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EL ARTE OSCURO

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martes, 14 de mayo de 2013

Robert Graves - Los Mitos Griegos - IV






Robert Graves


Los Mitos Griegos IV


105.  EDIPO


a. Layo, hijo de Lábdaco, se casó con Yocasta y gobernó en Tebas. Afligido por no haber tenido hijos durante largo tiempo, consultó en secreto con el oráculo de Delfos, el cual le informó que esa aparente desgracia era un beneficio, porque cualquier hijo nacido de Yocasta sería su asesino. En consecuencia, repudió a Yocasta, aunque sin darle explicación alguna de su decisión, cosa que le ofendió a ella de tal modo que, después de hacer que se emborrachara, consiguió mañosamente que volviera a sus brazos en cuanto hubo anochecido. Cuando, nueve meses después, Yocasta dio a luz un hijo, Layo lo arrancó de los brazos de la nodriza, le taladró los pies con un clavo, se los ató el uno al otro y lo dejó abandonado en el monte Citerón.

b. Pero las Parcas habían decidido que ese niño llegara a una vejez lozana. Un pastor corintio lo encontró, le llamó Edipo porque sus pies estaban deformados por las heridas hechas con el clavo, y lo llevó a Corinto, donde el rey Pólibo reinaba en aquel momento[1].

c. Según otra versión de la fábula, Layo no abandonó a Edipo en la montaña, sino que lo encerró en un arca que fue arrojada al mar desde un barco. El arca flotó a la deriva y llegó a la costa de Sición, donde Peribea, la esposa de Pólibo, estaba por casualidad en la playa vigilando a las lavanderas de la casa real. Recogió a Edipo, se retiró a un soto y simuló que sufría los dolores del parto. Como las lavanderas estaban demasiado ocupadas para observar lo que ella hada, les engañó a todas haciéndoles creer que acababa de dar a luz a aquel niño. Pero Peribea le dijo la verdad a Pólibo, quien, como tampoco tenía hijos, tuvo la satisfacción de criar a Edipo como su hijo propio.
Un día, habiéndole vituperado un joven corintio diciéndole que no se parecía lo más mínimo a sus supuestos padres, Edipo fue a preguntar al oráculo de Delfos qué era lo que le reservaba el futuro. «¡Aléjate del altar, desdichado! —le gritó la pitonisa, con repugnancia— ¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!»

d. Como Edipo amaba a Pólibo y Peribea y no deseaba causarles un desastre, decidió inmediatamente no volver a Corinto. Pero sucedió que en el estrecho desfiladero entre Delfos y Dáulide se encontró con Layo, quien le ordenó ásperamente que saliese del camino y dejara pasar a sus superiores. Se debe explicar que Layo iba en carro y Edipo a pie. Edipo replicó que no reconocía más superiores que los dioses y sus propios padres.
—¡Tanto peor para ti! —gritó Layo, y ordenó a su cochero, Polifontes, que siguiera adelante.
Una de las ruedas magulló el pie de Edipo, quien, impulsado por la ira, mató a Polifontes con la lanza. Luego derribó a Layo, quien cayó al camino enredado en las riendas, fustigó a los caballos e hizo que éstos lo arrastraran y le mataran. El rey de Platea tuvo que enterrar ambos cadáveres[2].

e. Layo se estaba dirigiendo al oráculo para preguntarle cómo podía librar a Tebas de la Esfinge. Este monstruo era hija de Tifón y Equidna o, según dicen algunos, del perro Ortro[3] y la Quimera, y había volado a Tebas desde la parte más distante de Etiopía. Se la reconocía fácilmente por su cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y alas de águila[4]. Hera había enviado recientemente a la Esfinge para castigar la ciudad de Tebas porque Layo había raptado en Pisa al niño Crisipo; habiéndose instalado en el monte Picio, cerca de la ciudad, proponía a cada viajero tebano que pasaba por allí un enigma que le habían enseñado las Tres Musas: «¿Qué ser, con sólo una voz, tiene a veces dos pies, a veces tres, a veces cuatro y es más débil cuantos más pies tiene?» A los que no podían resolver el enigma los estrangulaba y devoraba en el acto, y entre esos infortunados estaba Hemón, el sobrino de Yocasta, a quien la Esfinge hizo haimon[5], o «sangriento», verdaderamente.
Edipo, quien se acercaba a Tebas inmediatamente después de haber matado a Layo, adivinó la respuesta: «El hombre —contestó—, porque se arrastra a gatas cuando es niño, se mantiene firmemente en sus dos pies en la juventud, y se apoya en un bastón en la vejez.» La Esfinge, mortificada, saltó desde el monte Picio y se despedazó en el valle de abajo. En vista de esto los tebanos, agradecidos, aclamaron a Edipo como rey, y se casó con Yocasta, ignorando que era su madre. .

f. Entonces una peste invadió Tebas y cuando se consultó una vez más al oráculo de Delfos, contestó: «¡Expulsad al asesino de Layo!» Edipo, que no sabía con quién se había encontrado en el desfiladero, maldijo al asesino de Layo y lo condenó al destierro.

g. El ciego Tiresias, el adivino más famoso de Grecia en esa época, pidió a Edipo una audiencia. Algunos dicen que Atenea, quien lo había cegado, porque inadvertidamente la había visto bañándose, atendió a la súplica de su madre y, tomando a la serpiente Erictonio de su égida, le ordenó: «Limpia los oídos de Tiresias con tu lengua para que pueda entender el lenguaje de las aves
proféticas.»

h. Otros dicen que en una ocasión, en el monte Cilene, Tiresias había visto a dos serpientes en el acto de acoplarse. Cuando ambas le atacaron, las golpeó con su bastón y mató a la hembra. Inmediatamente Tiresias se convirtió en una mujer y llegó a ser una ramera célebre; pero siete años después acertó a ver el mismo espectáculo y en el mismo lugar, y esta vez recuperó su virilidad matando a la serpiente macho. Otros dicen que cuando Afrodita y las tres Carites[6], Pasítea, Calé y Eufrósine, disputaron acerca de cuál de las cuatro era más bella, Tiresias otorgó el premio a Calé; inmediatamente Afrodita lo convirtió en una anciana. Pero Calé lo llevó consigo a Creta y le regaló una hermosa cabellera. Algunos días después Hera comenzó a reprocharle a Zeus sus numerosas infidelidades. Él las defendió alegando que, en todo caso, cuando compartía el lecho con ella, ella disfrutaba muchísimo más que él.
—Las mujeres, por supuesto, gozan con el acto sexual infinitamente más que los hombres —le dijo en tono fanfarrón.
—¡Qué tontería! —replicó Hera—. Sucede exactamente lo contrario y lo sabes muy bien.
Tiresias, llamado para arbitrar la disputa con su experiencia personal, declaró:
«Si en diez partes divides del amor el placer, una a los hombres va y nueve a la mujer.»
La sonrisa triunfante de Zeus exasperó de tal modo a Hera que cegó a Tiresias, pero Zeus le compensó con la visión interior y una vida que abarcó siete generaciones[7].

i. Tiresias se presentó en la corte de Edipo, apoyándose en el bastón de madera de cornejo que le había dado Atenea, y reveló a Edipo la voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un Hombre Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta, Meneceo, uno de los que habían brotado de la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de la serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y toda Tebas elogió su abnegación cívica.
Tiresias anunció luego:
—Meneceo ha obrado bien y la peste cesará. Pero los dioses tienen en consideración a otro de los Hombres Sembrados, uno de la tercera generación pues ha matado a su padre y se ha casado con su madre. ¡Sabed, reina Yocasta, que ese hombre es tu marido Edipo!

j. Al principio nadie quiso creer a Tiresias, pero pronto sus palabras quedaron confirmadas por una carta de Peribea desde Corinto. Escribía que la súbita muerte del rey Pólibo le permitía ahora revelar las circunstancias de la adopción de Edipo, y lo hacía con detalles condenatorios. Yocasta se ahorcó de vergüenza y de pena y Edipo se cegó con un alfiler que tomó de los vestidos de ella[8].

k. Algunos dicen que, aunque atormentado por las Erinias[9], que le acusaban de haber causado la muerte de su madre, Edipo siguió reinando en Tebas durante un tiempo, hasta que murió en una batalla[10]. Según otros, sin embargo, el hermano de Yocasta, Créonte, le expulsó, pero no antes que maldijera a Eteocles y Polinices —que eran al mismo tiempo hijos y hermanos suyos— cuando insolentemente le enviaron la parte inferior de un animal sacrificado, o sea el anca en vez del cuarto delantero que correspondía al rey. En consecuencia observaron sin derramar lágrimas cómo abandonaba la ciudad que había librado del poder de la Esfinge. Después de vagar durante muchos años de un país a otro, guiado por su fiel hija Antígona, Edipo llegó por fin a Colono en el Ática, donde las Erinias, que tienen allí un bosquecillo, le persiguieron hasta matarlo, y Teseo enterró su cadáver en el recinto de los Solemnes de Atenas, y lo lloró al lado de Antígona[11].

1.      La fábula de Layo, Yocasta y Edipo ha sido deducida de una serie de iconos sagrados mediante una corrupción deliberada de su significado. Un mito que explicaría el nombre de Lábdaco («ayuda con antorchas») se ha perdido; pero puede referirse a la llegada a la luz de las antorchas de un Niño Divino, llevado por vaqueros o pastores, en la ceremonia del Año Nuevo, y aclamado como hijo de la diosa Brimo («rabiosa»). Este eleusis, o advenimiento, era el acontecimiento más importante en los Misterios Éleusinos, y quizá también en los ístmicos (véase 70.5), lo que explicaría el mito de la llegada de Edipo a la corte de Corinto. Los pastores adoptaban o rendían homenaje a otros muchos príncipes niños legendarios o semi-legendarios, tales como Hipótoo (véase 49.a). Pelias (véase 68.d), Anfión (véase 76.a). Égisto (véase 111.i), Moisés, Rómulo y Ciro, todos los cuales eran abandonados en una montaña o confiados a las olas en un arca, o ambas cosas. A Moisés lo encontró la hija del Faraón cuando bajó al río con sus mujeres. Es posible que Oedipus, «pie hinchado»,  fuera  originalmente  Oedipais,  «hijo del mar agitado», que es el significado del nombre que se da al héroe gales correspondiente, Dylan; y que la perforación de los pies de Edipo con un clavo pertenezca al final y no al comienzo de su fábula como en el mito de Talos (véase 92,m y 154.h).

2.      El asesinato de Layo es un recuerdo de la muerte ritual del rey solar por su sucesor: derribado de un carro y arrastrado por los caballos (véase 71.1) cuando terminaba el primer año de su reinado.

3.      La anécdota de la Esfinge ha sido deducida, evidentemente, de una ilustración en que aparecía la diosa Luna alada de Tebas, cuyo cuerpo compuesto representa las dos partes del año tebano —el león a la parte creciente y la serpiente a la parte menguante— y a quien el nuevo rey ofrece sus devociones antes de casarse con su sacerdotisa, la Reina. Parece también que el enigma que la Esfinge aprendió de las Musas ha sido inventado para explicar una ilustración de un infante, un guerrero y un anciano, los tres adorando a la diosa triple: cada uno de ellos rinde homenaje a una persona diferente de la tríada. Pero la Esfinge, vencida por Edipo, se mató, y lo mismo hizo su sacerdotisa Yocasta. ¿Fue Edipo un invasor de Tebas en el siglo XIII que suprimió el antiguo culto minoico de la diosa y reformó el calendario? Bajo el viejo sistema, el nuevo rey, aunque extranjero, había sido teóricamente un hijo del rey viejo al que mató y con cuya viuda se casó; costumbre que los invasores patriarcales tergiversaron considerándola como parricidio e incesto. La teoría freudiana de que el «complejo de Edipo» es un instinto común a todos los hombres fue sugerida por esta anécdota corrompida, y aunque Plutarco recuerda (Sobre Isis y Osiris 32) que el hipopótamo «asesinaba a su padre y violaba a su madre», nunca habría sugerido que todos los hombres tienen un complejo de hipopótamo.

4.      Aunque los patriotas tebanos, poco dispuestos a admitir que Edipo era un extranjero que tomó su ciudad por asalto, preferían hacer de él el heredero perdido del reino, la verdad es revelada por la muerte de Meneceo, miembro de la raza pre-helena que celebraba el festival de las Pelonas en memoria del demiurgo Ofión, de cuyos dientes pretendían haber nacido. Se lanzó a la muerte con la esperanza desesperada de aplacar a la diosa, como Mercio Curcio cuando se abrió una sima en el Foro romano (Livio: vii.6), y el mismo sacrificio se ofreció durante la guerra de los «siete contra Tebas» (véase 106.j). Sin embargo, murió en vano; de otro modo la Esfinge y su suprema sacerdotisa no se habrían visto obligadas a suicidarse. La fábula de la muerte de Yocasta por ahorcamiento es probablemente un error; se dice que la Helena del culto del olivo, lo mismo que Erígone y Ariadna del culto del vino, murieron de ese modo, quizá para explicar las figurillas de la diosa Luna que colgaban de las ramas de los árboles en los huertos como un talismán de la fertilidad (véase 79.2, 88.10 y 98J). En Tebas se utilizaban figurillas análogas y cuando Yocasta se suicidó lo hizo indudablemente arrojándose desde una roca, lo mismo que la Esfinge.

5.      La aparición de «Tiresias», título común de los adivinos en toda historia legendaria de Grecia indicaba que Zeus le había concedido a Tiresias una vida notablemente larga. Ver serpientes acoplándose se considera todavía infausto en la India meridional; la teoría es que el testigo será castigado con la «enfermedad femenina» (como la llama Herodoto), a saber, la homosexualidad; aquí el fabulista griego ha llevado la fábula un poco más adelante para provocar la risa contra las mujeres. El cornejo, árbol adivinatorio consagrado a Crono (véase 52.3 y 170.5), simbolizaba el cuarto mes, el del equinoccio de la primavera; Roma fue fundada en esa estación en el lugar donde golpeó en tierra la jabalina de madera de cornejo lanzada por Rómulo. Hesíodo convirtió a las dos Carites tradicionales en tres (véase 13.3), llamándolas Eufrósine, Aglaye y Talía (Teogonia 945). El relato de Sosóstrato sobre la disputa por la belleza tiene poco sentido, porque Pasithea Cale Eupbrosyne, «la Diosa de la Alegría que es bella para todos», parece haber sido el título de la propia Afrodita. Puede haberlo tomado del Juicio de París (véase 159.i y 3).

6.      Sobreviven dos relatos incompatibles de la muerte de Edipo. Según Homero, murió gloriosamente en batalla. Según Apolodoro e Higinio, fue desterrado por el hermano de Yocasta, un miembro de la casa real cadmea, y vagó como mendigo ciego por las ciudades de Grecia hasta que llegó a Colono, en el Ática, donde las Furias le persiguieron hasta darle muerte. Que Édipo se cegara a sí mismo por remordimiento lo han interpretado los psicólogos como castración, pero aunque los gramáticos griegos dijeron que la ceguera de Fénix, el preceptor de Aquiles (véase 160.l) era un eufemismo por impotencia, el mito primitivo es siempre categórico, y la castración de Urano y Atis siguió siendo recordada sin rubor en los libros de texto clásicos. La ceguera de Edipo, en consecuencia, parece una invención teatral más bien que un mito original. Las Furias eran personificaciones de la conciencia, pero de la conciencia en un sentido muy limitado: despertada tan sólo por la violación de un tabú maternal.

7.      Según la fábula no homérica, el desafío de la diosa de la ciudad por Edipo fue castigado con el destierro, y él murió luego víctima de sus temores supersticiosos. Es probable que sus innovaciones fuesen repudiadas por los tebanos conservadores; y, ciertamente, la renuencia de sus hijos y hermanos a concederle el cuarto delantero de la víctima sacrificada equivalía a negarle su autoridad divina. La espaldilla era el emolumento sacerdotal en Jerusalén (Levítico vii.32 y xi.21, etc.) y Tántalo puso una ante la diosa Deméter en un famoso banquete de los dioses (véase 108.c). Entre los akan la paletilla de la derecha todavía se concede al gobernante. ¿Trató Edipo, como Sísifo, de sustituir las leyes de sucesión matrilineales por las patrilineales y le desterraron sus subditos? Parece probable. Teseo de Atenas, otro revolucionario patriarcal del Istmo, quien destruyó el antiguo clan ateniense de los Palántidas (véase 99.a), es asociado por los dramaturgos atenienses con el entierro de Edipo, y también fue desterrado al final de su reinado (véase 104.f).

8.      Tiresias figura aquí dramáticamente como el profeta de la deshonra final de Edipo, pero la fábula, tal como sobrevive, parece haber sido invertida. En un tiempo puede haber sido algo así:

Edipo de Corinto conquistó Tebas y llegó a ser rey casándose con Yocasta, una sacerdotisa de Hera. Luego anunció que el reino pasaría en adelante de padre a hijo siguiendo la línea masculina, que es una costumbre corintia, en vez de seguir siendo el don de Hera la Estranguladora. Edipo confesó que se sentía deshonrado por haber dejado que los caballos del carro arrastraran y dieran muerte a Layo considerado su padre, y por haberse casado con Yocasta, quien le había hecho rey mediante una ceremonia de renacimiento. Pero cuando trató de cambiar estas costumbres, Yocasta se suicidó como protesta y Tebas fue víctima de una peste. Por consejo de un oráculo, los tebanos negaron entonces a Edipo la paletilla sagrada y le desterraron. Murió en una tentativa inútil de reconquistar su trono mediante la guerra.


106.  LOS SIETE CONTRA TEBAS


a. Tantos príncipes visitaron Argos con la esperanza de casarse con Egiea o Deípile, las hijas del rey Adraste, que, temiendo hacerse enemigos si escogía a dos de ellos como yernos, consultó con el oráculo de Delfos. La respuesta de Apolo fue: «Unce a un carro de dos ruedas el jabalí y el león que luchan en tu palacio.»

b. Entre los menos afortunados de esos pretendientes se hallaban Polinices y Tideo. Polinices y su mellizo Eteocles habían sido elegidos co-reyes de Tebas después del destierro en Edipo, su padre. Convinieron en reinar durante años alternados, pero Eteocles, a quien le tocó el primer plazo, no quiso entregar el trono al final del año, alegando la mala disposición mostrada por Polinices, y lo desterró de la ciudad. Tideo, hijo de Éneo de Calidón, había matado a su hermano Melanipo en una cacería; aunque alegaba que se trataba de una accidente, se había profetizado que Melanipo le mataría a él y en consecuencia los calidonios sospechaban que había tratado de prevenir su destino y lo desterraron a él también.

c. Ahora bien, el emblema de Tebas es un león y el de Calidonia un jabalí, y los dos pretendientes fugitivos exhibían esas figuras en sus escudos. Esa noche, en el palacio de Adrasto, comenzaron a disputar sobre las riquezas y las glorías de sus ciudades respectivas y habría habido un asesinato si Adrasto no los hubiera separado y reconciliado. Luego, teniendo en cuenta la profecía, casó a Egiea con Polinices y a Deípile con Tideo, con la promesa de restablecer a ambos príncipes en sus reinos, pero dijo que primeramente marcharían sobre Tebas, que quedaba más cerca[12].

d. Adrasto reunió a sus jefes argivos: Capaneo, Hipomedonte, su cuñado Anfiarao el adivino, y su aliado arcadio Partenopeo, hijos de Meleagro y Atalanta, y les pidió que se armaran y partieran hacia el este. Sólo uno de esos paladines se mostró mal dispuesto a obedecer: era Anfiarao, quien, previendo que todos ellos, excepto Adrasto, morirían luchando contra Tebas, al principio se negó a ir.

e. Sucedió que Adrasto había disputado anteriormente con Anfiarao respecto a los asuntos de estado argivos y los dos hombres enfurecidos habrían podido matarse mutuamente de no ser por Enfile, la hermana de Adrasto, que estaba casada con Anfiarao. Tomando su rueca, se interpuso entre ellos, les sacó las espadas a golpes y les hizo jurar que acatarían siempre su decisión en cualquier disputa futura. Informado de este juramento, Tideo llamó a Polinices y le dijo:
—Enfile teme que esté perdiendo su belleza; ahora bien, si tú le ofreces el collar mágico que fue el regalo de boda de Afrodita a tu antepasada Harmonía, la esposa de Cadmo, pronto arreglaría la disputa entre Anfiarao y Adrasto obligándole a él a venir con nosotros.

f. Esto se hizo discretamente y partió la expedición encabezada por los siete paladines: Polinices, Tideo y los cinco argivos[13]. Pero algunos dicen que Polinices no era uno de los siete y agregan el nombre del argivo Eteoclo, hijo de Ifis[14].

g. Su marcha los llevó a través de Nemea, donde reinaba Licurgo. Cuando pidieron permiso para que sus soldados pudieran beber en su región, Licurgo se lo dio y su sierva Hipsípila los condujo al manantial más próximo. Hipsípila era una princesa lemnea, pero cuando las mujeres de Lemnos juraron matar a todos sus hombres en venganza por el daño que les habían hecho, ella salvó la vida de su padre Toante, por lo que la vendieron inmediatamente como esclava, y allí estaba, como niñera de Ofeltes, el hijo de Licurgo. Dejó al niño un momento mientras guiaba al ejército argivo al manantial, ocasión que aprovechó una serpiente para enroscarse alrededor de la criatura y morderla mortalmente. Adrasto y sus soldados volvieron del manantial demasiado tarde para hacer otra cosa que matar a la serpiente y enterrar al niño.

h. Cuando Anfiarao les advirtió que ésa era una señal de mal agüero, ellos instituyeron los Juegos Nemeos en honor del niño, llamándole Arquémoro, que significa «el iniciador de la condena»; y cada uno de los paladines tuvo la satisfacción de ganar una de las siete pruebas. Los jueces de los Juegos Nemeos, que se celebran cada cuatro años, llevan desde entonces túnicas negras en duelo por Ofeltes y la corona del vencedor está tejida con perejil infausto[15].

i. Cuando llegaron a Citerón, Adrasto envió a Tideo como heraldo para que exigiese a los tebanos que Eteocles abdicase el trono en favor de Polinices. Al ser rechazada esa exigencia, Tideo desafió a sus jefes a combate singular, uno después de otro, y salió victorioso de todos los encuentros; pronto no hubo ya más tebanos que se atreviesen a presentarse. Entonces los argivos se acercaron a las murallas de la ciudad, y cada uno de los paladines se apostó delante de una de las siete puertas.

j. El adivino Tiresias, con quien consultó Eteocles, profetizó que los tebanos saldrían victoriosos sólo si un príncipe de la casa real se ofrecía voluntariamente como sacrificio a Ares; inmediatamente Meneceo, el hijo de Creonte, se dio muerte delante de las puertas, así como su homónimo y abuelo se había arrojado de cabeza desde las murallas en una ocasión anterior. La profecía de Tiresias se realizó: los tebanos fueron derrotados en una escaramuza y se retiraron a la ciudad, pero tan pronto como Capaneo colocó una escala de sitio contra la muralla y comenzó a subir por ella, Zeus lo mató con un rayo. Al ver eso, los tebanos se envalentonaron, hicieron una salida furiosa y mataron a otros tres de los siete paladines; y uno de ellos, que por casualidad se llamaba Melanipo, hirió a Tideo en el vientre. Atenea sentía afecto por Tideo y, compadecida de él cuando yacía medio muerto, se apresuró a pedir a su padre Zeus un elixir infalible que muy pronto le habría puesto de nuevo en pie. Pero Anfiarao odiaba a Tideo porque había obligado a los argivos a marchar y, como era perspicaz, corrió adonde estaba Melanipo y le cortó la cabeza. «¡Esta es tu venganza!» —exclamó— «¡Abre el cráneo y trágate los sesos!» Tideo lo hizo, y Atenea, que llegó en aquel momento con el elixir, lo vertió en tierra y se retiró disgustada.

k. Sólo Polinices, Anfiarao y Adrasto quedaban de los siete paladines; y Polinices, para evitar más muertes, propuso que se decidiera la sucesión al trono mediante un combate singular con Eteocles. Eteocles aceptó el desafío y en una lucha enconada cada uno de ellos hirió mortalmente al otro. Creonte, su tío, se hizo cargo del mando del ejército tebano y venció a los argivos desalentados. Anfiarao huyó en su carro por la ribera del río Ismeno, y estaba a punto de ser atravesado por la espalda por un tebano que le perseguía cuando Zeus abrió la tierra con un rayo y Anfiarao desapareció sin dejar rastro, con carro y todo, y ahora reina vivo entre los muertos. Batón, su auriga, desapareció con él[16].

l. Al ver que habían sido derrotados, Adrasto montó en su caballo alado Arión y huyó; pero cuando más tarde se enteró de que Creonte no permitía que se enterrara a los enemigos muertos, fue a Atenas como suplicante y convenció a Teseo para que marchara sobre Tebas y castigara la impiedad de Creonte. Teseo tomó la ciudad en un ataque sorpresa, encarceló a Creonte y entregó los cadáveres de los paladines muertos a sus parientes, quienes hicieron una gran pira para quemarlos. Pero Evadne, la esposa de Capaneo, puesto que su marido había sido convertido en héroe por el rayo de Zeus, no quiso separarse de él. Como la costumbre exigía que el hombre herido por un rayo fuese enterrado aparte de los demás, y se cercase su tumba, se arrojó a la pira ge
neral y se quemó viva[17].

m. Ahora bien, antes de la llegada de Teseo a Tebas, Antígona, hermana de Eteocles y Polinices, había desobedecido las órdenes de Creonte encendiendo secretamente una pira y colocando sobre ella el cadáver de Polinices. Pero al mirar por la ventana de su palacio, Creonte advirtió un resplandor distante que parecía provenir de una pira ardiente, fue a investigar y sorprendió a Antígona en su acto de desobediencia. Llamó a su hijo Hemón, con quien Antígona estaba comprometida en casamiento, y le ordenó que la enterrara viva en la tumba de Polinices. Hemón fingió que se apresuraba a hacer lo que se le ordenaba, pero en lugar de eso se casó con Antígona en secreto y la envió a vivir entre sus pastores. Ella le dio un hijo, que muchos años después, fue a Tebas e intervino en ciertos juegos fúnebres, pero Creonte, que seguía siendo rey de Tebas, sospechó su identidad por la marca de una serpiente que tenía en el cuerpo y que llevaban todos los descendientes de Cadmo, y le condenó a muerte. Heracles intercedió en favor de su vida, pero Creonte se mostró inflexible, por lo que Hemón mató a Antígona y se dio muerte a sí mismo[18].

1.      El oráculo del león y el jabalí de Apolo sin duda expresaba originalmente el buen criterio de constituir reinos dobles para evitar la lucha política entre el rey sagrado y su heredero, como la que provocó la caída de Tebas (véase 69.1). Pero el emblema de Tebas era un león, debido a su diosa anterior, la Esfinge con cuerpo de león; y el emblema de Calidón era un jabalí, probablemente porque a Ares, que tenía un templo allí, le gustaba adoptar ese disfraz (véase 18.j). Por tanto, el oráculo se ha aplicado a una situación diferente. Escudos con dibujos de animales se utilizaban regularmente al comienzo de la época clásica (véase 98.3 y 160.n).

2.      Los mitógrafos se valen con frecuencia de la sílaba eri de un nombre alegando que significa era, «lucha», más bien que «abundante». De aquí el mito de Erictonio (véase 25.1) y Erígone (véase 79.3). Erifile significaba originalmente «muchas hojas» más bien que «lucha tribal». Hesíodo (Los trabajos y los días 161 y ss.) dice que Zeus exterminó a dos generaciones de héroes, la primera en Tebas en la guerra por los rebaños de Edipo, y la segunda en Troya, en la guerra causada por la rubia Helena. No se explica lo de los «rebaños de Edipo», pero Hesíodo se refería, sin duda, a esta guerra entre Eteocles y Polinices, en la que los argivos apoyaron a un candidato sin suerte para el trono de Tebas. La causa de una disputa análoga entre hermanos fue el vellocino de oro, por el que contendieron Atreo y Tiestes (véase 111.c-d); su posesión puso a su dueño en el trono de Micenas. También Zeus tenía carneros con vellón de oro en el monte Lafistio, los cuales parecen haber sido la insignia regia de la vecina Orcómeno y causaron mucho derramamiento de sangre (véase 70.6).

3.      Hipsípile («puerta alta») era probablemente un título de la diosa Luna, cuyo curso describe un alto arco en el firmamento; y los Juegos Nemeos, como los Olímpicos, debían celebrarse al final del período del rey sagrado, cuando había reinado durante sus cincuenta meses lunares como marido de la suma sacerdotisa. El mito conserva la tradición de que anualmente se sacrificaban niños a la diosa como sustitutos del rey; aunque a la palabra Opheltes, que significa simplemente «benefactor», se le ha dado aquí un sentido forzado: «enrollado por una serpiente», como si se derivara de ophis, «serpiente», y eilein, «juntar apretando». Tampoco Archemorus significa «el comienzo de la condena», sino más bien «tronco de olivo original», y está referido a plantones del olivo sagrado de Atenea (véase 16.c), probablemente los que se utilizaban en los juegos como coronas para los vencedores en las diversas pruebas. Después de los desastres de la guerra persa, el empleo del olivo se interrumpió en los Juegos Nemeos en favor del perejil, una señal de luto (Escoliasta sobre Argumento de los Juegos Nemeos de Píndaro). El perejil era infausto, quizás a causa de su notoriedad como abortivo. El proverbio inglés dice: «parsley grows rank in cuckolds' gardens» (el perejil crece exuberante en los jardines de los maridos cornudos). Crecía exuberante en la isla de la muerte de Ogigia (véase 170.w).

4.      Él engullimiento por Tideo de los sesos de Melanipo es relatado como una anécdota moral. Este antiguo medio de mejorar la capacidad para la lucha, introducido por los helenos y que todavía practicaban los escitas en la época clásica (Herodoto: iv.64), había llegado a ser considerado bárbaro. Pero el icono del que los mitógrafos dedujeron su fábula mostraba probablemente a Atenea haciendo una libación al espíritu de Melanipo, para mostrar que aprobaba la acción de Tideo. La epopeya perdida de Los Siete contra Tebas debía parecerse mucho al Mahabbarata indio, que glorifica a la casta militar de los Maryannu; el mismo tema de la lucha entre parientes se da en esta epopeya, la conducta de los combatientes es más noble y más trágica que en la Ilíada, los dioses no desempeñan un papel malévolo, se honra la costumbre de inmolar a la viuda en la hoguera funeraria del marido, y Bhishma, como Tideo, bebe la sangre de su enemigo (véase 81.8).

5.      Él fin de Ánfiarao es otro ejemplo más de la muerte del rey sagrado a consecuencia de estrellarse su carro (véase 71.a; 101.g; 105.d; 109.j, etc.). El descenso de Batón («zarzamora») al Tártaro en su compañía parece relatado para explicar la difundida prohibición europea de comer moras, asociadas con la muerte.

6.      La autoinmolación de Evadne recuerda el mito de Alcestes (véase 69.d). Las reliquias de una cremación regia encontradas en una tumba-colmena de Dendra, cerca de Micenas, indican que, en este caso particular, el rey y la reina fueron enterrados al mismo tiempo; y A. W. Persson cree que la reina murió voluntariamente. Pero los dos pueden haber sido asesinados, o haber muerto de la misma enfermedad, y no hay noticia de un entierro micénico análogo en ninguna otra parte. La inmolación de la viuda en la hoguera del marido, que parece haber sido una práctica helénica, pasó pronto de moda (véase 74.8). Él rayo era una prueba de la presencia de Zeus, y como «sagrado» e «impuro» significan casi lo mismo en la religión primitiva —los animales proscriptos en el Levitico eran impuros porque eran sagrados— la tumba de un hombre muerto por un rayo era aislada por una cerca, como la de un ternero que muere de ántrax en una granja moderna, y se le concedían ritos heroicos. El cementerio de las cercanías de Eleusis en el que, según Pausanias, fueron enterrados finalmente los paladines, ya ha sido identificado y abierto por el profesor Mylonas. Encontró una tumba doble rodeada por un cerco de piedra y cinco tumbas individuales; los esqueletos, como se acostumbraba en el siglo XIII a. de C., a los que se puede atribuir los fragmentos de jarrones, no mostraban señales de cremación. Ladrones de tumbas primitivos se habían llevado, evidentemente, las armas de bronce y otros objetos metálicos, originalmente enterrados con los cuerpos; y puede haber sido su hallazgo de dos esqueletos dentro del círculo de piedra lo que sugirió a los habitantes de Eleusis que aquélla era la tumba de Capaneo, herido por el rayo, y de su fiel esposa Evadne.


107.  LOS EPÍGONOS


a. Los hijos de los siete paladines caídos en Tebas juraron vengar a sus padres. Se los llama los Epígonos. El oráculo de Delfos les prometió la victoria si Alcmeón, hijo de Ánfiarao, se hacía cargo del mando. Pero él no deseaba atacar a Tebas y discutió acaloradamente la conveniencia de la campaña con su hermano Anfíloco. Al ver que no lograban ponerse de acuerdo sobre si debían o no hacer la guerra, sometieron la decisión a su madre Erifile. Como esta situación no se daba por primera vez, Tersandro, el hijo de Polinices, siguió el ejemplo de su padre: sobornó a Erifile con la túnica mágica que Atenea había dado a su antepasada Harmonía al mismo tiempo que Afrodita le había entregado el collar mágico. Erifile se decidió por la guerra y Alcmeón asumió el mando a regañadientes.

b. En la batalla librada ante las murallas de Tebas los Epígonos perdieron a Egialeo, hijo de Adrasto, y Tiresias, el adivino, advirtió a los tébanos que su ciudad sería saqueada. Anunció que las murallas estaban destinadas a resistir sólo mientras permaneciera vivo uno de los siete paladines originales, y Adrasto, el único sobreviviente, moriría de pena cuando se enterara de la muerte de Egialeo. En consecuencia, lo mejor que podían hacer los tebanos era huir esa misma noche. Tiresias
añadió que le daba igual que siguieran o no su consejo, pues estaba destinado a morir tan pronto como Tebas cayera en poder de los argivos. Así pues, a cubierto de la oscuridad, los tebanos escaparon hacia el norte con sus esposas, hijos, armas y unos cuantos bienes, y cuando se hallaron lo bastante lejos hicieron alto y fundaron la ciudad de Hestiea. Al amanecer, Tiresias, que iba con ellos, se detuvo para beber en el manantial de Tilfusa y falleció repentinamente.

c. Ese mismo día, que fue el mismo en que Adraste se enteró de la muerte de Egialeo y murió dé pena, los argivos, al ver que había sido evacuada Tebas, entraron en ella, demolieron las murallas y recogieron el botín. Enviaron la mejor parte a Apolo en Deífos, incluyendo a la hija de Tiresias, Manto o Dafne, que se había quedado en la ciudad y que llegó a ser su pitonisa[19].

d. Con esto no terminó el asunto. Casualmente, en presencia de Alcmeón, Tersandro se jactó de que la mayor parte del mérito por la victoria argiva se le debía a él, pues había sobornado a Enfile, como su padre Polinices había hecho anteriormente, para que diera la orden de marcha. Alcmeón supo así por primera vez que la vanidad de Erifile había causado la muerte de su padre, y podía haber causado también la suya. Consultó al oráculo de Delfos y Apolo le contestó que Erifile merecía la muerte. Alcmeón interpretó equivocadamente la respuesta de Apolo como una exhortación al matricidio y a su regreso mató a Erifile, según algunos con la ayuda de su hermano Anfíloco. Pero Erifile, moribunda, maldijo a Alcmeón y gritó: «¡Tierras de Grecia y Asia y de todo
el mundo: negad asilo a mis asesinos!» Inmediatamente las Erinias vengadoras lo persiguieron y enloquecieron.

e. Alcmeón huyó primeramente a Tesprocia, donde le negaron la entrada, y luego a Psófide, donde el rey Fegeo le purificó por consideración a Apolo. Fegeo le casó con su hija Arsínoe, a quien Alcmeón dio el collar y la túnica que había llevado en su equipaje. Pero las Erinias, sin tener en cuenta esa purificación, siguieron molestándole y la tierra de Psófide se hizo estéril a causa de él. Entonces, el oráculo de Delfos aconsejó a Alcmeón que se acercara al dios fluvial Aqueloo, que le purificó una vez más. Se casó con la hija de Aqueloo, Calírroe, y se instaló en un terreno recientemente formado por el aluvión del río y que no estaba incluido en la maldición de Erifila. Allí vivió en paz durante un tiempo.

f. Un año después Calírroe, temiendo perder su belleza, se negó a admitir a Alcmeón en su lecho a menos que le diese el collar y la túnica célebres. Por amor a Calírroe se atrevió a volver a Psófide, donde engañó a Fegeo: sin mencionar su casamiento con Calírroe, inventó una predicción del oráculo de Delfos según la cual nunca se libraría de la persecución de las Erinias hasta que hubiera dedicado la túnica y el collar al templo de Apolo. Fegeo hizo inmediatamente que Arsínoe se las entregara, de lo que se alegró ella, pues creía que Alcmeón volvería a ella tan pronto como le dejaran las Erinias, quienes volvían a perseguirle con ahínco. Pero uno de los sirvientes de Alcmeón reveló indiscretamente la verdad acerca de Calírroe, y Fegeo se irritó de tal modo que ordenó a sus hijos que tendieran una emboscada y mataran a Alcmeón cuando saliera del palacio. Arsínoe presenció el asesinato desde una ventana, y como no estaba enterada de la doblez de Alcmeón, vituperó en voz alta a su padre y hermanos por haber violado el derecho de hospitalidad y haberla hecho viuda. Fegeo le suplicó que guardara silencio y escuchase mientras él se justificaba, pero Arsínoe se tapó los oídos y les deseó una muerte violenta a él y sus hermanos antes de la siguiente luna nueva. En represalia, Fegeo la encerró en un arca y la regaló como esclava al rey de Nemea, y al mismo tiempo dijo a sus hijos: «Llevad esta túnica y estecollar a Apolo Deifico. Él procurará que no causen más desgracias.»

g. Los hijos de Fegeo le obedecieron. Pero, entretanto, Calírroe, informada de lo que había sucedido en Psófide, rogó que sus hijos infantes tenidos de Alcmeón se convirtieran en hombres maduros en un día y vengaran su asesinato. Zeus oyó su súplica, y los hijos de Calírroe se convirtieron de pronto en hombres maduros, tomaron las armas y fueron a Nemea, donde, como ya sabían, los hijos de Fegeo habían interrumpido su viaje de regreso de Delfos con la esperanza de convencer a Arsínoe para que retirara su maldición. Trataron de decirle la verdad acerca de Alcmeón, pero ella no quiso escucharles tampoco, y los hijos de Calírroe no sólo los sorprendieron y mataron, sino que además se apresuraron a ir a Psófide y mataron también a Fegeo antes que la siguiente luna apareciera en el firmamento. Como ningún rey o dios fluvial de Grecia consintió en purificarlos de sus crímenes, viajaron hacia el oeste hasta el Epiro y colonizaron Acarnania, llamada así por el mayor de los dos, Acarnán.

h. La túnica y el collar eran exhibidos en Delfos hasta la Guerra Santa [siglo iv a. de C.], cuando el bandido focio Failos los robó, y no se sabe si el collar de ámbar engastado en oro que los habitantes de Amatos pretenden que es el de Erifile es auténtico o falso[20].

i. Y algunos dicen que Tiresias tuvo dos hijas, Dafne y Manto. Dafne permaneció virgen y llegó a ser una Sibila, pero Alcmeón engendró a Anfíloco y Tisífone con Manto antes de enviarla a Apolo en Delfos; confió ambos niños al rey Creonte de Corinto. Años después, la esposa de Creonte, celosa de la belleza extraordinaria de Tisífone, la vendió como esclava, y Alcmeón, sin saber quién era, la compró para que le sirviera como criada, pero afortunadamente se abstuvo del incesto. En cuanto a Manto, Apolo la envió a Colofón en Jonia, donde se casó con Racio, rey de Caria; su hijo fue Mopso, el famoso adivino[21].

1.      Esto es una narración de bardo popular que contiene pocos elementos míticos y que podía ser relatada en Tebas o Argos sin ofender a nadie; tenía interés para los habitantes de Psófide, Nemea y el valle del AqueÍoo, se proponía explicar la fundación de Hestiae y la colonización de Acarnania y poseía un fuerte sabor moral. Enseñaba la inestabilidad del juicio femenino, la insensatez de los hombres que complacen la vanidad o la codicia de las mujeres, la prudencia de escuchar a los adivinos que están fuera de toda sospecha, el peligro de interpretar equivocadamente los oráculos y la inevitable maldición que recae sobre cualquier hijo que mata a su madre aunque sea para aplacar al espíritu de su padre asesinado (véase 114.a).

2.      La continua facultad de Erifile de decidir entre la guerra y la paz es la característica más interesante de la fábula. El verdadero significado de su nombre, «muchas hojas», indica que era una sacerdotisa argiva de Hera a cargo de un oráculo de árbol, como el de Dodona (véase 51.1). Si es así, ese árbol era probablemente un peral, consagrado a Hera (véase 74.5). Tanto la «Guerra de los Siete contra Tebas», a la que Hesíodo llama la «Guerra del rebaño de Edipo», como su continuación aquí relatada, parecen haber precedido a la expedición de los Argonautas y a la Guerra de Troya y de primera intención se las puede referir al siglo XIV a. de C.






 

 

108.  TÁNTALO


a. La ascendencia y el origen de Tántalo son motivo de discusión. Su madre era Pluto, hija de Cronos y Rea, o, según dicen algunos, de Océano y Tetis[22]; y su padre Zeus o Tmolo, el dios con corona de roble del monte Tmolo que, con su esposa Ónfale, gobernaba en el reino de Lidia y había juzgado el certamen entre Pan y Apolo[23]. Sin embargo, algunos llaman a Tántalo rey de Argos o de Corinto; y otros dicen que fue al norte desde el monte Sípilo en Lidia para gobernar el país de Paflagonia, de donde, por haber incurrido en la ira de los dioses, fue expulsado por el frigio Ilo, a cuyo hermano menor Ganimedes[24] había raptado y seducido[25].

b. Por su esposa Eurianasa, hija del dios fluvial Pactólo; o por Euritemiste, hija del dios fluvial Janto; o por Clitia, hija de Anfidamante; o por la pléyade Dione, Tántalo fue padre de Pélope, Níobe y Bróteas[26]. Sin embargo, algunos llaman a Pélope bastardo, o hijo de Atlante y la ninfa Linos[27].

c. Tántalo era amigo íntimo de Zeus, quien lo admitía en los banquetes de néctar y ambrosía del Olimpo, hasta que la buena suerte le trastornó la cabeza, reveló los secretos de Zeus y robó los manjares divinos para compartirlos con sus amigos mortales. Antes que se descubriera este delito cometió otro peor. Habiendo invitado a los olímpicos a un banquete en el monte Sípilo, o quizás en Corinto, Tántalo descubrió que los alimentos que tenía en la despensa eran insuficientes para los invitados y entonces no se sabe si para poner a prueba la omnisciencia de Zeus, o simplemente para poner de manifiesto su buena voluntad, despedazó a su hijo Pélope y agregó los pedazos al guisado preparado para los dioses, como habían hecho los hijos de Licaón[28] con su hermano Níctimo cuando agasajaron a Zeus en Arcadia[29]. Todos los dioses reconocieron lo que tenían en el plato, y lo rechazaron con horror, todos menos Deméter, quien, trastornada por haber perdido a Perséfone, comió la carne de la paletilla izquierda[30].

d. Por estos dos delitos fue castigado Tántalo con la ruina de su reino y, después de su muerte por la mano de Zeus, con el tormento eterno en compañía de Ixión, Sísifo, Ticio, las Danaides y otros. Ahora cuelga, consumido perennemente por la sed y el hambre, de la rama de un árbol frutal que se incuria sobre un lago pantanoso. Sus olas le llegan a la cintura, y a veces a la barbilla, pero cuando se inclina para beber retroceden y no dejan más que el negro cieno a sus pies; o, si alguna vez logra recoger un puñado de agua, ésta se desliza entre sus dedos y lo único que consigue es humedecer sus labios agrietados, quedándose más sediento que antes. Él árbol está cargado de peras, manzanas brillantes, higos dulces, olivas y granadas maduras, pero cada vez que tiende la mano para tomar un fruto suculento una ráfaga de viento lo pone fuera de su alcance[31].

e. Además, una piedra enorme, un risco del monte Sípilo, sobresale por encima del árbol y amenaza eternamente con aplastar el cráneo de Tántalo[32]. Este es su castigo por un tercer delito: el robo, agravado con el perjurio. Un día, cuando Zeus era todavía un infante en Creta y le amamantaba la cabra Amaltea, Hefesto le hizo a Rea un mastín de oro para que guardara al niño; este mastín llegó a ser luego el guardián de su templo en Dicte. Pero Pandáreo, hijo de Merope, nativo de la Mileto lidia, o quizá cretense —si, en verdad, no era efesio— se atrevió a robar el mastín y lo llevó a Tántalo para que lo custodiara en el monte Sípilo. Cuando terminó la alarma causada por el robo, Pandáreo pidió a Tántalo que le devolviera el mastín, pero Tántalo juró por Zeus que nunca había visto ni oído hablar de un perro de oro. Cuando este juramento llegó a oídos de Zeus, ordenó a Hermes que investigara el asunto, y aunque Tántalo siguió perjurando, Hermes recuperó el perro por la fuerza o mediante una estratagema, y Zeus aplastó a Tántalo bajo un risco del monte Sípilo. Todavía se muestra el lugar cerca del lago Tantálido, guarida de cisnes-águilas blancos. Más tarde, Pandáreo y su esposa Harmótoe huyeron a Atenas, y de allí a Sicilia, donde perecieron miserablemente[33].

f. Según otros, sin embargo, fue Tántalo quien robó el mastín de oro y Pandáreo aquel a quien lo confió y quien, por haber negado que lo había recibido, fue destruido, juntamente con su esposa, por los dioses airados, o convertido en piedra. Pero las hijas huérfanas de Pandáreo, Merope y Cleotera, a las que algunos llaman Camiro y Clitia, fueron criadas por Afrodita con cuajadas, miel y vino dulce. Hera las dotó con belleza y una sabiduría más que humana; Artemis las hizo altas y fuertes; Atenea las instruyó en todas las artes manuales conocidas. Es difícil comprender por qué estas diosas mostraron tal solicitud, o eligieron a Afrodita para que ablandara el corazón de Zeus con respecto a esas huérfanas y arreglara buenos casamientos para ellas, a menos, por supuesto, que hubieran animado a Pandáreo para que cometiese el robo. Zeus tuvo que haber sospechado algo, pues mientras Afrodita estaba encerrada con él en el Olimpo, las Harpías se apoderaron de las tres muchachas con su consentimiento y las entregaron a las Erinias, quienes les hicieron sufrir sustitutívamente por los pecados de su padre[34].

g. Este Pandáreo fue también el padre de Aedón, esposa de Zeto, a quien dio como hijo Itilo. A Aedón le atormentaba la envidia que sentía por su hermana Níobe, quien gozaba del amor de seis hijos y seis hijas, y cuando trató de matar a Sípilo, el mayor de ellos, mató por error a Itilo; Zeus la transformó inmediatamente en un ruiseñor que, a comienzos del verano, lamenta todas las noches a su hijo asesinado[35],

h. Después de castigar a Tántalo, Zeus se dio el placer de resucitar a Pélope; para ello ordenó a Hermes que recogiera los miembros y los volviera a hervir en la misma caldera, sobre la cual pronunció un hechizo. Entonces la Parca Cloto los rearticuló; Deméter le dio una paletilla de marfil, para sustituir a la que había comido, y Rea le insufló la vida, mientras Pan danzaba alegremente[36].

i. Pélope salió de la caldera mágica revestido con una belleza tan radiante que Posidón se enamoró de él al instante y lo llevó al Olimpo en un carro tirado por caballos de oro. Allí le nombró su copero y compañero de lecho, como Zeus posteriormente nombró a Ganimedes, y le alimentó con ambrosía. Pélope advirtió por primera vez que su hombro izquierdo era de marfil cuando se desnudó el pecho para florar a su Níobe. Todos los verdaderos descendientes de Pélope están marcados de ese modo, y después de su muerte la paletilla de marfil fue guardada en Pisa[37].

j. Entretanto, Eurianasa, la madre de Pélope, lo buscaba diligentemente, pues ignoraba su ascensión al Olimpo; se enteró por los marmitones de que lo habían hervido y servido a los dioses, que parecían haber comido hasta el último trozo de su carne. Esta versión de la fábula se hizo corriente en toda Lidia; muchos la creen todavía y niegan que el Pélope a quien Tántalo hirvió en la caldera era el mismo Pélope que le sucedió[38].

k. Bróteas, el hijo feo de Tántalo, talló la imagen más antigua de la Madre de los Dioses, la que todavía se halla en la Peña Codina, al norte del monte Sípilo. Era un cazador famoso, pero se negaba a honrar a Artemis, y ésta lo enloqueció; gritando que ninguna llama podía quemarlo, se arrojó sobre una pira encendida y dejó que las llamas lo consumieran. Pero algunos dicen que se suicidó porque todos aborrecían su fealdad. El hijo de Bróteas y su heredero fue llamado Tántalo en honor de su abuelo[39].

1.      Según Estrabón (xii.8.21), Tántalo, Pélope y Níobe eran frigios; y cita a Demetrio de Scepsis, y también a Calístenes (xiv.5.28), según los cuales la familia derivaba su riqueza de las minas de Frigia y el monte Sípilo. Además, en Niobe de Esquilo (citado por Estrabón: xii.8.21) se dice que los Tantálidas tenían «un altar de Zeus, su dios paternal, en el monte Ida»; y Sípilo es situado en «la tierra idea». Democles, a quien Estrabón cita de segunda mano, interpreta racionalmente el mito de Tántalo diciendo que su reinado se caracterizó por violentos terremotos en Lidia y Jonia, hasta Tróade; aldeas enteras desaparecieron, el monte Sípilo se derrumbó, los pantanos se convirtieron en lagos y Troya quedó sumergida (Estrabón: i.3.17). Según Pausanias, también una ciudad situada en el monte Sípilo desapareció en una sima, que luego se llenó de agua y se convirtió en el lago Saloé, o Tántalis. Las ruinas de la ciudad podían ser vistas en el fondo del lago hasta qué éste quedó obstruido por el aluvión de una corriente de agua montañesa (Pausanias: vii.24.7). Plinio conviene en que Tántalis fue destruida por un terremoto (Historia natural ii.93), pero constata que se construyeron tres ciudades sucesivas en su sitio antes que quedara sumergida finalmente (Historia natural v.31).

