Robert Graves
Los Mitos Griegos IV
105. EDIPO
a. Layo, hijo de Lábdaco, se casó con
Yocasta y gobernó en Tebas. Afligido por no haber tenido hijos durante largo
tiempo, consultó en secreto con el oráculo de Delfos, el cual le informó que
esa aparente desgracia era un beneficio, porque cualquier hijo nacido de
Yocasta sería su asesino. En consecuencia, repudió a Yocasta, aunque sin darle
explicación alguna de su decisión, cosa que le ofendió a ella de tal modo que,
después de hacer que se emborrachara, consiguió mañosamente que volviera a sus
brazos en cuanto hubo anochecido. Cuando, nueve meses después, Yocasta dio a
luz un hijo, Layo lo arrancó de los brazos de la nodriza, le taladró los pies
con un clavo, se los ató el uno al otro y lo dejó abandonado en el monte
Citerón.
b. Pero las Parcas habían decidido que ese
niño llegara a una vejez lozana. Un pastor corintio lo encontró, le llamó Edipo
porque sus pies estaban deformados por las heridas hechas con el clavo, y lo
llevó a Corinto, donde el rey Pólibo reinaba en aquel momento[1].
c. Según otra versión de la fábula, Layo
no abandonó a Edipo en la montaña, sino que lo encerró en un arca que fue
arrojada al mar desde un barco. El arca flotó a la deriva y llegó a la costa de
Sición, donde Peribea, la esposa de Pólibo, estaba por casualidad en la playa
vigilando a las lavanderas de la casa real. Recogió a Edipo, se retiró a un
soto y simuló que sufría los dolores del parto. Como las lavanderas estaban
demasiado ocupadas para observar lo que ella hada, les engañó a todas
haciéndoles creer que acababa de dar a luz a aquel niño. Pero Peribea le dijo
la verdad a Pólibo, quien, como tampoco tenía hijos, tuvo la satisfacción de
criar a Edipo como su hijo propio.
Un día, habiéndole vituperado un joven
corintio diciéndole que no se parecía lo más mínimo a sus supuestos padres,
Edipo fue a preguntar al oráculo de Delfos qué era lo que le reservaba el
futuro. «¡Aléjate del altar, desdichado! —le gritó la pitonisa, con repugnancia—
¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!»
d. Como Edipo amaba a Pólibo y Peribea y
no deseaba causarles un desastre, decidió inmediatamente no volver a Corinto.
Pero sucedió que en el estrecho desfiladero entre Delfos y Dáulide se encontró
con Layo, quien le ordenó ásperamente que saliese del camino y dejara pasar a
sus superiores. Se debe explicar que Layo iba en carro y Edipo a pie. Edipo
replicó que no reconocía más superiores que los dioses y sus propios padres.
—¡Tanto peor para ti! —gritó Layo, y
ordenó a su cochero, Polifontes, que siguiera adelante.
Una de las ruedas magulló el pie de Edipo,
quien, impulsado por la ira, mató a Polifontes con la lanza. Luego derribó a
Layo, quien cayó al camino enredado en las riendas, fustigó a los caballos e
hizo que éstos lo arrastraran y le mataran. El rey de Platea tuvo que enterrar
ambos cadáveres[2].
e. Layo se estaba dirigiendo al oráculo
para preguntarle cómo podía librar a Tebas de la Esfinge. Este monstruo era
hija de Tifón y Equidna o, según dicen algunos, del perro Ortro[3]
y la Quimera, y había volado a Tebas desde la parte más distante de Etiopía. Se
la reconocía fácilmente por su cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de
serpiente y alas de águila[4].
Hera había enviado recientemente a la Esfinge para castigar la ciudad de Tebas
porque Layo había raptado en Pisa al niño Crisipo; habiéndose instalado en el
monte Picio, cerca de la ciudad, proponía a cada viajero tebano que pasaba por
allí un enigma que le habían enseñado las Tres Musas: «¿Qué ser, con sólo una
voz, tiene a veces dos pies, a veces tres, a veces cuatro y es más débil
cuantos más pies tiene?» A los que no podían resolver el enigma los
estrangulaba y devoraba en el acto, y entre esos infortunados estaba Hemón, el
sobrino de Yocasta, a quien la Esfinge hizo haimon[5],
o «sangriento», verdaderamente.
Edipo, quien se acercaba a Tebas
inmediatamente después de haber matado a Layo, adivinó la respuesta: «El hombre
—contestó—, porque se arrastra a gatas cuando es niño, se mantiene firmemente
en sus dos pies en la juventud, y se apoya en un bastón en la vejez.» La
Esfinge, mortificada, saltó desde el monte Picio y se despedazó en el valle de
abajo. En vista de esto los tebanos, agradecidos, aclamaron a Edipo como rey, y
se casó con Yocasta, ignorando que era su madre. .
f. Entonces una peste invadió Tebas y
cuando se consultó una vez más al oráculo de Delfos, contestó: «¡Expulsad al
asesino de Layo!» Edipo, que no sabía con quién se había encontrado en el
desfiladero, maldijo al asesino de Layo y lo condenó al destierro.
g. El ciego Tiresias, el adivino más
famoso de Grecia en esa época, pidió a Edipo una audiencia. Algunos dicen que
Atenea, quien lo había cegado, porque inadvertidamente la había visto
bañándose, atendió a la súplica de su madre y, tomando a la serpiente Erictonio
de su égida, le ordenó: «Limpia los oídos de Tiresias con tu lengua para que
pueda entender el lenguaje de las aves
proféticas.»
h. Otros dicen que en una ocasión, en el
monte Cilene, Tiresias había visto a dos serpientes en el acto de acoplarse.
Cuando ambas le atacaron, las golpeó con su bastón y mató a la hembra.
Inmediatamente Tiresias se convirtió en una mujer y llegó a ser una ramera
célebre; pero siete años después acertó a ver el mismo espectáculo y en el
mismo lugar, y esta vez recuperó su virilidad matando a la serpiente macho.
Otros dicen que cuando Afrodita y las tres Carites[6],
Pasítea, Calé y Eufrósine, disputaron acerca de cuál de las cuatro era más
bella, Tiresias otorgó el premio a Calé; inmediatamente Afrodita lo convirtió
en una anciana. Pero Calé lo llevó consigo a Creta y le regaló una hermosa
cabellera. Algunos días después Hera comenzó a reprocharle a Zeus sus numerosas
infidelidades. Él las defendió alegando que, en todo caso, cuando compartía el
lecho con ella, ella disfrutaba muchísimo más que él.
—Las mujeres, por supuesto, gozan con el
acto sexual infinitamente más que los hombres —le dijo en tono fanfarrón.
—¡Qué tontería! —replicó Hera—. Sucede
exactamente lo contrario y lo sabes muy bien.
Tiresias, llamado para arbitrar la disputa
con su experiencia personal, declaró:
«Si en diez partes divides del amor el
placer, una a los hombres va y nueve a la mujer.»
La sonrisa triunfante de Zeus exasperó de
tal modo a Hera que cegó a Tiresias, pero Zeus le compensó con la visión
interior y una vida que abarcó siete generaciones[7].
i. Tiresias se presentó en la corte de
Edipo, apoyándose en el bastón de madera de cornejo que le había dado Atenea, y
reveló a Edipo la voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un
Hombre Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta, Meneceo,
uno de los que habían brotado de la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de
la serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y toda Tebas elogió su abnegación
cívica.
Tiresias anunció luego:
—Meneceo ha obrado bien y la peste cesará.
Pero los dioses tienen en consideración a otro de los Hombres Sembrados, uno de
la tercera generación pues ha matado a su padre y se ha casado con su madre.
¡Sabed, reina Yocasta, que ese hombre es tu marido Edipo!
j. Al principio nadie quiso creer a
Tiresias, pero pronto sus palabras quedaron confirmadas por una carta de
Peribea desde Corinto. Escribía que la súbita muerte del rey Pólibo le permitía
ahora revelar las circunstancias de la adopción de Edipo, y lo hacía con
detalles condenatorios. Yocasta se ahorcó de vergüenza y de pena y Edipo se
cegó con un alfiler que tomó de los vestidos de ella[8].
k. Algunos dicen que, aunque atormentado
por las Erinias[9], que
le acusaban de haber causado la muerte de su madre, Edipo siguió reinando en
Tebas durante un tiempo, hasta que murió en una batalla[10].
Según otros, sin embargo, el hermano de Yocasta, Créonte, le expulsó, pero no
antes que maldijera a Eteocles y Polinices —que eran al mismo tiempo hijos y
hermanos suyos— cuando insolentemente le enviaron la parte inferior de un
animal sacrificado, o sea el anca en vez del cuarto delantero que correspondía
al rey. En consecuencia observaron sin derramar lágrimas cómo abandonaba la ciudad
que había librado del poder de la Esfinge. Después de vagar durante muchos años
de un país a otro, guiado por su fiel hija Antígona, Edipo llegó por fin a
Colono en el Ática, donde las Erinias, que tienen allí un bosquecillo, le
persiguieron hasta matarlo, y Teseo enterró su cadáver en el recinto de los
Solemnes de Atenas, y lo lloró al lado de Antígona[11].
1.
La fábula de Layo, Yocasta y Edipo ha sido deducida de una serie
de iconos sagrados mediante una corrupción deliberada de su significado. Un
mito que explicaría el nombre de Lábdaco («ayuda con antorchas») se ha perdido;
pero puede referirse a la llegada a la luz de las antorchas de un Niño Divino,
llevado por vaqueros o pastores, en la ceremonia del Año Nuevo, y aclamado como
hijo de la diosa Brimo («rabiosa»). Este eleusis, o advenimiento, era el
acontecimiento más importante en los Misterios Éleusinos, y quizá también en
los ístmicos (véase 70.5), lo que explicaría el mito de la llegada de Edipo a
la corte de Corinto. Los pastores adoptaban o rendían homenaje a otros muchos
príncipes niños legendarios o semi-legendarios, tales como Hipótoo (véase
49.a). Pelias (véase 68.d), Anfión (véase 76.a). Égisto (véase 111.i), Moisés,
Rómulo y Ciro, todos los cuales eran abandonados en una montaña o confiados a las
olas en un arca, o ambas cosas. A Moisés lo encontró la hija del Faraón cuando
bajó al río con sus mujeres. Es posible que Oedipus, «pie hinchado», fuera
originalmente Oedipais, «hijo del mar agitado», que es el significado
del nombre que se da al héroe gales correspondiente, Dylan; y que la
perforación de los pies de Edipo con un clavo pertenezca al final y no al
comienzo de su fábula como en el mito de Talos (véase 92,m y 154.h).
2.
El asesinato de Layo es un recuerdo de la muerte ritual del rey
solar por su sucesor: derribado de un carro y arrastrado por los caballos
(véase 71.1) cuando terminaba el primer año de su reinado.
3.
La anécdota de la Esfinge ha sido deducida, evidentemente, de una
ilustración en que aparecía la diosa Luna alada de Tebas, cuyo cuerpo compuesto
representa las dos partes del año tebano —el león a la parte creciente y la
serpiente a la parte menguante— y a quien el nuevo rey ofrece sus devociones
antes de casarse con su sacerdotisa, la Reina. Parece también que el enigma que
la Esfinge aprendió de las Musas ha sido inventado para explicar una
ilustración de un infante, un guerrero y un anciano, los tres adorando a la
diosa triple: cada uno de ellos rinde homenaje a una persona diferente de la
tríada. Pero la Esfinge, vencida por Edipo, se mató, y lo mismo hizo su
sacerdotisa Yocasta. ¿Fue Edipo un invasor de Tebas en el siglo XIII que
suprimió el antiguo culto minoico de la diosa y reformó el calendario? Bajo el
viejo sistema, el nuevo rey, aunque extranjero, había sido teóricamente un hijo
del rey viejo al que mató y con cuya viuda se casó; costumbre que los invasores
patriarcales tergiversaron considerándola como parricidio e incesto. La teoría
freudiana de que el «complejo de Edipo» es un instinto común a todos los
hombres fue sugerida por esta anécdota corrompida, y aunque Plutarco recuerda
(Sobre Isis y Osiris 32) que el hipopótamo «asesinaba a su padre y violaba a su
madre», nunca habría sugerido que todos los hombres tienen un complejo de
hipopótamo.
4.
Aunque los patriotas tebanos, poco dispuestos a admitir que Edipo
era un extranjero que tomó su ciudad por asalto, preferían hacer de él el
heredero perdido del reino, la verdad es revelada por la muerte de Meneceo,
miembro de la raza pre-helena que celebraba el festival de las Pelonas en
memoria del demiurgo Ofión, de cuyos dientes pretendían haber nacido. Se lanzó
a la muerte con la esperanza desesperada de aplacar a la diosa, como Mercio
Curcio cuando se abrió una sima en el Foro romano (Livio: vii.6), y el mismo
sacrificio se ofreció durante la guerra de los «siete contra Tebas» (véase
106.j). Sin embargo, murió en vano; de otro modo la Esfinge y su suprema
sacerdotisa no se habrían visto obligadas a suicidarse. La fábula de la muerte
de Yocasta por ahorcamiento es probablemente un error; se dice que la Helena
del culto del olivo, lo mismo que Erígone y Ariadna del culto del vino,
murieron de ese modo, quizá para explicar las figurillas de la diosa Luna que
colgaban de las ramas de los árboles en los huertos como un talismán de la
fertilidad (véase 79.2, 88.10 y 98J). En Tebas se utilizaban figurillas
análogas y cuando Yocasta se suicidó lo hizo indudablemente arrojándose desde
una roca, lo mismo que la Esfinge.
5.
La aparición de «Tiresias», título común de los adivinos en toda historia
legendaria de Grecia indicaba que Zeus le había concedido a Tiresias una vida
notablemente larga. Ver serpientes acoplándose se considera todavía infausto en
la India meridional; la teoría es que el testigo será castigado con la
«enfermedad femenina» (como la llama Herodoto), a saber, la homosexualidad;
aquí el fabulista griego ha llevado la fábula un poco más adelante para
provocar la risa contra las mujeres. El cornejo, árbol adivinatorio consagrado
a Crono (véase 52.3 y 170.5), simbolizaba el cuarto mes, el del equinoccio de
la primavera; Roma fue fundada en esa estación en el lugar donde golpeó en
tierra la jabalina de madera de cornejo lanzada por Rómulo. Hesíodo convirtió a
las dos Carites tradicionales en tres (véase 13.3), llamándolas Eufrósine,
Aglaye y Talía (Teogonia 945). El relato de Sosóstrato sobre la disputa por la
belleza tiene poco sentido, porque Pasithea Cale Eupbrosyne, «la Diosa de la
Alegría que es bella para todos», parece haber sido el título de la propia
Afrodita. Puede haberlo tomado del Juicio de París (véase 159.i y 3).
6.
Sobreviven dos relatos incompatibles de la muerte de Edipo. Según
Homero, murió gloriosamente en batalla. Según Apolodoro e Higinio, fue
desterrado por el hermano de Yocasta, un miembro de la casa real cadmea, y vagó
como mendigo ciego por las ciudades de Grecia hasta que llegó a Colono, en el
Ática, donde las Furias le persiguieron hasta darle muerte. Que Édipo se cegara
a sí mismo por remordimiento lo han interpretado los psicólogos como
castración, pero aunque los gramáticos griegos dijeron que la ceguera de Fénix,
el preceptor de Aquiles (véase 160.l) era un eufemismo por impotencia, el mito
primitivo es siempre categórico, y la castración de Urano y Atis siguió siendo
recordada sin rubor en los libros de texto clásicos. La ceguera de Edipo, en
consecuencia, parece una invención teatral más bien que un mito original. Las
Furias eran personificaciones de la conciencia, pero de la conciencia en un
sentido muy limitado: despertada tan sólo por la violación de un tabú maternal.
7.
Según la fábula no homérica, el desafío de la diosa de la ciudad
por Edipo fue castigado con el destierro, y él murió luego víctima de sus
temores supersticiosos. Es probable que sus innovaciones fuesen repudiadas por
los tebanos conservadores; y, ciertamente, la renuencia de sus hijos y hermanos
a concederle el cuarto delantero de la víctima sacrificada equivalía a negarle
su autoridad divina. La espaldilla era el emolumento sacerdotal en Jerusalén
(Levítico vii.32 y xi.21, etc.) y Tántalo puso una ante la diosa Deméter en un
famoso banquete de los dioses (véase 108.c). Entre los akan la paletilla de la
derecha todavía se concede al gobernante. ¿Trató Edipo, como Sísifo, de
sustituir las leyes de sucesión matrilineales por las patrilineales y le
desterraron sus subditos? Parece probable. Teseo de Atenas, otro revolucionario
patriarcal del Istmo, quien destruyó el antiguo clan ateniense de los
Palántidas (véase 99.a), es asociado por los dramaturgos atenienses con el
entierro de Edipo, y también fue desterrado al final de su reinado (véase
104.f).
8.
Tiresias figura aquí dramáticamente como el profeta de la deshonra
final de Edipo, pero la fábula, tal como sobrevive, parece haber sido
invertida. En un tiempo puede haber sido algo así:
Edipo de Corinto conquistó Tebas y llegó a
ser rey casándose con Yocasta, una sacerdotisa de Hera. Luego anunció que el
reino pasaría en adelante de padre a hijo siguiendo la línea masculina, que es
una costumbre corintia, en vez de seguir siendo el don de Hera la
Estranguladora. Edipo confesó que se sentía deshonrado por haber dejado que los
caballos del carro arrastraran y dieran muerte a Layo considerado su padre, y
por haberse casado con Yocasta, quien le había hecho rey mediante una ceremonia
de renacimiento. Pero cuando trató de cambiar estas costumbres, Yocasta se
suicidó como protesta y Tebas fue víctima de una peste. Por consejo de un
oráculo, los tebanos negaron entonces a Edipo la paletilla sagrada y le
desterraron. Murió en una tentativa inútil de reconquistar su trono mediante la
guerra.
106. LOS SIETE CONTRA TEBAS
a. Tantos príncipes visitaron Argos con la
esperanza de casarse con Egiea o Deípile, las hijas del rey Adraste, que,
temiendo hacerse enemigos si escogía a dos de ellos como yernos, consultó con
el oráculo de Delfos. La respuesta de Apolo fue: «Unce a un carro de dos ruedas
el jabalí y el león que luchan en tu palacio.»
b. Entre los menos afortunados de esos
pretendientes se hallaban Polinices y Tideo. Polinices y su mellizo Eteocles
habían sido elegidos co-reyes de Tebas después del destierro en Edipo, su
padre. Convinieron en reinar durante años alternados, pero Eteocles, a quien le
tocó el primer plazo, no quiso entregar el trono al final del año, alegando la
mala disposición mostrada por Polinices, y lo desterró de la ciudad. Tideo,
hijo de Éneo de Calidón, había matado a su hermano Melanipo en una cacería;
aunque alegaba que se trataba de una accidente, se había profetizado que
Melanipo le mataría a él y en consecuencia los calidonios sospechaban que había
tratado de prevenir su destino y lo desterraron a él también.
c. Ahora bien, el emblema de Tebas es un
león y el de Calidonia un jabalí, y los dos pretendientes fugitivos exhibían
esas figuras en sus escudos. Esa noche, en el palacio de Adrasto, comenzaron a
disputar sobre las riquezas y las glorías de sus ciudades respectivas y habría
habido un asesinato si Adrasto no los hubiera separado y reconciliado. Luego,
teniendo en cuenta la profecía, casó a Egiea con Polinices y a Deípile con
Tideo, con la promesa de restablecer a ambos príncipes en sus reinos, pero dijo
que primeramente marcharían sobre Tebas, que quedaba más cerca[12].
d. Adrasto reunió a sus jefes argivos:
Capaneo, Hipomedonte, su cuñado Anfiarao el adivino, y su aliado arcadio
Partenopeo, hijos de Meleagro y Atalanta, y les pidió que se armaran y
partieran hacia el este. Sólo uno de esos paladines se mostró mal dispuesto a
obedecer: era Anfiarao, quien, previendo que todos ellos, excepto Adrasto,
morirían luchando contra Tebas, al principio se negó a ir.
e. Sucedió que Adrasto había disputado
anteriormente con Anfiarao respecto a los asuntos de estado argivos y los dos
hombres enfurecidos habrían podido matarse mutuamente de no ser por Enfile, la
hermana de Adrasto, que estaba casada con Anfiarao. Tomando su rueca, se
interpuso entre ellos, les sacó las espadas a golpes y les hizo jurar que
acatarían siempre su decisión en cualquier disputa futura. Informado de este
juramento, Tideo llamó a Polinices y le dijo:
—Enfile teme que esté perdiendo su
belleza; ahora bien, si tú le ofreces el collar mágico que fue el regalo de
boda de Afrodita a tu antepasada Harmonía, la esposa de Cadmo, pronto
arreglaría la disputa entre Anfiarao y Adrasto obligándole a él a venir con
nosotros.
f. Esto se hizo discretamente y partió la
expedición encabezada por los siete paladines: Polinices, Tideo y los cinco
argivos[13].
Pero algunos dicen que Polinices no era uno de los siete y agregan el nombre
del argivo Eteoclo, hijo de Ifis[14].
g. Su marcha los llevó a través de Nemea,
donde reinaba Licurgo. Cuando pidieron permiso para que sus soldados pudieran
beber en su región, Licurgo se lo dio y su sierva Hipsípila los condujo al
manantial más próximo. Hipsípila era una princesa lemnea, pero cuando las mujeres
de Lemnos juraron matar a todos sus hombres en venganza por el daño que les
habían hecho, ella salvó la vida de su padre Toante, por lo que la vendieron
inmediatamente como esclava, y allí estaba, como niñera de Ofeltes, el hijo de
Licurgo. Dejó al niño un momento mientras guiaba al ejército argivo al
manantial, ocasión que aprovechó una serpiente para enroscarse alrededor de la
criatura y morderla mortalmente. Adrasto y sus soldados volvieron del manantial
demasiado tarde para hacer otra cosa que matar a la serpiente y enterrar al
niño.
h. Cuando Anfiarao les advirtió que ésa
era una señal de mal agüero, ellos instituyeron los Juegos Nemeos en honor del
niño, llamándole Arquémoro, que significa «el iniciador de la condena»; y cada
uno de los paladines tuvo la satisfacción de ganar una de las siete pruebas.
Los jueces de los Juegos Nemeos, que se celebran cada cuatro años, llevan desde
entonces túnicas negras en duelo por Ofeltes y la corona del vencedor está
tejida con perejil infausto[15].
i. Cuando llegaron a Citerón, Adrasto
envió a Tideo como heraldo para que exigiese a los tebanos que Eteocles
abdicase el trono en favor de Polinices. Al ser rechazada esa exigencia, Tideo
desafió a sus jefes a combate singular, uno después de otro, y salió victorioso
de todos los encuentros; pronto no hubo ya más tebanos que se atreviesen a
presentarse. Entonces los argivos se acercaron a las murallas de la ciudad, y
cada uno de los paladines se apostó delante de una de las siete puertas.
j. El adivino Tiresias, con quien consultó
Eteocles, profetizó que los tebanos saldrían victoriosos sólo si un príncipe de
la casa real se ofrecía voluntariamente como sacrificio a Ares; inmediatamente
Meneceo, el hijo de Creonte, se dio muerte delante de las puertas, así como su
homónimo y abuelo se había arrojado de cabeza desde las murallas en una ocasión
anterior. La profecía de Tiresias se realizó: los tebanos fueron derrotados en
una escaramuza y se retiraron a la ciudad, pero tan pronto como Capaneo colocó
una escala de sitio contra la muralla y comenzó a subir por ella, Zeus lo mató
con un rayo. Al ver eso, los tebanos se envalentonaron, hicieron una salida
furiosa y mataron a otros tres de los siete paladines; y uno de ellos, que por
casualidad se llamaba Melanipo, hirió a Tideo en el vientre. Atenea sentía
afecto por Tideo y, compadecida de él cuando yacía medio muerto, se apresuró a
pedir a su padre Zeus un elixir infalible que muy pronto le habría puesto de
nuevo en pie. Pero Anfiarao odiaba a Tideo porque había obligado a los argivos
a marchar y, como era perspicaz, corrió adonde estaba Melanipo y le cortó la
cabeza. «¡Esta es tu venganza!» —exclamó— «¡Abre el cráneo y trágate los
sesos!» Tideo lo hizo, y Atenea, que llegó en aquel momento con el elixir, lo
vertió en tierra y se retiró disgustada.
k. Sólo Polinices, Anfiarao y Adrasto
quedaban de los siete paladines; y Polinices, para evitar más muertes, propuso
que se decidiera la sucesión al trono mediante un combate singular con
Eteocles. Eteocles aceptó el desafío y en una lucha enconada cada uno de ellos
hirió mortalmente al otro. Creonte, su tío, se hizo cargo del mando del
ejército tebano y venció a los argivos desalentados. Anfiarao huyó en su carro
por la ribera del río Ismeno, y estaba a punto de ser atravesado por la espalda
por un tebano que le perseguía cuando Zeus abrió la tierra con un rayo y
Anfiarao desapareció sin dejar rastro, con carro y todo, y ahora reina vivo
entre los muertos. Batón, su auriga, desapareció con él[16].
l. Al ver que habían sido derrotados,
Adrasto montó en su caballo alado Arión y huyó; pero cuando más tarde se enteró
de que Creonte no permitía que se enterrara a los enemigos muertos, fue a
Atenas como suplicante y convenció a Teseo para que marchara sobre Tebas y
castigara la impiedad de Creonte. Teseo tomó la ciudad en un ataque sorpresa,
encarceló a Creonte y entregó los cadáveres de los paladines muertos a sus
parientes, quienes hicieron una gran pira para quemarlos. Pero Evadne, la
esposa de Capaneo, puesto que su marido había sido convertido en héroe por el
rayo de Zeus, no quiso separarse de él. Como la costumbre exigía que el hombre
herido por un rayo fuese enterrado aparte de los demás, y se cercase su tumba,
se arrojó a la pira ge
neral y se quemó viva[17].
m. Ahora bien, antes de la llegada de
Teseo a Tebas, Antígona, hermana de Eteocles y Polinices, había desobedecido
las órdenes de Creonte encendiendo secretamente una pira y colocando sobre ella
el cadáver de Polinices. Pero al mirar por la ventana de su palacio, Creonte
advirtió un resplandor distante que parecía provenir de una pira ardiente, fue
a investigar y sorprendió a Antígona en su acto de desobediencia. Llamó a su
hijo Hemón, con quien Antígona estaba comprometida en casamiento, y le ordenó
que la enterrara viva en la tumba de Polinices. Hemón fingió que se apresuraba
a hacer lo que se le ordenaba, pero en lugar de eso se casó con Antígona en
secreto y la envió a vivir entre sus pastores. Ella le dio un hijo, que muchos
años después, fue a Tebas e intervino en ciertos juegos fúnebres, pero Creonte,
que seguía siendo rey de Tebas, sospechó su identidad por la marca de una
serpiente que tenía en el cuerpo y que llevaban todos los descendientes de
Cadmo, y le condenó a muerte. Heracles intercedió en favor de su vida, pero Creonte
se mostró inflexible, por lo que Hemón mató a Antígona y se dio muerte a sí
mismo[18].
1.
El oráculo del león y el jabalí de Apolo sin duda expresaba
originalmente el buen criterio de constituir reinos dobles para evitar la lucha
política entre el rey sagrado y su heredero, como la que provocó la caída de
Tebas (véase 69.1). Pero el emblema de Tebas era un león, debido a su diosa
anterior, la Esfinge con cuerpo de león; y el emblema de Calidón era un jabalí,
probablemente porque a Ares, que tenía un templo allí, le gustaba adoptar ese
disfraz (véase 18.j). Por tanto, el oráculo se ha aplicado a una situación
diferente. Escudos con dibujos de animales se utilizaban regularmente al
comienzo de la época clásica (véase 98.3 y 160.n).
2.
Los mitógrafos se valen con frecuencia de la sílaba eri de un
nombre alegando que significa era, «lucha», más bien que «abundante». De aquí
el mito de Erictonio (véase 25.1) y Erígone (véase 79.3). Erifile significaba
originalmente «muchas hojas» más bien que «lucha tribal». Hesíodo (Los trabajos
y los días 161 y ss.) dice que Zeus exterminó a dos generaciones de héroes, la
primera en Tebas en la guerra por los rebaños de Edipo, y la segunda en Troya,
en la guerra causada por la rubia Helena. No se explica lo de los «rebaños de
Edipo», pero Hesíodo se refería, sin duda, a esta guerra entre Eteocles y
Polinices, en la que los argivos apoyaron a un candidato sin suerte para el
trono de Tebas. La causa de una disputa análoga entre hermanos fue el vellocino
de oro, por el que contendieron Atreo y Tiestes (véase 111.c-d); su posesión
puso a su dueño en el trono de Micenas. También Zeus tenía carneros con vellón
de oro en el monte Lafistio, los cuales parecen haber sido la insignia regia de
la vecina Orcómeno y causaron mucho derramamiento de sangre (véase 70.6).
3.
Hipsípile («puerta alta») era probablemente un título de la diosa
Luna, cuyo curso describe un alto arco en el firmamento; y los Juegos Nemeos,
como los Olímpicos, debían celebrarse al final del período del rey sagrado,
cuando había reinado durante sus cincuenta meses lunares como marido de la suma
sacerdotisa. El mito conserva la tradición de que anualmente se sacrificaban
niños a la diosa como sustitutos del rey; aunque a la palabra Opheltes, que
significa simplemente «benefactor», se le ha dado aquí un sentido forzado:
«enrollado por una serpiente», como si se derivara de ophis, «serpiente», y
eilein, «juntar apretando». Tampoco Archemorus significa «el comienzo de la
condena», sino más bien «tronco de olivo original», y está referido a plantones
del olivo sagrado de Atenea (véase 16.c), probablemente los que se utilizaban
en los juegos como coronas para los vencedores en las diversas pruebas. Después
de los desastres de la guerra persa, el empleo del olivo se interrumpió en los
Juegos Nemeos en favor del perejil, una señal de luto (Escoliasta sobre
Argumento de los Juegos Nemeos de Píndaro). El perejil era infausto, quizás a
causa de su notoriedad como abortivo. El proverbio inglés dice: «parsley grows
rank in cuckolds' gardens» (el perejil crece exuberante en los jardines de los
maridos cornudos). Crecía exuberante en la isla de la muerte de Ogigia (véase
170.w).
4.
Él engullimiento por Tideo de los sesos de Melanipo es relatado
como una anécdota moral. Este antiguo medio de mejorar la capacidad para la
lucha, introducido por los helenos y que todavía practicaban los escitas en la
época clásica (Herodoto: iv.64), había llegado a ser considerado bárbaro. Pero
el icono del que los mitógrafos dedujeron su fábula mostraba probablemente a Atenea
haciendo una libación al espíritu de Melanipo, para mostrar que aprobaba la
acción de Tideo. La epopeya perdida de Los Siete contra Tebas debía parecerse
mucho al Mahabbarata indio, que glorifica a la casta militar de los Maryannu;
el mismo tema de la lucha entre parientes se da en esta epopeya, la conducta de
los combatientes es más noble y más trágica que en la Ilíada, los dioses no
desempeñan un papel malévolo, se honra la costumbre de inmolar a la viuda en la
hoguera funeraria del marido, y Bhishma, como Tideo, bebe la sangre de su
enemigo (véase 81.8).
5.
Él fin de Ánfiarao es otro ejemplo más de la muerte del rey
sagrado a consecuencia de estrellarse su carro (véase 71.a; 101.g; 105.d;
109.j, etc.). El descenso de Batón («zarzamora») al Tártaro en su compañía
parece relatado para explicar la difundida prohibición europea de comer moras,
asociadas con la muerte.
6.
La autoinmolación de Evadne recuerda el mito de Alcestes (véase
69.d). Las reliquias de una cremación regia encontradas en una tumba-colmena de
Dendra, cerca de Micenas, indican que, en este caso particular, el rey y la
reina fueron enterrados al mismo tiempo; y A. W. Persson cree que la reina
murió voluntariamente. Pero los dos pueden haber sido asesinados, o haber
muerto de la misma enfermedad, y no hay noticia de un entierro micénico análogo
en ninguna otra parte. La inmolación de la viuda en la hoguera del marido, que
parece haber sido una práctica helénica, pasó pronto de moda (véase 74.8). Él
rayo era una prueba de la presencia de Zeus, y como «sagrado» e «impuro»
significan casi lo mismo en la religión primitiva —los animales proscriptos en
el Levitico eran impuros porque eran sagrados— la tumba de un hombre muerto por
un rayo era aislada por una cerca, como la de un ternero que muere de ántrax en
una granja moderna, y se le concedían ritos heroicos. El cementerio de las
cercanías de Eleusis en el que, según Pausanias, fueron enterrados finalmente
los paladines, ya ha sido identificado y abierto por el profesor Mylonas.
Encontró una tumba doble rodeada por un cerco de piedra y cinco tumbas
individuales; los esqueletos, como se acostumbraba en el siglo XIII a. de C., a
los que se puede atribuir los fragmentos de jarrones, no mostraban señales de
cremación. Ladrones de tumbas primitivos se habían llevado, evidentemente, las
armas de bronce y otros objetos metálicos, originalmente enterrados con los
cuerpos; y puede haber sido su hallazgo de dos esqueletos dentro del círculo de
piedra lo que sugirió a los habitantes de Eleusis que aquélla era la tumba de
Capaneo, herido por el rayo, y de su fiel esposa Evadne.
107. LOS EPÍGONOS
a. Los hijos de los siete paladines caídos
en Tebas juraron vengar a sus padres. Se los llama los Epígonos. El oráculo de
Delfos les prometió la victoria si Alcmeón, hijo de Ánfiarao, se hacía cargo
del mando. Pero él no deseaba atacar a Tebas y discutió acaloradamente la
conveniencia de la campaña con su hermano Anfíloco. Al ver que no lograban
ponerse de acuerdo sobre si debían o no hacer la guerra, sometieron la decisión
a su madre Erifile. Como esta situación no se daba por primera vez, Tersandro,
el hijo de Polinices, siguió el ejemplo de su padre: sobornó a Erifile con la
túnica mágica que Atenea había dado a su antepasada Harmonía al mismo tiempo
que Afrodita le había entregado el collar mágico. Erifile se decidió por la
guerra y Alcmeón asumió el mando a regañadientes.
b. En la batalla librada ante las murallas
de Tebas los Epígonos perdieron a Egialeo, hijo de Adrasto, y Tiresias, el
adivino, advirtió a los tébanos que su ciudad sería saqueada. Anunció que las
murallas estaban destinadas a resistir sólo mientras permaneciera vivo uno de
los siete paladines originales, y Adrasto, el único sobreviviente, moriría de
pena cuando se enterara de la muerte de Egialeo. En consecuencia, lo mejor que
podían hacer los tebanos era huir esa misma noche. Tiresias
añadió que le daba igual que siguieran o
no su consejo, pues estaba destinado a morir tan pronto como Tebas cayera en
poder de los argivos. Así pues, a cubierto de la oscuridad, los tebanos
escaparon hacia el norte con sus esposas, hijos, armas y unos cuantos bienes, y
cuando se hallaron lo bastante lejos hicieron alto y fundaron la ciudad de
Hestiea. Al amanecer, Tiresias, que iba con ellos, se detuvo para beber en el
manantial de Tilfusa y falleció repentinamente.
c. Ese mismo día, que fue el mismo en que
Adraste se enteró de la muerte de Egialeo y murió dé pena, los argivos, al ver
que había sido evacuada Tebas, entraron en ella, demolieron las murallas y
recogieron el botín. Enviaron la mejor parte a Apolo en Deífos, incluyendo a la
hija de Tiresias, Manto o Dafne, que se había quedado en la ciudad y que llegó
a ser su pitonisa[19].
d. Con esto no terminó el asunto.
Casualmente, en presencia de Alcmeón, Tersandro se jactó de que la mayor parte
del mérito por la victoria argiva se le debía a él, pues había sobornado a
Enfile, como su padre Polinices había hecho anteriormente, para que diera la
orden de marcha. Alcmeón supo así por primera vez que la vanidad de Erifile
había causado la muerte de su padre, y podía haber causado también la suya.
Consultó al oráculo de Delfos y Apolo le contestó que Erifile merecía la
muerte. Alcmeón interpretó equivocadamente la respuesta de Apolo como una
exhortación al matricidio y a su regreso mató a Erifile, según algunos con la
ayuda de su hermano Anfíloco. Pero Erifile, moribunda, maldijo a Alcmeón y
gritó: «¡Tierras de Grecia y Asia y de todo
el mundo: negad asilo a mis asesinos!»
Inmediatamente las Erinias vengadoras lo persiguieron y enloquecieron.
e. Alcmeón huyó primeramente a Tesprocia,
donde le negaron la entrada, y luego a Psófide, donde el rey Fegeo le purificó
por consideración a Apolo. Fegeo le casó con su hija Arsínoe, a quien Alcmeón
dio el collar y la túnica que había llevado en su equipaje. Pero las Erinias,
sin tener en cuenta esa purificación, siguieron molestándole y la tierra de
Psófide se hizo estéril a causa de él. Entonces, el oráculo de Delfos aconsejó
a Alcmeón que se acercara al dios fluvial Aqueloo, que le purificó una vez más.
Se casó con la hija de Aqueloo, Calírroe, y se instaló en un terreno
recientemente formado por el aluvión del río y que no estaba incluido en la
maldición de Erifila. Allí vivió en paz durante un tiempo.
f. Un año después Calírroe, temiendo
perder su belleza, se negó a admitir a Alcmeón en su lecho a menos que le diese
el collar y la túnica célebres. Por amor a Calírroe se atrevió a volver a
Psófide, donde engañó a Fegeo: sin mencionar su casamiento con Calírroe,
inventó una predicción del oráculo de Delfos según la cual nunca se libraría de
la persecución de las Erinias hasta que hubiera dedicado la túnica y el collar
al templo de Apolo. Fegeo hizo inmediatamente que Arsínoe se las entregara, de
lo que se alegró ella, pues creía que Alcmeón volvería a ella tan pronto como
le dejaran las Erinias, quienes volvían a perseguirle con ahínco. Pero uno de
los sirvientes de Alcmeón reveló indiscretamente la verdad acerca de Calírroe,
y Fegeo se irritó de tal modo que ordenó a sus hijos que tendieran una
emboscada y mataran a Alcmeón cuando saliera del palacio. Arsínoe presenció el
asesinato desde una ventana, y como no estaba enterada de la doblez de Alcmeón,
vituperó en voz alta a su padre y hermanos por haber violado el derecho de
hospitalidad y haberla hecho viuda. Fegeo le suplicó que guardara silencio y
escuchase mientras él se justificaba, pero Arsínoe se tapó los oídos y les
deseó una muerte violenta a él y sus hermanos antes de la siguiente luna nueva.
En represalia, Fegeo la encerró en un arca y la regaló como esclava al rey de
Nemea, y al mismo tiempo dijo a sus hijos: «Llevad esta túnica y estecollar a
Apolo Deifico. Él procurará que no causen más desgracias.»
g. Los hijos de Fegeo le obedecieron.
Pero, entretanto, Calírroe, informada de lo que había sucedido en Psófide, rogó
que sus hijos infantes tenidos de Alcmeón se convirtieran en hombres maduros en
un día y vengaran su asesinato. Zeus oyó su súplica, y los hijos de Calírroe se
convirtieron de pronto en hombres maduros, tomaron las armas y fueron a Nemea,
donde, como ya sabían, los hijos de Fegeo habían interrumpido su viaje de
regreso de Delfos con la esperanza de convencer a Arsínoe para que retirara su
maldición. Trataron de decirle la verdad acerca de Alcmeón, pero ella no quiso
escucharles tampoco, y los hijos de Calírroe no sólo los sorprendieron y
mataron, sino que además se apresuraron a ir a Psófide y mataron también a
Fegeo antes que la siguiente luna apareciera en el firmamento. Como ningún rey
o dios fluvial de Grecia consintió en purificarlos de sus crímenes, viajaron
hacia el oeste hasta el Epiro y colonizaron Acarnania, llamada así por el mayor
de los dos, Acarnán.
h. La túnica y el collar eran exhibidos en
Delfos hasta la Guerra Santa [siglo iv a. de C.], cuando el bandido focio
Failos los robó, y no se sabe si el collar de ámbar engastado en oro que los
habitantes de Amatos pretenden que es el de Erifile es auténtico o falso[20].
i. Y algunos dicen que Tiresias tuvo dos
hijas, Dafne y Manto. Dafne permaneció virgen y llegó a ser una Sibila, pero
Alcmeón engendró a Anfíloco y Tisífone con Manto antes de enviarla a Apolo en
Delfos; confió ambos niños al rey Creonte de Corinto. Años después, la esposa
de Creonte, celosa de la belleza extraordinaria de Tisífone, la vendió como
esclava, y Alcmeón, sin saber quién era, la compró para que le sirviera como
criada, pero afortunadamente se abstuvo del incesto. En cuanto a Manto, Apolo
la envió a Colofón en Jonia, donde se casó con Racio, rey de Caria; su hijo fue
Mopso, el famoso adivino[21].
1.
Esto es una narración de bardo popular que contiene pocos
elementos míticos y que podía ser relatada en Tebas o Argos sin ofender a
nadie; tenía interés para los habitantes de Psófide, Nemea y el valle del
AqueÍoo, se proponía explicar la fundación de Hestiae y la colonización de
Acarnania y poseía un fuerte sabor moral. Enseñaba la inestabilidad del juicio
femenino, la insensatez de los hombres que complacen la vanidad o la codicia de
las mujeres, la prudencia de escuchar a los adivinos que están fuera de toda
sospecha, el peligro de interpretar equivocadamente los oráculos y la
inevitable maldición que recae sobre cualquier hijo que mata a su madre aunque
sea para aplacar al espíritu de su padre asesinado (véase 114.a).
2.
La continua facultad de Erifile de decidir entre la guerra y la
paz es la característica más interesante de la fábula. El verdadero significado
de su nombre, «muchas hojas», indica que era una sacerdotisa argiva de Hera a
cargo de un oráculo de árbol, como el de Dodona (véase 51.1). Si es así, ese
árbol era probablemente un peral, consagrado a Hera (véase 74.5). Tanto la
«Guerra de los Siete contra Tebas», a la que Hesíodo llama la «Guerra del
rebaño de Edipo», como su continuación aquí relatada, parecen haber precedido a
la expedición de los Argonautas y a la Guerra de Troya y de primera intención
se las puede referir al siglo XIV a. de C.
108. TÁNTALO
a. La ascendencia y el origen de Tántalo
son motivo de discusión. Su madre era Pluto, hija de Cronos y Rea, o, según dicen
algunos, de Océano y Tetis[22];
y su padre Zeus o Tmolo, el dios con corona de roble del monte Tmolo que, con
su esposa Ónfale, gobernaba en el reino de Lidia y había juzgado el certamen
entre Pan y Apolo[23].
Sin embargo, algunos llaman a Tántalo rey de Argos o de Corinto; y otros dicen
que fue al norte desde el monte Sípilo en Lidia para gobernar el país de
Paflagonia, de donde, por haber incurrido en la ira de los dioses, fue
expulsado por el frigio Ilo, a cuyo hermano menor Ganimedes[24]
había raptado y seducido[25].
b. Por su esposa Eurianasa, hija del dios
fluvial Pactólo; o por Euritemiste, hija del dios fluvial Janto; o por Clitia,
hija de Anfidamante; o por la pléyade Dione, Tántalo fue padre de Pélope, Níobe
y Bróteas[26]. Sin
embargo, algunos llaman a Pélope bastardo, o hijo de Atlante y la ninfa Linos[27].
c. Tántalo era amigo íntimo de Zeus, quien
lo admitía en los banquetes de néctar y ambrosía del Olimpo, hasta que la buena
suerte le trastornó la cabeza, reveló los secretos de Zeus y robó los manjares
divinos para compartirlos con sus amigos mortales. Antes que se descubriera
este delito cometió otro peor. Habiendo invitado a los olímpicos a un banquete
en el monte Sípilo, o quizás en Corinto, Tántalo descubrió que los alimentos
que tenía en la despensa eran insuficientes para los invitados y entonces no se
sabe si para poner a prueba la omnisciencia de Zeus, o simplemente para poner
de manifiesto su buena voluntad, despedazó a su hijo Pélope y agregó los
pedazos al guisado preparado para los dioses, como habían hecho los hijos de
Licaón[28]
con su hermano Níctimo cuando agasajaron a Zeus en Arcadia[29].
Todos los dioses reconocieron lo que tenían en el plato, y lo rechazaron con
horror, todos menos Deméter, quien, trastornada por haber perdido a Perséfone,
comió la carne de la paletilla izquierda[30].
d. Por estos dos delitos fue castigado
Tántalo con la ruina de su reino y, después de su muerte por la mano de Zeus,
con el tormento eterno en compañía de Ixión, Sísifo, Ticio, las Danaides y
otros. Ahora cuelga, consumido perennemente por la sed y el hambre, de la rama
de un árbol frutal que se incuria sobre un lago pantanoso. Sus olas le llegan a
la cintura, y a veces a la barbilla, pero cuando se inclina para beber
retroceden y no dejan más que el negro cieno a sus pies; o, si alguna vez logra
recoger un puñado de agua, ésta se desliza entre sus dedos y lo único que
consigue es humedecer sus labios agrietados, quedándose más sediento que antes.
Él árbol está cargado de peras, manzanas brillantes, higos dulces, olivas y granadas
maduras, pero cada vez que tiende la mano para tomar un fruto suculento una
ráfaga de viento lo pone fuera de su alcance[31].
e. Además, una piedra enorme, un risco del
monte Sípilo, sobresale por encima del árbol y amenaza eternamente con aplastar
el cráneo de Tántalo[32].
Este es su castigo por un tercer delito: el robo, agravado con el perjurio. Un
día, cuando Zeus era todavía un infante en Creta y le amamantaba la cabra
Amaltea, Hefesto le hizo a Rea un mastín de oro para que guardara al niño; este
mastín llegó a ser luego el guardián de su templo en Dicte. Pero Pandáreo, hijo
de Merope, nativo de la Mileto lidia, o quizá cretense —si, en verdad, no era
efesio— se atrevió a robar el mastín y lo llevó a Tántalo para que lo
custodiara en el monte Sípilo. Cuando terminó la alarma causada por el robo,
Pandáreo pidió a Tántalo que le devolviera el mastín, pero Tántalo juró por
Zeus que nunca había visto ni oído hablar de un perro de oro. Cuando este
juramento llegó a oídos de Zeus, ordenó a Hermes que investigara el asunto, y
aunque Tántalo siguió perjurando, Hermes recuperó el perro por la fuerza o
mediante una estratagema, y Zeus aplastó a Tántalo bajo un risco del monte
Sípilo. Todavía se muestra el lugar cerca del lago Tantálido, guarida de
cisnes-águilas blancos. Más tarde, Pandáreo y su esposa Harmótoe huyeron a
Atenas, y de allí a Sicilia, donde perecieron miserablemente[33].
f. Según otros, sin embargo, fue Tántalo
quien robó el mastín de oro y Pandáreo aquel a quien lo confió y quien, por
haber negado que lo había recibido, fue destruido, juntamente con su esposa,
por los dioses airados, o convertido en piedra. Pero las hijas huérfanas de
Pandáreo, Merope y Cleotera, a las que algunos llaman Camiro y Clitia, fueron
criadas por Afrodita con cuajadas, miel y vino dulce. Hera las dotó con belleza
y una sabiduría más que humana; Artemis las hizo altas y fuertes; Atenea las
instruyó en todas las artes manuales conocidas. Es difícil comprender por qué
estas diosas mostraron tal solicitud, o eligieron a Afrodita para que ablandara
el corazón de Zeus con respecto a esas huérfanas y arreglara buenos casamientos
para ellas, a menos, por supuesto, que hubieran animado a Pandáreo para que
cometiese el robo. Zeus tuvo que haber sospechado algo, pues mientras Afrodita
estaba encerrada con él en el Olimpo, las Harpías se apoderaron de las tres
muchachas con su consentimiento y las entregaron a las Erinias, quienes les
hicieron sufrir sustitutívamente por los pecados de su padre[34].
g. Este Pandáreo fue también el padre de
Aedón, esposa de Zeto, a quien dio como hijo Itilo. A Aedón le atormentaba la
envidia que sentía por su hermana Níobe, quien gozaba del amor de seis hijos y
seis hijas, y cuando trató de matar a Sípilo, el mayor de ellos, mató por error
a Itilo; Zeus la transformó inmediatamente en un ruiseñor que, a comienzos del
verano, lamenta todas las noches a su hijo asesinado[35],
h. Después de castigar a Tántalo, Zeus se
dio el placer de resucitar a Pélope; para ello ordenó a Hermes que recogiera
los miembros y los volviera a hervir en la misma caldera, sobre la cual
pronunció un hechizo. Entonces la Parca Cloto los rearticuló; Deméter le dio
una paletilla de marfil, para sustituir a la que había comido, y Rea le insufló
la vida, mientras Pan danzaba alegremente[36].
i. Pélope salió de la caldera mágica
revestido con una belleza tan radiante que Posidón se enamoró de él al instante
y lo llevó al Olimpo en un carro tirado por caballos de oro. Allí le nombró su
copero y compañero de lecho, como Zeus posteriormente nombró a Ganimedes, y le
alimentó con ambrosía. Pélope advirtió por primera vez que su hombro izquierdo
era de marfil cuando se desnudó el pecho para florar a su Níobe. Todos los
verdaderos descendientes de Pélope están marcados de ese modo, y después de su
muerte la paletilla de marfil fue guardada en Pisa[37].
j. Entretanto, Eurianasa, la madre de
Pélope, lo buscaba diligentemente, pues ignoraba su ascensión al Olimpo; se
enteró por los marmitones de que lo habían hervido y servido a los dioses, que
parecían haber comido hasta el último trozo de su carne. Esta versión de la
fábula se hizo corriente en toda Lidia; muchos la creen todavía y niegan que el
Pélope a quien Tántalo hirvió en la caldera era el mismo Pélope que le sucedió[38].
k. Bróteas, el hijo feo de Tántalo, talló
la imagen más antigua de la Madre de los Dioses, la que todavía se halla en la
Peña Codina, al norte del monte Sípilo. Era un cazador famoso, pero se negaba a
honrar a Artemis, y ésta lo enloqueció; gritando que ninguna llama podía
quemarlo, se arrojó sobre una pira encendida y dejó que las llamas lo
consumieran. Pero algunos dicen que se suicidó porque todos aborrecían su
fealdad. El hijo de Bróteas y su heredero fue llamado Tántalo en honor de su
abuelo[39].
1.
Según Estrabón (xii.8.21), Tántalo, Pélope y Níobe eran frigios; y
cita a Demetrio de Scepsis, y también a Calístenes (xiv.5.28), según los cuales
la familia derivaba su riqueza de las minas de Frigia y el monte Sípilo.
Además, en Niobe de Esquilo (citado por Estrabón: xii.8.21) se dice que los
Tantálidas tenían «un altar de Zeus, su dios paternal, en el monte Ida»; y
Sípilo es situado en «la tierra idea». Democles, a quien Estrabón cita de
segunda mano, interpreta racionalmente el mito de Tántalo diciendo que su
reinado se caracterizó por violentos terremotos en Lidia y Jonia, hasta Tróade;
aldeas enteras desaparecieron, el monte Sípilo se derrumbó, los pantanos se
convirtieron en lagos y Troya quedó sumergida (Estrabón: i.3.17). Según
Pausanias, también una ciudad situada en el monte Sípilo desapareció en una
sima, que luego se llenó de agua y se convirtió en el lago Saloé, o Tántalis.
Las ruinas de la ciudad podían ser vistas en el fondo del lago hasta qué éste
quedó obstruido por el aluvión de una corriente de agua montañesa (Pausanias:
vii.24.7). Plinio conviene en que Tántalis fue destruida por un terremoto
(Historia natural ii.93), pero constata que se construyeron tres ciudades
sucesivas en su sitio antes que quedara sumergida finalmente (Historia natural
v.31).
2.
