipcio, procedente de Etiopía, que atravesó y conquistó Mesopotamia,
cruzando primero la región babilónica, para después dirijirse a Asiría, y
detenerse por fin en algún lugar de Europa. Debemos añadir también que durante
la XII dinastía, Etiopía estuvo bajo soberanía egipcia.
Los elementos de la leyenda de Sesostris se corresponden
exactamente con el relato de Nemrod. En ambos relatos, un hijo de Egipto que
controlaba Etiopía entró en Mesopotamia y conquistó Babilonia y Asiría.
La única diferencia significativa entre ambos relatos es el
nombre del héroe. Heródoto y otros lo identifican como Sesostris, mientras que
la Biblia lo llama Nemrod. Sin embargo, Sesostris no era el verdadero nombre
del faraón. Era una corrupción griega del nombre Senurset. El nombre Nemrod
parece ser fonéticamente parecido a la última parte del nombre de Senusret, y
la interpretación hebrea puede ser una ligera corrupción de la egipcia, de
igual manera que Sesostris es una corrupción griega.
Mito 47: Los hijos de Cam eran Cus, Misraim, Put y
Canaán
El Mito: Hijos de Cam
fueron: Cus, Misraim, Put y Canaán (Gn 10,6).
La Realidad: Esta
genealogía es paralela a la del mito griego anterior sobre los orígenes de los
danoi, los griegos que supuestamente invadieron Troya en el siglo xn a.C.
En la Tabla de Naciones, Cam es el
padre de cuatro países, Cus, Misraim, Put y Canaán. Cam, como ya hemos visto,
posee un nombre idéntico al de uno de los antiguos nombres de Egipto, Keme.
Tres de sus hijos tienen nombres que se pueden identificar fácilmente con
naciones de la esfera egipcia. Cus es el antiguo nombre de Etiopía; Misraim es
el nombre hebreo para Egipto; y Canaán corresponde evidentemente a la tierra de
Canaán.
El nombre del cuarto hijo no se identifica fácilmente, pero
se suele emparentar con Libia, lo cual tiene sentido desde un punto de vista
geográfico. Libia era el nombre griego para toda la parte de África al oeste
de Egipto.
En esta genealogía, tenemos un esquema geográfico en el cual
Cam suele corresponder a la zona de Egipto y sus vecinos colindantes, y sus
cuatro hijos constituyen cuatro divisiones dentro de esa región; Etiopía al
sur, Libia al oeste, Egipto en el centro, y Canaán al norte.
La genealogía reflejada en esta rama de la narración bíblica
se atiene a la que aparece en el mito griego sobre los orígenes de los danoi,
los griegos que, escribió Hornero, conquistaron Troya en el siglo xn a.C.
Según la narración griega, Poseidón (el dios griego de los
mares) se acopló con una mujer llamada Libia. Tuvieron gemelos, llamados Belo y
Agenor. El segundo se fue a Fenicia, donde se convirtió en rey y donde los griegos lo consideraban el antecesor de todos
los fenicios. ;
Belo se convirtió en rey de Egipto
y, según las tradiciones míticas, tuvo j cuatro hijos, llamados Dánao,
Aegiptos, Fineas y Cefeo. Según los relatos ^ griegos, Aegipto fue rey de
Egipto, Dánao de Libia, y Cefeo de Etiopía, pero reinando en Joffa, en Canaán.
El nombre del cuarto hijo, Fineas, significa «etíope».
Belo y Cam comparten varias
características.
1. Belo es hijo de Poseidón, dios de los mares, y Cam es
hijo de Noé, que no es el único superviviente de un diluvio mundial, pero que
aquí hemos identificado con Nun, un equivalente egipcio de Poseidón.
2. Cada uno es padre de cuatro hijos, tres de los cuales se
identifican con Egipto, Etiopía y Libia.
3. El cuarto hijo de Belo, Cefeo, en ocasiones se identifica
con un rey cananeo, y el cuarto hijo de Cam está relacionado con Canaán.
4. Belo aparece como hermano del rey de Canaán, mientras que
Cam, su homónimo en la Biblia, aparece como el padre de Canaán. Sin embargo,
la genealogía bíblica es ambigua y, como ya vimos en el Mito 33, en ocasiones
la Biblia sugiere que Canaán es el hermano de Cam en vez del hijo.
Aunque la
estructura genealógica entre los dos árboles sea casi idéntica, destaca una
diferencia significativa. El Génesis relaciona la genealogía con la evolución
de la humanidad inmediatamente después de la destrucción mundial. El mito
griego está absolutamente cargado de simbolismo geopolítico. No obstante,
muestra una tradición primitiva en la cual Egipto aparecía como el hermano de
Libia, Etiopía y Canaán.
Por último, debemos observar que
los danois griegos, quienes desaparecieron del registro histórico hacia el
primer milenio a.C., eran uno de los «Pueblos del Mar», un grupo de aliados
griegos (entre los cuales estaban los filisteos) que invadieron Canaán en los
siglos xn y xm a.C., casi al mismo tiempo que Israel se asentara allí tras el
Éxodo de Egipto. Esto sugeriría que los griegos llevaron el mito a Canaán,
donde los escribas hebreos lo recogieron y lo incorporaron a su historia mundial.
MITOS DE LOS FUNDADORES
Introducción
Los fundadores del antiguo Israel
fueron Abraham (originariamente llamado Abram), su hijo Isaac, y el hijo de
Isaac, Jacob, conocidos colectivamente como los patriarcas. Jacob, quien en dos
ocasiones cambió su nombre por el de Israel, tuvo doce hijos varones, de los
cuales los más conocidos son José y Judá, y cada uno de ellos fundó una de las
doce tribus de Israel.
El relato de los patriarcas se
inicia con un llamamiento por parte de Dios a Abraham para que abandone la
ciudad de «Ur de los Caldeos» en Mesopotamia, y vaya a Canaán: «En aquel día
hizo el Señor pacto con Abram, diciéndole: «A tu descendencia he dado esta
tierra desde el río de Egipto hasta el gran río, el Eufrates» (Gn 15,18).
El principal objetivo de la
narración patriarcal es el de seguir la transmisión de esta alianza de
generación en generación. Mientras que el Génesis con frecuencia dice o sugiere
que la alianza pasó de Jacob a José, Y luego de José a su hijo Efraín, en una
parte del relato conocido como «la bendición de Jacob», hay una indicación de
que la alianza pasó a manos de Judá. Esta incongruencia, una de tantas, muestra
cómo las posteriores disputas entre el reino de Israel (bajo el mandato de
Efraín) y el reino de Judá, influyeron de manera importante sobre la narración
del relato patriarcal.
La cronología de la Biblia sitúa
el periodo patriarcal en aproximadamente la primera mitad del segundo milenio
a.C., pero no tenemos ninguna prueba contemporánea directa en el archivo
histórico que demuestre la existencia de cualquiera de los patriarcas o de los
doce hijos de Israel. Muchos de los lugares y parientes de Abraham, sin
embargo, tienen nombres que señalan hacia el primer milenio a.C. como la época
en la que fueron escritas las narraciones. Todo lo que sabemos sobre los
patriarcas y sus familias viene o bien del libro del Génesis o de relatos
folclóricos y leyendas.
Cuando Abraham tenía setenta y cinco años llevó a su esposa
Sara (que al principio se llamaba Sarai) y a su sobrino Lot desde Mesopotamia a
Canaán. Cuando llegaron, encontraron la ciudad sumergida en la hambruna, y
siguieron hasta Egipto.
En Egipto, Abraham temía que el faraón lo condenara a muerte
para tomar a su hermosa Sara como esposa real. Así que Sara fingió ser la hermana
de Abraham, convirtiéndose así en un miembro de la corte real. A pesar del
desconocimiento por parte del faraón del estado civil de Sara, Dios envió una
serie de plagas para castigar al monarca egipcio por sus indiscreciones hacia
la mujer de Abraham, y cuando el rey supo la verdad, devolvió a Sara a su
marido, colmó a Abraham de grandes riquezas como recompensa, y le ordenó a él y
a su familia que abandonaran el país.
Abraham regresó a Canaán y, al llegar, decidió que la tierra
donde se había establecido no era lo suficientemente grande para él y su
sobrino Lot. Así que le dio a Lot la primera opción sobre la tierra y acordó
quedarse con la que quedara. Lot miró a su alrededor y decidió elegir
Transjordania, el territorio al este del río Jordán, donde se asentó en la
ciudad de Sodoma. Abraham permaneció en el lado cananeo del río Jordán.
Pero Sodoma se había convertido en una ciudad conocida por
su maldad y corrupción, y Dios decidió destruirla. Abraham intervino y Dios
acordó dejarla tranquila si era capaz de encontrar a diez hombres honrados
viviendo en ella. Dos ángeles fueron a reconocer el lugar y, disfrazados,
recibieron la hospitalidad de Lot. Tras una ataque a los huéspedes de Lot por
parte de los ciudadanos, los ángeles decidieron que Sodoma no había pasado la
prueba de Dios y éste avisó a Lot de que se marchara sin mirar hacia atrás. La
mujer de Lot, sin embargo, no lo pudo resistir y se volvió para ver qué estaba
ocurriendo. Como consecuencia, se convirtió en una columna de sal. Las dos
hijas de Lot creían que ellas y su padre eran las últimas personas de la tierra
y, para conservar la raza, las hijas fueron preñadas por Lot. Los hijos de esas
uniones se convirtieron en los antecesores de los pueblos de Moab y Amón, dos
naciones que no existieron hasta mucho después del periodo patriarcal.
Como le había pasado en Egipto, Abraham se encontró en
Canaán con un monarca de quien pensó que lo mataría para quitarle a su mujer
Sara. Así que nuevamente fingieron ser hermanos. Mucho años después, su hijo
Isaac tuvo una experiencia similar en la misma ciudad, con un monarca del mismo
nombre.
Cuando Abraham alcanzó los ochenta y siete años, Sara
permitió a su
esclava Agar, una mujer egipcia, que tuviera un hijo de
Abraham para dar a luz a un heredero. Agar dio a luz a Ismael. Abraham quería a
Ismael, pero Dios le dijo que Sara tendría un hijo cuando alcanzara la edad de
noventa años, y ese hijo sería el heredero de la alianza. Como consuelo, le
dijo a Abraham que su hijo mayor también sería el fundador de una nación.
Ismael se convirtió en el antecesor de los bíblicos israelitas, quienes por su
parte fueron identificados con los antiguos pueblos árabes. Abraham pensaba que
la idea de un hijo a tan avanzada edad era muy divertida, y se rió con ganas. Cuando
el hijo nació, Abraham lo llamo Isaac, que en hebreo significa «se rió».
Isaac se casó con Rebeca y ella fue madre de los gemelos
Jacob y Esaú.
Durante su embarazo los hijos se diputaron en su seno quién
nacería el primero. Entonces Dios le dijo, «Dos pueblos llevas en tu seno, dos
pueblos que al salir de tus entrañas se separarán. Una nación prevalecerá
sobre la otra nación. Y el mayor servirá al menor» (Gn 25, 23).
Esaú salió primero y según la
tradición habría sido el heredero de la alianza, pero Jacob, con la ayuda de su
madre, engañó a su padre y obtuvo la alianza. El hijo menor se convirtió en el
fundador de la casa de Israel y Esaú se convirtió en el padre de los edomitas.
El hermano de Jacob estaba furioso por el engaño y juró matarle después del
periodo de luto. Jacob decidió que lo mejor era huir al norte, a Siria, y vivir
con unos parientes.
En Siria, Jacob tomó dos mujeres y dos concubinas con las
cuales
tuvo doce hijos y una hija. Las
dos mujeres eran hermanas. Lía y Raquel, y las dos concubinas eran Zelpa y
Bala, esclavas de las dos hermanas. Jacob quería más a Raquel y ésta dio a luz
a sus dos hijos menores y preferidos, José y Benjamín. Lía tuvo seis hijos,
entre los cuales estaba Judá, y una hija llamada Dina. Las dos esclavas tuvieron
cada una dos hijos.
Los territorios asociados con cada uno de los hijos en las
asignaciones tribales guardan cierta conexión geográfica con el orden de los
nacimientos, las divisiones matriarcales y las relaciones políticas entre las
numerosas facciones.
Los primeros cuatro hijos en nacer, hijos de Lía,
corresponden a las cuatro tribus más al sur de la confederación israelita.
Rubén se hallaba en la parte sur del lado jordano y Simón ocupaba la parte sur
del lado cana-neo. Judá se encontraba en la frontera norte de Simón y se
convirtió en el centro político de la monarquía unida y posteriormente del
reino sur de Judá. Levi, aunque estaba distribuido entre los otros territorios,
tenía su centro político dentro de Judá en Jerusalén (después de que Judá le
quitara Jerusalén a Benjamín).
Raquel tuvo sólo dos hijos, José y Benjamín. La tribu de
José se separó en dos partes, una para cada uno de sus hijos, Efraín y Manase.
El territorio de Efraín condujo la oposición contra el dominio de Judá sobre
Israel y, tras la muerte de Salomón, se convirtió en el centro político del
reino del norte de Israel. Manase se convirtió en el mayor territorio del
reino, parte en Canaán y parte en Jordania. La Biblia a menudo describe las dos
partes como la semitribu de Manase.
Benjamín, el otro hijo de Raquel, poseía el territorio entre
Judá y Efraín e incluía la ciudad de Jerusalén. Saúl, el primer rey de la
monarquía unida, procedía de Benjamín.
Juntas, las tribus de Raquel se corresponden geográficamente
con la parte central de la casa de Israel y la mitad sur del reino del norte.
En algún momento, Jerusalén se convirtió en la capital de Judá y la posición
física de Benjamín se volvió ambigua, seguramente porque fue borrada por Judá.
La organización de las principales tribus de Lía al sur y de
Raquel en el centro, reflejan las posteriores divisiones políticas entre los
reinos de Israel y Judá. Cinco de las restantes tribus menores —Dan, Neftalí,
Aser, Isacar, y Zabulón— ocupaban la parte norte de Canaán, por encima de las tribus
de Raquel. La sexta —Gat— ocupaba la parte central de Jordania, entre Rubén y
Manase.
Curiosamente, la Biblia ofrece
escasa información anecdótica sobre los hijos de Jacob. Exceptuando a José y a
los cuatro hijos mayores de Lía, no tenemos más que un orden de nacimientos y
un par de bendiciones que describen su naturaleza. Para los primeros cuatro
hijos de Lía, los pocos relatos que tenemos son en su mayoría breves y
negativos, reflejando las posteriores fracturas políticas entre Judá e Israel.
Sólo tenemos una épica completa para José.
José posee el don de la profecía
y habla de sueños que indican que se convertirá en el cabeza de familia. Sus
hermanos le odian y lo venden en secreto como esclavo; luego le cuentan a su
padre que ha sido devorado por una bestia salvaje. Sin embargo, a través de la
intervención de Dios, José resurge de la esclavitud y se convierte en primer
ministro de Egipto.
Durante una hambruna en Canaán,
Jacob envía a sus hijos a Egipto a comprar grano. Cuando aparecen ante la corte
real, José reconoce a sus hermanos, pero éstos a él no. Esto brinda a José la
oportunidad de someterlos a una serie de pruebas para determinar la naturaleza
de su carácter. Cuando está satisfecho de que se han redimido, José les desvela
su identidad y les perdona. Jacob, contento de que José está vivo, traslada la
familia a Egipto, donde el faraón les asigna tierras.
José se casa con la hija de uno
de los sacerdotes principales de Heliópolis, uno de los centros de culto más
importantes de Egipto, y con ella tiene dos hijos, Manase y Efraín. José espera
que Manase, el mayor de los dos, sea el heredero de la alianza, pero Jacob se
la pasa a Efraín.
Jacob adopta a ambos niños como
si fueran suyos, y durante la conquista de Canaán, cada uno recibe asignaciones
territoriales, otorgándole a la tribu de José una porción doble. Mientras que
José recibe dos porciones, Levi, la tribu sacerdotal, no recibe un territorio
propio. En cambio, tiene enclaves dentro de las otras asignaciones tribales.
Esto significaba que había trece tribus con doce asignaciones territoriales,
causando cierta confusión sobre qué tribus constituían las doce tribus. De
manera tradicional, al referirse a la casa de Israel, como una entidad
unificada, las doce tribus incluyen a Levi y cuentan a José como una tribu,
pero al describir a Israel en base a la distribución territorial, Levi queda
excluida y José cuenta como dos tribus.
Desde un punto de vista
arqueológico, no tenemos pruebas de la existencia tanto de Jacob como de sus
hijos o las tribus asociadas a sus hijos. Ni tampoco tenemos evidencias
extra-bíblicas sobre la existencia de las tribus en alguna fecha posterior.
Como mucho, tenemos algún que otro topónimo, pero los topónimos no ofrecen
pruebas fiables para la existencia de antepasados epónimos.
En la época de Salomón, según la Biblia, las fronteras
tribales habían sido eliminadas y reemplazadas por doce nuevos distritos
administrativos, probablemente para reducir la influencia de la oposición
eframita al gobierno de Salomón. Al morir Salomón, Israel se dividió en dos
reinos, Israel al norte y Judá al sur. La Biblia proporciona una imagen confusa
acerca de las tribus que pertenecían a cada reino, lo cual da lugar a serios
planteamientos sobre si realmente existió una entidad conocida como las doce
tribus. Algunas partes de la Biblia, sobre todo el Cántico de Débora en el
libro de los Jueces, arrojan serias dudas acerca de si todas las tribus poseían
un antepasado común.
Esto no quiere decir que no existiera algún tipo de
confederación israelita o que en algún momento no estuviera formada por doce
entidades políticas. La evidencia, empero, es que cualesquiera que fueran esas
entidades políticas, no surgieron de una relación patriarcal común.
Mientras que se da por hecho de forma universal que los
patriarcas y los hijos de Israel eran figuras históricas y que el Génesis
mezcla verdades históricas básicas con leyendas diversas, un creciente segmento
de la comunidad erudita acepta ahora que las narraciones patriarcales podrían
no tener ningún núcleo histórico en absoluto.
A la vez, mientras que las fuentes J, E y S a menudo pueden
separarse la una de la otra, también parecen compartir algunas tradiciones
comunes y temas de mentes anteriores. A menudo, las diferencias sólo suponen
una cuestión de énfasis o manipulación de detalles, tales como dónde tuvo lugar
un acontecimiento. En esta parte del libro veremos varios relatos de la
historia patriarcal y tribal y mostraremos las fuentes mitológicas que yacían
tras ellos. Una de las fuentes más importantes era el ciclo egipcio de Osiris,
que proporcionaba un marco literario
significativo tanto para la narración patriarcal como para los posteriores
relatos del Éxodo. Para obtener una visión más exhaustiva y detallada sobre
cómo los mitos de Osiris influyeron las narraciones patriarcales y del Éxodo,
véanse mi obra anterior, The Bible Myth.
El ciclo de Osiris
El ciclo de Osiris formaba el
centro de las más importantes creencias religiosas egipcias, especialmente las
que tratan sobre el más allá. El ciclo puede dividirse en dos partes. La
primera tiene que ver con las narraciones acerca de cómo el dios Set mató a su
hermano Osiris para convertirse en rey de Egipto; la segunda trata de los
esfuerzos de Set para impedir que el hijo de Osiris, Horus, suceda a su padre
en el trono. Las dos partes seguramente se originaron como mitos separados e
independientes.
En la primera parte del ciclo, Osiris, (quien
originariamente representaba el grano) se casa con su hermana Isis y se
convierte en rey de Egipto cuando el dios Geb (la tierra) baja y le otorga la
corona. Set, hermano de Osiris e Isis, que quiere ser rey, trama matar a su
hermano y consigue su propósito. Tras asesinarlo, corta el cuerpo en trozos y
los entierra por todo el país (la siembra de la semilla). Isis trata de
recuperar todas las partes del cuerpo de su marido (recogida de la cosecha) y
las encuentra todas menos el pene (la semilla original antes de que germine en
grano), pero consigue reconstruirlo mediante algún tipo de magia (la nueva
semilla dentro del grano). Mediante la ayuda de Isis, Osiris sobrevive a su
muerte, pero sólo en una forma de ultratumba. A pesar de su condición, engendra
un hijo con Isis y ese niño se llama Horus.
En la segunda parte del ciclo, Isis esconde a Horus para
evitar que Set lo encuentre, y cuando el niño alcanza la edad adulta, regresa
para vengar la muerte de su padre. Tras una serie de contiendas y conflictos,
Horus derrota a Set y a sus aliados y se convierte en rey de Egipto.
Los egipcios creían que todos los reyes eran una forma de
Horus y que cuando el rey moría se convertía en Osiris y el nuevo rey se
convertía en el nuevo Horus. Osiris servía como juez a la entrada del más allá,
determinando quien podía cruzar al otro lado y quien no. En teoría, cuando
moría un rey, el Osiris que lo juzgaba era el rey anterior, quien habría sido
el padre biológico del rey recién muerto.
No existe una versión canónica del ciclo de Osiris. En su
mayor parte está compuesto a partir de las numerosas inscripciones y versos de
una variedad de textos. Existen muchas contradicciones, pero los temas generales
de los relatos permanecen constantes. Existe, no obstante, una colección de
relatos denominada El Juicio de Horus
y Set, que data de alrededor del
siglo xil a.C., pero que está basada en tradiciones bien arraigadas, que
detalla numerosos acontecimientos de las contiendas entre Horus y Set. También
tenemos una versión griega del mito de Osiris de Plutarco (h. siglo i d.C.) la
cual, aunque ha sido helenizada hasta cierto punto, y modificada para reflejar
algunas ideas griegas, aun conserva muchas de las tradiciones básicas que se
remontan a hace más de dos milenios.
Incrustada en el ciclo de Osiris se halla una confusión en
cuanto a la identidad de Horus y Set. Los egipcios reconocían al menos tres
divinidades principales de Horus, cada una con características separadas, y
los Egipcios solían fundirlas en un solo personaje. Al Horus nacido de Isis se
le conocía como Horus el Niño y como Horus el Hijo de Isis. El Hijo de Isis
nació cojo y luchó en la matriz contra Set. Un tercer Horus, conocido como
Horus el Grande, era también hermano de Osiris y Set, pero nació antes que Set
y se peleaba con él constantemente. El testimonio de Plutarco contiene
apariciones de los tres horus, cada uno en una identidad separada.
El dios Set también tenía dos identidades incoherentes
fundidas en un solo personaje. Una de ellas era el Set que defendió a Ra contra
Apofis, la serpiente que intentaba devorar el sol al final del día; la otra se
consideraba que era la misma Apofis. Una de las principales imágenes de Set en
el arte egipcio lo muestra como una bestia pelirroja con forma de asno, y en
muchas ocasiones los asnos pelirrojos se identificaban simbólicamente con Set.
En El Juicio de Horus y Set, la divinidad pelirroja aparece como
el defensor de Ra y es el preferido por Ra para suceder a Osiris. Isis, no obstante,
apoya la reivindicación de su hijo Horus y utiliza el engaño y la magia para
ayudar al niño.
A medida que vayamos estudiando la narración patriarcal,
iremos viendo, tal y como lo hicimos con los mitos de la Creación, que cuando
los editores de la Biblia transformaban a los dioses en humanos para eliminar
la imagen de la divinidad subyacente, en ocasiones se olvidaban de eliminar algunas
de las características físicas que pertenecían a la divinidad original.
Mito 48: Abraham procedía de Ur de los Caldeos
El Mito: Tomó, pues,
Teraj a Abram, su hijo; a Lot, el hijo de Aram, hijo de su hijo, y a Sarai, su
nuera, la mujer de Abram, y los sacó de Ur Casdim [Ur de los Caldeos] para
dirigirse a la tierra de Canaán, y llegados a Jarán, se quedaron allí (Gn 11,
31).
La Realidad: Ur de los
Caldeos no existió hasta alrededor del siglo xvin a.C., unos mil años después
de la época de Abraham.
La ciudad
mesopotámica de Ur tiene una historia que se remonta por lo menos al tercer
milenio a.C., pero la asociación de la ciudad con Caldea se remonta sólo hasta
el siglo xvm a.C. El nombre Caldea se refiere a la «tierra del pueblo de
Caldea», ubicado al sur de Babilonia, en el sur de Mesopotamia. Se sabe poco
sobre Caldea antes del siglo xvm a.C. En esa época, había capturado
temporalmente el trono de Babilonia y reinaba sobre toda la región, incluyendo
Ur. Desde entonces, y aunque no reinó de manera continua en Babilonia, su
nombre llegó a asociarse con el sur de Mesopotamia. En 587 a.C., los caldeos
conquistaron el reino de Judá y trasladaron la élite hebrea a Babilonia.
Para confundir todavía más la
cuestión, el hebreo bíblico no llama a la ciudad «Ur de los caldeos». La
palabra traducida como Caldea se lee en realidad casdim, que significa «pueblo de Quesed» o «tierra de Quesed». La
identificación de esta ciudad con Caldea en la versión de la Biblia del rey Jacobo se deriva de la
traducción griega de la Biblia, que utilizaba el nombre de Caldea.
Casdim parece ser una variante semítica occidental del nombre
Caldea, y es la palabra aramea para designar ese territorio. El idioma arameo
se comenzó a utilizar en Oriente Próximo durante el primer milenio a.C. y se
llegó a convertir en la lingua franca de
la región. No tenemos evidencias de la existencia de los árameos anterior al
siglo x a.C. Algunos de los últimos libros del Antiguo Testamento estaban
escritos en arameo y es casi seguro que esa era la lengua que hablaba Jesús.
A pesar de su antigüedad e
importancia en la antigua Mesopotamia, Ur no aparece catalogada en la Tabla de
Naciones que descendió de los hijos de Noé, lo cual supone una fuente de
confusión añadida.
Aunque la Biblia excluye el
origen de Ur, sí hace referencia al nacimiento tanto de Quesed (el nombre
alternativo de Caldea) y Aram (Aramea). Ambos son, respectivamente, el hijo y
el nieto de Aran, hermano de Abraham (Gn 22, 20-22). Puesto que Abraham nació
sólo 290 años después del diluvio, es imposible que los caldeos pudieran estar
relacionados con Ur durante su época. Las referencias a Quesed y Aram como
contemporáneos suyos son igualmente anacrónicas.
Estas referencias a Ur de Casdim,
Quesed, y Aram evidentemente se derivan de una época cuando:
1. Aram y Caldea ya existían;
2. Los hebreos comenzaron a adoptar
la terminología aramea;
3. Caldea se había convertido en una potencia principal en
Mesopotamia;
4. La memoria colectiva de los orígenes caldeos y árameos
los había convertido en mitos; y
5. Los hebreos utilizaban la pronunciación aramea en vez del
dialecto nativo para el nombre de Caldea.
Todo esto señala un espacio de tiempo muy posterior a la
conquista babilónica de Judá y por descontado bien entrado en el periodo persa
o helenístico (siglo v a.C. o posterior).
La anacrónica genealogía mesopotámica de Abraham y sus
parientes muestra que fue una invención posterior hecha con la intención de
colocar los orígenes hebreos en el centro cultural de los poderosos imperios
mesopotámicos que surgieron tras la derrota de los caldeos por parte de los
poderosos persas, y como un intento de resaltar el prestigio hebreo dentro de
la comunidad babilónica.
Mito 49: Abraham abandonó Egipto para ir a Canaán
El Mito: Marchó, pues, de
Egipto Abraham con su mujer y con toda su hacienda, y Lot con él, hacia el sur.
Era Abraham muy rico en ganados y en plata y oro, y se volvió desde el sur
hacia Betel, hasta el lugar donde estuvo antes acampado entre Betel y Haí...
(Gn 13, 1-3).
La Realidad: Abraham fue
al sur de Egipto, no a Canaán.
El pasaje
anterior da lugar a unas preguntas enigmáticas sobre las raíces históricas de
Abraham. Sugiere que Abraham fue de Egipto a Canaán, hacia la región de Betel
donde había acampado antes. Pero el texto hebreo dice que Abraham salió de
Egipto y fue hacia el sur. Uno no puede llegar a Canaán yendo hacia el sur
desde Egipto.
El antiguo Egipto se consideraba
a sí mismo como dos tierras unidas. El Bajo Egipto en el delta formado por el
Nilo, al norte, y el Alto Egipto, a lo largo del río, al sur. Esta tradición se
conserva en la Tabla de Naciones, que dice que Cam es hijo de Misraim (el
nombre semítico de Egipto) padre de numerosos hijos, entre ellos Naptuhim y
Pathrusim, que son nombres que se refieren al Bajo y Alto Egipto. A finales del
primer milenio, a.C., los vecinos de Egipto solían identificarlo
principalmente con el delta del Nilo, que era más rico y fértil, y confundían
el Bajo Egipto con Etiopía, el vecino del sur de Egipto.
Abraham fue a Egipto debido a la
hambruna que padecía Canaán y habría viajado al delta fértil en el Bajo Egipto,
al norte, con el propósito de obtener alimentos. Si hubiese ido al sur, se
habría dirigido al Alto Egipto, en dirección opuesta a Canaán. Para llegar a
Canaán desde el delta egipcio uno tendría que viajar en dirección nordeste,
aproximadamente. Entonces, ¿cómo pudo llegar Abraham a Betel en Canaán si
viajaba hacia el sur de Egipto?
Evidentemente, la descripción
bíblica de la ruta de Abraham crea un problema. Mientras que la Biblia del reyJacobo ofrece la
traducción «hacia el sur», muchas otras versiones de la Biblia ofrecen una
traducción distinta. Dicen que Abraham viajó no «hacia el sur» sino «hacia el
Néguev», la extensa región desértica del sur de Canaán.
Esta traducción alternativa resulta del doble sentido de
«sur» en Israel, que también se refiere al «Néguev», de la misma manera que los
americanos utilizan el término «sur» para definir la zona sudeste de los EE
UU. Por ejemplo, si uno viaja hacia el norte desde Méjico a Florida, uno está
viajando «hacia el sur» porque Florida forma parte del Sur de los EE UU.
Pero existen algunos problemas con esta traducción
alternativa. En primer lugar, la palabra hebrea que se utiliza no es néguev sino negueva. La primera forma es un nombre, y se podría utilizar de
manera idiomática para referirse al sur de Canaán. La segunda forma, sin
embargo, es un adverbio, que se refiere específicamente a la dirección de un
movimiento. Abraham no viajaba «hacia el sur», que podría referirse al Néguev, sino
en «dirección sur», que significa hacia el sur de Egipto.
En segundo lugar, una ruta a través del desierto del Néguev
no tiene ningún sentido. Abraham abandonó su residencia egipcia con grandes
riquezas y numerosas cabezas de ganado. Uno no conduce a su ganado hacia un
desierto árido, sobre todo cuando existe una carretera principal que va desde
Egipto hasta Canaán y que bordea la costa mediterránea, evitando el desierto y
proporcionando agua para el ganado. Los egipcios llamaban a esta carretera «la
Vía de Horus» y la Biblia se refiere a ella como «la Vía de los Filisteos».
En tercer lugar, la así llamada Betel no existía en tiempos
de Abraham, al menos según la Biblia. La ciudad recibió ese nombre por parte de
Jacob, mucho tiempo después de la muerte de Abraham, y la Biblia suele indicar
que la ciudad se solía llamar Luz, aunque esa glosa no aparece en el actual
relato. Betel significa sencillamente «casa de Dios» y podría referirse fácilmente
a cualquier lugar donde haya un altar o templo dedicado a cualquiera de las
divinidades, en Egipto o en Canaán. Abraham pudo haber elevado un altar en
cualquier lugar y haberlo llamado Betel.
Por lo tanto, en este contexto, la Biblia del rey Jacobo está en lo cierto y las demás traducciones
alternativas están equivocadas. Abraham fue hacia el sur de Egipto y no a
Canaán. Esto plantea algunas interesantes preguntas acerca de las raíces del
antiguo Israel.
Antes de la llegada de Abraham a Egipto, casi no tenemos
información sobre su pasado. La Biblia dice que en el año setenta y cinco de la
vida de Abraham, Dios le dijo que abandonara su hogar en Mesopotamia para ir a
Canaán, donde «Yo te haré un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu
nombre, que será una bendición». Pero en cuanto llega a Canaán se encuentra con
una grave hambruna que le obliga a trasladarse a Egipto.
Si Dios tenía este gran plan para darle Canaán a Abraham y
quería que su heredero se trasladara allí para establecer su nombre, ¿por qué
esperó setenta y cinco años para decirle que se fuera, y por qué esperó a que
hubiera una hambruna que le obligara a abandonar la tierra de inmediato? Algo
no está bien en este cuadro.
Tal y como vimos en el Mito 48, la genealogía inicial y la
historia de Abraham fueron una invención anacrónica tardía. Si eliminamos esa
porción del relato de la biografía de Abraham, encontramos que el relato de
Abraham comienza en Egipto, donde se enfrenta al faraón. Esto indica que la
historia bíblica original de Israel comenzó en Egipto, y no en Canaán ni en
Mesopotamia.
Los redactores bíblicos, que vivían en medio de una
Babilonia culturalmente sofisticada y desconectada desde hace tiempo con sus
raíces egipcias, intentaban demostrar que las gentes hebreas se originaron de
las mismas raíces intelectuales que los babilonios. Por consiguiente, se
aprovecharon de las ambigüedades de sus tradiciones históricas tempranas e
insertaron un viaje desde Mesopotamia a Canaán para demostrar que ellos tenían
sus raíces en el mundo babilónico mucho antes de que residieran en Egipto.
Mito 50: Dios destruyó Sodoma y Gomorra
El Mito: Y prosiguió
el Señor: «El clamor de Sodoma y Gomorra ha crecido mucho, y su pecado se ha
agravado en extremo; voy a bajar, a ver si sus obras han llegado a ser como el
clamor que ha venido hasta mí, y si no, lo sabré»... E hizo el Señor llover
sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que venía del Señor, desde el cielo.
Destruyó estas ciudades y todo el llano, y cuantos hombres había en ellos, y
hasta las plantas de la tierra (Gn 18,20-21. 19,24-25).
La Realidad: Sodoma y
Gomorra eran ciudades míticas que jamás existieron.
Cuando
Abraham y Lot abandonaron Egipto, la Biblia dice que subieron hacia Betel, que
está ubicada en el centro de unas colinas del centro de Canaán, al norte de
Jerusalén y al noroeste del mar Muerto. Él y Lot eran tan ricos en ganado que
la tierra no tenía capacidad suficiente para ellos dos, además de la población
nativa. Siendo un hombre generoso, Abraham le dio a Lot la primera opción sobre
el territorio y hasta le ofreció trasladarse a otro lugar si fuera necesario.
Lot miró hacia el este en dirección
al río Jordán y desde el centro de ese territorio montañoso consiguió de alguna
manera ver la llanura fértil al otro lado del río. La topografía de ese
territorio, sin embargo, parece bastante distinta que la que indica el
registro geológico de esa época.
Alzando Lot
sus ojos, vio todo el llano del Jordán, enteramente regado —antes de que
destruyera el Señor Sodoma y Gomorra—, que era como el paraíso del Señor, como
Egipto según se va a Segar. Eligió, pues, Lot, todo el llano del Jordán, y
viajó hacia el este, y se separaron el uno del otro. Abraham se asentó en la
tierra de Canaán y Lot se asentó en las ciudades del llano, y plantó sus
tiendas hasta Sodoma. (Gn 13, 10-12).
La imagen
aquí representada es de una rica y fértil llanura que se extiende desde el
valle del Jordán hasta el área donde están situadas Sodoma y Gomorra, una
región bien regada, que el Génesis compara con el jardín del Edén. Nadie sabe
con exactitud donde estuvieron ubicadas Sodoma y Gomorra, pero la Biblia las
sitúa en algún lugar cercano al mar Muerto, en una región conocida como el
valle de Sidim, que, según Génesis 14, 3, «es el mar de la Sal» (es decir, el
salado mar Muerto). Esto indica que en algún momento el mar de la Sal cubría el
valle de Sidim. En otras palabras, Sodoma y Gomorra estaban ubicadas en una
llanura fértil bien regada que existía en el emplazamiento que ahora esta
cubierto por la punta sur del mar Muerto.
Sin embargo, el Génesis también
dice que Lot condujo su ganado desde esa parte de la llanura más próxima a
Betel, al norte del mar Muerto, hasta la punta sur del valle del Jordán en el
extremo sur del mar Muerto. Queda claramente manifestado que la zona donde
existe hoy el mar Muerto era por entero zona cultivable y pastos bien regados,
un hecho que está completamente en desacuerdo con el registro geológico, que
indica que el mar Muerto ha existido, en realidad, desde hace millones de años.
'Iras asentarse en Sodoma, la
Biblia cuenta que cuatro poderosos reyes mesopotámicos se unieron para invadir
Sodoma y Gomorra y algunos aliados locales. La coalición mesopotámica reinó las
ciudades durante catorce años, utilizándolas como base para otras conquistas.
El decimocuarto año, las ciudades se rebelaron, pero los mesopotámicos echaron
a las comunidades rebeldes y tomaron prisionero a Lot, supuestamente porque era
una figura destacada en la región. Los autores bíblicos, al parecer
olvidándose de lo hermosa que debía ser la región antes de la destrucción de Sodoma,
describen el territorio que la rodea como lleno de «pozos de betún» (Gn 14,
10), un lapsus editorial que describe la condición geológica actual de la
región.
Cuando Abraham se entera de la
captura de Lot, reúne a un ejército de 318 soldados de entre sus numerosos
sirvientes y persigue al ejército mesopotámico «hasta Dan» (Gn 14, 14). La
expresión «hasta Dan» sería una manera idiomática de decir «hasta el norte de
Israel», que es donde Dan estaba ubicada. Pero Dan no estaba ubicada ahí en
tiempos de Abraham. Esa región no se convirtió en Dan, según la Biblia, hasta
después del Éxodo, cuando la tribu de Dan se trasladó a ese territorio.
Después de que Abraham rescatara a
su sobrino, Lot regresó a Sodoma. En esa época, Abraham no tenía hijos a quien
pasarles la alianza con Dios, la promesa de que Canaán pertenecería a
Abraham y a sus herederos. Puesto que el sobrino de Abraham, Lot, era
obviamente un pariente próximo que había recorrido largas distancias junto a
él a través de Mesopotamia hasta Egipto y de vuelta a Canaán, Lot parecía ser
el heredero forzoso.
Veinticinco años más tarde, Dios le dijo a Abraham que
tendría un hijo llamado Isaac (Abraham tenía cien años cuando recibió la
noticia) y que su hijo sería el heredero de la alianza. Casualmente, tras este
anuncio, Dios determinó que la maldad de los habitantes de Sodoma y Gomorra
requería que él destruyera ambas ciudades. Cuando Abraham supo del plan de
Dios, el cual exterminaría hasta al bueno y devoto de Lot, negoció:
«Acércesele, pues, y le dijo: «¿Pero vas a exterminar
juntamente al justo con el malvado?» (Gn 18,23).
Al final llegaron a un acuerdo. Si Dios encontraba diez
hombres honrados en Sodoma, no destruiría la ciudad. Entonces envío dos
ángeles en una misión de reconocimiento. En Sodoma se encontraron con Lot, que
por lo visto era un importante oficial de la ciudad que pasaba sentencia a las
puertas de la ciudad, y les ofreció la hospitalidad de su casa. Mientras Lot
compartía su comida con los ángeles, varios sodomitas llamaron a la puerta de
la casa de Lot y le exigieron que entregara a sus huéspedes «para que los
conozcamos», un eufemismo para el conocimiento carnal (Gn 19, 5). Lot les rogó
que se retiraran y le ofreció a la multitud sus dos hijas vírgenes como
sustituías. Esta ofrenda no convenció a los sodomitas y amenazaron con herir
tanto a los huéspedes como a Lot.
No hemos de pensar que este relato incluye algún tipo de
manifestación que condene la homosexualidad como un acto pecaminoso, peor
incluso que la violación, sino que debemos comprender que el crimen de los
sodomitas no era la homosexualidad, sino la falta de hospitalidad.
Mirad, dos hijas tengo que no han conocido
varón; os las sacaré para que hagáis con ellas como bien os parezca; pero a
esos hombres no les hagáis nada, pues para eso se han acogido a la sombra de mi
techo» (Gn 19, 8).
En gran parte de esa región en
tiempos antiguos, la hospitalidad hacia los viajeros y huéspedes desempeñaba un
papel importante que era casi una obligación. Las narraciones bíblicas incluyen
numerosos testimonios de este tipo, al igual que lo hacen los mitos de otras
culturas mediterráneas y de Oriente Próximo. En un relato, por ejemplo, dice
Abraham:
Alzando los ojos, vio parados cerca de él a tres varones. En cuanto los
vio, les salió al encuentro desde la puerta de la tienda y se postró en tierra,
diciéndoles: «Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que no pases
de largo junto a tu siervo; haré traer un poco de agua para lavar vuestros
pies, y descansaréis debajo del árbol, y os traeré un bocado de pan y os
confortaréis; después seguiréis, pues no en vano habéis llegado hasta vuestro
siervo» (Gn 18, 2-5).
Y en otra
ocasión, cuando Abraham envía a un sirviente a traer una esposa para Isaac, el
sirviente comenta:
Voy a ponerme junto al pozo de agua mientras
las mujeres de la ciudad vienen a buscar agua; la joven a quien yo dijere:
Inclina tu cántaro, te ruego, para que yo beba; y ella me respondiere: Bebe tú
y daré también de beber a tus camellos, sea la que destinas a tu siervo Isaac,
y conozca yo así que te muestras propicio a mi señor (Gn 24, 13-14).
Los dos ángeles
en la casa de Lot meten a su anfitrión dentro de la casa y ciegan a los
intrusos. Luego avisan a Lot de que Dios planea destruir la ciudad y de que él
y su familia deben huir. Cuando Lot informa a sus parientes, éstos creen que
bromea y le ignoran. Sólo su mujer y sus dos hijas se unen a él en el intento
de huir de la ciudad ilesos.
El relato
continua y Lot y su familia abandonan la ciudad:
E hizo el
Señor llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que venía del Señor, desde
el cielo. Destruyó estas ciudades y todo el llano, y a todos los habitantes de
las ciudades y hasta las plantas de la tierra (Gn 19, 24-25)
Acto seguido,
la mujer de Lot se convierte en una columna de sal y muere al mirar hacia atrás
y ver la destrucción (véase el Mito 51), y Lot engendra en sus hijas dos
naciones, Amon y Moab (véase el Mito 52).
Durante los
momentos finales de la destrucción de Sodoma, Abraham es testigo del destino de
las dos ciudades: «y mirando hacia Sodoma y Gomorra y todo el llano, vio que
salía de la tierra una humareda de horno» (Gn 19, 28).
El relato de Lot contiene numerosos
anacronismos. Por ejemplo:
1. Varios miembros de la familia de Abraham tienen nombres
asociados con territorios que no existieron hasta cientos de años después de
la época de Abraham;
2. Abraham y Lot se trasladaron a Betel, que, según la
Biblia, no obtuvo ese nombre hasta los tiempos de Jacob, el nieto de Abraham,
y
3. Abraham rescató a Lot del territorio de Dan, que no tuvo
ese nombre hasta mucho después del Éxodo desde Egipto.
4. Se comentan otros anacronismos en el Mito 52, que perfila
a los dos hijos de Lot, a quienes se identifica como los fundadores de las
naciones de Moab y Amon.
No hay testimonios históricos que
demuestren la existencia de Sodoma y Gomorra. La palabra Sodoma viene de una
raíz que significa «chamuscado», un nombre que sólo habría surgido tras la
supuesta destrucción de la ciudad, y no antes. Ese hecho, junto con los numerosos
anacronismos asociados con los acontecimientos de la vida de Lot, demuestra que
el relato de Sodoma y Gomorra alcanzó su forma escrita actual hacia finales del
primer milenio a.C., basado en leyendas de tiempos anteriores.
Además, el relato de la destrucción de Sodoma y Gomorra
guarda un sospechoso paralelismo con otro legendario relato en el libro de los
Jueces, acerca de la destrucción de la tribu de Benjamín (véase Je 19 a 21).