2.      Sin embargo, la opinión histórica de Estrabón, aunque arqueológicamente admisible, no explica la relación de Tántalo con Argos, Corinto y la Mileto cretense. La roca que pende sobre él en el Tártaro, siempre a punto de caer, lo identifica con Sísiío de Corinto, cuyo castigo igualmente perpetuo se dedujo de una representación gráfica que mostraba al titán Sol empujando trabajosamente el disco solar hacia arriba por k ladera del Qelo hasta el cénit (véase 67.2). El escoliasta sobre Píndaro se daba cuenta vagamente de esta identificación, pero explicó racionalmente el castigo de Tántalo señalando que «algunos entienden que la piedra representa al sol, y Tántalo a un físico que sufre el castigo por haber demostrado que el sol es una masa de metal incandescente» (Escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro i.97). Confusamente, esta representación gráfica del titán Sol se ha combinado con otra: la de un hombre que atisba angustiado a través de un entrelazamiento de ramas cargadas de frutos y con el agua hasta la barbilla, castigo que los retóricos utilizaban como una alegoría del destino que esperaba a los ricos y codiciosos (Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.603; Fulgencio: Compendio mitológico ii.18). A las manzanas, peras, higos y otros frutos que cuelgan sobre los hombros de Tántalo les llama Fulgencio «frutos del Mar Muerto», de los que dice Tertuliano que «tan pronto como se toca con el dedo la mangana se convierte en cenizas».

3.      Para comprender esta escena es necesario recordar que al padre de Tántalo, Tmolo, se le describe como habiendo sido enguirnaldado con roble, y que su hijo Pélope, uno de cuyos nietos se llamaba también Tántalo (véase 112.c), gozaba de los ritos de héroe en Olimpia en los que intervenía el «guardamontes de Zeus». Puesto que, como se conviene ahora generalmente, los criminales del Tártaro eran dioses o héroes de la época preolímpica, Tántalo representaría al rey sagrado anual, vestido con ramas llenas de frutos, como las que se llevaban en las Oscoforias (véase 98.w) y que era arrojado a un río como pharmacos[40], costumbre sobreviviente en el ritual de Jorge Verde en los Balcanes descrito por Frazer. El verbo tantalize[41], derivado de este mito, ha impedido que los eruditos se den cuenta de que la agonía de Tántalo es causada no por la sed, sino por el temor de ahogarse o de la subsiguiente inmolación en una pira, que fue el destino de su feo hijo Bróteas.

4.      Platón (Cratilo 28) puede tener razón cuando deriva Tantalus de talan tatos, «muy desdichado», formado de la misma raíz, tla, «sufriente» o «paciente», que da los nombres de Atlante y Telamón, ambos héroes del roble. Pero talanteuein significa «pesar moneda» y puede ser una referencia a sus riquezas; y talanteuesthai puede significar «tambalear de lado a lado», que es el modo de andar del rey sagrado con el muslo lisiado (véase 23.1). Parece, en consecuencia, que Tántalo es a la vez un titán Sol y un rey selvático, cuyo culto fue llevado de Grecia al Asia Menor por la vía de Creta —a Pandáreo se le describe como cretense— a mediados del segundo milenio a. de C. y se volvió a importar en Grecia hacia su final, cuando el derrumbe del imperio hitita obligó a los ricos colonos de habla griega del Asia Menor a abandonar sus ciudades.

5.       Cuando los autógrafos alegaban que Tántalo era un huésped frecuente del Olimpo, admitían que su culto había dominado en otro tiempo en el Peloponeso y, aunque a los banquetes a los que los dioses invitaban a Tántalo se los distingue cuidadosamente del banquete al que los invitó él, en todos los casos el manjar principal sería la misma sopa de menudos que los pastores antropófagos de Arcadia del culto del roble prepararon para Zeus Lobuno (véase 38.b). Quizá no sea una coincidencia que en Normandía a la víctima del Jorge Verde se la llame «Lobo Verde» y antiguamente se la arrojara viva a la hoguera del solsticio estival. El acto de comer a Pélope, sin embargo, no se relaciona directamente con el culto del lobo. La posición de Pélope como valido de Posidón, su nombre, «rostro barroso o sucio», y la leyenda de su paletilla de marfil indican más bien un culto de la marsopa en el Istmo (véase 8.3 y 70.5) —«delfín» en griego incluye a la marsopa— y sugiere que el Paladión, hecho según se decía con sus huesos (véase 159.3 y 166.h), era un objeto de culto de marfil de marsopa. Esto explicaría por qué, según el escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro (i.37), Tetis, la diosa del Mar, y no Deméter, come la paletilla de Pélope. Pero la antigua estatua sedente de Deméter de cabeza de yegua en Figalia tenía una paloma en la mano y un delfín (o marsopa) en la otra; y, como dice directamente Pausanias: «El motivo por el que se hizo así la imagen es evidente para cualquiera de inteligencia corriente que haya estudiado mitología» (viii, 43.3). Quiere decir que ella presidía el culto del caballo, el culto del roble y el culto de la marsopa.

6.      Este antiguo mito puso en aprietos a los autógrafos posteriores. No contentos con disculpar a Deméter de la acusación de haber comido deliberadamente carne humana y negando con indignación que todos los dioses comían lo que se les ponía delante, hasta el último bocado, inventaron una explicación superracionalista del mito. Tántalo, escribieron, era un sacerdote que reveló los secretos de Zeus a los no iniciados. En vista de lo cual los dioses lo depusieron y afligieron a su hijo con una enfermedad repugnante, pero los cirujanos lo cortaron y lo remendaron con injertos de hueso, dejando tantas cicatrices que parecía que lo habían descuartizado y luego habían vuelto a unir los pedazos (Tzetzes: Sobre Licofrón 152).

7.      El robo del mastín de oro por Pandáreo debe ser interpretado como una continuación del robo de Cerbero por Heracles, lo que indica que los aqueos desafiaban la maldición mortal, simbolizada por un perro, apoderándose de un objeto de culto consagrado a la diosa Tierra Rea (abuela de Tántalo) y confiriendo soberanía a su poseedor. Las diosas olímpicas apoyaban claramente el robo de Pandáreo, y el perro, aunque era propiedad de Rea, guardaba el templo del Zeus cretense que moría anualmente; por tanto, el mito indica no una violación original por los aqueos del altar de Rea, sino una recuperación temporal del objeto del culto por los devotos de la diosa.

8.      La naturaleza del objeto del culto robado es incierta. Puede haber sido un cordero de oro, el símbolo de la soberanía pelópida; o el cetro con un cuclillo por contera que, como se sabe, Zeus había robado a Hera; o el Paladión de marfil de marsopa; o la bolsa de la égida con su contenido secreto. Es improbable que fuera un perro de oro, pues el perro no era el objeto del culto, sino su guardián; a menos que se trate de una versión del mito gales de Amathaon ap Don, quien robó un perro a Arawn («elocuencia»), rey de Annwm («Tártaro»), y de este modo pudo conocer el nombre secreto del dios Bran (Diosa Blanca, págs. 58-62).

9.      Las tres hijas de Pandáreo, una de las cuales, Camiro, se llama igual que la más joven de las tres Parcas rodias (véase 60.2), son la diosa triple, aquí humillada por Zeus a causa de la rebelión de sus devotos. La lealtad de Tántalo a la diosa se pone de manifiesto en las fíbulas de su hijo Bróteas, quien talló su imagen en el monte Sípilo, y de su hija Níobe, sacerdotisa de la Diosa Blanca, quien desafió a los Olímpicos y cuya ave era el cisne-águila blanco del lago Tántalis. Ónfale, el nombre de la madre de Tántalo, indica un templo-ombligo[42] profético como el de Delfos.

10.   El pharmacos anual era elegido por su extrema fealdad, lo que explica a Bróteas. Hay constancia de que en el Asia Menor al pharmacos primeramente se le golpeaba en los órganos genitales con cebolla albarrana (véase 26.3) al son de flautas lidias —Tántalo (Pausanias: ix.4) y su padre, Tmolo (Ovidio: Metamorfosis ii.56), están asociados en la leyenda con las flautas lidias— y luego lo quemaban en una pira de leña; más tarde arrojaban sus cenizas al mar (Tzetzes: Historia xxiii, 726-56, citando a Hipponax, siglo vi a. de C). En Europa parece haberse invertido el orden: al pharmacos del Verde Jorge primeramente le zambullían en el agua, luego le golpeaban y por fin lo quemaban.




109.  PÉLOPE Y ENÓMAO



a. Pélope heredó el trono paflagonio de su padre Tantalo y durante un tiempo residió en Enete, en las costas del Mar Negro, desde donde gobernó también a los lidios y frigios. Pero los bárbaros lo expulsaron de Paflagonia y entonces se retiró al monte Sípilo en Lidia, su sede ancestral. En vista de que Ilo, rey de Troya, no le dejaba vivir en paz ni siquiera allí, sino que le ordenó que reanudara su viaje, Pélope llevó sus tesoros fabulosos a través del mar Egeo. Estaba resuelto a encontrar un nuevo hogar para él y la gran horda de sus seguidores[43], pero antes quería pedir la mano de Hipodamía, hija del rey Enómao, el arcadio, que gobernaba en Pisa y Elide[44].

b. Algunos dicen que Enómao era hijo de Ares y Harpina, hija del dios fluvial Asopo; o de la pléyade Asteria; o de Astérope; o de Eurítoe, hija de Dánao; en tanto que otros dicen que era hijo de Alxión, o de Hipéroco[45].

c. Por su esposa Esterope, o Evarete, hija de Acrisio, Enómao fue padre de Leucipo, Hipodamo y Disponteo, fundador de Disponte; y de una hija, Hipodamía[46]. Enómao era famoso por su amor a los caballos, y prohibió a sus subditos bajo pena de maldición aparear yeguas con asnos. Hasta el presente, si los eleáticos necesitan muías, tienen que llevar sus yeguas al exterior para aparearlas y para que paran[47].

d. No se sabe con certeza si le advirtió un oráculo que su yerno le mataría o si él mismo se había enamorado de Hipodamía; pero el caso es que Enómao ideó un nuevo medio dé impedir que ella se casara. Desafió a cada uno de los pretendientes de Hipodamía por turno a una carrera de carros desde Pisa, situada junto al río Alfeo, frente a Olimpia, hasta el altar de Posidón en el Istmo de Corinto. Algunos dicen que los carros eran tirados por cuatro caballos[48]; otros dicen que por dos. Enómao insistió en que Hipodamía debía cabalgar junto a cada pretendiente, para distraer su atención de los caballos, pero les concedió una ventaja de media hora en la partida mientras él sacrificaba un carnero en el altar de Zeus Marcial en Olimpia. Ambos carros debían correr hacia el Istmo y si el pretendiente era alcanzado, debía morir, pero si ganaba la carrera sería suya Hipodamía y moriría Enómao[49]. Pero como Psila y Harpina, las yeguas engendradas por el viento que le había dado Ares, el padre de Pélope, eran con mucho las mejores de Grecia y más rápidas que el Viento Norte[50], y como su carro, hábilmente conducido por Mirtilo, estaba construido especialmente para las carreras, jamás había fracasado en su propósito de alcanzar a su rival y de traspasarle con su lanza, otro regalo de Ares[51].

e. De esta manera Enómao se deshizo de doce o, según dicen algunos, de trece príncipes, cuyas cabezas y miembros clavó sobre las puertas de su palacio, mientras sus troncos eran amontonados bárbaramente en la tierra. Cuando mató a Marmax, el primer pretendiente, mató también a sus yeguas Partenia y Erifa y las enterró junto al río Partenia, donde se muestra todavía su tumba. Algunos dicen que el segundo pretendiente, Alcatoo, fue enterrado cerca del Excita-Caballos en el hipódromo de Olimpia y que es su espectro rencoroso el que pone obstáculos a los aurigas[52].

f. Mirtilo, el auriga de Enómao, era hijo de Hermes y Teóbule o Cleóbule, o la danaide Fetusa; pero otros dicen que era hijo de Zeus y Clímene. También él se había enamorado de Hipodamía, pero no se atrevió a intervenir en la competencia[53]. Entretanto los olímpicos habían decidido intervenir y poner fin a la matanza, porqué Enómao se jactaba de que un día construiría un templo con cráneos, como habían hecho Eveno[54], Diómedes y Anteo[55]. En consecuencia, cuando Pélope desembarcó en Elide y suplicó a su amante Posidón, a quien invocó con un sacrificio en la costa, que le diera el carro más rápido del mundo para cortejar a Hipodamía o que contuviera el ímpetu de la lanza de bronce de Enómao, Posidón le ayudó de muy buena gana. Pélope no tardó en ser dueño de un carro de oro alado que podía correr por el mar sin que se le mojasen los ejes y del que tiraba un tronco de caballos incansables, alados e inmortales[56].

g. Después de visitar el monte Sípilo y de dedicar a Afrodita Temnia una imagen hecha con madera de mirto verde, Pélope probó su carro conduciéndolo a través del Egeo. Casi antes que hubiera tenido tiempo de mirar a su alrededor llegó a Lesbos, donde su auriga Cilo, o Celas, o Cilas murió a causa de la rapidez del viaje. Pélope pasó la noche en Lesbos y en sueños vio que el ánima de Cilo se lamentaba por su suerte y suplicaba honores de héroe. Al amanecer, Pélope quemó su cuerpo, levantó un túmulo sobre las cenizas y fundó en las cercanías el templo de Apolo Cilano. Luego reanudó el viaje conduciendo él mismo el carro[57].

h. Cuando llegó a Pisa se alarmó Pélope al ver la hilera de cabezas clavadas sobre las puertas del palacio y comenzó a lamentar su ambición. En consecuencias, prometió a Mirtilo, que si traicionaba a su amo, le daría la mitad del reino y el privilegio de pasar la noche de bodas con Hipodamía cuando la hubiese conseguido[58].

i. Antes de intervenir en la carrera —la escena está esculpida en el gablete frontal del templó de Zeus en Olimpia— Pélope hizo un sacrificio a Atenea Cidonia. Algunos dicen que se le apareció el ánima de Cilo y se comprometió a ayudarle; otro, que fue su auriga Esfero; pero se cree más generalmente que él mismo condujo su carro llevando a Hipodamía a su lado[59].

j. Entretanto, Hipodamía se había enamorado de Pélope y, lejos de ponerle obstáculos en la carrera, se ofreció a recompensar generosamente a Mirtilo si conseguía refrenar de algún modo la carrera de su padre. Mirtilo quitó las pezoneras a los ejes del carro de Enómao y las sustituyó con otras de cera. Cuando los carros llegaron al cuello del Istmo y Enómao, en su persecución furiosa, levantaba la lanza para atravesar la espalda de Pélope, las ruedas de su carro se desprendieron, quedó enredado entre los restos y murió arrastrado por los caballos. Su ánima ronda todavía alrededor de la estatua «excita-caballos» de Olimpia[60]. Hay quienes dicen, no obstante, que la rapidez del carro y los caballos alados de Posidón permitieron fácilmente a Pélope adelantarse a Enómao y llegar al Istmo antes que él, y que Enómao se mató desesperado, o le mató Pélope en el poste que marcaba el final de la carrera. Según otros, la competencia se realizó en el hipódromo de Olimpia, y Anfión le dio a Pélope un objeto mágico que él enterró junto al excita-caballos de modo que las caballerías de Enómao se desbocaron y destrozaron el carro. Pero todos están de acuerdo en que Enómao, antes de morir, maldijo a Mirtilo y rogó que pereciera a manos de Pélope[61].

k. Entonces Pélope, Hipodamía y Mirtilo salieron para hacer una excursión nocturna a través del mar. «¡Ay! —exclamó Hipodamía—. No he bebido nada durante todo el día; me abrasa la sed.» El sol se ponía y Pélope se detuvo en la isla desierta de Helene, que se halla no lejos de la isla de Eubea, y fue a la ribera en busca de agua. Cuando volvió con el yelmo lleno, Hipodamía corrió llorando hacia él y se quejó de que Mirtilo había tratado de violarla. Pélope reprendió severamente a Mirtilo y le golpeó en el rostro, pero él protestó indignado: «Esta es la noche de bodas, en la que me juraste que gozaría a Hipodamía. ¿Acaso piensas faltar a tu juramento?» Pélope no contestó, pero le quitó las riendas a Mirtilo y siguieron adelante[62]. Cuando se acercaban al cabo Geresto —el promontorio más meridional de Eubea, ahora coronado con un notable templo de Posidón— Pélope dio de pronto a Mirtilo un puntapié que lo mandó de cabeza al mar, y Mirtilo, mientras se hundía, maldijo a Pélope y a toda su familia[63].

l. Hermes puso la imagen de Mirtilo entre las estrellas como la constelación del Auriga, pero su cadáver fue llevado por el agua a la costa de Eubea y lo enterraron en la Feneo arcadia, detrás del templo de Hermes; una vez al año se le ofrecen allí sacrificios nocturnos como héroe. El Mar Mirtoano, que se extiende desde Eubea, pasando por Helene, hasta el Egeo, se cree generalmente que recibió su nombre de Mirtilo más bien que, como insisten los cúbeos, de la ninfa Mirto[64].

m. Pélope siguió adelante, hasta que llegó a la corriente occidental del Océano, donde Hefesto le purificó de su culpa de homicidio; luego volvió a Pisa y ocupó el trono de Enómao. Pronto subyugó casi todo el territorio de lo que se llamaba entonces Apia, o Pelasgiótide, nombre que cambió él, por el de Peloponeso, que significa «la isla de Pélope». Su valor, su buen juicio, su riqueza y sus numerosos hijos le ganaron la envidia y la veneración de toda Grecia[65].

n. Pélope le quitó Olimpia al rey Epeo y la anexó a su reino de Pisa; pero como no pudo vencer al rey Estínfalo de Arcadia por la fuerza de las armas, lo invitó a un debate amistoso, lo descuartizó y diseminó sus miembros por todas partes; crimen que causó un hambre en toda Grecia. Pero su celebración de los Juegos Olímpicos en honor de Zeus, alrededor de una generación después de Endimión, fue la más espléndida jamás realizada.

o. Para reparar el asesinato de Mirtilo, que era hijo de Hermes, Pélope construyó el primer templo de Hermes en el Peloponeso; trató también de aplacar al ánima de Mirtilo construyéndole un cenotafio en el hipódromo de Olimpia y rindiéndole honores de héroe. Algunos dicen que ni Enómao, ni el rencoroso Alcátoo, ni el objeto mágico que enterró Pélope son el verdadero espantador de los caballos: es el espíritu de Mirtilo[66].

p. Sobre la tumba de los infortunados pretendientes de Hipodamía, en el lado más lejano del río Alfeo, erigió Pélope un alto túmulo y les rindió también a ellos honores de héroes; y alrededor de un estadio de distancia, más o menos, se halla el templo de Ártemis Cordas llamado así porque los seguidores de Pélope celebraron allí sus victorias bailando la Danza de la Cuerda, que habían llevado de Lidia[67].

q. El templo de Pélope, donde se conservan sus huesos en un cofre de bronce, fue dedicado por Heracles Tirintio, su nieto, cuando fue a celebrar los Juegos Olímpicos; y los magistrados eleáticos todavía ofrecen a Pélope el sacrificio anual de un carnero negro, asado en un fuego de maderas de. álamo blanco. A los que comen de esa víctima se les prohibe entrar en el templo de Zeus hasta que se han bañado, y el cuello le corresponde tradicionalmente al guardabosque. El templo se llena todos los años con visitantes; los jóvenes se flagelan en el altar de Pélope y le ofrecen una libación de su sangre. Se exhibe su carro en el techo del Anactorio de Hiasia; los sicionios conservan su espada con puño de oro en su tesoro de Olimpia, y su cetro en forma de lanza, en Queronea, es quizá la única obra auténtica de Hefesto todavía existente. Zeus se lo envió a Pélope por medio de Hermes y Pélope lo legó al rey Atreo[68].

r. A Pélope se le llama también «croniano» y «Apaleador de caballos» y los aqueos lo consideran su antecesor[69].

1.      Según Pausanias y Apolodoro, Tántalo nunca salió del Asia Menor; pero otros autógrafos se refieren a él y a Pélope como reyes nativos de Grecia. Esto indica que sus nombres eran títulos dinásticos llevados por los primitivos colonos griegos al Asia Menor, donde fueron atestiguados con altares de héroes; y traídos de vuelta por emigrantes con anterioridad a la invasión aquea del Peloponeso en el siglo XII a. de C. Sabemos por las inscripciones hititas que hubo reyes helenos en Pamfilia y en Lesbos ya en el siglo XIV a. de C. Los pelopo-tantálidas parecen haber expulsado a la dinastía cretanizada de «Enómao» de la Monarquía Suprema del Peloponeso.

2.      El caballo, que había sido un animal sagrado en la Grecia pelásgica mucho antes del culto del carro solar, era un caballito europeo nativo dedicado a la Luna, no al Sol (véase 75.3). El caballo transcaspiano mayor llegó a Egipto con los invasores hicsos en 1850 a. de C. —los carros tirados por caballos desplazaron a los carros tirados por asnos en las fuerzas armadas egipcias alrededor del año 1500 a. de C.— y a Creta antes de la caída de Cnosos un siglo después. La prohibición religiosa de Enómao respecto a las mulas estaría asociada quizá con la muerte de Cilo: en Grecia, como en Roma, fue suprimido el culto del asno (véase 83.2) cuando el carro del sol se convirtió en el símbolo de la realeza. Casi la misma reforma religiosa tuvo lugar en Jerusalén (2 Reyes xxiii. 11), donde en la época de Josefo sobrevivía la tradición de un culto del asno anterior (Josefo: Contra Apion ii.7 y 10). Helio del carro solar, deidad aquea, se identificó entonces en diferentes ciudades con el Zeus solar o el Posidón solar, pero el asno se convirtió en el animal de Crono, a quien Zeus y Posidón habían destronado, o de Pan, Sileno y otras divinidades secundarias anticuadas. Había también un Apolo solar; puesto que Píndaro menciona su aborrecimiento de los asnos, habrá sido el Apolo de Cileno al que los hiperbóreos ofrecían hecatombes de asnos (Píndaro: Odas píticas x.30 y ss.).

3.      Enómao, que representaba a Zeus como el Sol encarnado, es llamado, en consecuencia, hijo de Asteria, que gobernaba el Cielo (véase 88.2) más bien que de una Pléyade del mismo nombre; y la reina Hipodamía, mediante el matrimonio con la cual llegó a ser rey, representaba a Hera como la Luna encarnada. La descendencia siguió siendo matrilineal en el Peloponeso, lo que aseguraba la buena voluntad de los campesinos conservadores. El reinado del rey no podía prolongarse más allá del Gran Año de cien meses, en el ultimo de los cuales coincidían el calendario solar y el lunar; entonces estaba destinado a ser muerto por caballos. Como una nueva concesión al culto anterior de Pisa, donde el representante de Zeus era muerto por su heredero en cada solsticio estival (véase 53.5), Enómao accedió a morir fingidamente en siete solsticios estivales sucesivos, designando en cada ocasión un sustituto para que ocupara su lugar durante veinticuatro horas y fuera en el carro del sol junto a la reina. Al término de este día el sustituto moría en un accidente de carro y el Rey salía de la tumba donde había estado escondido (véase 41.2 y 123.4) para reanudar su reinado. Esto explica el mito de Enómao y los pretendientes, otra versión del cual aparece en el de Eveno (véase 74.e). Los mitógrafos deben estar equivocados cuando mencionan «doce o trece» pretendientes. Estas cifras se refieren a las lunaciones —alternativamente doce y trece— de un año solar, no a los sustitutos; así en la carrera de carros de Olimpia se daba doce veces la vuelta al estadio en honor de la diosa Luna. Pélope es el modelo del octavo príncipe afortunado (véase 81.8) que se libra del accidente del carro y puede matar al rey viejo con su propio cetro-lanza.

4.      Este accidente anual del carro se representaba en el hipódromo. El sustituto podía conducir sus caballos —los cuales, a juzgar por el mito de Glauco (véase 71.2), parecen haber sido enloquecidos con drogas— por el trecho recto sin que le ocurriera nada, pero cuando daba la vuelta alrededor de la estatua de mármol blanco, llamada el Marmaranax («rey de mármol») o el Excita-Caballos, la rueda exterior se desprendía por falta de pezonera, el carro se derrumbaba y los caballos arrastraban al sustituto y le mataban. El mirto era el árbol de la muerte, el del decimotercer mes al término del cual se producía el accidente del carro (véase 101.2); de aquí que se diga que Mirtilo quitó las pezoneras de metal y las sustituyó por otras de cera —la fusión de la cera causó también la muerte de Icaro, el sustituto del rey Sol— y maldijo a la casa de Pélope.

5.       En la segunda mitad del mito se confunde a Mirtilo con el sustituto. Como interrex, el sustituto tenía derecho a acompañar a la reina en el carro del sol y a dormir con ella durante la única noche de su reinado; pero al amanecer del siguiente día el rey viejo le destruía y, metafóricamente, continuaba el viaje en su carro solar al extremo oeste, donde se purificaba en la corriente del Océano. La caída de Mirtilo del carro al mar es una condensación de mitos: a unas pocas millas al este del Hipódromo en que se realizaban los Juegos ístmicos (véase 71.b) el sustituto «Melicertes», en cuyo honor se habían fundado, era arrojado desde un risco (véase 96.3) y una ceremonia idéntica se realizaba probablemente en Geresto, donde murió Mirtilo. También en Tebas y Yolcos (véase 71.b) había Espantadores de Caballos, lo que indica que también allí se representaban en los hipódromos los accidentes de los carros. Pero como el Hipódromo de Olimpia, consagrado al Zeus solar, y el Hipódromo del Istmo, consagrado al Posidón solar, estaban asociados con la leyenda de Pélope, los mitógrafos han presentado la competencia como una carrera a campo traviesa entre ellos. Lesbos entra en la fábula quizá porque «Enómao» era un título dinástico lesbio.

6.       La entrada de Anfión en este mito, aunque era tebano, se explica porque era también nativo .de Sición en el Istmo (véase 76.0). «Mirto» sería un título de la diosa del Mar como destructora, y la primera sílaba significaba «mar», como en Mirtea, «diosa del mar»; Mirtoesa, forma más larga de Mirto, era uno de los títulos de Afrodita. Por lo tanto, Mirtilo puede significar originalmente «falo del mar»: myr-tylos.

7.       Pélope descuartiza a Estínfalo, como según se dice había hecho con él Tántalo; esta forma más antigua del sacrificio del rey ha sido correctamente referida desde Arcadia. Efectivamente, los pelópidas parecen haber patrocinado varios cultos locales además del carro del sol: a saber, el culto pastoril arcadio del roble y el carnero, atestiguado por la relación de Pélope con Tántalo y su sacrificio de un carnero negro en Olimpia; el culto de la perdiz en Creta, Troya y Palestina, atestiguado por la danza cordax; el culto de los Titanes, atestiguado por el título de «Croniano» de Pélope; el culto de la marsopa (véase 108.,5) y el culto del dios asno, en cuanto que el espíritu de Cilo le ayudó en la carrera.

8.       La matanza de las yeguas de Mármax puede referirse a la ceremonia de coronación de Enómao (véase 81.4), que implicaba el sacrificio de yeguas. Una «manzana cidonia», o membrillo, tendría en la mano la diosa de la Muerte, Atenea, a la que hizo el sacrificio Pélope, como su salvoconducto para los Campos Elíseos (véase 32.1, 53,5 y 133.4); y el álamo blanco, utilizado en sus ritos heroicos, simbolizaba la esperanza de reencarnación (véase 31.5 y Í34.f), después de haber sido descuartizado, porque a los que iban al Elíseo se les concedía la prerrogativa del renacimiento (véase 31.c).Una estrecha semejanza con el derramamiento de sangre en el altar olímpico de Pélope tiene la flagelación de los jóvenes espartanos atados a la imagen de Artemis Erguida (véase 116.4). Pélope era, en realidad, la víctima y sufrió en honor a la diosa Hipodamía (véase 110.3).


110.  LOS HIJOS DE PÉLOPE


a. En agradecimiento a Hera por haber facilitado su casamiento con Pélope, Hipodamía convocó a dieciséis matronas, una por cada ciudad de Elide, para que le ayudaran a instituir los Juegos Hereos. Desde entonces, cada cuatro años, las dieciséis matronas, sus sucesoras, han tejido una túnica para Hera y han celebrado los Juegos, que consisten en una sola carrera entre vírgenes de diferentes edades, en la que los impedimentos para las competidoras varían con su edad y las más jóvenes se colocan delante. Corren con túnicas que no les llegan a las rodillas, el pecho derecho al descubierto y la cabellera suelta. Cloris, la única hija sobreviviente de Níobe, fue la primera vencedora en los juegos; la carrera consiste en el recorrido de las cinco sextas partes del circuito olímpico. El premio es una corona de olivo y una parte de la vaca sacrificada a Hera; la vencedora puede también dedicar una estatua de ella misma en su propio nombre[70].

b. Las dieciséis matronas actuaron en una ocasión como pacificadoras entre los písanos y los eleos. Ahora organizan también dos grupos de bailarinas, uno en honor de Hipodamía y el otro en honor de Fiscoa, la elea. Fiscoa le dio a Dioniso su hijo Narceo, célebre guerrero que fundó el santuario de Atenea Narcea y fue el primer eleo que rindió culto a Dioniso. Como algunas de las dieciséis ciudades ya no existen, las dieciséis matronas las proporcionan ahora las ocho tribus eleas, un par cada una. Como los árbitros, se purifican a sí mismas, antes de comenzar los Juegos, con la sangre de un cerdo adecuado y el agua tomada de la Fuente Pieria en el camino entre Olimpia y Elide[71].

c. Se dice que los siguientes fueron hijos de Pélope e Hipodamía: Piteo de Trecén; Aireo y Tiestes; Alcátoo, pero no el que mató a Enómao; el argonauta Hipalco, Hipalcmo o Hipálcimo; el heraldo Copreo; el bandido Escirón; el argivo Epidauro, llamado a veces hijo de Apolo[72]; Plístenes; Diante, Cibosuro; Corintio, Hipase, Cleón, Argeo, Elino, Astidamía, a quien algunos llaman madre de Anfitrión; Lisídice, cuya hija Hipótoe fue llevada por Posidón a las Islas Equinadias y allí dio a luz
a Tafio; Eurídice, a quien algunos llaman madre de Alcmena; Nicipe, Antibia4[73] y finalmente Arquipe, madre de Euristeo y Alcione[74].

d. Los megarenses, en una tentativa para borrar el recuerdo de la captura de su ciudad por Minos y para sugerir que al rey Niso le sucedió pacíficamente su yerno Megareo, y a éste su yerno Alcátoo hijo de Pélope, dicen que Megareo tuvo dos hijos, el mayor de los cuales, Timalco, fue muerto en Afidna durante la invasión del Ática por los Dioscuros; y que cuando el más joven, Evipo, fue muerto por el león de Citerón, Megareo prometió su hija Evecme y su trono a quien vengara a Evipo. Inmediatamente Alcátoo mató al león y, convertido en rey de Megara, construyó allí un templo a Apolo Cazador y Ártemis Cazadora. La verdad es, no obstante, que Alcátoo fue de Elide a Megara inmediatamente después de la muerte de Niso y el saqueo de la ciudad; que Megareo nunca reinó en Megara y que Alcátoo hizo sacrificios a Apolo y Posidón como «constructores anteriores» y luego reconstruyó la muralla de la ciudad sobre nuevos fundamentos, pues los lugares por donde pasaba la muralla anterior habían sido borrados por los cretenses[75]

e. Alcátoo fue el padre de Isquépolis; de Calípolis; de Ifínoe, que murió virgen y en cuya tumba, situada entre la Sala de Consejo y el altar de Alcátoo, las novias megarenses vierten libaciones, así como las novias delias dedican su cabellera a Hecaergo y Opis; y también de Automedusa, quien dio Yolao a Ificles; y de Peribea, que se casó con Telamón y cuyo hijo Ayax sucedió a Alcátoo como rey de Megara. El hijo mayor de Alcátoo, Isquépolis, pereció en la cacería caledonia; y Calípolis, el primer megarense que se enteró de la dolorosa noticia, corrió a la Acrópolis, donde Alcátoo ofrecía holocaustos a Apolo, y arrojó del altar los haces de leña en señal de duelo. Como no sabía lo que había sucedido, Alcátoo, irritado por su impiedad, le mató con un leño[76].

f. Isquépolis y Evipo están enterrados en el Palacio de Justicia; Megareo en el lado derecho de la subida a la segunda Acrópolis megarense. El templete de héroe de Alcátoo es ahora la Oficina de Registros pública, y el de Timalco, el Ayuntamiento[77].

g. Crisipo pasaba también por hijo de Pélope e Hipodamía, pero era en realidad un bastardo al que Pélope había engendrado en la ninfa Astíoque[78], una danaide. Ahora bien, sucedió que Layo, cuando lo desterraron de Tebas, fue recibido hospitalariamente por Pélope en Pisa, pero se enamoró de Crisipo, a quien enseñó el arte del auriga; y tan pronto como se anuló la condena al destierro retiró al niño en su carro de los Juegos Nemeos y lo llevó a Tebas como su amante[79]. Algunos dicen que Crisipo se mató de vergüenza; otros, que Hipodamía, para impedir que Pélope designase a Crisipo su sucesor relegando a sus propios hijos, fue a Tebas, donde trató de convencer a Atreo y Tiestes para que matasen al niño arrojándolo a un pozo. Cuando ambos se negaron a asesinar al huésped de su padre, Hipodamía, en plena noche, entró furtivamente en el dormitorio de Layo y, encontrándolo dormido, tomó su espada que colgaba de la pared y la hundió en el vientre de su compañero de lecho. Layo fue acusado inmediatamente por el asesinato, pero Crisipo había visto a Hipodamía cuando huía y le acusó antes de expirar[80].

g. Entretanto, Pélope marchaba sobre Tebas para rescatar a Crisipo, pero, al saber que Layo había sido ya encarcelado por Atreo y Tiestes, le perdonó noblemente, reconociendo que sólo un amor irresistible le había impulsado a violar la hospitalidad. Algunos dicen que Layo, y no Támiris o Minos, fue el primer pederasta, motivo por el que los tebanos, lejos de condenar la práctica, mantienen un regimiento, llamado la Banda Sagrada, compuesto enteramente por muchachos y sus amantes[81].

i. Hipodamía huyó a Argólide y allí se suicidó; pero posteriormente, de acuerdo con un oráculo, sus huesos fueron transportados a Olimpia, donde las mujeres entran en su templo tapiado una vez al año para ofrecerle sacrificios. En una de las curvas del Hipódromo se alza una estatua de bronce de Hipodamía que sostiene una cinta para condecorar a Pélope por su victoria[82].


1.      Los Juegos Héteos se realizaban en la víspera de los Juegos Olímpicos. Consistían en una carrera pedestre de muchachas, originalmente para el cargo de suma sacerdotisa de Hera (véase 60.4), y k vencedora, que llevaba el ramo de olivo como símbolo de paz y fertilidad, se hacía igual a la diosa al compartir su vaca sagrada. Las dieciséis matronas pueden haberse turnado en otro tiempo para oficiar como ayudantes de la suma sacerdotisa durante las dieciséis temporadas de la olimpíada de cuatro años; cada rueda del carro regio representaba el año solar y tenía cuatro rayos, como una rueda de fuego o esvástica. «Narceo» es claramente una forma posterior de Atenea Narcea («entumecedora»), una diosa de la muerte. Las matronas que organizaban los Juegos Hereos, que en un tiempo implicaban el sacrificio humano, propiciaban a la diosa con sangre de cerdo y luego se lavaban con agua corriente. Los numerosos hijos de Hipodamía atestiguan la fuerza de la confederación presidida por la dinastía de los Pelópidas, y todos sus nombres se asocian con el Peloponeso o el Istmo.

2.       El asesinato por Alcátoo de su hijo Calípolis en el altar de Apolo ha sido deducido probablemente de una representación gráfica en la que aparecía ofreciendo su hijo en holocausto al «constructor anterior», el dios de la ciudad Melicertes o Moloch, cuando volvió a fundar Megara, como hizo también un rey de Moab (Josué vi.26). Además, como Sansón y David, había matado un león en un combate ritual. La mitología corintia tiene muchas afinidades con laPalestina (véase 67.1).

3.      El mito de Crisipo sobrevive sólo en una forma degenerada. Que fuera un bello muchacho pisano que conducía un carro, lo llevaran como a Ganímedes o a Pélope mismo (aunque no, ciertamente, al Olimpo) y le matara Hipodamía, indica que, originalmente, era uno de los sustitutos del Rey que moría en el choque del carro; pero su mito ha sido confundido con una justificación de la pederastía tebana, y con la leyenda de una disputa acerca de los Juegos Nemeos entre Tebas y Pisa. Hipodamía, «domadora de caballos», era un título de la diosa Luna, cuya estatua con cabeza de yegua en Figalia tenía en la mano una marsopa pelópida; cuatro de los hijos e hijas de Pélope tienen nombres de caballos.


111.  ATREO Y TIESTES


a. Algunos dicen que Atreo, que huyó de Elide después de la muerte de Crisipo, en la que pudo haber estado complicado más profundamente que lo que sabía Pélope, se refugió en Micenas. Allí le favoreció la fortuna. Su sobrino Euristeo, quien estaba a punto de marchar contra los hijos de Heracles, le designó regente en su ausencia; y cuando poco después llegó la noticia de la derrota y muerte de Euristeo, los notables de Micenas eligieron a Atreo como su rey, porque parecía un guerrero idóneo para protegerlos contra los Heráclidas y había conquistado ya el afecto del vulgo. Así la casa real de Pélope se hizo más famosa que incluso la de Perseo[83]

b. Pero otros dicen, con mayor autoridad, que el padre de Euristeo, Esténelo, después de desterrar a Anfitrión y apoderarse del trono de Micenas, hizo llamar a Atreo y Tiestes, sus cuñados, y los instaló en la cercana Midea. Pocos años después, cuando Esténelo y Euristeo habían muerto, un oráculo aconsejó a los micenios que eligieran a un príncipe de la casa pelópida para que los gobernara. Llamaron inmediatamente a Atreo y Tiestes de Midea y discutieron quién de los dos (destinados a estar siempre de punta) sería coronado rey[84].

c. Ahora bien, Atreo había prometido solemnemente en una ocasión sacrificar a Ártemis lo mejor de sus rebaños de ovejas; y Hermes, ansioso por vengar la muerte de Mirtilo en los pelópilas, consultó con su viejo amigo el cabruno Pan, quien hizo que un cordero cornudo con el vellón de oro apareciera entre el rebaño acarniano que Pélope había dejado a sus hijos Atreo y Tiestes. Preveía que Atreo lo reclamaría como suyo y que, por su renuencia a rendir a Ártemis los honores que se le debían, se vería envuelto en una guerra fratricida con Tiestes. Sin embargo, algunos dicen que fue Ártemis misma quien envió el cordero para ponerlo a prueba[85]. Atreo cumplió su promesa, en parte al menos, sacrificando la carne del cordero, pero rellenó y armó el vellón y lo guardó en un arca. Estaba tan orgulloso de su tesoro que parecia tener vida propia, que no pudo abstenerse de jactarse de él en el mercado, y el celoso Tiestes, por quien Aérope, la esposa recién casada de Atreo, se había apasionado, accedió a ser su amante si le entregaba el cordero (el cual, según dijo, habían robado los pastores de Atreo de su mitad del rebaño). Pues Ártemis lo había maldecido y eso era obra suya[86].

d. En un debate en la municipalidad Atreo reclamó el trono de Micenas por derecho de primogenitura y también como poseedor del cordero. Tiestes le preguntó: «¿Entonces, declaras públicamente que su poseedor debe ser el Rey?» «Lo declaro», contestó Atreo. «Y yo estoy de acuerdo», dijo Tiestes, sonriendo torvamente. Un heraldo convocó a los habitantes de Micenas para que aclamaran a su nuevo rey; pusieron en los templos colgaduras doradas y abrieron sus puertas; ardían fuegos en todos los altares de la ciudad y se cantaban canciones en elogio del cordero cornudo con el vellón de oro. Pero Tiestes se levantó inesperadamente para vituperar a Atreo por ser un fanfarrón jactándose y llevó a los magistrados a su casa, donde les mostró el cordero, justificó su derecho a poseerlo y fue declarado rey legítimo de Micenas[87].

e. Pero Zeus favorecía a Atreo y envió a Hermes para que le dijera: «Vete a ver a Tiestes y pregúntale si, en el caso de que el sol marche hacia atrás en el cuadrante, renunciará a su derecho al trono en tu favor.» Atreo hizo lo que se le ordenaba y Tiestes accedió a abdicar si se producía tal portento. Entonces Zeus, con la ayuda de Éride, invirtió las leyes de la naturaleza, hasta entonces inmutables. Helio, ya en la mitad de su carrera, desvió su carro y puso las cabezas de sus caballos en dirección de la aurora. Las siete Pléyades y todas las demás estrellas invirtieron sus cursos de acuerdo con Helio, y ese anochecer, por primera y última vez, el sol se puso en el oriente. Probadas así claramente el impostura y la codicia de Tiestes, Atreo ocupó el trono de Micenas y le desterró[88].
Cuando más tarde Atreo descubrió que Tiestes había cometido adulterio con Aérope, apenas pudo contener su ira. Sin embargo, durante un tiempo fingió que le perdonaba[89].

f. Ahora bien, esta Aérope, a la que algunos llaman Europa, era cretense e hija del rey Catreo. Un día la sorprendió Catreo cuando estaba con un amante en el palacio, y se hallaba a punto de ser arrojada a los peces cuando, rectificando su sentencia a ruego de Nauplio, la vendio, junto con su otra hija Clímene, de la que sospechaba que conspiraba contra su vida, como esclava a Nauplio, por un precio nominal, estipulando únicamente que ninguna de ellas volviera jamás a Creta. Nauplio se casó luego con Clímenes, quien le dio a Éax y Palamedes, el inventor[90]. Pero Atreo, cuya esposa Cléola había muerto después de dar a luz un hijo enclenque, Plístenes —así fue como Ártemis se vengó de él por no haber mantenido su promesa—, se casó con Aérope y tuvo con ella a Agamenón, Menelao y Anaxibia. Plístenes[91] había muerto también, pues los asesinos que envió Atreo para que dieran muerte a su lacayo, el hijo bastardo de Tiestes con Aérope, le asesinaron por error —Tiestes[92] se encargó de ello.

g. Atreo envió un heraldo para que indujese a Tiestes a regresar a Micenas con el ofrecimiento de una amnistía y la participación en la mitad del reino; pero tan pronto como Tiestes aceptó el ofrecimiento, asesinó despiadadamente a Aglao, Orcómeno y Calileonte, los tres hijos de Tiestes con una de las Náyades, en el mismo altar de Zeus donde se habían refugiado; y luego buscó y mató al infante Plístines el Segundo y su mellizo Tántalo el Segundo. Los despedazó, hirvió trozos escogidos de su carne en una caldera y se los sirvió a Tiestes para darle la bienvenida por su regreso. Cuando Tiestes hubo comido de buena gana, Atreo hizo que le presentaran sus cabezas, pies y manos ensangrentados en otra fuente para hacerle ver lo que tenía dentro del estómago. Tiestes cayó hacia atrás, vomitando, y lanzó una maldición inevitable a la simiente de Atreo[93].

h. Desterrado una vez más, Tiestes huyó primeramente al palacio del rey Tesproto en Sición, donde su hija Pelopia, o Pelopeya, era sacerdotisa. Pues, deseando vengarse a cualquier costo, había consultado con el oráculo de Delfos, que le aconsejó que engendrara un hijo en su propia hija . Tiestes encontró a Pelopia haciendo sacrificios por la noche a Atenea Colocasia y, como no quería profanar los ritos, se ocultó en un bosquecillo cercano. Poco después Pelopia, que dirigía la danza solemne, resbaló en un charco de sangre que había fluido de la garganta de una oveja negra, la víctima, y se manchó la túnica. Corrió en seguida al vivero del templo, se quitó la túnica y cuando se estaba lavando la mancha Tiestes salió del bosquecillo y la violó. Pelopia no lo reconoció porque llevaba una máscara, pero consiguió robarle la espada y llevarla al templo, donde la ocultó bajo el pedestal de la imagen de Atenea; y Tiestes, al encontrar la vaina vacía y temiendo que lo detuvieran, huyó a Lidia, la tierra de sus antepasados[94].

i. Entretanto, temiendo las consecuencias de su crimen, Atreo consultó con el Oráculo de Delfos, que le dijo: «Haz volver a Tiestes de Sición.» Llegó a Sición demasiado tarde para encontrar a Tiestes y, enamorado de Pelopia, a la que suponía hija del rey Tesproto, pidió permiso para hacerla su tercera esposa, pues para entonces había ejecutado a Aérope[95]. Ansioso de una alianza con un rey tan poderoso, y deseando al mismo tiempo hacer un favor a Pelopia, Tesproto no desengañó a Atreo y la boda se realizó inmediatamente. A su debido tiempo ella dio a luz el hijo engendrado por Tiestes, al que dejó abandonado en una montaña, pero unos pastores de cabras lo recogieron e hicieron que le amamantara una cabra, de donde viene su nombre Egisto, o «fuerza de cabra». Atreo creía que Tiestes había huido de Sición al tener noticia de su venida, que el niño era suyo y que Pelopia había sido afectada por la locura pasajera que a veces sobreviene a las mujeres después del parto. En consecuencia, recuperó a Egisto de los pastores de cabras y lo crió como su heredero.

j. Una serie de malas cosechas afligió a Micenas y Atreo envió a Agamenón y Menelao a Delfos para que averiguaran el paradero de Tiestes, a quien encontraron por casualidad cuando volvía de una nueva visita al Oráculo. Lo llevaron por la fuerza a Micenas, donde Atreo, después de encerrarlo en la prisión, ordenó a Egisto, que entonces tenía siete años de edad, que le matara mientras dormía.

k. Tiestes despertó de pronto y encontró a Egisto inclinado sobre él con la espada en la mano; se hizo a un lado rápidamente y evitó la muerte. Luego se levantó, desarmó al niño con un hábil puntapié en la muñeca y saltó para apoderarse de la espada. ¡Y vio que era la suya, perdida años antes en Sición! Asió a Egisto por el hombro y le gritó: «Dime inmediatamente cómo llegó esta espada a tu poder.» Egisto balbuceó: «Me la ha dado mi madre Pelopia.» «Te perdonaré la vida, muchacho —dijo Tiestes— si cumples tres órdenes que voy a darte.» «Soy tu servidor en todo», lloró Egisto, que no esperaba misericordia. «Mi primera orden es que traigas aquí a tu madre.»

l. Egisto llevó inmediatamente a Pelopia al calabozo y, reconociendo a Tiestes, le abrazó llorando, le llamó su querido padre y se compadeció de sus sufrimientos. «¿Cómo conseguiste esta espada, hija?», le preguntó Tiestes. «La saqué de la vaina de un desconocido que me violó una noche en Sición», contestó ella. «Es mía», declaró Tiestes. Pelopia, horrorizada, tomó la espada y se la hundió en el pecho. Egisto, se quedó estupefacto, sin comprender lo que habían dicho los otros. «Ahora lleva esta espada a Atreo —fue la segunda orden de Tiestes— y dile que has cumplido su encargo. Y luego vuelve.» Sin decir una palabra, Egisto llevó la espada ensangrentada a Atreo, quien fue alegremente a la costa y ofreció un sacrificio en acción de gracias a Zeus, convencido de que por fin se había librado de Tiestes.

m. Cuando Egisto volvió al calabozo, Tiestes le reveló que era su padre y le dio la tercera orden: «Mata a Atreo, Egisto, hijo mío, y esta vez no vaciles.» Egisto hizo lo que se le ordenaba y Tiestes volvió a reinar en Micenas[96].

n. Entre los rebaños de Tiestes apareció otro cordero cornudo con vellón de oro y llegó a ser morueco, y en adelante cada nuevo rey pelópida era confirmado divinamente de este modo en la posesión de su cetro de oro; esos moruecos pacían libremente en una dehesa rodeada por paredes inaccesibles. Pero algunos dicen que el distintivo de la realeza no era un animal viviente, sino un tazón de plata, en el fondo del cual estaba incrustada la figura de un cordero dorado; y otros, que no pudo haber sido Egisto quien mató a Atreo porque no era más que un infante en pañales cuando Agamenón expulsó a su padre Tiestes de Micenas y le arrancó el cetro[97].

o. Tiestes está enterrado junto a la carretera que va de Micenas a Argos, cerca del templete de Perseo. Sobre la tumba se halla la figura en piedra de un morueco. La tumba de Atreo y su tesoro subterráneo se pueden ver todavía entre las ruinas de Micenas.

p. Tiestes no fue el último héroe a quien sirvieron en una fuente su propio hijo. Lo mismo le sucedió algunos años después a Clímeno, el hijo arcadio de Esqueneo, quien concibió una pasión incestuosa por Harpálice, la hija tenida con Epicaste. Habiendo seducido a Harpálice, la casó con Alastor, pero más tarde se la llevó otra vez. Harpálice, para vengarse, asesinó al hijo que tuvo con él, que era también su hermano, cocinó el cadáver y se lo sirvió a Clímeno. Ella se transformó en una ave de presa y Clímeno se ahorcó[98].

1.      El mito de Atreo y Tiestes, que sobrevive sólo en versiones muy teatrales, parece basarse en la rivalidad entre los co-reyes argivos por el poder supremo, como en el mito de Acrisio y Preta (véase 73.a). Es mucho más antiguo que la fábula de los hijos de Heracles (véase 146.k) —la invasión doria del Peloponeso, alrededor del año 1050 a. de C.— con la que lo asocia Tucídides. El cordero de oro de Atreo, no sacrificado, recuerda el toro blanco de Posidón, que igualmente dejó de sacrificar Minos (véase 88.c); pero es de la misma casta que los moruecos de vellón dorado consagrados a Zeus en el monte Lafistio y a Posidón en la isla de Crumisa (véase 70.l). Poseer ese vellocino era un distintivo de la realeza, porque el rey lo utilizaba en una ceremonia para atraer la lluvia anual (véase 70.2 y 6). El cordero es metafóricamente de oro; en Grecia «el agua es oro» y el vellón producía mágicamente la lluvia. Esta metáfora puede, no obstante, haber sido reforzada por el uso de vellones para recoger oro en polvo en los ríos del Asia Menor; y la aparición ocasional en el Mediterráneo Oriental de corderos con dientes dorados, supuestamente descendientes de los que el joven Zeus cuidaba en el monte Ida. (En el siglo XVIII, Lady Mary Wortley Montagu investigó esta anomalía persistente, pero no pudo descubrir su origen.) Es posible también que el cetro real argivo tuviera en la parte superior un morueco de oro. Apolodoro es impreciso acerca del fundamento legal de la disputa, pero la reclamación de Tiestes era probablemente la misma que la hecha por Maeve respecto al toro disputado en la Guerra de los toros fratricida irlandesa: que el cordero había sido robado de sus rebaños al nacer.