Sin embargo, la opinión histórica de Estrabón, aunque
arqueológicamente admisible, no explica la relación de Tántalo con Argos,
Corinto y la Mileto cretense. La roca que pende sobre él en el Tártaro, siempre
a punto de caer, lo identifica con Sísiío de Corinto, cuyo castigo igualmente
perpetuo se dedujo de una representación gráfica que mostraba al titán Sol
empujando trabajosamente el disco solar hacia arriba por k ladera del Qelo
hasta el cénit (véase 67.2). El escoliasta sobre Píndaro se daba cuenta
vagamente de esta identificación, pero explicó racionalmente el castigo de
Tántalo señalando que «algunos entienden que la piedra representa al sol, y
Tántalo a un físico que sufre el castigo por haber demostrado que el sol es una
masa de metal incandescente» (Escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro
i.97). Confusamente, esta representación gráfica del titán Sol se ha combinado
con otra: la de un hombre que atisba angustiado a través de un entrelazamiento
de ramas cargadas de frutos y con el agua hasta la barbilla, castigo que los retóricos
utilizaban como una alegoría del destino que esperaba a los ricos y codiciosos
(Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.603; Fulgencio: Compendio mitológico
ii.18). A las manzanas, peras, higos y otros frutos que cuelgan sobre los
hombros de Tántalo les llama Fulgencio «frutos del Mar Muerto», de los que dice
Tertuliano que «tan pronto como se toca con el dedo la mangana se convierte en
cenizas».
3.
Para comprender esta escena es necesario recordar que al padre de
Tántalo, Tmolo, se le describe como habiendo sido enguirnaldado con roble, y
que su hijo Pélope, uno de cuyos nietos se llamaba también Tántalo (véase
112.c), gozaba de los ritos de héroe en Olimpia en los que intervenía el
«guardamontes de Zeus». Puesto que, como se conviene ahora generalmente, los
criminales del Tártaro eran dioses o héroes de la época preolímpica, Tántalo
representaría al rey sagrado anual, vestido con ramas llenas de frutos, como
las que se llevaban en las Oscoforias (véase 98.w) y que era arrojado a un río
como pharmacos[40],
costumbre sobreviviente en el ritual de Jorge Verde en los Balcanes descrito
por Frazer. El verbo tantalize[41],
derivado de este mito, ha impedido que los eruditos se den cuenta de que la
agonía de Tántalo es causada no por la sed, sino por el temor de ahogarse o de
la subsiguiente inmolación en una pira, que fue el destino de su feo hijo
Bróteas.
4.
Platón (Cratilo 28) puede tener razón cuando deriva Tantalus de
talan tatos, «muy desdichado», formado de la misma raíz, tla, «sufriente» o
«paciente», que da los nombres de Atlante y Telamón, ambos héroes del roble.
Pero talanteuein significa «pesar moneda» y puede ser una referencia a sus
riquezas; y talanteuesthai puede significar «tambalear de lado a lado», que es
el modo de andar del rey sagrado con el muslo lisiado (véase 23.1). Parece, en
consecuencia, que Tántalo es a la vez un titán Sol y un rey selvático, cuyo
culto fue llevado de Grecia al Asia Menor por la vía de Creta —a Pandáreo se le
describe como cretense— a mediados del segundo milenio a. de C. y se volvió a
importar en Grecia hacia su final, cuando el derrumbe del imperio hitita obligó
a los ricos colonos de habla griega del Asia Menor a abandonar sus ciudades.
5.
Cuando los autógrafos
alegaban que Tántalo era un huésped frecuente del Olimpo, admitían que su culto
había dominado en otro tiempo en el Peloponeso y, aunque a los banquetes a los
que los dioses invitaban a Tántalo se los distingue cuidadosamente del banquete
al que los invitó él, en todos los casos el manjar principal sería la misma sopa
de menudos que los pastores antropófagos de Arcadia del culto del roble
prepararon para Zeus Lobuno (véase 38.b). Quizá no sea una coincidencia que en
Normandía a la víctima del Jorge Verde se la llame «Lobo Verde» y antiguamente
se la arrojara viva a la hoguera del solsticio estival. El acto de comer a
Pélope, sin embargo, no se relaciona directamente con el culto del lobo. La
posición de Pélope como valido de Posidón, su nombre, «rostro barroso o sucio»,
y la leyenda de su paletilla de marfil indican más bien un culto de la marsopa
en el Istmo (véase 8.3 y 70.5) —«delfín» en griego incluye a la marsopa— y
sugiere que el Paladión, hecho según se decía con sus huesos (véase 159.3 y
166.h), era un objeto de culto de marfil de marsopa. Esto explicaría por qué,
según el escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro (i.37), Tetis, la diosa
del Mar, y no Deméter, come la paletilla de Pélope. Pero la antigua estatua
sedente de Deméter de cabeza de yegua en Figalia tenía una paloma en la mano y
un delfín (o marsopa) en la otra; y, como dice directamente Pausanias: «El
motivo por el que se hizo así la imagen es evidente para cualquiera de
inteligencia corriente que haya estudiado mitología» (viii, 43.3). Quiere decir
que ella presidía el culto del caballo, el culto del roble y el culto de la
marsopa.
6.
Este antiguo mito puso en aprietos a los autógrafos posteriores.
No contentos con disculpar a Deméter de la acusación de haber comido
deliberadamente carne humana y negando con indignación que todos los dioses
comían lo que se les ponía delante, hasta el último bocado, inventaron una
explicación superracionalista del mito. Tántalo, escribieron, era un sacerdote
que reveló los secretos de Zeus a los no iniciados. En vista de lo cual los
dioses lo depusieron y afligieron a su hijo con una enfermedad repugnante, pero
los cirujanos lo cortaron y lo remendaron con injertos de hueso, dejando tantas
cicatrices que parecía que lo habían descuartizado y luego habían vuelto a unir
los pedazos (Tzetzes: Sobre Licofrón 152).
7.
El robo del mastín de oro por Pandáreo debe ser interpretado como
una continuación del robo de Cerbero por Heracles, lo que indica que los aqueos
desafiaban la maldición mortal, simbolizada por un perro, apoderándose de un
objeto de culto consagrado a la diosa Tierra Rea (abuela de Tántalo) y
confiriendo soberanía a su poseedor. Las diosas olímpicas apoyaban claramente
el robo de Pandáreo, y el perro, aunque era propiedad de Rea, guardaba el
templo del Zeus cretense que moría anualmente; por tanto, el mito indica no una
violación original por los aqueos del altar de Rea, sino una recuperación
temporal del objeto del culto por los devotos de la diosa.
8.
La naturaleza del objeto del culto robado es incierta. Puede haber
sido un cordero de oro, el símbolo de la soberanía pelópida; o el cetro con un
cuclillo por contera que, como se sabe, Zeus había robado a Hera; o el Paladión
de marfil de marsopa; o la bolsa de la égida con su contenido secreto. Es
improbable que fuera un perro de oro, pues el perro no era el objeto del culto,
sino su guardián; a menos que se trate de una versión del mito gales de
Amathaon ap Don, quien robó un perro a Arawn («elocuencia»), rey de Annwm
(«Tártaro»), y de este modo pudo conocer el nombre secreto del dios Bran (Diosa
Blanca, págs. 58-62).
9.
Las tres hijas de Pandáreo, una de las cuales, Camiro, se llama
igual que la más joven de las tres Parcas rodias (véase 60.2), son la diosa
triple, aquí humillada por Zeus a causa de la rebelión de sus devotos. La
lealtad de Tántalo a la diosa se pone de manifiesto en las fíbulas de su hijo
Bróteas, quien talló su imagen en el monte Sípilo, y de su hija Níobe,
sacerdotisa de la Diosa Blanca, quien desafió a los Olímpicos y cuya ave era el
cisne-águila blanco del lago Tántalis. Ónfale, el nombre de la madre de
Tántalo, indica un templo-ombligo[42]
profético como el de Delfos.
10. El
pharmacos anual era elegido por su extrema fealdad, lo que explica a Bróteas.
Hay constancia de que en el Asia Menor al pharmacos primeramente se le golpeaba
en los órganos genitales con cebolla albarrana (véase 26.3) al son de flautas
lidias —Tántalo (Pausanias: ix.4) y su padre, Tmolo (Ovidio: Metamorfosis
ii.56), están asociados en la leyenda con las flautas lidias— y luego lo
quemaban en una pira de leña; más tarde arrojaban sus cenizas al mar (Tzetzes:
Historia xxiii, 726-56, citando a Hipponax, siglo vi a. de C). En Europa parece
haberse invertido el orden: al pharmacos del Verde Jorge primeramente le
zambullían en el agua, luego le golpeaban y por fin lo quemaban.
109.
PÉLOPE Y ENÓMAO
a. Pélope heredó el trono paflagonio de su
padre Tantalo y durante un tiempo residió en Enete, en las costas del Mar
Negro, desde donde gobernó también a los lidios y frigios. Pero los bárbaros lo
expulsaron de Paflagonia y entonces se retiró al monte Sípilo en Lidia, su sede
ancestral. En vista de que Ilo, rey de Troya, no le dejaba vivir en paz ni
siquiera allí, sino que le ordenó que reanudara su viaje, Pélope llevó sus
tesoros fabulosos a través del mar Egeo. Estaba resuelto a encontrar un nuevo
hogar para él y la gran horda de sus seguidores[43],
pero antes quería pedir la mano de Hipodamía, hija del rey Enómao, el arcadio,
que gobernaba en Pisa y Elide[44].
b. Algunos dicen que Enómao era hijo de
Ares y Harpina, hija del dios fluvial Asopo; o de la pléyade Asteria; o de
Astérope; o de Eurítoe, hija de Dánao; en tanto que otros dicen que era hijo de
Alxión, o de Hipéroco[45].
c. Por su esposa Esterope, o Evarete, hija
de Acrisio, Enómao fue padre de Leucipo, Hipodamo y Disponteo, fundador de Disponte;
y de una hija, Hipodamía[46].
Enómao era famoso por su amor a los caballos, y prohibió a sus subditos bajo
pena de maldición aparear yeguas con asnos. Hasta el presente, si los eleáticos
necesitan muías, tienen que llevar sus yeguas al exterior para aparearlas y
para que paran[47].
d. No se sabe con certeza si le advirtió
un oráculo que su yerno le mataría o si él mismo se había enamorado de
Hipodamía; pero el caso es que Enómao ideó un nuevo medio dé impedir que ella
se casara. Desafió a cada uno de los pretendientes de Hipodamía por turno a una
carrera de carros desde Pisa, situada junto al río Alfeo, frente a Olimpia,
hasta el altar de Posidón en el Istmo de Corinto. Algunos dicen que los carros
eran tirados por cuatro caballos[48];
otros dicen que por dos. Enómao insistió en que Hipodamía debía cabalgar junto
a cada pretendiente, para distraer su atención de los caballos, pero les
concedió una ventaja de media hora en la partida mientras él sacrificaba un
carnero en el altar de Zeus Marcial en Olimpia. Ambos carros debían correr
hacia el Istmo y si el pretendiente era alcanzado, debía morir, pero si ganaba
la carrera sería suya Hipodamía y moriría Enómao[49].
Pero como Psila y Harpina, las yeguas engendradas por el viento que le había
dado Ares, el padre de Pélope, eran con mucho las mejores de Grecia y más
rápidas que el Viento Norte[50],
y como su carro, hábilmente conducido por Mirtilo, estaba construido
especialmente para las carreras, jamás había fracasado en su propósito de
alcanzar a su rival y de traspasarle con su lanza, otro regalo de Ares[51].
e. De esta manera Enómao se deshizo de
doce o, según dicen algunos, de trece príncipes, cuyas cabezas y miembros clavó
sobre las puertas de su palacio, mientras sus troncos eran amontonados
bárbaramente en la tierra. Cuando mató a Marmax, el primer pretendiente, mató
también a sus yeguas Partenia y Erifa y las enterró junto al río Partenia,
donde se muestra todavía su tumba. Algunos dicen que el segundo pretendiente,
Alcatoo, fue enterrado cerca del Excita-Caballos en el hipódromo de Olimpia y
que es su espectro rencoroso el que pone obstáculos a los aurigas[52].
f. Mirtilo, el auriga de Enómao, era hijo
de Hermes y Teóbule o Cleóbule, o la danaide Fetusa; pero otros dicen que era
hijo de Zeus y Clímene. También él se había enamorado de Hipodamía, pero no se
atrevió a intervenir en la competencia[53].
Entretanto los olímpicos habían decidido intervenir y poner fin a la matanza,
porqué Enómao se jactaba de que un día construiría un templo con cráneos, como
habían hecho Eveno[54],
Diómedes y Anteo[55]. En
consecuencia, cuando Pélope desembarcó en Elide y suplicó a su amante Posidón,
a quien invocó con un sacrificio en la costa, que le diera el carro más rápido
del mundo para cortejar a Hipodamía o que contuviera el ímpetu de la lanza de
bronce de Enómao, Posidón le ayudó de muy buena gana. Pélope no tardó en ser
dueño de un carro de oro alado que podía correr por el mar sin que se le
mojasen los ejes y del que tiraba un tronco de caballos incansables, alados e
inmortales[56].
g. Después de visitar el monte Sípilo y de
dedicar a Afrodita Temnia una imagen hecha con madera de mirto verde, Pélope
probó su carro conduciéndolo a través del Egeo. Casi antes que hubiera tenido
tiempo de mirar a su alrededor llegó a Lesbos, donde su auriga Cilo, o Celas, o
Cilas murió a causa de la rapidez del viaje. Pélope pasó la noche en Lesbos y
en sueños vio que el ánima de Cilo se lamentaba por su suerte y suplicaba
honores de héroe. Al amanecer, Pélope quemó su cuerpo, levantó un túmulo sobre
las cenizas y fundó en las cercanías el templo de Apolo Cilano. Luego reanudó
el viaje conduciendo él mismo el carro[57].
h. Cuando llegó a Pisa se alarmó Pélope al
ver la hilera de cabezas clavadas sobre las puertas del palacio y comenzó a
lamentar su ambición. En consecuencias, prometió a Mirtilo, que si traicionaba
a su amo, le daría la mitad del reino y el privilegio de pasar la noche de
bodas con Hipodamía cuando la hubiese conseguido[58].
i. Antes de intervenir en la carrera —la
escena está esculpida en el gablete frontal del templó de Zeus en Olimpia—
Pélope hizo un sacrificio a Atenea Cidonia. Algunos dicen que se le apareció el
ánima de Cilo y se comprometió a ayudarle; otro, que fue su auriga Esfero; pero
se cree más generalmente que él mismo condujo su carro llevando a Hipodamía a
su lado[59].
j. Entretanto, Hipodamía se había
enamorado de Pélope y, lejos de ponerle obstáculos en la carrera, se ofreció a
recompensar generosamente a Mirtilo si conseguía refrenar de algún modo la
carrera de su padre. Mirtilo quitó las pezoneras a los ejes del carro de Enómao
y las sustituyó con otras de cera. Cuando los carros llegaron al cuello del
Istmo y Enómao, en su persecución furiosa, levantaba la lanza para atravesar la
espalda de Pélope, las ruedas de su carro se desprendieron, quedó enredado
entre los restos y murió arrastrado por los caballos. Su ánima ronda todavía
alrededor de la estatua «excita-caballos» de Olimpia[60].
Hay quienes dicen, no obstante, que la rapidez del carro y los caballos alados
de Posidón permitieron fácilmente a Pélope adelantarse a Enómao y llegar al
Istmo antes que él, y que Enómao se mató desesperado, o le mató Pélope en el
poste que marcaba el final de la carrera. Según otros, la competencia se
realizó en el hipódromo de Olimpia, y Anfión le dio a Pélope un objeto mágico
que él enterró junto al excita-caballos de modo que las caballerías de Enómao
se desbocaron y destrozaron el carro. Pero todos están de acuerdo en que
Enómao, antes de morir, maldijo a Mirtilo y rogó que pereciera a manos de
Pélope[61].
k. Entonces Pélope, Hipodamía y Mirtilo
salieron para hacer una excursión nocturna a través del mar. «¡Ay! —exclamó
Hipodamía—. No he bebido nada durante todo el día; me abrasa la sed.» El sol se
ponía y Pélope se detuvo en la isla desierta de Helene, que se halla no lejos
de la isla de Eubea, y fue a la ribera en busca de agua. Cuando volvió con el
yelmo lleno, Hipodamía corrió llorando hacia él y se quejó de que Mirtilo había
tratado de violarla. Pélope reprendió severamente a Mirtilo y le golpeó en el rostro,
pero él protestó indignado: «Esta es la noche de bodas, en la que me juraste
que gozaría a Hipodamía. ¿Acaso piensas faltar a tu juramento?» Pélope no
contestó, pero le quitó las riendas a Mirtilo y siguieron adelante[62].
Cuando se acercaban al cabo Geresto —el promontorio más meridional de Eubea,
ahora coronado con un notable templo de Posidón— Pélope dio de pronto a Mirtilo
un puntapié que lo mandó de cabeza al mar, y Mirtilo, mientras se hundía,
maldijo a Pélope y a toda su familia[63].
l. Hermes puso la imagen de Mirtilo entre
las estrellas como la constelación del Auriga, pero su cadáver fue llevado por
el agua a la costa de Eubea y lo enterraron en la Feneo arcadia, detrás del
templo de Hermes; una vez al año se le ofrecen allí sacrificios nocturnos como
héroe. El Mar Mirtoano, que se extiende desde Eubea, pasando por Helene, hasta
el Egeo, se cree generalmente que recibió su nombre de Mirtilo más bien que,
como insisten los cúbeos, de la ninfa Mirto[64].
m. Pélope siguió adelante, hasta que llegó
a la corriente occidental del Océano, donde Hefesto le purificó de su culpa de
homicidio; luego volvió a Pisa y ocupó el trono de Enómao. Pronto subyugó casi
todo el territorio de lo que se llamaba entonces Apia, o Pelasgiótide, nombre
que cambió él, por el de Peloponeso, que significa «la isla de Pélope». Su
valor, su buen juicio, su riqueza y sus numerosos hijos le ganaron la envidia y
la veneración de toda Grecia[65].
n. Pélope le quitó Olimpia al rey Epeo y
la anexó a su reino de Pisa; pero como no pudo vencer al rey Estínfalo de
Arcadia por la fuerza de las armas, lo invitó a un debate amistoso, lo
descuartizó y diseminó sus miembros por todas partes; crimen que causó un
hambre en toda Grecia. Pero su celebración de los Juegos Olímpicos en honor de
Zeus, alrededor de una generación después de Endimión, fue la más espléndida
jamás realizada.
o. Para reparar el asesinato de Mirtilo,
que era hijo de Hermes, Pélope construyó el primer templo de Hermes en el
Peloponeso; trató también de aplacar al ánima de Mirtilo construyéndole un
cenotafio en el hipódromo de Olimpia y rindiéndole honores de héroe. Algunos
dicen que ni Enómao, ni el rencoroso Alcátoo, ni el objeto mágico que enterró
Pélope son el verdadero espantador de los caballos: es el espíritu de Mirtilo[66].
p. Sobre la tumba de los infortunados
pretendientes de Hipodamía, en el lado más lejano del río Alfeo, erigió Pélope
un alto túmulo y les rindió también a ellos honores de héroes; y alrededor de
un estadio de distancia, más o menos, se halla el templo de Ártemis Cordas
llamado así porque los seguidores de Pélope celebraron allí sus victorias
bailando la Danza de la Cuerda, que habían llevado de Lidia[67].
q. El templo de Pélope, donde se conservan
sus huesos en un cofre de bronce, fue dedicado por Heracles Tirintio, su nieto,
cuando fue a celebrar los Juegos Olímpicos; y los magistrados eleáticos todavía
ofrecen a Pélope el sacrificio anual de un carnero negro, asado en un fuego de
maderas de. álamo blanco. A los que comen de esa víctima se les prohibe entrar
en el templo de Zeus hasta que se han bañado, y el cuello le corresponde
tradicionalmente al guardabosque. El templo se llena todos los años con
visitantes; los jóvenes se flagelan en el altar de Pélope y le ofrecen una
libación de su sangre. Se exhibe su carro en el techo del Anactorio de Hiasia;
los sicionios conservan su espada con puño de oro en su tesoro de Olimpia, y su
cetro en forma de lanza, en Queronea, es quizá la única obra auténtica de
Hefesto todavía existente. Zeus se lo envió a Pélope por medio de Hermes y
Pélope lo legó al rey Atreo[68].
r. A Pélope se le llama también «croniano»
y «Apaleador de caballos» y los aqueos lo consideran su antecesor[69].
1.
Según Pausanias y Apolodoro, Tántalo nunca salió del Asia Menor;
pero otros autógrafos se refieren a él y a Pélope como reyes nativos de Grecia.
Esto indica que sus nombres eran títulos dinásticos llevados por los primitivos
colonos griegos al Asia Menor, donde fueron atestiguados con altares de héroes;
y traídos de vuelta por emigrantes con anterioridad a la invasión aquea del
Peloponeso en el siglo XII a. de C. Sabemos por las inscripciones hititas que
hubo reyes helenos en Pamfilia y en Lesbos ya en el siglo XIV a. de C. Los
pelopo-tantálidas parecen haber expulsado a la dinastía cretanizada de «Enómao»
de la Monarquía Suprema del Peloponeso.
2.
El caballo, que había sido un animal sagrado en la Grecia
pelásgica mucho antes del culto del carro solar, era un caballito europeo
nativo dedicado a la Luna, no al Sol (véase 75.3). El caballo transcaspiano mayor
llegó a Egipto con los invasores hicsos en 1850 a. de C. —los carros tirados
por caballos desplazaron a los carros tirados por asnos en las fuerzas armadas
egipcias alrededor del año 1500 a. de C.— y a Creta antes de la caída de Cnosos
un siglo después. La prohibición religiosa de Enómao respecto a las mulas
estaría asociada quizá con la muerte de Cilo: en Grecia, como en Roma, fue
suprimido el culto del asno (véase 83.2) cuando el carro del sol se convirtió
en el símbolo de la realeza. Casi la misma reforma religiosa tuvo lugar en
Jerusalén (2 Reyes xxiii. 11), donde en la época de Josefo sobrevivía la
tradición de un culto del asno anterior (Josefo: Contra Apion ii.7 y 10). Helio
del carro solar, deidad aquea, se identificó entonces en diferentes ciudades
con el Zeus solar o el Posidón solar, pero el asno se convirtió en el animal de
Crono, a quien Zeus y Posidón habían destronado, o de Pan, Sileno y otras
divinidades secundarias anticuadas. Había también un Apolo solar; puesto que
Píndaro menciona su aborrecimiento de los asnos, habrá sido el Apolo de Cileno
al que los hiperbóreos ofrecían hecatombes de asnos (Píndaro: Odas píticas x.30
y ss.).
3.
Enómao, que representaba a Zeus como el Sol encarnado, es llamado,
en consecuencia, hijo de Asteria, que gobernaba el Cielo (véase 88.2) más bien
que de una Pléyade del mismo nombre; y la reina Hipodamía, mediante el
matrimonio con la cual llegó a ser rey, representaba a Hera como la Luna
encarnada. La descendencia siguió siendo matrilineal en el Peloponeso, lo que
aseguraba la buena voluntad de los campesinos conservadores. El reinado del rey
no podía prolongarse más allá del Gran Año de cien meses, en el ultimo de los
cuales coincidían el calendario solar y el lunar; entonces estaba destinado a
ser muerto por caballos. Como una nueva concesión al culto anterior de Pisa,
donde el representante de Zeus era muerto por su heredero en cada solsticio
estival (véase 53.5), Enómao accedió a morir fingidamente en siete solsticios
estivales sucesivos, designando en cada ocasión un sustituto para que ocupara
su lugar durante veinticuatro horas y fuera en el carro del sol junto a la
reina. Al término de este día el sustituto moría en un accidente de carro y el
Rey salía de la tumba donde había estado escondido (véase 41.2 y 123.4) para
reanudar su reinado. Esto explica el mito de Enómao y los pretendientes, otra
versión del cual aparece en el de Eveno (véase 74.e). Los mitógrafos deben
estar equivocados cuando mencionan «doce o trece» pretendientes. Estas cifras
se refieren a las lunaciones —alternativamente doce y trece— de un año solar,
no a los sustitutos; así en la carrera de carros de Olimpia se daba doce veces
la vuelta al estadio en honor de la diosa Luna. Pélope es el modelo del octavo
príncipe afortunado (véase 81.8) que se libra del accidente del carro y puede
matar al rey viejo con su propio cetro-lanza.
4.
Este accidente anual del carro se representaba en el hipódromo. El
sustituto podía conducir sus caballos —los cuales, a juzgar por el mito de
Glauco (véase 71.2), parecen haber sido enloquecidos con drogas— por el trecho
recto sin que le ocurriera nada, pero cuando daba la vuelta alrededor de la
estatua de mármol blanco, llamada el Marmaranax («rey de mármol») o el
Excita-Caballos, la rueda exterior se desprendía por falta de pezonera, el
carro se derrumbaba y los caballos arrastraban al sustituto y le mataban. El
mirto era el árbol de la muerte, el del decimotercer mes al término del cual se
producía el accidente del carro (véase 101.2); de aquí que se diga que Mirtilo
quitó las pezoneras de metal y las sustituyó por otras de cera —la fusión de la
cera causó también la muerte de Icaro, el sustituto del rey Sol— y maldijo a la
casa de Pélope.
5.
En la segunda mitad del
mito se confunde a Mirtilo con el sustituto. Como interrex, el sustituto tenía
derecho a acompañar a la reina en el carro del sol y a dormir con ella durante
la única noche de su reinado; pero al amanecer del siguiente día el rey viejo
le destruía y, metafóricamente, continuaba el viaje en su carro solar al
extremo oeste, donde se purificaba en la corriente del Océano. La caída de
Mirtilo del carro al mar es una condensación de mitos: a unas pocas millas al
este del Hipódromo en que se realizaban los Juegos ístmicos (véase 71.b) el
sustituto «Melicertes», en cuyo honor se habían fundado, era arrojado desde un
risco (véase 96.3) y una ceremonia idéntica se realizaba probablemente en
Geresto, donde murió Mirtilo. También en Tebas y Yolcos (véase 71.b) había
Espantadores de Caballos, lo que indica que también allí se representaban en
los hipódromos los accidentes de los carros. Pero como el Hipódromo de Olimpia,
consagrado al Zeus solar, y el Hipódromo del Istmo, consagrado al Posidón
solar, estaban asociados con la leyenda de Pélope, los mitógrafos han presentado
la competencia como una carrera a campo traviesa entre ellos. Lesbos entra en
la fábula quizá porque «Enómao» era un título dinástico lesbio.
6.
La entrada de Anfión en
este mito, aunque era tebano, se explica porque era también nativo .de Sición
en el Istmo (véase 76.0). «Mirto» sería un título de la diosa del Mar como
destructora, y la primera sílaba significaba «mar», como en Mirtea, «diosa del
mar»; Mirtoesa, forma más larga de Mirto, era uno de los títulos de Afrodita.
Por lo tanto, Mirtilo puede significar originalmente «falo del mar»: myr-tylos.
7.
Pélope descuartiza a
Estínfalo, como según se dice había hecho con él Tántalo; esta forma más
antigua del sacrificio del rey ha sido correctamente referida desde Arcadia.
Efectivamente, los pelópidas parecen haber patrocinado varios cultos locales
además del carro del sol: a saber, el culto pastoril arcadio del roble y el
carnero, atestiguado por la relación de Pélope con Tántalo y su sacrificio de
un carnero negro en Olimpia; el culto de la perdiz en Creta, Troya y Palestina,
atestiguado por la danza cordax; el culto de los Titanes, atestiguado por el
título de «Croniano» de Pélope; el culto de la marsopa (véase 108.,5) y el
culto del dios asno, en cuanto que el espíritu de Cilo le ayudó en la carrera.
8.
La matanza de las yeguas de
Mármax puede referirse a la ceremonia de coronación de Enómao (véase 81.4), que
implicaba el sacrificio de yeguas. Una «manzana cidonia», o membrillo, tendría
en la mano la diosa de la Muerte, Atenea, a la que hizo el sacrificio Pélope,
como su salvoconducto para los Campos Elíseos (véase 32.1, 53,5 y 133.4); y el
álamo blanco, utilizado en sus ritos heroicos, simbolizaba la esperanza de
reencarnación (véase 31.5 y Í34.f), después de haber sido descuartizado, porque
a los que iban al Elíseo se les concedía la prerrogativa del renacimiento
(véase 31.c).Una estrecha semejanza con el derramamiento de sangre en el altar
olímpico de Pélope tiene la flagelación de los jóvenes espartanos atados a la
imagen de Artemis Erguida (véase 116.4). Pélope era, en realidad, la víctima y
sufrió en honor a la diosa Hipodamía (véase 110.3).
110. LOS HIJOS DE PÉLOPE
a. En agradecimiento a Hera por haber
facilitado su casamiento con Pélope, Hipodamía convocó a dieciséis matronas,
una por cada ciudad de Elide, para que le ayudaran a instituir los Juegos
Hereos. Desde entonces, cada cuatro años, las dieciséis matronas, sus
sucesoras, han tejido una túnica para Hera y han celebrado los Juegos, que
consisten en una sola carrera entre vírgenes de diferentes edades, en la que
los impedimentos para las competidoras varían con su edad y las más jóvenes se
colocan delante. Corren con túnicas que no les llegan a las rodillas, el pecho
derecho al descubierto y la cabellera suelta. Cloris, la única hija sobreviviente
de Níobe, fue la primera vencedora en los juegos; la carrera consiste en el
recorrido de las cinco sextas partes del circuito olímpico. El premio es una
corona de olivo y una parte de la vaca sacrificada a Hera; la vencedora puede
también dedicar una estatua de ella misma en su propio nombre[70].
b. Las dieciséis matronas actuaron en una
ocasión como pacificadoras entre los písanos y los eleos. Ahora organizan
también dos grupos de bailarinas, uno en honor de Hipodamía y el otro en honor
de Fiscoa, la elea. Fiscoa le dio a Dioniso su hijo Narceo, célebre guerrero
que fundó el santuario de Atenea Narcea y fue el primer eleo que rindió culto a
Dioniso. Como algunas de las dieciséis ciudades ya no existen, las dieciséis
matronas las proporcionan ahora las ocho tribus eleas, un par cada una. Como
los árbitros, se purifican a sí mismas, antes de comenzar los Juegos, con la
sangre de un cerdo adecuado y el agua tomada de la Fuente Pieria en el camino
entre Olimpia y Elide[71].
c. Se dice que los siguientes fueron hijos
de Pélope e Hipodamía: Piteo de Trecén; Aireo y Tiestes; Alcátoo, pero no el
que mató a Enómao; el argonauta Hipalco, Hipalcmo o Hipálcimo; el heraldo
Copreo; el bandido Escirón; el argivo Epidauro, llamado a veces hijo de Apolo[72];
Plístenes; Diante, Cibosuro; Corintio, Hipase, Cleón, Argeo, Elino, Astidamía,
a quien algunos llaman madre de Anfitrión; Lisídice, cuya hija Hipótoe fue
llevada por Posidón a las Islas Equinadias y allí dio a luz
a Tafio; Eurídice, a quien algunos llaman
madre de Alcmena; Nicipe, Antibia4[73]
y finalmente Arquipe, madre de Euristeo y Alcione[74].
d. Los megarenses, en una tentativa para
borrar el recuerdo de la captura de su ciudad por Minos y para sugerir que al
rey Niso le sucedió pacíficamente su yerno Megareo, y a éste su yerno Alcátoo
hijo de Pélope, dicen que Megareo tuvo dos hijos, el mayor de los cuales,
Timalco, fue muerto en Afidna durante la invasión del Ática por los Dioscuros;
y que cuando el más joven, Evipo, fue muerto por el león de Citerón, Megareo
prometió su hija Evecme y su trono a quien vengara a Evipo. Inmediatamente
Alcátoo mató al león y, convertido en rey de Megara, construyó allí un templo a
Apolo Cazador y Ártemis Cazadora. La verdad es, no obstante, que Alcátoo fue de
Elide a Megara inmediatamente después de la muerte de Niso y el saqueo de la
ciudad; que Megareo nunca reinó en Megara y que Alcátoo hizo sacrificios a
Apolo y Posidón como «constructores anteriores» y luego reconstruyó la muralla
de la ciudad sobre nuevos fundamentos, pues los lugares por donde pasaba la
muralla anterior habían sido borrados por los cretenses[75]
e. Alcátoo fue el padre de Isquépolis; de
Calípolis; de Ifínoe, que murió virgen y en cuya tumba, situada entre la Sala
de Consejo y el altar de Alcátoo, las novias megarenses vierten libaciones, así
como las novias delias dedican su cabellera a Hecaergo y Opis; y también de
Automedusa, quien dio Yolao a Ificles; y de Peribea, que se casó con Telamón y
cuyo hijo Ayax sucedió a Alcátoo como rey de Megara. El hijo mayor de Alcátoo,
Isquépolis, pereció en la cacería caledonia; y Calípolis, el primer megarense
que se enteró de la dolorosa noticia, corrió a la Acrópolis, donde Alcátoo
ofrecía holocaustos a Apolo, y arrojó del altar los haces de leña en señal de
duelo. Como no sabía lo que había sucedido, Alcátoo, irritado por su impiedad,
le mató con un leño[76].
f. Isquépolis y Evipo están enterrados en
el Palacio de Justicia; Megareo en el lado derecho de la subida a la segunda
Acrópolis megarense. El templete de héroe de Alcátoo es ahora la Oficina de
Registros pública, y el de Timalco, el Ayuntamiento[77].
g. Crisipo pasaba también por hijo de
Pélope e Hipodamía, pero era en realidad un bastardo al que Pélope había
engendrado en la ninfa Astíoque[78],
una danaide. Ahora bien, sucedió que Layo, cuando lo desterraron de Tebas, fue
recibido hospitalariamente por Pélope en Pisa, pero se enamoró de Crisipo, a
quien enseñó el arte del auriga; y tan pronto como se anuló la condena al
destierro retiró al niño en su carro de los Juegos Nemeos y lo llevó a Tebas
como su amante[79].
Algunos dicen que Crisipo se mató de vergüenza; otros, que Hipodamía, para
impedir que Pélope designase a Crisipo su sucesor relegando a sus propios
hijos, fue a Tebas, donde trató de convencer a Atreo y Tiestes para que matasen
al niño arrojándolo a un pozo. Cuando ambos se negaron a asesinar al huésped de
su padre, Hipodamía, en plena noche, entró furtivamente en el dormitorio de
Layo y, encontrándolo dormido, tomó su espada que colgaba de la pared y la
hundió en el vientre de su compañero de lecho. Layo fue acusado inmediatamente
por el asesinato, pero Crisipo había visto a Hipodamía cuando huía y le acusó
antes de expirar[80].
g. Entretanto, Pélope marchaba sobre Tebas
para rescatar a Crisipo, pero, al saber que Layo había sido ya encarcelado por
Atreo y Tiestes, le perdonó noblemente, reconociendo que sólo un amor
irresistible le había impulsado a violar la hospitalidad. Algunos dicen que
Layo, y no Támiris o Minos, fue el primer pederasta, motivo por el que los
tebanos, lejos de condenar la práctica, mantienen un regimiento, llamado la
Banda Sagrada, compuesto enteramente por muchachos y sus amantes[81].
i. Hipodamía huyó a Argólide y allí se
suicidó; pero posteriormente, de acuerdo con un oráculo, sus huesos fueron
transportados a Olimpia, donde las mujeres entran en su templo tapiado una vez
al año para ofrecerle sacrificios. En una de las curvas del Hipódromo se alza
una estatua de bronce de Hipodamía que sostiene una cinta para condecorar a
Pélope por su victoria[82].
1.
Los Juegos Héteos se realizaban en la víspera de los Juegos
Olímpicos. Consistían en una carrera pedestre de muchachas, originalmente para
el cargo de suma sacerdotisa de Hera (véase 60.4), y k vencedora, que llevaba
el ramo de olivo como símbolo de paz y fertilidad, se hacía igual a la diosa al
compartir su vaca sagrada. Las dieciséis matronas pueden haberse turnado en
otro tiempo para oficiar como ayudantes de la suma sacerdotisa durante las
dieciséis temporadas de la olimpíada de cuatro años; cada rueda del carro regio
representaba el año solar y tenía cuatro rayos, como una rueda de fuego o
esvástica. «Narceo» es claramente una forma posterior de Atenea Narcea
(«entumecedora»), una diosa de la muerte. Las matronas que organizaban los
Juegos Hereos, que en un tiempo implicaban el sacrificio humano, propiciaban a
la diosa con sangre de cerdo y luego se lavaban con agua corriente. Los
numerosos hijos de Hipodamía atestiguan la fuerza de la confederación presidida
por la dinastía de los Pelópidas, y todos sus nombres se asocian con el
Peloponeso o el Istmo.
2.
El asesinato por Alcátoo de
su hijo Calípolis en el altar de Apolo ha sido deducido probablemente de una
representación gráfica en la que aparecía ofreciendo su hijo en holocausto al
«constructor anterior», el dios de la ciudad Melicertes o Moloch, cuando volvió
a fundar Megara, como hizo también un rey de Moab (Josué vi.26). Además, como
Sansón y David, había matado un león en un combate ritual. La mitología
corintia tiene muchas afinidades con laPalestina (véase 67.1).
3.
El mito de Crisipo sobrevive sólo en una forma degenerada. Que
fuera un bello muchacho pisano que conducía un carro, lo llevaran como a
Ganímedes o a Pélope mismo (aunque no, ciertamente, al Olimpo) y le matara
Hipodamía, indica que, originalmente, era uno de los sustitutos del Rey que
moría en el choque del carro; pero su mito ha sido confundido con una
justificación de la pederastía tebana, y con la leyenda de una disputa acerca
de los Juegos Nemeos entre Tebas y Pisa. Hipodamía, «domadora de caballos», era
un título de la diosa Luna, cuya estatua con cabeza de yegua en Figalia tenía
en la mano una marsopa pelópida; cuatro de los hijos e hijas de Pélope tienen
nombres de caballos.
111. ATREO Y TIESTES
a. Algunos dicen que Atreo, que huyó de
Elide después de la muerte de Crisipo, en la que pudo haber estado complicado
más profundamente que lo que sabía Pélope, se refugió en Micenas. Allí le
favoreció la fortuna. Su sobrino Euristeo, quien estaba a punto de marchar
contra los hijos de Heracles, le designó regente en su ausencia; y cuando poco
después llegó la noticia de la derrota y muerte de Euristeo, los notables de
Micenas eligieron a Atreo como su rey, porque parecía un guerrero idóneo para
protegerlos contra los Heráclidas y había conquistado ya el afecto del vulgo.
Así la casa real de Pélope se hizo más famosa que incluso la de Perseo[83]
b. Pero otros dicen, con mayor autoridad,
que el padre de Euristeo, Esténelo, después de desterrar a Anfitrión y
apoderarse del trono de Micenas, hizo llamar a Atreo y Tiestes, sus cuñados, y
los instaló en la cercana Midea. Pocos años después, cuando Esténelo y Euristeo
habían muerto, un oráculo aconsejó a los micenios que eligieran a un príncipe
de la casa pelópida para que los gobernara. Llamaron inmediatamente a Atreo y
Tiestes de Midea y discutieron quién de los dos (destinados a estar siempre de
punta) sería coronado rey[84].
c. Ahora bien, Atreo había prometido
solemnemente en una ocasión sacrificar a Ártemis lo mejor de sus rebaños de
ovejas; y Hermes, ansioso por vengar la muerte de Mirtilo en los pelópilas,
consultó con su viejo amigo el cabruno Pan, quien hizo que un cordero cornudo
con el vellón de oro apareciera entre el rebaño acarniano que Pélope había
dejado a sus hijos Atreo y Tiestes. Preveía que Atreo lo reclamaría como suyo y
que, por su renuencia a rendir a Ártemis los honores que se le debían, se vería
envuelto en una guerra fratricida con Tiestes. Sin embargo, algunos dicen que
fue Ártemis misma quien envió el cordero para ponerlo a prueba[85].
Atreo cumplió su promesa, en parte al menos, sacrificando la carne del cordero,
pero rellenó y armó el vellón y lo guardó en un arca. Estaba tan orgulloso de
su tesoro que parecia tener vida propia, que no pudo abstenerse de jactarse de
él en el mercado, y el celoso Tiestes, por quien Aérope, la esposa recién
casada de Atreo, se había apasionado, accedió a ser su amante si le entregaba
el cordero (el cual, según dijo, habían robado los pastores de Atreo de su
mitad del rebaño). Pues Ártemis lo había maldecido y eso era obra suya[86].
d. En un debate en la municipalidad Atreo
reclamó el trono de Micenas por derecho de primogenitura y también como
poseedor del cordero. Tiestes le preguntó: «¿Entonces, declaras públicamente
que su poseedor debe ser el Rey?» «Lo declaro», contestó Atreo. «Y yo estoy de
acuerdo», dijo Tiestes, sonriendo torvamente. Un heraldo convocó a los
habitantes de Micenas para que aclamaran a su nuevo rey; pusieron en los
templos colgaduras doradas y abrieron sus puertas; ardían fuegos en todos los altares
de la ciudad y se cantaban canciones en elogio del cordero cornudo con el
vellón de oro. Pero Tiestes se levantó inesperadamente para vituperar a Atreo
por ser un fanfarrón jactándose y llevó a los magistrados a su casa, donde les
mostró el cordero, justificó su derecho a poseerlo y fue declarado rey legítimo
de Micenas[87].
e. Pero Zeus favorecía a Atreo y envió a
Hermes para que le dijera: «Vete a ver a Tiestes y pregúntale si, en el caso de
que el sol marche hacia atrás en el cuadrante, renunciará a su derecho al trono
en tu favor.» Atreo hizo lo que se le ordenaba y Tiestes accedió a abdicar si
se producía tal portento. Entonces Zeus, con la ayuda de Éride, invirtió las
leyes de la naturaleza, hasta entonces inmutables. Helio, ya en la mitad de su
carrera, desvió su carro y puso las cabezas de sus caballos en dirección de la
aurora. Las siete Pléyades y todas las demás estrellas invirtieron sus cursos
de acuerdo con Helio, y ese anochecer, por primera y última vez, el sol se puso
en el oriente. Probadas así claramente el impostura y la codicia de Tiestes,
Atreo ocupó el trono de Micenas y le desterró[88].
Cuando más tarde Atreo descubrió que
Tiestes había cometido adulterio con Aérope, apenas pudo contener su ira. Sin
embargo, durante un tiempo fingió que le perdonaba[89].
f. Ahora bien, esta Aérope, a la que
algunos llaman Europa, era cretense e hija del rey Catreo. Un día la sorprendió
Catreo cuando estaba con un amante en el palacio, y se hallaba a punto de ser
arrojada a los peces cuando, rectificando su sentencia a ruego de Nauplio, la
vendio, junto con su otra hija Clímene, de la que sospechaba que conspiraba
contra su vida, como esclava a Nauplio, por un precio nominal, estipulando
únicamente que ninguna de ellas volviera jamás a Creta. Nauplio se casó luego
con Clímenes, quien le dio a Éax y Palamedes, el inventor[90].
Pero Atreo, cuya esposa Cléola había muerto después de dar a luz un hijo
enclenque, Plístenes —así fue como Ártemis se vengó de él por no haber
mantenido su promesa—, se casó con Aérope y tuvo con ella a Agamenón, Menelao y
Anaxibia. Plístenes[91]
había muerto también, pues los asesinos que envió Atreo para que dieran muerte
a su lacayo, el hijo bastardo de Tiestes con Aérope, le asesinaron por error
—Tiestes[92] se
encargó de ello.
g. Atreo envió un heraldo para que
indujese a Tiestes a regresar a Micenas con el ofrecimiento de una amnistía y
la participación en la mitad del reino; pero tan pronto como Tiestes aceptó el
ofrecimiento, asesinó despiadadamente a Aglao, Orcómeno y Calileonte, los tres
hijos de Tiestes con una de las Náyades, en el mismo altar de Zeus donde se
habían refugiado; y luego buscó y mató al infante Plístines el Segundo y su
mellizo Tántalo el Segundo. Los despedazó, hirvió trozos escogidos de su carne
en una caldera y se los sirvió a Tiestes para darle la bienvenida por su
regreso. Cuando Tiestes hubo comido de buena gana, Atreo hizo que le
presentaran sus cabezas, pies y manos ensangrentados en otra fuente para
hacerle ver lo que tenía dentro del estómago. Tiestes cayó hacia atrás,
vomitando, y lanzó una maldición inevitable a la simiente de Atreo[93].
h. Desterrado una vez más, Tiestes huyó
primeramente al palacio del rey Tesproto en Sición, donde su hija Pelopia, o
Pelopeya, era sacerdotisa. Pues, deseando vengarse a cualquier costo, había
consultado con el oráculo de Delfos, que le aconsejó que engendrara un hijo en
su propia hija . Tiestes encontró a Pelopia haciendo sacrificios por la noche a
Atenea Colocasia y, como no quería profanar los ritos, se ocultó en un
bosquecillo cercano. Poco después Pelopia, que dirigía la danza solemne,
resbaló en un charco de sangre que había fluido de la garganta de una oveja
negra, la víctima, y se manchó la túnica. Corrió en seguida al vivero del
templo, se quitó la túnica y cuando se estaba lavando la mancha Tiestes salió
del bosquecillo y la violó. Pelopia no lo reconoció porque llevaba una máscara,
pero consiguió robarle la espada y llevarla al templo, donde la ocultó bajo el
pedestal de la imagen de Atenea; y Tiestes, al encontrar la vaina vacía y
temiendo que lo detuvieran, huyó a Lidia, la tierra de sus antepasados[94].
i. Entretanto, temiendo las consecuencias
de su crimen, Atreo consultó con el Oráculo de Delfos, que le dijo: «Haz volver
a Tiestes de Sición.» Llegó a Sición demasiado tarde para encontrar a Tiestes
y, enamorado de Pelopia, a la que suponía hija del rey Tesproto, pidió permiso
para hacerla su tercera esposa, pues para entonces había ejecutado a Aérope[95].
Ansioso de una alianza con un rey tan poderoso, y deseando al mismo tiempo
hacer un favor a Pelopia, Tesproto no desengañó a Atreo y la boda se realizó
inmediatamente. A su debido tiempo ella dio a luz el hijo engendrado por
Tiestes, al que dejó abandonado en una montaña, pero unos pastores de cabras lo
recogieron e hicieron que le amamantara una cabra, de donde viene su nombre
Egisto, o «fuerza de cabra». Atreo creía que Tiestes había huido de Sición al
tener noticia de su venida, que el niño era suyo y que Pelopia había sido
afectada por la locura pasajera que a veces sobreviene a las mujeres después
del parto. En consecuencia, recuperó a Egisto de los pastores de cabras y lo
crió como su heredero.
j. Una serie de malas cosechas afligió a
Micenas y Atreo envió a Agamenón y Menelao a Delfos para que averiguaran el
paradero de Tiestes, a quien encontraron por casualidad cuando volvía de una
nueva visita al Oráculo. Lo llevaron por la fuerza a Micenas, donde Atreo,
después de encerrarlo en la prisión, ordenó a Egisto, que entonces tenía siete
años de edad, que le matara mientras dormía.
k. Tiestes despertó de pronto y encontró a
Egisto inclinado sobre él con la espada en la mano; se hizo a un lado
rápidamente y evitó la muerte. Luego se levantó, desarmó al niño con un hábil
puntapié en la muñeca y saltó para apoderarse de la espada. ¡Y vio que era la
suya, perdida años antes en Sición! Asió a Egisto por el hombro y le gritó:
«Dime inmediatamente cómo llegó esta espada a tu poder.» Egisto balbuceó: «Me
la ha dado mi madre Pelopia.» «Te perdonaré la vida, muchacho —dijo Tiestes— si
cumples tres órdenes que voy a darte.» «Soy tu servidor en todo», lloró Egisto,
que no esperaba misericordia. «Mi primera orden es que traigas aquí a tu
madre.»
l. Egisto llevó inmediatamente a Pelopia
al calabozo y, reconociendo a Tiestes, le abrazó llorando, le llamó su querido
padre y se compadeció de sus sufrimientos. «¿Cómo conseguiste esta espada,
hija?», le preguntó Tiestes. «La saqué de la vaina de un desconocido que me
violó una noche en Sición», contestó ella. «Es mía», declaró Tiestes. Pelopia,
horrorizada, tomó la espada y se la hundió en el pecho. Egisto, se quedó
estupefacto, sin comprender lo que habían dicho los otros. «Ahora lleva esta
espada a Atreo —fue la segunda orden de Tiestes— y dile que has cumplido su
encargo. Y luego vuelve.» Sin decir una palabra, Egisto llevó la espada
ensangrentada a Atreo, quien fue alegremente a la costa y ofreció un sacrificio
en acción de gracias a Zeus, convencido de que por fin se había librado de
Tiestes.
m. Cuando Egisto volvió al calabozo,
Tiestes le reveló que era su padre y le dio la tercera orden: «Mata a Atreo,
Egisto, hijo mío, y esta vez no vaciles.» Egisto hizo lo que se le ordenaba y
Tiestes volvió a reinar en Micenas[96].
n. Entre los rebaños de Tiestes apareció
otro cordero cornudo con vellón de oro y llegó a ser morueco, y en adelante
cada nuevo rey pelópida era confirmado divinamente de este modo en la posesión
de su cetro de oro; esos moruecos pacían libremente en una dehesa rodeada por
paredes inaccesibles. Pero algunos dicen que el distintivo de la realeza no era
un animal viviente, sino un tazón de plata, en el fondo del cual estaba
incrustada la figura de un cordero dorado; y otros, que no pudo haber sido
Egisto quien mató a Atreo porque no era más que un infante en pañales cuando
Agamenón expulsó a su padre Tiestes de Micenas y le arrancó el cetro[97].
o. Tiestes está enterrado junto a la
carretera que va de Micenas a Argos, cerca del templete de Perseo. Sobre la
tumba se halla la figura en piedra de un morueco. La tumba de Atreo y su tesoro
subterráneo se pueden ver todavía entre las ruinas de Micenas.
p. Tiestes no fue el último héroe a quien
sirvieron en una fuente su propio hijo. Lo mismo le sucedió algunos años
después a Clímeno, el hijo arcadio de Esqueneo, quien concibió una pasión incestuosa
por Harpálice, la hija tenida con Epicaste. Habiendo seducido a Harpálice, la
casó con Alastor, pero más tarde se la llevó otra vez. Harpálice, para
vengarse, asesinó al hijo que tuvo con él, que era también su hermano, cocinó
el cadáver y se lo sirvió a Clímeno. Ella se transformó en una ave de presa y
Clímeno se ahorcó[98].
1.
El mito de Atreo y Tiestes, que sobrevive sólo en versiones muy
teatrales, parece basarse en la rivalidad entre los co-reyes argivos por el
poder supremo, como en el mito de Acrisio y Preta (véase 73.a). Es mucho más
antiguo que la fábula de los hijos de Heracles (véase 146.k) —la invasión doria
del Peloponeso, alrededor del año 1050 a. de C.— con la que lo asocia
Tucídides. El cordero de oro de Atreo, no sacrificado, recuerda el toro blanco
de Posidón, que igualmente dejó de sacrificar Minos (véase 88.c); pero es de la
misma casta que los moruecos de vellón dorado consagrados a Zeus en el monte
Lafistio y a Posidón en la isla de Crumisa (véase 70.l). Poseer ese vellocino
era un distintivo de la realeza, porque el rey lo utilizaba en una ceremonia
para atraer la lluvia anual (véase 70.2 y 6). El cordero es metafóricamente de
oro; en Grecia «el agua es oro» y el vellón producía mágicamente la lluvia.
Esta metáfora puede, no obstante, haber sido reforzada por el uso de vellones
para recoger oro en polvo en los ríos del Asia Menor; y la aparición ocasional
en el Mediterráneo Oriental de corderos con dientes dorados, supuestamente
descendientes de los que el joven Zeus cuidaba en el monte Ida. (En el siglo
XVIII, Lady Mary Wortley Montagu investigó esta anomalía persistente, pero no
pudo descubrir su origen.) Es posible también que el cetro real argivo tuviera
en la parte superior un morueco de oro. Apolodoro es impreciso acerca del fundamento
legal de la disputa, pero la reclamación de Tiestes era probablemente la misma
que la hecha por Maeve respecto al toro disputado en la Guerra de los toros
fratricida irlandesa: que el cordero había sido robado de sus rebaños al nacer.
2.
Eurípides introduce a Éride
en un momento equivocado de la fábula: ella habrá provocado la querella entre
los hermanos más bien que ayudado a Zeus a invertir el curso del sol, fenómeno
para producir el cual carecía de facultades. Los gramáticos y filósofos
clásicos han explicado este episodio de varias maneras ingeniosas, que
anticipan las tentativas hechas por los protestantes del siglo XX para explicar
científicamente el movimiento retrógrado de la sombra del sol en «el cuadrante
de Ahaz» (2 Reyes xx.I-II). Luciano y Polibio dicen que cuando Atreo y Tiestes
se pelearon por la sucesión, los argivos eran ya observadores habituales de las
estrellas y convinieron en que el mejor astrónomo sería elegido rey. En el
certemen que siguió, Tiestes señaló que el sol se levantaba siempre en Aries en
el Festival de la Primavera, y de aquí la fábula del cordero de oro; pero el
adivino Atreo hizo algo mejor: demostró que el sol y la tierra viajan en
diferentes direcciones y que las que parecen ser puestas de sol son en realidad
puestas de la tierra. En vista de ello los argivos le eligieron rey (Luciano:
Sobre astrología 12; Polibio, citado por Estrabón: i.2.15). Higinio y Servio
están de acuerdo en que Atreo era astrónomo, y en que fue el primero que
predijo un eclipse de sol matemáticamente; añaden que, cuando el cálculo
resultó correcto, su celoso hermano Tiestes abandonó la ciudad mortificado
(Higinio: Fábula 258; Servio sobre la Eneida de Virgilio i.572). Sócrates tomó
el mito más literalmente: lo consideró como prueba de su teoría de que el
universo se enrolla y desenrolla en ciclos alternados de vasta duración y la
inversión del movimiento al término de cada ciclo va acompañada por una gran
destrucción de la vida animal (Platón: El estadista 12-14).