Ese relato trata sobre un sacerdote levita que, viajando con su concubina, pasa
por Gibea, donde un anciano efraimita sale de sus campos y los ve. El efraimita
ofrece al sacerdote la hospitalidad de su casa. Mientras entretiene a sus
huéspedes y les ofrece pan y vino, algunos ciudadanos se acercan a la casa del
efraimita y exigen que el huésped salga para que los hombres «le conozcan». El
anfitrión señala que el hombre es su huésped y le ofrece a su propia hija y a
la concubina del sacerdote como alternativa. Los ciudadanos toman a la
concubina y abusan de ella hasta la muerte.
El sacerdote recoge su cuerpo, cortado en doce trozos, y
envía una parte a cada una de las tribus israelitas, exigiendo venganza contra
la ciudad.
Con la ayuda de Dios, la ciudad, que pertenecía a la tribu
de Benjamín, es destruida y, «cuando la nube de humo comenzó a alzarse como una
columna sobre la ciudad, volvieron los ojos atrás y vieron que toda la ciudad
subía en fuego hacia el cielo» (Je 19, 40).
Esta es la misma escena vislumbrada por Abraham tras la
destrucción de Sodoma. Más tarde, los israelitas arrasan con casi toda la tribu
de Benjamín, pero unos cuantos hombres consiguen escapar. Los israelitas
acceden a que los restantes benjaminitas tomen esposas de entre algunas mujeres
no hebreas para que puedan conservar su estirpe.
Si sustituimos al sacerdote, una figura religiosa, por los
ángeles, encontramos que los dos relatos ofrecen tramas casi idénticas y en
ocasiones hasta comparten las mismas frases e ideas. En ambos relatos, por
ejemplo, los hombres de la ciudad quieren «conocer» a la figura religiosa
masculina. Y al ofrecerles a las dos mujeres que hay dentro de la casa como
substituías, ambos relatos utilizan frases similares.
En el relato de Lot, el anfitrión dice: «Mirad, dos hijas
tengo que no han conocido varón, os las sacaré para que hagáis con ellas como
bien os parezca, pero a esos hombres no les hagáis nada, pues para eso se han
acogido a la sombra de mi techo» (Gn 19, 8). Y en el relato posterior, el anfitrión
dice, «para que abuséis de ellas y hagáis con ellas como bien os parezca, pero
a este hombre no le hagáis semejante infamia» (Je 19,24).
Ambos relatos incluyen una frase que les dice a los hombres
pecadores que hagan «bien» con la mujer. Esta frase también está unida a una
solicitud de que los hombres no violen el principio de la hospitalidad.
Consideren cuántos puntos en común
hay entre los dos relatos:
1. Una figura religiosa
(ángel/sacerdote) entra en una ciudad malvada;
2. Un ciudadano le ofrece al huésped su hospitalidad y le da
una comida a base de pan;
3. Estando en la residencia del anfitrión, los hombres de la
ciudad exigen que la figura religiosa salga para que ellos puedan «conocerlo»,
es decir, forzarlo sexualmente;
4. El anfitrión ruega a los ciudadanos que respeten el
derecho a la hospitalidad y ofrece a dos mujeres como alternativa, diciéndole
a los intrusos que hagan lo que les parezca bien con ellas;
5. Una acompañante femenina muere;
6. Una ciudad es destruida, con humo que se eleva hasta el
cielo;
7. El acto de destrucción casi
acaba con una población entera, y sólo consiguen escapar unos cuantos hombres,
y
8. Al final de los relatos, se llega a un acuerdo sexual
especial con mujeres que no son esposas para permitir a los fugados conservar
su linaje.
Un paralelismo tan allegado entre los dos relatos,
incluyendo el uso ocasional de frases idénticas o elementos narrativos, indica
que ambos surgen de un mismo relato legendario sobre la destrucción de una
ciudad malvada que abusaba del derecho a la hospitalidad. Basándonos en lo
siguiente, podemos concluir que Sodoma y Gomorra eran ciudades mitológicas que
existieron exclusivamente como relatos folklóricos: la falta de evidencia
arqueológica para la existencia de Sodoma y Gomorra, la supuesta ubicación de
ambas ciudades bajo un mar salado que había existido ahí durante millones de
años, los numerosos elementos anacrónicos presentes en el relato, el nombre Sodom que significa «chamuscado», y la
posterior duplicación de los elementos narrativos y frases de un relato
anterior con una ubicación distinta.
Mito 51 La mujer de Lot se convirtió en una columna
de sal
El Mito: La mujer de Lot
miró atrás, y se convirtió en una columna de sal (Gn 19, 26).
La Realidad: Este relato
intenta explicar la presencia de sal en la desierta orilla sur del mar Muerto.
Detrás del relato se encuentra un mito sobre una fuga del reino del más allá.
Cuando Lot y su
familia salen de Sodoma, los ángeles les dicen que no miren atrás o se verían
consumidos por la destrucción. Pero la mujer (sin nombre) de Lot sí mira y se
convierte en una columna, o bloque de sal.
La región que rodea la orilla sur
del mar Muerto (que está compuesto por un 25 por ciento de sal) era una
importante comunidad minera de sal, y no debería sorprendernos que surgieran
leyendas a partir del curioso fenómeno de grandes depósitos de sal en el
interior. La historia de la mujer de Lot es uno de estos relatos. Pero el
relato básico en sí se origina a partir de una idea mítica distinta, una
parecida al mito griego de Orfeo y Eurídice. En el mito griego, Orfeo pide permiso
para sacar a su amada del reino de los muertos. Se le otorga el permiso pero
con la condición de que no se vuelva hacia su amada hasta que estén en el
exterior. Pero no puede controlar sus deseos de verla y se vuelve para mirarla
mientras ascienden. Ella desaparece y regresa al reino de los muertos.
El tema de la entrada en el reino
de los muertos, poner al héroe a prueba y buscar favores allí es un tema
mitológico común en Oriente Próximo, como en el relato sumerio de El descenso de Inanna (véase el Mito
30). Los antiguos griegos tenían muchas leyendas de este tipo, incluyendo el
descenso de Ulises, Heracles y Orfeo.
La malvada ciudad de Sodoma
sustituye al reino de los muertos, y al final del relato todos en ella mueren.
Pero existen evidencias bíblicas adicionales de que Sodoma originariamente
representaba el reino del más allá.
Después de que la alianza de
reyes mesopotámicos atacara Sodoma y estableciese allí una fortaleza, prosiguió
la conquista de otros grupos, entre ellos «los refaím en Astarot Carnaím, los
zuzím en Ham, y los emim en el llano de Quiriataím» (Gn 14, 5).
Refaim, zuzim y emim son nombres de grupos de gigantes.
Mientras que se les suele considerar como grupos distintos, en ocasiones se les
considera como uno y el mismo. Por ejemplo, en Deuteronomio 2, 11, los emim y
los refaim son lo mismo y el texto los ubica en Moab (la traducción inglesa
utiliza «gigantes» para «refaim».) Y Deuteronomio 2, 20 dice que los amonitas
llamaban a los zanzumim (una variante de zuzim) «refaim».
«Refaim» tiene un segundo significado: además de «gigantes»,
también significa «sombras de los muertos». Puesto que los territorios
asociados a Lot, Moab y Amón estaban habitados por una variedad de refaim, los
habitantes eran los gigantes mitológicos o «sombras de los muertos».
La Biblia, por tanto, describe a esta malvada ciudad que
estaba habitada por muchas variedades de refaim, porque Sodoma originariamente
significaba el reino de los muertos, que estaba habitada por «sombras de los
muertos».
En una época posterior, cuando los editores de la Biblia
recopilaron las narraciones sobre Lot, se olvidaron de que Sodoma representaba
el reino de los muertos, y confundieron el significado de refaim en cuanto «sombras
de los muertos» con el significado de refaim en cuanto «gigantes».
En el relato completo que tenemos, la huida de Lot y su
familia de Sodoma describe la intención de Lot de recuperar a su mujer de entre
los muertos. Al igual que en el relato de Orfeo, el arreglo incluye la
condición de no mirar hacia atrás para no ver el reino de los muertos, y cuando
su mujer viola las condiciones del acuerdo, ésta no puede salir con su marido.
Mito 52: Lot engendró a Amon y Moab
El Mito: Subió Lot desde
Segor, y habitó en el monte con sus dos hijas, porque temía habitar en Segor, y
moró en una caverna con sus dos hijas. Y dijo la mayor a la menor: «Nuestro
padre es ya viejo, y no hay aquí hombres que se lleguen a nosotras, como en
todas partes se acostumbra. Vamos a embriagar a nuestro padre y a acostarnos
con él, a ver si tenemos de él descendencia...» Y concibieron de su padre las
dos hijas de Lot. Parió la mayor un hijo, a quién llamó Moab. Este es el padre
de Moab hasta hoy. También la menor parió un hijo, a quien llamó Ben Ammi, que
es el padre de los amonitas hasta hoy (Gn 19, 30-32. 36-38).
La Realidad: Este relato
continua con la genealogía anacrónica que educó a los hebreos en los periodos
babilónicos y persas, deseando impresionar a sus vecinos culturalmente
sofisticados con reivindicaciones de un pasado mesopotámico común, e intentaron
asociar a miembros de la familia de Abraham con un pasado mesopotámico.
Tras la
destrucción de Sodoma, Lot y sus dos hijas creen que son los únicos
supervivientes del mundo, y sus hijas piensan que deben acostarse con su padre
para tener hijos y propagar la raza. Ya que su padre lo habría considerado
inmoral, primero las hijas lo emborrachan de vino y luego se acuestan con él
cada una en una noche distinta. Como resultado de estas uniones, cada hija
tiene un bebé. El primero en nacer se llama Moab, y es el antecesor de los
moabitas. El otro hijo se llama Ben-Ammi, un nombre raro que significa «hijo
del pueblo» —¿A qué pueblo se referirá?— y se le identifica como el antecesor
de los amonitas. Ambos territorios son vecinos cerca de la parte sur del mar
Muerto. Durante el primer milenio a.C. fueron enemigos constantes de los
israelitas.
La referencia más antigua en
cuanto a la existencia de Moab como territorio aparece en una inscripción
egipcia que data del reinado de Ramsés II (siglo xiii a.C.). En cuanto a los
amonitas, la prueba de su existencia en la época de Lot es todavía más escasa.
La prueba escrita más antigua para el nombre se remonta a los registros asirlos
de alrededor del siglo vill a.C.
Las inscripciones egipcias que
datan de épocas anteriores hacen referencia a los pueblos de esa zona, pero
ninguna menciona ni a los moabi-tas ni a los amonitas. Ni tampoco tenemos
pruebas de que los moabitas y los amonitas constituyeran grupos étnicos
específicos que tuvieran una historia común. Ambos parecen tener sus raíces
entre los pueblos nómadas que pudieron proceder de una variedad de
antecedentes étnicos del antiguo Oriente Próximo.
En el libro de Números de la Biblia, se dice que Moisés
derrotó a un rey de Sión que reinaba en la ciudad moabita de Jeshbón, cerca de
la frontera moabita e israelitas. Esta ciudad supuestamente sirvió como centro
de un gran reino moabita. Sin embargo, recientes excavaciones en el lugar que
debía ser el emplazamiento de Jeshbón, Tell
Hishban, muestran que permaneció desocupado hasta el primer milenio a.C.
Sin duda, la Biblia contiene información errónea referente al periodo moabita
temprano.
Como era habitual en los tiempos antiguos, la mayoría de
culturas mantenían que eran descendientes de algún héroe antiguo. Tanto los
moabitas como los amonitas habrían tenido leyendas sobre estos antecesores.
Debido a su proximidad al antiguo Israel, los estilos de vida similares y los
frecuentes conflictos territoriales y reconvenciones con Israel, los escribas
de la Biblia trataron de establecer alguna conexión subordinada entre estas dos
naciones y el reino israelita. Ya que la genealogía está conectada a la falsa
genealogía de Abraham, podemos suponer que se originó en una época posterior
incluso a la de Abraham.
Mito 53: Abraham fingió que Sara era su hermana
El
Mito: Cuando estaba ya próximo a entrar en Egipto, dijo a Sarai, su
mujer: «Mira que sé que eres mujer hermosa, y cuando te vean los egipcios
dirán: «Es su mujer», y me matarán a mí, y a ti te dejarán la vida; di, pues,
te lo ruego, que eres mi hermana, para que así me traten bien por ti, y por
amor de ti salve yo mi vida» (Gn 12, 11-13).
Partióse de allí Abraham para la
tierra del Néguev, y habitó entre Cades y Sur, y moró en Gerar. Abraham decía
de Sara, su mujer: «Es mi hermana». Abimelec, rey de Gerar, mandó tomar a Sara
(Gn 20, 1-2).
La Realidad: El Génesis
contienen tres relatos distintos sobre un patriarca que temía que un rey
extranjero le mataría para quitarle a su hermosa mujer y hacerla su reina, así
que la mujer del patriarca finge ser su hermana. Los tres relatos nacen de una
fuente mitológica común.
Cuando Abraham
abandona Mesopotamia y va a Canaán, una hambruna invade la tierra y se ve
obligado a ir a Egipto para encontrar alimentos. Por algún motivo, teme que el
faraón se entere de su presencia y que encuentre a su mujer de lo más atractiva
y deseable (Sara cuenta unos sesenta y cinco años en esa época). Abraham se
imagina que si el faraón cree que Abraham y Sara son marido y mujer, a él lo
matará para así poder quedarse con Sara. Por tanto, le pide a Sara que finja
ser su hermana. Por lo visto, Abraham tolera que su mujer se convierta en
concubina del faraón.
Efectivamente, el faraón descubre
a la hermosa Sara y la toma por esposa. Pero una terribles enfermedades azotan
la casa del rey y éste se entera de la verdad. El faraón devuelve a Sara a
Abraham y los envía fuera del país con grandes riquezas —ganado, oro y plata.
Unos veinticinco años después,
Abraham y Sara viajan a la ciudad de Gerar, una ciudad filistea gobernada por
un rey llamado Abimelec, que tiene un capitán de ejército llamado Picol. Sara,
que ahora tiene unos noventa años, sigue siendo una gran belleza, y una vez más
Abraham teme que el rey lo mate para hacer de Sara su esposa real. Así que
nuevamente le pide a Sara que finja ser su hermana y nuevamente el rey la hace
suya. Pero esta vez, antes de que el rey hubiese consumado el asunto, recibe un
aviso de Dios, y retorna Sara a Abraham. Este rey también colma a Abraham de
grandes riquezas. Posteriormente, Abraham y Abimelec se disputan unos pozos y
resuelven la disputa mediante un tratado. Llaman al lugar Berseba, que
significa «pozo de promesa».
Entre cuarenta y cuarenta y cinco años después, otra
hambruna azota Canaán y Dios le dice a Isaac, el hijo de Abraham, que no vaya a
Egipto sino a Gerar. Nuevamente la ciudad pertenece a los filisteos, Abimelec
es rey y Picol es capitán de la guardia. Cuando Isaac llega a Gerar con su
mujer, Rebeca, los ciudadanos comentan lo hermosa que es, e Isaac, temiendo que
el rey lo mate, dice que Rebeca es su hermana.
Habitó, pues, Isaac en Gerar. Preguntábanle
los hombres del lugar por su mujer, y él decía: «Es mi hermana». Pues temía
decir que era su mujer, no fuera que le mataran los hombres del lugar por
Rebeca, que era muy hermosa (Gn 26, 6-7).
Nuevamente, el rey descubre la
farsa, hace las paces con Isaac, y acto seguido se disputa unos pozos con él.
Concluyen un tratado y nombran al lugar Berseba.
Gerar y Berseba están situadas en la frontera sur de Canaán,
en el desierto de Sur. Al describir la extensión del territorio israelita, en
ocasiones los escritores de la Biblia dicen que se extiende desde Berseba hasta
Dan. En términos tribales, el territorio pertenece a Simón, el segundo hijo
mayor de Jacob.
Estos tres relatos presentan testimonios alternativos del
mismo acontecimiento, pero los redactores de la Biblia no se ponen de acuerdo
sobre si el incidente tuvo lugar en Egipto o en Canaán, o si ocurrió con
Abraham o Isaac. El incidente de Abraham en Gerar pertenece a la fuente E, pero
el relato de Isaac en Guerar pertenece a la fuente J. El relato egipcio de
Abraham también pertenece a la fuente J, y ambos relatos J incluyen una
hambruna.
En el relato de Abraham de la hambruna, Abraham va a Egipto,
pero en el relato de Isaac de la hambruna. Dios le dice al patriarca: «No vayas
a Egipto; sigue habitando en esa tierra, donde yo te diga» (Gn 26, 2). ¿Por
qué, si en Egipto había pan? Allí fueron los hijos de Abraham y Jacob durante
la hambruna. Parece existir un esfuerzo concienzudo para rebajar la conexión
con Egipto y la conexión de Abraham con Berseba.
La fuente E tiende a reflejar las ideas del reino del norte,
mientras que la fuente J tiende a favorecer al reino del sur. El hecho de que
ambas fuentes presenten reivindicaciones contrarias acerca de cual patriarca
fue a Gerar y cómo Berseba obtuvo su nombre, sugiere algún tipo de feudo
político esotérico en el periodo después de que Israel y Judá se dividieran en
reinos separados.
Uno puede ver que tanto los relatos de Gerar de Abraham e
Isaac son de un origen tardío porque ambos mantienen que los filisteos controlaban
y habitaban Gerar. Los filisteos no llegaron a Canaán hasta el siglo xii a.C.,
unos seiscientos años después de la época de Abraham e Isaac. Por tanto, los
relatos de Gerar son falsos. Pero ¿qué hay del primer relato que tiene lugar en
Egipto?
Tal y como vimos en el Mito 49, cuando Abraham abandona
Egipto se dirige hacia el sur, en dirección al Alto Egipto, y no a Canaán. Esto
sugiere que el relato de Abraham y el faraón nace de una fuente egipcia.
Siguiendo la cronología judía tradicional de la Biblia, Abraham llegó a Egipto
durante la segunda mitad del siglo xin a.C. Para los egipcios esta fue una
época problemática que los egiptólogos denominan el Segundo Periodo Intermedio.
Durante esta época, una coalición de no egipcios que residía
en el delta del Nilo comenzó a hacerse con el poder. Conocidos como los hicsos,
al final consiguieron el control de la mayor parte de Egipto y reinaron durante
casi dos siglos. Los reyes egipcios legítimos en Tebas mantuvieron el control
sobre alguna parte del Alto Egipto, o bien hicieron de vasallos para los
dirigentes hicsos en el Bajo Egipto.
En un interesante giro mitológico/literario, los reyes
hicsos adoraban al rey egipcio Set, el único rival mitológico reconocido de
Horus. El conflicto hicsos-Tebas reflejaba el conflicto Horus-Set, y la
literatura egipcia posterior tendía a identificar a los invasores extranjeros
como agentes de Set. El interregno de los hicsos tuvo un poderoso impacto
sobre la mentalidad egipcia y dio lugar a gran cantidad de imágenes mitológicas
y literarias.
Los hicsos construyeron su capital en Avaris y dedicaron la
ciudad a Set. Unos 450 años después, mucho después de que Egipto expulsara a
los hicsos, el faraón Ramses II cambió el nombre de Avaris por el de Pi-Ramses.
Esta ciudad era una de las dos ciudades donde trabajaron los esclavos hebreos,
aunque no queda claro si trabajaron allí antes o después del cambio. La ciudad
continuaba siendo un centro de culto para Set. Por tanto la tradición israelita
recordaba a Set como un rey enemigo que los perseguía.
Cuando Abraham llega a Egipto durante la hambruna, debió
alcanzar el delta del Nilo alrededor de la época en que los hicsos ya habían
establecido su dominio en esa región. El deseo del faraón de casarse con la
mujer de Abraham sería una metáfora de las negociaciones y disputas entre los
príncipes hicsos que se hicieron con el poder y los príncipes locales que se
opusieron. El líder de los hicsos querría un acuerdo. Abraham, que se
correspondía con un gobernador egipcio local, al principio habría aceptado
pero luego se rebelaría. Huiría hacia el sur, a Tebas, para unirse a los reyes
legítimos en su lucha contra los invasores.
La ciudad de Gerar estaba ubicada en el desierto de Sur, un
territorio que los egipcios asociaban con el dios Set. En tiempos post-hicsos,
la rebelión de un Abraham egipcio contra un rey adorador de Set en el delta
era comparable a una rebelión contra las fuerzas de Set en el desierto de Sur.
Abimelec de Gerar, cuyo nombre significa «rey-padre», hubiese sido originariamente
una representación del último rey de los hicsos, pero puesto que Gerar estaba
ubicada en lo que posteriormente se convirtió en territorio filisteo, los
redactores bíblicos dieron por hecho que Abimelec era un rey filisteo. Esta
posterior reescritura del relato refuerza la idea en la mente de los editores
bíblicos de que cuando Abraham abandonó Egipto se fue a Canaán.
Por tanto, mientras que el relato de Abraham y el faraón
simboliza el conflicto entre Tebas y los reyes hicsos, que tuvo lugar en
Egipto, la historia se convierte en un conflicto con un rey en el territorio
de Set, y se extiende a un conflicto con un rey filisteo. Mientras, las
facciones políticas discuten si Abraham o Isaac tienen más derecho sobre
Berseba, una discusión que sin duda tiene algo que ver con la resolución de
disputas territoriales entre los israelitas.
Mito 54: Jacob y Esaú lucharon en el seno materno
El Mito: Rogó Isaac al
Señor por su mujer, que era estéril, y fue oído por el Señor, y concibió
Rebeca, su mujer. Chocábanse en su seno los niños, y dijo: «Para esto ¿a qué
concebir?» Y fue a consultar al Señor, que le dijo:
«Dos pueblos llevas en tu seno, dos
pueblos que al salir de tus entrañas se separarán. Una nación prevalecerá sobre
la otra nación. Y el mayor servirá al menor».
Llegó el tiempo del parto, y salieron de su seno dos
gemelos. Salió primero uno rojo, todo él peludo, como un manto, y se le llamó
Esaú. Después salió su hermano, agarrando con la mano el talón de Esaú, y se le
llamó Jacob. Era Isaac de sesenta años cuando nacieron. Crecieron los niños, y
fue Esaú diestro cazador y hombre agreste, mientras que era Jacob hombre
apacible y amante de la tienda. Isaac, porque le gustaba la caza, prefería a
Esaú, y Rebeca prefería a Jacob (Gn 25, 21-28).
La Realidad: Jacob y
Esaú se corresponden con los dioses egipcios Horus y Set, quienes lucharon en
el seno materno y se disputaron quien se convertiría en dirigente de la nación.
Jacob y Esaú son gemelos que
luchan incluso dentro del seno materno. Esaú sale el primero, «rojo, todo él
peludo, como un manto», pero Jacob intenta retenerle. Este relato presenta sólo
uno de los muchos incidentes entre Jacob y Esaú que se inspiran en los mitos
egipcios sobre el conflicto entre Horus y Set.
Tenemos varias evidencias acerca de la identidad original de
Jacob y Esaú, pero están dispersas a través de varios relatos y es necesario
reconstruirlas. Comentaremos aquí las características más destacadas y las
demás serán tratadas con más detalle en otros mitos relacionados con este tema.
Tal vez la pista más importante en
cuanto a su identidad venga dada por la descripción física de Esaú. Salió del
seno materno siendo un bebé bastante peludo, cubierto de un vello rojo tan
espeso que parecía un manto. Era tan hirsuto que años más tarde Jacob se
disfrazó de él cubriendo sus propios brazos con una piel de cabra. Las
características físicas de Esaú son las del dios egipcio Set, hermano y rival
del dios reinante Horus. A menudo, los Egipcios retrataban a Set con la forma
de un asno pelirrojo.
Según el relato de Plutarco acerca del nacimiento de Osiris,
dios del más allá y hermano de Set, el segundo nació antes de tiempo y se abrió
camino por el costado de su madre, de manera similar a Esaú, que se adelantó a
Jacob en su salida de la matriz. En el mismo relato, Set nació inmediatamente
después de Horus el Grande, pero apareció mucho antes que Horus el Hijo de
Isis. Debido a que los egipcios mezclaban las identidades de varios dioses
Horus, Set y Horus eran gemelos que también compartían el parentesco de tío y
sobrino.
Esaú y Set también comparten la característica de ser
intrépidos cazadores y guerreros, mucho más que cualquier otro de sus
compañeros. Y ambos eran seres solitarios que no se relacionaban bien con los
demás miembros de la familia.
Al ser el primer nacido, Esaú debía haber sido el heredero
de la alianza, e Isaac lo prefería a él. Pero su madre quería más a Jacob y
conspiró para engañar a Isaac y Esaú con el fin de transferir la primogenitura
a su amado hijo. El relato egipcio tiene el mismo guión. Ra, la divinidad principal,
prefería a Set como el sucesor de Osiris. Isis, sin embargo, prefería a su hijo
Horus, que también era hermano de Set. Al final, Isis ayuda a Horus a conseguir
el trono (véase el Mito 55).
Otro paralelismo interesante entre los relatos egipcio y
bíblico referentes a Set y Esaú tiene que ver con el nombre de Esaú. Cuando
Set planea atrapar a Osiris en un cofre y enviarlo al mar, una reina etíope
llamada Aso lo ayuda. Aunque el aliado de Set sea una mujer, su nombre es
filológicamente idéntico al de Esaú, al compartir las mismas consonantes
(hebreo y egipcio no utilizaban vocales). Esto indica que cuando los hebreos
adoptaron el relato, substituyeron el nombre de la divinidad que asistió al
dios por el de la misma divinidad.
Por consiguiente, las correspondencias anteriormente
descritas entre Set y Esaú también contribuyen a identificar la naturaleza del
hermano de Esaú. Horus el Grande era el hermano gemelo de Set y ambos lucharon
en el seno materno. Jacob y Esaú hicieron lo mismo. Tanto Horus el Hijo de
Isis, como Jacob dependieron de su madre para que les ayudara a engañar a su
hermano y así conseguir el liderazgo. Tanto Horus como Jacob recibieron la
oposición del cabeza del clan. Por añadidura, Plutarco nos dice que mucho
después del nacimiento de Set, Horus el Hijo de Isis nació cojo. Jacob también
se volvió cojo mucho después del nacimiento de Esaú, pero justo antes de que
cambiara su nombre por el de Israel. Contextualmente, el cambio de nombre
debería considerarse como una forma de renacimiento, ya que supone una nueva
etapa en la vida de Jacob
.
Mito 55: Jacob engañó a Esaú para quitarle la
primogenitura
El Mito: Hizo un día
Jacob un guiso, y llegando Esaú del campo, muy fatigado, dijo a Jacob, «Por
favor, dame de comer de ese guiso rojo, que estoy desfallecido». Por esto se le
dio a Esaú el nombre de Edom [es decir, «rojo»].
Le contestó Jacob: «Véndeme ahora mismo tu primogenitura». Respondió
Esaú: «Estoy que me muero; ¿qué me importa la primogenitura?» «Júramelo ahora
mismo», le dijo Jacob; y juró Esaú, vendiendo a Jacob su primogenitura. Diole
entonces Jacob pan y el guiso de lentejas; y una vez que comió y bebió, se
levantó Esaú y se fue, sin dársele nada de la primogenitura (Gn 25, 29-34).
Cuando Isaac envejeció, sus ojos se debilitaron y perdió la
vista. Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor, ...y mi alma te bendecirá antes de
morir. Oyó Rebeca lo que Isaac decía a Esaú, su hijo... y Rebeca dijo a Jacob,
su hijo... y se lo llevas a tu padre, que lo comerá y te bendecirá antes de su
muerte. Contestó Jacob, a Rebeca, su madre: «Mira que Esaú, mi hermano, es hombre
velludo y yo soy lampiño, y si me toca mi padre apareceré ante él como un
mentiroso, y traeré sobre mí una maldición en vez de la bendición». Díjole su
madre: «Sobre mí tu maldición, hijo mío; pero tú obedéceme. Anda y
tráemelos»... Tomó Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor, los mejores que
tenía en casa, y se los vistió a Jacob, su hijo menor; y con las pieles de los
cabritos le cubrió las manos y lo desnudo del cuello...y éste se lo llevó a su
padre, y le dijo: «Padre mío». «Heme aquí, hijo mío», contestó Isaac. «¿Quién
eres, hijo mío?» Y le contestó Jacob. «Yo soy Esaú, tu hijo primogénito. He
hecho como me dijiste. Levántate, pues, te ruego:
siéntate, y come de mi caza, para que me bendigas»...y no le
conoció, porque estaban sus manos velludas como las de Esaú, su hermano, y se
dispuso a bendecirle (Gn 27,1-24).
La Realidad: Estos dos
relatos sobre Jacob obteniendo la primogenitura de Esaú fueron adaptados de un
relato egipcio sobre cómo Isis, madre de Horus, el hermano de Set, engañó a Set
para que éste renunciara a su disputa con Horus por el trono.
El Génesis ofrece dos relatos
sobre cómo Jacob obtuvo la primogenitura de su hermano mayor y ninguno de
ellos deja muy bien parado a Jacob. Cuando Jacob y Esaú estaban en el seno
materno, Dios le dijo a su madre que el mayor serviría al menor, queriendo
decir que de alguna manera la persona con derecho a la primogenitura la
perdería. ¿Por qué? Si Dios hubiese querido que Jacob fuese el heredero
principal, ¿por qué simplemente no dispuso que Jacob naciera el primero? Y,
¿por qué consignó Dios su esperanza de que Jacob llevara a cabo con éxito un
plan de una falsedad tan evidente?
En el primer incidente, Esaú
regresa de su cacería al borde de la muerte y debilitado por el hambre. Pide
ayuda a su hermano que tiene un plato de lentejas. Jacob, en vez de compartir
la comida con su hermano, como habría hecho cualquier miembro humano de una
familia, se aprovecha de la situación y le ofrece venderle la comida a cambio
de su primogenitura. ¿Es este Jacob un modelo para un Dios que supuestamente
emitió el mandamiento de no desear la propiedad de un prójimo?
La adquisición por parte de Jacob
de la primogenitura, por muy despreciable que fuera el acto, se podría
defender bajo principios puramente contractuales. El segundo incidente no se
puede describir de esta manera. Jacob comete actos de robo y falso testimonio.
En el segundo incidente, Isaac,
viejo y ciego, quiere transmitirle la bendición a Esaú, su hijo preferido y
legítimo heredero. Como preparación, le envía a cazar venado y promete
bendecirle a su regreso.
Rebeca, la mujer de Isaac, oye la
conversación y le dice a Jacob que mate una cabra para que ella pueda preparar
un guiso para Isaac y así hacer que Jacob finja ser su hermano. A Jacob le
preocupa que su piel no sea lo bastante peluda, lo cual lo delataría, y en vez
de una bendición recibiría una maldición de Isaac (no le preocupa actuar de
forma indebida, sólo ser descubierto). Rebeca le dice que ella absorberá la
maldición, y que Jacob debe cubrirse las manos con la piel de la cabra y
ponerse la ropa de Esaú.
El engaño funciona. Jacob le
miente a Isaac y se hace con la herencia de Esaú. Sin embargo, no queda del
todo claro en qué se diferencian la bendición y la primogenitura. Jacob ya
había adquirido la primogenitura mediante el plato de lentejas. ¿Qué le añadía
la bendición a ese paquete que no tuviera ya?
El relato de cómo Jacob obtiene la
herencia guarda una sorprendente similitud con un acontecimiento que recoge un
texto egipcio del siglo xii a.C., conocido como El Juicio de Horus y Set.
El relato habla de un litigio entre los dioses Horus el Niño y Set por el
derecho a suceder a Osiris como rey de Egipto. El consejo de dioses hace de
jurado. El documento reúne varios relatos que registran mitos anteriores.
En un momento de la contienda, Isis, madre de Horus el Niño,
ha conseguido convencer a todos menos a Ra, la principal divinidad de los dioses,
de que su hijo Horus debe ser el rey. Set se enfurece y declara que no acatará
ninguna decisión emitida por un tribunal que incluya a Isis. Ra instruye a los
dioses para que se vuelvan a reunir en un lugar conocido como «la isla del
Medio» y ordena al barquero que no deje cruzar a Isis ni a nadie que se le
parezca.
La diosa se disfraza de vieja y le dice al barquero que
lleva un plato de sopa para el joven hambriento que cuida el ganado. Su disfraz
engaña al barquero y éste la lleva hasta la isla. Cuando pisa tierra, ve a Set
y se transforma en una hermosa mujer.
Set, sexualmente excitado, se acerca a ella. Cuando están
juntos, ella le explica una historia muy triste. Su marido, dice, había sido un
ganadero con quién ella había tenido un hijo. El marido se había muerto
quedando el hijo a cargo el ganado, pero un extraño había entrado en el establo
y había amenazado con golpear y expulsar al hijo y llevarse el ganado. Isis
acaba pidiéndole protección a Set.
«¿Acaso mientras el hijo de un hombre sigue vivo —contesta
Set— se le debe dar el ganado a un extraño?» Estas palabras de Set indican que
la ley establece que el hijo tiene un derecho mayor sobre la propiedad de un
padre que un extraño. Lo que no sabía mientras pronunciaba estas palabras, era
que también estaba describiendo el conflicto legal entre él y Horus el Niño
por el derecho a reinar en Egipto. Horus el Niño era hijo de Osiris, el
anterior rey, y el título era una forma de propiedad que le correspondía a su
heredero, su hijo, y no a un rival. Set estaba actuando como matón en el cuento
que Isis le había explicado.
Inmediatamente después de pronunciar estas palabras, Isis se
transforma en un pájaro y le grita que las propias palabras de Set le han
delatado. Cuando Ra oyó lo que había dicho Set, declaró que Horus debía ser el
rey.
Pero Set no era buen perdedor y se negó a obedecer la
declaración. Quedaban por venir todavía más pruebas, trucos, y engaños.
Este relato egipcio presenta básicamente la misma narración
que la Biblia. El cabeza del clan prefiere al pretendiente mayor; la madre
prefiere al menor; el hijo mayor se ausenta del hogar antes de recibir la
bendición que le corresponde; la madre se entera de la intención de otorgar la
bendición; la madre dispone para que un plato de comida sea llevado a uno de
los rivales por una persona disfrazada; uno de los rivales es engañado para
que pronuncie las palabras que otorgan la bendición al hijo menor; uno de los
rivales determina matar al hijo menor.
Los detallados paralelismos entre el relato egipcio de la
isla del Medio y los actos de Rebeca y Jacob no dejan lugar a dudas acerca de
la influencia egipcia sobre el relato del Génesis.
Mito 96: David mató a Goliat
El Mito: Y el filisteo [es decir. Goliat]
se fue acercando a David; y el hombre que portaba su escudo iba delante de él.
Y cuando el filisteo miró y vio a David, lo despreció: pues era muy joven, de
rostro blondo y bello. Y dijo el filisteo a David: «¿Acaso crees que soy un
perro, que vienes contra mí con un cayado?» Y el filisteo maldijo a David por
sus dioses. Y dijo el filisteo a David: «Ven hacia mí, y daré tu carne a los
pájaros del aire y a las bestias del campo». Dijo entonces David al filisteo:
«Tú vienes a mí con la espada, la lanza y el escudo: pero yo voy a ti en el
nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú
has desafiado. En el día de hoy el Señor te entregará en mis manos; y yo te
heriré y te arrancaré la cabeza; y daré los cadáveres de la hueste de los
filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y que sepa toda la
tierra que hav un Dios en Israel. Y toda esta asamblea sabrá que el Señor no
salva por la espada ni por la lanza; pues la batalla es del Señor, y él nos la
entregará en nuestras manos». Y sucedió que cuando el filisteo se levantó y se
acerco a David, éste se echó a correr hacia el ejército para encontrar al filisteo.
Y David metió la mano en el zurrón, y cogió una piedra y la lanzó con la honda
e hirió al filisteo en la frente, de forma que la piedra se hundió en su
frente; y cayó de bruces a tierra. Así pues David venció al filisteo con una
honda y una piedra, e hirió al filisteo y lo mató; pero no había espada alguna
en la mano de David. Así que corrió y se detuvo frente al filisteo, y tomó su
espada, y la sacó de su vaina, y lo mató y le cortó la cabeza. Y cuando los
filisteos vieron que su campeón había muerto, huyeron (1 Sm 17,41-51).
La Realidad: Fue
Elijanán (Elhanan), miembro de Los Treinta, tropa de élite de David, quien mató
a Goliat.
La historia
de cómo el joven David, armado tan solo con una honda y piedras, derrotó a un
gigantesco y bien armado guerrero filisteo llamado Goliat ha llegado a ser uno
de los relatos bíblicos más famosos. El nombre del enemigo derrotado se ha
convertido en sinónimo de «enorme» y la expresión «David contra Goliat» en un
cliché literario para una confrontación entre contendientes de tuer/.as
desiguales. Por desgracia, David no mato a Goliat, y tampoco era un joven
cuando este nuino.
En la traducción del rey Jacobo de
2 Samuel 21, 19, dice: «Y hubo otra batalla en Gob con los filisteos, en la que
Elijanan, hijo de lari, mato al hermano de Goliat, cuya lanza era como un
enjulió de tejedor».
Aunque esta traducción nos dice que
Elijanán mato al hermano de Goliat, las palabras «el hermano de» no aparecen en
el texto hebreo.[1]
El pasaje dice en realidad que Elijanán mato a Goliat, no a su hermano.
La adición de estas palabras a la
traducción tiene dos motivos. En primer lugar, los traductores no querían
contradecir el relato anterior que atribuía la victoria a David, especialmente
porque David esta dramáticamente vinculado a Cristo en la tradición cristiana:
las credenciales de Cristo como Mesías, según las profecías bíblicas, dependen
de su descendencia de David. En segundo lugar, el autor de 2 Crónicas 20, 5,
escrito siglos después del versículo 2 Samuel 21, 17 y enfrentado a la misma
contradicción, escribió: «Elijanán, el hijo de Jari mato a Lajmi, el hermano
de Goliat, de Gat, cuya lanza era como un enjjulio de tejedor».
Hay varias claves que indican que
los redactores tardíos dieron crédito a David sobre lo realizado por Elijanán.
Los traductores ingleses, confiando en 1 Crónicas 20, 5, insertaron las
palabras «el hermano» en 2 Samuel 21, 19. En la versión que atribuye la hazaña
a David, después de la muerte de Goliat, Saúl dice: «¿De quien es hijo ese
joven?» Y Abner dijo: «Por tu alma que no lo sé, ¡oh rey!» Y el rey dijo:
«Infórmate entonces a ver de quién es hijo» (1 Sm 17, 55). Si David fuera quien
mata a Goliat, Saúl hubiera sabido quien era, pues David ya era un favorito de
la corte.
Y
David llevó a su casa y se presento ante
Saúl. Saúl /e tomo cariño y le hizo
su escudero. Y Saúl dijo a Isai: «Que se
quede, te ruego, conmigo David, pues ha hallado gracia ante mis ojos" (I
Sm /6, 21-22).
Si David va
era un favorito de Saúl, ¿como podía Saúl no conocer a quien acababa de enviar
a luchar con Goliat?
Después de matar a Goliat, el texto
nos dice que David llevo la cabeza a Jerusalén, pero durante el reinado de Saúl
Jerusalén estaba en manos de los jebuseos. La ciudad no paso a poder de Israel,
según la Biblia, hasta que David llegó a ser rey. Esto sugiere que en el
relato original David ya era rey cuando Goliat murió.
Casualmente, en la versión que atribuye la muerte de Goliat
a Elijanán, David ya es rey y Elijanán forma parte del grupo de guerreros de
élite conocidos como Los Treinta. La versión de Elijanán retiene asimismo algo
del aliento épico original. Es una de las cuatro historias cortas sobre otros
tantos miembros de Los Treinta que matan a cuatro gigantes. Es interesante que
en el versículo que introduce los cuatro relatos sobre Elijanán y los otros, se
nos dice que «David se fatigó» (2 Sm 21, 15).
Aunque el padre de Elijanán recibe el nombre de Jari en los
versículos sobre la victoria sobre Goliat, en la lista de los integrantes de
Los Treinta de David recibe el nombre de Dodo. Como los otros tres matagigantes
también pertenecen a Los Treinta, debe tratarse del mismo Elijanán. Esta
conexión entre Elijanán y Dodo puede haber sido la inspiración para atribuir a
David el triunfo de Elijanán. En hebreo, Dodo se deletrea DWDW y David DWD. Los
dos nombres son virtualmente idénticos y provienen de la misma raíz que
significa «amado». Dodo y David son llamados belenitas, añadiendo otra razón
para la confusión de la identidad del asesino de Goliat.
Otro indicio de que la versión favorable a David adaptó
material de la versión de Elijanán proviene de la aparición contextual del
nombre de Goliat. A lo largo de toda la narración de David, el nombre de Goliat
sólo aparece en dos ocasiones. Las referencias restantes a este guerrero lo describen
simplemente como el «filisteo» o «el filisteo de Gat». La forma en que aparece
el nombre sugiere que fue insertado en la narración posteriormente. Por
ejemplo, en 1 Samuel 17,23, el texto dice:
Y mientras
hablaba con ellos, llegó el campeón, el filisteo de Gat, de nombre Goliat,
salió de las líneas de los filisteos y dijo las mismas palabras: y David lo
escuchó.
Pero la Biblia
ya había dado el nombre de Goliat anteriormente y había descrito su gran valor,
por lo que en la expresión «filisteo de Gat, de nombre Goliat» el añadido de
las palabras «de nombre» suena artificial.
En su origen, el
asesinato de Goliat pertenecía a una colección de relatos en los que numerosos
héroes mataban a gigantes. Elijanán era uno de estos valerosos guerreros, como
lo eran otros miembros de Los Treinta, a muchos de los cuales se atribuían
tales victorias. Los Treinta parecen haber sido un grupo mítico al estilo de
los caballeros de la Mesa Redonda del rey Arturo. Al convertirse David en el
mayor héroe de la corte de Judá, los miembros de la tribu de Judá anhelaban
creer que el fundador de la dinastía había sido capaz de grandes hazañas, por
lo que su substitución por uno de los restantes matagigantes no precisaba de
una gran suspensión de la credibilidad.
Mito 56: Jacob sueña con una escalera hacia el cielo
El Mito: Salió, pues, Jacob de Berseba para dirigirse a Jarán.
Llegó a un lugar donde se dispuso a pasar la noche, pues el sol se ponía ya, y
tomando una de las piedras que en el lugar había, la puso de cabecera y se
acostó. Tuvo un sueño en el que veía una escala que, apoyándose sobre la tierra,
tocaba con su extremo en el cielo, y por ella subían y bajaban los ángeles de
Dios. Junto a él estaba el Señor, que le dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de Abraham,
tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra sobre la cual estás acostado te daré a
ti y a tu descendencia. Será ésta como el polvo de la tierra, y te ensancharás
a occidente y a oriente, a norte y a mediodía, y en ti y en tu descendencia
serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo estoy contigo, y te
bendeciré adondequiera que vayas, y volveré a traerte a esta tierra, y no te
abandonaré hasta cumplir lo que te digo».
Despertó
Jacob de su sueño, y se dijo: «Ciertamente está el Señor en este lugar, y yo no
lo sabía»; y atemorizado, añadió: «¡Qué terrible es este lugar! No es sino la
casa de Dios y la puerta de los cielos». Levantóse Jacob bien de mañana, y
tomando la piedra que había tenido de cabecera, la alzó, como memoria, y vertió
óleo sobre ella. Llamó a este lugar Betel, aunque la ciudad se llamó primero
Luz (Gn 28, 10-19).
La Realidad: Esta escena se deriva de los escritos egipcios
procedentes de pirámides del tercer milenio a.C. y que describen los rituales
funerarios del rey muerto.
Cuando Esaú
se entera de que Jacob lo ha engañado para obtener la bendición de Jsaac, hace
un juramento: «Cerca están los días del duelo por mi padre; después mataré a
Jacob, mi hermano». Los padres de Jacob temen por la seguridad de su hijo menor
y lo envían a Padanaram (Siria) con el hermano de Rebeca, Laban (epónimo de
Líbano).