2.       Eurípides introduce a Éride en un momento equivocado de la fábula: ella habrá provocado la querella entre los hermanos más bien que ayudado a Zeus a invertir el curso del sol, fenómeno para producir el cual carecía de facultades. Los gramáticos y filósofos clásicos han explicado este episodio de varias maneras ingeniosas, que anticipan las tentativas hechas por los protestantes del siglo XX para explicar científicamente el movimiento retrógrado de la sombra del sol en «el cuadrante de Ahaz» (2 Reyes xx.I-II). Luciano y Polibio dicen que cuando Atreo y Tiestes se pelearon por la sucesión, los argivos eran ya observadores habituales de las estrellas y convinieron en que el mejor astrónomo sería elegido rey. En el certemen que siguió, Tiestes señaló que el sol se levantaba siempre en Aries en el Festival de la Primavera, y de aquí la fábula del cordero de oro; pero el adivino Atreo hizo algo mejor: demostró que el sol y la tierra viajan en diferentes direcciones y que las que parecen ser puestas de sol son en realidad puestas de la tierra. En vista de ello los argivos le eligieron rey (Luciano: Sobre astrología 12; Polibio, citado por Estrabón: i.2.15). Higinio y Servio están de acuerdo en que Atreo era astrónomo, y en que fue el primero que predijo un eclipse de sol matemáticamente; añaden que, cuando el cálculo resultó correcto, su celoso hermano Tiestes abandonó la ciudad mortificado (Higinio: Fábula 258; Servio sobre la Eneida de Virgilio i.572). Sócrates tomó el mito más literalmente: lo consideró como prueba de su teoría de que el universo se enrolla y desenrolla en ciclos alternados de vasta duración y la inversión del movimiento al término de cada ciclo va acompañada por una gran destrucción de la vida animal (Platón: El estadista 12-14).

3.       Sin embargo, para comprender la fábula uno debe pensar no alegórica ni filosóficamente, sino mitológicamente; es decir, en función del conflicto arcaico entre el rey sagrado y su heredero. El rey reinaba hasta el solsticio de verano, cuando el sol llegaba a su punto más septentrional y se detenía; entonces el heredero le mataba y ocupaba su lugar, mientras el sol se retiraba liariamente hacia el sur y el solsticio de invierno. Este odio mutuo, agudizado por los celos sexuales, porque el heredero se casaba con la viuda de su rival, se renovó entre los co-reyes argivos, cuyos reinados combinados se extendieron durante un Gran Año; y se pelearon por Aérope, como Acrisio y Preto habían hecho por Dánae. El mito de Ezequías, que estaba a punto de morir cuando, como una señal del favor de Jehová, el profeta Isaías agregó diez años a su reinado haciendo retroceder al sol diez grados en el cuadrante de Ahaz (2 Reyes xx.8.11 e Isaías xxxviii.7-8), indica una tradición hebrea, o quizá palestina, de cómo al rey, después de la reforma del calendario causada por la adopción del ciclo metónico, se le permitía prolongar su reinado hasta el año decimonono, en vez de morir en el noveno. Atreo, en Micenas, puede haber obtenido una exen ción análoga.

4.       El banquete caníbal en honor de Zeus, que aparece en el mito de Tántalo (véase 108.c), ha sido confundido aquí con el sacrificio anual de niños sustitutos y con el vómito por Zeus de los hijos tenidos con Rea (véase l.d). La violación de Pelopia por Tiestes recuerda el mito de Cíniras y Esmirna (véase I7.h), y la mejor manera de explicarla es como la tentativa del rey de prolongar su reinado más allá del límite acostumbrado mediante el casamiento con su hijastra, la heredera. La salvación de Aérope de los peces cretenses la identifica con Dictina-Britomartis, cuyo abuelo Minos había arrojado al mar (véase 89.b). Egisto, amamantado por una cabra, es el conocido niño del Año Nuevo de los Misterios (véase 24.6 44.1, 76.a, 105.1, etcétera).

5.       La fábula de Clímeno y Harpálice —había otro personaje tracio del mismo nombre, una especie de Atalanta— combina el mito de Cíniras y Esmirna (véase 18.h) con el de Terco y Procne (véase 46.a). A menos que sea una composición artificial para el teatro, como sugiere el no mítico suicidio de Clímeno ahorcándose, éste trataría de reconquistar su derecho al trono al terminar su reinado casando a la heredera, técnicamente su hija, con un interrex, para matarlo después y tomar para sí a su esposa. Alastor significa «vengador», pero su venganza no aparece en el mito; quizá la versión original hacía de Alastor la víctima del sacrificio humano.


112.  AGAMENÓN Y CLITEMESTRA


a. Algunos dicen que Agamenón y Menelao tenían ya edad suficiente para detener a Tiestes en Delfos; otros, que cuando Egisto mató a Atreo eran todavía infantes y que su nodriza tuvo la serenidad necesaria para salvarlos. Tomándolos uno bajo cada brazo, huyó con ellos al palacio de Polifides, el vigesimocuarto rey de Sición, a instancias del cual fueron confiados luego a Éneo el etolio. Se conviene, no obstante, en que después de haber pasado algunos años en la corte de Éneo, el rey Tindáreo de Esparta les devolvió sus bienes. Marchó sobre Micenas y obligó a Tiestes, que se había refugiado en el altar de Hera, a jurar que legaría el cetro a Agamenón, como heredero de Atreo, e iría al destierro para no volver jamás. Tiestes partió inmediatamente para Citera, mientras Egisto, temiendo la venganza de Agamenón, huía al palacio del rey Cilarabes, hijo del rey argivo Esténelo[99].

b. Se dice que Zeus dio poder a la casa de Éaco, sabiduría a la casa de Amitaón y riqueza a la casa de Atreo. Y ciertamente tenía riqueza: los reyes de Micenas, Corinto, Cleonas, Orneia, Aratírea, Sición, Hiperasia, Gonoesa, Pelene, Egium, Egíalo y Hélice pagaban tributo a Agamenón, tanto en la tierra como en el mar[100].

c. Agamenón hizo primeramente la guerra contra Tántalo, rey de Pisa, hijo de su feo tío Bróteas, le mató en batalla, y se casó por la fuerza con su viuda Clitemestra, hija de Leda y del rey Tindáreo de Esparta. Los Dioscuros, hermanos de Clitemestra, marcharon por lo tanto sobre Micenas, pero Agamenón había acudido ya como suplicante a su benefactor Tindáreo, quien le perdonó y le permitió que se quedara con Clitemestra. Después de la muerte de los Dioscuros, Menelao se casó con su hermana Helena y Tindáreo abdicó en su favor[101].

d. Clitemestra dio a Agamenón un hijo, Orestes, y tres hijas: Electra o Laódice, Ifigenia o Ifianasa, y Crisótemis; aunque algunos dicen que Ifigenia era sobrina de Clitemestra, hija de Teseo y Helena, de la que se compadeció y a la que adoptó[102].

e. Cuando París, el hijo del rey Príamo de Troya, raptó a Helena y con ello provocó la guerra troyana, Agamenón y Menelao estuvieron diez años ausentes de su patria, pero Egisto no se unió a la expedición y prefirió quedarse en Argos para buscar la forma de vengarse de la Casa de Atreo[103].

f. Ahora bien, Nauplio, el marido de Clímene, al no obtener satisfacción por parte de Agamenón y de los otros caudillos griegos por la lapidación de su hijo Palamedes, se alejó de Troya y recorrió la costa del Ática y el Peloponeso incitando al adulterio a las esposas solitarias de sus enemigos. Cuando Egisto se enteró de que Clitemestra figuraba entre las más ansiosas de dejarse convencer por Nauplio, se propuso no sólo hacerse su amante, sino también matar a Agamenón con su ayuda tan pronto como terminara la guerra de Troya[104].

g. Hermes, enviado a Egisto por el omnisciente Zeus, le aconsejó que renunciara a su proyecto, basándose en que cuando Orestes llegara a la edad viril sin duda vengaría a su padre. Pero a pesar de toda su elocuencia Hermes no pudo disuadir a Egisto, quien fue a Micenas con valiosos regalos pero odio en el corazón. Al principio Clitemestra rechazó sus requerimientos, porque Agamenón, informado de la visita de Nauplio a Micenas, había ordenado al bardo de su corte que la vigilara atentamente y le comunicara por escrito la menor señal de infidelidad. Pero Egisto se apoderó del viejo bardo y lo abandonó sin alimentos en una isla solitaria, donde las aves no tardaron en picotear sus huesos. Entonces Clitemestra se entregó a los brazos de Egisto y él celebró su inesperado triunfo con holocaustos a Afrodita y regalos de tapices y oro a Ártemis, quien sentía rencor por la Casa de Atreo[105].

h. Clitemestra tenía pocos motivos para amar a Agamenón, quien, después de dar muerte a su anterior marido Tántalo y al hijo recién nacido que estaba amamantando, se había casado con ella por la fuerza y luego se había marchado a una guerra que prometía no terminar nunca; también había autorizado el sacrificio de Ingenia en Áulide y —lo que para ella era aún más difícil de soportar— se decía que llevaba de vuelta a la hija de Príamo, la profetisa Casandra, como su esposa en todo menos en el nombre. Es cierto que Casandra había dado a Agamenón dos hijos mellizos: Teledamo y Pélope, pero no parece que él tratara de afrentar a Clitemestra. El informante de ésta era Éax, el hijo sobreviviente de Nauplio, quien, para vengar la muerte de su hermano, le provocaba maliciosamente a cometer el asesinato[106].

i. En consecuencia, Clitemestra conspiró con Egisto para matar a Agamenón y Casandra. Pero temiendo que llegaran inesperadamente, escribió a Agamenón una carta pidiéndole que encendiera una señal luminosa en el monte Ida cuando cayese Troya; ella, por su parte, dispuso una cadena de fuegos que transmitirían la señal hasta Argólide pasando por el cabo Hermeo en Leamos, y los montes de Athos, Macisto, Mesapio, Qterón, Egiplancto y Aracne. Apostó también un vigía en el techo del palacio de Micenas; era un fiel servidor de Agamenón que pasó un año entero agazapado como un perro, mirando hacia el monte Aracne y lleno de tristes presentimientos. Por fin, una noche oscura, el vigía vio el resplandor distante de la señal luminosa y corrió a despertar a Clitemestra. Ella celebró la noticia con sacrificios de acción de gracias, aunque, en verdad, habría deseado que el sitio de Troya durara eternamente. Egisto apostó inmediatamente a uno de sus hombres en una atalaya cerca del mar y le prometió dos talentos de oro por la primera noticia del desembarco de Agamenón.

j. Hera había salvado a Agamenón de la violenta tormenta que destruyó muchas de las naves que regresaban a Grecia y arrastró a Menelao a Egipto; por fin un viento favorable le llevó a Nauplia. Tan pronto como desembarcó se inclinó para besar la tierra, llorando de alegría. Entretanto el vigía corrió a Micenas para recibir su gratificación y Egisto eligió veinte de los guerreros más valientes, los apostó en una emboscada dentro del palacio, mandó preparar un gran banquete y luego, montando en su carro, fue a recibir a Agamenón[107].

k. Clitemestra recibió a su marido cansado por el viaje simulando que se hallaba muy contenta, hizo tender para él una alfombra de púrpura y lo condujo a la casa de baños, donde las esclavas le habían preparado un baño caliente; pero Casandra se quedó fuera del palacio, sumida en un arrobamiento profético, y se negó a entrar gritando que olía sangre y que la maldición de Tiestes pendía sobre el comedor. Cuando Agamenón se lavó y hubo sacado un pie de la bañera, dispuesto a participar en el banquete ya servido en las mesas, Clitemestra se le acercó como para envolverlo en una toalla, pero en lugar de eso le arrojó a la cabeza una prenda de malla tejida por ella misma y que no tenía aberturas para el cuello y los brazos. Y así, enredado en esa red como un pez, Agamenón pereció a manos de Egisto, quien le hirió dos veces con una espada de doble filo[108]. Cayó hacia atrás en el baño de paredes de plata, donde Clitemestra vengó sus agravios cortándole la cabeza con un hacha[109]. Luego corrió afuera para matar a Casandra con la misma arma, sin molestarse en cerrar los ojos y la boca de su marido, pero se limpió en su cabello la sangre que le había salpicado, para dar a entender que él mismo había sido el causante de su muerte[110].

l. Una feroz batalla se libraba en el palacio entre la guardia de Agamenón y los partidarios de Egisto. Los guerreros eran muertos como cerdos para el banquete de un rico, o yacían heridos y gimiendo junto a las mesas servidas revolcándose en la sangre; pero Egisto triunfó. Afuera, la cabeza de Casandra rodó por el suelo y Egisto tuvo también la satisfacción de matar a los dos hijos mellizos que la profetisa había tenido con Agamenón; sin embargo, no consiguió deshacerse de otro de los bastardos de Agamenón, llamado Haleso o Halisco. Haleso logró escaparse y, después de andar largo tiempo errante en el destierro, fundó la ciudad italiana de Falerios y enseñó a sus habitantes los Misterios de Hera, que todavía se celebran allí a la manera argiva[111].

m. Esta matanza se realizó el día 13 del mes Gamelión [enero] y, sin temor al castigo divino, Clitemestra decretó que se celebrara en ese día un festival mensual con danzas y ofrendas de ovejas a sus deidades guardianas. Algunos aplauden su resolución, pero otros sostienen que infligió una deshonra eterna a todas las mujeres, incluso a las virtuosas. También Egisto dio gracias a la diosa que le había ayudado[112].

n. Los espartanos pretenden que Agamenón está enterrado en Amidas, ahora no más que una aldea, donde muestran la tumba y la estatua de Clitemestra, así como el templo y la estatua de Casandra; los habitantes incluso creen que Agamenón fue muerto allí. Pero la verdad es que la tumba de Agamenón se halla entre las ruinas de Micenas, cerca de las de su auriga, sus compañeros asesinados por Egisto y los mellizos de Casandra[113].

o. Más tarde Menelao fue informado del crimen por Proteo, el profeta de Faros, y, después de ofrecer hecatombes al ánima de su hermano, construyó un cenotafio en su honor junto al río de Egipto. Cuando volvió a Esparta, ocho años después, erigió un templo a Zeus Agamenón; hay otros templos como ése en Laperse, Ática, y Clazómenas, Jonia, aunque Agamenón nunca reinó en ninguno de esos lugares[114].

1.      El mito de Agamenón, Egisto, Clitemestra y Orestes ha sobrevivido en una forma dramática tan estilizada que casi se han borrado sus orígenes. En una tragedia de esta clase la clave la da habitualmente la manera en que muere el rey; si es arrojado desde un risco como Teseo, quemado vivo como Heracles, destrozado en un carro como Enómao, devorado por caballos salvajes como Diomedes, ahogado en un estanque como Tántalo, o herido por un rayo como Capaneo. Agamenón muere de una manera particular: con una red que le han arrojado encima, un pie todavía en el baño y el otro en el piso, y en la casa de baños anexa, es decir, «ni vestido ni desnudo, ni en el agua ni en la tierra seca, ni en su palacio ni fuera de él», situación que recuerda la muerte en el solsticio de verano, en el Mabinogion, del rey sagrado Llew Llaw, a manos de su esposa traidora, Blodeuwedd, y a su amante Gronw[115]. Una fábula análoga relatada por Saxo Grammaticus a fines del siglo XII en su Historia de Dinamarca, sugiere que Clitemestra puede también haber dado a Agamenón una manzana para que la comiera, matándole cuando se la llevaba a la boca, de modo que «ni ayunaba ni banqueteaba». Fundamentalmente, en consecuencia, éste es el mito familiar del rey sagrado que muere en el solsticio estival, la diosa que le traiciona, el heredero que le sucede y el hijo que le venga. El hacha de Clitemestra era el símbolo cretense de la soberanía, y el mito tiene afinidades con el asesinato de Minos, que también tuvo lugar en un baño. Las señales luminosas de Egisto, una de las cuales, según Esquilo, estaba hecha con brezos (véase 18J), son las fogatas del sacrificio del solsticio estival. La diosa en cuyo honor fue sacrificado Agamenón aparece en tríada como sus «hijas» Electra («ámbar»), Ifigenia («sirviendo de madre a una raza fuerte») y Crisótemis («orden áurea»)

2.      Esta antigua fábula se ha combinado con la leyenda de una disputa entre dinastías rivales en el Peloponeso. Clitemestra era una heredera real espartana; y la pretensión de los espartanos de que su antepasado Tindáreo elevó a Agamenón al trono de Micenas, indica que fueron los vencedores en una guerra contra los raicemos por la posesión de Amidas, donde recibían honores tanto Agamenón como Clitemestra.

3.      «Zeus Agamenón», «Zeus muy resuelto», sería un título divino que llevaban no sólo los reyes de Micenas, sino también los de Laperse y Clazómenas; y, probablemente, también los reyes de una colonia dánaa o aquea junto al Río de Egipto, al que no hay que confundir con el Nilo. El Río de Egipto es mencionado en Josué xv.4 como marcando la frontera entre Palestina y Egipto; más arriba de la costa, en Ascalón y cerca de Tiro, había otras colonias dánaas o aqueas (véase 169.f).

4.       El día 13, observado también como día festivo en Roma, donde se le llamaba los Idus, coincidía con la luna llena en una época en que el mes del calendario era una simple lunación. Parece que el sacrificio del rey se realizaba siempre en la luna llena. Según la leyenda, la flota griega, al volver a fines de año de Troya, encontró tormentas invernales; por lo tanto, Agamenón murió en enero y no en junio.


113.  LA VENGANZA DE ORESTES


a. Orestes fue criado por sus cariñosos abuelos Tindáreo y Leda y, de niño, acompañó a Clitemestra e Ifigenia a Aulide[116]. Pero algunos dicen que Clitemestra lo envió a Fócide poco antes del regreso de Agamenón; y otros que en la víspera del asesinato, Orestes, que entonces tenía diez años de edad, fue salvado por su abnegada nodriza Arsínoe, o Laodamia, o Geilisa, quien envió a su propio hijo a que se acostara en el aposento de los niños de la familia real y dejó que Egisto lo matara en lugar de Orestes[117]. Otros aún dicen que su hermana Electra, ayudada por el anciano preceptor de su padre, lo envolvió en un vestido que tenía bordados animales salvajes, que ella misma había tejido, y lo sacó a escondidas de la ciudad[118].

b. Después de mantenerlo oculto durante un tiempo entre los pastores del río Tano, que separa a Argólida de Laconia, el preceptor fue con Orestes a la corte de Estrofio, firme aliado de la Casa de Atreo, quien gobernaba en Crisa, al pie del monte Parnaso[119]. Este Estrofio se había casado con la hermana de Agamenón llamada Astíoque, o Anaxibia, o Cindrágora. En Crisa Orestes tuvo por compañero de juegos a un muchacho aventurero, a saber, el hijo de Estrofio llamado Pílades, que era algo más joven que él, y su amistad estaba destinada a hacerse proverbial[120]. Por el anciano preceptor se enteró con pesar de que el cadáver de Agamenón había sido sacado de la casa y enterrado apresuradamente por Clitemestra, sin las libaciones ni las ramas de mirto, y que a los habitantes de Micenas se les había prohibido asistir al funeral[121].

c. Egisto reinó en Micenas durante siete años; viajaba en el carro de Agamenón, se sentaba en su trono, empuñaba su cetro, llevaba sus túnicas, dormía en su lecho y dilapidaba sus riquezas. Pero a pesar de todos esos aderezos regios era poco más que un esclavo de Clitemestra, la verdadera gobernante de Micenas[122]. Cuando se embriagaba solía saltar sobre la tumba de Agamenón y apedrear la lápida mientras gritaba: «¡Ven Orestes, ven a defender lo tuyo!» La verdad era, no obstante, que vivía con un abyecto temor a la venganza, incluso cuando lo rodeaba una guardia extranjera de confianza; no pasaba una sola noche en sueño profundo y había ofrecido una gran recompensa en oro por el asesinato de Orestes8[123].

d. Electra se había comprometido en casamiento con su primo Castor de Esparta antes de la muerte y semideificación de éste. Aunque los principales príncipes de Grecia aspiraban a su mano, Egisto temía que pudiera dar a luz un hijo que vengara a Agamenón y en consecuencia anunció que no sería aceptado pretendiente alguno. De buena gana habría dado muerte a Electra, que le mostraba un odio implacable, para que no se acostara en secreto con algunos de los funcionarios del palacio y le diera un bastardo, pero Clitemestra, quien no sentía remordimientos de conciencia por su participación en el asesinato de Agamenón, y temía incurrir en el desagrado de los dioses, le prohibió que lo hiciera. Le permitió, sin embargo, que casara a Electra con un campesino de Micenas, quien, por temor a Orestes y porque era naturalmente casto, jamás llegó a consumar esa unión desigual[124].

e. Así, desatendida por Clitemestra, quien había dado a Egisto tres hijos llamados Erígona, Aletes y la segunda Helena, Electra vivía en una pobreza deshonrosa y sometida a una estrecha y constante vigilancia. Al final se decidió que, a menos que aceptase su destino, como había hecho su hermana Crisótemis, y se abstuviera de llamar públicamente a Egisto y Clitemestra «adúlteros asesinos», sería desterrada a alguna ciudad lejana y encerrada allí en un calabozo en el que nunca penetrara la luz del sol. Pero Electra despreciaba a Crisótemis por su subordinación y su deslealtad a su padre difunto, y en secreto enviaba frecuentes recordatorios a Orestes de la venganza a la que estaba obligado[125].

f. Orestes, quien había llegado a la edad viril, hizo una visita al Oráculo de Delfos para preguntar si debía o no destruir a los asesinos de su padre. La respuesta de Apolo, autorizada por Zeus, fue que si no vengaba a Agamenón se convertiría en un paria de la sociedad, se le prohibiría la entrada en todo altar o templo y enfermaría de una lepra que devora la carne y hace que brote en ella un moho blanco[126]. Se le recomendó que hiciera libaciones junto a la tumba de Agamenón, que dejara un rizo de su cabello sobre ella y, sin ayuda de compañía alguna de lanceros, impusiera astutamente el
castigo debido a los asesinos. Al mismo tiempo la Pitonisa observó que las Erinias no perdonarían fácilmente un matricidio y, en consecuencia, en nombre de Apolo, dio a Orestes un arco de asta con el que podría rechazar sus ataques si se hacían insoportables. Después de cumplir sus órdenes, Orestes debía volver a Delfos, donde Apolo le protegería[127].

g. En el octavo año —o, según algunos, al cabo de veinte años— Orestes volvió en secreto a Micenas, pasando por Atenas, decidido a matar a Egisto y a su madre[128]. Una mañana, acompañado por Pílades, fue a visitar la tumba de Agamenón y allí se cortó un mechón del cabello mientras invocaba a Hermes Infernal, patrono de la paternidad. Al ver que se acercaba un grupo de esclavas, sucias y desgreñadas, para actuar como plañideras, se refugió en un matorral cercano para observarlas. La noche anterior Clitemestra había soñado que daba a luz una serpiente, a la que envolvía en pañales y amamantaba. De pronto gritó en su sueño y alarmó a todo el palacio declarando que la serpiente le había sacado del pecho sangre además de leche. La opinión de los adivinos con los que consultó fue que había incurrido en la ira de los muertos; y en consecuencia las esclavas plañideras iban en su nombre a hacer libaciones en la tumba de Agamenón, con la esperanza de aplacar a su ánima. Electra, que formaba parte del grupo hizo las libaciones en su propio nombre, no en el de su madre, ofreció a Agamenón plegarias en favor de la venganza y no del perdón, y rogó a Hermes que invocase a la Madre Tierra y los dioses del Infierno para que escucharan su súplica. Al ver el mechón de cabellos colocado sobre la tumba, dedujo que sólo podía pertenecer a Orestes, porque se parecía mucho al suyo en el color y la contextura y porque ninguna otra persona se habría atrevido a hacer semejante ofrenda[129].

h. Luchando entre la duda y la esperanza, estaba Electra comparando sus pies con la huellas que había dejado Orestes en la arcilla junto a la tumba y descubriendo en ellas un parecido familiar, cuando él salió de su escondite, hizo ver a su hermana que el mechón era suyo y le mostró la túnica con la que había huido de Micenas. Electra lo acogió con gran alegría, y juntos invocaron a su antepasado el Padre Zeus, a quien recordaron que Agamenón le había tributado siempre grandes honores y que si se extinguiera la Casa de Atreo no quedaría en Micenas nadie que le ofreciera las hecatombes acostumbradas, pues Egisto adoraba a otros dioses[130].

i. Cuando las esclavas refirieron a Orestes el sueño de Clitemestra, se reconoció a sí mismo en la serpiente y declaró que, en efecto, él desempeñaría el papel de la astuta serpiente y extraería sangre del cuerpo pérfido de su madre. Luego ordenó a Electra que entrara en el palacio y no le dijera a Clitemestra nada de su encuentro; él y Pílades la seguirían poco tiempo después y pedirían hospitalidad en la puerta como extranjeros y suplicantes, simulando que eran focenses y hablando el dialecto parnasiano. Si el portero se negaba a admitirlos, la inhospitalidad de Egisto escandalizaría a la ciudad; si les admitía, no dejarían de vengarse. Poco después Orestes llamó a la puerta del palacio y preguntó por el dueño o la dueña de la casa. Salió Clitemestra en persona, pero no reconoció a Orestes. Él fingió que era un eolio de Dáulide que le llevaba malas noticias de un tal Estrofio al que había encontrado por casualidad en el camino de Argos; tenía que comunicarle que su hijo Orestes había muerto y que sus cenizas estaban guardadas en una urna de bronce. Estrofio deseaba saber si debía enviarlas a Micenas o enterrarlas en Crisa[131].

j. Clitemestra hizo entrar inmediatamente a Orestes y ocultando su alegría a los sirvientes, envió a su anciana nodriza, Geilisa, en busca de Egisto, que se hallaba en un templo cercano. Pero Geilisa reconoció a Orestes a pesar del disfraz y, alterando el mensaje, le dijo a Egisto que se regocijase porque ahora podía acudir solo y sin armas a saludar a los portadores de la buena noticia: su enemigo había muerto[132]. Sin sospechar nada, Egisto entró en el palacio donde, para crear una nueva distracción, acababa de llegar Pílades con una urna de bronce. Le dijo a Clitemestra que esa urna contenía las cenizas de Orestes, que Estrofio había decidido enviar a Micenas. Esta aparente confirmación del primer mensaje hizo que Egisto confiara por completo, por lo que Orestes no tuvo dificultad para desenvainar su espada y darle muerte. Clitemestra reconoció entonces a su hijo y trató de aplacarlo descubriéndose el pecho y apelando a su deber filial, pero Orestes la decapitó de un solo golpe con la misma espada y su madre cayó junto al cuerpo de su amante. Erguido sobre los cadáveres, Orestes habló a los sirvientes del palacio, sosteniendo en alto la red todavía manchada con sangre en la que Agamenón había muerto y disculpándose elocuentemente por el asesinato de Clitemestra, recordándoles su traición y agregando que Egisto había sufrido la sentencia prescrita por la ley para los adúlteros

k. No satisfecho con matar a Egisto y Clitemestra, Orestes acabó con la segunda Helena, hija de ambos, y Pílades rechazó a los hijos de Nauplio, que habían venido a socorrer a Egisto[133].

l. Algunos dicen, no obstante, que estos acontecimientos tuvieron lugar en Argos, en el tercer día del Festival de Hera, cuando iba a comenzar la procesión de las vírgenes. Egisto había preparado un banquete para las ninfas cerca de las praderas de los caballos, antes de sacrificar un toro a Hera, y reunía ramas de mirto para coronarse la cabeza. Se añade que Electra, al encontrar a Orestes junto a la tumba de Agamenón, no creyó al principio que era su hermano perdido hacía tanto tiempo, a pesar de la semejanza de su cabello y de la túnica que le mostró. Por fin, una cicatriz que tenía en la frente le convenció, porque en otro tiempo, cuando eran niños, habían cazado juntos un ciervo y él se había resbalado y caído, haciéndose un corte en la cabeza con una piedra afilada.

m. Obedeciendo las instrucciones que ella le dio en voz baja, Orestes fue inmediatamente al altar donde sacrificaban al toro, y cuando Egisto se inclinaba para examinar las entrañas, le cortó la cabeza con el hacha de los sacrificios. Entretanto Electra, a quien presentó la cabeza, hizo salir a Clitemestra del palacio, alegando engañosamente que diez días antes había dado un hijo a su marido campesino, y cuando Clitemestra, ansiosa por ver a su primer nieto, fue a la choza, Orestes, que la esperaba detrás de la puerta, la mató sin misericordia[134].

n. Otros, aunque convienen en que el asesinato tuvo lugar en Argos, dicen que Clitemestra envió a Crisótemis a la tumba de Agamenón con las libaciones, pues había soñado que Agamenón, resucitado, arrancaba el centro de las manos de Egisto y lo plantaba en tierra tan firmemente que florecía y echaba ramas que arrojaban sombra en todo el territorio de Micenas. Según este relato, la noticia que engañó a Egisto y Clitemestra fue que Orestes había muerto accidentalmente cuando competía en una carrera de carros en los Juegos Píticos, y Orestes no mostró a Electra un mechón, ni una túnica bordada, ni una cicatriz, como prueba de su identidad, sino el sello de Agamenón, tallado con un pedazo del hombro de marfil de Pélope[135].

o. Otros niegan que Orestes matara a Clitemestra con sus propias manos y dicen que la sometió a la decisión de los jueces, quienes la condenaron a muerte, y que su única culpa, si se le puede llamar culpa, fue no haber intercedido en su favor[136].

1.      Este es un mito decisivo con numerosas variantes. El olimpianismo se había formado como una religión de transacción entre el principio matriarcal pre-helénico y el principio patriarcal helénico; la familia divina se componía al comienzo de seis dioses y seis diosas. Un equilibrio de poder inquieto se mantuvo hasta que Atenea volvió a nacer de la cabeza de Zeus, y Dioniso, renacido de su muslo, ocupó el asiento de Hestia en el Consejo divino (véase 27.k); en adelante la preponderancia masculina en todos los debates divinos estaba asegurada —situación que se reflejaba en la Tierra— y se podía desafiar con buen éxito las antiguas prerrogativas de las diosas.

2.       La herencia matrilineal era uno de los axiomas tomados de la religión pre-helena. Puesto que todos los reyes tenían que ser necesariamente extranjeros que gobernaban en virtud de su casamiento con una heredera al trono, los príncipes reales aprendieron a considerar a su madre como el principal soporte del reino y al matricidio como un crimen inimaginable. Se les criaba de acuerdo con los ritos de la religión anterior, según la cual el rey sagrado había sido engañado siempre por su esposa diosa, muerto por su heredero y vengado por su hijo; sabían que el hijo nunca castigaba a su madre adúltera, quien había actuado con toda la autoridad de la diosa a la que servía.

3.       La antigüedad del mito de Orestes es evidente por su amistad con Pílades, con quien se halla en exactamente la misma relación que Teseo con Pirítoo. En la versión arcaica era sin duda un príncipe fócense quien mató ritualmente a Egisto al término de los ocho años de su reinado y se convirtió en el nuevo rey casándose con Crisótemis, la hija de Clitemestra.

4.      Otros rastros denunciadores de la versión arcaica subsisten en Esquilo, Sófocles y Eurípides. Egisto es muerto durante el festival de la diosa de la Muerte, Hera, mientras corta ramas de mirto, y lo ultiman como al toro Minos, con un hacha de los sacrificios. La salvación de Orestes («montañés») por Geilisa en una túnica «bordada con fieras», y la estada del preceptor entre los pastores de Taños, recuerdan juntos la conocida fábula del príncipe real envuelto en una túnica y abandonado en una montaña a merced de las fieras y cuidado por pastores, con la túnica reconocida finalmente, como en el mito de Hipótoo (véase 49.a). La sustitución por Geilisa de la víctima regia con su propio hijo se refiere, quizás, a una etapa de la historia religiosa en que el niño que sustituía anualmente al rey no era ya miembro del clan real.

5.      ¿Hasta qué punto pueden ser aceptadas, por tanto, las características principales le la fábula tal como las dan los dramaturgos áticos? Aunque es improbable que las Erinias hayan sido introducidas injustificadamente en el mito —que, como el de Alcmeón y Erifila (véase 107.d) parece haber sido una advertencia moral contra la menor desobediencia, perjuicio o insulto que un hijo podía hacer a su madre— es igualmente improbable que Orestes matara a Clitemestra. Si lo hubiera hecho, Homero sin duda lo habría mencionado y no le habría llamado «semejante a los dioses»; pero solamente escribe que Orestes mató a Egisto, cuyo banquete fúnebre celebró conjuntamente con el de su odiada madre (Odisea iii.306 y ss.). La Crónica paria tampoco menciona el matricidio en la acusación contra Orestes. Es probable, por tanto, que Servio haya conservado el verdadero relato: que Orestes, después de matar a Egisto, se limitó a entregar a Clitemestra a la justicia popular, cosa que recomienda significativamente Tindáreo en el Orestes de Eurípides (496 y ss.). Sin embargo, ofender a una madre negándose a defender su causa, por malvadamente que hubiera obrado, bastaba bajo la antigua ley divina para hacer que le persiguieran las Erinias.

6.      Parece, en consecuencia, que este mito, que circulaba ampliamente, había colocado a la madre de una familia en una posición tan fuerte cuando surgía alguna disputa familiar, que el sacerdocio de Apolo y de Atenea nacida de Zeus (traidora a la vieja religión) decidió suprimirlo. Lo consiguieron haciendo que Orestes no se limitase a someter a juicio a Clitemestra, sino que la matase y luego consiguiese la absolución en el tribunal más venerable de Grecia: con el apoyo de Zeus y la intervención personal de Apolo, quien también había incitado a Alcmeón a asesinar a su traidora madre, Erifila. La intención de los sacerdotes era invalidar, de una vez por todas, el axioma religioso de que la maternidad es más divina que la paternidad.


7.      En la revisión el casamiento patrilocal y la descendencia patrílineal se dan por supuestas, y se desafía con buen éxito a las Erinias. Electra, cuyo nombre, «ámbar», indica el culto paternal de Apolo Hiperbóreo, contrasta favorablemente con Crisótemis, cuyo nombre recuerda que el antiguo concepto del derecho matriarcal seguía prevaleciendo en la mayor parte de Grecia, y cuya «subordinación» a su madre había sido considerada hasta entonces piadosa y noble. Electra está «por completo en favor del padre», como la Atenea nacida de Zeus. Además, las Erinias habían intervenido siempre en favor de la madre únicamente; y Esquilo fuerza el lenguaje cuando habla de las Erinias cargadas con la vengadora sangre paterna (Las suplicantes 283-4). La amenaza de Apolo de que Orestes enfermaría de lepra si no mataba a su madre era sumamente atrevida; infligir o curar la lepra había sido desde hacía mucho tiempo prerrogativa únicamente de la Diosa Blanca Leprea, o Alfito (Diosa Blanca, capítulo 24). En la continuación no todas las Erinias aceptan el fallo deifico de Apolo, y Eurípides apacigua a sus espectadoras permitiendo que los Dioscuros sugieran que los mandatos de Apolo habían sido muy imprudentes (Electra 1246).

8.      Las grandes variaciones en la escena del reconocimiento y en la trama mediante la cual Orestes se da maña para matar a Egisto y Clitemestra tienen interés solamente como prueba de que los dramaturgos clásicos no estaban atados por la tradición. La suya era una nueva versión de un mito antiguo, y tanto Sófocles como Eurípides trataron de mejorar a Esquilo, el primero que lo formuló, haciendo la acción más verosímil.


114.  EL JUICIO DE ORESTES


a. Los micénicos que habían apoyado a Orestes en su acción inaudita no permitieron que los cadáveres de Clitemestra y Egisto quedaran dentro de su ciudad y los enterraron a cierta distancia de las murallas[137]. Esa noche Orestes y Pílades hicieron la guardia en la tumba de Clitemestra, por si alguien se atrevía a robar sus restos, pero durante la vigilancia aparecieron las Erinias, de cabello de serpientes, cabeza de perro y alas de murciélago, blandiendo sus látigos. Enloquecido por esos ataques feroces, contra los que servía de poco el arco de asta de Apolo, Orestes cayó postrado en un lecho, donde permaneció tendido durante seis días, con la cabeza envuelta en un manto, negándose a comer y a lavarse.

b. El viejo Tindáreo llegó en aquel momento de Esparta y acusó a Orestes de matricida, convocando a los caudillos de Micenas para que juzgasen el caso. Decretó que hasta que se celebrara el juicio nadie hablase con Orestes ni Electra y que a ambos se les negase el albergue, el fuego y el agua. Así Orestes no pudo siquiera lavarse las manos manchadas de sangre. Las calles de
Micenas estaban custodiadas por ciudadanos armados; y Éax, hijo de Nauplio, aprovechó con placer la oportunidad para vejar a los hijos de Agamenón[138].

c. Entretanto, Menelao, cargado con el tesoro, desembarcó en Nauplia, donde un pescador le dijo que Egisto y Clitemestra habían sido asesinados. Envió por delante a Helena para que confirmase la noticia en Micenas, pero por la noche, para que los parientes de los que habían perecido en Troya no la lapidasen. Helena, quien se avergonzaba de llorar en público la muerte de su hermana Clitemestra, pues ella misma había causado más derramamiento de sangre con sus infidelidades, pidió a Electra, que cuidaba al afligido Orestes: «Por favor, sobrina, toma ofrendas de mi cabello y déjalas en la tumba de Clitemestra después de hacer libaciones a su ánima.» Electra, cuando vio que la vanidad de Helena le había impedido cortarse más que las puntas mismas de los cabellos, se negó a hacerlo. «Envía a tu hija Hermíone para que lo haga», fue su consejo lacónico. En consecuencia, Helena mandó venir a Hermíone del palacio. Era sólo una niña de nueve años cuando su madre se fugó con París, y Menelao la había puesto a cargo de Clitemestra al comenzar la guerra de Troya; sin embargo, reconoció a Helena inmediatamente e hizo obedientemente lo que ella le dijo.

d. Luego Menelao entró en el palacio, donde le recibió su padre adoptivo Tindáreo, vestido de luto riguroso, y le advirtió que no pusiera los pies en territorio espartano hasta que él hubiera castigado a sus criminales sobrinos. Tindáreo sostenía que Orestes se debía haber limitado a dejar que sus conciudadanos desterrasen a Clitemestra. Si hubiesen pedido su muerte, debía haber intercedido en su favor. Tal como estaban las cosas, había que convencerle, de buen o mal grado, de que no sólo Orestes, sino también Electra que le había incitado, debían ser lapidados por matricidas.

e. Temiendo ofender a Tindáreo, Menelao consiguió la sentencia deseada. Pero ante la elocuente defensa que hizo de sí mismo Orestes, quien estaba presente ante el tribunal y contaba con el apoyo de Pílades (repudiado por Estrofio por su participación en el asesinato), los jueces conmutaron la sentencia por la de suicidio. Pílades se llevó a Orestes, negándose noblemente a abandonarlos a él y a Electra, con quien estaba comprometido en matrimonio, y propuso que, puesto que los tres debían morir, primeramente castigasen la cobardía y la deslealtad de Menelao matando a Helena, la causante de todas las desgracias que habían caído sobre ellos. En consecuencia, mientras Helena esperaba fuera de las murallas el momento para ejecutar su propósito —que era interceptar a Hermíone a su regreso de la tumba de Clitemestra y apoderarse de ella como rehén para asegurar el buen comportamiento de Menelao— Orestes y Pílades entraron en el palacio con las espadas. ocultas bajo los mantos, y se refugiaron en el altar central, como si fueran suplicantes. A Helena, quien se sentó cerca de ellos para tejer lana destinada a una túnica de púrpura que se proponía dejar como ofrenda en la tumba de Clitemestra, le engañaron sus lamentaciones y se acercó para saludarlos. Inmediatamente ambos desenvainaron sus espadas y, mientras Pílades ahuyentaba a las esclavas frigias de Helena, Orestes trató de matarla. Pero Apolo, por orden de Zeus, la transportó en una nube al Olimpo, donde se convirtió en una de los inmortales y se unió a sus hermanos, los Dioscuros, como guardiana de los marineros en peligro[139].

f. Entretanto Electra había conseguido detener a Hermíone introduciéndola en el palacio y atrancando las puertas. Menelao, al ver que la muerte amenazaba a su hija, ordenó que la salvaran inmediatamente. Sus soldados derribaron las puertas y Orestes estaba a punto de incendiar el palacio, dar muerte a Hermíone y matarse a sí mismo con la espada o el fuego, cuando Apolo apareció providencialmente, arrancó la antorcha de su mano y rechazó a los soldados de Menelao. En el silencio aterrador causado por su presencia, Apolo ordenó a Menelao que tomara otra esposa, desposara a Hermíone con Orestes y volviera a gobernar en Esparta. El asesinato de Clitemestra ya no tenía por qué preocuparle, ahora que los dioses habían intervenido[140].

g. Con una rama de laurel entrelazada con lana y una guirnalda de flores, para mostrar que estaba bajo la protección de Apolo, Orestes salió para Delfos, todavía perseguido por las Erinias. La sacerdotisa pitia se aterró al verlo acuclillado como un suplicante en la piedra-ombligo de mármol —manchada con la sangre de sus manos todavía sin lavar— y la horrible caterva de negras Erinias que dormían junto a él. Pero Apolo la tranquilizó prometiéndole que actuaría como defensor de Orestes, a quien ordenó que afrontase la prueba con coraje. Tras un período de destierro debía ir a Atenas y allí abrazar la antigua imagen de Atenea, quien, como habían profetizado ya los Dioscuros, lo protegería con su égida con la cara de la Gorgona, y anularía la maldición[141]. Mientras las Erinias seguían profundamente dormidas, Orestes huyó guiado por Hermes, pero el espíritu de Clitemestra no tardó en penetrar en el recinto, les reprendió y, les recordó que con frecuencia les había ofrecido ella libaciones de vino y horrendos banquetes de medianoche. Como consecuencia, las Erinias reanudaron su persecución, desdeñando las airadas amenazas de
Apolo de darles muerte con sus flechas[142].

h. El destierro de Orestes duró un año, período que debe transcurrir antes que un homicida pueda volver a actuar entre sus conciudadanos. Fue a lugares lejanos, por tierra y mar, perseguido por las incansables Erinias y purificándose constantemente con sangre de cerdos y agua corriente; pero estos ritos sólo conseguían mantener a raya a sus atormentadoras durante una o dos horas y no tardó en perder el juicio. Para comenzar, Hermes le acompañó hasta Trecén, donde se alojó en la que ahora se llama la Casilla de Orestes, situada frente al santuario de Apolo; y poco después nueve trecenios le purificaron en la Roca Sagrada, cerca del templo de Artemis Lobuna; para ello utilizaron el agua de la fuente Hipocrene y la sangre de las víctimas sacrificadas. Un antiguo laurel señala el lugar donde se enterraba después a las víctimas, y los descendientes de esos nueve hombres todavía comen anualmente en la casilla en un día señalado[143].

i. Frente a la isla de Cránae, a tres estadios de Gitio, hay una piedra no labrada, llamada la piedra de Zeus el Aliviador, en la que se sentó Orestes y por el momento quedó aliviado de su locura. Se dice que también fue purificado en siete arroyos de las cercanías de la italiana Regio, donde construyó un templo, en tres tributarios del Hebro tracio y en el Orontes, que corre más allá de Antioquía[144].

j. A siete estadios de la carretera de Megalópolis a Mesenia, a la izquierda, muestran un santuario de las Diosas Locas, un título de la Erinias, quienes infligieron a Orestes un ataque de locura; y también un pequeño túmulo, coronado por un dedo de piedra y al que llaman la Tumba del Dedo. Señala el lugar donde, desesperado, se arrancó un dedo de un mordisco para aplacar a las diosas negras, y algunas de ellas por lo menos cambiaron su matiz por el blanco, de modo que Orestes recuperó el juicio. Luego se afeitó la cabeza en un templo cercano llamado Acé, e hizo un sacrificio propiciatorio a las diosas negras y otro de acción de gracias a las blancas. Ahora se acostumbra a hacer sacrificios a las últimas conjuntamente con las Gracias[145].

k. Luego Orestes fue a vivir entre los azanes y los arcadios de la Llanura Parrasia, la cual juntamente con la ciudad vecina llamada anteriormente Orestasio por su fundador Oresteo, hijo de Licaón, cambió su nombre por el de Orestea. Sin embargo, algunos dicen que Orestea se llamaba anteriormente Azania, y que Orestes fue a vivir allí sólo después de una visita a Atenas. Otros dicen que pasó su destierro en Epiro, donde fundó la ciudad de Argos Oréstica y dio su nombre a los paroraes orestianos, epirotas que habitan en las colinas abruptas de las montañas ilirias[146].

l. Cuando hubo transcurrido un año Orestes hizo una visita a Atenas, gobernada entonces por su pariente Pandión; o, según dicen algunos, por Demofonte. Se dirigió inmediatamente al templo de Atenea en la Acrópolis, se sentó y abrazó su imagen. Las Erinias negras no tardaron en llegar, jadeantes, pues habían perdido su rastro cuando cruzaba el Istmo. Aunque al principio nadie quiso recibirle porque sufría el odio de los dioses, poco después algunos se animaron a invitarlo a sus casas, donde se sentaba a una mesa separada y bebía de una copa de vino distinta[147].

m. A las Erinias, que ya habían comenzado a acusarle ante los atenienses, se les unieron pronto Tindáreo y su nieta Erígone hija de Egisto y Clitemestra y, según dicen algunos, también Perileo, primo de Clitemestra e hijo de Icario. Pero Atenea, que había oído la súplica de Orestes desde el Escamandro, su territorio troyano recién adquirido, se apresuró a ir a Atenas, tomó juramento como jueces a los ciudadanos más nobles y convocó al Areópago para que juzgara el que era en aquel momento sólo el segundo caso de homicidio que se presentaba ante él[148].

n. A su debido tiempo se realizó el juicio. Apolo se presentó como defensor y la mayor de las Erinias como fiscal. En un discurso elocuente Apolo negó la importancia de la maternidad, afirmando que la mujer no era más que el surco inerte en el que el marido deposita su semilla y declaró que la acción de Orestes estaba sobradamente justificada y que el padre era el único progeni
tor merecedor de ese nombre. Como los votos se dividieron en partes iguales, Atenea se declaró completamente en favor del padre y su voto decisivo favoreció a Orestes. Absuelto así honorablemente, volvió muy contento a Argólide y juró que sería un fiel aliado de Atenas mientras viviese. Las Erinias, no obstante, lamentaron fuertemente esta abolición de la antigua ley llevada a cabo por unos dioses advenedizos, y Erígone se ahorcó impulsada por la mortificación[149].

o. Del final de Helena sobreviven otros tres relatos contradictorios. El primero: que en cumplimiento de la profecía de Proteo volvió a Esparta y vivió allí con Menelao en paz, comodidad y prosperidad, hasta que ambos marcharon, cogidos de la mano, a los Campos Elíseos. El segundo: que hizo con él una visita a las taurios y allí Ifigenia los sacrificó a ambos a Artemis. El tercero: que Polixo, viuda del rey Tlepólemo de Rodas, vengó la muerte de éste enviando a algunas de sus sirvientas, disfrazadas de Erinias, a que ahorcaran a Helena[150].

1.      La tradición de que las Erinias de Clitemestra enloquecieron a Orestes no puede ser desechada como una invención de los dramaturgos áticos; quedó establecida demasiado pronto, no solamente en Grecia, sino también en la Magna Grecia. Sin embargo, lo mismo que el crimen de Edipo, por el que le persiguieron las Erinias a muerte, no era el haber matado a su madre, sino el haber causado inadvertidamente su suicidio (véase 105.k), así también el asesinato cometido por Orestes parece haber sido de segundo grado solamente: había faltado a su deber filial al no oponerse a la sentencia de muerte dictada por los micénicos. Era bastante fácil influir en el ánimo del tribunal, como lo demostraron pronto Menelao y Tindáreo cuando consiguieron la pena de muerte para Orestes.

2.      Las Erinías eran la personificación de los remordimientos de conciencia, capaces, como sucede todavía en la pagana Melanesia, de matar a un hombre que ha violado un tabú temeraria o inadvertidamente. O bien se enloquecerá y saltará desde lo alto de un cocotero, o bien, como Orestes, se envolverá la cabeza en un manto y se negará a comer y beber hasta morir de inanición, aunque ninguna otra persona esté informada de su culpabilidad. Pablo habría sufrido una suerte análoga en Damasco de no haber sido por la llegada de Ananías (Hechos ix.9 y ss.). El método griego común para purificarse de un homicidio ordinario consistía en que el homicida sacrificase un cerdo, y mientras el espíritu de la víctima bebía vorazmente su sangre, se lavase con agua corriente, se afeitase la cabeza para cambiar de aspecto y fuese al destierro durante un año, despistando así al ánima vengativa. Hasta que quedaba purificado de esta manera sus vecinos lo rehuían por considerar que traía mala suerte y no le permitían entrar en sus casas ni compartir su comida, por temor a verse complicados en sus dificultades; además debía tener en cuenta a la familia de la víctima, pues el ánima de ésta podía pedirles que la vengasen. La sangre de una madre, sin embargo, traía consigo una maldición tan poderosa, que no servían los medios de purificación comunes, y, con excepción del suicidio, el medio más extremo era arrancarse un dedo de un mordisco. Esta automutilación parece haber tenido un éxito por lo menos parcial en el caso de Orestes; así también Heracles, para aplacar a la agraviada Hera, se debió arrancar el dedo que, según se dice, perdió mientras peleaba con el León Nemeo (véase 123.e). En algunas regiones de los Mares del Sur se cercena siempre la coyuntura de un dedo cuando muere un pariente cercano, aunque haya muerto de muerte natural. En Las Euménides (397 y ss.) Esquilo disfraza, al parecer, una tradición según la cual Orestes huyó a la Tróade y vivió allí sin que le molestaran las Erinias, bajo la protección de Atenea, en un terreno de aluvión arrancado al Escamandro y por lo tanto liberado de la maldición (véase 107.e). ¿Por qué otro motivo había de mencionarse a la Tróade?

3.      Las libaciones de vino en vez de sangre, y las ofrendas de pequeños cortes de cabello en vez de toda la cabellera eran enmiendas clásicas de este ritual de apaciguamiento, cuyo significado se olvidó; así como a la costumbre actual de vestir de negro ya no se la relaciona conscientemente con la costumbre antigua de engañar a las ánimas alterando el aspecto normal de uno.

4.      El relato imaginativo de Eurípides acerca de lo que sucedió cuando Helena y Menelao volvieron a Micenas no contiene elemento mítico alguno, con excepción de la apoteosis dramática de Helena; Helena como la diosa Luna había sido patrona de los marineros mucho antes de que los Mellizos Celestiales fueran reconocidos como una constelación. Como Esquilo, Eurípides escribía propaganda religiosa: la absolución de Orestes es testimonio del triunfo final del patriarcado, y está escenificado en Atenas, donde Atenea —anteriormente la diosa libia Neith, o la palestina Anadia, matriarca suprema, pero ahora renacida de la cabeza de Zeus, y que, como insiste Esquilo, no reconocía una madre divina— tolera el matricidio inclusive en el primer grado. Los dramaturgos atenienses sabían que este tema revolucionario no podía ser aceptado en otras partes de Grecia, y de aquí que Eurípides haga que Tindáreo, como representante de Esparta, declare apasionadamente que Orestes debe morir; y los Dioscuros se atreven a condenar a Apolo por haber incitado el crimen.

5.      El nombre de Orestes, «montañés», lo ha relacionado con un distrito silvestre y montañoso de Arcadia que no es probable haya visitado rey alguno de Micenas.

6.      Estas versiones alternativas de la muerte de Helena se dan por diferentes razones. La primera se propone explicar el culto de Helena y Menelao en Terapne; la segunda es una variación teatral del relato de la visita de Orestes a los taurios (véase 116.a-g); la tercera explica el culto rodio de Helena Dendritis, «Helena del Árbol», que es el mismo personaje que Ariadna y la otra Erígone (véase 79.2 y 88.10). Esta Erígone también fue ahorcada.