3.
Sin embargo, para
comprender la fábula uno debe pensar no alegórica ni filosóficamente, sino
mitológicamente; es decir, en función del conflicto arcaico entre el rey
sagrado y su heredero. El rey reinaba hasta el solsticio de verano, cuando el
sol llegaba a su punto más septentrional y se detenía; entonces el heredero le
mataba y ocupaba su lugar, mientras el sol se retiraba liariamente hacia el sur
y el solsticio de invierno. Este odio mutuo, agudizado por los celos sexuales,
porque el heredero se casaba con la viuda de su rival, se renovó entre los
co-reyes argivos, cuyos reinados combinados se extendieron durante un Gran Año;
y se pelearon por Aérope, como Acrisio y Preto habían hecho por Dánae. El mito
de Ezequías, que estaba a punto de morir cuando, como una señal del favor de Jehová,
el profeta Isaías agregó diez años a su reinado haciendo retroceder al sol diez
grados en el cuadrante de Ahaz (2 Reyes xx.8.11 e Isaías xxxviii.7-8), indica
una tradición hebrea, o quizá palestina, de cómo al rey, después de la reforma
del calendario causada por la adopción del ciclo metónico, se le permitía
prolongar su reinado hasta el año decimonono, en vez de morir en el noveno.
Atreo, en Micenas, puede haber obtenido una exen ción análoga.
4.
El banquete caníbal en
honor de Zeus, que aparece en el mito de Tántalo (véase 108.c), ha sido
confundido aquí con el sacrificio anual de niños sustitutos y con el vómito por
Zeus de los hijos tenidos con Rea (véase l.d). La violación de Pelopia por
Tiestes recuerda el mito de Cíniras y Esmirna (véase I7.h), y la mejor manera
de explicarla es como la tentativa del rey de prolongar su reinado más allá del
límite acostumbrado mediante el casamiento con su hijastra, la heredera. La
salvación de Aérope de los peces cretenses la identifica con
Dictina-Britomartis, cuyo abuelo Minos había arrojado al mar (véase 89.b).
Egisto, amamantado por una cabra, es el conocido niño del Año Nuevo de los
Misterios (véase 24.6 44.1, 76.a, 105.1, etcétera).
5.
La fábula de Clímeno y
Harpálice —había otro personaje tracio del mismo nombre, una especie de
Atalanta— combina el mito de Cíniras y Esmirna (véase 18.h) con el de Terco y
Procne (véase 46.a). A menos que sea una composición artificial para el teatro,
como sugiere el no mítico suicidio de Clímeno ahorcándose, éste trataría de reconquistar
su derecho al trono al terminar su reinado casando a la heredera, técnicamente
su hija, con un interrex, para matarlo después y tomar para sí a su esposa.
Alastor significa «vengador», pero su venganza no aparece en el mito; quizá la
versión original hacía de Alastor la víctima del sacrificio humano.
112. AGAMENÓN Y CLITEMESTRA
a. Algunos dicen que Agamenón y Menelao
tenían ya edad suficiente para detener a Tiestes en Delfos; otros, que cuando
Egisto mató a Atreo eran todavía infantes y que su nodriza tuvo la serenidad
necesaria para salvarlos. Tomándolos uno bajo cada brazo, huyó con ellos al
palacio de Polifides, el vigesimocuarto rey de Sición, a instancias del cual
fueron confiados luego a Éneo el etolio. Se conviene, no obstante, en que después
de haber pasado algunos años en la corte de Éneo, el rey Tindáreo de Esparta
les devolvió sus bienes. Marchó sobre Micenas y obligó a Tiestes, que se había
refugiado en el altar de Hera, a jurar que legaría el cetro a Agamenón, como
heredero de Atreo, e iría al destierro para no volver jamás. Tiestes partió
inmediatamente para Citera, mientras Egisto, temiendo la venganza de Agamenón,
huía al palacio del rey Cilarabes, hijo del rey argivo Esténelo[99].
b. Se dice que Zeus dio poder a la casa de
Éaco, sabiduría a la casa de Amitaón y riqueza a la casa de Atreo. Y
ciertamente tenía riqueza: los reyes de Micenas, Corinto, Cleonas, Orneia,
Aratírea, Sición, Hiperasia, Gonoesa, Pelene, Egium, Egíalo y Hélice pagaban
tributo a Agamenón, tanto en la tierra como en el mar[100].
c. Agamenón hizo primeramente la guerra
contra Tántalo, rey de Pisa, hijo de su feo tío Bróteas, le mató en batalla, y
se casó por la fuerza con su viuda Clitemestra, hija de Leda y del rey Tindáreo
de Esparta. Los Dioscuros, hermanos de Clitemestra, marcharon por lo tanto
sobre Micenas, pero Agamenón había acudido ya como suplicante a su benefactor
Tindáreo, quien le perdonó y le permitió que se quedara con Clitemestra.
Después de la muerte de los Dioscuros, Menelao se casó con su hermana Helena y
Tindáreo abdicó en su favor[101].
d. Clitemestra dio a Agamenón un hijo,
Orestes, y tres hijas: Electra o Laódice, Ifigenia o Ifianasa, y Crisótemis;
aunque algunos dicen que Ifigenia era sobrina de Clitemestra, hija de Teseo y
Helena, de la que se compadeció y a la que adoptó[102].
e. Cuando París, el hijo del rey Príamo de
Troya, raptó a Helena y con ello provocó la guerra troyana, Agamenón y Menelao
estuvieron diez años ausentes de su patria, pero Egisto no se unió a la
expedición y prefirió quedarse en Argos para buscar la forma de vengarse de la
Casa de Atreo[103].
f. Ahora bien, Nauplio, el marido de
Clímene, al no obtener satisfacción por parte de Agamenón y de los otros
caudillos griegos por la lapidación de su hijo Palamedes, se alejó de Troya y
recorrió la costa del Ática y el Peloponeso incitando al adulterio a las
esposas solitarias de sus enemigos. Cuando Egisto se enteró de que Clitemestra
figuraba entre las más ansiosas de dejarse convencer por Nauplio, se propuso no
sólo hacerse su amante, sino también matar a Agamenón con su ayuda tan pronto
como terminara la guerra de Troya[104].
g. Hermes, enviado a Egisto por el
omnisciente Zeus, le aconsejó que renunciara a su proyecto, basándose en que
cuando Orestes llegara a la edad viril sin duda vengaría a su padre. Pero a
pesar de toda su elocuencia Hermes no pudo disuadir a Egisto, quien fue a
Micenas con valiosos regalos pero odio en el corazón. Al principio Clitemestra
rechazó sus requerimientos, porque Agamenón, informado de la visita de Nauplio
a Micenas, había ordenado al bardo de su corte que la vigilara atentamente y le
comunicara por escrito la menor señal de infidelidad. Pero Egisto se apoderó
del viejo bardo y lo abandonó sin alimentos en una isla solitaria, donde las
aves no tardaron en picotear sus huesos. Entonces Clitemestra se entregó a los
brazos de Egisto y él celebró su inesperado triunfo con holocaustos a Afrodita
y regalos de tapices y oro a Ártemis, quien sentía rencor por la Casa de Atreo[105].
h. Clitemestra tenía pocos motivos para
amar a Agamenón, quien, después de dar muerte a su anterior marido Tántalo y al
hijo recién nacido que estaba amamantando, se había casado con ella por la
fuerza y luego se había marchado a una guerra que prometía no terminar nunca;
también había autorizado el sacrificio de Ingenia en Áulide y —lo que para ella
era aún más difícil de soportar— se decía que llevaba de vuelta a la hija de
Príamo, la profetisa Casandra, como su esposa en todo menos en el nombre. Es
cierto que Casandra había dado a Agamenón dos hijos mellizos: Teledamo y
Pélope, pero no parece que él tratara de afrentar a Clitemestra. El informante
de ésta era Éax, el hijo sobreviviente de Nauplio, quien, para vengar la muerte
de su hermano, le provocaba maliciosamente a cometer el asesinato[106].
i. En consecuencia, Clitemestra conspiró
con Egisto para matar a Agamenón y Casandra. Pero temiendo que llegaran
inesperadamente, escribió a Agamenón una carta pidiéndole que encendiera una
señal luminosa en el monte Ida cuando cayese Troya; ella, por su parte, dispuso
una cadena de fuegos que transmitirían la señal hasta Argólide pasando por el
cabo Hermeo en Leamos, y los montes de Athos, Macisto, Mesapio, Qterón,
Egiplancto y Aracne. Apostó también un vigía en el techo del palacio de
Micenas; era un fiel servidor de Agamenón que pasó un año entero agazapado como
un perro, mirando hacia el monte Aracne y lleno de tristes presentimientos. Por
fin, una noche oscura, el vigía vio el resplandor distante de la señal luminosa
y corrió a despertar a Clitemestra. Ella celebró la noticia con sacrificios de
acción de gracias, aunque, en verdad, habría deseado que el sitio de Troya
durara eternamente. Egisto apostó inmediatamente a uno de sus hombres en una
atalaya cerca del mar y le prometió dos talentos de oro por la primera noticia
del desembarco de Agamenón.
j. Hera había salvado a Agamenón de la
violenta tormenta que destruyó muchas de las naves que regresaban a Grecia y
arrastró a Menelao a Egipto; por fin un viento favorable le llevó a Nauplia.
Tan pronto como desembarcó se inclinó para besar la tierra, llorando de
alegría. Entretanto el vigía corrió a Micenas para recibir su gratificación y
Egisto eligió veinte de los guerreros más valientes, los apostó en una
emboscada dentro del palacio, mandó preparar un gran banquete y luego, montando
en su carro, fue a recibir a Agamenón[107].
k. Clitemestra recibió a su marido cansado
por el viaje simulando que se hallaba muy contenta, hizo tender para él una
alfombra de púrpura y lo condujo a la casa de baños, donde las esclavas le
habían preparado un baño caliente; pero Casandra se quedó fuera del palacio,
sumida en un arrobamiento profético, y se negó a entrar gritando que olía
sangre y que la maldición de Tiestes pendía sobre el comedor. Cuando Agamenón
se lavó y hubo sacado un pie de la bañera, dispuesto a participar en el
banquete ya servido en las mesas, Clitemestra se le acercó como para envolverlo
en una toalla, pero en lugar de eso le arrojó a la cabeza una prenda de malla
tejida por ella misma y que no tenía aberturas para el cuello y los brazos. Y
así, enredado en esa red como un pez, Agamenón pereció a manos de Egisto, quien
le hirió dos veces con una espada de doble filo[108].
Cayó hacia atrás en el baño de paredes de plata, donde Clitemestra vengó sus
agravios cortándole la cabeza con un hacha[109].
Luego corrió afuera para matar a Casandra con la misma arma, sin molestarse en
cerrar los ojos y la boca de su marido, pero se limpió en su cabello la sangre
que le había salpicado, para dar a entender que él mismo había sido el causante
de su muerte[110].
l. Una feroz batalla se libraba en el
palacio entre la guardia de Agamenón y los partidarios de Egisto. Los guerreros
eran muertos como cerdos para el banquete de un rico, o yacían heridos y
gimiendo junto a las mesas servidas revolcándose en la sangre; pero Egisto
triunfó. Afuera, la cabeza de Casandra rodó por el suelo y Egisto tuvo también
la satisfacción de matar a los dos hijos mellizos que la profetisa había tenido
con Agamenón; sin embargo, no consiguió deshacerse de otro de los bastardos de
Agamenón, llamado Haleso o Halisco. Haleso logró escaparse y, después de andar
largo tiempo errante en el destierro, fundó la ciudad italiana de Falerios y
enseñó a sus habitantes los Misterios de Hera, que todavía se celebran allí a
la manera argiva[111].
m. Esta matanza se realizó el día 13 del
mes Gamelión [enero] y, sin temor al castigo divino, Clitemestra decretó que se
celebrara en ese día un festival mensual con danzas y ofrendas de ovejas a sus
deidades guardianas. Algunos aplauden su resolución, pero otros sostienen que
infligió una deshonra eterna a todas las mujeres, incluso a las virtuosas.
También Egisto dio gracias a la diosa que le había ayudado[112].
n. Los espartanos pretenden que Agamenón
está enterrado en Amidas, ahora no más que una aldea, donde muestran la tumba y
la estatua de Clitemestra, así como el templo y la estatua de Casandra; los
habitantes incluso creen que Agamenón fue muerto allí. Pero la verdad es que la
tumba de Agamenón se halla entre las ruinas de Micenas, cerca de las de su
auriga, sus compañeros asesinados por Egisto y los mellizos de Casandra[113].
o. Más tarde Menelao fue informado del
crimen por Proteo, el profeta de Faros, y, después de ofrecer hecatombes al
ánima de su hermano, construyó un cenotafio en su honor junto al río de Egipto.
Cuando volvió a Esparta, ocho años después, erigió un templo a Zeus Agamenón;
hay otros templos como ése en Laperse, Ática, y Clazómenas, Jonia, aunque
Agamenón nunca reinó en ninguno de esos lugares[114].
1.
El mito de Agamenón, Egisto, Clitemestra y Orestes ha sobrevivido
en una forma dramática tan estilizada que casi se han borrado sus orígenes. En
una tragedia de esta clase la clave la da habitualmente la manera en que muere
el rey; si es arrojado desde un risco como Teseo, quemado vivo como Heracles,
destrozado en un carro como Enómao, devorado por caballos salvajes como
Diomedes, ahogado en un estanque como Tántalo, o herido por un rayo como
Capaneo. Agamenón muere de una manera particular: con una red que le han
arrojado encima, un pie todavía en el baño y el otro en el piso, y en la casa
de baños anexa, es decir, «ni vestido ni desnudo, ni en el agua ni en la tierra
seca, ni en su palacio ni fuera de él», situación que recuerda la muerte en el
solsticio de verano, en el Mabinogion, del rey sagrado Llew Llaw, a manos de su
esposa traidora, Blodeuwedd, y a su amante Gronw[115].
Una fábula análoga relatada por Saxo Grammaticus a fines del siglo XII en su
Historia de Dinamarca, sugiere que Clitemestra puede también haber dado a
Agamenón una manzana para que la comiera, matándole cuando se la llevaba a la
boca, de modo que «ni ayunaba ni banqueteaba». Fundamentalmente, en
consecuencia, éste es el mito familiar del rey sagrado que muere en el
solsticio estival, la diosa que le traiciona, el heredero que le sucede y el
hijo que le venga. El hacha de Clitemestra era el símbolo cretense de la
soberanía, y el mito tiene afinidades con el asesinato de Minos, que también
tuvo lugar en un baño. Las señales luminosas de Egisto, una de las cuales, según
Esquilo, estaba hecha con brezos (véase 18J), son las fogatas del sacrificio
del solsticio estival. La diosa en cuyo honor fue sacrificado Agamenón aparece
en tríada como sus «hijas» Electra («ámbar»), Ifigenia («sirviendo de madre a
una raza fuerte») y Crisótemis («orden áurea»)
2.
Esta antigua fábula se ha combinado con la leyenda de una disputa
entre dinastías rivales en el Peloponeso. Clitemestra era una heredera real
espartana; y la pretensión de los espartanos de que su antepasado Tindáreo
elevó a Agamenón al trono de Micenas, indica que fueron los vencedores en una
guerra contra los raicemos por la posesión de Amidas, donde recibían honores
tanto Agamenón como Clitemestra.
3.
«Zeus Agamenón», «Zeus muy resuelto», sería un título divino que
llevaban no sólo los reyes de Micenas, sino también los de Laperse y
Clazómenas; y, probablemente, también los reyes de una colonia dánaa o aquea
junto al Río de Egipto, al que no hay que confundir con el Nilo. El Río de
Egipto es mencionado en Josué xv.4 como marcando la frontera entre Palestina y
Egipto; más arriba de la costa, en Ascalón y cerca de Tiro, había otras
colonias dánaas o aqueas (véase 169.f).
4.
El día 13, observado
también como día festivo en Roma, donde se le llamaba los Idus, coincidía con
la luna llena en una época en que el mes del calendario era una simple
lunación. Parece que el sacrificio del rey se realizaba siempre en la luna
llena. Según la leyenda, la flota griega, al volver a fines de año de Troya,
encontró tormentas invernales; por lo tanto, Agamenón murió en enero y no en
junio.
113. LA VENGANZA DE ORESTES
a. Orestes fue criado por sus cariñosos
abuelos Tindáreo y Leda y, de niño, acompañó a Clitemestra e Ifigenia a Aulide[116].
Pero algunos dicen que Clitemestra lo envió a Fócide poco antes del regreso de
Agamenón; y otros que en la víspera del asesinato, Orestes, que entonces tenía
diez años de edad, fue salvado por su abnegada nodriza Arsínoe, o Laodamia, o
Geilisa, quien envió a su propio hijo a que se acostara en el aposento de los
niños de la familia real y dejó que Egisto lo matara en lugar de Orestes[117].
Otros aún dicen que su hermana Electra, ayudada por el anciano preceptor de su
padre, lo envolvió en un vestido que tenía bordados animales salvajes, que ella
misma había tejido, y lo sacó a escondidas de la ciudad[118].
b. Después de mantenerlo oculto durante un
tiempo entre los pastores del río Tano, que separa a Argólida de Laconia, el
preceptor fue con Orestes a la corte de Estrofio, firme aliado de la Casa de
Atreo, quien gobernaba en Crisa, al pie del monte Parnaso[119].
Este Estrofio se había casado con la hermana de Agamenón llamada Astíoque, o
Anaxibia, o Cindrágora. En Crisa Orestes tuvo por compañero de juegos a un
muchacho aventurero, a saber, el hijo de Estrofio llamado Pílades, que era algo
más joven que él, y su amistad estaba destinada a hacerse proverbial[120].
Por el anciano preceptor se enteró con pesar de que el cadáver de Agamenón
había sido sacado de la casa y enterrado apresuradamente por Clitemestra, sin
las libaciones ni las ramas de mirto, y que a los habitantes de Micenas se les
había prohibido asistir al funeral[121].
c. Egisto reinó en Micenas durante siete
años; viajaba en el carro de Agamenón, se sentaba en su trono, empuñaba su
cetro, llevaba sus túnicas, dormía en su lecho y dilapidaba sus riquezas. Pero
a pesar de todos esos aderezos regios era poco más que un esclavo de
Clitemestra, la verdadera gobernante de Micenas[122].
Cuando se embriagaba solía saltar sobre la tumba de Agamenón y apedrear la
lápida mientras gritaba: «¡Ven Orestes, ven a defender lo tuyo!» La verdad era,
no obstante, que vivía con un abyecto temor a la venganza, incluso cuando lo
rodeaba una guardia extranjera de confianza; no pasaba una sola noche en sueño
profundo y había ofrecido una gran recompensa en oro por el asesinato de
Orestes8[123].
d. Electra se había comprometido en
casamiento con su primo Castor de Esparta antes de la muerte y semideificación
de éste. Aunque los principales príncipes de Grecia aspiraban a su mano, Egisto
temía que pudiera dar a luz un hijo que vengara a Agamenón y en consecuencia
anunció que no sería aceptado pretendiente alguno. De buena gana habría dado
muerte a Electra, que le mostraba un odio implacable, para que no se acostara
en secreto con algunos de los funcionarios del palacio y le diera un bastardo,
pero Clitemestra, quien no sentía remordimientos de conciencia por su
participación en el asesinato de Agamenón, y temía incurrir en el desagrado de
los dioses, le prohibió que lo hiciera. Le permitió, sin embargo, que casara a
Electra con un campesino de Micenas, quien, por temor a Orestes y porque era
naturalmente casto, jamás llegó a consumar esa unión desigual[124].
e. Así, desatendida por Clitemestra, quien
había dado a Egisto tres hijos llamados Erígona, Aletes y la segunda Helena,
Electra vivía en una pobreza deshonrosa y sometida a una estrecha y constante
vigilancia. Al final se decidió que, a menos que aceptase su destino, como
había hecho su hermana Crisótemis, y se abstuviera de llamar públicamente a
Egisto y Clitemestra «adúlteros asesinos», sería desterrada a alguna ciudad
lejana y encerrada allí en un calabozo en el que nunca penetrara la luz del
sol. Pero Electra despreciaba a Crisótemis por su subordinación y su deslealtad
a su padre difunto, y en secreto enviaba frecuentes recordatorios a Orestes de
la venganza a la que estaba obligado[125].
f. Orestes, quien había llegado a la edad
viril, hizo una visita al Oráculo de Delfos para preguntar si debía o no
destruir a los asesinos de su padre. La respuesta de Apolo, autorizada por
Zeus, fue que si no vengaba a Agamenón se convertiría en un paria de la
sociedad, se le prohibiría la entrada en todo altar o templo y enfermaría de
una lepra que devora la carne y hace que brote en ella un moho blanco[126].
Se le recomendó que hiciera libaciones junto a la tumba de Agamenón, que dejara
un rizo de su cabello sobre ella y, sin ayuda de compañía alguna de lanceros,
impusiera astutamente el
castigo debido a los asesinos. Al mismo
tiempo la Pitonisa observó que las Erinias no perdonarían fácilmente un
matricidio y, en consecuencia, en nombre de Apolo, dio a Orestes un arco de
asta con el que podría rechazar sus ataques si se hacían insoportables. Después
de cumplir sus órdenes, Orestes debía volver a Delfos, donde Apolo le
protegería[127].
g. En el octavo año —o, según algunos, al
cabo de veinte años— Orestes volvió en secreto a Micenas, pasando por Atenas,
decidido a matar a Egisto y a su madre[128].
Una mañana, acompañado por Pílades, fue a visitar la tumba de Agamenón y allí
se cortó un mechón del cabello mientras invocaba a Hermes Infernal, patrono de
la paternidad. Al ver que se acercaba un grupo de esclavas, sucias y
desgreñadas, para actuar como plañideras, se refugió en un matorral cercano
para observarlas. La noche anterior Clitemestra había soñado que daba a luz una
serpiente, a la que envolvía en pañales y amamantaba. De pronto gritó en su
sueño y alarmó a todo el palacio declarando que la serpiente le había sacado
del pecho sangre además de leche. La opinión de los adivinos con los que consultó
fue que había incurrido en la ira de los muertos; y en consecuencia las
esclavas plañideras iban en su nombre a hacer libaciones en la tumba de
Agamenón, con la esperanza de aplacar a su ánima. Electra, que formaba parte
del grupo hizo las libaciones en su propio nombre, no en el de su madre,
ofreció a Agamenón plegarias en favor de la venganza y no del perdón, y rogó a
Hermes que invocase a la Madre Tierra y los dioses del Infierno para que
escucharan su súplica. Al ver el mechón de cabellos colocado sobre la tumba,
dedujo que sólo podía pertenecer a Orestes, porque se parecía mucho al suyo en
el color y la contextura y porque ninguna otra persona se habría atrevido a
hacer semejante ofrenda[129].
h. Luchando entre la duda y la esperanza,
estaba Electra comparando sus pies con la huellas que había dejado Orestes en
la arcilla junto a la tumba y descubriendo en ellas un parecido familiar,
cuando él salió de su escondite, hizo ver a su hermana que el mechón era suyo y
le mostró la túnica con la que había huido de Micenas. Electra lo acogió con
gran alegría, y juntos invocaron a su antepasado el Padre Zeus, a quien
recordaron que Agamenón le había tributado siempre grandes honores y que si se
extinguiera la Casa de Atreo no quedaría en Micenas nadie que le ofreciera las
hecatombes acostumbradas, pues Egisto adoraba a otros dioses[130].
i. Cuando las esclavas refirieron a
Orestes el sueño de Clitemestra, se reconoció a sí mismo en la serpiente y
declaró que, en efecto, él desempeñaría el papel de la astuta serpiente y
extraería sangre del cuerpo pérfido de su madre. Luego ordenó a Electra que
entrara en el palacio y no le dijera a Clitemestra nada de su encuentro; él y
Pílades la seguirían poco tiempo después y pedirían hospitalidad en la puerta
como extranjeros y suplicantes, simulando que eran focenses y hablando el
dialecto parnasiano. Si el portero se negaba a admitirlos, la inhospitalidad de
Egisto escandalizaría a la ciudad; si les admitía, no dejarían de vengarse.
Poco después Orestes llamó a la puerta del palacio y preguntó por el dueño o la
dueña de la casa. Salió Clitemestra en persona, pero no reconoció a Orestes. Él
fingió que era un eolio de Dáulide que le llevaba malas noticias de un tal
Estrofio al que había encontrado por casualidad en el camino de Argos; tenía
que comunicarle que su hijo Orestes había muerto y que sus cenizas estaban
guardadas en una urna de bronce. Estrofio deseaba saber si debía enviarlas a
Micenas o enterrarlas en Crisa[131].
j. Clitemestra hizo entrar inmediatamente
a Orestes y ocultando su alegría a los sirvientes, envió a su anciana nodriza,
Geilisa, en busca de Egisto, que se hallaba en un templo cercano. Pero Geilisa
reconoció a Orestes a pesar del disfraz y, alterando el mensaje, le dijo a
Egisto que se regocijase porque ahora podía acudir solo y sin armas a saludar a
los portadores de la buena noticia: su enemigo había muerto[132].
Sin sospechar nada, Egisto entró en el palacio donde, para crear una nueva
distracción, acababa de llegar Pílades con una urna de bronce. Le dijo a Clitemestra
que esa urna contenía las cenizas de Orestes, que Estrofio había decidido
enviar a Micenas. Esta aparente confirmación del primer mensaje hizo que Egisto
confiara por completo, por lo que Orestes no tuvo dificultad para desenvainar
su espada y darle muerte. Clitemestra reconoció entonces a su hijo y trató de
aplacarlo descubriéndose el pecho y apelando a su deber filial, pero Orestes la
decapitó de un solo golpe con la misma espada y su madre cayó junto al cuerpo
de su amante. Erguido sobre los cadáveres, Orestes habló a los sirvientes del
palacio, sosteniendo en alto la red todavía manchada con sangre en la que
Agamenón había muerto y disculpándose elocuentemente por el asesinato de
Clitemestra, recordándoles su traición y agregando que Egisto había sufrido la
sentencia prescrita por la ley para los adúlteros
k. No satisfecho con matar a Egisto y
Clitemestra, Orestes acabó con la segunda Helena, hija de ambos, y Pílades
rechazó a los hijos de Nauplio, que habían venido a socorrer a Egisto[133].
l. Algunos dicen, no obstante, que estos
acontecimientos tuvieron lugar en Argos, en el tercer día del Festival de Hera,
cuando iba a comenzar la procesión de las vírgenes. Egisto había preparado un
banquete para las ninfas cerca de las praderas de los caballos, antes de
sacrificar un toro a Hera, y reunía ramas de mirto para coronarse la cabeza. Se
añade que Electra, al encontrar a Orestes junto a la tumba de Agamenón, no
creyó al principio que era su hermano perdido hacía tanto tiempo, a pesar de la
semejanza de su cabello y de la túnica que le mostró. Por fin, una cicatriz que
tenía en la frente le convenció, porque en otro tiempo, cuando eran niños,
habían cazado juntos un ciervo y él se había resbalado y caído, haciéndose un
corte en la cabeza con una piedra afilada.
m. Obedeciendo las instrucciones que ella
le dio en voz baja, Orestes fue inmediatamente al altar donde sacrificaban al
toro, y cuando Egisto se inclinaba para examinar las entrañas, le cortó la
cabeza con el hacha de los sacrificios. Entretanto Electra, a quien presentó la
cabeza, hizo salir a Clitemestra del palacio, alegando engañosamente que diez
días antes había dado un hijo a su marido campesino, y cuando Clitemestra,
ansiosa por ver a su primer nieto, fue a la choza, Orestes, que la esperaba
detrás de la puerta, la mató sin misericordia[134].
n. Otros, aunque convienen en que el
asesinato tuvo lugar en Argos, dicen que Clitemestra envió a Crisótemis a la
tumba de Agamenón con las libaciones, pues había soñado que Agamenón,
resucitado, arrancaba el centro de las manos de Egisto y lo plantaba en tierra
tan firmemente que florecía y echaba ramas que arrojaban sombra en todo el
territorio de Micenas. Según este relato, la noticia que engañó a Egisto y
Clitemestra fue que Orestes había muerto accidentalmente cuando competía en una
carrera de carros en los Juegos Píticos, y Orestes no mostró a Electra un
mechón, ni una túnica bordada, ni una cicatriz, como prueba de su identidad,
sino el sello de Agamenón, tallado con un pedazo del hombro de marfil de Pélope[135].
o. Otros niegan que Orestes matara a
Clitemestra con sus propias manos y dicen que la sometió a la decisión de los
jueces, quienes la condenaron a muerte, y que su única culpa, si se le puede
llamar culpa, fue no haber intercedido en su favor[136].
1.
Este es un mito decisivo con numerosas variantes. El olimpianismo
se había formado como una religión de transacción entre el principio matriarcal
pre-helénico y el principio patriarcal helénico; la familia divina se componía
al comienzo de seis dioses y seis diosas. Un equilibrio de poder inquieto se
mantuvo hasta que Atenea volvió a nacer de la cabeza de Zeus, y Dioniso,
renacido de su muslo, ocupó el asiento de Hestia en el Consejo divino (véase
27.k); en adelante la preponderancia masculina en todos los debates divinos
estaba asegurada —situación que se reflejaba en la Tierra— y se podía desafiar
con buen éxito las antiguas prerrogativas de las diosas.
2.
La herencia matrilineal era
uno de los axiomas tomados de la religión pre-helena. Puesto que todos los
reyes tenían que ser necesariamente extranjeros que gobernaban en virtud de su
casamiento con una heredera al trono, los príncipes reales aprendieron a
considerar a su madre como el principal soporte del reino y al matricidio como
un crimen inimaginable. Se les criaba de acuerdo con los ritos de la religión
anterior, según la cual el rey sagrado había sido engañado siempre por su
esposa diosa, muerto por su heredero y vengado por su hijo; sabían que el hijo
nunca castigaba a su madre adúltera, quien había actuado con toda la autoridad
de la diosa a la que servía.
3.
La antigüedad del mito de
Orestes es evidente por su amistad con Pílades, con quien se halla en
exactamente la misma relación que Teseo con Pirítoo. En la versión arcaica era
sin duda un príncipe fócense quien mató ritualmente a Egisto al término de los
ocho años de su reinado y se convirtió en el nuevo rey casándose con
Crisótemis, la hija de Clitemestra.
4.
Otros rastros denunciadores de la versión arcaica subsisten en
Esquilo, Sófocles y Eurípides. Egisto es muerto durante el festival de la diosa
de la Muerte, Hera, mientras corta ramas de mirto, y lo ultiman como al toro
Minos, con un hacha de los sacrificios. La salvación de Orestes («montañés»)
por Geilisa en una túnica «bordada con fieras», y la estada del preceptor entre
los pastores de Taños, recuerdan juntos la conocida fábula del príncipe real
envuelto en una túnica y abandonado en una montaña a merced de las fieras y
cuidado por pastores, con la túnica reconocida finalmente, como en el mito de
Hipótoo (véase 49.a). La sustitución por Geilisa de la víctima regia con su
propio hijo se refiere, quizás, a una etapa de la historia religiosa en que el
niño que sustituía anualmente al rey no era ya miembro del clan real.
5.
¿Hasta qué punto pueden ser aceptadas, por tanto, las
características principales le la fábula tal como las dan los dramaturgos
áticos? Aunque es improbable que las Erinias hayan sido introducidas
injustificadamente en el mito —que, como el de Alcmeón y Erifila (véase 107.d)
parece haber sido una advertencia moral contra la menor desobediencia,
perjuicio o insulto que un hijo podía hacer a su madre— es igualmente
improbable que Orestes matara a Clitemestra. Si lo hubiera hecho, Homero sin
duda lo habría mencionado y no le habría llamado «semejante a los dioses»; pero
solamente escribe que Orestes mató a Egisto, cuyo banquete fúnebre celebró
conjuntamente con el de su odiada madre (Odisea iii.306 y ss.). La Crónica
paria tampoco menciona el matricidio en la acusación contra Orestes. Es
probable, por tanto, que Servio haya conservado el verdadero relato: que
Orestes, después de matar a Egisto, se limitó a entregar a Clitemestra a la
justicia popular, cosa que recomienda significativamente Tindáreo en el Orestes
de Eurípides (496 y ss.). Sin embargo, ofender a una madre negándose a defender
su causa, por malvadamente que hubiera obrado, bastaba bajo la antigua ley
divina para hacer que le persiguieran las Erinias.
6.
Parece, en consecuencia, que este mito, que circulaba ampliamente,
había colocado a la madre de una familia en una posición tan fuerte cuando
surgía alguna disputa familiar, que el sacerdocio de Apolo y de Atenea nacida
de Zeus (traidora a la vieja religión) decidió suprimirlo. Lo consiguieron
haciendo que Orestes no se limitase a someter a juicio a Clitemestra, sino que
la matase y luego consiguiese la absolución en el tribunal más venerable de
Grecia: con el apoyo de Zeus y la intervención personal de Apolo, quien también
había incitado a Alcmeón a asesinar a su traidora madre, Erifila. La intención
de los sacerdotes era invalidar, de una vez por todas, el axioma religioso de
que la maternidad es más divina que la paternidad.
7.
En la revisión el casamiento patrilocal y la descendencia
patrílineal se dan por supuestas, y se desafía con buen éxito a las Erinias.
Electra, cuyo nombre, «ámbar», indica el culto paternal de Apolo Hiperbóreo,
contrasta favorablemente con Crisótemis, cuyo nombre recuerda que el antiguo
concepto del derecho matriarcal seguía prevaleciendo en la mayor parte de
Grecia, y cuya «subordinación» a su madre había sido considerada hasta entonces
piadosa y noble. Electra está «por completo en favor del padre», como la Atenea
nacida de Zeus. Además, las Erinias habían intervenido siempre en favor de la
madre únicamente; y Esquilo fuerza el lenguaje cuando habla de las Erinias
cargadas con la vengadora sangre paterna (Las suplicantes 283-4). La amenaza de
Apolo de que Orestes enfermaría de lepra si no mataba a su madre era sumamente
atrevida; infligir o curar la lepra había sido desde hacía mucho tiempo
prerrogativa únicamente de la Diosa Blanca Leprea, o Alfito (Diosa Blanca,
capítulo 24). En la continuación no todas las Erinias aceptan el fallo deifico
de Apolo, y Eurípides apacigua a sus espectadoras permitiendo que los Dioscuros
sugieran que los mandatos de Apolo habían sido muy imprudentes (Electra 1246).
8.
Las grandes variaciones en la escena del reconocimiento y en la
trama mediante la cual Orestes se da maña para matar a Egisto y Clitemestra
tienen interés solamente como prueba de que los dramaturgos clásicos no estaban
atados por la tradición. La suya era una nueva versión de un mito antiguo, y
tanto Sófocles como Eurípides trataron de mejorar a Esquilo, el primero que lo
formuló, haciendo la acción más verosímil.
114. EL JUICIO DE ORESTES
a. Los micénicos que habían apoyado a
Orestes en su acción inaudita no permitieron que los cadáveres de Clitemestra y
Egisto quedaran dentro de su ciudad y los enterraron a cierta distancia de las
murallas[137].
Esa noche Orestes y Pílades hicieron la guardia en la tumba de Clitemestra, por
si alguien se atrevía a robar sus restos, pero durante la vigilancia
aparecieron las Erinias, de cabello de serpientes, cabeza de perro y alas de
murciélago, blandiendo sus látigos. Enloquecido por esos ataques feroces,
contra los que servía de poco el arco de asta de Apolo, Orestes cayó postrado
en un lecho, donde permaneció tendido durante seis días, con la cabeza envuelta
en un manto, negándose a comer y a lavarse.
b. El viejo Tindáreo llegó en aquel
momento de Esparta y acusó a Orestes de matricida, convocando a los caudillos
de Micenas para que juzgasen el caso. Decretó que hasta que se celebrara el
juicio nadie hablase con Orestes ni Electra y que a ambos se les negase el
albergue, el fuego y el agua. Así Orestes no pudo siquiera lavarse las manos
manchadas de sangre. Las calles de
Micenas estaban custodiadas por ciudadanos
armados; y Éax, hijo de Nauplio, aprovechó con placer la oportunidad para vejar
a los hijos de Agamenón[138].
c. Entretanto, Menelao, cargado con el
tesoro, desembarcó en Nauplia, donde un pescador le dijo que Egisto y
Clitemestra habían sido asesinados. Envió por delante a Helena para que
confirmase la noticia en Micenas, pero por la noche, para que los parientes de
los que habían perecido en Troya no la lapidasen. Helena, quien se avergonzaba
de llorar en público la muerte de su hermana Clitemestra, pues ella misma había
causado más derramamiento de sangre con sus infidelidades, pidió a Electra, que
cuidaba al afligido Orestes: «Por favor, sobrina, toma ofrendas de mi cabello y
déjalas en la tumba de Clitemestra después de hacer libaciones a su ánima.»
Electra, cuando vio que la vanidad de Helena le había impedido cortarse más que
las puntas mismas de los cabellos, se negó a hacerlo. «Envía a tu hija Hermíone
para que lo haga», fue su consejo lacónico. En consecuencia, Helena mandó venir
a Hermíone del palacio. Era sólo una niña de nueve años cuando su madre se fugó
con París, y Menelao la había puesto a cargo de Clitemestra al comenzar la
guerra de Troya; sin embargo, reconoció a Helena inmediatamente e hizo
obedientemente lo que ella le dijo.
d. Luego Menelao entró en el palacio,
donde le recibió su padre adoptivo Tindáreo, vestido de luto riguroso, y le
advirtió que no pusiera los pies en territorio espartano hasta que él hubiera
castigado a sus criminales sobrinos. Tindáreo sostenía que Orestes se debía
haber limitado a dejar que sus conciudadanos desterrasen a Clitemestra. Si
hubiesen pedido su muerte, debía haber intercedido en su favor. Tal como
estaban las cosas, había que convencerle, de buen o mal grado, de que no sólo
Orestes, sino también Electra que le había incitado, debían ser lapidados por
matricidas.
e. Temiendo ofender a Tindáreo, Menelao
consiguió la sentencia deseada. Pero ante la elocuente defensa que hizo de sí
mismo Orestes, quien estaba presente ante el tribunal y contaba con el apoyo de
Pílades (repudiado por Estrofio por su participación en el asesinato), los
jueces conmutaron la sentencia por la de suicidio. Pílades se llevó a Orestes,
negándose noblemente a abandonarlos a él y a Electra, con quien estaba
comprometido en matrimonio, y propuso que, puesto que los tres debían morir,
primeramente castigasen la cobardía y la deslealtad de Menelao matando a
Helena, la causante de todas las desgracias que habían caído sobre ellos. En
consecuencia, mientras Helena esperaba fuera de las murallas el momento para
ejecutar su propósito —que era interceptar a Hermíone a su regreso de la tumba
de Clitemestra y apoderarse de ella como rehén para asegurar el buen
comportamiento de Menelao— Orestes y Pílades entraron en el palacio con las
espadas. ocultas bajo los mantos, y se refugiaron en el altar central, como si
fueran suplicantes. A Helena, quien se sentó cerca de ellos para tejer lana
destinada a una túnica de púrpura que se proponía dejar como ofrenda en la
tumba de Clitemestra, le engañaron sus lamentaciones y se acercó para
saludarlos. Inmediatamente ambos desenvainaron sus espadas y, mientras Pílades
ahuyentaba a las esclavas frigias de Helena, Orestes trató de matarla. Pero
Apolo, por orden de Zeus, la transportó en una nube al Olimpo, donde se
convirtió en una de los inmortales y se unió a sus hermanos, los Dioscuros,
como guardiana de los marineros en peligro[139].
f. Entretanto Electra había conseguido
detener a Hermíone introduciéndola en el palacio y atrancando las puertas.
Menelao, al ver que la muerte amenazaba a su hija, ordenó que la salvaran
inmediatamente. Sus soldados derribaron las puertas y Orestes estaba a punto de
incendiar el palacio, dar muerte a Hermíone y matarse a sí mismo con la espada
o el fuego, cuando Apolo apareció providencialmente, arrancó la antorcha de su
mano y rechazó a los soldados de Menelao. En el silencio aterrador causado por su
presencia, Apolo ordenó a Menelao que tomara otra esposa, desposara a Hermíone
con Orestes y volviera a gobernar en Esparta. El asesinato de Clitemestra ya no
tenía por qué preocuparle, ahora que los dioses habían intervenido[140].
g. Con una rama de laurel entrelazada con
lana y una guirnalda de flores, para mostrar que estaba bajo la protección de
Apolo, Orestes salió para Delfos, todavía perseguido por las Erinias. La
sacerdotisa pitia se aterró al verlo acuclillado como un suplicante en la
piedra-ombligo de mármol —manchada con la sangre de sus manos todavía sin
lavar— y la horrible caterva de negras Erinias que dormían junto a él. Pero
Apolo la tranquilizó prometiéndole que actuaría como defensor de Orestes, a
quien ordenó que afrontase la prueba con coraje. Tras un período de destierro
debía ir a Atenas y allí abrazar la antigua imagen de Atenea, quien, como
habían profetizado ya los Dioscuros, lo protegería con su égida con la cara de
la Gorgona, y anularía la maldición[141].
Mientras las Erinias seguían profundamente dormidas, Orestes huyó guiado por
Hermes, pero el espíritu de Clitemestra no tardó en penetrar en el recinto, les
reprendió y, les recordó que con frecuencia les había ofrecido ella libaciones
de vino y horrendos banquetes de medianoche. Como consecuencia, las Erinias
reanudaron su persecución, desdeñando las airadas amenazas de
Apolo de darles muerte con sus flechas[142].
h. El destierro de Orestes duró un año,
período que debe transcurrir antes que un homicida pueda volver a actuar entre
sus conciudadanos. Fue a lugares lejanos, por tierra y mar, perseguido por las
incansables Erinias y purificándose constantemente con sangre de cerdos y agua
corriente; pero estos ritos sólo conseguían mantener a raya a sus
atormentadoras durante una o dos horas y no tardó en perder el juicio. Para
comenzar, Hermes le acompañó hasta Trecén, donde se alojó en la que ahora se
llama la Casilla de Orestes, situada frente al santuario de Apolo; y poco
después nueve trecenios le purificaron en la Roca Sagrada, cerca del templo de
Artemis Lobuna; para ello utilizaron el agua de la fuente Hipocrene y la sangre
de las víctimas sacrificadas. Un antiguo laurel señala el lugar donde se
enterraba después a las víctimas, y los descendientes de esos nueve hombres
todavía comen anualmente en la casilla en un día señalado[143].
i. Frente a la isla de Cránae, a tres
estadios de Gitio, hay una piedra no labrada, llamada la piedra de Zeus el
Aliviador, en la que se sentó Orestes y por el momento quedó aliviado de su
locura. Se dice que también fue purificado en siete arroyos de las cercanías de
la italiana Regio, donde construyó un templo, en tres tributarios del Hebro
tracio y en el Orontes, que corre más allá de Antioquía[144].
j. A siete estadios de la carretera de
Megalópolis a Mesenia, a la izquierda, muestran un santuario de las Diosas
Locas, un título de la Erinias, quienes infligieron a Orestes un ataque de
locura; y también un pequeño túmulo, coronado por un dedo de piedra y al que
llaman la Tumba del Dedo. Señala el lugar donde, desesperado, se arrancó un
dedo de un mordisco para aplacar a las diosas negras, y algunas de ellas por lo
menos cambiaron su matiz por el blanco, de modo que Orestes recuperó el juicio.
Luego se afeitó la cabeza en un templo cercano llamado Acé, e hizo un sacrificio
propiciatorio a las diosas negras y otro de acción de gracias a las blancas.
Ahora se acostumbra a hacer sacrificios a las últimas conjuntamente con las
Gracias[145].
k. Luego Orestes fue a vivir entre los
azanes y los arcadios de la Llanura Parrasia, la cual juntamente con la ciudad
vecina llamada anteriormente Orestasio por su fundador Oresteo, hijo de Licaón,
cambió su nombre por el de Orestea. Sin embargo, algunos dicen que Orestea se
llamaba anteriormente Azania, y que Orestes fue a vivir allí sólo después de
una visita a Atenas. Otros dicen que pasó su destierro en Epiro, donde fundó la
ciudad de Argos Oréstica y dio su nombre a los paroraes orestianos, epirotas
que habitan en las colinas abruptas de las montañas ilirias[146].
l. Cuando hubo transcurrido un año Orestes
hizo una visita a Atenas, gobernada entonces por su pariente Pandión; o, según
dicen algunos, por Demofonte. Se dirigió inmediatamente al templo de Atenea en
la Acrópolis, se sentó y abrazó su imagen. Las Erinias negras no tardaron en llegar,
jadeantes, pues habían perdido su rastro cuando cruzaba el Istmo. Aunque al
principio nadie quiso recibirle porque sufría el odio de los dioses, poco
después algunos se animaron a invitarlo a sus casas, donde se sentaba a una
mesa separada y bebía de una copa de vino distinta[147].
m. A las Erinias, que ya habían comenzado
a acusarle ante los atenienses, se les unieron pronto Tindáreo y su nieta
Erígone hija de Egisto y Clitemestra y, según dicen algunos, también Perileo,
primo de Clitemestra e hijo de Icario. Pero Atenea, que había oído la súplica
de Orestes desde el Escamandro, su territorio troyano recién adquirido, se
apresuró a ir a Atenas, tomó juramento como jueces a los ciudadanos más nobles
y convocó al Areópago para que juzgara el que era en aquel momento sólo el
segundo caso de homicidio que se presentaba ante él[148].
n. A su debido tiempo se realizó el
juicio. Apolo se presentó como defensor y la mayor de las Erinias como fiscal.
En un discurso elocuente Apolo negó la importancia de la maternidad, afirmando
que la mujer no era más que el surco inerte en el que el marido deposita su
semilla y declaró que la acción de Orestes estaba sobradamente justificada y
que el padre era el único progeni
tor merecedor de ese nombre. Como los
votos se dividieron en partes iguales, Atenea se declaró completamente en favor
del padre y su voto decisivo favoreció a Orestes. Absuelto así honorablemente,
volvió muy contento a Argólide y juró que sería un fiel aliado de Atenas
mientras viviese. Las Erinias, no obstante, lamentaron fuertemente esta
abolición de la antigua ley llevada a cabo por unos dioses advenedizos, y
Erígone se ahorcó impulsada por la mortificación[149].
o. Del final de Helena sobreviven otros
tres relatos contradictorios. El primero: que en cumplimiento de la profecía de
Proteo volvió a Esparta y vivió allí con Menelao en paz, comodidad y
prosperidad, hasta que ambos marcharon, cogidos de la mano, a los Campos
Elíseos. El segundo: que hizo con él una visita a las taurios y allí Ifigenia
los sacrificó a ambos a Artemis. El tercero: que Polixo, viuda del rey
Tlepólemo de Rodas, vengó la muerte de éste enviando a algunas de sus
sirvientas, disfrazadas de Erinias, a que ahorcaran a Helena[150].
1.
La tradición de que las Erinias de Clitemestra enloquecieron a Orestes
no puede ser desechada como una invención de los dramaturgos áticos; quedó
establecida demasiado pronto, no solamente en Grecia, sino también en la Magna
Grecia. Sin embargo, lo mismo que el crimen de Edipo, por el que le
persiguieron las Erinias a muerte, no era el haber matado a su madre, sino el
haber causado inadvertidamente su suicidio (véase 105.k), así también el
asesinato cometido por Orestes parece haber sido de segundo grado solamente:
había faltado a su deber filial al no oponerse a la sentencia de muerte dictada
por los micénicos. Era bastante fácil influir en el ánimo del tribunal, como lo
demostraron pronto Menelao y Tindáreo cuando consiguieron la pena de muerte
para Orestes.
2.
Las Erinías eran la personificación de los remordimientos de conciencia,
capaces, como sucede todavía en la pagana Melanesia, de matar a un hombre que
ha violado un tabú temeraria o inadvertidamente. O bien se enloquecerá y
saltará desde lo alto de un cocotero, o bien, como Orestes, se envolverá la
cabeza en un manto y se negará a comer y beber hasta morir de inanición, aunque
ninguna otra persona esté informada de su culpabilidad. Pablo habría sufrido
una suerte análoga en Damasco de no haber sido por la llegada de Ananías
(Hechos ix.9 y ss.). El método griego común para purificarse de un homicidio
ordinario consistía en que el homicida sacrificase un cerdo, y mientras el
espíritu de la víctima bebía vorazmente su sangre, se lavase con agua
corriente, se afeitase la cabeza para cambiar de aspecto y fuese al destierro
durante un año, despistando así al ánima vengativa. Hasta que quedaba
purificado de esta manera sus vecinos lo rehuían por considerar que traía mala
suerte y no le permitían entrar en sus casas ni compartir su comida, por temor
a verse complicados en sus dificultades; además debía tener en cuenta a la
familia de la víctima, pues el ánima de ésta podía pedirles que la vengasen. La
sangre de una madre, sin embargo, traía consigo una maldición tan poderosa, que
no servían los medios de purificación comunes, y, con excepción del suicidio,
el medio más extremo era arrancarse un dedo de un mordisco. Esta automutilación
parece haber tenido un éxito por lo menos parcial en el caso de Orestes; así
también Heracles, para aplacar a la agraviada Hera, se debió arrancar el dedo
que, según se dice, perdió mientras peleaba con el León Nemeo (véase 123.e). En
algunas regiones de los Mares del Sur se cercena siempre la coyuntura de un
dedo cuando muere un pariente cercano, aunque haya muerto de muerte natural. En
Las Euménides (397 y ss.) Esquilo disfraza, al parecer, una tradición según la
cual Orestes huyó a la Tróade y vivió allí sin que le molestaran las Erinias,
bajo la protección de Atenea, en un terreno de aluvión arrancado al Escamandro
y por lo tanto liberado de la maldición (véase 107.e). ¿Por qué otro motivo
había de mencionarse a la Tróade?
3.
Las libaciones de vino en vez de sangre, y las ofrendas de
pequeños cortes de cabello en vez de toda la cabellera eran enmiendas clásicas
de este ritual de apaciguamiento, cuyo significado se olvidó; así como a la
costumbre actual de vestir de negro ya no se la relaciona conscientemente con
la costumbre antigua de engañar a las ánimas alterando el aspecto normal de
uno.
4.
El relato imaginativo de Eurípides acerca de lo que sucedió cuando
Helena y Menelao volvieron a Micenas no contiene elemento mítico alguno, con
excepción de la apoteosis dramática de Helena; Helena como la diosa Luna había
sido patrona de los marineros mucho antes de que los Mellizos Celestiales
fueran reconocidos como una constelación. Como Esquilo, Eurípides escribía
propaganda religiosa: la absolución de Orestes es testimonio del triunfo final
del patriarcado, y está escenificado en Atenas, donde Atenea —anteriormente la
diosa libia Neith, o la palestina Anadia, matriarca suprema, pero ahora
renacida de la cabeza de Zeus, y que, como insiste Esquilo, no reconocía una
madre divina— tolera el matricidio inclusive en el primer grado. Los
dramaturgos atenienses sabían que este tema revolucionario no podía ser aceptado
en otras partes de Grecia, y de aquí que Eurípides haga que Tindáreo, como
representante de Esparta, declare apasionadamente que Orestes debe morir; y los
Dioscuros se atreven a condenar a Apolo por haber incitado el crimen.
5.
El nombre de Orestes, «montañés», lo ha relacionado con un
distrito silvestre y montañoso de Arcadia que no es probable haya visitado rey
alguno de Micenas.
6.
Estas versiones alternativas de la muerte de Helena se dan por
diferentes razones. La primera se propone explicar el culto de Helena y Menelao
en Terapne; la segunda es una variación teatral del relato de la visita de
Orestes a los taurios (véase 116.a-g); la tercera explica el culto rodio de
Helena Dendritis, «Helena del Árbol», que es el mismo personaje que Ariadna y
la otra Erígone (véase 79.2 y 88.10). Esta Erígone también fue ahorcada.