Por el camino tiene un extraño
sueño. Ve una escalera que se alza desde la tierra hasta el cielo y por ella
suben y bajan ángeles. Al final se alza Dios, quien le promete toda la tierra de
Canaán a Jacob, el heredero de la alianza de Abraham e Isaac. Cuando despierta,
Jacob declara que ese lugar debe ser la casa de Dios y la puerta de los cielos.
Allí eleva y consagra un altar y llama al lugar Betel, que significa «casa de
Dios».
El sueño aparece en un contexto
ambiguo. Isaac, que ha sido descrito como viejo y ciego, y con unos cien años
de edad, le acaba de dar su bendición a Jacob. Esaú declara que los días de
duelo de su padre se acercan, queriendo decir que Isaac morirá pronto. Curiosamente,
Isaac realiza sólo una aparición breve v menor en la Biblia. Unos veinte años
tras la huida de Jacob, éste visita a Isaac, que tendrá ya unos ciento veinte
años. El versículo no dice exactamente que Jacob vea a Isaac, ni le atribuye
ninguna acción a Isaac. En el siguiente versículo, la Biblia dice que Isaac
muere a la edad de ciento ochenta años.
Estos últimos dos versículos sobre
Isaac provienen de la fuente E. Los anteriores relatos sobre Jacob y Esaú y sus
conflictos pertenecen a la fuente J. Esto sugiere que en la fuente J, Isaac
murió al poco tiempo de haber dado su bendición. Sólo en la fuente E sobrevive
el padre, y esas menciones comprenden únicamente dos versículos menores que
fueron añadidos con posterioridad.
El sueño de Jacob, por tanto, se
desarrolla en el siguiente contexto. Acaba de recibir la bendición de su padre;
su padre muere poco después; sueña con una escala hacia los cielos; y se
convierte en el nuevo heredero de la alianza con Dios.
Con esto en mente, veamos algunos
extractos del Texto de las Pirámides del
antiguo Egipto, que datan del periodo entre 2500 y 2100 a.C. En la pirámide de
la V dinastía del faraón Unas, leemos:
Ra colocó la escala para Osiris, y Horus alzó la
escala para su padre Osiris, cuando Osiris fue a encontrar su espíritu; uno de
ellos se puso a un lado, y el otro al otro lado, y Unas entre ellos dos. Unas
de pie, y Horus sentado, y él [Horus] es Set.
Y, en la pirámide de la VI dinastía
de Pepi 1:
Saludos, Escala de Dios, Saludos, Escala de Set.
Yérguete Escala de Dios, yérguete Escala de Set, yerguete Escala de Horus, por
la cual Osiris subió a los cielos.
Lo que estos
textos describen es una creencia egipcia sobre cómo el espíritu del rey muerto
entra en los cielos. Cuando el rey está vivo él es el dios Horus. Cuando muere
se convierte en el dios Osiris, padre de Horus. El rey muerto en forma de
Osiris sube por una escala hasta el cielo, y la escala está compuesta por los
cuerpos de sus dos hermanos, Horus y Set.
Si no hacemos caso de las imágenes egipcias politeístas, y
comparamos estas descripciones con el retrato que hace la Biblia, podemos ver
lo que ésta describe. La escala egipcia, que consiste de los cuerpos de las dos
divinidades egipcias sobre las cuales Osiris sube a los cielos, ha sido
reemplazada por una escala con varios seres sobrenaturales, ángeles, que suben
y bajan entre la tierra y los cielos. El ritual egipcio se desarrolla en el contexto
de reemplazar al rey muerto por uno nuevo. El contexto bíblico describe el
reemplazo de la figura del rey muerto, Isaac, con la del nuevo rey, Jacob.
Debemos mencionar una conexión más entre ambas series de
imágenes. Jacob llama al lugar de la escala Betel, que significa casa de Dios,
y dice que se trata de la puerta del cielo. El nombre egipcio para el cielo es
Hathor, que significa casa de Horus. Hathor y Betel significan ambos lo mismo
—la conexión entre la casa de un dios reinante y los cielos.
Por último, si Jacob y Esaú representan a Horus y Set, y
Rebeca representa a Isis, la mujer de Osiris, entonces Isaac representa a
Osiris, el rey muerto que sube por la escala.
Mito 57: Jacob luchó contra un extraño
El Mito: Así se quedó
Jacob solo, y hasta rayar la aurora estuvo luchando con él un hombre, el cual,
viendo que no le podía, le dio un golpe en la articulación del muslo, y se
descoyuntó el tendón del muslo de Jacob luchando con él. El hombre dijo a
Jacob: «Déjame ya que me vaya, que sale la aurora». Pero Jacob respondió: «No
te dejaré ir si no me bendices». Él le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?»
«Jacob», contestó éste. Y él le dijo: «No te llamarás ya en adelante Jacob,
sino Israel, pues has luchado con Dios y con hombres, y has vencido». Le rogó
Jacob: «Dame, por favor, a conocer tu nombre»; pero él le contestó: «¿Para qué
preguntas por mi nombre?», y le bendijo allí. Jacob llamó a aquel lugar Panuel,
pues dijo: «He visto a Dios cara a cara y ha quedado a salvo mi vida». Salía el
sol cuando pasó de Panuel e iba cojeando del muslo. Por eso los hijos de Israel
no comen, todavía hoy, el tendón femoral de la articulación del muslo, por
haber sido herido en él Jacob. Alzó Jacob los ojos, y vio venir hacia él a
Esaú... (Gn 32, 24. 33,1)
La Realidad: Esta
narración sobre una lucha cuerpo a cuerpo es un relato corrompido sobre la
lucha diaria entre Horus y Set; una batalla entre las fuerzas del día y de la
noche.
Jacob permanece con Laban, su tío,
durante veinte años. Durante ese tiempo llega a tener cuatro esposas, once
hijos y una hija. (Jacob fue padre de un duodécimo hijo cuando regresó a
Canaán). Al cabo de veinte años, Dios le dice a Jacob y a su familia que
regresen a su tierra de origen. Durante el viaje, Jacob decide visitar a Esaú y
ver si pueden llegar a un acuerdo pacífico.
Cuando Jacob se acerca al lugar del encuentro, acomoda a su
familia en un campamento y se va solo. Esa noche se le aparece un extraño y los
dos luchan toda la noche. Ninguno consigue una victoria, pero el extraño hiere
a Jacob en una pierna al luchar. Al amanecer, el extraño propone que dejen la
pelea, pero Jacob sólo accede con la condición de que reciba una bendición. El
extraño bendice a Jacob, le cambia el nombre por el de Israel y le declara un
príncipe de poder.
Jacob le pide a su contrincante que se identifique, pero el
extraño se niega, y puesto que Jacob cree que está mirando al rostro de Dios,
llama al lugar Panuel, «rostro de Dios» (el relato utiliza tanto Peniel como
Panuel para el nombre de lugar. Sin embargo, la Biblia sólo hace referencia a
Panuel.) Entonces, el sol se alza en el cielo y Jacob comienza a cojear.
Inmediatamente después de su enfrentamiento con el extraño, aparece Esaú. Los
dos hermanos se declaran la paz, se abrazan, y son amables el uno con el otro.
Jacob pronuncia una extraña declaración: «He visto tu faz como si viera la de
Dios» (Gn 33, 10). Sus palabras sugieren que Esaú es el extraño con el que
había luchado Jacob.
En los primeros mitos egipcios, según recogen los Textos de las Pirámides, Horus el Mayor
y Set, las divinidades gemelas egipcias, pelean constantemente entre ellos.
Horus representa la fuerza del día y la luz, Set la fuerza de la noche y la
oscuridad. Los egipcios creían que el sol trazaba un camino circular entre la
luz y la oscuridad. Al final de la luz vivía una enorme serpiente que intentaba
devorar al sol. Los egipcios dividían el día entero en veinticuatro periodos,
doce diurnos y doce nocturnos. A medida que la barca solar entraba en el reino
de la noche, se enfrentaba a una serie de retos a lo largo de las doce zonas.
En ocasiones, los mitos muestran a Set como la serpiente que
intenta devorar al sol. Horus funcionaba como una divinidad solar, y en los primeros
tiempos de Egipto, podría haber sido la divinidad creadora original. En
cualquier caso, las peleas entre Horus y Set representaban la batalla diaria
entre el sol y su enemigo.
Los numerosos iconos en el relato de la lucha de Jacob se
corresponden con el simbolismo egipcio. Jacob, la figura de Horus, lucha
durante toda la noche con un extraño. Jacob cree que el extraño es Dios, aunque
el relato no lo especifica directamente. Llama al lugar «rostro de Dios»
porque cree haber visto el rostro de Dios mientras luchaba. Pero ya que la
noche es oscura, no ha podido ver gran cosa. La primera persona que ve cuando
amanece es Esaú, la figura de Set. Y le dice: «He visto tu faz como si viera la
de Dios», identificándole así con el extraño.
Por añadidura, Jacob recibe un nuevo nombre, un renacimiento
funcional, y con esta nueva identidad comienza a cojear en cuanto sale el sol,
equiparando su nueva forma física con la de Horus el Hijo de Isis, que nació
cojo después de que Horus el Grande y Set hicieran las paces (según el
testimonio de Plutarco).
Debemos observar una coincidencia
más. Los egipcios dividían el día y la noche en doce zonas, y Jacob y Esaú
tuvieron doce hijos cada uno.
Aunque el relato bíblico presenta
un testimonio corrupto de la tradición egipcia, podemos ver que bajo el relato
de Jacob y el extraño yace el relato egipcio de la lucha diaria entre Horus y
Set, que originariamente Esaú era el extraño con quien luchaba Jacob, y que
Jacob puede identificarse con Horus el Hijo de Isis, que nació cojo.
Mito 58: Dios cambió el nombre de Jacob por el de
Israel
El
Mito: Apareciósele de nuevo Dios a Jacob, de vuelta de Padán Aram, y le
bendijo, diciendo: «Tu nombre es Jacob, pero no serás llamado ya Jacob; tu
nombre será Israel»; y le llamó Israel (Gn 35, 9-10).
La Realidad: El Génesis
ofrece dos relatos distintos sobre cómo Jacob vino a llamarse Israel, lo cual
refleja los puntos de vista de las dos facciones rivales del reino de Israel.
En el mito anterior, vimos que
cuando Jacob lucha con un extraño, el extraño lo bendice cambiándole el nombre
de Jacob por Israel. Esto sucede en el lugar llamado Panuel. Aunque Jacob cree
que ha mirado el rostro de Dios (el extraño), sabemos que no podía ser porque
en el libro del Éxodo, cuando Moisés solicita ver el rostro de Dios, la
divinidad le responde: «Mi faz no podrás verla, porque no puede el hombre
verla y vivir» (Ex 33, 20). Así que, al menos según ese relato, Dios no pudo
ser el que le cambiara el nombre a Jacob, porque Jacob, como humano, no pudo
haber visto el rostro de Dios y seguir viviendo. Además, en nuestro estudio del
Mito 57, vimos que el extraño era efectivamente Esaú.
Sin embargo, la Biblia contiene un segundo relato acerca del
cambio de nombre de Jacob. En este relato, que tienen lugar algún tiempo
después de la reunión con Esaú, Dios le dice a Jacob que vaya a Betel, el lugar
donde soñó con la escala. En Betel, Dios le dice directamente a Jacob que a partir
de ese momento su nombre será Israel y vuelve a renovar su alianza con él,
otorgando Canaán a Israel y a sus descendientes.
Estos dos relatos muestran cómo las facciones rivales
intentan cambiar los acontecimientos de la historia bíblica en beneficio de sus
propios intereses. Tenemos un relato que habla de un cambio de nombre en
Panuel y otro que dice que fue en Betel. Las historias de estas dos ciudades
ofrecen pistas acerca de por qué surgieron los dos relatos.
Al morir el rey Salomón, Jeroboam dirigió una rebelión
contra el heredero al trono de Salomón, y segregó el reino de Israel del de
Judá. Jeroboam estableció dos centros de culto principales, uno en la frontera
sur, en Betel, y otro en la frontera norte, en Dan. También construyó una de
sus principales ciudades en Panuel, un centro administrativo para el gobierno.
Al principio, Jeroboam contaba con el apoyo del sacerdocio
de Silo, que creía que al separarse del sacerdocio dominado por Jerusalén
aumentaría su propio prestigio y poder. Pero Jeroboam no creía en sacerdocios
formales y declaró que cualquiera que quisiera ser sacerdote podía serlo. Esto
provocó una ruptura entre él y los sacerdotes de Silo.
Puesto que el reino del norte se llamaba Israel, tenía un
interés especial en explicar cómo el nombre llegó a asociarse con los
territorios norteños. Ya que Jeroboam y los sacerdotes shiloitas estaban
enfrentados políticamente, cada facción produjo su propia versión de cómo se
originó el nombre de Israel. La facción de Jeroboam asociaba el nombre con Panuel,
su centro administrativo. El sacerdocio de Silo asociaba el nombre con Betel,
el centro de culto del sur que competía con Jerusalén.
Es interesante ver que, en el relato de Panuel, se le quita
importancia al papel de la religión. En ese relato, Jacob recibe su nuevo
nombre porque es un príncipe de poder, quien prevaleció ante el mismo Dios. El
principal interés de Jeroboam era la defensa militar, y no la religión.
Los sacerdotes de Silo, por otra parte, para poder competir
con Jerusalén por la lealtad religiosa de los israelitas, utilizan el relato
del nombramiento de Betel para invocar una conexión entre la alianza con Israel
y la condición de centro de culto de Betel.
Mito 59: Esaú es Edom
El
Mito: Establecióse Esaú en el monte de Seir; Esaú es Edom. Esta es la
descendencia de Esaú, padre de Edom, en el monte Seir (Gn 36, 8-9).
La
Realidad: Los redactores de la Biblia identificaron a Esaú con Edom por
equivocación.
El Génesis
retrata a Esaú como el padre de los edomitas, pero dichas conexiones surgen de
una serie de errores por parte de los editores de la Biblia.
El atributo más notable de Esaú
es el espeso vello rojo que cubre su cuerpo. El nombre Edom, con el cual se
identifica a Esaú, significa «rojo» y el nombre proviene de la gran cantidad de
piedra arenisca rojiza que se da en esa zona. La Biblia también sitúa al monte
Seir en Edom, un territorio que forma una parte importante de la región
edomita. El nombre Seir significa «peludo» y es la combinación de este nombre
junto con el nombre Edom, que significa «rojo», lo que explica la conexión del
pelirrojo Esaú con Edom. El Génesis incluso intenta darle a Esaú el apodo de
Edom en el relato que trata sobre la venta de su primogenitura: «Por esto se le
dio a Esaú el nombre de Edom» (Gn 25, 30).
Según el relato bíblico, Esaú
conquistó Edom al derrotar al grupo nativo de los horitas. No hay evidencias
arqueológicas que indiquen quienes fueron los horitas ni cuando existieron.
Sólo aparecen en la Biblia.
Ya que el personaje de Esaú se
deriva de las imágenes del dios Set, la victoria de Esaú sobre los horitas
correspondería a los reyes hicsos, adoradores de Set en Egipto, que derrotaron
al ejército de Horus, rey de Tebas. Los redactores de la Biblia, habiendo
conectado equivocadamente a Esaú con Edom, también dieron por supuesto
equivocadamente que éste conquistó a los horitas en Edom, cuando el relato en
realidad refleja acontecimientos históricos que sucedieron en Egipto.
Mito 60: Jacob dio sepultura a Raquel en Belén
El Mito: Murió Raquel, y
fue sepultada en el camino de Efrata, que es Belén (Gn 35, 19).
La Realidad: El Génesis
contiene dos relatos sobre el lugar de la sepultura de Raquel, lo cual refleja
el fraccionamiento político entre Israel y Judá.
Raquel es la esposa preferida de
Jacob y la madre de sus dos hijos menores y preferidos, José y Benjamín. José
nace en Siria y Benjamín nace de camino a Canaán, pero Raquel muere dando a
luz.
Según el Génesis, Jacob entierra a Raquel en Belén, en el
territorio de Judá, y «La Tumba de Raquel» en esa ciudad sigue siendo uno de
los lugares turísticos más populares de Israel.
Sin embargo, 1 Samuel 10, 2 ubica la tumba de Raquel en el
territorio de Benjamín. «Cuando hoy me dejes, encontrarás al mediodía dos hombres
cerca del sepulcro de Raquel, en tierra de Benjamín».
Ya que los benjaminitas reivindicaban descendencia de
Raquel, esta diferencia de opiniones no era de poca importancia. La disputa
refleja el enfrentamiento entre Judá e Israel, con cada reino intentando
identificarse con la madre de la Casa de Israel.
Belén está situada dentro de Judá y era la ciudad del rey
David. Benjamín era el territorio del rey Saúl, el primer rey de Israel. David
y Saúl eran rivales políticos.
Cuando David subió al poder, al contrario de lo que muestra
su imagen pública moderna, no siguió siendo demasiado popular. Los ejércitos
israelitas norteños se enfrentaron a él dos veces, incluso llegando a expulsarle
del trono temporalmente.
Este conflicto acerca de dónde Jacob sepultó a Raquel fue de
una importancia significativa en los enfrentamientos entre Judá e Israel. La
ubicación le otorgaba un lugar de una gran importancia política y religiosa,
un presagio acerca de cual de los dos territorios debía reinar sobre el otro.
Mito 61: El príncipe de Siquem violó a Dina
El Mito: Dina, la hija que había parido
Lía a Jacob, salió para ver a las hijas de aquella tierra; y viéndola Siquem,
hijo de Jamor el Hivita, príncipe de aquella tierra, la arrebató, se acostó
con ella y la violó. Jamor, padre de Siquem, salió para hablar a Jacob...
Jamor les habló, diciendo:
«Siquem, mi hijo, está prendado de vuestra hija; dádsela, os ruego, por mujer;
haced alianza con nosotros; dadnos vuestras hijas, y tomad las nuestras para
vosotros, y habitad con nosotros. La tierra está a vuestra disposición para
que habitéis en ella, la recorráis y tengáis propiedades en ella...» Y los
hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre dolosamente por el estupro de
Dina, su hermana, y les dijeron: «No podemos hacer eso de dar a nuestra hermana
a un incircunciso, porque eso sería para nosotros una afrenta. Sólo podríamos
acceder a ello con esta condición: que seáis como nosotros y se circunciden
todos vuestros varones. Entonces os daríamos nuestras hijas y tomaríamos las
vuestras, y habitaríamos juntos, y seríamos un solo pueblo; pero si no
consentís en circuncidaros, tomaremos a nuestra hija y nos iremos». Estas
palabras agradaron a Jamor y a Siquem, hijo de Jamor. Escucharon a Jamor y a
Siquem cuantos salían por las puertas de la ciudad, y todo varón fue
circuncidado. Al tercer día, cuando estaban con los dolores, dos de los hijos
de Jacob, Simón y Levi, hermanos de Dina, penetraron sin peligro en la ciudad,
espada en mano, y mataron a todos los varones. Pasaron a filo de espada a Jamor
y a Siquem, su hijo; y sacando a Dina de la casa de Siquem, salieron (Gn 34).
La
Realidad: La rama de Lía de Israel adoptó esta forma del relato del
mito griego sobre Dánao y Egipto.
El relato egipcio La contienda de Horus y Set presenta una
serie de acontecimientos referentes a la contienda entre Horus y Set por el
trono. En el estudio del Mito 55 vimos que el relato bíblico de cómo Jacob
engañó a Esaú para obtener primogenitura y bendición comparte numerosas similitudes
con uno de los episodios de ese relato: aquel donde Isis se disfraza y le lleva
un plato de comida a Set.
El relato egipcio continua y
alcanza un punto donde Ra, la divinidad principal, ya harto de las continuas
quejas, ordena a Horus y Set que dejen de pelear y que coman juntos. Set accede
e invita a Horus a un banquete, pero con otros propósitos. Una vez que Horus le
ha visitado, ha comido y se ha dormido, Set abusa de él sexualmente. Por algún
motivo legal, si Set puede hacer que esto se sepa, se convertiría en rey en vez
de Horus.
Cuando Horus se da cuenta de lo que le ha hecho Set, acude a
su madre para que ésta le ayude. Mediante sus habilidades mágicas, Isis hace
creer al consejo de los dioses que fue Horus el que abusó de Set y no al revés.
En el Génesis, con Jacob y Esaú en los papeles de Horus y
Set, se desarrolla un guión parecido. Cuando Jacob regresa a Canaán, busca a
Esaú para hacer las paces. Esaú (tras el incidente en el que Jacob lucha con el
extraño) invita a Jacob y a su familia a que celebren una fiesta todos juntos.
Jacob, que sospecha de los motivos de su hermano, le dice a Esaú que vaya
delante, que él le seguirá más tarde. En cambio, sale de la ciudad y lleva a su
familia a Siquem. Curiosamente, la Biblia no dice nada más acerca de la
reacción de Esaú tras el plantón.
Si el relato del Génesis realmente siguiera la trama
egipcia, Jacob debería seguir a Esaú hasta su casa y posteriormente Esaú
sometería a su hermano a algún tipo de abuso sexual. Esta escena no tiene
lugar en el Génesis, pero en el mismo lugar donde uno se espera que suceda, la
narración se traslada a otra escena de abuso sexual, en la cual el hijo de
Jamor, rey de Siquem, viola a Dina, la hija de Jacob. Dado el contexto
narrativo, no nos sorprenderá descubrir que el nombre Jamor tienen el
significado de «asno rojo», la misma imagen que se asocia con Set.
En el relato bíblico, después de que el hijo de Jamor viola
a Dina, éste le pide a su padre que concierte una boda. Jamor propone a Jacob
que los hijos de ambas familias se casen entre ellos. Los hijos de Jacob, Simón
y Levi, responden que los israelitas estarían de acuerdo con la boda si todos
los varones siquemitas acceden a ser circuncidados. Los siquemitas aceptan esa
condición, pero Simón y Levi tienen un plan secreto. Cuando los varones se
están recuperando de las operaciones y no pueden luchar, los dos hermanos
entran en la ciudad y matan a la familia del rey. Jacob, temeroso de las
consecuencias, huye de Siquem con su familia a Betel.
Parecería que por algún motivo los
redactores de la Biblia sustituyeron el relato de la violación de Dina por el
relato sobre la violación homosexual de Horus/Jacob por parte de Set/Esaú. La
base del relato era el mito griego de Dánao y Egipto, una fuente que, como ya
señalamos anteriormente (véase el Mito 47), influyó sobre la genealogía de la
rama de Cam de la familia de Noé.
El único relato completo del mito
griego aparece en los escritos de Apolodoro, un escritor griego del primer
siglo a.C. El resumen que presentamos aquí es una adaptación de su narración.
Dánao y Egipto eran los hijos
gemelos de Belo, rey de Egipto. El monarca nombró a Egipto rey de Arabia y a
Dánao rey de Libia (aquella parte de África al oeste del Nilo). Posteriormente,
Egipto conquista el reino de su padre y pone su nombre al país. Dánao, temeroso
del poder de su hermano, huye de Libia hacia el reino griego de Argos, donde
convence al actual monarca de que le nombre rey. Egipto persigue a Dánao y le
propone que sus cincuenta hijos se casen con las cincuenta hijas de Dánao
(llamadas las Danaides en el mito griego). Dánao, que teme un atentado contra
su vida, accede, pero secretamente les dice a sus hijas que escondan navajas en
sus lechos matrimoniales y que maten a sus maridos en la noche de boda. Todas
menos una de las hijas lleva a cabo las instrucciones y el marido que sobrevive
sucede a Dánao en el trono.
Superficialmente, el relato
bíblico de Dina guarda un parecido sorprendente con la leyenda griega. En
ambos relatos, un rey propone un matrimonio en grupo entre miembros de su
familia con miembros de una familia menos poderosa; la familia menos poderosa
accede al matrimonio, pero secretamente planea matar a los hijos del rey; la
familia menos poderosa masacra a los hijos del rey y se va a vivir a un nuevo
territorio (en un fragmento aislado del texto procedente de otra fuente, las
Danaides matan a los hijos de Egipto mientras todavía se encuentran en Egipto y
luego huyen a Argos). Además, las hijas de la familia menos poderosa se llaman
Danaides ( «hijas de Dánao» en griego) y el personaje principal de la familia
menos poderosa en el relato bíblico es Dina, que comparte la misma raíz
consonantica que Dánao y Danaides.
Las principales diferencias entre
el relato bíblico y el griego son:
1. Jacob
y Jamor no son hermanos, ni siquiera gemelos; y
2. al
relato bíblico le falta un equivalente a los dos grupos de cincuenta hijos en
el relato griego.
En cuanto al primer punto, ya
hemos visto que Jamor/«asno rojo» substituye a Esaú/ el hombre «pelirrojo
velludo», y ambos substituyen a la divinidad Set en forma de asno pelirrojo. Ya
que Jamor substituye a Esaú, y Esaú es el gemelo de Jacob, hemos eliminado la
primera diferencia. En cuanto a la segunda objeción, podemos demostrar que el
Génesis, también, tiene una familia de cincuenta hijos.
El Génesis divide a la familia de Jacob en dos facciones
principales: un grupo de Raquel que consiste en los dos hijos de Raquel y los
dos hijos de su esclava Bala, y la rama de Lía, que consiste en sus seis hijos
y los dos hijos de su esclava Zelpa. Génesis 46 ofrece una lista de todos los
hijos y nietos de cada una de las mujeres de Jacob antes de que llegaran a
Egipto. En esa lista, Lía tiene treinta y cuatro hijos y nietos y su esclava
tiene otros dieciséis, que suman un total de cincuenta. Ya que los redactores
de la Biblia suelen contar a los nietos junto con los hijos de una familia, la
rama de Lía tiene cincuenta hijos. Y no sólo tenemos cincuenta hijos de Jacob,
sino que tanto el Génesis como Apolodoro dividen a los cincuenta hijos en ocho
subgrupos.
Puesto que Lía es la madre de Dina además de los dos hijos
que la vengan, Simón y Levi, podemos concluir que este relato se originó
dentro de la rama Lía de Israel.
Mito 62 : Abraham llamó a su hijo «Él Rió»
El Mito: Dijo también el
Señor a Abraham: «Sarai, tu mujer, no se llamará ya Sarai, sino Sara, pues la
bendeciré, y te daré de ella un hijo, a quien bendeciré, y engendrará pueblos,
y saldrán de él reyes de pueblos». Cayó Abraham sobre su rostro, y se reía,
diciéndose en su corazón:
«¿Conque a un centenario le va a nacer un hijo, y Sara, ya
nonagenaria, va a parir?». Y dijo Abraham a Dios: «¡Ojalá que viva en tu
presencia Ismael!». Pero le respondió Dios: «De cierto que Sara tu mujer te
parirá un hijo, a quien llamarás Isaac, con quien estableceré yo mi pacto sempiterno,
y con su descendencia después de él» (Gn 17,15-19).
La Realidad: Los
redactores de la Biblia cambiaron el nombre del hijo de Abraham al de Isaac
porque su nombre original recordaba su conexión con Osiris, el dios egipcio que
otorgaba la vida eterna.
Abraham llamó a su hijo Isaac, que
significa «él rió». El Génesis tiene varios episodios de risa en conexión con
el nombramiento de un hijo.
La primera ocasión ocurre cuando Dios le dice a Abraham que
Sara le parirá un hijo. Puesto que para entonces Abraham contaba cien años y
Sara noventa, Abraham encuentra que es bastante gracioso y se cae al suelo de
risa. Dios básicamente ignora la reacción poco leal de Abraham y le asegura que
Sara realmente parirá a los hijos de Abraham. Entonces le dice que llame al
niño Isaac. Este relato pertenece a la tradición S.
La fuente J tiene un relato un tanto distinto. En esta
versión, Dios le dice a Abraham que tendrá un hijo y Sara lo oye. Ella tiene la
misma reacción que Abraham y se ríe por la misma razón. Esta vez, Dios muestra
su enfado por las risas —él lo toma como una afrenta hacia su poder— y le
pregunta a Sara por qué se ríe. Ella intenta esconder su reacción, negándola
del todo. Per Dios sabe que ella miente.
En la fuente E, Sara se ríe una vez que el niño ha nacido y
dice: «Me ha hecho reír Dios, y cuantos lo sepan reirán conmigo» (Gn 21,6).
Cada una de las tres fuentes habla
del nacimiento de Isaac en el contexto de la risa, pero cada una desde una
perspectiva distinta. En la S, Dios no se molesta con Abraham cuando éste se
ríe al oír la noticia. En la J, Dios se enfada cuando Sara se ríe por la misma
noticia. En la E, la risa ocurre después del nacimiento del niño. J considera
la reacción como malvada. S la considera inofensiva, y E la ve como positiva. ¿Por
qué tantos puntos de vista sobre algo que parece ser un sencillo relato?
Hay que tener en cuenta esta información adicional. En el
mito anterior, vimos que el relato de Dina incorporaba el mito griego de Dánao
y Egipto a la historia patriarcal. Cuando Dánao huye a Argos, reemplaza a un
rey llamado Gelanor, que en griego significa «risa» (el nombre griego de Isaac
es Gelanos). En el Génesis, Jacob, el personaje de Dánao, reemplaza a Isaac,
el personaje de la «risa», como dirigente del pueblo hebreo. Esto sugiere que
Isaac no era el nombre original del hijo de Abraham.
Otra indicación de que «él rió» no era el nombre original de
Isaac puede verse en el hecho de que en dos ocasiones «Terror de Isaac» aparece
como un nombre alternativo para el Dios de Israel (Gn 31,42;53). ¿Es muy
imponente tener a un dios llamado «Terror de Él Rió»?
Si Isaac no era el nombre original, ¿cuál podría haber sido?
Una pista es la relación de Isaac con los otros miembros de su familia.
Anteriormente vimos que sus hijos, Jacob y Esaú, correspondían a Horus y Set,
hermanos de Osiris, y que su mujer, Rebeca, correspondía a Isis, la mujer de
Osiris. Esto indica que Isaac correspondía a Osiris, y que tenía un nombre que
sugería esa relación.
En Egipto, Osiris reinaba en el más allá, otorgando vida
eterna. Vimos anteriormente en el estudio sobre el árbol de la vida en el
jardín del Edén (véase Mito 20) que los editores de la Biblia intentaron
desacreditar la teología relacionada con Osiris. Cuando el relato de Dánao
entra en el corpus, brinda a los primeros cuentistas israelitas la oportunidad
de cambiar el nombre del hijo de Abraham por el del rey que había sido
reemplazado por Dánao/Jacob. Los autores de las fuentes, que también eran
cuentistas, ofrecieron su base lógica de cómo surgió el nombre de Isaac, y los
redactores de la Biblia mantuvieron las tres versiones.
Mito 63: Los hijos de Jacob se convirtieron en las
doce tribus de Israel
El Mito: Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reunios, que voy
a anunciaros lo que os sucederá en los últimos días. Reunios y escuchad, hijos
de Jacob. Escuchad a Israel, vuestro padre... Éstas son las doce tribus de
Israel y esto es lo que les habló su padre, bendiciéndolas a cada una con una
bendición (Gn 49, 1-2,28).
La Realidad: Los doce
hijos de Jacob eran los fundadores mitológicos de varios grupos políticos que
se unieron en la casa de Israel.
Jacob tuvo
doce hijos de cuatro mujeres. La siguiente tabla muestra los hijos que tuvo
cada esposa y el número en paréntesis muestra el orden de nacimiento:
Lía Bala Zelpa
Raquel
(1) Rubén Esclava
de Esclava de Lía (11) José
(2) Simón Raquel (7) Gad
(12) Benjamín
(3) Levi (5) Dan
(8) Aser
(4) Judá (6) Neftalí
(9) Isacar
(10) Zabulón
Posteriormente,
José tuvo dos hijos llamados Manases y Efraín, y Jacob los adoptó como si
fueran suyos. A cada uno de los dos hijos se le trata como si fuera una tribu
independiente, lo cual crea una confusión en cuanto a si había doce o trece
tribus en la Casa de Israel. En la introducción de la segunda parte, hago una
breve descripción de los arreglos geográficos y políticos entre los hijos y
las esposas.
La idea de que Jacob tuvo doce
hijos y que esos hijos formaron las doce tribus de Israel constituye una de las
creencias más fundamentales de la tradición del Antiguo Testamento.
Uno creería, por tanto, que los
escritores de la Biblia conservarían un testimonio bastante coherente del
número y los nombres de las agrupaciones tribales. Pero esto no es así, lo cual
sugiere que algo no esta bien en la tradición histórica. Dejando de lado el
problema de si hubo doce o trece tribus, dependiendo de si se cuenta a José
como una o dos tribus, veamos que dice exactamente la Biblia a este respecto.
En
Deuteronemio 33, Moisés bendice a las tribus de Israel. Notablemente ausente de
este recital está la tribu de Simón. ¿Que les ocurrió a los descendientes del
segundo hijo de Jacob?
En 1 jueces
aparece un listado diferente, que describe los esfuerzos de las tribus por
conquistar Canaán. En este listado en concreto, José aparece como una tribu
separada e independiente de la de sus dos hijos, y se excluyen cuatro tribus en
total: Rubén, Gad, Levi e Isacar. ¿Donde están?
1 Reyes 11
presenta otra ambigüedad. El profeta Ahías, prediciendo la ruptura del reino de
Salomón, rompe su túnica en doce trozos y le da diez a Jeroboam por las diez
tribus que luego formarían el reino del norte y declara que el heredero de
Salomón tendrá solo una tribu. Por tanto, ¿a quién le corresponde el duodécimo
trozo de la prenda, al reino de Juda o al reino de Israel, y a que tribu
representaba?
La evidencia
más importante acerca de la naturaleza de la estructura política más primitiva
de Israel la aporta el Cántico de Débora, en Jucees 5. Este podría ser el
fragmento textual más antiguo que se conserva de la Biblia; data del siglo xii
ó xi a. C, y posiblemente es contemporáneo de los otros acontecimientos que en
él se describen. Cuenta los esfuerzos realizados por Débora para reunir a las
tribus de Israel en contra de un poderoso rey cananeo que dominaba la mayor
parte de Canaán desde una base en el territorio de Neftalí, al norte. Este
pasaje expone que tribus respondieron al llamamiento y que no, pero el conjunto
de nombres tribales difiere substancialmente de lo que debería ser la lista de
doce o trece nombres asociados con los hijos de Jacob.
El Cántico
de Débora nombra a once entidades políticas, tres de las cuales no llevan
nombres de los hijos de Jacob: Galaad, Maquirr y Meroz. También excluye a cinco
grupos tribales que descendieron de Jacob: Simón, Levi, Judá, Manases, y Gad.
El cuadro que se presenta, por tanto, es de un Israel que consiste únicamente
de once entidades políticas, ocho con nombres iguales a los de los hijos de
Jacob y tres con nombres distintos.
Debido a que
este es uno de los pasajes textuales más antiguos de la Biblia, la inclusión y
omisión de nombres aporta pruebas sólidas acerca de la aparición de Israel y
cualquier conexión con los hijos de Jacob.
Las tribus que faltan incluyen a tres de los hijos mayores
de Lía (Simón, Levi y Judá), al hijo mayor de José (Manases), y al hijo mayor
de Zelpa (Gad). La ausencia de estas cinco tribus de la lista de Débora sugiere
firmemente que todavía no habían aparecido como entidades políticas y que sus
homónimos no existieron anteriormente como hijos de Jacob.
Dos de las tres tribus con nombres distintos a los nombres
de hijos de Jacob son Maquir y Galaad. Maquir, como persona, aparece primero en
la Biblia como partícipe del Éxodo de Egipto y como descendiente de Manases,
así que no pudo ser uno de los hijos de Jacob. Galaad, por otra parte, aparece
en la Biblia como un nombre territorial muy antiguo para Jordania. Durante las
distribuciones tribales posteriores al Éxodo, Galaad se dividió en tres partes
y fue distribuida entre las tribus de Rubén, Gad, y Manases. Esto sugiere que
Manases fue creado posteriormente a partir de una unión entre Maquid y parte de
Galaad, y puesto que Manasés se convirtió en el territorio tribal más grande de
Israel, fue retratado como descendiente de Jacob.
El tercer territorio con nombre distinto a cualquiera de los
hijos de Jacob es Meroz, cuyo nombre aparece exclusivamente en este pasaje de
la Biblia. Aunque se describe como formando parte de Israel, no aparece en
ningún listado genealógico ni territorial dentro o fuera de la Biblia, sugiriendo
que desapareció pronto de la historia de Israel.
Basándonos en el Cántico de Débora, por tanto, tenemos un
cuadro bien distinto sobre las entidades políticas que formaron la nación de
Israel durante la época del libro de los Jueces, y difiere de la evolución
sugerida por los nombres de los hijos de Jacob. Durante esta época temprana,
Israel parece haber sido una confederación de once entidades políticas: Rubén y
Galaad en el lado jordano, y Benjamín, Efraín, Maquir, Neftalí, Zabulón, Aser,
Isacar y Dan en el lado de Canaán, con Meroz en alguna ubicación desconocida.
Al menos seis de estos territorios tienen conexiones con la rama de Raquel de
Israel: Benjamín, Efraím, Maquir, y Galaad (estos dos últimos a través de
Manases), y Dan y Neftalí (estos dos a través de la esclava de Raquel), lo cual
sugiere que la confederación de Raquel era el grupo central del antiguo Israel.
Aquellos que respondieron al llamamiento de Débora fueron el
grupo de Raquel en Canaán y las dos tribus menores asociadas con Lía. Ninguna
de las tribus Lía principales participó en la batalla, lo cual indica que el
matrimonio de Jacob y Lía fue una añadidura posterior en el relato bíblico, y
su propósito era justificar la aparición de las tribus del sur de Canaán en la
coalición israelita.
Mito 64: Rubén era el hijo mayor de Jacob
El Mito: He aquí los
nombres de los hijos de Israel que llegaron a Egipto: Jacob y sus hijos, el
primogénito de Jacob, Rubén (Gn 46, 8).
La
Realidad: A Rubén se le llamaba el primogénito de Jacob porque ese
territorio fue donde primero se estableció Israel después del Éxodo.
Tal y como vimos en la discusión
del Mito 63, los territorios tribales no recibieron los nombres de los hijos de
Jacob. Los nombres reflejan denominaciones de territorios ya existentes y a
medida que los territorios evolucionaban hacia una unión política, se
desarrollaron ascendencias mitológicas. La identificación de los territorios
con antepasados epónimos era una práctica común en los tiempos antiguos. La
Tabla de Naciones en Génesis 10 muestra que la práctica continuó hasta bien
entrado el primer milenio a.C.
Al igual que los antecesores llegaron a identificarse con
los territorios, los acontecimientos históricos que afectaron a los territorios
y sus vecinos también llegaron a identificarse como interacciones humanas. La
conquista de una ciudad podría describirse como un matrimonio entre miembros
de la familia real de cada ciudad. Un reino vasallo podría describirse como un
hijo del estado dominante.
Esta práctica a menudo conducía a la confusión y ésta se da
con frecuencia en la Biblia. Consideren, por ejemplo, cómo la Biblia mostraba
el territorio de Galaad como una entidad que ya existía antes del nacimiento
de las doce tribus y a la vez como un descendiente de un hijo de una de las
doce tribus que conquistaron ese territorio.
La identificación de Rubén como el primogénito de Israel
muestra una de las maneras en que dichas mitologías se desarrollaron. El
Génesis dice que Rubén es el primogénito de Jacob. Por tanto, no debería
sorprendernos, al mirar la historia política de Rubén con relación al grupo
mayor, encontrar que Rubén fue el primer territorio en el cual se establecieron
los israelitas.
Cuando Israel salió de Egipto y lo bordeó hasta llegar a
Canaán, primero cruzó Jordania. El territorio israelita situado más al sur en
Jordania era Rubén, de ahí que, desde un punto de vista poético, Rubén sea el
primogénito de Israel. La metáfora poética se convirtió en un hecho bíblico.
Como primogénito de Jacob, se esperaba que Rubén fuera el
heredero de la alianza, pero, de hecho, no lo fue. Los escribas necesitaban
explicar esta discrepancia y surgieron relatos rivales, uno de Judá y otro de
Efraím.
El relato de Efraím sencillamente mantenía que Efraím era el
heredero de la alianza mediante José y que José tenía preferencia sobre Judá
porque él era el primogénito de la mujer preferida de Jacob, Raquel. Ya que la
facción rival de Lía surgió con Rubén a la cabeza, Judá, cuarto en la línea
del liderazgo, se inventó que Rubén quedaba descalificado del liderazgo porque
había intentado acostarse con Bala, la esclava de Raquel y mujer de Jacob. Este
cuento colocó a Judá en el puesto numero tres y éste sólo tenía que deshancar a
dos rivales, Simón y Leví (véase el Mito 65).
Mito 65: Jacob descalificó a Simón y Leví del liderazgo
El Mito: Simón y Leví son
hienas. Instrumentos de violencia son sus espadas. No entre mi alma en sus
designios y no se una a ellos mi aprobación. Porque en su furor degollaron
hombres y caprichosamente desjarretaron toros. Maldita su cólera, por
violenta; maldito por cruel, su furor. Yo los dividiré en Jacob y los
dispersaré en Israel (Gn 49, 5-7).
La Realidad: A medida que
Judá ascendía en el escenario político, absorbió a Simón y colocó a Leví bajo
su control.
La bendición final de Jacob hacia
sus hijos (Gn 49) agrupa a Simón y Leví y los señala por su comportamiento
especialmente cruel y violento. Por estos motivos, Jacob los descalifica de un
papel de liderazgo en la familia. Ya que Rubén había sido anteriormente
descalificado, la eliminación de estos dos hijos, el segundo y tercero en
orden de nacimiento, dejaba el camino libre para Judá, el siguiente en la
línea. Los judaítas habrían sido los responsables de hacer circular este relato
como parte de sus esfuerzos para justificar el dominio judaíta sobre los
israelitas.
Esta es la segunda vez en el Génesis que a Simón y Leví se
les vincula de manera específica. La primera ocasión ocurrió tras la violación
de Dina, cuando los dos entran en el campamento siquemita y matan al rey;
Siquem y a sus hijos como venganza por lo que el hijo del
rey le había hecho a la hermana de ellos.
En ese momento, Jacob condenó seriamente sus actos, diciendo
que sus vecinos le señalarían a él y que
toda la familia se tendría que ir de allí. Los
hermanos contestaron: «¿Y había de ser tratada nuestra hermana como una prostituta?». Al negarles un papel como
líderes, Jacob dice, «En su furor
degollaron hombres y caprichosamente desjarretaron toros. Maldita su cólera por violenta; maldito, por cruel,
su furor».
No queda del todo claro que Jacob, en esta última
declaración, se esté refiriendo al incidente en Siquem, pero parece ser el
único incidente anterior en el Génesis al que se podría aplicar dicha
descripción. Como castigo por sus actos, Jacob declara: «Yo los dividiré en
Jacob y los dispersaré en Israel» (Gn 49, 7).
Este decreto de Jacob recuerda la distribución del territorio
tribal después de la entrada en Canaán. El territorio de Simón consistía en
varias zonas dentro de la porción sur de Judá. No recibió un territorio
delimitado propio. Efectivamente, estaba disperso. Leví tampoco recibió un
territorio definido. Le fueron otorgadas ciudades específicas dentro de los
territorios de las demás tribus. Sin embargo, la razón detrás de este arreglo
era que Leví era la tribu sacerdotal y estaban dispersos de manera que había
sacerdotes por todo el reino y ciudades refugio que ellos podían administrar.
La dispersión no era un castigo.
La descripción de estas dos tribus como crueles y violentas
plantea algunas dificultades. No tenemos suficiente información sobre Simón en
cuanto a la validez del cargo, y Leví presenta una personalidad dividida:
guerrero violento y sacerdote.
Por una parte, no sólo se une Leví a Simón en el ataque
contra Siquem, sino que también tiene episodios militares a sus espaldas.