115.  LA PACIFICACIÓN DE LAS ERINIAS


a. En agradecimiento por su absolución Orestes dedicó un altar a Atenea Belicosa, pero las Erinias amenazaron con que, si no se revocaba la sentencia, dejarían caer una gota de la sangre de sus corazones que haría estéril la tierra, arruinaría las cosechas y destruiría a todos los habitantes de Atenas. Pero Atenea calmó su ira mediante la lisonja: reconoció que eran mucho más sabias que ella y les sugirió que podían fijar su residencia en una gruta de Atenas, donde reunirían una multitud de adoradores, más de los que podían esperar hallar en ninguna otra parte. Contarían con altares domésticos apropiados para las deidades infernales, así como con sacrificios moderados, libaciones a la luz de las antorchas, primicias ofrecidas después de la consumación de matrimonio o del nacimiento de los hijos, e incluso asientos en el Erecteón. Si ellas aceptaban esta invitación, Atenea decretaría que ninguna casa en la que no se les rindiera culto pudiera prosperar; pero ellas, a cambio, debían comprometerse a invocar vientos favorables para sus barcos, fertilidad para su tierra y casamientos fecundos para los habitantes de su ciudad, así como a extirpar a los impíos, de modo que ella pudiera juzgar conveniente conceder a Atenas la victoria en la guerra. Las Erinias, tras una breve deliberación, aceptaron de buena gana las propuestas.

b. Con expresiones de agradecimiento y de buenos deseos, y encantamientos contra los vientos perjudiciales, la sequía, el añublo y la sedición, las Erinias —a las que en adelante se las llamó las Solemnes— se despidieron "e Atenea y fueron conducidas por su gente en una procesión con antorchas de jóvenes, matronas y ancianas (vestidas de púrpura y que llevaban la antigua imagen de Atenea) a la entrada de una profunda gruta situada en el ángulo sudeste del Areópago. Allí les ofrecieron los sacrificios adecuados y ellas se introdujeron en la gruta, que es ahora un templete oracular y, como el templo de Teseo, un lugar de refugio para los suplicantes[151].

c. Sin embargo, sólo tres de las Erinias habían aceptado la oferta generosa de Atenea; las restantes siguieron persiguiendo a Orestes; y algunas personas incluso se atreven a negar que las Solemnes fueran Erinias. El primero que dio a las Erinias el nombre de «Euménides» fue Orestes, al año siguiente, después de su temerario aventura en el Quersoneso táurico, cuando por fin consiguió apaciguar su furia en Carnea con el holocausto de una oveja negra. También las llaman Euménides en Colono, donde nadie puede entrar en su antigua arboleda y en la Cerinia aquea, donde, hacia el final de su vida, Orestes les dedicó un nuevo templo[152].

d. En la gruta de las Solemnes en Atenas —que está cerrada sólo para los destinados dos veces, es decir, aquellos cuya muerte ha sido llorada prematuramente— su tres imágenes no tienen un aspecto más terrible que el de los dioses infernales situados a su lado, a saber Hades, Hermes y la Madre Tierra. Allí los que han sido absueltos de la acusación de asesinato por el Areópago sacrifican una víctima negra; otras muchas ofrendas se hacen a las Solemnes de acuerdo con la promesa de Atenea; y una de las tres noches que el Areópago destina cada mes a la vista de los juicios por asesinato es asignada a cada una de ellas[153].

e. Los ritos de las Solemnes se realizan en silencio; de aquí que el sacerdocio sea hereditario en el clan de los hesíquidas, quienes ofrecen un sacrificio preliminar de un carnero a su antepasado Hesiquio en su altar de héroe fuera de las Nueve Puertas[154].

f. Un altar doméstico se ha dedicado también a las Solemnes en Flia, pequeño municipio del Ática; y un bosquecillo de encinas siempre verdes les está consagrado cerca de Titane, en la orilla más lejana del Asopo. En el festival que se les dedica en Flia y que se celebra anualmente se sacrifican ovejas preñadas, se hacen libaciones de aguamiel y se llevan flores en lugar de las habituales guirnaldas de mirto. Ritos análogos se realizan en el altar de las Parcas, que se halla en el bosque de
encinas, sin protección contra la intemperie[155].

1.      La «sangre de los corazones» de las Erinias con la que estaba amenazada el Ática parece ser un eufemismo por la sangre menstrual. Un encantamiento inmemorial utilizado por las hechiceras que quieren maldecir una casa, un campo o un establo, consiste en correr desnudas a su alrededor, en sentido contrario al del movimiento del sol, nueve veces, mientras tienen la menstruación. Esta maldición es considerada más peligrosa para las cosechas, el ganado y los niños durante un eclipse lunar, y completamente inevitable si la hechicera es una virgen que tiene la menstruación por primera vez.

2.      Filemón el Comediante tenía razón al poner en tela de juicio la identificación de las Erinias con las Solemnes. Según las autoridades más respetadas, las Erinias eran solamente tres: Tisífone, Alecto y Megera (véase 31.g), quienes vivían permanentemente en el Erebo y no en Atenas. Tenían cabeza de perro, alas de murciélago y serpientes por cabellera; sin embargo, como señala Pausanias, a las Solemnes se las representaba como matronas augustas. La oferta de Atenea, en realidad no fue la que Esquilo ha descrito, sino un ultimátum del sacerdocio de la Atenea nacida de Zeus a las sacerdotisas de las Solemnes —la antigua Triple Diosa de Atenas— de que, si no aceptaban la nueva opinión de que la paternidad era superior a la maternidad, y consentían en compartir su gruta con los dioses del Infierno, como Hades y Hermes, perderían el derecho a cualquier clase de culto y con él a los gajes tradicionales de las primicias.

3.      A los hombres destinados a una segunda muerte se les prohibía entrar en la gruta de las diosas infernales porque era de esperar que les ofendiese que las personas dedicadas a ellas siguiesen vagando libremente en el mundo superior. Una dificultad análoga se produce en la India cuando los hombres salen de un estado semejante a la muerte de camino a la pira fúnebre en el siglo pasado, según Rudyard Kipling, se les solía negar la existencia oficial y los llevaban a escondidas a una colonia-prisión destinada a los muertos. La encina siempre verde, llamada también coscoja porque produce coscojos (cochinillas), de la que los griegos extraían el tinte escarlata, era el árbol del heredero que mataba al rey sagrado, y por lo tanto apropiada para un bosquecillo de las Solemnes. Los sacrificios de ovejas preñadas, miel y flores las incitarían a no causar daños al resto del rebaño durante la aparición de los corderos, favorecer a las abejas y enriquecer los pastos.

4.      La continua persecución de Orestes por las Erinias, a pesar de la intervención de Atenea y Apolo, indica que, en el mito original, fue a Atenas y Fócide para purificarse, pero sin conseguirlo, como en el mito de Erifila, cuando Alcmeón fue inútilmente a Psófide y Tesprotia. Puesto que no existe información alguna de que Orestes encontrara la paz en el terreno de aluvión de ningún río (véase 107.e) —a menos que fuera el Escamandro (véase 114.2)— debió de morir en el Quersoneso táurico o en Braurón (véase 116.1).


116.  IFIGENIA EN TÁURIDE


a. Todavía perseguido por las Erinias que no habían hecho caso de las palabras elocuentes de Atenea, Orestes fue desesperado a Delfos, donde se tendió en el suelo del templo y amenazó con quitarse la vida si Apolo no lo salvaba de sus azotes. En respuesta, la Pitia le ordenó que se embarcara para el Bosforo y navegara hacia el norte a través del Mar Negro; sus infortunios no terminarían hasta que se apoderase de una antigua imagen de madera de Artemis adorada en su templo del Quersoneso táurico y la llevara a Atenas, o (según dicen algunos) a Argólide[156].

b. Ahora bien, el rey de los taurios era el rápido Toante, hijo de Dioniso y Ariadna y padre de Hipsípila; y sus subditos, llamados taurios porque Osiris en una ocasión unció toros (tauroi) y aró su tierra, eran de origen escita[157]. Siguen viviendo de la rapiña, como en la época de Toante; y siempre que uno de sus guerreros hace un prisionero lo decapita, lleva la cabeza a su casa y allí la empala en una alta estaca colocada sobre la chimenea, para que su familia pueda vivir bajo la protección del difunto. Además, todo marinero que ha naufragado o ha sido arrojado a su puerto por el vendaval, es sacrificado públicamente a Artemis Tauria. Después de realizar ciertos ritos preparatorios lo derriban con un garrote y clavan su cabeza cortada a una cruz; después de lo cual entierran el cadáver o lo arrojan al mar desde un precipicio coronado por el templo de Artemis. Pero si cae en sus manos un extranjero principesco, lo mata con una espada la sacerdotisa virgen de la diosa y arroja su cadáver al fuego sagrado, proveniente del Tártaro, que arde en el recinto divino. Sin embargo, algunos dicen que la sacerdotisa, aunque inspecciona los ritos y realiza la lustración preliminar y corta el pelo a la víctima, no la mata personalmente. La antigua imagen de la diosa de la que Orestes tenía la orden de apoderarse había caído del cielo. Este templo está sostenido por grandes columnas y se sube a él por cuarenta escalones; su altar de mármol blanco está constantemente manchado de sangre[158].

c. Artemis Tauria tiene varios títulos griegos, entre ellos Artemis Tauropolus o Taurópola, Artemis Dictina, Artemis Ortia, Toantea y Hécate, y para los latinos es Trivia[159].

d. Ahora bien, Ifigenia se libró de ser sacrificada en Aulide gracias a Artemis, que la envolvió en una nube y la llevó al Quersoneso táurico, donde inmediatamente la nombró Suma Sacerdotisa y le concedió el derecho exclusivo de manejar la imagen sagrada. Los taurios se dirigían a ella en adelante llamándola Artemis, Hécate u Orsíloca. Ifigenia aborrecía los sacrificios humanos, pero obedecía piadosamente a la diosa[160].

e. Orestes y Pílades no sabían nada de esto; seguían creyendo que Ifigenia había muerto sacrificada en Aulide. Sin embargo, se apresuraron a ir al país de los taurios en una embarcación de cincuenta remeros; al llegar anclaron la embarcación, guardada por sus remeros, mientras ellos se ocultaban en una cueva marina. Su propósito era acercarse al templo al anochecer, pero les sorprendieron antes unos pastores crédulos que, tomándolos por los Dioscuros o alguna otra pareja de inmortales, se postraron ante ellos y los adoraron. En ese momento Orestes se enloqueció una vez más y comenzó a mugir como un ternero y a ladrar como un perro; confundió a un rebaño de terneros con las Erinias y salió corriendo de la cueva, espada en mano, para matarlos. Los pastores desilusionados dominaron a los dos amigos, quienes, por orden de Toante, fueron conducidos al templo para ser sacrificados inmediatamente[161].

f. Durante los ritos preliminares Orestes conversó en griego con Ifigenia; pronto descubrieron alegremente su identidad mutua y cuando se enteró de la naturaleza de su misión, Ifigenia comenzó a levantar la imagen para que él se la llevara. Pero Toante se presentó de pronto, impaciente por la lentitud con que se realizaba el sacrificio, y la ingeniosa Ifigenia simuló que estaba apaciguando la imagen. Explicó a Toante que la diosa había apartado su mirada de las víctimas que él había enviado, pues uno de ellos era matricida y el otro su cómplice, por lo que ninguno de los dos servía para el sacrificio. Debía enviarlos, juntamente con la imagen que habían mancillado con su presencia, para que se limpiasen en el mar, y ofrecer a la diosa un sacrificio de corderitos a la luz de las antorchas. Entretanto Toante debía purificar el templo con una antorcha, cubrirse la cabeza cuando salieran los extranjeros y ordenar que todos se quedasen en sus casas para evitar la contaminación.

g. Toante, completamente engañado, permaneció un rato admirado por tanta sagacidad y luego comenzó a purificar su templo. Ifigenia, Orestes y Pílades se apresuraron a llevar la imagen a la costa a la luz de las antorchas, pero en vez de bañarla en el mar la introdujeron en la embarcación. Los servidores del templo taurio que habían ido con ellos sospecharon la traición y ofrecieron resistencia. Fueron dominados tras una dura lucha y después los remeros de Orestes se alejaron con la embarcación. Pero se desencadenó de pronto un vendaval que los llevó de vuelta a la costa rocosa y todos habrían perecido si Posidón no hubiera calmado el mar a instancias de Atenea; con un viento favorable llegaron a la isla de Esmintos[162].

h. Allí vivían Crises, el sacerdote de Apolo, y su nieto del mismo nombre, cuya madre Criseida propuso que los fugitivos fueran entregados a Toante. Pues, aunque algunos sostienen que Atenea visitó a Toante, quien preparaba una flota para salir en persecución de los fugitivos, y le engatusó con tan buen éxito que inclusive consintió en repatriar a las esclavas griegas de Ifigenia, lo que sí es cierto es que llegó a Esmintos con intenciones siniestras. Luego Crises el Viejo, enterado de la identidad de sus huéspedes, reveló a Crises el Joven que no era, como Criseida había pretendido siempre, hijo de Apolo, sino de Agamenón, y por lo tanto hermanastro de Orestes e Ifigenia. Al saber eso, Crises y Orestes se unieron contra Toante, a quien consiguieron matar, y Orestes, apoderándose de la imagen, navegó felizmente hasta Micenas, donde las Erinias abandonaron por fin su persecución[163].

i. Pero algunos dicen que una tormenta llevó a Orestes a Rodas, donde, de acuerdo con el Oráculo Heliano, colocó la imagen en una muralla de la ciudad. Otros dicen que, como el Ática era el territorio al que Apolo había ordenado que llevase la imagen, Atenea le visitó en Esmintos y le señaló como destino la ciudad fronteriza de Braurón; debía alojarla allí en un templo de Artemis Taurópola y aplacarla con sangre extraída de la garganta de un hombre. Designó a Ifigenia sacerdotisa de ese templo, en el que estaba destinada a terminar su vida pacíficamente; recibiría, entre otras cosas, las ropas de las mujeres ricas que morían de sobreparto. Según esta versión, el barco llegó por fin al puerto de Braurón, donde Ifigenia depositó la imagen y luego, mientras se construía el templo, fue con Orestes a Delfos; encontró a Electra en el templo y la llevó de vuelta a
Atenas para que se casase con Pílades[164].

j. La que se hace pasar por la auténtica imagen de madera de Artemis Tauria puede ser vista todavía en Braurón. Algunos dicen, no obstante, que no es sino una copia y que de la original se apoderó Jerjes durante su desdichada expedición contra Grecia y la llevó a Susa; añaden que más tarde la regaló el rey Seleuco de Siria a los laodiceos, quienes la adoran hasta el presente. Otros, que se resisten a atribuir el hecho a Jerjes, dicen que Orestes mismo, en el viaje de regreso a la patria desde el Quersoneso taurio, fue .llevado por una tormenta a la región ahora llamada Seleucia, donde dejó la imagen; y que los nativos cambiaron el nombre del Monte Melantio, donde por fin se curó de su locura, por el de Monte Amanón, que quiere decir «no loco», en su memoria. Pero los lidios, que tienen un templo de Ártemis Aneitis, pretenden también poseer la imagen, y lo mismo los habitantes de la Comana capadocia, cuya ciudad se dice que tomó su nombre de las trenzas (comai) que en señal de luto depositó allí Orestes cuando llevó los ritos de Ártemis Taurópola a Capadocia[165].

k. Otros más dicen que Orestes ocultó la imagen en una gavilla de leña y la llevó a la Aricia italiana, donde murió y fue enterrado, siendo trasladados sus huesos más tarde a Roma; y que la imagen fue enviada de Aricia a Eparta, porque la crueldad de sus ritos desagradaba a los romanos; y la colocaron en el templo de Ártemis Erguida[166].

l. Pero los espartanos alegan que la imagen les pertenecía desde mucho tiempo antes de la fundación de Roma y que Orestes la llevó cuando llegó a ser su rey y la ocultó en un saucedal. Dicen que durante siglos se olvidó su paradero, hasta que un día Astrábaco y Alopeco, dos príncipes de la casa real, entraron en el saucedal por casualidad y enloquecieron a la vista de la tétrica imagen, que mantenían erguida las ramas de un sauce enroscados a su alrededor, y de aquí sus nombres de Ortia y Ligodesma.

m. Tan pronto como llevaron la imagen a Esparta se produjo una pendencia siniestra entre los devotos rivales de Ártemis, que hacían sacrificios conjuntamente en su altar; muchos de ellos fueron muertos en el templo mismo y los restantes murieron apestados poco tiempo después. Cuando un oráculo aconsejó a los espartanos que propiciaran a la imagen empapando el altar con sangre humana, echaron suertes para elegir la víctima y la sacrificaron; y esta ceremonia se repitió anualmente hasta que el rey Licurgo, que aborrecía los sacrificios humanos, la prohibió, y ordenó que en cambio se azotase a unos niños en el altar hasta que el lugar oliera fuertemente a sangre[167]. Los niños espartanos compiten ahora una vez al año para ver quién puede soportar más golpes. La sacerdotisa de Ártemis se halla presente sosteniendo la imagen, que, aunque pequeña y liviana, adquirió tal apetencia de sangre en la época en que los taurios le ofrecían sacrificios humanos que, inclusive ahora, si los azotadores lo hacen suavemente, por que el niño es de cuna noble, o excepcionalmente bello, se hace casi demasiado pesada para que la sacerdotisa la sostenga y ésta increpa a los azotadores diciéndoles: «¡Más fuerte, más fuerte! ¡Hacéis que no pueda soportar el peso!»[168].

n. Poca fe se debe dar a la fábula de que Helena y Menelao fueron en busca de Orestes y que cuando llegaron a la región de los taurios, poco después de haber muerto él, ambos fueron sacrificados a la diosa por Ifigenia[169].

1.      El anhelo de los mitógrafos de ocultar ciertas tradiciones bárbaras se pone claramente de manifiesto en esta fábula y sus variantes. Entre los elementos suprimidos se halla la manera en que Ártemis se venga de Agamenón por el asesinato de Ifigenia y la manera en que Éax también se venga de Agamenón por el asesinato de su hermano Palamedes. Originalmente, el mito parece haber sido, más o menos, el siguiente: los jefes compañeros de Agamenón incitaron a éste a ejecutar a su hija Ingenia por hechicera cuando la expedición griega contra Troya quedó detenida por los vientos contrarios en Áulide. Ártemis, a quien Ingenia había servido como sacerdotisa, hizo que Agamenón le pagara esa ofensa y ayudó a Egisto a suplanterle y asesinarlo a su regreso. También por inspiración suya, Éax se ofreció a llevar a Orestes en un viaje al territorio ganado al río Escamandro y así le ayudó a escapar de las Erinias, pues Atenea le protegería allí (véase 115.4). En lugar de eso, Éax lo dejó en Braurón, donde Orestes fue aclamado como el pharmacos anual, víctima propiciatoria por la culpabilidad del pueblo, y le degolló la virgen sacerdotisa de Ártemis. Éax, en realidad, le contó a Electra la verdad cuando se encontraron en Delfos: que Orestes había sido sacrificado por Ifigenia, que parece haber sido un título de Ártemis (véase 117.1).

2.      A los griegos patriarcales de una época posterior les debió desagradar este mito, una versión del cual, que hacía a Menelao, y no a Orestes, el objeto de la venganza de Ártemis, ha sido conservada por Focio. Disculpaban a Agamenón del asesinato, y a Ártemis de oponerse a la voluntad de Zeus, diciendo que ella sin duda salvó a Ingenia y se la llevó para que actuara como sacerdotisa de los sacrificios, no en Braurón, sino entre los salvajes taurios, por cuyos actos no se hacían responsables. Y aseguraban que no mató a Orestes (ni a ninguna víctima griega), sino que, al contrario, le ayudó a llevar la imagen tauria a Grecia por orden de Apolo.

3.      Esta fábula destinada a salvar las apariencias, influida por el mito de la expedición de Jasón al Mar Negro —en la versión de Servio, Orestes roba la imagen en Cólquide, no en el Quersoneso táurico— explicaba la tradición de la degollación humana en Braurón, ahora modificada a la extracción de una gota de sangre mediante un pequeño corte, y sacrificios análogos que se realizaban en Micenas, Aricia, Rodas y Comana. «Taurópolas» indica el sacrificio de toros cretense, que sobrevivió en las Bufonias atenienses (Pausanias: i.28. 11); la víctima original es probable que fuera el rey sagrado.

4.      Los ritos de la fertilidad espartanos, de los que se dice también que comprendían en un tiempo el sacrificio humano, se realizaban en honor de Ártemis Erguida. A juzgar por la práctica primitiva en otras partes del Mediterráneo, la víctima era atada con tiras de sauce, llenas de magia lunar, a la imagen, un tocón sagrado, quizás de peral (véase 74.6) y agotada hasta que los latigazos producían una reacción erótica y la víctima eyaculaba, fertilizando la tierra con el semen y la sangre. El nombre Alopeco[170] y la conocida leyenda del muchacho que dejó que una zorra le royera sus partes vitales sin gritar, sugiere que la diosa Zorra de Teumeso también era adorada en Esparta (véase 49.2 y 89.8).

5.      A los meteoritos se les rendían con frecuencia honores divinos, y lo mismo a pequeños objetos rituales de origen dudoso, que podían explicarse como habiendo caído igualmente del cielo, como las puntas de lanza neolíticas cuidadosamente trabajadas, identificadas con los rayos de Zeus por los griegos posteriores (como a las flechas de pedernal se las llama «proyectiles de los elfos» en el campo inglés), o con los almireces de bronce ocultos en la cofia que llevaba la imagen de la Ártemis efesia. Las imágenes mismas, como la de Ártemis Brauronia y la de madera de olivo de Atenea en el Erecteón, también, según se decía, habían caído del cielo a través de un agujero en el techo (véase 158.k). Es posible que la imagen de Braurón contuviera un antiguo cuchillo de obsidiana destinado a los sacrificios —la obsidiana era un vidrio volcánico de la isla de Melos— con el cual se cortaba el cuello a las víctimas.

6.      El arado por Osiris del Quersoneso táurico (la Crimea) parece forzado, pero Herodoto insiste en que existía un vínculo estrecho entre Cólquide y Egipto (ii.104) y aquí se ha confundido a Cólquide con el país de los taurios. Se dice que Osiris, como Triptólemo, introdujo la agricultura en muchos países (véase 24.fm).


117.  EL REINADO DE ORESTES


a. Aletes, el hijo de Egisto, usurpó el reino de Micenas creyendo en el rumor malicioso [¿difundido por Éax?] de que Orestes y Pílades habían sido sacrificados en el altar de Ártemis Táurica. Pero Electra, dudando de que eso fuera cierto, fue a consultar el Oráculo de Delfos. Ingenia acababa de llegar a Delfos y [¿Éax?] se la señaló a Electra como la matadora de Orestes. Para vengarse tomó una tea del altar y, como no reconoció a Ingenia al cabo de tanto tiempo, estaba a punto de cegarla con ella cuando se presentó Orestes y lo explicó todo. Los hijos de Agamenón, otra vez reunidos, volvieron alegremente a Micenas, donde Orestes puso fin a la contienda entre la Casa de Atreo y la Casa de Tiestes dando muerte a Aletes, cuya hermana Erígone, según se dice, habría perecido también a sus manos si Ártemis no se la hubiera llevado al Ática. Pero más tarde, Orestes se desenojó con ella[171].

b. Algunos dicen que Ifigenia murió en Braurón o en Megara, donde tiene ahora un templo; otros, que Artemis la inmortalizó como Mecate la Joven. Electra se casó con Pílades y le dio a Medonte y Estrofio el Segundo; está enterrada en Micenas. Orestes se casó con su prima Hermíone, y estuvo presente en la muerte sacrificial de Neoptólemo, el hijo de Aquiles, con quien ella estaba desposada[172]. Por ella llegó a ser padre de Tisámeno, su heredero y sucesor, y por Erígone, su
segunda esposa, de Pentilo[173].

c. Cuando murió Menelao, los espartanos invitaron a Orestes a que se erigiera en su rey, pues le preferían, como nieto de Tindáreo, a Nicóstrato y Megapentes, engendrados por Menelao con una muchacha esclava. Orestes, quien, con la ayuda de soldados proporcionados por los aliados focenses, había agregado ya una gran parte de Arcadia a sus dominios micénicos, se adueñó también de Argos, pues el rey Cilarabes, nieto de Capaneo, no dejó sucesión. Dominó también a Arcaya, pero obedeciendo el Orcáculo de Delfos, finalmente emigró de Micenas a Arcadia, donde, a la edad de setenta años, murió a consecuencia de una mordedura de serpíente en Orestio, u Orestia, ciudad que había fundado durante su destierro[174].

d. Orestes fue enterrado en Tegea, pero en el reinado de Anaxandrides, co-rey con Aristón, y el único laconio que tuvo dos esposas y ocupó dos casas al mismo tiempo, los espartanos, desesperados porque hasta entonces habían perdido todas las batallas libradas contra los tegeos, fueron a Delfos en busca de consejo y se les ordenó que poseyeran ellos mismos los huesos de Orestes. Como no se conocía su paradero, enviaron a Licas, uno de los benefactores de Esparta, a que solicitara más información. Le dieron la siguiente respuesta en hexámetros:

Nivela y allana la llanura de la Tegea arcadia. Ve
adonde dos vientos están siempre, por fuerte necesidad, soplando;
donde el golpe suena sobre el golpe, donde el mal yace sobre el mal,
allí la tierra fecundísima encierra al príncipe que buscas.
¡Llévalo a tu casa y sé así el señor de Tegea!

A causa de la tregua temporal entre los dos Estados, Licas no tuvo dificultad alguna en su visita a Tegea, donde se encontró con un herrero que forjaba una espada de hierro en vez de bronce, y al ver aquella cosa nueva para él se quedó con la boca abierta. «¿Te sorprende este trabajo? —le preguntó el herrero jovial— ¡Pues bien, tengo aquí algo que te sorprenderá todavía más! Es un ataúd de siete codos de longitud que contiene un cadáver del mismo tamaño y que encontré bajo el piso de la fragua cuando excavaba aquel pozo.»

e. Licas conjeturó que los vientos mencionados en los versos del oráculo tenían que ser los que producían los fuelles del herrero, los golpes los del martillo, y el mal que yacía sobre el mal la cabeza del martillo que golpeaba la espada de hierro, pues la Edad del Hierro trajo consigo días crueles. Inmediatamente volvió con la noticia a Esparta, donde los jueces, por sugerencia suya, simularon condenarle por el delito de violencia; luego huyó a Tegea como si tratara de eludir la ejecución, y convenció al herrero para que le ocultara en la fragua. A medianoche sacó los huesos del ataúd y se apresuró a volver con ellos a Esparta, donde los volvió a enterrar cerca del templo de las Parcas; todavía se muestra allí la tumba. Desde entonces los ejércitos espartanos vencieron siempre a los legeos[175].

f. La lanza-cetro de Pélope, que también empuñó su nieto Orestes, fue descubierta en Fócide más o menos en esa época; estaba enterrada con un montón de oro en la frontera entre Queronea y Fanotea, donde la había ocultado probablemente Electra. Cuando se hizo una indagación sobre el hallazgo de ese tesoro los fanoteos se contentaron con el oro, pero los queronenses se quedaron con el cetro y ahora lo adoran como su deidad suprema. Cada sacerdote de la lanza, designado por un año, la guarda en su casa y ofrece víctimas diarias a su divinidad, además de mesas pródigamente servidas con alimentos de todas clases[176].

g. Sin embargo, algunos niegan que Orestes muriera en Arcadia. Dicen que cuando terminó su destierro allí un oráculo le ordenó que fuera a Lesbos y Ténedos y fundara colonias con pobladores llegados de varias ciudades, entre ellas, Amidas. Él lo hizo y llamó a los nuevos pobladores eolios, porque Eolo era su antepasado común más próximo, pero murió poco después de edificar una ciudad en Lesbos. Esta migración se realizó, según dicen, cuatro generaciones antes que la jónica. Otros, sin embargo, declaran que fue el hijo de Orestes, Pentilo, y no Orestes mismo, quien conquistó Lesbos; que su nieto Gras, ayudado por los espartanos, ocupó la región que se extiende entre Jonia y Misia, llamada ahora Eólide; y que otro nieto, Arquelao, llevó colonos eolios a la actual ciudad de Cicicene, cerca de Dascilio, en la costa meridional del Mar de Mármara[177].

h. Entretanto Tisámeno heredó los dominios de su padre, pero lo expulsaron de las capitales, Esparta, Micenas y Argos, los hijos de Heracles, y se refugió con su ejército en Acaya. Su hijo Cometes emigró al Asia[178].

1.      Ifigenia parece haber sido un título de la Ártemis anterior, que era no sólo doncella, sino también ninfa —«Ifigenia» significa «sirviendo de madre a una raza fuerte»— y mujer vieja, o sea las Solemnes o la Triple Hecate. Se dice que Orestes reinó en tantos lugares que su nombre también tiene que ser considerado como un título. Su muerte a causa de la mordedura de una serpiente en la Orestea arcadia lo vincula con otros reyes primitivos, como Apesanto, hijo de Acrisio (véase 123.e), identificable con Ofeltes de Nemea (véase 106.g); Múnito, hijo de Atamante (véase 168.e); Mopso el lapita (véase 154.f), mordido por una serpiente libia; y el egipcio Ra, un aspecto de Osiris, también mordido por una serpiente libia. Estas mordeduras son siempre en el talón; en algunos casos, entre ellos los de los centauros Quirón y Folo, el cretense Talo, el mirmidón Aquiles y el eubeo Filoctetes, el veneno parece haber sido transmitido en una punta de flecha (véase 92.10). El arcadio Orestes era en realidad un pelasgo con conexiones libias.

2.      La salvación de Erígone de la venganza de Orestes realizada por Ártemis es un episodio más de la contienda entre la casa de Tiestes, ayudada por Ártemis, y la casa de Atreo, ayudada por Zeus, El nombre de Tisámeno («Fuerza vengadora») indica que la enemistad fue legada a la siguiente generación, porque, según uno de los relatos de Apolodoro (Epítome vi.28) era hijo de Erígone y no de Hermíone. En toda la fábula de esta contienda debe recordarse que la Ártemis que mide sus fuerzas con Zeus es la Ártemis matriarcal primitiva y no la afectuosa melliza de Apolo, la cazadora virgen; los mitógrafos han hecho todo lo posible para oscurecer la participación activa de Apolo, del lado de Zeus, en esta querella divina.

3.      Los huesos de los gigantes, habitualmente identificados con los de un antepasado de la tribu, eran considerados como medios mágicos de proteger a una ciudad; así los atenienses, por inspiración del oráculo, recuperaron de Esciros los que, según pretendían, eran los huesos de Teseo y los llevaron a Atenas (véase 104.i). Éstos pueden muy bien haber sido extraordinariamente grandes, pues una raza de gigantes —de los cuales descienden los watusis hamíticos que viven en el África Ecuatorial— floreció en la Europa neolítica y sus esqueletos de dos metros de longitud se han encontrado incluso a veces en Gran Bretaña. Los anakim de Palestina y Caria (véase 88.3) pertenecían a esta raza. Sin embargo, si Orestes era un aqueo del período de la guerra de Troya, los atenienses no pueden haber encontrado y medido su esqueleto, pues los nobles homéricos practicaban la cremación y no la inhumación en el estilo neolítico.

4.      «El mal que yace sobre el mal» es interpretado habitualmente como la espada de hierro que es forjada sobre un yunque de hierro; pero, por regla general, se utilizaban los yunques de piedra hasta una época relativamente reciente, y la cabeza del martillo que se posa sobre la espada es la explicación más probable, aunque, en verdad, los martillos de hierro eran también raros hasta la época romana. El hierro era un metal demasiado sagrado e infrecuente para que lo utilizaran comúnmente los micénicos —pues no se extraía de la mina, sino que se lo recogía en forma de meteoritos enviados por los dioses— y cuando por fin se importaron en Grecia armas de hierro provenientes de Tibarene en el Mar Negro, el procedimiento de la fundición y la manufactura siguió siendo secreto durante un tiempo. A los herreros se los siguió llamando «trabajadores del bronce» inclusive en el período helenista. Pero tan pronto como alguien pudo poseer un arma o una herramienta de hierro la era del mito llegó a su fin, aunque sólo fuera porque el hierro no estaba incluido entre los cinco metales consagrados a la diosa y vinculados a los ritos de su calendario, a saber, la plata, el oro, el cobre, el estaño y el plomo (véase 53.2).

5.      La lanza-cetro de Pélope, señal de soberanía, pertenecía evidentemente a la sacerdotisa gobernante; así, según Eurípides, la lanza con que fue muerto Enómao —probablemente el mismo instrumento— estaba oculta en el dormitorio de Ifigenia; Clitemestra pretende luego poseerla (Sófocles: Electra 651); y Pausanias dice que Electra la llevó a Fócide. Los griegos del Asia Menor se complacían en creer que Orestes había fundado allí la primera colonia eolia, pues su nombre era uno de los títulos regios de éstos. Quizá se atenían a una tradición que atañía a una nueva etapa en la historia de la monarquía: cuando el rey terminaba su reinado se le perdonaba la muerte y se sacrificaba a un sustituto —homicidio que explicaría el segundo destierro de Orestes—, después de lo cual podía llevar una colonia al otro lado del mar. Los mítógrafos que explicaron que los espartanos preferían Orestes a los hijos de Menelao porque éstos habían nacido de una mujer esclava, no se daban cuenta de que la descendencia era todavía matrilineal. Orestes, como mícénico, podía reinar por su casamiento con la heredera espartana Hermíone; sus hermanos tenían que buscar reinos en otras partes. En Argólide una princesa podía tener hijos nacidos libres con un esclavo; y nada había que impidiera que el marido campesino de Electra en Micenas criase pretendientes al trono.

6.      La tradición del salmista de que «los días de un hombre son tres veintenas y diez» se funda, no en la observación, sino en la teoría religiosa: siete era el número de la santidad y diez el de la perfección. Orestes, análogamente, llegó a los setenta años.

7.      La violación por Anaxándrides de la tradición monogámica puede haberse debido a una necesidad dinástica; quizás Aristo, su co-rey, murió demasiado pronto antes del término de su reinado para justificar una nueva coronación y, como había gobernado en virtud de su casamiento con una heredera, Anaxándrides le sustituyó como rey y como marido.

8.      Las crónicas hititas demuestran que ya había un reino aqueo en Lesbos a fines del siglo xiv a. de C.


118.  EL NACIMIENTO DE HERACLES


a. Electrión, hijo de Perseo, rey supremo de Micenas y marido de Anaxo, marchó vengativamente contra los tafios y telebeos. Se habían unido en una incursión afortunada para apoderarse de su ganado, proyectada por un tal Pterelao, un pretendiente al trono de Micenas, y tuvo como consecuencia la muerte de los ocho hijos de Electrión. Mientras él estuvo ausente, su sobrino, el rey Anfitrión de Trecén, actuó como regente. «Gobierna bien, y cuando yo vuelva victorioso te casarás con mi hija Alcmena», le dijo Electrión como despedida. Anfitrión, informado por el rey de Elide de que el ganado robado se hallaba en su poder, pagó el gran rescate exigido e hizo regresar a Electrión para que lo identificara. Electrión, de ningún modo complacido al saber que Anfitrión esperaba que él le devolviese el precio del rescate, preguntó ásperamente qué derecho tenían los habitantes de Elide a vender propiedad robada y por qué Anfitrión había tolerado un fraude. Sin dignarse contestarle, Anfitrión desahogó su disgusto arrojando un garrote a una de las vacas que se había desviado del rebaño; el garrote le golpeó en los cuernos, rebotó y mató a Electrión. Inmediatamente Anfitrión fue desterrado de Argólide por su tío Esténelo, quien se apoderó de Micenas y Tirinto y confió el resto de la región, con Midea como capital, a Atreo y Tiestes, hijos de
Pélope[179].

b. Anfitrión, acompañado por Alcmena, huyó a Tebas, donde el rey Creonte le purificó y dio a su hermana Perimede en casamiento a Licimio, el único hijo sobreviviente de Electrión, bastardo nacido de una frigia llamada Midea[180]. Pero la piadosa Alcmena no quería yacer con Anfitrión hasta que vengase la muerte de sus ocho hermanos. En consecuencia, Creonte le dio permiso para que reclutase un ejército beocio con ese propósito y con la condición de que liberase a Tebas de la zorra teumesia; cosa que él hizo pidiendo al ateniense Céfalo que le prestase el célebre sabueso Lelaps. Luego, ayudado por contingentes atenienses, focenses, argivos y locrios, Anfitrión venció a los telebeos y tafios y donó sus islas a sus aliados, entre ellos a su tío Heleos.

c. Entretanto, Zeus, aprovechando la ausencia de Anfitrión, tomó la figura de él y, asegurando a Alcmena que sus hermanos estaban vengados, puesto que, en efecto, Anfitrión había ganado la victoria requerida aquella mañana misma, yació con ella toda una noche, a la que dio la duración de tres[181]. Pues Hermes, por orden de Zeus, había mandado a Helio que apagase los fuegos solares y a las Horas que desunciesen su tiro y se quedasen al día siguiente en casa; porque la procreación de un paladín tan grande como el que se proponía engendrar Zeus no se podía realizar apresuradamente. Helio obedeció, rezongando con el recuerdo de los buenos tiempos pasados, cuando el día era día y la noche era noche; y cuando Crono, el entonces Dios Omnipotente, no abandonaba a su esposa legal para irse a Tebas en busca de aventuras amorosas. Hermes ordenó luego a la Luna que siguiese lentamente su órbita, y al Sueño que amodorrase a la humanidad de tal modo que nadie se diera cuenta de lo que sucedía[182]. Alcmena, completamente engañada, escuchó complacida el relato de Zeus acerca de la aplastante derrota infligida a Pterelao en Ecalia, y holgó inocentemente con su supuesto marido durante aquellas treinta y seis horas. Al día siguiente, cuando Aifitrión volvió, rebosante de entusiasmo por la victoria y lleno de pasión por ella, Alcmena no le acogió en el lecho matrimonial con el arrobamiento que él esperaba. «Anoche no cerramos los ojos— se quejó ella— y seguramente no esperarás que escuche por segunda vez el relato de tus hazañas.» Anfitrión, que no pudo comprender esas palabras, consultó con el adivino Tiresias, quien le dijo que Zeus le había hecho cornudo; y en adelante no se atrevió a volver a dormir con Alcmena por temor a incurrir en los celos divinos[183].

d. Nueve meses después, en el Olimpo, Zeus se jactó casualmente de que había engendrado un hijo, que estaba a punto de nacer, quien se llamaría Heracles, que significa «Gloria de Hera», y gobernaría la noble casa de Perseo. Al oír esto, Hera le hizo prometer que si a la casa de Perseo le nacía algún príncipe antes de anochecer sería Rey Supremo. Cuando Zeus hizo al respecto un juramento inviolable, Hera fue inmediatamente a Micenas, donde apresuró los dolores de parto de Nicipe, esposa del rey Esténelo. Luego corrió a Tebas y se sentó con las piernas cruzadas ante la puerta de Alcmena, con las ropas atadas en nudos y los dedos fuertemente entrelazados; de ese modo demoró el nacimiento de Heracles hasta que Euristeo, hijo de Esténelo, sietemesino, estuvo ya en su cuna. Cuando nació Heracles, con una hora de retraso, se encontró con que tenía un hermano mellizo llamado Ificles, hijo de Anfitrión y una noche más joven. Pero algunos dicen que Heracles, y no Ificles, era una noche más joven; y otros, que los mellizos fueron engendrados en la misma noche y nacieron juntos y que el Padre Zeus iluminó divinamente la alcoba donde nacieron. Al principio se llamó a Heracles Alceo o Palemón[184].

e. Cuando Hera volvió al Olimpo y se jactó tranquilamente de haber conseguido mantener a Ilitía, diosa del parto, alejada de la puerta de Alcmena, Zeus fue presa de una gran ira; asió a su hija mayor Ate, quien le había impedido ver el engaño de Hera, juró que nunca volvería a visitar el Olimpo, la hizo girar alrededor de su cabeza sujetándola por la cabellera dorada y la lanzó a la tierra. Aunque Zeus no podía violar su juramentó y permitir a Heracles que gobernase la casa de Perseo, convenció a Hera para que accediese a que, después de realizar cualesquiera doce trabajos que le señalara Euristeo, su hijo se convirtiese en un dios.

f. Ahora bien, a diferencia de los anteriores amores humanos de Zeus, desde Níobe en adelante, Alcmena había sido elegida no tanto por su placer —aunque superaba a todas las demás mujeres de su época en belleza, dignidad y prudencia—, sino con el propósito de engendrar un hijo lo bastante poderoso para proteger tanto a los dioses como a los hombres contra la destrucción. Alcmena, decimosexta descendiente de Níobe, fue la última mujer mortal con la que yació Zeus, pues no veía la posibilidad de engendrar a otro héroe que pudiera igualarse a Heracles; y honró a Alcmena tanto
que, en vez de violarla rudamente, se molestó en disfrazarse de Anfitrión y la cortejó con palabras y caricias afectuosas. Sabía que Alcmena era incorruptible y cuando al amanecer le regaló una copa carquesia, ella la aceptó sin dudar como un botín ganado en la victoria: un legado de Posidón a su hijo Telebo[185].

g. Algunos dicen que Hera no impidió personalmente el parto de Alcmena, sino que envió brujas para que lo hicieran, y que Historis, hija de Tiresias, las engañó lanzando un grito de alegría desde la alcoba del parto —que todavía se muestra en Tebas—, de modo que ellas se alejaron y permitieron que naciera el niño. Según otros, fue Ilitía quien impidió el parto por orden de Hera, y una fiel sirvienta de Alcmena, la rubia Galantis, o Galen, la que salió de la alcoba para anunciar, falsamente, que Alcmena había dado a luz. Cuando Ilitía se levantó sorprendida, desentrelazó los dedos y descruzó las piernas, nació Heracles y Galantis se echó a reír ante el buen éxito del engaño, lo que hizo que Ilitía la asiese por el cabello y la convirtiese en una comadreja. Galántis siguió frecuentando la casa de Alcmena, pero Hera le castigó por haber mentido: la condenó en perpetuidad a parir los hijos por la boca. Cuando los tebanos rinden a Heracles los honores divinos todavía ofrecen sacrificios preliminares a Galantis, a la que llaman también Galintias y la describen como hija de Preto; dicen que fue la nodriza de Heracles y que él le construyó un templo[186].

h. Los atenienses se burlan de este relato tebano. Sostienen que Galantis era una ramera, a la que Hécate convirtió en comadreja en castigo por practicar una lujuria no natural, y que cuando Hera prolongó indebidamente el parto de Alcmena pasó por allí casualmente y la asustó haciendo que diera a luz[187].

i. El natalicio de Heracles se celebra el cuarto día de cada mes; pero algunos sostienen que nació cuando el Sol entraba en el Décimo Signo; otros que la Osa Mayor, girando hacia el oeste a medianoche sobre Orion —lo que hace cuando el sol abandona el duodécimo signo— lo contempló en su décimo mes[188].

1.      Alcmena («fuerte en la ira») sería originalmente un título micénico de Hera, cuya soberanía divina protegió Heracles («gloria de Hera») contra las usurpaciones de su enemigo aqueo Perseo («destructor»). Los aqueos vencieron finalmente y sus descendientes reclamaron a Heracles como miembro de la casa usurpadora de Perseo. El aborrecimiento que sentía Hera por Heracles es probablemente una invención posterior; le adoraban los dorios que invadieron Elide y humillaron el poder de Hera

2.      Diodoro Sículo (iii.73) habla de tres héroes llamados Heracles: un egipcio, un dáctilo cretense y el hijo de Alcmena. Cicerón eleva su número a seis (Sobre la naturaleza de los dioses iii.16); Varrón a cuarenta y cuatro (Servio sobre la Eneida de Virgilio viii.564). Herodoto (ii.42) dice que cuando preguntó por la patria original de Heracles, los egipcios le dijeron que era de Fenicia. Según Diodoro Sículo (i.17 y 24, iii.73), el Heracles egipcio llamado Som, o Chon, vivió diez mil años antes de la guerra de Troya y su homónimo griego heredó sus hazañas. La fábula de Heracles es, en verdad, una clavija de la que se han colgado gran número de mitos relacionados, no relacionados y contradictorios. En lo principal, no obstante, representa al rey sagrado típico de la Grecia helénica primitiva, consorte de una ninfa tribal, la diosa Luna encarnada; su mellizo Ificles actuaba como su heredero. Esta diosa Luna tiene numerosos nombres: Hera, Atenea, Auge, Yola, Hebe, etcétera. En un espejo de bronce romano primitivo aparece Júpiter celebrando un casamiento sagrado entre «Hercele» y «Juno»; además, en las bodas romanas al nudo del ceñidor de la novia consagrado a Juno se le llamaba el «nudo hercúleo» y el novio tenía que desatarlo (Festo: 63). Los romanos tomaron esta tradición de los etruscos, cuya Juno se llamaba «Unial». Puede suponerse que la fábula central de Heracles era una variante primitiva de la epopeya del Gilgamesh babilonio, que llegó a Grecia vía Fenicia. Gilgamesh tenía como compañero amado a Enkidu, así como Heracles tenía a Yolao. Gilgamesh se pierde por su amor a la diosa Ishtar, y Heracles por su amor a Deyanira. Ambos son de ascendencia divina. Ambos perturban el infierno. Ambos matan leones y doman a toros divinos; y cuando se embarca para la Isla Occidental, Heracles, como Gilgamesh, utiliza su vestimenta como vela (véase 132. c). Heracles encuentra la hierba mágica de la inmortalidad (véase 35.b] lo mismo que Gilgamesh, y se relaciona igualmente con el avance del sol alrededor del zodíaco.

3.      Se hace que Zeus personifique a Anfitrión porque cuando el rey sagrado renacía en su coronación se convertía nominalmente en hijo de Zeus y renunciaba a su ascendencia mortal (véase 74.1). Sin embargo, la costumbre exigía que el heredero mortal —más bien que el rey de nacimiento divino, el mayor de los mellizos— acaudillase las expediciones militares; y la inversión de esta regla en el caso de Heracles sugiere que en un tiempo había sido él el heredero, e Ificles el rey sagrado. Teócrito, ciertamente, hace de Heracles el más joven de los mellizos, y Herodoto (ii.43), quien le llama hijo de Anfitrión, le da el sobrenombre de «Alcides», por su abuelo Alceo, y no «Cronides», por su abuelo Crono. Además, cuando Ificles se casó con la hija menor de Creonte, Heracles se casó con otra mayor; aunque en la sociedad matrilineal la más joven era comúnmente la heredera, como aparece en todos los cuentos tradicionales europeos. Según el Escudo de Heracles de Hesíodo (89 y ss.) Ificles se humilló vergonzosamente ante Euristeo, pero las circunstancias que podrían arrojar luz sobre este cambio de papeles entre los mellizos no son explicadas. Entre Heracles e Ificles no se registra una camaradería como la que existía entre Castor y Pólux, o Idas y Linceo. Heracles usurpa las funciones y prerrogativas de su hermano mellizo, convirtiéndolo en una sombra ineficaz y exánime que no tarda en esfumarse sin que se la lamente. Quizás en Tirinto el sucesor usurpaba todo el poder regio, como sucede a veces en los Estados asiáticos, donde un rey religioso gobierna conjuntamente con un rey guerrero o shogún.

4.      El método que siguió Hera para demorar el parto lo utilizan todavía las hechiceras de Nigeria; las más cultas refuerzan ahora el encantamiento ocultando candados importados debajo de sus ropas.

5.      La observación de que las comadrejas, si se las perturba, llevan a sus crías de lugar en lugar en la boca, como los gatos, dio origen a la leyenda de su nacimiento vivíparo. El relato que hace Apuleyo de la horrible acción de las brujas tesalias disfrazadas de comadrejas, ayudantes de Hécate, y la mención por Pausanias de los sacrificios humanos que se ofrecían a la Zorra Teumesia (véase 89.h) recuerdan a Cerdo («comadreja» o «zorra»), esposa de Foroneo, quien, según se dice, introdujo el culto de Hera en el Peloponeso (véase 57.a). El culto tebano de Galintias es una reliquia del culto de Hera primitivo, y cuando las brujas demoraron el nacimiento de Heracles se disfrazarían de comadrejas. Este mito es más confuso de lo que son habitualmente los mitos; si bien parece que el olimpianismo de Zeus se sentía agraviado por la opinión religiosa conservadora de Tebas y Argólide y que las brujas lanzaron un ataque concertado contra la casa de Perseo.

6.      A juzgar por la observación de Ovidio acerca del Décimo Signo, y por la fábula del jabalí de Erimanto, que presenta a Heracles como el Niño Horus, éste compartía un natalicio en el solsticio hiemal con Zeus, Apolo y otros dioses del calendario. El año tebano comenzaba en el solsticio hiemal. Si, como dice Teócrito, Heracles tenía diez meses al término del duodécimo, Alcmena lo dio a luz en el equinoccio de primavera, cuando los babilonios, los italianos y otros celebraban el Año Nuevo. Así no es extraño que Zeus, según se dice, iluminara la alcoba del nacimiento. El cuarto día del mes estaría dedicado a Heracles, porque cada cuarto año le pertenecía como fundador de los Juegos Olímpicos.