115. LA PACIFICACIÓN DE LAS ERINIAS
a. En agradecimiento por su absolución
Orestes dedicó un altar a Atenea Belicosa, pero las Erinias amenazaron con que,
si no se revocaba la sentencia, dejarían caer una gota de la sangre de sus
corazones que haría estéril la tierra, arruinaría las cosechas y destruiría a
todos los habitantes de Atenas. Pero Atenea calmó su ira mediante la lisonja:
reconoció que eran mucho más sabias que ella y les sugirió que podían fijar su
residencia en una gruta de Atenas, donde reunirían una multitud de adoradores,
más de los que podían esperar hallar en ninguna otra parte. Contarían con
altares domésticos apropiados para las deidades infernales, así como con
sacrificios moderados, libaciones a la luz de las antorchas, primicias
ofrecidas después de la consumación de matrimonio o del nacimiento de los
hijos, e incluso asientos en el Erecteón. Si ellas aceptaban esta invitación,
Atenea decretaría que ninguna casa en la que no se les rindiera culto pudiera
prosperar; pero ellas, a cambio, debían comprometerse a invocar vientos
favorables para sus barcos, fertilidad para su tierra y casamientos fecundos
para los habitantes de su ciudad, así como a extirpar a los impíos, de modo que
ella pudiera juzgar conveniente conceder a Atenas la victoria en la guerra. Las
Erinias, tras una breve deliberación, aceptaron de buena gana las propuestas.
b. Con expresiones de agradecimiento y de
buenos deseos, y encantamientos contra los vientos perjudiciales, la sequía, el
añublo y la sedición, las Erinias —a las que en adelante se las llamó las
Solemnes— se despidieron "e Atenea y fueron conducidas por su gente en una
procesión con antorchas de jóvenes, matronas y ancianas (vestidas de púrpura y
que llevaban la antigua imagen de Atenea) a la entrada de una profunda gruta
situada en el ángulo sudeste del Areópago. Allí les ofrecieron los sacrificios
adecuados y ellas se introdujeron en la gruta, que es ahora un templete
oracular y, como el templo de Teseo, un lugar de refugio para los suplicantes[151].
c. Sin embargo, sólo tres de las Erinias
habían aceptado la oferta generosa de Atenea; las restantes siguieron
persiguiendo a Orestes; y algunas personas incluso se atreven a negar que las
Solemnes fueran Erinias. El primero que dio a las Erinias el nombre de
«Euménides» fue Orestes, al año siguiente, después de su temerario aventura en
el Quersoneso táurico, cuando por fin consiguió apaciguar su furia en Carnea
con el holocausto de una oveja negra. También las llaman Euménides en Colono,
donde nadie puede entrar en su antigua arboleda y en la Cerinia aquea, donde,
hacia el final de su vida, Orestes les dedicó un nuevo templo[152].
d. En la gruta de las Solemnes en Atenas
—que está cerrada sólo para los destinados dos veces, es decir, aquellos cuya
muerte ha sido llorada prematuramente— su tres imágenes no tienen un aspecto
más terrible que el de los dioses infernales situados a su lado, a saber Hades,
Hermes y la Madre Tierra. Allí los que han sido absueltos de la acusación de
asesinato por el Areópago sacrifican una víctima negra; otras muchas ofrendas
se hacen a las Solemnes de acuerdo con la promesa de Atenea; y una de las tres
noches que el Areópago destina cada mes a la vista de los juicios por asesinato
es asignada a cada una de ellas[153].
e. Los ritos de las Solemnes se realizan
en silencio; de aquí que el sacerdocio sea hereditario en el clan de los
hesíquidas, quienes ofrecen un sacrificio preliminar de un carnero a su
antepasado Hesiquio en su altar de héroe fuera de las Nueve Puertas[154].
f. Un altar doméstico se ha dedicado
también a las Solemnes en Flia, pequeño municipio del Ática; y un bosquecillo
de encinas siempre verdes les está consagrado cerca de Titane, en la orilla más
lejana del Asopo. En el festival que se les dedica en Flia y que se celebra
anualmente se sacrifican ovejas preñadas, se hacen libaciones de aguamiel y se
llevan flores en lugar de las habituales guirnaldas de mirto. Ritos análogos se
realizan en el altar de las Parcas, que se halla en el bosque de
encinas, sin protección contra la
intemperie[155].
1.
La «sangre de los corazones» de las Erinias con la que estaba
amenazada el Ática parece ser un eufemismo por la sangre menstrual. Un
encantamiento inmemorial utilizado por las hechiceras que quieren maldecir una
casa, un campo o un establo, consiste en correr desnudas a su alrededor, en
sentido contrario al del movimiento del sol, nueve veces, mientras tienen la
menstruación. Esta maldición es considerada más peligrosa para las cosechas, el
ganado y los niños durante un eclipse lunar, y completamente inevitable si la
hechicera es una virgen que tiene la menstruación por primera vez.
2.
Filemón el Comediante tenía razón al poner en tela de juicio la
identificación de las Erinias con las Solemnes. Según las autoridades más
respetadas, las Erinias eran solamente tres: Tisífone, Alecto y Megera (véase
31.g), quienes vivían permanentemente en el Erebo y no en Atenas. Tenían cabeza
de perro, alas de murciélago y serpientes por cabellera; sin embargo, como
señala Pausanias, a las Solemnes se las representaba como matronas augustas. La
oferta de Atenea, en realidad no fue la que Esquilo ha descrito, sino un
ultimátum del sacerdocio de la Atenea nacida de Zeus a las sacerdotisas de las
Solemnes —la antigua Triple Diosa de Atenas— de que, si no aceptaban la nueva
opinión de que la paternidad era superior a la maternidad, y consentían en
compartir su gruta con los dioses del Infierno, como Hades y Hermes, perderían
el derecho a cualquier clase de culto y con él a los gajes tradicionales de las
primicias.
3.
A los hombres destinados a una segunda muerte se les prohibía
entrar en la gruta de las diosas infernales porque era de esperar que les
ofendiese que las personas dedicadas a ellas siguiesen vagando libremente en el
mundo superior. Una dificultad análoga se produce en la India cuando los
hombres salen de un estado semejante a la muerte de camino a la pira fúnebre en
el siglo pasado, según Rudyard Kipling, se les solía negar la existencia
oficial y los llevaban a escondidas a una colonia-prisión destinada a los
muertos. La encina siempre verde, llamada también coscoja porque produce
coscojos (cochinillas), de la que los griegos extraían el tinte escarlata, era
el árbol del heredero que mataba al rey sagrado, y por lo tanto apropiada para
un bosquecillo de las Solemnes. Los sacrificios de ovejas preñadas, miel y
flores las incitarían a no causar daños al resto del rebaño durante la
aparición de los corderos, favorecer a las abejas y enriquecer los pastos.
4.
La continua persecución de Orestes por las Erinias, a pesar de la
intervención de Atenea y Apolo, indica que, en el mito original, fue a Atenas y
Fócide para purificarse, pero sin conseguirlo, como en el mito de Erifila,
cuando Alcmeón fue inútilmente a Psófide y Tesprotia. Puesto que no existe
información alguna de que Orestes encontrara la paz en el terreno de aluvión de
ningún río (véase 107.e) —a menos que fuera el Escamandro (véase 114.2)— debió
de morir en el Quersoneso táurico o en Braurón (véase 116.1).
116. IFIGENIA EN TÁURIDE
a. Todavía perseguido por las Erinias que
no habían hecho caso de las palabras elocuentes de Atenea, Orestes fue
desesperado a Delfos, donde se tendió en el suelo del templo y amenazó con
quitarse la vida si Apolo no lo salvaba de sus azotes. En respuesta, la Pitia
le ordenó que se embarcara para el Bosforo y navegara hacia el norte a través
del Mar Negro; sus infortunios no terminarían hasta que se apoderase de una
antigua imagen de madera de Artemis adorada en su templo del Quersoneso táurico
y la llevara a Atenas, o (según dicen algunos) a Argólide[156].
b. Ahora bien, el rey de los taurios era
el rápido Toante, hijo de Dioniso y Ariadna y padre de Hipsípila; y sus
subditos, llamados taurios porque Osiris en una ocasión unció toros (tauroi) y
aró su tierra, eran de origen escita[157].
Siguen viviendo de la rapiña, como en la época de Toante; y siempre que uno de
sus guerreros hace un prisionero lo decapita, lleva la cabeza a su casa y allí
la empala en una alta estaca colocada sobre la chimenea, para que su familia
pueda vivir bajo la protección del difunto. Además, todo marinero que ha
naufragado o ha sido arrojado a su puerto por el vendaval, es sacrificado
públicamente a Artemis Tauria. Después de realizar ciertos ritos preparatorios
lo derriban con un garrote y clavan su cabeza cortada a una cruz; después de lo
cual entierran el cadáver o lo arrojan al mar desde un precipicio coronado por
el templo de Artemis. Pero si cae en sus manos un extranjero principesco, lo
mata con una espada la sacerdotisa virgen de la diosa y arroja su cadáver al
fuego sagrado, proveniente del Tártaro, que arde en el recinto divino. Sin
embargo, algunos dicen que la sacerdotisa, aunque inspecciona los ritos y
realiza la lustración preliminar y corta el pelo a la víctima, no la mata
personalmente. La antigua imagen de la diosa de la que Orestes tenía la orden
de apoderarse había caído del cielo. Este templo está sostenido por grandes
columnas y se sube a él por cuarenta escalones; su altar de mármol blanco está
constantemente manchado de sangre[158].
c. Artemis Tauria tiene varios títulos
griegos, entre ellos Artemis Tauropolus o Taurópola, Artemis Dictina, Artemis
Ortia, Toantea y Hécate, y para los latinos es Trivia[159].
d. Ahora bien, Ifigenia se libró de ser
sacrificada en Aulide gracias a Artemis, que la envolvió en una nube y la llevó
al Quersoneso táurico, donde inmediatamente la nombró Suma Sacerdotisa y le
concedió el derecho exclusivo de manejar la imagen sagrada. Los taurios se
dirigían a ella en adelante llamándola Artemis, Hécate u Orsíloca. Ifigenia
aborrecía los sacrificios humanos, pero obedecía piadosamente a la diosa[160].
e. Orestes y Pílades no sabían nada de
esto; seguían creyendo que Ifigenia había muerto sacrificada en Aulide. Sin
embargo, se apresuraron a ir al país de los taurios en una embarcación de
cincuenta remeros; al llegar anclaron la embarcación, guardada por sus remeros,
mientras ellos se ocultaban en una cueva marina. Su propósito era acercarse al
templo al anochecer, pero les sorprendieron antes unos pastores crédulos que,
tomándolos por los Dioscuros o alguna otra pareja de inmortales, se postraron
ante ellos y los adoraron. En ese momento Orestes se enloqueció una vez más y
comenzó a mugir como un ternero y a ladrar como un perro; confundió a un rebaño
de terneros con las Erinias y salió corriendo de la cueva, espada en mano, para
matarlos. Los pastores desilusionados dominaron a los dos amigos, quienes, por
orden de Toante, fueron conducidos al templo para ser sacrificados inmediatamente[161].
f. Durante los ritos preliminares Orestes
conversó en griego con Ifigenia; pronto descubrieron alegremente su identidad
mutua y cuando se enteró de la naturaleza de su misión, Ifigenia comenzó a
levantar la imagen para que él se la llevara. Pero Toante se presentó de
pronto, impaciente por la lentitud con que se realizaba el sacrificio, y la
ingeniosa Ifigenia simuló que estaba apaciguando la imagen. Explicó a Toante
que la diosa había apartado su mirada de las víctimas que él había enviado, pues
uno de ellos era matricida y el otro su cómplice, por lo que ninguno de los dos
servía para el sacrificio. Debía enviarlos, juntamente con la imagen que habían
mancillado con su presencia, para que se limpiasen en el mar, y ofrecer a la
diosa un sacrificio de corderitos a la luz de las antorchas. Entretanto Toante
debía purificar el templo con una antorcha, cubrirse la cabeza cuando salieran
los extranjeros y ordenar que todos se quedasen en sus casas para evitar la
contaminación.
g. Toante, completamente engañado,
permaneció un rato admirado por tanta sagacidad y luego comenzó a purificar su
templo. Ifigenia, Orestes y Pílades se apresuraron a llevar la imagen a la
costa a la luz de las antorchas, pero en vez de bañarla en el mar la
introdujeron en la embarcación. Los servidores del templo taurio que habían ido
con ellos sospecharon la traición y ofrecieron resistencia. Fueron dominados
tras una dura lucha y después los remeros de Orestes se alejaron con la
embarcación. Pero se desencadenó de pronto un vendaval que los llevó de vuelta
a la costa rocosa y todos habrían perecido si Posidón no hubiera calmado el mar
a instancias de Atenea; con un viento favorable llegaron a la isla de Esmintos[162].
h. Allí vivían Crises, el sacerdote de
Apolo, y su nieto del mismo nombre, cuya madre Criseida propuso que los
fugitivos fueran entregados a Toante. Pues, aunque algunos sostienen que Atenea
visitó a Toante, quien preparaba una flota para salir en persecución de los
fugitivos, y le engatusó con tan buen éxito que inclusive consintió en
repatriar a las esclavas griegas de Ifigenia, lo que sí es cierto es que llegó
a Esmintos con intenciones siniestras. Luego Crises el Viejo, enterado de la
identidad de sus huéspedes, reveló a Crises el Joven que no era, como Criseida
había pretendido siempre, hijo de Apolo, sino de Agamenón, y por lo tanto
hermanastro de Orestes e Ifigenia. Al saber eso, Crises y Orestes se unieron
contra Toante, a quien consiguieron matar, y Orestes, apoderándose de la
imagen, navegó felizmente hasta Micenas, donde las Erinias abandonaron por fin
su persecución[163].
i. Pero algunos dicen que una tormenta
llevó a Orestes a Rodas, donde, de acuerdo con el Oráculo Heliano, colocó la
imagen en una muralla de la ciudad. Otros dicen que, como el Ática era el territorio
al que Apolo había ordenado que llevase la imagen, Atenea le visitó en Esmintos
y le señaló como destino la ciudad fronteriza de Braurón; debía alojarla allí
en un templo de Artemis Taurópola y aplacarla con sangre extraída de la
garganta de un hombre. Designó a Ifigenia sacerdotisa de ese templo, en el que
estaba destinada a terminar su vida pacíficamente; recibiría, entre otras
cosas, las ropas de las mujeres ricas que morían de sobreparto. Según esta
versión, el barco llegó por fin al puerto de Braurón, donde Ifigenia depositó
la imagen y luego, mientras se construía el templo, fue con Orestes a Delfos;
encontró a Electra en el templo y la llevó de vuelta a
Atenas para que se casase con Pílades[164].
j. La que se hace pasar por la auténtica
imagen de madera de Artemis Tauria puede ser vista todavía en Braurón. Algunos
dicen, no obstante, que no es sino una copia y que de la original se apoderó
Jerjes durante su desdichada expedición contra Grecia y la llevó a Susa; añaden
que más tarde la regaló el rey Seleuco de Siria a los laodiceos, quienes la
adoran hasta el presente. Otros, que se resisten a atribuir el hecho a Jerjes,
dicen que Orestes mismo, en el viaje de regreso a la patria desde el Quersoneso
taurio, fue .llevado por una tormenta a la región ahora llamada Seleucia, donde
dejó la imagen; y que los nativos cambiaron el nombre del Monte Melantio, donde
por fin se curó de su locura, por el de Monte Amanón, que quiere decir «no
loco», en su memoria. Pero los lidios, que tienen un templo de Ártemis Aneitis,
pretenden también poseer la imagen, y lo mismo los habitantes de la Comana
capadocia, cuya ciudad se dice que tomó su nombre de las trenzas (comai) que en
señal de luto depositó allí Orestes cuando llevó los ritos de Ártemis Taurópola
a Capadocia[165].
k. Otros más dicen que Orestes ocultó la
imagen en una gavilla de leña y la llevó a la Aricia italiana, donde murió y
fue enterrado, siendo trasladados sus huesos más tarde a Roma; y que la imagen
fue enviada de Aricia a Eparta, porque la crueldad de sus ritos desagradaba a
los romanos; y la colocaron en el templo de Ártemis Erguida[166].
l. Pero los espartanos alegan que la
imagen les pertenecía desde mucho tiempo antes de la fundación de Roma y que
Orestes la llevó cuando llegó a ser su rey y la ocultó en un saucedal. Dicen
que durante siglos se olvidó su paradero, hasta que un día Astrábaco y Alopeco,
dos príncipes de la casa real, entraron en el saucedal por casualidad y
enloquecieron a la vista de la tétrica imagen, que mantenían erguida las ramas de
un sauce enroscados a su alrededor, y de aquí sus nombres de Ortia y Ligodesma.
m. Tan pronto como llevaron la imagen a
Esparta se produjo una pendencia siniestra entre los devotos rivales de
Ártemis, que hacían sacrificios conjuntamente en su altar; muchos de ellos
fueron muertos en el templo mismo y los restantes murieron apestados poco
tiempo después. Cuando un oráculo aconsejó a los espartanos que propiciaran a
la imagen empapando el altar con sangre humana, echaron suertes para elegir la
víctima y la sacrificaron; y esta ceremonia se repitió anualmente hasta que el
rey Licurgo, que aborrecía los sacrificios humanos, la prohibió, y ordenó que
en cambio se azotase a unos niños en el altar hasta que el lugar oliera
fuertemente a sangre[167].
Los niños espartanos compiten ahora una vez al año para ver quién puede
soportar más golpes. La sacerdotisa de Ártemis se halla presente sosteniendo la
imagen, que, aunque pequeña y liviana, adquirió tal apetencia de sangre en la
época en que los taurios le ofrecían sacrificios humanos que, inclusive ahora,
si los azotadores lo hacen suavemente, por que el niño es de cuna noble, o
excepcionalmente bello, se hace casi demasiado pesada para que la sacerdotisa
la sostenga y ésta increpa a los azotadores diciéndoles: «¡Más fuerte, más
fuerte! ¡Hacéis que no pueda soportar el peso!»[168].
n. Poca fe se debe dar a la fábula de que
Helena y Menelao fueron en busca de Orestes y que cuando llegaron a la región
de los taurios, poco después de haber muerto él, ambos fueron sacrificados a la
diosa por Ifigenia[169].
1.
El anhelo de los mitógrafos de ocultar ciertas tradiciones
bárbaras se pone claramente de manifiesto en esta fábula y sus variantes. Entre
los elementos suprimidos se halla la manera en que Ártemis se venga de Agamenón
por el asesinato de Ifigenia y la manera en que Éax también se venga de
Agamenón por el asesinato de su hermano Palamedes. Originalmente, el mito
parece haber sido, más o menos, el siguiente: los jefes compañeros de Agamenón
incitaron a éste a ejecutar a su hija Ingenia por hechicera cuando la
expedición griega contra Troya quedó detenida por los vientos contrarios en
Áulide. Ártemis, a quien Ingenia había servido como sacerdotisa, hizo que
Agamenón le pagara esa ofensa y ayudó a Egisto a suplanterle y asesinarlo a su
regreso. También por inspiración suya, Éax se ofreció a llevar a Orestes en un
viaje al territorio ganado al río Escamandro y así le ayudó a escapar de las
Erinias, pues Atenea le protegería allí (véase 115.4). En lugar de eso, Éax lo
dejó en Braurón, donde Orestes fue aclamado como el pharmacos anual, víctima
propiciatoria por la culpabilidad del pueblo, y le degolló la virgen
sacerdotisa de Ártemis. Éax, en realidad, le contó a Electra la verdad cuando
se encontraron en Delfos: que Orestes había sido sacrificado por Ifigenia, que
parece haber sido un título de Ártemis (véase 117.1).
2.
A los griegos patriarcales de una época posterior les debió
desagradar este mito, una versión del cual, que hacía a Menelao, y no a
Orestes, el objeto de la venganza de Ártemis, ha sido conservada por Focio.
Disculpaban a Agamenón del asesinato, y a Ártemis de oponerse a la voluntad de
Zeus, diciendo que ella sin duda salvó a Ingenia y se la llevó para que actuara
como sacerdotisa de los sacrificios, no en Braurón, sino entre los salvajes
taurios, por cuyos actos no se hacían responsables. Y aseguraban que no mató a
Orestes (ni a ninguna víctima griega), sino que, al contrario, le ayudó a
llevar la imagen tauria a Grecia por orden de Apolo.
3.
Esta fábula destinada a salvar las apariencias, influida por el
mito de la expedición de Jasón al Mar Negro —en la versión de Servio, Orestes
roba la imagen en Cólquide, no en el Quersoneso táurico— explicaba la tradición
de la degollación humana en Braurón, ahora modificada a la extracción de una
gota de sangre mediante un pequeño corte, y sacrificios análogos que se
realizaban en Micenas, Aricia, Rodas y Comana. «Taurópolas» indica el
sacrificio de toros cretense, que sobrevivió en las Bufonias atenienses
(Pausanias: i.28. 11); la víctima original es probable que fuera el rey
sagrado.
4.
Los ritos de la fertilidad espartanos, de los que se dice también
que comprendían en un tiempo el sacrificio humano, se realizaban en honor de
Ártemis Erguida. A juzgar por la práctica primitiva en otras partes del
Mediterráneo, la víctima era atada con tiras de sauce, llenas de magia lunar, a
la imagen, un tocón sagrado, quizás de peral (véase 74.6) y agotada hasta que
los latigazos producían una reacción erótica y la víctima eyaculaba,
fertilizando la tierra con el semen y la sangre. El nombre Alopeco[170]
y la conocida leyenda del muchacho que dejó que una zorra le royera sus partes
vitales sin gritar, sugiere que la diosa Zorra de Teumeso también era adorada
en Esparta (véase 49.2 y 89.8).
5.
A los meteoritos se les rendían con frecuencia honores divinos, y
lo mismo a pequeños objetos rituales de origen dudoso, que podían explicarse
como habiendo caído igualmente del cielo, como las puntas de lanza neolíticas
cuidadosamente trabajadas, identificadas con los rayos de Zeus por los griegos
posteriores (como a las flechas de pedernal se las llama «proyectiles de los
elfos» en el campo inglés), o con los almireces de bronce ocultos en la cofia
que llevaba la imagen de la Ártemis efesia. Las imágenes mismas, como la de Ártemis
Brauronia y la de madera de olivo de Atenea en el Erecteón, también, según se
decía, habían caído del cielo a través de un agujero en el techo (véase 158.k).
Es posible que la imagen de Braurón contuviera un antiguo cuchillo de obsidiana
destinado a los sacrificios —la obsidiana era un vidrio volcánico de la isla de
Melos— con el cual se cortaba el cuello a las víctimas.
6.
El arado por Osiris del Quersoneso táurico (la Crimea) parece
forzado, pero Herodoto insiste en que existía un vínculo estrecho entre
Cólquide y Egipto (ii.104) y aquí se ha confundido a Cólquide con el país de
los taurios. Se dice que Osiris, como Triptólemo, introdujo la agricultura en
muchos países (véase 24.fm).
117. EL REINADO DE ORESTES
a. Aletes, el hijo de Egisto, usurpó el
reino de Micenas creyendo en el rumor malicioso [¿difundido por Éax?] de que
Orestes y Pílades habían sido sacrificados en el altar de Ártemis Táurica. Pero
Electra, dudando de que eso fuera cierto, fue a consultar el Oráculo de Delfos.
Ingenia acababa de llegar a Delfos y [¿Éax?] se la señaló a Electra como la
matadora de Orestes. Para vengarse tomó una tea del altar y, como no reconoció
a Ingenia al cabo de tanto tiempo, estaba a punto de cegarla con ella cuando se
presentó Orestes y lo explicó todo. Los hijos de Agamenón, otra vez reunidos,
volvieron alegremente a Micenas, donde Orestes puso fin a la contienda entre la
Casa de Atreo y la Casa de Tiestes dando muerte a Aletes, cuya hermana Erígone,
según se dice, habría perecido también a sus manos si Ártemis no se la hubiera
llevado al Ática. Pero más tarde, Orestes se desenojó con ella[171].
b. Algunos dicen que Ifigenia murió en
Braurón o en Megara, donde tiene ahora un templo; otros, que Artemis la
inmortalizó como Mecate la Joven. Electra se casó con Pílades y le dio a
Medonte y Estrofio el Segundo; está enterrada en Micenas. Orestes se casó con
su prima Hermíone, y estuvo presente en la muerte sacrificial de Neoptólemo, el
hijo de Aquiles, con quien ella estaba desposada[172].
Por ella llegó a ser padre de Tisámeno, su heredero y sucesor, y por Erígone,
su
segunda esposa, de Pentilo[173].
c. Cuando murió Menelao, los espartanos
invitaron a Orestes a que se erigiera en su rey, pues le preferían, como nieto
de Tindáreo, a Nicóstrato y Megapentes, engendrados por Menelao con una
muchacha esclava. Orestes, quien, con la ayuda de soldados proporcionados por
los aliados focenses, había agregado ya una gran parte de Arcadia a sus
dominios micénicos, se adueñó también de Argos, pues el rey Cilarabes, nieto de
Capaneo, no dejó sucesión. Dominó también a Arcaya, pero obedeciendo el
Orcáculo de Delfos, finalmente emigró de Micenas a Arcadia, donde, a la edad de
setenta años, murió a consecuencia de una mordedura de serpíente en Orestio, u
Orestia, ciudad que había fundado durante su destierro[174].
d. Orestes fue enterrado en Tegea, pero en
el reinado de Anaxandrides, co-rey con Aristón, y el único laconio que tuvo dos
esposas y ocupó dos casas al mismo tiempo, los espartanos, desesperados porque
hasta entonces habían perdido todas las batallas libradas contra los tegeos,
fueron a Delfos en busca de consejo y se les ordenó que poseyeran ellos mismos
los huesos de Orestes. Como no se conocía su paradero, enviaron a Licas, uno de
los benefactores de Esparta, a que solicitara más información. Le dieron la
siguiente respuesta en hexámetros:
Nivela y allana la llanura de la Tegea
arcadia. Ve
adonde dos vientos están siempre, por
fuerte necesidad, soplando;
donde el golpe suena sobre el golpe, donde
el mal yace sobre el mal,
allí la tierra fecundísima encierra al
príncipe que buscas.
¡Llévalo a tu casa y sé así el señor de
Tegea!
A causa de la tregua temporal entre los
dos Estados, Licas no tuvo dificultad alguna en su visita a Tegea, donde se
encontró con un herrero que forjaba una espada de hierro en vez de bronce, y al
ver aquella cosa nueva para él se quedó con la boca abierta. «¿Te sorprende
este trabajo? —le preguntó el herrero jovial— ¡Pues bien, tengo aquí algo que
te sorprenderá todavía más! Es un ataúd de siete codos de longitud que contiene
un cadáver del mismo tamaño y que encontré bajo el piso de la fragua cuando
excavaba aquel pozo.»
e. Licas conjeturó que los vientos
mencionados en los versos del oráculo tenían que ser los que producían los
fuelles del herrero, los golpes los del martillo, y el mal que yacía sobre el
mal la cabeza del martillo que golpeaba la espada de hierro, pues la Edad del
Hierro trajo consigo días crueles. Inmediatamente volvió con la noticia a
Esparta, donde los jueces, por sugerencia suya, simularon condenarle por el
delito de violencia; luego huyó a Tegea como si tratara de eludir la ejecución,
y convenció al herrero para que le ocultara en la fragua. A medianoche sacó los
huesos del ataúd y se apresuró a volver con ellos a Esparta, donde los volvió a
enterrar cerca del templo de las Parcas; todavía se muestra allí la tumba.
Desde entonces los ejércitos espartanos vencieron siempre a los legeos[175].
f. La lanza-cetro de Pélope, que también
empuñó su nieto Orestes, fue descubierta en Fócide más o menos en esa época;
estaba enterrada con un montón de oro en la frontera entre Queronea y Fanotea,
donde la había ocultado probablemente Electra. Cuando se hizo una indagación
sobre el hallazgo de ese tesoro los fanoteos se contentaron con el oro, pero
los queronenses se quedaron con el cetro y ahora lo adoran como su deidad
suprema. Cada sacerdote de la lanza, designado por un año, la guarda en su casa
y ofrece víctimas diarias a su divinidad, además de mesas pródigamente servidas
con alimentos de todas clases[176].
g. Sin embargo, algunos niegan que Orestes
muriera en Arcadia. Dicen que cuando terminó su destierro allí un oráculo le
ordenó que fuera a Lesbos y Ténedos y fundara colonias con pobladores llegados
de varias ciudades, entre ellas, Amidas. Él lo hizo y llamó a los nuevos
pobladores eolios, porque Eolo era su antepasado común más próximo, pero murió
poco después de edificar una ciudad en Lesbos. Esta migración se realizó, según
dicen, cuatro generaciones antes que la jónica. Otros, sin embargo, declaran que
fue el hijo de Orestes, Pentilo, y no Orestes mismo, quien conquistó Lesbos;
que su nieto Gras, ayudado por los espartanos, ocupó la región que se extiende
entre Jonia y Misia, llamada ahora Eólide; y que otro nieto, Arquelao, llevó
colonos eolios a la actual ciudad de Cicicene, cerca de Dascilio, en la costa
meridional del Mar de Mármara[177].
h. Entretanto Tisámeno heredó los dominios
de su padre, pero lo expulsaron de las capitales, Esparta, Micenas y Argos, los
hijos de Heracles, y se refugió con su ejército en Acaya. Su hijo Cometes
emigró al Asia[178].
1.
Ifigenia parece haber sido un título de la Ártemis anterior, que
era no sólo doncella, sino también ninfa —«Ifigenia» significa «sirviendo de
madre a una raza fuerte»— y mujer vieja, o sea las Solemnes o la Triple Hecate.
Se dice que Orestes reinó en tantos lugares que su nombre también tiene que ser
considerado como un título. Su muerte a causa de la mordedura de una serpiente
en la Orestea arcadia lo vincula con otros reyes primitivos, como Apesanto, hijo
de Acrisio (véase 123.e), identificable con Ofeltes de Nemea (véase 106.g);
Múnito, hijo de Atamante (véase 168.e); Mopso el lapita (véase 154.f), mordido
por una serpiente libia; y el egipcio Ra, un aspecto de Osiris, también mordido
por una serpiente libia. Estas mordeduras son siempre en el talón; en algunos
casos, entre ellos los de los centauros Quirón y Folo, el cretense Talo, el
mirmidón Aquiles y el eubeo Filoctetes, el veneno parece haber sido transmitido
en una punta de flecha (véase 92.10). El arcadio Orestes era en realidad un
pelasgo con conexiones libias.
2.
La salvación de Erígone de la venganza de Orestes realizada por
Ártemis es un episodio más de la contienda entre la casa de Tiestes, ayudada
por Ártemis, y la casa de Atreo, ayudada por Zeus, El nombre de Tisámeno
(«Fuerza vengadora») indica que la enemistad fue legada a la siguiente
generación, porque, según uno de los relatos de Apolodoro (Epítome vi.28) era
hijo de Erígone y no de Hermíone. En toda la fábula de esta contienda debe
recordarse que la Ártemis que mide sus fuerzas con Zeus es la Ártemis
matriarcal primitiva y no la afectuosa melliza de Apolo, la cazadora virgen;
los mitógrafos han hecho todo lo posible para oscurecer la participación activa
de Apolo, del lado de Zeus, en esta querella divina.
3.
Los huesos de los gigantes, habitualmente identificados con los de
un antepasado de la tribu, eran considerados como medios mágicos de proteger a
una ciudad; así los atenienses, por inspiración del oráculo, recuperaron de
Esciros los que, según pretendían, eran los huesos de Teseo y los llevaron a
Atenas (véase 104.i). Éstos pueden muy bien haber sido extraordinariamente
grandes, pues una raza de gigantes —de los cuales descienden los watusis
hamíticos que viven en el África Ecuatorial— floreció en la Europa neolítica y
sus esqueletos de dos metros de longitud se han encontrado incluso a veces en
Gran Bretaña. Los anakim de Palestina y Caria (véase 88.3) pertenecían a esta
raza. Sin embargo, si Orestes era un aqueo del período de la guerra de Troya,
los atenienses no pueden haber encontrado y medido su esqueleto, pues los
nobles homéricos practicaban la cremación y no la inhumación en el estilo
neolítico.
4.
«El mal que yace sobre el mal» es interpretado habitualmente como
la espada de hierro que es forjada sobre un yunque de hierro; pero, por regla
general, se utilizaban los yunques de piedra hasta una época relativamente
reciente, y la cabeza del martillo que se posa sobre la espada es la
explicación más probable, aunque, en verdad, los martillos de hierro eran
también raros hasta la época romana. El hierro era un metal demasiado sagrado e
infrecuente para que lo utilizaran comúnmente los micénicos —pues no se extraía
de la mina, sino que se lo recogía en forma de meteoritos enviados por los dioses—
y cuando por fin se importaron en Grecia armas de hierro provenientes de
Tibarene en el Mar Negro, el procedimiento de la fundición y la manufactura
siguió siendo secreto durante un tiempo. A los herreros se los siguió llamando
«trabajadores del bronce» inclusive en el período helenista. Pero tan pronto
como alguien pudo poseer un arma o una herramienta de hierro la era del mito
llegó a su fin, aunque sólo fuera porque el hierro no estaba incluido entre los
cinco metales consagrados a la diosa y vinculados a los ritos de su calendario,
a saber, la plata, el oro, el cobre, el estaño y el plomo (véase 53.2).
5.
La lanza-cetro de Pélope, señal de soberanía, pertenecía
evidentemente a la sacerdotisa gobernante; así, según Eurípides, la lanza con
que fue muerto Enómao —probablemente el mismo instrumento— estaba oculta en el
dormitorio de Ifigenia; Clitemestra pretende luego poseerla (Sófocles: Electra
651); y Pausanias dice que Electra la llevó a Fócide. Los griegos del Asia
Menor se complacían en creer que Orestes había fundado allí la primera colonia
eolia, pues su nombre era uno de los títulos regios de éstos. Quizá se atenían
a una tradición que atañía a una nueva etapa en la historia de la monarquía:
cuando el rey terminaba su reinado se le perdonaba la muerte y se sacrificaba a
un sustituto —homicidio que explicaría el segundo destierro de Orestes—,
después de lo cual podía llevar una colonia al otro lado del mar. Los
mítógrafos que explicaron que los espartanos preferían Orestes a los hijos de
Menelao porque éstos habían nacido de una mujer esclava, no se daban cuenta de
que la descendencia era todavía matrilineal. Orestes, como mícénico, podía
reinar por su casamiento con la heredera espartana Hermíone; sus hermanos
tenían que buscar reinos en otras partes. En Argólide una princesa podía tener
hijos nacidos libres con un esclavo; y nada había que impidiera que el marido
campesino de Electra en Micenas criase pretendientes al trono.
6.
La tradición del salmista de que «los días de un hombre son tres
veintenas y diez» se funda, no en la observación, sino en la teoría religiosa:
siete era el número de la santidad y diez el de la perfección. Orestes,
análogamente, llegó a los setenta años.
7.
La violación por Anaxándrides de la tradición monogámica puede
haberse debido a una necesidad dinástica; quizás Aristo, su co-rey, murió
demasiado pronto antes del término de su reinado para justificar una nueva
coronación y, como había gobernado en virtud de su casamiento con una heredera,
Anaxándrides le sustituyó como rey y como marido.
8.
Las crónicas hititas demuestran que ya había un reino aqueo en
Lesbos a fines del siglo xiv a. de C.
118. EL NACIMIENTO DE HERACLES
a. Electrión, hijo de Perseo, rey supremo
de Micenas y marido de Anaxo, marchó vengativamente contra los tafios y
telebeos. Se habían unido en una incursión afortunada para apoderarse de su
ganado, proyectada por un tal Pterelao, un pretendiente al trono de Micenas, y
tuvo como consecuencia la muerte de los ocho hijos de Electrión. Mientras él
estuvo ausente, su sobrino, el rey Anfitrión de Trecén, actuó como regente.
«Gobierna bien, y cuando yo vuelva victorioso te casarás con mi hija Alcmena»,
le dijo Electrión como despedida. Anfitrión, informado por el rey de Elide de
que el ganado robado se hallaba en su poder, pagó el gran rescate exigido e
hizo regresar a Electrión para que lo identificara. Electrión, de ningún modo
complacido al saber que Anfitrión esperaba que él le devolviese el precio del
rescate, preguntó ásperamente qué derecho tenían los habitantes de Elide a
vender propiedad robada y por qué Anfitrión había tolerado un fraude. Sin
dignarse contestarle, Anfitrión desahogó su disgusto arrojando un garrote a una
de las vacas que se había desviado del rebaño; el garrote le golpeó en los
cuernos, rebotó y mató a Electrión. Inmediatamente Anfitrión fue desterrado de
Argólide por su tío Esténelo, quien se apoderó de Micenas y Tirinto y confió el
resto de la región, con Midea como capital, a Atreo y Tiestes, hijos de
Pélope[179].
b. Anfitrión, acompañado por Alcmena, huyó
a Tebas, donde el rey Creonte le purificó y dio a su hermana Perimede en
casamiento a Licimio, el único hijo sobreviviente de Electrión, bastardo nacido
de una frigia llamada Midea[180].
Pero la piadosa Alcmena no quería yacer con Anfitrión hasta que vengase la
muerte de sus ocho hermanos. En consecuencia, Creonte le dio permiso para que
reclutase un ejército beocio con ese propósito y con la condición de que
liberase a Tebas de la zorra teumesia; cosa que él hizo pidiendo al ateniense
Céfalo que le prestase el célebre sabueso Lelaps. Luego, ayudado por
contingentes atenienses, focenses, argivos y locrios, Anfitrión venció a los
telebeos y tafios y donó sus islas a sus aliados, entre ellos a su tío Heleos.
c. Entretanto, Zeus, aprovechando la ausencia
de Anfitrión, tomó la figura de él y, asegurando a Alcmena que sus hermanos
estaban vengados, puesto que, en efecto, Anfitrión había ganado la victoria
requerida aquella mañana misma, yació con ella toda una noche, a la que dio la
duración de tres[181].
Pues Hermes, por orden de Zeus, había mandado a Helio que apagase los fuegos
solares y a las Horas que desunciesen su tiro y se quedasen al día siguiente en
casa; porque la procreación de un paladín tan grande como el que se proponía
engendrar Zeus no se podía realizar apresuradamente. Helio obedeció, rezongando
con el recuerdo de los buenos tiempos pasados, cuando el día era día y la noche
era noche; y cuando Crono, el entonces Dios Omnipotente, no abandonaba a su
esposa legal para irse a Tebas en busca de aventuras amorosas. Hermes ordenó
luego a la Luna que siguiese lentamente su órbita, y al Sueño que amodorrase a
la humanidad de tal modo que nadie se diera cuenta de lo que sucedía[182].
Alcmena, completamente engañada, escuchó complacida el relato de Zeus acerca de
la aplastante derrota infligida a Pterelao en Ecalia, y holgó inocentemente con
su supuesto marido durante aquellas treinta y seis horas. Al día siguiente,
cuando Aifitrión volvió, rebosante de entusiasmo por la victoria y lleno de
pasión por ella, Alcmena no le acogió en el lecho matrimonial con el
arrobamiento que él esperaba. «Anoche no cerramos los ojos— se quejó ella— y
seguramente no esperarás que escuche por segunda vez el relato de tus hazañas.»
Anfitrión, que no pudo comprender esas palabras, consultó con el adivino
Tiresias, quien le dijo que Zeus le había hecho cornudo; y en adelante no se
atrevió a volver a dormir con Alcmena por temor a incurrir en los celos divinos[183].
d. Nueve meses después, en el Olimpo, Zeus
se jactó casualmente de que había engendrado un hijo, que estaba a punto de
nacer, quien se llamaría Heracles, que significa «Gloria de Hera», y gobernaría
la noble casa de Perseo. Al oír esto, Hera le hizo prometer que si a la casa de
Perseo le nacía algún príncipe antes de anochecer sería Rey Supremo. Cuando
Zeus hizo al respecto un juramento inviolable, Hera fue inmediatamente a
Micenas, donde apresuró los dolores de parto de Nicipe, esposa del rey
Esténelo. Luego corrió a Tebas y se sentó con las piernas cruzadas ante la
puerta de Alcmena, con las ropas atadas en nudos y los dedos fuertemente
entrelazados; de ese modo demoró el nacimiento de Heracles hasta que Euristeo,
hijo de Esténelo, sietemesino, estuvo ya en su cuna. Cuando nació Heracles, con
una hora de retraso, se encontró con que tenía un hermano mellizo llamado
Ificles, hijo de Anfitrión y una noche más joven. Pero algunos dicen que
Heracles, y no Ificles, era una noche más joven; y otros, que los mellizos
fueron engendrados en la misma noche y nacieron juntos y que el Padre Zeus
iluminó divinamente la alcoba donde nacieron. Al principio se llamó a Heracles
Alceo o Palemón[184].
e. Cuando Hera volvió al Olimpo y se jactó
tranquilamente de haber conseguido mantener a Ilitía, diosa del parto, alejada
de la puerta de Alcmena, Zeus fue presa de una gran ira; asió a su hija mayor
Ate, quien le había impedido ver el engaño de Hera, juró que nunca volvería a
visitar el Olimpo, la hizo girar alrededor de su cabeza sujetándola por la
cabellera dorada y la lanzó a la tierra. Aunque Zeus no podía violar su
juramentó y permitir a Heracles que gobernase la casa de Perseo, convenció a
Hera para que accediese a que, después de realizar cualesquiera doce trabajos
que le señalara Euristeo, su hijo se convirtiese en un dios.
f. Ahora bien, a diferencia de los
anteriores amores humanos de Zeus, desde Níobe en adelante, Alcmena había sido
elegida no tanto por su placer —aunque superaba a todas las demás mujeres de su
época en belleza, dignidad y prudencia—, sino con el propósito de engendrar un
hijo lo bastante poderoso para proteger tanto a los dioses como a los hombres
contra la destrucción. Alcmena, decimosexta descendiente de Níobe, fue la
última mujer mortal con la que yació Zeus, pues no veía la posibilidad de
engendrar a otro héroe que pudiera igualarse a Heracles; y honró a Alcmena
tanto
que, en vez de violarla rudamente, se
molestó en disfrazarse de Anfitrión y la cortejó con palabras y caricias
afectuosas. Sabía que Alcmena era incorruptible y cuando al amanecer le regaló
una copa carquesia, ella la aceptó sin dudar como un botín ganado en la
victoria: un legado de Posidón a su hijo Telebo[185].
g. Algunos dicen que Hera no impidió
personalmente el parto de Alcmena, sino que envió brujas para que lo hicieran,
y que Historis, hija de Tiresias, las engañó lanzando un grito de alegría desde
la alcoba del parto —que todavía se muestra en Tebas—, de modo que ellas se
alejaron y permitieron que naciera el niño. Según otros, fue Ilitía quien
impidió el parto por orden de Hera, y una fiel sirvienta de Alcmena, la rubia
Galantis, o Galen, la que salió de la alcoba para anunciar, falsamente, que
Alcmena había dado a luz. Cuando Ilitía se levantó sorprendida, desentrelazó
los dedos y descruzó las piernas, nació Heracles y Galantis se echó a reír ante
el buen éxito del engaño, lo que hizo que Ilitía la asiese por el cabello y la
convirtiese en una comadreja. Galántis siguió frecuentando la casa de Alcmena,
pero Hera le castigó por haber mentido: la condenó en perpetuidad a parir los
hijos por la boca. Cuando los tebanos rinden a Heracles los honores divinos
todavía ofrecen sacrificios preliminares a Galantis, a la que llaman también
Galintias y la describen como hija de Preto; dicen que fue la nodriza de
Heracles y que él le construyó un templo[186].
h. Los atenienses se burlan de este relato
tebano. Sostienen que Galantis era una ramera, a la que Hécate convirtió en
comadreja en castigo por practicar una lujuria no natural, y que cuando Hera
prolongó indebidamente el parto de Alcmena pasó por allí casualmente y la
asustó haciendo que diera a luz[187].
i. El natalicio de Heracles se celebra el
cuarto día de cada mes; pero algunos sostienen que nació cuando el Sol entraba
en el Décimo Signo; otros que la Osa Mayor, girando hacia el oeste a medianoche
sobre Orion —lo que hace cuando el sol abandona el duodécimo signo— lo
contempló en su décimo mes[188].
1.
Alcmena («fuerte en la ira») sería originalmente un título
micénico de Hera, cuya soberanía divina protegió Heracles («gloria de Hera»)
contra las usurpaciones de su enemigo aqueo Perseo («destructor»). Los aqueos
vencieron finalmente y sus descendientes reclamaron a Heracles como miembro de
la casa usurpadora de Perseo. El aborrecimiento que sentía Hera por Heracles es
probablemente una invención posterior; le adoraban los dorios que invadieron
Elide y humillaron el poder de Hera
2.
Diodoro Sículo (iii.73) habla de tres héroes llamados Heracles: un
egipcio, un dáctilo cretense y el hijo de Alcmena. Cicerón eleva su número a
seis (Sobre la naturaleza de los dioses iii.16); Varrón a cuarenta y cuatro
(Servio sobre la Eneida de Virgilio viii.564). Herodoto (ii.42) dice que cuando
preguntó por la patria original de Heracles, los egipcios le dijeron que era de
Fenicia. Según Diodoro Sículo (i.17 y 24, iii.73), el Heracles egipcio llamado
Som, o Chon, vivió diez mil años antes de la guerra de Troya y su homónimo
griego heredó sus hazañas. La fábula de Heracles es, en verdad, una clavija de
la que se han colgado gran número de mitos relacionados, no relacionados y
contradictorios. En lo principal, no obstante, representa al rey sagrado típico
de la Grecia helénica primitiva, consorte de una ninfa tribal, la diosa Luna
encarnada; su mellizo Ificles actuaba como su heredero. Esta diosa Luna tiene
numerosos nombres: Hera, Atenea, Auge, Yola, Hebe, etcétera. En un espejo de
bronce romano primitivo aparece Júpiter celebrando un casamiento sagrado entre
«Hercele» y «Juno»; además, en las bodas romanas al nudo del ceñidor de la
novia consagrado a Juno se le llamaba el «nudo hercúleo» y el novio tenía que
desatarlo (Festo: 63). Los romanos tomaron esta tradición de los etruscos, cuya
Juno se llamaba «Unial». Puede suponerse que la fábula central de Heracles era
una variante primitiva de la epopeya del Gilgamesh babilonio, que llegó a
Grecia vía Fenicia. Gilgamesh tenía como compañero amado a Enkidu, así como
Heracles tenía a Yolao. Gilgamesh se pierde por su amor a la diosa Ishtar, y
Heracles por su amor a Deyanira. Ambos son de ascendencia divina. Ambos
perturban el infierno. Ambos matan leones y doman a toros divinos; y cuando se
embarca para la Isla Occidental, Heracles, como Gilgamesh, utiliza su
vestimenta como vela (véase 132. c). Heracles encuentra la hierba mágica de la
inmortalidad (véase 35.b] lo mismo que Gilgamesh, y se relaciona igualmente con
el avance del sol alrededor del zodíaco.
3.
Se hace que Zeus personifique a Anfitrión porque cuando el rey
sagrado renacía en su coronación se convertía nominalmente en hijo de Zeus y
renunciaba a su ascendencia mortal (véase 74.1). Sin embargo, la costumbre
exigía que el heredero mortal —más bien que el rey de nacimiento divino, el
mayor de los mellizos— acaudillase las expediciones militares; y la inversión
de esta regla en el caso de Heracles sugiere que en un tiempo había sido él el
heredero, e Ificles el rey sagrado. Teócrito, ciertamente, hace de Heracles el
más joven de los mellizos, y Herodoto (ii.43), quien le llama hijo de
Anfitrión, le da el sobrenombre de «Alcides», por su abuelo Alceo, y no
«Cronides», por su abuelo Crono. Además, cuando Ificles se casó con la hija
menor de Creonte, Heracles se casó con otra mayor; aunque en la sociedad
matrilineal la más joven era comúnmente la heredera, como aparece en todos los
cuentos tradicionales europeos. Según el Escudo de Heracles de Hesíodo (89 y
ss.) Ificles se humilló vergonzosamente ante Euristeo, pero las circunstancias
que podrían arrojar luz sobre este cambio de papeles entre los mellizos no son
explicadas. Entre Heracles e Ificles no se registra una camaradería como la que
existía entre Castor y Pólux, o Idas y Linceo. Heracles usurpa las funciones y
prerrogativas de su hermano mellizo, convirtiéndolo en una sombra ineficaz y
exánime que no tarda en esfumarse sin que se la lamente. Quizás en Tirinto el
sucesor usurpaba todo el poder regio, como sucede a veces en los Estados
asiáticos, donde un rey religioso gobierna conjuntamente con un rey guerrero o
shogún.
4.
El método que siguió Hera para demorar el parto lo utilizan
todavía las hechiceras de Nigeria; las más cultas refuerzan ahora el encantamiento
ocultando candados importados debajo de sus ropas.
5.
La observación de que las comadrejas, si se las perturba, llevan a
sus crías de lugar en lugar en la boca, como los gatos, dio origen a la leyenda
de su nacimiento vivíparo. El relato que hace Apuleyo de la horrible acción de
las brujas tesalias disfrazadas de comadrejas, ayudantes de Hécate, y la
mención por Pausanias de los sacrificios humanos que se ofrecían a la Zorra
Teumesia (véase 89.h) recuerdan a Cerdo («comadreja» o «zorra»), esposa de
Foroneo, quien, según se dice, introdujo el culto de Hera en el Peloponeso
(véase 57.a). El culto tebano de Galintias es una reliquia del culto de Hera
primitivo, y cuando las brujas demoraron el nacimiento de Heracles se
disfrazarían de comadrejas. Este mito es más confuso de lo que son
habitualmente los mitos; si bien parece que el olimpianismo de Zeus se sentía
agraviado por la opinión religiosa conservadora de Tebas y Argólide y que las
brujas lanzaron un ataque concertado contra la casa de Perseo.
6.
A juzgar por la observación de Ovidio acerca del Décimo Signo, y
por la fábula del jabalí de Erimanto, que presenta a Heracles como el Niño
Horus, éste compartía un natalicio en el solsticio hiemal con Zeus, Apolo y
otros dioses del calendario. El año tebano comenzaba en el solsticio hiemal.
Si, como dice Teócrito, Heracles tenía diez meses al término del duodécimo,
Alcmena lo dio a luz en el equinoccio de primavera, cuando los babilonios, los
italianos y otros celebraban el Año Nuevo. Así no es extraño que Zeus, según se
dice, iluminara la alcoba del nacimiento. El cuarto día del mes estaría
dedicado a Heracles, porque cada cuarto año le pertenecía como fundador de los
Juegos Olímpicos.
119. LA JUVENTUD DE HERACLES
a. Alcmena, temiendo los celos de Hera, abandonó
a su hijo recién nacido en un campo fuera de las murallas de Tebas, y allí, por
instigación de Zeus, Atenea llevó a Hera a dar un paseo casual. «¡Mira querida,
qué niño tan maravillosamente robusto! —exclamó Atenea, simulando sorpresa,
mientras se detenía para recogerlo—. Su madre debía de estar loca para
abandonarlo en un campo pedregoso. Ven, tú tienes leche. ¡Dale de mamar a la
pobre criaturita!» Irreflexivamente, Hera lo tomó y se desnudó el pecho, del
que Heracles chupó con tal fuerza que el dolor hizo que la diosa lo arrojara al
suelo; un chorro de leche ascendió al firmamento y se convirtió en la Vía
Láctea. «¡Pequeño monstruo!», exclamó Hera. Pero Heracles era ya inmortal y
Atenea se lo devolvió sonriendo, diciéndole que lo conservara y lo criara bien.