Durante el Éxodo, después del incidente con el becerro de oro, mató a más de
tres mil israelitas que habían rechazado al Señor. Por añadidura, le fue
otorgada la guardia (y no el cuidado) del Arca de la Alianza.
Por otra parte, Leví era la tribu de Moisés y Aarón, los dos
grandes líderes morales de Israel. Los levitas desempeñaban la función de
clase sacerdotal y los aaronitas eran los sacerdotes principales. Si a Leví se
le negó un papel de liderazgo, ¿cómo consiguió Moisés dirigir la nación y Aarón
el sacerdocio?
Estas contradicciones indican la existencia de dos grupos independientes
de levitas. Uno, unido a Simón, debió ser un grupo militarista aliado con los
simonitas. El otro debió surgir posteriormente como una clase de sacerdotes.
Los dos grupos podrían haber tenido nombres parecidos, y los escribas judaítas,
ansiosos por justificar el papel de Judá como líder de Israel, podrían haber
recogido relatos acerca de los primeros y haberlos unido a tradiciones que
hablaban de los segundos.
En este sentido, debemos observar que menos de un siglo
antes del Éxodo, existió en la ciudad de Siquem un rey llamado Labaya. Este
monarca regional consiguió reunir un reino modesto que comprendía gran parte de
Canaán central, y opuso gran resistencia a la hegemonía egipcia en la región.
En la época del Éxodo y posteriormente, habría sido una figura de bastante
renombre en esa región y alrededor de Siquem, el territorio asociado con los
actos de Leví.
Tras su muerte, el hijo de Labaya le sucedió, pero el reino
siquemita parece haber desaparecido al poco tiempo. Siquem se convirtió en un importante
centro de culto israelita. Los restos de José supuestamente estaban enterrados
allí y Josué formó una coalición tribal en la ciudad. No existe ningún relato
sobre la conquista de Siquem por Josué, por tanto la ciudad debió tener una
estrecha relación con los israelitas.
Los nombres Labaya y Leví son sorprendentemente similares,
siendo las uves y las bes intercambiables en las lenguas semíticas. Puede ser
que los recuerdos de este Labaya militarista en la ciudad de Siquem proporcionaran
un paradigma para la descripción de Leví como un hombre cruel y violento. Su
fuerte oposición a los egipcios podría haberlo asociado con el Moisés levita
que condujo la oposición israelita contra Egipto.
Los simonitas ocupaban el territorio asociado con Abraham e
Isaac, en el sur de Canaán. Una de sus ciudades era Berseba, el lugar donde
ambos patriarcas se enfrentaron con un rey enemigo y establecieron un tratado
para un pozo. La conexión con los territorios nativos patriarcales sin duda
explica que fuera considerado uno de los hijos mayores de Jacob.
La unión de Simón y Leví en dos ocasiones sugiere que en
algún momento estuvieron aliados. Al respecto, debemos observar que Simón y
Leví también están unidos implícitamente por el hecho de que, junto con su
principal rival, Judá, fueron excluidos del listado de tribus en el Cántico de
Deborá. Esto indica que la aparición de las tres tribus ocurrió tarde en la
historia de Israel, bastante después del Éxodo. El grupo levita que fue
denunciado como cruel y violento, habría sido un grupo anterior que no guardaba
relación con los israelitas.
Mientras que parece haber surgido una nueva entidad bajo el
nombre de Leví, Simón parece haber desaparecido. Es la tribu que Moisés excluyó
en su bendición de Israel (Dt 33, una composición tardía que probablemente
data del siglo vii a.C.). El hecho de que Simón no tenga sus propias fronteras
tribales, existiendo únicamente como una presencia dentro de Judá, indica que
cuando Judá al fin aparece como una presencia política, absorbe a Simón y lo
integra en Judá.
Mito 66: Jacob le otorga el cetro a Judá
El
Mito: A ti, Judá, te alabarán tus hermanos. Tu mano pesará sobre la
cerviz de tus enemigos. Se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Cachorro de
león es Judá; de la presa te levantas, hijo mío; posando, te agachas como león
y cual leona. ¿Quién le hostigará para que se levante? No faltará de Judá el
cetro ni el báculo de entre sus píes hasta que venga Silo, y a él le darán
obediencia los pueblos (Gn 49, 8-10).
La Realidad: La profecía
la realizó un sacerdote siloísta que se oponía al rey Salomón y fue puesta en
boca de Jacob.
Con Rubén,
Simón, y Leví privados de sus derechos por Jacob, Judá cobra protagonismo.
Aunque José sigue siendo el heredero de la bendición, Jacob declara que el cetro
no se separará de Judá. Si José lleva la bendición y la alianza, ¿qué
significa que Judá herede el cetro?
El cetro simbolizaba la monarquía
y David y Salomón procedían de la tribu de Judá. Pero Israel no tuvo rey
durante cientos de años después del Éxodo, y una facción importante de los
israelitas se oponía a la institución de la monarquía.
Mientras que la profecía dice que
el cetro no se separará de Judá, según la Biblia, el primer rey, Saúl, procedía
de la tribu de Benjamín. El cetro se había separado de Judá. Al morir Saúl, su
hijo, también un benjamita, le sucedió, mientras David sólo reinaba en Judá.
Hasta dos años después de la muerte de Saúl David no se convirtió en rey de
todo Israel.
Si Jacob pronunció esta profecía,
sus habilidades de previsión estaban gravemente dañadas. Cualquiera que
predijera que el cetro no se separaría de Judá lo habría tenido que hacer
desde la perspectiva de que el cetro ya estaba en Judá, algún tiempo después de
que David subiera al trono (pero no necesariamente durante el reinado de
David). Pero no era el caso. De más importancia todavía resulta el hecho de que
la profecía de Jacob era condicional. El cetro permanecería con Judá y la ley
la emitiría su familia sólo «hasta la llegada de Silo». ¿Cuándo sería eso? ¿Se trata
de alguna visión apocalíptica?
Silo era un lugar de culto clave
en Israel antes de la monarquía. Anterior a eso, el Arca de la Alianza estaba
guardada allí. Cuando Salomón fue rey, Aliyá, un sacerdote de Silo, designó a
Jeroboam de Efraím para que condujera a Israel fuera del campamento de Judá. Al
morir Salomón, Jeroboam efectivamente condujo una guerra civil e Israel se
retiró de Judá.
La profecía, por tanto, refleja un punto de vista siloísta y
sugiere que fue pronunciada durante el reinado de Salomón o inmediatamente
después. Reconoce a Salomón como el rey legítimo, pero predice que la autoridad
de Judá terminará cuando Silo, en territorio Eframita, retroceda, que fue lo
que ocurrió bajo Jeroboam.
Mito 67: Benjamín nació en Canaán
El Mito: Partiéronse de
Betel, y cuando estaban todavía a un trecho de distancia de Errata, parió
Raquel, teniendo un parto muy difícil. Entre las angustias del parto, le dijo
la partera: «Animo, que también éste es hijo». Y al dar el alma, pues estaba ya
moribunda, le llamó Benoni, pero su padre le llamó Benjamín (Gn 35, 16-18).
La
Realidad: El nombre original de Benjamín, Benoni, indica una conexión
con la ciudad egipcia de Heliópolis, conocida como On en la Biblia.
Anteriormente hablamos de la
ubicación de la tumba de Raquel (véase el Mito 60), observando tradiciones
alternativas acerca del lugar donde murió. En ambas declaraciones subyacía la
idea de que Raquel dio a luz a Benjamín en Canaán.
Benjamín era el duodécimo hijo de Jacob, pero el segundo
hijo de Raquel. Era el único hermano completo de José. Después de que los hermanos
de José lo enviaran secretamente a la esclavitud, Benjamín se convirtió en el
preferido de Jacob.
El nombre de Benjamín presenta una interesante pregunta
acerca de los orígenes tribales. Su padre le llamó Benjamín, pero su madre le
llamó Benoni, que significa «hijo de On», y On era el nombre bíblico de la ciudad
egipcia de Heliópolis. Esa ciudad, uno de los principales centros de culto de
Egipto, tenía una importante conexión con José, el único hermano completo de
Benjamín. Cuando José se convierte en primer ministro de Egipto, se casa con
Asenat, hija del sacerdote principal de Heliópolis (su nombre significa algo
así como «ella pertenece a la diosa Neit»). Es la madre de sus dos hijos, Efraím
y Manases. La rama José de Raquel, que constituía el centro de Israel y que
compartía fronteras con Benjamín, tenía sus raíces en la ciudad de Heliópolis.
Si la rama principal de Raquel tenía asociaciones
heliopolitanas, no sería sorprendente que la rama menor también tuviese una
conexión heliopolitana. El hecho de que Raquel llamara a su hijo menor «hijo de
Heliópolis» indica que las raíces de Benjamín nacieron de suelo egipcio.
Los relatos bíblicos sobre los descendientes de Raquel y Lía
apuntan a una fuerte rivalidad entre las dos facciones. El Cántico de Débora
muestra que, a excepción de Rubén, la rama principal de Lía (Simón, Leví, y
Judá) no existió hasta después de que Israel se hubiese establecido en Canaán.
La rama de Raquel muestra varias conexiones con Egipto.
Estos pequeños fragmentos de evidencias sugieren que el
grupo original del Éxodo debió ser sobre todo una facción de Raquel y que la
agrupación de Lía no surgió completamente como una entidad política hasta
mucho después del Éxodo. Los escribas posteriores crearon a la familia
mitológica de Jacob en un intento de dotar a las numerosas facciones de una
historia común.
Mito 68: Dan era una tribu Israelita
El Mito: Concibió Bala, y
parió a Jacob un hijo, y dijo Raquel: «Dios me ha hecho justicia, me ha oído y
me ha dado un hijo». Por eso le llamó Dan (Gn 30, 5-6).
La Realidad: La tribu de
Dan era uno de los Pueblos del Mar griegos, que llegó a Canaán junto con los
filisteos y que posteriormente se unió a la confederación israelita.
Según la Biblia, Dan era el quinto hijo de Jacob y el
primero de Bala, la esclava de Raquel. La tribu de Dan inicialmente ocupaba el
territorio de la costa mediterránea de Canaán, junto a los filisteos, pero al
final se trasladó a la punta norte de Israel y allí estableció un centro de
culto. Geográficamente, el norte de Dan forma una punta en la parte superior
del territorio que pertenece a Neftalí, el hermano de Dan.
El danita más famoso fue Sansón, cuyos relatos tuvieron
lugar mientras Dan continuaba viviendo en la costa mediterránea. Curiosamente,
Sansón casi no tuvo ningún contacto con los israelitas y pasó la mayor parte de
su tiempo junto a los filisteos. En el Cántico de Débora, a Dan se le describe
permaneciendo en sus barcos, una indicación de que Dan era un pueblo marinero
que continuaba en la costa durante el periodo pre-monárquico tardío.
En la bendición de Jacob, el patriarca dice: «Dan juzgará a
su pueblo como una de las tribus de Israel» (Gn 49,16). Esta declaración es un
juego de palabras con el nombre de Dan, ya que «dan» significa «juez». Pero
¿por qué añade «como una de las tribus de Israel»? Esa frase no está unida a
ninguna de las bendiciones de las otras tribus. ¿Cómo podría Dan juzgar a
Israel si no es como una de las tribus de Israel? A no ser, claro, que antes de
la bendición Dan no fuera una de las tribus, y por consiguiente, no fuera uno
de los hijos de Jacob.
La descripción de Dan permaneciendo en sus barcos en la
cercanía de los filisteos ofrece una pista importante acerca de sus orígenes.
Los filisteos llegaron a Canaán casi al mismo tiempo que los israelitas
entraron en Canaán tras el Éxodo, en tres grandes oleadas. Se encontraban entre
un grupo de invasores conocidos como los «Pueblos del Mar», un término moderno
un tanto engañoso, ya que atacaron tanto por tierra como por mar.
Los Pueblos del Mar no eran una entidad política o
geográfica unida. Eran una coalición de varios pueblos, cuya composición
cambiaba constantemente. Procedían sobre todo de Anatolia, Creta y otros
puntos del Mediterráneo. Sus restos arqueológicos muestran una conexión
cultural cercana a los griegos micénicos.
La facción filistea era supuestamente de origen cretense y
ocupaba cinco ciudades principales en Canaán —Asdod, Ascalón, Gaza, Eqrón y Gat
(de donde procedía Goliat) —. Cada ciudad funcionaba como una ciudad-estado
independiente, y los dirigentes de la ciudad se llamaban «seranim», que por
cierto, varios eruditos han traducido como «juez».
Entre los Pueblos del Mar que llegaron a Canaán había un
pueblo conocido como los danuna, y los danuna parece que eran los vestigios de
los danois griegos, las gentes que Hornero identifica como los invasores de
Troya. De hecho, varios de esos Pueblos del Mar tienen nombres parecidos a los
de los participantes en la Guerra de Troya. Por ejemplo, los drndw parecen equivaler a los
dardanianos de Hornero, los trs a los
etruscos, y los lukka a los licianos.
Los danuna aparecieron por primera vez en los registros como
parte de un avance masivo de los Pueblos del Mar durante el reinado de Ramsés
III, alrededor de 1190 a.C., una fecha que precede al Cántico de Débora.
Otro de esos pueblos del mar eran los ekwes, que en ocasiones se identifican con un pueblo al que hacen
referencia los textos hititas con el nombre de ahhiyawa, y esto recuerda a los
aqueos de Hornero. Hornero utiliza a los danoi y a los aqueos indistintamente
para identificar a los invasores de Troya. Los ekwes y la existencia de Israel
se mencionan por primera vez en la misma estela egipcia, levantada durante el
reinado de Merneptah, alrededor de 1220 a.C.
En algún momento después del 1220 a.C., la tribu de Dan se
trasladó desde la costa hasta el norte de Israel, supuestamente a causa de
presiones por parte de los filisteos. Los arqueólogos han encontrado cerámicas
de estilo filisteo en el norte de Dan, una de las pocas zonas de Canaán fuera
del centro principal filisteo donde se han hallado materiales de este tipo.
Esto sugiere que los danitas/danuna se separaron de los filisteos, fueron
perseguidos hacia el norte, y se unieron a la confederación israelita en busca
de protección.
Dan, por tanto, no era hijo de
Jacob. La tribu que lleva su nombre descendía de los danuna griegos, lo cual
explica por qué se los identificaba como pueblos marineros y por qué el héroe
danita Sansón pasaba tanto tiempo con los filisteos.
Mito 69: Jacob le dio a José una túnica de muchos
colores
El Mito: Israel
amaba a José mas que a todos sus otros hijos, por ser el hijo de su ancianidad,
y le hizo una túnica de muchos colores [Biblia
del rey Jacobo] (Gn 37, 3).
La Realidad: El texto
hebreo no hace ninguna referencia a una túnica de muchos colores.
Uno de los
iconos más famosos en la historia de la Biblia es la túnica multicolor que
Jacob le regaló a su amado hijo José. Incluso hubo una obra de teatro de gran
éxito en Broadway, llamada Joseph ana the
Arnazing Technicolor Dream Coat.
Una pintura de una tumba egipcia
del siglo xix a.C. muestra a un grupo de semitas que llevan lo que podría ser
esa prenda, una túnica multicolor, y los eruditos han sugerido que funcionaba
como un símbolo de liderazgo. Sin embargo, la frase hebrea traducida como
«túnica de muchos colores» —ketoneth
pac— no posee ese significado. Significa «túnica talar» o «túnica ancha».
Muchas traducciones modernas substituyen el significado correcto por el
tradicional de «túnica de muchos colores».
La traducción «túnica de muchos
colores» viene de la versión griega del Génesis, pero no sabemos de dónde sacó
la frase el traductor griego. Ni tampoco parece que esta túnica tenga nada que
ver con los símbolos de liderazgo.
En la Biblia tenemos una referencia
más de una túnica de este tipo. Támara, hija del rey David, la llevó.
Estaba
ella vestida con una túnica de varios colores, traje que llevaban en otro
tiempo las hijas del rey vírgenes. El criado la echó fuera y cerró tras ella la
puerta. (2 Sm 13, 18).
La frase
«túnica de varios colores» proviene de las mismas palabras hebreas utilizadas
para describir la túnica de José. Nuevamente, debería decir «túnica talar» o
«túnica ancha». Aquí, la función de la túnica es indicar que la hija del rey
era virgen. Si tomamos el termino «virgen» en su sentido más amplio de «mujer
joven», entonces por analogía podemos suponer que el regalo que Jacob le hizo a
Jose de una túnica significaba que José era un hombre joven preparado para
casarse.
A lo largo de todo el Próximo
Oriente y el Mediterráneo, el símbolo de liderazgo no era una prenda
multicolor, sino una de color purpura o con un ribete púrpura. En la bendición
de Jacob, Judá llevaba una túnica como esta. «Lavara en vino sus vestidos y en
la sangre de las uvas su ropa»
Mito 70: Los hermanos de José lo vendieron como esclavo
El Mito: Viendo sus hermanos que su
padre le amaba más que a todos, llegaron a odiarle, y no podían hablarle
amistosamente. Tuvo también José un sueño, que contó a sus hermanos y que
acrecentó más todavía el odio de éstos contra éL.Viéronle ellos desde lejos,
antes de que a ellos se aproximara, y concibieron el proyecto de matarle.
Dijéronse unos a otros:
«Mirad, ahí viene el de los sueños; vamos a matarle y le
arrojaremos a uno de estos pozos, y diremos que le ha devorado una fiera; así
veremos de qué le sirven sus sueños». Rubén, que esto oía, quería librarle de
sus manos, y les dijo: «Matarle no, no vertáis sangre; arrojadle a ese pozo que
hay en el desierto y no pongáis la mano sobre él». Quería librarle de sus manos
para devolverlo a su padre. Cuando llegó José hasta sus hermanos, le despojaron
de la túnica talar que llevaba, y agarrándole, le arrojaron al pozo, un poco
vacío, que no tenía agua.
Sentáronse a comer, y alzando los
ojos, vieron venir una caravana de ismaelitas que venía de Galad, cuyos
camellos iban cargados de especias y bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto; y
dijo Judá a sus hermanos: «¿Qué sacaríamos de matar a nuestro hermano y ocultar
su sangre? Vamos a vendérselo a esos ismaelitas y no pongamos en él nuestra
mano, pues es hermano nuestro y carne nuestra». Asintieron sus hermanos; y
cuando pasaban los mercaderes madianitas, sacaron a José, subiéndole del pozo,
y por veinte monedas de plata se lo vendieron a los ismaelitas, que lo llevaron
a Egipto (Gn 37, 4-5:18-28).
La Realidad: El relato
del conflicto de José con sus once hermanos está inspirado en una leyenda
egipcia sobre doce reyes.
El relato de José y sus hermanos
plantea uno de los relatos más conmovedores y dramáticos de todos los relatos
de la Biblia. Al igual que muchas sagas antiguas, reúne numerosas obras
independientes sobre distintos personajes y los teje en una única narración,
mezclando una variedad de identidades en personajes independientes. Aunque se
presenta principalmente como la obra de un único autor, el relato contiene algunos
indicios de las disputas políticas entre Rubén y Judá que tuvieron lugar
posteriormente, donde uno y otro compiten para ser el menos culpable de la
maldad hacia su hermano José.
Al igual que en los ciclos
anteriores sobre los hijos de Abraham y luego los hijos de Isaac, el relato
continúa con el tema de las contiendas tribales y la envidia entre los
hermanos. En este relato, José, el hijo preferido de Jacob, tiene numerosos
sueños que predicen que él se convertirá en el cabeza de familia y que incluso
sus padres se inclinarán ante él.
En las primeras etapas, José se presenta como un joven algo
pomposo y odioso, con una actitud del tipo «yo soy José y tú no». En un relato,
insiste en contarles a sus hermanos este sueño: «Estábamos nosotros en el
campo atando haces, y vi que se levantaba mi haz y se tenía en pie, y los
vuestros lo rodeaban y se inclinaban ante el mío, adorándolo» (Gn 37, 7).
Pero un solo sueño no bastaba. Él tenía que machacarles con
más visiones del futuro: «Mirad, he tenido otro sueño, y he visto que el Sol,
la Luna y once estrellas me adoraban» (Gn 37,9).
No es de extrañar que sus hermanos «le odiaran todavía más»
(Gn 37,8). Poco después de que José les contase a sus hermanos sus sueños, los
otros once hijos de Jacob conspiran para deshacerse de su engreído hermano. En
principio planean matarle y tirar su cuerpo a un pozo. Pero Rubén no quiere
mancharse las manos de sangre y sugiere que sólo lo arrojen al pozo,
supuestamente hasta que se muera de hambre. Sin duda, algún escriba bíblico
consideró esta acción de Rubén como más humana,
o menos culpable.
Tras
arrojarle al pozo, Judá, para no ser menos que Rubén en su repentino arranque
de compasión, dice: « Vamos a vendérselo a esos ismaelitas y no pongamos en él
nuestra mano, pues es hermano nuestro y carne nuestra». Asintieron sus hermanos
(Gn 37, 27).
Así
pues, José se convierte en esclavo y es llevado a Egipto, donde gracias a sus
dotes para la interpretación de los sueños consigue llegar hasta la cima de la
jerarquía social del faraón.
Esta parte del relato de José
comparte unas similitudes sorprendentes con un relato egipcio que se conserva
en los escritos de Heródoto en su historia de Egipto. Según este historiador
griego:
Tras el reinado de Setos (es decir, Set), el sacerdote de Hefesto (es
decir, Ptah), los egipcios estuvieron libres durante un tiempo del gobierno monárquico.
Sin embargo, al ser incapaces de estar sin rey durante mucho tiempo, dividieron
Egipto en doce regiones y nombraron a un rey para cada una de ellas. Unidos por
matrimonios, los doce reyes reinaron bajo amistad mutua con el entendimiento
de que ninguno de ellos debía intentar expulsar a ninguno de los otros, o
querer aumentar su poder a expensas de los demás. Llegaron a un acuerdo y
velaron para que los acuerdos se mantuvieran rigurosamente, porque en la época
en que se establecieron los doce reinos, un oráculo declaró que el que
ofreciera una libación del cáliz de bronce del templo de Hefesto (Ptah) se
convertiría en amo de todo Egipto.
Heródoto continua relatando otros
acontecimientos de la historia de Egipto, pero después retoma la narración anterior:
Pasaba el tiempo y los doce reyes, que habían mantenido su pacto de no
molestarse los unos a los otros, se reunieron para ofrecer un sacrificio en el
templo de Hefesto. Era el último día del festival, y cuando llegó el momento de
verter la libación, el sumo sacerdote, al ir a buscar los cálices de oro que
siempre se usaban para ese propósito, se equivocó y trajo uno de menos, de modo
que Sometico, al encontrase sin cáliz, muy inocentemente y sin segundas
intenciones, se quitó el casco, lo extendió para recibir el vino y así realizó
su libación. Los otros reyes enseguida asociaron este acto con el oráculo, que
había declarado que el que vertiera su libación de un cáliz de bronce se
convertiría en el único monarca de Egipto. Lo interrogaron, y cuando se
sintieron convencidos de que había actuado sin malicia, decidieron no matarle,
pero lo despojaron de gran parte de su poder y lo desterraron a las marismas,
prohibiéndole que las abandonara ni que tuviera ninguna comunicación con el
resto de Egipto.
Tras ofrecer algunos detalles
acerca del pasado de Samético y sobre un segundo oráculo que predecía que unos
hombres de bronce llegarían del mar para ayudar al rey, Heródoto cuenta que el
monarca exiliado se encontró con un grupo de invasores marinos armados que se
habían visto obligados a amarrar en tierras egipcias. Viendo esto como el
cumplimiento de la profecía, dice Heródoto que Samético trabó amistad con los
invasores y los «persuadió para que estuvieran a su servicio, y mediante su
ayuda y la ayuda de sus fieles en Egipto, consiguió derrotar y echar a sus once
enemigos».
Deben observarse los numerosos paralelismos entre el relato
bíblico y el egipcio. En ambos, un grupo de doce hombres relacionados por matrimonios
entre familias, viven en un estado que no está presidido por ningún rey; una
profecía predice que uno de los doce reinará sobre los demás;
cuando los once descubren quien será el nuevo líder, al
principio planean asesinarle, pero luego cambian de idea y lo destierran de su
territorio; tras ser desterrado, el héroe entra en Egipto acompañado de
forasteros; el héroe consigue una posición de poder en Egipto; y cumpliendo la
profecía original, el héroe reina sobre los once rivales.
Existe otro paralelismo. En el
relato egipcio, un cáliz que pertenece al odiado rey es protagonista. De igual
manera, un cáliz perteneciente a José desempeña un papel fundamental en el
relato bíblico. Tras convertirse en primer ministro de Egipto y viendo que sus
hermanos aparecen ante él para comprar trigo, José los pone a prueba
escondiendo su cáliz de plata en la bolsa de Benjamín. Mientras que el cáliz
simboliza el poder de José, el que portaba el cáliz, Benjamín, se convirtió en
el.antecesor del primer rey de Israel, finalizando así el periodo de
no-monar-quía en Israel.
El Samético (o Psamético) de
Heródoto podría estar basado en una figura histórica del mismo nombre que
gobernó en Egipto en el siglo vil a.C. El rey de Israel en esa época era
Josías, el gran reformista religioso bajo el cual pudo haberse escrito el
Deuteronomio, y cuya administración tuvo un interés activo en reescribir la
historia antigua de Israel. Al igual que José, Josías era un niño cuando fue
colocado en una posición de lide-razgo, ocupando el trono a la edad de ocho
años.
El sucesor de Samético, Necao II,
mató a Josías en una batalla y conquistó Jerusalén y gran parte de Canaán.
Instaló a un vasallo egipcio, Joaquim, como rey de Judá. Los escribas hebreos
de esa época habrían estado familiarizados con los relatos sobre Samético.
Aunque los paralelismos entre los
relatos de la Biblia y Egipto tienen una trama similar, sigue existiendo un
interrogante acerca de si el relato de Heródoto de los doce reyes era historia
o ficción, y si originariamente se refería a Samético o a algún rey anterior.
El relato de Heródoto comienza diciendo que, antes de
Samético, Egipto protagonizó una época sin reyes y que antes de esto reinaba un
rey llamado Setos. Esto no coincide con la historia de Egipto del siglo vil
a.C. Ni hubo un periodo sin reyes ni existió un rey Setos en ese espacio de
tiempo (en el siglo vil a.C., Setos, o sea Set, tenía fuertes connotaciones
negativas como símbolo malévolo).
El último rey Setos que se conoce es Setos II, y antes de él
Setos I, ambos de la XIX dinastía en el siglo xm a.C. Tampoco hubo ningún
periodo sin reyes anterior a los dos reinos.
A lo largo de la historia de Egipto de Heródoto, éste a
menudo distorsiona y registra de manera errónea la cronología dinástica,
colocando dinastías anteriores detrás de las posteriores. De hecho, Heródoto
sitúa a los antecesores de Samético de la XII dinastía inmediatamente después
de los reyes de la IV dinastía, cometiendo así un error de casi dos mil años.
Esto sugiere que el rey Setos de Heródoto y un periodo sin
reyes pertenecen más bien al periodo de los hicsos, cuando los extranjeros
adoradores de Set desplazaron a los dirigentes tebanos legítimos. Los egipcios
consideraban que el periodo hicso careció de rey egipcio legítimo.
Tanto si el relato egipcio de los doce reyes tuvo su origen
en el siglo xvi a.C del periodo hicso como en el siglo vil del periodo
samético, hubo muchas oportunidades para que el relato influenciara a los
escritores de la Biblia, quienes acabaron de redactar el texto bíblico.
Mito 71: La mujer de Putifar intentó seducir a José
El Mito: Sucedió después
de todo esto que la mujer de su señor puso en él sus ojos, y le dijo:
«Acuéstate conmigo». Rehusó él, diciendo a la mujer de su señor: «Cuándo mi
señor no me pide cuentas de nada de la casa y ha puesto en mí cuanto tiene, y
no hay en esta casa nadie superior a mí, sin haberse reservado él nada fuera de
ti, por ser su mujer, ¿voy a hacer yo una cosa tan mala y a pecar contra
Dios?». Y como hablase ella a José un día y otro día, y no la escuchase él,
negándose a acostarse con ella y aun a estar con ella, un día que entró José en
la casa para cumplir con su cargo, y no había nadie en ella, le agarró por el
manto, diciendo: «Acuéstate conmigo». Pero él, dejando en su mano el manto,
huyó y salió de la casa. Viendo ella que había dejado el manto en sus manos y
se había ido huyendo, se puso a gritar, llamando a las gentes de su casa, y
les dijo a grandes voces: «Mirad, nos ha traído a ese hebreo para que se burle
de nosotros; ha entrado a mí para acostarse conmigo, y cuando vio que yo alzaba
mi voz para llamar, ha dejado su manto junto a mí y ha huido fuera de la
casa». Dejó ella el manto de José cerca de sí, hasta que vino su señor a casa,
y le habló así: «Ese siervo hebreo que nos has traído ha entrado a mí para
burlarse de mí, y cuando vio que alzaba mi voz y llamaba, dejó junto a mí su
manto y huyó fuera». Al oír su señor lo que le decía su mujer, esto y esto es
lo que me ha hecho tu siervo, montó en cólera, y apresando a José, le metió en
la cárcel donde estaban encerrados los presos del rey, y allí en la cárcel
quedó José (Gn 39,7-20).
La Realidad: Versiones
mitológicas anteriores de este relato eran muy comunes en Egipto y Oriente
Próximo. Los escribas de la Biblia reescribieron el relato y lo insertaron en
la narración de José.
Después de que los hermanos de
José lo vendieran a los ismaelitas (o quizá a los midianitas, el relato se
vuelve muy confuso), sus compradores lo ofrecen a un oficial egipcio llamado
Putifar. El nuevo amo de José lo pone a cargo de su casa y José trabaja bien,
aumentando enormemente las riquezas de la familia.
La mujer de Putifar se interesa
por él e intenta seducirle, pero José considera que eso no está bien y que
sería traicionar a su amo. Mientras que el relato bíblico muestra claramente que
José es inocente, su resolución podría haberse visto beneficiada por la
presencia de testigos cercanos. Por lo visto, éste continuó rechazando los
encantos de la mujer, incluso mientras ésta lo desnudaba. Cuando él huye de la
habitación, deja sus vestidos en manos de ella. A ella le preocupa que alguien
la encuentre con los vestidos de él en sus manos —unos testigos estaban a
punto de entrar en la habitación— y comienza a gritar que ha sido violada.
Putifar, ante el dilema de llamar mentirosa a su coqueta esposa o castigar a
su criado inocente, decide adoptar la vía política. Encarcela a José.
El nombre Putifar ofrece una pista sobre el momento en que
se escribió este relato. No sólo es el nombre del primer amo de José, sino que
Putifera es el nombre de su suegro, el sumo sacerdote del templo de Heliópolis.
El nombre egipcio Putifar se utiliza de forma esporádica antes del siglo x
a.C., y no se utiliza de manera generalizada al menos hasta el siglo vil. Un
relato que incluya a dos personajes con ese nombre, ambos en puestos
importantes, indica una autoría muy tardía; en el siglo vil o después. Esto
concordaría con una autoría post-Samético (véase el Mito 70) de la narrativa
principal.
La historia de un joven héroe que rechaza los caprichos de
una mujer celosa es un tema frecuente en los mitos antiguos. Una de las más
conocidas aparece en el relato egipcio «Historia de los dos hermanos». Sus orígenes
podrían remontarse hasta el tercer milenio.
El texto egipcio habla de dos hermanos, Anubis, el mayor, y
Bata, el menor. El menor vivía con su hermano y la mujer de éste. El relato describe
a Bata como «el hombre perfecto» que desempeñaba la mayoría de las tareas de la
casa y el campo. Un día, la mujer de Anubis se le acerca y le confiesa su deseo
de conocimiento carnal. Él rechaza sus avances, diciéndole que ella y su
hermano son como padres para él. Él promete no decir nada sobre las acciones de
ella. La mujer, temerosa de ser descubierta, dispone para que parezca que ha
sido violada y acusa a su cuñado. A pesar de la negación de Bata, Anubis se
enfurece y el hermano menor se ve obligado a abandonar la casa.
Durante el relato. Bata obtiene una hermosa esposa como
regalo de los dioses, pero ésta lo abandona para convertirse en concubina del
faraón. En varias ocasiones, el hermano menor adopta nuevas formas de vida —
pina, toro, árbol— y su mujer, que vive separada de él, consigue destruir cada
una de las formas físicas de Bata. Al fin, el rey se entera de los logros del
joven y lo corona príncipe de Egipto.
A partir de una falsa acusación
de violación, su matrimonio con una mujer de conexiones religiosas, su paso por
varias pruebas, y finalmente su conversión en príncipe de Egipto, el relato
egipcio y el bíblico siguen la misma trama general. El relato egipcio, sin
embargo, está más inmerso en el simbolismo vida-muerte politeísta que el relato
bíblico. Por ejemplo, Anubis, el hermano mayor, es una divinidad que guía a los
espíritus muertos al reino del más allá para reunirse con Osiris. El relato
bíblico está purgado del misticismo politeísta, pero mantiene gran parte de la
estructura básica, substituyendo problemas alternativos por secuencias de
muerte-renacimiento.
Los griegos micénicos, los danois
de Hornero, tienen un relato similar, que pudo entrar en Canaán a través de los
Pueblos del Mar y la tribu de Dan (véase el Mito 68).
En el relato griego, Belerofón,
mientras visita la corte de Proetus, ese convierte en el objetivo de la esposa
de Proetus por motivos sexuales. Belerofón rechaza sus propuestas, y la mujer,
para salvar su reputación, le dice a su marido que Belerofón la ha amenazado.
Proetus, igual que Putifar, cree a su mujer antes que al acusado, y le impone
un castigo.
En el caso de Belerofón, Proetus
escribe una carta a otro rey y le pide a Belerofón que la entregue. La carta
solicita que el rey mate a Belerofón. Para cumplir con la solicitud, el otro
rey envía al héroe a varias misiones peligrosas, pero el héroe siempre
sobrevive. Este rey queda tan impresionado con las hazañas de Belerofón que le
entrega su reino.
Una vez más tenemos una falsa
acusación, un castigo para el héroe, supervivencia a través de pruebas, y
elevación al trono. Cabe destacar que existen otras conexiones entre el relato
de Belerofón y la historia de los patriarcas. El rey que quería que Belerofón
muriera tenía un hermano gemelo llamado Acrisio, y ambos lucharon en el seno
materno. Acrisio tuvo una hija llamada Danae.
El padre de José, Jacob, también
luchó en el seno materno con su hermano, y también tuvo una hija llamada Dina,
que en esencia es el mismo nombre que Danae. Por añadidura, Proetus y Acrisio
eran descendientes de Dánao, a quien identificamos con Jacob en el relato sobre
la violación de Dina. De modo que el relato de Belerofón tienen conexiones
mitológicas próximas al relato de Dánao y Egipto. Si uno de ellos influenció
la historia bíblica, es probable que el otro también fuera adaptado por los
escribas hebreos.
La versión bíblica de la traición de José por parte de la
mujer de Putifar tiene varios antecedentes muy difusos, y los dos que hemos
revisado aquí, el relato egipcio de los dos hermanos y el mito griego sobre
Belerofón, habrían sido bien conocidos por los escribas hebreos y fácilmente
incorporados a una épica mayor.
Tercera parte
MITOS DE LOS HÉROES
Mitos de
los Héroes
Introducción
Algún tiempo después de la muerte
de José, un rey que «no sabía de José» subió al trono de Egipto. Observó que la
casa de Israel se había hecho «más numerosa y fuerte» que los egipcios, y dijo:
Tenemos que obrar astutamente con él, para impedir que siga creciendo
y que, si sobreviene una guerra, se una contra nosotros a nuestros enemigos y
logre salir de esta tierra (Ex I, 10).
Al principio,
el faraón intentó controlarlos sometiéndolos a trabajos físicos extremos, pero
las filas hebreas continuaron creciendo. Entonces adoptó una política de
infanticidio masculino, ordenando a las parteras que «si es niño, lo matáis, si
es niña, que viva» (Ex 1, 16).
Alrededor de la época en que
sucedía esto, una mujer hebrea llamada Jocabed quedó preñada del niño que luego
sería Moisés. Tras el nacimiento del bebé, lo mantuvo escondido durante tres
meses, pero cuando ya no lo pudo esconder más tiempo, se lo encomendó a Dios
colocando al niño en una cesta sobre el Nilo.
La hija de Jocabed, Miriam,
siguió la cesta y vio como se dirigía a una laguna donde se bañaba la hija del
faraón. La princesa rescató al niño y al ver que era hebreo, sintió compasión
por él. Miriam vio su reacción y se acercó a ella para preguntarle si quería
que una de las mujeres hebreas lo amamantara. La princesa asintió y Miriam
volvió con su madre, a quien la princesa otorgó el cuidado del niño.
La hija del faraón quiso al niño y lo crió como suyo propio.
Lo llamó Moisés, cuyo significado explicaré más adelante.
El niño se hizo adulto en la corte real, pero la Biblia no
cuenta nada sobre los primeros años. En cambio, da un salto adelante hasta un
encuentro entre Moisés y uno de los capataces del rey. Moisés ve a ese oficial
abusar de uno de los esclavos hebreos y se enfurece. Mata al egipcio y esconde
el cuerpo, con la esperanza de que nadie le haya visto.
Al día siguiente, presencia una discusión entre dos hebreos
e intenta separarlos. Uno de ellos le pregunta si hará con ellos lo mismo que
había hecho con el egipcio. Cuando Moisés se da cuenta de que la gente esta
enterada de lo que ha pasado, decide que lo mejor es huir antes de ser capturado
y sentenciado a muerte.
La Biblia no dice qué edad tenía Moisés cuando huyó del
país, pero la tradición rabínica dice que tenía alrededor de cuarenta. Moisés
permanece fuera del país hasta los ochenta años, cuando se entera de que el
rey de Egipto ha muerto.
Guiado por Dios y con la ayuda de su hermano Aarón, Moisés
regresa a Egipto y se enfrenta al nuevo faraón, exigiéndole que deje marchar a
los hebreos de Egipto. Tras una competición de magia entre Moisés y los magos
reales, el faraón accede a que los hebreos se vayan, pero luego cambia de
idea. Esto da lugar a una serie de escaladas mágicas conocidas como las Diez
Plagas, que culminan con la muerte de todos los primogénitos egipcios. Al fin,
el faraón cede y permite que la casa de Israel salga del país.
Cuando los hebreos se preparan para salir, el rey egipcio
vuelve a cambiar de idea y ordena a su ejército que traiga de vuelta a los
hebreos. Cuando los israelitas llegaron hasta el mar Rojo con el ejército del
faraón pisándoles los talones, Dios abrió las aguas para que Moisés pudiera
guiar a su gente a su través. Cuando el ejército del faraón entra en la brecha,
las aguas se juntan y el ejército se ahoga. La Biblia no especifica que el
faraón se ahogara con ellos, pero se sobreentiende, puesto que el faraón
estaría a la cabeza de sus tropas.
Dejando atrás su experiencia egipcia. Moisés se embarca en
la tarea de forjar una nueva nación y guiar a sus gentes hacia Canaán, la
tierra prometida por Dios a sus antecesores. Durante el viaje, Moisés da a su
gente una serie de leyes y normas, entre las cuales están los Diez
Mandamientos. Estas enseñanzas fueron escritas y colocadas en una caja conocida
como el Arca de la Alianza.
Por el camino, Israel se enfrenta a numerosos contratiempos
y no supera varias pruebas de fe. El acontecimiento más notorio tiene que ver
con la construcción de un becerro de oro para que les conduzca a la salvación.
Este acto enfurece de tal manera a Moisés que rompe las tablillas que contienen
la ley de Dios. En otra ocasión, incluso Moisés llega a ofender a Dios, y como
castigo, Dios le deniega la oportunidad de entrar en la Tierra Prometida.
Moisés muere al otro lado del río de Canaán, pero no sin
antes haber sometido a la mayor parte de la Transjordania al dominio de Israel.
Su última acción es la de nombrar a Josué su sucesor.
Con Josué al mando, Israel cruza el Jordán y entra en
Canaán, donde libró numerosas campañas de matanzas y destrucción física. Al
fin, Josué consigue someter a la Tierra Prometida bajo el dominio de Israel.
Esa es, al menos, una versión de la Biblia. Otros pasajes bíblicos cuentan
otros relatos sobre batallas perdidas y sobre la ira de Dios a causa de los
defectos de Israel.
El relato de la conquista israelita aparece principalmente
en el libro de Josué, el sexto libro de la Biblia. Describe varias de las
batallas libradas por Israel y cuenta numerosos hechos fantásticos. Posiblemente,
los dos acontecimientos más famosos son la batalla de Jericó y el mandamiento
de Josué para que el Sol se detenga en Gabaón.
La tradición hebrea mantiene que el mismo Josué escribió el
libro sobre sus conquistas, pero hay evidencias de que la mayor parte fue escrita
varios siglos después de los hechos. En ninguna parte dice que Josué escribiera
él mismo el libro, y al menos en un lugar el texto cita una fuente conocida
como el libro de Jaser, que debió escribirse siglos más tarde, al menos después
de la muerte del rey Saúl.
Aunque no existen evidencias de la época de Josué para
apoyar al relato de la Biblia, durante mucho tiempo se aceptaron como
verídicos los rasgos generales del relato de la conquista. Pero cuando las
evidencias arqueológicas desafiaron algunas de las afirmaciones principales del
libro, muchos eruditos dejaron de creer que Josué reflejara de manera precisa
cómo Israel consiguió destacar en Canaán. Las evidencias arqueológicas actuales
desafían muchas de las afirmaciones principales del libro e indican que Israel
no conquistó Canaán en tiempos de Josué.
Bajo el liderazgo de Moisés y Josué, los israelitas crearon
un nuevo tipo de comunidad política, una sin rey humano, lo cual en Oriente
Próximo era inaudito hasta ese momento entre las principales potencias
políticas. Los hebreos creían que sólo Dios podía ser rey de Israel, y dejaron
la interpretación de la voluntad de Dios en manos de líderes carismáticos.
Tras los relatos de las conquistas de Josué, se reanuda la
historia de la Biblia en el libro de los Jueces, que comienza contradiciendo a
Josué acerca de lo que ocurrió cuando Israel entró en Canaán. En el periodo de
Jueces, Israel continuaba sin rey y «cada uno hacía lo que le parecía». En un
ambiente como éste, la devoción de Israel hacia Dios se desvanecía a menudo.
Dios castigaba estos devaneos infligiendo a Israel ignominiosas derrotas por
parte de sus enemigos. Tras cada aflicción, Dios le daba a Israel una nueva
oportunidad levantando un héroe para derrotar a los enemigos de Israel y
animando a Israel a seguir el verdadero camino de la rectitud. Entre los más
conocidos de estos héroes guerreros se encuentran Débora y Sansón.
Al fin, el dominio de los líderes carismáticos cedió paso al
resurgimiento de la monarquía, pero las tensiones entre los monarcas y los
sacerdotes y entre las facciones sacerdotales y políticas continuaron desempeñando
un papel clave en la historia del antiguo Israel.
Mientras vivía Saúl, Judá se separó de la confederación
israelita y le pidió a David que fuera su gobernante. Al morir Saúl, Isboset,
el hijo de Saúl (cuyo nombre era originariamente Isbaal, pero luego fue
cambiado por los escribas) fue elegido para suceder a su padre. Israel y Judá
peleaban constantemente para controlarse el uno al otro. Hasta que los aliados
de David no asesinaron al hijo de Saúl los dos reinos no se reunieron bajo el
liderazgo de David. A pesar de la aparente unidad, las diferencias políticas y
religiosas seguían encendiendo las relaciones entre los dos reinos hebreos.