119.  LA JUVENTUD DE HERACLES


a. Alcmena, temiendo los celos de Hera, abandonó a su hijo recién nacido en un campo fuera de las murallas de Tebas, y allí, por instigación de Zeus, Atenea llevó a Hera a dar un paseo casual. «¡Mira querida, qué niño tan maravillosamente robusto! —exclamó Atenea, simulando sorpresa, mientras se detenía para recogerlo—. Su madre debía de estar loca para abandonarlo en un campo pedregoso. Ven, tú tienes leche. ¡Dale de mamar a la pobre criaturita!» Irreflexivamente, Hera lo tomó y se desnudó el pecho, del que Heracles chupó con tal fuerza que el dolor hizo que la diosa lo arrojara al suelo; un chorro de leche ascendió al firmamento y se convirtió en la Vía Láctea. «¡Pequeño monstruo!», exclamó Hera. Pero Heracles era ya inmortal y Atenea se lo devolvió sonriendo, diciéndole que lo conservara y lo criara bien. Los tebanos muestran todavía el lugar don-
de se le hizo a Hera esa treta, y lo llaman «La Llanura de Heracles»[189].

b. Sin embargo, algunos dicen que Hermes llevó al infante Heracles al Olimpo, que Zeus mismo lo puso en el pecho de Hera mientras ésta dormía, y que la Vía Láctea se formó cuando ella se despertó y lo rechazó, o cuando él mamó vorazmente más leche de la que podía contener su boca y la arrojó tosiendo. De todos modos, Hera fue la madre de leche de Heracles, aunque sólo por poco tiempo; y por tanto los tebanos le llaman hijo suyo y dicen que se llamaba Alceo antes que ella le diera de mamar, pero cambió de nombre en su honor[190].

c. Una noche, cuando Heracles tenía ocho o diez meses de edad o, según dicen otros, un año, y estaba todavía sin destetar, Alcmena, después de lavar y amamantar a sus mellizos, los acostó para que descansaran bajo una colcha de lana de cordero, sobre el ancho escudo de bronce del que Anfitrión había despojado a Pterelao. A medianoche Hera envió dos prodigiosas serpientes de escamas azuladas a la casa de Anfitrión, con órdenes estrictas de dar muerte a Heracles. Las puertas se abrieron al acercarse ellas, se deslizaron por el umbral y por los pisos de mármol hasta el cuarto de los niños, con los ojos arrojando llamas y el veneno goteando de sus colmillos[191].

d. Los mellizos se despertaron y vieron a las serpientes retorcerse a su alrededor y sacando como dardos sus lenguas bifurcadas, pues Zeus volvió a iluminar divinamente la habitación. Ificles gritó, arrojó la colcha de un puntapié y en una tentativa para escapar rodó del escudo al suelo. Sus gritos de espanto y la extraña luz que resplandecía bajo la puerta del cuarto de los niños despertaron a Alcmena. «¡Levántate, Anfitrión!», exclamó. Sin esperar a ponerse las sandalias, Anfitrión saltó del lecho de madera de cedro, tomó su espada, que colgaba de la pared cerca de él, y la sacó de su vaina pulida. En aquel momento se apagó la luz en el cuarto de los niños. Mientras gritaba a sus esclavos soñolientos que acudieran con lámparas y antorchas, Anfitrión entró en la habitación, y Heracles, que ni siquiera había lanzado un sollozo, le mostró con orgullo las serpientes, que estaba estrangulando, una con cada mano. Cuando murieron, se echó a reír, se puso a saltar alegremente y arrojó las serpientes a los pies de Anfitrión.

e. Mientras Alcmena consolaba al aterrado Ificles, Anfitrión volvió a cubrir a Heracles con la colcha y fue a acostarse. Al amanecer, cuando el gallo había cantado tres veces, Alcmena llamó al anciano Tiresias y le refirió el prodigio. Tiresias, después de predecir las futuras hazañas de Heracles, aconsejó a Alcmena que hiciera una gran fogata con haces de aulaga, abrojos y zarzas, y
quemara en ella a las serpientes a la medianoche. Por la mañana una sirvienta debía recoger las cenizas, llevarlas a la roca donde se había posado la Esfinge, diseminarlas a los vientos y alejarse corriendo sin mirar hacia atrás. A su regreso, el palacio debía ser purificado con vapores de azufre y agua de manantial salada, y su techo coronado con acebuche. Finalmente, había que sacrificar un
jabalí en el altar de Zeus. Todo eso hizo Alcmena. Pero algunos sostienen que las serpientes eran inofensivas y las puso en la cuna Anfitrión mismo; deseaba averiguar cuál de los mellizos era su hijo y así lo supo muy bien[192].

f. Cuando Heracles dejó de ser un niño, Anfitrión le enseñó a conducir un carro y a dar vuelta a las esquinas sin rozar las columnas. Castor le dio lecciones de esgrima y le instruyó en el manejo de las armas, las tácticas de la infantería y la caballería y los rudimentos de la estrategia. Uno de los hijos de Hermes fue su maestro de pugilato, bien Autólico o bien Harpálico, quien tenía un aspecto tan horrendo cuando peleaba que nadie se atrevía a enfrentarlo. Eurito le enseñó el manejo del arco; o quizás fuera el escita Teutaro, o uno de los pastores de Anfitrión, o inclusive Apolo[193]. Pero Heracles pronto superó a todos los arqueros nacidos hasta entonces, inclusive a su compañero Alcón, padre del argonauta Palero, quien podía hacer pasar la flecha a través de una serie de anillos colocados en los yelmos de soldados puestos en fila, y hender flechas sujetas en las puntas de espadas o lanzas. En cierta ocasión, cuando el hijo de Alcón fue atacado por una serpiente que se enroscó a su alrededor, Alcón disparó contra ella con tal habilidad que la hirió mortalmente sin hacer el menor daño al muchacho[194].

g. Eumolpo enseñó a Heracles a cantar y tocar la lira, en tanto que Lino, hijo del dios fluvial Ismeno, le inició en el estudio de la literatura. En una ocasión en que Eumolpo estuvo ausente, Lino le dio también lecciones de lira; pero Heracles se negó a cambiar los principios que le había enseñado Eumolpo, y como Lino le golpeó por su terquedad, lo mató con un golpe de la lira[195]. En su juicio por homicidio, Heracles citó la ley de Radamantis que justificaba la resistencia enérgica a un agresor, y así consiguió que lo absolviesen. Sin embargo, Anfitrión, temiendo que el muchacho pudiera cometer más delitos de violencia, lo envió a una hacienda de ganado, donde permaneció hasta que cumplió los dieciocho años, superando a sus contemporáneos en altura, fuerza y valor. Allí lo eligieron portador del laurel del Apolo ismenio, y los tebanos todavía conservan el trípode que le dedicó a Anfitrión en esa ocasión. No se sabe quién enseñó a Heracles la astronomía y la filosofía, pero estaba versado en ambas ciencias[196].

h. Habitualmente se dice que tenía cuatro codos de altura. Sin embargo, puesto que él midió el estadio de Olimpia, calculándole seiscientos pies de longitud, y puesto que los estadios griegos posteriores tenían también nominalmente seiscientos pies de longitud, aunque eran mucho más cortos que el olímpico, el sabio Pitágoras dedujo que la longitud del paso de Heracles, y en consecuencia su estatura, tienen que haber estado, en relación con el paso y la estatura de otros hombres, en la misma proporción que la longitud del estadio de Olimpia con la de los otros estadios. Este cálculo le daba cuatro codos y un pie de altura. Pero algunos sos tienen que su estatura no pasaba del término medio[197].

i. Los ojos de Heracles fulguraban y tenía una puntería infalible, tanto con la jabalina como con la flecha. Comía parcamente al mediodía, y en la cena su comida favorita eran la carne asada y las tortas de cebada dorias, de las cuales comía las suficientes (si se puede creer eso) para que un jornalero hubiera gruñido: «¡Basta!» Su túnica era corta y limpia y prefería pasar la noche bajo las estrellas a dormir dentro de casa[198]. Un profundo conocimiento de los agüeros lo llevaba especialmente a acoger de buen grado la aparición de buitres siempre que se disponía a emprender un nuevo trabajo. «Los buitres —decía— son las aves más nobles, pues no atacan ni siquiera a la menor criatura viva»[199].

j. Heracles alegaba que nunca había buscado pendencia, sino que siempre había tratado a sus agresores como ellos se proponían tratarlo a él. Un tal Térmero acostumbraba matar a los viajeros desafiándolos a una lucha a topetazos; el cráneo de Heracles resultó el más fuerte y aplastó la cabeza de Térmeno como si hubiese sido un huevo. Pero Heracles era cortés de naturaleza y fue el primer mortal que devolvió espontáneamente al enemigo sus muertos para que los sepultara[200].

1.      Según otro relato, la Vía Láctea se formó cuando Rea destetó por la fuerza a Zeus (véase l.b). El amamantamiento de Heracles por Hera es un mito que se basa aparentemente en el renacimiento ritual del rey sagrado de la reina madre (véase 145.3).

2.      Una ilustración antigua en la que se basa la fábula posthomérica de las serpientes estranguladas mostraría quizás a Heracles acariciándolas mientras le limpiaban las orejas con las lenguas, como le sucedió a Melampo (véase 12.c), Tiresias (véase 105.g), Casandra (véase 158,p) y probablemente los hijos de Laocoonte (véase 167.3). Sin esta bondadosa atención no habría podido comprender el lenguaje de los buitres; y Hera, si realmente hubiera querido matar a Heracles, habría enviado a una harpía para que se lo llevase. La ilustración fue interpretada erróneamente por Píndaro, o su informante, como una alegoría del Niño del Nuevo Año Solar, que destruye el poder del Invierno, simbolizado por las serpientes. El sacrificio de un jabalí a Zeus realizado por Alcmena es el antiguo del solsticio hiemal, que sobrevive en la cabeza de jabalí navideña en la vieja Inglaterra. En Grecia el acebuche, como el abedul en Italia y el noroeste de Europa, era el árbol del Año Nuevo, símbolo de comienzo, y se lo utilizaba como una escoba para expulsar a los malos espíritus (véase 53.7); Heracles utilizaba como clava un acebuche y llevó un vastago a Olimpia desde el país de los Hiperbóreos (véase 138.;). Lo que Tiresias le dijo a Alcmena era que encendiera la fogata de la Candelaria, que todavía se enciende el 2 de febrero en muchas partes de Europa: su propósito es quemar las viejas plantas achaparradas y facilitar el crecimiento de los nuevos retoños.

3.      El Heracles dorio comedor de tortas, al contrario de sus cultos predecesores eolios y aqueos, era un simple rey del ganado, dotado con las limitadas virtudes de su condición, y no pretendía poseer conocimientos de música, filosofía o astronomía. En la época clásica los mitógrafos, recordando el principio de mens sana in corpore sano, le impusieron una educación superior e interpretaron su asesinato de Lino como una protesta contra, la tiranía, más bien que contra el afeminamiento. Pero siguió siendo una personificación de la salud física y no mental; excepto entre los celtas (véase 132.3), quienes le honraban como el patrono de las letras y todas las artes de los bardos. Seguían la tradición de que Heracles, el dáctilo ideo al que llamaban Ogmius, representaba la primera consonante del alfabeto arbolar hiperbóreo, Abedul o Acebuche (véase 52.3 y 125.1) y que «en una varilla de abedul se talló el primer mensaje que se envió nunca, a saber, la palabra Abedul repetida siete veces» (La Diosa Blanca, p. 157).

4.      La proeza de Alcón al matar a la serpiente sin herir a su hijo indica una prueba de ballestería como la descrita en el Malleus Maleficarum del siglo xv, cuando al candidato para la iniciación en el gremio de arqueros se le exigía que disparase contra un objeto colocado sobre el gorro de su propio hijo, bien fuera una manzana o bien una pequeña moneda de plata. A los hermanos de Laodamia, que competían por la dignidad de rey sagrado (véase 163.n) se les pidió que dispararan una flecha a través de un anillo colocado en el pecho de un niño, pero este mito tiene que deberse a una información errónea, pues la muerte del niño no era su propósito. Parece que la tarea original de un candidato a rey había sido disparar una flecha a través del enroscamiento de una serpiente de oro, que simbolizaba la inmortalidad, colocada en el tocado que llevaba un niño regio; y que en algunas tribus esta costumbre se modificó por la de hender una manzana, y en otras por la de hacer pasar la flecha entre las hojas encorvadas de un hacha doble, o por el anillo que formaba la cimera de un yelmo; pero más tarde, cuando la puntería mejoró, a través de una hilera de anillos de yelmo, la prueba impuesta a Alcón; o una hilera de hojas de hacha, la prueba impuesta a Odiseo (véase 171.h). Los alegres compañeros de Robin Hood, como los arqueros germanos, disparaban contra monedas de plata, porque estaban marcadas con una cruz, y los gremios de arqueros eran desafiantemente anticristianos.

5.      Los arqueros griegos y romanos estiraban la cuerda del arco hasta el pecho, como hacen los niños, y su alcance eficaz era tan corto que la jabalina siguió siendo la principal arma arrojadiza de los ejércitos romanos hasta el siglo VI d. de C., cuando Belisario armó a sus catafractarios con arcos pesados y les enseñó a estirar la cuerda hasta la oreja, a la manera escita. La puntería exacta de Heracles la explica, en consecuencia, la leyenda de que su instructor era el escita Téutaro, nombre formado al parecer de teutaein, «practicar asiduamente», lo que no parece haber hecho el arquero griego corriente. Quizá se deba a la sobresaliente habilidad con que los escitas manejaban el arco el que se los describiera como descendientes de Heracles; y se decía que había legado un arco a Escites, el único de sus hijos que podía encorvarlo como él (véase 132.v).


120.  LAS HIJAS DE TESPIO


a. Cuando cumplió los dieciocho años Heracles abandonó la hacienda de ganado, resuelto a matar al león de Citerón que hacía estragos en los ganados de Anfitrión y su vecino el rey Tespio, llamado también Testio, el erectida ateniense. El león tenía otra guarida en el monte Helicón, al pie del cual se halla la ciudad de Tespias. El Helicón ha sido siempre una montaña alegre: los habitantes de Tespias celebran en su cumbre un antiguo festival en honor de las Musas y realizan juegos amorosos a su pie alrededor de la estatua de Eros, su patrono[201].

b. El rey Tespio tenía cincuenta hijas de su esposa Megamede, hija de Arneo, tan alegre como cualquier habitante de Tespias. Temiendo que pudieran contraer matrimonios inapropiados, decidió que cada una de ellas tuviera un hijo con Heracles, que entonces se dedicaba durante todo el día a la caza del león, pues Heracles se alojó en Tespias durante cincuenta noches seguidas. «Puedes tener a mi hija mayor Procris como tu compañera de lecho», le dijo Tespio hospitalariamente. Pero cada noche visitaba otra de sus hijas a Heracles, hasta que se acostó con todas. Algunos dicen, no obstante, que las gozó a todas en una sola noche, con excepción de una, que rechazó sus abrazos y permaneció virgen hasta su muerte, actuando como su sacerdotisa en el altar de Tespias; pues hasta el presente se exige a la sacerdotisa tespiana que sea casta. Pero Heracles había engendrado a cincuenta y un hijos con sus hermanas, pues Procris, la mayor, le dio dos mellizos, Antileonte e Hipeo, y la hermana menor otra pareja[202].

c. Cuando por fin descubrió al león y lo mató con una clava sin adornos cortada de un acebuche que desarraigó en el monte Helicón, Heracles se vistió con la piel del animal y se puso como yelmo sus fauces abiertas. Sin embargo, algunos dicen que llevaba la piel del león de Nemea o de otro animal que mató en Teumeso, cerca de Tebas, y que fue Alcátoo quien mató al león de Citerón[203].

1.      Las cincuenta hijas de Tespio —como las cincuenta danaides, palántidas y nereidas, o las cincuenta doncellas con las que el dios celta Bran (Foroneo) se acostó en una sola noche— tiene que haber sido un colegio de sacerdotisas al servicio de la diosa Luna, a las que el rey sagrado cubierto con piel de león tenía acceso una vez al año durante sus orgías eróticas alrededor del falo de piedra llamado Eros («deseo erótico»). Su número correspondía al de las lunaciones que se daban entre un festival olímpico y el siguiente. «Testio» es quizás una masculinización de thea hestia, «la diosa Hestia»; pero Tespio («que suena divinamente») no es un nombre imposible, pues la suma sacerdotisa tenía una función oracular.

2.      Higinio (Fábula 162) menciona sólo doce tespíadas, quizá porque ése era el número de las vestales latinas que guardaban el Paladión fálico y que parecen haber celebrado una orgía anual análoga en el monte Albano, bajo la monarquía romana primitiva.

3.      Tanto la menor como la mayor de las hijas de Tespio dieron mellizos a Heracles; es decir, un rey sagrado y su heredero. Los mitógrafos se muestran confusos al respecto y tratan de conciliar la tradición anterior de que Heracles se casó con la hija menor —últimogenitura matrilineal— con los derechos de primogenitura patrilineales. Heracles, en la leyenda clásica, es una figura patrilineal; con la dudosa excepción de Macaría (véase 146.h) no engendra hija alguna. 8u sacerdotisa Virgen de Tespias, como la Pitonisa de Apolo en Delfos, sé convirtió teóricamente en su novia cuando obtuvo la facultad profética y, en consecuencia, no podía po seerla ningún marido mortal.

4.      Pausanias, a quien desagrada este mito, dice que Heracles no pudo haber deshonrado a su huésped con esa seducción al por mayor de las tespíadas, ni haberse dedicado a sí mismo un templo, como si fuera un dios, en una época tan temprana de su vida, y, en consecuencia, se niega a identificar al rey de Tespias con el padre de las tespíadas. La muerte de un león era una de las tareas matrimoniales que se imponían al candidato a la dignidad de rey (véase 123.j).

5.      Heracles hizo su clava con un acebuche, el árbol del primer mes, utilizado tradicionalmente para la expulsión de los malos espíritus (véase 52.3, 89.7, 119.2, etc.).


121.  ERGINO


a. Algunos años antes de estos acontecimientos, durante el festival de Posidón en Onquesto, un incidente trivial molestó a los tebanos, y con ese motivo el auriga de Meneceo arrojó una piedra que hirió mortalmente al rey minia Clímeno. Éste fue conducido moribundo, a Orcómeno, donde, al morir, encargó a sus hijos que le vengaran. El mayor de ellos, Ergino, cuya madre era la princesa beoda Budea, o Búcige, reunió un ejército, marchó sobre los tebanos y los derrotó por completo. Según las estipulaciones de un tratado que confirmaron con sus juramentos, los tebanos debían pagar a Ergino un tributo -anual de cien reses vacunas durante veinte años como pena por la muerte de Clímeno[204].

b. Heracles, a su regreso del Helicón, se encontró con los heraldos minias que iban a recoger el tributo tebano. Cuando les preguntó cuál era su misión le contestaron desdeñosamente que iban una vez más a recordar a los tebanos la clemencia de Ergino al no haber cortado las orejas, la nariz y las manos a todos los hombres de la ciudad. «¿Desea realmente Ergino ese tributo?», les preguntó airadamente Heracles. Acto seguido mutiló a los heraldos de la manera que habían descrito y los envió de vuelta a Orcómeno con sus órganos ensangrentados atados con cuerdas alrededor del cuello[205].

c. Cuando Ergino ordenó al rey Creonte de Tebas que entregara al autor de ese ultraje, éste se mostró totalmente dispuesto a obedecer, porque los minias habían desarmado a Tebas, y además no podía esperar la intervención amistosa de ningún vecino en tan mala causa. Pero Heracles persuadió a sus juveniles compañeros para que luchasen en favor de la libertad. Recorrió los templos de la ciudad y se apoderó de todos los escudos, yelmos, petos, grebas, espadas y lanzas dedicados a ellos como botín. Atenea, admirando grandemente tal resolución, concedió esas armas a él y sus amigos. Así armó Heracles a todos los tebanos en edad de luchar, les enseñó a emplear sus armas y asumió personalmente el mando. Un oráculo le prometió la victoria si la persona de mayor alcurnia de Tebas se quitaba la vida. Todos los ojos se volvieron expectativamente hacia Antípeno, descendiente de los Hombres Sembrados, pero cuando se mostró renuente a morir por el bien común, sus hijas Androclea y Alcis lo hicieron de buen grado en su lugar, y en adelante fueron honradas como heroínas en el templo de Ártemis Famosa[206].

d. Poco después los minias marcharon sobre Tebas, pero Heracles les tendió una emboscada en un paso estrecho y mató a Ergino y a la mayoría de sus capitanes. Esta victoria, ganada casi sin ayuda, la explotó cayendo súbitamente sobre Orcómeno, cuyas puertas derribó, saqueando luego el palacio y obligando a los minias a pagar un doble tributo a Tebas. Heracles había cerrado además los dos grandes túneles que habían construido los minias en la antigüedad y por los que el río Cefiso desembocaba en el mar inundando así las ricas tierras de cereales de la llanura copaica[207]. Su propósito era inmovilizar a la caballería de los minias, su arma más formidable, y llevar la guerra a las montañas, donde podía luchar con ellos en igualdad de condiciones, pero como era amigo de todo la humanidad, posteriormente volvió a abrir los túneles. El templo de Heracles Atador de Caballos en Tebas conmemora un episodio de esta campaña: Heracles penetró de noche en el campamento minia, y despues de robar los caballos de los carros, a los que ató a árboles a una gran distancia, dio muerte a los soldados dormidos. Por desgracia, Anfitrión, su padre adoptivo, murió en el combate[208].

e. Cuando regresó a Tebas, Heracles dedicó un altar a Zeus Preservador; un león de piedra a Artemis Famosa, y dos imágenes de piedra a Atenea Ceñidora de Armas. Como los dioses no habían castigado a Heracles por haber maltratado a los heraldos de Ergino, los tebanos se atrevieron a honrarle con una estatua, llamada Heracles Cortador de Narices[209].

f. Según otra versión, Ergino sobrevivió a la derrota de los minias y fue uno de los argonautas que volvieron de Cólquide con el Vellocino de Oro. Después de pasar muchos años recuperando su anterior prosperidad, se encontró rico, ciertamente, pero viejo y sin hijos. Un oráculo le aconsejó que pusiera un zapato nuevo en la reja del arado destartalado y él interpretó el consejo casándose con una esposa joven que le dio a Trofonio y Agamedes, los célebres arquitectos, y a Aceo[210].

1.      La manera como trata Heracles a los heraldos minias es tan vil —pues a la persona de un heraldo se la considera universalmente sacrosanta cualquiera que sea la insolencia con que actúe— que en este caso tiene que representar a los conquistadores dorios de 1050 a. de C, quienes hacían caso omiso de todas las costumbres civilizadas.

2.      Según Estrabón (ix.2.18) ciertos canales de piedra caliza naturales por los que corrían las aguas del Cefiso quedaban bloqueados a veces y otras abiertos por los terremotos; pero con el tiempo toda la llanura Copaica se convirtió en un pantano, a pesar de dos grandes túneles que habían abierto los minias de la edad de bronce —pelasgos minoizados— para hacer más eficaces los canales naturales. Sir James Frazer, quien hizo una visita a la llanura hace unos cincuenta años, descubrió que tres de los canales habían sido cerrados artificialmente con piedras en la antigüedad, quizá por los tebanos que destruyeron Orcómeno en 368 a. de C., pasaron a cuchillo a todos los habitantes varones y vendieron a las mujeres como esclavas (Pausanias: ix.15.3). Recientemente una compañía británica ha desecado los pantanos y devuelto la llanura a la agricultura.

3.      Cuando la ciudad de Tebas se hallaba en peligro (véase 105.i y 106.j) el oráculo tebano exigía con frecuencia un pharmacos regio, pero sólo en una sociedad completamente patriarcal se habrían arrojado a la muerte Androclea y Alcis. Sus nombres, como los de las hijas de Erecteo, de las que se dice que se sacrificaron del mismo modo (véase 47.d), parecen ser títulos de Deméter y Perséfone, quienes exigían sacrificios de varones. Parecería que dos princesas «pagaron la pena en vez de» el rey sagrado —al que más tarde se le dio el nuevo nombre de Antípeno—, quien se negó a seguir el ejemplo de Meneceo. En este sentido la Esfinge saltó desde el risco y murió destrozada (vase 105.6).

4.      «Heracles Atador de Caballos» puede referirse a su captura de las yeguas salvajes de Diomedes y todo lo que implicaba esta hazaña (véase 130.1).

5.      Atenea Cefiidora de Armas era la Atenea primitiva que distribuía armas a sus hijos predilectos; en los mitos celtas y germanos la entrega de armas es una prerrogativa matriarcal ejercida oportunamente en un casamiento sagrado (véase 95.j).


122.  LA LOCURA DE HERACLES


a. La derrota de los minias por Heracles lo convirtió en el más famoso de los héroes; y su recompensa fue casarse con la hija mayor del rey Creonte, Megara o Megera, y que se le designase protector de la ciudad; en tanto que Ificles se casó con la hija menor. Algunos dicen que Heracles tuvo dos hijos con Megara, otros que tuvo tres, cuatro y hasta ocho. Se los llama los Alcides[211].

b. Heracles venció luego a Pirecmes, rey de los eubeos, aliado de los minias, cuando marchó sobre Tebas; y difundió el terror en toda Grecia ordenando que su cuerpo fuera dividido por unos potros y abandonado sin enterrarlo junto al río Heracleo, en un lugar llamado los Potros de Pirecmes, que produce un eco como de relincho cuando beben allí los caballos[212].

c. Hera, ofendida por los excesos de Heracles, lo enloqueció. En primer lugar atacó a su querido sobrino Yolao, el hijo mayor de Ificles, quien consiguió escapar a sus violentas arremetidas; y luego, tomando por enemigos a seis de sus propios hijos, los mató y arrojó sus cuerpos al fuego, juntamente con otros dos hijos de Ificles con quienes realizaban ejercicios militares. Los tebanos celebran un festival anual en honor de las ocho víctimas. El primer día ofrecen sacrificios y arden fogatas durante toda la noche; el segundo día se realizan juegos fúnebres y al vencedor se le corona con mirto blanco. Los celebrantes se lamentan recordando el brillante futuro que estaba reservado a los hijos de Heracles. Uno iba a gobernar en Argos, ocupando el palacio de Euristeo, y Heracles le había puesto en los hombros su piel de león; otro iba a ser rey de Tebas y Heracles le había puesto en la mano derecha la maza de defensa, don engañoso de Dédalo; a un tercero se le había prometido Ecalia, que Heracles asoló posteriormente; y para todos ellos se habían elegido las novias más selectas que significaban alianzas con Atenas, Tebas y Esparta. Heracles quería tanto a esos hijos que muchos niegan su delito y prefieren creer que fueron muertos a traición por sus huéspedes; por Lico quizá, o, como ha sugerido Sócrates, por Augías[213].

d. Cuando Heracles recobró la razón se encerró en una habitación oscura durante varios días, evitando toda comunicación con seres humanos y, después de ser purificado por el rey Tespio, fue a Delfos, para preguntar qué debía hacer. La Pitonisa, dirigiéndose a él por primera vez como Heracles y no como Palemón, le aconsejó que residiera en Tirinto, sirviera a Euristeo durante doce años y realizara los trabajos que le impusiese, en compensación por lo cual se le concedería la inmortalidad. Al oír esto, Heracles se sumió en una profunda desesperación, pues aborrecía servir a un hombre al que consideraba muy inferior a él, pero temía oponerse a la voluntad de su padre Zeus. Muchos amigos acudieron a consolarle en su angustia, y por fin, cuando el transcurso del tiempo había aliviado algo su dolor, se puso a disposición de Euristeo[214].

e. Sin embargo, algunos sostienen que Heracles no se volvió loco hasta su regreso del Tártaro; que mató a sus hijos; que mató también a Megara y que la Pitonisa le dijo entonces: «¡En adelante ya no te llamarás Palemón! ¡Febo Apolo te llama Heracles, pues por Hera gozarás de una fama imperecedera entre los hombres», como si le hubiera hecho a Hera un gran servicio. Otros dicen que Heracles era amante de Euristeo y que realizó los doce trabajos para complacerle, y otros aún que se comprometió a realizarlos con la condición de que Euristeo anulase la sentencia de destierro dictada contra Anfitrión.

f. Se ha dicho que cuando Heracles salió para realizar sus trabajos Hermes le dio una espada, Apolo un arco y flechas bien afiladas, adornadas con plumas de águila, Hefesto un peto de oro y Atenea una túnica. O que Atenea le dio el peto y Hefesto las grebas de bronce y un yelmo adamantino. Se añade que Atenea y Hefesto rivalizaban entre ambos para beneficiar a Heracles; ella le dio goces y placeres pacíficos, y él protección contra los peligros de la guerra. El regalo de Posidón fue un tiro de caballos; el de Zeus un escudo magnífico e impenetrable. Muchas eran las fábulas grabadas en el escudo en esmalte, marfil, electro, oro y lapislázuli; además, doce cabezas de serpiente grabadas alrededor del tachón entrechocaban sus mandíbulas siempre que Heracles se lanzaba a la batalla y aterraban a sus adversarios[215]. La verdad, no obstante, es que Heracles desdeñaba la armadura y, después de su primer trabajo, rara vez llevaba ni siquiera una lanza, y confiaba más bien en la clava, el arco y las flechas. Utilizaba poco la clava con punta de bronce que le había dado Hefesto y prefirió las que él mismo cortó de olivos silvestres, primeramente en el Helicón y luego en Nemea. A esta segunda clava la reemplazó posteriormente con una tercera, también de acebuche, en la costa del mar Sarónico; fue la clava que cuando visitó Trecén apoyó contra la imagen de Hermes. Echó raíces, brotó y es ahora un árbol majestuoso[216].

g. Su sobrino Yolao participó en los trabajos como su auriga o escudero[217].

1.      La locura era la excusa griega clásica por el sacrificio de los niños (véase 27.e y 70.g); la verdad es que los niños que sustituían al rey sagrado (véase 42.2, 81.8 y 156.2) eran quemados vivos después de que él hubiese permanecido escondido durante veinticuatro horas en una tumba, simulando estar muerto, y reapareciendo luego para reclamar el trono una vez más.

2.      La muerte de Pirecmes, partido en dos por caballos salvajes, resulta familiar (véase 71.1). El título Palemón de Heracles lo identifica con Melicertes de Corinto, quien fue divinizado con ese nombre; Melicertes es Melkarth, el Señor de la Ciudad, el Heracles tirio. Los ocho alcideos parecen haber sido miembros de un grupo que bailaba con espadas y cuya actuación, como la de los ocho que bailaban la danza morisca en la Comedia de la Navidad inglesa, terminaba con la resurrección de la víctima. El mirto era el árbol del decimotercer mes de veintiocho días y simbolizaba la partida; el acebuche, el árbol del primer mes, simbolizaba el comienzo (véase 119.2). Los ocho hijos de Electrión (véase 118.a) pueden haber formado un grupo análogo en Micenas.

3.      Las relaciones homosexuales de Heracles con Hilas, Yolao y Euristeo y las descripciones de su lujosa armadura tienen por finalidad justificar la costumbre militar tebana. En el mito original habría amado a la hija de Euristeo y no a Euristeo mismo. Sus Doce Trabajos, según señala Servio, fueron finalmente considerados equivalentes a los doce signos del Zodíaco, aunque Homero y Hesíodo no dicen que fueran doce, ni la serie de los trabajos corresponde a la de los signos. Como el Dios del Año celta, celebrado en la Canción de Amergin irlandesa, el Heracles pelasgo parece haber hecho un curso a lo largo de un año de trece meses. En el mito irlandés y gales los emblemas sucesivos eran: ciervo o toro, diluvio, viento, gotas de rocío, halcón, flor, fogata, lanza, salmón, colina, jabalí, rompiente, sierpe marina. Pero las aventuras de Gilgamesh en la epopeya babilonia se relacionan con los signos del zodíaco y el Heracles tirio tenía mucho en común con él. A pesar de Homero y Hesíodo, las escenas representadas en los escudos antiguos no parecen haber sido obras de arte deslumbradoras, sino toscos pictogramas que indicaban el origen y la categoría del propietario, rayados a lo largo de la faja en espiral que revestía cada escudo.

4.      La ocasión en que los doce olímpicos hicieron regalos a Heracles fue sin duda su casamiento sagrado, y todos ellos debió entregárselos su novia sacerdotisa, Atenea, Auge, Yole o comoquiera que fuera su nombre, directamente o por medio de sus ayudantes (véase 81.1). Se armaba aquí a Heracles para sus trabajos, es decir, para sus combates rituales y sus hazañas mágicas.




123.  EL PRIMER TRABAJO: EL LEÓN DE NEMEA


a. El primer trabajo que impuso Euristeo a Heracles cuando fue a residir en Tirinto fue el de matar y desollar al león de Nemea o de Cleonas, una fiera enorme con una piel a prueba del hierro, el bronce y la piedra[218].

b. Aunque algunos dicen que este león descendía de Tifón, o de la Quimera y el perro Ortro, otros dicen que Selene lo parió con un estremecimiento espantoso y lo dejó caer en la tierra sobre el monte Treto, cerca de Nemea, junto a una cueva de dos bocas; y que, como castigo por un sacrificio no realizado, hizo que devorara a su propia gente, y los que más sufrieron fueron los bambineanos[219].

c. Otros dicen que, por deseo de Hera, Selene creó al león con espuma de mar encerrada en un gran cofre, y que Iris lo ató con su ceñidor y lo llevó a las montañas nemeas. Éstas se llamaban así por el nombre de una hija de Asopo, o de Zeus y Selene; y todavía se muestra la cueva del león a unos tres kilómetros de la ciudad de Nemea[220].

d. Al llegar a Cleonas, entre Corinto y Argos, Heracles se alojó en la casa de un peón o pastor llamado Molorco, a cuyo hijo había matado el león. Cuando Molorco se disponía a ofrecer un carnero para propiciar a Hera, Heracles se lo impidió. «Espera treinta días —le dijo—. Si vuelvo a salvo, sacrifícalo a Zeus Salvador; si no vuelvo, ¡sacrifícamelo a mí como héroe!»

e. Heracles llegó a Nemea al mediodía, pero como el león había despoblado a la vecindad, no encontró a nadie que lo orientase, ni se veían rastros de la fiera. Primeramente registró el monte Apesas, llamado así por Apesanto, un pastor al que había matado el león; aunque algunos dicen que Apesanto era un hijo de Acrisio, quien murió por haberle mordido una serpiente en el talón. Luego Heracles fue al monte Treto y al poco tiempo divisó al león que volvía a su guarida, salpicado con la sangre de la matanza del día[221]. Le lanzó una andanada de flechas, pero rebotaron en la espesa piel sin hacerle daño y el león se lamió las quijadas y bostezó. Luego Heracles utilizó la espada, que se dobló como si hubiera sido de plomo; finalmente levantó la clava y descargó con ella tal golpe contra el león en el hocico que el animal se introdujo en su cueva de doble boca sacudiendo la cabeza, no a causa del dolor, sin embargo, sino porque le zumbaban los oídos. Heracles, lanzando una triste mirada a su clava rota, cubrió con una red una de las entradas de la cueva y se introdujo en ella por la otra. Habiéndose dado cuenta de que el monstruo era inmune a todas las armas, se puso a luchar con él a brazo partido. El león le arrancó un dedo de un mordisco, pero, tomando su cabeza debajo del brazo, Heracles lo apretó hasta estrangularlo[222].

f. Llevando el cuerpo de la fiera en los hombros, Heracles volvió a Cleonas, adonde llegó al cabo de treinta días, y encontró a Molorco a punto de ofrecerle un sacrificio de héroe; en su lugar, ofrecieron juntos un sacrificio a Zeus Salvador. Una vez hecho eso, Heracles se cortó una nueva clava y, después de introducir varias modificaciones en los Juegos Nemeos que hasta entonces se celebraban en honor de Ofeltes, y de dedicarlos en cambio a Zeus, llevó el cuerpo del león a Micenas. Euristeo, pasmado y aterrado le prohibió volver a entrar en la ciudad; en el futuro debía exhibir los frutos de sus trabajos fuera de las puertas[223].

g. Durante un tiempo Heracles se quedó perplejo, sin saber cómo desollar al león, hasta que por inspiración divina se le ocurrió emplear las propias garras del animal, afiladas como navajas, y no tardó en poder llevar la piel invulnerable como armadura y la cabeza como yelmo. Entre tanto, Euristeo ordenó a sus herreros que le forjaran una urna de bronce, que ocultó bajo la tierra. En adelante, cada vez que le anunciaban la llegada de Heracles se refugiaba en esa urna y enviaba sus órdenes por medio de un heraldo, un hijo de Pélope llamado Copreo a quien había purificado de un asesinato[224].

h. Los honores que recibió Heracles de la ciudad de Nemea en agradecimiento por su hazaña los cedió posteriormente a sus fieles aliados de Cleonas, que lucharon a su lado en la guerra de Elea, donde murieron trescientos sesenta. En cuanto a Molorco, fundó la ciudad vecina de Molorquia, y plantó el Bosque Ñemeo, donde se realizan los Juegos Nemeos[225].

i. Heracles no fue el único hombre que estranguló a un león en aquella época. Realizó la misma hazaña su amigo Filio como la primera de las tres tareas amorosas que le impuso Cicno, un hijo de Apolo e Hiria. Filio también tuvo que apresar vivas a varias aves monstruosas devoradoras de hombres, parecidas a los buitres, y después de luchar a brazo partido con un toro feroz, llevarlo al altar de Zeus. Una vez realizados los tres trabajos. Cicno exigió además un buey que Filio había ganado como premio en ciertos juegos fúnebres. Heracles aconsejó a Filio que se negase a hacer eso y le instó a que llegase a un acuerdo con Cicno, quien, desesperado, se arrojó a un lago, que desde entonces se llamó el lago cicneano. Su madre Hiria se mató del mismo modo y ambos fueron transformados en cisnes[226].

1.      El combate ritual del rey sagrado con fieras forma una parte corriente del ritual de la coronación en Grecia, Asia Menor, Babilonia y Siria, en el que cada animal representaba una estación del año. Su número variaba según el calendario. En un año de tres estaciones consistían, como la Quimera, en el león, la cabra y la serpiente (véase 75.2), y de aquí la afirmación de que el león de Citerón era hijo de la Quimera y de Ortro, o sea Sirio (véase 34.j); o de toro, león y serpiente, que eran los cambios estacionales de Dioniso (véase 27.4), según las Bacantes de Eurípides; o el león, el caballo y el perro, como las cabezas de Hécate (véase 31.7). Pero en un año de cuatro estaciones habrán sido el toro, el carnero, el león y la serpiente, como las cabezas de Panes (véase 2.b) descritas en el Fragmento Órfico 63; o el toro, el león, el águila y el serafín, como en la visión de Ezequiel (Ezequiel i); o, más sencillamente, el toro, el león, el escorpión y la hidra, los cuatro signos del Zodíaco, que caían en los equinoccios y solsticios. Estos cuatro últimos parecen ser, a juzgar por los trabajos primero, cuarto, séptimo y undécimo, los animales con los que luchó Heracles; aunque el jabalí ha reemplazado al escorpión, pues éste sólo se conserva en la fábula de Orion, otro Heracles, a quien se le ofreció una princesa en matrimonio si mataba a ciertas fieras (véase 4l.a-d). La misma situación se repite en la fábula de Cicno y Filio —con su rara sustitución de la serpiente por buitres—, aunque Ovidio y Antoninus Liberalis le han impuesto un rasgo homosexual. Teóricamente, al domar a esos animales el rey obtenía el dominio de las estaciones del año regidas por ellos. En Tebas, la ciudad natal de Heracles, la diosa Esfinge gobernaba un año de dos estaciones; era una leona con alas y cola de serpiente (véase 105.3); de aquí que él llevara piel y máscara de león, más bien que una máscara de toro como Minos (véase 98.2). El león aparecía con los otros animales del calendario en el arco de la luna nueva, una ilustración que, según parece, dio origen a la fábula de Noé y el Diluvio y a la de Dioniso y los piratas (véase 27.5); de aquí que se dijera que lo creó Selene («la Luna»).

2.      Focio niega que Heracles perdiera un dedo en la lucha con el león; Tolomeo Hefestiono dice (Nova Historia ii) que le envenenó una pastinaca (véase 171.3). Pero es más probable que él mismo se lo arrancase de un mordisco para aplacar a las ánimas de sus hijos, como hizo Orestes cuando le perseguían las Erinias de su madre. Otra cueva de dos bocas se menciona incidentalmente en la Odisea xiii.103 y ss., como una cerca de la cual Odiseo durmió por primera vez a su regreso a Itaca frente a la bahía de Forcis. Su entrada septentrional era para los hombres y la meridional para los dioses; y contenía jarrones de dos asas utilizados como colmenas, jofainas de piedra y abundante agua de manantial. Había también telares de piedra (¿estalactitas?) en los que las náyades tejían telas de púrpura. Si Porfirio (Sobre la Cueva de las Ninfas) estaba en lo cierto al decir que en esta cueva se practicaban los ritos de la muerte y el renacimiento divino, las jofainas servían para la sangre y el agua para la lustración. Las tinajas serían en ese caso urnas para la inhumación sobre las que las almas revoloteaban como abejas (véase 90.3) y las Náyades (hijas del dios de la Muerte Forcis u Orco) serían las Parcas que tejían vestimentas con las marcas del clan regio para que se las pusiera el renacido (véase 10.i). La cueva del león de Nemea tiene dos bocas porque este primer trabajo inició el viaje de Heracles hacia su muerte ritual, después de la cual se hace inmortal y se casa con la diosa Hebe.

3.      La muerte de trescientos sesenta cleonianos indica un misterio del calendario, pues éste es el número de días del año sagrado egipcio, excluyendo a los cinco separados en honor de Osiris, Isis, Nephthys, Set y Horus. Las modificaciones que hizo Heracles en los Juegos Nemeos pueden haber implicado un cambio en el calendario local.

4.      Si el rey de Micenas, como el enemigo de Orion, Enopio de Hiria (véase 41.c), se refugió en una urna de bronce bajo tierra y salió de ella sólo después de haber pasado el peligro, sin duda simulaba anualmente una muerte mientras su sustituto reinaba durante un día, y luego reaparecía. Los hijos de Heracles figuraban entre esos sustitutos (véase 122.l).

5.      Apesanto era uno de varios héroes primitivos a los que había mordido una víbora en el talón (véase 177.1). Se le puede identificar con Ofeltes (véase 106.g) de Nemea, aunque no se dice qué parte del cuerpo de Ofeltes mordió la serpiente.


124.  EL SEGUNDO TRABAJO: LA HIDRA DE LERNA


a. El segundo trabajo impuesto por Euristeo fue la muerte de la Hidra de Lerna, un monstruo nacido de Tifón y Equidna y criado por Hera como una amenaza para Heracles[227].

b. Lerna se halla junto al mar, a unos ocho kilómetros de la ciudad de Argos. Al oeste se alza el monte Pontino, con su bosque sagrado de plátanos que se extiende hasta el mar. En este bosque, limitado en un lado por el río Pontino —junto al cual Dánao dedicó un altar a Atenea— y el otro por el río Amimone se hallan las imágenes de Deméter, Dioniso el Salvador y Prosimna, una de las nodrizas de Hera; y en la costa una imagen de piedra de Afrodita, dedicada por las Danaides. Todos
los años se realizan en Lerna ritos nocturnos secretos en honor de Dioniso, quien descendió al Tártaro en este lugar cuando fue en busca de Sémele; y no lejos de allí se celebran los misterios de la Deméter lernea en un recinto que señala el lugar donde Hades y Perséfone descendieron también al Tártaro[228].

c. Este distrito fértil y sagrado estuvo en un tiempo aterrorizado por la Hidra, que tenía su guarida bajo un plátano en la fuente séptuple del río Amimona y frecuentaba el insondable pantano lerneo de las cercanías —recientemente el emperador Nerón trató de sondearlo y fracasó—, tumba de muchos viajeros incautos[229]. La Hidra tenía un cuerpo prodigioso parecido al del perro, y ocho o nueve cabezas serpentinas, una de ellas inmortal; pero algunos le atribuyen cincuenta, o un centenar, o inclusive diez mil cabezas. De todos modos era tan venenosa que su solo aliento, o el olor de su rastro, podía destruir la vida[230].

d. Atenea había reflexionado acerca de cómo Heracles podía matar mejor al monstruo y, cuando él llegó a Lerna, conducido en su carro por Yolao, le indicó dónde estaba la guarida de la Hidra. Por consejo de la diosa, obligó a la Hidra a salir arrojándole flechas ardientes y luego contuvo el aliento mientras la atrapaba. Pero el monstruo se le enroscó en los pies, en un esfuerzo para hacerlo caer. En vano le golpeaba Heracles las cabezas con su clava, pues tan pronto como aplastaba una surgían dos o tres en su lugar[231].

e. Un enorme cangrejo salió del pantano para ayudar a la Hidra y mordió a Heracles en el pie; Heracles le aplastó furiosamente la concha y gritó pidiendo la ayuda de Yolao. Yolao incendió una parte del bosque y luego, para impedir que brotaran nuevas cabezas a la Hidra, chamuscó sus raíces con ramas ardientes y así contuvo el flujo de la sangre[232].

f. Utilizando una espada, o una cimitarra de oro, Heracles cortó la cabeza inmortal, parte de la cual era de oro, y la enterró, todavía silbante, bajo una pesada roca junto al camino que conducía a Elco. Le sacó las entrañas al cadáver y empapó sus flechas en la bilis. En adelante la menor herida causada por una de ellas era invariablemente mortal.

g. En recompensa por los servicios del cangrejo, Hera puso su imagen entre los doce signos del Zodíaco; pero Euristeo no quiso contar este trabajo como realizado debidamente, porque Yolao había proporcionado las teas[233].

1.      La Hidra de Lerna tenía perplejos a los mitógrafos clásicos. Pausanias sostenía que podía haber sido muy bien una serpiente de agua gigantesca y venenosa; pero que «Pisandro fue el primero que dijo que tenía muchas cabezas, pues quería que pareciera más aterradora y, al mismo tiempo, aumentar la dignidad de sus propios versos» (Pausanias: ii.37.4). Según el evemerístico Servio (sobre la Eneida de Virgilio vi.287), la Hidra era un manantial de ríos subterráneos que solían irrumpir al exterior e inundar el territorio; si uno de sus numerosos cauces quedaba cerrado, el agua surgía por otra parte, por lo que Heracles primeramente utilizó el fuego para secar la tierra y luego cerró los cauces.

2.      En la versión anterior de este mito Heracles, como aspirante a la dignidad de rey, es probable que luchara sucesivamente con un toro, un león y un jabalí o escorpión, y luego se sumergiera en un lago para conseguir el oro del monstruo acuático que vivía en su fondo. Jasón tuvo que realizar trabajos muy parecidos y el papel de ayudante desempeñado por Medea se atribuye en este mito a Atenea, como futura novia de Heracles. Aunque la Hidra recuerda a la serpiente marina que Perseo mató con una cimitarra de oro, o sea, la hoz de la luna nueva, era un monstruo de agua dulce, como la mayoría de los mencionados por los mitógrafos irlandeses y galeses —piastres o avancs (véase 148.5)— y como el que se describe en el epíteto homérico para Lacedemón, a saber, cetoessa «del monstruo acuático», que sin duda frecuentaba algún charco profundo del Eurotas (véase 125.3). El cuerpo parecido al del perro es una reminiscencia del monstruo marino Escila (véase 16.2) y de un monstruo de siete cabezas (en un sello cilindrico babilonio posterior) que mata el héroe Gilgamesh. Los astrólogos han introducido al cangrejo en la fábula para hacer que los Doce Trabajos de Heracles correspondan con los Signos del Zodíaco, pero propiamente debía haber figurado en su lucha con el león de Nemea, el siguiente signo.

3.      Este mito ritual se ha unido al de las Danaidas, que eran las antiguas sacerdotisas acuáticas de Lerna. El número de cabezas atribuido a la Hidra varía inteligiblemente: como un colegio de sacerdotisas, tenía cincuenta cabezas; como el pulpo sagrado, disfraz adoptado por Tetis —quien también tenía un colegio de cincuenta sacerdotisas (véase 81.l)—, tenía ocho brazos serpentinos que terminaban en cabezas, y otra cabeza en el tronco, que en conjunto hacían nueve en honor de la diosa Luna; cien cabezas sugieren las centurias o grupos de guerra, que irrumpieron en Argos desde Lerna; y diez mil es un embellecimiento típico de Eurípides, quien tenía poca conciencia como mitógrafo. En las monedas griegas la Hidra tiene habitualmente siete cabezas: sin duda una referencia a los siete desagües del río Amimone.

4.      La destrucción de la Hidra por Heracles parece referirse a un acontecimiento histórico: la tentativa de suprimir los ritos de la fertilidad en Lerna. Pero nuevas sacerdotisas aparecían siempre en el bosque de plátanos —el plátano indica la influencia religiosa cretense, lo mismo que el pulpo- hasta que los aqueos, o quizás los dorios, lo incendiaron. Es evidente que originalmente Deméter formaba una tríada con Hécate como Anciana, llamada aquí Prosimna, «dirigida con himnos», y Perséfone la Doncella; pero la Sémele de Dioniso (véase 27 .k) desalojó a Perséfone. Existía en la costa un culto aparte a Afrodita-Tetis.


125.  EL TERCER TRABAJO: LA CIERVA DE CERINIA


a. El tercer trabajo de Heracles consistió en apoderarse de la Cierva de Cerinia y llevarla viva de Énoe a Micenas. Este animal veloz y moteado tenía patas de bronce y cuernos de oro como los de un ciervo, por lo que algunos dicen que era un ciervo[234]. Estaba consagrada a Artemis, quien, cuando era niña, vio cinco ciervas, más grandes que toros, paciendo en las orillas del río tesalio de guijarros negros llamado el Anauro, al pie de los Mintes Parrasios; el sol centelleaba en sus cuernos. Corriendo en su persecución, se apoderó de cuatro de ellas, una tras otra, con sus propias manos, y las unció a su carro; la quinta huyó a través del río Celadón a la Colina Cerinia, tal como había previsto Hera, quien ya pensaba en los trabajos de Heracles. Según otra versión, esta cierva era un monstruo indómito que solía hacer estragos en los campos y al que Heracles, tras una dura lucha, sacrificó a Artemis en la cumbre del monte Artemisio[235].

b. Poco dispuesto a matar o herir a la cierva, Heracles realizó este trabajo sin ejercer la menor fuerza. La persiguió incansablemente durante todo un año, y esa cacería lo llevó hasta Istria y el País de los Hiperbóreos. Cuando, agotada por fin, la cierva se refugió en el monte Artemisio, y desde allí descendió al río Ladón, Heracles disparó una flecha con la que le sujetó las patas delanteras haciéndola pasar entre el hueso y el tendón sin derramar sangre. Luego la recogió, se la puso sobre los hombros y se apresuró a volver por la Arcadia a Micenas. Sin embargo, algunos dicen que empleó redes; o que siguió la pista de la cierva hasta que la encontró dormida bajo un árbol. Ártemis salió al encuentro de Heracles y le reprendió por haber maltratado a su animal sagrado, pero él alegó que le había sido necesario hacerlo y echó la culpa a Euristeo. Así aplacó la ira de la diosa, quien le dejó que llevara la cierva viva a Micenas[236].

c. Otra versión de la fábula es que esta cierva era la que la pléyade Táigete, hermana de Alcíone, había dedicado a Ártemis en agradecimiento por haberla transformado temporalmente en cierva y haber podido eludir así los abrazos de Zeus. Sin embargo, a Zeus no se le podía engañar durante mucho tiempo y tuvo con ella a Lacedemón; inmediatamente ella se ahorcó en la cumbre del monte Amicleo, que en adelante se llamó monte Taigeto. La sobrina y homónima de Táigete se casó con Lacedemón y tuvo con él a Hímero, a quien Afrodita hizo que violara sin saberlo a su hermana Cleódice, una noche de jarana promiscua. Al día siguiente, cuando supo lo que había hecho, Hímero se arrojó al río, al que a veces se denomina con su nombre, y no se le volvió a ver; pero con más frecuencia se llama al río Eurotas[237], porque el predecesor de Lacedemón, el rey Eurotas, habiendo sufrido una derrota ignominiosa por los atenienses —por no haber querido esperar a la luna llena para librar la batalla— se ahogó en sus aguas. Eurotas, hijo de Miles, el inventor de los molinos de agua, era padre de Amidas y abuelo de Jacinto y Eurídice, quien se casó con Acrisio[238].