Los tebanos muestran todavía el lugar don-
de se le hizo a Hera esa treta, y lo
llaman «La Llanura de Heracles»[189].
b. Sin embargo, algunos dicen que Hermes
llevó al infante Heracles al Olimpo, que Zeus mismo lo puso en el pecho de Hera
mientras ésta dormía, y que la Vía Láctea se formó cuando ella se despertó y lo
rechazó, o cuando él mamó vorazmente más leche de la que podía contener su boca
y la arrojó tosiendo. De todos modos, Hera fue la madre de leche de Heracles,
aunque sólo por poco tiempo; y por tanto los tebanos le llaman hijo suyo y
dicen que se llamaba Alceo antes que ella le diera de mamar, pero cambió de
nombre en su honor[190].
c. Una noche, cuando Heracles tenía ocho o
diez meses de edad o, según dicen otros, un año, y estaba todavía sin destetar,
Alcmena, después de lavar y amamantar a sus mellizos, los acostó para que
descansaran bajo una colcha de lana de cordero, sobre el ancho escudo de bronce
del que Anfitrión había despojado a Pterelao. A medianoche Hera envió dos
prodigiosas serpientes de escamas azuladas a la casa de Anfitrión, con órdenes
estrictas de dar muerte a Heracles. Las puertas se abrieron al acercarse ellas,
se deslizaron por el umbral y por los pisos de mármol hasta el cuarto de los
niños, con los ojos arrojando llamas y el veneno goteando de sus colmillos[191].
d. Los mellizos se despertaron y vieron a
las serpientes retorcerse a su alrededor y sacando como dardos sus lenguas
bifurcadas, pues Zeus volvió a iluminar divinamente la habitación. Ificles
gritó, arrojó la colcha de un puntapié y en una tentativa para escapar rodó del
escudo al suelo. Sus gritos de espanto y la extraña luz que resplandecía bajo
la puerta del cuarto de los niños despertaron a Alcmena. «¡Levántate,
Anfitrión!», exclamó. Sin esperar a ponerse las sandalias, Anfitrión saltó del
lecho de madera de cedro, tomó su espada, que colgaba de la pared cerca de él,
y la sacó de su vaina pulida. En aquel momento se apagó la luz en el cuarto de
los niños. Mientras gritaba a sus esclavos soñolientos que acudieran con
lámparas y antorchas, Anfitrión entró en la habitación, y Heracles, que ni
siquiera había lanzado un sollozo, le mostró con orgullo las serpientes, que
estaba estrangulando, una con cada mano. Cuando murieron, se echó a reír, se
puso a saltar alegremente y arrojó las serpientes a los pies de Anfitrión.
e. Mientras Alcmena consolaba al aterrado
Ificles, Anfitrión volvió a cubrir a Heracles con la colcha y fue a acostarse.
Al amanecer, cuando el gallo había cantado tres veces, Alcmena llamó al anciano
Tiresias y le refirió el prodigio. Tiresias, después de predecir las futuras
hazañas de Heracles, aconsejó a Alcmena que hiciera una gran fogata con haces
de aulaga, abrojos y zarzas, y
quemara en ella a las serpientes a la
medianoche. Por la mañana una sirvienta debía recoger las cenizas, llevarlas a
la roca donde se había posado la Esfinge, diseminarlas a los vientos y alejarse
corriendo sin mirar hacia atrás. A su regreso, el palacio debía ser purificado
con vapores de azufre y agua de manantial salada, y su techo coronado con
acebuche. Finalmente, había que sacrificar un
jabalí en el altar de Zeus. Todo eso hizo
Alcmena. Pero algunos sostienen que las serpientes eran inofensivas y las puso
en la cuna Anfitrión mismo; deseaba averiguar cuál de los mellizos era su hijo
y así lo supo muy bien[192].
f. Cuando Heracles dejó de ser un niño,
Anfitrión le enseñó a conducir un carro y a dar vuelta a las esquinas sin rozar
las columnas. Castor le dio lecciones de esgrima y le instruyó en el manejo de
las armas, las tácticas de la infantería y la caballería y los rudimentos de la
estrategia. Uno de los hijos de Hermes fue su maestro de pugilato, bien
Autólico o bien Harpálico, quien tenía un aspecto tan horrendo cuando peleaba
que nadie se atrevía a enfrentarlo. Eurito le enseñó el manejo del arco; o
quizás fuera el escita Teutaro, o uno de los pastores de Anfitrión, o inclusive
Apolo[193].
Pero Heracles pronto superó a todos los arqueros nacidos hasta entonces,
inclusive a su compañero Alcón, padre del argonauta Palero, quien podía hacer
pasar la flecha a través de una serie de anillos colocados en los yelmos de
soldados puestos en fila, y hender flechas sujetas en las puntas de espadas o
lanzas. En cierta ocasión, cuando el hijo de Alcón fue atacado por una
serpiente que se enroscó a su alrededor, Alcón disparó contra ella con tal
habilidad que la hirió mortalmente sin hacer el menor daño al muchacho[194].
g. Eumolpo enseñó a Heracles a cantar y
tocar la lira, en tanto que Lino, hijo del dios fluvial Ismeno, le inició en el
estudio de la literatura. En una ocasión en que Eumolpo estuvo ausente, Lino le
dio también lecciones de lira; pero Heracles se negó a cambiar los principios
que le había enseñado Eumolpo, y como Lino le golpeó por su terquedad, lo mató
con un golpe de la lira[195].
En su juicio por homicidio, Heracles citó la ley de Radamantis que justificaba
la resistencia enérgica a un agresor, y así consiguió que lo absolviesen. Sin
embargo, Anfitrión, temiendo que el muchacho pudiera cometer más delitos de
violencia, lo envió a una hacienda de ganado, donde permaneció hasta que
cumplió los dieciocho años, superando a sus contemporáneos en altura, fuerza y
valor. Allí lo eligieron portador del laurel del Apolo ismenio, y los tebanos
todavía conservan el trípode que le dedicó a Anfitrión en esa ocasión. No se
sabe quién enseñó a Heracles la astronomía y la filosofía, pero estaba versado
en ambas ciencias[196].
h. Habitualmente se dice que tenía cuatro
codos de altura. Sin embargo, puesto que él midió el estadio de Olimpia, calculándole
seiscientos pies de longitud, y puesto que los estadios griegos posteriores
tenían también nominalmente seiscientos pies de longitud, aunque eran mucho más
cortos que el olímpico, el sabio Pitágoras dedujo que la longitud del paso de
Heracles, y en consecuencia su estatura, tienen que haber estado, en relación
con el paso y la estatura de otros hombres, en la misma proporción que la
longitud del estadio de Olimpia con la de los otros estadios. Este cálculo le
daba cuatro codos y un pie de altura. Pero algunos sos tienen que su estatura
no pasaba del término medio[197].
i. Los ojos de Heracles fulguraban y tenía
una puntería infalible, tanto con la jabalina como con la flecha. Comía
parcamente al mediodía, y en la cena su comida favorita eran la carne asada y
las tortas de cebada dorias, de las cuales comía las suficientes (si se puede
creer eso) para que un jornalero hubiera gruñido: «¡Basta!» Su túnica era corta
y limpia y prefería pasar la noche bajo las estrellas a dormir dentro de casa[198].
Un profundo conocimiento de los agüeros lo llevaba especialmente a acoger de
buen grado la aparición de buitres siempre que se disponía a emprender un nuevo
trabajo. «Los buitres —decía— son las aves más nobles, pues no atacan ni
siquiera a la menor criatura viva»[199].
j. Heracles alegaba que nunca había
buscado pendencia, sino que siempre había tratado a sus agresores como ellos se
proponían tratarlo a él. Un tal Térmero acostumbraba matar a los viajeros
desafiándolos a una lucha a topetazos; el cráneo de Heracles resultó el más
fuerte y aplastó la cabeza de Térmeno como si hubiese sido un huevo. Pero
Heracles era cortés de naturaleza y fue el primer mortal que devolvió
espontáneamente al enemigo sus muertos para que los sepultara[200].
1.
Según otro relato, la Vía Láctea se formó cuando Rea destetó por
la fuerza a Zeus (véase l.b). El amamantamiento de Heracles por Hera es un mito
que se basa aparentemente en el renacimiento ritual del rey sagrado de la reina
madre (véase 145.3).
2.
Una ilustración antigua en la que se basa la fábula posthomérica
de las serpientes estranguladas mostraría quizás a Heracles acariciándolas
mientras le limpiaban las orejas con las lenguas, como le sucedió a Melampo
(véase 12.c), Tiresias (véase 105.g), Casandra (véase 158,p) y probablemente
los hijos de Laocoonte (véase 167.3). Sin esta bondadosa atención no habría
podido comprender el lenguaje de los buitres; y Hera, si realmente hubiera
querido matar a Heracles, habría enviado a una harpía para que se lo llevase.
La ilustración fue interpretada erróneamente por Píndaro, o su informante, como
una alegoría del Niño del Nuevo Año Solar, que destruye el poder del Invierno,
simbolizado por las serpientes. El sacrificio de un jabalí a Zeus realizado por
Alcmena es el antiguo del solsticio hiemal, que sobrevive en la cabeza de
jabalí navideña en la vieja Inglaterra. En Grecia el acebuche, como el abedul
en Italia y el noroeste de Europa, era el árbol del Año Nuevo, símbolo de
comienzo, y se lo utilizaba como una escoba para expulsar a los malos espíritus
(véase 53.7); Heracles utilizaba como clava un acebuche y llevó un vastago a
Olimpia desde el país de los Hiperbóreos (véase 138.;). Lo que Tiresias le dijo
a Alcmena era que encendiera la fogata de la Candelaria, que todavía se
enciende el 2 de febrero en muchas partes de Europa: su propósito es quemar las
viejas plantas achaparradas y facilitar el crecimiento de los nuevos retoños.
3.
El Heracles dorio comedor de tortas, al contrario de sus cultos
predecesores eolios y aqueos, era un simple rey del ganado, dotado con las
limitadas virtudes de su condición, y no pretendía poseer conocimientos de
música, filosofía o astronomía. En la época clásica los mitógrafos, recordando
el principio de mens sana in corpore sano, le impusieron una educación superior
e interpretaron su asesinato de Lino como una protesta contra, la tiranía, más
bien que contra el afeminamiento. Pero siguió siendo una personificación de la
salud física y no mental; excepto entre los celtas (véase 132.3), quienes le
honraban como el patrono de las letras y todas las artes de los bardos. Seguían
la tradición de que Heracles, el dáctilo ideo al que llamaban Ogmius,
representaba la primera consonante del alfabeto arbolar hiperbóreo, Abedul o
Acebuche (véase 52.3 y 125.1) y que «en una varilla de abedul se talló el
primer mensaje que se envió nunca, a saber, la palabra Abedul repetida siete
veces» (La Diosa Blanca, p. 157).
4.
La proeza de Alcón al matar a la serpiente sin herir a su hijo
indica una prueba de ballestería como la descrita en el Malleus Maleficarum del
siglo xv, cuando al candidato para la iniciación en el gremio de arqueros se le
exigía que disparase contra un objeto colocado sobre el gorro de su propio
hijo, bien fuera una manzana o bien una pequeña moneda de plata. A los hermanos
de Laodamia, que competían por la dignidad de rey sagrado (véase 163.n) se les
pidió que dispararan una flecha a través de un anillo colocado en el pecho de
un niño, pero este mito tiene que deberse a una información errónea, pues la
muerte del niño no era su propósito. Parece que la tarea original de un
candidato a rey había sido disparar una flecha a través del enroscamiento de
una serpiente de oro, que simbolizaba la inmortalidad, colocada en el tocado
que llevaba un niño regio; y que en algunas tribus esta costumbre se modificó
por la de hender una manzana, y en otras por la de hacer pasar la flecha entre
las hojas encorvadas de un hacha doble, o por el anillo que formaba la cimera
de un yelmo; pero más tarde, cuando la puntería mejoró, a través de una hilera
de anillos de yelmo, la prueba impuesta a Alcón; o una hilera de hojas de
hacha, la prueba impuesta a Odiseo (véase 171.h). Los alegres compañeros de
Robin Hood, como los arqueros germanos, disparaban contra monedas de plata,
porque estaban marcadas con una cruz, y los gremios de arqueros eran
desafiantemente anticristianos.
5.
Los arqueros griegos y romanos estiraban la cuerda del arco hasta
el pecho, como hacen los niños, y su alcance eficaz era tan corto que la
jabalina siguió siendo la principal arma arrojadiza de los ejércitos romanos
hasta el siglo VI d. de C., cuando Belisario armó a sus catafractarios con
arcos pesados y les enseñó a estirar la cuerda hasta la oreja, a la manera
escita. La puntería exacta de Heracles la explica, en consecuencia, la leyenda
de que su instructor era el escita Téutaro, nombre formado al parecer de
teutaein, «practicar asiduamente», lo que no parece haber hecho el arquero
griego corriente. Quizá se deba a la sobresaliente habilidad con que los
escitas manejaban el arco el que se los describiera como descendientes de
Heracles; y se decía que había legado un arco a Escites, el único de sus hijos
que podía encorvarlo como él (véase 132.v).
120. LAS HIJAS DE TESPIO
a. Cuando cumplió los dieciocho años
Heracles abandonó la hacienda de ganado, resuelto a matar al león de Citerón
que hacía estragos en los ganados de Anfitrión y su vecino el rey Tespio,
llamado también Testio, el erectida ateniense. El león tenía otra guarida en el
monte Helicón, al pie del cual se halla la ciudad de Tespias. El Helicón ha
sido siempre una montaña alegre: los habitantes de Tespias celebran en su
cumbre un antiguo festival en honor de las Musas y realizan juegos amorosos a
su pie alrededor de la estatua de Eros, su patrono[201].
b. El rey Tespio tenía cincuenta hijas de
su esposa Megamede, hija de Arneo, tan alegre como cualquier habitante de
Tespias. Temiendo que pudieran contraer matrimonios inapropiados, decidió que
cada una de ellas tuviera un hijo con Heracles, que entonces se dedicaba
durante todo el día a la caza del león, pues Heracles se alojó en Tespias
durante cincuenta noches seguidas. «Puedes tener a mi hija mayor Procris como
tu compañera de lecho», le dijo Tespio hospitalariamente. Pero cada noche
visitaba otra de sus hijas a Heracles, hasta que se acostó con todas. Algunos
dicen, no obstante, que las gozó a todas en una sola noche, con excepción de
una, que rechazó sus abrazos y permaneció virgen hasta su muerte, actuando como
su sacerdotisa en el altar de Tespias; pues hasta el presente se exige a la
sacerdotisa tespiana que sea casta. Pero Heracles había engendrado a cincuenta
y un hijos con sus hermanas, pues Procris, la mayor, le dio dos mellizos,
Antileonte e Hipeo, y la hermana menor otra pareja[202].
c. Cuando por fin descubrió al león y lo
mató con una clava sin adornos cortada de un acebuche que desarraigó en el
monte Helicón, Heracles se vistió con la piel del animal y se puso como yelmo
sus fauces abiertas. Sin embargo, algunos dicen que llevaba la piel del león de
Nemea o de otro animal que mató en Teumeso, cerca de Tebas, y que fue Alcátoo
quien mató al león de Citerón[203].
1.
Las cincuenta hijas de Tespio —como las cincuenta danaides,
palántidas y nereidas, o las cincuenta doncellas con las que el dios celta Bran
(Foroneo) se acostó en una sola noche— tiene que haber sido un colegio de
sacerdotisas al servicio de la diosa Luna, a las que el rey sagrado cubierto
con piel de león tenía acceso una vez al año durante sus orgías eróticas
alrededor del falo de piedra llamado Eros («deseo erótico»). Su número
correspondía al de las lunaciones que se daban entre un festival olímpico y el
siguiente. «Testio» es quizás una masculinización de thea hestia, «la diosa
Hestia»; pero Tespio («que suena divinamente») no es un nombre imposible, pues
la suma sacerdotisa tenía una función oracular.
2.
Higinio (Fábula 162) menciona sólo doce tespíadas, quizá porque
ése era el número de las vestales latinas que guardaban el Paladión fálico y
que parecen haber celebrado una orgía anual análoga en el monte Albano, bajo la
monarquía romana primitiva.
3.
Tanto la menor como la mayor de las hijas de Tespio dieron
mellizos a Heracles; es decir, un rey sagrado y su heredero. Los mitógrafos se
muestran confusos al respecto y tratan de conciliar la tradición anterior de
que Heracles se casó con la hija menor —últimogenitura matrilineal— con los
derechos de primogenitura patrilineales. Heracles, en la leyenda clásica, es
una figura patrilineal; con la dudosa excepción de Macaría (véase 146.h) no
engendra hija alguna. 8u sacerdotisa Virgen de Tespias, como la Pitonisa de
Apolo en Delfos, sé convirtió teóricamente en su novia cuando obtuvo la
facultad profética y, en consecuencia, no podía po seerla ningún marido mortal.
4.
Pausanias, a quien desagrada este mito, dice que Heracles no pudo
haber deshonrado a su huésped con esa seducción al por mayor de las tespíadas,
ni haberse dedicado a sí mismo un templo, como si fuera un dios, en una época
tan temprana de su vida, y, en consecuencia, se niega a identificar al rey de
Tespias con el padre de las tespíadas. La muerte de un león era una de las
tareas matrimoniales que se imponían al candidato a la dignidad de rey (véase
123.j).
5.
Heracles hizo su clava con un acebuche, el árbol del primer mes,
utilizado tradicionalmente para la expulsión de los malos espíritus (véase
52.3, 89.7, 119.2, etc.).
121. ERGINO
a. Algunos años antes de estos
acontecimientos, durante el festival de Posidón en Onquesto, un incidente
trivial molestó a los tebanos, y con ese motivo el auriga de Meneceo arrojó una
piedra que hirió mortalmente al rey minia Clímeno. Éste fue conducido
moribundo, a Orcómeno, donde, al morir, encargó a sus hijos que le vengaran. El
mayor de ellos, Ergino, cuya madre era la princesa beoda Budea, o Búcige,
reunió un ejército, marchó sobre los tebanos y los derrotó por completo. Según
las estipulaciones de un tratado que confirmaron con sus juramentos, los
tebanos debían pagar a Ergino un tributo -anual de cien reses vacunas durante
veinte años como pena por la muerte de Clímeno[204].
b. Heracles, a su regreso del Helicón, se
encontró con los heraldos minias que iban a recoger el tributo tebano. Cuando
les preguntó cuál era su misión le contestaron desdeñosamente que iban una vez
más a recordar a los tebanos la clemencia de Ergino al no haber cortado las
orejas, la nariz y las manos a todos los hombres de la ciudad. «¿Desea
realmente Ergino ese tributo?», les preguntó airadamente Heracles. Acto seguido
mutiló a los heraldos de la manera que habían descrito y los envió de vuelta a
Orcómeno con sus órganos ensangrentados atados con cuerdas alrededor del cuello[205].
c. Cuando Ergino ordenó al rey Creonte de
Tebas que entregara al autor de ese ultraje, éste se mostró totalmente
dispuesto a obedecer, porque los minias habían desarmado a Tebas, y además no
podía esperar la intervención amistosa de ningún vecino en tan mala causa. Pero
Heracles persuadió a sus juveniles compañeros para que luchasen en favor de la
libertad. Recorrió los templos de la ciudad y se apoderó de todos los escudos,
yelmos, petos, grebas, espadas y lanzas dedicados a ellos como botín. Atenea,
admirando grandemente tal resolución, concedió esas armas a él y sus amigos.
Así armó Heracles a todos los tebanos en edad de luchar, les enseñó a emplear
sus armas y asumió personalmente el mando. Un oráculo le prometió la victoria
si la persona de mayor alcurnia de Tebas se quitaba la vida. Todos los ojos se
volvieron expectativamente hacia Antípeno, descendiente de los Hombres
Sembrados, pero cuando se mostró renuente a morir por el bien común, sus hijas
Androclea y Alcis lo hicieron de buen grado en su lugar, y en adelante fueron
honradas como heroínas en el templo de Ártemis Famosa[206].
d. Poco después los minias marcharon sobre
Tebas, pero Heracles les tendió una emboscada en un paso estrecho y mató a
Ergino y a la mayoría de sus capitanes. Esta victoria, ganada casi sin ayuda,
la explotó cayendo súbitamente sobre Orcómeno, cuyas puertas derribó, saqueando
luego el palacio y obligando a los minias a pagar un doble tributo a Tebas.
Heracles había cerrado además los dos grandes túneles que habían construido los
minias en la antigüedad y por los que el río Cefiso desembocaba en el mar
inundando así las ricas tierras de cereales de la llanura copaica[207].
Su propósito era inmovilizar a la caballería de los minias, su arma más
formidable, y llevar la guerra a las montañas, donde podía luchar con ellos en
igualdad de condiciones, pero como era amigo de todo la humanidad,
posteriormente volvió a abrir los túneles. El templo de Heracles Atador de
Caballos en Tebas conmemora un episodio de esta campaña: Heracles penetró de
noche en el campamento minia, y despues de robar los caballos de los carros, a
los que ató a árboles a una gran distancia, dio muerte a los soldados dormidos.
Por desgracia, Anfitrión, su padre adoptivo, murió en el combate[208].
e. Cuando regresó a Tebas, Heracles dedicó
un altar a Zeus Preservador; un león de piedra a Artemis Famosa, y dos imágenes
de piedra a Atenea Ceñidora de Armas. Como los dioses no habían castigado a
Heracles por haber maltratado a los heraldos de Ergino, los tebanos se
atrevieron a honrarle con una estatua, llamada Heracles Cortador de Narices[209].
f. Según otra versión, Ergino sobrevivió a
la derrota de los minias y fue uno de los argonautas que volvieron de Cólquide con
el Vellocino de Oro. Después de pasar muchos años recuperando su anterior
prosperidad, se encontró rico, ciertamente, pero viejo y sin hijos. Un oráculo
le aconsejó que pusiera un zapato nuevo en la reja del arado destartalado y él
interpretó el consejo casándose con una esposa joven que le dio a Trofonio y
Agamedes, los célebres arquitectos, y a Aceo[210].
1.
La manera como trata Heracles a los heraldos minias es tan vil
—pues a la persona de un heraldo se la considera universalmente sacrosanta
cualquiera que sea la insolencia con que actúe— que en este caso tiene que
representar a los conquistadores dorios de 1050 a. de C, quienes hacían caso
omiso de todas las costumbres civilizadas.
2.
Según Estrabón (ix.2.18) ciertos canales de piedra caliza
naturales por los que corrían las aguas del Cefiso quedaban bloqueados a veces
y otras abiertos por los terremotos; pero con el tiempo toda la llanura Copaica
se convirtió en un pantano, a pesar de dos grandes túneles que habían abierto
los minias de la edad de bronce —pelasgos minoizados— para hacer más eficaces
los canales naturales. Sir James Frazer, quien hizo una visita a la llanura
hace unos cincuenta años, descubrió que tres de los canales habían sido
cerrados artificialmente con piedras en la antigüedad, quizá por los tebanos
que destruyeron Orcómeno en 368 a. de C., pasaron a cuchillo a todos los
habitantes varones y vendieron a las mujeres como esclavas (Pausanias:
ix.15.3). Recientemente una compañía británica ha desecado los pantanos y
devuelto la llanura a la agricultura.
3.
Cuando la ciudad de Tebas se hallaba en peligro (véase 105.i y
106.j) el oráculo tebano exigía con frecuencia un pharmacos regio, pero sólo en
una sociedad completamente patriarcal se habrían arrojado a la muerte Androclea
y Alcis. Sus nombres, como los de las hijas de Erecteo, de las que se dice que
se sacrificaron del mismo modo (véase 47.d), parecen ser títulos de Deméter y
Perséfone, quienes exigían sacrificios de varones. Parecería que dos princesas
«pagaron la pena en vez de» el rey sagrado —al que más tarde se le dio el nuevo
nombre de Antípeno—, quien se negó a seguir el ejemplo de Meneceo. En este
sentido la Esfinge saltó desde el risco y murió destrozada (vase 105.6).
4.
«Heracles Atador de Caballos» puede referirse a su captura de las yeguas
salvajes de Diomedes y todo lo que implicaba esta hazaña (véase 130.1).
5.
Atenea Cefiidora de Armas era la Atenea primitiva que distribuía
armas a sus hijos predilectos; en los mitos celtas y germanos la entrega de
armas es una prerrogativa matriarcal ejercida oportunamente en un casamiento
sagrado (véase 95.j).
122. LA LOCURA DE HERACLES
a. La derrota de los minias por Heracles
lo convirtió en el más famoso de los héroes; y su recompensa fue casarse con la
hija mayor del rey Creonte, Megara o Megera, y que se le designase protector de
la ciudad; en tanto que Ificles se casó con la hija menor. Algunos dicen que
Heracles tuvo dos hijos con Megara, otros que tuvo tres, cuatro y hasta ocho.
Se los llama los Alcides[211].
b. Heracles venció luego a Pirecmes, rey
de los eubeos, aliado de los minias, cuando marchó sobre Tebas; y difundió el
terror en toda Grecia ordenando que su cuerpo fuera dividido por unos potros y
abandonado sin enterrarlo junto al río Heracleo, en un lugar llamado los Potros
de Pirecmes, que produce un eco como de relincho cuando beben allí los caballos[212].
c. Hera, ofendida por los excesos de
Heracles, lo enloqueció. En primer lugar atacó a su querido sobrino Yolao, el
hijo mayor de Ificles, quien consiguió escapar a sus violentas arremetidas; y
luego, tomando por enemigos a seis de sus propios hijos, los mató y arrojó sus
cuerpos al fuego, juntamente con otros dos hijos de Ificles con quienes
realizaban ejercicios militares. Los tebanos celebran un festival anual en
honor de las ocho víctimas. El primer día ofrecen sacrificios y arden fogatas
durante toda la noche; el segundo día se realizan juegos fúnebres y al vencedor
se le corona con mirto blanco. Los celebrantes se lamentan recordando el
brillante futuro que estaba reservado a los hijos de Heracles. Uno iba a
gobernar en Argos, ocupando el palacio de Euristeo, y Heracles le había puesto
en los hombros su piel de león; otro iba a ser rey de Tebas y Heracles le había
puesto en la mano derecha la maza de defensa, don engañoso de Dédalo; a un
tercero se le había prometido Ecalia, que Heracles asoló posteriormente; y para
todos ellos se habían elegido las novias más selectas que significaban alianzas
con Atenas, Tebas y Esparta. Heracles quería tanto a esos hijos que muchos
niegan su delito y prefieren creer que fueron muertos a traición por sus
huéspedes; por Lico quizá, o, como ha sugerido Sócrates, por Augías[213].
d. Cuando Heracles recobró la razón se
encerró en una habitación oscura durante varios días, evitando toda
comunicación con seres humanos y, después de ser purificado por el rey Tespio,
fue a Delfos, para preguntar qué debía hacer. La Pitonisa, dirigiéndose a él
por primera vez como Heracles y no como Palemón, le aconsejó que residiera en
Tirinto, sirviera a Euristeo durante doce años y realizara los trabajos que le
impusiese, en compensación por lo cual se le concedería la inmortalidad. Al oír
esto, Heracles se sumió en una profunda desesperación, pues aborrecía servir a
un hombre al que consideraba muy inferior a él, pero temía oponerse a la
voluntad de su padre Zeus. Muchos amigos acudieron a consolarle en su angustia,
y por fin, cuando el transcurso del tiempo había aliviado algo su dolor, se
puso a disposición de Euristeo[214].
e. Sin embargo, algunos sostienen que
Heracles no se volvió loco hasta su regreso del Tártaro; que mató a sus hijos;
que mató también a Megara y que la Pitonisa le dijo entonces: «¡En adelante ya
no te llamarás Palemón! ¡Febo Apolo te llama Heracles, pues por Hera gozarás de
una fama imperecedera entre los hombres», como si le hubiera hecho a Hera un
gran servicio. Otros dicen que Heracles era amante de Euristeo y que realizó
los doce trabajos para complacerle, y otros aún que se comprometió a
realizarlos con la condición de que Euristeo anulase la sentencia de destierro
dictada contra Anfitrión.
f. Se ha dicho que cuando Heracles salió
para realizar sus trabajos Hermes le dio una espada, Apolo un arco y flechas
bien afiladas, adornadas con plumas de águila, Hefesto un peto de oro y Atenea
una túnica. O que Atenea le dio el peto y Hefesto las grebas de bronce y un
yelmo adamantino. Se añade que Atenea y Hefesto rivalizaban entre ambos para
beneficiar a Heracles; ella le dio goces y placeres pacíficos, y él protección
contra los peligros de la guerra. El regalo de Posidón fue un tiro de caballos;
el de Zeus un escudo magnífico e impenetrable. Muchas eran las fábulas grabadas
en el escudo en esmalte, marfil, electro, oro y lapislázuli; además, doce
cabezas de serpiente grabadas alrededor del tachón entrechocaban sus mandíbulas
siempre que Heracles se lanzaba a la batalla y aterraban a sus adversarios[215].
La verdad, no obstante, es que Heracles desdeñaba la armadura y, después de su
primer trabajo, rara vez llevaba ni siquiera una lanza, y confiaba más bien en
la clava, el arco y las flechas. Utilizaba poco la clava con punta de bronce
que le había dado Hefesto y prefirió las que él mismo cortó de olivos
silvestres, primeramente en el Helicón y luego en Nemea. A esta segunda clava
la reemplazó posteriormente con una tercera, también de acebuche, en la costa
del mar Sarónico; fue la clava que cuando visitó Trecén apoyó contra la imagen
de Hermes. Echó raíces, brotó y es ahora un árbol majestuoso[216].
g. Su sobrino Yolao participó en los
trabajos como su auriga o escudero[217].
1.
La locura era la excusa griega clásica por el sacrificio de los
niños (véase 27.e y 70.g); la verdad es que los niños que sustituían al rey
sagrado (véase 42.2, 81.8 y 156.2) eran quemados vivos después de que él
hubiese permanecido escondido durante veinticuatro horas en una tumba,
simulando estar muerto, y reapareciendo luego para reclamar el trono una vez
más.
2.
La muerte de Pirecmes, partido en dos por caballos salvajes,
resulta familiar (véase 71.1). El título Palemón de Heracles lo identifica con
Melicertes de Corinto, quien fue divinizado con ese nombre; Melicertes es
Melkarth, el Señor de la Ciudad, el Heracles tirio. Los ocho alcideos parecen
haber sido miembros de un grupo que bailaba con espadas y cuya actuación, como
la de los ocho que bailaban la danza morisca en la Comedia de la Navidad
inglesa, terminaba con la resurrección de la víctima. El mirto era el árbol del
decimotercer mes de veintiocho días y simbolizaba la partida; el acebuche, el
árbol del primer mes, simbolizaba el comienzo (véase 119.2). Los ocho hijos de
Electrión (véase 118.a) pueden haber formado un grupo análogo en Micenas.
3.
Las relaciones homosexuales de Heracles con Hilas, Yolao y
Euristeo y las descripciones de su lujosa armadura tienen por finalidad
justificar la costumbre militar tebana. En el mito original habría amado a la
hija de Euristeo y no a Euristeo mismo. Sus Doce Trabajos, según señala Servio,
fueron finalmente considerados equivalentes a los doce signos del Zodíaco,
aunque Homero y Hesíodo no dicen que fueran doce, ni la serie de los trabajos
corresponde a la de los signos. Como el Dios del Año celta, celebrado en la
Canción de Amergin irlandesa, el Heracles pelasgo parece haber hecho un curso a
lo largo de un año de trece meses. En el mito irlandés y gales los emblemas
sucesivos eran: ciervo o toro, diluvio, viento, gotas de rocío, halcón, flor,
fogata, lanza, salmón, colina, jabalí, rompiente, sierpe marina. Pero las
aventuras de Gilgamesh en la epopeya babilonia se relacionan con los signos del
zodíaco y el Heracles tirio tenía mucho en común con él. A pesar de Homero y
Hesíodo, las escenas representadas en los escudos antiguos no parecen haber
sido obras de arte deslumbradoras, sino toscos pictogramas que indicaban el
origen y la categoría del propietario, rayados a lo largo de la faja en espiral
que revestía cada escudo.
4.
La ocasión en que los doce olímpicos hicieron regalos a Heracles
fue sin duda su casamiento sagrado, y todos ellos debió entregárselos su novia
sacerdotisa, Atenea, Auge, Yole o comoquiera que fuera su nombre, directamente
o por medio de sus ayudantes (véase 81.1). Se armaba aquí a Heracles para sus
trabajos, es decir, para sus combates rituales y sus hazañas mágicas.
123. EL PRIMER TRABAJO: EL LEÓN DE NEMEA
a. El primer trabajo que impuso Euristeo a
Heracles cuando fue a residir en Tirinto fue el de matar y desollar al león de
Nemea o de Cleonas, una fiera enorme con una piel a prueba del hierro, el
bronce y la piedra[218].
b. Aunque algunos dicen que este león
descendía de Tifón, o de la Quimera y el perro Ortro, otros dicen que Selene lo
parió con un estremecimiento espantoso y lo dejó caer en la tierra sobre el
monte Treto, cerca de Nemea, junto a una cueva de dos bocas; y que, como
castigo por un sacrificio no realizado, hizo que devorara a su propia gente, y
los que más sufrieron fueron los bambineanos[219].
c. Otros dicen que, por deseo de Hera,
Selene creó al león con espuma de mar encerrada en un gran cofre, y que Iris lo
ató con su ceñidor y lo llevó a las montañas nemeas. Éstas se llamaban así por
el nombre de una hija de Asopo, o de Zeus y Selene; y todavía se muestra la
cueva del león a unos tres kilómetros de la ciudad de Nemea[220].
d. Al llegar a Cleonas, entre Corinto y
Argos, Heracles se alojó en la casa de un peón o pastor llamado Molorco, a cuyo
hijo había matado el león. Cuando Molorco se disponía a ofrecer un carnero para
propiciar a Hera, Heracles se lo impidió. «Espera treinta días —le dijo—. Si
vuelvo a salvo, sacrifícalo a Zeus Salvador; si no vuelvo, ¡sacrifícamelo a mí
como héroe!»
e. Heracles llegó a Nemea al mediodía,
pero como el león había despoblado a la vecindad, no encontró a nadie que lo
orientase, ni se veían rastros de la fiera. Primeramente registró el monte
Apesas, llamado así por Apesanto, un pastor al que había matado el león; aunque
algunos dicen que Apesanto era un hijo de Acrisio, quien murió por haberle
mordido una serpiente en el talón. Luego Heracles fue al monte Treto y al poco
tiempo divisó al león que volvía a su guarida, salpicado con la sangre de la matanza
del día[221]. Le
lanzó una andanada de flechas, pero rebotaron en la espesa piel sin hacerle
daño y el león se lamió las quijadas y bostezó. Luego Heracles utilizó la
espada, que se dobló como si hubiera sido de plomo; finalmente levantó la clava
y descargó con ella tal golpe contra el león en el hocico que el animal se
introdujo en su cueva de doble boca sacudiendo la cabeza, no a causa del dolor,
sin embargo, sino porque le zumbaban los oídos. Heracles, lanzando una triste
mirada a su clava rota, cubrió con una red una de las entradas de la cueva y se
introdujo en ella por la otra. Habiéndose dado cuenta de que el monstruo era
inmune a todas las armas, se puso a luchar con él a brazo partido. El león le
arrancó un dedo de un mordisco, pero, tomando su cabeza debajo del brazo,
Heracles lo apretó hasta estrangularlo[222].
f. Llevando el cuerpo de la fiera en los
hombros, Heracles volvió a Cleonas, adonde llegó al cabo de treinta días, y
encontró a Molorco a punto de ofrecerle un sacrificio de héroe; en su lugar,
ofrecieron juntos un sacrificio a Zeus Salvador. Una vez hecho eso, Heracles se
cortó una nueva clava y, después de introducir varias modificaciones en los
Juegos Nemeos que hasta entonces se celebraban en honor de Ofeltes, y de
dedicarlos en cambio a Zeus, llevó el cuerpo del león a Micenas. Euristeo,
pasmado y aterrado le prohibió volver a entrar en la ciudad; en el futuro debía
exhibir los frutos de sus trabajos fuera de las puertas[223].
g. Durante un tiempo Heracles se quedó
perplejo, sin saber cómo desollar al león, hasta que por inspiración divina se
le ocurrió emplear las propias garras del animal, afiladas como navajas, y no
tardó en poder llevar la piel invulnerable como armadura y la cabeza como
yelmo. Entre tanto, Euristeo ordenó a sus herreros que le forjaran una urna de
bronce, que ocultó bajo la tierra. En adelante, cada vez que le anunciaban la
llegada de Heracles se refugiaba en esa urna y enviaba sus órdenes por medio de
un heraldo, un hijo de Pélope llamado Copreo a quien había purificado de un
asesinato[224].
h. Los honores que recibió Heracles de la
ciudad de Nemea en agradecimiento por su hazaña los cedió posteriormente a sus
fieles aliados de Cleonas, que lucharon a su lado en la guerra de Elea, donde
murieron trescientos sesenta. En cuanto a Molorco, fundó la ciudad vecina de
Molorquia, y plantó el Bosque Ñemeo, donde se realizan los Juegos Nemeos[225].
i. Heracles no fue el único hombre que
estranguló a un león en aquella época. Realizó la misma hazaña su amigo Filio
como la primera de las tres tareas amorosas que le impuso Cicno, un hijo de
Apolo e Hiria. Filio también tuvo que apresar vivas a varias aves monstruosas
devoradoras de hombres, parecidas a los buitres, y después de luchar a brazo
partido con un toro feroz, llevarlo al altar de Zeus. Una vez realizados los
tres trabajos. Cicno exigió además un buey que Filio había ganado como premio
en ciertos juegos fúnebres. Heracles aconsejó a Filio que se negase a hacer eso
y le instó a que llegase a un acuerdo con Cicno, quien, desesperado, se arrojó
a un lago, que desde entonces se llamó el lago cicneano. Su madre Hiria se mató
del mismo modo y ambos fueron transformados en cisnes[226].
1.
El combate ritual del rey sagrado con fieras forma una parte
corriente del ritual de la coronación en Grecia, Asia Menor, Babilonia y Siria,
en el que cada animal representaba una estación del año. Su número variaba
según el calendario. En un año de tres estaciones consistían, como la Quimera,
en el león, la cabra y la serpiente (véase 75.2), y de aquí la afirmación de
que el león de Citerón era hijo de la Quimera y de Ortro, o sea Sirio (véase
34.j); o de toro, león y serpiente, que eran los cambios estacionales de
Dioniso (véase 27.4), según las Bacantes de Eurípides; o el león, el caballo y
el perro, como las cabezas de Hécate (véase 31.7). Pero en un año de cuatro
estaciones habrán sido el toro, el carnero, el león y la serpiente, como las
cabezas de Panes (véase 2.b) descritas en el Fragmento Órfico 63; o el toro, el
león, el águila y el serafín, como en la visión de Ezequiel (Ezequiel i); o,
más sencillamente, el toro, el león, el escorpión y la hidra, los cuatro signos
del Zodíaco, que caían en los equinoccios y solsticios. Estos cuatro últimos
parecen ser, a juzgar por los trabajos primero, cuarto, séptimo y undécimo, los
animales con los que luchó Heracles; aunque el jabalí ha reemplazado al
escorpión, pues éste sólo se conserva en la fábula de Orion, otro Heracles, a
quien se le ofreció una princesa en matrimonio si mataba a ciertas fieras
(véase 4l.a-d). La misma situación se repite en la fábula de Cicno y Filio —con
su rara sustitución de la serpiente por buitres—, aunque Ovidio y Antoninus
Liberalis le han impuesto un rasgo homosexual. Teóricamente, al domar a esos
animales el rey obtenía el dominio de las estaciones del año regidas por ellos.
En Tebas, la ciudad natal de Heracles, la diosa Esfinge gobernaba un año de dos
estaciones; era una leona con alas y cola de serpiente (véase 105.3); de aquí
que él llevara piel y máscara de león, más bien que una máscara de toro como
Minos (véase 98.2). El león aparecía con los otros animales del calendario en
el arco de la luna nueva, una ilustración que, según parece, dio origen a la
fábula de Noé y el Diluvio y a la de Dioniso y los piratas (véase 27.5); de
aquí que se dijera que lo creó Selene («la Luna»).
2.
Focio niega que Heracles perdiera un dedo en la lucha con el león;
Tolomeo Hefestiono dice (Nova Historia ii) que le envenenó una pastinaca (véase
171.3). Pero es más probable que él mismo se lo arrancase de un mordisco para
aplacar a las ánimas de sus hijos, como hizo Orestes cuando le perseguían las
Erinias de su madre. Otra cueva de dos bocas se menciona incidentalmente en la
Odisea xiii.103 y ss., como una cerca de la cual Odiseo durmió por primera vez
a su regreso a Itaca frente a la bahía de Forcis. Su entrada septentrional era
para los hombres y la meridional para los dioses; y contenía jarrones de dos
asas utilizados como colmenas, jofainas de piedra y abundante agua de
manantial. Había también telares de piedra (¿estalactitas?) en los que las
náyades tejían telas de púrpura. Si Porfirio (Sobre la Cueva de las Ninfas)
estaba en lo cierto al decir que en esta cueva se practicaban los ritos de la
muerte y el renacimiento divino, las jofainas servían para la sangre y el agua
para la lustración. Las tinajas serían en ese caso urnas para la inhumación
sobre las que las almas revoloteaban como abejas (véase 90.3) y las Náyades
(hijas del dios de la Muerte Forcis u Orco) serían las Parcas que tejían
vestimentas con las marcas del clan regio para que se las pusiera el renacido
(véase 10.i). La cueva del león de Nemea tiene dos bocas porque este primer
trabajo inició el viaje de Heracles hacia su muerte ritual, después de la cual
se hace inmortal y se casa con la diosa Hebe.
3.
La muerte de trescientos sesenta cleonianos indica un misterio del
calendario, pues éste es el número de días del año sagrado egipcio, excluyendo
a los cinco separados en honor de Osiris, Isis, Nephthys, Set y Horus. Las
modificaciones que hizo Heracles en los Juegos Nemeos pueden haber implicado un
cambio en el calendario local.
4.
Si el rey de Micenas, como el enemigo de Orion, Enopio de Hiria
(véase 41.c), se refugió en una urna de bronce bajo tierra y salió de ella sólo
después de haber pasado el peligro, sin duda simulaba anualmente una muerte
mientras su sustituto reinaba durante un día, y luego reaparecía. Los hijos de
Heracles figuraban entre esos sustitutos (véase 122.l).
5.
Apesanto era uno de varios héroes primitivos a los que había
mordido una víbora en el talón (véase 177.1). Se le puede identificar con
Ofeltes (véase 106.g) de Nemea, aunque no se dice qué parte del cuerpo de
Ofeltes mordió la serpiente.
124.
EL SEGUNDO TRABAJO: LA HIDRA DE LERNA
a. El segundo trabajo impuesto por Euristeo
fue la muerte de la Hidra de Lerna, un monstruo nacido de Tifón y Equidna y
criado por Hera como una amenaza para Heracles[227].
b. Lerna se halla junto al mar, a unos
ocho kilómetros de la ciudad de Argos. Al oeste se alza el monte Pontino, con
su bosque sagrado de plátanos que se extiende hasta el mar. En este bosque,
limitado en un lado por el río Pontino —junto al cual Dánao dedicó un altar a
Atenea— y el otro por el río Amimone se hallan las imágenes de Deméter, Dioniso
el Salvador y Prosimna, una de las nodrizas de Hera; y en la costa una imagen
de piedra de Afrodita, dedicada por las Danaides. Todos
los años se realizan en Lerna ritos
nocturnos secretos en honor de Dioniso, quien descendió al Tártaro en este
lugar cuando fue en busca de Sémele; y no lejos de allí se celebran los
misterios de la Deméter lernea en un recinto que señala el lugar donde Hades y
Perséfone descendieron también al Tártaro[228].
c. Este distrito fértil y sagrado estuvo
en un tiempo aterrorizado por la Hidra, que tenía su guarida bajo un plátano en
la fuente séptuple del río Amimona y frecuentaba el insondable pantano lerneo
de las cercanías —recientemente el emperador Nerón trató de sondearlo y
fracasó—, tumba de muchos viajeros incautos[229].
La Hidra tenía un cuerpo prodigioso parecido al del perro, y ocho o nueve
cabezas serpentinas, una de ellas inmortal; pero algunos le atribuyen
cincuenta, o un centenar, o inclusive diez mil cabezas. De todos modos era tan
venenosa que su solo aliento, o el olor de su rastro, podía destruir la vida[230].
d. Atenea había reflexionado acerca de
cómo Heracles podía matar mejor al monstruo y, cuando él llegó a Lerna,
conducido en su carro por Yolao, le indicó dónde estaba la guarida de la Hidra.
Por consejo de la diosa, obligó a la Hidra a salir arrojándole flechas
ardientes y luego contuvo el aliento mientras la atrapaba. Pero el monstruo se
le enroscó en los pies, en un esfuerzo para hacerlo caer. En vano le golpeaba
Heracles las cabezas con su clava, pues tan pronto como aplastaba una surgían
dos o tres en su lugar[231].
e. Un enorme cangrejo salió del pantano
para ayudar a la Hidra y mordió a Heracles en el pie; Heracles le aplastó
furiosamente la concha y gritó pidiendo la ayuda de Yolao. Yolao incendió una
parte del bosque y luego, para impedir que brotaran nuevas cabezas a la Hidra,
chamuscó sus raíces con ramas ardientes y así contuvo el flujo de la sangre[232].
f. Utilizando una espada, o una cimitarra
de oro, Heracles cortó la cabeza inmortal, parte de la cual era de oro, y la
enterró, todavía silbante, bajo una pesada roca junto al camino que conducía a
Elco. Le sacó las entrañas al cadáver y empapó sus flechas en la bilis. En
adelante la menor herida causada por una de ellas era invariablemente mortal.
g. En recompensa por los servicios del
cangrejo, Hera puso su imagen entre los doce signos del Zodíaco; pero Euristeo
no quiso contar este trabajo como realizado debidamente, porque Yolao había
proporcionado las teas[233].
1.
La Hidra de Lerna tenía perplejos a los mitógrafos clásicos.
Pausanias sostenía que podía haber sido muy bien una serpiente de agua
gigantesca y venenosa; pero que «Pisandro fue el primero que dijo que tenía
muchas cabezas, pues quería que pareciera más aterradora y, al mismo tiempo,
aumentar la dignidad de sus propios versos» (Pausanias: ii.37.4). Según el
evemerístico Servio (sobre la Eneida de Virgilio vi.287), la Hidra era un
manantial de ríos subterráneos que solían irrumpir al exterior e inundar el
territorio; si uno de sus numerosos cauces quedaba cerrado, el agua surgía por
otra parte, por lo que Heracles primeramente utilizó el fuego para secar la
tierra y luego cerró los cauces.
2.
En la versión anterior de este mito Heracles, como aspirante a la
dignidad de rey, es probable que luchara sucesivamente con un toro, un león y
un jabalí o escorpión, y luego se sumergiera en un lago para conseguir el oro
del monstruo acuático que vivía en su fondo. Jasón tuvo que realizar trabajos
muy parecidos y el papel de ayudante desempeñado por Medea se atribuye en este
mito a Atenea, como futura novia de Heracles. Aunque la Hidra recuerda a la
serpiente marina que Perseo mató con una cimitarra de oro, o sea, la hoz de la
luna nueva, era un monstruo de agua dulce, como la mayoría de los mencionados
por los mitógrafos irlandeses y galeses —piastres o avancs (véase 148.5)— y
como el que se describe en el epíteto homérico para Lacedemón, a saber,
cetoessa «del monstruo acuático», que sin duda frecuentaba algún charco
profundo del Eurotas (véase 125.3). El cuerpo parecido al del perro es una
reminiscencia del monstruo marino Escila (véase 16.2) y de un monstruo de siete
cabezas (en un sello cilindrico babilonio posterior) que mata el héroe
Gilgamesh. Los astrólogos han introducido al cangrejo en la fábula para hacer
que los Doce Trabajos de Heracles correspondan con los Signos del Zodíaco, pero
propiamente debía haber figurado en su lucha con el león de Nemea, el siguiente
signo.
3.
Este mito ritual se ha unido al de las Danaidas, que eran las
antiguas sacerdotisas acuáticas de Lerna. El número de cabezas atribuido a la
Hidra varía inteligiblemente: como un colegio de sacerdotisas, tenía cincuenta
cabezas; como el pulpo sagrado, disfraz adoptado por Tetis —quien también tenía
un colegio de cincuenta sacerdotisas (véase 81.l)—, tenía ocho brazos
serpentinos que terminaban en cabezas, y otra cabeza en el tronco, que en
conjunto hacían nueve en honor de la diosa Luna; cien cabezas sugieren las
centurias o grupos de guerra, que irrumpieron en Argos desde Lerna; y diez mil
es un embellecimiento típico de Eurípides, quien tenía poca conciencia como
mitógrafo. En las monedas griegas la Hidra tiene habitualmente siete cabezas:
sin duda una referencia a los siete desagües del río Amimone.
4.
La destrucción de la Hidra por Heracles parece referirse a un
acontecimiento histórico: la tentativa de suprimir los ritos de la fertilidad
en Lerna. Pero nuevas sacerdotisas aparecían siempre en el bosque de plátanos
—el plátano indica la influencia religiosa cretense, lo mismo que el pulpo-
hasta que los aqueos, o quizás los dorios, lo incendiaron. Es evidente que
originalmente Deméter formaba una tríada con Hécate como Anciana, llamada aquí
Prosimna, «dirigida con himnos», y Perséfone la Doncella; pero la Sémele de
Dioniso (véase 27 .k) desalojó a Perséfone. Existía en la costa un culto aparte
a Afrodita-Tetis.
125. EL TERCER TRABAJO: LA CIERVA DE CERINIA
a. El tercer trabajo de Heracles consistió
en apoderarse de la Cierva de Cerinia y llevarla viva de Énoe a Micenas. Este
animal veloz y moteado tenía patas de bronce y cuernos de oro como los de un
ciervo, por lo que algunos dicen que era un ciervo[234].
Estaba consagrada a Artemis, quien, cuando era niña, vio cinco ciervas, más
grandes que toros, paciendo en las orillas del río tesalio de guijarros negros
llamado el Anauro, al pie de los Mintes Parrasios; el sol centelleaba en sus
cuernos. Corriendo en su persecución, se apoderó de cuatro de ellas, una tras
otra, con sus propias manos, y las unció a su carro; la quinta huyó a través
del río Celadón a la Colina Cerinia, tal como había previsto Hera, quien ya
pensaba en los trabajos de Heracles. Según otra versión, esta cierva era un
monstruo indómito que solía hacer estragos en los campos y al que Heracles,
tras una dura lucha, sacrificó a Artemis en la cumbre del monte Artemisio[235].
b. Poco dispuesto a matar o herir a la
cierva, Heracles realizó este trabajo sin ejercer la menor fuerza. La persiguió
incansablemente durante todo un año, y esa cacería lo llevó hasta Istria y el
País de los Hiperbóreos. Cuando, agotada por fin, la cierva se refugió en el
monte Artemisio, y desde allí descendió al río Ladón, Heracles disparó una
flecha con la que le sujetó las patas delanteras haciéndola pasar entre el
hueso y el tendón sin derramar sangre. Luego la recogió, se la puso sobre los
hombros y se apresuró a volver por la Arcadia a Micenas. Sin embargo, algunos
dicen que empleó redes; o que siguió la pista de la cierva hasta que la
encontró dormida bajo un árbol. Ártemis salió al encuentro de Heracles y le
reprendió por haber maltratado a su animal sagrado, pero él alegó que le había
sido necesario hacerlo y echó la culpa a Euristeo. Así aplacó la ira de la
diosa, quien le dejó que llevara la cierva viva a Micenas[236].
c. Otra versión de la fábula es que esta
cierva era la que la pléyade Táigete, hermana de Alcíone, había dedicado a
Ártemis en agradecimiento por haberla transformado temporalmente en cierva y
haber podido eludir así los abrazos de Zeus. Sin embargo, a Zeus no se le podía
engañar durante mucho tiempo y tuvo con ella a Lacedemón; inmediatamente ella
se ahorcó en la cumbre del monte Amicleo, que en adelante se llamó monte
Taigeto. La sobrina y homónima de Táigete se casó con Lacedemón y tuvo con él a
Hímero, a quien Afrodita hizo que violara sin saberlo a su hermana Cleódice,
una noche de jarana promiscua. Al día siguiente, cuando supo lo que había
hecho, Hímero se arrojó al río, al que a veces se denomina con su nombre, y no
se le volvió a ver; pero con más frecuencia se llama al río Eurotas[237],
porque el predecesor de Lacedemón, el rey Eurotas, habiendo sufrido una derrota
ignominiosa por los atenienses —por no haber querido esperar a la luna llena
para librar la batalla— se ahogó en sus aguas. Eurotas, hijo de Miles, el
inventor de los molinos de agua, era padre de Amidas y abuelo de Jacinto y Eurídice,
quien se casó con Acrisio[238].
1.