Uno de los acontecimientos clave en la subida al poder de
David fue que éste matara al gigante Goliat cuando todavía era un niño en la
corte de Saúl. Fue este acontecimiento el que lo mostró como el contendiente a
los ojos del pueblo. Otros pasajes de la Biblia sugieren que David obtuvo el
crédito de la hazaña de otro. Posteriormente, las habilidades militares de
David lo convirtieron en un héroe nacional, y una canción popular se extendió
por el reino —«Ahí está David, rey de la tierra; aquel de quien cantaban: Mató
Saúl sus mil, pero David sus diez mil» (1 Sm 21, 12).
El sucesor de David, Salomón, construyó un gran templo en
Jerusalén y reinó sobre un gran imperio. Para financiar sus proyectos y apoyar
su administración, Salomón impuso un sistema de esclavitud, pero los textos de
la Biblia no aclaran si los esclavos eran israelitas o no.
Los arqueólogos todavía no han encontrado los restos del
templo de Salomón. Ni tampoco existe la más mínima evidencia o documentación
que confirme la existencia de Salomón o de su imperio en ningún escrito
procedente de Israel o de ninguna de las naciones que supuestamente gobernó
Salomón.
Desde el éxodo de Moisés hasta la subida al poder de David y
Salomón, uno de los iconos clave en la historia de la Biblia fue el Arca de la
Alianza. Coronada por dos querubines de oro y construida para contener los Diez
Mandamientos, hacía la función de trono para Dios. Este arca poseía poderes
mágicos y ayudaba a Israel contra sus enemigos siempre y cuando Israel
siguiera el buen camino. Cuando Israel abandonó a Dios, el Arca dejó de
protegerlos.
Tras la caída de la monarquía unida, La Biblia ya no
menciona su presencia. Ningún pasaje dice que hubiese desaparecido o que
hubiese sido destruida o capturada por sus enemigos. Simplemente desaparece de
la historia de la Biblia. La tradición etíope mantiene que un hijo de Salomón
junto con la reina de Saba se llevó el arca a Etiopía.
Al morir Salomón, Jeroboam de Efraím condujo una rebelión
contra Reoboam de Judá, el hijo de Salomón y su heredero designado. El reino se
dividió en dos, Israel al norte y Judá al sur. Los principales símbolos del
reino de Jeroboam eran dos becerros de oro, uno situado en el extremo sur de
Israel, en Betel, y el otro en el extremo norte de Israel, en Dan.
Estos becerros de oro hacían la misma función que el Arca de
la Alianza, que había permanecido en Judá. Formaban un trono para Dios.
Mientras que el Arca de la Alianza, el trono judaíta de Dios, era sencillamente
una gran caja que residía en el templo en Jerusalén, los becerros de oro, el
trono israelita de Dios, estaba montado a horcajadas sobre el reino entero,
excluyendo a Judá. Tales distinciones ayudaban a definir las diferencias
religiosas y políticas entre los dos reinos rivales.
Aunque al principio Jeroboam gozaba del apoyo del sacerdocio
del norte en su campaña contra Judá, cuando se convirtió en rey de Israel
provocó la ira de los sacerdotes al declarar que todo el que quisiera podía ser
sacerdote. Esto se convirtió en una nueva fuente de desorden político que
encontró su expresión en los escritos de la Biblia.
En el año 722 a.C., los asirios capturaron el reino del
norte de Israel y éste dejó de existir. Judá permaneció, pero en el 587 a.C.,
fue conquistada por los caldeos de Babilonia y la élite hebrea fue transportada
desde Canaán hasta la capital caldea. Algunas décadas más tarde, Ciro de Persia
derrotó a los caldeos y permitió a los dirigentes hebreos regresar a Judá.
Muchos de los libros posteriores de la Biblia, como por ejemplo Daniel y Ester,
cuentan las experiencias hebreas cuando vivían en tierras ajenas. En muchos de
estos relatos los héroes se enfrentan a grandes pruebas de fe y al permanecer
fíeles a Dios no sólo consiguen sobrevivir a las adversidades, sino alcanzar
puestos de poder político.
Mito 72: Egipto mantuvo a Israel esclavizado durante
cuatrocientos años
El Mito: Y dijo a
Abraham: «Has de saber que tu descendencia será extranjera en una tierra no
suya, y estará en servidumbre, y la oprimirán por cuatrocientos años; pero yo
juzgaré al pueblo que los esclavizará, y saldrán de allí después con mucha
hacienda; pero tú irás a reunirte en paz con tus padres, y serás sepultado en
buena ancianidad. A la cuarta generación volverán acá, pues todavía no se han
consumado las iniquidades de los amorreos» (Gn 15, 13-16).
La Realidad: La Biblia
contiene varios pasajes contradictorios acerca de cuanto tiempo permaneció
Israel esclavizado, e incluso los antiguos eruditos judíos estaban confusos
acerca de su duración.
Uno de los
mitos de la Biblia que más se acepta como hecho verdadero es el de que la casa
de Israel permaneció cuatrocientos años como esclava en Egipto. Esta creencia,
desmentida por otros pasajes de la Biblia, surge de una lectura de Génesis
15,13-16, que de manera errónea combina dos tradiciones separadas como si se
tratara de una sola.
En el texto, Dios habla con
Abraham y predice que su descendencia padecerá durante cuatrocientos años en
una tierra donde sus descendientes serán extranjeros, pero que en la cuarta
generación regresará (se entiende que a su tierra natal). Tal y como está
escrito actualmente, la narrativa indica que los cuatrocientos años y las
cuatro generaciones comprenden el mismo espacio de tiempo. Hay un error en esta
interpretación estándar que hace la Biblia, y aquí reconstruiremos la
intención original, aunque primero veamos algunas de las evidencias
relacionadas con la duración de la permanencia de Israel en Egipto.
Según el libro del Éxodo, la
esclavitud israelita comenzó al poco tiempo de la muerte de José cuando
«Alzóse en Egipto un rey nuevo, que no sabía de José» (Ex 1, 8). El Éxodo
también dice que la estancia total (es decir, el periodo de libertad más el
periodo de esclavitud) de Israel en Egipto duró 430 años (Ex 12, 40). La
estancia comenzó con la llegada a Egipto de José o Jacob —el texto no lo
especifica. José llega a Egipto a la edad de diecisiete años; Jacob llega
cuando José cuenta treinta y nueve años de edad. José vive hasta los 110 años.
Puesto que la esclavitud no comenzó hasta después de la muerte de José, Israel
tuvo que estar en Egipto antes de la esclavitud al menos unos setenta y un años
si contamos a partir de la llegada de Jacob. Si la estancia total en Egipto
duró 430 años, entonces el periodo máximo de esclavitud sólo pudo ser de 359
años (430 - 71 = 359).
¿Fueron los cuatrocientos años de esclavitud sólo 359? De
hecho, ni lo uno ni lo otro, ya que otros pasajes de la Biblia acortan el
periodo más todavía.
La línea de descendencia de Jacob a Moisés abarca cinco
generaciones: Jacob, Leví, Kohath, Amram, y Moisés. Según varios pasajes del
Éxodo, Leví vivió 137 años, Kohath 133, y Amram 137. Moisés dirigió el Éxodo
cuando tenía ochenta años. Ya que tanto Leví como Kohath entraron en Egipto
junto a Jacob, el periodo máximo de permanencia sólo pudo ser de 350 años —los
133 años de Kohath, los 137 de Amram, y los 80 años de Moisés— y sólo bajo el
supuesto de que Kohath engendró a Amram durante su último año de vida, y que
Amram engendró a Moisés durante su último año de vida, lo cual no es nada
creíble. Por tanto, si la estancia máxima fue de sólo 350 años, el periodo
máximo de esclavitud no pudo ser superior a los 280 años (ya que la esclavitud
comenzó unos 70 años después de empezar la estancia).
Ya en el primer siglo d.C., y probablemente mucho antes, los
historiadores judíos y los eruditos de la Biblia de esa época reconocieron que
pasaba algo con los números. Se inició una tradición según la cual la estancia
de 430 años en realidad combinaba dos periodos de 215 años cada uno, el primero
comenzando con la llegada de Abraham a Canaán, y el segundo con la llegada de
Jacob a Egipto. Según esta tradición, la estancia no duró más de 215 años, y
por tanto la esclavitud no pudo ser de más de 145 años. El Génesis dice que el
periodo de tiempo entre la llegada de Abraham a Canaán y la llegada de Jacob a
Egipto es de 215 años, pero no existen evidencias directas de que el periodo de
tiempo desde la llegada de Jacob hasta el Éxodo durara 215 años.
Para apreciar la confusión que esto causaba durante el
primer siglo d.C., hay que tener en cuenta que Josefo, el principal historiador
judío de la época, escribió en una parte de su historia bíblica, Antigüedades Judaicas, que la estancia
duró 215 años, pero en otra parte del mismo libro escribe que la esclavitud
duró cuatrocientos años, y no hace ningún intento para reconciliar las dos
declaraciones contradictorias. Es más, en sus cálculos del periodo de 215 años,
utiliza datos que contradicen la cronología que hace el Génesis.
A pesar de estos errores, tanto él como otros eruditos de su
época estaban bien encaminados al contar la permanencia de 430 años en Egipto
a partir de la llegada de Abraham a Canaán. Ese mismo año, Abraham se trasladó
a Egipto, por tanto, la estancia en Egipto realmente se inició en aquel
momento. Además, tal y como recordaran del estudio del Mito 49, los autores de
la Biblia intentaron situar a Abraham en Canaán justo después de que
abandonara la casa del faraón, pero el texto bíblico anterior dice que se
dirigió hacia la parte sur de Egipto.
Esto nos lleva de vuelta a la profecía hecha a Abraham. El
texto indica que los cuatrocientos años de infortunio comenzarían con su
descendencia, es decir, sus hijos: « Tu descendencia será extranjera en una
tierra no suya, y estará en servidumbre, y la oprimirán por cuatrocientos
años».
Si entendemos que esto significa que el periodo de
cuatrocientos años de infortunios comienza con la descendencia de Abraham, esto
es, con el nacimiento de Isaac, y termina con el Éxodo desde Egipto, tal y como
seguramente pretendía el autor de la Biblia, entonces tenemos una interesante
congruencia cronológica entre la profecía hecha a Abraham y la estancia de 430
años. Isaac nació cuando Abraham tenía 130 años, y Abraham inició su estancia
en Egipto cuando tenía setenta y cinco años. Contando a partir de la estancia
de Abraham en vez de la de Jacob, tenemos un periodo de 425 años a partir de
la llegada de Abraham a Egipto hasta la salida de Israel de Egipto. Esto se
acerca bastante al periodo de permanencia de 430 años que aparece en el Éxodo.
Pero uno se podría preguntar: ¿Dónde están los cuatrocientos
años de aflicción? Aquí es donde los autores de la Biblia confundieron dos
relatos. Uno era sobre la aflicción provocada por los cananeos sobre Egipto, es
decir, una descripción de la era de los hicsos, cuando los cananeos gobernaban
en Egipto. El otro es sobre una salida de Israel desde Egipto. Echemos un
vistazo a la profecía del Génesis para ver cómo se combinaron ambos relatos.
Lo primero que vemos es que la aflicción tiene lugar en una
tierra donde la descendencia de Abraham «será extranjera en una tierra no
suya». ¿Dónde está esa tierra? Siempre se ha creído que esa tierra extranjera
era Egipto, pero a lo largo de la Biblia, se identifica a Canaán con la tierra
extranjera, y no a Egipto. Consideremos estas declaraciones que aparecen en el
Génesis:
Y te daré a ti, y a tu descendencia después de
tí por sus generaciones, el país donde moras, la tierra de Canaán, en eterna
posesión, y seré tu Dios (Gn 17, 8).
Y te dará la
bendición de Abraham a tí y a tu descendencia contigo, para que poseas la
tierra en que como extranjero habitas, que dio Dios a Abraham (Gn 28, 4).
Habitó Jacob en la
tierra por donde peregrinó su padre, en la tierra de Canaán (Gn 37, 1).
Por tanto, la primera etapa de
nuestra reconstrucción es reconocer que Canaán causó la aflicción, no Egipto, y
que en la profecía, la descendencia de Abraham «saldrá» de la tierra de
aflicción. A continuación, observen el pasaje que trata de la «cuarta generación».
A la
cuarta generación volverán acá, pues todavía no se han consumado las
iniquidades de los amárreos.
Este pasaje siempre se ha
interpretado con el significado de que Israel saldrá de Egipto, pero que tendrá
que esperar hasta que los problemas con los amorreos desaparezcan. Luego se
dice que Moisés cumplió la profecía en el sentido de que él era parte de la
cuarta generación después de Jacob. Pero la profecía dice en la cuarta
generación, no después de la cuarta generación. Ya que Moisés está dentro de la
quinta generación comenzando con Jacob, no reúne las condiciones establecidas
en la predicción.
Los hicsos, la base del relato sobre la aflicción, eran de
origen cananeo, pero no sabemos qué cananeos exactamente. Gobernaron partes de
Egipto desde alrededor de 1750 a.C., y todo o casi todo Egipto desde 1680 a.C.,
y luego permanecieron en el poder hasta 1572 a.C. La palabra hicsos significa
«jefes de los pueblos del monte».
El término amorreo originariamente designaba grupos
específicos de pueblos de Canaán. Al final se convirtió en un término que
describía a los cananeos de los montes, aunque definiciones parecidas no
significan necesariamente que se haga referencia al mismo grupo de pueblos.
En cualquier caso, cuando Abraham
fue a Egipto, los hicsos estaban a cargo del delta del Nilo y posteriormente
Abraham huyó de ese territorio. El siguiente israelita en llegar a Egipto fue
José, y he aquí que José es la decimocuarta generación a partir de Abraham
—Abraham, Isaac, Jacob, y José. De manera cronológica, siguiendo la tradición
judía, José llegó a Egipto alrededor de 1564 a.C., inmediatamente después o a
la vez que los egipcios derrotaron definitivamente a los hicsos.
Si reducimos la profecía que Dios
hizo a Abraham a sus componentes esenciales, tenemos la siguiente secuencia:
1.
Abraham permaneció en Egipto.
2.
Los cananeos,
(los hicsos) afligieron a Egipto.
3.
La profecía decía que la tierra extranjera (Canaán
afligiría la descendencia de Abraham. Los hicsos cananeos dominaron Egipto y
Canaán.
4. La profecía decía que en la
cuarta generación tendría lugar un
regreso
desde la tierra extranjera, o sea, desde Canaán, cuando el poder de los
amorreos (los hicsos) hubiese terminado.
5. José, en la
cuarta generación a partir de Abraham, regresó a Egipto.
6. La profecía
de Dios decía que la descendencia de Abraham (Isaac y sus descendientes)
saldría de unas tierras después de cuatrocientos años.
7. Moisés dirigió el Éxodo desde
Egipto hasta Canaán.
Lo que tenemos
son dos relatos distintos que se han mezclado debido a una confusión por parte
de los redactores de la Biblia.
El primer relato describe una
aflicción provocada por los cananeos en Egipto durante cuatrocientos años. El
segundo describe una salida desde Egipto después de cuatrocientos años. Ambos
relatos incluyen un periodo de infortunio, uno por parte de los cananeos sobre
Egipto y otro por parte de los egipcios sobre los israelitas.
Los redactores de la Biblia, que
ya no recordaban que los antecesores de la era patriarcal habían vivido en
Egipto, sólo conocían a los israelitas como un pueblo cananeo que había sufrido
en Egipto. Leyeron ambos relatos desde una perspectiva cananea en vez de
egipcia. Desde ese punto de vista, una persecución en una tierra de extranjeros
significaba persecución en Egipto en vez de en Canaán. Integraron el primer
relato con el
segundo para reflejar
una única aflicción. Por este motivo, dieron por sentado que los periodos de
tiempo de cuatrocientos años y cuatro generaciones eran uno y el mismo,
cuando, de hecho, medían dos duraciones diferentes. Por consiguiente, los
redactores de la Biblia de forma equivocada crearon un periodo de
cuatrocientos años de esclavitud en Egipto.
Puesto que no tenemos evidencias directas de la esclavitud
israelita en Egipto, es difícil determinar cuando (o si) Israel llegó a sufrir
bajo la esclavitud en Egipto. En mi obra anterior, The Bible Myth, presento un argumento exhaustivo demostrando que
los israelitas se originaron en Egipto y que el periodo de esclavitud duró
menos de treinta años, desde alrededor de 1340 a.C. hasta 1315 a. de C.
Mito 73: Jocabed colocó al bebé Moisés en una cesta
El Mito: Y fue un hombre
de la casa de Leví y tomó por esposa una hija de Leví. Y la mujer concibió y
parió un hijo, y viéndole muy hermoso, le tuvo oculto durante tres meses. No
pudiendo tenerle ya escondido más tiempo, tomó una cestita de papiro, la
calafateó con betún y pez, y poniendo en ella al niño, la dejó entre las
plantas de papiro de la ribera del río. La hermana del niño estaba a poca
distancia, para ver qué pasaba. Bajó la hija del faraón a bañarse en el río, y
sus doncellas se pusieron a pasear por la ribera. Vio la cestita entre las
plantas de papiro, y mandó a una de sus doncellas que la trajera. Al abrirla,
vio al niño que lloraba, y compadecida de él, se dijo: «Es un hijo de los
hebreos» (Ex 2,1-6).
La Realidad: Este relato,
inventado por los aliados de Moisés, fue diseñado a partir de un mito egipcio
sobre el nacimiento de Horus (el único rey legítimo de Egipto) para otorgarle a
Moisés una pretensión válida al trono de Egipto y para desafiar al gobernante
que acababa de instalarse.
En la época en que nació Moisés,
el faraón había decretado que todos los hebreos varones debían morir. La madre
de Moisés, Jocabed, primero lo escondió, pero pasados tres meses lo colocó en
una cesta que flotó por el Nilo. La hija del faraón vio la cesta y la recogió.
Reconoció al bebé como uno de los niños hebreos, se apiadó de él y lo crió como
si fuera suyo. Como miembro de la familia real, Moisés pasó a tener futuro
derecho al trono egipcio, dependiendo de la línea de sucesión existente.
Se ha señalado
con frecuencia que el relato del nacimiento de Moisés se parece mucho a la
leyenda mesopotámica del nacimiento de Sargón I, rey de Acad, que conquistó
Babilonia alrededor de 2300 a.C. y estableció uno de los primeros reinos
semitas. Esta leyenda, que se conserva en algunos textos asirlos escritos
mucho después de su reinado, dice que la madre de Sargón era una sacerdotisa y
que se desconocía quien era su padre. Nacido en secreto, su madre lo colocó en
una cesta de juncos sellada con betún y lo echó al río, de donde fue rescatado
por Akki, el «que saca el agua». Akki le enseñó a ser jardinero, pero la diosa Ishtar
le favoreció, y guiándolo en las batallas lo convirtió en un poderoso rey.
Los textos no ofrecen ninguna
explicación de por que tuvo que nacer en secreto, aunque la vergüenza de su
madre al ser una sacerdotisa preñada por un padre desconocido podía haber
tenido algo que ver. En cualquier caso, aparte del tema del bebé en la cesta,
la trama no tiene ninguna similitud más con el relato de Moisés y no es un
buen modelo literario.
Un modelo literario mejor y más
lógico aparece en la literatura egipcia, basado en las imágenes del mítico
conflicto entre los dioses egipcios Horus y Set por el derecho a reinar. En el
mito egipcio, Horus el Niño fue escondido por su madre en una isla flotante
después de que Set hubiese asesinado a su padre y se quedara con el trono.
Cuando Horus se hace adulto, sale de su escondite y desafía a Set. Tras una
serie de entrentamientos mágicos, Horus derrota al usurpador en un combate y se
convierte en rey, persiguiendo a su enemigo por el desierto.
La imagen del verdadero rey egipcio
flotando en el agua de niño es un tema importante en la teología egipcia. No
solo flota Horus el Niño sobre el agua, sino que la divinidad creadora egipcia,
Ra, aparece como un niño flotando sobre una hoja de loto. Este tema se usaba a
menudo para describir los acontecimientos históricos relacionados con
conflictos por el trono. El gobernante legítimo se identificaba con Horus El
Niño, a quien se le otorgaba un pasado ficticio como un joven que huía de
Egipto para evitar a un gobernante malvado y que posteriormente regresaba para
enfrentarse al villano y recuperar el trono. E! historiador judío Josefo conserva
dos excelentes muestras de este tema literario.
Citando de los escritos de un
sacerdote egipcio del siglo 111 a.C., llamado Manethon, Josefo cuenta de un
sacerdote egipcio llamado Osarseph que se hizo con el trono egipcio. El faraón
desplazado y su hijo de cinco años tuvieron que huir del país mientras Osarseph
oprimía cruelmente a los egipcios y profanaba el país y sus símbolos
religiosos. Trece años más tarde, el hijo regresa encabezando un ejército y
saca al sacerdote y a sus seguidores de Egipto.
Según una variante de este relato,
atribuida por Josefo a un escritor egipcio llamado Chaeremon, el hijo del
faraón nació en secreto después de que el cruel emperador subiera al trono y su
madre lo escondió en una cueva para evitar que fuera ejecutado.
Estos dos
relatos egipcios describen acontecimientos históricos actuales, pero de forma
encubierta y exagerada. Nos hablan del reinado del laraón Akhenaton (h. 1372
a.C.), el gobernante monoteísta que trató de imponer, sin éxito, su punto de
vista religioso sobre el pueblo egipcio y persiguió a sus principales
opositores en el sacerdocio de Amón. Aunque los relatos tenían un núcleo
histórico, el incidente del joven faraón escondido que regresa para expulsar
al faraón hereje es ficticio. Está basado en el tema literario de Horus-Set.
Joseío, por
cierto, añade una interesante declaración al relato. Según Manethon, este
sacerdote cambió su nombre a Moisés y dirigió a sus seguidores egipcios hasta
Jerusalén. Tanto sí uno elige creer
este alegato sobre Moisés o no, demuestra que desde una perspectiva egipcia, el
relato de Moisés se adapta fácilmente al tema Horus-Set.
¿Cuáles son
las principales características de los relatos egipcios? Tenemos una ocupación
ilegítima del trono egipcio; un niño oculto por su madre para proteger su vida;
la persecución del pueblo por parte del usurpador; el regreso del niño ya
convertido en adulto para enfrentarse al tirano; y la expulsión del tirano ai
desierto fuera de Egipto. Estos son los detalles esenciales de la trama en los
mitos egipcios referentes al conflicto entre Horus y Set por el derecho a
gobernar Egipto. Los mitos, sin embargo, añaden el elemento de que el niño
flotaba en el agua y que a su regreso se ocupaba en competiciones de magia
contra el malvado rey.
Los escribas
tomaron el mito egipcio de Horus y Set como tema, y lo lanzaron como un relato
sobre acontecimientos actuales en el antiguo Lgipto, substituyendo las
divinidades por figuras históricas, e identificando al rey legítimo con Horus
y al rey ilegítimo con Set. Con unos cambios leves pero significativos, esta
adaptación del mito egipcio es también el relato de Moisés.
En los
relatos egipcios, era el pueblo egipcio el que era perseguido y era su faraón
el que huía para regresar posteriormente y liberar a su gente. En ei relato
bíblico es el pueblo de Israel, que reside en Egipto, el que es perseguido y
un israelita el que huye de Egipto para regresar después y liberar a su gente.
Tanto en los mitos egipcios como en los relatos de la Biblia, ta madre del
liberador esconde al niño-héroe, al principio dejándolo flotar sobre el agua,
para evitar que sea ejecutado por un cruel tirano; el pueblo del liberador
sufre bajo una cruel opresión; el liberador huye de Egipto; el liberador
regresa a Egipto para liberar a su gente; el liberador y el malvado rey se
baten en una series de enfrentamientos mágicos; y, por último, el liberador
derrota al opresor.
En la versión bíblica del tema
Horus-Set, la casa de Israel reemplaza a Egipto como centro de autoridad
legítima. El papel de rey legítimo pertenece al Señor porque únicamente el Dios
hebreo podía reinar sobre la casa de Israel, y Moisés hace de representante del
rey. El faraón, aunque sea el legítimo rey de Egipto, hace el papel de «Set el
Usurpador» porque no tiene ninguna autoridad moral para reinar sobre la casa de
Israel y someterla a su tiranía. Moisés es Horus el Niño, el heredero legítimo
que se esconde para evitar ser ejecutado por el malvado rey, y que más tarde
regresa para derrotar al rey ilegítimo y liberar a su gente de la tiranía.
En la versión bíblica del relato,
sin embargo, hay un pequeño pero importante cambio en la trama. Es Moisés, el
victorioso, el que se va al desierto, y no el rey malvado. Este es el resultado
de las inevitables circunstancias históricas. De modo que, para hacer que la
historia se ajuste al mito egipcio, los escribas retratan a Egipto, diezmado
por las diez plagas, como el desierto, y muestran el viaje al desierto como la
verdadera victoria, porque el héroe guió a su pueblo al verdadero reino en la
Tierra Prometida.
En el ámbito político, la Biblia
muestra a Moisés como un miembro adoptado de la familia del faraón. Si ningún
otro hijo hubiese sido designado como sucesor del faraón, entonces Moisés
habría tenido un derecho legítimo para ocupar el trono como el siguiente
faraón. Esto habría sido verdad si no hubiese habido ningún otro heredero de
sangre para el trono.
Ese era el contexto histórico en el
cual Moisés efectivamente se enfrentó al faraón. El Éxodo ocurrió en algún
momento entre el remado de Horemheb y los tres siguientes faraones, Ramsés I,
Seti I, y Ramsés II. Ninguno de estos faraones descendía de estirpe regia, la
cual se acabó sólo cuatro años antes del remado de Horemheb. Estos gobernantes
posteriores eran figuras militares que tomaron el control durante el vacío
político.
Según el testimonio bíblico. Moisés
regresó a Egipto al morir un faraón. Ya que el faraón muerto sería uno de los
reyes sin sangre real, existía una cuestión legítima acerca de quién tenía el
derecho a la sucesión. Un
miembro de la casa real anterior,
como al parecer lo era Moisés, habría tenido un derecho superior para gobernar
Egipto que cualquiera de esos reyes «usurpadores».
Cuando Moisés aparece delante del
faraón, lo hace como posible pretendiente al trono. Esto lo identifica con
Horus el Niño, el legítimo rey, y explica por qué la Biblia contiene un relato
en el cual Moisés es escondido durante su infancia. En el contexto político,
Moisés es Horus el Niño.
Mito 74: La hija del faraón le dio a Moisés un nombre hebreo
El Mito: Cuando fue
grande se lo llevó a la hija del faraón y fue para ella como un hijo. Le dio el
nombre de Moisés, pues se dijo: «De las aguas te saqué» (Ex 2, 10).
La Realidad: El nombre
«Moisés» viene de la palabra egipcia msy,
que significa «ha nacido».
Cuando la
princesa egipcia adopta al niño que encuentra en la cesta, le pone el nombre de
Moisés porque «De las aguas te saqué». En hebreo, el nombre Moisés se pronuncia
mosheh. La explicación que ofrece la
Biblia para el origen de este nombre da por sentado que la princesa egipcia le
puso al niño un nombre hebreo derivado de la palabra hebrea mashah, que significa «sacar».
La explicación para el nombre de
Moisés plantea numerosos problemas. Primero, mosheh y mashah son
palabras distintas. Segundo, gramaticalmente, mashah significa «sacar», no «te saqué». Tercero, no tiene ningún
sentido que la princesa egipcia le ponga al niño un nombre hebreo porque el rey
había ordenado matar a todos los niños hebreos, y llamar la atención sobre los
orígenes hebreos del niño sería lo último que la princesa haría si tenía
intención de criarlo en el palacio real.
El nombre Moisés en realidad viene
de la palabra egipcia msy, que significa
«ha nacido», y que habitualmente se añade al nombre de un dios, como por
ejemplo Tutmés o Ramsés (es decir, Thoth o Ra ha nacido). Los griegos
transcribieron el elemento msy como
«mosis», y este se convirtió en Moisés. Ya que los nombres de los otros dioses
eran tabú entre los hebreos, la primera parte del nombre de Moisés fue
eliminada, dejando sólo el elemento msy.
Mito 75: Dios envió diez plagas contra Egipto
El Mito: Dijo el
Señor a Moisés: «Levántate temprano, preséntate al faraón y dile: Así habla el
Señor, el Dios de los hebreos. Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto,
porque esta vez voy a desencadenar todas mis plagas contra tí, contra tus
servidores y contra tu pueblo, para que sepas que no hay como Yo en toda la
tierra. Si Yo hubiera tendido mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo
con la peste, habríais desaparecido de la tierra; pero te he dejado con vida
para que por ti brille mi poder y mi nombre sea celebrado en toda la tierra...»
(Ex 9, 13-16).
La Realidad: Las plagas
que aparecen en la Biblia son acontecimientos ordinarios que se describen en
las típicas metáforas literarias egipcias.
Cuando
Moisés regresa a Egipto para enfrentarse al faraón, entre los dos libran una
batalla de voluntades. Una y otra vez, Moisés amenaza al faraón y el faraón no
le hace caso. Con cada rechazo, Moisés envía una terrible plaga sobre los
egipcios, y tras cada plaga, el faraón accede a las demandas de Moisés, siempre
y cuando éste retire el sufrimiento. Con el tiempo, el horror de las plagas aumenta,
hasta matar a cada primogénito de Egipto.
El tira y afloja entre Moisés y
faraón se corresponde a la contienda entre Horus y Set ante el tribunal de los
dioses. Set desafiaba a Horus a una contienda para resolver la disputa acerca
de quien sucedería a Osiris en el trono, y Set se comprometía a respetar el
resultado. Horus, mediante la magia y sus habilidades, siempre derrotaba a Set,
y tras cada derrota, Set incumplía su promesa de darle el trono.
Lo que nosotros leemos como una
serie de plagas en aumento sobre Egipto enviadas por Moisés, en realidad es un
testimonio exagerado de las aflicciones de la vida en la antigüedad. Podemos
apreciar que el autor de la Biblia se inspiró en las prácticas de los escribas
comunes en Egipto, a partir de la comparación entre el relato bíblico de diez
plagas y los acontecimientos que se exponen en un documento egipcio conocido
como «Admoniciones del sabio Ipuwer», también conocido como el «Papiro de
Ipuwer». Aunque el papiro en sí podría datar de la XIX dinastía, el estilo de
la escritura es propio del Imperio Medio, lo cual es una indicación de que el
texto fue copiado de un documento mucho inás antiguo.
Entre las plagas bíblicas desatadas
por Moisés estaban: 1) sangre en el Nilo; 2) sapos; 3) mosquitos; 4) sarpullidos
en la piel; 5) moscas; 6) destrucción del ganado; 7) truenos, granizo, y fuego
en los campos que destruyeron las cosechas; 8) langostas; 9) oscuridad; 10)
muerte de los primogénitos de Egipto. Tengan esto presente mientras comparamos
los incidentes mostrados en las «Admoniciones del Sabio Ipuwer» con los
acontecimientos de la Biblia.
El papiro habla de una era de gran
anarquía, posiblemente durante el Primer Periodo Intermedio (h, 2200-2040
a.C.). Algunos de los acontecimientos que se describen guardan un sorprendente
parecido con los efectos de las plagas desatadas por Moisés. Consideremos
estas comparaciones:
Biblia: Y toda el agua del río se volvió
sangre... los egipcios no podían beber el agua, y hubo en vez de ella sangre
en toda la tierra de Egipto (Ex 7, 20-21).
Papiro: En verdad el río es sangre, pero los hombres beben de él.
Los hombres [empequeñecidos] de los seres humanos y andan sedientos detrás del
agua.
Biblia: Y el fuego se precipitó sobre la
tierra (Ex 9, 23).
Papiro:
En verdad, las puertas, las columnas, y los muros se han quemado...
Contemplad, el fuego ha crecido, y arremete contra los enemigos
de la
tierra.
Biblia: [El granizo] machacó también todas
las hierbas del campo y destrozó todos los árboles del campo (Ex 9, 25).
Papiro: En verdad, los árboles han sido talados y las ramas
arrancadas.
Biblia: Y no quedó nada verde, ni en los
árboles, ni en las hierbas de los campos, en toda la tierra de Egipto (Ex 10,
15).
Papiro: No se encuentra ni fruta ni hierbas... en todas partes ha
perecido la cebada.
Biblia: Y hubo densísimas tinieblas en todo Egipto durante tres días
(Ex 10,22).
Papiro: [La tierra] no está iluminada a causa de ello.
Biblia: Pereció todo el ganado de los
egipcios (Ex 9, 6).
Papiro:
En verdad, de todos los animales, lloran sus corazones; el ganado se lamenta
al ver cómo ha quedado la tierra.
Biblia: Y morirá todo primogénito de la
tierra de Egipto... (Ex 11,5). Papiro:
En verdad quedan pocos hombres, y en todas partes está aquel que entierra a su
hermano bajo tierra... En verdad los corazones son violentos, la peste se
extiende por toda la tierra, la sangre está en todas partes, no falta la
muerte, y el sudario habla incluso antes de que uno se le acerque.
Al
leer ambas series de pasajes, uno al lado del otro, uno podría concluir que
Egipto, durante el Primer Periodo Intermedio, no se diferenciaba mucho de
Egipto durante las diez plagas de Moisés. Desde un punto de vista literario, la
Biblia y las «Admoniciones» describen cada una a Egipto bajo circunstancias
similares, pero en épocas distintas. Si alguien creía que el dios hebreo era el
causante de aquellos malos tiempos, ese alguien estaría dispuesto a darle el
crédito a él. Pero no había nada milagroso en cuanto a las condiciones que se
describen, ni tampoco tenemos evidencias en los registros egipcios de que los
primogénitos de las familias egipcias murieran todos en una sola noche. Un
acontecimiento de este tipo no habría pasado desapercibido.
Mito 76: El ejército del faraón se ahogó en el mar
Rojo
El Mito: Moisés
tendió su mano sobre el mar, e hizo soplar el Señor sobre el mar toda la noche
un fortísimo viento solano, e hizo del mar tierra seca, y se dividieron las
aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, a pie enjuto, formando
para ellos las aguas una muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se
pusieron a perseguirlos, y todos los caballos del faraón, sus carros y sus
caballeros entraron en el mar en seguimiento suyo. A la vigilia matutina miró
el Señor desde la nube de fuego y humo a la hueste egipcia y la perturbó. Hizo
que las ruedas de los carros se enredasen unas con otras, de modo que sólo muy
penosamente avanzaban. Los egipcios dijeron entonces: «Huyamos ante Israel,
que el Señor combate por él contra los egipcios». Pero el Señor dijo a Moisés:
«Tiende tu mano sobre el mar, y las aguas se reunirán sobre los egipcios, sus
carros y sus jinetes». Moisés tendió su mano sobre el mar, y al despuntar el
día, el mar recobró su estado ordinario, y los egipcios en fuga dieron en él, y
arrojó el Señor a los egipcios en medio del mar. Las aguas, al reunirse,
cubrieron carros, jinetes, y todo el ejército del faraón, que habían entrado en
el mar en seguimiento de Israel. Pero los hijos de Israel pasaron a pie enjuto
por en medio del mar, formando para ello las aguas a derecha e izquierda. Aquel
día libró el Señor a Israel de los egipcios, cuyos cadáveres vio Israel en las
playas del mar (Ex 14, 21-30):
La Realidad: El
ahogamiento era una descripción metafórica para la derrota de un enemigo en
batalla, tal y como se utiliza en otros escritos egipcios.
Cuando
Israel abandonó Egipto, el faraón cambió de idea y persiguió a los israelitas,
movilizando su flota de carros entera. Alcanzaron a los israelitas que
acampaban a orillas del mar Rojo y creyeron que los habían atrapado. Pero Dios
separó las aguas del mar Rojo para que los israelitas pudieran cruzarlo. Cuando
los egipcios entraron tras ellos, las aguas se juntaron, cubriendo los carros
del faraón y a los más de seiscientos soldados. Para muchos, la imagen
determinante del ejército del faraón ahogándose procede de la producción Los Diez Mandamientos de Cecil B. de
Mille, que utilizó gelatina de cereza para simular la separación y la reunión
del mar Rojo.
El mar Rojo es la esquina noroeste
del océano Índico que separa África de la península Arábiga. No es improbable
que los israelitas cruzaran Egipto hasta Arabia por esta ruta, pero ¿es aquí
donde realmente tuvo lugar el cruce? La principal dificultad está en que las
palabras hebreas traducidas como «mar Rojo», yarn suf, en realidad significan «mar de luncos», una descripción
que no concuerda con el emplazamiento físico del mar Rojo.
Así pues, ¿dónde está el mar de
Juncos? Si la descripción pertenecía a una ubicación real, la zona más probable
sería en el delta del Nilo, que tiene numerosos pantanos de juncos, pero no
existe ninguna zona pantanosa en particular que se llame mar de Juncos. Los
egipcios, sin embargo, sí conocían un mar de Juncos mitológico donde los
enemigos de Ra, la divinidad principal, fueron destruidos y cubiertos por una
inundación de aguas rojas.
Este mar aparece descrito en el Libro de la Vaca Sagrada, en un relato
sobre una época en que la humanidad se había rebelado contra Ra. Enfurecido por
la apostasía, Ra envió a Hathor, diosa del cielo, a que aniquilara a los
humanos rebeldes, lo cual hizo con gran satisfacción. Su alegría ante la
devastación hizo reflexionar a Ra sobre sus objetivos, y decidió cancelar su
venganza. Para distraer a Hathor, dispuso que una mezcla de ocre rojo y cerveza
de cebada cubriera los campos donde Hathor iba a proseguir con las últimas
acciones de destrucción. La cerveza hizo su función y Hathor cayó en un
estupor de embriaguez.
Tras una pausa en el texto, Ra
declara: «¡Qué tranquilidad hay en este campo!» Entonces, el dios planta
vegetación en ese lugar y lo llama campo de Juncos. Sin embargo, la palabra
traducida como «campo», sekbet,
normalmente hace referencia a lugares pantanosos donde viven peces y pájaros.
Así, éste mito habla de un pantano
de Juncos, o el equivalente a un mar de Juncos, donde los enemigos de Ra yacían
muertos y los campos se inundaron de un líquido rojo. Esto podría llevar
fácilmente a la confusión entre un mar de Juncos y un mar Rojo.
El ahogo del ejército del faraón se
inspira principalmente en este relato. La ubicación es la misma, un mar de
Juncos, y el ejército del faraón adopta el papel de los humanos que fueron
destruidos por rebelarse contra el dominio supremo de Ra, donde el Señor
reemplaza a Ra como la divinidad principal.
Lo que falta en el relato egipcio
es la separación de las aguas, una escena bíblica que probablemente sea una
añadidura posterior. En Éxodo 15, en lo que se considera el poema origina] más
antiguo de la Biblia (posiblemente de los siglos xii a x a.C.), y que sigue
inmediatamente después del relato del ahogo del ejército del faraón, aparece la
Canción de Moisés, una recapitulación de la derrota del faraón. En él no existe
ninguna mención de la separación de las aguas, sólo que los soldados se ahogan.
Resulta especialmente interesante el siguiente pasaje del poema: «En la
plenitud de tu poderío derribaste a tus adversarios; diste rienda suelta a tu
furor, y los devoró como paja» (Ex 15, 7).
Observen el tema básico del Libro de la Vaca Sagrada. El poema
bíblico muestra al ejército del faraón rebelándose contra Dios, una imagen ligeramente
distinta de la que se suele presentar en el resto del Éxodo, y Dios envía todo
su furor para destruirlos. En el Libro de
la Vaca Sagrada, tenemos una rebelión y Ra envía su furia en la forma de
Hathor. Mientras que la Biblia necesariamente elimina la figura de Hathor,
aparece una sustituía para ella en el relato.
El
ángel de Dios, que marchaba delante de las huestes de Israel, se puso detrás de
ellas; la columna de nube que iba delante de ellos también se puso detrás,
entre el campo de los egipcios y el de Israel, y se hizo tenebrosa y sombría
toda la noche, y las dos huestes no se acercaron una a otra durante toda la
noche (Ex 14, 19-20).
El ángel
substituye a Hathor como el agente de Dios, e incluso mantiene algunas de las
características de Hathor, como el lugar donde brilla el sol.
Además del mito de la Vaca Sagrada,
los egipcios también utilizan el tema del ahogo en ocasiones para describir
metafóricamente la derrota de un enemigo. Ramsés II, por ejemplo, al describir
una batalla contra los hititas. declara que él solo ahogó al enemigo en el río
Orontes, a pesar de que:
...entró en ¡a multitud de los
derrotados de Khatti (los hititas) estando él solo. Y Su Majestad miró a su
alrededor y encontró que lo rodeaban 2 500 pares de caballos con todos los
campeones de los derrotados de Khatti y de las muchas tierras que los
acompañaban. (Gardiner, Egypt of the Pharaohs, 263)
De hecho,
Ramsés perdió la batalla y lo único que lo salvó fue la oportuna llegada de la
brigada de rescate. No obstante, los israelitas sólo se enfrentaron a
seiscientos soldados egipcios, mientras que Ramsés luchó contra casi cuatro
veces ese número y además decía haberlos ahogado a todos. En el relato de
Moisés, los escribas hebreos sencillamente siguieron las tradiciones literarias
egipcias al decir que Dios ahogó a las fuerzas enemigas.
Mito 77: Aarón moldeó un becerro de oro
El Mito: El pueblo,
viendo que Moisés tardaba en bajar de la montaña, se reunió en torno a Aarón y
le dijo: «Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros. Porque ese Moisés,
ese hombre que nos ha sacado de Egipto, no sabemos qué ha sido de él». Aarón
les dijo: «Arrancad los pendientes de oro que tengan en las orejas vuestras
mujeres, vuestros hijos y vuestras hijas, y traédmelos». Todos se quitaron los
pendientes de oro que llevaban en las orejas y se los trajeron a Aarón. Él los
recibió de sus manos, hizo un molde y en él un becerro fundido, y ellos le
dijeron: «Israel, ahí tienes a tus dioses [versión del rey Jacobo], los que te
han sacado de la tierra de Egipto». Al ver esto Aarón, alzó un altar ante la
imagen y clamó:
«Mañana habrá fiesta en honor del
Señor» (Ex 32, 1-5).
La Realidad: El relato
del becerro de oro fue inventado tras la ruptura entre Judá e Israel para
desacreditar el sacerdocio aaronita en Israel.
Mientras
Moisés se hallaba en la montaña, el pueblo de Israel estaba preocupado y le
pidió a Aarón, hermano de Moisés, que hiciera dioses para ellos. Esto violaba
dos de los Diez Mandamientos, la prohibición de adorar a cualquier dios que no
fuera el Señor y la prohibición contra los iconos. Debido a inconsistencias
textuales, no queda claro si los israelitas sabían que dicho comportamiento era
pecaminoso. No obstante, Aarón les moldeó un becerro de oro, y cuando Moisés
bajó de la montaña con las dos tablillas grabadas que contenían la ley y vio el
ídolo, rompió las tablillas enfurecido.
Lo que resulta especialmente
enigmático de este relato es que cuando Aarón termina de moldear la figura,
dice lo siguiente sobre el ídolo:
«Israel, ahí tienes a tus dioses,
los que te han sacado de la tierra de Egipto». Sólo hizo una figura, ¿por qué
utiliza el término plural «dioses» para describir a está creación única?
La respuesta está en la política de
la ruptura entre Judá e Israel. Cuando leroboam separó a Israel de Judá,
necesitaba desarrollar un serie alternativa de símbolos religiosos para
desafiar la teología de los sacerdotes judaítas del templo de Salomón, el cual
se había convertido en el símbolo central del reino unido,
Jeroboam temía que cuando llegaran
los días de culto importantes, que requerían que los israelitas acudieran al
templo de Jerusalén, perdería la lealtad de éstos.
Si este pueblo sube a Jerusalén
para hacer sus sacrificios en la casa del Señor, el corazón del pueblo se
volverá a su señor, Roboam, rey de Judá, y me matarán a mí (I Re 12, 27),
De manera que
instauró centros de culto rivales, uno en la frontera sur de Israel, en Betel,
y otro en la frontera norte de Israel, en Dan.