1.        Este tercer trabajo es de una clase diferente de la mayoría de los otros. Históricamente puede referirse a la toma por los aqueos de un templo en que se adoraba a Ártemis como Elafio («parecida a la cierva»); las cuatro ciervas de su carro representan a los años de la Olimpiada y a la terminación de cada una se perseguía hasta matarla a una víctima vestida con piel de venado (véase 22.1). En todo caso se dice que Elafio fue la nodriza de Ártemis, lo que significa que era Ártemis misma (Pausanias: vi.22.II). Míticamente, sin embargo, el trabajo parece concernir a Heracles el Dáctilo (véase 52.3), identificado por los galos con Ogmius (Luciano: Heracles i), quien inventó el alfabeto Ogham y todo el saber de los bardos (véase 132.3). La caza de la cierva, o corza, simbolizaba la persecución de la Sabiduría, y se la encuentra, según la tradición mística irlandesa, refugiada bajo un manzano silvestre (Diosa Blanca, página 285). Esto explicaría por qué nadie dice, con excepción del mal informado Eurípides, que Heracles hiciera daño alguno a la corza, sino que la persiguió infatigablemente y sin interrupción, durante un año entero, hasta el País de los Hiperbóreos, expertos en esos mismos misterios. Según Pollux, a Heracles le llamaban Melón («de manzanas») porque le ofrecían manzanas probablemente en agradecimiento por su sabiduría; pero esa sabiduría la adquirió solamente con la muerte, y su persecución de la cierva, como su visita al Jardín de las Hespérides, fue en realidad un viaje al Paraíso celta. Zeus había perseguido también a Táigete, que era hija de Atlante, en consecuencia un personaje no helénico.

2.        En Europa solamente el reno tiene cuernos, y noticias acerca de ellos pueden haber llegado desde el Báltico por la Ruta del Ámbar; el reno, a diferencia de los otros venados, puede naturalmente ser uncido a un carro.

3.        El ahogamiento del hijo de Táigete, Hímero, y de su suegro Eurotas, sugiere que a los reyes primitivos de Esparta se los sacrificaba habitualmente al monstruo acuático Eurotas, arrojándolos, envueltos en ramas, a un estanque profundo. Así se hizo, al parecer, con Tántalo (véase 108.3), otro hijo de Táigete (Higinio: Fábula 82). Lacedemón significa «demonio del lago» (véase 124.2) y Laconia es el dominio de Lacona («dama del lago»), cuya imagen fue rescatada de los invasores dorios por un tal Préugenes y llevada a Pairas en Acaya (Pausanias: vii.20.4). Las metamorfosis de Táigete parecen basarse en que los conquistadores aqueos de Esparta se llamaban a sí mismos Zeus y a sus esposas Hera. Cuando Hera llegó a ser adorada como vaca, el culto lélege de Artemis Corza fue suprimido. Quizá se celebrara un casamiento ritual entre Zeus como toro y Hera como vaca, lo mismo que en Creta (véase 90.7).

4.        Noches de jarana promiscua se realizaban en varios Estados griegos (véase 44.a) y durante las fiestas Albanas en Roma; era una concesión a las costumbres sexuales arcaicas que precedieron a la monogamia.


126.  EL CUARTO TRABAJO: EL JABALÍ DE ERIMANTO


a. El cuarto trabajo impuesto a Heracles consistió en capturar vivo al Jabalí de Erimanto, animal feroz y enorme que frecuentaba las laderas cubiertas de cipreses del monte Erimanto y los matorrales del monte Lampea en Arcadia; y hacía estragos en la región que rodeaba a Psófide[239]. El monte Erimanto se llama así por un hijo de Apolo al que había cegado Afrodita porque la había visto bañarse desnuda; Apolo se vengó transformándose en un jabalí y mató a Adonis, el amante de Afrodita. Sin embargo, la montaña está consagrada a Artemis[240].

b. Heracles, al pasar por Fóloe en su viaje al Erimanto —donde mató a Sauro[241], un bandido cruel— fue agasajado por el centauro Folo, hijo de Sileno[242] con una de las ninfas del fresno. Folo sirvió a Heracles carne asada, pero él prefería la cruda y no se atrevió a abrir el cántaro de vino comunal de los centauros hasta que Heracles le recordó que era el mismo cántaro que, cuatro generaciones antes, Dioniso había dejado en la cueva precisamente para aquella ocasión[243]. Los centauros se enojaron cuando olieron el vino fuerte. Armados con grandes rocas, abetos desarraigados, teas y hachas de carnicero, irrumpieron en la cueva de Folo. Cuando Folo se ocultó aterrado, Heracles rechazó audazmente a Aquio y Agrio, sus dos primeros atacantes, con una descarga de teas[244]. Néfele, la abuela nublosa de los centauros, hizo que cayera un fuerte chaparrón que aflojó la cuerda del arco de Heracles y dejó el piso resbaladizo. A pesar de ello Heracles se mostró digno de sus hazañas anteriores y mató a varios centauros, entre ellos a Orio e Hileo. Los otros huyeron a Malea, donde se acogieron a la protección de su rey Quirón[245], quien había sido arrojado del monte Pelión por los lapitas[246].

c. Una flecha arrojada por el arco de Heracles atravesó el brazo de Élato y se clavó temblando en la rodilla de Quirón. Apenado por el accidente sufrido por su viejo amigo, Heracles le extrajo la flecha y aunque Quirón mismo proporcionó vulnerarios para curar la herida, resultaron inútiles y se retiró gritando a la cueva; pero no podía morir, porque era inmortal. Prometeo se ofreció más tarde a aceptar la inmortalidad en su lugar y Zeus aprobó ese arreglo; pero algunos dicen que Quirón prefirió la muerte no tanto por el dolor que sufría como porque ya estaba cansado de su larga vida[247].

d. Los centauros huyeron en varias direcciones: unos con Euritión a Fóloe; otros con Neso al río Eveno; algunos al monte Malea, y otros más a Sicilia, donde los destruyeron las Sirenas. Posidón recibió a los restantes en Eleusis y los ocultó en una montaña. Entre los que Heracles mató posteriormente estaba el arcadio Hómado, que había tratado de violar a Alcíone, la hermana de Éuristeo; vengando así noblemente una ofensa inferida a un enemigo, Heracles conquistó gran fama[248].

e. Entretanto, Folo, mientras enterraba a sus parientes muertos, extrajo una de las flechas de Heracles y la examinó. «¿Cómo una criatura tan robusta pudo sucumbir por un mero rasguño?», se preguntaba. Pero la flecha se le deslizó de los dedos, le atravesó el pie y lo mató. Inmediatamente Heracles interrumpió la persecución y volvió a Fóloe, donde enterró a Folo con honores extraordinarios al pie de la montaña que había recibido su nombre. Fue en esa ocasión cuando el río Anigro adquirió el mal olor que ahora tiene desde su fuente misma en el monte Lapito, porque un centauro llamado Pilenor, a quien Heracles había herido con una flecha, huyó a lavarse su herida en él. Sin embargo, algunos sostienen que Melampo[249] había causado el hedor algunos años antes arrojando en el Anigro los objetos pestilentes utilizados para purificar a las hijas de Preto[250].

f. Heracles partió luego para cazar al jabalí por las orillas del río Erimanto. Apresar con vida a un animal tan salvaje era una tarea de una dificultad extraordinaria; pero él lo desalojó de un matorral con fuertes gritos, le hizo ir a un profundo ventisquero y allí saltó sobre su lomo. Lo ató con cadenas y lo llevó vivo a hombros hasta Micenas; pero cuando supo que los argonautas se reunían para su viaje a Cólquide dejó el jabalí fuera de la plaza del mercado y, en vez de esperar nuevas órdenes de Euristeo, que estaba oculto en su tinaja de bronce, salió con Hilas para unirse a la expedición. No se sabe quién mató al jabalí capturado, pero sus colmillos se conservan en el templo de Apolo en Cumas[251].

g. Según algunas versiones, Quirón fue herido accidentalmente por una flecha que le atravesó el pie izquierdo mientras él, Folo y el joven Aquiles agasajaban a Heracles en el monte Pelión. Nueve días después Zeus colocó la imagen de Quirón entre las estrellas como el Centauro. Pero otros sostienen que el Centauro es Folo, quien fue honrado por Zeus así porque superaba a todos los hombres en el arte de profetizar valiéndose de las visceras. El Arquero del Zodíaco es también un centauro: Croto, quien vivía en el monte Helicón y era muy querido por sus hermanas adoptivas, las Musas[252].

1.      Los jabalíes estaban consagrados a la Luna a causa de sus colmillos en forma de media luna y parece que el heredero que mataba y castraba a su mellizo el rey sagrado se disfrazaba de jabalí cuando lo hacía (véase 18.7 y 151.2). El ventisquero en que fue vencido el Jabalí de Erimanto indica que este trabajo se realizó en el solsticio hiemal. Aquí Heracles es el niño Horus y venga la muerte de su padre, Osiris, en su tío Set, quien se presenta disfrazado de jabalí; la prohibición egipcia de comer carne de jabalí se levantaba sólo en el Solsticio hiemal. La ceremonia yuletida de la cabeza de jabalí tenía su origen en este mismo triunfo del nuevo rey sagrado sobre su rival. Adonis es asesinado para vengar la muerte de Erimanto, el heredero del año anterior, cuyo nombre, «adivinando mediante la suerte», indica que fue elegido echando suertes para matar al rey sagrado. Como el monte Erimanto estaba consagrado a Ártemis, y no a Afrodita, tuvo que ser Ártemis quien se bañó, y el rey sagrado, y no su heredero, quien la vio hacerlo (véase 22.i).

2.      Es probable que la batalla de Heracles con los centauros, como la batalla análoga en la boda de Pirítoo (véase 102.2) representara originalmente el combate ritual entre un rey recientemente instalado y sus adversarios con disfraz de animales. Sus armas tradicionales eran las flechas, una de las cuales, para establecer su soberanía, disparaba hacia cada una de las cuatro partes del firmamento, y una quinta directamente al aire. Quizá este mito es también un testimonio de las guerras fronterizas entre los helenos y los montañeses prehelenos de la Grecia septentrional.

3.      Flechas envenenadas que caían en, o eran disparadas contra, una rodilla o un pie causaron la muerte no sólo de Folo y Quirón, sino también de Aquiles, el discípulo de Quirón (véase 92.10 y 164.;), todos ellos reyes sagrados de Magnesia, cuyas almas recibían naturalmente las sirenas. La presencia de centauros en Malea se deriva de una tradición local según la cual Sileno, el padre de Folo, nació allí (Pausanias: iii.25.2); a los centauros se los representaba con frecuencia como mitad cabras más bien que como mitad caballos. Su presencia en Eleusis, donde Posidón los ocultó en una montaña, indica que cuando el iniciado en los misterios celebraba un casamiento sagrado con la diosa intervenían en la ceremonia bailarines vestidos de caballos.


127.  EL QUINTO TRABAJO: LOS ESTABLOS DE AUGÍAS


a. El quinto trabajo de Heracles consistió en limpiar en un día los sucios establos del rey Augías. Euristeo se imaginaba alegremente el asco que sentiría Heracles al tener que cargar el estiércol en cestos y llevarlos lejos de allí en hombros. Augías, rey de Elide, era hijo de Helio o Eleo y Naupidame, hija de Anfidamante; o, según dicen algunos, de Ifíboe. Otros dicen que era hijo de Posidón. En manadas y rebaños era el hombre más rico de la tierra, pues, por designio divino, los suyos eran inmunes a todas las enfermedades e inimitablemente fértiles, y además no malparían jamás. Aunque en casi todos los casos producían hembras, Augías contaba, no obstante, con trescientos toros negros con patas blancas y doscientos toros sementales rojos; además con doce magníficos toros plateados consagrados a su padre Helio. Estos doce defendían a sus rebaños contra las fieras que merodeaban por allí, provenientes de las colinas boscosas[253].

b. Ahora bien, en los establos y los rediles de Augías no habían recogido el estiércol desde hacía muchos años, y aunque el hedor apestoso no afectaba a los animales mismos, difundía su pestilencia por todo el Peloponeso. Además, los prados del valle estaban cubiertos por una capa de estiércol tan espesa que no se los podía arar para cultivar los cereales[254].

c. Heracles saludó a Augías desde lejos y se comprometió a limpiar los establos antes del anochecer, a cambio de la décima parte del ganado. Augías rió incrédulamente y llamó a Fileo, su hijo mayor, para que fuese testigo del ofrecimiento de Heracles. «Jura que realizarás el trabajo antes del anochecer», exigió Fileo. El juramento que hizo Heracles en nombre de su padre fue el primero y el último que hizo durante toda su vida. Augías juró también que cumpliría su parte del trato. En aquel momento Faetonte, el guía de los doce toros blancos, atacó a Heracles confundiéndolo con un león; Heracles le asió por el cuerno izquierdo, le obligó a bajar el cuello y lo derribó por la fuerza[255].

d. Por consejo del eleo Menedemo y con la ayuda de Yolao, Heracles primeramente abrió la pared de los establos en dos lugares y luego desvió los ríos vecinos Alfeo y Penco, o Menio, de modo que sus aguas corrieron a través de los establos, los limpiaron y luego limpiaron también los rediles y los pastos del valle. Así Heracles realizó este trabajo en un solo día, saneando el territorio y sin siquiera mancharse el dedo meñique. Pero Augías, al enterarse por Copreo de que Heracles había limpiado los establos por orden de Euristeo, se negó a pagarle la recompensa y hasta se atrevió a negar que Heracles había cerrado un trato[256].

e. Heracles sugirió que se sometiese el caso a un arbitraje, pero cuando los jueces ocuparon sus asientos y Fileo, citado por Heracles, testimonió la verdad, Augías se levantó irritado y los expulsó a ambos de Elide afirmando que le había engañado Heracles, pues los dioses fluviales, y no él, habían hecho el trabajo. Para empeorar las cosas, Euristeo no quiso contar este trabajo como uno de los doce, porque Heracles había estado a sueldo de Augías.

f. Fileo fue luego a Duliquio, y Heracles a la corte de Dexámeno, rey de Oleno, a cuya hija Mnesímaca liberó posteriormente del centauro Euritión.

1.      Este mito confuso parece fundarse en la leyenda de que a Heracles, como a Jasón, se le ordenó que domase dos toros, los unciese, limpiase una colina cubierta con matorrales y luego la arase, sembrase y recogiese la cosecha en un solo día: las tareas habituales que se imponían a un candidato a la dignidad de rey (véase 152.3). En este caso la colina tenía que ser limpiada, no de árboles y piedras, como en las versiones celtas del mito, sino de estiércol, probablemente porque el nombre del heraldo de Euristeo que transmitió la orden era Copreo («hombre del estiércol»). Sir James Frazer, comentando a Pausanias (v.10.9), cita un cuento escandinavo, «El ama», en el que un príncipe que desea conquistar a la hija de un gigante tiene que limpiar primeramente tres establos. Por cada horquilla de estiércol que extrae reaparecen diez. La princesa le aconseja entonces que de vuelta a la horquilla y utilice el mango. Así lo hace, y pronto quedan limpios los establos. Frazer sugiere que en la versión original Atenea puede haber dado a Heracles el mismo consejo; más probablemente, no obstante, el cuento escandinavo es una variante de este Trabajo. El ganado de Augías no viene al caso en la fábula, excepto para explicar la gran cantidad de estiércol que había que sacar. El estiércol del ganado, como demuestra el mito, no era apreciado por los agricultores griegos. Hesíodo, en sus Trabajos y Días, no lo menciona; y H. Mitchel (Economics of Anciens Greece) demuestra que el apacentamiento del ganado en las tierras en barbecho estaba prohibido en varios arrendamientos antiguos. El perro Argo de Odiseo se acostaba, ciertamente en un estercolero utilizado para abonar las tierras (Odisea xvii.299), pero dondequiera que pueda haber sido escrita la Odisea —y ciertamente no lo fue en el continente griego— las referencias a la agricultura y a la arboricultura indican una supervivencia de la práctica cretense. Según algunos mitógrafos, Augías era hijo de Eleo, que significa nada más que rey de Elide; según otros, era hijo de Posidón, lo que sugiere que era eolio. Pero aquí se confunde Eleo con Helio, el dios Sol corintio; y en consecuencia se atribuye a Augías un rebaño de ganado sagrado, como el que poseía Sísifo (véase 67.1). El número de cabezas de esos rebaños era 350, que representaba doce lunaciones completas menos los cinco días de fiesta sagrados del año egipcio (véase 42.1). Que se trataba de ganado lunar lo demuestran sus colores, rojo, blanco y negro (véase 90.3); y los toros blancos representan esas doce lunaciones: estos ganados sagrados se robaban con frecuencia —como hizo el mismo Heracles en su décimo trabajo— y la consecuencia de su disputa con Augías fue que consiguió también esos doce toros.

2.      El quinto trabajo, que propiamente se relaciona sólo con las tareas del arado, la siembra y la recolección de la cosecha, de hecho ha sido confundido con otros dos: el décimo, o sea el robo de los bueyes de Gerión, y el séptimo, o sea la captura del toro blanco de Posidón en Creta, el cual, sin embargo, no fue utilizado para arar. En el culto de Posidón —de quien se dice también que era el padre de Augías— los jóvenes luchaban con toros, y la lucha de Heracles con Faetonte, como la de Teseo con el Minotauro, se comprende mejor como un rito de la coronación: mediante el contacto mágico con el cuerno del toro se adquiría la capacidad de fertilizar la tierra y ganaba el título de Potidan, o Posidón, que se daba al amante elegido de la diosa Luna. De igual modo, en una disputa amorosa, Heracles luchó con el río Aqueloo, representado como un hombre con cabeza de toro, y le rompió su cornucopia (véase 141.d). La desviación del Alfeo indica que la ilustración de la que se ha deducido este episodio mostraba a Heracles retorciendo al toro de Creta por los cuernos, a la orilla de un río donde pacía numeroso ganado. Se confundió a este toro con un dios fluvial y se interpretó la escena como significando que había desviado el río para limpiar los campos con el fin de que se pudiesen arar.


128.  EL SEXTO TRABAJO: LAS AVES ESTINFÁLIDAS


a. El sexto trabajo de Heracles consistió en extirpar a las innumerables aves de pico, alas y garras de bronce y devoradoras de hombres, consagradas a Ares, que, asustadas por los lobos del Barranco de los Lobos en el camino de Orcómene, habían huido al Pantano de Estínfalo[257]. Allí procreaban y andaban por el agua junto al río del mismo nombre y de vez en cuando remontaban el vuelo en grandes bandadas para matar a hombres y animales descargando una lluvia de plumas de bronce y al mismo tiempo un excremento venenoso que arruinaba las mieses.

b. Cuando llegó al pantano, al que rodeaba un espeso bosque, Heracles se vio en la imposibilidad de ahuyentar a las aves con flechas, pues eran demasiado numerosas. Además, el pantano no parecía lo bastante sólido para que un hombre pudiera caminar por él, ni lo bastante líquido para utilizar una embarcación. Mientras Heracles permanecía en la orilla sin saber qué hacer Atenea le dio un par de címbalos de bronce hechos por Hefesto; o quizá fuera una matraca. Desde una estribación del monte Cilene, que domina el pantano, Heracles tocó los címbalos, o sacudió la matraca, produciendo tal estrépito que las aves levantaron el vuelo formando una gran bandada y enloquecidas por el terror. Derribó a muchas de ellas mientras volaban frente a la isla de Ares en el Mar Negro, donde más tarde las encontraron los argonautas; algunos dicen que Heracles iba con los argonautas en esa ocasión y mató a muchas más de esas aves[258].

c. Las aves estinfálidas son del tamaño de las grullas y se parecen mucho a los ibis, sólo que sus picos pueden atravesar un peto de metal y no son encorvados. También se crían en el desierto de Arabia y allí causan todavía más daño que los leones y los traspasan. Los cazadores árabes han aprendido a llevar corazas protectoras de corteza trenzada, en las que se enredan los picos mortales, pudiendo ellos asir y retorcer los cuellos de sus atacantes. Es posible que una bandada de esas aves emigrara de Arabia al pantano de Estínfalo y éste diera su nombre a toda la especie[259].

d. Según algunas versiones, las llamadas Aves Estinfálidas eran mujeres: hijas de Estínfalo y Ornis[260], a quienes mató Heracles porque le negaron la hospitalidad. En Estínfalo, en el antiguo templo de Ártemis Estinfálida, hay imágenes de esas aves colgadas del techo, y detrás del edificio hay estatuas de doncellas con patas de ave. Allí también Témeno, un hijo de Pelasgo, fundó tres templos en honor de Hera; en el primero se la adoraba como Niña, pues Témeno la había criado; en el segundo como Novia, porque se casó con Zeus; y en el tercero como Viuda, porque había repudiado a Zeus y se había retirado a Estínfalo[261].

1.      Aunque Atenea sigue ayudando a Heracles, este trabajo no pertenece a la serie de tareas relacionadas con el matrimonio, sino que lo glorifica como curador que expulsa a los demonios de la fiebre, identificados con las aves del pantano. Las aves con yelmo que aparecen en las monedas estinfalias son espátulas, primas de las grullas, que aparecen en tallas medievales inglesas chupando el aliento de enfermos. Son en realidad sirenas con patas de ave, personificaciones de la fiebre; y los címbalos, o matracas, eran utilizados en la antigüedad (y todavía lo son en los pueblos primitivos) para ahuyentar a los demonios de la fiebre. Ártemis era la diosa que tenía el poder de infligir o curar la fiebre con sus «flechas misericordiosas».

2.      El pantano de Estínfalo solía crecer en tamaño considerablemente siempre que el cauce subterráneo por el que salían sus aguas se cerraba, como sucedió en la época de Pausanias (viii.22.6); e Ifícrates, cuando sitió la ciudad, lo habría cerrado deliberadamente si no se lo hubiera impedido una señal del cielo (Estrabón: viii.8.5.). Es posible que en una versión de la fábula Heracles desecara el pantano abriendo el cauce, como había desecado anteriormente la llanura de Tempe (Diodoro Sículo: iv.18).

3.      El mito, no obstante, parece tener un significado histórico tanto como ritual. Al parecer, un colegio de sacerdotisas arcadias que adoraban a la Triple Diosa como Doncella, Novia y Anciana, se refugió en Estínfalo después de haber sido expulsadas del Barranco de los Lobos por invasores que adoraban a Zeus Lobuno; y Mnaseas ha explicado razonablemente la expulsión o matanza de las Aves Estinfálidas como la supresión de ese colegio de hechiceras por Heracles, es decir, por una tribu de aqueos. El nombre Estínfalo sugiere prácticas eróticas.

4.      Las «aves árabes de pico fuerte» de Pausanias pueden haber sido demonios insoladores mantenidos a raya por petos de corteza espinosa, a los que se confundió con los avestruces de fuerte pico que los árabes cazan todavía. Leucerodes, «garza blanca», es el nombre griego de la espátula; se dice que un antepasado de Herodes el Grande fue un esclavo del templo de Heracles Tirio (Africano, citado por Eusebio: Historia eclesiástica i.6.7), lo que explica el nombre de la familia. La espátula se relaciona estrechamente con el ibis, otra ave de pantano, consagrada al dios Thoth, inventor de la escritura, y el Heracles Tirio, como su equivalente celta, era un protector de la cultura, que hizo famosa a Tiro (Ezequiel xxviii.12). En la tradición hebrea, su sacerdotisa Hiram de Tiro intercambió adivinanzas con Salomón.


129.  EL SÉPTIMO TRABAJO: EL TORO DE CRETA


Euristeo ordenó a Heracles, para su séptimo trabajo, que capturara al Toro de Creta; pero se discute mucho si era el toro enviado por Zeus y que transportó a Europa a través del mar hasta Creta, o el que Minos dejó de sacrificar a Posidón y engendró al Minotauro con Pasífae. En esa época hacía estragos en Creta, especialmente en la región regada por el río Tetris, desarraigando las mieses y derribando las paredes de los huertos[262].

b. Cuando Heracles se embarcó para Creta, Minos le ofreció toda la ayuda que podía, pero él prefirió apoderarse del toro sin ayuda de nadie, aunque arrojaba llamas abrasadoras. Tras una larga lucha, consiguió llevar al monstruo a Micenas, donde Euristeo lo dedicó a Hera y lo dejó en libertad. Pero Hera, quien aborrecía un don que redundaba en la gloria de Heracles, llevó al toro primeramente a Esparta y luego, a través de Arcadia y del Istmo, a la Maratón ática, desde donde posteriormente Teseo lo llevó a Atenas para sacrificarlo a Atenea[263].

c. Sin embargo, muchos siguen negando la identidad de los toros cretense y maratonio[264].

1.      El combate con un toro, o un hombre disfrazado de toro —uno de los trabajos rituales impuestos al candidato a la dignidad de rey (véase 123.1)— aparece también en la fábula de Teseo y el Minotauro (véase 98.2) y de Jasón y los toros de Eetes que exhalaban fuego (véase 152.3). Cuando la inmortalidad implícita en la dignidad de rey sagrado era ofrecida por fin a cada iniciado en los misterios de Dioniso, la captura de un toro y su dedicación a Dioniso Plutodotes («dador de riqueza») se convirtió en un rito común, tanto en Arcadia (Pausanias: viii.19.2) como en Lidia (Estrabón: xiv.144), donde Dioniso tenía el título de Zeus. Su principal teofonía era como toro, pero también aparecía en la forma de un león y una serpiente (véase 27.4). El contacto con el cuerno del toro (véase 127.2) capacitaba al rey sagrado para fertilizar la tierra en nombre de la diosa Luna produciendo la lluvia; la explicación mágica era que el bramido de un toro presagiaba tronadas, para causar las cuales se hacía girar, en consecuencia, rbombi, o bramaderas. También se lanzaban antorchas para simular los relámpagos (véase 68.a) y sugerían la respiración ígnea del toro.

2.       A Dioniso se le llama Plutodotes («dador de riqueza») a causa de su cornucopia, arrancada de un toro, que era oríginalmente un talismán acuático (véase 142.h); provenía del Zagreo cretense, y entre las transformaciones de Zagrco figuran un león, una serpiente con cuernos, un toro y «Crono que produce la lluvia» (véase 30.3).


130. EL OCTAVO TRABAJO: LAS YEGUAS DE DIOMEDES


a. Euristeo ordenó a Heracles, para su octavo trabajo, que se apoderara de cuatro yeguas salvajes del rey tracio Diomedes —se discute si era hijo de Ares y Cirene o nacido de una relación incestuosa entre Asteria y su padre Atlante—, quien gobernaba a los belicosos bistones y cuyos establos, en la ahora desaparecida ciudad de Tirida, eran el terror de la Tracia. Diomedes mantenía a las yeguas atadas con cadenas de hierro a unos pesebres de bronce y las alimentaba con la carne de sus huéspedes confiados. Una versión de la fábula hace de ellas caballos sementales, y no yeguas, y les da los nombres de Podargo, Lampón, Janto y Deino[265].

b. Con algunos voluntarios Heracles se embarcó para Tracia y en el camino visitó a su amigo el rey Admeto de Feras. Cuando llegó a Tirida, venció a los mozos de mulas de Diomedes y llevó las yeguas al mar, donde las dejó en una loma a cargo de sus valido Abdero, y luego volvió para rechazar a los bistones que corrían en su persecución. Como los otros le superaban en número, los venció abriendo ingeniosamente un canal que hizo que el mar inundase la llanura baja, y cuando sus enemigos se dieron media vuelta y echaron a correr, él los persiguió, dejó aturdido a Diomedes con un golpe de su clava, arrastró su cuerpo alrededor del lago que se había formado y lo puso delante de sus yeguas, que desgarraron su carne todavía viva. Una vez aplacada por completo su hambre —pues durante la ausencia de Heracles habían devorado también a Abdero— las dominó sin mucha dificultad[266].

c. Según otra versión, Abdero, aunque era natural de Opunte en Lócride, estaba al servicio de Diomedes. Algunos dicen que era hijo de Hermes, y otros que del amigo de Heracles, Menecio de Opunte y, en consecuencia, hermano de Patroclo, el que murió en Troya[267]. Después de fundar la ciudad de Abdera junto a la tumba de Abdero, Heracles se apoderó del carro de Diomedes y unció a él las yeguas, aunque hasta entonces no conocían el freno ni la brida. Las condujo rápidamente a través de las montañas hasta Micenas, donde Euristeo las dedicó a Hera y las dejó en libertad en el monte Olimpo. Más tarde las devoraron las fieras; sin embargo, se sostiene que sus descendientes sobrevivieron hasta la guerra de Troya, e inclusive hasta la época de Alejandro Magno. Las ruinas del palacio de Diomedes se muestran todavía en Cartera Come, y en Abdera se siguen celebrando juegos atléticos en honor de Abdero; incluyen las competencias habituales con excepción de la carrera de carros, lo que explica la fábula de que Abdero murió cuando las yeguas devoradoras de hombres destrozaron el carro al que las había uncido[268].

1.      Embridar a un caballo cimarrón con el propósito de celebrar una ceremonia de sacrificio (véase 75.J) parece haber sido un rito de la coronación en algunas regiones de Grecia. El dominio de Arión por Heracles (véase 138.g) —hazaña realizada también por Onco y Adrasto (Pausanias: viii.25. 5)— es análoga a la captura de Pegaso por Belerofonte. Este mito ritual se ha combinado en este caso con una leyenda según la cual Heracles, quizá representando a los teanos que tomaron Abdera a los tracios (Herodoto: 1.168) anuló la costumbre de que unas mujeres feroces con máscaras de caballo persiguieran y devoraran al rey sagrado al final de su reinado (véase 27.d); en lugar de eso se le mataba en un accidente de carro organizado (véase 71.1, 101.g y 109.j). La omisión de la carrera de carros en los juegos fúnebres de Abdera indica la prohibición de este sacrificio revisado. Podargo se llama así por la harpía Podarge, madre de Janto, un caballo inmortal que le dio Posidón a Peleo como regalo de bodas (véase 81.m); Lampo recuerda a Lampón, uno de los caballos de Eos (véase 40.a). La afirmación de Diodoro de que esas yeguas fueron dejadas en libertad en el Olimpo puede significar que el culto a los caballos caníbales sobrevivió allí hasta la época helenista.

2.      Los canales, túneles o cauces naturales subterráneos eran descritos con frecuencia como obra de Heracles (véase 127.d, 138.d y 142.3).


131.  EL NOVENO TRABAJO: EL CINTURÓN DE HIPÓLITA


a. El noveno trabajo de Heracles fue conseguir para Admete, la hija de Euristeo, el cinturón de oro de Ares que llevaba Hipólita, la reina de las Amazonas. En un barco, o, según dicen algunos, en nueve, y con una compañía de voluntarios, entre los que se hallaban Yolao, Telamón de Egina, Peleo de Yolco y, según algunas versiones, Teseo de Atenas, Heracles se embarcó para el río Termodonte[269].

b. Las amazonas eran hijas de Ares y la náyade Harmonía, nacidas en los valles de la Acmonia frigia; pero algunos llaman a su madre Afrodita, u Otrere, hija de Ares[270]. Al princopio vivían junto al río Amazonio, que ahora lleva el nombre de Tanáis, en honor a un hijo de la amazona Lisipe, quien ofendió a Afrodita con su desprecio del matrimonio y su afición a la guerra. En venganza, Afrodita hizo que Tanáis se enamorara de su madre, pero en vez de ceder a una pasión incestuosa se arrojó al río y se ahogó. Para evitar los reproches de su ánima Lisipe condujo a sus hijas alrededor de la costa del Mar Negro a una llanura situada junto al río Termodonte, que nace en las altas montañas amazonias. Allí formaron tres tribus, cada una de las cuales fundó una ciudad[271].

c. Entonces, como ahora, las amazonas sólo reconocían la descendencia materna y Lisipe había dispuesto que los hombres debían realizar todas las tareas domésticas, mientras las mujeres luchaban y gobernaban. En consecuencia rompían los brazos y las piernas de los niños recién nacidos con el fin de incapacitarlos para pelear o viajar. Estas mujeres contranaturales, a las que los escitas llamaban eórpatas, no mostraban respeto por la justicia ni por la decencia, pero eran guerreras famosas y las primeras que emplearon la caballería[272]. Llevaban arcos de bronce y cortos escudos en forma de media luna; sus yelmos, ropas y ceñidores estaban hechos con pieles de fieras[273]. Lisipe, antes de emprender la lucha, fundó la gran ciudad de Temiscira y venció a todas las tribus hasta el río Tañáis. Con el botín de sus campañas erigió templos a Ares y otros a Artemis Taurópola, cuyo culto estableció. Sus descendientes extendieron el imperio amazónico hacia el oeste, a través del río Tanáis, hasta Tracia, y en la costa meridional hacia el oeste, a través del Termodonte, hasta Frigia. Tres famosas reinas amazonas, Marpesa, Lampado e Hipo, se apoderaron de gran parte del Asia Menor y Siria y fundaron las ciudades de Efeso, Esmirna, Cirene y Mirina. Otras fundaciones de las amazonas son Thiba y Sinope[274].

d. En Efeso erigieron una imagen de Artemis debajo de un haya, donde Hipo ofreció sacrificios, después de lo cual sus acompañantes realizaron primeramente una danza de escudos y luego una danza en círculo, con aljabas ruidosas, golpeando la tierra al unísono, con acompañamiento de caramillos, pues Atenea no había inventado todavía la flauta. El templo de Artemis Efesia, construido posteriormente alrededor de su imagen y al que no iguala en magnificencia ni siquiera el de Apolo en Delfos, figura entre las siete maravillas del mundo; dos arroyos, ambos llamados Seleno y que fluyen en direcciones opuestas, lo rodean. Fue en esa expedición cuando las amazonas se apoderaron de Troya. Príamo era todavía un niño. Pero mientras algunos destacamentos del ejército de las amazonas volvían a su país cargados con un botín cuantioso, las demás, que se quedaron para consolidar su poder en el Asia Menor, fueron expulsadas por una alianza de tribus bárbaras y perdieron a su reina Marpesia[275].

e. Cuando Heracles fue a visitar a las amazonas todas ellas habían vuelto ya al río Termodonte y sus tres ciudades eran gobernadas por Hipólita, Antíope y Melanipa. En el camino se detuvo en la isla de Paros, famosa por su mármol, que el rey Radamantis había legado a Alceo, un hijo de Androgeo; pero cuatro hijos de Minos, Eurimedonte, Grises, Nefalión y Filolao, se habían establecido también allí. Cuando un par de los tripulantes de Heracles desembarcaron para ir en busca de agua, los hijos de Minos los asesinaron y Heracles, indignado, mató a los cuatro y apremió a los parios de tal modo que le mandaron enviados ofreciéndole, en compensación por la muerte de los marineros, a cualesquiera dos hombres que eligiera para que fuesen sus esclavos. Satisfecho con esta propuesta, Heracles levantó el sitio y eligió al rey Alceo y a su hermano Esténelo, a quienes llevó a bordo de su barco. Luego navegó a través del Helesponto y el Bosforo hasta Mariandino en Misia, donde le hospedó el rey paflagonio Lico, hijo de Dáscilo y nieto de Tántalo[276]. En recompensa, apoyó a Lico, en una guerra con los bébrices y mató a muchos, incluyendo a su rey Migdón, hermano de Amico, y reconquistó gran parte de la Paflagonia que estaba en poder de los bébrices; se la devolvió a Lico, quien llamó al territorio Heraclea en su honor. Más tarde Heraclea fue colonizada por los megarenses y tanagrenses por consejo de la Pitonisa de Delfos, quien les dijo que instalaran una colonia junto al Mar Negro, en una región dedicada a Heracles[277].

f. Cuando llegó a la desembocadura del río Termodonte, Heracles ancló su barco en el puerto de Temiscira, donde Hipólita le hizo una visita y, atraída por su cuerpo musculoso, le ofreció el cinturón de Ares como prenda de amor. Pero entretanto Hera había ido de un lado a otro, disfrazada de amazona, difundiendo el rumor de que aquellos extranjeros se proponían raptar a Hipólita, en vista de lo cual las guerreras, irritadas, montaron en sus caballos y se lanzaron contra el navio. Heracles, sospechando una traición, mató a Hipólita inmediatamente, le quitó el cinturón, se apoderó de su hacha y de otras armas y se preparó para defenderse. Dio muerte una tras otra a todas las caudillas de las amazonas y puso en fuga a su ejército tras una gran matanza[278].

g. Algunos dicen, sin embargo, que Melanipa cayó en una emboscada y fue rescatada por Hipólita al precio del cinturón; o viceversa. O que Teseo se apoderó de Hipólita y regaló su cinturón a Heracles, quien, en cambio, le permitió hacer a Antíope su esclava. O que Hipólita se negó a dar a Heracles su cinturón y ambos libraron una batalla campal; ella fue derribada de su caballo y él se lanzó sobre ella con la clava en la mano y le ofreció perdonarle la vida, pero Hipólita prefirió morir antes que rendirse. Inclusive se dice que el cinturón pertenecía a una hija de Briareo, el de las Cien Manos[279].

h. A su regreso de Temiscira, Heracles pasó otra vez por Mariandino e intervino en los juegos fúnebres de Priolao, el hermano del rey Lico, quien había sido muerto por los misios y por quien se entonan todavía cantos fúnebres. Heracles libró un pugilato con el campeón mariandino Ticia, le arrancó todos los dientes y lo mató con un golpe en la sien. En prueba de su pesar por este accidente subyugó a los misios y los frigios en beneficio de Dáscilo, pero también venció a las bitinios hasta la desembocadura del río Rebas y la cumbre del monte Colone, y reclamó su reino para él. Los paflagonios de Pélope se le rindieron voluntariamente. Sin embargo, tan pronto como se fue Heracles los bébrices a las órdenes de Ámico, hijo de Posidón, se apoderaron de nuevo del territorio de Lico y extendieron su frontera hasta el río Hipio[280].

i. Desde allí Heracles se dirigió a Troya y liberó a Hesíone de un monstruo marino; luego continuó su viaje a Eno, en Tracia, donde le hospedó Poltis; y en el momento en que se iba a hacer a la mar otra vez mató en la playa de Eno al insolente hermano de Poltis, Sarpedón, un hijo de Posidón. Luego venció a los tracios establecidos en Tasos y donó la isla a los hijos de Androgeo, a los que había llevado de Paros; y en Torone le desafiaron a una lucha Polígono y Telégono, hijos de Proteo,
y mató a los dos[281].

j. Cuando volvió por fin a Micenas, Heracles entregó el cinturón a Euristeo, quien se lo dio a Admete. En cuanto al resto del botín tomado a las amazonas, ofreció sus ricas túnicas al templo de Apolo en Delfos, y el hacha de Hipólita a la reina Ónfale, quien la incluyó entre las regalías sagradas de los reyes lidios. Posteriormente la llevaron a un templo cario de Zeus Labrador y la colocaron en la mano de su imagen divina[282].

k. Todavía hay amazonas en Albania, cerca de Cólquide, pues las llevaron allá desde Temiscira al mismo tiempo que a sus vecinos los gargarenses. Cuando estuvieron a salvo en las montañas de Albania los dos pueblos se separaron: las amazonas se instalaron al pie de las montañas del Caucase, alrededor del río Mermodas, y los gargarenses inmediatamente al norte. En un día señalado de cada primavera grupos de jóvenes amazonas y de jóvenes gargarenses se reúnen en la cumbre de la montaña que separa sus territorios y después de realizar un sacrificio conjunto, pasan dos meses juntos gozando del trato sexual durante la noche. Tan pronto como una amazona queda encinta vuelve a su territorio. Las niñas que nacen se hacen amazonas y a los niños los envían a los
gargarenses[283], quienes, como no tienen medio de averiguar su paternidad, los distribuyen echando suertes entre sus chozas[284]. En tiempos recientes la reina de las amazonas Minicia salió de su corte albanesa al encuentro de Alejandro Magno en Hircania, lugar frecuentado por los tigres y pasó en su compañía trece días, con la esperanza de tener hijos con él, pero murió poco después sin haberlos tenido[285].

l. A estas amazonas del Mar Negro hay que distinguirlas de las aliadas libias de Dioniso que en un tiempo habitaban en Héspera, una isla del lago Tritonis tan rica en árboles frutales, ovejas y cabras que no necesitaban cultivar cereales. Después de apoderarse de todas las ciudades de la isla, con excepción de la sagrada Mene, la sede de los comedores de pescado etíopes (que explotan minas de esmeraldas, rubíes, topacios y sarda) vencieron a los libios y nómadas de la vecindad y fundaron la gran ciudad de Quersoneso, llamada así por estar edificada en una península[286]. Desde esta base atacaron a los atlantes, la nación más civilizada al oeste del Nilo, cuya capital se halla en la isla atlántica de Cerne. Mirina, la reina amazona, contaba con una fuerza de treinta mil guerreras a caballo y tres mil de infantería. Todas ellas llevaban arcos que, cuando se retiraban, utilizaban para lanzar flechas certeras a sus perseguidores, y estaban acorazadas con las pieles de las casi increíblemente grandes serpientes libias.

m. Mirina invadió el país de los atlantes, les infligió una derrota decisiva, pasó a Cerne y se apoderó de la ciudad; luego pasó a cuchillo a todos los hombres, esclavizó a las mujeres y los niños y arrasó las murallas de la ciudad. Cuando los restantes atlantes accedieron a rendirse, los trató con justicia, se hizo amiga de ellos y, en compensación por la pérdida de Cerne, construyó la nueva ciudad de Mirina, donde instaló a los cautivos y a todas las otras personas que deseaban vivir allí. Como los atlantes se ofrecieron a rendirle honores divinos, Mirina los protegió contra la tribu vecina de los gorgones, a muchos de los cuales mató en una batalla campal, además de tomar no menos de tres mil prisioneros[287]. Pero aquella noche, mientras las amazonas celebraban la victoria con un banquete, los prisioneros les robaron las es- padas y, a una señal, el cuerpo principal de los gorgones que se había reunido y ocultado en un robledal, se lanzó desde todos lados y dio muerte a las compañeras de Mirina.

n. Mirina consiguió escapar —sus seguidoras muertas yacen enterradas bajo tres grandes túmulos llamados todavía los Túmulos de las Amazonas— y, después de atravesar la mayor parte de Libia, entró en Egipto con un nuevo ejército, protegió al rey Horus, el hijo de Isis, y emprendió la invasión de Arabia. Algunos sostienen que fueron estas amazonas libias, y no las del Mar Negro, quienes conquistaron el Asia Menor; y que Mirina, después de elegir los lugares más convenientes de su nuevo imperio, fundó varias ciudades en la costa, entre ellas Mirina, Gime, Pitane, Priene y otras tierra más adentro. También se apoderó de algunas de las islas del Egeo, entre ellas Lesbos, donde construyó la ciudad de Mitilene, el nombre de una hermana que la había acompañado en la campaña. Mientras Mirina se dedicaba todavía a conquistar las islas una tormenta alcanzó a su flota, pero la Madre de los Dioses hizo que todas las naves llegaran a salvo a Samotracia, entonces deshabitada, y que Mirina consagró a la diosa, erigiéndole altares y ofreciéndole sacrificios espléndidos.

o. Mirina pasó luego a la Tracia, donde el rey Mopso y su aliado, el escita Sípilo, la vencieron en un gran combate en el que murió Mirina. El ejército de las amazonas no se recuperó de esa derrota; vencidas por los tracios en frecuentes encuentros, las amazonas sobrevivientes se retiraron finalmente a Libia[288].

1.      Si Admete era el nombre de la princesa por la cual Heracles realizó todos estos trabajos nupciales, la acción de quitarle el ceñidor en la cámara matrimonial debía haber señalado el final de sus trabajos. Pero primeramente Admete habría tenido que luchar con él, como luchó Hipólita, y como luchó Pentesilea con Aquiles (véase 164.a y 2), o Thetis con Peleo (véase 81.k), cuya introducción en la fábula se explica así. En ese caso habría pasado por sus transformaciones habituales, lo que indica que la Hidra semejante al pulpo era Admete —la serpiente guardiana del oro a la que venció como Ladón (véase 133.a)— y que puede haberse transformado también en un cangrejo (véase 124.e), una cierva (véase 125.c), una yegua salvaje (véase 16.l) y una nube (véase 126.b) antes que él consiguiera conquistar su virginidad.

2.      Una tradición acerca de sacerdotisas armadas subsistía todavía en Éfeso y otras ciudades del Asia Menor; pero los mitógrafos griegos, habiendo olvidado la existencia anterior de colegios análogos en Atenas y otras ciudades de la Grecia misma, enviaron a Heracles en busca del cinturón de Hipólita al Mar Negro, donde seguían activas las tribus matriarcales (véase 100.1). Un sistema de tres tribus es la regla general en la sociedad matriarcal. Que el cinturón perteneciera a una hija de Briareo («fuerte»), uno de los gigantes de cien manos, indica una versión primitiva de la fábula de las pruebas nupciales en la Grecia septentrional.

3.      Admete es otro nombre de Atenea, quien sin duda aparecía en las ilustraciones aguardando y armada, observando las hazañas de Heracles y ayudándole cuando se hallaba en dificultades. Atenea era Neith, la diosa del Amor y la Batalla de los libios (véase 8.1); su equivalente en el Asia Menor era la gran diosa Luna Marian, Mirina, Ay-Mari, Mariamne o Marienna, que dio su nombre a Mariandina —«Duna de Marian»— y a Mirian, la ciudad de los lemnios ginocráticos (véase 149.1) y a quien adoraban los troyanos como «Mirina Saltadora» (Homero: Ilíada ii.814). «Esmirna» es también «Mirina» precedida por el artículo definido, Ma rienna, la forma sumeria, significa «Madre muy fértil», y la Artemis efesía era una diosa de la fertilidad.

4.      Se dice que a Mirina le sorprendió una tormenta y le salvó la Madre de los Dioses —en honor de la cual erigió altares en Samotracia—, porque ella misma era la Madre de los Dioses y sus ritos salvaban a los marineros del naufragio (véase 149.2). Casi del mismo modo se adoraba en la antigüedad a la diosa madre en Tracia, la región del río Tanáis (Don), Armenia y toda el Asia Menor y Siria. La expedición de Teseo a Amazonia, mito que sigue el modelo del de Heracles, confunde el tema y ha inducido a los mitógrafos a inventar la ficticia invasión de Atenas por las amazonas y los escitas unidos (véase l00.c).

5.       Que las amazonas instalaron una imagen bajo un haya efesia es un error cometido por Calimaco, quien, por ser egipcio, no sabía que las hayas no se dan tan al sur; debió de ser una palmera datilera, símbolo de fertilidad (véase 14.2) y un recuerdo del origen libio de la diosa, pues su estatua estaba adornada con grandes dátiles dorados, a los que generalmente se cometía el error de tomar por pechos. La derrota de las amazonas por Mopso es la fábula de la derrota de los hititas por los mosquianos alrededor de 1200 a. de C.; los hititas eran originalmente patriarcales, pero bajo la influencia de las sociedades matriarcales del Asia Menor y Babilonia habían aceptado el culto de la diosa. En Hattusas, su capital, Garstang ha descubierto recientemente une relieve escultórico que presenta a una diosa de la batalla; Garstang opina que el culto de la Artemis efesia es de origen hitita. Las victorias sobre las amazonas obtenidas por Heracles, Teseo, Dioniso, Mopso y otros recuerdan, en realidad, los reveses sufridos por el sistema matriarcal en Grecia, Asia Menor, Tracia y Siria.

6.      Estéfano de Bizancio (sub Paros) constata la tradición de que Paros era una colonia cretense. La expedición de Heracles allá se refiere a una ocupación helena de la isla. Su dádiva de Tasos a los hijos de Androgeo, es una referencia a su captura por una fuerza de parios mencionada en Tucídides iv.104: esto sucedió hacia el final del siglo VIII a. de C. Los cúbeos colonizaron Torone más o menos en el mismo tiempo; se representa a Torone («reina chillona») como una hija de Proteo (Estéfano de Bizancio sub Torone). El hacha doble de Hipólita (labrys) no fue colocada, sin embargo, en la mano de Zeus Labrador en lugar de un rayo; era ella misma un rayo y Zeus la llevaba con permiso de la diosa cretense que gobernaba en Libia.

7.      Los gargarenses son los gogarenios a los que Ezequiel llama Gog (Ezequiel xxxviii y xxxix).

8.      En este relato de Mirina, Diodoro Sículo cita tradiciones libias primitivas que habían adquirido ya un viso de cuentos de hadas; se ha establecido, no obstante, que en el tercer milenio a. de C. emigrantes neolíticos salieron de Libia en todas direcciones, probablemente expulsados por una inundación de sus campos (véase 39.3-6). El Delta del Nilo estaba poblado en gran parte por libios.

9.      Según Apolonio de Rodas (i. 1126-9), Ticia era «uno de los tres únicos dáctilos («dedos») ideos que pronuncian sentencias». Nombra a otro dáctilo, «Cilenio». He demostrado (La Diosa Blanca p. 393) que en la magia de los dedos Ticia, el dáctilo, representaba al dedo del corazón; que Cilenio, alias Heracles, era el pulgar, y que Dáscilo, el tercer dáctilo, era el índice, como implica su nombre (véase 53.1). Estos tres dedos levantados, mientras el cuarto y el meñique están vueltos hacia abajo, hacían la «bendición frigia». Originalmente dada en nombre de Mirina, ahora la emplean los sacerdotes católicos en nombre de la Trinidad cristiana.

10.  Ticio, a quien mató Apolo (véase 21.d), puede ser una doble etimología de Ticia. La toma de la isla de Cerne por Mirina parece una adición tardía y no autorizada de la fábula. Cerne ha sido identificada con Fedallah, cerca de Fez; o con Santa Cruz, cerca del cabo Ghir, o (más verosímilmente) con Arguin, un poco al sur de Cabo Blanco. Fue descubierta y colonizada por el cartaginés Hanno, quien dijo que se hallaba tan lejos de las Columnas de Heracles como se hallan éstas de Cartago, y se convirtió en el gran emporio del comercio del África Occidental.

11.  Ya basta en cuanto a los elementos míticos del noveno trabajo. Sin embargo, la expedición de Heracles a Termodonte y sus guerras en Misia y Frigia no deben ser descartadas como completamente antihistóricas. Como el viaje del Argo (véase 148.10) registran las aventuras comerciales griegas en el Mar Negro, quizás hasta una época que se remonta a mediados del segundo milenio a. de C; y la intrusión de los minias desde Yolcos, los aqueos desde Egina y los argivos en esas aguas indican que, aunque Helena puede haber sido bella y haberse fugado con Paris de Troya, no fue su rostro el que hizo hacerse a la mar a un millar de naves, sino los intereses mercantiles. Aquiles, el hijo de Peleo; Ajax, el hijo de Telamón, y Diomedes el argivo se hallaban entre los aliados griegos de Agamenón que insistían en que Príamo debía concederles el libre paso por el Helesponto del que gozaban sus padres, a menos que quisiese que su ciudad fuera saqueada como lo había sido la de Laomedonte y por la misma razón (véase 137.1). De aquí la dudosa pretensión de los atenienses de que habían estado representados en la expedición de Heracles por Teseo, en el viaje del Argo por Palero y en Troya por Menesteo, Demofonte y Acamante. Con esto se proponían justificar su eventual dominio del comercio en el Mar Negro que les había dado la destrucción de Troya y la decadencia de Rodas (véase 159.2, 160.2-3 y 162.3).