Este tercer trabajo es de una clase diferente de la mayoría de los
otros. Históricamente puede referirse a la toma por los aqueos de un templo en
que se adoraba a Ártemis como Elafio («parecida a la cierva»); las cuatro
ciervas de su carro representan a los años de la Olimpiada y a la terminación
de cada una se perseguía hasta matarla a una víctima vestida con piel de venado
(véase 22.1). En todo caso se dice que Elafio fue la nodriza de Ártemis, lo que
significa que era Ártemis misma (Pausanias: vi.22.II). Míticamente, sin
embargo, el trabajo parece concernir a Heracles el Dáctilo (véase 52.3),
identificado por los galos con Ogmius (Luciano: Heracles i), quien inventó el
alfabeto Ogham y todo el saber de los bardos (véase 132.3). La caza de la
cierva, o corza, simbolizaba la persecución de la Sabiduría, y se la encuentra,
según la tradición mística irlandesa, refugiada bajo un manzano silvestre
(Diosa Blanca, página 285). Esto explicaría por qué nadie dice, con excepción del
mal informado Eurípides, que Heracles hiciera daño alguno a la corza, sino que
la persiguió infatigablemente y sin interrupción, durante un año entero, hasta
el País de los Hiperbóreos, expertos en esos mismos misterios. Según Pollux, a
Heracles le llamaban Melón («de manzanas») porque le ofrecían manzanas
probablemente en agradecimiento por su sabiduría; pero esa sabiduría la
adquirió solamente con la muerte, y su persecución de la cierva, como su visita
al Jardín de las Hespérides, fue en realidad un viaje al Paraíso celta. Zeus
había perseguido también a Táigete, que era hija de Atlante, en consecuencia un
personaje no helénico.
2.
En Europa solamente el reno tiene cuernos, y noticias acerca de
ellos pueden haber llegado desde el Báltico por la Ruta del Ámbar; el reno, a
diferencia de los otros venados, puede naturalmente ser uncido a un carro.
3.
El ahogamiento del hijo de Táigete, Hímero, y de su suegro
Eurotas, sugiere que a los reyes primitivos de Esparta se los sacrificaba
habitualmente al monstruo acuático Eurotas, arrojándolos, envueltos en ramas, a
un estanque profundo. Así se hizo, al parecer, con Tántalo (véase 108.3), otro
hijo de Táigete (Higinio: Fábula 82). Lacedemón significa «demonio del lago»
(véase 124.2) y Laconia es el dominio de Lacona («dama del lago»), cuya imagen
fue rescatada de los invasores dorios por un tal Préugenes y llevada a Pairas
en Acaya (Pausanias: vii.20.4). Las metamorfosis de Táigete parecen basarse en
que los conquistadores aqueos de Esparta se llamaban a sí mismos Zeus y a sus
esposas Hera. Cuando Hera llegó a ser adorada como vaca, el culto lélege de
Artemis Corza fue suprimido. Quizá se celebrara un casamiento ritual entre Zeus
como toro y Hera como vaca, lo mismo que en Creta (véase 90.7).
4.
Noches de jarana promiscua se realizaban en varios Estados griegos
(véase 44.a) y durante las fiestas Albanas en Roma; era una concesión a las
costumbres sexuales arcaicas que precedieron a la monogamia.
126. EL CUARTO TRABAJO: EL JABALÍ DE ERIMANTO
a. El cuarto trabajo impuesto a Heracles
consistió en capturar vivo al Jabalí de Erimanto, animal feroz y enorme que
frecuentaba las laderas cubiertas de cipreses del monte Erimanto y los
matorrales del monte Lampea en Arcadia; y hacía estragos en la región que
rodeaba a Psófide[239].
El monte Erimanto se llama así por un hijo de Apolo al que había cegado
Afrodita porque la había visto bañarse desnuda; Apolo se vengó transformándose
en un jabalí y mató a Adonis, el amante de Afrodita. Sin embargo, la montaña
está consagrada a Artemis[240].
b. Heracles, al pasar por Fóloe en su
viaje al Erimanto —donde mató a Sauro[241],
un bandido cruel— fue agasajado por el centauro Folo, hijo de Sileno[242]
con una de las ninfas del fresno. Folo sirvió a Heracles carne asada, pero él
prefería la cruda y no se atrevió a abrir el cántaro de vino comunal de los
centauros hasta que Heracles le recordó que era el mismo cántaro que, cuatro
generaciones antes, Dioniso había dejado en la cueva precisamente para aquella
ocasión[243].
Los centauros se enojaron cuando olieron el vino fuerte. Armados con grandes
rocas, abetos desarraigados, teas y hachas de carnicero, irrumpieron en la
cueva de Folo. Cuando Folo se ocultó aterrado, Heracles rechazó audazmente a
Aquio y Agrio, sus dos primeros atacantes, con una descarga de teas[244].
Néfele, la abuela nublosa de los centauros, hizo que cayera un fuerte chaparrón
que aflojó la cuerda del arco de Heracles y dejó el piso resbaladizo. A pesar
de ello Heracles se mostró digno de sus hazañas anteriores y mató a varios
centauros, entre ellos a Orio e Hileo. Los otros huyeron a Malea, donde se
acogieron a la protección de su rey Quirón[245],
quien había sido arrojado del monte Pelión por los lapitas[246].
c. Una flecha arrojada por el arco de
Heracles atravesó el brazo de Élato y se clavó temblando en la rodilla de
Quirón. Apenado por el accidente sufrido por su viejo amigo, Heracles le
extrajo la flecha y aunque Quirón mismo proporcionó vulnerarios para curar la
herida, resultaron inútiles y se retiró gritando a la cueva; pero no podía
morir, porque era inmortal. Prometeo se ofreció más tarde a aceptar la
inmortalidad en su lugar y Zeus aprobó ese arreglo; pero algunos dicen que
Quirón prefirió la muerte no tanto por el dolor que sufría como porque ya
estaba cansado de su larga vida[247].
d. Los centauros huyeron en varias
direcciones: unos con Euritión a Fóloe; otros con Neso al río Eveno; algunos al
monte Malea, y otros más a Sicilia, donde los destruyeron las Sirenas. Posidón
recibió a los restantes en Eleusis y los ocultó en una montaña. Entre los que Heracles
mató posteriormente estaba el arcadio Hómado, que había tratado de violar a
Alcíone, la hermana de Éuristeo; vengando así noblemente una ofensa inferida a
un enemigo, Heracles conquistó gran fama[248].
e. Entretanto, Folo, mientras enterraba a
sus parientes muertos, extrajo una de las flechas de Heracles y la examinó.
«¿Cómo una criatura tan robusta pudo sucumbir por un mero rasguño?», se
preguntaba. Pero la flecha se le deslizó de los dedos, le atravesó el pie y lo
mató. Inmediatamente Heracles interrumpió la persecución y volvió a Fóloe,
donde enterró a Folo con honores extraordinarios al pie de la montaña que había
recibido su nombre. Fue en esa ocasión cuando el río Anigro adquirió el mal
olor que ahora tiene desde su fuente misma en el monte Lapito, porque un
centauro llamado Pilenor, a quien Heracles había herido con una flecha, huyó a
lavarse su herida en él. Sin embargo, algunos sostienen que Melampo[249]
había causado el hedor algunos años antes arrojando en el Anigro los objetos
pestilentes utilizados para purificar a las hijas de Preto[250].
f. Heracles partió luego para cazar al
jabalí por las orillas del río Erimanto. Apresar con vida a un animal tan
salvaje era una tarea de una dificultad extraordinaria; pero él lo desalojó de
un matorral con fuertes gritos, le hizo ir a un profundo ventisquero y allí
saltó sobre su lomo. Lo ató con cadenas y lo llevó vivo a hombros hasta
Micenas; pero cuando supo que los argonautas se reunían para su viaje a
Cólquide dejó el jabalí fuera de la plaza del mercado y, en vez de esperar
nuevas órdenes de Euristeo, que estaba oculto en su tinaja de bronce, salió con
Hilas para unirse a la expedición. No se sabe quién mató al jabalí capturado,
pero sus colmillos se conservan en el templo de Apolo en Cumas[251].
g. Según algunas versiones, Quirón fue
herido accidentalmente por una flecha que le atravesó el pie izquierdo mientras
él, Folo y el joven Aquiles agasajaban a Heracles en el monte Pelión. Nueve
días después Zeus colocó la imagen de Quirón entre las estrellas como el Centauro.
Pero otros sostienen que el Centauro es Folo, quien fue honrado por Zeus así
porque superaba a todos los hombres en el arte de profetizar valiéndose de las
visceras. El Arquero del Zodíaco es también un centauro: Croto, quien vivía en
el monte Helicón y era muy querido por sus hermanas adoptivas, las Musas[252].
1.
Los jabalíes estaban consagrados a la Luna a causa de sus
colmillos en forma de media luna y parece que el heredero que mataba y castraba
a su mellizo el rey sagrado se disfrazaba de jabalí cuando lo hacía (véase 18.7
y 151.2). El ventisquero en que fue vencido el Jabalí de Erimanto indica que
este trabajo se realizó en el solsticio hiemal. Aquí Heracles es el niño Horus
y venga la muerte de su padre, Osiris, en su tío Set, quien se presenta disfrazado
de jabalí; la prohibición egipcia de comer carne de jabalí se levantaba sólo en
el Solsticio hiemal. La ceremonia yuletida de la cabeza de jabalí tenía su
origen en este mismo triunfo del nuevo rey sagrado sobre su rival. Adonis es
asesinado para vengar la muerte de Erimanto, el heredero del año anterior, cuyo
nombre, «adivinando mediante la suerte», indica que fue elegido echando suertes
para matar al rey sagrado. Como el monte Erimanto estaba consagrado a Ártemis,
y no a Afrodita, tuvo que ser Ártemis quien se bañó, y el rey sagrado, y no su
heredero, quien la vio hacerlo (véase 22.i).
2.
Es probable que la batalla de Heracles con los centauros, como la
batalla análoga en la boda de Pirítoo (véase 102.2) representara originalmente
el combate ritual entre un rey recientemente instalado y sus adversarios con
disfraz de animales. Sus armas tradicionales eran las flechas, una de las
cuales, para establecer su soberanía, disparaba hacia cada una de las cuatro
partes del firmamento, y una quinta directamente al aire. Quizá este mito es
también un testimonio de las guerras fronterizas entre los helenos y los
montañeses prehelenos de la Grecia septentrional.
3.
Flechas envenenadas que caían en, o eran disparadas contra, una
rodilla o un pie causaron la muerte no sólo de Folo y Quirón, sino también de
Aquiles, el discípulo de Quirón (véase 92.10 y 164.;), todos ellos reyes
sagrados de Magnesia, cuyas almas recibían naturalmente las sirenas. La
presencia de centauros en Malea se deriva de una tradición local según la cual
Sileno, el padre de Folo, nació allí (Pausanias: iii.25.2); a los centauros se
los representaba con frecuencia como mitad cabras más bien que como mitad
caballos. Su presencia en Eleusis, donde Posidón los ocultó en una montaña,
indica que cuando el iniciado en los misterios celebraba un casamiento sagrado
con la diosa intervenían en la ceremonia bailarines vestidos de caballos.
127. EL QUINTO TRABAJO: LOS ESTABLOS DE AUGÍAS
a. El quinto trabajo de Heracles consistió
en limpiar en un día los sucios establos del rey Augías. Euristeo se imaginaba
alegremente el asco que sentiría Heracles al tener que cargar el estiércol en
cestos y llevarlos lejos de allí en hombros. Augías, rey de Elide, era hijo de
Helio o Eleo y Naupidame, hija de Anfidamante; o, según dicen algunos, de
Ifíboe. Otros dicen que era hijo de Posidón. En manadas y rebaños era el hombre
más rico de la tierra, pues, por designio divino, los suyos eran inmunes a
todas las enfermedades e inimitablemente fértiles, y además no malparían jamás.
Aunque en casi todos los casos producían hembras, Augías contaba, no obstante,
con trescientos toros negros con patas blancas y doscientos toros sementales
rojos; además con doce magníficos toros plateados consagrados a su padre Helio.
Estos doce defendían a sus rebaños contra las fieras que merodeaban por allí,
provenientes de las colinas boscosas[253].
b. Ahora bien, en los establos y los
rediles de Augías no habían recogido el estiércol desde hacía muchos años, y
aunque el hedor apestoso no afectaba a los animales mismos, difundía su
pestilencia por todo el Peloponeso. Además, los prados del valle estaban
cubiertos por una capa de estiércol tan espesa que no se los podía arar para
cultivar los cereales[254].
c. Heracles saludó a Augías desde lejos y
se comprometió a limpiar los establos antes del anochecer, a cambio de la
décima parte del ganado. Augías rió incrédulamente y llamó a Fileo, su hijo
mayor, para que fuese testigo del ofrecimiento de Heracles. «Jura que
realizarás el trabajo antes del anochecer», exigió Fileo. El juramento que hizo
Heracles en nombre de su padre fue el primero y el último que hizo durante toda
su vida. Augías juró también que cumpliría su parte del trato. En aquel momento
Faetonte, el guía de los doce toros blancos, atacó a Heracles confundiéndolo
con un león; Heracles le asió por el cuerno izquierdo, le obligó a bajar el
cuello y lo derribó por la fuerza[255].
d. Por consejo del eleo Menedemo y con la
ayuda de Yolao, Heracles primeramente abrió la pared de los establos en dos
lugares y luego desvió los ríos vecinos Alfeo y Penco, o Menio, de modo que sus
aguas corrieron a través de los establos, los limpiaron y luego limpiaron
también los rediles y los pastos del valle. Así Heracles realizó este trabajo
en un solo día, saneando el territorio y sin siquiera mancharse el dedo
meñique. Pero Augías, al enterarse por Copreo de que Heracles había limpiado
los establos por orden de Euristeo, se negó a pagarle la recompensa y hasta se
atrevió a negar que Heracles había cerrado un trato[256].
e. Heracles sugirió que se sometiese el
caso a un arbitraje, pero cuando los jueces ocuparon sus asientos y Fileo,
citado por Heracles, testimonió la verdad, Augías se levantó irritado y los
expulsó a ambos de Elide afirmando que le había engañado Heracles, pues los
dioses fluviales, y no él, habían hecho el trabajo. Para empeorar las cosas,
Euristeo no quiso contar este trabajo como uno de los doce, porque Heracles
había estado a sueldo de Augías.
f. Fileo fue luego a Duliquio, y Heracles
a la corte de Dexámeno, rey de Oleno, a cuya hija Mnesímaca liberó
posteriormente del centauro Euritión.
1.
Este mito confuso parece fundarse en la leyenda de que a Heracles,
como a Jasón, se le ordenó que domase dos toros, los unciese, limpiase una
colina cubierta con matorrales y luego la arase, sembrase y recogiese la
cosecha en un solo día: las tareas habituales que se imponían a un candidato a
la dignidad de rey (véase 152.3). En este caso la colina tenía que ser
limpiada, no de árboles y piedras, como en las versiones celtas del mito, sino
de estiércol, probablemente porque el nombre del heraldo de Euristeo que
transmitió la orden era Copreo («hombre del estiércol»). Sir James Frazer,
comentando a Pausanias (v.10.9), cita un cuento escandinavo, «El ama», en el
que un príncipe que desea conquistar a la hija de un gigante tiene que limpiar
primeramente tres establos. Por cada horquilla de estiércol que extrae
reaparecen diez. La princesa le aconseja entonces que de vuelta a la horquilla
y utilice el mango. Así lo hace, y pronto quedan limpios los establos. Frazer
sugiere que en la versión original Atenea puede haber dado a Heracles el mismo
consejo; más probablemente, no obstante, el cuento escandinavo es una variante
de este Trabajo. El ganado de Augías no viene al caso en la fábula, excepto
para explicar la gran cantidad de estiércol que había que sacar. El estiércol
del ganado, como demuestra el mito, no era apreciado por los agricultores
griegos. Hesíodo, en sus Trabajos y Días, no lo menciona; y H. Mitchel
(Economics of Anciens Greece) demuestra que el apacentamiento del ganado en las
tierras en barbecho estaba prohibido en varios arrendamientos antiguos. El
perro Argo de Odiseo se acostaba, ciertamente en un estercolero utilizado para
abonar las tierras (Odisea xvii.299), pero dondequiera que pueda haber sido
escrita la Odisea —y ciertamente no lo fue en el continente griego— las
referencias a la agricultura y a la arboricultura indican una supervivencia de
la práctica cretense. Según algunos mitógrafos, Augías era hijo de Eleo, que
significa nada más que rey de Elide; según otros, era hijo de Posidón, lo que
sugiere que era eolio. Pero aquí se confunde Eleo con Helio, el dios Sol
corintio; y en consecuencia se atribuye a Augías un rebaño de ganado sagrado,
como el que poseía Sísifo (véase 67.1). El número de cabezas de esos rebaños
era 350, que representaba doce lunaciones completas menos los cinco días de
fiesta sagrados del año egipcio (véase 42.1). Que se trataba de ganado lunar lo
demuestran sus colores, rojo, blanco y negro (véase 90.3); y los toros blancos
representan esas doce lunaciones: estos ganados sagrados se robaban con
frecuencia —como hizo el mismo Heracles en su décimo trabajo— y la consecuencia
de su disputa con Augías fue que consiguió también esos doce toros.
2.
El quinto trabajo, que propiamente se relaciona sólo con las
tareas del arado, la siembra y la recolección de la cosecha, de hecho ha sido
confundido con otros dos: el décimo, o sea el robo de los bueyes de Gerión, y
el séptimo, o sea la captura del toro blanco de Posidón en Creta, el cual, sin
embargo, no fue utilizado para arar. En el culto de Posidón —de quien se dice
también que era el padre de Augías— los jóvenes luchaban con toros, y la lucha
de Heracles con Faetonte, como la de Teseo con el Minotauro, se comprende mejor
como un rito de la coronación: mediante el contacto mágico con el cuerno del
toro se adquiría la capacidad de fertilizar la tierra y ganaba el título de
Potidan, o Posidón, que se daba al amante elegido de la diosa Luna. De igual modo,
en una disputa amorosa, Heracles luchó con el río Aqueloo, representado como un
hombre con cabeza de toro, y le rompió su cornucopia (véase 141.d). La
desviación del Alfeo indica que la ilustración de la que se ha deducido este
episodio mostraba a Heracles retorciendo al toro de Creta por los cuernos, a la
orilla de un río donde pacía numeroso ganado. Se confundió a este toro con un
dios fluvial y se interpretó la escena como significando que había desviado el
río para limpiar los campos con el fin de que se pudiesen arar.
128. EL SEXTO TRABAJO: LAS AVES ESTINFÁLIDAS
a. El sexto trabajo de Heracles consistió
en extirpar a las innumerables aves de pico, alas y garras de bronce y
devoradoras de hombres, consagradas a Ares, que, asustadas por los lobos del
Barranco de los Lobos en el camino de Orcómene, habían huido al Pantano de
Estínfalo[257].
Allí procreaban y andaban por el agua junto al río del mismo nombre y de vez en
cuando remontaban el vuelo en grandes bandadas para matar a hombres y animales
descargando una lluvia de plumas de bronce y al mismo tiempo un excremento
venenoso que arruinaba las mieses.
b. Cuando llegó al pantano, al que rodeaba
un espeso bosque, Heracles se vio en la imposibilidad de ahuyentar a las aves
con flechas, pues eran demasiado numerosas. Además, el pantano no parecía lo
bastante sólido para que un hombre pudiera caminar por él, ni lo bastante
líquido para utilizar una embarcación. Mientras Heracles permanecía en la
orilla sin saber qué hacer Atenea le dio un par de címbalos de bronce hechos
por Hefesto; o quizá fuera una matraca. Desde una estribación del monte Cilene,
que domina el pantano, Heracles tocó los címbalos, o sacudió la matraca,
produciendo tal estrépito que las aves levantaron el vuelo formando una gran
bandada y enloquecidas por el terror. Derribó a muchas de ellas mientras
volaban frente a la isla de Ares en el Mar Negro, donde más tarde las
encontraron los argonautas; algunos dicen que Heracles iba con los argonautas
en esa ocasión y mató a muchas más de esas aves[258].
c. Las aves estinfálidas son del tamaño de
las grullas y se parecen mucho a los ibis, sólo que sus picos pueden atravesar
un peto de metal y no son encorvados. También se crían en el desierto de Arabia
y allí causan todavía más daño que los leones y los traspasan. Los cazadores
árabes han aprendido a llevar corazas protectoras de corteza trenzada, en las
que se enredan los picos mortales, pudiendo ellos asir y retorcer los cuellos
de sus atacantes. Es posible que una bandada de esas aves emigrara de Arabia al
pantano de Estínfalo y éste diera su nombre a toda la especie[259].
d. Según algunas versiones, las llamadas
Aves Estinfálidas eran mujeres: hijas de Estínfalo y Ornis[260],
a quienes mató Heracles porque le negaron la hospitalidad. En Estínfalo, en el antiguo
templo de Ártemis Estinfálida, hay imágenes de esas aves colgadas del techo, y
detrás del edificio hay estatuas de doncellas con patas de ave. Allí también
Témeno, un hijo de Pelasgo, fundó tres templos en honor de Hera; en el primero
se la adoraba como Niña, pues Témeno la había criado; en el segundo como Novia,
porque se casó con Zeus; y en el tercero como Viuda, porque había repudiado a
Zeus y se había retirado a Estínfalo[261].
1.
Aunque Atenea sigue ayudando a Heracles, este trabajo no pertenece
a la serie de tareas relacionadas con el matrimonio, sino que lo glorifica como
curador que expulsa a los demonios de la fiebre, identificados con las aves del
pantano. Las aves con yelmo que aparecen en las monedas estinfalias son
espátulas, primas de las grullas, que aparecen en tallas medievales inglesas
chupando el aliento de enfermos. Son en realidad sirenas con patas de ave,
personificaciones de la fiebre; y los címbalos, o matracas, eran utilizados en
la antigüedad (y todavía lo son en los pueblos primitivos) para ahuyentar a los
demonios de la fiebre. Ártemis era la diosa que tenía el poder de infligir o
curar la fiebre con sus «flechas misericordiosas».
2.
El pantano de Estínfalo solía crecer en tamaño considerablemente
siempre que el cauce subterráneo por el que salían sus aguas se cerraba, como
sucedió en la época de Pausanias (viii.22.6); e Ifícrates, cuando sitió la
ciudad, lo habría cerrado deliberadamente si no se lo hubiera impedido una
señal del cielo (Estrabón: viii.8.5.). Es posible que en una versión de la
fábula Heracles desecara el pantano abriendo el cauce, como había desecado
anteriormente la llanura de Tempe (Diodoro Sículo: iv.18).
3.
El mito, no obstante, parece tener un significado histórico tanto
como ritual. Al parecer, un colegio de sacerdotisas arcadias que adoraban a la
Triple Diosa como Doncella, Novia y Anciana, se refugió en Estínfalo después de
haber sido expulsadas del Barranco de los Lobos por invasores que adoraban a
Zeus Lobuno; y Mnaseas ha explicado razonablemente la expulsión o matanza de
las Aves Estinfálidas como la supresión de ese colegio de hechiceras por
Heracles, es decir, por una tribu de aqueos. El nombre Estínfalo sugiere
prácticas eróticas.
4.
Las «aves árabes de pico fuerte» de Pausanias pueden haber sido
demonios insoladores mantenidos a raya por petos de corteza espinosa, a los que
se confundió con los avestruces de fuerte pico que los árabes cazan todavía.
Leucerodes, «garza blanca», es el nombre griego de la espátula; se dice que un
antepasado de Herodes el Grande fue un esclavo del templo de Heracles Tirio
(Africano, citado por Eusebio: Historia eclesiástica i.6.7), lo que explica el
nombre de la familia. La espátula se relaciona estrechamente con el ibis, otra
ave de pantano, consagrada al dios Thoth, inventor de la escritura, y el
Heracles Tirio, como su equivalente celta, era un protector de la cultura, que
hizo famosa a Tiro (Ezequiel xxviii.12). En la tradición hebrea, su sacerdotisa
Hiram de Tiro intercambió adivinanzas con Salomón.
129. EL SÉPTIMO TRABAJO: EL TORO DE CRETA
Euristeo ordenó a Heracles, para su
séptimo trabajo, que capturara al Toro de Creta; pero se discute mucho si era
el toro enviado por Zeus y que transportó a Europa a través del mar hasta
Creta, o el que Minos dejó de sacrificar a Posidón y engendró al Minotauro con
Pasífae. En esa época hacía estragos en Creta, especialmente en la región
regada por el río Tetris, desarraigando las mieses y derribando las paredes de
los huertos[262].
b. Cuando Heracles se embarcó para Creta,
Minos le ofreció toda la ayuda que podía, pero él prefirió apoderarse del toro
sin ayuda de nadie, aunque arrojaba llamas abrasadoras. Tras una larga lucha,
consiguió llevar al monstruo a Micenas, donde Euristeo lo dedicó a Hera y lo
dejó en libertad. Pero Hera, quien aborrecía un don que redundaba en la gloria
de Heracles, llevó al toro primeramente a Esparta y luego, a través de Arcadia
y del Istmo, a la Maratón ática, desde donde posteriormente Teseo lo llevó a
Atenas para sacrificarlo a Atenea[263].
c. Sin embargo, muchos siguen negando la
identidad de los toros cretense y maratonio[264].
1.
El combate con un toro, o un hombre disfrazado de toro —uno de los
trabajos rituales impuestos al candidato a la dignidad de rey (véase 123.1)—
aparece también en la fábula de Teseo y el Minotauro (véase 98.2) y de Jasón y
los toros de Eetes que exhalaban fuego (véase 152.3). Cuando la inmortalidad
implícita en la dignidad de rey sagrado era ofrecida por fin a cada iniciado en
los misterios de Dioniso, la captura de un toro y su dedicación a Dioniso
Plutodotes («dador de riqueza») se convirtió en un rito común, tanto en Arcadia
(Pausanias: viii.19.2) como en Lidia (Estrabón: xiv.144), donde Dioniso tenía
el título de Zeus. Su principal teofonía era como toro, pero también aparecía
en la forma de un león y una serpiente (véase 27.4). El contacto con el cuerno
del toro (véase 127.2) capacitaba al rey sagrado para fertilizar la tierra en
nombre de la diosa Luna produciendo la lluvia; la explicación mágica era que el
bramido de un toro presagiaba tronadas, para causar las cuales se hacía girar,
en consecuencia, rbombi, o bramaderas. También se lanzaban antorchas para
simular los relámpagos (véase 68.a) y sugerían la respiración ígnea del toro.
2.
A Dioniso se le llama
Plutodotes («dador de riqueza») a causa de su cornucopia, arrancada de un toro,
que era oríginalmente un talismán acuático (véase 142.h); provenía del Zagreo
cretense, y entre las transformaciones de Zagrco figuran un león, una serpiente
con cuernos, un toro y «Crono que produce la lluvia» (véase 30.3).
130.
EL OCTAVO TRABAJO: LAS YEGUAS DE DIOMEDES
a. Euristeo ordenó a Heracles, para su
octavo trabajo, que se apoderara de cuatro yeguas salvajes del rey tracio
Diomedes —se discute si era hijo de Ares y Cirene o nacido de una relación incestuosa
entre Asteria y su padre Atlante—, quien gobernaba a los belicosos bistones y
cuyos establos, en la ahora desaparecida ciudad de Tirida, eran el terror de la
Tracia. Diomedes mantenía a las yeguas atadas con cadenas de hierro a unos
pesebres de bronce y las alimentaba con la carne de sus huéspedes confiados.
Una versión de la fábula hace de ellas caballos sementales, y no yeguas, y les
da los nombres de Podargo, Lampón, Janto y Deino[265].
b. Con algunos voluntarios Heracles se
embarcó para Tracia y en el camino visitó a su amigo el rey Admeto de Feras.
Cuando llegó a Tirida, venció a los mozos de mulas de Diomedes y llevó las
yeguas al mar, donde las dejó en una loma a cargo de sus valido Abdero, y luego
volvió para rechazar a los bistones que corrían en su persecución. Como los
otros le superaban en número, los venció abriendo ingeniosamente un canal que
hizo que el mar inundase la llanura baja, y cuando sus enemigos se dieron media
vuelta y echaron a correr, él los persiguió, dejó aturdido a Diomedes con un
golpe de su clava, arrastró su cuerpo alrededor del lago que se había formado y
lo puso delante de sus yeguas, que desgarraron su carne todavía viva. Una vez
aplacada por completo su hambre —pues durante la ausencia de Heracles habían
devorado también a Abdero— las dominó sin mucha dificultad[266].
c. Según otra versión, Abdero, aunque era
natural de Opunte en Lócride, estaba al servicio de Diomedes. Algunos dicen que
era hijo de Hermes, y otros que del amigo de Heracles, Menecio de Opunte y, en
consecuencia, hermano de Patroclo, el que murió en Troya[267].
Después de fundar la ciudad de Abdera junto a la tumba de Abdero, Heracles se
apoderó del carro de Diomedes y unció a él las yeguas, aunque hasta entonces no
conocían el freno ni la brida. Las condujo rápidamente a través de las montañas
hasta Micenas, donde Euristeo las dedicó a Hera y las dejó en libertad en el
monte Olimpo. Más tarde las devoraron las fieras; sin embargo, se sostiene que
sus descendientes sobrevivieron hasta la guerra de Troya, e inclusive hasta la
época de Alejandro Magno. Las ruinas del palacio de Diomedes se muestran
todavía en Cartera Come, y en Abdera se siguen celebrando juegos atléticos en
honor de Abdero; incluyen las competencias habituales con excepción de la
carrera de carros, lo que explica la fábula de que Abdero murió cuando las
yeguas devoradoras de hombres destrozaron el carro al que las había uncido[268].
1.
Embridar a un caballo cimarrón con el propósito de celebrar una
ceremonia de sacrificio (véase 75.J) parece haber sido un rito de la coronación
en algunas regiones de Grecia. El dominio de Arión por Heracles (véase 138.g)
—hazaña realizada también por Onco y Adrasto (Pausanias: viii.25. 5)— es
análoga a la captura de Pegaso por Belerofonte. Este mito ritual se ha combinado
en este caso con una leyenda según la cual Heracles, quizá representando a los
teanos que tomaron Abdera a los tracios (Herodoto: 1.168) anuló la costumbre de
que unas mujeres feroces con máscaras de caballo persiguieran y devoraran al
rey sagrado al final de su reinado (véase 27.d); en lugar de eso se le mataba
en un accidente de carro organizado (véase 71.1, 101.g y 109.j). La omisión de
la carrera de carros en los juegos fúnebres de Abdera indica la prohibición de
este sacrificio revisado. Podargo se llama así por la harpía Podarge, madre de
Janto, un caballo inmortal que le dio Posidón a Peleo como regalo de bodas
(véase 81.m); Lampo recuerda a Lampón, uno de los caballos de Eos (véase 40.a).
La afirmación de Diodoro de que esas yeguas fueron dejadas en libertad en el
Olimpo puede significar que el culto a los caballos caníbales sobrevivió allí
hasta la época helenista.
2.
Los canales, túneles o cauces naturales subterráneos eran
descritos con frecuencia como obra de Heracles (véase 127.d, 138.d y 142.3).
131. EL NOVENO TRABAJO: EL CINTURÓN DE HIPÓLITA
a. El noveno trabajo de Heracles fue
conseguir para Admete, la hija de Euristeo, el cinturón de oro de Ares que
llevaba Hipólita, la reina de las Amazonas. En un barco, o, según dicen
algunos, en nueve, y con una compañía de voluntarios, entre los que se hallaban
Yolao, Telamón de Egina, Peleo de Yolco y, según algunas versiones, Teseo de
Atenas, Heracles se embarcó para el río Termodonte[269].
b. Las amazonas eran hijas de Ares y la
náyade Harmonía, nacidas en los valles de la Acmonia frigia; pero algunos
llaman a su madre Afrodita, u Otrere, hija de Ares[270].
Al princopio vivían junto al río Amazonio, que ahora lleva el nombre de Tanáis,
en honor a un hijo de la amazona Lisipe, quien ofendió a Afrodita con su desprecio
del matrimonio y su afición a la guerra. En venganza, Afrodita hizo que Tanáis
se enamorara de su madre, pero en vez de ceder a una pasión incestuosa se
arrojó al río y se ahogó. Para evitar los reproches de su ánima Lisipe condujo
a sus hijas alrededor de la costa del Mar Negro a una llanura situada junto al
río Termodonte, que nace en las altas montañas amazonias. Allí formaron tres
tribus, cada una de las cuales fundó una ciudad[271].
c. Entonces, como ahora, las amazonas sólo
reconocían la descendencia materna y Lisipe había dispuesto que los hombres
debían realizar todas las tareas domésticas, mientras las mujeres luchaban y
gobernaban. En consecuencia rompían los brazos y las piernas de los niños
recién nacidos con el fin de incapacitarlos para pelear o viajar. Estas mujeres
contranaturales, a las que los escitas llamaban eórpatas, no mostraban respeto
por la justicia ni por la decencia, pero eran guerreras famosas y las primeras
que emplearon la caballería[272].
Llevaban arcos de bronce y cortos escudos en forma de media luna; sus yelmos,
ropas y ceñidores estaban hechos con pieles de fieras[273].
Lisipe, antes de emprender la lucha, fundó la gran ciudad de Temiscira y venció
a todas las tribus hasta el río Tañáis. Con el botín de sus campañas erigió templos
a Ares y otros a Artemis Taurópola, cuyo culto estableció. Sus descendientes
extendieron el imperio amazónico hacia el oeste, a través del río Tanáis, hasta
Tracia, y en la costa meridional hacia el oeste, a través del Termodonte, hasta
Frigia. Tres famosas reinas amazonas, Marpesa, Lampado e Hipo, se apoderaron de
gran parte del Asia Menor y Siria y fundaron las ciudades de Efeso, Esmirna,
Cirene y Mirina. Otras fundaciones de las amazonas son Thiba y Sinope[274].
d. En Efeso erigieron una imagen de Artemis
debajo de un haya, donde Hipo ofreció sacrificios, después de lo cual sus
acompañantes realizaron primeramente una danza de escudos y luego una danza en
círculo, con aljabas ruidosas, golpeando la tierra al unísono, con
acompañamiento de caramillos, pues Atenea no había inventado todavía la flauta.
El templo de Artemis Efesia, construido posteriormente alrededor de su imagen y
al que no iguala en magnificencia ni siquiera el de Apolo en Delfos, figura
entre las siete maravillas del mundo; dos arroyos, ambos llamados Seleno y que
fluyen en direcciones opuestas, lo rodean. Fue en esa expedición cuando las
amazonas se apoderaron de Troya. Príamo era todavía un niño. Pero mientras
algunos destacamentos del ejército de las amazonas volvían a su país cargados con
un botín cuantioso, las demás, que se quedaron para consolidar su poder en el
Asia Menor, fueron expulsadas por una alianza de tribus bárbaras y perdieron a
su reina Marpesia[275].
e. Cuando Heracles fue a visitar a las
amazonas todas ellas habían vuelto ya al río Termodonte y sus tres ciudades
eran gobernadas por Hipólita, Antíope y Melanipa. En el camino se detuvo en la
isla de Paros, famosa por su mármol, que el rey Radamantis había legado a
Alceo, un hijo de Androgeo; pero cuatro hijos de Minos, Eurimedonte, Grises,
Nefalión y Filolao, se habían establecido también allí. Cuando un par de los
tripulantes de Heracles desembarcaron para ir en busca de agua, los hijos de
Minos los asesinaron y Heracles, indignado, mató a los cuatro y apremió a los
parios de tal modo que le mandaron enviados ofreciéndole, en compensación por
la muerte de los marineros, a cualesquiera dos hombres que eligiera para que
fuesen sus esclavos. Satisfecho con esta propuesta, Heracles levantó el sitio y
eligió al rey Alceo y a su hermano Esténelo, a quienes llevó a bordo de su
barco. Luego navegó a través del Helesponto y el Bosforo hasta Mariandino en
Misia, donde le hospedó el rey paflagonio Lico, hijo de Dáscilo y nieto de
Tántalo[276]. En
recompensa, apoyó a Lico, en una guerra con los bébrices y mató a muchos,
incluyendo a su rey Migdón, hermano de Amico, y reconquistó gran parte de la
Paflagonia que estaba en poder de los bébrices; se la devolvió a Lico, quien
llamó al territorio Heraclea en su honor. Más tarde Heraclea fue colonizada por
los megarenses y tanagrenses por consejo de la Pitonisa de Delfos, quien les
dijo que instalaran una colonia junto al Mar Negro, en una región dedicada a
Heracles[277].
f. Cuando llegó a la desembocadura del río
Termodonte, Heracles ancló su barco en el puerto de Temiscira, donde Hipólita
le hizo una visita y, atraída por su cuerpo musculoso, le ofreció el cinturón
de Ares como prenda de amor. Pero entretanto Hera había ido de un lado a otro,
disfrazada de amazona, difundiendo el rumor de que aquellos extranjeros se
proponían raptar a Hipólita, en vista de lo cual las guerreras, irritadas,
montaron en sus caballos y se lanzaron contra el navio. Heracles, sospechando
una traición, mató a Hipólita inmediatamente, le quitó el cinturón, se apoderó
de su hacha y de otras armas y se preparó para defenderse. Dio muerte una tras
otra a todas las caudillas de las amazonas y puso en fuga a su ejército tras
una gran matanza[278].
g. Algunos dicen, sin embargo, que
Melanipa cayó en una emboscada y fue rescatada por Hipólita al precio del
cinturón; o viceversa. O que Teseo se apoderó de Hipólita y regaló su cinturón
a Heracles, quien, en cambio, le permitió hacer a Antíope su esclava. O que
Hipólita se negó a dar a Heracles su cinturón y ambos libraron una batalla
campal; ella fue derribada de su caballo y él se lanzó sobre ella con la clava
en la mano y le ofreció perdonarle la vida, pero Hipólita prefirió morir antes
que rendirse. Inclusive se dice que el cinturón pertenecía a una hija de
Briareo, el de las Cien Manos[279].
h. A su regreso de Temiscira, Heracles
pasó otra vez por Mariandino e intervino en los juegos fúnebres de Priolao, el
hermano del rey Lico, quien había sido muerto por los misios y por quien se
entonan todavía cantos fúnebres. Heracles libró un pugilato con el campeón
mariandino Ticia, le arrancó todos los dientes y lo mató con un golpe en la
sien. En prueba de su pesar por este accidente subyugó a los misios y los
frigios en beneficio de Dáscilo, pero también venció a las bitinios hasta la
desembocadura del río Rebas y la cumbre del monte Colone, y reclamó su reino
para él. Los paflagonios de Pélope se le rindieron voluntariamente. Sin
embargo, tan pronto como se fue Heracles los bébrices a las órdenes de Ámico,
hijo de Posidón, se apoderaron de nuevo del territorio de Lico y extendieron su
frontera hasta el río Hipio[280].
i. Desde allí Heracles se dirigió a Troya
y liberó a Hesíone de un monstruo marino; luego continuó su viaje a Eno, en
Tracia, donde le hospedó Poltis; y en el momento en que se iba a hacer a la mar
otra vez mató en la playa de Eno al insolente hermano de Poltis, Sarpedón, un
hijo de Posidón. Luego venció a los tracios establecidos en Tasos y donó la
isla a los hijos de Androgeo, a los que había llevado de Paros; y en Torone le
desafiaron a una lucha Polígono y Telégono, hijos de Proteo,
y mató a los dos[281].
j. Cuando volvió por fin a Micenas,
Heracles entregó el cinturón a Euristeo, quien se lo dio a Admete. En cuanto al
resto del botín tomado a las amazonas, ofreció sus ricas túnicas al templo de
Apolo en Delfos, y el hacha de Hipólita a la reina Ónfale, quien la incluyó
entre las regalías sagradas de los reyes lidios. Posteriormente la llevaron a
un templo cario de Zeus Labrador y la colocaron en la mano de su imagen divina[282].
k. Todavía hay amazonas en Albania, cerca
de Cólquide, pues las llevaron allá desde Temiscira al mismo tiempo que a sus
vecinos los gargarenses. Cuando estuvieron a salvo en las montañas de Albania
los dos pueblos se separaron: las amazonas se instalaron al pie de las montañas
del Caucase, alrededor del río Mermodas, y los gargarenses inmediatamente al
norte. En un día señalado de cada primavera grupos de jóvenes amazonas y de
jóvenes gargarenses se reúnen en la cumbre de la montaña que separa sus
territorios y después de realizar un sacrificio conjunto, pasan dos meses
juntos gozando del trato sexual durante la noche. Tan pronto como una amazona
queda encinta vuelve a su territorio. Las niñas que nacen se hacen amazonas y a
los niños los envían a los
gargarenses[283],
quienes, como no tienen medio de averiguar su paternidad, los distribuyen
echando suertes entre sus chozas[284].
En tiempos recientes la reina de las amazonas Minicia salió de su corte
albanesa al encuentro de Alejandro Magno en Hircania, lugar frecuentado por los
tigres y pasó en su compañía trece días, con la esperanza de tener hijos con
él, pero murió poco después sin haberlos tenido[285].
l. A estas amazonas del Mar Negro hay que
distinguirlas de las aliadas libias de Dioniso que en un tiempo habitaban en
Héspera, una isla del lago Tritonis tan rica en árboles frutales, ovejas y
cabras que no necesitaban cultivar cereales. Después de apoderarse de todas las
ciudades de la isla, con excepción de la sagrada Mene, la sede de los comedores
de pescado etíopes (que explotan minas de esmeraldas, rubíes, topacios y sarda)
vencieron a los libios y nómadas de la vecindad y fundaron la gran ciudad de
Quersoneso, llamada así por estar edificada en una península[286].
Desde esta base atacaron a los atlantes, la nación más civilizada al oeste del
Nilo, cuya capital se halla en la isla atlántica de Cerne. Mirina, la reina
amazona, contaba con una fuerza de treinta mil guerreras a caballo y tres mil
de infantería. Todas ellas llevaban arcos que, cuando se retiraban, utilizaban
para lanzar flechas certeras a sus perseguidores, y estaban acorazadas con las
pieles de las casi increíblemente grandes serpientes libias.
m. Mirina invadió el país de los atlantes,
les infligió una derrota decisiva, pasó a Cerne y se apoderó de la ciudad;
luego pasó a cuchillo a todos los hombres, esclavizó a las mujeres y los niños
y arrasó las murallas de la ciudad. Cuando los restantes atlantes accedieron a
rendirse, los trató con justicia, se hizo amiga de ellos y, en compensación por
la pérdida de Cerne, construyó la nueva ciudad de Mirina, donde instaló a los
cautivos y a todas las otras personas que deseaban vivir allí. Como los
atlantes se ofrecieron a rendirle honores divinos, Mirina los protegió contra
la tribu vecina de los gorgones, a muchos de los cuales mató en una batalla
campal, además de tomar no menos de tres mil prisioneros[287].
Pero aquella noche, mientras las amazonas celebraban la victoria con un
banquete, los prisioneros les robaron las es- padas y, a una señal, el cuerpo
principal de los gorgones que se había reunido y ocultado en un robledal, se
lanzó desde todos lados y dio muerte a las compañeras de Mirina.
n. Mirina consiguió escapar —sus
seguidoras muertas yacen enterradas bajo tres grandes túmulos llamados todavía
los Túmulos de las Amazonas— y, después de atravesar la mayor parte de Libia,
entró en Egipto con un nuevo ejército, protegió al rey Horus, el hijo de Isis,
y emprendió la invasión de Arabia. Algunos sostienen que fueron estas amazonas
libias, y no las del Mar Negro, quienes conquistaron el Asia Menor; y que
Mirina, después de elegir los lugares más convenientes de su nuevo imperio,
fundó varias ciudades en la costa, entre ellas Mirina, Gime, Pitane, Priene y
otras tierra más adentro. También se apoderó de algunas de las islas del Egeo,
entre ellas Lesbos, donde construyó la ciudad de Mitilene, el nombre de una
hermana que la había acompañado en la campaña. Mientras Mirina se dedicaba
todavía a conquistar las islas una tormenta alcanzó a su flota, pero la Madre
de los Dioses hizo que todas las naves llegaran a salvo a Samotracia, entonces
deshabitada, y que Mirina consagró a la diosa, erigiéndole altares y
ofreciéndole sacrificios espléndidos.
o. Mirina pasó luego a la Tracia, donde el
rey Mopso y su aliado, el escita Sípilo, la vencieron en un gran combate en el
que murió Mirina. El ejército de las amazonas no se recuperó de esa derrota;
vencidas por los tracios en frecuentes encuentros, las amazonas sobrevivientes
se retiraron finalmente a Libia[288].
1.
Si Admete era el nombre de la princesa por la cual Heracles
realizó todos estos trabajos nupciales, la acción de quitarle el ceñidor en la
cámara matrimonial debía haber señalado el final de sus trabajos. Pero
primeramente Admete habría tenido que luchar con él, como luchó Hipólita, y como
luchó Pentesilea con Aquiles (véase 164.a y 2), o Thetis con Peleo (véase
81.k), cuya introducción en la fábula se explica así. En ese caso habría pasado
por sus transformaciones habituales, lo que indica que la Hidra semejante al
pulpo era Admete —la serpiente guardiana del oro a la que venció como Ladón
(véase 133.a)— y que puede haberse transformado también en un cangrejo (véase
124.e), una cierva (véase 125.c), una yegua salvaje (véase 16.l) y una nube
(véase 126.b) antes que él consiguiera conquistar su virginidad.
2.
Una tradición acerca de sacerdotisas armadas subsistía todavía en
Éfeso y otras ciudades del Asia Menor; pero los mitógrafos griegos, habiendo
olvidado la existencia anterior de colegios análogos en Atenas y otras ciudades
de la Grecia misma, enviaron a Heracles en busca del cinturón de Hipólita al
Mar Negro, donde seguían activas las tribus matriarcales (véase 100.1). Un
sistema de tres tribus es la regla general en la sociedad matriarcal. Que el
cinturón perteneciera a una hija de Briareo («fuerte»), uno de los gigantes de
cien manos, indica una versión primitiva de la fábula de las pruebas nupciales
en la Grecia septentrional.
3.
Admete es otro nombre de Atenea, quien sin duda aparecía en las
ilustraciones aguardando y armada, observando las hazañas de Heracles y
ayudándole cuando se hallaba en dificultades. Atenea era Neith, la diosa del
Amor y la Batalla de los libios (véase 8.1); su equivalente en el Asia Menor
era la gran diosa Luna Marian, Mirina, Ay-Mari, Mariamne o Marienna, que dio su
nombre a Mariandina —«Duna de Marian»— y a Mirian, la ciudad de los lemnios
ginocráticos (véase 149.1) y a quien adoraban los troyanos como «Mirina
Saltadora» (Homero: Ilíada ii.814). «Esmirna» es también «Mirina» precedida por
el artículo definido, Ma rienna, la forma sumeria, significa «Madre muy
fértil», y la Artemis efesía era una diosa de la fertilidad.
4.
Se dice que a Mirina le sorprendió una tormenta y le salvó la
Madre de los Dioses —en honor de la cual erigió altares en Samotracia—, porque
ella misma era la Madre de los Dioses y sus ritos salvaban a los marineros del
naufragio (véase 149.2). Casi del mismo modo se adoraba en la antigüedad a la
diosa madre en Tracia, la región del río Tanáis (Don), Armenia y toda el Asia
Menor y Siria. La expedición de Teseo a Amazonia, mito que sigue el modelo del
de Heracles, confunde el tema y ha inducido a los mitógrafos a inventar la
ficticia invasión de Atenas por las amazonas y los escitas unidos (véase
l00.c).
5.
Que las amazonas instalaron
una imagen bajo un haya efesia es un error cometido por Calimaco, quien, por
ser egipcio, no sabía que las hayas no se dan tan al sur; debió de ser una
palmera datilera, símbolo de fertilidad (véase 14.2) y un recuerdo del origen
libio de la diosa, pues su estatua estaba adornada con grandes dátiles dorados,
a los que generalmente se cometía el error de tomar por pechos. La derrota de
las amazonas por Mopso es la fábula de la derrota de los hititas por los
mosquianos alrededor de 1200 a. de C.; los hititas eran originalmente patriarcales,
pero bajo la influencia de las sociedades matriarcales del Asia Menor y
Babilonia habían aceptado el culto de la diosa. En Hattusas, su capital,
Garstang ha descubierto recientemente une relieve escultórico que presenta a
una diosa de la batalla; Garstang opina que el culto de la Artemis efesia es de
origen hitita. Las victorias sobre las amazonas obtenidas por Heracles, Teseo,
Dioniso, Mopso y otros recuerdan, en realidad, los reveses sufridos por el
sistema matriarcal en Grecia, Asia Menor, Tracia y Siria.
6.
Estéfano de Bizancio (sub Paros) constata la tradición de que
Paros era una colonia cretense. La expedición de Heracles allá se refiere a una
ocupación helena de la isla. Su dádiva de Tasos a los hijos de Androgeo, es una
referencia a su captura por una fuerza de parios mencionada en Tucídides
iv.104: esto sucedió hacia el final del siglo VIII a. de C. Los cúbeos
colonizaron Torone más o menos en el mismo tiempo; se representa a Torone
(«reina chillona») como una hija de Proteo (Estéfano de Bizancio sub Torone).
El hacha doble de Hipólita (labrys) no fue colocada, sin embargo, en la mano de
Zeus Labrador en lugar de un rayo; era ella misma un rayo y Zeus la llevaba con
permiso de la diosa cretense que gobernaba en Libia.
7.
Los gargarenses son los gogarenios a los que Ezequiel llama Gog
(Ezequiel xxxviii y xxxix).
8.
En este relato de Mirina, Diodoro Sículo cita tradiciones libias
primitivas que habían adquirido ya un viso de cuentos de hadas; se ha
establecido, no obstante, que en el tercer milenio a. de C. emigrantes
neolíticos salieron de Libia en todas direcciones, probablemente expulsados por
una inundación de sus campos (véase 39.3-6). El Delta del Nilo estaba poblado
en gran parte por libios.
9.
Según Apolonio de Rodas (i. 1126-9), Ticia era «uno de los tres
únicos dáctilos («dedos») ideos que pronuncian sentencias». Nombra a otro
dáctilo, «Cilenio». He demostrado (La Diosa Blanca p. 393) que en la magia de
los dedos Ticia, el dáctilo, representaba al dedo del corazón; que Cilenio,
alias Heracles, era el pulgar, y que Dáscilo, el tercer dáctilo, era el índice,
como implica su nombre (véase 53.1). Estos tres dedos levantados, mientras el
cuarto y el meñique están vueltos hacia abajo, hacían la «bendición frigia».
Originalmente dada en nombre de Mirina, ahora la emplean los sacerdotes
católicos en nombre de la Trinidad cristiana.
10. Ticio, a quien mató Apolo (véase 21.d),
puede ser una doble etimología de Ticia. La toma de la isla de Cerne por Mirina
parece una adición tardía y no autorizada de la fábula. Cerne ha sido
identificada con Fedallah, cerca de Fez; o con Santa Cruz, cerca del cabo Ghir,
o (más verosímilmente) con Arguin, un poco al sur de Cabo Blanco. Fue
descubierta y colonizada por el cartaginés Hanno, quien dijo que se hallaba tan
lejos de las Columnas de Heracles como se hallan éstas de Cartago, y se
convirtió en el gran emporio del comercio del África Occidental.
11. Ya basta en cuanto a los elementos míticos
del noveno trabajo. Sin embargo, la expedición de Heracles a Termodonte y sus
guerras en Misia y Frigia no deben ser descartadas como completamente
antihistóricas. Como el viaje del Argo (véase 148.10) registran las aventuras
comerciales griegas en el Mar Negro, quizás hasta una época que se remonta a
mediados del segundo milenio a. de C; y la intrusión de los minias desde
Yolcos, los aqueos desde Egina y los argivos en esas aguas indican que, aunque
Helena puede haber sido bella y haberse fugado con Paris de Troya, no fue su
rostro el que hizo hacerse a la mar a un millar de naves, sino los intereses
mercantiles. Aquiles, el hijo de Peleo; Ajax, el hijo de Telamón, y Diomedes el
argivo se hallaban entre los aliados griegos de Agamenón que insistían en que
Príamo debía concederles el libre paso por el Helesponto del que gozaban sus
padres, a menos que quisiese que su ciudad fuera saqueada como lo había sido la
de Laomedonte y por la misma razón (véase 137.1). De aquí la dudosa pretensión
de los atenienses de que habían estado representados en la expedición de
Heracles por Teseo, en el viaje del Argo por Palero y en Troya por Menesteo,
Demofonte y Acamante. Con esto se proponían justificar su eventual dominio del
comercio en el Mar Negro que les había dado la destrucción de Troya y la
decadencia de Rodas (véase 159.2, 160.2-3 y 162.3).
132. EL DÉCIMO TRABAJO: LOS BUEYES DE GERIONES
a. El décimo trabajo de Heracles consistió
en llevar los famosos bueyes de Geriones desde Eritrea, una isla situada cerca
de la corriente del Océano, sin pedirlos ni pagarlos. Geriones, hijo de Crisaor
y Calírroe, hija ésta del titán Océano, era rey de Tartesos en España, y tenía
fama de ser el hombre más fuerte del mundo[289].
Había nacido con tres cabezas, seis brazos y tres cuerpos unidos en la cintura.