Después de pensarlo, hizo el rey dos becerros de oro y dijo al pueblo:
«Bastante
tiempo habéis subido a Jerusalén; ahí tienes a tus dioses, Israel, los que te
sacaron de la tierra de Egipto». Hizo poner uno de los becerros en Betel y el
otro en Dan (1 Re 12, 28-29).
Fíjense que
las palabras utilizadas son: «ahí tienes a tus dioses, Israel, los que te
sacaron de la tierra de Egipto». Estas son las mismas palabras que
anteriormente se le atribuyen a Aarón, pero en este caso el uso del plural es
correcto porque se trata de dos becerros.
Israel y Judá estaban enfrentados
en un conflicto teológico y político. Los dos becerros de oro servían como
trono para Dios y su objetivo era competir con el trono de Dios en Judá, el
Arca de la Alianza que se guardaba en el templo de Jerusalén, coronada por dos
querubines.
El trono judaíta era un cofre de
medidas modestas con dos figuras de oro que servían de escabel. Al estar
ubicado en el templo, pocos tenían acceso a él. El trono israelita estaba
montado a horcajadas sobre el reino entero, abarcando a todos los que
estuvieran dentro de las fronteras de Israel, pero intencionadamente excluyendo
el territorio de Judá.
Los judaítas no podían dejar pasar
sin protestar semejante rechazo, de modo que se inventaron un relato en el cual
Aarón pecaba contra Dios al crear un becerro de oro. Tomaron las palabras de
Jeroboam sobre el becerro de oro y las pusieron en boca de Aarón, pero se
olvidaron de editar la forma plural y cambiarla al singular.
Esto, naturalmente, creaba un
problema adicional. La asociación de Aarón con un pecado contra Dios minaba la
autoridad de los aaronitas. Entre los numerosos cismas sacerdotales en el
antiguo Israel había una que desafiaba a los aaronitas; una rama del árbol
levita que decía ser la clase sacerdotal principal, contra todas las demás
ramas de Leví que ocupaban puestos menores en el orden jerárquico sacerdotal.
Tras el descubrimiento del pecado
de Aarón, Moisés grita: «¡A mí los del Señor!», y los hijos de Leví se acercan
y matan a tres mil de los pecadores israelitas. En reconocimiento por sus
actos, Moisés declara: «Hoy os habéis consagrado al Señor, cada uno contra su
hijo y contra su hermano: por ello recibiréis hoy bendición» (Ex 32, 29).
Esta declaración otorgaba a todos
los levitas la misma autoridad, y demuestra que el incidente del becerro de oro
se debió originar con miembros no aaronitas de la facción levita que estaba
establecida en Jerusalén. Intentaban rebajar la autoridad religiosa del ala aaronita
y a la vez aumentar su propio prestigio.
Mito 78: Moisés le dio a Israel los Diez
Mandamientos
El Míío;Y habló Dios todas estas palabras
diciendo: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado de la tierra de Egipto,
de la casa de la servidumbre.
No tendrás otro Dios que a mí. No
te harás esculturas ni imagen alguna de los que hay en lo alto de los cielos,
ni de lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de
la tierra. No te postrarás ante ellas, y no las servirás, porque yo soy el
Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castiga en los hijos las iniquidades de los
padres hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y hago
misericordia hasta mil generaciones de los que me aman y guardan mis
mandamientos.
No tomarás en falso el nombre del
Señor, tu Dios, porque no dejará el Señor sin castigo al que tome su nombre en
falso.
Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo día es
día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios, y no harás en él trabajo alguno,
ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que
esté dentro de tus puertas, pues en seis días hizo el Señor los cielos y la
tierra, el mar y cuanto en ellos se contiene, y el séptimo descansó; por eso
bendijo el Señor el día del sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para
que vivas largos años en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.
No matarás.
No adulterarás.
No robarás.
No testificarás contra tu prójimo
falso testimonio.
No desearás la casa de tu prójimo,
ni la mujer de tu prójimo, ni susiervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno,
ni nada de cuanto le pertenece». (Ex 20, 1-17).
La Realidad: La Biblia
contiene numerosos testimonios contradictorios acerca de qué leyes fueron dadas
a los israelitas, cuantas de ellas recibieron, y dónde y cómo las recibieron.
La versión tradicional de los Diez Mandamientos que aparece aquí es una
invención tardía, no anterior al siglo vil a.C.
La visión
tradicional de cómo Israel recibió los Diez Mandamientos es más o menos la
siguiente. Dios anuncia verbalmente los Diez Mandamientos al pueblo de Israel y
posteriormente son escritos sobre unas tablas de piedra. Moisés recibe las
tablas en el monte Sinaí y las baja a su pueblo. Cuando regresa junto a los
israelitas, ve el becerro de oro moldeado por Aarón, se enfurece, y rompe las
tablas. Regresa al monte y obtiene un nuevo juego de tablas. Las entrega al
pueblo, colocándolas en el Arca de la Alianza para salvaguardarlas. Desde
entonces, los Diez Mandamientos sirven como un vínculo sagrado entre los
israelitas y el dios hebreo.
Por desgracia, este cuadro está
compuesto por numerosos hilos que contienen declaraciones inconsistentes y
guiones alternativos. La Biblia integra al menos cuatro códigos de leyes
distintos dentro del relato de los Diez Mandamientos, dos de los cuales
contienen versiones similares de los Diez Mandamientos tradicionales, otro
contiene una versión radicalmente distinta de los Diez Mandamientos, y el
último contiene más de cuarenta mandamientos, incorporando variaciones de las
leyes enumeradas en los otros tres documentos.
La palabra hebrea o griega
traducida como «mandamiento» en realidad significa «palabra». De modo que, a
pesar del contenido algo verboso de los Diez Mandamientos, originariamente,
sólo debió haber «diez palabras» escritas en tablas de piedra.
La Biblia también discrepa sobre
cuándo y dónde los israelitas recibieron las tablas de piedra. En el libro del
Éxodo, Moisés lleva las tablas a Israel durante los primeros meses del Éxodo
mientras acampan al lado del Monte Sinaí. En el Deuteronomio, Moisés les
entrega las tablas cuarenta años más tarde, en las cercanías del monte Horeb a
la entrada de la Tierra Prometida.
El relato bíblico de los Diez
Mandamientos comienza con un despliegue de humo, truenos y rayos mientras Dios
les ofrece una alianza a los israelitas. Seguid mis normas, dice, y yo os daré
una tierra en Canaán y expulsaré a los actuales habitantes. Entonces anuncia
una serie de diez mandamientos, el contenido de los cuales aparece en Éxodo
20,1-17. Esto constituye la versión tradicional de los Diez Mandamientos.
El Deuteronomio ofrece una
recapitulación de la misma escena. En 5, 6-21 se plantea una segunda versión de
los mandamientos anunciados por Dios. Las dos series de mandamientos son casi
idénticas a excepción de dos diferencias importantes.
Respecto a guardar el sábado, el
Deuteronomio dice que el objetivo de los mandamientos es recordarle a Israel
que Dios liberó a los hebreos de la esclavitud en Egipto. La versión del Éxodo
dice que el propósito del sábado es recordar a Israel que Dios descansó el
séptimo día de la Creación.
Otra distinción entre el Éxodo y el
Deuteronomio aparece en el último mandamiento sobre desear la propiedad del prójimo.
La versión del Éxodo dice:
No desearás
la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su siervo,
ni su buey, ni su asno, ni nada de cuanto le pertenece (Ex 20, 1-17).
La versión de Deuteronomio dice:
No desearás
la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, ni su campo, ni su siervo, ni su
siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de cuanto a tu prójimo le pertenece (Dt
5, 21).
En la
primera versión, la mujer del prójimo se considera como parte de la propiedad
de la casa del varón. En la segunda versión, la mujer está separada de la
propiedad de la casa.
A pesar del lenguaje casi idéntico
a lo largo de los dos textos, estas dos versiones muestran un desacuerdo acerca
de lo que originariamente se debió inscribir en las piedras y que fue
preservado para que todos lo vieran y escucharan. De ahora en adelante,
utilizaré el término «tradicional» al referirme a cualquiera de estos dos
textos. Cuando uno se refiere a los Diez Mandamientos, se está refiriendo a una
de estas dos versiones.
Cuando Dios termina de anunciar los
términos de la alianza, el pueblo tiene miedo y le pide a Moisés que hable con
Dios él sólo, dejándolos a ellos al margen por aquello de «no vayamos a morir».
Entonces Moisés sube a la montaña para hablar con Dios y mantienen una extensa
conversación durante la cual Dios emite una lista de más de cuarenta
mandamientos, y tal vez hasta más de sesenta, dependiendo de cómo se puntúan y
dividen las frases (la lista entera aparece en Éxodo 21, 1-23;26). La lista
contiene el siguiente preámbulo: «He aquí las leyes que les darás» (Ex 21, 1).
Aunque no necesitamos estudiar el
contenido entero de estas «leyes», debemos observar que aparecen variaciones de
todos los Diez Mandamientos tradicionales dentro de este listado más extenso,
pero que la esencia del texto y la secuencia en la que aparecen varían
considerablemente de la versión tradicional. De ahora en adelante me referiré
a esta segunda recopilación de mandamientos como las Leyes.
Al final de la larga conversación
entre Moisés y Dios:
Vino, pues,
Moisés y transmitió al pueblo todas las palabras del Señor y sus leyes, y el
pueblo a una voz respondió: «Todo cuanto ha dicho el Señor lo cumpliremos».
Escribió Moisés todas las palabras del Señor... (Ex 24, 3-4).
Hemos
llegado ya a la primera declaración por escrito de la ley de Dios y no está
sobre tablas de piedra. El pasaje dice que primero Moisés le dijo al pueblo
«todas las palabras del Señor y sus leyes». Entonces, el pueblo dijo que
acataría todas las «palabras» y Moisés «escribió todas las palabras del Señor».
Mientras que Moisés primero anuncia «palabras» y «leyes», el pueblo sólo acepta
las «palabras», y Moisés escribe sólo las «palabras». ¿Qué pasa con las Leyes?
¿Quieren decir lo mismo «palabras»
y «leyes», o «palabras» se refiere a lo que Dios anunció a la multitud y
«leyes» se refiere a la larga lista de mandamientos emitidos en el monte?
Puesto que el pueblo ya había escuchado el anuncio de Dios y se había
asustado, no parece necesario tener que repetirlo, especialmente si la esencia
ya quedaba recogida en la lista más larga. ¿Escribió Moisés sólo las «palabras»
anunciadas» por Dios a la multitud, o sólo las «leyes» que escuchó Moisés, o
ambas cosas combinadas? ¿Eran «palabras» y «leyes» conceptos intercambiables?
En el contexto, la acción de Moisés
sigue inmediatamente después de la conversación privada en el monte, y uno se
espera que lo que Moisés escribió contenga la esencia de esa conversación.
Pero, lo que tenemos aquí es un ejemplo del complicado proceso editorial de la
Biblia, que refleja la interacción de dos o más tradiciones distintas.
Dios anuncia los mandamientos en
Éxodo 20, y al final de ese capítulo, el Señor da instrucciones para que se
construya un altar. En el último versículo del capítulo dice: «No subirás por
gradas a mi altar, para que no se descubra tu desnudez». El documento de la
fuente original que contiene estos versículos se reanuda en Éxodo 24, 1, donde
continua la discusión con una directiva a Moisés: «Sube al Señor tú, Aarón,
Nadab y Abiú, con setenta de los ancianos de IsraeL y adoraréis desde lejos».
Sin embargo, las Leyes, una
tradición alternativa a los mandamientos de Dios, también circulaban, y un
redactor insertó la lista de Leyes comenzando en Éxodo 21, 1, lo cual
interrumpió el ritmo del relato de origen sobre la anunciación de los Diez
Mandamientos tradicionales por parte de Dios. La inserción de ésta lista dio
lugar a una confusión sobre si la narración se refería a las «palabras» del
anuncio o a las «leyes» del texto insertado.
Tras escribir la serie de
mandamientos (los que fueran), Moisés identificó los escritos como el «Libro
de la Alianza» y se lo leyó al pueblo (Ex 24, 7). ¿Era realmente necesario que
volviera a leer lo que Dios le acababa de decir al pueblo, o tuvo que leérselo
porque contenía la colección más extensa de Leyes que sólo él había escuchado?
Tras una aceptación ceremonial de
la alianza, Dios vuelve a invitar a Moisés a que suba al monte.
Dijo el Señor a Moisés: «Sube a mí hacia el monte y
estáte allí. Te daré unas tablas de piedra, la ley y los mandamientos que he
escrito para su instrucción» (Ex 24, 12).
En este
pasaje tenemos la primera referencia a las tablas de piedra. Dice que ya han
sido escritas y sugiere —pero no lo afirma exactamente— que contienen tanto una
«ley» como unos «mandamientos», como una indicación de que podrían contener
algo más, o distinto, que los Diez Mandamientos tradicionales.
Moisés vuelve a subir al monte,
pero en vez de recibir las tablas, mantiene otra extensa conversación con
Dios, esta vez acerca del diseño de un santuario y un arca, el contenido del
santuario, los vestidos de los sacerdotes y temas relacionados (Ex 24, 16. 31,
17). Entre las instrucciones se incluye una directiva de que quien violara el
descanso del sábado sería ejecutado. Tras esta extensa serie de instrucciones
sobre cómo adorar correctamente al Señor, Dios por fin le entrega las tablas.
Cuando hubo
acabado el Señor de hablar a Moisés en la montaña del Sinaí, le dio las dos
tablas del testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios (Ex 31,
18).
Moisés ha
recibido por primera vez dos tablas de piedra, y se llaman las «tablas del
testimonio», no «tablas de los mandamientos» o «Diez Mandamientos». ¿Qué son
las tablas del testimonio? ¿Contienen algo que no esté en el Libro de la
Alianza escrito anteriormente? Se deduce que éstas debían ser las tablas de
piedra que Dios le ofreció a Moisés en el monte y que ya habían sido escritas e
incluían tanto «la ley como los mandamientos».
Mientras Moisés se comunica con
Dios en el monte, abajo, Aarón moldea un becerro de oro. Cuando Moisés regresa
y descubre lo que su hermano ha hecho, violando dos de los nuevos mandamientos
que se habían anunciado anteriormente al pueblo, enfurecido, rompe las tablas.
Siguen una serie de reacciones al pecado de Israel, y luego en Éxodo 34, Dios
le dice a Moisés: «Haz dos tablas de piedra como las primeras y escribiré en
ellas lo que tenían las primeras que rompiste».
Moisés prepara las nuevas tablas y
regresa ante el Señor. En esta segunda conversación, Dios renueva el
llamamiento para una alianza y dice que si Israel sigue las normas, Dios
entregará Cañan a su pueblo y expulsará a sus enemigos. Esta era esencialmente
la misma alianza que se había hecho anteriormente. La repetición de la alianza
es necesaria porque forma parte del acuerdo para seguir los mandamientos y
había que incluirla en la versión escrita. También significa que las palabras
que siguen son los mandamientos que acompañan a la alianza.
Dios acompañó la renovación de la
alianza con otra serie de mandamientos, pero eran muy diferentes, tal y como
veremos. Antes, examinemos la directiva final.
El
Señor dijo a Moisés: «Escribe estas palabras, según las cuales hago alianza
contigo y con Israel». Estuvo Moisés allí cuarenta días y cuarenta noches, sin
comer y sin beber, y escribió el Señor en las tablas los diez mandamientos de
la Ley (Ex 34, 27-28).
Por
primera vez, la Biblia hace referencia explícita a los Diez Mandamientos, y
dice que Moisés los escribió sobre unas tablas de piedra. Al principio de este
pasaje, dice que las tablas contendrán las mismas palabras que fueron escritas
en las tablas rotas. Entonces sigue la nueva serie de mandamientos y una frase
final que dice que ésos son los Diez Mandamientos.
¿Qué dicen? (Los números delante de
cada párrafo son para facilitar la separación de los mandamientos; no aparecen
en la Biblia. La parte esencial de cada mandamiento aparece en negrita).
1. Guárdate de pactar con los
habitantes de la tierra contra la cual vas, pues sería para vosotros la ruina.
Derribad sus altares, romped sus imágenes y destrozad sus arboledas. No adores otro Dios que a mí, porque
el Señor se llama celoso, es un Dios celoso.
2. No pactes con los habitantes de
esa tierra, no sea que al prostituirse ellos ante sus dioses, ofreciéndoles
sacrificios, te inviten, y comas de sus sacrificios, y tomes a sus hijas para
tus hijos, y sus hijas, al prostituirse ante sus dioses, arrastren a tus hijos
a prostituirse también ellos ante sus dioses. No te harás dioses de metal fundido.
3. Guardarás la fiesta de los ácimos; durante siete días comerás
pan ácimo, como te lo he mandado, en el tiempo señalado, en el mes de Abib,
pues en este mes saliste de Egipto.
4. Todo primogénito es mío. Y todo
primogénito macho de los bueyes y de las ovejas, mío es. El primogénito del
asno lo redimirás con una oveja, y si no lo redimes a precio, lo desnucarás. Redimirás al primogénito de tus hijos,
y no te presentarás ante mí con las manos vacías.
5. Seis días trabajarás; el séptimo descansarás; no ararás en
él ni recolectarás.
6. Celebrarás la fiesta de las semanas, la de las primicias de la
recolección del trigo y la solemnidad de la recolección al fin del año.
7. Tres veces al año se prosternarán ante el Señor, el Señor, Dios de
Israel, todos los varones, pues yo arrojaré ante ti a las gentes y dilataré tus
fronteras, y nadie insidiará tu tierra mientras subas para presentarte ante el
Señor, tu Dios, tres veces al año.
8. No asociarás a pan fermentado la sangre de la víctima, y el
sacrificio de la fiesta de la Pascua no lo guardarás durante la noche hasta el
siguiente día.
9. Llevarás a casa del Señor, tu Dios, las primicias de los frutos de tu
suelo.
10. No cocerás un cabrito en la leche de su madre.
Éstos son,
al menos según la Biblia (Ex 34, 12-26), los verdaderos Diez Mandamientos, y
difieren radicalmente de los mandamientos que se anuncian verbalmente en Éxodo
20 y Deuteronomio 5. De ahora en adelante, me referiré a esta nueva serie de
mandamientos como los Diez Mandamientos rituales. El texto dice que éstos son
los que aparecían en las primeras tablas de piedra. Las Leyes incluyen toda la
esencia de los Diez Mandamientos rituales pero, al igual que ocurre con los
Diez Mandamientos tradicionales, utilizan un lenguaje muy distinto y tienen una
secuencia diferente.
Sólo tres de los Mandamientos
rituales muestran alguna similitud con los Mandamientos tradicionales. Aunque
ambos prohiben la adoración de otros dioses, en la versión ritual, a los
israelitas se les ordena específicamente que destruyan los iconos religiosos
de los otros pueblos. Ambos prohiben la fabricación de iconos, pero la versión
ritual es menos restrictiva en cuanto a los tipos de imágenes que están
prohibidas. Y por último, ambas versiones exigen la obediencia del sábado, pero
la versión ritual la extiende también a otras celebraciones.
A diferencia de las dos versiones
tradicionales de los Diez Mandamientos, cada una de las cuales ofrece una
explicación diferente para el sábado, los Diez Mandamientos rituales no ofrecen
ninguna explicación. Sin embargo, en las Leyes aparece una explicación muy
distinta.
Seis días trabajarás, y descansarás al séptimo, para
que descansen también tu buey y tu asno, y se recobre el hijo de tu esclava y
el extranjero (Ex 23, 12).
Esta visión
reconoce que el ganado y los sirvientes trabajados en exceso no serán todo lo
productivos que podrían ser, y si no son productivos el Señor no recibirá lo
que se merece. Éste parece ser el origen más lógico y probable de la ley del
sábado.
El punto de contacto común entre
las versiones rituales y tradicionales de los Diez Mandamientos tiene que ver
con las normas de comportamiento hacia Dios. Difieren en que la versión
tradicional prohibe el comportamiento injusto hacia los demás, mientras que la
versión ritual se centra exclusivamente en los principios religiosos de la
adoración de Dios.
El punto de vista que se expresa en
los Diez Mandamientos rituales cobra más sentido como la base de una alianza
religiosa que los Diez Mandamientos tradicionales. Las restricciones sobre el
comportamiento inmoral hacia los demás eran comunes y difusas en la sociedad
antigua.
Todo el mundo en general reconocía
que matar, robar, y mentir estaba mal. ¿Qué necesidad tenía Dios de imponer
esas condiciones como la base de una alianza especial? Tal y como muestran
todas las versiones, Dios era un ser celoso, y cualquier alianza que pudiera
realizar estaría basada en cómo la gente lo trataba a él, y no en cómo se
trataban los demás entre ellos.
La instrucción en los Diez
Mandamientos rituales: «Derribad sus altares, romped sus imágenes y destrozad
sus arboledas» demuestra una fuerte actitud militar por parte de sus
defensores. Su colocación en el contexto del relato del becerro de oro ofrece
una buena pista acerca de qué facción escribió el texto.
Vimos que el relato del becerro de
oro era un mito creado por una facción levita que se oponía a la autoridad
especial de los aaronitas y a la división del reino del norte de Judá. En ese
relato, los levitas (de todas las ramas) mataron a mas de tres mil violadores
de los mandamientos de Dios. El atributo militarista de los levitas
sacerdotales sugiere que el mismo grupo levita que se inventó el relato del
becerro de oro produjo los Diez Mandamientos rituales de naturaleza religiosa
militar. Esto data el origen de los Diez Mandamientos rituales después de la
ruptura de la monarquía.
Puesto que el relato del becerro de
oro era ficticio, la destrucción de las tablas como reacción también lo era.
Antes de la invención de los Diez Mandamientos rituales, habrían existido una
serie de leyes anteriores entregadas en piedra, pero debieron perderse. Los
levitas inventaron un relato sobre un nuevo juego de tablas de piedra para
substituir su serie de rituales para la colección rival. Tras esta referencia
directa a los Diez Mandamientos rituales como «Los Diez Mandamientos», la
expresión «Diez Mandamientos» sólo aparece dos veces más en la Biblia, ambas en
el Deuteronomio. En 4, 13 se dice que los Diez Mandamientos fueron escritos sobre
dos tablas de piedra, pero no especifica su contenido. La mención ocurre antes
de la lista de la versión del Deuteronomio de los Diez Mandamientos
Tradicionales. En 10, 3-4 dice:
Hice, pues, un
arca de madera de acacia, y habiendo cortado dos tablas de piedra como las
primeras, subí con ellas a la montaña. Él escribió sobre estas tablas lo que
estaba escrito en las primeras, los diez mandamientos que el Señor os había
dicho en la montaña de en medio del fuego, el día de la congregación, y me las
dió.
Este pasaje
se refiere específicamente al segundo juego de tablas que contienen los Diez
Mandamientos, aunque dice que fue Dios quien los escribió, en vez de Moisés. Ya
que el texto del Deuteronomio también introduce estas tablas después del
incidente con el becerro de oro, debió escribirse después de la invención de
los Diez Mandamientos rituales ofrecidos para reemplazarlos.
En Deuteronomio 5, 22, sin embargo,
que sigue inmediatamente después de la lista de Diez Mandamientos
tradicionales, se dice:
Estas son las
palabras que el Señor dirigió a toda vuestra comunidad desde la montaña, en
medio de fuego, de nube y de tinieblas, con fuerte voz, y no añadió más. Las
escribió sobre dos tablas de piedra que él me dio.
La frase «y
no añadió más» muestra una clara preocupación ya que en algún momento surgió la
tradición de que había más de Diez Mandamientos. En el Éxodo, cuando Moisés es
invitado a subir para recibir las tablas escritas, éstas contienen las «leyes
y los mandamientos». Está claro que el autor del Deuteronomio reconocía una
tradición alternativa de una serie mayor de mandamientos, distinta a los diez
tradicionales. Ésta podría haber sido la lista de Leyes que contenía tanto los
Diez Mandamientos tradicionales como los Diez Mandamientos rituales. Por otra
parte, el autor podría haber estado preocupado de que la gente pensara que los
Diez Mandamientos rituales eran parte de los Diez Mandamientos tradicionales y
quería asegurarse de que sólo la versión del autor sería aceptada.
Es evidente
que los Diez Mandamientos tradicionales, tanto en el Éxodo como en el
Deuteronomio son de origen tardío, lo cual se deduce del testimonio bíblico de
cómo el rey losías, que reinó entre el 639 y el 609 a.C., descubrió la «Ley de
Moisés».
La Biblia
dice que antes de la administración de Josías, no sólo había desaparecido del
reino una copia escrita de la Ley, sino que además, nadie parecía saber ni lo
que era ni si se estaba cumpliendo. Según 2 Reyes 22, 8-13, el sumo sacerdote
del templo, Helcías, encontró el texto en algún lugar del templo y se lo
entregó a un escriba llamado Safan. El escriba, por su parte, se lo llevó al
rey Josías y lo leyeron juntos. Para su sorpresa, encontraron que estaban
violando las leyes entregadas por Moisés, y Josías se preocupó tanto que rasgó
sus ropas, temiendo que Dios se enfadara con Judá.
Si no llega
a ser por la buena suerte de haber encontrado un ejemplar de la Ley tirado en
algún lugar del templo, perdido durante siglos, los hebreos habrían continuado
viviendo en pecado. Basándose en este manuscrito recién encontrado, Josías puso
en marcha una serie de reformas religiosas con la intención de restablecer la
Ley de Moisés. Sus sacerdotes y escribas probablemente escribieron el
Deuteronomio.
Uno se
pregunta cómo una cosa tan sencilla como un puñado de mandamientos que forman
una alianza sagrada entre Dios y la nación pueden haber caído tan fácilmente en
el olvido y perderse, sobre todo si fueron escritos sobre piedra. El libro de
la ley que fue encontrado, por cierto, parece que era un rollo de pergamino, en
vez de una tabla de piedra, y, obviamente, no fue encontrado en el Arca de la
Alianza, donde Moisés supuestamente lo guardó.
Cualesquiera que fueran las
prácticas religiosas y los cismas políticos anteriores, los Diez Mandamientos
tradicionales del Deuteronomio aparecieron por primera vez durante el reinado
de Josías, y no antes. La versión del Éxodo debió ser escrita después, o de lo
contrario, Josías la habría conocido, e incluso habría comentado de alguna
manera las diferencias entre las dos versiones.
En resumen, la Biblia presenta
cuatro códigos legales distintos, cada uno manifestando que es la versión
original de la alianza de Dios con Israel. La única versión que se identifica
de manera clara y específica como los Diez Mandamientos es la versión ritual,
que data después de la
ruptura
entre Israel y Judá. Ambas versiones de los Diez Mandamientos tradicionales,
que Moisés supuestamente entregó a Israel en el desierto, datan después de los
Diez Mandamientos rituales y no antes del reinado de Josías.
Por último, tenemos una cuarta
versión conocida como las Leyes, que comprende tanto la versión tradicional
como la ritual de los Diez Mandamientos, junto con muchas otras obligaciones
legales. Se desconoce su fecha, pero su lenguaje difiere bastante del de los
otros tres textos. Si alguno de los otros tres textos se inspiraron en esa
versión, uno esperaría encontrar un lenguaje similar y la misma secuencia de
leyes, pero no es el caso. Que esta versión fuera insertada en medio de una de
las versiones tradicionales sugiere que se trataba de una recopilación tardía,
pero independiente, de los preceptos legales comunes que habían encontrado un
público extenso y popular.
Mito 79. El Arca de la Alianza contenía los Diez
Mandamientos
El Mito: Pondrás el
propiciatorio sobre el Arca, encerrando en ella el testimonio que Yo te daré
(Ex 25, 21).
La Realidad: El Arca
contenía una corona de serpientes egipcia como símbolo del remado de Dios sobre
Israel.
Cuando
Moisés recibe las instrucciones de Dios acerca de la manera correcta para
adorarle, le dice que construya un arca según unas directrices específicas y
que coloque dentro el «testimonio». El «testimonio» era la escritura sobre
tablas de piedra que contenían «las leyes y los mandamientos».
En el estudio del Mito 78, vimos
que los Diez Mandamientos tradicionales no existieron en tiempos de Moisés, de
manera que éste no pudo haberlos colocado en el Arca de la Alianza. Pero si
suponemos, sólo por el interés de la discusión, que el «testimonio» y los «Diez
Mandamientos» eran la misma cosa, veamos otras cuestiones relacionadas con el
contenido del Arca.
En algunas partes de la Biblia, el
arca es un misterioso icono cargado de poderes mágicos, un talismán protector.
Por motivos prácticos, representaba un símbolo del mismo Dios. Consideren, por
ejemplo, el siguiente pasaje;
Cuando movían
el Arca, decía Moisés: «Levántate, Señor, dispérsense tus enemigos y huyan
ante ti los que te aborrezcan». Y cuando el Arca se posaba decía: «Pósate, ¡oh
Señor!, entre las miríadas de Israel» (Nm 10, 35-36).
La
Biblia a menudo identifica el movimiento o la presencia del arca con el
movimiento o la presencia de Dios. Cuando el Arca entra en batalla, Dios se
levanta, y cuando descansa. Dios descansa. En la historia de Israel desde
Moisés hasta Salomón, el Arca solía desempeñar un papel fundamental en los
asuntos israelitas. Originariamente el Arca se mantenía en Silo y estaba
asociada con la tribu norteña de Efraín. David la llevó a Jerusalén y Salomón
la colocó en su templo, poniendo así un icono clave israelita en manos
judaítas. Por otra parte, otros pasajes de la Biblia, especialmente en el
Deuteronomio, tratan el Arca sencillamente como una caja que contenía los Diez
Mandamientos.
Las distintas visiones del Arca pueden verse en los
distintos nombres con los que se la denomina. En ocasiones se la llama el «Arca
de la Alianza», en otras se la llama el «Arca del Testimonio», y en otras la
Biblia la asocia con un título para Dios, como por ejemplo «Arca del Señor», o «Arca
del Dios de Israel». El término «Arca de la Alianza» suele asociarse con
Deuteronomio, mientras que «Arca del Testimonio» suele aparecer en pasajes que
se identifican con la fuente sacerdotal. El uso de «testimonio» o «alianza» en
conexión tanto con los Diez Mandamientos como con el Arca demuestra la
existencia de fuentes subyacentes que competían en el desarrollo del texto
bíblico definitivo.
Lo que resulta más interesante del Arca es que parece haber
desaparecido sin ninguna explicación, y esto ha dado paso a interminables
fantasías, leyendas y especulaciones. El Arca fue vista por última vez en el
Templo de Salomón y ya no vuelve a haber ninguna mención más en la Biblia.
Ningún pasaje bíblico que haga referencia al periodo post-salomó-nico dice que
el Arca fuera capturada por enemigos, o destruida, o robada. Pero
evidentemente desapareció, porque no la tenemos. Las tradiciones etíopes dicen
que un hijo de Salomón y la reina de Saba se llevaron el Arca a la ciudad de
Aksum, y se ha especulado que los enemigos la robaron durante los frecuentes
saqueos a Jerusalén, pero aunque la Biblia en ocasiones enumera artículos que
fueron extraídos del templo, nunca incluye el Arca en esos inventarios.
¿Cómo pudo el talismán protector más importante de la nación,
que contenía su documento escrito más sagrado, sencillamente desaparecer sin
dejar rastro? Esto nos lleva a la cuestión sobre el propósito del Arca y lo que
contenía.
El segundo mandamiento tradicional
dice:
No te harás
esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de lo
que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la
tierra. No te postrarás ante ellas, y no las servirás, porque yo soy el Señor,
tu Dios, un Dios celoso, que castiga en los hijos las iniquidades de los padres
hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y hago misericordia
hasta mil generaciones de los que me aman y guardan mis mandamientos.
Y su
equivalente Ritual dice: «No te harás dioses de metal fundido». Y en las Leyes
dice: «No os hagáis conmigo dioses de plata, ni os hagáis dioses de oro».
Con todos estos mandamientos en
contra de imágenes de oro, ¿qué debemos pensar del Arca coronada con dos
querubines de oro? Los querubines eran una forma de icono común en Oriente Próximo.
Eran criaturas aladas, divinidades de Oriente Próximo o agentes de las
divinidades. Las palabras «querubín» y «grifo» se derivan de una raíz común. La
presencia de querubines dorados sobre el Arca viola el segundo mandamiento
contra los iconos.
Y por si eso
no fuera suficiente, Dios también instruyó a Moisés en otra ocasión:
Y el Señor
dijo a Moisés: «Hazte una serpiente de bronce y ponía sobre un asta; y cuantos
mordidos la miren, sanarán». Hizo, pues, Moisés una serpiente de bronce y la
puso sobre un asta; y cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba a la
serpiente de bronce y se curaba. (Nn. 21, 8-9)
Este pasaje
describe a una estatua de una serpiente de bronce que posee poderes mágicos
curativos. Esta estatua claramente viola también el segundo mandamiento. Pero
no me crean a mí. Regresemos al reino de Ezequías, un reformador religioso que
reinó poco antes del rey Josías. En 2 Reyes 18, 4 dice:
Hizo
desaparecer los altos, rompió las imágenes, derribó las arboledas y destrozó
la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los hijos de Israel hasta
entonces habían quemado incienso ante ella, dándole el nombre de Nejustán.
Claramente,
Ezequías veía a la serpiente de bronce como una imagen idólatra. Poco después
de Ezequías, Josías sube al trono y lanza un ataque a gran escala contra todas
las formas de idolatría. Los querubines sobre el arca, y el Arca mágica en sí,
resultaban ofensivos ante sus ojos. El Arca era profana. Es imposible que un
documento que prohiba los iconos sea colocado en un contenedor que en sí viola
dicha prohibición.
Si el Arca no servía para contener
los Diez Mandamientos, entonces, ¿cuál era su propósito? Era un símbolo de la
monarquía de Dios sobre Israel, haciendo la función de su trono y a la vez
representando la presencia de la divinidad. En el antiguo Oriente Próximo, era
habitual que las estatuas de los dioses fueran identificadas con los mismos
dioses. Pero el Arca es una forma de estatua poco común.
El dios hebreo es invisible y no se
puede representar de manera física. Podemos estar bastante seguros, sin
embargo, de que no se parecía al Arca.
El papel del arca como símbolo de
monarquía aporta una pista importante acerca de su contenido. Cuando Israel
salió de Egipto, inventó una nueva idea política. El pueblo no tenía un rey
humano. Esto constituía un ataque directo contra la idea egipcia de la
monarquía, donde el rey humano era un aspecto de la divinidad. Entre los
israelitas, Dios era el rey, pero no adoptaba una forma humana.
El simbolismo egipcio desempeñaba
un papel fundamental, en ocasiones positivo y en otras negativo, en la vida
israelita primitiva. El concepto mosaico de monarquía se inspiraba en la idea
egipcia, pero eliminando el aspecto humano de la divinidad.
Dios reinaba sobre Israel y, al
igual que los reyes egipcios, el dios de Israel se identificaba con un símbolo
de monarquía. Entre los egipcios, ese símbolo era el ureo, la corona con la
cobra erguida en la frente del faraón. Prueba de que esta corona podría haber
estado asociada con el Arca hebrea es un mito egipcio que incluye un prototipo
del Arca.
Según el mito egipcio, antes de que
Osiris y Horus fueran reyes, el dios Geb quiso quitarle la corona a Shu. El
símbolo de la monarquía era la corona con la cobra y Geb debía obtenerla para
ejercer su autoridad. Ra, la divinidad principal, la había colocado en un
cofre, junto con un mechón de su pelo y un bastón. Cuando Geb y sus compañeros
se acercaron al cofre, Geb lo abrió, pero le esperaba una sorpresa. La
serpiente divina de la corona exhaló sobre todos los presentes, matándolos a
todos menos a Geb, que a pesar de ello sufrió quemaduras por todo su cuerpo.
Sólo el mechón de pelo de Ra podía curar sus heridas, y Ra lo utilizó para
curarle. Posteriormente, Ra untó el mechón de pelo en el lago At Nub y lo
transformó en un cocodrilo. Cuando Geb se curó se convirtió en un rey bueno y
sabio.
Comparemos
este relato con el relato de la serpiente de bronce de Moisés.
El pueblo,
impaciente, murmuraba por el camino contra Dios y contra Moisés, diciendo:
«¿Por qué nos habéis sacado de Egipto a morir en este desierto? No hay pan ni
agua, y estamos ya cansados de un tan ligero manjar como éste». Mandó entonces
el Señor contra el pueblo serpientes venenosas que los mordían, y murió mucha
gente de Israel. El pueblo fue entonces a Moisés y le dijo: «Hemos pecado
murmurando contra el Señor y contra ti; pide al Señor que aleje de nosotros las
serpientes». Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor dijo a Moisés: «Hazte
una serpiente de bronce y ponía sobre un asta;
y cuantos mordidos la miren, sanarán». Hizo, pues.
Moisés una serpiente de bronce y la puso sobre un asta; y cuando alguno era
mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se curaba (Nm 21,
5-9).
Estos dos
relatos comparten las siguientes similitudes: hay una rebelión contra el
liderazgo de la divinidad; la divinidad envía una serpiente para que mate a los
rebeldes; no todos los rebeldes mueren; y un símbolo serpentino del rey, es
decir, serpientes en la Biblia y un cocodrilo serpentino en el mito egipcio,
curan las partes heridas.
Lo más
importante que debemos observar es que los símbolos de la monarquía egipcia, la
corona y el bastón, se guardaban en un cofre, que es el equivalente a un arca.
Éste sería el precursor del Arca bíblica, el cofre que contenía los símbolos
monárquicos de Dios, el ureo y el bastón curador, que se podrían haber
combinado de manera simbólica en la forma del cayado con la serpiente de bronce
de Moisés.
En tiempos
de Josías, la idea de imágenes representando divinidades se habían vuelto
ofensivas, y dichos símbolos fueron destruidos. En las zonas politeístas de esa
región se creía que los iconos de dioses encarnaban a la divinidad retratada y
que poseían poderes mágicos. Esto se contradecía con la idea de un espíritu
incorpóreo universal que abarcaba toda la creación. Dicha divinidad no podía
estar contenida dentro de un icono. Por este motivo, dice la Biblia, Ezequías
destruyó el cayado con la serpiente. El pueblo había comenzado a quemar
incienso ante él porque se había convertido en un objeto de adoración divina.
El Arca también se había convertido
en un objeto de adoración divina, a menudo identificada con el mismo Dios. La
visión de Josías, según el Deuteronomio, consideraba que el Arca era blasfema.
De la misma manera que Ezequías destruyó la serpiente de bronce de Moisés
debido a su veneración, Josías haría lo mismo con el Arca. En este sentido,
recordemos que el Deuteronomio minimiza el papel del Arca como nada más que un
simple cofre, sin poderes mágicos. Josías habría reemplazado el cofre
ornamentado original por un sencillo receptáculo de madera para guardar el
libro de las Leyes encontrado en el templo por su agente. Los objetos icónicos
contenidos dentro del cofre se habrían extraído y destruido.
Mediante las variadas descripciones
que hace la Biblia, debería quedar patente que Josías reemplazó el arca
ornamentada con un sencillo cofre de madera. El Deuteronomio describe una
sencilla caja que el mismo Moisés fabricó.
Entonces me
dijo el Señor: «.Hazte dos tablas de piedra como las primeras, y sube a mí a
la montaña; haz también un arca de madera; yo escribiré sobre esas tablas las
palabras que estaban escritas sobre las primeras que tú rompiste, y las
guardarás en el arca». Hice, pues, un arca de madera de acacia, y habiendo
cortado dos tablas de piedra como las primeras, subí con ellas a la montaña (Dt
10, 1-3).
Comparemos
el anterior pasaje con el arca que se describe en el Éxodo y que fue construida
por un artesano especial llamado Besalel.
Besalel
hizo el arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo y uno y medio
de ancho y uno y medio de alto. La revistió de oro puro por dentro y por fuera
e hizo en ella una moldura todo en derredor. Fundió para ella cuatro anillos
de oro, poniéndolos a sus pies, dos a un lado y dos al otro. Hizo las barras de
acacia y las revistió de oro, y pasó las barras por los anillos de los lados
para poder llevarla. Hizo el propiciatorio de oro puro, de dos codos y medio de
largo y codo y medio de ancho; y los dos querubines de oro, de oro batido,
haciendo un cuerpo con los dos extremos de! propiciatorio; y los dos
querubines salían del propiciatorio mismo en sus dos extremos; tenían las alas
desplegadas hacia lo alto y cubrían con ellas el propiciatorio, de cara el uno
al otro y con el rostro vuelto hacia el propiciatorio (Ex 37, 1-9).
El arca
sencilla del Deuteronomio no es el arca ornamentada del Éxodo. Josías destruyó
el arca lujosa que contenía el ureo egipcio y la reemplazó con una simple caja.
dentro de la cual probablemente guardó el libro de leyes que acababa de
encontrar.
Mito 80: Moisés derrotó al rey Seón de Hesebón
El Mito: Conquistó
Israel todas estas ciudades, y habitó en las ciudades de los amorreos, en
Hesebón y en todas las ciudades que de ella dependen, pues Hesebón era la
residencia de Seón, rey de los amorreos, que había hecho antes la guerra al rey
de Moab y se había apoderado de toda su tierra hasta el Arnón (Nm 21, 25-26).
La Realidad: En tiempos
de Moisés no existía la ciudad de Hesebón.
Mientras
Israel deambulaba por el desierto, Moisés estaba ocupado en numerosos
enfrentamientos militares, uno de los cuales tuvo lugar entre Israel y el rey
Seón de Hesebón. Hesebón está ubicada en la meseta central al este del río
Jordán. El lugar descrito en la Biblia muestra a Seón como un poderoso rey que
había conquistado la mayor parte de la Transjordania y que remaba desde la
ciudad de Hesebón.
Las excavaciones arqueológicas en
el emplazamiento de Hesebón (la moderna Tell Hesban) no indican que hubiera
habitantes en ese lugar antes de 1200 a.C., y el establecimiento de cualquier
capital para un imperio local habría sucedido mucho más tarde, bastante
después de Moisés y el Éxodo.
La confirmación de la naturaleza
mítica del encuentro de Moisés viene dada por Números 32, 37, que dice que
después de la conquista cananea, los hijos de Rubén construyeron la ciudad de
Hesebón. El relato probablemente surgió como una pieza folclórica acerca de
una batalla entre Seón y alguien más, y posteriormente los autores de la Biblia
transformaron a Moisés en el héroe del conflicto.
Mito 81: Dios le negó a Moisés la entrada a Canaán
porque había pecado contra el Señor
El Mito: El Señor
dijo entonces a Moisés y Aarón: «Porque no habéis creído en mí, santificándome
a los ojos de los hijos de Israel, no introduciréis vosotros a este pueblo en
la tierra que yo les he dado» (Nm 20,12).
La Realidad: A Moisés se le negó la entrada a la Tierra Prometida a
causa de los pecados de Israel, no de los suyos propios.
Mientras
Israel deambulaba, llegó al desierto de Zin, donde los israelitas se
encontraron sin agua. Esto dio lugar a quejas en contra de Moisés y Aarón.
«¿Por qué has traído al pueblo del Señor a este desierto a morir, nosotros y
nuestros ganados?» (Nm 20, 4).
Angustiados, Moisés y Aarón entran
en el Tabernáculo y se postran ante el Señor, esperando la ayuda divina. Cuando
aparece Dios, le da instrucciones a Moisés.
Toma el cayado y reúne a la muchedumbre, tú y Aarón, tu
hermano, y en su presencia hablad a la roca, y ésta dará sus aguas; de la roca
sacarás agua para dar de beber a la muchedumbre y a sus ganados (Nm 20, 8).
La directriz
clave en el mensaje de Dios era que Moisés sólo debía hablar con la roca y sus
palabras producirían agua. En cambio, cuando Moisés aparece ante los israelitas
declara:
¡Oíd,
rebeldes! ¿Podremos nosotros hacer brotar agua de esta roca? Alzó Moisés su
brazo e hirió con el cayado la roca por dos veces, y brotaron de ella aguas en
abundancia, y bebió la muchedumbre y sus ganados (Nm 20, 10-11).