132.  EL DÉCIMO TRABAJO: LOS BUEYES DE GERIONES


a. El décimo trabajo de Heracles consistió en llevar los famosos bueyes de Geriones desde Eritrea, una isla situada cerca de la corriente del Océano, sin pedirlos ni pagarlos. Geriones, hijo de Crisaor y Calírroe, hija ésta del titán Océano, era rey de Tartesos en España, y tenía fama de ser el hombre más fuerte del mundo[289]. Había nacido con tres cabezas, seis brazos y tres cuerpos unidos en la cintura. Los bueyes rojos de Geriones, animales de una belleza maravillosa, estaban guardados por el pastor Euritión, hijo de Ares, y el perro bicéfalo Órtro —anteriormente propiedad de Atlante— nacido de Tifón y Equidna[290].

b. Durante su paso por Europa Heracles mató muchas fieras y cuando por fin llegó a Tartesos erigió un par de columnas frente por frente a los dos lados del estrecho, una en Europa y la otra en África. Algunos sostienen que los dos continentes estaban unidos en otro tiempo y que él abrió un canal entre ellos, o separó los riscos; otros dicen que, al contrario, estrechó el paso existente para impedir que entraran las ballenas y otros monstruos marinos[291].

c. Helio lanzó sus rayos sobre Heracles, quien encontrando imposible trabajar con semejante calor, tomó su arco y disparó una flecha contra el dios. «¡Basta!», exclamó Helio enojado. Heracles se excusó por su malhumor y aflojó el arco inmediatamente. Para no dejarse superar en cortesía, Helio le prestó a Heracles su copa de oro, que tenía la forma de un nenúfar, y se embarcó en ella para Eritia; pero el titán Océano, para probarle, hizo que la copa se agitara violentamente en las olas. Heracles volvió a estirar su arco, lo que asustó a Océano y le hizo calmar el mar. Según otra versión, Heracles se embarcó para Eritia en una urna de bronce, utilizando su piel de león como vela[292].

d. Cuando llegó, subió al monte Abas. El perro Ortro corrió hacia él ladrando, pero Heracles lo mató con la clava, y Euritrón, el pastor de Geriones, que corrió en ayuda de Ortro, murió del mismo modo. Luego Heracles se llevó el ganado. Menetes, que apacentaba el ganado de Hades en las cercanías —pero Heracles no había tocado este ganado— llevó la noticia a Geriones. Desafiado a combatir, Heracles arremetió contra el costado de Geriones y le atravesó los tres cuerpos con una sola flecha; pero algunos dicen que se mantuvo firme y le disparó tres flechas. Como Hera se apresuró a acudir en ayuda de Geriones, Heracles la hirió con una flecha en el pecho derecho, y ella huyó. Así se apoderó del ganado sin pedirlo ni pagarlo, y se embarcó en el vaso de oro, en el que navegó hasta Tartesos y se lo devolvió agradecido a Helio. De la sangre de Geriones nació un árbol que, en la época en que salen las Pléyades, da frutas sin cuesco parecidas a cerezas. Pero Geriones no murió sin sucesión. Su hija Eritia llegó a ser por Hermes la madre de Nórax, quien condujo una colonia a Cerdeña, antes de la época de Hilo, y allí fundó Nora, la ciudad más antigua de la isla[293].

e. El paradero de Eritia, llamada también Eritrea o Eritria, es discutido. Aunque algunos la describen como una isla situada más allá de la corriente del Océano, otros la sitúan frente a la costa de Lusitania[294]. Otros más la identifican con la isla de León, o con un islote de las cercanías en el que se construyó anteriormente la ciudad de Gades y donde los pastos son tan abundantes que la leche no da suero, sino sólo cuajada, y al ganado hay que aplicarle ventosas cada cincuenta días para que no se ahogue por exceso de sangre. El islote, consagrado a Hera, se llama Eritia o Afrodisia. León, la ciudad en que se halla la actual ciudad de Gades, se llamaba Cotinusa por sus olivos, pero los fenicios le cambiaron el nombre por el de Gadira, o «Ciudad Cercada». En el cabo occidental se hallan el templo de Crono y la ciudad de Gades; en el oriental un templo de Heracles, notable por una corriente que mengua con la pleamar y crece con la marea menguante; y Geriones, está enterrado en la ciudad, igualmente famosa por un árbol secreto que toma formas diversas[295].

f. Según otra versión, no obstante, el ganado de Geriones no pastaba en isla alguna, sino en las laderas de las montañas de la parte más lejana de España, frente al Océano; y «Geriones era un título del famoso rey Crisaor que gobernaba en todo el país, y cuyos tres hijos fuertes y valientes le ayudaban a defender su reino, cada uno de ellos al frente de un ejército reclutado entre razas belicosas. Para luchar con éstas, Heracles reunió una gran expedición en Creta, el lugar de nacimiento de su padre Zeus. Antes de partir los cretenses le rindieron honores espléndidos y, en recompensa, liberó a su isla de osos, lobos, serpientes y otros animales dañinos, de los cuales sigue siendo inmune. En primer lugar se embarcó para Libia, donde dio muerte a Anteo, hizo una matanza con las fieras que infestaban el desierto y dio al país una fertilidad no superada. Luego hizo una visita a Egipto, donde mató a Busiris[296]; a continuación sé dirigió hacia el oeste, a través de África del Norte, y de paso aniquiló a los gorgones y las amazonas libias, fundó la ciudad de Hecatómpilo, ahora Capsa, en la Numidia meridional, y llegó al océano en las cercanías de Gades. Allí erigió columnas en cada lado del estrecho y, cruzando éste con su ejército hasta España, se encontró con que los hijos de Crisaor, con sus tres ejércitos, se hallaban acampados a alguna distancia uno de otro. Los venció y destruyó, a cada uno por turno, y finalmente se llevó los famosos bueyes de Geriones, dejando el gobierno de España a cargo del más digno de los habitantes sobrevivientes[297].

g. A las Columnas de Heracles se las identifica habitualmente con el monte Calpe en Europa y el Abile, o Abílyx en África. Otros dicen que son las islitas de las cercanías de Gades, la mayor de las cuales está consagrada a Hera. Sin embargo, todos los españoles y libios toman literalmente la palabra «columnas» y las sitúan en Gades, donde hay unas columnas de bronce consagradas a Heracles, de ocho codos de altura y que llevan inscrito el costo de su construcción; allí los marineros ofrecen sacrificios siempre que vuelven a salvo de un viaje. Según los habitantes de Gades mismo, un oráculo ordenó al rey de Tiro que fundara una colonia cerca de las columnas de Heracles y envió sucesivamente tres grupos de exploración. El primero, creyendo que el oráculo se había referido a Abile y Calpe, desembarcó en el estrecho, donde se halla ahora la ciudad de Exitani; el segundo navegó unas doscientas millas más allá del estrecho, hasta una isla consagrada a Heracles, frente a la ciudad española de Onoba; pero a ambos grupos les desanimaron agüeros desfavorables cuando ofrecieron sacrificios y volvieron a su patria. El tercer grupo llegó a Gades, donde erigió un templo a Heracles en el cabo oriental y fundó con buen éxito la ciudad de Gades en el occidental[298].

h. Sin embargo, algunos niegan que fue Heracles quien erigió esas columnas y afirman que Abile y Calpe se llamaron primeramente «las Columnas de Crono» y luego las «Columnas de Briareo», un gigante cuyo poder se extendía hasta allí; pero que, como el recuerdo de Briareo (llamado también Egeón) se fue apagando, se les cambió el nombre en honor de Heracles, quizá porque la ciudad de Tartesos, que se halla a sólo ocho kilómetros de Calpe, fue fundada por él y se la solía llamar Heraclea. Todavía se ven allí grandes murallas antiguas y astilleros[299]. Pero se debe recordar que al
Heracles anterior se le llamaba también Briareo. El número de las Columnas de Heracles se da habitualmente como dos; pero algunos hablan de tres o cuatro[300]. También se informa acerca de supuestas Columnas de Heracles en la costa septentrional de Germania, en el Mar Negro, en la extremidad occidental de Galia y en la India[301].

i. Un templo de Heracles se alza en el Promontorio Sagrado de Lusitania, el punto más occidental del mundo. A los visitantes se les prohibe entrar en el recinto por la noche, que es cuando los dioses se alojan allí. Quizá cuando Heracles erigió sus columnas para marcar los límites extremos para la navegación legítima ese fue el lugar que eligió[302].

j. Se discute mucho cómo llevó luego el ganado a Micenas Algunos dicen que unió momentáneamente por la fuerza a Abile y Calpe y pasó a Libia por el puente que resultó de esa unión; pero según una versión más probable pasó por el territorio de la que es ahora Abdera, una colonia fenicia, y luego a través de España, dejando atrás a algunos de sus seguidores como colonos[303]. En los Pirineos cortejó y enterró a la princesa bébrice Pirene, de la que tornó su nombre esa cordillera; se dice que el río Danubio tiene allí su fuente, cerca de una ciudad que también lleva su nombre en honor suyo. Luego visitó Galia, donde abolió la bárbara costumbre nativa de matar a los extranjeros, y conquistó tantos corazones con sus hazañas generosas que pudo fundar una gran ciudad a la que llamó Alesia, o «Viajante», en conmemoración de sus viajes. Los galos siguen honrando a Alesia como el hogar y la ciudad-madre de todo su país —no fue conquistada hasta el reinado de Calígula— y pretenden descender de la unión de Heracles con una alta princesa llamada Calata, quien le eligió como amante y engendró a ese pueblo guerrero[304].

k. Cuando Heracles llevaba el ganado de Geriones a través de Liguria, dos hijos de Posidón llamados Alebión y Dercino trataron de robárselo, pero ambos fueron muertos. En una etapa de su batalla con las fuerzas ligurias hostiles a Heracles se le acabaron las flechas y se arrodilló, llorando, herido y exhausto. Como el terreno era de mantillo blando, no podía encontrar piedras para arrojarlas al enemigo —Ligis, el hermano de Alebión, era su jefe— hasta que Zeus, compadecido de sus lágrimas, oscureció la tierra con una nubes de la que cayó una lluvia de piedras, y con ellas pudo Heracles poner en fuga a los ligures. Zeus puso entre las estrellas una imagen de Heracles luchando contra los ligures; es la constelación llamada Engonase. Otro recuerdo de esta batalla sobrevive en la tierra: es la llanura ancha y circular que se extiende entre Marsella y la desembocadura del Ródano, a unos veintitrés kilómetros del mar, llamada la «Llanura Pedregosa» porque en ella hay muchas piedras del tamaño del puño de un hombre, y también manantiales de agua salada[305].

l. A su paso por los Alpes Ligurios Heracles abrió un camino apropiado para sus ejércitos y bagajes y también destruyó todas las cuadrillas de ladrones que infestaban el paso antes de entrar en la actual Galia Cisalpina y Etruria. Sólo después de haber recorrido toda la costa de Italia y haber cruzado a Sicilia se le ocurrió: «¡He tomado un camino equivocado!» Los romanos dicen que al llegar al Albula —posteriormente llamado Tíber— le recibió el rey Evandro, un desterrado de Arcadia. Al anochecer cruzó el río a nado, llevando por delante al ganado, y se acostó para descansar en un lecho de hierbas[306]. En una profunda cueva cercana vivía un pastor enorme, horrible y de tres cabezas llamado Caco, un hijo de Hefesto y Medusa, que era el terror y la deshonra del Bosque Aventino, y arrojaba llamas por cada una de sus tres bocas. Cráneos y brazos humanos colgaban clavados sobre los dinteles de su cueva y dentro de ella la tierra relucía con la blancura de los huesos de sus víctimas. Mientras Heracles dormía, Caco le robó sus dos mejores bueyes, así como cuatro novillos, que arrastró hacia atrás tirándoles de los rabos a su guarida 18[307].

m. A la primera luz de la aurora Heracles se despertó e inmediatamente advirtió que la faltaban aquellos animales. Después de buscarlos en vano, estaba a punto de seguir adelante con los demás cuando una de las novillas robadas mugió a causa del hambre. Heracles observó que el sonido provenía de la cueva, pero encontró la entrada cerrada por una roca que ni siquiera habrían podido mover diez yuntas de bueyes; sin embargo, la apartó a un lado como si hubiera sido un guijarro y, sin atemorizarse por las llamas humeantes que arrojaba Caco, luchó con él y le machacó la cara hasta dejarla hecha pulpa[308].

n. Ayudado por el rey Evandro, Heracles erigió un altar a Zeus y sacrificó en él a uno de los bueyes recuperados, y luego tomó disposiciones para organizar su propio culto. Pero los romanos relatan esta fábula para glorificarse a sí mismos; pues la verdad es que no fue Heracles quien mató a Caco y ofreció sacrificios a Zeus, sino un pastor gigantesco llamado Gárano o Recáranos, aliado de Heracles[309].

o. El rey Evandro gobernaba mediante su ascendiente personal más bien que por la fuerza: le veneraban particularmente por su conocimiento de las letras, adquirido de su madre proíética, la ninfa arcadia Nicóstrata o Temis; era hija del río Ladón, y aunque estaba casada con Equeno, tuvo a Evandro con Hermes. Nicóstrata persuadió a Evandro para que matara a su supuesto padre, y cuando los arcadios desterraron a ambos, fue con él a Italia, acompañado por un cuerpo de pelasgos[310]. Allí, unos sesenta años antes de la guerra de Troya, fundó la pequeña ciudad de Palantino, en la colina junto al río Tíber, llamada posteriormente monte Palatino; el sitio lo eligió Nicóstrata: y pronto no hubo un rey más poderoso que Evandro en toda Italia. Nicóstrata, llamada ahora Carmenta, adaptó el alfabeto pelasgo de trece consonantes que Cadmo había traído de Egipto para formar el latino de quince consonantes. Pero algunos afirman que fue Heracles quien enseñó a los subditos de Evandro el uso de las letras, que es por lo que comparte un altar con las Musas[311].

p. Según los romanos, Heracles liberó al rey Evandro del tributo que debía pagar a los etruscos, mató al rey Fauno, quien tenía la costumbre de sacrificar a los extranjeros en el altar de su padre Hermes; y engendró a Latino, el antepasado de los latinos, con la viuda, o la hija, de Fauno. Pero los griegos sostienen que Latino era hijo de Circe y Odiseo. En todo caso, Heracles suprimió el sacrificio cronio anual de dos hombres, que eran arrojados al Tíber, y obligó a los romanos a utilizar en su lugar muñecos; inclusive ahora, en el mes de mayo, cuando la luna está llena, la principal virgen Vestal, colocada en el Pons Sublicius de madera de roble, arroja imágenes blanqueadas de ancianos, hechas con juntos y llamados «Argivos» a la corriente amarilla[312]. Se cree
también que Heracles fundó Pompeya y Herculano, luchó con gigantes en los Campos Flegreos de Cumas y construyó una calzada de una milla de langitud a lo largo del golfo Lucrino, a la que ahora se llama el Camino Heracliano, por el cual condujo al ganado de Gerión[313].

q. Se dice, además, que se acostó para descansar cerca de la frontera de Regio y Lócris Epicefiria y como le molestaban mucha las cigarras, suplicó a los dioses que las acallasen. Su súplica fue atendida inmediatamente y desde entonces nunca se ha oído cantar a las cigarras en el lado regiano del río Alece, aunque cantan fuertemente en el lado locrio. Ese día un toro se separó del rebaño, se introdujo en el mar y nadó hasta Sicilia. Heracles lo persiguió y lo encontró oculto entre los rebaños de Érix, rey de los elimos, hijo de Afrodita y de Butes[314]. Érix, que era luchador y púgil, le desafió a un torneo quíntuple. Heracles aceptó el desafío, con la condición de que Érix apostase su reino contra el toro huido, y venció en las cuatro primeras pruebas; finalmente, en la lucha, levantó a Érix a gran altura en el aire, lo arrojó contra la tierra y lo mató, con lo cual demostró a los sicilianos que no todos los nacidos de una diosa son necesariamente inmortales. De esta manera Heracles conquistó el reino de Érix, que dejó a sus habitantes para que disfrutaran de él hasta que uno de sus propios descendientes fuera a reclamarlo[315].

r. Algunos dicen que Érix —cuyo campo de lucha se muestra— tenía una hija llamada Psófide, quien dio a Heracles dos hijos: Equefrón y Prómaco. Habiendo sido criados en Erimanto, cambiaron el nombre de esta ciudad por el de su madre Psófide y construyeron un altar a Afrodita Ericina del que hoy sólo quedan las ruinas. Los altares dedicados a los héroes Equefrón y Prómaco perdieron su importancia desde hace mucho tiempo y a Psófide se la considera habitualmente como una hija de Janto, el nieto de Árcade[316].

s. Continuando su viaje a través de Sicilia, Heracles llegó al lugar donde ahora se halla la ciudad de Siracusa; allí ofreció sacrificios e instituyó el festival anual junto al precipicio sagrado de Cíane, por el cual Hades llevó a Core al mundo subterráneo. A los que honraron a Heracles en la llanura de Leontini les dejó un recuerdo imperecedero de su visita. Cerca de la ciudad de Agirio las huellas de los cascos de su ganado quedaron impresas en un camino de piedra como si hubiera sido de cera;
y, considerando eso como un indicio de su inmortalidad, Heracles aceptó que los habitantes le rindieran los honores divinos que hasta entonces había rechazado firmemente. Luego, en agradecimiento por sus favores, formó un lago de cuatro estadios de circunferencia fuera de las murallas de la ciudad y erigió templos locales a Yolao y Geriones[317].

t. De vuelta a Italia en busca de otro camino que le lelvara a Grecia, Heracles condujo su ganado por la costa oriental hasta el Promontorio Lacinio, donde el gobernante, el rey Lacinio, pudo jactarse más tarde de que había hecho huir a Heracles, lo que hizo simplemente construyendo un templo a Hera, a la vista del cual Heracles se marchó disgustado. Nueve kilómetros más adelante Heracles mató accidentalmente a Crotón, lo enterró con todos los honores y profetizó que en el futuro se alzaría allí una gran ciudad que llevaría su nombre. Heracles cumplió esa profecía después de su deificación: apareció en un sueño a uno de sus descendientes, el argivo Miscelo, y le amenazó con un castigo terrible si no conducía un grupo de colonos a Sicilia y fundaba la ciudad; y cuando los argivos estaban a punto de condenar a Miscelo a muerte por violar su prohibición de emigrar cambió milagrosamente todos los guijarros negros de la votación en blancos[318].

u. Heracles se proponía luego llevar el ganado de Geriones a través de Istria al Epiro, y desde allí al Pelopo neso por el Istmo. Pero a la entrada del Golfo Adriático Hera envió un tábano que hizo huir espantado al ganado y lo llevó a través de la Tracia al desierto escita. Allí Heracles lo persiguió y una noche fría y tormentosa se envolvió en la piel de león y se quedó dormido en una colina pedregosa. Cuando se despertó se encontró con que las yeguas de su carro, a las que había desunido para que pacieran, también faltaban. Anduvo por todas partes en su busca hasta que llegó a un distrito boscoso llamado Hilea, donde un ser extraño, medio mujer y medio serpiente, le gritó desde una cueva. Le dijo que ella tenía sus yeguas, pero sólo se las devolvería si se hacía su amante. Heracles accedió, aunque con cierta renuencia, y la besó tres veces; en vista de ello la mujer con cola de serpiente le abrazó apasionadamente, y cuando, por fin, Heracles quedó en libertad para irse, ella le preguntó: «¿Qué será de los tres hijos que tengo ahora en el seno? Cuando lleguen a la virilidad, ¿quieres que los instale aquí, donde soy la dueña o que te los envíe?»

v. «Cuando crezcan, obsérvalos cuidadosamente —contestó Heracles—. Y si alguno de ellos encorva este arco como yo lo encorvo y se ciñe con este cinturón como yo me ciño, elígelo como el gobernante de tu país.» Dicho eso, le dio uno de sus dos arcos y su cinturón, que tenía una copa de oro colgando de su broche; y luego siguió su viaje. Ella llamó a los trillizos Agatirso, Gelono y Escítes. Los dos mayores se mostraron incapaces de realizar las tareas que había indicado su padre, por lo que ella los desterró; pero Escites consiguió hacer las dos cosas y dejó que se quedara, convirtiéndose en el antepasado de todos los reyes escitas, que hasta el presente llevan copas de oro en sus cinturones[319]. Sin embargo, otros dicen que fue Zeus y no Heracles quien se acostó con la mujer con cola de serpiente, y que, cuando los tres hijos que tuvo con ella gobernaban todavía el país cayeron del firmamento cuatro objetos de oro; un arado, un yugo, un hacha de combate y una copa. Agatirso fue el primero que corrió para recogerlo, pero cuando se acercó el oro llameó y le quemó las manos. Gelono fue rechazado del mismo modo. Pero cuando se acercó Escites, el más joven, el fuego se apagó inmediatamente y así él pudo llevar a su casa los cuatro tesoros de oro y los hermanos mayores accedieron a cederle el reino[320].

w. Heracles, después de haber recuperado sus yeguas y la mayor parte del ganado extraviado, los llevó a través del río Estrimón, que represó con piedras para ese propósito, y no encontró más aventuras hasta que el pastor gigante Alcioneo, quien se había apoderado del Istmo de Corinto, arrojó una roca sobre el ejército que una vez más seguía a Heracles y aplastó no menos de doce carros y el doble de jinetes. Este era el mismo Alcioneo que robó dos veces el ganado sagrado de Helio: desde Eritia y desde la ciudadela de Corintio. Corrió hacia adelante, recogió la roca y esta vez la lanzó contra Heracles, quien la devolvió con su clava y así mató al gigante. Todavía se ve esa roca en el Istmo[321].

1.      El tema principal de los trabajos de Heracles es su ejecución de ciertas hazañas rituales antes de ser aceptado como consorte de Admete, o Auge, o Atenea, o Hipólita, o como quiera que se llamara la reina. Este extravagante décimo trabajo puede haberse relacionado originalmente con el mismo tema si es que se refiere a la costumbre helénica patriarcal según la cual el marido compraba a su novia con los procedimientos de un robo de ganado. En la Grecia homérica se las valoraba según el ganado, como sucede todavía en algunas partes del África Oriental y Central. Pero se han agregado al mito otros elementos que no vienen al caso, como la visita a la Isla Occidental de los Muertos y su regreso afortunado cargado con el botín; la fábula irlandesa antigua análoga es la de Cuchulain, quien penetró en el Infierno —Dun Scaith, «ciudad de las sombras»— y volvió con tres vacas y una caldera mágica, a pesar de las tormentas que los dioses de los muertos desencadenaron contra él. La urna de bronce en la que Heracles navegó a Eritia era una nave apropiada para una visita a la Isla de los Muertos, y quizá se la ha confundido con la caldera de bronce. En la Undécima Tablilla de la epopeya de Gilgamesh babilonia, Gilgamesh hace un viaje análogo a una isla sepulcral a través del mar de los muertos, utilizando como vela sus ropas. Este episodio llama la atención a muchos puntos de semejanza entre los mitos de Heracles y Gilgamesh; la fuente común es probablemente sumeria. Como Heracles, Gilgamesh mata a un león monstruoso y lleva su piel (véase 123.e); ase a un toro del cielo por los cuernos y lo domina (véase 129.b); descubre una hierba secreta que proporciona la invulnerabilidad (véase 135.h); hace el mismo viaje que el Sol (véase 132.d); y visita el Jardín de las Hespérides, donde, después de matar a un dragón enroscado en un árbol sagrado, es recompensado con dos objetos sagrados procedentes del mundo subterráneo (véase 133.e). Las relaciones de Gilgamesh con su compañero Enkidu se parecen mucho a las de Teseo, el Heracles ateniense, con su compañero Pirítoo, quien desciende al Tártaro y no logra regresar (véase 103.C y d); y la aventura de Gilgamesh con los escorpiones ha sido atribuida al beocio Orion (véase 41.3).

2.      Las colonias griegas pre-fenicias instaladas en España, Galia e Italia bajo la protección de Heracles han contribuido al mito; y en el sentido geográfico las Columnas de Heracles —a las que un grupo de colonos llegó alrededor del año 1100 a. de C.— son Ceuta y Gibraltar.

3.      No obstante, en un sentido místico celto-ibérico, las Columnas son abstracciones alfabéticas. «Marwnad Ercwlf», antiguo poema gales del Libro Rojo de Hergest, trata del Heracles celta —a quien los irlandeses llamaban «Cara Solar de Ogma» y Luciano «Ogmio» (véase 125.1)— y cuenta cómo Ercwlf erigió «cuatro columnas de la misma altura coronadas con oro rojo», al parecer las cuatro columnas de cin- co letras cada una que formaban el alfabeto bárdico de veinte letras llamado el Boibel-Loth (Diosa Blanca, p. 175). Parece que, alrededor del año 400 a. de C., este nuevo alfabeto, cuyos nombres de las letras griegas se referían al viaje celestial de Heracles en la copa del sol, su muerte en el monte Eta y sus poderes como fundador de ciudades y juez (Diosa Blanca, p. 263) reemplazó al alfabeto de los árboles Beth-Luis-Nion, los nombres de las letras del cual se referían al sacrificio homicida de Crono por las mujeres salvajes (Diosa Blanca, p. 391). Puesto que las Gorgonas tenían un bosquecillo en Eritia —«Isla Roja», identificada por Ferécides como la isla de Gades— y puesto que «árboles» en todos los idiomas celtas significan «letras», yo interpreto «el árbol que toma diversas formas» como el alfabeto Beth-Luis-Nion, cuyo secreto guardaban las Gorgonas en su bosquecillo sagrado hasta que Heracles las «aniquiló». En este sentido, la incursión de Heracles de Eritia, donde mató a Geriones y el perro Ortro —el astro Sirio— se refiere a la sustitución del alfabeto de Crono por el alfabeto de Heracles.

4.      Hesíodo (Teogonia 287) llama a Geriones tricephalon, «de tres cabezas»; otra interpretación de lo cual es tricarenon, que significa lo mismo. «Tricarenon» recuerda a Torvos Trigarenus, el dios celta con dos manos izquierdas que aparece en compañía de grullas y un toro en el altar de París derribando un sauce. Geryon, palabra que no tiene significado en griego, parece ser una forma desusada de Trigaranus. Puesto que lo mismo en la tradición griega que en la irlandesa las grullas están asociadas con los secretos alfabéticos (véase 52.6) y con los poetas, Geriones parece ser el guardián de la Diosa del alfabeto anterior: en realidad Crono acompañado por los dáctilos. En la isla sepulcral de Eritia, Crono- Geriones, quien era en un tiempo un héroe solar del tipo de Heracíes-Briareo, se había convertido en un dios de los muertos, con Ortro como su Cerbero; y este décimo trabajo, por tanto, ha sido confundido con el duodécimo y Menetes figura en ambos. Aunque el «fruto sin cuesco parecido a la cereza» nacido de la sangre de Geriones puede haber sido la baya de madroño, que se da en España, ha influido en la fábula el carácter sagrado que para Crono-Saturno tiene el cornejo de frutos más tempranos (Diosa Blanca p. 223), que produce un tinte rojo como el coscojo. El papel de Crisaor en la fábula es importante. Su nombre significa «falce de oro», el arma asociada con el culto de Crono, y se decía que era hijo de la gorgona Medusa (véase 33.b, 73.h y 138.j).

5.      Nórax, nieto de Geriones por Eritia y Hermes —se dice que Hermes llevó el alfabeto de árboles de Grecia a Egipto y volvió con él—, parece ser una grafía errónea de Norops, la palabra griega para «cara solar». Esta genealogía ha sido invertida por los mitógrafos irlandeses; según éstos, su propio Geriones, cuyas tres personas se llamaban Brian, Iuchar e Iucharba —una forma de Varuna, Mitra e Indra— tenía a Ogma por abuelo, y no por nieto, y su hijo era el dios Sol celtíbero Lugh, Llew o Lugo. También insisten en que el alfabeto les había llegado de Grecia por España. El cuervo de Crono estaba consagrado a Lugo, según Plutarco, quien constata (Sobre los ríos y las montañas v) que «Lugdunum» —Lyón, la fortaleza de Lugo— «se llamaba así porque un auspicio de cuervos sugirió la elección de su ubicación, pues lug significa cuervo en el dialecto alobrógico».

6.      Verrio Flaco parece haber sido mal interpretado por Servio; es más probable que dijera que «Garano (Gerión) tricéfalo, y no Caco, era el nombre de la víctima de Heracles, y que Evandro ayudó a Heracles». Esto estaría de acuerdo con la versión de que la madre de Evandro, Carmenta, suprimió el alfabeto de trece consonantes, el Beth-Luis-Nion de Crono, en favor del Boibel-Loth de quince consonantes de Heracles-Ogma (Diosa Blanca p. 380). El rey Juba, al que Plutarco cita como diciendo que Heracles enseñó a los subditos de Evandro el empleo de las letras, era un magistrado honorario de Gades, y sin duda conocía muy bien la ciencia alfabética local. En esta fábula de Evandro se describe claramente a Heracles como un enemigo del culto de Crono, puesto que suprime el sacrificio humano. Sus andanzas por Italia y Sicilia han sido inventadas para explicar los numerosos templos que se le erigieron en esos países; y su quíntupla competencia con Érix, para justificar las expediciones colonizadoras del siglo vi que el heráclida Peníatlos de Cnido y el espartano Dorio hicieron a la región de Érix. El Heracles venerado en Agirá, ciudad siciliana, puede haber sido un antepasado que llevó a los sículos a través del estrecho desde Italia alrededor del año 1050 a. de C. (Tucídides: vi.2.5). También se le hace visitar Escitia; los colonos griegos de las costas occidental y septentrional del Mar Negro incorporaron a un Heracles escita, un héroe arquero (véase 119.3) en el misceláneo décimo trabajo. Su desposada, la mujer con cola de serpiente, era una diosa Tierra, madre de las tres tribus escitas principales mencionadas por Herodoto; en otra versión del mito, representada por la balada inglesa de The Laidley Worm, cuando él le ha besado tres veces se transforma en «la mujer más bella que jamás se había visto».

7.      La anécdota de Alcioneo parece haberse desprendido del mito del ataque de los gigantes al Olimpo y de su derrota a manos de Heracles (véase 35.rf-é>). Pero el robo por Alcioneo del ganado de Helio en Eritia, y otra vez en la ciudadela de Corinto, es una versión más antigua del robo del ganado de Gerión por Heracles, pues su propietario era un consorte solar activo de la diosa Luna, no un dios de los muertos desterrado y debilitado.

8.      La flecha que Heracles disparó contra el sol del mediodía sería la que disparó contra el cénit durante la ceremonia de su coronación (véase 126.2 y 135.1).


133.  EL UNDÉCIMO TRABAJO: LAS MANZANAS DE LAS HESPÉRIDES


a. Heracles había realizado esos diez trabajos en el término de ocho años y un mes, pero Euristeo, descontando el segundo y el quinto, le impuso dos más. El undécimo trabajo consistió en conseguir los frutos del manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a Hera con el que ésta se había mostrado tan complacida que lo plantó en su jardín divino. Este jardín se hallaba en las laderas del monte Atlas, donde los jadeantes caballos del carro del Sol terminaban su viaje y donde las ovejas y las vacas de Atlante, mil rebaños de cada clase de esos animales, vagaban por los pastos de su innegable propiedad. Cuando un día descubrió Hera que las hijas de Atlante, las Hespérides, a quienes había confiado el árbol, hurtaban las manzanas, hizo que el dragón Ladón, siempre vigilante, se enroscara alrededor del árbol como su guardián[322].

b. Algunos dicen que Ladón era hijo de Tifón y Equidna; otros que era el hijo menor de Ceto y Forcis; otros que era hipo partenogenésico de la Madre Tierra, Tenía cien cabezas y hablaba con varias lenguas[323].

c. Se discute igualmente si las Hespérides vivían en el monte Atlas en el País de los Hiperbóreos, o en el monte Atlas de la Mauritania, o en alguna parte más allá del Océano, o en dos islas situadas en las cercanías del promontorio llamado el Cuerno Occidental, que se halla cerca de la Hesperia etiópica, en las fronteras de África. Aunque las manzanas pertenecían a Hera, Atlante sentía por ellas un orgullo de jardinero y, cuando Temis le advirtió: «Un día, dentro de mucho tiempo, Titán, tu árbol será despojado de su oro por un hijo de Zeus», Atlante, que todavía no había sido castigado con el terrible trabajo de soportar el globo celestial sobre sus hombros, construyó sólidas murallas alrededor del huerto y expul só de su territorio a todos los extranjeros; puede muy bien haber sido él quien puso a Ladón como guardián de las manzanas[324].

d. Heracles, quien no sabía en qué dirección se hallaba el Jardín de las Hespérides, marchó a través de Iliria hasta el río Po, el hogar del dios marino oracular Nereo. En el camino cruzó el Equedoro, pequeño arroyo macedonio donde Cicno, hijo de Ares y Pirene, le desafió a un duelo. Ares actuó como segundo de Cicno y puso en orden a los combatientes, pero Zeus lanzó un rayo entre ellos y renunciaron a la lucha. Cuando por fin Heracles llegó al Po, las ninfas del río, hijas de Zeus y Temis, le mostraron a Nereo dormido. Él asió al viejo y venerable dios marino y, sujetándolo a pesar de sus muchas transformaciones proteicas, le obligó a profetizar cómo se podían conseguir las manzanas de oro. Algunos dicen, no obstante, que Heracles acudió a Prometeo, para que le diese esa información[325].

e. Nereo había aconsejado a Heracles que no arrancase las manzanas personalmente, sino que emplease a Atlante como su agente, aliviándolo entretanto de su carga fantástica; en consecuencia, cuando llegó al Jardín de las Hespérides le pidió a Atlante que le hiciera ese favor. Atlante habría realizado casi cualquier trabajo con tal de tener una hora de respiro, pero temía a Ladón, al que Heracles mató inmediatamente con una flecha que disparó por encima de la pared del jardín. Heracles inclinó la espalda para recibir el peso del globo celestial y Atlante se alejó y volvió poco después con tres manzanas arrancadas por sus hijas. La sensación de libertad le pareció deliciosa. «Yo mismo llevaré sin falta estas manzanas a Euristeo —dijo— si tú sostienes el firma- mento durante unos pocos meses más.» Heracles simuló que accedía pero como Nereo le había advertido que no debía aceptar oferta alguna de esa clase pidió a Atlante que soportase el globo durante sólo un momento más, mientras él se ponía un almohadón en la cabeza. Atlante se dejó engañar fácilmente, dejó las manzanas en el suelo y volvió a ponerse el firmamento en los hombros; inmediatamente Heracles recogió las manzanas y se alejó con una despedida irónica.

f. Al cabo de algunos meses Heracles le llevó las manzanas a Euristeo, quien se las devolvió; él las entregó entonces a Atenea, quien las dio otra vez a las ninfas, pues era ilegal que la propiedad de Hera saliese de sus manos[326]. Como sentía sed después de este trabajo, Heracles golpeó la tierra con los pies e hizo surgir una corriente de agua que más tarde salvó la vida de los argonautas cuando estaban a punto de morirse de sed en el desierto de Libia. Entretanto Hera, que lloraba a Ladón, puso su imagen entre las estrellas como la constelación de la Serpiente[327].

g. Heracles no volvió a Micenas por un camino directo. Primeramente atravesó la Libia, cuyo rey Anteo, hijo de Posidón y de la Madre Tierra, tenía la costumbre de obligar a los extranjeros a luchar con él hasta dejarlos exhaustos, matándolos después; pues no sólo era un atleta fuerte y hábil, sino que además cuando tocaba la tierra se renovaba su fuerza. Guardaba los cráneos de sus víctimas para techar un templo dedicado a Posidón[328]. No se sabe si Heracles, que estaba decidido a poner fin a esa práctica bárbara, desafió a Anteo o si Anteo le desafió a él. Sin embargo, Anteo demostró que no era una víctima fácil; era un gigante que vivía en una cueva situada bajo un alto risco, donde se alimentaba con la carne de los leones y dormía en la tierra desnuda para conservar y aumentar su fuerza ya colosal. La Madre Tierra, que todavía no era estéril después de haber dado a luz al gigante, había concebido a Anteo en una cueva libia y tenía más motivos para jactarse de él que inclu sive de sus monstruosos hijos mayores, Tifón, Ticio y Briareo. Les habría ido mal a los olímpicos si hubiera luchado contra ellos en las Llanuras de Flegras.

h. En preparación para la lucha los dos combatientes se quitaron sus pieles de león, pero mientras que Heracles se frotaba con aceite a la manera olímpica, Anteo se derramó arena caliente sobre los miembros por si el contacto con la tierra por medio de las plantas de los pies resultaba insuficiente. Heracles se proponía reservar su fuerza y cansar a Anteo, pero cuando consiguió tenderlo en tierra le sorprendió ver que los músculos del gigante se hinchaban y que el contacto con la Madre Tierra infundía nueva vida a sus miembros. Los combatientes volvieron a asirse y al poco tiempo Anteo se dejó caer por su propia voluntad sin esperar a que Heracles lo derribase, lo que hizo que este último comprendiera lo que sucedía y, en vista de ello, lo levantó a gran altura en el aire, le rompió las costillas y, a pesar de los hondos gemidos de la Madre Tierra, lo mantuvo en alto hasta que murió[329].

i. Algunos dicen que esta lucha se realizó en Lixo, una pequeña ciudad de Mauritania situada a unos ochenta kilómetros de Tánger, cerca del mar, donde se muestra una loma como la tumba de Anteo. Los nativos creen que si se sacan de esa loma unas pocas canastas de tierra lloverá y seguirá lloviendo hasta que las vuelvan a poner en su lugar. También se pretende que los Jardines de las Hespérides se hallaban en la isla cercana, donde hay un altar de Heracles; pero, con excepción de unos pocos acebuches, no queda allí rastro alguno de huerto. Cuando Sertorio[330] se apoderó de Tánger abrió la tumba para ver si el esqueleto de Anteo era tan grande como lo describía la tradición. Con gran asombro suyo vio que medía sesenta codos, por lo que imediatamente volvió a cerrar la tumba y ofreció a Anteo sacrificios de héroe. Se dice en la localidad que o bien Anteo fundó Tánger, llamada anteriormente Tingis, o bien que Sófax, el hijo que Tinger, la viuda de Anteo, tuvo con Heracles, reinó en ese país y dio a la ciudad el nombre de su madre. El hijo de Sófax, Diodoro, dominó a muchas naciones africanas con un ejército griego reclutado entre los colonos micénicos que Heracles había instalado allí[331]. Los mauritanos son de origen oriental y, como los farusios, descendían de ciertos persas que acompañaron a Heracles al África; pero algunos sostienen que son descendientes de los cananeos a los que el israelita Josué expulsó de su país[332].

j. A continuación Heracles hizo una visita al Oráculo de Amón, donde solicitó una entrevista con su padre Zeus; pero Zeus se mostró renuente a manifestarse y, como Heracles insistió, desolló un carnero, se cubrió con el vellón, con la cabeza del carnero ocultando la suya, y le dio ciertas instrucciones. De aquí que los egipcios den a sus imágenes de Zeus Amón una cara de carnero. Los tebanos sacrifican carneros sólo una vez al año, cuando al final del festival de Zeus, desuellan a un solo carnero y utilizan su vellón para cubrir la imagen de Zeus, después de lo cual los adoradores se golpean el pecho en señal de duelo por la víctima y la entierra en una tumba sagrada[333].

k. Heracles se dirigió luego hacia el sur y fundó una ciudad de cien puertas llamada Tebas en honor de su ciudad natal; pero algunos dicen que Osiris la había fundado ya. Durante todo este tiempo el rey de Egipto era el hermano de Anteo, Busiris, un hijo de Posidón y Lisianasa, la hija de Épafo, o, según dicen otros, de Anipe, hija del río Nilo[334]. Ahora bien, el reino de Busiris había sufrido en un tiempo la sequía y el hambre durante ocho o nueve años y él había mandado llamar a unos augures griegos para que le aconsejasen. Su sobrino, un adivino chipriota culto llamado Frasio, Trasio o Tasio, hijo de Pigmalión, anunció que el hambre cesaría si cada año se sacrificaba a un extranjero en honor de Zeus. Busiris comenzó con Frasio mismo y después sacrificó a otros huéspedes casuales, hasta que llegó Heracles, quien dejó que los sacerdotes lo arrastraran al altar. Le ataron el cabello con una venda y Busiris, invocando a los dioses, estaba a punto de levantar el hacha de los sacrificios cuando Heracles rompió sus lazos y mató a Busiris, al hijo de Busiris, Anfídamas, y a todos los sacerdotes presentes[335]

l. Luego Heracles atravesó Asia y se detuvo en Termidrae, el puerto de la Lindo rodia, donde desunció uno de los bueyes del carro de un labrador, lo sacrificó, y comió su carne, mientras el dueño aguardando en cierta montaña, le maldecía desde lejos. De aquí que los lindios, sigan profiriendo maldiciones cuando hacen sacrificios a Heracles. Por fin llegó a las montañas del Cáucaso, donde Prometeo había estado encadenado durante treinta años —o mil, o treinta mil años— mientras todos los días un buitre, nacido de Tifón y Equidna, le desgarraba el hígado. Hacía tiempo que Zeus se había arrepentido de su castigo, porque desde entonces Prometeo le había advertido bondadosamente que no se casase con Tetis, para que no engendrase a alguien más importante que él; y ahora, cuando Heracles le suplicó que perdonase a Prometeo, se lo concedió sin vacilar[336]. Pero como le había condenado a un castigo eterno, Zeus estipuló que, para que Prometeo siguiese pareciendo un prisionero, llevase un anillo hecho con sus cadenas y engastado con una piedra caucasia, y éste fue el primer anillo que llevó un engaste. Pero los sufrimientos de Prometeo estaban destinados a durar hasta que algún inmortal fuera voluntariamente al Tártaro en su lugar; en consecuencia Heracles recordó a Zeus que Quirón deseaba renunciar al don de la inmortalidad desde que había sufrido una herida incurable. Por lo tanto, ya no quedaba impedimento alguno y Heracles, invocando a Apolo Cazador, mató al buitre atravesándole el corazón y puso a Prometeo en libertad[337].

m. La humanidad comenzó a llevar anillos en honor de Prometeo, y también guirnaldas, porque cuando quedó en libertad se ordenó a Prometeo que se coronase con una guirnalda de sauces, y Heracles, para acompañarle, se puso una de acebuche[338].

n. Zeus Omnipotente puso la flecha entre las estrellas como la constelación de Sagitario; y hasta el presente los habitantes de las montañas del Cáucaso consideran al buitre como el enemigo de la humanidad. Queman sus nidos con dardos llameantes y le tienden trampas para vengar los sufrimientos de Prometeo[339].

1.      Las diferentes ubicaciones de las Hespérides representan diferentes opiniones acerca de lo que constituía el Lejano Oeste. Una versión colocaba el escenario de este trabajo en Berenice, anteriormente llamada la ciudad de las Hespéridas (Plinio: Historia natural v.5), Eusperides (Herodoto: iv.171), o Eusperites (Herodoto: iv.198), pero que cambió su nombre por el de la esposa de Tolomeo Evergetes. Estaba construida en Pseudopenias (Estrabón: xvii.3.20), el promontorio occidental del Golfo de Sirtes. Esta ciudad, bañada por el río Latón, o Letón, tenía un bosquecillo sagrado llamado «Jardines de las Hespérides». Además, el Latón desembocaba en un Lago Hesperio; y en las cercanías había otro, el Lago Tritonis, que encerraba a una islita con un templo de Afrodita (Estrabón: loc. cit.; Plinio: loc. cit.), al cual se decía a veces que pertenecía el manzano (Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.485). Herodoto (loc. cit.) lo describe como una de las pocas partes fértiles de la Libia; en los mejores años la tierra producía el céntuplo.

2.      Además de estas disputas geográficas había varias explicaciones racionales del mito. Una opinión era que las manzanas eran en realidad hermosas ovejas (melón significa tanto «oveja» como «manzana»), u ovejas con una lana roja peculiar que parecía de oro, las cuales eran guardadas por un pastor llamado Dragón, al que las hijas de Héspero, las Hespérides, solían llevar la comida. Heracles se llevó las ovejas (Servio sobre la Eneida de Virgilio: loc. cit.; Diodoro Sículo: iv.26) y mató (Servio: loc. cit) o raptó al pastor (Palefato: 19). Palefato (loc. cit) hace a Héspero natural de la Mileto caria, que era todavía famosa por sus ovejas, y dice que aunque Héspero había muerto mucho tiempo antes de la llegada de Heracles, sus dos hijas le sobrevivían.

3.      Otra opinión era que Heracles rescató a las hijas de Atlante, que habían sido raptadas en el huerto de su familia por sacerdotes egipcios, y Atlante, agradecido, no sólo le dio el objeto de su trabajo, sino que además le enseñó la astronomía por añadidura. Pues Atlante, el primer astrónomo, sabía tanto que llevaba el globo celestial en los hombros, por decirlo así; y de aquí que se diga que Heracles le tomó el globo (Diodoro Sículo: iii.60 y iv.27). Heracles se convirtió ciertamente en el Señor del Zodíaco, pero el titán astrónomo a quien reemplazó era Ceo (alias Thoth) y no Atlante (véase 1.3).

4.      La verdadera explicación de este trabajo se debe encontrar, no obstante, en el ritual más bien que en la alegoría. Se demostrará (véase 148.5) que el candidato a la dignidad del rey tenía que vencer a una serpiente y apoderarse de su oro; y eso fue lo que hizo Heracles tanto en este caso como en su lucha con la Hidra. Pero el oro del que se apoderó no debía tener la forma de manzanas de oro; éstas se las dio al final de su reinado la diosa Triple como su pasaporte para el Paraíso. Y en este contexto fúnebre la Serpiente no era su enemiga, sino la forma que su ánima oracular asumiría después de haber sido sacrificado. Ladón tenía cien cabezas y hablaba con diversas lenguas porque muchos héroes oraculares podían llamarse «Heracles»: es decir, que habían sido representantes de Zeus y se habían dedicado al servicio de Hera. El Jardín de las tres Hespérides —cuyos nombres las identifican con la puesta del sol (véase 33.7 y 39.1)— es situado en el Lejano Oeste, porque la puesta del sol era un símbolo de la muerte del rey sagrado. Heracles recibió las manzanas al final de su reinado, correctamente registrado como un Gran Año de cien lunaciones. Había tomado la carga del rey sagrado de su predecesor, y con ella el título de «Atlante», «el que sufre largamente». Es probable que la carga fuese originalmente no el globo, sino el disco solar (véase 67.2).

5.      El comportamiento de Nereo sigue el modelo del de Proteo (véase 169.a), a quien Menelao consultó en Faros (Homero: Odisea iv.581 y ss.). Se dice que Heracles remontó el Po porque llevaba al País de los Hiperbóreos (véase 125. b). Sabemos que los regalos envueltos en paja que los hiperbóreos enviaban a Délos siguieron esa ruta (Herodoto: iv. 33). Pero aunque su país era en un sentido Gran Bretaña —como centro del culto de Bóreas— en otro era Libia y en otro el Cáucaso; y el Paraíso se hallaba en el Lejano Oeste o en lo recóndito del Viento Norte, la región misteriosa a la que volaban los gansos silvestres en el verano (véase 161.4). Las andanzas de Heracles ilustran esta incertidumbre. Si iba en busca del Paraíso libio debía haber consultado con el rey Proteo de Faros (véase 169.a); si iba en busca del Paraíso caucásico, con Prometeo (lo que es, en verdad, la versión de Apolodoro); si iba en busca del nórdico, a Nereo, quien vivía cerca de las fuentes del Po y cuyo comportamiento se parecía al de Proteo.

6.      Los huesos de Anteo eran probablemente los de una ballena varada, alrededor de la cual nació una leyenda en Tánger: «Esto tiene que haber sido un gigante. Sólo Heracles pudo haberlo matado. ¡Heracles, que erigió esas enormes columnas en Ceuta y Gibraltar!» Una lucha entre el candidato a la dignidad de rey y los campeones locales era una costumbre muy extendida: la lucha con Anteo por la posesión del reino, como la lucha de Teseo con Escirón (véase 96.3), o la de Odiseo con Filomelides (véase 161./), deben ser entendidas en este sentido. Praxiteles, el escultor del Partenón, consideraba la derrota de Anteo como un trabajo aparte (Pausanias: iv.11.4).

7.      Una antigua asociación religiosa unía a Dodona con Amón; y el Zeus adorado en cada una de ellas era original mente un rey pastor sacrificado anualmente, como en los montes Pelión y Lafistio. Heracles hizo bien en visitar a su padre Zeus cuando pasó por Libia; Perseo había hecho lo mismo en su viaje al Oriente, y Alejandro Magno siguió su ejemplo siglos después.

8.      El dios Set era pelirrojo, y los busirios necesitaban, por lo tanto, víctimas con cabello de ese color para ofrecerlas a Osiris, a quien asesinó Set. Los pelirrojos eran raros en Egipto, pero comunes entre los helenos (Diodoro Sículo: i.88; Plutarco: Sobre Isis y Osiris 30, 33 y 73). La muerte de Busiris por Heracles puede referirse a alguna acción punitiva realizada por los helenos, cuyos compatriotas habían sido acechados y muertos; hay pruebas de una colonia helena primitiva en Chemmis.

9.      Las maldiciones proferidas durante los sacrificios a Heracles (véase 143.a) recuerdan la bien establecida costumbre de maldecir e insultar al rey desde una colina cercana mientras lo coronan, con el fin de guardarlo de los celos divinos. A los generales romanos se les insultaba igualmente en sus triunfos mientras asumían la personalidad de Marte. Pero los sembradores maldecían también a la semilla mientras la diseminaban en los surcos.

10.  La liberación de Prometeo parece haber sido una fábula moral inventada por Esquilo y no un mito auténtico (véase 39.h). El hecho de que llevara una guirnalda de sauce —corroborado en un espejo etrusco— indica que había sido dedicado a la diosa Luna Anatha, o Neitii, o Atenea (véase 9.1). Quizá originalmente se le ataba con tiras de sauce al altar del sacrificio en el festival otoñal de la diosa (véase 116.4).

11.  Según una leyenda, Tifón mató a Heracles en Libia, y Yolao le volvió a la vida aplicando una codorniz a las ventanas de su nariz (Eudoxo de Cnido:. Circuito de la Tierra i, citado por Ateneo: ix.ll). Pero fue al tirio Heracles Melkarth a quien el dios Esmún («el que evocamos»), o Asclepio, resucitó de ese modo. El significado es que el año comienza en marzo con la llegada de las codornices desde el Sinaí, y que entonces se celebraban orgías en honor de la diosa (véase 14.3).