Los bueyes rojos de Geriones, animales de una belleza maravillosa, estaban
guardados por el pastor Euritión, hijo de Ares, y el perro bicéfalo Órtro
—anteriormente propiedad de Atlante— nacido de Tifón y Equidna[290].
b. Durante su paso por Europa Heracles
mató muchas fieras y cuando por fin llegó a Tartesos erigió un par de columnas
frente por frente a los dos lados del estrecho, una en Europa y la otra en
África. Algunos sostienen que los dos continentes estaban unidos en otro tiempo
y que él abrió un canal entre ellos, o separó los riscos; otros dicen que, al
contrario, estrechó el paso existente para impedir que entraran las ballenas y
otros monstruos marinos[291].
c. Helio lanzó sus rayos sobre Heracles,
quien encontrando imposible trabajar con semejante calor, tomó su arco y
disparó una flecha contra el dios. «¡Basta!», exclamó Helio enojado. Heracles
se excusó por su malhumor y aflojó el arco inmediatamente. Para no dejarse
superar en cortesía, Helio le prestó a Heracles su copa de oro, que tenía la
forma de un nenúfar, y se embarcó en ella para Eritia; pero el titán Océano,
para probarle, hizo que la copa se agitara violentamente en las olas. Heracles
volvió a estirar su arco, lo que asustó a Océano y le hizo calmar el mar. Según
otra versión, Heracles se embarcó para Eritia en una urna de bronce, utilizando
su piel de león como vela[292].
d. Cuando llegó, subió al monte Abas. El
perro Ortro corrió hacia él ladrando, pero Heracles lo mató con la clava, y
Euritrón, el pastor de Geriones, que corrió en ayuda de Ortro, murió del mismo
modo. Luego Heracles se llevó el ganado. Menetes, que apacentaba el ganado de
Hades en las cercanías —pero Heracles no había tocado este ganado— llevó la
noticia a Geriones. Desafiado a combatir, Heracles arremetió contra el costado
de Geriones y le atravesó los tres cuerpos con una sola flecha; pero algunos
dicen que se mantuvo firme y le disparó tres flechas. Como Hera se apresuró a
acudir en ayuda de Geriones, Heracles la hirió con una flecha en el pecho
derecho, y ella huyó. Así se apoderó del ganado sin pedirlo ni pagarlo, y se
embarcó en el vaso de oro, en el que navegó hasta Tartesos y se lo devolvió
agradecido a Helio. De la sangre de Geriones nació un árbol que, en la época en
que salen las Pléyades, da frutas sin cuesco parecidas a cerezas. Pero Geriones
no murió sin sucesión. Su hija Eritia llegó a ser por Hermes la madre de Nórax,
quien condujo una colonia a Cerdeña, antes de la época de Hilo, y allí fundó
Nora, la ciudad más antigua de la isla[293].
e. El paradero de Eritia, llamada también
Eritrea o Eritria, es discutido. Aunque algunos la describen como una isla
situada más allá de la corriente del Océano, otros la sitúan frente a la costa
de Lusitania[294].
Otros más la identifican con la isla de León, o con un islote de las cercanías
en el que se construyó anteriormente la ciudad de Gades y donde los pastos son
tan abundantes que la leche no da suero, sino sólo cuajada, y al ganado hay que
aplicarle ventosas cada cincuenta días para que no se ahogue por exceso de
sangre. El islote, consagrado a Hera, se llama Eritia o Afrodisia. León, la ciudad
en que se halla la actual ciudad de Gades, se llamaba Cotinusa por sus olivos,
pero los fenicios le cambiaron el nombre por el de Gadira, o «Ciudad Cercada».
En el cabo occidental se hallan el templo de Crono y la ciudad de Gades; en el
oriental un templo de Heracles, notable por una corriente que mengua con la
pleamar y crece con la marea menguante; y Geriones, está enterrado en la
ciudad, igualmente famosa por un árbol secreto que toma formas diversas[295].
f. Según otra versión, no obstante, el
ganado de Geriones no pastaba en isla alguna, sino en las laderas de las
montañas de la parte más lejana de España, frente al Océano; y «Geriones era un
título del famoso rey Crisaor que gobernaba en todo el país, y cuyos tres hijos
fuertes y valientes le ayudaban a defender su reino, cada uno de ellos al
frente de un ejército reclutado entre razas belicosas. Para luchar con éstas,
Heracles reunió una gran expedición en Creta, el lugar de nacimiento de su
padre Zeus. Antes de partir los cretenses le rindieron honores espléndidos y,
en recompensa, liberó a su isla de osos, lobos, serpientes y otros animales
dañinos, de los cuales sigue siendo inmune. En primer lugar se embarcó para
Libia, donde dio muerte a Anteo, hizo una matanza con las fieras que infestaban
el desierto y dio al país una fertilidad no superada. Luego hizo una visita a
Egipto, donde mató a Busiris[296];
a continuación sé dirigió hacia el oeste, a través de África del Norte, y de
paso aniquiló a los gorgones y las amazonas libias, fundó la ciudad de Hecatómpilo,
ahora Capsa, en la Numidia meridional, y llegó al océano en las cercanías de
Gades. Allí erigió columnas en cada lado del estrecho y, cruzando éste con su
ejército hasta España, se encontró con que los hijos de Crisaor, con sus tres
ejércitos, se hallaban acampados a alguna distancia uno de otro. Los venció y
destruyó, a cada uno por turno, y finalmente se llevó los famosos bueyes de
Geriones, dejando el gobierno de España a cargo del más digno de los habitantes
sobrevivientes[297].
g. A las Columnas de Heracles se las
identifica habitualmente con el monte Calpe en Europa y el Abile, o Abílyx en
África. Otros dicen que son las islitas de las cercanías de Gades, la mayor de
las cuales está consagrada a Hera. Sin embargo, todos los españoles y libios toman
literalmente la palabra «columnas» y las sitúan en Gades, donde hay unas
columnas de bronce consagradas a Heracles, de ocho codos de altura y que llevan
inscrito el costo de su construcción; allí los marineros ofrecen sacrificios
siempre que vuelven a salvo de un viaje. Según los habitantes de Gades mismo,
un oráculo ordenó al rey de Tiro que fundara una colonia cerca de las columnas
de Heracles y envió sucesivamente tres grupos de exploración. El primero,
creyendo que el oráculo se había referido a Abile y Calpe, desembarcó en el
estrecho, donde se halla ahora la ciudad de Exitani; el segundo navegó unas
doscientas millas más allá del estrecho, hasta una isla consagrada a Heracles,
frente a la ciudad española de Onoba; pero a ambos grupos les desanimaron
agüeros desfavorables cuando ofrecieron sacrificios y volvieron a su patria. El
tercer grupo llegó a Gades, donde erigió un templo a Heracles en el cabo
oriental y fundó con buen éxito la ciudad de Gades en el occidental[298].
h. Sin embargo, algunos niegan que fue
Heracles quien erigió esas columnas y afirman que Abile y Calpe se llamaron
primeramente «las Columnas de Crono» y luego las «Columnas de Briareo», un
gigante cuyo poder se extendía hasta allí; pero que, como el recuerdo de
Briareo (llamado también Egeón) se fue apagando, se les cambió el nombre en
honor de Heracles, quizá porque la ciudad de Tartesos, que se halla a sólo ocho
kilómetros de Calpe, fue fundada por él y se la solía llamar Heraclea. Todavía
se ven allí grandes murallas antiguas y astilleros[299].
Pero se debe recordar que al
Heracles anterior se le llamaba también
Briareo. El número de las Columnas de Heracles se da habitualmente como dos;
pero algunos hablan de tres o cuatro[300].
También se informa acerca de supuestas Columnas de Heracles en la costa
septentrional de Germania, en el Mar Negro, en la extremidad occidental de
Galia y en la India[301].
i. Un templo de Heracles se alza en el
Promontorio Sagrado de Lusitania, el punto más occidental del mundo. A los
visitantes se les prohibe entrar en el recinto por la noche, que es cuando los
dioses se alojan allí. Quizá cuando Heracles erigió sus columnas para marcar
los límites extremos para la navegación legítima ese fue el lugar que eligió[302].
j. Se discute mucho cómo llevó luego el
ganado a Micenas Algunos dicen que unió momentáneamente por la fuerza a Abile y
Calpe y pasó a Libia por el puente que resultó de esa unión; pero según una
versión más probable pasó por el territorio de la que es ahora Abdera, una
colonia fenicia, y luego a través de España, dejando atrás a algunos de sus
seguidores como colonos[303].
En los Pirineos cortejó y enterró a la princesa bébrice Pirene, de la que tornó
su nombre esa cordillera; se dice que el río Danubio tiene allí su fuente,
cerca de una ciudad que también lleva su nombre en honor suyo. Luego visitó
Galia, donde abolió la bárbara costumbre nativa de matar a los extranjeros, y
conquistó tantos corazones con sus hazañas generosas que pudo fundar una gran
ciudad a la que llamó Alesia, o «Viajante», en conmemoración de sus viajes. Los
galos siguen honrando a Alesia como el hogar y la ciudad-madre de todo su país
—no fue conquistada hasta el reinado de Calígula— y pretenden descender de la
unión de Heracles con una alta princesa llamada Calata, quien le eligió como amante
y engendró a ese pueblo guerrero[304].
k. Cuando Heracles llevaba el ganado de
Geriones a través de Liguria, dos hijos de Posidón llamados Alebión y Dercino
trataron de robárselo, pero ambos fueron muertos. En una etapa de su batalla
con las fuerzas ligurias hostiles a Heracles se le acabaron las flechas y se
arrodilló, llorando, herido y exhausto. Como el terreno era de mantillo blando,
no podía encontrar piedras para arrojarlas al enemigo —Ligis, el hermano de
Alebión, era su jefe— hasta que Zeus, compadecido de sus lágrimas, oscureció la
tierra con una nubes de la que cayó una lluvia de piedras, y con ellas pudo
Heracles poner en fuga a los ligures. Zeus puso entre las estrellas una imagen
de Heracles luchando contra los ligures; es la constelación llamada Engonase.
Otro recuerdo de esta batalla sobrevive en la tierra: es la llanura ancha y
circular que se extiende entre Marsella y la desembocadura del Ródano, a unos
veintitrés kilómetros del mar, llamada la «Llanura Pedregosa» porque en ella
hay muchas piedras del tamaño del puño de un hombre, y también manantiales de
agua salada[305].
l. A su paso por los Alpes Ligurios
Heracles abrió un camino apropiado para sus ejércitos y bagajes y también
destruyó todas las cuadrillas de ladrones que infestaban el paso antes de
entrar en la actual Galia Cisalpina y Etruria. Sólo después de haber recorrido
toda la costa de Italia y haber cruzado a Sicilia se le ocurrió: «¡He tomado un
camino equivocado!» Los romanos dicen que al llegar al Albula —posteriormente
llamado Tíber— le recibió el rey Evandro, un desterrado de Arcadia. Al
anochecer cruzó el río a nado, llevando por delante al ganado, y se acostó para
descansar en un lecho de hierbas[306].
En una profunda cueva cercana vivía un pastor enorme, horrible y de tres cabezas
llamado Caco, un hijo de Hefesto y Medusa, que era el terror y la deshonra del
Bosque Aventino, y arrojaba llamas por cada una de sus tres bocas. Cráneos y
brazos humanos colgaban clavados sobre los dinteles de su cueva y dentro de
ella la tierra relucía con la blancura de los huesos de sus víctimas. Mientras
Heracles dormía, Caco le robó sus dos mejores bueyes, así como cuatro novillos,
que arrastró hacia atrás tirándoles de los rabos a su guarida 18[307].
m. A la primera luz de la aurora Heracles
se despertó e inmediatamente advirtió que la faltaban aquellos animales.
Después de buscarlos en vano, estaba a punto de seguir adelante con los demás
cuando una de las novillas robadas mugió a causa del hambre. Heracles observó
que el sonido provenía de la cueva, pero encontró la entrada cerrada por una
roca que ni siquiera habrían podido mover diez yuntas de bueyes; sin embargo,
la apartó a un lado como si hubiera sido un guijarro y, sin atemorizarse por
las llamas humeantes que arrojaba Caco, luchó con él y le machacó la cara hasta
dejarla hecha pulpa[308].
n. Ayudado por el rey Evandro, Heracles
erigió un altar a Zeus y sacrificó en él a uno de los bueyes recuperados, y
luego tomó disposiciones para organizar su propio culto. Pero los romanos
relatan esta fábula para glorificarse a sí mismos; pues la verdad es que no fue
Heracles quien mató a Caco y ofreció sacrificios a Zeus, sino un pastor
gigantesco llamado Gárano o Recáranos, aliado de Heracles[309].
o. El rey Evandro gobernaba mediante su
ascendiente personal más bien que por la fuerza: le veneraban particularmente
por su conocimiento de las letras, adquirido de su madre proíética, la ninfa
arcadia Nicóstrata o Temis; era hija del río Ladón, y aunque estaba casada con
Equeno, tuvo a Evandro con Hermes. Nicóstrata persuadió a Evandro para que
matara a su supuesto padre, y cuando los arcadios desterraron a ambos, fue con
él a Italia, acompañado por un cuerpo de pelasgos[310].
Allí, unos sesenta años antes de la guerra de Troya, fundó la pequeña ciudad de
Palantino, en la colina junto al río Tíber, llamada posteriormente monte
Palatino; el sitio lo eligió Nicóstrata: y pronto no hubo un rey más poderoso
que Evandro en toda Italia. Nicóstrata, llamada ahora Carmenta, adaptó el
alfabeto pelasgo de trece consonantes que Cadmo había traído de Egipto para
formar el latino de quince consonantes. Pero algunos afirman que fue Heracles
quien enseñó a los subditos de Evandro el uso de las letras, que es por lo que
comparte un altar con las Musas[311].
p. Según los romanos, Heracles liberó al
rey Evandro del tributo que debía pagar a los etruscos, mató al rey Fauno,
quien tenía la costumbre de sacrificar a los extranjeros en el altar de su
padre Hermes; y engendró a Latino, el antepasado de los latinos, con la viuda,
o la hija, de Fauno. Pero los griegos sostienen que Latino era hijo de Circe y
Odiseo. En todo caso, Heracles suprimió el sacrificio cronio anual de dos
hombres, que eran arrojados al Tíber, y obligó a los romanos a utilizar en su
lugar muñecos; inclusive ahora, en el mes de mayo, cuando la luna está llena,
la principal virgen Vestal, colocada en el Pons Sublicius de madera de roble,
arroja imágenes blanqueadas de ancianos, hechas con juntos y llamados «Argivos»
a la corriente amarilla[312].
Se cree
también que Heracles fundó Pompeya y
Herculano, luchó con gigantes en los Campos Flegreos de Cumas y construyó una
calzada de una milla de langitud a lo largo del golfo Lucrino, a la que ahora
se llama el Camino Heracliano, por el cual condujo al ganado de Gerión[313].
q. Se dice, además, que se acostó para
descansar cerca de la frontera de Regio y Lócris Epicefiria y como le
molestaban mucha las cigarras, suplicó a los dioses que las acallasen. Su
súplica fue atendida inmediatamente y desde entonces nunca se ha oído cantar a
las cigarras en el lado regiano del río Alece, aunque cantan fuertemente en el
lado locrio. Ese día un toro se separó del rebaño, se introdujo en el mar y
nadó hasta Sicilia. Heracles lo persiguió y lo encontró oculto entre los
rebaños de Érix, rey de los elimos, hijo de Afrodita y de Butes[314].
Érix, que era luchador y púgil, le desafió a un torneo quíntuple. Heracles
aceptó el desafío, con la condición de que Érix apostase su reino contra el
toro huido, y venció en las cuatro primeras pruebas; finalmente, en la lucha,
levantó a Érix a gran altura en el aire, lo arrojó contra la tierra y lo mató,
con lo cual demostró a los sicilianos que no todos los nacidos de una diosa son
necesariamente inmortales. De esta manera Heracles conquistó el reino de Érix,
que dejó a sus habitantes para que disfrutaran de él hasta que uno de sus
propios descendientes fuera a reclamarlo[315].
r. Algunos dicen que Érix —cuyo campo de
lucha se muestra— tenía una hija llamada Psófide, quien dio a Heracles dos
hijos: Equefrón y Prómaco. Habiendo sido criados en Erimanto, cambiaron el
nombre de esta ciudad por el de su madre Psófide y construyeron un altar a
Afrodita Ericina del que hoy sólo quedan las ruinas. Los altares dedicados a
los héroes Equefrón y Prómaco perdieron su importancia desde hace mucho tiempo
y a Psófide se la considera habitualmente como una hija de Janto, el nieto de
Árcade[316].
s. Continuando su viaje a través de
Sicilia, Heracles llegó al lugar donde ahora se halla la ciudad de Siracusa;
allí ofreció sacrificios e instituyó el festival anual junto al precipicio
sagrado de Cíane, por el cual Hades llevó a Core al mundo subterráneo. A los
que honraron a Heracles en la llanura de Leontini les dejó un recuerdo
imperecedero de su visita. Cerca de la ciudad de Agirio las huellas de los
cascos de su ganado quedaron impresas en un camino de piedra como si hubiera
sido de cera;
y, considerando eso como un indicio de su
inmortalidad, Heracles aceptó que los habitantes le rindieran los honores
divinos que hasta entonces había rechazado firmemente. Luego, en agradecimiento
por sus favores, formó un lago de cuatro estadios de circunferencia fuera de
las murallas de la ciudad y erigió templos locales a Yolao y Geriones[317].
t. De vuelta a Italia en busca de otro
camino que le lelvara a Grecia, Heracles condujo su ganado por la costa
oriental hasta el Promontorio Lacinio, donde el gobernante, el rey Lacinio,
pudo jactarse más tarde de que había hecho huir a Heracles, lo que hizo
simplemente construyendo un templo a Hera, a la vista del cual Heracles se marchó
disgustado. Nueve kilómetros más adelante Heracles mató accidentalmente a
Crotón, lo enterró con todos los honores y profetizó que en el futuro se
alzaría allí una gran ciudad que llevaría su nombre. Heracles cumplió esa
profecía después de su deificación: apareció en un sueño a uno de sus
descendientes, el argivo Miscelo, y le amenazó con un castigo terrible si no
conducía un grupo de colonos a Sicilia y fundaba la ciudad; y cuando los
argivos estaban a punto de condenar a Miscelo a muerte por violar su
prohibición de emigrar cambió milagrosamente todos los guijarros negros de la
votación en blancos[318].
u. Heracles se proponía luego llevar el
ganado de Geriones a través de Istria al Epiro, y desde allí al Pelopo neso por
el Istmo. Pero a la entrada del Golfo Adriático Hera envió un tábano que hizo
huir espantado al ganado y lo llevó a través de la Tracia al desierto escita.
Allí Heracles lo persiguió y una noche fría y tormentosa se envolvió en la piel
de león y se quedó dormido en una colina pedregosa. Cuando se despertó se
encontró con que las yeguas de su carro, a las que había desunido para que
pacieran, también faltaban. Anduvo por todas partes en su busca hasta que llegó
a un distrito boscoso llamado Hilea, donde un ser extraño, medio mujer y medio
serpiente, le gritó desde una cueva. Le dijo que ella tenía sus yeguas, pero
sólo se las devolvería si se hacía su amante. Heracles accedió, aunque con
cierta renuencia, y la besó tres veces; en vista de ello la mujer con cola de
serpiente le abrazó apasionadamente, y cuando, por fin, Heracles quedó en
libertad para irse, ella le preguntó: «¿Qué será de los tres hijos que tengo
ahora en el seno? Cuando lleguen a la virilidad, ¿quieres que los instale aquí,
donde soy la dueña o que te los envíe?»
v. «Cuando crezcan, obsérvalos
cuidadosamente —contestó Heracles—. Y si alguno de ellos encorva este arco como
yo lo encorvo y se ciñe con este cinturón como yo me ciño, elígelo como el
gobernante de tu país.» Dicho eso, le dio uno de sus dos arcos y su cinturón, que
tenía una copa de oro colgando de su broche; y luego siguió su viaje. Ella
llamó a los trillizos Agatirso, Gelono y Escítes. Los dos mayores se mostraron
incapaces de realizar las tareas que había indicado su padre, por lo que ella
los desterró; pero Escites consiguió hacer las dos cosas y dejó que se quedara,
convirtiéndose en el antepasado de todos los reyes escitas, que hasta el
presente llevan copas de oro en sus cinturones[319].
Sin embargo, otros dicen que fue Zeus y no Heracles quien se acostó con la mujer
con cola de serpiente, y que, cuando los tres hijos que tuvo con ella
gobernaban todavía el país cayeron del firmamento cuatro objetos de oro; un
arado, un yugo, un hacha de combate y una copa. Agatirso fue el primero que
corrió para recogerlo, pero cuando se acercó el oro llameó y le quemó las
manos. Gelono fue rechazado del mismo modo. Pero cuando se acercó Escites, el
más joven, el fuego se apagó inmediatamente y así él pudo llevar a su casa los
cuatro tesoros de oro y los hermanos mayores accedieron a cederle el reino[320].
w. Heracles, después de haber recuperado
sus yeguas y la mayor parte del ganado extraviado, los llevó a través del río
Estrimón, que represó con piedras para ese propósito, y no encontró más
aventuras hasta que el pastor gigante Alcioneo, quien se había apoderado del
Istmo de Corinto, arrojó una roca sobre el ejército que una vez más seguía a
Heracles y aplastó no menos de doce carros y el doble de jinetes. Este era el
mismo Alcioneo que robó dos veces el ganado sagrado de Helio: desde Eritia y
desde la ciudadela de Corintio. Corrió hacia adelante, recogió la roca y esta
vez la lanzó contra Heracles, quien la devolvió con su clava y así mató al
gigante. Todavía se ve esa roca en el Istmo[321].
1.
El tema principal de los trabajos de Heracles es su ejecución de
ciertas hazañas rituales antes de ser aceptado como consorte de Admete, o Auge,
o Atenea, o Hipólita, o como quiera que se llamara la reina. Este extravagante
décimo trabajo puede haberse relacionado originalmente con el mismo tema si es
que se refiere a la costumbre helénica patriarcal según la cual el marido
compraba a su novia con los procedimientos de un robo de ganado. En la Grecia
homérica se las valoraba según el ganado, como sucede todavía en algunas partes
del África Oriental y Central. Pero se han agregado al mito otros elementos que
no vienen al caso, como la visita a la Isla Occidental de los Muertos y su
regreso afortunado cargado con el botín; la fábula irlandesa antigua análoga es
la de Cuchulain, quien penetró en el Infierno —Dun Scaith, «ciudad de las
sombras»— y volvió con tres vacas y una caldera mágica, a pesar de las
tormentas que los dioses de los muertos desencadenaron contra él. La urna de
bronce en la que Heracles navegó a Eritia era una nave apropiada para una visita
a la Isla de los Muertos, y quizá se la ha confundido con la caldera de bronce.
En la Undécima Tablilla de la epopeya de Gilgamesh babilonia, Gilgamesh hace un
viaje análogo a una isla sepulcral a través del mar de los muertos, utilizando
como vela sus ropas. Este episodio llama la atención a muchos puntos de
semejanza entre los mitos de Heracles y Gilgamesh; la fuente común es
probablemente sumeria. Como Heracles, Gilgamesh mata a un león monstruoso y
lleva su piel (véase 123.e); ase a un toro del cielo por los cuernos y lo
domina (véase 129.b); descubre una hierba secreta que proporciona la
invulnerabilidad (véase 135.h); hace el mismo viaje que el Sol (véase 132.d); y
visita el Jardín de las Hespérides, donde, después de matar a un dragón
enroscado en un árbol sagrado, es recompensado con dos objetos sagrados
procedentes del mundo subterráneo (véase 133.e). Las relaciones de Gilgamesh
con su compañero Enkidu se parecen mucho a las de Teseo, el Heracles ateniense,
con su compañero Pirítoo, quien desciende al Tártaro y no logra regresar (véase
103.C y d); y la aventura de Gilgamesh con los escorpiones ha sido atribuida al
beocio Orion (véase 41.3).
2.
Las colonias griegas pre-fenicias instaladas en España, Galia e
Italia bajo la protección de Heracles han contribuido al mito; y en el sentido
geográfico las Columnas de Heracles —a las que un grupo de colonos llegó
alrededor del año 1100 a. de C.— son Ceuta y Gibraltar.
3.
No obstante, en un sentido místico celto-ibérico, las Columnas son
abstracciones alfabéticas. «Marwnad Ercwlf», antiguo poema gales del Libro Rojo
de Hergest, trata del Heracles celta —a quien los irlandeses llamaban «Cara
Solar de Ogma» y Luciano «Ogmio» (véase 125.1)— y cuenta cómo Ercwlf erigió
«cuatro columnas de la misma altura coronadas con oro rojo», al parecer las
cuatro columnas de cin- co letras cada una que formaban el alfabeto bárdico de
veinte letras llamado el Boibel-Loth (Diosa Blanca, p. 175). Parece que,
alrededor del año 400 a. de C., este nuevo alfabeto, cuyos nombres de las letras
griegas se referían al viaje celestial de Heracles en la copa del sol, su
muerte en el monte Eta y sus poderes como fundador de ciudades y juez (Diosa
Blanca, p. 263) reemplazó al alfabeto de los árboles Beth-Luis-Nion, los
nombres de las letras del cual se referían al sacrificio homicida de Crono por
las mujeres salvajes (Diosa Blanca, p. 391). Puesto que las Gorgonas tenían un
bosquecillo en Eritia —«Isla Roja», identificada por Ferécides como la isla de
Gades— y puesto que «árboles» en todos los idiomas celtas significan «letras»,
yo interpreto «el árbol que toma diversas formas» como el alfabeto
Beth-Luis-Nion, cuyo secreto guardaban las Gorgonas en su bosquecillo sagrado
hasta que Heracles las «aniquiló». En este sentido, la incursión de Heracles de
Eritia, donde mató a Geriones y el perro Ortro —el astro Sirio— se refiere a la
sustitución del alfabeto de Crono por el alfabeto de Heracles.
4.
Hesíodo (Teogonia 287) llama a Geriones tricephalon, «de tres
cabezas»; otra interpretación de lo cual es tricarenon, que significa lo mismo.
«Tricarenon» recuerda a Torvos Trigarenus, el dios celta con dos manos
izquierdas que aparece en compañía de grullas y un toro en el altar de París
derribando un sauce. Geryon, palabra que no tiene significado en griego, parece
ser una forma desusada de Trigaranus. Puesto que lo mismo en la tradición
griega que en la irlandesa las grullas están asociadas con los secretos
alfabéticos (véase 52.6) y con los poetas, Geriones parece ser el guardián de
la Diosa del alfabeto anterior: en realidad Crono acompañado por los dáctilos.
En la isla sepulcral de Eritia, Crono- Geriones, quien era en un tiempo un
héroe solar del tipo de Heracíes-Briareo, se había convertido en un dios de los
muertos, con Ortro como su Cerbero; y este décimo trabajo, por tanto, ha sido
confundido con el duodécimo y Menetes figura en ambos. Aunque el «fruto sin
cuesco parecido a la cereza» nacido de la sangre de Geriones puede haber sido
la baya de madroño, que se da en España, ha influido en la fábula el carácter
sagrado que para Crono-Saturno tiene el cornejo de frutos más tempranos (Diosa
Blanca p. 223), que produce un tinte rojo como el coscojo. El papel de Crisaor
en la fábula es importante. Su nombre significa «falce de oro», el arma
asociada con el culto de Crono, y se decía que era hijo de la gorgona Medusa
(véase 33.b, 73.h y 138.j).
5.
Nórax, nieto de Geriones por Eritia y Hermes —se dice que Hermes
llevó el alfabeto de árboles de Grecia a Egipto y volvió con él—, parece ser
una grafía errónea de Norops, la palabra griega para «cara solar». Esta
genealogía ha sido invertida por los mitógrafos irlandeses; según éstos, su
propio Geriones, cuyas tres personas se llamaban Brian, Iuchar e Iucharba —una
forma de Varuna, Mitra e Indra— tenía a Ogma por abuelo, y no por nieto, y su
hijo era el dios Sol celtíbero Lugh, Llew o Lugo. También insisten en que el
alfabeto les había llegado de Grecia por España. El cuervo de Crono estaba
consagrado a Lugo, según Plutarco, quien constata (Sobre los ríos y las
montañas v) que «Lugdunum» —Lyón, la fortaleza de Lugo— «se llamaba así porque
un auspicio de cuervos sugirió la elección de su ubicación, pues lug significa
cuervo en el dialecto alobrógico».
6.
Verrio Flaco parece haber sido mal interpretado por Servio; es más
probable que dijera que «Garano (Gerión) tricéfalo, y no Caco, era el nombre de
la víctima de Heracles, y que Evandro ayudó a Heracles». Esto estaría de
acuerdo con la versión de que la madre de Evandro, Carmenta, suprimió el
alfabeto de trece consonantes, el Beth-Luis-Nion de Crono, en favor del
Boibel-Loth de quince consonantes de Heracles-Ogma (Diosa Blanca p. 380). El
rey Juba, al que Plutarco cita como diciendo que Heracles enseñó a los subditos
de Evandro el empleo de las letras, era un magistrado honorario de Gades, y sin
duda conocía muy bien la ciencia alfabética local. En esta fábula de Evandro se
describe claramente a Heracles como un enemigo del culto de Crono, puesto que
suprime el sacrificio humano. Sus andanzas por Italia y Sicilia han sido
inventadas para explicar los numerosos templos que se le erigieron en esos
países; y su quíntupla competencia con Érix, para justificar las expediciones
colonizadoras del siglo vi que el heráclida Peníatlos de Cnido y el espartano
Dorio hicieron a la región de Érix. El Heracles venerado en Agirá, ciudad
siciliana, puede haber sido un antepasado que llevó a los sículos a través del
estrecho desde Italia alrededor del año 1050 a. de C. (Tucídides: vi.2.5).
También se le hace visitar Escitia; los colonos griegos de las costas
occidental y septentrional del Mar Negro incorporaron a un Heracles escita, un
héroe arquero (véase 119.3) en el misceláneo décimo trabajo. Su desposada, la
mujer con cola de serpiente, era una diosa Tierra, madre de las tres tribus
escitas principales mencionadas por Herodoto; en otra versión del mito,
representada por la balada inglesa de The Laidley Worm, cuando él le ha besado
tres veces se transforma en «la mujer más bella que jamás se había visto».
7.
La anécdota de Alcioneo parece haberse desprendido del mito del
ataque de los gigantes al Olimpo y de su derrota a manos de Heracles (véase
35.rf-é>). Pero el robo por Alcioneo del ganado de Helio en Eritia, y otra
vez en la ciudadela de Corinto, es una versión más antigua del robo del ganado
de Gerión por Heracles, pues su propietario era un consorte solar activo de la
diosa Luna, no un dios de los muertos desterrado y debilitado.
8.
La flecha que Heracles disparó contra el sol del mediodía sería la
que disparó contra el cénit durante la ceremonia de su coronación (véase 126.2
y 135.1).
133. EL UNDÉCIMO TRABAJO: LAS MANZANAS DE LAS
HESPÉRIDES
a. Heracles había realizado esos diez
trabajos en el término de ocho años y un mes, pero Euristeo, descontando el
segundo y el quinto, le impuso dos más. El undécimo trabajo consistió en
conseguir los frutos del manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a
Hera con el que ésta se había mostrado tan complacida que lo plantó en su
jardín divino. Este jardín se hallaba en las laderas del monte Atlas, donde los
jadeantes caballos del carro del Sol terminaban su viaje y donde las ovejas y
las vacas de Atlante, mil rebaños de cada clase de esos animales, vagaban por
los pastos de su innegable propiedad. Cuando un día descubrió Hera que las
hijas de Atlante, las Hespérides, a quienes había confiado el árbol, hurtaban
las manzanas, hizo que el dragón Ladón, siempre vigilante, se enroscara
alrededor del árbol como su guardián[322].
b. Algunos dicen que Ladón era hijo de
Tifón y Equidna; otros que era el hijo menor de Ceto y Forcis; otros que era
hipo partenogenésico de la Madre Tierra, Tenía cien cabezas y hablaba con
varias lenguas[323].
c. Se discute igualmente si las Hespérides
vivían en el monte Atlas en el País de los Hiperbóreos, o en el monte Atlas de
la Mauritania, o en alguna parte más allá del Océano, o en dos islas situadas
en las cercanías del promontorio llamado el Cuerno Occidental, que se halla
cerca de la Hesperia etiópica, en las fronteras de África. Aunque las manzanas
pertenecían a Hera, Atlante sentía por ellas un orgullo de jardinero y, cuando
Temis le advirtió: «Un día, dentro de mucho tiempo, Titán, tu árbol será
despojado de su oro por un hijo de Zeus», Atlante, que todavía no había sido
castigado con el terrible trabajo de soportar el globo celestial sobre sus
hombros, construyó sólidas murallas alrededor del huerto y expul só de su
territorio a todos los extranjeros; puede muy bien haber sido él quien puso a
Ladón como guardián de las manzanas[324].
d. Heracles, quien no sabía en qué
dirección se hallaba el Jardín de las Hespérides, marchó a través de Iliria
hasta el río Po, el hogar del dios marino oracular Nereo. En el camino cruzó el
Equedoro, pequeño arroyo macedonio donde Cicno, hijo de Ares y Pirene, le
desafió a un duelo. Ares actuó como segundo de Cicno y puso en orden a los
combatientes, pero Zeus lanzó un rayo entre ellos y renunciaron a la lucha.
Cuando por fin Heracles llegó al Po, las ninfas del río, hijas de Zeus y Temis,
le mostraron a Nereo dormido. Él asió al viejo y venerable dios marino y,
sujetándolo a pesar de sus muchas transformaciones proteicas, le obligó a
profetizar cómo se podían conseguir las manzanas de oro. Algunos dicen, no
obstante, que Heracles acudió a Prometeo, para que le diese esa información[325].
e. Nereo había aconsejado a Heracles que
no arrancase las manzanas personalmente, sino que emplease a Atlante como su
agente, aliviándolo entretanto de su carga fantástica; en consecuencia, cuando
llegó al Jardín de las Hespérides le pidió a Atlante que le hiciera ese favor. Atlante
habría realizado casi cualquier trabajo con tal de tener una hora de respiro,
pero temía a Ladón, al que Heracles mató inmediatamente con una flecha que
disparó por encima de la pared del jardín. Heracles inclinó la espalda para
recibir el peso del globo celestial y Atlante se alejó y volvió poco después
con tres manzanas arrancadas por sus hijas. La sensación de libertad le pareció
deliciosa. «Yo mismo llevaré sin falta estas manzanas a Euristeo —dijo— si tú
sostienes el firma- mento durante unos pocos meses más.» Heracles simuló que
accedía pero como Nereo le había advertido que no debía aceptar oferta alguna
de esa clase pidió a Atlante que soportase el globo durante sólo un momento
más, mientras él se ponía un almohadón en la cabeza. Atlante se dejó engañar
fácilmente, dejó las manzanas en el suelo y volvió a ponerse el firmamento en
los hombros; inmediatamente Heracles recogió las manzanas y se alejó con una
despedida irónica.
f. Al cabo de algunos meses Heracles le
llevó las manzanas a Euristeo, quien se las devolvió; él las entregó entonces a
Atenea, quien las dio otra vez a las ninfas, pues era ilegal que la propiedad
de Hera saliese de sus manos[326].
Como sentía sed después de este trabajo, Heracles golpeó la tierra con los pies
e hizo surgir una corriente de agua que más tarde salvó la vida de los
argonautas cuando estaban a punto de morirse de sed en el desierto de Libia.
Entretanto Hera, que lloraba a Ladón, puso su imagen entre las estrellas como
la constelación de la Serpiente[327].
g. Heracles no volvió a Micenas por un
camino directo. Primeramente atravesó la Libia, cuyo rey Anteo, hijo de Posidón
y de la Madre Tierra, tenía la costumbre de obligar a los extranjeros a luchar
con él hasta dejarlos exhaustos, matándolos después; pues no sólo era un atleta
fuerte y hábil, sino que además cuando tocaba la tierra se renovaba su fuerza.
Guardaba los cráneos de sus víctimas para techar un templo dedicado a Posidón[328].
No se sabe si Heracles, que estaba decidido a poner fin a esa práctica bárbara,
desafió a Anteo o si Anteo le desafió a él. Sin embargo, Anteo demostró que no
era una víctima fácil; era un gigante que vivía en una cueva situada bajo un
alto risco, donde se alimentaba con la carne de los leones y dormía en la
tierra desnuda para conservar y aumentar su fuerza ya colosal. La Madre Tierra,
que todavía no era estéril después de haber dado a luz al gigante, había
concebido a Anteo en una cueva libia y tenía más motivos para jactarse de él
que inclu sive de sus monstruosos hijos mayores, Tifón, Ticio y Briareo. Les
habría ido mal a los olímpicos si hubiera luchado contra ellos en las Llanuras
de Flegras.
h. En preparación para la lucha los dos
combatientes se quitaron sus pieles de león, pero mientras que Heracles se
frotaba con aceite a la manera olímpica, Anteo se derramó arena caliente sobre
los miembros por si el contacto con la tierra por medio de las plantas de los
pies resultaba insuficiente. Heracles se proponía reservar su fuerza y cansar a
Anteo, pero cuando consiguió tenderlo en tierra le sorprendió ver que los
músculos del gigante se hinchaban y que el contacto con la Madre Tierra
infundía nueva vida a sus miembros. Los combatientes volvieron a asirse y al
poco tiempo Anteo se dejó caer por su propia voluntad sin esperar a que
Heracles lo derribase, lo que hizo que este último comprendiera lo que sucedía
y, en vista de ello, lo levantó a gran altura en el aire, le rompió las
costillas y, a pesar de los hondos gemidos de la Madre Tierra, lo mantuvo en
alto hasta que murió[329].
i. Algunos dicen que esta lucha se realizó
en Lixo, una pequeña ciudad de Mauritania situada a unos ochenta kilómetros de
Tánger, cerca del mar, donde se muestra una loma como la tumba de Anteo. Los
nativos creen que si se sacan de esa loma unas pocas canastas de tierra lloverá
y seguirá lloviendo hasta que las vuelvan a poner en su lugar. También se
pretende que los Jardines de las Hespérides se hallaban en la isla cercana,
donde hay un altar de Heracles; pero, con excepción de unos pocos acebuches, no
queda allí rastro alguno de huerto. Cuando Sertorio[330]
se apoderó de Tánger abrió la tumba para ver si el esqueleto de Anteo era tan
grande como lo describía la tradición. Con gran asombro suyo vio que medía
sesenta codos, por lo que imediatamente volvió a cerrar la tumba y ofreció a
Anteo sacrificios de héroe. Se dice en la localidad que o bien Anteo fundó
Tánger, llamada anteriormente Tingis, o bien que Sófax, el hijo que Tinger, la
viuda de Anteo, tuvo con Heracles, reinó en ese país y dio a la ciudad el
nombre de su madre. El hijo de Sófax, Diodoro, dominó a muchas naciones
africanas con un ejército griego reclutado entre los colonos micénicos que
Heracles había instalado allí[331].
Los mauritanos son de origen oriental y, como los farusios, descendían de
ciertos persas que acompañaron a Heracles al África; pero algunos sostienen que
son descendientes de los cananeos a los que el israelita Josué expulsó de su
país[332].
j. A continuación Heracles hizo una visita
al Oráculo de Amón, donde solicitó una entrevista con su padre Zeus; pero Zeus
se mostró renuente a manifestarse y, como Heracles insistió, desolló un
carnero, se cubrió con el vellón, con la cabeza del carnero ocultando la suya,
y le dio ciertas instrucciones. De aquí que los egipcios den a sus imágenes de
Zeus Amón una cara de carnero. Los tebanos sacrifican carneros sólo una vez al
año, cuando al final del festival de Zeus, desuellan a un solo carnero y
utilizan su vellón para cubrir la imagen de Zeus, después de lo cual los
adoradores se golpean el pecho en señal de duelo por la víctima y la entierra
en una tumba sagrada[333].
k. Heracles se dirigió luego hacia el sur
y fundó una ciudad de cien puertas llamada Tebas en honor de su ciudad natal;
pero algunos dicen que Osiris la había fundado ya. Durante todo este tiempo el
rey de Egipto era el hermano de Anteo, Busiris, un hijo de Posidón y Lisianasa,
la hija de Épafo, o, según dicen otros, de Anipe, hija del río Nilo[334].
Ahora bien, el reino de Busiris había sufrido en un tiempo la sequía y el
hambre durante ocho o nueve años y él había mandado llamar a unos augures
griegos para que le aconsejasen. Su sobrino, un adivino chipriota culto llamado
Frasio, Trasio o Tasio, hijo de Pigmalión, anunció que el hambre cesaría si
cada año se sacrificaba a un extranjero en honor de Zeus. Busiris comenzó con
Frasio mismo y después sacrificó a otros huéspedes casuales, hasta que llegó
Heracles, quien dejó que los sacerdotes lo arrastraran al altar. Le ataron el
cabello con una venda y Busiris, invocando a los dioses, estaba a punto de
levantar el hacha de los sacrificios cuando Heracles rompió sus lazos y mató a
Busiris, al hijo de Busiris, Anfídamas, y a todos los sacerdotes presentes[335]
l. Luego Heracles atravesó Asia y se
detuvo en Termidrae, el puerto de la Lindo rodia, donde desunció uno de los
bueyes del carro de un labrador, lo sacrificó, y comió su carne, mientras el
dueño aguardando en cierta montaña, le maldecía desde lejos. De aquí que los
lindios, sigan profiriendo maldiciones cuando hacen sacrificios a Heracles. Por
fin llegó a las montañas del Cáucaso, donde Prometeo había estado encadenado
durante treinta años —o mil, o treinta mil años— mientras todos los días un
buitre, nacido de Tifón y Equidna, le desgarraba el hígado. Hacía tiempo que
Zeus se había arrepentido de su castigo, porque desde entonces Prometeo le
había advertido bondadosamente que no se casase con Tetis, para que no
engendrase a alguien más importante que él; y ahora, cuando Heracles le suplicó
que perdonase a Prometeo, se lo concedió sin vacilar[336].
Pero como le había condenado a un castigo eterno, Zeus estipuló que, para que
Prometeo siguiese pareciendo un prisionero, llevase un anillo hecho con sus
cadenas y engastado con una piedra caucasia, y éste fue el primer anillo que
llevó un engaste. Pero los sufrimientos de Prometeo estaban destinados a durar
hasta que algún inmortal fuera voluntariamente al Tártaro en su lugar; en
consecuencia Heracles recordó a Zeus que Quirón deseaba renunciar al don de la
inmortalidad desde que había sufrido una herida incurable. Por lo tanto, ya no
quedaba impedimento alguno y Heracles, invocando a Apolo Cazador, mató al
buitre atravesándole el corazón y puso a Prometeo en libertad[337].
m. La humanidad comenzó a llevar anillos
en honor de Prometeo, y también guirnaldas, porque cuando quedó en libertad se
ordenó a Prometeo que se coronase con una guirnalda de sauces, y Heracles, para
acompañarle, se puso una de acebuche[338].
n. Zeus Omnipotente puso la flecha entre
las estrellas como la constelación de Sagitario; y hasta el presente los
habitantes de las montañas del Cáucaso consideran al buitre como el enemigo de
la humanidad. Queman sus nidos con dardos llameantes y le tienden trampas para
vengar los sufrimientos de Prometeo[339].
1.
Las diferentes ubicaciones de las Hespérides representan
diferentes opiniones acerca de lo que constituía el Lejano Oeste. Una versión
colocaba el escenario de este trabajo en Berenice, anteriormente llamada la
ciudad de las Hespéridas (Plinio: Historia natural v.5), Eusperides (Herodoto:
iv.171), o Eusperites (Herodoto: iv.198), pero que cambió su nombre por el de
la esposa de Tolomeo Evergetes. Estaba construida en Pseudopenias (Estrabón:
xvii.3.20), el promontorio occidental del Golfo de Sirtes. Esta ciudad, bañada
por el río Latón, o Letón, tenía un bosquecillo sagrado llamado «Jardines de
las Hespérides». Además, el Latón desembocaba en un Lago Hesperio; y en las
cercanías había otro, el Lago Tritonis, que encerraba a una islita con un
templo de Afrodita (Estrabón: loc. cit.; Plinio: loc. cit.), al cual se decía a
veces que pertenecía el manzano (Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.485).
Herodoto (loc. cit.) lo describe como una de las pocas partes fértiles de la
Libia; en los mejores años la tierra producía el céntuplo.
2.
Además de estas disputas geográficas había varias explicaciones
racionales del mito. Una opinión era que las manzanas eran en realidad hermosas
ovejas (melón significa tanto «oveja» como «manzana»), u ovejas con una lana
roja peculiar que parecía de oro, las cuales eran guardadas por un pastor
llamado Dragón, al que las hijas de Héspero, las Hespérides, solían llevar la
comida. Heracles se llevó las ovejas (Servio sobre la Eneida de Virgilio: loc.
cit.; Diodoro Sículo: iv.26) y mató (Servio: loc. cit) o raptó al pastor
(Palefato: 19). Palefato (loc. cit) hace a Héspero natural de la Mileto caria,
que era todavía famosa por sus ovejas, y dice que aunque Héspero había muerto
mucho tiempo antes de la llegada de Heracles, sus dos hijas le sobrevivían.
3.
Otra opinión era que Heracles rescató a las hijas de Atlante, que
habían sido raptadas en el huerto de su familia por sacerdotes egipcios, y
Atlante, agradecido, no sólo le dio el objeto de su trabajo, sino que además le
enseñó la astronomía por añadidura. Pues Atlante, el primer astrónomo, sabía
tanto que llevaba el globo celestial en los hombros, por decirlo así; y de aquí
que se diga que Heracles le tomó el globo (Diodoro Sículo: iii.60 y iv.27).
Heracles se convirtió ciertamente en el Señor del Zodíaco, pero el titán
astrónomo a quien reemplazó era Ceo (alias Thoth) y no Atlante (véase 1.3).
4.
La verdadera explicación de este trabajo se debe encontrar, no
obstante, en el ritual más bien que en la alegoría. Se demostrará (véase 148.5)
que el candidato a la dignidad del rey tenía que vencer a una serpiente y apoderarse
de su oro; y eso fue lo que hizo Heracles tanto en este caso como en su lucha
con la Hidra. Pero el oro del que se apoderó no debía tener la forma de
manzanas de oro; éstas se las dio al final de su reinado la diosa Triple como
su pasaporte para el Paraíso. Y en este contexto fúnebre la Serpiente no era su
enemiga, sino la forma que su ánima oracular asumiría después de haber sido
sacrificado. Ladón tenía cien cabezas y hablaba con diversas lenguas porque
muchos héroes oraculares podían llamarse «Heracles»: es decir, que habían sido
representantes de Zeus y se habían dedicado al servicio de Hera. El Jardín de
las tres Hespérides —cuyos nombres las identifican con la puesta del sol (véase
33.7 y 39.1)— es situado en el Lejano Oeste, porque la puesta del sol era un
símbolo de la muerte del rey sagrado. Heracles recibió las manzanas al final de
su reinado, correctamente registrado como un Gran Año de cien lunaciones. Había
tomado la carga del rey sagrado de su predecesor, y con ella el título de
«Atlante», «el que sufre largamente». Es probable que la carga fuese
originalmente no el globo, sino el disco solar (véase 67.2).
5.
El comportamiento de Nereo sigue el modelo del de Proteo (véase
169.a), a quien Menelao consultó en Faros (Homero: Odisea iv.581 y ss.). Se
dice que Heracles remontó el Po porque llevaba al País de los Hiperbóreos
(véase 125. b). Sabemos que los regalos envueltos en paja que los hiperbóreos
enviaban a Délos siguieron esa ruta (Herodoto: iv. 33). Pero aunque su país era
en un sentido Gran Bretaña —como centro del culto de Bóreas— en otro era Libia
y en otro el Cáucaso; y el Paraíso se hallaba en el Lejano Oeste o en lo
recóndito del Viento Norte, la región misteriosa a la que volaban los gansos
silvestres en el verano (véase 161.4). Las andanzas de Heracles ilustran esta
incertidumbre. Si iba en busca del Paraíso libio debía haber consultado con el
rey Proteo de Faros (véase 169.a); si iba en busca del Paraíso caucásico, con
Prometeo (lo que es, en verdad, la versión de Apolodoro); si iba en busca del
nórdico, a Nereo, quien vivía cerca de las fuentes del Po y cuyo comportamiento
se parecía al de Proteo.
6.
Los huesos de Anteo eran probablemente los de una ballena varada,
alrededor de la cual nació una leyenda en Tánger: «Esto tiene que haber sido un
gigante. Sólo Heracles pudo haberlo matado. ¡Heracles, que erigió esas enormes
columnas en Ceuta y Gibraltar!» Una lucha entre el candidato a la dignidad de
rey y los campeones locales era una costumbre muy extendida: la lucha con Anteo
por la posesión del reino, como la lucha de Teseo con Escirón (véase 96.3), o
la de Odiseo con Filomelides (véase 161./), deben ser entendidas en este
sentido. Praxiteles, el escultor del Partenón, consideraba la derrota de Anteo
como un trabajo aparte (Pausanias: iv.11.4).
7.
Una antigua asociación religiosa unía a Dodona con Amón; y el Zeus
adorado en cada una de ellas era original mente un rey pastor sacrificado
anualmente, como en los montes Pelión y Lafistio. Heracles hizo bien en visitar
a su padre Zeus cuando pasó por Libia; Perseo había hecho lo mismo en su viaje
al Oriente, y Alejandro Magno siguió su ejemplo siglos después.
8.
El dios Set era pelirrojo, y los busirios necesitaban, por lo
tanto, víctimas con cabello de ese color para ofrecerlas a Osiris, a quien asesinó
Set. Los pelirrojos eran raros en Egipto, pero comunes entre los helenos
(Diodoro Sículo: i.88; Plutarco: Sobre Isis y Osiris 30, 33 y 73). La muerte de
Busiris por Heracles puede referirse a alguna acción punitiva realizada por los
helenos, cuyos compatriotas habían sido acechados y muertos; hay pruebas de una
colonia helena primitiva en Chemmis.
9.
Las maldiciones proferidas durante los sacrificios a Heracles
(véase 143.a) recuerdan la bien establecida costumbre de maldecir e insultar al
rey desde una colina cercana mientras lo coronan, con el fin de guardarlo de
los celos divinos. A los generales romanos se les insultaba igualmente en sus
triunfos mientras asumían la personalidad de Marte. Pero los sembradores
maldecían también a la semilla mientras la diseminaban en los surcos.
10. La liberación de Prometeo parece haber
sido una fábula moral inventada por Esquilo y no un mito auténtico (véase
39.h). El hecho de que llevara una guirnalda de sauce —corroborado en un espejo
etrusco— indica que había sido dedicado a la diosa Luna Anatha, o Neitii, o
Atenea (véase 9.1). Quizá originalmente se le ataba con tiras de sauce al altar
del sacrificio en el festival otoñal de la diosa (véase 116.4).
11. Según una leyenda, Tifón mató a Heracles
en Libia, y Yolao le volvió a la vida aplicando una codorniz a las ventanas de
su nariz (Eudoxo de Cnido:. Circuito de la Tierra i, citado por Ateneo: ix.ll).
Pero fue al tirio Heracles Melkarth a quien el dios Esmún («el que evocamos»),
o Asclepio, resucitó de ese modo. El significado es que el año comienza en
marzo con la llegada de las codornices desde el Sinaí, y que entonces se
celebraban orgías en honor de la diosa (véase 14.3).
134. EL DUODÉCIMO TRABAJO: LA CAPTURA DE CERBERO
a. El último, y el más difícil, trabajo de
Heracles fue sacar al perro Cerbero del Tártaro. Como medida preliminar, fue a
Eleusis, donde solicitó que le permitiesen participar en los Misterios y llevar
la corona de mirto[340].
En nuestros tiempos cualquier griego de buena reputación puede ser iniciado en
los misterios de Eleusis, pero en la época de Heracles sólo se admitía a los
atenienses, por lo que Teseo sugirió que lo adoptase cierto Filio. Filio lo
hizo, y cuando Heracles quedó purificado de su matanza de los centauros, porque
nadie que tuviera las manos manchadas con sangre podía presenciar los
Misterios, le inició debidamente Museo, el hijo de Orfeo, actuando Teseo como
su padrino[341].