Moisés no
acató la palabra de Dios. No le habló a la roca. En cambio, para llamar al agua
utilizó su cayado para golpear dos veces la roca. Dios se enfadó con Moisés por
no haber obedecido sus instrucciones y lo castigó a el y a Aarón, diciendo:
«Porque no habéis creído en mí, santificándome a los ojos de los hijos de
Israel, no introduciréis vosotros a este pueblo en la tierra que yo les he
dado» (Nm 20, 12). Como castigo por haber pecado, a Moisés y a Aarón se les
niega la entrada a la Tierra Prometida.
Hay varias cosas que están mal en
este relato. Primero, si Dios estaba disgustado con sus actos, ¿por qué hizo
que brotara agua de la roca? Sólo Dios lo podía hacer. Moisés ya podía golpear
su cayado por todo el desierto sin encontrar una sola gota de agua si Dios no
la producía. Si la divinidad quería demostrar su disgusto, la roca habría
permanecido seca hasta que Moisés obedeciera.
Segundo, ¿por qué fue castigado
Aarón? Él no había hecho nada. Después de todo, fue Moisés quien golpeó el
cayado contra la roca y el que desobedeció.
Tercero, y más importante, a Moisés
ya se le había negado la entrada en una ocasión anterior y no por culpa de su
pecado, sino por culpa del pecado de Israel. Moisés había enviado a unos
criados para ejercer de inteligencia militar. Éstos informaron que el enemigo
era demasiado poderoso y no podía ser derrotado. Los hebreos no querían luchar.
Pero Dios le había dicho al pueblo que conquistara la tierra, y cuando el
pueblo se cuestionó su habilidad para derrotar a ese enemigo tan poderoso,
estaba cuestionando la palabra del Señor. Dios, por tanto, se arrepintió de
haber sacado a los israelitas de Egipto y quiso destruirlos.
... y el
Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo ha de ultrajarme este pueblo? ¿Hasta cuándo
no ha de creerme, después de todos los prodigios que en medio de ellos he
hecho? Voy a herirle de mortandad y a hacer de ti una gran nación, más grande y
más fuerte que ellos (Nm 14, 11-12).
El noble
Moisés, sin embargo, no quería saber nada de esto, y le imploró a Dios que
perdonara al pueblo. Le recordó al Señor que las demás naciones verían que Dios
no liberó a su pueblo tal y como había prometido, y lo tomarían como una señal
de su debilidad. La vanidad ganó y Dios cedió.
El perdón de
Dios, sin embargo, tenía un precio. Le negó a toda la generación actual, a
excepción de Josué y Caleb, la entrada a la Tierra Prometida. Ni siquiera se le
permitió a Moisés cruzar hasta ella. Tal y como le dijo a la congregación: «el
Señor se irritó también contra mí por vosotros, y dijo: Tampoco tú entrarás en
ella» (Dt 1, 37).
Le imploró dos veces a Dios para
que le dejara entrar, pero fue en vano.
Entonces pedí
yo al Señor misericordia, diciendo: ¡Señor, oh Señor! Tú has comenzado a
mostrar a tu siervo tu grandeza y tu potente brazo;
pues ¿qué Dios hay, ni en el cielo ni en la
tierra, que pueda hacer las obras que tú haces y tan poderosas hazañas? Déjame,
te pido, atravesar, para que pueda ver la excelente tierra del lado de allá del
Jordán, esas hermosas montañas y el Líbano. Pero el Señor, como fuera de sí por
causa vuestra, no me escuchó; antes bien, me dijo: Basta, no vuelvas a hablarme
de eso (Dt 3, 23-26).
El Señor se
irritó contra mí por causa vuestra, y juró que yo no pasaría el Jordán y no
entraría en la buena tierra que el Señor, tu Dios, te da en heredad. Voy a
morir en esta tierra sin pasar el Jordán; vosotros lo pasaréis y poseeréis esa
buena tierra (Dt 4, 21-22).
Así pues, el
destino de Moisés ya estaba decidido antes del incidente con la roca. Ya le
había sido negada la entrada a Canaán y su acción al golpear la roca no tenía
nada que ver con ello. De hecho, el relato entero es un testimonio
intencionadamente erróneo de un incidente distinto en el cual Moisés actuó
intachablemente.
Parece ser que mucho antes del
incidente en el Desierto de Zin, hubo otra falta de agua en el desierto de Sin.
Nuevamente el pueblo de quejó, utilizando las mismas palabras que usaron en
Zin.
Partió
la congregación de los hijos de Israel del desierto de Sin, según las etapas que
el Señor les ordenaba, y acamparon en Rafidim, donde no halló el pueblo agua
que beber. Entonces el pueblo se querelló contra Moisés, diciendo: «Danos agua
que beber». Moisés les respondió: «¿Por qué tentáis al Señor? Pero el pueblo,
sediento, murmuraba contra Moisés y decía: »¿Por qué no hiciste salir de
Egipto, para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros
ganados?» (Ex 17, 1-3).
En
esta versión, Moisés fue a hablar con Dios solo. ¿Y cual fue la solución de
Dios? «Hiere la roca, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo. Hízolo
así Moisés en presencia de los ancianos de Israel» (Ex 17, 6).
Es curioso que un relato sucede en
el desierto de Zin y el otro en el desierto de Sin. A pesar de la ligera
diferencia ortográfica, ambas palabras se pronuncian de manera similar. Y por
si esa no fuera una casualidad lo suficientemente grande, tras el primer
incidente en Sin, Dios llamó al lugar Meribá; y tras el segundo incidente en
Zin, Dios llamó Meribá a ese lugar también.
Lo que ha ocurrido es que alguien
tomó un inocente relato sobre Moisés, cambio algunos hechos, y luego los aplicó
a un relato en el cual Moisés y Aarón son castigados. Lo cual nos lleva de
vuelta a la pregunta de por qué fue castigado Aarón también.
Originariamente, debió existir un
relato sobre Aarón en el cual éste peca contra el mandamiento de Dios y se le
niega el acceso a la Tierra Prometida. El relato sobre Moisés golpeando la roca
pertenece a la fuente S, que apoyaba a Aarón y no a Moisés.
El autor sacerdotal combinó el
hecho de que tanto a Moisés como a Aarón les fue denegado el derecho a entrar
en Canaán, pero transformó la noble acción de Moisés en una acto vil, de esta
manera disminuyó el pecado de Aarón en comparación con el de Moisés. Uno de los
motivos del conflicto entre las facciones de Moisés y Aarón tenía que ver con
el papel de los levitas en el sacerdocio. La fuente de Moisés consideraba a
todas las ramas levitas como iguales en el sacerdocio; la fuente aaronita creía
que sólo la rama de Aarón debía desempeñar las funciones sacerdotales y que
los demás levitas sólo debían desempeñar funciones menores.
Mito 82: Josué separó las aguas del Jordán
El Mito: Y cuando los que llevaban el arca
llegaron al Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca se
mojaron en la orilla de las aguas, (pues el Jordán se desborda en todas sus
orillas en el tiempo de la cosecha), las aguas que venían de arriba se pararon
y se amontonaron muy lejos, en la ciudad de Adam, cerca de Sartán, mientras las
que bajaban hacia el mar del Araba, el mar de la sal, acabaron por desaparecer
y así el pueblo pudo pasar frente a Jericó (Jos 3, 15).
La Realidad: La
narración deriva de una leyenda sobre el lugar de culto de Gilgal y los
escritores bíblicos la utilizaron en un intento de mostrar que Josué tenía una
relación con Dios tan próxima como la de Moisés.
Al principio
del relato de Josué, cuando éste se preparaba para cruzar el Jordán y entrar en
Canaán, se produjo un suceso milagroso. Dios le ordenó que varios sacerdotes
portaran el Arca de la Alianza hasta el río Jordán. Al llegar al río, las aguas
se separaron y dejaron una zona seca para que los israelitas cruzaran. Los
sucesos son paralelos a la separación de las aguas del mar Rojo durante el
Éxodo bajo la dirección de Moisés y demuestra simbólicamente que Josué no sólo
es el heredero de Moisés sino también su igual ante Dios.
La Biblia contiene información
contradictoria sobre este suceso. En un lugar dice que para conmemorar la
separación de las aguas del Jordán, Josué ordenó que se recogieran doce piedras
del mismo lugar que usaron sacerdotes para entrar en el Jordán y se llevaran al
campamento en el que pasarían la noche.
Del lecho del Jordán, donde los sacerdotes lian estado
a pie firme, tomad doce piedras, tráealas y depositabas en el lugar donde
acampéis esta noche (Jos 4, 3).
Pero sólo
unos versículos más tarde, el texto nos dice que Josué erigió las doce piedras
en mitad del Jordán, en el mismo lugar en el que se encontraban los
sacerdotes y que las piedras pueden verse en la actualidad: «Y Josué erigió
doce piedras en mitad del Jordán, en el lugar en el que se encontraban los
sacerdotes que portaban el Arca de la Alianza: y pueden verse aún hoy en día»
(Jos 4, 9).
Así pues, ¿los israelitas
recogieron las doce piedras de la orilla y las plantaron en el Jordán o
recogieron doce piedras del Jordán y las colocaron en la orilla? Con
seguridad, un suceso tan milagroso no podía dejar tras de sí tal confusión
sobre lo ocurrido, especialmente porque las piedras eran el monumento
conmemorativo que recordaba la ocasión.
De forma significativa, el lugar
en el que Israel plantó el campamento y colocó las piedras recibe en una de las
versiones el nombre de Gilgal, que significa «Círculo» y que fue un importante
centro de culto para los primeros israelitas. El hecho de que según la
narración el área ya recibía el nombre de Gilgal en tiempos de Josué, significa
que ya tenía en aquel entonces renombre como lugar sagrado con un círculo de
piedras. Los editores bíblicos posteriores intentaron sencillamente hacerse
suyo un lugar de culto pre-israelita y darle un origen israelita.
Mito 83: Josué derribó las murallas de Jericó
El Mito: Y entonces el
pueblo gritó cuando los sacerdotes hicieron sonar las trompetas: y sucedió que
cuando el pueblo escuchó el sonido de las trompetas gritó con gran ruido, y las
murallas de la ciudad se derrumbaron, y el pueblo entró en la ciudad, y la
tomaron (Jos 6, 20).
La Realidad: Los datos
arqueológicos demuestran que las murallas de Jericó fueron destruidas más de
trescientos años antes de la llegada de Josué.
La destrucción
de Jericó por Josué es una de las narraciones de batallas más famosas de toda
la historia. Durante seis días, los guerreros de Josué marcharon alrededor de
la ciudad una vez cada día, mientras siete sacerdotes lanzaban largos
trompetazos con sus cuernos de carnero y otro grupo de sacerdotes portaba el
Arca de la Alianza alrededor de las murallas de la ciudad. El séptimo día, los
sacerdotes marcharon siete veces alrededor de la muralla. Mientras los cuernos
producían gran estrépito, Josué ordenó a los israelitas que gritaran con todas
sus fuerzas y las poderosas reverberaciones hicieron que las murallas se
derrumbaran. Las tropas de Josué asaltaron entonces la ciudad y destruyeron completamente
lo que quedaba, pasando por las armas a todos los hombres y mujeres, jóvenes y
viejos, bueyes, ovejas y asnos.
Es una imagen bastante horrible y
un testimonio del poder del Dios de Israel. A pesar de la naturaleza obviamente
fantástica de la batalla, muchos, decididos a preservar la integridad de la
Biblia argumentan que el ruido continuo creó vibraciones suficientes para
debilitar las murallas y que la historia tiene alguna plausibilidad científica.
Incluso si queremos ensanchar nuestra imaginación para alojar algo tan
improbable, la evidencia arqueológica demuestra que, en tiempos de Josué,
Jericó no tenía ni murallas ni habitantes. La ciudad había sido abandonada
siglos atrás.
Jericó fue una de las primeras y
más antiguas ciudades del mundo. Los datos arqueológicos sugieren que su
ocupación se remonta al octavo milenio a.C. Las evidencias de la destrucción
de sus murallas pueden datarse hacia el 2300 a.C., pero sus habitantes
reconstruyeron la ciudad y erigieron nuevas fortificaciones. Jericó parece
haber sido destruida completamente por el fuego durante el siglo vi a.C. y, en
el mejor de los casos, escasamente habitada a partir de entonces. Antes del
1300 a.C., las fortificaciones ya habían sido destruidas, no dejando muralla
alguna que Josué pudiera derribar. En tiempos de la batalla bíblica, la ciudad
llevaba uno o dos siglos completamente abandonada. Hasta el siglo vn a.C. no
aparece evidencia de la repoblación de la ciudad.
Mito 84: Rahab ayudó a los espías israelitas
El Mito: Josué, hijo de
Nun envió desde Setim a dos espías, diciéndoles: «Id a explorar la tierra y
Jericó». Se pusieron en camino y entraron en casa de una cortesana llamada
Rahab y allí se alojaron (Jos 2, 1).
La Realidad: Los escribas
hebreos adaptaron un antiguo cuento popular y lo añadieron a la narración
ficticia sobre Jericó.
Si Jericó no tenía habitantes en
tiempos de Josué, es necesario reexaminar la historia de Rahab, una prostituta
que vivía en la ciudad y proporcionó ayuda y acomodo a los espías de Josué.
Según el relato bíblico, Josué envió dos espías a investigar sobre Jericó y las
comunidades de sus alrededores. Enterado de los hechos el rey de Jericó, envió
a ésta un mensaje conminándola a entregar los espías a sus tropas. Cuando los
soldados llegaron a la casa, ella les mintió y les dijo que los israelitas ya
se habían marchado.
Más tarde, Rahab explicó a los israelitas que había oído
hablar del poder del dios de Israel y sabía que el ejército de Josué arrasaría
la ciudad. Se ofreció entonces a esconderlos si durante el ataque los
israelitas respetaban su vida y la de su familia.
Los espías estuvieron de acuerdo, pero le pidieron que se
asegurara de que durante el ataque del ejército de Josué todos permanecieran en
el interior de su casa. Le dieron entonces una cuerda de color escarlata para
que la colgara en la ventana como signo para los soldados israelitas. Cuando
Jericó cayó, Josué respetó su vida y la de su familia.
La historia de Rahab presenta parecidos significativos con
otra historia que aparece en el libro de los Jueces, pero en él se narra cómo
la casa de José intentó capturar Betel. Los espías vieron un hombre que salía
de la ciudad y acordaron con él que si les mostraba cómo infiltrarse en la ciudad,
le tratarían con amabilidad después del ataque. Los condujo a través de una
entrada oculta y cuando los israelitas capturaron Betel, respetaron la vida del
hombre y de su familia.
Como Jericó no existía en tiempos
de Josué, la historia de Rahab no puede ser cierta. La narración paralela del
libro de los Jueces sobre los espías de Betel sugiere la existencia de una
vieja leyenda adaptada por dos escribas hebreos diferentes, en diferentes
momentos, representando diferentes puntos de vista sobre la historia de
Israel. Con toda probabilidad, Rahab era una ciudad o aldea y no una persona
real, y su caracterización como prostituta puede representar algún hecho
histórico en el pasado de la ciudad en el que hubiera traicionado a un aliado,
como hace Rahab en la narración sobre Jericó. En la escritura más tardía, el
nombre de Rahab parece haber tenido una antigua connotación de fuerza maligna.
Salmos 87,4 se refiere a Egipto como Rahab en un contexto negativo y Isaías 51,
9 nos habla de un dragón monstruoso llamado Rahab que me destruido por Dios.
Mito 85: Josué arrasó Hai
El Mito: Y Josué quemó
Hai, convirtiéndola en un montón de ruinas que aún hoy subsiste (Jos 8, 28).
La Realidad: La palabra
Hai significa «ruina». La evidencia arqueológica demuestra que la ciudad había
sido un montón de escombros durante más de mil años antes de los tiempos de
Josué.
Después de la batalla de Jericó,
Josué dirigió su atención a la ciudad de Hai, nombre que se traduce como
«ruina». La narración sitúa «Ruina» entre Betel («casa de Dios») y Bétaven
(«casa del mal»), una imagen que nos sugiere un marco alegórico para la
narración.
Al igual que en Jericó, Josué envió espías que volvieron con
informes sobre una fácil victoria que no requeriría más que una pequeña fuerza.
Josué organizó un modesto contingente y lo envió a Hai. Por desgracia,
sufrieron una severa derrota y Josué quedó atormentado por la pena. El líder de
Israel conferenció con Dios y se enteró de que uno de los israelitas se había
quedado con parte del botín del Señor y Josué debía descubrir al canalla y
practicar un ritual de purificación.
Josué realizó algunas pesquisas y un hombre llamado Acán
confesó los hechos. Después de la tradicional lapidación e inmolación, Josué
enterró a Acán, conocido desde entonces como «La adversidad de Israel», bajo un
montón de piedras. Esta ejecución sagrada trajo la necesaria purificación y por
la palabra de Dios, Josué renovó sus planes de ataque sobre Hai.
En esta ocasión dispuso una nueva estratagema. Volvió a
enviar una pequeña fuerza e imaginó que los soldados de Hai, envalentonados,
saldrían de las murallas de la ciudad y atacarían. La pequeña fuerza de invasión
debería entonces dejarse perseguir. Josué dispuso una emboscada en el camino
para atrapar a los soldados y al mismo tiempo atacar la ciudad indefensa. El
plan funcionó como por ensalmo. Hai fue capturada y destruida y todos sus
ciudadanos pasados por las armas.
Al igual que en el caso de Jericó, los datos arqueológicos
presentan un panorama diferente. El emplazamiento de Hai fue ocupado por una
ciudad fortificada, pero fue destruida alrededor del 2400 a.C. Quedó
deshahitada hasta el siglo XII a.C., momento en que los restos demuestran la
presencia de una pequeña aldea construida sobre las ruinas. Como hemos dicho
anteriormente, Hai es la palabra hebrea para «ruina», y conociendo el estado
del lugar después del 2400, Hai era probablemente el nombre que se aplicaba a
las ruinas de lo que en tiempos había sido una importante fortificación.
Cuando Josué atacó «Ruinas», ésta llevaba mil años deshabitada y no tenía
murallas fortificadas.
En este caso, el autor de Josué adoptó su relató a partir de
otro texto que explicaba una historia similar sobre sucesos diferentes. El
libro de los Jueces describe una batalla casi idéntica en su forma a la de Hai.
En la narración de los Jueces, algunos benjaminitas violaron y mataron a la
concubina de un sacerdote que estaba de viaje. Cuando las otras tribus pidieron
a Benjamín que entregara a los malhechores, éste rehusó e Israel declaró la
guerra a los reprobos.
Lo que en un principio parecía
una fácil victoria se convirtió en fracaso, igual que ante Hai, pero aquí no
se da explicación alguna de la derrota. En Hai, un israelita malvado causa la
derrota; aquí, el israelita malvado es el enemigo. Sin embargo, después de un
rezo ritual en el lugar sagrado de Betel, Dios anima a los israelitas a
continuar y les promete la victoria. Los israelitas siguieron la misma
estratagema que Josué frente a Hai. Una pequeña fuerza se acercó al enemigo y
los alejó de su ciudad fortificada, llevándolos a una emboscada mientras una
segunda fuerza atacaba la ciudad indefensa. Israel mató a casi todos los
benjaminitas.
En ambas historias, Betel se
encuentra cerca de la acción; algún israelita hace un gran mal; una victoria
fácil se convierte en derrota; Dios insta un segundo ataque; y los hebreos
siguen la misma estrategia del engaño.
Unido esto a los nombres
simbólicos de «casa de Dios», «casa del mal» y «ruina», no es difícil adivinar
la existencia de una leyenda anterior sobre una confrontación entre los
habitantes de la ciudad de Dios y los de la ciudad del «mal» que conduce a la
guerra. En un principio, debido a una traición de los mandamientos de Dios, los
justos sufren una derrota, realizan rituales de purificación y vuelven a la
batalla, utilizando la estratagema de alejar al enemigo de su ciudad para
hacerles caer en una emboscada. La Casa de Dios triunfa. La casa del mal sufre
una horrible derrota y sus ciudadanos son completamente destruidos delante del
Señor.
Mito 86: El Sol se detuvo sobre Gabaón
El
Mito: Sol, detente sobre Gabaón; y tú Luna, sobre el valle de Ayalón
(Jos 10,12).
La Realidad: El Sol y la
Luna se refieren aquí a deidades situadas en su centro de culto de la tierra,
no a los cuerpos celestes.
Después de la
derrota de Hai, Josué nos dice que las gentes de la cercana Gabaón, una
poderosa ciudad, temían un avance del ejército israelita. En consecuencia,
varios líderes gabaonitas se disfrazaron de hivitas empobrecidos (un pueblo
bíblico que no ha sido identificado arqueológicamente) que venían de una zona
apartada. Buscaron a Josué y le ofrecieron una alianza por la que servirían a
los israelitas a cambio de protección contra sus enemigos. Josué estuvo de
acuerdo. Poco después, los israelitas se enteraron del engaño, pero las alianzas
eran sagradas e Israel se sentía obligado por su honor a respetar su
compromiso.
Cuando el rey de Jerusalén se
enteró de esta alianza, quedó alarmado por el creciente poder de Israel y formó
una coalición con otros reyes de la zona para atacar Gabaón. Cuando los
gabaonitas se enteraron del plan de Jerusalén, llamaron a Josué para que
hiciera honor a la alianza. Josué condujo a sus guerreros a través de la
oscuridad de la noche, sorprendió a la coalición enemiga y le infringió una
dolorosa derrota. Entonces acaeció un hecho extraño. Josué se dirigió el Señor
y el Sol y la Luna dejaron de moverse.
Sol, detente sobre Gabaón; y tú. Luna, sobre el valle de Ayalón. Y el
Sol se detuvo, hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos (Jos 10,
12-13).
Y el texto continúa:
¿No está escrito en el libro de
Jaser? El Sol se detuvo en el medio del cielo, y no se apresuró a ponerse
durante un día entero. Y no hubo, ni antes ni después un día como aquel, en el
que el Señor obedeciera la voz de un hombre, porque el Señor combatió por
Israel (Jos 10, 13-14),
Si nos atenemos a la lógica, las
órdenes al Sol y la Luna no tienen sentido. Físicamente, el Sol ya está
quieto; es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Pero concentrándonos en el
texto, ¿para qué sirve esta orden? ¿En qué ayuda a Israel que los dos astros se
detengan?
Un argumento tradicional dice que un día más largo permitía
a los israelitas masacrar a los soldados enemigos antes que pudieran huir al
amparo de la noche. Pero los versículos anteriores muestran que el ejército
enemigo ya había sido derrotado.
Y sucedió que, cuando huían delante
de Israel y bajaban hacia Betorón, el Señor lanzó sobre ellos grandes piedras
del cielo hasta Azeca, y muchos murieron; y muchos más murieron por el granizo
que los que los hijos de Israel mataron con la espada (Jos 10, 11).
A favor de la idea de que la
detención no tenía nada que ver con la necesidad de más luz del día, la
narración tampoco describe acciones adicionales realizadas como resultado del
movimiento de los astros. Incluso si aceptamos la idea de que Israel necesitaba
más luz para completar su matanza, ¿por qué la Luna también tiene que
detenerse? ¿Qué importancia tiene para el escenario que la Luna se mueva o no?
Como afirma el texto, no hubo día como aquel ni antes ni
después. Un suceso tan milagroso debería haber sido observado y anotado en
otros lugares, especialmente entre los numerosos vecinos de Israel que estudiaban
cuidadosamente los movimientos del sol y la luna, como los egipcios y los
babilonios. Pero no aparece ni el más mínimo indicio en sus escritos o leyendas
conocidos de que tan espectacular suceso tuviera lugar. Por lo que se refiere a
la evidencia arqueológica, Gabaón, como los emplazamientos de otras batallas
de Josué, estaba deshabitado en aquellos tiempos. Volvió a ser acupado hacia
el año 1200 a.C.
Para los escribas bíblicos que escribieron el relato, el
milagro solar demostraba los imponentes poderes de Dios para alterar los
fenómenos naturales y que la victoria de Josué sobre los reyes llegó como
presente de Dios. Pero estos editores confiaron en fuentes anteriores,
particularmente en el perdido libro de Jaser, para redactar este relato sobre
el Sol y la Luna. No sabemos qué decía la narración original o en qué contexto
situaba la historia.
285
mitos DE LOS héroes
El relato plantea algunos
interesantes problemas desde el punto de vista de interpretación. En primer
lugar, afirma que el Sol y la Luna se detienen en dos lugares diferentes de la
tierra, en Gabaón y en el valle de Ayalón. ¿Cómo podía un observador determinar
que el Sol estaba únicamente en Gabaón mientras la Luna sólo estaba en el valle
de Ayalón? Desde el punto de vista del observador estos son conceptos sin
sentido. Ambos astros son fácilmente observables en todo Canaán, asumiendo que
pueda verse la Luna cuando brilla el sol.
Colocar la narración en su contexto histórico y literario
nos proporciona una solución a esta enigmática afirmación. En tiempos de
Josué, el Sol y la Luna eran deidades importantes en el Oriente Próximo y por
lo tanto rivales de Yahvé. La orden de permanecer inmóviles significaba sencillamente
que se ordenaba a las deidades del Sol y la Luna, adoradas por los enemigos de
Israel, que no intervinieran en la lucha ni intentaran obtener venganza. Yahvé
era la deidad más poderosa y los dioses enemigos acataban su autoridad. Que la
orden incluyera localizaciones precisas significa que las deidades debían
permanecer en sus centros de culto y no ayudar al pueblo que los adoraba. La
incapacidad de los dioses del Sol y la Luna para ayudar a los enemigos de
Israel demostraba el enorme poder que ejercía el dios hebreo.
Aquellos que no aciertan a entender o apreciar las
expresiones poéticas suelen tomar el símbolo por la imagen que se esconde tras
ellos. Para los escribas bíblicos, profundamente enraizados en la teología
monoteísta, las referencias poéticas a deidades antiguas eran difíciles de
desentrañar. Como resultado, confundieron la descripción de las deidades del
Sol y la Luna con el Sol y la Luna como objetos físicos.
Mito 87: Josué conquistó Jerusalén
El Mito: Entonces cinco
reyes de los amorreos, el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de
Jerimot, el rey de Laquis y el rey de Eglón, se reunieron y subieron, ellos y
todo su ejército, y acamparon frente a Gabaón y la sitiaron... Y capturó Josué
a todos estos reyes y sus tierras, porque el Señor Dios de Israel combatió por
Israel ( Jos 10, 5. 42).
La Realidad: Los
israelitas no consiguieron conquistar Jerusalén por lo menos hasta los tiempos
del rey David, aproximadamente el año 1000 a.C., unos doscientos o trescientos
años después de Josué.
Los cinco reyes coaligados contra
Israel en Gabaón eran los reyes de Jerusalén, Hebrón, Laquis, Jerimot y Eglón.
Josué persiguió a sus ejércitos, atrapó a los reyes que se escondían en una
cueva y los ejecutó. El texto nos dice que Josué, después de las ejecuciones
reales, se volvió contra sus territorios y los capturó en su totalidad. Pero
la conquista de Jerusalén es muy cuestionable. Los versículos que describen la
campaña mencionan específicamente la derrota de Hebrón, Laquis y Eglón, pero
no hacen referencia a la toma de Jerimot o Jerusalén. No hay más que la
afirmación general de que los territorios de estos reyes fueron conquistados.
Sin embargo, un poco más adelante del libro de Josué el texto dice: «Por lo que
respeta a los jebuseos, los hijos de Judá no pudieron expulsarlos: los jebuseos
habitan con los hijos de Judá en Jerusalén hasta el día de hoy» (Jos 15, 63).
No sabemos qué día era ese, pero Jerusalén estuvo en territorio de Benjamín y
los judaítas no vivieron allí hasta el tiempo del rey David, unos tres siglos
después de Josué.
En el libro de los Jueces, 1,8, sin embargo, encontramos una
afirmación específica clara de que Josué conquistó Jerusalén e incendió la
ciudad. Pero unos versículos más abajo, Jueces también afirma: «Y los hijos de
Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén; y los
jebuseos han habitado con los hijos de Benjamín hasta el día de hoy» (Je 1,21).
Así pues, la Biblia atribuye el mismo fracaso a Judá y a
Benjamín. Ninguno de los dos conquistó la ciudad, situada en la frontera entre
Judá y Benjamín, en el lado de éste último, ni expulsaron a los habitantes.
Para añadir más confusión, otro pasaje de la Biblia narra la captura de
Jerusalén en tiempos del rey David, que la convirtió en su capital:
Y el rey y sus
hombres se dirigieron a Jerusalén contra los jebuseos, los habitantes de la
tierra: que dijeron a David: «No entrarás aquí; ciegos y cojos bastarán para
impedirlo» creyendo que «.David jamás entrará aquí». Pero David se apoderó de
la fortaleza de Sión: la misma que es la ciudad de David (2 Sm 5, 6-7).
Luego, en tiempos de David, los
jebuseos aún vivían en Jerusalén, pero no los judaítas ni los benjaminitas, por
lo menos hasta ese día. Este hecho sugiere que los pasajes que hablan de
israelitas viviendo en Jerusalén con los jebuseos «hasta el día de hoy» fueron
escritos después de que David fuera rey y los israelitas se trasladaran a la
ciudad. Todos estos pasajes bíblicos dejan bastante claro que Josué nunca
conquistó Jerusalén.
Mito 88: Josué luchó contra el rey Jabín de Jasor
El Mito: Y sucedió que
cuando Jabín, rey de Jasor, escuchó estos sucesos, envió embajada a Jobab, rey
de Madón, y al rey de Simerón, y al rey de Acsaf... Y Josué entonces se volvió
y se apoderó de Jasor, y pasó a su rey por el filo de su espada: pues era antes
Jasor la capital de todos esos reinos. Y pasaron por el filo de su espada a
todos los vivientes, detruyéndo-los completamente; y ninguno quedó que pudiera
respirar; y quemó Jasor con el fuego (Jos 11, 1;10-11).
La Realidad: Pasajes
históricamente fiables de la Biblia muestran que Jabín y Jasor controlaban el
norte de Canaán después de los tiempos de Josué.
Después de los incidentes de
Gabaón y la captura de las ciudades de los reyes coaligados, Josué se dirigió
al norte contra el rey Jabín de Jasor, que organizó a los reyes cananeos del
norte para defenderse de Israel. Finalmente, Josué ganó la batalla y quemó la
ciudad hasta los cimientos. La evidencia arqueológica, sin embargo, nos indica
que la capital de Jabín fue destruida después de Josué, y otras partes de la
.Biblia indican también que Jabín y Jasor continuaron floreciendo y controlando
el norte de Canaán después de Josué.
En el libro de los Jueces 5, encontramos un poema llamado
Cántico de Débora. Nos habla de una terrible batalla entre varias tribus de
Israel y una coalición de reyes cananeos. En Jueces 4 encontramos una versión
en prosa de la misma historia que identifica al líder de la coalición cananea
con Jabín, rey de Jasor, que gobernaba la mayor parte del norte de Canaán.
Israel ganó la batalla, derrotó a Jabín y destruyó su reino, aunque no se
afirma que la ciudad misma de Jasor fuera destruida.
Puede que el Cántico de Débora sea el pasaje más antiguo de
texto bíblico original que ha llegado hasta la versión actual de la Biblia y
probablemente fuera contemporáneo de los hechos que en él se describen, en
algún momento del siglo xii a.C. En términos de cronología bíblica, los sucesos
descritos en el Cántico de Débora tuvieron lugar no mucho después de los
tiempos de Josué, el siglo xm a.C. Esto no deja mucho margen para que Josué
matara al rey Jabín y quemara Jasor hasta los cimientos antes de que apareciera
otro rey Jabín y dominara el norte de Canaán desde la misma ciudad.
Las evidencias sugieren que en algún momento de la primitiva
historia cananea de Israel, se produjo una batalla, real o ficticia, entre los
israelitas y el rey Jabín de Jasor. Cuando se escribió el libro de Josué, la
tradición ya había asignado esa batalla al periodo en que Israel ya llevaba
bastante tiempo asentado en Canaán. Los autores del libro de Josué tomaron prestado
el relato y lo reescribieron de forma que el héroe fuera Josué.
Como con tantos otros relatos bíblicos, estamos frente a la
misma narración explicada dos veces, con personajes diferentes y una ligera
alteración de los hechos.
Mito 89: Josué conquistó Canaán
El
Mito: Así pues, Josué se apoderó de toda esta tierra, conforme a todo
lo que el Señor había dicho a Moisés; y Josué lo dio en herencia a Israel según
su división en tribus. Y la tierra descansó de la guerra (Jos 11, 23).
La Realidad: Los
israelitas nunca conquistaron Canaán en tiempos de Josué.
La primera evidencia arqueológica
de la existencia de Israel aparece en una estela egipcia erigida en el quinto
año del reinado del faraón Merneptah, entre 1235 y 1222 a.C. Esta estela hace
referencia a varios poderosos pueblos cananeos incluyendo a Israel, pero a éste
lo describe como un pueblo sin tierra. La estela no dice que alguno de los
otros pueblos cananeos estuviera sometido a Israel en forma alguna. Por lo
tanto, la estela establece un marco temporal razonable para datar los vagabundeos
de Israel por el desierto después del Éxodo o su entrada en Canaán bajo el
liderazgo de Josué. Por desgracia, durante los siguientes cuatrocientos años,
los registros arqueológicos e históricos no nos proporcionan ninguna evidencia
contemporánea directa de la existencia de Israel, un vacío ocupado por los
reinados de Saúl, David y Salomón. Ni siquiera podemos estar seguros de que el
Israel mencionado en la estela de Merneptah sea realmente el Israel bíblico.
Tampoco las evidencias arqueológicas demuestran la
existencia de una invasión israelita masiva en tiempos de Josué, a finales del
siglo xm y principios del xil a.C. Si se produjo la cadena de sucesos descrita
en la Biblia, deberíamos encontrar evidencias arqueológicos o datos históricos
contemporáneos que indicaran una fuerte presencia israelita en las tierras
altas del centro de Canaán en las que Josué estableció su autoridad y en las
que la tribu de Josué, Efraím, tomó el control del territorio. Lo que
descubrimos es que las tierras altas centrales estaban o deshabitadas o muy
débilmente pobladas en aquel tiempo.
La evidencia también nos muestra que más de un siglo después
de la inscripción de Merneptah, es decir, bastante tiempo después de Josué, se
produjo la rápida emergencia de numerosas comunidades nuevas y pacíficas en
estas zonas altas. Aunque los restos arqueológicos recuperados en estas
comunidades no las conectan directamente con Israel, el contexto histórico y
bíblico sugiere que los establecimientos significan una creciente presencia de
Israel en las colinas y los territorios circundantes. No hay evidencias de que
estas nuevas comunidades aparecieran a la estela de una invasión extranjera,
indicando que el ascenso al poder de Israel se produjo a lo largo de varios
siglos y no mediante una conquista súbita a finales del siglo xiii.
Para finalizar, no solo los datos arqueológicos desmienten
la conquista de Canaán en tiempos de Josué; la propia Biblia afirma que esta
conquista nunca ocurrió. El primer capítulo del libro de los Jueces nos
presenta una imagen muy diferente de la campaña de Josué, que en términos generales
fue un fracaso. Ninguna de las tribus consiguió conquistar el territorio
deseado y no hubo más que unos escasos y limitados éxitos. El libro de los
Jueces presenta en rápida sucesión una letanía de fracasos: Judá no consiguió
expulsar a los habitantes de la llanura; Benjamín no fue capaz de expulsar a
los habitantes de Jerusalén; Manases fracasó; Efraím fracasó; Zabulón fracasó,
Aser fracasó; Neftalí fracasó; Dan fracasó. Y en Jueces 2, Dios condena a los
israelitas por sus fracasos diciendo: «Pero vosotros no habéis obedecido mis
órdenes; ¿por qué habéis obrado así? Pues ahora digo: no os los apartaré de
delante; sino que los tendréis como enemigos y sus dioses serán para vosotros
un lazo».
La mayor parte de Josué fue escrita varios siglos después de
los hechos en él descritos. Tanto de los datos arqueológicos como de los
bíblicos, podemos ver que el autor del libro apedazó su historia de la
conquista a partir de una serie de mitos y leyendas. Su libro sirvió como
herramienta de propaganda diseñada para retratar a los hebreos como
beneficiarios del dios más poderoso del mundo.
Mito 90: Josué dirigió a Israel después de la muerte de Moisés
El Mito: Entonces, después de la muerte de Moisés, siervo del Señor,
sucedió que habló el Señor a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés, diciendo:
«Moisés, mi siervo, ha muerto; así pues, álzate, pasa ese Jordán, tú y todo tu
pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel» (Jos 1, 1-2).
La Realidad: El nombre de
Josué indica que se trataba de una figura mítica con el nombre de dos deidades
egipcias de la creación.
Antes de abandonar las campañas de
Josué en Canaán, deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Si la mayoría de
relatos de batallas son ficticios, existió Josué en realidad? Pues no, no
existió.
La Biblia suele referirse a Josué como «Josué, hijo de Nun».
Este nombre plantea algunas cuestiones. En hebreo el nombre auténtico de Josué
es «Jeoshua». Jeho representa las letras JHWH, el nombre del Dios hebreo;
muchos israelitas tienen ese elemento en su nombre. Los
estudiosos suelen traducir su nombre por «Dios salva» o «Dios es la
salvación». (Jeho-shua es también el nombre propio hebreo de Jesús).
Que Josué tenga el elemento Jeho en su nombre nos plantea un problema cronológico. El nombre
JHWH no fue conocido por los israelitas hasta que Moisés lo trajo de Egipto en
tiempos del Éxodo. Él mismo desconocía el nombre hasta justo antes de volver a
Egipto para enfrentarse al faraón. Al aparecer los patriarcas hebreos conocían
a Dios bajo el único nombre de Él-Saddai. Éxodo 6, 3 así lo prueba: «Y Yo me
mostré a Abraham, y a Isaac, y a Jacob con el nombre de El-Saddai, pero mi nombre
Jehová no se lo manifesté» (las traducciones inglesas suelen substituir «Dios
Todopoderoso» por las palabras hebreas «El-Saddai». «El-Saddai» significa «'Él'
el Poderoso». «Él» es el dios cananeo principal, cuyo nombre fue subsumido por
el hebreo Elohim).
Pero Josué ya había alcanzado la edad adulta y servido bajo
Moisés en los tiempos del Éxodo. Por lo tanto no podía tener el elemento Jeho en el nombre dado en el nacimiento
porque sus padres no podían conocer el nombre y como mínimo, el nombre Josué
como nombre hebreo debía haber sido o un cambio en el nombre de Josué después
del Éxodo o una invención tardía de los redactores bíblicos. En consecuencia,
un editor bíblico añadió la afirmación de que Moisés había cambiado el nombre
original de Hoshea por Josué.
Como Josué pertenecía a la tribu de Efraím, puede
argumentarse con bastante seguridad que su nombre tenía un origen más egipcio
que hebreo y que su personaje adopta un papel mitológico. Efraím era el hijo
menor de José y Asenath, su mujer egipcia. Su madre era la hija del sacerdote
principal de Heliópolis, un importante centro de culto egipcio y el lugar en
que Moisés, como miembro de la casa real, habría recibido su educación. Su
nombre completo, «Josué, hijo de Nun», contiene elementos onomásticos de dos
de las más importantes deidades egipcias de Heliópolis, Nun y Shu.
El dios Nun representaba la inundación primigenia del
principio de la Creación. Removía las aguas y causaba la aparición del dios
Atum. Atum, a su vez, daba a luz a un hijo llamado Shu, que representaba el
espacio entre el cielo y la tierra, y a una hija llamada Temut, que
representaba la humedad. Shu y Temut eran los ancestros de todas las demás
deidades egipcias, y algunos textos egipcios dicen que Nun los hizo salir del
abismo primigenio.
En la tradición del Próximo Oriente antiguo, los nietos se
consideraban hijos de los abuelos, y la Biblia identifica con frecuencia a los
nietos como hijos de los abuelos. En Egipto, por lo tanto, Shu hubiera sido
también el hijo de Nun. Este hecho nos proporciona una correspondencia con el
nombre de Josué, «Jeho-Shua, hijo de Nun». El único elemento no egipcio en ese
nombre es «Jeho», que ya hemos visto no podía ser parte de su nombre original,
El nombre de Josué, por lo tanto, implicaba una deidad
conocida como «Shu, hijo de Nun», adorado por los israelitas como figura de
culto en los años que siguieron a su partida de Egipto. Al tiempo que Israel se
desprendía de sus coberturas culturales egipcias y Jeho llegaba a jugar un
papel más resueltamente monoteísta en la vida hebrea, Josué fue relegado de
deidad a ser humano. Finalmente, los escribas añadieron la parte «Jeho» del
nombre para esconder la imagen de culto que Josué era con anterioridad.
Jeho-Shu, el nombre medio egipcio y medio judío que recibió, acabó por ser
confundido con la palabra hebrea Jehoshua, que significa «Dios salva».
Mito 97 : El rey Saúl se suicidó
El Mito: Y la batalla no
fue bien para Saúl, y los arqueros le alcanzaron, y fue herido por ellos. Dijo
entonces Saúl a su escudero: «Desenvaina tu espada, y traspásame con ella, para
que no me hieran los incircuncisos y me afrenten». Pero su escudero no quería,
por el gran temor que tenía. Así pues tomó Saúl su propia espada y se dejó caer
sobre ella. Y cuando su escudero vio que Saúl estaba muerto, se lanzó
igualmente sobre su espada, y murió con él. Así murió Saúl, y sus tres hijos,
y su escudero, y todos sus hombres, ese mismo día, todos juntos (1 Sm 31, 3-6).
La Realidad: La Biblia
ofrece dos versiones de la muerte de Saúl. Que Saúl murió por su propia mano
era la versión oficial que daba la corte de David. Estaba pensada para ocultar
la verdadera historia, que no dejaba a David en buen lugar.
La Biblia no ha sido elogiosa con
el rey Saúl, al retratarlo como excesivamente sospechoso de David y temiendo lo
que éste quería hacerle. Los comentaristas tienden a tratarlo como un maníaco
depresivo.
En realidad, Saúl tenía mucho que temer de su joven rival.
Al principio, David se había aliado con los filisteos mientras estaban en
guerra con Saúl, y cinco años antes de la muerte de Saúl, David lideró la
salida de la casa de Judá de la coalición israelita y se autoproclamó rey de
Judá. David era un hombre joven y ambicioso, con pocos escrúpulos y ansioso de
conquistar el poder.
En una historia bíblica bien conocida, David preñó a una
mujer (Betsabé) y se las arregló para matar al esposo y tapar así su papel como
padre del hijo de la mujer. En otras ocasiones, proclamaba su sorpresa al saber
que oficiales militares habían ejecutado a varios pretendientes a su trono, a
muchos de los cuales él profesaba gran amor.
Aunque la Biblia nos dice que Saúl se suicidó al ver perdida
la batalla, conserva también una segunda versión que contiene indicaciones
sobre la verdad de la muerte de Saúl. En esta segunda narración, se nos dice
que un extraño se presentó en la corte de David y le explicó la muerte del rey
Saúl. Según este extraño, llegó adonde se encontraba el rey Saúl, apoyado en su
lanza mientras los soldados enemigos lo iban rodeando. Saúl pidió al extraño
que lo matara para evitarle la inminente miseria que le venía encima. El
extraño así lo hizo y después llevó la corona y el brazalete de Saúl al campo
del rey David. Después de escuchar la narración del extraño, David lo hizo
ejecutar inmediatamente por matar al rey ungido por el Señor.
En esta segunda narración, mientras Saúl está ocupado
luchando contra los filisteos, David está en otra parte, atacando a los
amalecitas. El extraño era también amalecita. Aunque las dos batallas están muy
separadas entre sí, este amalecita en particular aparece misteriosamente al
lado de Saúl cuando el rey está herido por una lanza y lo mata. Lleva entonces
la corona de Saúl a David en lugar de llevarla al hijo de Saúl, aparentemente
el heredero al trono. David, que afirma no saber nada de la batalla de Saúl
antes de que el amalecita le traiga las noticias, hace ejecutar a éste antes de
que pueda revelar nada más.