134.  EL DUODÉCIMO TRABAJO: LA CAPTURA DE CERBERO


a. El último, y el más difícil, trabajo de Heracles fue sacar al perro Cerbero del Tártaro. Como medida preliminar, fue a Eleusis, donde solicitó que le permitiesen participar en los Misterios y llevar la corona de mirto[340]. En nuestros tiempos cualquier griego de buena reputación puede ser iniciado en los misterios de Eleusis, pero en la época de Heracles sólo se admitía a los atenienses, por lo que Teseo sugirió que lo adoptase cierto Filio. Filio lo hizo, y cuando Heracles quedó purificado de su matanza de los centauros, porque nadie que tuviera las manos manchadas con sangre podía presenciar los Misterios, le inició debidamente Museo, el hijo de Orfeo, actuando Teseo como su padrino[341]. Pero Eumolpo, el fundador de los Misterios Mayores, había ordenado que no se admitiese a ningún extranjero, y en consecuencia los eleusinos, poco dispuestos a rechazar el pedido de Heracles, pero dudando de que su adopción por Filio lo calificara como un verdadero ateniense, establecieron los Misterios Menores para favorecerle. Otros dicen que Deméter misma le honró fundando en esa ocasión los Misterios Menores[342].

b. Todos los años se realizan dos series de Misterios eleusinos: los Mayores en honor de Deméter y Core, y los Menores en honor de Core solamente. Los Misterios Menores, una preparación para los mayores, son un recuerdo dramático del destino de Dioniso que realizan los eleusinos en Agre, junto al río Iliso, en el mes Antesterión. Los ritos principales son el sacrificio de una cerda, que los iniciados lavan primeramente en el río Cántaro, y su subsiguiente purificación por un sacerdote que lleva el nombre de Hidrano[343]. Luego tienen que esperar por lo menos un año para que puedan participar en los Misterios Mayores, que se realizan en Eleusis mismo en el mes de Boedromio, y además deben jurar ante el mistagogo que guardarán secreto antes de ser preparados para ello. Entretanto no se les permite entrar en el templo de Deméter y esperan en el vestíbulo durante las solemnidades[344].

c. Una vez purificado y preparado de este modo, Heracles descendió al Tártaro desde el Ténaro laconio; o, según dicen algunos, desde la península Aquerusia, cerca de Heraclea en el Mar Negro, donde se muestran todavía las marcas de su descenso a una gran profundidad. Le guiaron Atenea y Hermes, pues siempre que, agotado por sus trabajos, llamaba desesperado a Zeus, Atenea se apresuraba a descender para consolarle[345]. Aterrado por el ceño de Heracles, Caronte lo condujo a través del río Estigia sin vacilar, en castigo por lo cual Hades lo tuvo encadenado durante todo un año. Cuando Heracles desembarcó de la desvencijada embarcación todos los espíritus huyeron, excepto Meleagro y la gorgona de Medusa. A la vista de Medusa desenvainó la espada, pero Hermes le tranquilizó diciéndole que sólo era un fantasma; y cuando apuntó con una flecha a Meleagro, quien llevaba puesta una armadura brillante, Meleagro le dijo sonriendo: «Nada tienes que temer a los muertos», y ambos conversaron amistosamente durante un rato; al final Heracles se ofreció a casarse con la hermana de Meleagro, Deyanira[346].

d. Cerca de las puertas del Tártaro Heracles encontró a sus amigos Teseo y Pirítoo atados a sillas crueles; arrancó a Teseo de su silla y lo puso en libertad, pero se vio obligado a dejar allí a Pirítoo. Luego retiró la piedra bajo la cual Deméter había aprisionado a Ascálafo; y a continuación, deseoso de complacer a las ánimas con un regalo de sangre caliente, mató una de las vacas de Hades. Su pastor, Menetes o Menecio, hijo de Ceutónimo, le desafió a luchar, pero Heracles le asió por la cintura y le rompió las costillas. Al ver eso Perséfone, que había salido de su palacio y saludado a Heracles como un hermano, intervino y le suplicó que perdonara la vida a Menetes[347].

e. Cuando Heracles pidió que le entregaran a Cerbero, Hades, quien se hallaba junto a su esposa, le contestó torvamente: «Es tuyo, si puedes dominarlo sin emplear la clava ni las flechas.» Heracles encontró al perro encadenado a las puertas del Aqueronte y lo asió resueltamente por el cuello, del cual salían tres cabezas, cada una con una cabellera de serpientes. Cerbero levantó el rabo cubierto de púas para golpearle, pero Heracles, protegido por la piel de león, no aflojó su apretón hasta que Cerbero se sintió ahogado y cedió[348].

f. Cuando volvía del Tártaro Heracles se tejió una corona con el árbol que Hades había plantado en los Campos Elíseos en recuerdo de su amante, la bella ninfa Leuce. Las hojas exteriores de esa corona siguieron siendo negras, porque ése es el color del mundo subterráneo, pero las que rozaban con las sienes de Heracles se pusieron de un color blanco plateado a causa de su sudor glorioso. De aquí que se le consagre el álamo blanco, o tiemblo; su color significa que Heracles trabajó en ambos mundos[349].

g. Con la ayuda de Atenea, Heracles volvió a cruzar el río Estigio sin peligro, y luego medio arrastró y medio llevó a Cerbero por el precipicio de las cercanías de Trecén, por el que Dioniso había conducido a su madre Sémele. En el templo de Artemisa Salvadora, construido por Teseo, sobre la boca de ese precipicio, hay ahora altares dedicados a las divinidades infernales. En Trecén se muestra también una fuente descubierta por Heracles y que lleva su nombre frente al lugar donde estaba anteriormente el palacio de Hipólito[350].

h. Según otra versión, Heracles arrastró a Cerbero, atado con cadenas adamantinas, por un camino subterráneo que llevaba a la sombría cueva de Acone, cerca de Mariandina en el Mar Negro. Como Cerbero se resistía, desviando los ojos de la luz y del sol y ladrando furiosamente con sus tres bocas, su baba salió volando a través de los campos verdes e hizo brotar la planta venenosa llamada acónito, y también hecateis, porque Hécate fue la primera que la utilizó. Según otra versión, Heracles volvió al aire superior por el Ténaro, famoso por su templo parecido a una cueva delante del cual había una imagen de Posidón; pero no se sabe si algún camino llevaba alguna vez allí al Infierno, pues ha estado cerrado desde entonces. Por fin, algunos dicen que salió por el recinto de Zeus Lafistio, en el monte Lafistio, donde hay una imagen de Heracles el de los Ojos Alegres[351].

i. Pero todos están de acuerdo por lo menos en que cuando Heracles llevó a Cerbero a Micenas, Euristeo, que estaba ofreciendo un sacrificio, le entregó una porción de esclavo, reservando los mejores trozos para sus propios parientes; y en que Heracles manifestó su justo resentimiento matando a tres de los hijos de Euristeo: Perimedes, Euribio y Erípilo[352].

j. Además del acónito, Heracles descubrió también los siguientes simples: el heracleón u «orégano silvestre» que lo cura todo; el heracleón siderio, con su tallo delgado, su flor roja y sus hojas parecidas a las del coriandro, el cual crece en las cercanías de los lagos y ríos y es un remedio excelente para todas las heridas causadas por el hierro; y la hiosciamina, o beleño, que causa el vértigo y la locura. El heracleón ninfeo, que tiene una raíz parecida a una clava, se llamó así por cierta ninfa abandonada por Heracles y que murió de celos; hace impotentes a los hombres durante doce días[353].

1.      Este mito parece haber sido deducido de una ilustración que mostraba a Heracles descendiendo al Tártaro, donde Hécate, la Diosa de los Muertos, le recibía en la forma de un monstruo de tres cabezas —quizá con una cabeza por cada una de las estaciones (véase 31.1 y 75.2)— y, como una consecuencia natural de su obsequio de las manzanas de oro, lo conducía a los Campos Elíseos; en realidad era Cerbero el que llevaba a Heracles, y no al contrario. La versión familiar es un resultado lógico de su elevación a la divinidad: un héroe debe permanecer en el Infierno, pero un dios puede salir de él y llevarse a su carcelero. Además, la deificación de un héroe en una sociedad que anteriormente adoraba solamente a la diosa implica que el rey ha desafiado a la costumbre inmemorial y se ha negado a morir por ella. Así la posesión de un perro de oro era prueba de la soberanía del rey supremo aqueo y de haber eludido la tutela matriarcal (véase 24.4). La presencia de Menetes en el Tártaro, y el robo por Heracles de una de las reses de Hades, demuestran que el décimo trabajo es otra versión del duodécimo: una perturbación en el Infierno (véase 132.1). A juzgar por el correspondiente mito gales, el padre de Menetes, aunque deliberadamente «sin nombre», era el dios-aliso Bran, o Foroneo, o Crono; lo que está de acuerdo con el contexto del décimo trabajo.

2.      Los misterios Mayores de Eleusis eran de origen cretense y se realizaban en el mes Boedromión («corriendo en busca de ayuda»), que en Creta era el primer mes del año, aproximadamente septiembre, y se llamaba así, según Plutarco (Teseo 27), para conmemorar la derrota de las amazonas por Teseo, lo que significa su supresión del sistema matriarcal. Originalmente, los Misterios parecen haber sido la preparación del rey sagrado, en el equinoccio de otoño, para su próxima muerte en el solsticio hiemal —de aquí la corona de mirto premonitoria (véase 109.4)— en la forma de un drama sacro, que le avisaba qué podía esperar en el Infierno. Después de la abolición de los sacrificios del varón regio, una característica del matriarcado, los Misterios quedaron abiertos para todos aquellos a los que se juzgaba merecedores de la iniciación; como en Egipto, donde el Libro de los Muertos daba un consejo análogo, cualquier hombre de buena reputación podía convertirse en un Osiris purificándose de toda impureza y pasando por una muerte fingida. En Eleusis, Osiris estaba identificado con Dioniso. Las hojas del álamo blanco eran un símbolo sumerio de renacimiento y en el calendario de los árboles celta el álamo blanco representaba al equinoccio otoñal (véase 52.3).

3.      Los Misterios Menores, que se convirtieron en una preparación para los Mayores, parecen haber sido un festival pelasgo independiente que se basaba también en la esperanza del renacimiento, pero se ralizaba a comienzos de febrero, en la Candelaria, cuando los árboles echan por primera vez hojas, que es lo que significa «Antesterión».

4.      Ahora bien, puesto que a Dioniso se le identificaba con Osiris, Sémele tiene que ser Isis; y sabemos que Osiris no sacó a Isis del Infierno, sino que ella le sacó a él. Por lo tanto, la ilustración de Trecén mostraría a Sémele llevando a Dioniso de vuelta al aire superior. La diosa que guía igualmente a Heracles es también Isis; y su rescate de Alcestis se dedujo probablemente de la misma ilustración: él es conducido, no conduce. Su salida por el recinto del monte Lafistio constituye una variante interesante. No hay caverna alguna en la cumbre, y el mito tiene que referirse a la muerte y la resurrección del rey sagrado que se celebraba allí, rito que contribuyó a formar la leyenda del Vellocino de Oro (véa- se 70.2 y 148.10).

5.      El acónito, un veneno y paralizante, era utilizado por las hechiceras tesalias para preparar su ungüento flotante; entumecía los pies y las manos y daba la sensación de elevarse del suelo. Pero como era también un febrífugo, a Heracles, que ahuyentó a las aves de la fiebre de Estinfalia, se le atribuyó su descubrimiento.

6.      El orden de sucesión de las hazañas de Heracles varía considerablemente. Diodoro Sículo e Higinio disponen los Doce Trabajos en el mismo orden que Apolodoro, excepto que ambos colocan al cuarto antes que el tercero, y al sexto antes que el quinto; y que Diodoro coloca al duodécimo antes que el undécimo. Casi todos los mitógrafos están de acuerdo en que la muerte del León de Nemea fue el primer trabajo, pero en el orden de sucesión que establece Higinio de «los doce trabajos de Heracles impuestos por Euristeo» (Fábula 30) le precede el estrangulamiento de las serpientes. En un lugar Diodoro Sículo asocia la muerte de Anteo y de Busiris con el décimo trabajo (iv.17-18); en otro, con el undécimo (iv.27). Y en tanto que algunos autores hacen que Heracles navegue con los argonautas en su juventud (Silio Itálico: i.512), otros colocan esta aventura después del cuarto trabajo (Apolonio de Rodas: i.122); y otros después del octavo (Diodoro Sículo: iv.15). Pero algunos le hacen realizar el noveno (Valerio Flaco: Argonautica v.91) y el duodécimo (ibid.: ii.382), y romper los cuernos de «ambos toros» (ibid.: i.36) antes de partir con los argonautas; y otros niegan que navegara con ellos, fundándose en que entonces servía como esclavo a la reina Ónfale (Herodoto, citado por Apolodoro: i.9.19).

7.      Según Licofrón 1328, Heracles fue iniciado en los Misterios de Eleusis antes de emprender el noveno trabajo; pero Filócoro (citado por Plutarco: Teseo 26) dice que Teseo le había iniciado en el método de su ejecución (ibid.: 30), y que él le sacó del Tártaro durante el duodécimo trabajo (Apolodoro: ii.5.12). Según Pausanias (i.27.7), Teseo sólo tenía siete años más cuando Heracles llegó a Trecén con la piel del león; y despejó el Istmo de malhechores en su viaje a Atenas, en la época en que Heracles servía a Ónfale (Apolodoro: ii.6.3). Eurípides creía que Heracles había luchado con Cicno, el hijo de Ares, antes de emprender el octavo trabajo (Alcestes 501 y ss.); Propercio (iv.19.41), que ya había visitado el Tártaro cuando mató a Caco; y Ovidio (Fasti v.388), que Quirón murió accidentalmente cuando Heracles casi había terminado sus trabajos, y no durante el cuarto.

8.      Albrico (22) da la lista de los siguientes doce trabajos en este orden, con explicaciones alegóricas: derrota de los centauros en una boda; muerte del león; rescate de Alcestis del Tártaro y encadenamiento de Cerbero; conquista de las manzanas de las Hespérides; destrucción de la Hidra; lucha con Aqueloo; muerte de Caco; robo de las yeguas de Diomedes; derrota de Anteo; captura del jabalí; robo del ganado de Gerión; sostén del firmamento.

9.      Varios trabajos y hazañas secundarias de Heracles estaban representados en el trono de Apolo en Amidas (Pausanias: iii.18.7-9), y en el altar de bronce de Atenea en la acrópolis espartana (Pausanias: iii.17.3). Las esculturas de Praxíteles en el gablete del templo de Heracles en Tebas mostraban la mayoría de los doce trabajos, pero faltaban las aves estinfálicas, y la lucha con Anteo reemplazaba a la limpieza de los establos de Augías. El evidente deseo de muchas ciudades de asociarse con los trabajos de Heracles indica que casi el mismo drama ritual de las tareas matrimoniales, como preliminares de la coronación, se representaba en una extensa zona.


135.  EL ASESINATO DE ÍFITO


a. Cuando Heracles volvió a Tebas una vez terminados sus trabajos, dio a Megara, su esposa, que entonces tenía treinta y tres años, en matrimonio a su sobrino y auriga Yolao, que tenia sólo dieciséis, haciendo la observación de que su unión con ella había sido desdichada[354]. Luego buscó una esposa más joven y más afortunada; y, habiéndose enterado de que su amigo Éurito, hijo de Melanio, rey de Ecalia, había ofrecido casar a su hija Yole con el arquero que pudiera disparar sus flechas a mayor distancia que él y que sus cuatro hijos, se encaminó hacia allá. Apolo le había dado a Éurito un excelente arco y le había enseñado él mismo a manejarlo, y ahora Éurito afirmaba que superaba al dios en puntería; sin embargo, a Heracles no le resultó nada difícil vencer esta prueba. El resultado desagradó a Éurito excesivamente y, cuando se enteró de que Heracles había repudiado a Megara después de asesinar a sus hijos, se negó a concederle la mano de Yole. Después de beber mucho vino para adquirir confianza, le dijo a Heracles: «Nunca podrías compararte conmigo y con mis hijos como arquero si no empleases de mala fe flechas mágicas que no pueden errar el blanco. Declaro esta competencia nula y, en todo caso, yo no confiaría mi amada hija a un rufián como tú. Además, eres esclavo de Euristeo y, como es claro, sólo mereces que te apalee un hombre libre.» Dicho eso, expulsó a Heracles del palacio. Heracles no tomó represalias inmediatamente, como podía haber hecho muy bien, pero juró vengarse[355].

b. Tres de los hijos de Éurito, a saber Deyón, Clito y Toxco, habían apoyado a su padre en sus deshonestas pretensiones. Sin embargo, el mayor, que se llamaba Ifito, declaró que Yole, con toda justicia, debía haber sido entregada a Heracles; y cuando, poco tiempo después, doce yeguas madres de fuertes cascos y doce robustos muletos desaparecieron de Eubea, se negó a creer que Heracles era el ladrón. En realidad los había robado un ladrón muy conocido llamado Autólico, quien les cambió mágicamente el aspecto y los vendió al confiado Heracles como si fueran suyos[356]. ífito siguió las huellas de las yeguas y los muletos y descubrió que llevaban hacia Tirinto, lo que les hi/o sospechar que, después de todo, Heracles se vengaba del insulto que le había inferido Éurito. Al encontrarse de pronto frente a frente con Heracles, quien acababa de volver de rescatar a Alcestis, ocultó sus sospechas y se limitó a pedirle que le aconsejara al respecto. Heracles no reconoció por la descripción de Ifito a los animales que le había vendido Autólico, y con su cordialidad habitual prometió buscarlos si ífito consentía en ser su huésped. Sin embargo, adivinó que se le sospechaba de robo, lo que amargó su corazón sensible. Después de un gran banquete llevó a Ifito a lo alto de la torre más elevada de Tirinto y le dijo: «Mira a tu alrededor y dime si tus yeguas están paciendo por estos alrededores.» «No las veo», confesó Ifito. «Entonces, me has acusado falsamente en tu corazón de ser un ladrón», gritó Heracles, furioso, y lo arrojó desde lo alto de la torre[357].

c. Heracles fue poco después a ver a Neleo, el rey de Pilos, y le pidió que le purificara, pero Neleo no quiso hacerlo, porque Éurito era aliado suyo. Y ninguno de sus hijos, con excepción del menor, Néstor, quiso recibir a Heracles, quien por fin convenció a Deífobo, el hijo de Hipólito, para que le purificara en Amidas. Sin embargo, seguía teniendo malos sueños y fue a preguntar al oráculo de Delfos cómo podía librarse de ellos[358]. La pitonisa Jenoclea se negó a responder a esa pregunta. «Asesinaste a tu huésped —le dijo—. ¡Yo no tengo oráculos para los que son como tú!» «¡Entonces me veré obligado a instituir un oráculo propio!» exclamó Heracles. Dicho eso, despojó al templo de sus ofrendas votivas e inclusive se llevó el trípode en el que se sentaba Jenoclea. «Heracles de Tirinto es un hombre muy diferente de su homónimo canopeo», dijo la pitonisa severamente mientras él se llevaba el trípode; quería decir que el Heracles egipcio había ido en una ocasión a Delfos y se había comportado con cortesía y veneración[359].

d. Apolo, indignado por esa acción, luchó con Heracles, hasta que Zeus separó a los combatientes con un rayo y les obligó a estrecharse las manos amistosamente. Heracles devolvió el trípode sagrado y los dos juntos fundaron la ciudad de Gitio, donde ahora se alzan juntas en la plaza del mercado las imágenes de Apolo, Heracles y Dioniso. Entonces Jenoclea le dio a Heracles el siguiente oráculo: «Para librarte de tu aflicción debes ser vendido como esclavo durante todo un año y el precio que obtengas debe ser entregado a los hijos de Ifito[360]. Zeus está enojado porque has violado las leyes de la hospitalidad, cualquiera que haya sido la provocación.» «¿De quién debo ser esclavo?», preguntó Heracles humildemente. «La reina Ónfale de Lidia te comprará», contestó Jenoclea. «Obedezco —dijo Heracles—, pero algún día esclavizaré al hombre que. me ha impuesto este sufrimiento, ¡y también a toda su familia!»[361]. Sin embargo, algunos dicen que Heracles no devolvió el trípode y que cuando mil años después Apolo se enteró de que lo habían llevado a la ciudad de Feneo castigó a sus habitantes cerrando el canal que Heracles había abierto para dar salida a las intensas lluvias e inundó la ciudad[362].

e. Es corriente otra versión completamente distinta de estos acontecimientos. Según ella el eubeo Lico, hijo de Posidón y Dirce, atacó Tebas durante una sedición, mató al rey Créente y usurpó el trono. Creyendo la in- formación de Copreo de que Heracles había muerto, Lico trató de seducir a Megara y cuando ella se resistió, les habría matado a ella y a sus hijos si Heracles no hubiera vuelto del Tártaro justamente a tiempo para vengarse. Al punto Hera, de la que Lico era el favorito, volvió
loco a Heracles, quien mató a Megara y a sus propios hijos, así como a su valido, el etolio Estiquio[363]. Los tebanos, que muestran la tumba de los hijos, dicen que Heracles habría matado también a su padre adoptivo Anfitrión si Atenea no le hubiera golpeado con una gran piedra dejándolo insensible; y la señalan diciendo: «Lo apodamos la Castigadora.» Pero en realidad Anfitrión había muerto mucho antes en la campaña de Orcómeno. Los atenienses alegan que Teseo, agradecido a Heracles por haberlo sacado del Tártaro, llegó en aquel momento con un ejército ateniense para ayudar a Heracles contra Lico. Se quedó horrorizado ante el asesinato, pero prometió a Heracles todos los honores durante el resto de su vida y después de su muerte, y lo llevó a Atenas,
donde Medea curó su locura con medicamentos. Luego Sícalo le purificó una vez más[364].

1.      En la sociedad matrilineal el divorcio de una esposa regia implica el abandono del reino que ha constituido su parte matrimonial; y parece probable que, una vez relajadas en Grecia las convenciones antiguas, un rey sagrado podía evitar la muerte al final de su reinado abandonando su reino y casándose con la heredera de otro. Si es así, la objeción de Éurito a Heracles como su yerno no sería que había matado a sus hijos —las víctimas anuales sacrificadas mientras reinaba en Tebas—, sino que había eludido el deber regio de morirse. La conquista de una novia mediante una hazaña de ballestería era una costumbre indo-europea: en el Mahabharata, Arjuna consigue así a Draupadi, y en el Ramayana Rama encorva el fuerte arco de Shiva y consigue a Sita. Además, el disparo de una flecha hacia cada uno de los puntos cardinales de la brújula y otra hacia el cénit (véase 126.2 y 132.8) formaba parte de los ritos del casamiento regio en la India y Egipto. Las yeguas pueden haber figurado en el sacrificio con ocasión del casamiento de Heracles y Yole, cuando él llegó a ser rey de Ecalia (véase 81.4). Ifito, en todo caso, es el sustituto del rey arrojado desde las murallas tebanas al final de cada año, o en cualquier otro momento para aplacar a alguna divinidad irritada (vése 105.6, 106.; y 121.3).

2.      Que Heracles se apoderara del trípode de Delfos se refiere, al parecer, a una toma del templo por los dorios; así como el rayo lanzado por Zeus entre Apolo y Heracles se refiere a la decisión de que a Apolo se le debía permitir que mantuviera su Oráculo en vez de cederlo a Heracles con la condición de que sirviera los intereses dorios como patrón de los dimanos, una tribu perteneciente a la Liga Doria. Era notorio que los espartanos, que eran dorios, dominaban al Oráculo de Delfos en la época clásica. Eurípides omite el episodio del trípode en su Heracles porque en el año 421 a. de C. los atenientes habían sido derrotados por el Tratado de Nicias en su intento de mantener la soberanía de los focenses en Delfos; los espartanos insistieron en hacer de él un estado títere separado que dominaban ellos. A mediados del siglo IV, cuando se reanudó la disputa, los focenses se apoderaron de Delfos y se apropiaron de algunos de sus tesoros para reclutar fuerzas en su propia defensa, pero sufrieron una gran derrota y fueron destruidas todas sus ciudades.

3.      El reproche de la Pitonisa parece significar que los dorios, que habían conquistado el Peloponeso, se llamaban «Hijos de Heracles» y no le mostraban el mismo respeto que sus predecesores aqueos, eolios y jonios, cuyas vinculaciones religiosas eran con los libios agricultores del Delta de Egipto más bien que con los reyes ganaderos helenos; la predecesora de Jenociea, Herófila («amada de Hera») era hija de Zeus y Lamia y la llamaban «Sibila» los libios a los que gobernaba (Pausanias: x.12.1; Eurípides; Prólogo de Lamia). Cicerón confirma esta opinión cuando niega que el hijo de Alcmena (es decir, el Heracles pre-dorio) fue quien luchó con Apolo por el trípode (Sobre la naturaleza de los dioses iii). Posteriormente se hicieron tentativas, en nombre de la decencia religiosa, para enmendar la disputa entre el Apolo fócense y el Heracles dorio. Así Plutarco, sacerdote de Delfos, sugiere (Diálogo sobre la E en Delfos 6) que Heracles llegó a ser un adivino y un lógico experto y «parece haberse apoderado del trípode en una amistosa rivalidad con Apolo». Al describir la venganza de Apolo sobre los habitantes de Feneo, suprime discretamente el hecho de que fue Heracles quien les había abierto el canal (véase 138.á).


136.  ÓNFALE


a. Heracles fue llevado a Asia y ofrecido en venta como un esclavo anónimo por Hermes, patrón de todas las transacciones financieras importantes, quien después entregó el dinero de la compra, tres talentos de plata, a los huérfanos de Ifito. Sin embargo, Éurito prohibió tercamente que sus nietos aceptasen una compensación monetaria, alegando que sólo con sangre se podía pagar la sangre; y lo que sucedió con la plata sólo Hermes lo sabe[365]. Como había predicho la Pitonisa, Heracles fue comprado por Ónfale, reina de Lidia, mujer que sabía hacer buenos negocios; y él le sirvió fielmente durante un año o durante tres, liberando el Asia Menor de los bandidos que la infestaban[366].

b. Esta Ónfale, hija de Yárdano y, según algunos autores, madre de Tántalo, había heredado el reino de su infortunado esposo Tmolo, hijo de Ares y Teógona cuando cazaba en el monte Carmanorio —llamado así en honor de Carmanor, hijo de Dioniso y Alexírroe, quien fue muerto allí por un jabalí— Tmolo se enamoró de una cazadora llamada Arripe, casta acompañante de Artemis. Arripe, sorda a las amenazas y las súplicas de Tmolo, huyó al templo de su señora, donde, sin tener en cuenta su santidad, él la violó en el lecho mismo de la diosa. Arripe se colgó de una viga después de invocar a Artemis, quien inmediatamente soltó a un toro enloquecido; Tmolo fue lanzado al aire, cayó sobre estacas puntiagudas y piedras afiladas y murió atormentado. Teoclímeno, su hijo con Ónfale, lo enterró donde yacía y cambió el nombre de la montaña por el de Tmolo; una ciudad del mismo nombre edificada en sus laderas fue destruida por un gran terremoto durante el reinado del emperador Tiberio[367].

c. Entre los muchos trabajos secundarios que Heracles realizó durante su servidumbre figuró la captura de los dos Cercopes efesios que constantemente le impedían dormir. Eran dos hermanos mellizos llamados Pásalo y Acmón; u Oíos y Euríbato; o Silos y Tribalos, hijos de Océano y Tía, y los tramposos y mentirosos más consumados que ha conocido la humanidad, y recorrían el mundo realizando continuamente nuevos engaños. Tía les había advertido que se apartaran de Heracles, y sus palabras: «Mis trascritos blancos, todavía tenéis que encontraros con el gran trasero negro» se han hecho proverbiales y «trasero blanco» significa ahora «cobarde, vil o lascivo»[368]. Solían zumbar alrededor del lecho de Heracles como moscones, hasta que una noche los asió, los obligó a reasumir su forma natural y se los llevó colgando cabeza abajo de un palo que llevaba al hombro. Ahora bien, el trasero de Heracles, que no quedaba cubierto por la piel del león, se había quemado y puesto tan negro como un escudo de cuero viejo a causa de la exposición al sol y de las respiraciones ígneas de Caco y el toro de Creta, y los Cercopes se echaron a reír de una manera inmoderada al verse colgados cabeza abajo y contemplándolo. Su alborozo sorprendió a Heracles, y
cuando se enteró de la causa se sentó en una roca y se echó a reír con tantas ganas que ellos le convencieron para que los dejase en libertad. Pero aunque conocemos una ciudad asiática que se llama Cercopia, las guaridas de los Cercopes y una roca llamada «Trasero Negro» se exhiben en las Termopilas, por lo que es probable que este episodio se haya producido en otra, ocasión[369].

d. Algunos dicen que los Cercopes fueron transformados en piedras por haber tratado de engañar a Zeus; otros, que Zeus castigó su fraude transformándolos en monos con largo pelo amarillo y enviándolos a las islas italianas llamadas Pitecusas[370].

e. En un barranco lidio vivía un tal Sileo, quien solía apoderarse de todos los extranjeros que pasaban por allí y los obligaba a trabajar en su viña; pero Heracles arrancó las vides por sus raíces. También, cuando los lidios de Itona comenzaron a saquear el territorio de Ónfale, Heracles recuperó el botín y arrasó su ciudad[371]. Y en Celenes vivía Litierses el labrador, hijo bastardo del rey de Minos, quien ofrecía hospitalidad a los viajeros, pero les obligaba a competir con él en la recolección de la cosecha. Si su fuerza se debilitaba los azotaba, y por la noche, cuando había ganado ya la competencia, los deca pitaba y ocultaba sus cuerpos en gavillas, y mientras lo hacía cantaba lúgubremente. Heracles hizo una visita a Celenes para rescatar al pastor Dafnis, un hijo de Hermes que, después de haber buscado por todo el mundo a su amada Pimplea, raptada por los piratas, por fin la había encontrado entre las esclavas de Litierses. Dafnis fue desafiado a la competencia de la cosecha, pero Heracles ocupó su lugar y venció a Litierses, a quien decapitó con una hoz, arojando luego su tronco al río Meandro. Dafnis no sólo recuperó a su Pimplea, sino que además Heracles le dio a ésta como dote el palacio de Litierses. Los segadores frigios todavía cantan en honor de Litierses un canto fúnebre de la cosecha que se parece mucho al que se canta en honor de Mañeros, hijo del primer rey de Egipto, quien también murió en el campo de la cosecha[372].

f. Finalmente, junto al río Ságaris de Lidia Heracles mató a una serpiente gigantesca que destruía a los seres humanos y las cosechas, y la agradecida Ónfale, quien por fin descubrió su identidad y ascendencia, lo dejó en libertad y lo envió de vuelta a Tirinto cargado con regalos; y Zeus creó la constelación Ofiuco para conmemorar la victoria. Este río Ságaris, dicho sea de paso, se llamaba así por un hijo de Mindón y Alexírroe, quien, enloquecido por la Madre de los Dioses por haber menospreciado sus Misterios e insultado a sus sacerdotes eunucos, se ahogó en sus aguas[373].

g. Ónfale había comprado a Heracles como un amante más bien que como un luchador. Él engendró con ella a tres hijos, a saber: Lamo, Agelao, antepasado del famoso rey Creso que trató de inmolarse en una pira cuando los persas se apoderaron de Sardes; y Laomedonte[374]. Algunos añaden un cuarto, Tirreno, o Tirseno, que inventó la trompeta y condujo a emigrantes lidios a Etruria, donde adoptaron el nombre de tirrenios; pero es más probable que Tirreno fuera hijo del rey Atis y un remoto descendiente de Heracles y Ónfale[375]. Por una de las mujeres de Ónfale, llamada Malis, Heracles era ya padre de Cleodeo o Cleolao, y de Alceo, fundador de la dinastía lidia que el rey Creso desalojó del trono de Sardes[376].

h. A Grecia llegaron informes de que Heracles había desechado su piel de león y su corona de álamo temblón y llevaba en cambio collares de joyas, brazaletes de oro, turbante femenino, mantón de púrpura y ceñidor meonio. Pasaba el tiempo, según los rumores, rodeado por lascivas muchachas jonias, cardando lana que tomaba de un cesto bruñido, o hilando; y temblando, mientras hacía eso, cuando su ama le reprendía. Ella le golpeaba con su chinela dorada cuando sus dedos torpes rompían el huso, y le obligaba a relatar sus anteriores hazañas para entretenerse; sin embargo, al parecer, él no se avergonzaba. De aquí que los pintores mostraran a Heracles vestido con faldas amarillas y dejándose peinar y manicurar por las doncellas de Ónfale, mientras ella aparecía vestida con la piel del león y manejando su clava y su arco[377].

i. Sin embargo, lo que había sucedido no era más que esto: un día en que Heracles y Onfale visitaban las viñas de Tmolo, ella con una túnica purpúrea con bordados de oro y el cabello perfumado, y él sosteniendo galantemente una sombrilla dorada sobre la cabeza de ella, Pan los vio desde una alta colina. Se enamoró de Ónfale y se despidió de las diosas de la montaña exclamando: «¡En adelante ella sola será mi amor!». Ónfale y Heracles llegaron a su destino, una gruta apartada, donde se divirtieron cambiando las ropas. Ella le puso un cinturón de malla absurdamente pequeño para su cintura y su túnica purpúrea. Aunque Ónfale aflojó las cintas todo lo posible, él rompió las mangas, y los lazos de sus sandalias eran demasiado cortos para abarcar el empeine de Heracles.


j. Después de cenar fueron a dormir en lechos separados, pues habían prometido hacer al amanecer un sacrificio a Dioniso, quien exige la pureza marital de sus devotos en esas ocasiones. A la medianoche Pan se deslizó en la gruta y buscando a tientas en la oscuridad encontró lo que creía que era el lecho de Ónfale, porque quien dormía en él estaba vestido de seda. Con manos temblorosas levantó las sábanas del lecho desde el fondo y se introdujo en él, pero Heracles se despertó, extendió una pierna y lo arrojó de una patada como un gusano a través de la gruta. Al oír un fuerte estrépito y un grito, Ónfale saltó de su lecho y pidió luces, y cuando éstas llegaron, ella y Heracles se echaron a reír hasta llorar al ver a Pan tendido en un rincón y curándose las magulladuras. Desde ese día Pan aborrece las vestimentas y exige que sus funcionarios asistan desnudos a sus ritos; fue él quien se vengó de Heracles difundiendo el rumor de que su caprichoso cambio de ropas con Ónfale era habitual y perverso[378].

1.      Carmanor tiene que haber sido un título de Adonis (véase 18.7), también muerto por un jabalí. No se puede fechar la profanación del templo de Artemis por Tmolo, ni tampoco la orden de que Heracles debía compensar a Éurito por el asesinato de su hijo. Sin embargo, ambos acontecimientos parecen tener un origen histórico. Es probable que Ónfale represente a la Pitonisa, la guardiana del omphalus de Delfos, quien concedió la compensación, haciendo a Heracles esclavo de un templo hasta que la pagase, y que, como «Ónfale» era también el nombre de una reina india, los mitógrafos cambiaran el escenario de la esclavitud para ajustado a otra serie de tradiciones.

2.      Los Cercopes, como demuestran sus diversos pares de nombres, eran ceres, o rencores, que aparecían en la forma de sueños engañosos y malévolos, y se los podía contrarrestar apelando a Heracles, que era el único que tenía poder contra la Pesadilla (véase 35.3-4). Aunque al principio se los representaba como simples espectros, como Cécrope (cuyo nombre es otra forma de cercops) en obras de arte posteriores figuran como cercopithecoi, «monos» quizás a causa de la asociación de Heracles con Gibraltar, una de sus Columnas, desde donde los mercaderes y cartagineses los llevaban como animales favoritos a las damas griegas y romanas ricas. Los monos no parecen haber frecuentado las islas de Isquia y Prócida, situadas al norte de la bahía de Napóles y a las que los griegos llamaban Pitecusas; su nombre se refiere realmente a los pithoi, o cántaros, que se hacían allí (Plinio: Historia natural iii.6.12).

3.      La costumbre de los viñadores de apoderarse de un extranjero y matarlo en la estación de la vendimia, en honor del espíritu de la Vid, estaba muy difundida en Siria y el Asia Menor; y un sacrificio de la cosecha análogo se realizaba en esos países y en Europa. Sir James Frazer ha tratado este tema exhaustivamente en su Golden Eougb. A Heracles se le atribuye aquí la abolición del sacrificio humano, reforma social de la que los griegos se enorgullecían, inclusive cuando sus guerras se hacían cada vez más salvajes y destructoras.

4.      Los autores clásicos hicieron de la esclavitud de Heracles a Ónfale una alegoría de con qué facilidad un hombre fuerte se convierte en esclavo de una mujer lasciva y ambiciosa; y el hecho de que consideraran al ombligo como la sede de la pasión femenina explica suficientemente el nombre de Ónfale en este sentido. Pero la fábula se refiere, más bien, a una etapa anterior en la evolución del reinado sagrado del matriarcado al patriarcado, cuando el rey, como consorte de la reina, tenía el privilegio de representarla en las ceremonias y los sacrificios, pero sólo si se ponía las ropas de ella. Reveillout ha demostrado que éste era el sistema que se seguía en Lagash en la época sumeria primitiva, y en varias obras de arte cretenses aparecen hombres que.llevan vestimentas femeninas con propósitos sacrificiales, no sólo la falda pantalón moteada, como en el sarcófago de Hagia Triada, sino incluso, como en un fresco del palacio de Cnosos, la falda con volantes. La esclavitud de Heracles se explica por las costumbres matriarcales de los nativos del África Occidental: en Loango, Daura y los Abrons, como ha señalado Briffault, el rey es de origen servil y carece de poder; en Agonna, Latuka, Ubemba y otras partes sólo hay una reina, la cual no se casa, sino que toma amantes serviles. Además, un sistema análogo sobrevivió hasta la época clásica entre la antigua nobleza locrense que tenía el privilegio de enviar sacerdotisas a la Atenea troyana (véase 158.8}; se les obligó a emigrar en 683 a. de C. de la Grecia central a la Lócrida Epicefiria, en el extremo sur de Italia, «a causa del escándalo que causaban los amoríos indiscriminados de las mujeres nobles con esclavos» (véase 18.8). Estas locrenses, que eran de origen no heleno y hacían una virtud de la promiscuidad prenupcial al estilo cretense, cario o amerita (Clearco: 6), insistían en la sucesión estrictamente matrilineal (Dionisios: Descripción de la Tierra 365-7; Polibio: xii.ob). Las mismas costumbres deben de haber sido generales en la Grecia prehelénica e Italia, pero solamente en Bagnara, cerca de las ruinas de la Lócrida Epicefiria, se recuerda al presente la tradición matriarcal. Las mujeres de Bagnara llevan faldas largas y plisadas y hacen descalzas sus diligencias comerciales que duran varios días, dejando a los hombres el cuidado de los niños; pueden llevar en la cabeza hasta un peso de dos quintales. Los hombres se toman vacaciones en la primavera durante la estación del pez espada, ocasión en que muestran su habilidad con el arpón; y en el verano, cuando van a las colinas a hacer carbón de leña. Aunque el patrono oficial de Bagnara es San Nicolás, ninguna mujer de Bagnara reconoce su existencia, y el sacerdote de su parroquia se queja de que prestan más atención a la Virgen que a su Hijo, pues la Virgen ha sucedido a Core, la Doncella, por cuyo templo magnífico era famosa Lócride en la época clásica.


137.  HESIONE


a. Después de servir como esclavo a la reina Ónfale Heracles volvió a Tirinto, recuperada por completo la cordura, e inmediatamente proyectó una expedición contra Troya[379]. Sus motivos eran los siguientes. Él y Telamón, a su regreso del país de las amazonas, o cuando desembarcaron con los argonautas en Sigeo, quedaron sorprendidos al encontrar a Hesíone, la hija de Laomedonte, completamente desnuda con excepción de sus joyas, encadenada a una roca en la costa troyana[380]. Por lo visto, Posidón había enviado a un monstruo marino para castigar a Laomedonte por no haberles pagado a él y a Apolo la cantidad estipulada cuando construyeron las murallas de la ciudad y cuidaron sus ganados. Algunos dicen que debía haberles sacrificado todo el ganado nacido en su reino durante aquel año; otros, que les había prometido sólo un salario bajo como peones, pero que aun así les defraudó en más de treinta dracmas troyanos. En venganza, Apolo envió una peste y Posidón ordenó a su monstruo que devorara a los habitantes de las llanuras y arruinara sus campos derramando agua de mar sobre ellos. Según otra versión, Laomedonte cumplió sus obligaciones con Apolo, pero no con Posidón, quien en consecuencia envió la peste y el monstruo[381].

b. Laomedonte fue a ver al oráculo de Zeus Amón, el cual le aconsejó que abandonase a Hesíone en la orilla del mar para que el monstruo la devorara. Pero él se negó obstinadamente a hacerlo a menos que los nobles troyanos le dejasen primeramente sacrificar a sus hijas. Desesperados, consultaron con Apolo, quien, no menos enojado que Posidón, les dio poca satisfacción. La mayoría de los padres enviaron inmediatamente a sus hijas al exterior para salvarlas del peligro, pero Laomedonte trató de obligar a cierto Fenodamante, que había mantenido a sus tres hijas en su casa, a abandonar a una de ellas, en vista de lo cual Fenodamante arengó a la asamblea, alegando que Laomedonte era el único responsable de su desgracia y se le debía hacer sufrir por ello sacrificando a su hija. Al final se decidió echarlo a suertes, recayendo en Hesíone, que en consecuencia fue atada a la roca donde la encontró Heracles[382].

c. Heracles rompió sus ligaduras, fue a la ciudad y se ofreció a destruir al monstruo a cambio de los dos incomparables caballos, o yeguas, inmortales y blancos como la nieve, que podían correr por encima del agua y de los trigales con la velocidad del viento y que Zeus le había dado a Laomedonte como compensación por el rapto de Ganimedes. Laomedonte se apresuró a aceptar la propuesta[383].

d. Con la ayuda de Atenea, los troyanos construyeron a Heracles una alta muralla que servía para protegerlo del monstruo cuando sacaba la cabeza del mar y avanzaba por la llanura. Al llegar a la muralla abrió sus grandes fauces y Heracles se introdujo en su garganta plenamente armado. Pasó tres días en el vientre del monstruo y salió de él victorioso, aunque la lucha le había costado todos los pelos de su cabeza[384].

e. Lo que sucedió después es muy discutido. Algunos dicen que Laomedonte dio Hesíone a Heracles como prometida —convenciéndole al mismo tiempo para que la dejase junto con las yeguas en Troya mientras él iba con los argonautas— pero que, después de conquistado el Vellocino de Oro, le dominó la codicia y se negó a darle a Heracles ni su hija Hesione ni las yeguas. Otros dicen que se había negado a ello uno o dos meses antes, cuando Heracles fue a Troya en busca de Hilas[385].

f. La versión más circunstancial, no obstante, es que Laomedonte engañó a Heracles sustituyendo los caballos inmortales por otros mortales, en vista de lo cual Heracles amenazó con hacer la guerra contra Troya y se hizo a la mar lleno de cólera. Primeramente visitó la isla de Paros, donde erigió un altar a Zeus y Apolo, y luego el Istmo de Corinto, donde profetizó la condena de Laomedonte; finalmente reclutó soldados en su propia ciudad de Tirinto[386].

g. Laomedonte, entretanto, había matado a Fenodamante y vendido sus tres hijas a mercaderes sicilianos que habían ido a comprar víctimas para los espectáculos con fieras; pero en Sicilia las liberó Afrodita, y la mayor, Egesta se acostó con el río Crimiso que tomó la forma de perro, y le dio un hijo, Egesto, llamado Acestes por los latinos[387]. Este Egesto, ayudado por Elimo, el hijo bastardo de Anquises y a quien llevó desde Troya, fundó las ciudades de Egesta, llamada más tarde Segesta; Entella, por el nombre de su esposa; Érix y Asea. Se dice que Egesta volvió más tarde a Troya y allí se casó con Capis, quien la hizo madre de Anquises[388].

h. Se discute si Heracles se embarcó para Troya con dieciocho largas naves de cincuenta remeros cada una, o con sólo seis pequeñas embarcaciones y escasas fuerzas[389]. Pero entre sus aliados se hallaban Yolao, Telamón hijo de Éaco, Peleo, el argivo Oícles y el beocio Deímaco[390].

i. Heracles había encontrado a Telamón en Salamina banqueteando con sus amigos. Inmediatamente le ofrecieron la copa de vino de oro y le invitaron a hacer la primera libación a Zeus; hecho esto, levantó las manos hacia el cielo y suplicó: «¡Oh, Padre, envía a Telamón un buen hijo con una piel dura como la del león y un valor equivalente!». Pues había visto que Peribea, la esposa de Telamón, estaba a punto de dar a luz. Zeus envió su águila en respuesta y Heracles aseguró a Telamón que la súplica sería otorgada; y, ciertamente, tan pronto como terminó el banquete, Peribea dio a luz al gran Áyax, a quien Heracles envolvió en la piel de león, haciéndole así invulnerable, excepto en el cuello y en la axila, donde se había interpuesto la aljaba[391] u.

j. Al desembarcar cerca de Troya, Heracles dejó a Oicles custodiando las naves, mientras él conducía a los otros paladines al asalto de la ciudad. Laomedonte, tomado por sorpresa, no tuvo tiempo para reunir su ejército, pero entregó a la gente del pueblo espadas y antorchas y los condujo apresuradamente a quemar la flota. Oícles resistió hasta morir, librando una noble acción de retaguardia mientras sus compañeros lanzaban las naves al agua y huían. Laomedonte se apresuró a volver a la ciudad y, tras una escaramuza con las fuerzas rezagadas de Heracles, consiguió volver a entrar y cerrar las puertas a su espalda.

k. Como no tenía paciencia para emprender un largo sitio, Heracles ordenó un asalto inmediato. El primero que abrió una brecha en la muraalla y penetró en la ciudad fue Telamón, que eligió la cortina occidental construida por su padre Éaco por ser el lugar más débil, pero Heracles le siguió de cerca, enloquecido por los celos. Telamón, quien se dio cuenta de pronto de que la espada desenvainada de Heracles amenazaba a sus partes vitales, tuvo la presencia de ánimo suficiente para agacharse y recoger unas grandes piedras desprendidas de la muralla. «¿Qué estás tramando?», rugió Heracles. «Erijo un altar a Heracles el Vencedor, Heracles el que Desvía los Males» —contestó el ingenioso Telamón—. «Dejo a tu cargo el saqueo de Troya»[392]. Heracles le dio las gracias brevemente y siguió corriendo. Luego dio muerte a Laomedonte y todos sus hijos, con excepción de Podarces, el único que había sostenido que se debían dar a Heracles las yeguas inmortales; y saqueó la ciudad. Después de saciar su venganza recompensó a Telamón con la mano de Hesíone, a quien dio permiso para rescatar a cualquiera de sus compañeros de cautiverio. Ella eligió a Podarces. «Muy bien —dijo Heracles—, pero antes debe ser vendido como esclavo.» En consecuencia, Podarces fue puesto en venta y Hesíone lo redimió a cambio del velo dorado con que se envolvía la cabeza; desde entonces Podarces recibió el nombre de Príamo, que significa «redimido». Pero algunos dicen que era un mero infante en esa época[393].

1. Después de incendiar Troya y de arrasar sus caminos, Heracles puso a Príamo en el trono y se hizo a la mar. Hesíone acompañó a Telamón hasta Salamina, donde ella le dio a Teucro; se discute si como hijo legítimo ó como bastardo[394]. Más tarde Hesíone abandonó a Telamón, huyó al Asia Menor y cruzó a nado a Mileto, donde el rey Arión la encontró oculta en un bosque. Allí dio a Telamón un segundo hijo, Trambelo, al que Arión crió como propio, y le nombró rey de los parientes asiáticos de Telamón, los léleges; o, según dicen algunos, de los lesbios. Cuando, durante la guerra de Troya, Aquiles invadió Mileto, mató a Trambelo, y al enterarse demasiado tarde de que era hijo de Telamón, sintió una gran pena[395].

m. Algunos dicen que Oícles no murió en Troya, sino que vivía todavía cuando las Erinias enloquecieron a su nieto Alcmeón. Se muestra su tumba en Arcadia, cerca del recinto Megalopolitano de Bóreas[396].

n. Heracles partió por mar de Tróade, llevándose consigo a Glaucia, hija del río Escamandro. Durante el sitio había sido la amante de Deímaco, y cuando éste murió en la batalla acudió a Heracles en busca de protección. Heracles la llevó en su nave, muy gozoso porque sobrevivía el linaje de un amigo tan valiente, pues Glaucia estaba encinta y más tarde dio a luz un hijo llamado Escamandro

o. Ahora bien, mientras el Sueño amodorraba a Zeus, Hera ordenó a Bóreas que produjese una tormenta, para obligar a Heracles a desviar su rumbo hacia la isla de Cos. Zeus despertó furioso y amenazó con arrojar al Sueño desde el aire superior al golfo del Erebo; pero él acudió como suplicante a la Noche, a la que ni Zeus se atrevía a disgustar. En su frustración comenzó a sacudir a los dioses del Olimpo. Algunos dicen que fue en esta ocasión cuando encadenó a Hera por las muñecas a las vigas y ató yunques a sus tobillos, y cuando arrojó a Hefesto a la tierra. Después de desahogar así su malhumor por completo, sacó a Heracles de la isla de Cos y lo llevó de nuevo a Argos, donde sus aventuras son descritas de diversas maneras[397].

p. Algunos dicen que los cósanos le tomaron equivocadamente por un pirata y trataron de impedir que se acercara apedreando su nave. Pero él desembarcó por la fuerza, tomó la ciudad de Astipalea en un asalto nocturno y mató al rey, Eurípilo, hijo de Posidón y Astipalea. A él le hirió Calcodonte, pero le salvó Zeus cuando estaba a punto de ser muerto[398]. Otros dicen que atacó a Cos porque se había enamorado de Calcíope, hija de Euripilo[399].

q. Según otra versión, cinco de las seis naves de Heracles zozobraron en la tormenta. La sobreviviente fue a encallar en Laceta, en la isla de Cos, y él y sus compañeros sólo pudieron salvar las armas del naufragio. Mientras exprimían el agua del mar de sus ropas pasó por las cercanías un rebaño de ovejas y Heracles pidió al pastor merope, un tal Antágoras, que les regalase un carnero; Antágoras, que era muy fuerte, desafió a Heracles a luchar con él, ofreciéndole el carnero como premio. Heracles aceptó el desafío, pero cuando los dos luchadores se asieron, los amigos meropes de Antágoras acudieron en su ayuda, y los griegos hicieron lo mismo en ayuda de Heracles, por lo que siguió una pelea general. Agotado por la tormenta y por el número de sus enemigos, Heracles interrumpió la lucha y huyó a la casa de una robusta matrona tracia, con cuyas ropas se disfrazó y así consiguió escapar[400].

r. A una hora más avanzada de ese día, revivificado por la comida y el sueño, volvió a luchar con los meropes y los venció; después de lo cual se purificó de la sangre vertida y, todavía vestido con ropas femeninas, se casó con Calcíope, quien le hizo padre de Tésaloa. Ahora se ofrecen sacrificios anuales a Heracles en el campo en que se libró esa batalla; y los novios cósanos visten ropas femeninas cuando reciben a sus novias en su casa como hace el sacerdote de Heracles en Antimaquia antes de comenzar un sacrificio[401].

s. Las mujeres de Astipalea estaban ofendidas con Heracles y le insultaron, por lo que Hera las honró poniéndoles cuernos como las vacas; pero algunos dicen que éste fue un castigo que les impuso Afrodita por haberse atrevido a elogiar su belleza como superior a la de ella[402].

t. Después de haber arrasado a Cos y casi haber aniquilado a los meropes, Heracles, guiado por Atenea, fue a Flegras, donde ayudó a los dioses a ganar su batalla contra los gigantes[403]. Desde allí fue a Beocia, donde, por su insistencia, Escamandro fue elegido rey. Escamandro dio su nombre al río Inaco, y a un arroyo cercano le dio el nombre de su hija Glaucia; también dio a la fuente Acidusa el nombre de su esposa, de la que tuvo tres hijas, a las que se honra localmente con el nombre de las «Doncellas»[404].



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