Pero Eumolpo, el fundador de los Misterios Mayores, había ordenado que no se
admitiese a ningún extranjero, y en consecuencia los eleusinos, poco dispuestos
a rechazar el pedido de Heracles, pero dudando de que su adopción por Filio lo
calificara como un verdadero ateniense, establecieron los Misterios Menores
para favorecerle. Otros dicen que Deméter misma le honró fundando en esa
ocasión los Misterios Menores[342].
b. Todos los años se realizan dos series
de Misterios eleusinos: los Mayores en honor de Deméter y Core, y los Menores
en honor de Core solamente. Los Misterios Menores, una preparación para los
mayores, son un recuerdo dramático del destino de Dioniso que realizan los
eleusinos en Agre, junto al río Iliso, en el mes Antesterión. Los ritos
principales son el sacrificio de una cerda, que los iniciados lavan
primeramente en el río Cántaro, y su subsiguiente purificación por un sacerdote
que lleva el nombre de Hidrano[343].
Luego tienen que esperar por lo menos un año para que puedan participar en los
Misterios Mayores, que se realizan en Eleusis mismo en el mes de Boedromio, y
además deben jurar ante el mistagogo que guardarán secreto antes de ser
preparados para ello. Entretanto no se les permite entrar en el templo de
Deméter y esperan en el vestíbulo durante las solemnidades[344].
c. Una vez purificado y preparado de este
modo, Heracles descendió al Tártaro desde el Ténaro laconio; o, según dicen
algunos, desde la península Aquerusia, cerca de Heraclea en el Mar Negro, donde
se muestran todavía las marcas de su descenso a una gran profundidad. Le
guiaron Atenea y Hermes, pues siempre que, agotado por sus trabajos, llamaba
desesperado a Zeus, Atenea se apresuraba a descender para consolarle[345].
Aterrado por el ceño de Heracles, Caronte lo condujo a través del río Estigia
sin vacilar, en castigo por lo cual Hades lo tuvo encadenado durante todo un
año. Cuando Heracles desembarcó de la desvencijada embarcación todos los
espíritus huyeron, excepto Meleagro y la gorgona de Medusa. A la vista de
Medusa desenvainó la espada, pero Hermes le tranquilizó diciéndole que sólo era
un fantasma; y cuando apuntó con una flecha a Meleagro, quien llevaba puesta
una armadura brillante, Meleagro le dijo sonriendo: «Nada tienes que temer a
los muertos», y ambos conversaron amistosamente durante un rato; al final
Heracles se ofreció a casarse con la hermana de Meleagro, Deyanira[346].
d. Cerca de las puertas del Tártaro
Heracles encontró a sus amigos Teseo y Pirítoo atados a sillas crueles; arrancó
a Teseo de su silla y lo puso en libertad, pero se vio obligado a dejar allí a
Pirítoo. Luego retiró la piedra bajo la cual Deméter había aprisionado a Ascálafo;
y a continuación, deseoso de complacer a las ánimas con un regalo de sangre
caliente, mató una de las vacas de Hades. Su pastor, Menetes o Menecio, hijo de
Ceutónimo, le desafió a luchar, pero Heracles le asió por la cintura y le
rompió las costillas. Al ver eso Perséfone, que había salido de su palacio y
saludado a Heracles como un hermano, intervino y le suplicó que perdonara la
vida a Menetes[347].
e. Cuando Heracles pidió que le entregaran
a Cerbero, Hades, quien se hallaba junto a su esposa, le contestó torvamente:
«Es tuyo, si puedes dominarlo sin emplear la clava ni las flechas.» Heracles
encontró al perro encadenado a las puertas del Aqueronte y lo asió
resueltamente por el cuello, del cual salían tres cabezas, cada una con una
cabellera de serpientes. Cerbero levantó el rabo cubierto de púas para
golpearle, pero Heracles, protegido por la piel de león, no aflojó su apretón
hasta que Cerbero se sintió ahogado y cedió[348].
f. Cuando volvía del Tártaro Heracles se
tejió una corona con el árbol que Hades había plantado en los Campos Elíseos en
recuerdo de su amante, la bella ninfa Leuce. Las hojas exteriores de esa corona
siguieron siendo negras, porque ése es el color del mundo subterráneo, pero las
que rozaban con las sienes de Heracles se pusieron de un color blanco plateado
a causa de su sudor glorioso. De aquí que se le consagre el álamo blanco, o
tiemblo; su color significa que Heracles trabajó en ambos mundos[349].
g. Con la ayuda de Atenea, Heracles volvió
a cruzar el río Estigio sin peligro, y luego medio arrastró y medio llevó a
Cerbero por el precipicio de las cercanías de Trecén, por el que Dioniso había
conducido a su madre Sémele. En el templo de Artemisa Salvadora, construido por
Teseo, sobre la boca de ese precipicio, hay ahora altares dedicados a las
divinidades infernales. En Trecén se muestra también una fuente descubierta por
Heracles y que lleva su nombre frente al lugar donde estaba anteriormente el
palacio de Hipólito[350].
h. Según otra versión, Heracles arrastró a
Cerbero, atado con cadenas adamantinas, por un camino subterráneo que llevaba a
la sombría cueva de Acone, cerca de Mariandina en el Mar Negro. Como Cerbero se
resistía, desviando los ojos de la luz y del sol y ladrando furiosamente con
sus tres bocas, su baba salió volando a través de los campos verdes e hizo
brotar la planta venenosa llamada acónito, y también hecateis, porque Hécate
fue la primera que la utilizó. Según otra versión, Heracles volvió al aire
superior por el Ténaro, famoso por su templo parecido a una cueva delante del
cual había una imagen de Posidón; pero no se sabe si algún camino llevaba
alguna vez allí al Infierno, pues ha estado cerrado desde entonces. Por fin,
algunos dicen que salió por el recinto de Zeus Lafistio, en el monte Lafistio,
donde hay una imagen de Heracles el de los Ojos Alegres[351].
i. Pero todos están de acuerdo por lo
menos en que cuando Heracles llevó a Cerbero a Micenas, Euristeo, que estaba
ofreciendo un sacrificio, le entregó una porción de esclavo, reservando los
mejores trozos para sus propios parientes; y en que Heracles manifestó su justo
resentimiento matando a tres de los hijos de Euristeo: Perimedes, Euribio y
Erípilo[352].
j. Además del acónito, Heracles descubrió
también los siguientes simples: el heracleón u «orégano silvestre» que lo cura
todo; el heracleón siderio, con su tallo delgado, su flor roja y sus hojas
parecidas a las del coriandro, el cual crece en las cercanías de los lagos y
ríos y es un remedio excelente para todas las heridas causadas por el hierro; y
la hiosciamina, o beleño, que causa el vértigo y la locura. El heracleón
ninfeo, que tiene una raíz parecida a una clava, se llamó así por cierta ninfa
abandonada por Heracles y que murió de celos; hace impotentes a los hombres
durante doce días[353].
1.
Este mito parece haber sido deducido de una ilustración que
mostraba a Heracles descendiendo al Tártaro, donde Hécate, la Diosa de los
Muertos, le recibía en la forma de un monstruo de tres cabezas —quizá con una
cabeza por cada una de las estaciones (véase 31.1 y 75.2)— y, como una
consecuencia natural de su obsequio de las manzanas de oro, lo conducía a los
Campos Elíseos; en realidad era Cerbero el que llevaba a Heracles, y no al
contrario. La versión familiar es un resultado lógico de su elevación a la
divinidad: un héroe debe permanecer en el Infierno, pero un dios puede salir de
él y llevarse a su carcelero. Además, la deificación de un héroe en una
sociedad que anteriormente adoraba solamente a la diosa implica que el rey ha
desafiado a la costumbre inmemorial y se ha negado a morir por ella. Así la
posesión de un perro de oro era prueba de la soberanía del rey supremo aqueo y
de haber eludido la tutela matriarcal (véase 24.4). La presencia de Menetes en
el Tártaro, y el robo por Heracles de una de las reses de Hades, demuestran que
el décimo trabajo es otra versión del duodécimo: una perturbación en el
Infierno (véase 132.1). A juzgar por el correspondiente mito gales, el padre de
Menetes, aunque deliberadamente «sin nombre», era el dios-aliso Bran, o
Foroneo, o Crono; lo que está de acuerdo con el contexto del décimo trabajo.
2.
Los misterios Mayores de Eleusis eran de origen cretense y se
realizaban en el mes Boedromión («corriendo en busca de ayuda»), que en Creta
era el primer mes del año, aproximadamente septiembre, y se llamaba así, según
Plutarco (Teseo 27), para conmemorar la derrota de las amazonas por Teseo, lo
que significa su supresión del sistema matriarcal. Originalmente, los Misterios
parecen haber sido la preparación del rey sagrado, en el equinoccio de otoño,
para su próxima muerte en el solsticio hiemal —de aquí la corona de mirto
premonitoria (véase 109.4)— en la forma de un drama sacro, que le avisaba qué
podía esperar en el Infierno. Después de la abolición de los sacrificios del
varón regio, una característica del matriarcado, los Misterios quedaron
abiertos para todos aquellos a los que se juzgaba merecedores de la iniciación;
como en Egipto, donde el Libro de los Muertos daba un consejo análogo,
cualquier hombre de buena reputación podía convertirse en un Osiris
purificándose de toda impureza y pasando por una muerte fingida. En Eleusis,
Osiris estaba identificado con Dioniso. Las hojas del álamo blanco eran un
símbolo sumerio de renacimiento y en el calendario de los árboles celta el
álamo blanco representaba al equinoccio otoñal (véase 52.3).
3.
Los Misterios Menores, que se convirtieron en una preparación para
los Mayores, parecen haber sido un festival pelasgo independiente que se basaba
también en la esperanza del renacimiento, pero se ralizaba a comienzos de
febrero, en la Candelaria, cuando los árboles echan por primera vez hojas, que
es lo que significa «Antesterión».
4.
Ahora bien, puesto que a Dioniso se le identificaba con Osiris,
Sémele tiene que ser Isis; y sabemos que Osiris no sacó a Isis del Infierno,
sino que ella le sacó a él. Por lo tanto, la ilustración de Trecén mostraría a
Sémele llevando a Dioniso de vuelta al aire superior. La diosa que guía
igualmente a Heracles es también Isis; y su rescate de Alcestis se dedujo
probablemente de la misma ilustración: él es conducido, no conduce. Su salida
por el recinto del monte Lafistio constituye una variante interesante. No hay
caverna alguna en la cumbre, y el mito tiene que referirse a la muerte y la
resurrección del rey sagrado que se celebraba allí, rito que contribuyó a
formar la leyenda del Vellocino de Oro (véa- se 70.2 y 148.10).
5.
El acónito, un veneno y paralizante, era utilizado por las
hechiceras tesalias para preparar su ungüento flotante; entumecía los pies y
las manos y daba la sensación de elevarse del suelo. Pero como era también un
febrífugo, a Heracles, que ahuyentó a las aves de la fiebre de Estinfalia, se
le atribuyó su descubrimiento.
6.
El orden de sucesión de las hazañas de Heracles varía
considerablemente. Diodoro Sículo e Higinio disponen los Doce Trabajos en el
mismo orden que Apolodoro, excepto que ambos colocan al cuarto antes que el
tercero, y al sexto antes que el quinto; y que Diodoro coloca al duodécimo
antes que el undécimo. Casi todos los mitógrafos están de acuerdo en que la muerte
del León de Nemea fue el primer trabajo, pero en el orden de sucesión que
establece Higinio de «los doce trabajos de Heracles impuestos por Euristeo»
(Fábula 30) le precede el estrangulamiento de las serpientes. En un lugar
Diodoro Sículo asocia la muerte de Anteo y de Busiris con el décimo trabajo
(iv.17-18); en otro, con el undécimo (iv.27). Y en tanto que algunos autores
hacen que Heracles navegue con los argonautas en su juventud (Silio Itálico:
i.512), otros colocan esta aventura después del cuarto trabajo (Apolonio de
Rodas: i.122); y otros después del octavo (Diodoro Sículo: iv.15). Pero algunos
le hacen realizar el noveno (Valerio Flaco: Argonautica v.91) y el duodécimo
(ibid.: ii.382), y romper los cuernos de «ambos toros» (ibid.: i.36) antes de
partir con los argonautas; y otros niegan que navegara con ellos, fundándose en
que entonces servía como esclavo a la reina Ónfale (Herodoto, citado por
Apolodoro: i.9.19).
7.
Según Licofrón 1328, Heracles fue iniciado en los Misterios de
Eleusis antes de emprender el noveno trabajo; pero Filócoro (citado por
Plutarco: Teseo 26) dice que Teseo le había iniciado en el método de su
ejecución (ibid.: 30), y que él le sacó del Tártaro durante el duodécimo
trabajo (Apolodoro: ii.5.12). Según Pausanias (i.27.7), Teseo sólo tenía siete
años más cuando Heracles llegó a Trecén con la piel del león; y despejó el
Istmo de malhechores en su viaje a Atenas, en la época en que Heracles servía a
Ónfale (Apolodoro: ii.6.3). Eurípides creía que Heracles había luchado con Cicno,
el hijo de Ares, antes de emprender el octavo trabajo (Alcestes 501 y ss.);
Propercio (iv.19.41), que ya había visitado el Tártaro cuando mató a Caco; y
Ovidio (Fasti v.388), que Quirón murió accidentalmente cuando Heracles casi
había terminado sus trabajos, y no durante el cuarto.
8.
Albrico (22) da la lista de los siguientes doce trabajos en este
orden, con explicaciones alegóricas: derrota de los centauros en una boda;
muerte del león; rescate de Alcestis del Tártaro y encadenamiento de Cerbero;
conquista de las manzanas de las Hespérides; destrucción de la Hidra; lucha con
Aqueloo; muerte de Caco; robo de las yeguas de Diomedes; derrota de Anteo;
captura del jabalí; robo del ganado de Gerión; sostén del firmamento.
9.
Varios trabajos y hazañas secundarias de Heracles estaban
representados en el trono de Apolo en Amidas (Pausanias: iii.18.7-9), y en el
altar de bronce de Atenea en la acrópolis espartana (Pausanias: iii.17.3). Las
esculturas de Praxíteles en el gablete del templo de Heracles en Tebas mostraban
la mayoría de los doce trabajos, pero faltaban las aves estinfálicas, y la
lucha con Anteo reemplazaba a la limpieza de los establos de Augías. El
evidente deseo de muchas ciudades de asociarse con los trabajos de Heracles
indica que casi el mismo drama ritual de las tareas matrimoniales, como
preliminares de la coronación, se representaba en una extensa zona.
135. EL ASESINATO DE ÍFITO
a. Cuando Heracles volvió a Tebas una vez
terminados sus trabajos, dio a Megara, su esposa, que entonces tenía treinta y
tres años, en matrimonio a su sobrino y auriga Yolao, que tenia sólo dieciséis,
haciendo la observación de que su unión con ella había sido desdichada[354].
Luego buscó una esposa más joven y más afortunada; y, habiéndose enterado de
que su amigo Éurito, hijo de Melanio, rey de Ecalia, había ofrecido casar a su
hija Yole con el arquero que pudiera disparar sus flechas a mayor distancia que
él y que sus cuatro hijos, se encaminó hacia allá. Apolo le había dado a Éurito
un excelente arco y le había enseñado él mismo a manejarlo, y ahora Éurito
afirmaba que superaba al dios en puntería; sin embargo, a Heracles no le
resultó nada difícil vencer esta prueba. El resultado desagradó a Éurito
excesivamente y, cuando se enteró de que Heracles había repudiado a Megara
después de asesinar a sus hijos, se negó a concederle la mano de Yole. Después
de beber mucho vino para adquirir confianza, le dijo a Heracles: «Nunca podrías
compararte conmigo y con mis hijos como arquero si no empleases de mala fe
flechas mágicas que no pueden errar el blanco. Declaro esta competencia nula y,
en todo caso, yo no confiaría mi amada hija a un rufián como tú. Además, eres
esclavo de Euristeo y, como es claro, sólo mereces que te apalee un hombre
libre.» Dicho eso, expulsó a Heracles del palacio. Heracles no tomó represalias
inmediatamente, como podía haber hecho muy bien, pero juró vengarse[355].
b. Tres de los hijos de Éurito, a saber
Deyón, Clito y Toxco, habían apoyado a su padre en sus deshonestas
pretensiones. Sin embargo, el mayor, que se llamaba Ifito, declaró que Yole,
con toda justicia, debía haber sido entregada a Heracles; y cuando, poco tiempo
después, doce yeguas madres de fuertes cascos y doce robustos muletos
desaparecieron de Eubea, se negó a creer que Heracles era el ladrón. En
realidad los había robado un ladrón muy conocido llamado Autólico, quien les
cambió mágicamente el aspecto y los vendió al confiado Heracles como si fueran
suyos[356].
ífito siguió las huellas de las yeguas y los muletos y descubrió que llevaban
hacia Tirinto, lo que les hi/o sospechar que, después de todo, Heracles se
vengaba del insulto que le había inferido Éurito. Al encontrarse de pronto
frente a frente con Heracles, quien acababa de volver de rescatar a Alcestis,
ocultó sus sospechas y se limitó a pedirle que le aconsejara al respecto.
Heracles no reconoció por la descripción de Ifito a los animales que le había
vendido Autólico, y con su cordialidad habitual prometió buscarlos si ífito
consentía en ser su huésped. Sin embargo, adivinó que se le sospechaba de robo,
lo que amargó su corazón sensible. Después de un gran banquete llevó a Ifito a
lo alto de la torre más elevada de Tirinto y le dijo: «Mira a tu alrededor y
dime si tus yeguas están paciendo por estos alrededores.» «No las veo», confesó
Ifito. «Entonces, me has acusado falsamente en tu corazón de ser un ladrón»,
gritó Heracles, furioso, y lo arrojó desde lo alto de la torre[357].
c. Heracles fue poco después a ver a
Neleo, el rey de Pilos, y le pidió que le purificara, pero Neleo no quiso
hacerlo, porque Éurito era aliado suyo. Y ninguno de sus hijos, con excepción
del menor, Néstor, quiso recibir a Heracles, quien por fin convenció a Deífobo,
el hijo de Hipólito, para que le purificara en Amidas. Sin embargo, seguía
teniendo malos sueños y fue a preguntar al oráculo de Delfos cómo podía
librarse de ellos[358].
La pitonisa Jenoclea se negó a responder a esa pregunta. «Asesinaste a tu
huésped —le dijo—. ¡Yo no tengo oráculos para los que son como tú!» «¡Entonces
me veré obligado a instituir un oráculo propio!» exclamó Heracles. Dicho eso,
despojó al templo de sus ofrendas votivas e inclusive se llevó el trípode en el
que se sentaba Jenoclea. «Heracles de Tirinto es un hombre muy diferente de su
homónimo canopeo», dijo la pitonisa severamente mientras él se llevaba el
trípode; quería decir que el Heracles egipcio había ido en una ocasión a Delfos
y se había comportado con cortesía y veneración[359].
d. Apolo, indignado por esa acción, luchó
con Heracles, hasta que Zeus separó a los combatientes con un rayo y les obligó
a estrecharse las manos amistosamente. Heracles devolvió el trípode sagrado y
los dos juntos fundaron la ciudad de Gitio, donde ahora se alzan juntas en la
plaza del mercado las imágenes de Apolo, Heracles y Dioniso. Entonces Jenoclea
le dio a Heracles el siguiente oráculo: «Para librarte de tu aflicción debes
ser vendido como esclavo durante todo un año y el precio que obtengas debe ser
entregado a los hijos de Ifito[360].
Zeus está enojado porque has violado las leyes de la hospitalidad, cualquiera
que haya sido la provocación.» «¿De quién debo ser esclavo?», preguntó Heracles
humildemente. «La reina Ónfale de Lidia te comprará», contestó Jenoclea.
«Obedezco —dijo Heracles—, pero algún día esclavizaré al hombre que. me ha
impuesto este sufrimiento, ¡y también a toda su familia!»[361].
Sin embargo, algunos dicen que Heracles no devolvió el trípode y que cuando mil
años después Apolo se enteró de que lo habían llevado a la ciudad de Feneo
castigó a sus habitantes cerrando el canal que Heracles había abierto para dar
salida a las intensas lluvias e inundó la ciudad[362].
e. Es corriente otra versión completamente
distinta de estos acontecimientos. Según ella el eubeo Lico, hijo de Posidón y
Dirce, atacó Tebas durante una sedición, mató al rey Créente y usurpó el trono.
Creyendo la in- formación de Copreo de que Heracles había muerto, Lico trató de
seducir a Megara y cuando ella se resistió, les habría matado a ella y a sus
hijos si Heracles no hubiera vuelto del Tártaro justamente a tiempo para
vengarse. Al punto Hera, de la que Lico era el favorito, volvió
loco a Heracles, quien mató a Megara y a
sus propios hijos, así como a su valido, el etolio Estiquio[363].
Los tebanos, que muestran la tumba de los hijos, dicen que Heracles habría
matado también a su padre adoptivo Anfitrión si Atenea no le hubiera golpeado
con una gran piedra dejándolo insensible; y la señalan diciendo: «Lo apodamos
la Castigadora.» Pero en realidad Anfitrión había muerto mucho antes en la
campaña de Orcómeno. Los atenienses alegan que Teseo, agradecido a Heracles por
haberlo sacado del Tártaro, llegó en aquel momento con un ejército ateniense
para ayudar a Heracles contra Lico. Se quedó horrorizado ante el asesinato,
pero prometió a Heracles todos los honores durante el resto de su vida y después
de su muerte, y lo llevó a Atenas,
donde Medea curó su locura con
medicamentos. Luego Sícalo le purificó una vez más[364].
1.
En la sociedad matrilineal el divorcio de una esposa regia implica
el abandono del reino que ha constituido su parte matrimonial; y parece
probable que, una vez relajadas en Grecia las convenciones antiguas, un rey
sagrado podía evitar la muerte al final de su reinado abandonando su reino y
casándose con la heredera de otro. Si es así, la objeción de Éurito a Heracles
como su yerno no sería que había matado a sus hijos —las víctimas anuales
sacrificadas mientras reinaba en Tebas—, sino que había eludido el deber regio
de morirse. La conquista de una novia mediante una hazaña de ballestería era
una costumbre indo-europea: en el Mahabharata, Arjuna consigue así a Draupadi,
y en el Ramayana Rama encorva el fuerte arco de Shiva y consigue a Sita.
Además, el disparo de una flecha hacia cada uno de los puntos cardinales de la
brújula y otra hacia el cénit (véase 126.2 y 132.8) formaba parte de los ritos
del casamiento regio en la India y Egipto. Las yeguas pueden haber figurado en
el sacrificio con ocasión del casamiento de Heracles y Yole, cuando él llegó a
ser rey de Ecalia (véase 81.4). Ifito, en todo caso, es el sustituto del rey
arrojado desde las murallas tebanas al final de cada año, o en cualquier otro
momento para aplacar a alguna divinidad irritada (vése 105.6, 106.; y 121.3).
2.
Que Heracles se apoderara del trípode de Delfos se refiere, al
parecer, a una toma del templo por los dorios; así como el rayo lanzado por
Zeus entre Apolo y Heracles se refiere a la decisión de que a Apolo se le debía
permitir que mantuviera su Oráculo en vez de cederlo a Heracles con la
condición de que sirviera los intereses dorios como patrón de los dimanos, una
tribu perteneciente a la Liga Doria. Era notorio que los espartanos, que eran
dorios, dominaban al Oráculo de Delfos en la época clásica. Eurípides omite el
episodio del trípode en su Heracles porque en el año 421 a. de C. los
atenientes habían sido derrotados por el Tratado de Nicias en su intento de
mantener la soberanía de los focenses en Delfos; los espartanos insistieron en
hacer de él un estado títere separado que dominaban ellos. A mediados del siglo
IV, cuando se reanudó la disputa, los focenses se apoderaron de Delfos y se
apropiaron de algunos de sus tesoros para reclutar fuerzas en su propia
defensa, pero sufrieron una gran derrota y fueron destruidas todas sus
ciudades.
3.
El reproche de la Pitonisa parece significar que los dorios, que
habían conquistado el Peloponeso, se llamaban «Hijos de Heracles» y no le
mostraban el mismo respeto que sus predecesores aqueos, eolios y jonios, cuyas
vinculaciones religiosas eran con los libios agricultores del Delta de Egipto
más bien que con los reyes ganaderos helenos; la predecesora de Jenociea,
Herófila («amada de Hera») era hija de Zeus y Lamia y la llamaban «Sibila» los
libios a los que gobernaba (Pausanias: x.12.1; Eurípides; Prólogo de Lamia).
Cicerón confirma esta opinión cuando niega que el hijo de Alcmena (es decir, el
Heracles pre-dorio) fue quien luchó con Apolo por el trípode (Sobre la
naturaleza de los dioses iii). Posteriormente se hicieron tentativas, en nombre
de la decencia religiosa, para enmendar la disputa entre el Apolo fócense y el
Heracles dorio. Así Plutarco, sacerdote de Delfos, sugiere (Diálogo sobre la E
en Delfos 6) que Heracles llegó a ser un adivino y un lógico experto y «parece
haberse apoderado del trípode en una amistosa rivalidad con Apolo». Al
describir la venganza de Apolo sobre los habitantes de Feneo, suprime
discretamente el hecho de que fue Heracles quien les había abierto el canal
(véase 138.á).
136. ÓNFALE
a. Heracles fue llevado a Asia y ofrecido
en venta como un esclavo anónimo por Hermes, patrón de todas las transacciones
financieras importantes, quien después entregó el dinero de la compra, tres
talentos de plata, a los huérfanos de Ifito. Sin embargo, Éurito prohibió
tercamente que sus nietos aceptasen una compensación monetaria, alegando que
sólo con sangre se podía pagar la sangre; y lo que sucedió con la plata sólo
Hermes lo sabe[365].
Como había predicho la Pitonisa, Heracles fue comprado por Ónfale, reina de
Lidia, mujer que sabía hacer buenos negocios; y él le sirvió fielmente durante
un año o durante tres, liberando el Asia Menor de los bandidos que la
infestaban[366].
b. Esta Ónfale, hija de Yárdano y, según
algunos autores, madre de Tántalo, había heredado el reino de su infortunado
esposo Tmolo, hijo de Ares y Teógona cuando cazaba en el monte Carmanorio —llamado
así en honor de Carmanor, hijo de Dioniso y Alexírroe, quien fue muerto allí
por un jabalí— Tmolo se enamoró de una cazadora llamada Arripe, casta
acompañante de Artemis. Arripe, sorda a las amenazas y las súplicas de Tmolo,
huyó al templo de su señora, donde, sin tener en cuenta su santidad, él la
violó en el lecho mismo de la diosa. Arripe se colgó de una viga después de
invocar a Artemis, quien inmediatamente soltó a un toro enloquecido; Tmolo fue
lanzado al aire, cayó sobre estacas puntiagudas y piedras afiladas y murió
atormentado. Teoclímeno, su hijo con Ónfale, lo enterró donde yacía y cambió el
nombre de la montaña por el de Tmolo; una ciudad del mismo nombre edificada en
sus laderas fue destruida por un gran terremoto durante el reinado del emperador
Tiberio[367].
c. Entre los muchos trabajos secundarios
que Heracles realizó durante su servidumbre figuró la captura de los dos
Cercopes efesios que constantemente le impedían dormir. Eran dos hermanos
mellizos llamados Pásalo y Acmón; u Oíos y Euríbato; o Silos y Tribalos, hijos
de Océano y Tía, y los tramposos y mentirosos más consumados que ha conocido la
humanidad, y recorrían el mundo realizando continuamente nuevos engaños. Tía
les había advertido que se apartaran de Heracles, y sus palabras: «Mis
trascritos blancos, todavía tenéis que encontraros con el gran trasero negro»
se han hecho proverbiales y «trasero blanco» significa ahora «cobarde, vil o
lascivo»[368].
Solían zumbar alrededor del lecho de Heracles como moscones, hasta que una
noche los asió, los obligó a reasumir su forma natural y se los llevó colgando
cabeza abajo de un palo que llevaba al hombro. Ahora bien, el trasero de
Heracles, que no quedaba cubierto por la piel del león, se había quemado y
puesto tan negro como un escudo de cuero viejo a causa de la exposición al sol
y de las respiraciones ígneas de Caco y el toro de Creta, y los Cercopes se
echaron a reír de una manera inmoderada al verse colgados cabeza abajo y
contemplándolo. Su alborozo sorprendió a Heracles, y
cuando se enteró de la causa se sentó en
una roca y se echó a reír con tantas ganas que ellos le convencieron para que
los dejase en libertad. Pero aunque conocemos una ciudad asiática que se llama
Cercopia, las guaridas de los Cercopes y una roca llamada «Trasero Negro» se
exhiben en las Termopilas, por lo que es probable que este episodio se haya
producido en otra, ocasión[369].
d. Algunos dicen que los Cercopes fueron
transformados en piedras por haber tratado de engañar a Zeus; otros, que Zeus
castigó su fraude transformándolos en monos con largo pelo amarillo y
enviándolos a las islas italianas llamadas Pitecusas[370].
e. En un barranco lidio vivía un tal
Sileo, quien solía apoderarse de todos los extranjeros que pasaban por allí y
los obligaba a trabajar en su viña; pero Heracles arrancó las vides por sus
raíces. También, cuando los lidios de Itona comenzaron a saquear el territorio
de Ónfale, Heracles recuperó el botín y arrasó su ciudad[371].
Y en Celenes vivía Litierses el labrador, hijo bastardo del rey de Minos, quien
ofrecía hospitalidad a los viajeros, pero les obligaba a competir con él en la
recolección de la cosecha. Si su fuerza se debilitaba los azotaba, y por la
noche, cuando había ganado ya la competencia, los deca pitaba y ocultaba sus
cuerpos en gavillas, y mientras lo hacía cantaba lúgubremente. Heracles hizo
una visita a Celenes para rescatar al pastor Dafnis, un hijo de Hermes que,
después de haber buscado por todo el mundo a su amada Pimplea, raptada por los
piratas, por fin la había encontrado entre las esclavas de Litierses. Dafnis
fue desafiado a la competencia de la cosecha, pero Heracles ocupó su lugar y
venció a Litierses, a quien decapitó con una hoz, arojando luego su tronco al
río Meandro. Dafnis no sólo recuperó a su Pimplea, sino que además Heracles le
dio a ésta como dote el palacio de Litierses. Los segadores frigios todavía
cantan en honor de Litierses un canto fúnebre de la cosecha que se parece mucho
al que se canta en honor de Mañeros, hijo del primer rey de Egipto, quien
también murió en el campo de la cosecha[372].
f. Finalmente, junto al río Ságaris de
Lidia Heracles mató a una serpiente gigantesca que destruía a los seres humanos
y las cosechas, y la agradecida Ónfale, quien por fin descubrió su identidad y
ascendencia, lo dejó en libertad y lo envió de vuelta a Tirinto cargado con
regalos; y Zeus creó la constelación Ofiuco para conmemorar la victoria. Este
río Ságaris, dicho sea de paso, se llamaba así por un hijo de Mindón y
Alexírroe, quien, enloquecido por la Madre de los Dioses por haber menospreciado
sus Misterios e insultado a sus sacerdotes eunucos, se ahogó en sus aguas[373].
g. Ónfale había comprado a Heracles como
un amante más bien que como un luchador. Él engendró con ella a tres hijos, a
saber: Lamo, Agelao, antepasado del famoso rey Creso que trató de inmolarse en
una pira cuando los persas se apoderaron de Sardes; y Laomedonte[374].
Algunos añaden un cuarto, Tirreno, o Tirseno, que inventó la trompeta y condujo
a emigrantes lidios a Etruria, donde adoptaron el nombre de tirrenios; pero es
más probable que Tirreno fuera hijo del rey Atis y un remoto descendiente de
Heracles y Ónfale[375].
Por una de las mujeres de Ónfale, llamada Malis, Heracles era ya padre de
Cleodeo o Cleolao, y de Alceo, fundador de la dinastía lidia que el rey Creso
desalojó del trono de Sardes[376].
h. A Grecia llegaron informes de que
Heracles había desechado su piel de león y su corona de álamo temblón y llevaba
en cambio collares de joyas, brazaletes de oro, turbante femenino, mantón de
púrpura y ceñidor meonio. Pasaba el tiempo, según los rumores, rodeado por
lascivas muchachas jonias, cardando lana que tomaba de un cesto bruñido, o
hilando; y temblando, mientras hacía eso, cuando su ama le reprendía. Ella le
golpeaba con su chinela dorada cuando sus dedos torpes rompían el huso, y le
obligaba a relatar sus anteriores hazañas para entretenerse; sin embargo, al
parecer, él no se avergonzaba. De aquí que los pintores mostraran a Heracles
vestido con faldas amarillas y dejándose peinar y manicurar por las doncellas
de Ónfale, mientras ella aparecía vestida con la piel del león y manejando su
clava y su arco[377].
i. Sin embargo, lo que había sucedido no
era más que esto: un día en que Heracles y Onfale visitaban las viñas de Tmolo,
ella con una túnica purpúrea con bordados de oro y el cabello perfumado, y él
sosteniendo galantemente una sombrilla dorada sobre la cabeza de ella, Pan los
vio desde una alta colina. Se enamoró de Ónfale y se despidió de las diosas de
la montaña exclamando: «¡En adelante ella sola será mi amor!». Ónfale y
Heracles llegaron a su destino, una gruta apartada, donde se divirtieron
cambiando las ropas. Ella le puso un cinturón de malla absurdamente pequeño
para su cintura y su túnica purpúrea. Aunque Ónfale aflojó las cintas todo lo
posible, él rompió las mangas, y los lazos de sus sandalias eran demasiado
cortos para abarcar el empeine de Heracles.
j. Después de cenar fueron a dormir en
lechos separados, pues habían prometido hacer al amanecer un sacrificio a
Dioniso, quien exige la pureza marital de sus devotos en esas ocasiones. A la
medianoche Pan se deslizó en la gruta y buscando a tientas en la oscuridad
encontró lo que creía que era el lecho de Ónfale, porque quien dormía en él
estaba vestido de seda. Con manos temblorosas levantó las sábanas del lecho desde
el fondo y se introdujo en él, pero Heracles se despertó, extendió una pierna y
lo arrojó de una patada como un gusano a través de la gruta. Al oír un fuerte
estrépito y un grito, Ónfale saltó de su lecho y pidió luces, y cuando éstas
llegaron, ella y Heracles se echaron a reír hasta llorar al ver a Pan tendido
en un rincón y curándose las magulladuras. Desde ese día Pan aborrece las
vestimentas y exige que sus funcionarios asistan desnudos a sus ritos; fue él
quien se vengó de Heracles difundiendo el rumor de que su caprichoso cambio de
ropas con Ónfale era habitual y perverso[378].
1.
Carmanor tiene que haber sido un título de Adonis (véase 18.7),
también muerto por un jabalí. No se puede fechar la profanación del templo de
Artemis por Tmolo, ni tampoco la orden de que Heracles debía compensar a Éurito
por el asesinato de su hijo. Sin embargo, ambos acontecimientos parecen tener
un origen histórico. Es probable que Ónfale represente a la Pitonisa, la
guardiana del omphalus de Delfos, quien concedió la compensación, haciendo a
Heracles esclavo de un templo hasta que la pagase, y que, como «Ónfale» era
también el nombre de una reina india, los mitógrafos cambiaran el escenario de
la esclavitud para ajustado a otra serie de tradiciones.
2.
Los Cercopes, como demuestran sus diversos pares de nombres, eran
ceres, o rencores, que aparecían en la forma de sueños engañosos y malévolos, y
se los podía contrarrestar apelando a Heracles, que era el único que tenía
poder contra la Pesadilla (véase 35.3-4). Aunque al principio se los
representaba como simples espectros, como Cécrope (cuyo nombre es otra forma de
cercops) en obras de arte posteriores figuran como cercopithecoi, «monos»
quizás a causa de la asociación de Heracles con Gibraltar, una de sus Columnas,
desde donde los mercaderes y cartagineses los llevaban como animales favoritos
a las damas griegas y romanas ricas. Los monos no parecen haber frecuentado las
islas de Isquia y Prócida, situadas al norte de la bahía de Napóles y a las que
los griegos llamaban Pitecusas; su nombre se refiere realmente a los pithoi, o
cántaros, que se hacían allí (Plinio: Historia natural iii.6.12).
3.
La costumbre de los viñadores de apoderarse de un extranjero y
matarlo en la estación de la vendimia, en honor del espíritu de la Vid, estaba
muy difundida en Siria y el Asia Menor; y un sacrificio de la cosecha análogo
se realizaba en esos países y en Europa. Sir James Frazer ha tratado este tema
exhaustivamente en su Golden Eougb. A Heracles se le atribuye aquí la abolición
del sacrificio humano, reforma social de la que los griegos se enorgullecían,
inclusive cuando sus guerras se hacían cada vez más salvajes y destructoras.
4.
Los autores clásicos hicieron de la esclavitud de Heracles a
Ónfale una alegoría de con qué facilidad un hombre fuerte se convierte en
esclavo de una mujer lasciva y ambiciosa; y el hecho de que consideraran al
ombligo como la sede de la pasión femenina explica suficientemente el nombre de
Ónfale en este sentido. Pero la fábula se refiere, más bien, a una etapa anterior
en la evolución del reinado sagrado del matriarcado al patriarcado, cuando el
rey, como consorte de la reina, tenía el privilegio de representarla en las
ceremonias y los sacrificios, pero sólo si se ponía las ropas de ella.
Reveillout ha demostrado que éste era el sistema que se seguía en Lagash en la
época sumeria primitiva, y en varias obras de arte cretenses aparecen hombres
que.llevan vestimentas femeninas con propósitos sacrificiales, no sólo la falda
pantalón moteada, como en el sarcófago de Hagia Triada, sino incluso, como en
un fresco del palacio de Cnosos, la falda con volantes. La esclavitud de
Heracles se explica por las costumbres matriarcales de los nativos del África
Occidental: en Loango, Daura y los Abrons, como ha señalado Briffault, el rey
es de origen servil y carece de poder; en Agonna, Latuka, Ubemba y otras partes
sólo hay una reina, la cual no se casa, sino que toma amantes serviles. Además,
un sistema análogo sobrevivió hasta la época clásica entre la antigua nobleza
locrense que tenía el privilegio de enviar sacerdotisas a la Atenea troyana
(véase 158.8}; se les obligó a emigrar en 683 a. de C. de la Grecia central a
la Lócrida Epicefiria, en el extremo sur de Italia, «a causa del escándalo que
causaban los amoríos indiscriminados de las mujeres nobles con esclavos» (véase
18.8). Estas locrenses, que eran de origen no heleno y hacían una virtud de la
promiscuidad prenupcial al estilo cretense, cario o amerita (Clearco: 6),
insistían en la sucesión estrictamente matrilineal (Dionisios: Descripción de
la Tierra 365-7; Polibio: xii.ob). Las mismas costumbres deben de haber sido
generales en la Grecia prehelénica e Italia, pero solamente en Bagnara, cerca
de las ruinas de la Lócrida Epicefiria, se recuerda al presente la tradición
matriarcal. Las mujeres de Bagnara llevan faldas largas y plisadas y hacen
descalzas sus diligencias comerciales que duran varios días, dejando a los
hombres el cuidado de los niños; pueden llevar en la cabeza hasta un peso de
dos quintales. Los hombres se toman vacaciones en la primavera durante la
estación del pez espada, ocasión en que muestran su habilidad con el arpón; y
en el verano, cuando van a las colinas a hacer carbón de leña. Aunque el
patrono oficial de Bagnara es San Nicolás, ninguna mujer de Bagnara reconoce su
existencia, y el sacerdote de su parroquia se queja de que prestan más atención
a la Virgen que a su Hijo, pues la Virgen ha sucedido a Core, la Doncella, por
cuyo templo magnífico era famosa Lócride en la época clásica.
137. HESIONE
a. Después de servir como esclavo a la
reina Ónfale Heracles volvió a Tirinto, recuperada por completo la cordura, e
inmediatamente proyectó una expedición contra Troya[379].
Sus motivos eran los siguientes. Él y Telamón, a su regreso del país de las
amazonas, o cuando desembarcaron con los argonautas en Sigeo, quedaron
sorprendidos al encontrar a Hesíone, la hija de Laomedonte, completamente
desnuda con excepción de sus joyas, encadenada a una roca en la costa troyana[380].
Por lo visto, Posidón había enviado a un monstruo marino para castigar a
Laomedonte por no haberles pagado a él y a Apolo la cantidad estipulada cuando
construyeron las murallas de la ciudad y cuidaron sus ganados. Algunos dicen
que debía haberles sacrificado todo el ganado nacido en su reino durante aquel
año; otros, que les había prometido sólo un salario bajo como peones, pero que
aun así les defraudó en más de treinta dracmas troyanos. En venganza, Apolo
envió una peste y Posidón ordenó a su monstruo que devorara a los habitantes de
las llanuras y arruinara sus campos derramando agua de mar sobre ellos. Según
otra versión, Laomedonte cumplió sus obligaciones con Apolo, pero no con
Posidón, quien en consecuencia envió la peste y el monstruo[381].
b. Laomedonte fue a ver al oráculo de Zeus
Amón, el cual le aconsejó que abandonase a Hesíone en la orilla del mar para
que el monstruo la devorara. Pero él se negó obstinadamente a hacerlo a menos
que los nobles troyanos le dejasen primeramente sacrificar a sus hijas.
Desesperados, consultaron con Apolo, quien, no menos enojado que Posidón, les
dio poca satisfacción. La mayoría de los padres enviaron inmediatamente a sus
hijas al exterior para salvarlas del peligro, pero Laomedonte trató de obligar
a cierto Fenodamante, que había mantenido a sus tres hijas en su casa, a
abandonar a una de ellas, en vista de lo cual Fenodamante arengó a la asamblea,
alegando que Laomedonte era el único responsable de su desgracia y se le debía
hacer sufrir por ello sacrificando a su hija. Al final se decidió echarlo a
suertes, recayendo en Hesíone, que en consecuencia fue atada a la roca donde la
encontró Heracles[382].
c. Heracles rompió sus ligaduras, fue a la
ciudad y se ofreció a destruir al monstruo a cambio de los dos incomparables
caballos, o yeguas, inmortales y blancos como la nieve, que podían correr por
encima del agua y de los trigales con la velocidad del viento y que Zeus le
había dado a Laomedonte como compensación por el rapto de Ganimedes. Laomedonte
se apresuró a aceptar la propuesta[383].
d. Con la ayuda de Atenea, los troyanos
construyeron a Heracles una alta muralla que servía para protegerlo del
monstruo cuando sacaba la cabeza del mar y avanzaba por la llanura. Al llegar a
la muralla abrió sus grandes fauces y Heracles se introdujo en su garganta
plenamente armado. Pasó tres días en el vientre del monstruo y salió de él
victorioso, aunque la lucha le había costado todos los pelos de su cabeza[384].
e. Lo que sucedió después es muy
discutido. Algunos dicen que Laomedonte dio Hesíone a Heracles como prometida
—convenciéndole al mismo tiempo para que la dejase junto con las yeguas en
Troya mientras él iba con los argonautas— pero que, después de conquistado el
Vellocino de Oro, le dominó la codicia y se negó a darle a Heracles ni su hija
Hesione ni las yeguas. Otros dicen que se había negado a ello uno o dos meses
antes, cuando Heracles fue a Troya en busca de Hilas[385].
f. La versión más circunstancial, no
obstante, es que Laomedonte engañó a Heracles sustituyendo los caballos
inmortales por otros mortales, en vista de lo cual Heracles amenazó con hacer
la guerra contra Troya y se hizo a la mar lleno de cólera. Primeramente visitó
la isla de Paros, donde erigió un altar a Zeus y Apolo, y luego el Istmo de
Corinto, donde profetizó la condena de Laomedonte; finalmente reclutó soldados
en su propia ciudad de Tirinto[386].
g. Laomedonte, entretanto, había matado a
Fenodamante y vendido sus tres hijas a mercaderes sicilianos que habían ido a
comprar víctimas para los espectáculos con fieras; pero en Sicilia las liberó
Afrodita, y la mayor, Egesta se acostó con el río Crimiso que tomó la forma de
perro, y le dio un hijo, Egesto, llamado Acestes por los latinos[387].
Este Egesto, ayudado por Elimo, el hijo bastardo de Anquises y a quien llevó
desde Troya, fundó las ciudades de Egesta, llamada más tarde Segesta; Entella,
por el nombre de su esposa; Érix y Asea. Se dice que Egesta volvió más tarde a
Troya y allí se casó con Capis, quien la hizo madre de Anquises[388].
h. Se discute si Heracles se embarcó para
Troya con dieciocho largas naves de cincuenta remeros cada una, o con sólo seis
pequeñas embarcaciones y escasas fuerzas[389].
Pero entre sus aliados se hallaban Yolao, Telamón hijo de Éaco, Peleo, el
argivo Oícles y el beocio Deímaco[390].
i. Heracles había encontrado a Telamón en
Salamina banqueteando con sus amigos. Inmediatamente le ofrecieron la copa de
vino de oro y le invitaron a hacer la primera libación a Zeus; hecho esto,
levantó las manos hacia el cielo y suplicó: «¡Oh, Padre, envía a Telamón un
buen hijo con una piel dura como la del león y un valor equivalente!». Pues
había visto que Peribea, la esposa de Telamón, estaba a punto de dar a luz.
Zeus envió su águila en respuesta y Heracles aseguró a Telamón que la súplica
sería otorgada; y, ciertamente, tan pronto como terminó el banquete, Peribea
dio a luz al gran Áyax, a quien Heracles envolvió en la piel de león,
haciéndole así invulnerable, excepto en el cuello y en la axila, donde se había
interpuesto la aljaba[391]
u.
j. Al desembarcar cerca de Troya, Heracles
dejó a Oicles custodiando las naves, mientras él conducía a los otros paladines
al asalto de la ciudad. Laomedonte, tomado por sorpresa, no tuvo tiempo para
reunir su ejército, pero entregó a la gente del pueblo espadas y antorchas y
los condujo apresuradamente a quemar la flota. Oícles resistió hasta morir,
librando una noble acción de retaguardia mientras sus compañeros lanzaban las
naves al agua y huían. Laomedonte se apresuró a volver a la ciudad y, tras una
escaramuza con las fuerzas rezagadas de Heracles, consiguió volver a entrar y
cerrar las puertas a su espalda.
k. Como no tenía paciencia para emprender
un largo sitio, Heracles ordenó un asalto inmediato. El primero que abrió una
brecha en la muraalla y penetró en la ciudad fue Telamón, que eligió la cortina
occidental construida por su padre Éaco por ser el lugar más débil, pero
Heracles le siguió de cerca, enloquecido por los celos. Telamón, quien se dio
cuenta de pronto de que la espada desenvainada de Heracles amenazaba a sus
partes vitales, tuvo la presencia de ánimo suficiente para agacharse y recoger
unas grandes piedras desprendidas de la muralla. «¿Qué estás tramando?», rugió
Heracles. «Erijo un altar a Heracles el Vencedor, Heracles el que Desvía los
Males» —contestó el ingenioso Telamón—. «Dejo a tu cargo el saqueo de Troya»[392].
Heracles le dio las gracias brevemente y siguió corriendo. Luego dio muerte a
Laomedonte y todos sus hijos, con excepción de Podarces, el único que había
sostenido que se debían dar a Heracles las yeguas inmortales; y saqueó la
ciudad. Después de saciar su venganza recompensó a Telamón con la mano de
Hesíone, a quien dio permiso para rescatar a cualquiera de sus compañeros de
cautiverio. Ella eligió a Podarces. «Muy bien —dijo Heracles—, pero antes debe
ser vendido como esclavo.» En consecuencia, Podarces fue puesto en venta y
Hesíone lo redimió a cambio del velo dorado con que se envolvía la cabeza;
desde entonces Podarces recibió el nombre de Príamo, que significa «redimido».
Pero algunos dicen que era un mero infante en esa época[393].
1. Después de incendiar Troya y de arrasar
sus caminos, Heracles puso a Príamo en el trono y se hizo a la mar. Hesíone
acompañó a Telamón hasta Salamina, donde ella le dio a Teucro; se discute si
como hijo legítimo ó como bastardo[394].
Más tarde Hesíone abandonó a Telamón, huyó al Asia Menor y cruzó a nado a
Mileto, donde el rey Arión la encontró oculta en un bosque. Allí dio a Telamón
un segundo hijo, Trambelo, al que Arión crió como propio, y le nombró rey de
los parientes asiáticos de Telamón, los léleges; o, según dicen algunos, de los
lesbios. Cuando, durante la guerra de Troya, Aquiles invadió Mileto, mató a
Trambelo, y al enterarse demasiado tarde de que era hijo de Telamón, sintió una
gran pena[395].
m. Algunos dicen que Oícles no murió en
Troya, sino que vivía todavía cuando las Erinias enloquecieron a su nieto
Alcmeón. Se muestra su tumba en Arcadia, cerca del recinto Megalopolitano de
Bóreas[396].
n. Heracles partió por mar de Tróade,
llevándose consigo a Glaucia, hija del río Escamandro. Durante el sitio había
sido la amante de Deímaco, y cuando éste murió en la batalla acudió a Heracles
en busca de protección. Heracles la llevó en su nave, muy gozoso porque
sobrevivía el linaje de un amigo tan valiente, pues Glaucia estaba encinta y
más tarde dio a luz un hijo llamado Escamandro
o. Ahora bien, mientras el Sueño
amodorraba a Zeus, Hera ordenó a Bóreas que produjese una tormenta, para
obligar a Heracles a desviar su rumbo hacia la isla de Cos. Zeus despertó
furioso y amenazó con arrojar al Sueño desde el aire superior al golfo del
Erebo; pero él acudió como suplicante a la Noche, a la que ni Zeus se atrevía a
disgustar. En su frustración comenzó a sacudir a los dioses del Olimpo. Algunos
dicen que fue en esta ocasión cuando encadenó a Hera por las muñecas a las
vigas y ató yunques a sus tobillos, y cuando arrojó a Hefesto a la tierra.
Después de desahogar así su malhumor por completo, sacó a Heracles de la isla
de Cos y lo llevó de nuevo a Argos, donde sus aventuras son descritas de
diversas maneras[397].
p. Algunos dicen que los cósanos le
tomaron equivocadamente por un pirata y trataron de impedir que se acercara
apedreando su nave. Pero él desembarcó por la fuerza, tomó la ciudad de
Astipalea en un asalto nocturno y mató al rey, Eurípilo, hijo de Posidón y
Astipalea. A él le hirió Calcodonte, pero le salvó Zeus cuando estaba a punto
de ser muerto[398].
Otros dicen que atacó a Cos porque se había enamorado de Calcíope, hija de
Euripilo[399].
q. Según otra versión, cinco de las seis
naves de Heracles zozobraron en la tormenta. La sobreviviente fue a encallar en
Laceta, en la isla de Cos, y él y sus compañeros sólo pudieron salvar las armas
del naufragio. Mientras exprimían el agua del mar de sus ropas pasó por las
cercanías un rebaño de ovejas y Heracles pidió al pastor merope, un tal Antágoras,
que les regalase un carnero; Antágoras, que era muy fuerte, desafió a Heracles
a luchar con él, ofreciéndole el carnero como premio. Heracles aceptó el
desafío, pero cuando los dos luchadores se asieron, los amigos meropes de
Antágoras acudieron en su ayuda, y los griegos hicieron lo mismo en ayuda de
Heracles, por lo que siguió una pelea general. Agotado por la tormenta y por el
número de sus enemigos, Heracles interrumpió la lucha y huyó a la casa de una
robusta matrona tracia, con cuyas ropas se disfrazó y así consiguió escapar[400].
r. A una hora más avanzada de ese día,
revivificado por la comida y el sueño, volvió a luchar con los meropes y los
venció; después de lo cual se purificó de la sangre vertida y, todavía vestido
con ropas femeninas, se casó con Calcíope, quien le hizo padre de Tésaloa.
Ahora se ofrecen sacrificios anuales a Heracles en el campo en que se libró esa
batalla; y los novios cósanos visten ropas femeninas cuando reciben a sus
novias en su casa como hace el sacerdote de Heracles en Antimaquia antes de
comenzar un sacrificio[401].
s. Las mujeres de Astipalea estaban
ofendidas con Heracles y le insultaron, por lo que Hera las honró poniéndoles
cuernos como las vacas; pero algunos dicen que éste fue un castigo que les
impuso Afrodita por haberse atrevido a elogiar su belleza como superior a la de
ella[402].
t. Después de haber arrasado a Cos y casi
haber aniquilado a los meropes, Heracles, guiado por Atenea, fue a Flegras,
donde ayudó a los dioses a ganar su batalla contra los gigantes[403].
Desde allí fue a Beocia, donde, por su insistencia, Escamandro fue elegido rey.
Escamandro dio su nombre al río Inaco, y a un arroyo cercano le dio el nombre
de su hija Glaucia; también dio a la fuente Acidusa el nombre de su esposa, de
la que tuvo tres hijas, a las que se honra localmente con el nombre de las
«Doncellas»[404].
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