Esta segunda narración nos presenta una muerte de Saúl menos
noble que la versión del suicidio, por lo que el primer relato parece ser un
intento de ocultar el hecho de que Saúl murió a manos de un soldado enemigo.
Mientras la segunda narración deja claro que Saúl murió a manos del amalecita,
deja abierta la posibilidad de que el amalecita hubiera estado a las órdenes de
David cuando mató a Saúl.
David había estado luchando contra los amalecitas justo
antes de que este amalecita apareciera misteriosamente al lado de Saúl y lo
matara. El amalecita llevó la corona directamente a David, que no había
reclamado públicamente ser el heredero de Saúl aunque supuestamente y en
secreto Samuel lo había ungido. Y David mata al mensajero antes de que pueda
decir nada más.
La evidencia demuestra que Saúl no murió por su propia
espada sino que un amalecita, posiblemente a las órdenes de David, lo remata.
Aunque los escribas de David trataron de ocultar todo el incidente afirmando
que Saúl tuvo una muerte honrosa, alguien, ya sea de la propia corte de David o
que estuviera familiarizado con la muerte verdadera de Saúl, sabía la verdad y
preservó la narración que fue incorporada a la historia bíblica del rey David.
La fuente más posible de la historia verdadera podría ser Abner, general y
guardaespaldas personal de Saúl que en un principio se opuso a la entronización
de David pero posteriormente se le unió, o Joab, el principal asesino de David,
que se opuso a que Salomón fuera el sucesor de David.
Mito 98 : La casa de Judá luchó contra la casa de Saúl en Gabaón
El Mito: Y Abner, hijo de
Ner, y los sirvientes de Isbaal, el hijo de Saúl, salieron de Majanaim hacia
Gabaón. Y Joab, hijo de Sarvia, y los seguidores de David se pusieron en
marcha y se encontraron cerca del estanque de Gabaón: y se sentaron, los unos a
un lado y los otros al otro. Y Abner dijo a Joab: «Que se levanten los jóvenes
y luchen frente a nosotros». Y dijo Joab: «Que se levanten», y se levantaron y
salieron en número de doce los de Benjamín, por Isbaal, hijo de Saúl, y doce de
los seguidores de David. Y tomando cada uno a su oponente por la cabeza, le
hundieron la espada en el costado; y todos cayeron al mismo tiempo. Y aquel lugar
se llamó Campo de los Costados, que está en Gabaón. Y hubo aquel día una fiera
batalla ; y Abner fue derrotado, y los hombres de Israel fueron vencidos por
lo hombres de David... Y Joab volvió de la persecución de Abner: y cuando hubo
reunido a todo el pueblo faltaban diecinueve de los seguidores de David y
Asael. Pero los seguidores de David habían herido de muerte a trescientos
sesenta hombres de Benjamín y de Abner (2 Sm 2, 12-17.30-31).
La Realidad: Esta
historia es en realidad un mito sobre el calendario y trata de una disputa
entre un culto solar egipcio y un culto lunar cananeo en Gabaón.
Este mito nos
narra una lucha en Gabaón entre las fuerzas del rey David y la casa de Saúl,
después de la muerte de Saúl, cuando ambos bandos se disputan el control del
reino de Israel. En él encontramos algunos números poco usuales que evidencian
el trasfondo mítico de esta historia.
Gabaón, como recordaran, fue el
lugar en el que Josué ordenó al Sol y la Luna que se detuvieran, pero ya vimos
en el Mito 86 que estas órdenes no iban dirigidas a los cuerpos celestes sino
a las deidades asociadas con ellos. Que Josué se dirigiera sólo a estos dos
astros indica que los cultos del sol y la luna eran fuerzas bastante poderosas
en la región de Gabaón.
La narración se inicia con una
batalla entre dos grupos de doce guerreros, todos los cuales mueren en la
lucha. Sigue el relato con una escena de persecución y otra batalla. Después de
esta segunda confrontación se nos dice que los seguidores de David perdieron
«diecinueve de ellos», y el bando rival había perdido «trescientos sesenta
hombres».
Los números 19 y 360 tienen
importancia en el calendario, al igual que doce contra doce, que suelen
significar la batalla entre el día y la noche. El 19 representa un sistema de
calendario lunar, mientras que el 360 representa un calendario solar. Es
bastante imposible que la aparición de todos estos números en un relato sobre
un lugar en el que los cultos solares y lunares tenían una importante presencia
sea una coincidencia.
En las culturas que se regían por
un calendario lunar, como la babilonia, la griega y la hebrea, se presentaba
el problema de cómo seguir el ritmo de los ciclos agrícolas. El calendario
lunar de doce meses, que alterna meses de 29 y de 30 días, sólo tiene 354
días, lo que causa que falle la sincronización del calendario con el verdadero
año solar agrícola. A menos que se añadiera un mes adicional de vez en cuando,
el calendario lunar era inservible para organizar las prácticas agrícolas. Por
lo tanto, había que establecer un sistema para determinar cuando añadir este
mes, y el primero data de por lo menos el año 2400 a.C. y procede de Sumeria.
En algún momento de su historia,
los babilonios introdujeron la idea del ciclo lunar-solar de 19 años conocido
como año lunisolar, en el cual se añadían siete meses adicionales en puntos
fijos del ciclo de 19 años que mantenían los ciclos lunar y solar en armonía.
En el periodo persa tardío, por ejemplo, se añadía un mes en los años acabados
en 3, 6, 8,11,14, 17 y 19.
En el año 432 a.C., un matemático
llamado Metón ideó para los griegos un ciclo similar y también de 19 años que
servía para los mismos propósitos que el babilónico.
Los egipcios también utilizaban
un calendario lunisolar, pero éste se basaba en un ciclo de 25 años y
funcionaba simultáneamente con el calendario civil solar. Cada 25 años el año
nuevo de los dos calendarios coincidía.
El calendario solar egipcio, por
otro lado, se componía de 360 días divididos en doce meses de treinta días a
los que se añadían cinco días al final del año. Asimismo, los egipcios también
dividían el día y la noche en doce partes cada uno.
Puesto que los babilonios
utilizaban un calendario lunar de 354 días y un calendario lunisolar de 19 años
mientras que los egipcios se regían por un calendario solar de 360 días y uno
lunisolar de 25 años, el conflicto entre dos fuerzas, una de 19 y otra de 360,
implica un conflicto entre partidarios del calendario solar egipcio y
partidarios del calendario lunar babilonio.
Según el relato bíblico, en la
primera batalla lucharon dos bandos de doce y todos los componentes murieron en
mutuo combate. El tema de «doce contra doce» nos remite a la batalla entre las
fuerzas del día (el culto solar) y las de la noche (culto lunar). Como la lucha
no se produce ni de día (es decir, el sol) ni de noche (es decir, la luna) el
resultado es un empate. Pero a continuación se produce otro conflicto. En él,
las fuerzas de David pierden 19 hombres, lo que los asocia con el culto lunar,
mientras que el ejército de Isbaal pierde 360 hombres, lo que los asocia con un
culto solar. Como David ganó la batalla, el relato, en términos mitológicos,
muestra la derrota en Gabaón de un culto solar frente a un culto lunar.
Con toda probabilidad, el libro
procede del libro de Jaser y fue incorporado a la historia bíblica por
editores posteriores. No podemos saber si estos redactores conocían el mito
subyacente a la narración. Su asociación con David y Saúl puede sugerir que
Israel, de acuerdo con sus raíces egipcias, siguió utilizando durante un
tiempo el calendario egipcio y cuando David se convirtió en rey de Israel,
substituyó el calendario lunar local, provocando conflictos entre los
sacerdotes rivales que celebraban fiestas religiosas diferentes siguiendo uno u
otro de los calendarios rivales.
También podría suceder,
sencillamente, que el mito, aunque trate de una lucha en Gabaón entre dos
cultos rivales, no tuviera nada que ver en su origen con David y Saúl y los
redactores bíblicos, sin ser conscientes del significado subyacente, extrajeran
el relato de la batalla del mito y lo añadieran a la historia de David,
tratando de aumentar su reputación de gran líder.
Mito 99: Salomón no impuso trabajos forzados a Israel
El
Mito: Y toda la gente que quedó de los amorreos, de los jéteos, de los
fereceos, de los hivitas y de los jebuseos, que no eran hijos de Israel, sus
descendientes que quedaron después de ellos en la tierra y a los que los hijos
de Israel no habían podido destruir totalmente, Salomón les impuso un tributo
de trabajos forzados hasta el día de hoy.
Pero a los hijos de Israel Salomón
no les impuso el tributo; eran sus hombres de guerra, y sus servidores, sus
príncipes y capitanes, jefes de sus carros y su caballería (1 Re 9, 20-22).
La
Realidad: El amplio uso de trabajadores forzados israelitas llevó a la
división entre Israel y Judá.
El rey Salomón
inició la construcción de varios edificios de grandes proporciones a lo largo
de su reinado. Además del gran templo, «construyó su propia casa, y Milo, y la
muralla de Jerusalén, Jasor, Meggido y Guezer». Surge la pregunta de cómo pagó
las obras y quién hizo el trabajo. El papel más importante lo jugaron el
trabajo forzado y los impuestos altos.
Los escribas judaítas, deseosos de
respetar y aumentar la reputación de su querido héroe, afirmaban que sólo los
no israelitas habían sido sujetos a esclavitud, «los amorreos, los jéteos, los
fereceos, los hivitas y los jebuseos, que no eran hijos de Israel». A pesar de
esta afirmación, el relato de Salomón deja poco margen para dudar sobre si los
israelitas se vieron sujetos a cargas enormes. En un punto de la historia, se
habla de doscientos mil trabajadores forzados.
Y el rey Salomón hizo una leva en todo
Israel; y la leva era de treinta mil hombres. Y los envió al Líbano. Diez mil
cada mes, por turnos: un mes lo
pasaban en el Líbano y dos en casa: y Adoniram era el prefecto de la leva. Y
Salomón tenía además sesenta mil hombres para el transporte y ochenta mil
leñadores en el monte; sin contar los oficiales de que disponía Salomón al frente de las obras, tres uní trescientos, que
mandaban a los trabajadores. (I Re 5, 13-16).
Más tarde,
con ocasión del enfrentamiento entre Israel y Judá sobre la sucesión de
Salomón, los israelitas se ofrecen a aceptar al hijo de Salomón como heredero
tan sólo bajo ciertas condiciones: «Tu padre hizo muy pesado nuestro yugo: así
que haz que el peso del servicio sea más ligero y te serviremos» (1 Re 12, 4).
A lo que
responde Roboam: «Mí padre hizo pesado vuestro yugo, y yo lo haré aún más pesado;
mi padre os azotó con azotes, pero yo os azotare con escorpiones» (1 Re 12,
16).
Por
supuesto, esta oferta de de peores tratos encuentra pocos dispuestos a
aceptarla.
Entonces, cuando todo Israel vio
que el rey no le escuchaba, el pueblo contestó al rey diciendo: «.¿Qué tenemos
que ver con David? No tenemos heredad con el hijo de Isaí. ¡A tus tiendas,
Israel!. ¡Provee tu casa, David!» E Israel se retiró a sus tiendas (1 Re 12,
16).
Después de
esta confrontación, Israel se separó de Judá y Jeroboam fue rey de Israel
mientras Roboam lo era de Judá. La imposición del trabajo forzado a los
israelitas por parte de Salomón fue la causa de esa separación.
Mito 100
Daniel predecía el futuro
El Mito: A estos
cuatro moZos otorgo Dios sabiduría y entendimiento en todas las letras y
ciencias: v Daniel interpretaba todas Lis visiones y sueños (Dn 1, 17).
La Realidad: Las
predicciones atribuidas a Daniel Fueron escritas después de que acaecieran los
sucesos descritos en su historia.
El libro de
Daniel puede dividirse en dos categorías de narración. Una nos habla de cómo
los judíos, durante la Cautividad de Babilonia consiguen, gracias a su fe en
Dios, posiciones preeminentes en países extranjeros. La otra describe e
interpreta una serie de sueños y visiones sobre extrañas criaturas y sucesos
poco usuales.
En la primera categoría,
encontramos la historia de Daniel en el foso de los leones y la de Sidraj,
Misaj y Abed-Nego en el horno encendido. En cada uno de estos relatos, el
personaje central desafía una orden de Nabucodonosor que entra en conflicto con
su adoración de Dios. Como castigo reciben la muerte. Pero en cada caso un
ángel de Dios aparece para protegerlos. Cuando aparecen sin daño alguno al
final de su ordalía, el rey los eleva a cargos de gran autoridad del reino,
Daniel, el personaje central, había
sido bendecido por Dios con el don de la interpretación de los sueños, lo que
le permitía predecir el futuro. Lo habían llevado a Babilonia en el 587 a.C.,
cuando el rey Nabucodonosor conquistó Judá y expulsó a los hebreos de Canaán.
Daniel y tres compañeros fueron apartados de los demás y educados en la
academia real. Como en el caso de José, las habilidades de Daniel para la
interpretación de los sueños le llevaron a obtener gran autoridad en el reino.
Daniel nos presenta una serie de
sueños poco usuales que cuando son interpretados revelan los sucesos políticos
del futuro hasta los días finales. En un episodio, por ejemplo, Nabucodonosor
ve en sus sueños una criatura inusual y amenazadora. Su cabeza era de oro, el
pecho y los brazos de plata, la barriga y las caderas de bronce, las piernas de
acero y los pies de acero y barro. A los pies de la criatura se lanzo entonces
una piedra y la entidad se rompió en piezas diminutas. La piedra que destruyó a
la estatua se convirtió en una montaña que ocupó la tierra entera.
Daniel explica el sueño de Nabucodonosor. El mismo
Nabucodonosor es la cabeza de oro, soberano de un reino glorioso y fuerte. Pero
después de su reinado, se alzará un reino inferior (simbolizado presumiblemente
por las partes de plata), seguido por un tercero, de bronce, que gobernará todo
el mundo. Un cuarto reino será tan poderoso como el acero pero se disgregará.
Después, el Dios de los cielos establecerá un reino que durará para siempre.
A medida que se narran otros sueños, el futuro se hace más
claro. Éstos reflejan un desfile de acontecimientos históricos en los que el
imperio caldeo de Nabucodonosor es reemplazado por el de los persas y los medos
y finalmente por el de los griegos, del que se separan cuatro ramas. Los
historiadores que han estudiado las profecías han trazado una precisa línea de
sucesos que finaliza durante el reinado de Antíoco Epífanes (175-164 a.C.), un
griego seléucida que persiguió a los judíos. Su cruel tiranía desembocó en la
revuelta de los hasmoneos o macabeos que condujo a la liberación de los judíos
de la dominación griega.
Este conjunto de predicciones es bastante extraordinario
para un hombre que vivió en el 587 a.C., pero en el relato hay una grieta
importante. El libro de Daniel describe la sucesión de varios reyes durante su
vida y ésta es bastante inexacta.
Daniel nos ofrece esta sucesión de reyes babilonios: 1)
Nabucodonosor, 2) Baltasar, hijo de Nabucodonosor, 3) Darío el Meda y 4) Ciro.
En otra parte, se nos dice que Darío el Meda era el hijo de Asuero (Jerjes).
La sucesión históricamente exacta sería la siguiente: 1)
Nabucodonosor, 2) Evil-Merodac, 3) Neriglassar, 4) Nabónido, 5) Baltasar, hijo
de Nabónido, y 6) Ciro,
Baltasar no era el hijo de Nabucodonosor sino de un rey
posterior llamado Nabónido, y varias de las predicciones de Daniel sobre Nabucodonosor
se refieren a hechos de la vida de Nabónido. Así pues, parece que Daniel el
Sabio confundía a Nabucodonosor con Nabónido, que en realidad fue el tercer rey
que siguió a Nabucodonosor en los registros históricos.
La historia desconoce totalmente a Darío el Meda. Los reyes
babilonios conocidos como Darío eran persas y reinaron después de Ciro, el rey
persa que derrotó a Nabónido. El Darío histórico fue el padre de Asuero, no el
hijo.
Daniel parece ser un profeta con una mejor comprensión del
futuro que del presente, lo que conduce a la conclusión obvia de que las predicciones
fueron escritas después de los hechos narrados, cuando los sucesos posteriores
eran bien conocidas pero la historia anterior empezaba a difuminarse.
Se da la circunstancia de que Antíoco Epífanes es el último
rey que aparece en las predicciones de Daniel, por lo que podemos afirmar que
las predicciones fueron escritas hacia el año 164 a.C. En favor de esta fecha
de autoría, podemos anotar que el autor concluye su historia política con la
predicción de que un rey identificado con Antíoco morirá en una batalla en
algún lugar entre Jerusalén y el mar Mediterráneo (Dn 11,40-45), pero en
realidad Antíoco murió muy al este de Persia, lo que sugiere que el autor sabía
de la existencia de Antíoco pero no sabía de su muerte cuando escribía las
predicciones de Daniel.
Mito 101:La reina Ester salvó a los judíos de Persia
El Mito: Así pues fueron
el rey y Aman al banquete con la reina Ester. Y repitió el rey a la reina en el
segundo día del festín: «¿Cuál es tu petición, reina Ester? Pues te será
concedida. ¿Qué es lo que deseas? Pues te lo daré, aunque sea la mitad de mi
reino».
Entonces la reina Ester respondió: «Si he hallado gracia
ante tus ojos, oh rey, y si place al monarca, que se me conceda mi vida en
virtud de mi petición y la de mi pueblo según mi deseo: pues hemos sido
vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, matados y exterminados. Si
hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, yo habría callado, aunque el
enemigo no compensaría el daño causado al rey.
Entonces el rey Asuero respondió a la reina Ester: «¿Quién
es él y dónde está, el que osa presumir en su corazón de que tal hará?».
Y dijo Ester: «El adversario y el enemigo es el malvado
Aman». Entonces Aman se sobresaltó ante el rey y la reina. Y el rey, enfurecido
se levantó del festín y salió al jardín del palacio: Y Aman se quedó para rogar
por su vida a la reina Ester; porque veía que su desgracia estaba decidida en
el ánimo del monarca.
Volvió entonces el rey del jardín de palacio a la sala del
festín; y Aman se había precipitado sobre el lecho en el que estaba Ester. Dijo
entonces el rey: «¿Acaso querrá también hacer violencia a la reina estando
conmigo en el palacio?» Apenas había pronunciado el monarca estas palabras,
cuando velaron el rostro de Aman. Y Harbona, uno de los eunucos, dijo en
presencia del rey: «En casa de Aman hay una horca de cincuenta codos de alto,
que Aman ha preparado para Mardoqueo, el que habló para beneficio del rey». El
rey dijo: «Que cuelguen de ella a Aman».
Colgaron pues a Aman de la horca que había preparada para
Mardoqueo y se apaciguó la ira del rey (Est 7,1-10).
La Realidad: Originalmente,
la historia de Ester no tiene nada que ver ni con los judíos ni con Persia. Se
trata de un antiguo pleito entre los babi-
mitos DE LOS héroes
329
Ionios y los elamitas. El Purim
era una celebración babilonia llevada a Judea después de la Cautividad en
Babilonia.
El libro de Ester es el único de
la Biblia en el que no aparece el nombre de Dios. Su adopción en el canon
bíblico fue objeto de gran debate y controversia tanto entre judíos como
cristianos. Superficialmente, pretende ser el relato de cómo el pueblo judío
llegó a celebrar la fiesta del Purim. En realidad, es una mezcla de cuentos
sobre antiguos pleitos.
La narración tiene lugar en Persia, durante el reinado del
rey Asuero (Jerjes, 486-465 a.C.). El libro presenta una serie de
inconsistencias históricas. Dice, por ejemplo, que Mardoqueo llegó a Persia
durante la deportación a Babilonia en el 587 a.C. (Est 2,6), y queda implícito
que Ester va con él. Eso los hace demasiado viejos para haber estado en la
corte de Asuero.
Para resumir la historia brevemente, la reina de Asuero,
Vasti, desobedece una orden de su esposo frente a otros invitados. Esto
produce un gran escándalo y el rey ordena buscar una nueva novia, no fuera el
caso que las mujeres de Persia llegaran a creer que tenían el derecho de ignorar
los deseos de sus esposos. La búsqueda tiene como resultado la elección de
Ester, cuya identidad judía ella mantiene en secreto. El guardián de Ester era
su tío Mardoqueo. El malvado de la historia era Aman, un alto funcionario de la
corte.
Mardoqueo se niega a hacer reverencias a Aman y el ministro
se irrita. A medida que se desarrolla la trama, Aman sufre una serie de
humillaciones a manos de Mardoqueo y jura vengarse. Idea una manera de engañar
al rey para que éste autorice la destrucción del pueblo judío y el ahorcamiento
de Mardoqueo.
Ester, con gran riesgo personal, revela la verdad sobre ella
y su inminente destino. Los decretos persas eran irrevocables, pero el rey
autorizó a los judíos a defenderse de los ataques y destruir a su vez a las
familias de los atacantes. Las fuerzas hostiles disminuyeron en fuerza y los
judíos mataron a diez mil enemigos. Aman fue ahorcado en el cadalso construido
para Mardoqueo.
La historia de Ester proviene de numerosas fuentes, en una
de las cuales la heroína tenía el nombre de Hedisa en lugar de Ester. El
redactor bíblico enfatiza que los dos nombres pertenecen a la misma mujer
(véase Est 2,7).
En su núcleo, el relato oculta una
batalla mitológica entre dioses meso-potámicos. Los nombres Mardoqueo y Ester
se corresponden con los de dos de las principales divinidades mesopotámicas,
Marduk e Ishtar. El nombre del malvado, Aman, se corresponde con la divinidad
principal de Elam, Humman o Khuman y el nombre Vasti con la diosa elamita conocida
como Mushti o Shushmushti.
Durante varios siglos, Babilonia y Elam fueron rivales
encarnecidos a los que finalmente vencieron los persas. La historia de Ester
tiene lugar en Susa, la residencia de invierno del rey persa y antigua capital
de Elam.
Alrededor del año 1159 a.C., un rey de Elam llamado
Kutir-Nahnunte atacó los territorios babilonios y se apoderó de la estatua de
Marduk en la ciudad de E-sagila llevándola con él a Elam. Aunque los hititas y
los asirios ya habían realizado actos similares anteriormente, en esta ocasión
los babilonios se sintieron especialmente molestos. Un texto dice que el pecado
fue «mucho mayor que el de sus predecesores, su culpa excedía incluso la de
aquellos». Unas décadas más tarde los babilonios consiguieron recuperar la
estatua.
El conflicto entre Mardoqueo y Aman refleja esta antigua
humillación y la consiguiente rehabilitación. Aman, que representa a la
principal divinidad elamita, intenta apoderarse de Mardoqueo, que representa a
la principal deidad babilonia. La estratagema falla y Aman es ahorcado, lo que
representa la victoria babilonia sobre el dios elamita.
Entrelazado con la historia de Marduk y Humman encontramos
el segundo motivo literario del relato, basado en la batalla entre el rey Saúl
y el rey Agag de los amalecitas, uno de los enemigos tradicionales de Israel.
En esta batalla, Saúl recibe la palabra de Dios que le ordena destruir hasta el
último de los amalecitas. Saúl, sin embargo, respetó la vida de su rey Agag.
Este hecho, desde el punto de vista de Judea, marcaba el fin de su legitimidad
como rey de Israel y abría el camino a la caída de la casa de Saúl. Samuel,
quien dice: «Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl», hace que le traigan al
rey Agag y lo corta en pedazos.
Ester nos dice que Mardoqueo es un benjaminita, de la misma
tribu que Saúl y ambos comparten una genealogía parecida. Saúl era hijo de
Quis, y la primera persona que se menciona en la breve lista de los ancestros
de Mardoqueo también se llama Quis. Aman, por su parte, es descrito como
«agagita, enemigo de los judíos».
Como motivo literario, tenemos un conflicto entre un hijo de
Quis y un agagita. Saúl respetó la vida del agagita después de derrotar al
enemigo, pero Mardoqueo, a través de Ester, ignoró la solicitud de clemencia y
le hizo ejecutar inmediatamente. No repitió el pecado original. En esta
ocasión, el benjaminita actuó como lo ordenaba el Señor. Destruyó al enemigo
sin piedad.
Al ser ficticia la historia de Ester, no puede servir como
explicación de la fiesta del Purim. El nombre Purim procede de una palabra
persa que significa «suerte», y en la historia Aman hecha las suertes para
determinar los días en los que deberían ser asesinados los judíos. La
festividad no tiene connotaciones religiosas y era probablemente una fiesta
pagana adoptada por los judíos que la aprendieron en Babilonia, la adoptaron y
la llevaron de vuelta a Judea.
Conclusión
La precedente mirada a 101 mitos de la Biblia nos ha
mostrado las múltiples formas en que la historia bíblica evolucionó y cómo se
fue transformando por experiencias posteriores.
Empezamos por un examen de los mitos bíblicos de la Creación
y vimos que los relatos de las fuentes J y S se originaron en variaciones de
los mitos tebanos de la Creación. Procedentes de Egipto, cada una de ellas
presenta la narración de forma diferente, revelando diferentes imágenes de la
divinidad. La deidad de S es altiva y no tiene interacción personal con la
humanidad. La Creación de S es austera, un recitado mecánico de sucesos que se
detallan día a día. La deidad de J era personal, antropomórfíca y
constantemente se involucraba en la interacción humana. La narración J procede
con gran estilo literario, detalle del argumento y desarrollo de los
personajes, y se preocupaba profundamente por los temas morales.
En ambas versiones, vimos que el politeísmo egipcio está
soterrado y disimulado. S despojaba a las deidades de su persona y las reducía
a los fenómenos naturales que representaban. J respetaba la persona pero eliminaba
su conexión con los fenómenos naturales, transformando a las deidades en seres
humanos cuando S sólo hablaba de los procesos. El relato de J incluía las
historias de Adán y Eva, el jardín del Edén y Caín y Abel, historias que han
llegado al corazón de la humanidad durante tres mil años.
El minimalismo de S, sin embargo, hacía difícil cambiar la
línea de la historia. A pesar de todo, los errores de edición distorsionaron el
texto original, haciendo que la Creación durara siete días en lugar de ocho y
colocando erróneamente parte del segundo día al principio del tercero. J, por
otro lado, que en su origen partía de un estrato egipcio sobre los hijos del
cielo y de la tierra, fue confundiendo las historias sencillas de Egipto y con
el paso del tiempo les fue incorporando elementos de historias similares procedentes
de Mesopotamia. Por fortuna, los redactores bíblicos mantuvieron separados
ambos relatos de manera que se pueden examinar fácilmente los méritos de cada
uno de ellos.
No fue este el caso del mito del diluvio. Aquí, J y S están
íntimamente unidas, en un intento de tejer un único tapiz a partir de múltiples
hilos incompatibles. El proceso de desembrollar la madeja nos condujo a
descubrimientos interesantes. S, de nuevo, se mostraba mecanicista, haciendo
un recitado de los sucesos del diluvio sin poner énfasis en la personalidad o
la interacción humana. S se basaba en el calendario solar-lunar egipcio, un
ciclo de 25 años usado para determinar las fechas de las festividades
religiosas. Las fiestas religiosas de Egipto seguían los ciclos lunares mientras
que el calendario civil se basaba en el año solar. El calendario solar-lunar
proporcionaba un método para determinar en qué día del calendario civil solar
debía tener lugar una actividad religiosa calculada con los ciclos lunares.
El relato J del diluvio es más complicado. En un nivel,
trata del calendario agrícola solar de tres estaciones, pero a otro nivel era
un mito egipcio de la Creación basado en las tradiciones de Hermópolis. En la
teología de esa ciudad, la creación se iniciaba con cuatro criaturas
masculinas y cuatro femeninas emergiendo de una gran inundación. Estas ocho deidades,
conocidas como Ogdóada, eran al mismo tiempo, y de forma bastante extraña,
«padres de» y «la creación de» la deidad creadora primera. Noé y sus tres hijos
y sus cuatro esposas se corresponden con las cuatro criaturas masculinas y las
cuatro femeninas del mito egipcio.
Como en el mito de la Creación, la narración J del diluvio
habría aparecido originalmente antes de la historia de Adán y Eva en el jardín
del Edén, pero esta secuencia temporal se alteró cuando los hebreos entraron en
contacto con el mito del diluvio de Mesopotamia que situaba la inundación en
la décima generación de la humanidad. Como en el relato J del cielo y la
tierra, el relato del diluvio de J está entremezclado con los cuentos
mesopotámicos, y más adelante este híbrido egipcio-mesopotámico se mezcló
todavía con la narración del diluvio de S, alterando el escenario de la
historia bíblica al situar el diluvio bíblico en la décima generación de la
humanidad.
Si volvemos a colocar el relato del diluvio de J en su
original situación cómo un relato de la Creación que precedía a las historias
del jardín del Edén, arrojamos nueva luz sobre las inconsistencias que se han
hallado entre los mitos de la Creación de J y S y vemos que se trata de
construcciones paralelas que siguieron la tradición tebana. Esta teología se
inició con el relato hermopolitano del diluvio y se siguió con la historia
helio-politana sobre la emergencia del cielo y de la tierra y sus
descendientes.
Al colocar el relato hermopolitano del diluvio de J al
principio del ciclo, vemos que se ajusta a la línea argumental de S. Ambos
empiezan por el diluvio hermopolitano, S despoja de la persona a las fuerzas
naturales y J despoja a las fuerzas naturales de la persona. A continuación,
ambas proceden de la misma manera contradictoria, explicando la historia
heliopo-litana de la Creación del cielo y la tierra y su descendencia.
En la segunda parte nos trasladamos a los mitos de la era
patriarcal. Vimos el funcionamiento de los cuatro niveles de construcción de la
obra. En el núcleo, vimos que las historias de los patriarcas eran adaptaciones
de mitos egipcios sobre la más importante familia de deidades religiosas y
políticas, Osiris, Isis, Horus y Set. El mejor ejemplo de este hecho era la
interacción entre Jacob y Esaú, donde hemos mostrado que los conflictos entre
estos dos hermanos eran un paralelo de los de Horus y Set, las dos deidades
gemelas que en la literatura egipcia luchaban incluso en la matriz. Los autores
bíblicos tomaron estas conocidas narraciones sobre la más importante de las
familias de dioses egipcios que los hebreos llevaron consigo al abandonar
Egipto, y las transformaron en historias sobre los ancestros humanos que fundaron
la nación hebrea, eliminando al hacerlo la reverencia a cualquier otro dios
que no fuera el Dios hebreo.
En un segundo nivel, descubrimos que muchas historias sobre
los fundadores reflejaban los conflictos políticos e ideológicos que
dividieron a los reinos de Judá e Israel, lo que indicaba un trabajo de edición
de los anteriores estratos literarios egipcios en la primera parte del primer
milenio a.C., probablemente en el siglo ix a.C. En este nivel, los regímenes
rivales intentaron identificar a los fundadores con símbolos asociados a cada
uno de ellos. Hemos desentrañado, por ejemplo, versiones diferentes sobre qué
hijo de Jacob debía liderar la casa de Israel, la de Judá y la de Efraím, y qué
nombres pertenecían a las dos bases territoriales que lide-raban cada reino, o,
por tomar otro ejemplo, versiones diferentes sobre qué reino poseía la tumba de
la esposa de Jacob.
El tercer nivel combinaba la
idea, desarrollada a lo largo de mucho tiempo, de que Egipto era una nación
malvada que persiguió a los hebreos antes del Éxodo con la visión, en claro
contrate, de Babilonia como la fuerza cultural más sofisticada y respetada del
Oriente Próximo a principios del primer milenio a.C. El resultado fue la
alteración de las primitivas narraciones sobre los orígenes de Israel en
Egipto. Se crearon antecedentes y genealogías falsas para dar a los ancestros
de los hebreos y sus familiares un origen babilonio o por lo menos no egipcio.
Abraham, por ejemplo, recibió como patria de origen la babilonia «Ur de los caldeos»,
una expresión anacrónica que revela un punto de vista de mediados del primer
milenio. De forma similar, el árbol genealógico de Noé se convirtió en una
Tabla de las Naciones que también traiciona una sensibilidad de mitad de
milenio a.C en la que se separaba la rama de Noé de la rama egipcia.
El cuarto nivel funcionaba sobre
principios mitológicos sencillos, inventando un ancestro fundador con el mismo
nombre que un territorio en particular o atribuyendo leyendas a peculiaridades
geográficas. Una ilustración de la primera categoría era la identificación de
Rubén como primer hijo de Jacob porque Rubén fue el primer territorio que
colonizó Israel después del Éxodo. Un ejemplo de la segunda sería la historia
de la esposa de Lot convirtiéndose en un pilar de sal en una región famosa por
sus depósitos salinos.
En la tercera parte, examinamos
los mitos sobre los héroes bíblicos, desde Moisés a Ester. En la historia de
Moisés, vimos cómo los temas literarios egipcios influenciaron la historia
biográfica. Las primeras fuentes identificaban a Moisés con el niño Horus
egipcio, el legítimo contendiente por el trono a la muerte del faraón
reinante. Más tarde, los escritores lo convirtieron en el dador de los Diez
Mandamientos y otras leyes, aunque nunca fue el autor de tales documentos. A
este respecto, vimos como los líderes religiosos del siglo vil a.C. intentaron
aumentar su autoridad poniendo sus ideas en boca de un héroe respetado como
Moisés, una práctica literaria común en el Próximo Oriente que no es en
absoluto patrimonio exclusivo de los hebreos.
conclusión
337
También en los mitos de los
héroes, vimos como las discrepancias entre las diferentes facciones religiosas
y políticas generaban cuentos y leyendas sobre los tiempos pasados. En esta
categoría, vimos cómo Aarón era falsamente acusado de construir el becerro de
oro o como se acusaba injustamente a Moisés de desobedecer las órdenes de Dios
en Meribá.
Aunque, y de forma más
importante, también vimos cómo los hebreos adoptaron leyendas y mitos heroicos
de otras culturas y las convirtieron en propias. La historia de Sansón
derribando el templo, por ejemplo, procede de un mito egipcio, y la historia
de Ester es una adaptación a los propósitos hebreos de una leyenda babilonia.
Débora era otra deidad egipcia cuya historia se transformó en el relato de una
heroica mujer hebrea. Tampoco ponían reparos los propagandista a atribuir los
hechos heroicos de un hebreo a otro, como vimos en el caso del cronista del rey
David que atribuyó a David la muerte de Goliat cuando la hazaña pertenecía a
Elijanán, uno de sus soldados.
Sí, la Biblia es una recopilación de mitos, pero mitos que
revelan mucha verdad sobre la historia antigua del pueblo de Israel, al igual
que los yacimientos arqueológicos revelan verdades sobre las gentes que con
ellos vivían. Mientras los estudiosos debaten y discuten sobre si los
patriarcas existieron o si Israel habitó en Egipto, se produjo un Éxodo o el
rey David conquistó Jerusalén, las estratificaciones de la Biblia nos
proporcionan la historia. A pesar de la falta de evidencias arqueológicas de la
historia primitiva, los artefactos mitológicos nos muestran claramente que la
religión israelita tiene una larga historia que se remonta por lo menos al
periodo patriarcal, que Moisés se enfrentó al faraón, Israel salió de Egipto y
existió una monarquía unitaria que se separo en dos partes.
Además, a pesar de que la historia bíblica no coincide con
los estándares actuales de la escritura de la historia, los textos nos muestran
que, a pesar de la reputación de Heródoto como padre de la historia, los
primitivos escritores hebreos, los autores de las fuentes J, S, P y D,
inventaron el género y fueron los primeros historiadores verdaderos.
Integraron enormes cantidades de información y tradición, escribieron unos
grandiosos relatos épicos de los orígenes de Israel que abarcan varias
generaciones y en el proceso crearon una bellísima literatura. Irónicamente, es
ese mismo acto de incorporar el material mítico en sus narraciones lo que nos
permite dar validez a la gran cantidad de material que quedó mera de los
registros históricos.
Lecturas de ampliación
Las obras de referencia que recomendamos a continuación van
dirigidas al lector corriente que quiere ampliar su exploración de algunos
temas e ideas que este libro suscita. La mayoría de las publicaciones que se
mencionan deberían estar disponibles en las librerías y las buenas bibliotecas.
La mejor obra de referencia sobre la hipótesis documental es
el Who wrote the Bible? (¿Quién escribió
la Biblia?) de Richard Elliot Friedman (Summit Books), que explica la
historia y evolución de las fuentes J, E, S, y D, y muestra cómo influyeron en
la escritura de los cinco primeros libros de la Biblia. El apéndice contiene
una útil tabla que separa los versículos bíblicos según su fuente y también
incluye una bibliografía de los más importantes trabajos académicos sobre
historia bíblica. Recientemente, el mismo autor ha publicado The hidden Book in the Bible (El libro
oculto en la Biblia) (Harper San Francisco), que extrae el texto de la
fuente J de la Tora y la presenta como una narración continua. También sigue la
pista de lo que él cree es la mente J en otros libros de la Biblia. Aunque esta
visión extendida de J no ha recibido todavía la aceptación generalizada del
mundo académico, Friedman es un estudioso muy respetado en el campo del
estudio crítico de las fuentes y sus puntos de vista tienen cierto peso.
Existen así mismo numerosos comentarios académicos sobre
cada libro de la Biblia, y muchos de ellos tienen en consideración el papel de
las fuentes J, E, S y D en los cinco primeros libros. Una de las mejores obras
de referencia en este terreno es Anchor
Bible, consistente en un volumen separado para cada libro de la Biblia, con
traducción y comentarios a cargo de un estudioso de primera fila para cada
volumen en cuestión.
Los diccionarios de la Biblia ofrecen una buena manera de
obtener información rápida sobre una persona o tema en particular. Uno de los
mejores es el Anchor Bible Dictionary,
que contiene numerosos comentarios académicos a cargo de expertos en estudios
bíblicos. Aparecido hace pocos años, contiene no sólo la más reciente
información sobre los yacimientos arqueológicos del Próximo Oriente, también
resume los diferentes puntos de vista de varios estudiosos sobre un tema en
particular de muchas áreas de estudio. También ofrece la ventaja de publicarse
de forma separada en CD-Rom.
Entre otros diccionarios útiles sobre la Biblia encontramos
el Harper Collins Bible Dictionary,
editado por Paúl C. Achteimer junto con la Society of Biblical Literature, una
de las organizaciones líderes para estudiosos bíblicos, y el Harper's Bible Dictionary, editado por
Madeleine S. y J. Lañe Miller.
La era cibernética ha dado entrada a varios paquetes de
estudios bíblicos computerizados, que ofrecen traducciones múltiples y la
opción de búsqueda instantánea de todos los versículos que contienen una
palabra o expresión en particular. Además, muchos de estos paquetes ofrecen
obras de referencia integradas que incluyen concordancia de palabras fuertes,
diccionarios hebreos y griegos con definiciones y diccionarios y atlas
bíblicos. Uno especialmente útil es Quick
Verse (Versículo Rápido) de Parsons technology, que puede encontrarse en
tiendas de software especializadas.
Para el estudio de la mitología del Próximo Oriente, una
buena obra de introducción general es Mythologies
of the Ancient Worid (Anchor, Doubleday), editada por Samuel Noah Kramer,
un experto destacado en textos del Próximo Oriente. Cada región está tratada
por un experto y cada escritor proporciona una introducción y un análisis de
los mitos relevantes. El mismo Kramer escribe la introducción y la sección
sobre Sumeria y Acad.
Hay varias enciclopedias bellamente ilustradas sobre
mitología general que cumplen la misma función, entre ellas encontramos: Mythology: An Illustrated Encyclopedia
(Rizzoli), editada por Richard Cavendish, la New Larousse Encyclopedia of Mythology (Putnam), Egyptian Mythology (Paúl Hamiyn) y Near Eastern Mythology (Hamiyn) de John
Gray.
Para aquellos que prefieren leer los textos antiguos en
lugar de resúmenes, la obra de referencia fundamental es Ancient Near Eastern Texts Relating to the Oíd Testament (Princeton
University Press), editado por James B. Pritchard. Se trata de una colosal
recopilación de documentos del Próximo Oriente antiguo procedentes de
diferentes culturas y con sucintas introducciones al material. El mismo autor
dio a la imprenta un volumen de acompañamiento de nombre The Ancient Near East in Pictures (Princeton University Press). Es
bastante improbable encontrar la versión completa de ambas obras fuera de una
biblioteca, pero hay una versión muy resumida en dos volúmenes en rústica que
se pueden encontrar en librerías.
Para una traducción de los mitos babilonios de la Creación y
el diluvio habría que leer las dos obras de Alexander Heidel, The Gilgamesh Epic ana Oíd Testament
Paralleis (University of Chicago Press) y The Babylonian Génesis (University of Chicago Press). Génesis in Egypt (Van Siclen), de la
Yaie Egyptological Studies, ofrece una buena perspectiva de algunos textos
egipcios de la Creación.
El único texto substancial que explica el ciclo mitológico
de Osiris nos lo proporciona el escritor clásico Plutarco en su Isis ana Osiris. Suele encontrarse
resumido en la mayoría de textos sobre los mitos egipcios, pero la Loeb Classic
Library ofrece el texto completo en edición bilingüe griego-inglés en el quinto
volumen de su edición de las Moralia
de Plutarco. Existen también varias colecciones sobre la literatura del antiguo
Egipto que ofrecen una traducción de The
Contendings of Horus and Set (Las disputas de Horus y Set); entre ellas
encontramos The Literature of Ancient
Egypt (Yaie University Press), editada por William Kelly Simpson, y Ancient Egyptian Literature, Volume II
(University of California Press), a cargo de Miriam Lichteim.
Entre los autores clásicos que escribieron sobre el antiguo
Egipto tenemos a Heródoto, Diodoro Sículo, Plutarco y Josefa Flavio (en sus Antiquitates iudaica). Egypt ofthe Pharaohs
(Oxford University Press) es una historia general de Egipto escrita en 1961 que
se ha convertido casi en un clásico, mientras que A History of Ancient Egypt (BlackweII), de
Nicolás Grimal, publicada en 1994,
ofrece una visión de conjunto puesta al día.
Para un estudio general de Mesopotamia, un buen punto de
partida sería Summer ana the Summerians
(Cambridge University Press), de Harriet Crawford, y Babylon (Thames and Hudson), de Joan Oates. Es también muy
recomendable el bellamente ilustrado Cultural
Atlas of Mesopotamia and the Ancient Near East (Pactas on File), de Michael
Roaf.
Para otras áreas del Próximo Oriente, deberíamos consultar The Sea Peoples: Warriors of the Ancient
Mediterranean (Thames and Hudson), de N. K. Sandars; The Secret ofthe Hittites (Shocken Books), de C. W. Ceram, Ugarit and the Oíd Testament (Erdmans),
de Peter C. Craigie y The Phoenicians.
The Purple Empire ofthe Ancient World (William Morrow), de Gerard Herm.
Para un estudio académico detallado del antiguo Oriente
Próximo, es probable que no haya mejor fuente que la Cambridge Ancient History, en varios volúmenes, cada uno de los
cuales cubre un espectro temporal y la cultura, política, religión e historia
de Egipto, Mesopotamia, Canaán, Siria, Grecia yAnatolia (aproximadamente, la
actual Turquía).
Finalmente, y como desafío a los puntos de vista
tradicionales sobre los orígenes de la civilización bíblica, recomiendo mi
propio The Moses Mystery (Birch Lañe
Press), reeditado como The Bible Myth
(Citadel). Se opone a la idea bíblica de que Israel evolucionó durante muchos
siglos a partir de una cultura semita y nómada en Mesopotamia y Canaán. Por el
contrario, yo argumento que los israelitas surgieron de pronto en el Egipto del
siglo xiv a.C. como seguidores del faraón monoteísta Akhenatón, y que
abandonaron Egipto durante las violentas secuelas de la contrarrevolución. El
libro también compara la historia de los patriarcas bíblicos con los ciclos
mitológicos egipcios y muestra los paralelismos entre ambos.
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